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-The Project Gutenberg EBook of Pago Chico, by Roberto Payró
-
-This eBook is for the use of anyone anywhere in the United States and most
-other parts of the world at no cost and with almost no restrictions
-whatsoever. You may copy it, give it away or re-use it under the terms of
-the Project Gutenberg License included with this eBook or online at
-www.gutenberg.org. If you are not located in the United States, you'll have
-to check the laws of the country where you are located before using this ebook.
-
-Title: Pago Chico
-
-Author: Roberto Payró
-
-Release Date: July 30, 2020 [EBook #62785]
-
-Language: Spanish
-
-Character set encoding: UTF-8
-
-*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK PAGO CHICO ***
-
-
-
-
-Produced by Andrés V. Galia, Jude Eylander, María C.
-Fernández Q. and the Online Distributed Proofreading Team
-at https://www.pgdp.net (This book was produced from images
-made available by the HathiTrust Digital Library.)
-
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-
- NOTAS DEL TRANSCRIPTOR
-
-Las palabras en itálicas están indicadas con _guiones bajos_. Texto en
-negrita está marcado =de este modo=.
-
-Ciertas reglas de acentuación ortográfica del castellano cuando la
-presente edición de esta obra fue publicada, en 1908, eran diferentes a
-las existentes cuando se realizó la transcripción. Palabras como vió,
-fué, dió, lo mismo que la preposición "á", y las conjunciones "é", "ó",
-"ú", por ejemplo, en esa época llevaban acento ortográfico. Eso ha sido
-respetado.
-
-El lenguaje utilizado es peculiar al modo de hablar de los argentinos.
-Es oportuno agregar que el autor, además, hace hablar a algunos de los
-personajes en un lenguaje con expresiones y giros que son típicos del
-interior de la Argentina.
-
-Por lo demás, el criterio utilizado para llevar a cabo esta
-transcripción ha sido el de respetar las reglas de la Real Academia
-Española vigentes en ese entonces. El lector interesado puede consultar
-el Mapa de Diccionarios Académicos de la Real Academia Española.
-
-Errores evidentes de impresión y de puntuación han sido corregidos.
-
-La cubierta del libro en la versión HTML fue modificada por el
-Transcriptor y ha sido puesta en el dominio público.
-
-El Índice de capítulos ha sido trasladado al principio de la obra.
-
- * * * * *
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-
- PAGO CHICO
-
-
- =OBRAS DEL MISMO AUTOR=
-
- =La Australia Argentina= (dos volúmenes, Rodríguez Giles, editor).
-
- =El Falso Inca= (cronicón de la conquista).
-
- =El Casamiento de Laucha= (novela picaresca, Rodríguez Giles,
- editor).
-
- =Sobra las ruinas= (drama en cuatro actos).
-
- =Marco Severi= (drama en tres actos).
-
- =El Triunfo de los otros= (drama en tres actos).
-
-
- =EN PRENSA=
-
- VIOLINES Y TONELES
-
- AGOTADAS.--_Ensayos poéticos._--_Antígona_ (novela).--_Scripta_
- (cuentos).--_Novelas y fantasías._--_Los italianos en la
- Argentina._--_Emilio Zola._
-
-
- --Talleres tipográficos de la Casa Editorial "Mitre"--Barcelona--
-
-
-
-
- ROBERTO J. PAYRÓ
-
- Pago Chico
-
-
-
-
- EDITORIAL MINERVA
- AVENIDA DE MAYO 560
- BUENOS AIRES
-
-
-
-
- _Al Dr. Genaro Sisto,
- con fraternal cariño._
-
-
-
-
- ÍNDICE
-
-
- Pág.
-
- I La escena y los actores 7
-
- II Libertad de la imprenta 21
-
- III En la policía 39
-
- IV El caudillo 43
-
- V El juez de paz 51
-
- VI La elección municipal 59
-
- VII Ladrillo de máquina 85
-
- VIII Beneficencia pagochiquense 93
-
- IX Poncho de verano 99
-
- X Para barrabasadas 113
-
- XI Los patos 119
-
- XII Metamorfosis 127
-
- XIII Con la horma del zapato 137
-
- XIV El desquite de don Ignacio 149
-
- XV Las memorias de Silvestre 157
-
- XVI Fiestas patrias 187
-
- XVII Poesía 203
-
- XVIII Sitiado por hambre 212
-
- XIX El diablo en Pago Chico 225
-
- XX Guerra á Silvestre 245
-
- XXI Altruismo 251
-
- XXII Libertad de sufragio 257
-
- XXIII Epílogo 263
-
-
-
-
- LA ESCENA Y LOS ACTORES
-
-
-Fortín en tiempo de la guerra de indios, Pago Chico había ido
-cristalizando á su alrededor una población heterogénea y curiosa,
-compuesta de mujeres de soldados,--chinas,--acopiadores de quillangos
-y pluma de avestruz, compradores de sueldos, mercachifles, pulperos,
-indios mansos, indiecitos cautivos,--presa preferida de cuanta
-enfermedad endémica ó epidémica vagase por allí.
-
-El fortín y su arrabal, análogo al de los castillos feudales,
-permanecieron largos años estacionarios, sin otro aumento de población
-que el vegetativo,--casi nulo porque la mortalidad infantil equilibraba
-casi los nacimientos, pero cuyos claros venían á llenar los nuevos
-contingentes de tropas enviados por el gobierno.
-
-Mas, cuando los indios quedaron reducidos á su mínima
-expresión,--«civilizados á balazos»,--la comarca comenzó á poblarse de
-«puestos» y «estancias» que muy luego crecieron y se desarrollaron,
-fomentando de rechazo la población y el comercio de Pago Chico, núcleo
-de toda aquella vida incipiente y vigorosa.
-
-Cuando ese núcleo adquirió cierta importancia, el gobierno provincial
-de Buenos Aires, que contaba para sus manejos políticos y de otra
-especie con la fidelidad incondicional de los habitantes, erigió en
-«partido» el pequeño territorio, dándole por cabecera el antiguo
-fuerte, á punto ya de convertirse en pueblo. El gobierno adquiría con
-esto una nueva unidad electoral que oponer á los partidos centrales,
-más poblados, más poderosos y más capaces de ponérsele frente á frente
-para fiscalizarlo y encarrilarlo.
-
-Como por entonces no existían ni en embrión las autonomías comunales,
-el gobierno de la provincia nombraba miembros de la municipalidad,
-comandantes militares, jueces de paz y comisarios de policía,
-encargados de suministrarle los legisladores á su imagen y semejanza
-que habían de mantenerlo en el poder.
-
-La vida política de Pago Chico sólo se manifestó, pues, durante muchos
-años, por la ciega obediencia al gobierno, del que era uno de los
-inconmovibles _bourgs pourris_, baluartes en que se estrellaba todo
-conato de oposición. Los «partidos» incondicionalmente oficiales, eran
-el gran cimiento de la situación, y entre ellos Pago Chico aparecía
-como una de las herramientas más dóciles y eficaces. Recibía en cambio
-algunos subsidios para el sostenimiento de sus autoridades, y de vez
-en cuando gruesas sumas destinadas á obras públicas y de fomento,
-que las mismas autoridades se repartían en santa paz, cubriendo las
-apariencias con algún conato de construcción, v. g. la del puente sobre
-el río Chico, que aún está en veremos, el ensanche de la iglesia,
-siempre en las mismas, la terminación de la Municipalidad, ó la mejora
-de los caminos, las acequias ó los mataderos...
-
-Oposición no existía sino tan embrionaria que su exteriorización
-más grande eran los chismes y las hablillas, las protestas de algún
-desdeñado ó perseguido y los anónimos al gobernador de la provincia ó
-los periódicos de la capital, ora reveladores de verdaderos abusos, ora
-simples especies calumniosas y envenenadas.
-
-El programa político de los descontentos era el rudimentario «quítate
-para que yo me ponga», de manera que la oposición no salía nunca de
-su estado de nebulosa, por poco que, cuando amenazaba consolidarse,
-los más ardientes recibieran un mendrugo inspirador del quietismo y la
-tolerancia.
-
-Bermúdez, por ejemplo, indignado ante la negativa de una concesión
-que pidiera á la Municipalidad, proclamó _urbi et orbe_ que iba á
-revelar los latrocinios del puente sobre el Chico, denunciando á la
-prensa bonaerense la verdadera inversión de los fondos, robados por
-los municipales como en una carretera. Hizo, en efecto, una exposición
-circunstanciada de las defraudaciones, á la que agregó cálculos de
-precio de materiales, la descripción de lo hecho y un cúmulo de
-comprobantes... Firmó el terrible documento, consiguió que otros
-vecinos espectables lo refrendaran, robusteciendo la denuncia, leyó el
-_factum_ ante un grupo numeroso en el café y confitería de Cármine,
-agitó los ánimos, despertó el patriotismo pagochiquense, convulsionó el
-pueblo pronto ya á la revolución y el sacrificio...
-
---Vd. es un sonso, amigo Bermúdez,--le dijo en esta emergencia el
-escribano Ferreiro, deteniéndolo en la calle.
-
---¿Por qué?--preguntó el prohombre opositor muy sorprendido.
-
---Porque ha obligado al intendente á romper el contrato por diez años
-del peaje del puente.
-
---¿Y á mí qué?
-
---Que la Municipalidad se lo concedía á usted por una bicoca... ¡Un
-regalito de tres á cuatro mil pesos al año!...
-
-Bermúdez se puso verde, luego amarillo, después rojo como un tomate, en
-seguida pálido otra vez, y tomando el brazo del ladino Ferreiro con la
-mano trémula de emoción y avaricia:
-
---¿Y eso no se podría arreglar?--preguntó.
-
-Se arregló, y admirablemente. Bermúdez dió vuelta el poncho. Los
-parroquianos del café de Cármine le sacaron el cuero; pero nuestro
-hombre, desollado y todo, siguió tan campante, enriqueciéndose y
-figurando cada vez más...
-
-Ese café de Cármine y otros puntos de cita no podían, entre tanto,
-dejar de convertirse en centros de difamación, y lo fueron con tal
-eficacia que al cabo de pocos años el pueblo se halló dividido en
-varios bandos que se odiaban á muerte, y cuya lucha iba á dar origen á
-una oposición organizada.
-
-Entre estos bandos destacábase el de D. Ignacio Peña (don Inacio allí)
-y su acólito el boticario Silvestre Espíndola, enemigo personal este
-último del intendente y su camarilla, porque el médico municipal,
-doctor Carbonero, habilitó á un italiano para que abriese otra farmacia
-contando con la clientela obligatoria de sus enfermos, los pedidos
-de la municipalidad para el hospital, y los de la comisaría para su
-botiquín, pues Carbonero acumulaba también las funciones de médico de
-policía y director del hospital.
-
-Esto ahondaba la división, porque los otros dos facultativos, el doctor
-Fillipini, italiano, y el doctor don Francisco de Pérez y Cueto,
-español, sin cargo ni prebenda alguna, eran naturalmente opositores á
-todo trance.
-
-Añádase á esto la competencia comercial, creadora de enconos por sí
-misma, y exacerbada aún por el favoritismo de las autoridades, que para
-algunos llegaba á extremos inconcebibles; los celos de las mujeres; las
-envidias de los hombres; la sempiterna vida en común; la falta casi
-total de horizontes, y se tendrá idea de aquel terreno preparado ya
-para convertirse en teatro de una lucha homérica.
-
-El primer síntoma de guerra fué una disputa ocurrida en el Club del
-Progreso entre el intendente municipal don Domingo Luna y el juez de
-paz don Pedro Machado, á raíz de un envite en que el juez cantó treinta
-y dos y se fué á baraja sin mostrarlas, apuntándose los tantos después
-de no querer el rabón. Casi hubo cachetadas, y quizá hubiera sido
-mejor, porque la venganza de Machado, á quien el intendente llamara
-«tramposo» con todas sus letras, fué terrible: fundó un periódico, _El
-Justiciero_, para atacar á su enemigo y sacarle los cueritos al sol.
-«Los cueritos al sol» dicen en la campaña, porque allí se acostumbra
-que los niños duerman sobre pieles de cordero, y cuando éstas se sacan
-á la luz... ya se adivina el resto!
-
-Hizo Machado llevar una imprentita de Buenos Aires, y como era
-completamente analfabeto, la puso en manos de Fernández, que ya había
-dragoneado de periodista en otro pueblo, encargándole que pusiese
-«overo» al intendente, sin asco y sin lástima.
-
-_El Justiciero_ debía aparecer dos veces por semana: jueves y domingos.
-Apareció, sin embargo, un solo jueves, pues el _deus ex machina_
-pagochiquense, el escribano Ferreiro, se encargó de poner paz entre los
-príncipes cristianos.
-
---Mire, don Pedro--declaró al belicoso juez de paz;--esto va á ser como
-pelea de comadres de barrio: «¡Usté es esto!» «¡Y usté es más!» Cuanto
-pueda decirle á Luna, él se lo puede repetir á usté, porque todos hemos
-hecho y estamos haciendo lo mismo. Tráguese la rabia y cállese la boca,
-porque lo más que sacará será lo que el negro del sermón: los pies
-fríos y la cabeza caliente. Sigamos como hasta ahora, que así va lindo
-no más. Sino, vamos á tener que enojarnos con usté, se va á enojar el
-gobierno, ya no le caerá ni un negocito para hacer boca, y en cambio
-Luna se encargará de decirle cuántas son cinco, y él y usté, usté y él
-serán la risa de todo el mundo.
-
-Como don Pedro no cediera á las primeras de cambio, Ferreiro se
-entretuvo en enumerarle todos los negocios dudosos y hasta escandalosos
-en que había tenido participación, las arbitrariedades por él cometidas
-en el desempeño de su cargo...
-
---¡Piór ha hecho él!--gritaba Machado, como lo pronosticara el
-escribano, que le tapó la boca con esto:
-
---Habrá hecho peor, no digo que no. Pero él no está en posesión de un
-campo sin título de propiedad, ni de seis ó siete lotes urbanos, que la
-Intendencia puede reivindicar de un momento á otro...
-
-_El Justiciero_ no reapareció hasta meses más tarde, cuando _La Pampa_
-de Viera arrojó en aquel terreno abonado la semilla de la oposición,
-provocando por parte del oficialismo una defensa desesperada que tuvo
-la virtud de acabar con las rencillas de Machado, Luna y demás «dueños
-del pueblo».
-
-Este Viera, hijo de Pago Chico,--joven de veintidós años que había
-vivido algún tiempo en Buenos Aires, codeándose, gracias á su pequeña
-fortuna, con la juventud frecuentadora de cervecerías, teatros y
-comités,--era un bien intencionado y un cándido, con escasa ilustración
-y más escasa experiencia, á quien el surgimiento de la Unión Cívica
-infundió ideas redentoras. Á raíz de aquel vasto movimiento de opinión
-volvió al Pago resuelto á reformar el mundo, y para hacerlo compró
-también una imprentita, gastándose la mitad de su capital, y fundó _La
-Pampa_, dispuesto á sostenerla con la otra mitad.
-
-Ya lo veremos en la acción. Entre tanto pasemos á otra cosa, para dar
-una idea general de aquel pueblo privilegiado.
-
-Las reuniones más chic y mejor concurridas eran las que Gancedo
-celebraba frecuentemente en su casa, para ir creándose una popularidad
-que pudiera llevarlo á la diputación,--sin darse cuenta de que en
-Ferreiro tenía un rival tanto más peligroso cuanto más discreto y
-solapado.
-
-Las tertulias de Gancedo eran todo lo amenas y agradables que podían
-serlo en Pago Chico. Precedíalas siempre «una comida íntima» según
-el dueño de casa, «un banquete» según los invitados no venenosos.
-Llenábase de gente el vasto comedor, y como la ciencia culinaria
-pagochiquense estaba todavía en pañales, el menú se componía
-generalmente de jamón, pavo fiambre, conservas de toda especie y
-empanadas criollas, de tal modo que la mesa parecía la de un lunch de
-viajeros en una parada del camino.
-
-Terminada la comida y apuradas las últimas botellas de buen vino de
-postre, comenzaba á llegar el resto de los invitados, las niñas con sus
-mamás, los jóvenes solteros; el pianista Mussio aporreaba el teclado
-sin darse tregua, y los valses, las polkas y los lanceros se sucedían
-hasta muy cerca del amanecer.
-
-Las demás reuniones eran muy parciales y escasas, excepto las
-masculinas del Club del Progreso y la confitería de Cármine,--los
-dos puntos de reunión que se disputaban opositores y oficialistas,
-quedando el uno y el otro tan pronto en manos de éstos, tan pronto en
-manos de aquéllos, como en las figuras de una contradanza.
-
-Pero, eso sí, sólo tratándose de un caso de enemistad declarada y
-odio manifiesto, ningún pagochiquense distinguido faltaba al bautizo,
-la boda, el velorio y el entierro de otro distinguido pagochiquense.
-Era de regla olvidar aparentemente las pequeñas rencillas en estas
-solemnidades.
-
-Pero si escaseaban las fiestas y las tertulias de música y de baile,
-abundaban en cambio las «tenidas» de murmuración y desollamiento. Los
-hombres las celebraban en el club y el café; las mujeres en sus casas y
-las ajenas. Como hormigas iban y venían de sala en sala, despellejando
-aquí á las que acababan de dejar allá, mientras eran despellejadas á
-su vez por aquéllas y por otras, en una madeja de chismes, embustes,
-habladurías y calumnias que no hubiera desenredado el mismo Job con
-toda la paciencia que se le atribuye aun, pese á las protestas,
-clamores y vociferaciones que llenan su libro del viejo testamento.
-Tales misteriosos cuchicheos empañaron más de una fama limpia y pura,
-y pronto no quedó en Pago Chico, sino para los interesados, ni hombre
-decente ni mujer honrada.
-
---Si uno fuera á creer tanta inmundicia--decía Silvestre,--tendría
-vergüenza hasta de mirarse al espejo sin testigos.
-
-Y lo más curioso es que Silvestre solía ser el vehículo por excelencia
-de la difamación...
-
-_La Pampa_ atacó el mal en varios artículos violentos contra los
-calumniadores. Todo el mundo los leyó, comentó, aprobó, aplaudió,
-ensalzó; pero todo el mundo siguió impertérrito haciendo lo mismo,
-y hasta puede que exagerando la nota. De aquella célebre campaña
-periodística sólo quedó el dicho de «Pago Chico, infierno grande»,
-epígrafe de uno de los artículos de Viera, y el buen efecto causado por
-este párrafo, glosa de la frase silvestrina:
-
-«Si cuanto se dice fuera cierto, habría que cercar de murallas el
-pueblo y convertirlo en una cárcel que fuera al propio tiempo manicomio
-y reclusión de mujeres perdidas.»
-
-El comercio tenía bastante importancia, sobre todo desde que llegó el
-ferrocarril, pues entonces comenzaron á establecerse «barracas» para el
-acopio de frutos del país,--lana, cueros, etc. Estos establecimientos
-fueron pronto los más importantes y prósperos, llegando á efectuar
-ciertas operaciones bancarias,--depósitos en cuenta corriente y á plazo
-fijo, descuentos, giros--que antes hacían difícilmente las principales
-casas de comercio.
-
-Entre estas últimas, la más notable era la de Gorordo, que reunía en un
-inmenso edificio de un solo piso con techo de hierro galvanizado, los
-ramos de tienda, mercería, almacén, despacho de bebidas, corralón de
-madera, hierro y tejas, mueblería, armería, hojalatería, ferretería,
-pinturería, ropería, librería, papelería y droguería, amén de otras
-especialidades.
-
-Aún quedaban otros establecimientos análogos, restos de la época
-en que era necesario acapararlo todo para realizar alguna ganancia,
-y en que todos estos comercios se complementaban todavía con la
-compra-venta de frutos del país. Pero iban perdiendo terreno ante la
-especialización, pues año tras año surgieron tiendas y mercerías,
-almacenes de comestibles, boticas, mueblerías, platerías, sastrerías,
-zapaterías de diverso orden, hoteles, fondas y bodegones, hasta un
-conato de librería y una cigarrería pequeña,--casas entre las que
-sobresalía como una perla de incomparable oriente la
-
- SAPATERIA E SPACIO DI BEVIDA
- DI ROMOLO E REMO
- DI GIUSEPPE CARDINALI
-
-Pago Chico tuvo, por consiguiente, sus Bon Marché y sus Printemps antes
-que París, ó al mismo tiempo, para perderlos luego y verlos sin duda
-reaparecer cuando se complete el ciclo de su evolución progresiva.
-
-La primera industria mecánica que nace en un pueblo de provincia, y la
-primera que nació en Pago Chico, es la de fabricación de carros. En
-un principio los carros se compran en otra parte, pero inmediatamente
-se nota la necesidad de una herrería y carpintería para componerlos.
-Establecida ésta, por poco que la población adelante, el taller
-prospere y el obrero no sea muy torpe, la simple herrería se convierte
-en fábrica y la industria ha nacido sin esfuerzo.
-
-Á la fábrica de rodados había ya que agregar en Pago Chico el
-floreciente molino y fidedería de Guerrini, construcción chata y
-mezquina emplazada á orillas del arroyo presuntuosamente llamado
-Río Chico, cuya escasa corriente bastaba apenas para mover una
-pequeña rueda que molía el grano con lentitud y como desganada. Las
-tormentas y la humedad, azotando y carcomiendo sus paredes de ladrillo
-sin revoque, les habían dado una pátina verdinegra, triste pero
-característica.--Había que agregar también, fuera de los hornos de
-ladrillos y las licorerías falsificadoras de toda clase de bebidas, la
-talabartería de Tortorano, que realizando buenos negocios sin embargo,
-debía luchar con la competencia de los trenzadores criollos, que en los
-ranchos de las afueras hacían primorosos maneadores, lazos, bozales,
-maneas, prendas de gran lujo disputadas por los paisanos y los mismos
-«paquetones» del pueblo, y en las que un solo botón llevaba á veces
-más de un día de trabajo. Tortorano tenía que limitarse á vender
-arreos ordinarios, pero cobrándolos á peso de oro se vengaba del arte
-purísimo que convertía los «tientos», el simple cuero sobado, en bridas
-moriscas, suaves como la seda, en cabezadas caprichosas y elegantes,
-sutiles trabajos en que el gusto y la paciencia realzaban tres y más
-veces el valor de la materia prima. Y, á la larga, Tortorano venció:
-hizo que los trenzadores trabajaran exclusivamente para él, almacenó
-sus obras sin venderlas, imponiendo los artículos de su fabricación,
-y cuando logró que se olvidara la moda de los aperos criollos, dejó
-sin trabajo á los trenzadores que debieron levantar campamento para no
-morirse de hambre.
-
-Como industria, no podemos olvidar tampoco la de Tripudio, que con los
-desmirriados racimos de las parras de su quinta y otros ingredientes
-menos inofensivos, fabricaba un chacolí con «gusto á olor de ratón»,
-que luego expendía con el ingenioso título de «Vino Cható».
-
-Completaban la población trabajadora de Pago Chico, varios ejemplares
-de hojalateros, sombrereros, modistas, tipógrafos, pintores,
-blanqueadores y empapeladores, planchadoras, panaderos, lavanderas,
-cigarreras, carniceros con tienda abierta y verduleros que también
-vendían carbón, leña, maíz y afrecho...
-
-...Y como esto basta y sobra para dominar el escenario y tener siquiera
-barruntos de algunos pocos actores, pasemos sin más preámbulo á relatar
-y puntualizar varios episodios de la sabrosa historia pagochiquense,
-preñada de hechos transcendentales, rica en filosófica enseñanza,
-espejo de pueblos, regla de gobiernos, pauta de administraciones
-progresistas, norma de libertad, faro de filantropía, trasunto ejemplar
-de patriotismo...
-
---¡Flor y truco! y si hay más flor ¡contra flor el resto!--agregaría
-Silvestre, afirmando con esta salva de veintiún cañonazos los colores
-de Pago Chico.
-
-
-
-
- LIBERTAD DE IMPRENTA
-
-
-Las cosas iban tomando en Pago Chico un giro terrible. La política
-enardecía los ánimos y _La Pampa_ y _El Justiciero_ se dirigían los
-cumplidos de mayor calibre que hasta ahora haya soportado una hoja
-de papel. Estaban cercanas las elecciones municipales, y cívicos y
-oficialistas abrían ruda campaña, los unos para conquistar, los otros
-para retener el gobierno de la comuna. _La Pampa_ no dejó de aprovechar
-el desfalco descubierto en la tesorería municipal, y no dirigió sus
-golpes al culpable tesorero, sino que se encaró con el intendente
-mismo. Un parrafito:
-
-«Si don Domingo Luna estuviera donde debe estar, que no es seguramente
-en la intendencia de Pago Chico, sino cerca de Olavarría, no se hubiese
-cometido ese robo escandaloso, que una vez más viene á demostrar cómo
-la pobre provincia que sufre la canalla entronizada de un gobierno
-que es la cueva de Alí Babá, va á ser esquilmada hasta el último peso
-por los secuaces que ese gobierno mantiene en todas partes, ya que no
-hay persona decente que quiera servir sus planes ignominiosos, y sí
-puramente hombres sin honor ni vergüenza.»
-
-Y el artículo que seguía in crescendo, peor en sintaxis y pésimo en
-intenciones, enfureció á don Domingo de tal modo, que se fué como
-un cohete á consultar el caso con el escribano Ferreiro, su mentor
-en las grandes emergencias. Quería acusar la publicación. Ferreiro,
-sudoroso, leyó atentamente el artículo, dejando oir ligeros ¡hum! ¡hum!
-intraducibles; luego depositó el diario en las rodillas y sentenció:
-
---No es acusable.
-
-Don Domingo Luna se exaltó, replicando, pálido de ira:
-
---¿Quiere decir que porque á un miércoles se le ocurre robarse la plata
-de la municipalidad, á mí me puede decir que debo estar en la cárcel de
-Sierra Chica ese canalla de Viera?...
-
---No lo dice, lo da á entender,--repuso tranquilamente Ferreiro.
-
-El más alto funcionario de Pago Chico salió de la escribanía furioso,
-gruñendo entre dientes:
-
---Me las ha de pagar ese insultador sin vergüenza. ¡Ya verá, ya verá!
-¡Lo que es esta vez no se libra de una tunda!
-
-Seguramente influía en el tumultuoso furor de don Domingo el estado del
-tiempo. Todo aquel día hizo un calor espantoso. El horizonte, al norte
-y al oeste, estaba oculto tras de vapores vagos que daban al cielo
-tintas sucias, un color borroso de polvareda lejana. Rachas de viento
-caliente como si saliera de un horno, barrían las calles calcinadas
-por el sol. Nadie salía de casa; todos se sentían invadidos por un
-malestar creciente, con el pecho opreso, jadeantes y sudorosos aun en
-la inmovilidad. En sus ráfagas el viento traía olor á paja quemada. El
-bochorno aumentaba por minutos.
-
-Avanzando la tarde el sol se ocultó entre nubes de fuego; pero el
-incendio del ocaso parecía extenderse al norte, donde la extraña niebla
-tomaba resplandores rojizos. La noche cayó lentamente, y el viento que
-forma montones de arena en las aceras y los pasea triunfante de un lado
-á otro de la calle, no disminuyó su furor ni se dignó refrescar algo;
-quería achicharrarlo todo.
-
-Cuando obscureció completamente, se notaron en el cielo de azul
-profundo, dos grandes parches luminosos, de cálidas tintas,
-semejantes--menos en el tono--á la claridad difusa que por la noche y
-desde lejos se ve flotar sobre las ciudades bien alumbradas. Tras de
-ese velo transparente, de color naranja, titilaban las estrellas en el
-cielo sin una nube...
-
-Era el incendio del campo, que había cundido con la violencia de los
-grandes desastres como se verá cuando se lea «El diablo en Pago Chico».
-
-La noche era obscura, pintiparada para cualquier combinación política
-de ésas que concluyen á garrotazo limpio; y como el señor intendente
-había tenido tiempo de prepararse hablando con el juez de paz don
-Pedro Machado, para pedirle la aprobación de su plan, y con el
-comisario Barraba para que le prestase cuatro vigilantes vestidos de
-particular, aguardaba al pobre Viera una que «había de dolerle» según
-declaró don Domingo, al anochecer, en el Club del Progreso, delante de
-los concejales gubernistas, el comisario del mercado de frutos y el
-inspector del riego.
-
-Viera no tuvo aviso esta vez y se retardó en la redacción de _La Pampa_
-hasta mucho después de anochecido. Había baile esa noche en casa de
-Gancedo--en el patio, por el calor, con faroles chinescos y guirnaldas
-de sauce y yedra--iba la novia, no asistiría gubernista alguno, y no
-era posible faltar. Se dió una tarea espantosa para _llenar_ el diario,
-y á las ocho y media salió para ir á mudarse ropa: estaba de tinta de
-imprenta y kerosene, de no poder acercársele. Llevaba su bastón en la
-mano y el infaltable Smith-Wesson en el bolsillo de atrás del pantalón.
-
-Paseaban la acera obscura cuatro sombras sospechosas. En frente, cerca
-de la talabartería de Tortorano, un bulto se distinguía apenas en el
-quicio de la puerta de Troncoso. Era don Domingo, ganoso de presenciar
-el castigo de su insultador.
-
---¡Hum!--se dijo el periodista--¡esto es algo!
-
-Apenas le vieron, los vigilantes--las sombras--se echaron sobre él,
-blandiendo unos talas irresistibles; pero en ese momento, interesado
-por la escena que iba á desarrollarse, Luna tuvo la mala suerte de
-entrar en el radio de luz de la vidriera de Tortorano. Viera le
-reconoció, y haciendo una gambeta á los presuntos apaleadores, cruzó la
-calle como un rayo, alzó el bastón cuando estuvo cerca del intendente,
-le cruzó dos veces la cara con dos soberbios garrotazos, «¡Tomá, tomá,
-canalla, traidor!» y se metió de un salto en casa de Troncoso, que
-comía con su familia, aprovechó el primer instante de indecisión de los
-otros, corrió al fondo, trepó la tapia, bajó á la calle, y amparándose
-en la sombra, se fué á su casa...
-
-Luna, ciego de ira y de dolor, hizo violar el domicilio de Troncoso;
-pero los agentes y él mismo se entretuvieron en buscar por las
-habitaciones, dando á Viera el tiempo de escaparse. Mas el periodista,
-incauto, había ido á mudarse ropa en vez de buscar sitio seguro,
-y no tardó en ser aprehendido bajo la acusación de «desacato á
-la autoridad». El insigne y sapientísimo juez de paz, don Pedro
-Machado, había prometido firmar al día siguiente--antedatada, como es
-natural--una orden de allanamiento para la casa de Troncoso y para
-cualquiera donde pudiese estar ese «chancho». No había, pues, que temer
-ulterioridades, y se haría justicia.
-
-Gracias á esta rapidez de procedimiento--excepcional en Pago Chico--el
-comisario Barraba, precedido por seis vigilantes de uniforme, invadió
-la casa de Viera, que estaba lavándose, en ropas menores y descalzo
-para no salpicar los zapatos de charol.
-
---¡Marche!
-
---¡Pero hombre, no he de ir desnudo!
-
---¡Marche, canalla!
-
-Por fin le permitieron ponerse unos pantalones y calzar unas
-zapatillas, y en camiseta lo llevaron á empellones, por el medio de la
-calle, hasta la comisaría en cuyo calabozo inmundo lo metieron.
-
---¡Yo t'enseñar!--le gritó Barraba sacudiendo la mano en el aire,
-apenas le vió encerrado.
-
-Y allí pasó la noche Viera echando por esa boca cuanto terno figura en
-el vocabulario de Pago Chico, que es uno de los completos en la materia.
-
-Al día siguiente _La Pampa_ salió «tremenda.»
-
-Informados á tiempo los amigos, primero por Tortorano, que lo había
-visto todo, pero que no se animó á terciar, luego por Troncoso, que
-protestaba contra el atropello de su domicilio, después por Silvestre,
-el boticario, que nada había visto, pero que todo lo sabía y aun
-agregaba detalles de su cosecha, y en seguida por Pago Chico entero,
-que se arremolinó cuchicheando en el club, en los cafés, en la plaza,
-hasta en el baile de Gancedo, y que hacía silencio apenas asomaba un
-oficialista--informados á tiempo, repetimos, se encargaron de dar la
-nota del día en el periódico, hicieron parar la máquina, aflojaron las
-formas y añadieron un primer editorial cortito, pero sabroso, que se
-atribuyó generalmente á la bien cortada pluma del Dr. Don Francisco de
-Pérez y Cueto, que aunque español, era muy patriota y un liberal hasta
-allí.
-
---No podemos renunciar al placer de exhibir ese documento histórico, ya
-que está al alcance de la mano:
-
-«La infamia entronizada en este desgraciado pueblo de Pago Chico, por
-culpa de un gobernador de la provincia de Buenos Aires que no merece
-más que el desprecio, y que cometen cuantas tropelías harían poner
-rojo de vergüenza á cualquier hombre con ciertos ápices de dignidad,
-ha llegado hasta un extremo que no puede concebirse en un país libre
-donde todo el pueblo y los ciudadanos además quieren la libertad de las
-instituciones.
-
-«La prensa, que es el cuarto poder del estado, y que es una institución
-simultáneamente y al mismo tiempo, no se ve libre de las asechanzas de
-esos malvados que roban y esquilman al pueblo á mansalva y sin que haya
-quien les castigue, porque tienen el poder en la mano, y no contentos
-con eso echan mano de la fuerza bruta para hacer callar la protesta
-indignada de un pueblo que sufre sus desmanes y sus depredaciones.
-
-«Como ven que la valiente propaganda de este diario no se detiene ni
-tergiversa, han llegado en su infamia y su traición hasta asaltar en
-plena vía pública á nuestro valiente y noble director, y no satisfechos
-con ese brutal é incalificable atentado, le han sumergido luego en
-un estrecho é inmundo calabozo infecto, casi desnudo, después de
-arrancarlo de su casa donde se estaba mudando ropa para ir al baile de
-lo de Gancedo, y no sin antes haber violado su domicilio como violaron
-el de la casa del señor Troncoso para buscarlo los emponchados que con
-el intendente á la cabeza trataban de darle una paliza de la que el
-intendente fué el que salió mal parado.
-
-«Y entre tanto nuestro director está preso inicuamente.
-
-«¡Así obran la autoridades gubernistas!
-
-«¡¡Así se respeta el domicilio privado de las casas de familia!!
-
-«¡¡¡Así se respeta, también, la prensa por esos canallas
-ensoberbecidos, bandoleros del poder!!!
-
-«¡¡¡¡¡Pero no nos harán callar!!!!!
-
-«¡¡¡Hemos de decirles todas sus porquerías, y hemos de sacar muchos
-cueros al sol!!!
-
-«¡¡¡¡¡¡Miserables!!!!!!
-
-«Mañana nos ocuparemos más extensamente de este atentado brutal. Hoy
-la indignación nos pone mudos y á más la falta absoluta de espacio nos
-impide tratar el tema con la extensión que merece.»
-
-Como se ve no habían alcanzado los puntos de admiración para el último
-párrafo. El regente quiso distraer dos de ¡¡¡¡¡¡Miserables!!!!!! ó de
-alguna de las frases anteriores, pero no se lo permitieron, porque al
-fin y al cabo, el último párrafo era puramente explicativo.
-
-Por su parte _El Justiciero_,--el papel oficial--no se quedó corto
-tampoco en aquel memorable día. He aquí lo que escribió:
-
-«El individuo Viera, que no se detiene en sus asquerosos avances de
-pasquinero soez ni ante el sagrado del hogar, ha llevado ayer su justo
-merecido, recibiendo una paliza de padre y muy señor mío que le propinó
-nuestro distinguido amigo y correligionario señor Domingo Luna, que con
-tan empeñoso acierto rige las funciones de intendente municipal de este
-progresista pueblo.»
-
-Hay que hacer notar que este párrafo--y alguno de los que siguen,--fué
-escrito antes del suceso. Luego hubo que cambiar algo en la redacción
-por la inesperada vuelta de la tortilla. Pero ¡qué diablos! el
-artículo quedó bien de todos modos y no era cosa de que los cajistas
-se estuvieran toda la noche en la imprenta. Además ¿cómo decir que el
-apaleado había sido don Domingo? El artículo continuaba:
-
-«Como á Viera no se le hace más caso á sus ataques que á un perro
-sarnoso, se le hizo el campo orégano, y no contento con insultar
-desde su pasquín inmundo, quiso también echárselas de matón y agredió
-infamemente al señor Luna, pero le salió la torta un pan, porque fué
-por lana y salió trasquilado y se metió á apaleador y casi no le dejan
-hueso sano!»
-
---¡Coñe! ¡Así se escribe la historia!--exclamaba el doctor Pérez y
-Cueto al llegar aquí de la lectura.
-
-«Habíamos pronosticado que esto iba á suceder matemáticamente,
-porque no podía ser de otro modo, porque estos advenedizos llenos
-de desvergüenza, y cínicos, y que tienen por arma la calumnia soez,
-infame y asquerosa, para conseguir cuatro suscripciones de otros tan
-despechados y tan procaces como ellos, no hacen más que insultar á
-los que valen más que ellos, sin comprender que con eso no se puede
-transgredir ni paliar la opinión pública.
-
-«Esa escoria social en la prensa, cuya misión es tan elevada y tan
-seria y que alguien ha dicho que los periodistas son patronos de almas,
-da hálitos de podredumbre inmunda á los pueblos que infestan y debían
-preocuparse los gobiernos de poner á raya con sabias limitaciones
-reglamentarias y leyes al propósito á esa prensa brava que destila baba
-sobre todos los que no comulgan con sus ruedas de molino.
-
-«Una ley de imprenta que enfrene á esos insultadores de oficio se hace
-necesaria inminentemente. Si no, sería necesario hacerse justicia por
-su propia mano, como en el caso de ayer.
-
-«En cuanto á éste, sobre el cual mucho tendríamos que decir porque
-pertenece á esa calaña; pero que nos callamos por la circunstancia
-misma de ser nuestro enemigo político, (lealtad que no tiene él en sus
-desbordes infames, entre paréntesis) está preso en la comisaría y hoy
-mismo será puesto á disposición del digno juez de paz de este partido
-señor don Pedro Machado.
-
-«El señor intendente sigue algo mejor, y los doctores Carbonero y
-Fillipini decían anoche que dentro de dos ó tres días podrá salir á la
-calle.»
-
-Ante la lectura de ambos diarios había para quedar perplejo. Al fin
-de cuentas ¿quién había dado á quién? ¡Problema! Pero para eso estaba
-Silvestre que en cierta ocasión, encarándose con Viera, y refiriéndose
-á _La Pampa_ y á su propaganda, había exclamado, orgulloso:
-
---¡Ella sale una vez al día, y yo salgo á todas horas!
-
-Así es que no faltó buena y bien exagerada información en Pago Chico:
-Luna, que preparaba una celada á Viera para vengarse de sus justos
-ataques, había recibido una paliza que lo había «dejado mormoso»,
-después de lo cual el comisario con treinta vigilantes armados á
-rémington, habían asaltado la casa del periodista, y no sin que éste
-opusiera una resistencia heroica, en que hubo tiros, pero no heridos,
-(los tiros los oyó todo el mundo, aunque no sonaron), fué reducido y se
-le condujo preso al más sucio y poblado de sabandija de los calabozos
-policiales... Allí estaba Viera aún. ¡Quién sabe si no lo habían
-estaqueado!
-
-La población de Pago Chico despertó al otro día incómoda y
-cuchicheante. Sin embargo, escaldada tantas veces, no alzaba mucho el
-diapasón... ¡Claro! ¿Y las consecuencias?... No era cosa de meterse á
-redentor y salir crucificado.
-
-Verdad es que en la cantina de la estación del ferrocarril, donde no
-acostumbraba presentarse oficialista alguno, un grupo que absorbía
-el vermouth matinal se ocupó calurosamente del suceso, y después de
-una arrebatadora é inspirada alocución de Lobera, secretario del
-comité y oficial de la peluquería de Bernardo, declaró y juró que era
-deber nacional devolver la libertad á Viera, y que lo harían «si á
-las buenas, á las buenas; si á las malas... ¡á las malas!» palabras
-textuales del arrebatado Tortorano, que la noche anterior había juzgado
-de alta política no asomar las narices á la puerta.
-
---¡En último caso--exclamó Lobera, que destilaba agua de violeta por
-todas partes y entusiasmo por la boca--en último caso asaltaremos la
-comisaría y le daremos una paliza á Barraba!
-
---¡Muy bien dicho!--exclamaron unos.
-
---¡Eso es! ¡una paliza al comisario!--gritaron otros.
-
---¡Bravo! ¡Bravo!--aullaron los demás.
-
-Silvestre, que entraba, vociferó, aunque estaba ronco desde la noche
-antes:
-
---¡Es un atropello infame! ¡Que suelten á Viera!
-
-Y durante un rato continuó la discusión, en voz muy baja pero
-acaloradamente, y lo curioso es que el grupo se fué desgranando poco á
-poco de una manera casi imperceptible. Bebían su vermouth ó su biter, y
-se evaporaban, uno á uno, silenciosos, yéndose cada cual por su lado,
-no sin dirigir á la salida una sonrisita amistosa al vigilante que,
-de acera á acera y observando el interior del café, se paseaba por la
-esquina.
-
---¿Se ha ido Lobera?
-
---Hombre, sí; y Silvestre también.
-
---¿Y Tortorano?
-
---Acaba de salir.
-
---¡Así no se puede hacer nada nunca!--exclamó Pedrín, que también tomó
-la puerta encogiéndose de hombros.
-
-Al pasar por la comisaría miró hacia adentro, apretó el paso y se metió
-en su casa. El «hotel del poco trigo», como le solía llamar, no era de
-sus aficiones.
-
-Sin embargo podría--él tan curioso--haberse detenido á observar lo que
-pasaba en la comisaría.
-
-En medio del patio, bajo el sol rajante, un agente de plantón,
-tieso como el Apolo del jardín de Bermúdez--aquella estatua de yeso
-pintado imitando mármol veteado, que tanto podía representar á un
-tullido--miraba de reojo á sus compañeros que tomaban mate, y de frente
-á las oficinas.
-
---Che, Avellanera, alcanzá uno--dijo el plantón al cebador del amargo,
-viendo que los oficiales estaban de jarana en el despacho.
-
---¡Sí! ¡P'a que me frieguen! Andá que te dé Viera.
-
-Los otros, formando grupo alrededor de la pava que hervía sobre un
-fueguito de virutas en la sombra del paredón, se rieron á carcajadas
-de la ocurrencia. Viera, medio desnudo, estaba en el calabozo, y
-Fernández, el agente de plantón, era el jefe de la partida que debió
-apalearlo. Barraba lo había castigado «por sonso», y porque sospechó
-quizá que tenía afición al «pasquinero».
-
-Casualmente, el comisario entró en aquel momento.
-
---¡Á ver vos, Fernández, vení acá!
-
-El plantón hizo la venia, y con los sesos tostados por el sol, se
-acercó miedoso y cariacontecido. Los otros se habían levantado y
-estaban firmes, con la mano á la frente y expresión de la más absoluta
-humildad.
-
-Barraba entró en su oficina, se sentó junto al escritorio, y viendo que
-Fernández, cuadrado, se quedaba á la puerta, le gritó con voz áspera y
-frunciéndole las cejas:
-
---¡Entrá!
-
-Casi temblando entró y se cuadró de nuevo, silencioso.
-
---Vos andas con Viera ¿no?
-
---Yo... señor...--balbuceó el infeliz, que al oir tan terrible acento,
-hubiera querido hallarse á veinte leguas.
-
---¡Es inútil que negués! ¡Yo mismo t'he visto! ¿Qué te decía ayer en la
-puerta de la imprenta?
-
---Nada, señor comisario.
-
---¿Cómo nada? ¡Algo te había de decir!
-
---Me preguntaba por m'hijo Pancho; que quería hablar con él, me dijo:
-
---Sí, ¿y vos le avisarías lo de anoche, no? Ya sabés que yo no quiero
-que te metás á mulo grande ¿entendés? ¡Cuidadito conmigo, que si yo sé
-que te metés en otra, te hago estaquear. Ahora andáte y ¡cuidadito!...
-
-El agente salió que no sabía lo que le pasaba. Le temblaban las piernas
-y sudaba y trasudaba, tan lejos de Juan Moreira como Pago Chico de la
-capital federal.
-
-Barraba llamó á otro agente.
-
---Traigamé el preso,--dijo.
-
---¿Á cuál? ¿Al señor Viera?
-
---¡Qué señor, ni qué señor! ¡Vaya y traigamé al preso, le digo!
-
-Un momento después Viera aparecía en el despacho, escoltado por el
-agente. Llegaba pálido y desgreñado, en camiseta y zapatillas, pero
-entero y altivo como cuadra á todo periodista perseguido por el poder.
-
-El comisario estuvo largo rato sin alzar la vista, fingiendo que
-examinaba unos papeles. Viera de pie y en silencio se mordía los labios
-de rabia.
-
---¿Por qué está preso?--preguntó al fin Barraba, clavando en él una
-mirada iracunda.
-
---No sé.
-
---¿Qué? ¡no sabe! ¡Qué no ha de saber!
-
---¡Lo que puedo asegurarle es que no soy yo quien debía estar preso!...
-
---¡No se me insolente!--gritó iracundo.
-
---No me insolento. Me pregunta y le contesto.
-
-El agente dió un paso hacia Viera, aunque éste estaba aparentemente
-impasible. Barraba se reprimió, pero le hubiese gustado hallar ocasión
-de «darle unos planazos al pasquinero».
-
---Bueno. Usted lo ha lastimado al señor Luna.
-
---Él me agredió... me he defendido. Después se trataba de una
-emboscada... y si no ya ve cómo me asaltaron cuatro emponchados que de
-seguro me matan si no me meto en casa de Troncoso.
-
-El comisario pareció reflexionar.
-
---Bueno,--dijo por fin,--ésa es su versión. Pero el señor intendente no
-dice lo mismo, y los testigos tampoco.
-
---¿Quiénes son los testigos? ¿Los vigilantes disfrazados? ¡Los he
-conocido bien!
-
-Barraba, ciego de ira, se levantó á medias de su asiento, pero logró
-reprimirse otra vez, y tras una larga pausa, fingiendo tranquilidad,
-dijo lentamente, cantando las palabras casi sílaba por sílaba:
-
---¡Qué quiere, amigo! ¡Diga lo que se le antoje! Aquí no hay más
-agresor que usted, y yo tengo la obligación de pasarlo al juez de paz
-por su delito de desacato á la autoridad!
-
---¡Pero eso es una injusticia! ¡Usted es mi enemigo y abusa de su
-puesto!--exclamó Viera que ya estaba viendo quince días ó un mes
-de prisión en el calabozo, los interrogatorios intolerables, las
-vejaciones sin término, y para fin de fiesta el viajecito á La Plata
-entre dos vigilantes, y quizá con grillos...
-
---¡Enemigo! ¡injusticia, eh!--gritó Barraba, morado de cólera.--¡Mire,
-amiguito, no me cargue la paciencia, canejo!
-
---¡Es que es la verdad!--repuso el otro con indignación.
-
---¡Conque enemigo, eh! Pues ande con cuidao, cuando salga, con el
-enemigo y con lo que escribe en su pasquín, si no quiere probar un buen
-guiso de lonja!
-
-Y dirigiéndose á la puerta de la otra oficina, gritó:
-
---¡Benito! Hacé l'ata de Viera.
-
-El escribiente tenía el acta preparada ya y acudió á leerla con voz
-monótona:
-
-«Llamado á mi presencia el acusado Pedro Viera, dijo que él había sido
-agredido por don Domingo Luna y que se defendió en defensa propia y
-que le pegó unos palos, y que entonces vinieron otros emponchados, y
-que él entonces se metió en casa de Troncoso y que entonces los otros
-lo dejaron irse. Preguntado el delincuente si conocía á los hombres
-que decía que lo habían querido asaltar, el declarante dijo que no,
-y que no los había podido conocer, porque dijo que la noche estaba
-muy obscura y que no había luz. Y leída que le fué su declaración se
-ratificó y firmó conste.»
-
---Yo no firmo,--dijo sencillamente Viera.
-
---¿Por qué?--preguntó Barraba indignado de ver desconocida su
-omnipotencia.
-
---Porque eso es una barbaridad.
-
-Ya era como para no aguantar más; pero Barraba tenía mucha fuerza de
-voluntad y mucha prudencia, y se limitó á ordenar:
-
---¡Volvélo al calabozo!
-
-Y cuando Viera salió, se quedó murmurando un «de nada te ha'e valer»
-que sólo terminó cuando tuvo á bien regalar á Benito con este
-cumplimiento á propósito de la redacción del acta.
-
---¡También vos sos más bruto que un par de botas!
-
-El escribiente se quedó impasible; ya estaba acostumbrado á esas
-rebuscadas galanterías.
-
---Á ver si ponés en el libro la entrada de ese sonso: «Por desacato á
-la autoridá á mano armada del intendente».
-
-Y el involuntario epigrama, retratando una época, sonríe aún en el
-libro de entradas y salidas de la comisaría de Pago Chico.
-
-...Los telegramas habían llegado á todos los diarios de oposición de
-Buenos Aires y La Plata, y el hecho asumía las proporciones de un
-verdadero escándalo. ¡Qué arma aquélla, y en qué momentos! Asustados
-del ruidoso asunto, los caudillos platenses juzgaron conveniente
-ahogarlo al nacer echándole tierra, y el diputado Cisneros, mandón de
-Pago Chico, sirviendo de truchimán á los jefes del partido oficial
-todavía no endurecidos en la brega, hizo al juez de paz, don Pedro
-Machado, el siguiente despacho:
-
-«Dejen Viera. Conviene altos intereses partido. Aquí laméntase,
-brutal atentado contra digno intendente Luna. Pero hay demostrar
-oposición tranquilidad espíritu. Ponga asaltante inmediatamente
-libertad.--_Cisneros._»
-
-El escribano Ferreiro había criticado acerbamente la aventura y el
-desmán, abundando en las mismas opiniones.
-
---Eso es querer hacer callar un chancho á palos,--dijo á Luna y á
-Barraba.--Otra vez no sean tan bárbaros. Á hombres como Viera hay que
-matarlos ó dejarlos. Nada de palizas. Sítienlo por hambre más bien.
-
-...La orden del diputado se cumplió sin pérdida de momento. El consejo
-de Ferreiro comenzó también á ponerse inmediatamente en práctica.
-
-
-
-
- EN LA POLICÍA
-
-
-No siempre había sido Barraba el comisario de Pago Chico; necesitóse
-de graves acontecimientos políticos para que tan alta personalidad
-policial fuera á poner en vereda á los revoltosos pagochiquenses.
-
-Antes de él, es decir, antes de que se fundara _La Pampa_ y se formara
-el comité de oposición, cualquier funcionario era bueno para aquel
-pueblo tranquilo entre los pueblos tranquilos.
-
-El antecesor de Barraba fué un tal Benito Páez, gran truquista,
-no poco aficionado al porrón y por lo demás excelente individuo,
-salvo la inveterada costumbre de no tener gendarmes sino en número
-reducidísimo,--aunque las planillas dijeran lo contrario,--para crearse
-honestamente un sobre sueldo con las mesadas vacantes.
-
---¡El comisario Páez--decía Silvestre--se come diez ó doce vigilantes
-al mes!
-
-La tenida de truco en el Club Progreso, las carreras en la pulpería de
-La Polvadera[1], las riñas de gallos dominicales, y otros quehaceres
-no menos perentorios, obligaban á D. Benito Páez á frecuentes, á casi
-reglamentarias ausencias de la comisaría. Y está probado que nunca hubo
-tanto orden ni tanta paz en Pago Chico. Todo fué ir un comisario activo
-con una docena de vigilantes más, para que comenzaran los escándalos
-y las prisiones, y para que la gente anduviera con el Jesús en la
-boca, pues hasta los rateros pululaban. Saquen otros las consecuencias
-filosóficas de este hecho experimental. Nosotros vamos al cuento aunque
-quizá algún lector lo haya oído ya, pues se hizo famoso en aquel
-tiempo, y los viejos del pago lo repiten á menudo.
-
-Sucedió, pues, que un nuevo jefe de policía, tan entrometido como mal
-inspirado, resolvió conocer el manejo y situación de los subalternos
-rurales y sin decir ¡agua va! destacó inspectores que fueran á
-escudriñar cuanto pasaba en las comisarías. Como sus colegas, D. Benito
-ignoró hasta el último momento la sorpresa que se le preparaba, y ni
-dejó su truco, sus carreras y sus riñas, ni se ocupó de reforzar el
-personal con gendarmes de ocasión.
-
-Cierta noche lluviosa y fría, en que Pago Chico dormía entre la sombra
-y el barro, sin otra luz que la de las ventanas del Club Progreso,
-dos hombres á caballo, envueltos en sendos ponchos, con el ala del
-chambergo sobre los ojos, entraron al tranquito al pueblo, y se
-dirigieron á la plaza principal, calados por la lluvia y recibiendo
-las salpicaduras de los charcos. Sabido es que la Municipalidad
-corría pareja con la policía, y que aquellas calles eran modelo de
-intransitabilidad.
-
-Las dos sombras mudas siguieron avanzando sin embargo, como dos
-personajes de novela caballeresca, y llegaron á la puerta de la
-comisaría, herméticamente cerrada. Una de ellas, la que montaba el
-mejor caballo,--y en quien el lector perspicaz habrá reconocido
-al inspector de marras, como habrá reconocido en la otra á su
-asistente--trepó á la acera sin desmontar, dió tres fuertes golpes en
-el tablero de la puerta con el cabo del rebenque...
-
-Y esperó.
-
-Esperó un minuto, impacientado por la lluvia que arreciaba, y
-refunfuñando un terno volvió á golpear con mayor violencia.
-
-Igual silencio. Nadie se asomaba, ni en el interior de la comisaría se
-notaba movimiento alguno.
-
-Repitió el inspector una, dos y tres veces el llamado, condimentándolo
-cada una de ellas con mayor proporción de ajos y cebollas, y por fin
-allá á las cansadas entreabrióse la puerta, vióse por la rendija la
-llama vacilante de una vela de sebo, y á su luz un ente andrajoso
-y soñoliento, que miraba al importuno con ojos entre asombrados y
-dormidos, mientras abrigaba la vela en el hueco de la mano.
-
---¿Está el comisario?--preguntó el inspector bronco y amenazante.
-
-El otro, humilde, tartamudeando, contestó:
-
---No, señor.
-
---¿Y el oficial?
-
---Tampoco, señor.
-
-El inspector, furioso, se acomodó mejor en la montura, echóse un poco
-para atrás, y ordenó, perentoriamente:
-
---¡Llame al cabo de cuarto!
-
---¡No... no... no hay señor!
-
---De modo que no hay nadie aquí, ¿no?
-
---Sí se... señor... Yo.
-
---¿Y usted es agente?
-
---No, señor... yo... yo soy preso.
-
-Una carcajada del inspector acabó de asustar al pobre hombre, que
-temblaba de pies á cabeza.
-
---¿Y no hay ningún gendarme en la comisaría?
-
---Sí se... señor... Está Petronilo... que lo tra... lo traí de la
-esquina bo... borracho, ¡sí se... señor!... Está durmiendo en la cuadra.
-
-Una hora después D. Benito se esforzaba en vano por dar explicaciones
-de su conducta al inspector, que no las aceptaba de ninguna manera.
-Pero afirman las malas lenguas, que cuando no se limitó á dar simples
-explicaciones, todo quedó arreglado satisfactoriamente; y lo probaría
-el hecho de que su sistema no sufrió modificación, y de que el
-preso-portero y protector de agentes descarriados, siguió largos meses
-desempeñando sus funciones caritativas y gratuitas.
-
-
-NOTAS:
-
-[1] Ver «El casamiento de Laucha».
-
-
-
-
- EL CAUDILLO
-
-
-Don Ignacio era el hombre de la oposición en Pago Chico. Las
-autoridades lo miraban como su bestia negra, y el pueblo, siempre
-descontento, tenía puestas en él sus esperanzas, seguíalo en todas sus
-empresas políticas, le daba á defender sus intereses. Sin D. Ignacio,
-Pago Chico hubiera sido un cementerio de vivos; con él, siquiera se
-ejercía el derecho del pataleo.
-
-No era D. Ignacio muy largo, pero alguno de sus correligionarios
-hallaba modo de lograrle préstamos y donativos, ya para sus necesidades
-personales, ya para lo mismo, pero bajo el pretexto de gastos de
-propaganda. Él se sometía refunfuñando, pues, ¿cómo ser jefe de partido
-si se comienza por descontentar á los partidarios? Pero apuntaba... Su
-viejo cuaderno de notas, tenía páginas como ésta:
-
- PESOS
-
- Prestado al gordo, que está sin trabajo 5'00
- Á Juan para la copa 0'20
- Un letrero y una bandera para el comité 15'50
- Á la china Dominga para que haga venir
- á sus hijas á la inscripción 25'00
- Una docena de bombas 6'00
-
-Sumaba cuidadosamente D. Ignacio estas partidas, que en tres años
-de oposición á todo trance habían alcanzado á formar una gruesa
-suma,--cuatro ó cinco mil pesos--y no examinaba su cuaderno sin lanzar
-un suspiro y sumirse en profunda meditación.
-
---¿Quién pagará estas misas?--se decía.
-
-Ó, conversando con sus tenientes, hablaba de la patria, de los deberes
-del ciudadano, de los sacrificios que hay que hacer en pro de la
-libertad, de la abnegación que exigen los partidos de principios, para
-terminar diciendo:
-
---Yo soy el pavo de la boda.
-
-Silvestre, el boticario, se encogía de hombros instruido de las
-alusiones de D. Ignacio, y considerando que de todos modos su
-popularidad le salía barata en estos tiempos en que no se puede ser
-popular sin dinero. Alguna vez le insinuó, con frase no muy atildada:
-
---El que quiera pescao, que se moje... el que le dije.
-
-Acercábanse las elecciones; el gobierno de la provincia, preocupado por
-la importancia que iba tomando la oposición, había resuelto darle una
-válvula de escape, dejándola introducir algunos de los suyos en las
-municipalidades de campaña.
-
-Pero esta resolución no era conocida, y la efervescencia popular
-continuaba á más y mejor. En Pago Chico preparábase un miti, un metín,
-ó cosa así, que debía tener lugar en el antiguo reñidero de gallos,
-único local fuera de la cancha de pelota, apropiado para la solemne
-circunstancia, puesto que el teatro--un galpón de zinc--pertenecía
-á don Pedro González, gubernista, que no quería ni prestarlo ni
-alquilarlo á sus enemigos de causa.
-
-Llegado el día, D. Ignacio,--que había contratado la banda á su costa,
-hecho embanderar el reñidero, y comprado unas docenas de bombas de
-estruendo--esperó impaciente la hora de su discurso, un discurso ya mil
-veces repetido en todos los tonos, palabra más, palabra menos, durante
-sus tres años de caudillaje.
-
-Cuando subió á la improvisada tribuna, rodeábalo un pueblo vibrante
-y entusiasta que sólo pedía correr al sacrificio, á la lucha, al
-atrio, á las urnas. D. Ignacio estaba radioso. Sus palabras hicieron
-el acostumbrado efecto arrebatador, especialmente cuando, con grandes
-gritos y violentos ademanes, reprodujo la frase:
-
-«Los mandatarios impuros que engordan á costillas del abdomen del
-pueblo, no pueden continuar un día más en el poder. El gobierno local
-tiene que entregarse á personas honradas que no roben, á hombres sanos
-que no se apoderen de las rentas, á ciudadanos que sean capaces de
-relamberse junto al plato de caldo gordo sin tocarlo con un dedo.»
-
-Los bravos, los vivas, los palmoteos estallaron como siempre, ó por
-mejor decir, más que nunca, cubriendo la voz del orador que al fin
-logró dominar el bullicio, gritando:
-
---¡Conciudadanos! ¡Viva la honradez administrativa!
-
---¡¡Vivaaa!!
-
---¡Abajo los espoliadores del pueblo!
-
---¡Abajo! ¡Mueran! ¡Viva don Inacio! ¡Viva la honradez! ¡Viva el
-patriota!
-
-¡Shuitz... pum! y música, grandes golpes de bombo, alaridos de
-pistón... y otra bomba y otra. ¡Qué entusiasmo, qué delirio!
-¡Pra-ta-ra-trac-pum! ¡un cohete! y vivas y más vivas, una algazara, un
-jubileo como nunca se vió en Pago Chico, tanto que el batarás encerrado
-en un cajón, encrespó la pluma, golpeó los musculosos flancos con las
-alas y lanzó un ronco y estentóreo co-co-ro-co, como diana triunfal del
-vencimiento.
-
---¿Qué le ha parecido el métin, don Inacio?--preguntábale por la noche
-Silvestre.
-
---¡Oh! ¡Magnífico! ¡Me ha costado más de quinientos pesos!
-
-Mentira. Gastó sólo ciento cincuenta, pero con tal habilidad...
-
-Silvestre lo miró de arriba abajo, sardónico, se encogió de hombros,
-clavóle la vista entre ceja y ceja, y metiéndose las manos en los
-bolsillos del pantalón, exclamó:
-
---Nuestra Señora del Triunfo nunca ha sido popular.
-
-D. Ignacio se encrespó como el gallo del reñidero, y se puso rojo de
-ira.
-
---¡Vos te crés que lo digo de agarrau! ¿Y á mí qué m'importa la
-plata?... ¡Pero lo que es otro no sería tan pavo!... Ya llevo gastada
-una porretada de pesos, sin que nadies miagradezca.
-
-Mientras esto decía el caudillo, Silvestre había tomado la
-guitarra--estaban en la botica--y cantaba acompañándose con grandes
-golpes de uña en las seis cuerdas:
-
- Y ásime... gustáun... tirano
- c'abra labocay... ¡no grite!
-
-El jueves llegaron dos delegados gubernistas de la capital para
-preparar las elecciones comunales del domingo. Apenas instalados,
-trataron de provocar una entrevista con D. Ignacio, para hacerle
-proposiciones. Pero Silvestre--la oposición dentro de la
-oposición--estaba allí oído alerta, ojo avizor, husmeando como
-politiquero de raza la componenda en ciernes, adivinándola antes de que
-se hubiera iniciado.
-
-Viera, á todo esto, había visto obscurecerse su estrella, eclipsada por
-la triunfante de D. Ignacio. Tampoco él quería «componendas», y así lo
-escribió en _La Pampa_. Inútilmente, porque el meeting había dado el
-mando á su rival, sostenido por los envidiosos de la popularidad del
-periodista, y por los que sólo hacían política opositora buscando una
-ubicación, amén de los que D. Ignacio compraba como se ha visto. No
-faltaron, pues, las previsiones, los vaticinios, las amenazas de perder
-lo hecho sin esperanza de rehacerlo más tarde...
-
-Sin embargo, la entrevista tuvo lugar, D. Ignacio no pudo resistir á
-una transacción que lo llevaba de golpe y zumbido á la Municipalidad,
-que él creía tan verde aún, y el domingo siguiente resultó
-electo concejal, á pesar de los aspavientos de Silvestre, de los
-artículos-brulote de Viera, y la agria censura de gran parte de sus
-partidarios del día anterior.
-
-Llegado al Concejo, sus colegas gubernistas, dirigidos por los
-delegados de la capital--no era la primera zorra que desollaban
-éstos--lo designaron para intendente.
-
---En una semana se habrá desmonetizado,--decían aquellos profundos
-políticos.
-
-Pero la mayoría de los oficialistas protestaba irritada contra
-lo que consideraba una cruel é inmerecida derrota; en cambio, el
-ex-intendente, un cuyano ladino, caudillejo él también, declaraba
-divertidísimo que aquella evolución era «de mi flor».
-
---¿No le parece una barbaridá, Paisano--así le llamaban--que hayan
-hecho intendente á don Inacio?
-
-El Paisano sonreía, encendiendo el negro, y luego, sacándoselo de la
-boca, contestaba con toda calma, y no sin algo de burla:
-
---¡Dejenló pastiar qu'engorde!
-
-Y, en efecto, D. Ignacio comenzó á engordar en la Intendencia, haciendo
-en ella lo que sus antecesores, y rebañando cuanto pesito encontraba á
-su alcance.
-
-Un día tuvo una grave explicación con Silvestre, que le echaba en cara
-sus procederes administrativos, muy alejados de la honradez acrisolada
-que exigiera en tanto discurso, en tanta proclama, en tanta profesión
-de fe á los pueblos en general y al de Pago Chico en particular.
-
---Mire don Inacio, ¡lo qu'est'haciendo es una vergüenza!
-
-Don Ignacio lo miró de hito en hito:
-
---¿Y qu'estoy haciendo, vamos á ver?
-
---¿Quiere que le diga? ¿quiere que le diga? ¡No me busque la lengua,
-canejo!
-
---Decí, decí no más.
-
---¡Está robando como los otros!
-
-El caudillo estuvo á punto de pegarle, pero se dominó, tragó saliva, y
-cuando se creyó bastante dueño de sí mismo, dijo con tono convincente:
-
---¿Y á mí quién me paga lo qu'hecho? ¿Y la platita que mián comido?...
-
-Y después de una pausa, más insinuante aún, confidencial y tierno,
-exclamó como quien esboza un sublime programa:
-
---¡Dejá que me desquite y verás qué honradez!...
-
-
-
-
- EL JUEZ DE PAZ
-
-
-También Pago Chico tenía juez de paz.
-
-Éste era entonces, y desde años hacía, D. Pedro Machado, enriquecido en
-el comercio con los indios, y á quien la política había llamado tarde y
-mal.
-
---¡Á la vejez viruela!--decía Silvestre.
-
-Y, en efecto, para desaguisados el juez aquél, famoso en su partido y
-en los limítrofes, por una sentencia salomónica que no sabemos cómo
-contar porque pasa de castaño obscuro.
-
-Ello es, que un mozo del Pago, corralero por más señas, tuvo amores con
-una chinita de las de enagua almidonada y pañolón de seda, linda moza,
-pero menor y sujeta aún al dominio de la madre, una vieja criolla de
-muy malas pulgas que consideraba á su hija como una máquina de lavar,
-acomodar, coser, cocinar y cebar mate, puesta á sus órdenes por la
-divina providencia.
-
-Demás está decir que se opuso á los amores de Petrona y Eusebio, como
-quien se opone á que lo corten por la mitad, y tanto hizo y tanto dijo
-para perder al muchacho en el concepto de la niña... que ésta huyó un
-día con él sin que nadie supiera adónde.
-
-Desesperación de misia Clara, greñas por el aire, pataleos y
-pataletas...
-
-El vecindario en masa, alarmado por sus berridos, acudió al rancho, la
-roció con Agua Florida, la hizo ponerse rodajas de papas en las sienes,
-y por si el disgusto había dañado los riñones, la comadre Cándida, gran
-conocedora de males y remedios, le dió unos mates de cepa caballo...
-
-Luego comenzó el rosario de los consuelos, de las lamentaciones y de
-los consejos más ó menos viables.
-
---¡Será como ha'e ser misia Clara! ¡Hay que tener pacencia!... ¡Si es
-de lái háe golver!
-
---¡Usebio es un buen gaucho y no la v'á dejar!--observaba un consejero
-del sexo masculino, que atribuía muy poca importancia al hecho.
-
-Pero misia Clara no quería entender razones, ni aceptar consejos, ni
-tener paciencia.
-
-Petrona era la encarnación de todas sus comodidades, la sostenedora
-de su ociosidad, el pretexto y el medio de pasarse las horas muertas
-en la más plácida de las haraganerías. Ausente la joven acabábanse la
-holganza, la platita para los vicios, ganada con la aguja, el vestido
-de zaraza lavado y planchado los domingos, las sabrosas achuras que
-Eusebio solía llevar del matadero para no ser tan mal recibido como de
-costumbre...
-
---¡No! ¡No me digan más! ¡No se lo h'e perdonar!--Y se desataba en
-dicterios para su hija y el raptor, con palabras de tinte tan subido,
-que no debe consignarse ni un pálido reflejo de ellas, so pena de
-ir más allá de la incorrección. Era una fiera, un energúmeno, una
-tempestad de blasfemias y de maldiciones, como si el infierno que la
-aguardaba cuando tuviera que hacerlo todo por sus manos, se hubiera
-condensado y quintaesenciado en su interior.
-
---¡Ya verán! ¡Ya verán! ¡M'he quejar á la autoridá!...
-
-Por más veleidades de rebelión que tenga el campesino nuestro, por más
-independiente que parezca, la autoridad es un poder incontrastable para
-él. Los largos años de sujeción y de persecución, desde el contingente
-hasta las elecciones actuales, con todas sus perrerías, le «han hecho
-el pliegue» y sólo otros tantos años de libertad permitirán que
-comience á desaparecer su fe en esa providencia chingada.
-
-Fué, pues, misia Clara á quejarse á D. Pedro Machado.
-
-Un cuarto de paredes blanqueadas, sin más adorno que el retrato del
-gobernador, el piso de ladrillos cubierto de polvo, un armario atestado
-de papeles, una mesa llena de legajos, un banco largo, cuatro sillas
-y dos sillones, uno para el juez, otro para el secretario; todo eso
-era el Juzgado de Paz de Pago Chico, y la sala del trono de D. Pedro
-Machado.
-
-Este digno personaje estaba en pleno funcionamiento, y el alguacil
-apostado junto á la puerta sólo dejaba pasar á los querellantes, á
-medida que D. Pedro lo indicaba, después de las decisiones del caso.
-
---¡Hoy he estado evacuando todo el día!--solía exclamar el funcionario
-cuando abundaban las causas.
-
-Misia Clara aguardó impaciente su vez, en la puerta de calle, secándose
-de rato en rato una lágrima de ira que brotaba quizá con la higiénica
-intención de lavarle las arrugas: vana empresa. La espera fué larga,
-pues todo Pago Chico estaba en pleito ó buscaba la ocasión de estarlo.
-D. Pedro sentenciaba con una rapidez pasmosa.
-
---Á ver, vos, ¿qué querés?
-
---Señor, venía porque Suárez me debe cincuenta pesos de pasto y hace
-dos meses que...
-
---¡Bueno!... Andá decíle que te pague, que digo YO... Y si no te
-paga, volvé que yo le haré pagar. Vos debés tener razón, porque es un
-tramposo...
-
-El hombre se fué medianamente satisfecho, dando paso á otros pleitistas
-cuyo litigio era más complicado.
-
---Señor Juez, cuando yo hice la pared de mi casa que hoy es medianera
-con la que está edificando el señor, la Municipalidad me dió una
-línea sobre la calle, y como mi terreno es rectangular, tiré dos
-perpendiculares sobre esa línea. Pero ahora resulta que el agrimensor
-municipal no supo darme la línea y que la pared medianera, como ya
-digo, se entra en el fondo, en el terreno del señor, que me reclama las
-varas que le faltan. Yo, á mi vez, y antes de contestar á esa demanda,
-vengo á demandar á la Municipalidad por daños y perjuicios, porque me
-dió la línea causante de todo...
-
-Don Pedro Machado, que lo miraba de hito en hito, interrumpióle de
-pronto interpelando á la parte contraria:
-
---¿Y usté qué dice?
-
---¿Yo? Lo mismo que el señor; es la verdad.
-
---Demandar á la Municipalidad, ¿no?... ¿Y qué sian créido?...
-
---Señor, yo... demando á...
-
---¡Calláte! ¡Y vayan los dos á ver si se arreglan, y pronto... que si
-no les atraco una multa!
-
-La audiencia continuó largo rato con incidentes análogos á los
-anteriores, hasta que entró en el despacho un gubernista de cierta
-significación que iba furioso contra _La Pampa_, el diario opositor,
-salido aquellos días de toda mesura. El diario publicaba un violento
-artículo contra él, Felipe Gómez, y lo trataba poco menos que de ladrón.
-
---Hola, Gómez, ¿y qué lo trai por acá?
-
---Vengo á acusar por calunia al diario de Viera. ¡Mire lo que me dice!
-
-Y tembloroso de rabia leyó los párrafos culminantes, interrumpido por
-las indignadas interjecciones de D. Pedro Machado.
-
---¡Á hijo de una tal por cual! ¡Ya verá lo que le va á pasar! ¡Es malo
-tentar al diablo!...
-
-Y dirigiéndose al secretario:
-
---Estendé un' orden de prisión contra Viera...
-
---Vaya tranquilo nomás, Gómez, que aquí las va á pagar todas juntas.
-
-Se fué Gómez á anunciar á sus amigos que había sonado la hora de la
-venganza; pero el secretario no extendió la orden de la prisión.
-
---Sabe D. Pedro, que los jueces de paz, no entienden de delitos de
-imprenta, y que no podemos dar curso á la acusación de Gómez...
-
---¿No?
-
---¡No, señor! Tiene que ir á La Plata.
-
-Don Pedro Machado, hizo un gesto de disgusto al recibir la lección; y
-para no menoscabar su autoridad, exclamó en tono de reprimenda:
-
---¡También vos! ¿por qué no me decís?...
-
-Por fin tocó el turno á misia Clara, que entre gimoteos y suspiros
-contó cómo Eusebio le había robado la hija, y se desató en improperios
-contra ambos, pidiendo al juez el más tremendo de los castigos que
-tuviera á mano.
-
---¿Cuántos años tiene la muchacha?
-
---Diciocho, D. Pedro.
-
---Bueno, ya sabe lo que se hace, pues.
-
-La vieja volvió á gemir, asustada del giro que parecía tomar el asunto.
-
---Pero mire, señor juez, que es única hija, que yo ya estoy muy anciana
-y que no puedo trabajar... Si ella me falta... más vale que me cortaran
-un brazo... ¡Haga que güelva, señor juez, que yo le perdono con tal de
-que no lo vea más á Usebio, que es de lo más canalla!...
-
-Don Pedro permaneció impasible, armando un negro con el papel entre
-el pulgar y el índice y deshaciendo el tabaco en la palma de la mano
-izquierda con las yemas de la derecha.
-
---¡Amparemé, señor!--insistió la vieja.--¡Haga que güelva m'hija!...
-¡Ó, de no, atraquelé una multa á ese bandido!
-
---P'a eso no hay multas... Si juera uso de armas,--replicó
-sarcásticamente D. Pedro.
-
-La otra cambió de baterías.
-
---¡Si usté hiciera que Usebio me pasara siquiera la carne!... ¡Estoy
-tan vieja y tan pobre!...
-
---¡Eh, qué quiere misia Clara! La vaquilloncita ya estaba en estau... y
-es natural.
-
-Hubo un largo silencio. En la cara del juez retozaba una sonrisa
-reprimida á duras penas.
-
---¿Qué resuelve, qué resuelve, D. Pedro?--clamó misia Clara,
-desesperada y lamentable, con las arrugas más hondas y terrosas que
-nunca.
-
-El insigne funcionario levantó lentamente la cabeza, y después
-sentenció con calma:
-
---¿Yo? Que sigan no más, que sigan...
-
-
-
-
- LA ELECCIÓN MUNICIPAL
-
-
-Aquella mañana, con grande asombro de Pago Chico entero, apareció en el
-diario oficial, _El Justiciero_, la siguiente inesperada noticia:
-
- OTRA LISTA DE CANDIDATOS MUNICIPALES
-
- «Con importantes elementos políticos, pertenecientes al partido
- provincial, acaba de formarse un nuevo comité que en las elecciones
- de hoy sostendrá la siguiente lista de candidatos para municipales:
- Don Domingo Luna
- Don Juan Dozo
- Don José Bermúdez
- Este comité, que funciona en la calle Buenos Aires, número 17,
- cuenta con numerosos miembros, y aunque formado á última hora,
- puede disputar el triunfo á los demás partidos, con bastantes
- probabilidades de éxito. En cuanto á los cívicos, demás parece
- repetir que tendrán que comer cola.»
-
-¿Qué acontecimientos habían ocurrido? ¿Era la influencia de Bermúdez
-tan poderosa que su descontento producía la escisión del partido
-oficial? No debía ser así, pues él mismo se sorprendió al leer la
-noticia, y lleno de entusiasmo se encaró con su mujer, y golpeando el
-diario con el dedo, exclamó gozoso:
-
---¿No ves, china, como todavía me necesitan, como todavía tengo quien
-me apoye? ¡Yo también soy candidato, y del mismo partido oficial! ¡Mirá
-la lista! Aquí estoy con Luna y Dozo, ¡y _El Justiciero_ dice que muy
-bien podemos triunfar!
-
---Alguna picardía de Ferreiro. Lo mejor será que no te metás,--replicó
-Jerónima, siempre desconfiada.--Cuando menos te quieren sacar unos
-pesos, pa'l asao con cuero y la pionada...
-
---¡Vos siempre agarrás pa'l lao del miedo!--replicó Bermúdez que se
-echó inmediatamente á la calle, vibrando de entusiasmo y de esperanza.
-
-Eran las siete, y faltaba una hora para la apertura oficial del comicio.
-
-Bermúdez, sin plan, iba palpitante, envanecido con su prestigio, ya
-innegable, en las esferas oficiales, y casi seguro de que por él
-iría directamente al triunfo. Tenía necesidad de hablar con alguien
-que no fuera su mujer, tan suspicaz y desconfiada que jamás creía
-las cosas hasta no haberlas palpado. Y la suerte quiso que con quien
-primero se topase fuera con el doctor Fillipini, que salía de una casa
-vecina. Detúvole, convencido de que lo encontraría menos reacio que su
-digna esposa á compartir su patriótico entusiasmo, y, basándose en
-las conjeturas que le habían llenado la cabeza, le contó muy por lo
-menudo que sus amigos se habían arrepentido,--como no podían menos de
-hacer,--de haberlo dejado á un lado, cuando tantos y tan importantes
-servicios prestara á la causa común.
-
-El doctor lo miraba á ratos y á ratos bajaba los ojos, disimulando una
-risita fisgona que le hacía cosquillas en el estómago. Y cuando el otro
-dejó de hablar, no pudo reprimir esta desconsoladora exclamación:
-
---Ma é per il cuochente! Ma, non vede qu'é per il cuochente?
-
-El prestigioso candidato se sobresaltó, palideció, y sin haber
-comprendido bien todavía, preguntó tartamudeando:
-
---¿El cociente?... ¿Qué tiene que ver el cociente?
-
-Fillipini, tomándole un botón de la levita,--para la circunstancia
-Bermúdez había creído conveniente salir de levita,--y jugando con él,
-le explicó entonces sus suposiciones, en la media lengua ítalo-criolla,
-impasible, sin sorprenderse, con su filosofía práctica, ni de la
-inocencia del interlocutor, ni de la picardía de sus amigos políticos,
-sin más objeto que el de poner en claro las cosas, para hacer gala de
-sagacidad y burlarse en serio de aquel pobre congénere.
-
-Bermúdez quedó consternado al comprender que el partido oficial acababa
-de dividirse aparentemente, pero sólo para asegurar más el triunfo,
-pues, por la ley, el candidato que apareciera en las dos listas,--Luna
-en este caso,--sería electo sin discusión, por pocos votos que
-obtuviera en una de ellas. Él no era, en resumen, más que un comparsa,
-cuya misión terminaría casi antes de haber empezado.
-
---¡Hijos de una gran!...
-
---¡Eh! ¿qué quiere? Fatta la legge, fatto l'inganno!
-
-El cuociente lo había transtornado siempre, pero aquel día lo derribaba
-del pináculo de sus más gratas esperanzas. ¡No sería, esa vez tampoco,
-genuino representante y defensor del pueblo! ¡Miren que no votar
-derecho viejo como antes! ¡Esos republicanos, inventores de la ley de
-trampa y de engaño! Si los tuviera á mano ¡qué felpiada les daría!...
-Pero, ¿qué hacerle? Para su venganza, ya que no para otra cosa, la
-mejor contingencia era que los cívicos sacaran un concejal. En cuanto á
-él, no saldría nunca.
-
---Ma, gay un remedio...
-
---¿Qué remedio, dotor?
-
-No era difícil: tratar bajo cuerda de figurar en las dos listas,
-borrando uno de los candidatos, el doctor Carbonero por ejemplo, y
-reunir de ese modo el mayor número posible de votos, además de poner
-de su lado la importantísima ventaja de figurar en dos listas. Cierto
-que si ambas tenían dos candidatos comunes, es decir, la mayoría de
-ellos, por la ley tendrían que considerarse iguales; pero... después
-se vería: eso tenía que resolverlo el mismo concejo, juez de las
-elecciones, y en cuyo seno no faltaban amigos de Bermúdez. También
-podía hacer otra cosa: amenazar á los correligionarios con llevar sus
-elementos de hombres y dinero á la Unión Cívica, amenaza que no dejaría
-de dar resultados; pero eso debía Bermúdez presentarlo como resolución
-que tomaría en el último momento y sólo si se le obligaba á ello,
-desconociendo tan injustamente sus servicios.
-
---¿Y usté me ayudará, dotor?
-
---¿Io? ¿Cosa ho da fare? ¡Ma!... Io voteró...
-
-Eran más de las siete, y Bermúdez, ansioso de poner el plan por obra,
-estrechó efusivamente la mano de Fillipini, y se alejó en dirección al
-café de Cármine, olvidado de su andar siempre lento y majestuoso. El
-médico, entre tanto, iba sonriendo, con la vista baja, satisfecho de la
-mala pasada que había jugado á su colega Carbonero, aunque tuviera sus
-dudas respecto de la acción que desarrollaría el pobre Bermúdez, cuya
-única habilidad hasta entonces había sido robar á los indios y apuntar
-de más en las libretas de sus clientes y en la pizarra de la trastienda.
-
-Bermúdez entró en el café, pidió una ginebrita con biter Angostura, y
-aguardó á que llegara alguno de los prohombres del partido oficial para
-poner manos á la obra.
-
-Momentos después Ferreiro, que acababa de entrar, se sentaba á su lado.
-
---Y... ¿ha visto la nueva lista? Anoche no le pude avisar, porque
-resolvimos hacerla muy á última hora.
-
---¡Hum!... ¡Sí, l'he visto, sí!
-
---¡Qué! ¿Y no está contento?--preguntó Ferreiro, fingiéndose muy
-sorprendido,--y algo lo estaba, en verdad, al comprender las sospechas
-de aquel infeliz. ¿Quién podía haberlo puesto sobre aviso?
-
---¿Y cómo v'y á estar contento, si eso es una trampa? ¿Ó crén ustedes
-que yo soy sonso y me chupo el dedo?
-
---¿Pero, cómo trampa, Bermúdez? ¿No quería ser candidato?
-
---¡Sí, candidato, sí, pero en de veras! No quiero que naide juegue
-conmigo. Ya estoy cansao. Y ¿quiere que le diga? pues si no salgo
-municipal de esta hecha... ¡me voy con los cívicos! ¡Anque no sea
-candidato, quiero ser municipal ¿oye? y de no, me hago cívico, le juro!
-
-Ferreiro se quedó un momento perplejo, pues no había contado con
-aquello, que le malbarataba sus planes. Pero, por la inminencia del
-peligro, no tardó en tomar una resolución, y antes de que Bermúdez
-hubiera vuelto á decir palabra, afirmó:
-
---Pero, si precisamente lo hemos puesto en esa lista para que salga
-municipal, porque está resuelto en el comité que se le den votos
-también en la otra lista. No sé qué le ha dado ahora, para tener
-semejantes desconfianzas... ¡Vaya! ¡sea franco! ¿quién es el intrigante
-que le ha venido con cuentos?
-
---Á mí naide me ha tráido cuentos. Pero yo sé muy bien lo del cociente,
-y anque ya me había conformau con no salir municipal esta vez, no
-quiero tampoco que me tomen pa'l churrete; y desde que me han puesto en
-lista, ¡quiero salir y que se dejen de historias!
-
---¡Pero si precisamente, le repito, sabiendo que usté deseaba ser
-municipal lo hemos puesto en esa lista, Bermúdez! Si el partido tenía
-que recompensar sus servicios, y así lo ha resuelto anoche. Usté es
-incapaz de desconfiar de ese modo; por eso le pregunto quién es el
-intrigante que le ha venido con cuentos... Debe ser algún interesado en
-dividirnos para sacar tajada...
-
---No se mete en política...
-
---Ah, ¿no ve, no ve que era cierto? ¿Quién le ha venido con el chisme,
-diga?... ¡Vaya! mátelo, que al fin somos correligionarios y tenemos que
-defendernos unos á otros. Hoy por tí, mañana por mí...
-
---El dotor Fillipini.
-
-Ferreiro dió un puñetazo en la mesa:
-
---¡Ah, gringo é mier!--exclamó.
-
-Y tomando otra postura, cruzadas las piernas y asida con ambas manos
-la que quedó arriba, preguntó á Bermúdez con sonrisa entre burlona y
-despreciativa:
-
---¿Y qué le ha dicho el doctor Fillipini? ¿Él le aconsejó que nos
-amenazara con irse á la Unión Cívica?
-
---Sí, él. Pero me dijo que lo hiciera en último caso, y que si no me
-escuchaban tratara de hacer votar por mí en la otra lista, borrándolo á
-Carbonero...
-
---¡Conque sí, eh! ¡pues ya verá el hijo de su madre!--exclamó Ferreiro,
-que siguió murmurando, mientras sacaba del bolsillo un lápiz y la
-carilla en blanco de una carta, en la que escribió algunas palabras.
-
-Bermúdez, turbado, sin saber ya á qué atenerse, lo interrumpió:
-
---¡Pero, al fin y al postre!--preguntó,--¿salgo ó no salgo municipal?
-Eso es lo que quiero saber, pero sin vueltas, derecho viejo, porque si
-no...
-
---Sí, será municipal, Bermúdez,--contestó Ferreiro sin levantar la
-cabeza.--Le doy mi palabra de que será municipal.
-
-Y firmando la esquela que acababa de escribir, la plegó en cuatro, y
-llamó al dueño de casa.
-
---¡Cármine! tráeme un sobre, y haceme llevar esta carta al intendente.
-
-Era la condenación de Fillipini: un pedido-orden al intendente, para
-que le quitara inmediatamente su puesto de segundo médico del hospital.
-
---¡Sí sale, amigo, sí sale!--exclamó levantándose y palmeando en el
-hombro á Bermúdez.--¿Para cuándo serían los amigos, entonces?
-
---¡Je, je, je!--rió Bermúdez en el colmo de la satisfacción,
-levantándose también.
-
-Y ambos salieron del café, encaminándose al atrio de la iglesia, donde
-iban á practicarse las elecciones más sonadas del entonces borrascoso
-Pago Chico.
-
-Entre tanto, en el comité cívico hallábanse reunidos Viera, el
-periodista, que á cada instante se asomaba á la puerta, nervioso,
-excitado, sin haber dormido, aguardando las huestes de votantes de la
-campaña que ya debían haber llegado; Lobera, que peroraba y destilaba
-esencias; Silvestre, que trataba en vano de meter baza apenas se
-interrumpiese la interminable serie de sus discursos; Pedrín, Pancho
-Fernández el hijo del vigilante, Tortorano, veinte ó treinta más, y por
-último el doctor D. Francisco Pérez y Cueto, que había exclamado con
-énfasis al entrar:
-
---¡Ciudadanos! ¡este hermoso día no puede menos de anunciarnos la
-victoria!
-
-Y satisfecho del efecto producido, sintiendo un agradable cosquilleo
-en la piel, de entusiasmo hacia su propia persona, había callado y
-permanecido silencioso para no disminuir con vulgaridades el mérito de
-aquellas palabras proféticas. Aquel día se había propuesto no decir
-sino frases históricas.
-
-Pero, eso sí, tuvo que informarse de un detalle de la mayor
-importancia, de la cuestión en aquellos momentos de vida ó muerte, y
-preguntó en voz baja á Viera, deteniéndolo en una de sus continuas idas
-y venidas:
-
---Diga usted, Viera, ¿están preparadas las armas?
-
-Viera sacudió la cabeza de arriba abajo, dirigiéndole una mirada
-confidencial, y contestó más quedo aún, como un murmullo:
-
---Están... La noche en peso nos la hemos pasado acarreándolas con
-Silvestre. ¡Y con un jabón! ¡No sé cómo no nos han pillado!
-
-Las tales armas, el supremo recurso de un pueblo justamente indignado,
-resuelto á reconquistar su autonomía y á repeler todo conato de
-imposición, eran seis fusiles rémington, que se hallaban cuidadosamente
-ocultos en la azotea del comité, y que Viera y Silvestre habían
-llevado efectivamente y no sin peligro, la noche anterior.
-
-Como los extremos se tocan, en el patio estaba la antítesis del arsenal
-aquél,--grandes y negros trozos de asado con cuero fiambre, sobre
-bolsas de arpillera, una compañía de damajuanas de vino carlón y un
-montículo de panes,--el almuerzo, en fin, del invencible pueblo de Pago
-Chico, pronto á reivindicar sus derechos conculcados, aunque fuese á
-costa de su generosa y noble sangre.
-
-Habíase prohibido terminantemente el uso de bebidas alcohólicas á los
-paladines del libre sufragio; no necesitaban excitante alguno para
-el caso probable de tener que sacrificar sus vidas en el altar de la
-patria, y era menester en cambio, que se mantuviera el mayor orden en
-el comité, para dar completo ejemplo de civismo y de austeridad de
-costumbres. Pero á duras penas se lograba que no se marcharan todos
-de una vez á tomar la mañana en el almacén de la esquina, y hubo que
-conformarse con una transacción: que fueran de á dos, cuando mucho de á
-tres, y que volvieran inmediatamente. El entusiasmo iba creciendo con
-esto.
-
---¡Hay que tenerlos á soga corta,--decía Silvestre,--si no, no pueden
-con el genio y rumbean p'a la borrachería!
-
-Mientras estaban en el comité, los electores rondaban alrededor del
-asado, con el sólito apetito, aguzado por las repetidas copas de
-_mermú_, afilándoseles los dientes y saliéndoseles el cuchillo de la
-vaina. Y apenas podían entretener el ocio y el hambre con dicharachos y
-canchadas, haciendo esgrima á mano limpia.
-
---Lo que es hoy,--decía el negro Urquiza, en cuclillas afilando un
-palito para los dientes con un formidable facón,--lo que es hoy, los
-carneros van á... cargar aceite.
-
---¡Sí, de susto é verte la trompa!--le retrucó un paisanito, que, con
-las piernas cruzadas y recostando el hombro en la pared, parado junto á
-él, lo miraba desde arriba.
-
---Calláte, guacho,--saltó el moreno, gesticulando con su ancha boca, y
-mostrando los dientes en una á modo de sonrisa.--Más vale ser negro que
-orejano. Yo siquiera tengo marca.
-
---Y yo soy capaz de ponerte otra en la jeta, ¡negro trompeta!--dijo el
-muchacho, echando la mano atrás como para sacar también el cuchillo.
-
-El negro estuvo de un salto en pie, pero varios se interpusieron
-mientras uno de los correligionarios decía pausadamente, no sin sorna:
-
---¡Vaya! guardesén p'a luego, muchachos.¡ ¿No ven que las papas queman?
-Puede ser que luego haiga baile, y entonces podrán bailar á gusto...
-
---¡Sí, bailar con la más fea!--exclamó otro.
-
---¡Y'anda teniendo miedo este... tabaco aventau, no más!--dijo el del
-baile.
-
---¡Oiganlé!--prorrumpieron varios.
-
---Pisale el poncho, ai tenés.
-
---¡Á que no le mojás la oreja á ño Fortunato!
-
-Viera creyó necesario intervenir:
-
---¡Á ver, compañeros, un poco menos de bochinche, que esto no es ningún
-piringundín!
-
-Los ánimos se tranquilizaron momentáneamente. Reinaba en todos un
-desasosiego, una nerviosidad desusada, y en la expectativa de
-acontecimientos penosos mostrábanse irritables, como si anhelaran
-precipitarlos ó provocar otros, prefiriéndolo todo á la zozobra en que
-necesariamente tenían que estar largas horas todavía.
-
-Pero el más desasosegado, el más nervioso, el más irritable era
-el mismo Viera, que no podía estarse un segundo quieto. Conocía
-afortunadamente su estado y reprimía sus ímpetus, siempre á punto de
-estallar, contestando con monosílabos hasta al mismo doctor Pérez y
-Cueto, sintiendo unas ansias que le subían del corazón á la garganta
-y le cortaban la respiración. ¿Qué era aquello? ¿Por qué no llegaban
-los correligionarios de la campaña? Y no pudo de pronto contener su
-impaciencia y se quedó en la puerta del comité, golpeando el suelo
-con el pie, pálido, casi trémulo, mirando con ojos devoradores á uno
-y otro lado, como si quisiera atraer con la mirada los esperados
-grupos de jinetes. Pero la calle polvorienta abrasada por un sol de
-fuego, aunque ya estuviesen en el final del mes de Marzo, barrida de
-vez en cuando por una racha ardiente como salida de un horno, estaba
-desierta, completa, implacablemente desierta, y sobre ella se cernía
-el sepulcral silencio de los días de elecciones en que las mujeres
-se encierran á rezar apenas salen su padre, su marido ó su hijo, en
-dirección al comité ó al atrio, y en que la mayoría de los hombres, por
-no hacer que recen de miedo sus mujeres, sus hijas ó sus madres, se
-encierran con ellas, no porque teman los tumultos con tiros y tajos,
-sino simplemente por compasión hacia las desgraciadas, y por no
-darlas tan pésimo rato. También, si así no fuera, ¿cómo podría haber
-gobiernos electores, y de qué tendría el pueblo que quejarse, y con qué
-entretenerse leyendo diarios?
-
-Pero, el rostro de Viera se iluminó de pronto: por una bocacalle,
-allá lejos, al extremo del pueblo, aparecía envuelto en densa nube de
-polvo un pelotón de jinetes que avanzaba al trotecito, en formación
-casi correcta, de á cinco en fondo. Y no pudo contener una jubilosa
-exclamación:
-
---¡Ahí vienen!
-
-Todos se precipitaron á la puerta, y el comité quedó un momento
-silencioso. Pero ¡ay! cuando era más intensa y segura la esperanza, la
-cabalgata volvió una esquina y desapareció dejando tras sí, como único
-consuelo, flotante gasa de polvo que una racha desvaneció por fin.
-
---Es la pionada del saladero,--dijo un paisano.
-
---Ésos van con los carneros,--murmuró desalentado otro del grupo.
-
-La zozobra de Viera era ya un nudo que le cerraba la garganta hasta
-sofocarlo. Entró bruscamente al comité, y para disipar su horrible
-ansiedad, encaróse con una rueda de electores que, más atrevidos ó más
-hambrientos que los demás, habían aprovechado la general distracción
-apoderándose de una gran tajada de asado que devoraban, cortando los
-jugosos bocados á raíz de los labios con los cuchillos como navajas de
-afeitar.
-
---¡Se necesita ser aprovechadores!--exclamó colérico.--¿No les da
-vergüenza ponerse á comer solos sin que nadie les haya dicho nada, para
-meter desorden?
-
---Es la picana, don Viera,--contestó con aire socarrón y falsamente
-humilde el paisanito á quien el negro Urquiza llamara «guacho».
-
---Sí, ¡conque te agarrás el mejor pedazo, y todavía lo decís! Sos más
-madrugador que la lechuza, que no duerme de noche.
-
-Pero este pequeño desahogo, que no podía ir más lejos, no fué parte á
-tranquilizarlo. Sufría tanto como el general á quien se le ha confiado
-una nación entera, y ve perdida, irremisiblemente perdida la batalla
-final. Y para distraerse, trató de dominar su angustia y conversar
-con el doctor Pérez y Cueto, preocupadísimo también, que desde hacía
-rato murmuraba quién sabe qué filípicas, sazonadas con los términos
-más groseros de su repertorio peninsular, como si de tanto trueno
-pudiera salir la tormenta salvadora. Y, en voz baja, comentaron la
-inexplicable tardanza de Gómez, que debía ir con sus puesteros, peonada
-y esquiladores, la de García, salido la noche antes de los confines del
-partido con gran copia de paisanos resueltos, el silencio de Méndez,
-que debía haber llegado aquella madrugada á la cabeza de los seis ó
-siete caudillejos que, junto con sus respectivos hombres, determinaron
-concentrarse antes de salir el sol en la pulpería de Laucha, y la de
-Soria, que había prometido ir temprano con los indios de la tribu de
-Curá, una veintena de electores tan inconscientes cuanto serviciales.
-
-La ansiedad había cundido; formábanse varios corros, para deshacerse
-y formarse de nuevo algo más lejos, y las caras comenzaban á expresar
-otra cosa muy distinta del entusiasmo. Ya no se hablaba en voz alta,
-ni nadie salía al almacén á continuar las matutinas libaciones. Eran
-los mismos treinta y tantos que se habían reunido allí muy de mañana,
-para estar bien al corriente de todo, en primer lugar, y para no tener
-que cruzar las calles cuando se alborotara el cotarro sobre todo.
-No se había agregado un solo ciudadano más, ya eran las ocho, y las
-esperanzas con tanto entusiasmo expresadas y exageradas la noche antes
-allí mismo, iban desvaneciéndose una tras otra, tan vertiginosamente
-como las nubes con el pampero sucio...
-
-Al ver á Viera conversando con el doctor, Silvestre primero, Lobera
-después, Pancho, Pedrín, Tortorano, Troncoso, y hasta el mismo
-Urquiza, husmeando conciliábulo, formaron rueda alrededor. ¿Cómo
-ocultar, entonces, el sobresalto y la angustia, si el mismo sobresalto
-y la misma angustia se habían apoderado de todo el mundo? Viera lo
-comprendió, é hizo esfuerzos por infundir á los otros una tranquilidad
-que no tenía, y por sostener en ellos las últimas y mal abrigadas
-ilusiones.
-
---¡No se ha perdido todo!--repetía.--Han de venir, han de venir.
-Aguardemos, y entre tanto vamos á votar los que estamos aquí, para no
-perder el turno, porque las ocho están al caer...
-
-El furioso galope de un caballo lo interrumpió. Habíase oído desde
-lejos, porque en el comité reinaba un vago silencio de expectativa
-ansiosa. El redoble de las patas del animal en el piso duro de la
-calle fué acercándose con creciente violencia, hubo una sofrenada,
-un resbalón en seco, el choque de unas botas con espuelas en las
-piedras de la acera, y casi al mismo tiempo apareció Méndez, jadeante,
-haciendo repicar las rodajas, con paso bamboleante de gaucho compadre,
-medio civilizado á ratos, pero áspero y rudo, sobre todo en aquellas
-circunstancias. Venía demudado. Y apenas se halló dentro del comité:
-
---¡Canallas! ¡canallas!--exclamó entrecortadamente.--Mi han fusilao la
-gente... ¡Canallas!
-
-Hízose un silencio seguido de un murmullo agitado y caluroso, y todos
-los circunstantes rodearon á Méndez, acribillándolo á preguntas.
-
---Dejemén hablar; si les voy á contar todo. ¡Pero, qué canallas
-asesinos! Esta madrugada salimos perfetamente de lo de Césperes,
-p'a cair al pueblo tempranito. Éramos unos ciento veinte, todos los
-que estaban en el campo, y un redepente, al enfrentar la alamera de
-la estancia de Carballo,--veníamos al tranquito,--unos que estaban
-atrincheraus entre los árboles nos hicieron una descarga cerrada,
-y antes de que nos pudiéramos dar cuenta, otra y otra, como juego
-graniau. Y, es natural, la gente, asustada, se me alzó y disparó, de
-balde traté de atajarla. Con el julepe ni siquiera atinaron á ver
-quiénes nos estaban afusilando, y cuántos eran. ¡Claro! Casi ninguno
-tráia más que facón... Yo hice juego con el revólver, pero me quedé
-solo, y en cuanto vieron que se me habían acabau los tiros, se me
-vinieron encima. Yo le clavé las espuelas al sotreta, disparé campo
-ajuera, ¿qu'iba hacer? y estuve esperando de un pajonal, p'a aprovechar
-venirme en cuanto se descuidasen, p'ávisarles á ustedes.
-
---¿Y quiénes son, quiénes son?--preguntaron varios con la voz
-ligeramente empañada por la emoción.
-
---No sé, la gente no es del pago; tráida de otros partidos...
-
-La noticia cayó como una ducha helada, pues aunque se temiese ya alguna
-hazaña oficialista, nunca se creyó que llegara á tanto la desenvoltura
-de las autoridades, cuyo silencio de los días anteriores se había
-tomado por una prueba de debilidad y una derrota antes de haber lucha.
-En Pago Chico, como en el resto de la provincia, se fusilaba, pues,
-á mansalva á la gente, y quien lo hacía era el mismo gobierno. Era
-cosa más seria de lo que se había pensado, entonces; no se trataba
-sólo de sostener refriegas en los atrios, sino de hallarse siquiera en
-condiciones de llegar á ellos... Nadie las tuvo ya todas consigo, pues.
-
-Silvestre, exasperado, y al mismo tiempo curioso de saber lo que se
-preparaba en las cercanías de la iglesia, preguntó á Viera, mientras
-Méndez seguía explicando el terrible encuentro de aquella mañana:
-
---¿Qué hacen en la plaza? ¿Han mandado algún bombero?
-
---No, á nadie,--contestó el periodista.
-
---Entonces voy yo de una carrera.
-
---Mucho cuidado,--le gritó Viera, cuando Silvestre ponía el pie en la
-calle.
-
-El desaliento fué subiendo de punto, casi hasta convertirse en pánico,
-á medida que fueron llegando mensajeros con otras infaustas noticias.
-La jugada hecha á Méndez se había repetido con Gómez, con García, con
-Soria, con todos los que llevaban gente de diversos puntos del partido.
-Sólo iban á engrosar los escasos elementos del comité, unos cuantos
-dispersos, que llegaban de á uno y de á dos, todos á dar noticias
-desesperantes, abultando los hechos, echando bravatas, mintiendo
-hazañas, exagerando el número, el armamento y la ferocidad del enemigo,
-que al fin y al cabo no quería matar sino ahuyentar electores por
-iniciativa y consejo de Ferreiro.
-
---¡Nos han fregau fiero, caracho!--exclamaba Méndez.
-
---¡Es una vergüenza, una verdadera vergüenza!--decía Viera casi
-llorando.
-
---¿Y nos vamos á quedar así, como unos mánfios? ¡Nos habrán quitau
-la gente, pero nosotros podemos quemarlos á balazos, canallas, hijos
-de mil!... ¡Á ver, muchachos, á ver quién quiere hacer la pata ancha
-conmigo: venga el que tenga huesos, y vamos á echarlos del atrio á
-tiros!
-
-Parte de la gente, desde las primeras noticias, viendo la indecisión
-de los jefes, había juzgado lo más oportuno comerse el asado y beberse
-el vino; pero al resonar la palabra vehemente y furibunda de Méndez,
-muchos habían acudido á hacerle corro, é iban enardeciéndose, ya
-dispuestos á lanzarse á la calle y jugar el todo por el todo, cuando
-Silvestre entró en el comité como una exhalación, y sin tomar aliento
-comenzó á contar que el comisario Barraba con treinta vigilantes
-armados á rémington ocupaba el frente del atrio y que tenía varias
-carretillas al lado, llenas de municiones; que los «carneros», por su
-parte, habían formado un cantón en las azoteas de la confitería de
-Cármine armados también con rémingtons del gobierno, y dominando las
-mesas colocadas en el atrio mismo, de tal modo, que podían fusilar á
-mansalva á cuantos se acercaran al comicio.
-
-Era la derrota, la más completa é inmerecida de las derrotas.
-
-Sin embargo, Viera quiso luchar hasta lo último, tentar un esfuerzo
-supremo, hacer de aquélla una cuestión de vida ó muerte para él
-y para cuantos le habían acompañado hasta entonces en su cruzada
-reivindicadora.
-
---No, amigo, es al botón,--replicó Méndez, que había reaccionado, á
-su proposición de ir á tomar las mesas por asalto.--Hace un ratito yo
-mismo lo aconsejaba, y hubiera ido á sacarlos de allí por sorpresa.
-Pero las cosas se han puesto muy distintas... ¿No ve que están
-preparaus, y que l'único que vamos á sacar con estos cuatro gatos es
-que nos maten como á perros?
-
---¡Sería un sacrificio tan cruento cuanto inútil de sangre
-generosa!--exclamó el doctor Pérez y Cueto con la voz más oratoria que
-tenía.--¡Dejemos que obren los acontecimientos! ¡Tarde ó temprano,
-ha de llegar la hora de la justicia! ¡Elevemos los corazones y
-retemplemos el ánimo! ¡La patria nos mira, (_pausa corta_) y estos
-contratiempos, estas iniquidades, mejor dicho, nos realzan á sus ojos,
-en lugar de deprimirnos, como quisieran los enemigos de la libertad,
-los asesinos del pueblo!...
-
-Todos apoyaron, y algunos dieron el ejemplo altamente filosófico de
-hacer á mal tiempo buena cara, yendo á atacar el asado ya que no podían
-comportarse lo mismo con las mesas electorales. El ejemplo fué seguido,
-todos se pusieron á comer, y del silencio sepulcral que reinaba en el
-comité desde las primeras desastrosas noticias, fué pasándose poco á
-poco á la animación y la alegría, gracias á las frecuentes y abundantes
-libaciones, y para justificar una vez más el refrán criollo de «Barriga
-llena, corazón contento».
-
-Pero los caudillos, como que eran los que más perdían, formaban grupo
-aparte, mustios y cariacontecidos, cerca de la puerta, comiendo
-melancólicamente, cuando vieron con sorpresa presentarse al mismo D.
-Ignacio en persona, á pesar de la ruidosa separación del comité y del
-fuego resuelto que había hecho contra su mesa directiva. Lo dejaron
-acercarse sin decir palabra, aguardando á ver por dónde comenzaba.
-
---Vengo á acompañarlos en la derrota, y no hubiera venido en caso de
-triunfo,--dijo dirigiéndose á Viera.--En cuanto vi las fuerzas que
-hay en la plaza y el cantón de la azotea de Cármine, comprendí que
-los habían fregao... ¡Es una infamia!... Pero todavía puede haber
-remedio... ¿Han hecho protesta ante escribano?
-
---No,--contestó simplemente Viera.
-
---¡Pero hombre! ¡si es lo primero que hay que hacer! Bien me parecía
-que se habían descuidau. En estas cosas hay que tener un poco de
-prática, como les he dicho tantas veces. Si no se hace la protesta
-¿cómo quieren pedir luego la anulación de las elecciones? Vamos, vamos
-á buscar al escribano para que la redate inmediatamente.
-
---¡Y de qué nos va á servir eso, si no hay justicia, si la protesta y
-nada todo es uno!--exclamó Silvestre.--Acuerdesé, don Inacio, de todas
-las que hemos hecho hasta hoy, y digamé cuál es la que no ha ido á
-parar á la basura... Si nos hubieran dejado votar habríamos ganado, no
-hay duda; pero entonces hubieran protestado los carneros, y como los
-jueces son suyos, la Corte hubiera anulado la eleción. No hay remedio,
-no hay más remedio que hacer una revolución, pero una gorda, y colgar
-á toda la canalla de los faroles, porque á ésos hay que matarlos ó
-dejarlos.
-
---Nunca está de más la protesta,--insistió don Ignacio.--Quién sabe qué
-vueltas van á dar las cosas, y nunca es malo estar prevenidos.
-
---Además, no cuesta nada hacerla, y siempre será un documento que
-atestigüe la felonía de nuestros enemigos, una página realmente
-ignominiosa de su historia,--apoyó el doctor Pérez y Cueto.
-
-Los demás estuvieron por la afirmativa, y los principales, Viera, D.
-Ignacio, el doctor, Silvestre, y cuatro ó cinco más salieron para ir á
-buscar al escribano. Y la protesta se hizo, para aumentar el número de
-las protestas legalizadas de aquel tiempo, que reunidas en un legajo
-formarían una montaña de pequeñas inmundicias. El escribano Martínez
-no dejó de vacilar ante la exigencia de los cívicos. Aunque su función
-era ineludible, temía las iras oficiales, la posible venganza de los
-amos del poder, y sólo comenzó á escribir el documento cuando vió que
-los electores burlados comenzaban á irritarse, y que, por huir de un
-peligro futuro, iba á caer en uno inminente y contundente... Aún puede
-verse,--si es que el documento no ha desaparecido, si alguna interesada
-mano no lo destruyó en La Plata, donde fué á golpear las puertas de la
-sorda justicia,--que está escrito con mano temblorosa, lleno también
-de borrones que la trémula pluma dejó caer aquí y allí, atestiguando
-el grande, el inmenso respeto del tabelión hacia las autoridades
-constituidas y su anhelo de no ver perturbado el orden, sobre todo
-cuando el desorden podía envolver y arrastrar á su dignísima persona...
-
-Entre tanto, en el comicio funcionaban las mesas bajo la exclusiva
-dirección del escribano Ferreiro, que hacía copiar los registros y
-poner en las urnas una boleta por cada nombre que se sacaba de las
-listas de padrón y se ponía en las actas.
-
-Defendidos contra toda posible asechanza por las fuerzas del comisario
-Barraba estratégicamente dispuestas frente á la iglesia, y por los
-correligionarios armados á rémington acantonados en los altos de la
-confitería de Cármine, los escrutadores realizaban su patriótica tarea
-con toda tranquilidad, fuertes en su derecho y su deber. Desde que
-tuvieron por seguro que no se presentarían ni siquiera los fiscales
-cívicos, y que el resultado de los ataques á los electores de la
-campaña había sido excelente, se pusieron con júbilo á la tarea,
-copiando nombres y depositando boletas según las instrucciones de
-Ferreiro, es decir, alternando entre una y otra lista de las dos
-oficiales, de tal modo que al fin resultaran electos D. Domingo Luna
-y el gran Bermúdez, como era invencible deseo de este prohombre
-pagochiquense.
-
-No se había asustado mayormente Ferreiro de sus amenazas, pero
-consideró que era mejor no provocar una disidencia en circunstancias
-tales como las que estaban atravesando, tanto más cuanto que Bermúdez
-podía servirle como instrumento, afinadísimo gracias á su misma
-inutilidad personal: lo llevaría de las narices á donde quisiera.
-
-En el comicio reinaba pues la calma más absoluta, y los pocos votantes
-que en grupos llegaban de vez en cuando del comité de la provincia,
-eran recibidos y dirigidos por Ferreiro, que los distribuía en las
-tres mesas para que depositaran su voto de acuerdo con las boletas
-impresas que él mismo les daba al llegar al atrio. Los votantes, una
-vez cumplido su deber cívico, se retiraban nuevamente al comité, para
-cambiar de aspecto lo mejor posible, disfrazándose,--el disfraz solía
-consistir en cambiar el pañuelo que llevaban al cuello, nada más,--y
-volver diez minutos más tarde á votar otra vez como si fueran otros
-ciudadanos en procura de genuína representación.
-
---¡No sé p'a qué hacen incomodar á esa gente!--exclamó de pronto uno
-de los escrutadores.--Además de incomodarse ellos nos incomodan á
-nosotros, porque nos hacen perder tiempo: la mayor parte ni siquiera
-sabe con qué nombre debe votar. Lo mejor es seguir copiando derecho
-viejo del padrón, sin tanta historia.
-
---Tiene razón, amigo,--exclamó Ferreiro,--tiene mucha razón. Voy á dar
-orden de que no vengan más.
-
-Y desde ese momento cesó la procesión de comparsas hecha á modo
-de los desfiles de teatro en que los que salen por una puerta
-entran en seguida por la otra, después de cambiar de sombrero ó de
-quitarse la barba postiza. Los escrutadores pudieron entonces copiar
-descansadamente el padrón, y así lo hicieron hasta la hora de almorzar.
-
-El almuerzo les fué llevado de la fonda, pues el comité, descontando
-ya el indudable triunfo, había querido obsequiarles con todo lo mejor
-que podía obtenerse en Pago Chico en materia de cocina francesa
-confeccionada con grasa de vaca.
-
-Por la tarde, á la hora en que debía cerrarse el comicio, del comité
-provincial salieron estrepitosas notas musicales, en la calle frente
-á la puerta comenzó á funcionar el infaltable mortero municipal
-dirigido por D. Máximo en persona, estallaron las bombas de estruendo
-en el aire caldeado por un día bochornoso de sol, y los paisanos
-desarrapados, llevados de todas partes para las elecciones, formaron
-un grupo, abigarrado y maloliente, que con la banda de Castellone á la
-cabeza recorrió el pueblo dando vivas al partido provincial y mueras
-á los cívicos, atestiguando de aquel modo el indiscutible triunfo del
-oficialismo, las inmensas simpatías de que gozaban las autoridades
-locales que el pueblo por nada quería cambiar, y la impotencia de
-los cuatro locos que se arrogaban la representación política de ese
-mismo pueblo, unánime como tabla, sin embargo, para hacer creer á
-los inexpertos que de veras había una oposición en Pago Chico, donde
-á lo único que las personas sensatas hacían la guerra, era á los
-perturbadores que bajo la careta del patriotismo querían trastornarlo
-todo, por aquello de que á río revuelto ganancia de pescadores...
-
-Así por lo menos lo dijo al día siguiente el diario oficial, llenando
-al pasar de improperios á todos cuantos habían intentado sacudir el
-yugo.
-
-Viera, entre tanto, sentado á la puerta de su casa, oía todo aquel
-innoble regocijo, en el abatimiento provocado por la continuada
-tensión nerviosa de aquel día, en el que desarrolló más esfuerzo del
-necesario para realizar alguna obra hercúlea, como la higienización
-de las caballerías de Augías, por ejemplo... Confusas imágenes, vagos
-sueños de evangelización y sacrificio cruzaban por su mente, sentía un
-nudo en la garganta, una opresión en el pecho, é incapaz de sintetizar
-después del análisis, de obrar basándose en la triste experiencia, sólo
-acertaba á balbucir:
-
---¡Será posible! ¡Será posible!
-
-Y como en esta fórmula vaga se materializaba su ideal, su ¡será
-posible! era protesta, programa y credo,--lo más puro, y por lo mismo
-lo más inmaterial, imponderable, sublime...
-
-Buscó largo rato lo que había de hacer... Todo se le presentaba
-impreciso. No podía resolverse á nada. No sabía. Entonces, en pleno
-reino de lo abstracto, sólo atinó á buscar su abstracción espiritual y
-sentimental más alta:
-
-Se fué á ver á su novia.
-
-
-
-
- LADRILLO DE MÁQUINA
-
-
-La llamada «crisis de progreso» llegó hasta Pago Chico, provocando una
-especulación en tierras, bastante grande en relación á la importancia
-del pueblo.
-
-La villa, hoy con honores nominales de «ciudad», cambió rápidamente
-de aspecto; pero la liquidación final de la aventura dejó á la mitad
-de los habitantes en la calle, cuando, después del 89, los pesos
-comenzaron á andar á caballo ó á esconderse como los peludos.
-
-Pero, antes de esta semi-catástrofe, no pasaba domingo ni día de fiesta
-sin diez ó doce remates de solares, quintas y chacras, y un terreno
-cualquiera solía tener en un solo mes cuatro ó cinco propietarios
-sucesivos, dejando apreciable ganancia á todos los vendedores.
-
-Como consecuencia de esta embriaguez por el juego mal disimulado y de
-la intermitente abundancia de dinero, cundía la edificación, no quedaba
-prójimo sin amontonar ladrillos, levantábanse barrios enteros, y los
-albañiles acudían de todas partes al olor del trabajo bien remunerado.
-
-Las «autoridades» de Pago Chico habían formado, naturalmente, sociedad
-para la compra-venta de tierras, la adquisición por testaferros de
-«sobrantes» municipales, tramitación y logro de «indemnizaciones» por
-solares no ubicados, y otras operaciones no menos honestas y lucrativas.
-
-Estos negocios necesitan una rápida explicación, aunque no afecten al
-fondo de la verídica historia que narramos.
-
-Ya se ha visto que el plano del pueblo estaba topográficamente muy mal
-aplicado[2] y tanto que en medio de las manzanas, entre solar y solar,
-quedaba á veces una fracción de terreno sin dueño: esta fracción era el
-«sobrante».
-
-Como es muy de temer que esta explicación no se entienda, apelemos á
-las rayas. Toda manzana pagochiquense era un cuadrilátero de ciento
-cincuenta varas de lado, dividido cada uno en cuatro solares de treinta
-y siete y media varas de frente por setenta y cinco de fondo, así:
-
- 37½ 37½ 37½ 37½
- A ━━━━━━━━━━━━━━━ B=150 varas
-
-Pero cuando, por mala demarcación, la línea resultaba de más de 150
-varas,--equivocados al situarse los puntos A y B,--era forzoso que
-entre un solar y otro solar quedara una diferencia, posiblemente
-ubicable en cualquier punto, pero ubicada siempre (por un resto de
-pudor administrativo) entre solar y solar.
-
- 37½ 37½ 37½ 37½
- A ━━━━━━━━━━━━━━━ B=165 varas
-
-Las quince varas de diferencia--sobrante--eran adjudicadas al precio
-primitivo de los solares, diez veces inferior al corriente--á la
-persona que hacía la denuncia. Como ésta era siempre un hombre de
-influencia, el sobrante se ubicaba donde más daño hacía, es decir
-entre las dos propiedades más valiosas, siempre que no fueran de otro
-influyente... Para no destrozar sus edificios, las víctimas pagaban
-á peso de oro, un terreno que habían pagado ya, pero cuyo exceso de
-superficie no ignoraban probablemente: á un engaño hay otro engaño, á
-un pícaro, otro mayor, como afirma el proverbio.
-
-Este error topográfico, provocaba el inverso, que otro línea explicará,
-sin más vueltas:
-
- 37½ 37½ 37½ 37½
- A ━━━━━━━━━━━━ B=112.50 varas
-
-En la «cuadra» faltaba un solar, aunque existiera ó pudiese forjarse
-un título de propiedad. El dueño del título sin terreno, reclamaba
-(naturalmente si era situacionista porque la reclamación no «cuajaba»
-de otro modo) y como no era posible estirar la cuadra ni hacer parir
-las varas, indemnizábasele con otro lote municipal, diez ó veinte
-veces más valioso, en cualquier otra parte, y tanto mejor ubicado
-cuanto mayor era la influencia del reclamante. ¡Estancias se obtuvieron
-por este sistema! y si Ferreiro llegó á diputado fué sólo á costa de
-muchos sobrantes y muchas indemnizaciones que supo aprovechar para sí,
-indicar á otros ó repartir entre los «personajes» que le interesaban ó
-podían serle útiles al día siguiente, y esto fuera de las suculentas
-«comisiones» con que sabía untar la mano de los empleados municipales,
-de intendente abajo. Como que hasta don Máximo recibía infaliblemente
-su propina.
-
-Esto hubiera bastado á cualquier gobierno aprovechador.
-
-Pero, deseosos de ensanchar su campo de acción, los señores del pueblo
-resolvieron un buen día dedicarse también á la industria y establecer
-una fábrica de «ladrillo de máquina» que había de darles resultados
-estupendos.--Asistamos á la reunión en que quedaron sentadas las bases
-de la empresa.
-
-Celébrase ésta en casa del juez de Paz D. Pedro Machado, con asistencia
-del intendente Municipal D. Domingo Luna, del comisario Barraba, del
-doctor Carbonero y del famoso escribano Ferreiro, cuyas fechorías
-habían de conducirlo más tarde á ser todo un personaje provincial y
-hasta nacional, como veremos más adelante, porque es cierto aquello de
-que «todo se andará si el palito no se quiebra».
-
-Es de noche. Ronco son hace del mar la resaca...
-
-Una chinita desarrapada, ceba y acarrea el mate amargo, y en la mesa
-del comedor, como adorno característico, se alza un porrón de ginebra
-rodeado de copas.
-
-Machado, masticando el pucho de cigarro negro, expone con vehemencia
-lo lucrativo que á su parecer resultará el negocio, las ventajas que
-reportará á los asociados, las grandes cantidades de ladrillo que se
-podrán producir y vender...
-
---Nos ganaríamos una punt'e pesos; pero hay och'hornos en el pueblo y
-nos van á hacer la competencia... Para hacernos la guerra son capaces
-de vender perdiendo, y nosotros también tendremos que perder. Nos
-sacarían la chicha y eso no nos hace cuenta...
-
-Largo rato se debatió la cuestión, entróles miedo á los presuntos
-fabricantes, y ya iban á abandonar la empresa por demasiado aleatoria,
-cuando el escribano ladino, que había estado meditando sin tomar parte
-en la discusión, electrizó de nuevo á sus socios y discípulos de
-siempre con una idea genial que cortaba el nudo gordiano:
-
---¿Cuánto tiempo tardará en instalarse completamente la fábrica y poder
-trabajar?--preguntó á don Domingo Luna, el más interiorizado en el
-asunto.
-
---Seis meses.
-
---¿Y para que venga la maquinaria de Europa?
-
---Mes y medio, cuando mucho, si la pedimos por telégrafo.
-
---Entonces... entonces ¡hay que prohibir la edificación por un año!...
-
-Todos se levantaron como movidos por un resorte, lanzando suspiros
-y exclamaciones de satisfacción. Á nadie se le ocurrió objetar
-que aquello podría ser arbitrario: ninguno de ellos gobernaba con
-semejantes escrúpulos. Barraba palmoteó á Ferreiro en el hombro.
-Machado se echó al coleto, con los ojos brillantes de codicia, una
-copa de ginebra; el doctor Carbonero se restregó las manos, alzando y
-levantando la cabeza sonriente, y D. Domingo hizo un movimiento tan
-brusco é intempestivo que derramó el mate sobre los guiñapos de la
-china cebadora.
-
-El plan de Ferreiro era muy sencillo:
-
-Como la delineación del pueblo había sido pésima desde un
-principio, y como los improvisados «ingenieros»--ni agrimensores
-siquiera,--municipales habían hecho las calles en forma de dientes de
-sierra, como si sólo trabajaran beodos, nada más natural que presentar
-al concejo y hacerle aprobar una ordenanza prohibiendo la edificación
-mientras no se trazara el nuevo, definitivo y esta vez matemático plano
-de la futura ciudad.
-
-Entre tanto, podría instalarse tranquilamente la fábríca; los horneros,
-presuntos competidores, «reventarían» por falta de trabajo, y ya libres
-de temores y al abrigo de toda contingencia, comenzarían á producir
-«ladrillo de máquina», iniciando la «era del ladrillo de máquina»,
-demarcadora de un nuevo y colosal progreso pagochiquense.
-
-Y así se hizo, como se dijo.
-
-Los horneros fueron emigrando poco á poco; la maquinaria llegó; la
-fabricación inicióse con un resultado desastroso, porque nadie entendía
-aquellos complicados aparatos tragadores de barro, estiércol y paja;
-(la casa europea había aprovechado la coyuntura para deshacerse de un
-viejo «clavo» únicamente bueno para Sud América ú otro país bárbaro);
-gritó _La Pampa_; comentó el pueblo aquel escándalo, y protestó de él
-enviando anónimos al gobernador y á los periódicos de la capital...
-Y cuando, después de encontrar obreros diestros en Buenos Aires,
-comenzaron á levantarse altas pirámides de ladrillos tersos y rojos,
-como diciendo «compradme», Ferreiro se encaró cierto día con «el digno
-y progresista intendente de Pago Chico», según _El Justiciero_.
-
---¡Hombre, don Domingo! ¡Se me acaba de ocurrir una cosa!
-
---¡Vamos á ver qué se le ocurre!--exclamó Luna.--Estoy á su servicio.
-
---Que usted me podría comprar las acciones de la fábrica de ladrillos.
-
---¡Qué! ¿Ya no le gusta el negocio?
-
---¡Al contrario! ¡Me gusta de alma! Pero, ando un poco necesitado
-de plata para completar lo que me cuesta una chacrita que acabo de
-comprar, y naturalmente, ¡no voy á vender las acciones á algún extraño
-que vaya á meter las narices en nuestros asuntos!...
-
---¡Pues, natural! ¿Y, cuánto quiere?
-
---Entre nosotros no podemos ser exigentes, ni pensar en ganancias. Se
-las doy por lo que me costaron.
-
---¡Arreglao!--exclamó el otro muy satisfecho.
-
-Cobró el uno, pagó el otro, y el escribano quedó fuera de la sociedad
-anónima de los ladrillos de máquina.
-
-Véase ahora la tontería de Ferreiro:
-
-Un mes más tarde producíase la catástrofe financiera en que hasta los
-obreros desaparecieron del país, porque el metal valía cuatro veces
-más que su valor fiduciario, y D. Domingo Luna, hecho un puerco espín,
-exclamaba:
-
---¡Á este Ferreiro no hay por donde agarrarlo! ¡Mi ha fregao lindo!...
-¡Y decir que p'a esto largué la ordenanza de la prohibición que inventó
-el muy canalla, aguantando los chaguarazos de los diarios, y todo!
-¡Pucha con el hombre!... ¡Si quisiera ser mi socio, pero no á mañas
-libres, sino derecho viejo! ¡La pucha con el platal que díbamos á
-hacer!...
-
-Una vez se atrevió á increpar al escribano, quien, sonriéndose, le dijo:
-
---Mire, viejo: yo no he perdido un real en esta crisis. Al contrario,
-estoy más rico que antes. Y ¿sabe por qué?... Porque en la especulación
-es como en el juego de la brasa: el que se queda con ella, al último,
-es el que se quema, como el último mono es el que se ahoga.
-
---Pero, yo soy su amigo, don...
-
---En la especulación, lo mismo que en el juego no hay amigos, sino
-enemigos. Pero, pierda cuidado: la bromita le cuesta muy poco, al
-fin y al cabo, y aquí estoy yo para hacer que se desquite. Compre
-certificados del Banco de la Provincia: yo sé lo que le digo. Dentro de
-pocos meses habrá duplicado ó triplicado el capital.
-
-Y fué, en efecto, un gran negocio para D. Domingo, quien perdonó
-gustoso en vista de ello que lo hubieran hecho comulgar con los
-malhadados ladrillos de máquina...
-
-
- NOTAS:
-
-[2] Véase «El juez de paz», pág. 51.
-
-
-
-
- BENEFICENCIA PAGOCHIQUENSE
-
-
-De las dos sociedades de beneficencia formadas por señoras que había
-en Pago Chico, la más reciente era la de las «Hermanas de los Pobres»,
-fundada bajo los auspicios de la augusta y respetable logia «Hijos de
-Hirám» que le prestaba toda su cooperación. La primera en fecha era
-la sociedad «Damas de Beneficencia», naturalmente ultra católica y
-archiaristocrática, como se puede--¡y vaya si se puede!--serlo en Pago
-Chico.
-
-Las «Hermanas de los Pobres» se instituyeron «para llenar un vacío»
-según dijo _La Pampa_, y la verdad es que en un principio hicieron gran
-acopio de ropas y artículos de utilidad, cuyo reparto se practicó no
-sin acierto entre pobres de veras, sin distinción de nacionalidades,
-religiones ni otras pequeñeces. Distribuían también un poco de dinero,
-prefiriendo sin embargo, socorrer á los indigentes con alimentos
-y objetos dándoles vales para carnicerías, lecherías, panaderías,
-boticas,--todas de masones comprometidos á hacer una importante rebaja.
-La sociedad prosperó con gran detrimento de la otra, que ni tenía
-su actividad ni usaba de los mismos medios de acción, ni aprovechaba
-útilmente sus recursos. Se hablaba muy mal de esta última. «Las Damas
-de Beneficencia» no servían ni para Dios ni para el Diablo según la
-opinión general. Es decir, esa opinión estaba conteste en que servía,
-pero no á las viudas, ni á los huérfanos, ni á los pobres, ni á los
-inválidos y enfermos, sino á su digna presidenta misia Gertrudis,
-la esposa del tesorero municipal, quien hallaba medio de ayudarse á
-sí misma, no ayudando á los demás, con los recursos que le llovían
-de todas partes. Pero, eso sí, la contabilidad de la asociación era
-llevada «secundum arte», limpia y con buena letra, como que de ello
-cuidaba el mismo tesorero, esposo fiel y servicial.
-
-Tendrían ó no tendrían razón de ser las hablillas circulantes,
-viviría ó no viviría misia Gertrudis de lo que se daba--con bastante
-generosidad--para los pobres; esquilmaría ó no esquilmaría el óbolo
-común; el hecho es que estrenaba anualmente dos ó tres vestidos de seda
-que hacían poner rojas y verdes y amarillas de envidia á la comisaría,
-á la valuadora, á la misma intendenta; que de cuando en cuando,
-compraba un nuevo solarcito en las afueras del pueblo; que en su casa
-no faltaba nunca una copa de oporto de regular arriba, para obsequiar
-las visitas de cierta distinción, y que no se comía mal ni mucho menos
-en los almuerzos que ella y el tesorero daban á sus amigos, enemigos
-más bien.
-
-Porque si no nos equivocamos, en todo el pueblo no había una persona
-que no hablara pestes de la tesoreril pareja, hasta entre las que más
-la festejaban. Claro está, entonces, que «la calumnia fué creciendo,
-fué creciendo» y no tardó mucho en llegar á los propios oídos de la
-mismísima misia Gertrudis, en alas de la voz pública representada esta
-vez por una vieja pagochiquense, infatigable en la tarea de llevar y
-traer chismes y habladurías. Doña Dolores, enemiga á muerte de misia
-Gertrudis la despellejaba implacablemente, pero fingía ser su amiga, y
-hasta puede que lo fuera en el instante en que conversaba con ella.
-
-Un día, pues, no resistió al deseo imperioso de contar á la interesada
-cuanto se decía en el pueblo, unas veces en voz baja, otras veces á
-gritos.
-
---Usted que es una señora decente, esposa nada menos que del tesorero
-municipal, no debe dejar que hablen esas cosas de usted, y darles una
-lección.
-
-Misia Gertrudis la escuchaba furiosa, no interrumpiéndola sino con
-dicterios dirigidos indistintamente á todos los notables de Pago Chico.
-La presidenta no dejó de rabiar desde entonces. Loca de ira y de
-indignación llegó hasta jurar que presentaría su renuncia--cuya sola
-enunciación la hacía estremecer--y declaraba á voz en cuello que lo
-único que no podía soportar era la ingratitud, la injusticia de que se
-la hacía víctima inmaculada y dolorosa.
-
---¡Calumniarme á mí, á mí!... ¡Á ver si hay una sola de esas hijas de
-una... tal por cual, que sea capaz de «alministrar» tan bien como yo!
-¡Que vengan, que vengan á esaminar mis libros!...
-
-Y ostentaba los modelos de caligrafía pacientemente ejecutados por
-su marido; pero allá en el fondo, su conciencia hacía un balance que
-nunca se habría atrevido á presentar, ni á esas ni á otras damas
-cualesquiera, y le imponía la visión, como implacable libro diario,
-de los kilos de carne, de yerba, de azúcar, de arroz, de fideos y los
-litros de leche, de vino, de aguardiente, de aceite, de petróleo que
-debía á los pobres. É imaginábase que entre ellos se erguía la figura
-odiosa y acusadora de su colega la presidenta de las «Hermanas de los
-Pobres», esa «masona» que solamente por vil espíritu sectario, por
-hacer daño á la iglesia y á los católicos y á Dios mismo, llevaba sus
-libros peor escritos sí, pero con arreglo á la verdad.
-
-Una mañana mister Kitcher, el acopiador de frutos del país, un inglés
-que nunca se ocupó de saber lo que ocurría en el pueblo, le envió un
-donativo de bastante importancia para el objeto, sin sospechar que
-aquel dinero pudiera extraviarse antes de llegar á su verdadero destino.
-
-Misia Gertrudis había notado aquel día, no sin pena, que el bolsón de
-terciopelo cerrado por un cordón de seda, en que guardaba «aparte» el
-dinero de los pobres, estaba completamente vacío, sin el más mínimo
-resto de limosna. Es de imaginar, pues, con cuánta satisfacción recibió
-la de mister Kitcher, y el buen humor con que se hubiera puesto á coser
-la bata--que proyectaba lucir en la próxima función que á beneficio
-de la sociedad iba á dar en el circo la compañía acrobática, del
-celebérrimo Tomate IV--si hubiera podido apartar de la imaginación el
-recuerdo de las comprometedoras hablillas y el encono cada vez mayor
-que sentía hacia las «Hermanas de los Pobres», sobre quienes hacía
-llover las maldiciones de más grueso calibre. Así es que apenas se
-sentó y sin advertirlo, se puso á murmurar dicterias enardeciéndose
-cada vez con el propio rumor y la propia ponzoña de sus rezongos.
-
---Aquí le manda esto el sastre,--díjole la chinita Petrona, cuando
-apenas había dado dos puntadas.
-
-Era la cuenta de una compostura de ropa de su marido y del arreglo de
-la levita negra para el «Tedéum» del nueve.
-
---Á ver, dame... ¡Ah, sí, ya sé!--exclamó misia Gertrudis,
-tomando el papel que Petrona le presentaba y devolviéndoselo acto
-continuo.--Decile que vuelva el sábado... Ahora estoy muy ocupada.
-
-Pero en ese instante recordó la ofrenda de mister Kitcher, cuyo dinero
-tenía aún en el bolsillo, é iluminada por súbita inspiración--¡lo
-que puede la costumbre!--bolsiquió por la manera, asió el bolsón de
-terciopelo, é inmovilizó á la chinita que ya iba á salir, gritándole:
-
---Esperáte.
-
-Muy grave, con una gravedad que imponía como siempre, respeto, añadió:
-
---No le digas nada. Tomá....
-
-Y sacando los cuatro pesos que importaba la cuenta, los dió á Petrona
-que corrió á entregárselas al cobrador del sastre,--mientras la
-señora, reanudando el hilo de sus pensamientos y el curso de sus
-imprecaciones murmuraba indignadísima entre dientes:
-
---¡Pícaras!--¡Sinvergüenzas!--sospechar de que robo, yo, ¡¡yo!!
-Quisiera que estuvieran un momento en mi lugar, para ver las cochinadas
-que harían...
-
-Pero se arrepintió de haber invocado tan peligrosos testigos, y,
-paseando la mirada recelosa por el cuarto, tanteóse el vestido, á
-ver si el bolsón de terciopelo continuaba en su sitio para seguir
-socorriendo á pobres acreedores.
-
-
-
-
- PONCHO DE VERANO
-
-
-Desde meses atrás no se hablaba en Pago Chico sino de los robos de
-hacienda, las cuatrerías más ó menos importantes, desde un animalito
-hasta un rodeo entero, de que eran víctima todos los criadores del
-partido, salvo, naturalmente, los que formaban parte del gobierno de la
-comuna, los bien colocados en la política oficial, y los secuaces más
-en evidencia de unos y otros.
-
-La célebre botica de Silvestre era, como es lógico, el centro obligado
-de todo el comentario, ardoroso é indignado si los hay, pues ya no se
-trataba únicamente de principios patrióticos: entraba en juego y de
-mala manera, el bolsillo de cada cual.
-
-Por la tarde y por la noche toda la «oposición» desfilaba frente á
-los globos de colores del escaparate y de la reluciente balanza del
-mostrador, para ir á la trastienda á echar su cuarto á espadas con el
-fogoso farmacéutico, acerca de los sucesos del día.
-
---Á don Melitón le robaron anoche, de junto á las mismas casas, un
-padrillo fino, cortando tres alambrados.
-
---Á Méndez le llevaron una puntita de cincuenta ovejas lincon.
-
---Fernández se encontró esta mañana con quince novillos menos, en la
-tropa que estaba preparando.
-
---El comisario Barraba salió de madrugada con dos vigilantes y el cabo,
-á hacer una recorrida...
-
-Aquí estallaban risas sofocadas, expresivos encogimientos de hombros,
-guiños maliciosos y acusadores.
-
---Él mismo ha'e ser el jefe de la cuadrilla--murmuraba Silvestre,
-afectando frialdad.
-
---¡Hum!--apoyaba Viera, el director de _La Pampa_, meneando la cabeza
-con desaliento.--Cosas peores se han visto, y él no es muy trigo limpio
-que digamos...
-
---¡Él!--gritaba don Inacio, caudillo opositor... todavía.--Es un peine
-que ni caspa deja. ¡Y cómo está pelechando el hombre! No hace mucho
-se compró la casa en que vive; áura ha alquirido una quinta junto al
-arroyo... ¿De ande saca p'a tanta misa? Negocios no se le conocen, la
-suvención de la municipalidá no es cosa, y los cinco ó seis vigilantes
-que se come y no aparecen más que en las planillas, no dan p'a esos
-milagros... ¡Él ha de mojar no más en los a-bi-ge-á-tos!
-
-Los otros grupos de independientes y opositores, explanaban el mismo
-tema y compartían la misma opinión: el gran cuatrero, pudiera ó no
-pudiera probársele, era indudablemente el comisario Barraba, quién
-sabe si con la complicidad de otros funcionarios, pero, en cualquier
-caso, con su tolerancia... «La corrupción del poder--como decía _La
-Pampa_--es tan contagiosa, que cuando invade á un cuerpo, no deja un
-solo miembro libre, y luego sigue trasmitiéndose al rededor, de tal
-manera, que todos vienen á quedar infestados, si se descuidan.»
-
---Así te diera yo á vos alguna coima, y veríamos--refunfuñaba el señor
-comisario, para sus grandes bigotes.
-
-Entre tanto, el escándalo y la indignación pública iban subiendo de
-punto. Ya no era únicamente _La Pampa_ la que revelaba y condenaba los
-robos de hacienda, pintando á Pago Chico como una cueva de ladrones;
-los periódicos de la capital, informados por parte interesada,
-comenzaron también á poner el grito en el cielo, espantados de que
-tales cosas ocurrieran en «la primera provincia argentina», mientras
-el gobierno, llamado á velar por los intereses generales, se hacía
-el sueco al clamor creciente de los despojados, convirtiéndose en
-encubridor y fomentador de bandoleros.
-
-Aunque la superioridad continuara sin inmutarse, sorda como una tapia y
-muda como una piedra, Barraba comenzó á sentir sus recelos...
-
---¡Hay que hacer algo!--se decía, multiplicando sus inútiles salidas
-en persecución de cuatreros y vagabundos, incomodado por las irónicas
-sonrisas y los ademanes burlescos con que ya se le atrevían los vecinos
-al verlo pasar...
-
---Sí,--peroraba don Ignacio una noche en la botica,--cuatrero es
-cualquiera, cuatreros somos todos, ¿cómo lo h'e negar? Los mismos
-piones que tengo, mañana s'irán y me robarán hacienda; pero mientras
-estén en mi casa no, porque les parecería demasiada ruinda. El vecino
-roba al vecino en cuantito se mesturan los animales, ó á gatas tienen
-ocasión. Roba el que pasa sin mal'intención por su campo, si tiene
-hambre y está solo y le da gana de comerse una lengua'e vaca ó un lindo
-asau de cordero... Le roba el paisano haragán que vive «con permiso»
-en el ranchujo que alza en un rincón de su campo, y que con cuatro ó
-cinco vacas tiene carne toda la vida, y con una majadita de cuarenta
-ó cincuenta ovejas vende casi más lana y más cueros que usté... ¿Y
-sabe p'a qué tiene animales? ¡Bah! ¡si le dan trabajo!... ¡tiene
-p'al derecho á la marca y las señales con que se apropea de todo lo
-orejano que le cai cerca!... Le roba el alcalde, que ya comienza á ser
-autoridá, y no tiene miedo que lo castiguen... Y por lo consiguiente,
-las demás autoridades...
-
---¡Pero esto es Sierra Morena!--clamó el doctor Pérez y Cueto,
-exagerando aún su acento español.--Y el gobierno de la provincia
-debería...
-
---Ya l'he dicho--interrumpió don Ignacio,--que el gobierno no tiene
-coluna más fuerte que el cuatrero, ya sea de profesión, ya por pura
-bolada de aficionau. Los cuatreros son sus primeros partidarios; ésos
-son los que eligen los electores, los diputados, los municipales; ésos
-son los que sostienen, junto con los vigilantes, á la autoridá del
-pago, y de áhi el mismo gobierno. Y p'a pagarles, el gobierno los deja
-vivir ¡es natural! En tiempo de eleción les hace dar plata, pero como
-no puede estar dándoles el año entero, los contempla cuando comienzan
-á robar otra vez...
-
-Todos apoyaron. El doctor Pérez y Cueto se había quedado meditabundo.
-De pronto alzó la cabeza y dijo con énfasis, recalcando mucho las
-palabras:
-
---Esa especie de connaturalización con el cuatrerismo, que lo convierte
-casi en una tendencia espontánea y general, debe tener y tiene sin duda
-su explicación sociológica. Pero ¿cuál? ¿Será el atavismo? ¿Se tratará
-en este caso de una reaparición, modificada ya, de los hábitos de los
-conquistadores y primeros pobladores, acostumbrados á considerar suyo
-cuanto les rodeaba, por el derecho de las armas y hasta por derecho
-divino?... La herencia moral de este país, no es, indudablemente, ni el
-respeto á la propiedad ni el amor al trabajo...
-
-Profundo silencio acogió estas palabras que nadie había comprendido
-bien, y el doctor Pérez y Cueto, dió las buenas noches y salió, para
-correr á repetírselas á Viera, deseoso de que no se perdiesen...
-
-Poco después entró en la trastienda Tortorano, el talabartero,
-restregándose las manos y riendo, como portador de una noticia chistosa.
-
---¿Qué hay? ¿Qué hay?--le preguntaron en coro.
-
---¡Barraba ha salido con una partida, á recorrer!...--exclamó
-Tortorano.--Y hace un rato gritaba en la confitería de Cármine que de
-esta hecha no vuelve sin un cuatrero, ¡muerto ó vivo!...
-
-Todos se echaron á reir á carcajadas, festejando con chistes,
-dicharachos y palabrotas la declaración del comisario...
-
-Y sin embargo, éste supo cumplir su palabra...
-
-Cuando ya regresaba, al amanecer, con las manos vacías--¿y á quién
-tomar, en efecto, si no se tomaba á sí mismo?--después de haber
-pernoctado en una estancia lejana, Barraba vió un hombre que se movía
-á pie, en el campo, cargado con un bulto voluminoso y lejos de toda
-habitación. El individuo iba hundiéndose en la niebla, todavía espesa,
-de una hondonada, junto al arroyo medio oculto por las grandes matas
-de cortadera. Barraba, entrando en sospechas, espoleó el caballo para
-reunírsele. ¡Su buena estrella!...
-
-Cuando lo alcanzó no pudo ni quiso retener un sonoro terno, mitad de
-cólera, mitad de alegría:
-
---¡Ah, ca... nejo! ¡Al fin cáiste!...
-
-El hombre iba cargado con un hermoso costillar bien gordo y un cuero
-de vaca recién desollado: iba sin duda á esconderlo en alguna cueva
-de las barrancas del arroyo, pues, ya de día claro, no era prudente
-andar con aquella carga, á vista y paciencia de quien acertara á pasar
-por allí... Al oir el vozarrón del comisario que se le echaba encima
-á rienda suelta, tiró cuero y costillar y trató de correr á ocultarse
-entre un alto fachinal que allí cerca entretejía su impenetrable
-espesura. Pero Barraba, más listo, le cortó el paso con una hábil
-evolución.
-
---¡Ah, eras vos!--exclamó al ver enfrente á Segundo, pobre paisano
-viejo, cargado de familia, que se ganaba miserablemente la vida
-haciendo pequeños trabajos sueltos.--¿Con qu'eras vos, indino,
-canalla, hijuna!... ¡Tomá, tomá, sinvergüenza, ladrón, bandido!
-
-Y haciendo girar el caballo en estrecho círculo alrededor de Segundo,
-descargóle una lluvia de rebencazos por la cabeza, por la espalda, por
-el pecho, por la cara... Bañado en sangre, tembloroso y humilde, el
-otro apenas atinaba á murmurar:
-
---Señor comisario... Señor comisario...
-
-Los vigilantes se reunieron al turbulento grupo y quisieron «mojar»
-también, dando algunos lazazos al matrero tomado infragante. Pero
-Barraba, celoso de sus funciones de verdugo, los hizo apartar y siguió
-azotando hasta que se le cansó, «más que la mano el rebenque».
-
-Segundo había quedado en tierra, y resollaba fuerte, angustiosamente,
-pero sin quejarse. Tenía el cuerpo cruzado de rayas rojas en todas
-direcciones, la mejilla derecha cortada por la lonja, y de las narices
-le brotaba un caño de sangre...
-
---¡Á ver! ¡Llevenló en ancas! Tenemos que llegar temprano p'a darles
-una buena leción! ¡Lleven el cuero también!--gritó el comisario.
-
-Y apretando las piernas á su caballo enardecido por la brega, tomó á
-todo galope en dirección á Pago Chico, que no estaba lejos ya.
-
-Segundo, bamboleándose en la grupa del caballo de un vigilante, con
-una nube en los ojos, la cabeza trastornada y los miembros molidos,
-balbucía:
-
---¡Por la virgen santa!... ¡Por la virgen santa!...
-
-El agente, fastidiado por aquella dolorosa y continua letanía, volvióse
-por fin colérico:
-
---¿De qué te quejás? ¡Tenés lo que merecés y nada más! ¿Á qué andas
-robando animales?...
-
-Segundo hizo un esfuerzo:
-
---¡Era la primera vez,--murmuró,--la primerita! Encontré esa vaquillona
-muerta... Mandinga me tentó... la «cuerié»... Pero es la primera vez,
-por éstas...--y poniendo las manos en cruz, se las besaba...
-
---¡Ya t'endenderás con el juez!... ¡Lo qu'es á mí, maní... No me vengás
-con agachadas, ché!
-
-El sol comenzaba materialmente á rajar la tierra cuando llegaron á la
-comisaría, bañados en sudor hombres y caballos. La naturaleza entera
-parecía jadear bajo los rayos de plomo y el viento del norte, cargado
-de arena y quemaba como el hálito de la boca de un horno. Las hojas
-de los árboles, achicharradas, crujían al agitarse, como pedazos de
-papel. Pago Chico entero estaba metido en su casa. El comisario, en la
-oficina, se refrescaba con una pantalla, en mangas de camisa, tomando
-mate amargo que asentaba con un traguito de ginebra, «p'al calor».
-Había llegado mucho antes que su escolta, montada en inservibles
-matungos patrias, más inservibles aún con aquella temperatura tórrida.
-
---¡Ahí está el preso!--le anunció el asistente, cuadrándosele.
-
---¡Bueno! ¡Que le pongan el cuero de poncho, y lo hagan pasear por la
-plaza hasta nueva orden!--gritó Barraba.
-
-La plaza era, como es sabido, un inmenso terreno de dos manzanas,
-sin un árbol, sin una planta, sin una matita de pasto, en que el sol
-derramaba torrentes de fuego, como si quisiera convertir en ladrillo
-aquella tierra plana é igual, desolada y estéril.
-
-El comisario salió en mangas de camisa, con el mate en la mano, á
-presenciar el cumplimiento de su orden.
-
-El cuero, fresco y blando, fué desdoblado; con un cuchillo hízosele
-en el centro un tajo de unos treinta y cinco centímetros de largo...
-Segundo fué conducido al patio, donde se ejecutaba esta operación;
-casi no podía tenerse en pie... Lo obligaron á meter la cabeza por el
-boquete del cuero, y uno de los agentes alisó con cuidado los pliegues,
-ajustándolos al cuerpo.
-
---¡Lindo poncho fresco... de verano!--exclamó Barraba, chanceándose
-alegre y amablemente.
-
-Los que estaban en el patio,--y sobre todo el escribiente Benito aquél
-que «era más bruto que un par de botas»--festejaron el chiste del
-superior, riendo con más ó menos estrépito... según la jerarquía.
-
-Segundo callaba, sin darse cuenta aún de lo que iba á suceder. Por
-delante y por detrás, el improvisado poncho llegábale á los pies; á
-ambos lados, partiendo de los hombros, se abría como una especie de
-esclavina.
-
---¡Bueno, marche!--mandó el comisario.--¡Y con centinela de vista! ¡Que
-no se pare; y si se para, déle lazazo no más!
-
-El viejo salió tropezando, seguido por un vigilante. Cruzaron la calle,
-entraron en la plaza y comenzó el paseo... En los primeros momentos,
-las cosas no anduvieron demasiado mal. Uno que otro vecino, asomado por
-casualidad, y viendo el insólito aspecto del hombre vestido con tan
-extraño poncho, se apresuró á inquirir de qué se trataba. La noticia
-cundió. Entreabriéronse puertas y ventanas, dejáronse ver cabezas de
-hombres, mujeres y niños; un rato después comenzaron á formarse grupos
-en las aceras con sombra, y á volar comentarios de unos á otros:
-
---Es Segundo.
-
---¡Pobre! ¿y qué ha hecho?
-
---Parece que lo han pillau robando animales...
-
---¿Él? ¡Bah! ¡no es capaz!
-
---¡Un viejo infeliz!
-
---¡Qué quiere, amigo! ¡La soga se corta por lo más delgao!
-
-Pago Chico entero no tardó en hallarse reunido alrededor de la plaza,
-y el gentío era aún más numeroso que el día de la fracasada ascensión
-del globo aerostático. No quedó un perro en su casa, y en el ámbito
-asoleado zurría un zumbido de colmena.
-
-El paseo de Segundo continuaba hacía ya una hora. El desdichado intentó
-detenerse una ó dos veces, pero el activo rebenque hizo desvanecer sus
-ilusiones de descanso... El sudor corría por su rostro, mezclado con la
-sangre coagulada que disolvía, flaqueábanle las piernas, y comenzaba á
-sentirse estrecho en el poncho de cuero, poco antes tan holgado. Éste,
-en efecto, secándose rápidamente con el sol,--harto rápidamente, pues
-para ello se había cuidado de poner el pelo hacia adentro,--iba poco á
-poco oprimiéndolo por todas partes, como un ajustado «retobo», hasta
-obligarlo á acortar el paso. Y su interminable viaje seguía, en medio
-de aquella atmósfera de fuego, bajo las miradas de la multitud, que
-empezaba á indignarse y á dejar oir murmullos irritados... Ya se habían
-relevado tres agentes, muertos de calor, pero la marcha continuaba,
-implacable, y el poncho seguía estrechándose, estrechándose, impidiendo
-todo movimiento que no fuese el cada vez más corto de los pies del
-triste torturado, haciéndole crujir los huesos.
-
---¡Basta! ¡Basta!--gritaron algunas voces.
-
---¡Basta! ¡Basta!--repetían algunas otras de vez en cuando.
-
-El gentío, sobrecogido, olvidaba el calor. Segundo había pedido agua
-muchas veces, con voz apagada y balbuciente de moribundo. Un vecino,
-más caritativo y menos temeroso que los demás, le dió de beber. Al
-relevarse el centinela, el comisario ordenó al que iba á hacer la nueva
-guardia:
-
---¡Que nadie se acerque al preso!
-
-Al martirio del cuero, que ya amenazaba desconyuntarlo, agregóse
-entonces la tortura de la sed...
-
-Varias personas caracterizadas se presentaron á Barraba, pidiéndole que
-hiciera cesar el suplicio. Barraba se echó á reir.
-
---¿De qué se queja? Tiene poncho fresco... ¡de verano!... ¡Dejen, que
-así aprenderá á carnear ajeno!...
-
---Pero, señor comisario...--le suplicaron.
-
---¡Bueno! ¿y áura salimos con ésas?... ¿Y no andan ustedes mismos
-diciendo que hay que darles un «castigo ejemplar» á los cuatreros?...
-
---Segundo es un infeliz, y...
-
---¡No hay infeliz que valga!
-
---¡Y creemos que el juez!...
-
---¡Basta! ¡Callensé la boca! ¡Aquí mando yo, caray! ¿Por quién me han
-tomau, y qué se piensan?...
-
-Cuando los postulantes salieron, Segundo rodaba desmayado entre el
-polvo, tieso como un tronco seco, rígido, aprensado en los tenaces y
-rudos pliegues rectos del cuero, que le penetraban en las carnes. Había
-soportado el atroz suplicio sin lanzar un ay, mientras tuvo fuerzas
-para mantenerse en pie...
-
-Hubo que sacarle el poncho cortándolo con cuchillo. De la plaza se le
-llevó casi agonizante al hospital.
-
-Barraba reía con los suyos en la oficina:
-
---¡Poncho de verano! ¡qué gracioso!... Miren qué poncho de verano...
-
- * * * * *
-
-Párrafo del editorial aparecido al día siguiente en _El Justiciero_,
-periódico oficial de Pago Chico.
-
-«El comisario Barraba ha satisfecho ampliamente la vindicta pública
-y merece el aplauso de todas las personas honradas, pues la terrible
-y merecida lección que acaba de dar á los cuatreros hará que cesen
-para siempre los robos de hacienda, aunque algunos la tachen de cruel
-y arbitraria, amigos como son de la impunidad. ¡Siempre que extirpe un
-vicio vergonzoso y perjudicial, una aparente arbitrariedad es evidente
-buena acción!».
-
- * * * * *
-
-Dos meses después Segundo estaba en Sierra Chica, su familia en la
-miseria y el señor comisario se compraba otra casa...
-
-
-
-
- PARA BARRABASADAS...
-
-
-¡Cuánta serenata y qué golpear de puertas! Pago Chico está «desatado» y
-mientras en el Club los patricios hacen destapar mucho vino espumante
-y un poco de champaña, entre risas, dicharachos y brindis, de las
-trastiendas de los almacenes y de los despachos de bebidas salen cantos
-broncos y desafinados en que se distingue algún «te l'ho detto tante
-volte»... ó acompasadas y estrepitosas vociferaciones de «morra», como
-martillazos secos, ó la algarabía de alguna disputa nacida entre oladas
-de carlón.
-
-Por las calles vagan grupos de obreros con acordeón y guitarra, y de
-jóvenes calaveras, al uso pagochiquense, que repican los llamadores,
-se cuelgan de las campanillas, hacen ronga-catonga alrededor de algún
-infeliz que se retira tropezando, medio chispo, y producen tal alboroto
-que parecen legión cuando son apenas un puñado.
-
-Éstos se divierten apedreando las ventanas del Juez de Paz,--sabiéndolo
-en el Club,--guarecidos tras de la tapia de un terreno baldio; aquéllos
-han atado un tarro de petróleo á la cola del perro de Silvestre,
-y allá va el pobre animal como una exhalación hasta el confín del
-pueblo, despertando á las supersticiosas comadres de los ranchos
-que se santiguan aterradas; los de más allá, inspirados por el hijo
-de Bermúdez, mozo «diablo» cuya viveza es legendaria, han puesto en
-práctica la genial idea de descolgar el letrero de Madama Grandenfant,
-la partera,--cuadro que representa una mujer de palo, vestida de
-hojalata, sacando un feto rojo de un rábano recortado en forma de
-rosa,--y colgarlo en la puerta del cura, que echará pestes sin saber á
-quién debe tal bromazo.
-
-Al Club del Progreso, con motivo de tan magna fiesta, han acudido
-tirios y troyanos, á pesar de las terribles disensiones. Hay
-armisticio, y el mismo comisario Barraba se ha dignado hacer acto de
-presencia--muy campechano,--y codearse breves momentos con la oposición.
-
-El Club está momentáneamente en poder de los opositores. El caso es
-que las cuestiones políticas le hicieron mucho daño, y la división
-estuvo á punto de provocar su clausura, porque nadie pagaba la cuota
-mensual,--sobre todo entre los oficialistas, vulgo «carneros»,--y
-la falta de fondos no ha permitido dar una tertulia, como en años
-anteriores...
-
-Esto no puede impedir, sin embargo, que la gente se divierta.
-
-En efecto, apenas dan las doce campanadas, saludadas con sendas copas
-de vino (muchos no pueden realizar la proeza, por falta de estómago ó
-por falta de cobres), y apenas el licor empieza su marcha ascendente,
-hacia las alturas del cráneo, Mussio se sienta al piano y la emprende
-con un vals saltado que pone en movimiento á los más jaranistas y
-bailarines. No hay mujeres, naturalmente.
-
---¡Pan con pan comida de bobos!--exclama con sarcasmo Viera, el
-director de _La Pampa_.
-
-Pero después de un par de brindis suplementarios, él también se enlaza
-con Silvestre, y es de ver á los dos, dando vueltas vertiginosas y
-llevándose por delante los muebles enfundados del salón, las sillas, el
-piano, los consocios mismos.
-
-El piano chilla, ladra, maúlla, se queja; saltan como pistoletazos los
-tapones del vino espumante; un espectador lleva atronadoramente el
-compás con los pies, el bastón, las patas de la silla, otro tararea
-el vals á destiempo; el de más allá reclama un poco de silencio para
-lanzar un brindis de circunstancias; los jugadores de billar se asoman
-á la puerta que comunica con la sala de juego, risueños y enrojecidos,
-con el taco en la mano; los mozos y el capataz corren de un lado á
-otro, y en las ventanas de la calle aparece «vichando» con curiosidad y
-estupor, algún transeúnte retardado á quien sorprende aquella inusitada
-barahunda y que mañana desprestigiará á «todo lo mejor de Pago Chico»,
-entregado así á la más escandalosa y abyecta orgía.
-
-El de los brindis logra por fin hacerse escuchar, y apenas concluye
-sus votos de prosperidad, dicha y bienandanza con un «año nuevo vida
-nueva», lleno de modernismo, estalla la más formidable cencerrada que
-orejas pagochiquenses hayan oído jamás. El orador, mohino, se desliza
-hacia el «buffet» para reponerse del mal rato, mientras los demás
-continúan cacareando, ladrando, maullando, rebuznando ó echando los
-pulmones en alguna otra forma original.
-
-En esto, como si la empujara el pampero en persona, ábrese de par
-en par la puerta del Club y entra desalado el oficial de policía,
-produciendo en los presentes, hasta en los más entusiasmados, la
-impresión acongojada de que acaba de ocurrir algo muy grave, alguna
-desgracia, algún cataclismo...
-
-Como por encanto reina en el Club entero un silencio pavoroso.
-
---¡Señor comisario!--dice el oficial en voz baja, acercándose á
-Barraba.--El río Chico está desbordandose y amenaza inundar el pueblo.
-¿Qué se hace?
-
-Barraba ahoga una interjección de las suyas, parece meditar un segundo,
-y luego grita, perentoriamente y con voz de trueno, como un general que
-toma disposiciones en el momento decisivo de la batalla:
-
---¡Arme el piquete! ¡Vaya á paso de trote! ¡Mándeme el caballo! ¡Yo voy
-en seguida!
-
-El silencio se hizo tan solemne y trágico, que todos se volvieron
-indignados hacia Silvestre que había oído y se sonaba ruidosamente las
-narices para no estallar en una carcajada.
-
---¡Revolución!
-
---¡Ataque á la comisaría!
-
---¡Invasión!
-
-No se escuchaba otra cosa cuando los concurrentes comenzaron á
-animarse, una vez fuera el misterioso Barraba.
-
-El boticario les dió la clave del enigma, pero no consiguió desarrugar
-los ceños. ¡Una inundación! ¡Canario!...
-
-Sólo al día siguiente, cuando se vió que el Chico no salía de madre ni
-pensaba tal cosa, por la escasez de recursos que lo mantenía sometido
-á la familia, con agua apenas para regar las quintas de los prohombres
-oficiales, estalló del uno al otro extremo del Pago la homérica
-carcajada que Silvestre atajó la noche antes con el pañuelo.
-
-El comisario había inaugurado bien el año nuevo, y por eso sigue
-diciéndose en nuestra tierra:
-
---¡Para barrabasadas, Barraba!...
-
-
-
-
- LOS PATOS
-
-
-Era la tarde del 31 de Diciembre. Ruiz, el tenedor de libros de una
-importante casa de comercio--aquel españolito capaz y relativamente
-instruido que acababa de llegar al pueblo, después de una escala en
-Buenos Aires, provisto de calurosas recomendaciones para su compatriota
-el doctor don Francisco Pérez y Cueto, que no tardó en procurarle la
-susodicha ubicación--se hallaba, como de costumbre, en la frecuentada
-trastienda de la botica de Silvestre, sorbiendo el mate que cebaba
-Rufo, el nunca bien ponderado peón criollo del criollo farmacéutico.
-
-Merced á su irresistible don de gentes, el boticario era ya íntimo
-amigo del tenedor de libros, á quien había enseñado en pocas semanas
-á tomar mate--como se ha visto,--á jugar al truco y á opinar sobre
-política, tarea esta última siempre fácil y agradable para un español.
-El aprendizaje de las otras dos, y sobre todo de la primera, había
-costado mayor esfuerzo...
-
-Ruiz, á pesar de su renegrido bigote, de sus ojos negros y brillantes
-y de su continente resuelto, no sabía andar á caballo ni conducir
-un carruaje--observación que no parece venir á cuento, pero que
-es imprescindible sin embargo,--de modo que, los domingos, cuando
-obtenía prestado el tílbury de su patrón veíase en la obligación de
-buscar compañero ayudante que lo sacara de posibles apuros. Su primer
-invitación iba siempre enderezada á Silvestre, cuya obligada respuesta
-era:
-
---No puedo abandonar la botica ¡Como te suponés!...
-
-Porque ya se trataban tú por tú,--ó tú por vos, para ser más exacto--á
-pesar de lo reciente de la relación.
-
-Y lo curioso es que no pudiendo abandonar la botica, Silvestre andaba
-siempre merodeando por el barrio, á caza ó en difusión de noticias,
-aunque Rufo no estuviera para cuidarle los potingues... Ante la
-voluntad negativa, Ruiz que se pasaba allí las largas horas en que
-el Mayor, el Diario y la Caja no reclamaban la esgrima de su pluma,
-permanecía un rato en silencio, ó hablando de cosas indiferentes, para
-terminar insinuando:
-
---Rufo, ¿no podría acompañarme?
-
---¡Como no! ¡Que vaya no más!
-
-Y casi todos los domingos ambos montaban al tílbury, empuñaba las
-riendas Rufo, y al trote del moro, allá iban los dos por esas calles,
-dando vueltas y más vueltas, hasta cansarse de mirar muchachas en las
-puertas, para salir entonces á dar largos paseos por las quintas sin
-árboles y las chacras sin sembrados.
-
-Ahora bien, aquella tarde del 31 de Diciembre, y como le consta al
-lector, terminado el inacabable machaqueo de la pomada mercurial, y el
-sempiterno lavado de frascos y botellas á gran fuerza de munición, Rufo
-acarreaba mate á la trastienda, en que Silvestre y Ruiz departían mano
-á mano.
-
---Mañana es primero de año... ¿qué piensas hacer?--preguntó de pronto
-el tenedor de libros.
-
---¿Yo?... ¡Ya sabés que no puedo abandonar la botica!...
-
---Pues yo pienso salir de caza, en el tílbury, así como te lo digo.
-
---Á cazar ¿qué?
-
---¡Patos, hombre, patos! ¿No sería excelente un guisado de pato para
-festejar el año nuevo?
-
---Sí, pero tenés que ir muy lejos...
-
---¡Quiá!
-
---No hay patos por aquí. Están muy perseguidos, se han puesto
-matrerazos y no se encuentran más que en los lagunones del Sauce y muy
-arriba del río Chico...
-
---¿Que no?... ¡Pues pululan!... Dejá que Rufo me acompañe, y en dos ó
-tres horas me comprometo á traerte un par de docenas... ¡Los comeremos
-mañana mismo!...
-
---¡Qué vas á tráer! Si no hay un pato ni p'a un remedio por aquí...
-
-Ruiz medio sulfurado, se encaró entonces con Rufo, que entraba llevando
-el mate:
-
---¿No hemos visto centenares de patos el domingo, cuando salimos en el
-tílbury?
-
-Rufo sonrió con sonrisa indefinible, y contestó muy afirmativo:
-
---Negriaban, sí, señor... Hasta en los charquitos...
-
---¡No puede ser!--exclamó Silvestre, incrédulo; y en seguida apeló á su
-sistema predilecto:--Te apuesto á que no tráis ni cinco en todo el día.
-
---¡Apostado! ¿Qué jugaremos?
-
---Que si cazás cinco patos, yo pago el vino bueno, los postres y el
-champán para nosotros y tres amigos más; si no cazás nada ó menos de
-cinco, vos pagás una buena comida en lo de Cármine... ¿Te conviene?
-
---¡Va apostado!
-
-Era aún temprano, el pueblo dormía, cantaban los pájaros, y el sol bajo
-el horizonte iluminaba ya blandamente la tierra, cuando Rufo fué á
-buscar á Ruiz con el tílbury tirado por el moro.
-
-El criollito socarrón iba tan alegre que el látigo chasqueaba en su
-mano como petardos, á pesar de que el moro llevara un trote bastante
-ágil en el aire vivo de la mañana.
-
-El tenedor de libros estaba vestido y aguardaba ya, armado hasta
-los dientes, con escopeta de dos cañones, cuchillo de caza, morral,
-cinturón y cartuchera con más de cien cartuchos cuidadosamente cargados.
-
-Salieron y ya á pocas cuadras del pueblo comenzó el tiroteo--¡pim,
-pam; pim pam!--y el caer de patos era una maravilla. Mansos, mansitos
-los animales se dejaban acercar bien á tiro, casi sin moverse junto á
-la misma orilla, y cuando uno quedaba espachurrado y flotando sobre
-el agua cenagosa de los pantanos, los otros parecían más sorprendidos
-que espantados por aquel estrépito y aquella matanza, como si nunca
-se les hubiese hecho un disparo... Después, convencidos de la abierta
-hostilidad, tendrían el vuelo bajito levantando el agua con las patas,
-como si navegaran á hélice, é iban á detenerse poco más lejos, de tal
-manera que el tílbury, hábilmente dirigido por Rufo, no tardaba en
-dejarlos á tiro otra vez...
-
-Y ¡pim, pam; pim pam! la escopeta de Ruiz continuaba el estrago,
-amenazando dejar sin patos la comarca entera. Uno, dos, diez, veinte,
-cuarenta. ¡Cuarenta patos mató esa mañana el cazador forzudo delante
-del Señor, sin haber tenido siquiera que bajarse del tílbury!
-
-Los ojos le brillaban de júbilo y entusiasmo.
-
-Aquel éxito colosal lo había puesto tan nervioso que hasta marró
-algunos tiros, seguros sin embargo, con el apresuramiento y la avidez...
-
-Cuando llegó á los cuarenta patos era aún temprano y Rufo cada vez más
-satisfecho, rebosándole la alegría por todos los poros, quería que
-continuase la hecatombe. Ruiz modestamente se negó, quizá apiadado de
-los inocentes palmípedos.
-
---Llevo ocho veces más de lo necesario para ganar la apuesta. ¡Ocho
-veces!... Silvestre va á trinar.
-
-Se detuvieron á la puerta misma de la botica, y Rufo comenzó á bajar
-del tílbury y á introducir en el despacho el producto de la milagrosa
-cacería. Silvestre estaba en la trastienda, dale que le das al
-pildorero, preparando una de las fructíferas recetas de «aqua fontis y
-mica panis» que extendía el Dr. Carbonero, enemigo de la farmacopea,
-más no de la voluntad de los clientes que no querían curarse sin
-remedios. Pero ante la algazara de Ruiz, que bailaba y cantaba
-castañeteando los dedos, en una ruidosa pírrica al rededor de los
-patos, no pudo menos que abandonarlo todo y precipitarse á la tienda
-para ver aquello...
-
-En el patio se oía un desordenado repiqueteo de almirez. Con desusado
-celo, como si una terrible urgencia lo impulsara, Rufo machacaba
-febrilmente la pomada mercurial, hecha ya sin embargo. Y acompañando el
-redoble del mortero, sonaba algo entre regaño y risa reprimida.
-
-Una carcajada homérica sacudió de pies á cabeza á Silvestre, en cuanto
-se vió delante del informe montón de los cuarenta patos; y sin dar
-tiempo á que Ruiz volviera de su asombro, habíase lanzado como una
-flecha, atravesado la calle y entrado como un ventarrón en la imprenta
-de _La Pampa_, en cuyo interior siguieron estallando sus inextinguibles
-risotadas.
-
-Ruiz, perplejo, se había quedado inmóvil y aturdido, en medio de la
-farmacia, con la boca entreabierta y los brazos colgando frente á su
-botín cinegético.
-
-Siguiendo á Silvestre, apareció Viera, director de _La Pampa_, y el
-administrador, y los cajistas, y luego otros más, atraídos por el ruido
-y el movimiento, hasta formar cola á la puerta.
-
-Y el boticario «indino» continuaba en sus carcajadas, interrumpiéndose
-sólo para exclamar:
-
---¡Miren los patos que ha cazado Ruiz! ¡Miren los patos p'año nuevo que
-ha cazado Ruiz!...
-
-Y el público le hacía coro, y allí en el patio el repique del almirez
-adquiría sonoridades de campana echada á vuelo.
-
-Ruiz quería hablar, desconcertado, llorando casi con aquella burla
-inacabable; pero las risas, las exclamaciones y los chascarrillos no lo
-dejan meter baza, ni averiguar la causa de semejante tremolina. Por fin
-oyó la clave del enigma:
-
---¡Son gallaretas!
-
-Y aunque no supiese lo que es una gallareta, comprendiendo que había
-cazado gato por liebre, tomó el sombrero, abrióse paso, trepó al
-tílbury y manejando por primera vez de su vida, puso al moro al trote
-largo para escapar de las risotadas, cuyo eco lo persiguió hasta volver
-una esquina...
-
-Pasada la primera impresión y disuelto el corro, Silvestre creyó
-prudente reprender á Rufo, por honor de la jerarquía. Al fin Ruiz era
-su amigo...
-
---¿Por qué lo has dejado matar tanta gallareta?
-
---¡P'a que aprienda, pues!
-
---También hubiese aprendido si le hubieras dicho antes...
-
---¡Qu'esperanza, patrón! ¿No está viendo que se podía haber olvidau...?
-¡Y lo qu'es áura, no se olvida ni á tiros!...
-
-
-
-
- METAMORFOSIS
-
-
-Terminada la tarea de los recibos para fin de mes, don Lucas Ortega se
-dispuso á salir en busca de las noticias municipales y policiales, á
-pesar de la opinión del regente.
-
---¡No hay que descuidarse!--le había dicho éste--Manolito nos la ha
-jurado, y es capaz de cualquier barbaridad.
-
-Don Lucas púsose el sombrero, tomó como de costumbre su bastón de
-estoque, y salió á las calles silenciosas de Pago Chico en plena
-siesta, diciéndose que él no se metía con nadie, y que mal podía nadie
-meterse con él. Olvidaba el pobre y manso administrador y reporter de
-_El Justiciero_ una malhadada y peligrosa modalidad de su carácter: la
-inclinación á darse lustre.
-
-Llegado muy joven de la Coruña, D. Lucas no había sido siempre
-«periodista», como se declaraba enfáticamente. La instrucción recibida
-en una escuela de lugar, no le dió para tanto en los primeros años. Se
-estrenó con toda modestia en una trastienda de almacén, despachando
-copas; luego ascendió á vendedor, y más tarde á habilitado; á los
-diez ó doce años de estar en la casa, ya era socio, á los quince pudo
-establecerse por su cuenta, en pequeña escala... Pero de pronto, cuando
-ya esperaba reunir una fortunita y todo el mundo le llamaba «don Lucas»
-(el don le quedó para siempre) sobrevino una crisis, los deudores no
-pagaban, los acreedores se le echaban encima, y desde lo alto del que
-creyera inconmovible pedestal, rodó nuestro héroe, se encontró en la
-calle, y rodando, rodando, llegó por fin á Pago Chico, y encalló en la
-administración de _El Justiciero_.
-
-En tan deslumbrante posición comenzó para él otra era de grandeza, no
-ya material y pecuniaria, sino social é intelectual, cosa que estimaba
-muchísimo más, aunque á veces lamentara á sus solas el sueldo escaso y
-tardo, y la brillante miseria.
-
-Pero, eso sí, había crecido, se había agigantado en su propio concepto,
-y creía que también en el de los demás. Pago Chico debía considerarlo
-un personaje, puesto que, como periodista, tenía la facultad de opinar,
-de juzgar, de condenar ante el tribunal del pueblo.
-
-Afable, atento, servicial, hasta servíl mientras fué dependiente, y
-aun siendo patrón, cuando el parroquiano era considerable, no había
-perdido estas condiciones, como no perdió tampoco la bondad, que
-constituía el fondo de su carácter. Pero había cambiado de forma. Ebrio
-de grandeza, era familiar con aquellos magnates del pago que se lo
-permitían; risueño y atrevido con las señoras ante las que pavoneaba su
-pequeña estatura; grave y taciturno con la gente de poca importancia;
-autoritario y altanero con la plebe; condescendientemente accesible
-para sus subalternos de la imprenta. Hablaba siempre «en discurso»,
-como decía Silvestre, pero estaba tan lejos de ser malo que, á juicio
-de todo el mundo, era incapaz de matar una mosca.
-
-No era valiente tampoco; pero la convicción de su insignificancia,
-persistiendo tan oculta allá en lo íntimo, que él mismo apenas la
-vislumbraba, á veces tenía, si no otra, la virtud de hacerlo tranquilo
-y confiado. De modo que aquella tarde salió tan sin preocupaciones como
-siempre (el estoque era un regalo del director, que le había dicho al
-ofrecérselo: ¡Un periodista en campaña no debe andar nunca desarmado!),
-á pesar de que _El Justiciero_ acabase de publicar la siguiente «feroz
-caída».
-
-«_Escándalo._--El Moreirita M. P., que con sus calaveradas y fechorías
-ya tiene indignado á todo el mundo de Pago Chico, promovió ayer un
-descomunal escándalo en «cierta casa» de los suburbios, rompiendo vasos
-y espejos y apaleando mujeres, hasta que por fin intervino la policía
-que haría bien una vez por todas en apretarle las clavijas al mocito
-que se prevale de su familia para hacer cuantas atrocidades le da la
-gana. Sin embargo, no fué ni llevado á la comisaría siquiera, y nos
-extraña mucho que el comisario Barraba, después del atropello de ayer,
-todavía no lo haya metido á secar en un calabozo para que otra vez
-aprenda, no siga dando mal ejemplo y fomentando la compadrada de los
-demás muchachos del pueblo.»
-
-No extrañará esta filípica del oficialista _Justiciero_, si se tiene
-en cuenta que el director andaba otra vez en coqueterías con las
-autoridades para ver de sacarles mayor tajada, pues iban á necesitarlo
-para las elecciones. Y el suelto era justo, porque la tolerancia para
-los desmanes del joven Manuel Pérez pasaba de raya, y era una amenaza
-general, pues el rico é ignorante pillete se engreía y ensoberbecía con
-la impunidad.
-
-En cuanto á D. Lucas, confiaba demasiado. Él no había escrito el
-suelto, es verdad. Se le permitía lucubrar muy pocas veces; desde que
-se inclinó «ante la tumba del deplorable vecino» D. Fulano, y dijo
-cuando la muerte de la madre de Bermúdez, china nonagenaria, que la
-distinguida matrona había fallecido «en la flor de su edad». Pero
-él, en cambio, para desquitarse, atribuíase con desparpajo singular,
-siempre que le era posible, cuanto artículo, suelto ó noticia publicaba
-_El Justiciero_, de modo que todo el mundo acabó por creer siquiera en
-su colaboración.
-
-Marchaba, pues, con paso deliberado, echándose para atrás, salido
-el vientre, la cabeza erguida, agigantada en su concepto la corta
-estatura, mientras bajo la espalda evolucionaban burlonamente los
-largos faldones de su jaquet; y no había andado dos cuadras, cuando
-se quedó frío, corrióle un cosquilleo de la nuca á los pies, y sólo
-merced á un heroico esfuerzo pudo llevarse la mano trémula al bigote y
-erguirse casi hasta caer de espaldas... Manuelito Pérez se adelantaba
-rápido y colérico hacia él, con un ejemplar de _El Justiciero_ en la
-mano.
-
---¿Quién ha escrito esta noticia?--preguntó el jovenzuelo con voz
-reconcentrada y amenazadora en cuanto estuvo á su lado.
-
-Un velo pasó por los ojos de D. Lucas; sintió que se le aflojaban las
-piernas, pero haciendo de tripas corazón:
-
---¡No sé!--contestó secamente.
-
---¡Qué no ha de saber!
-
---¡No sé!
-
---¡Usté no más será, gallego!
-
---Y si fuera...--acertó, lívido, á balbucir don Lucas.
-
---¡Ahora verá!
-
-Y Manuelito, echando atrás la pierna derecha, llevó la mano á la
-cintura. Trémulo, D. Lucas retrocedió y desenvainó el virgen estoque,
-buscando con la vista una persona que lo auxiliase en la calle
-solitaria abrasada por el sol, un objeto, el hueco de una puerta en que
-parapetarse... Pero no tuvo tiempo para nada. Oyó una detonación clara
-y seca, sintió un golpecito en el pecho, y al rodar por la acera, vió
-como en un escenario al bajarse rápidamente el telón, que Pérez corría
-con un revólver, en cuyo extremo flotaba una vedijita de algodón, y que
-algunos vecinos se asomaban alarmados. Y se desmayó.
-
-...La grita de los periódicos--«la prensa local»,--y especialmente
-de _El Justiciero_, fué tan grande, que la policía se vió obligada
-á proceder, descubriendo, una semana más tarde, el escondite de
-Manuelito, conocido por todo el mundo desde el primer día. Y el
-jovenzuelo fué á dar á La Plata, con un sumario que parecía hecho por
-su mismo abogado defensor...
-
-Ortega era, entretanto, objeto de las más entusiastas manifestaciones.
-_El Justiciero_ narraba extensamente los detalles del combate, en
-que su administrador, heroico, había perdonado ya la vida al asesino
-que tenía en la punta del estoque, cuando éste, retirándose vencido,
-le había alevosa y traidoramente disparado un tiro de revólver. Y en
-seguida hablaba del sacerdocio de la prensa, de los sacrificios hechos
-en aras del pueblo, de la ingratitud, que generalmente es la única
-corona de los mártires que ofrecen en holocausto por el bien público
-toda la generosa sangre de sus venas, y patatín y patatán... Enorme
-éxito, indescriptible entusiasmo. La gente se agolpaba á la imprenta.
-
-Al día siguiente, y en cuanto los doctores Fillipini y Carbonero
-declararon que la herida no era de gravedad y que el paciente podía
-recibir visitas--no muchas á la vez, ni demasiado charlatanas,--el
-pobre cuartujo de Ortega, revuelto y sórdido, quedó convertido en
-sitio de obligada y fervorosa peregrinación. D. Lucas había leído los
-diarios, se había extasiado con las ditirámbicas apologías de _El
-Justiciero_, pero nada le produjo tan intensos goces, tan férvido
-orgullo, como aquella continuada procesión admirativa, en que figuraban
-los hombres más importantes de Pago Chico, y en que ni siquiera
-faltaban damas,... como que un día se le apareció misia Gertrudis,
-la vieja esposa del tesorero municipal, presidenta de las Damas de
-Beneficencia...
-
-¡Cuánto incienso recibió D. Lucas, visitado, asistido, festejado,
-adulado por aquella muchedumbre, ascendido de repente á la categoría
-de grande hombre, de prócer, de redentor crucificado!... Nadie le
-demostraba compasión, sin embargo; todos se derretían de admiración
-respetuosa, prontos á venerarlo, á idolatrarlo. ¡Tanto valor, tanta
-abnegación, tanta grandeza de alma! ¡Atreverse á oponer un simple
-estoque á una arma de fuego, vencer al terrible enemigo, perdonarle la
-vida!... ¡Y todo por el pueblo!
-
---Ahora comprendo--pensaba D. Lucas,--cómo se repiten las hazañas
-peligrosas. ¡Se puede ser héroe!
-
-Él lo era en su concepto. Lo fué algunos días en el de los
-pagochiquenses. Porque ¡ay! nada es eterno, y la herida, tardando
-demasiado en cicatrizarse á causa de tantas emociones, dió tiempo para
-que el entusiasmo se enfriara poco á poco antes de que D. Lucas pudiera
-tenerse en pie. Cuando salió á la calle, su aventura era ya un hecho
-mítico, desleído en las nieblas del pasado; nadie le daba importancia,
-nadie hacía alusión á él.
-
-Pero Ortega no lo advirtió: La embriaguez de la apoteósis había sido
-tan intensa, que se convirtió en megalomanía. Pálido, demacrado, se
-paseaba por el pueblo, pavoneándose, convertido en arco de tanto de
-echarse atrás, haciendo pininos para erguirse y crecerse. Y miraba á
-todos con soberanas sonrisas protectoras ó con gesto avinagrado y
-despreciativo, según qué fuera aquél en quien se dignaba detener la
-vista.
-
-Periodista, sacerdote, mártir, magnánimo, defensor del pueblo,
-víctima del deber... Sí, todo eso era muy hermoso; pero lo que más lo
-enorgullecía era su fama de valiente. Ser valiente en la tierra del
-valor ¡él!... Y se frotaba las manos y sonreía de regocijo, convencido
-de su gloria.
-
-Desde entonces usó revólver á la cintura, no dejándolo sino bajo
-la almohada, de noche, al acostarse. Hablaba alto en el taller, en
-la administración, en la redacción, en la calle, en el café, en el
-circo, haciéndose notar, demostrando que no abrigaba temor á nada ni á
-nadie. Cada frase suya era una sentencia, aun ante el mismo director
-de _El Justiciero_. Tenía ademanes rotundos de caballero andante
-pronto á lanzarse contra una cuadrilla de malandrines. El manso se
-había convertido en impulsivo, con el deschavetamiento del amor propio
-exacerbado.
-
---Es siempre malo que á un sonso se le aparezca un dijunto--solían
-decir algunos más avisados, al ver pasear á Ortega con el sombrero en
-la nuca y haciendo molinetes con el bastón.
-
-Silvestre vaticinaba algún futuro desmán, refunfuñando entre dientes al
-vislumbrar la silueta del nobilísimo Quijote:
-
---Decile á un sonso que es guapo y lo verás matarse á golpes--uno de
-sus refranes favoritos, sólo que «matarse» resultaba en sus labios otra
-cosa.
-
-Y el boticario criollo no dejaba de tener razón.
-
-Ortega acostumbraba tomar el vermouth vespertino en la confitería de
-Cármine, con el estanciero Gómez, el anglo americano White, famoso por
-su fuerza hercúlea, el doctor Fillipini algunas veces, y otros amigos.
-
-Un día que D. Lucas se había retardado en la imprenta, el acopiador
-Fernández se acercó á la mesa, trabando conversación de negocios con
-Gómez. No estaban conformes en un punto... discutieron, se acaloraron,
-pasaron á las injurias... De pronto Fernández, ciego de ira, poniéndose
-de pie, alzó la mano como para dar una bofetada á su contrincante.
-White, más rápido, pudo evitar la realización del hecho, asiendo á
-Fernández por los brazos, de atrás. Gómez, blandiendo una silla,
-se había puesto en guardia, mientras su adversario forcejeaba por
-desprenderse de las manos férreas de White. La actitud del grupo era
-realmente amenazadora; y la desgracia quiso que en ese momento entrara
-Ortega...
-
-Ver aquello, y sin detenerse á reflexionar ni qué era, ni de parte de
-quién estaban la ventaja y la razón, sacar el revólver de la cintura,
-fué todo uno para el héroe novel que sólo soñaba batallas y victorias.
-Y en menos de lo que se tarda en contarlo, hubo un estampido, un
-poco de humo, un hombre muerto, y el estupor pasó batiendo las alas,
-petrificando á los actores y espectadores de aquel drama que sólo había
-tenido desenlace, y que sería comedia á no mediar un cadaver.
-
-Y cuando se vió solo en la oficina de la comisaría, preso, con un
-homicidio encima, la prolongada embriaguez del heroísmo se desvaneció
-en aquel pobre cerebro y don Lucas se echó á llorar como una
-criatura...
-
-
-
-
- CON LA HORMA DEL ZAPATO
-
-
-«Tengo el honor y la satisfacción de comunicar á usted, por orden del
-señor Intendente, que desde la fecha queda suspendido y exonerado de
-su cargo de subdirector y segundo médico del Hospital municipal, por
-razones de mejor servicio, y agradeciéndole en nombre del municipio
-los servicios prestados. Tengo el gusto de saludarlo con toda
-consideración, etc., etc.»
-
-Llegó esta nota á manos del doctor Fillipini al día siguiente de la
-elección que consagró, por su consejo, municipal á Bermúdez.
-
---¡Mascalzone!--exclamó, pensando en su protegido de un minuto.
-
-Pero sin que el despecho le ofuscara el raciocinio, salió de casa en
-busca del firmante de la nota en primer lugar. Era éste el secretario
-de la Intendencia, y podía aclararle muchos puntos, útiles para sus
-manejos ulteriores. Le encontró tomando café y copa en la confitería
-de Cármine. Haciendo un grande esfuerzo, un acto heroico, pagó la
-«consumación» y pidió «otra vuelta».
-
---Dígame, Bustos,--preguntó por fin;--¿por qué me destituye don Domingo?
-
---¡Hombre, no sé!--contestó el otro, paladeando su anís, y no por
-sutileza ni reserva política, sino por nebulosidad cerebral.
-
-Viera, caracterizándolo, había publicado efectivamente, hacía poco, una
-parodia de la fabulilla de Samaniego:
-
- Dijo Ferreiro á Bustos
- después de olerlo:
- --Tu cabeza es hermosa
- pero sin seso.
- ¡Como éste hay muchos
- que, aunque parecen hombres
- sólo son... Bustos!
-
---No sabe ¡bueno! Pero dígame cómo fué,--insistió Fillipini, en
-su jerga ítalo-argentina, seguro de que por el hilo sacaría el
-ovillo.--¿No le habló nadie?
-
---Nadie.
-
---¿Le hizo escribir la nota así, sin más ni más?
-
---Sí, mientras estaban votando...
-
---¿Y nadie había ido á verlo?
-
---Nadie más que Gino, el pión de Cármine.
-
---¿Y á qué iba Gino?
-
---Á nada. Le llevaba un papelito.
-
-Fillipini calló, apuró su taza, pagó, salió y volvió á entrar por otra
-puerta, metiéndose hasta el patio y las cocinas. Allí vió á Gino,
-hecho una pringue, como que era el lavaplatos--el platero, según los
-chistosos pagochiquenses,--de la confitería de Cármine.
-
---¿Quién te dió el papelito que le llevaste al intendente el
-domingo?--preguntóle en italiano.
-
---Il signor notario,--contestó Gino, mirando á su egregio compatriota
-con los ojos azorados y los carrillos más mofletudos y rojos que de
-costumbre.
-
-Fillipini, sin agregar palabra ni saludarlo siquiera, siguió andando
-y salió por el portón de los carruajes, encaminándose al Club del
-Progreso.
-
-Allí se sentó, poniéndose á sacar un solitario, indiferente y tranquilo
-en apariencia, pero sin que nada escapara á sus ojos avizores. Ni aun
-cuando entró Ferreiro se le conmovió un músculo de la cara, blanca,
-impasible, rebosante de salud y de satisfacción. Pero á poco abandonó
-el solitario, y evolucionando lentamente entre los grupos de jugadores
-y desocupados, acabó por hallarse, como deseaba, mano á mano con
-Ferreiro.
-
-Los dos zorros viejos se saludaron casi cariñosamente, en apariencia
-sin aludir al suceso de que eran primeros actores; pero Fillipini no
-tardó en lanzarse á la carga:
-
---¿No sabe? Don Domingo me ha destituido...
-
---¡No diga! ¿De veras?
-
---Sí, señor. Me ha destituido... Pero no me importa mucho, porque eso
-no puede quedar así...
-
---¿Pero por qué? ¿Cómo es eso?
-
---¡Pavadas! El pobre no sabe lo que hace.
-
---Diga, pues, doctor; que, si yo puedo...
-
-Fillipini, sonriéndose, miró la hora en su reloj de bolsillo, muy
-calmoso, muy dueño de sí mismo; y luego, mirando á Ferreiro bien en los
-ojos, dijo con buen humor:
-
---¡Claro que puede! Usted y el doctor Carbonero se apresurarán á
-defenderme. Se necesita ser muy cretino para portarse así con un hombre
-como yo.
-
-Ferreiro pulsaba al «gringo», sorprendido de tanta soltura, de tanta
-desfachatez, y pensando:
-
---¡Si se habrá encontrado topate con te toparías!
-
-Pero quiso darse cuenta exacta de los puntos que calzaba su
-contrincante, y después de un segundo de silencio, le preguntó:
-
---¿Y por qué cree que Carbonero y yo, lo hemos de defender?
-
-El médico se echó á reir con aparente franqueza, y:
-
---Porque ustedes son demasiado inteligentes para no
-hacerlo,--contestó.--Y demasiado amigos míos,--agregó inmediatamente,
-dorando la píldora, no sin ciertos asomos de sarcasmo.
-
---Amigos, sí... está bueno. Pero si usted pretende amenazarnos...
-
---¡Señor Ferreiro!--dijo entre carcajadas Fillipini.--Si yo no lo
-conociese tanto, lo que me dice sería como para hacerme creer que usted
-ha «mojado» en esta barbaridad...
-
---¡Yooo!
-
---¡No, no lo creo, claro está que no lo creo! Al contrario: usted lo
-hubiera impedido, á saberlo... ¡Bah! entre bueyes no hay cornada, como
-se suele decir... Para mí el caso es sencillo... Ese «lavativo» de
-Bermúdez tiene la culpa, y me ha hecho una gran cargada, después que le
-di el modo de hacerse municipal...
-
---¡Y por qué se lo dió!--interrumpió violentamente Ferreiro.
-
---¡Eh!... ¡Questo é un altro paio di maniche!--murmuró Fillipini con
-mucha socarronería.
-
-Hizo una pausa, sonriente é insinuante, para continuar después:
-
---Yo soy muy necesario en el hospital, porque Carbonero no va casi
-nunca, y hago todo el servicio... Si se nombrara á otro... con la
-administración... y los gastos tan grandes... Además, que hay que
-nombrar á otro, desde que Carbonero no iría aunque lo mataran.
-
---¿Y de ahí?...
-
---¿Á quién nombrarían? El único médico que queda es el doctor Pérez y
-Cueto...
-
---¿Y eso?
-
---Que nombrarlo á Pérez y Cueto sería como meter las narices de toda
-la oposición en el hospital... Publicar lo que comen los enfermos,
-cuando comen... descubrir el estado de la farmacia... de las ropas
-de cama... contar lo que pasa con los cadaveres que se quedan allí
-días y días, y lo que hace la enfermera que se va á dormir todas
-las noches en su casa, y el ecónomo que poco á poco se va llevando
-cuanto hay... Un enemigo como Pérez vería todas estas cosas con malos
-ojos, las exageraría, metería un bochinche de dos mil demonios... No
-pensaría como yo, que el hospital está relativamente bien, porque
-no todo puede marchar á la perfección en un pueblo tan pobre como
-éste, y tan atrasado... Además que la gente que va á curarse allí es
-de poca importancia y no le interesa á nadie: extranjeros, personas
-de otros pagos... Si no fuera así, también, ya hubiera habido más de
-un escándalo... Pero, ya se ve, con las preocupaciones actuales que
-convierten la palabra «hospital» en sinónimo de «muerte», sin que
-nada pueda evitarlo, no hay que tomar el rábano por las hojas, ni
-meterse á redentor... Cualquier hombre sensato, yo el primero, tiene
-que considerarlo así; pero no se me negará que todo esto constituye
-un arma tremenda para los opositores, que si no la utilizan es porque
-están ciegos como topos. Las chicas se les van, y las grandes se les
-escapan...
-
-Durante este largo discurso, pronunciado con bonhomía y serenidad,
-como si se tratara de intereses ajenos, el escribano observaba con
-desconfianza á Fillipini, diciéndole para su capote:
-
---El gringo éste es muy ladino. Si nos metemos con él, de repente nos
-va á salir la vaca toro. Me precipité demasiado, y las calenturas son
-malas consejeras.
-
---Pero, por sonsos que sean--continuó muy lentamente Fillipini,--por
-sonsos que sean sabrán «rumbear» en cuanto alguien les enseñe el
-camino; y entonces no habrá quién los ataje... ¡Chica farra se armaría
-si lo nombraran á Pérez y Cueto!...
-
---También es posible no nombrar á nadie. El hospital no necesita...
-
---¡Usted no dice eso seriamente, señor Ferreiro! Ma! por poco que
-sirva el hospital tiene que tener médico, y ya sabe que Carbonero no va
-y no irá nunca... Yo preferiría que nombraran á otro si no quisieran
-reponerme á mí. Pero, de cualquier modo, ya lamentarán haberme
-separado...
-
-No daba el doctor Fillipini asidero para que se le replicara alzando
-la prima; al contrario, cuanto decía estaba muy puesto en razón, y sus
-verdades no le brotaban ni agrias ni amargas de la boca, aunque tras
-ellas hirviesen amenazas tan terribles cuanto evidentes.
-
---Lo que se había pensado,--dijo sin embargo Ferreiro,--era no nombrar
-á nadie.
-
---Ma! y cómo dijo que no sabía nada?--preguntó con fingida candidez
-Fillipini.
-
---Digo... se había pensado... así en el aire... para el caso de que se
-produjera una vacante...
-
---Capisco...
-
-Y ni una objeción más. Fillipini se quedó mirando de hito en hito á
-Ferreiro, que al poco rato no pudo contenerse y exclamó:
-
---¡Pero también usté! ¿Por qué se metió en lo de Bermúdez, para qué nos
-forzó la mano sin necesidad?...
-
---Questo é un altro paio di maniche!--repitió el doctor.--Se lo vuelvo
-á decir, porque ustedes no se habían dado cuenta de dos cosas: de que
-Bermúdez es un magnífico instrumento en la municipalidad, primero; y
-de que yo puedo serle muy útil ó muy perjudicial, después. Era preciso
-que nos conociéramos, señor Ferreiro, para que ustedes no me tuvieran
-arrumbado en un rincón como hasta ahora. Y usted convendrá en que me
-he hecho conocer sin causarles perjuicio. ¿Es una buena cualidad, no es
-cierto? ¡Vaya! ¡Dígale al intendente que me reponga sin ruido, y tan
-amigos como antes ó más amigos que nunca, mejor dicho!
-
---Bueno... veré... pensaré.
-
---¡Eso es! Piénselo bien, caro. Yo no quiero que se haya ninguna
-arbitrariedad en mi favor.
-
---¡Qué gringo éste!--murmuró Ferreiro, levantándose entre divertido
-y malhumorado.--Es como la garúa finita, que lo cala á uno hasta los
-huesos. Y se va á salir con la suya, no más,--agregó palmeándole el
-hombro.
-
---Piénselo, piénselo y no se apure,--dijo el otro.--Para todo hay
-tiempo, y á la corta ó á la larga usté se convencerá de que yo soy un
-buen amigo.
-
---Y yo también, doctor.
-
-Se separaron. Fillipini, seguro de haber movido bien las piezas,
-murmuraba sin embargo:
-
---¡Eh! si pudieses ¡qué patada me darías! Pero no podrás...
-
-Sin perder tiempo volvió á la confitería de Cármine, donde había un
-grupo de opositores tomando aperitivos, los unos sentados alrededor de
-las mesas, los otros de pie junto al mostrador. Silvestre, que peroraba
-entre ellos, se acercó á Fillipini, como era, en parte, el deseo de
-éste, pues quería hallar modo de que le vieran hablar largo y tendido
-con algún enemigo de la situación,--Viera, si fuese posible, y lo
-sería, pues se hallaba presente también.
-
---¡Hola, doctor!--dijo Silvestre aproximándose, con la confianza que
-se tomaba con cualquiera y que en este caso justificaban hasta cierto
-punto las relaciones de médico ó farmacéutico.--Me alegro de verlo por
-acá. ¿Es cierto lo que me han dicho?
-
---¿Qué le han dicho? Siéntese y tome algo.
-
---Gracias,--y se sentó.--Mozo, otro vermú. Pues dicen que le han quitau
-el empleo del hospital ¿es cierto?
-
---Sí.
-
---¿Y por qué?
-
---Oh, ésas son cosas, cosas...
-
---¡Hable, hombre, hable! Ya sabe que se me puede tener confianza.
-¡Largue el rollo!
-
---¡Ma! Usted ya sabe cómo anda el hospital...
-
-É hizo un cuadro, muy pálido en verdad, de aquel desquicio harto
-conocido por Silvestre, quien sin embargo, se hacía de nuevas al oir
-tales cosas de tales labios. Y terminó:
-
---Y como yo no quiero aguantar más ese desbarajuste...
-
---¿Lo han destituido?
-
---Eso es.
-
---¿Será cosa de Ferreiro y el dotor Carbonero, no?
-
---De ninguno de los dos. Es cosa de Bermúdez.
-
---¡Pero si Bermúdez ni siquiera es municipal!
-
---Pues ahí verá usted. Como ha salido electo, le ha calentado la cabeza
-al intendente, y éste, para tenerlo contento me ha sacrificado, cuando
-ya me había prometido arreglar el hospital.
-
---¡Bermúdez! tan bruto y tan...
-
---Así van los tantos... más vale un enemigo vivo que un amigo bruto...
-Pero todo esto tiene que saberse...
-
---¡Claro que sí! ¿Quiere que se lo diga á Viera? Él ya tiene la
-noticia, pero de un modo muy distinto. ¿Quiere?
-
---Llámelo, es mejor.
-
---¡Viera! ¡eh, _Pampa_! una palabrita.
-
-Viera se acercó, sentóse á la mesa, oyó lo que el doctor quiso
-contarle, creyó de ello lo más verosímil, y siguió luego largo rato en
-amistosa charla. Á la hora de comer cada cual tomó para su lado, y la
-vasta sala de la confitería quedó solitaria y tenebrosa, pues Cármine
-bajó las luces para ahorrar petróleo.
-
-Fillipini, muy tranquilo, se quedó en su casa aquella noche, aguardando
-el desarrollo de los sucesos que con tanto cuidado acababa de preparar.
-Cuando despertó, al día siguiente, lo primero que hizo fué pedir los
-diarios que el sirviente le llevó á la cama.
-
-Comenzó por la gaceta oficial, _El Justiciero_.--De su exoneración
-ni una palabra, del hospital menos. Pero ¡oh detalle significativo!
-en la noticia de un banquete festejando la elección de Bermúdez, y
-en la lista de los invitados, su nombre figuraba entre los de Luna y
-Ferreiro, ¡nada menos!
-
---É fatto!--murmuró con una sonrisa, arrojando despreciativamente el
-periódico para tomar _La Pampa_.
-
-Una columna dedicaba ésta al asunto del hospital, condenando á...
-Bermúdez, por la destitución de Fillipini!; de Fillipini que--según el
-artículo,--era lo mejor ó lo menos malo del oficialismo, un hombre así,
-un hombre asao, cuyas intenciones eran tan sanas como sus propósitos
-de reforma y administración. Bermúdez comenzaba desbarrando su carrera
-política, como lo había previsto _La Pampa_, y si lo dejaban iba á ser
-como un caballo metido en un almacén de loza... «El grrran consejero
-de la situación, el señor Protocolos, podría meter en vereda á este
-gaznápiro»,--terminaba diciendo el artículo.--La alusión á Ferreiro
-era visible, pero no como para disgustarlo; ni el mismo Fillipini la
-hubiera hecho con más tino...
-
-En toda esta andanza el único que rabió fué Bermúdez, quien se atrevió
-á encararse con Fillipini, para darle un sofión. El italiano se le rió
-en la cara:
-
---¡Ma! ¡Usté tiene el estómago resfriao! Réchipe: sinapismos. Vaya
-«amico Bermúdese» y vuelva por otra.
-
-Ferreiro no aludió nunca á la escaramuza aquélla, pero desde entonces
-tuvo siempre muy en cuenta á Fillipini, que, como es lógico, siguió de
-segundo médico perpetuo en el Hospital Municipal de Pago Chico.
-
- * * * * *
-
-
-
-
- EL DESQUITE DE DON IGNACIO
-
-
-La historia del gobierno de don Ignacio, llegado por maquiavélica
-combinación política á Intendente Municipal de Pago Chico, sería
-tan larga y tan confusa como la de cualquier semana del nebuloso y
-anárquico año 20. ¡Como que duró más de una semana éste! ¡duró mes y
-medio!
-
-Mes y medio lo tuvieron de pantalla los oficialistas, desprestigiando
-en su persona á la oposición. Todo era agasajo y tentaciones para él:
-á cada instante se le ofrecía un negocito, una coima ó se le hacía
-«mojar» en algún abuso más ó menos disimulado. En los primeros días
-don Innacio reventaba de satisfacción: parecíale que el mero hecho
-de mandar él había cambiado radicalmente la faz de las cosas, que el
-pueblo tenía cuanto deseaba y soñaba, que los pagochiquenses vivían en
-el mejor de los mundos...
-
-Indecible es la explosión de su rabia, primero cuando Silvestre le
-dijo las verdades en su propia cara, y después cuando Viera le aplicó
-en _La Pampa_, varios cáusticos de ésos que levantan ampolla. Don
-Ignacio quería morder, y trataba de echarse en brazos de sus noveles
-amigos los situacionistas, que acogían sus quejas con encogimientos
-de hombros y risas socarronas, contentísimos de verlo enredado en las
-cuartas.
-
-Lo del desquite se había hecho público y notorio, gracias á la buena
-voluntad del farmacéutico.
-
---¿Cuándo podrá ser honrado don Ignacio?--se preguntaba generalmente,
-como chiste de moda.
-
---¡Cuando la rana críe pelos!--replicaba alguno.--¡Ya le ha tomado el
-gustito!
-
-Los principistas, entre tanto, trataban de demostrar que el extravío
-de un hombre no podía en modo alguno empañar la limpidez y el brillo
-de todo un programa de honestidad y de pureza. Y Ferreiro y los suyos,
-aprovechando la bolada, hacían lo imposible para aumentar el escándalo
-y el desprestigio alrededor de aquel puritano pringado hasta las cejas
-apenas se había metido en harina.
-
---Así son todos,--predicaban.--¡Quién los oye! ¡Los mosquitas muertas,
-en cuantito pueden se alzan con el santo y la limosna!
-
-Ferreiro, al aconsejar á los delegados oficialistas de la capital,
-primero que hicieran municipal á don Ignacio y después que le dieran
-la intendencia, había echado bien sus cuentas y deseaba dar un golpe
-maestro que las circunstancias le presentaban maravillosamente,
-porque, como él solía decir á sus íntimos:
-
---¡Más vale pelear de arriba que de abajo! Cuando uno tiene la sartén
-por el mango no hay quién se le resista.
-
-Pues bien, Ferreiro, conociendo el flaco del «desquite» que aquejaba á
-don Ignacio, trató de hacerle pisar el palito, pero de tal modo que,
-al caer, no arrastrara consigo á uno siquiera de los instrumentos que
-le habían servido siempre en el gobierno local y sus adyacencias. El
-problema, aparentemente difícil, era de una sencillez bíblica. Ferreiro
-lo resolvió con un golpe de vista y una decisión napoleónicas.
-
-La oportuna renuncia del comisario de tablada,--provocada por
-Ferreiro bajo promesa solemne de reposición é indemnización
-satisfactoria,--permitió á don Ignacio reemplazarlo con un hombre de
-su confianza, hechura suya, «capaz de echarse al fuego por él», y más,
-cuando el fuego estaba agradablemente substituido por el bolsillo del
-contribuyente.
-
-Nadie se opuso al nombramiento, ni nadie lo criticó, salvo los
-copartidarios del intendente, á quienes todo aquello olía á
-chamusquina. Bernárdez, pillete carrerista y gallero, que nunca había
-sido trigo limpio, comenzó en paz á ejercer sus funciones de comisario
-de tablada, coimeando y robando á gusto, y con prisa, como parte de
-«esa oposición que tiene el estómago vacío desde hace veinte años, y
-quiere saciar en una semana el hambre de un cuarto de siglo»,--como
-decía _El Justiciero_.
-
-No costó mucho á Ferreiro amontonar pruebas escritas y testimoniales
-de aquellas exacciones y de la participación que en ellas tenía don
-Ignacio, provocando con ellas un bochinche de doscientos mil demonios.
-Interpelación al intendente en el seno del concejo. Réplica anodina
-del interpelado. Iniciación por el concejo, ante la Suprema Corte de
-La Plata, de un juicio político contra el intendente don Ignacio Peña,
-acusado de abuso de autoridad, malversación de fondos, extorsión, la
-mar...
-
-Á todo esto, don Ignacio no había rescatado ni la mitad de los pesitos
-invertidos en la campaña opositora, y á cualquier lado que mirara no
-veía sino enemigos, pues todo el mundo se le había dado vuelta. Abocado
-al naufragio, suspendido por la Corte, con la comisaría de la tablada
-intervenida por el tesorero municipal, aquél de la larga fama, dirigió
-los ojos angustiados hacia los cívicos, esperando hallar entre sus
-brazos un refugio, por lo menos la piedad y el perdón que alcanzó el
-hijo pródigo.
-
-Nadie le hizo caso. Era la oveja sarnosa que podía contaminar y
-desprestigiar la majada entera. En _La Pampa_, Viera le dijo sin piedad:
-
---El escribano Ferreiro le aconsejará lo mejor que pueda hacer.
-Nosotros lo hemos declarado fuera del partido.
-
-El diario publicó, en efecto, esta resolución al día siguiente.
-
-Silvestre, menos cruel, lo fué mucho más en realidad, desahuciándolo en
-esta forma:
-
---¡Tome campo ajuera, don Inacio! ¡Agarre de una vez p'a'l lau del
-miedo! ¡Métase en un zapato y tápese con otro!...
-
-Don Ignacio trató de defenderse, «quiso corcovear», empezó una larga
-disertación, puntualizando sus principios, desarrollando sus planes de
-reforma, enarbolando su bandera cívica... Silvestre que lo miraba con
-la cabeza inclinada ora á la derecha ora á la izquierda, de tal modo
-que el intendente podía apenas contener su ira furiosa, le interrumpió
-de pronto, exclamando con su tono más burlón y agresivo:
-
---¡Ande vas conmigo á cuestas!...
-
-Estuvo á punto de recibir un tremendo puñetazo que sólo evitó gracias á
-su agilidad. Pero era cierto. Don Ignacio no podía ya engañar á nadie
-ni engañarse á sí propio, siquiera. Aguardabalo el ostracismo que
-la patria ingrata reserva á sus grandes hombres... Al día siguiente
-renunció.
-
-_La Pampa_ de Viera dijo que aquello era un colmo de cobardía, la
-negación de todo valor cívico, la confesión de una falta absoluta de
-conciencia del valor, de las propias acciones, una mancha indeleble
-que caía sobre la reputación y el carácter de don Ignacio, como
-hubiera caído sobre el partido entero, si éste no hubiera repudiado y
-excomulgado á tiempo á la pobre oveja descarriada, que sólo merecía
-desprecio en la acción pública, lástima y olvido en la vida privada,
-que nunca debió abandonar.
-
-El artículo de _El Justiciero_, inspirado por Ferreiro, era mucho menos
-contundente, y no apaleaba en el suelo al infeliz don Ignacio.
-
-«Se ahorra muchos disgustos--decía,--y permite á Pago Chico volver á la
-marcha normal de sus instituciones, dirigida por hombres que, cuando
-menos, tienen la experiencia del gobierno, el conocimiento de las
-necesidades públicas y el tacto que se requiere para no provocar á cada
-momento graves incidentes y dolorosas complicaciones.»
-
-Como en aquel tiempo la Suprema Corte, instrumento político de primer
-orden para el gobierno, recibía cada mes cuatro ó cinco expedientes
-de conflictos municipales, y los apilaba sin piedad para años enteros
-si el ejecutivo interesado en la resolución de alguno de ellos no
-le mandaba otra cosa, el «juicio político» de don Ignacio no había
-prosperado aún, y mediando la renuncia de la intendencia, de acuerdo
-los municipales y él, pudieron retirarse los escritos y echar sobre el
-asunto una montaña de tierra.
-
-Don Ignacio, después de esta tragedia, casi no salía de su casa. Cuando
-se le hallaba por la calle parecía un pollo mojado. El apabullamiento
-había sido completo. Sin embargo Silvestre no le perdonaba, y una tarde
-que lo encontró, tuvo todavía alma de decirle:
-
---Lo de la honradez ya lo sabemos, don Inacio. Pero, tengo curiosida...
-¿alcanzó á desquitarse del todo?
-
-El otro estuvo á punto de morderlo, y lo hubiera hecho á no ponerse
-Silvestre á buen recaudo, gritándole:
-
---¡Lástima que no le dejaran empezar la honradez!... ¡No queda peso con
-vida!...
-
-
-
-
- LAS MEMORIAS DE SILVESTRE
-
-
-Nuestro amigo el boticario Silvestre Espíndola hubiera llegado á ser
-un grande hombre en cualquier otro medio, con sólo algunas variantes
-en el carácter y en la especialidad de su talento. Desgraciadamente
-se malgastaba en fuegos artificiales. Carecía de espíritu científico;
-no hacía síntesis sino en la farmacia, manipulando substancias
-químicas y sin saberlo siquiera. En la política y en la sociedad
-limitábase forzosamente al análisis. Y el análisis, cuando falta la
-generalización, no conduce á las grandes acciones, ni aun á la acción,
-lo que quiere decir que no modela grandes hombres.
-
-Pero, en otro ambiente, soliviantado por otros elementos, combatido ó
-favorecido por otras circunstancias, hubiera llegado lejos, pues en los
-centros importantes, donde rebosa la vida, no faltan para una entidad
-cualquiera las entidades complementarias, que la convierten de la noche
-á la mañana en personalidad, ó cuando menos en individualidad. De otra
-manera en cada país no habría sino un número irrisorio por lo exiguo,
-de personajes dirigentes.
-
-Lo serían, sólo, aquéllos que de veras tienen temple para serlo.
-
-Sin embargo, Silvestre no era grande hombre ni en Pago Chico, donde
-aparecían como tales, Ferreiro, Luna, Machado, Fillipini, Bermúdez,
-Viera, don Ignacio, Carbonero, Barraba, Gómez y cien más, sin contar al
-diputado Cisneros, pitonisa del partido oficial, y al senador Magariño,
-deidad invisible é intangible, que sólo muy de tarde en tarde soltaba
-desde su nebuloso Sinaí algún nuevo mandamiento de su decálogo con
-extrambotes ó añadiduras.
-
-Silvestre no era grande hombre... Entendamonos. No lo era para Pago
-Chico, probablemente porque «nemo propheta in patria», pero lo era, lo
-es y lo será siempre para nosotros. Si no nos bastaran sus altos hechos
-conocidos y desconocidos para juzgarlo así, nos bastaría y sobraría
-el conocimiento que, posteriormente y gracias á la indiscreción de un
-amigo común, hemos tenido de su obra magna: sus memorias políticas.
-
-Hablemos claro.
-
-No hay tales memorias. Silvestre era incapaz de consignar día por
-día en un cuaderno, con los ojos puestos en la posteridad y para uso
-y experiencia de las generaciones por venir, los acontecimientos á
-que asistía ó en que actuaba, el retrato físico y psicológico de sus
-contemporaneos, la filosofía que se desprende de los sucesos, las
-pasiones, las cosas y los seres. Á ser capaz, sería grande hombre para
-alguien más que nosotros.
-
-Pero lo era, ¡y tanto! de no contentarse con el relato verbal y
-circunstanciado que de cada novedad hacía en su farmacia, llenando las
-lagunas con lo que le inspiraban su lógica ó su imaginación, aguda
-y atrevida la una, viva y acalorada la otra. Así es que acogió con
-júbilo el pedido de informes que le hiciera un amigo suyo, periodista
-bonaerense, deseoso de estudiar por lo menudo la psicología de la
-política y la administración en la campaña provinciana.
-
-En un principio las cartas menudearon, erizadas de datos y
-observaciones; luego, de pronto, sobrevenido el cansancio, Silvestre
-amainó, hasta enmudeció; pero, gracias á la insistencia con que lo
-espoleaba su amigo el periodista, nuestro hombre reanudó á ratos la
-chismografía postal con visos sociológicos, interesante para él, es
-cierto, pero,--como le costaba trabajo y dedicación,--menos grata que
-la verbal de todos los días, frondosa, repetida, recalentada muchas
-veces, que le ofrecía, además, la enorme ventaja de no dejar huella
-posiblemente perjudicial en lo futuro.
-
-El periodista en cuestión ha tenido la deferencia de facilitarnos el
-legajo de las cartas silvestrinas, al saber que nos ocupábamos de legar
-á la posteridad el relato de algunos episodios pagochiquenses, para
-que sacáramos de ellas cuanto quisiéramos, bajo la única condición
-de cerrar esos extractos con el áureo coronamiento de una síntesis
-por él escrita, basándose en tales estudios, y que podría titularse
-«Psicología de las autoridades de campaña».
-
-Cumpliendo el pacto no sin restricciones por cierto, pues el hombre no
-debe nunca cumplir estrictamente su palabra en ciertas cosas, so pena
-de pasar por tonto, vamos á integrar este capítulo con párrafos de
-las que llamamos «memorias silvestrinas», tomados aquí y allí en sus
-sabrosas epístolas, y con párrafos, también, de la obra periodística
-aludida, que, á publicarse entera, abrumaría de tedio á los lectores de
-mejor voluntad, no porque carezca de mérito--muy al contrario,--sino
-porque la gente no está hoy para teologías.
-
-Éste sería el gran momento de entrar en materia y acabar de una vez
-con tan engorroso epítome; pero nos ocurre una observación: Hemos
-incurrido en una deficiencia que más tarde podría echársenos en cara, y
-que podemos salvar aquí sin mucho sacrificio. ¡El retrato de Silvestre
-no adorna todavía las páginas de Pago Chico, ni nos hemos detenido á
-echar una ojeada á su laboratorio!... Cierto es que, considerando todo
-retrato literario prosa destinada á que la salte sin piedad el lector,
-nos atuvimos hasta aquí á los hechos escuetos, sin describir cosas ni
-personas; pero es cierto también que aún á riesgo de tan dolorosa é
-inevitable indiferencia, debemos hacer ese honor al ilustre boticario,
-ubícuo en estas páginas como Dios en el universo.
-
-Era Silvestre de mediana estatura, delgado, nervioso, menudo, de
-extremidades pequeñas y finas. Tenía mucho aire á Laucha, pero con más
-trazas de gente, según los apreciadores y apreciadoras de Pago Chico.
-Llevaba el cabello negro erizado sobre la frente angosta, cruzada
-ya por una arruga de preocupación que las malas lenguas atribuían á
-muchos ratos angustiosos pasados en el Mirador, la timba del Rengo.
-Las cejas delgadas y renegridas, sombreaban apenas los ojos pequeños,
-negros también y muy brillantes, separados como por una tapia de
-albarda por una nariz enorme, encorvada y fuera de proporción con la
-cara angosta y chica. Si Laucha se parecía á un ratoncillo, Silvestre
-semejaba un galgo, pero un galgo de expresión inteligente. Hablaba con
-voz un tanto aguda y chillona, é inflexiones no exentas de gracia. Era
-verboso, persuasivo, y tanto para decir la verdad como para mentir
-(¡ay! solía mentir algunas veces) se expresaba con el calor contagioso
-de la convicción. Por lo general vestía modestamente de saco, pero los
-domingos y fiestas de guardar se empaquetaba en un jaquet color pizarra
-de largos y tremolantes faldones, y para las grandes solemnidades
-tenía una levita negra, pariente cercana del jaquet, que él llamaba
-indistintamente «mi leva» ó «mi funeraria», aludiendo con esto último
-al hecho de sacarla más frecuentemente para entierros y funerales que
-para otra clase de diversiones.
-
-Como era de uso corriente en aquella época, apenas lo veían enlevitado
-y de sombrero de copa, los pilluelos de la vecindad, y aun los que no
-lo eran, iban gritándole en coro, por detrás:
-
---Don Silvestre ¿p'ande va la galera?
-
-Ó le cantaban con el estribillo de un vals á la moda:
-
- Tin tin, el de la galera,
- tin tin, el de la galera:
- tin tin, el de la galera,
- la galerita y el galerín.
-
---¡L'evita la caminata!--exclamaban luego, aludiendo á la lujosa
-prenda con un retruécano fácil y poco espiritual, por cierto, pero
-popularísimo en aquellos años de ingenuidad, alegría y «mira que te
-corre el chancho.»
-
-Para el jaquet era otra cosa: una coplilla también cantada en coro y
-cuya letra se basaba en dos «calembourgs» orilleros:
-
- --¡Ya que has venido
- p'a qué te vas!
- ¡Pagá la copa,
- después t'irás!
-
-«Yaquí, paquete»--no deja de ser ingenioso ¿verdad? y sobre todo en
-Pago Chico...
-
-Silvestre no volvía la cabeza, ni contestaba á la irrespetuosa y
-bullanguera pandilla que, cansada al fin, lo dejaba en paz é iba á
-repetir la broma con don Domingo Luna, ó con Machado, ó con Bermúdez,
-aferrarse á él entonces, hasta encontrar alguno que se enfadara y darse
-el gusto de hacerlo rabiar hasta el rojo blanco.
-
-Agregaremos esto en secreto y bajo palabra de honor de que no será
-divulgado por quienes lo oigan: Silvestre no era farmacéutico ni
-nada. Odiaba los títulos académicos, y maldecía las facultades que
-dan patente á la inepcia y la ignorancia. No quiere decir esto que
-supiera más que cualquier infeliz sometido á los estudios regulares,
-la frecuentación de las aulas, los exámenes, etc. Casi estaríamos por
-decir que sabía mucho menos, ó que no sabía nada. Pero su espíritu
-de independencia nos gusta en lo que tiene de probatorio á favor de
-nuestro aserto de que podría haber sido un grande hombre: con ese
-desparpajo y en terreno propicio, se hace camino para llegar donde se
-quiera, siempre que se sepa dónde se quiere llegar. Y aunque Silvestre
-fuese tan abiertamente enemigo de la facultad, fuerza es confesar que
-nunca se atrevió á hacerle guerra declarada: así, evitando una posible
-clausura de la botica por su falta de título, pagaba á un farmacéutico
-residente en Buenos Aires, para que se la regentase in nomine, sin
-asomar nunca las narices en Pago Chico.
-
-También, si el regente hubiese llegado á conocer el establecimiento á
-que prestaba su nombre, y por el que se responsabilizaba, pues en caso
-de inspección debía aparecer Silvestre como su dependiente y él en
-viaje ocasional, es posible que hubiera retirado su garantía ó por lo
-menos pedido un fuerte aumento de gajes. Todo es cuestión de precio.
-
-La farmacia, efectivamente, fuera del escaparate con sus grandes
-redomas de agua colorada de verde y de rojo con anilina, y del
-pequeño despacho para el público, con sus estantes llenos de cajas de
-específicos, sus dos sillones de roble con esterilla y su mostrador
-con la balancita de precisión guardada entre cristales,--más tenía
-de pocilga y almacén de trastos viejos que de otra cosa. Detrás del
-mostrador, hacia el fondo, corría el laboratorio, generalmente cubierto
-de una espesa capa de polvo, con las probetas sucias, los tubos de
-ensayo medio llenos, las cápsulas con poso, los pildoreros hechos una
-pringue, los almireces con residuos de lo molido en ellos la última
-vez. Cuando había que usar alguno de ellos, un golpe de trapo bastaba á
-la urgente limpieza... En un patiecito se amontonaban las botellas, los
-frascos, los potes de todo calibre, y Rufo, el único peón, se ocupaba
-en lavarlos con municiones, cuando se lo permitían sus otras múltiples
-faenas de escudero de Silvestre, ó cuando no urgía la manipulación de
-ungüento de hidrargírio.
-
-Dos pasos atrás del mostrador, es decir, antes de penetrar en el antro
-del laboratorio, abríase sobre la derecha una puerta que daba á la
-habitación convertida en sala-comedor-dormitorio, donde Silvestre
-recibía sus visitas y organizaba el «mentidero» de la rebotica, club
-peculiar que no falta en pueblo alguno americano ó europeo, á juzgar
-por todas las crónicas antiguas y modernas, novelas, comedias, pasillos
-y entremeses. Allí estaba la cama que desaparecía tras de un biombo
-en cuanto se levantaba Silvestre, para transformar la alcoba en
-comedor, cómo éste se trocaba en salón de tertulia una vez quitados
-los manteles. Una caja de dominó, un juego de ajedrez y una guitarra,
-parecían atestiguar que no todo era chismografía en aquella habitación
-cuyo aspecto, aunque muy modesto, nada tenía de desagradable. Pero ¡ay
-si un curioso atisbaba detrás del biombo tapa-miserias! el rincón de la
-cama ofrecía el más completo y desaseado desorden, con sus palanganas y
-vasos de noche sin enjuagar, medias usadas, ropa blanca por el suelo,
-botines cubiertos de barro ó de moho, corbatas, ropas exteriores
-tiradas,--un cafarnaum de criollo soltero en tiempos en que todavía no
-reinaban las higiénicas costumbres que van imperando poco á poco...
-hasta en el Pago.
-
-Podríamos seguir describiendo aquello. Más aún: podríamos describir uno
-por uno los personajes de este libro, es decir, todos los habitantes de
-Pago Chico, sus respectivas viviendas y almacenes, sus costumbres y sus
-trajes. Aquí, bajo la mano, tenemos toda la necesaria documentación,
-y lo podría suplir fácilmente la fantasía, cuando no que faltara el
-recuerdo de investigaciones y estudios hechos con paciencia y tesón en
-el teatro de los sucesos. Pero «non est hic locus,» dirá el lector,
-agregando que por el hilo se saca el ovillo, y que conoce del sótano al
-desván las casas pagochiquenses así como de pies á cabeza las personas,
-pues nos ha prestado la colaboración inapreciable é insustituible de su
-atención sostenida y amistosa.
-
-Siendo así, no nos resta sino pasar por alto miles de notas que harían
-de este volumen un infolio, sólo con adoptar el sistema imperante
-aún de no dejar nada al ingenio ajeno, imitando al actor aquél que
-declamaba los versos y las acotaciones, sin perdonar una. Vamos,
-pues, sin más tardanza, á los extractos anunciados del epistolario
-silvestrino. Son los siguientes, y como se comprenderá á primera vista
-se refieren á muy diversas fechas, pues su correspondencia abarcó un
-período de años:
-
- * * * * *
-
-«Te darás cuenta de lo que es este pueblo al saber que no tiene más
-que una plaza, cuando debería tener cuatro, como consta en el plano
-primitivo, escondido por mí arriba de uno de los armarios de la
-Municipalidad, en tiempos de la intendencia de don Ignacio.
-
-Las otras tres se vendieron en un remate de ñanga-pichanga, con el
-pretexto de que eran innecesarias y había urgencia de arbitrar recursos
-para la Municipalidad. ¡Mentira! Era para atrapárselas.
-
-Se las adjudicaron sin vergüenza Ferreiro, Luna y Machado, á cinco mil
-pesos cada una y sin aflojar mosca, porque las pagaron con cuentas
-atrasadas, compradas por un pedazo de pan á varios infelices cansados
-de tramitar el cobro al cuete.
-
-Los quince mil pesos quedaron reducidos para ellos á unos cuatro mil, y
-se embolsicaron una fortuna á vista y paciencia de todo el mundo.
-
-¡Decíme si esto no es el callejón de Ibáñez!
-
-Pues, para remachar el clavo, los mismos personajes y otros cortados
-por la misma tijera, han hecho gastar á la Municipalidad más de cien
-mil nacionales en la plaza que queda, «para ponerle tierra buena.»
-Comenzaron un pozo, le habrán echado tres ó cuatro carradas cuando
-mucho, y andan tan campantes.
-
-¡Figurate que los únicos árboles que tiene la plaza con los tres
-aguaribays que plantaron los milicos en tiempo del Fuerte! El agujero
-está sin tapar desde hace una punta de meses, y más valiera que se
-hubiesen llevado los morlacos sin hacer la parada de trabajar.»
-
-Son unos peines que ni caspa dejan, y lo único que me llama la atención
-es que no se roben las casas con gente y todo.
-
- * * * * *
-
-«Las elecciones de ayer han pasado tan tranquilas, que ni mesas se
-instalaron en el atrio, ¡date cuenta!
-
-Los escrutadores no se acordaron de la votación hasta que Bustos,
-el secretario de la Municipalidad, les llevó las actas fraguadas en
-casa de Ferreiro, para que las firmaran y mandarlas después á la
-capital.--Dicen que uno le dijo:
-
---¡No se apure tanto amigo! ¡Si las eleciones son el domingo que
-viene!...
-
-Y lo mejor es que Bustos se quedó en la duda y corrió á consultarlo á
-Ferreiro que, á la noche, lo contaba en el club, riéndose á carcajadas.
-
-Total: sin que nadie se moviese de su casa, sin gastar un centavo, hubo
-mil doscientos votantes por la lista del gobierno, lo que da á Pago
-Chico una enorme importancia política.
-
-Así se hace patria.»
-
- * * * * *
-
-«El Rengo, dueño de la casa de juego que llaman El Mirador, me cuenta
-que en las últimas elecciones, el comisario Barraba le dió orden de ir
-á votar con los carneros, diciéndole:
-
---Si los cívicos ganan, se acabó la jugarreta y vos te fregás, porque
-se han comprometido á cerrar las casas de juego. Aura, si pierden, y
-vos y los muchachos han votau con ellos, encomendate á la virgen y los
-santos, porque los arriamos á todos una noche, sin asco, y los metemos
-en la cafúa.
-
-Yo le dije al Rengo que eso no le convenía á Barraba, porque perdería
-la coima, que le paga; pero él me contestó:
-
---¡Qué perder ni qué perder! ¡Como si faltaran otros que pondrían
-bailando no digo una sino muchas timbas! No, señor; ¡hay que votar como
-manda el comisario, y no andarse con vueltas, porque á lo mejor lo
-dejan á uno en camisa, y que vaya á quejarse al Papa!
-
-¡El que manda, manda, y cartuchera en el cañón, qué caray!
-
-Decíme, hermano, si esto es páis ó qué.»
-
- * * * * *
-
-«Ya que querés saber algo más del comisario, te contaré algunas cosas,
-pocas, porque no tengo tiempo: hay epidemia de tifoidea, y á cada rato
-viene gente á la botica.
-
-Ya sabés que Barraba le cobra coima al Rengo, dueño de la casa de juego
-del Mirador; pues también le cobra á Laucha, el de la pulpería de La
-Polvadera, al del reñidero de gallos, á otro que tiene un billar de
-choclón á media cuadra de la plaza, y como si esto no bastara, ¡es
-socio de la dueña de una casa pública, en la que ha hecho trabajar de
-albañiles y peones á vigilantes y presos!
-
-¡Es tan angurriento y tan raspa este animal, que no te podés imaginar
-todo lo que hace para juntar plata! Así, Pago Chico es, gracias á
-Barraba, el asilo de todos los cuatreros de la provincia que quieran
-trabajar con él en completa impunidad. Su compadre, Romualdo Cejas es
-el que capitanea la cuadrilla, esconde y negocia la hacienda robada.
-
-Es un chino santiagueño, bastante alto y grueso, de ojos atravesados,
-que cuando cae al pueblo viene de botas de charol, en un caballo
-macanudamente aperado, con su rico poncho de vicuña hasta la rodilla,
-tapándole el tirador en que trae facón y trabuco, lo mismo que Juan
-Moreira.
-
-Tiene el rancho á dos leguas del pueblo, en una isla que rodea un
-cañadón siempre lleno de agua y pantanoso. El rancho, ó más bien los
-ranchos, porque son varios, están en un albardón y atrás tienen un
-corral de palo á pique. Allí vive él y toda su familia, además de los
-cuatreros que lo ayudan.
-
-Después se pasa otro bañado hondo y de agua muy cenagosa, que no se
-seca nunca, y hay otro albardón, muchísimo más grande, donde meten la
-hacienda robada. Nadie sabe por dónde la meten, ni nadie puede llegar
-allí, porque el diablo de Cejas hace pisotear bien toda la orilla,
-para que no se acierte con el paso.
-
-De allí salen las haciendas y los cueros que se roban, allí se hacen
-perdiz los padrillos de raza, los toros finos,--miles de pesos que van
-á parar al matadero, como cualquier vaquillona ó cualquier novillo
-criollo. Allí se «planchan» las marcas que, como sabés, es la operación
-de quemar medio cuarto trasero al pobre animal, ó se «agrandan» las
-mismas marcas, desfigurándolas con otros fierros. En fin, las picardías
-conocidas.
-
-La mitad de lo que saca Cejas es para Barraba, que si no no lo dejaría
-trabajar. Naturalmente, el otro le birla gran parte de la ganancia,
-porque para eso es un bribón desorejau, y el que roba á otro ladrón
-tiene cien días de perdón. Pero donde no lo puede estafar, porque el
-comisario lo fiscaliza, es en una carnicería que han puesto en las
-afueras del pueblo para vender la carne robada. ¡Qué pensás de esto,
-ché!
-
-Pero, como ya te digo, no se harta, y aunque en la policía se come qué
-sé yo cuántos vigilantes, nunca hay un nacional ni para el rancho de
-los agentes y los presos, ni nadie le quiere fiar nada para cosas del
-servicio.
-
-Ayer mandó buscar una carrada de leña, dándole un vale al sargento
-que se anduvo todas las carbonerías una por una, sin que le quisieran
-vender sino con la platita en la mano. Cuando lo supo Barraba, por no
-soltar sus realitos, hizo que hicieran fuego en la comisaría con las
-patas de unos catres.
-
-¡Se come hasta la alfalfa de los pobres patrias! Esto no te lo
-explicarás, pero es así: la Intendencia le pasa una mensualidad para el
-forraje de los caballos, que sin embargo tienen que contentarse con el
-verdín del patio, hasta que se mueren de alegría.
-
-¡Y cómo es de bruto! Figurate que á don Juan Dozo, municipal, le
-robaron el otro día unos cuatrocientos pesos. Dozo, hizo su denuncia
-á Barraba, y los milicos y los oficiales se echaron á nadar, sin
-encontrar naturalmente ni la plata ni el ladrón.
-
-Pues ¿qué te parece que hace Dozo? Se va á consultar á una adivina
-que tenemos que llaman misia Dorotea, y ésta probablemente por alguna
-venganza, le hace sospechar de uno de sus peones, llamado Sayús.
-
-Dozo le cuenta la cosa á Barraba y éste, sin más ni más, hace prender
-al peón, y allí en un cuarto que hay en el fondo de la comisaría,
-comienza á ahorcarlo y descolgarlo, para que confiese... ¿Creés que es
-mentira? Pues la denuncia ha ido al ministro de gobierno, que no ha
-hecho nada, porque Barraba es hombre de la situación «un perro fiel»,
-como él mismo dice.
-
-Hacé públicas estas cosas. ¡Es preciso! ¡Hacelas públicas, para que no
-vuelvan á suceder!
-
-Por las que te cuento al correr de la pluma puedes imaginar las que
-sucederán, pues estas fechorías son como la tifoidea que tenemos
-actualmente: nunca son casos aislados en pueblos de este corte. Las que
-yo sé son tremendas, pero ¡cómo serán las que no sé!
-
-Dejame que te lo repita: Publicá esto para que no se haga más. Yo no
-encuentro otro remedio...»
-
- * * * * *
-
-«Con motivo de la toma de posesión de los nuevos municipales, y por si
-á la oposición se le antojase meter bochinche en la barra, Ferreiro
-ha hecho venir del Sauce,--como si no bastara la policía--un gaucho
-matón y compadre llamado Camacho, á quien le dicen «Moraira», y que
-recorre las calles armado con un tremendo facón y un descomunal
-trabuco naranjero, que al propósito anda dejando ver debajo del
-poncho deshilachado. Este Moraira debe muchas á la justicia, porque
-es madrugador, asesino y de alma atravesada. Es un flojo y un cobarde
-cuando no está bebido; pero borracho es una fiera, de modo que ahora lo
-hacen chupar como un saguaipé para que, por lo menos, meta un julepe á
-alguno.
-
-Ha muerto á traición á tres ó cuatro, en estos últimos años, pero como
-nunca se ha atrevido con ningún oficialista, y siempre lo protegen
-los que lo utilizan como instrumento, el castigo mayor que se le ha
-dado hasta hoy, es el de hacerlo escaparse del partido en que «se
-desgració», recomendándolo como «hombre de acción» á las autoridades de
-cualquier otro.
-
-Ferreiro lo ha traído por la fama terrible que tiene, pero
-probablemente sin intención de utilizarlo de veras, porque es hombre de
-intriga pero no de sangre. Sin duda nos ha querido correr con la vaina,
-y te debo confesar que lo ha conseguido, porque este pueblo es muy
-mulita y no quiere estar á las duras sino á las maduras.
-
-Seguro que ya Ferreiro se ha arrepentido de haber llegado tan lejos,
-porque el tal Camacho ó Moraira es una verdadera calamidad, y todo el
-mundo lo acusa á él de haberlo traído, hasta los mismos carneros que no
-se fían de semejante salvaje y andan con el Jesús en la boca en cuanto
-lo tienen cerca, no sea cosa que caigan en la volteada, sin querer.
-
-Anoche anduvo borracho á caerse, baladroneando y amenazando con matar
-y degollar; salió á la calle con el trabuco cargado hasta la boca y
-el gatillo alzado, preguntando á gritos dónde estaban esos «chivitos»
-de m., hijos de una tal por cual, y diciendo que salieran si eran
-c... para enseñarles quién es Moraira y quiénes son los del partido
-provincial. De seguro que mata á alguien, quizás á alguna mujer ó
-criatura, si el mismo Ferreiro no sale á buscarlo para llevárselo á
-dormir la mona.
-
-Camacho no se quería ir aunque Ferreiro se lo mandara, diciéndole
-que todo estaba tranquilo, que habían triunfado, y que al día
-siguiente--por hoy--habría asado con cuero y era preciso madrugar.
-
---Mire, patroncito--le dijo por fin Camacho, tartamudeando con la
-tranca,--lu haré' porq' usté l'ordena. Pero sepasé que les h'e dar en
-medio'e las guampas, p'a que otra vez no se metan á sonsos!... ¡Ah,
-hijos di una, no estar aquí! ¡Mire lo que les haría, patrón!...
-
-Y descargó al aire su trabuco que hizo el estruendo de un cañonazo. La
-gente se asomó con miedo á las puertas y ventanas, llegaron algunos
-vigilantes, muy asustados y sin animarse á llegar hasta Camacho que
-se había caído con la borrachera, y hasta creo que se había quedado
-dormido inmediatamente. Ferreiro hizo que lo levantaran y lo llevaran
-á la posada, cuando debió hacer que lo metieran al calabozo. Quizá
-tuviera ganas pero no se atrevió, porque, como dicen, el miedo no es
-sonso ni junta rabia.
-
-En fin, si este malevo sigue por acá, estoy seguro de que va armar
-alguna de Dios es Cristo. Esta mañana temprano ya andaba otra vez
-perdonando vidas por el pueblo, y metiéndose á chupar en todas las
-trastiendas.
-
-Un oficialista me ha dicho que Ferreiro va á hacer que se mame como una
-cabra para que no pueda ir á la sesión municipal. Mirá si va y con la
-tranca descarga el trabuco sobre los padres de la patria chica!»
-
- * * * * *
-
-«Sí, nos dicen «chivitos», para vengarse de que les digamos «carneros»,
-como son. Lo de chivitos viene del doctor Fillipini, que como italiano,
-no puede pronunciar «cívico», sino «chívico». De ahí tomaron pie para
-la gracia los más diablos del Club del Progreso, y después todos los
-provinciales ú oficialistas.
-
-Ahora verás: Viera acaba de devolverles la pelota porque _El
-Justiciero_ tituló «Pax multa» su artículo sobre las elecciones,
-que como te imaginarás han sido lo más pacíficas, porque ni los
-escrutadores fueron al atrio... Pues Viera dijo en _La Pampa_ que
-ese latinajo de «Pax multa», quería decir «Palo y multas», que es lo
-único que dan nuestros municipales. Como lo escribía muy en serio, á
-Fernández, el director de _El Justiciero_, se le atravesó la cosa,
-y anduvo averiguando lo que significaban las palabritas que él
-interpretaba como «mucha paz». Nadie se lo supo decir á derechas,
-así es que se fué á preguntárselo al cura Papagna, que es como
-preguntármelo á mí.
-
---La pache de la multiúdine,--dicen que le contestó el cura al tun tun,
-pero dejándolo completamente tranquilo.
-
-Viera y yo nos hemos reído á carcajadas de la cosa, aunque Viera sea
-siempre más serio que bragueta de provisor. Y, á propósito de Viera, el
-otro día lo embromé lindo, conversando sobre un suelto de _La Pampa_ en
-que se quejaba de que desde hace seis años no se publican los balances
-municipales.
-
---No los publican por honradez,--le dije.
-
---¡Cómo por honradez!--gritó furioso.
-
---¡Claro!--le retruqué.--¡Les sería tan fácil falsificarlos, que si no
-lo hacen es por honradez!
-
-¿No te parece que tuve razón? Él, por lo menos, se quedó con la boca
-abierta y después se rió. ¡Bah! Hasta los más desvergonzados tienen su
-pucho de vergüenza, y eso les pasa á los municipales. ¿No te parece?»
-
- * * * * *
-
-«No todo han de ser políticas. Para que te divirtás un rato, te copio
-en seguida un documento que me ha facilitado su autor, seguro de haber
-hecho una obra maestra,--como que la manda á _La Nación_ de Buenos
-Aires, nada menos, contando con que se la publicará en sitio preferente
-(¡agarrá ese trompo en l'uña!). Es la crónica completa de una fiesta
-que resultó un verdadero velorio. Pero ya te darás cuenta por lo que
-dice el artículo, que es el siguiente con título y todo:
-
- «CORRESPONDENCIA DE PAGO CHICO
-
-«Señor Administrador de _La Nación_:--Se celebraron aquí el día de
-Corpus-Cristi con gran brillo y concurrencia las legendarias fiestas
-del Santo Patrono de este pueblo, San Antonio; y aniversario de su
-fundación.
-
-«Han sido tres fiestas en una; la fundación, del día 11, lo mismo que
-nuestra gran Metrópoli, el Santo el 13 y Corpus-Cristi el 14.
-
-«Ha sido todo un acontecimiento.
-
-«Desde la víspera, voluminosas bombas atronaban el éter, demostrando
-con la variedad de colores, florones y antorchas, rarísimas
-visualidades.
-
-«Nuestro Pirotécnico, D. Ludovico Pituelli, demostró como siempre
-gran ciencia y mucha perfección en el ramo, lo que le valieron sendos
-aplausos.
-
-«La función religiosa ó sea la misa, estuvo solemne, lo mismo que la
-procesión de tarde, por la inmensa plaza-alameda que cubría con sus
-frondosos árboles todo el ritual, y ofreciendo el panorama más hermoso
-que en esta clase de funciones he visto, mereciendo los mayores elogios
-las hermanas de la Inmaculada Concepción.
-
-«El Reverendo padre Papagna como buen orador sagrado, tomó á su cargo
-el panegírico y el sermón resultó notable. Amenizaba el acto la
-armoniosa banda de música dirigida por el maestro Castellone y que lo
-más que impresiona al público es: que está tocada por siete legítimos
-hermanos; quizás será la única en el mundo; dicha banda amenizó la
-fiesta con perfección; se debe su presencia á la buena voluntad del
-diputado Sr. Cisneros, quien la pagó de su bolsillo. La policía muy
-correcta, lo mismo que el comisario Barraba y el pueblo entusiasmado
-con los recreos populares, que terminaron con el manto nocturno y el
-tronar de las bombas.
-
-«Por la noche grandes bailes en la casa de los Srs. Gancedo Tortorano
-y Bermúdez, en donde bellas niñas lucieron las gracias de Tersícore,
-concluyendo armoniosamente con el crepúsculo matutino.
-
-Saluda al Sr. administrador _Cirilo Gómez_.»
-
- * * * * *
-
-«¡Á este Dr. Carbonero no hay con qué darle! El otro día, en la cancha,
-el matón Camacho, traído por Ferreiro, y de que hasta ahora no nos
-hemos podido librar, le dió tal garrotazo á Lobera que por poco lo
-desnuca. Ahí no más quedó tieso más de media hora, tendido en el suelo
-de la cancha.
-
-Lobera está malamente herido, y quién sabe si no espicha, pero para que
-Barraba y el juez Machado puedan poner en libertad al otro, el doctor
-Carbonero ha extendido un certificado diciendo que no tiene nada.
-
-Y lo más lindo es que mientras Moraira, ó sea Camacho, anda suelto
-y compadreando como de costumbre, á Lobera me lo tienen preso en un
-cuarto del hospital, en cama y con centinela de vista, sólo porque
-tuvo la infelicidad de pelar el revólver cuando el otro lo volteó del
-garrotazo.
-
-Se le está haciendo sumario por desorden, uso de armas y no sé qué
-otros crímenes. Y el pueblo entre tanto, calladito como en misa. El
-único que protesta es el pobre Viera. Pero ¿á qué santo si nadie le
-lleva el apunte?
-
-Fuera de que los carneros le están haciendo una guerra tremenda, y
-á este paso, pronto no tendrá ni con qué comer. Yo le dije que meta
-violín en bolsa, pero él no quiere si no morir en su ley...»
-
- * * * * *
-
-«¡Decíme si no es cosa de morirse de risa por no reventar de rabia!
-Hacía una punta de meses que mandabamos nota sobre nota al comité
-central de la capital, sin que esos señores se dignaran contestarnos
-una sola palabra. Parecía que se hubiesen muerto de repente. Viera,
-por encontrar alguna disculpa, decía que era probable que el gobierno
-hiciera interceptar la correspondencia en el mismo correo, de aquí ó de
-allí.
-
---¡Andá ver!--le contestaba yo.--Es que no saben qué decirnos, ni
-tienen plan, ni menos plata. Aquí hay que sostener el comité, dar algo
-á la gente, comprar armas por un si acaso, ayudar á tu diario que
-pierde demasiado, y como nadie da nada, claro está que se hacen los
-suecos para no tener que mandar fondos desde allí.
-
-Él no me quería creer, pero anoche vino furioso á la botica. ¡Por fin
-había llegado algo de Buenos Aires! ¡Pero ni vos mismo adivinas qué!
-Una lista de candidatos para diputados, todos ilustres desconocidos que
-ni siquiera se han asomado al Pago, pidiéndonos que la votemos sin la
-más ligera modificación, «porque de eso dependen los altos intereses
-patrióticos que con tanta altivez y civismo hemos sabido defender hasta
-hoy.»
-
---¿Qué vamos á contestar?--le dije á Viera.
-
---No sé,--me contestó;--lo que sé es que me dan mucha rabia.
-
---Pues contestales que aquí no podemos votar, porque no nos dejan, y
-que aunque nos dejaran no votaríamos sino por una lista hecha después
-de consultar nuestra opinión. Que para cambiar de nombre y no de
-costumbres, más vale ser oficialista, que así siquiera se está cerca
-del candelero.
-
---Nos dirán que tenemos delegados en el comité central, y que ellos se
-han encargado ya de interpretar nuestra opinión,--me observó Viera.
-
---Bueno, hijo, mientras nos contentemos con esas lavaditas de cara,--le
-dije,--vamos á estar siempre en las mismas. ¿Querés que te dé un buen
-consejo? ¿Sí? Pues hacé como ellos, no les contestés una palabra y el
-día de las elecciones les mandas un telegrama diciendo que el comisario
-Barraba y sus fuerzas han impedido el acceso del pueblo á los atrios,
-como será verdad por otra parte. Mirá, Viera: si el país se compone ha
-de ser por algo muy raro y que nadie se espera. Lo que es nosotros y
-los otros, nunca daremos pie con bola.
-
-No sé qué te parecerán estas afirmaciones, pero así como las pienso y
-se las dije á Viera, te las digo á vos por lo que puedan valer.»
-
- * * * * *
-
-Podríamos seguir espigando largo tiempo y con fruto en el feracísimo
-campo del epistolario silvestrino, pero todo tiene su término y preciso
-es darselo á estos interesantes extractos, para ceder parte del espacio
-que resta á los prometidos párrafos de la especie de «Psicología de
-las autoridades de campaña», desarrollada por el periodista amigo de
-Silvestre. El lector verá que las mal llamadas «Memorias» no se cierran
-tan mal con este trabajillo.»
-
- * * * * *
-
-«La provincia de Buenos Aires ha venido experimentando lentamente un
-cambio que la aleja en modo notable de su punto de partida. Ni es ya
-lo que era ni es aún lo que será. En su vasto escenario, el gaucho por
-una parte y el hombre ilustrado por otra--la absoluta mayoría y la
-absoluta minoría,--han cedido sus puestos á nuevos elementos que, no
-teniendo caracteres definidos, no siendo bien aptos para sostenerse,
-combatir, triunfar en la lucha por la vida, están destinados
-inevitablemente á desaparecer. Son individualidades de transición,
-que no pueden subsistir, aun cuando circunstancias más ó menos
-artificiales les hayan dado el predominio que hoy ejercen. Su injusta
-y transitoria preponderancia es lo que nos mantiene aún lejos de la
-relativa perfección á que hubiéramos llegado. Pero tenían que surgir
-si es cierto lo de que «natura non facit saltum», lo mismo que debemos
-aguardar con fe un cambio favorable y próximo, pues un tipo intermedio
-no puede perpetuarse, y menos en primera línea.»
-
-Esto es algo tedioso, como lo comprenderá su mismo autor. Por eso
-saltamos, sin más, á párrafos de corte no tan científico, pero en
-cambio más interesantes en nuestra humilde opinión:
-
-«Esos «dirigentes» de pueblo de campo, de partido, hasta de provincia,
-semejantes á las nubes macizas como montañas al parecer, cuyos perfiles
-se destacan rudamente sobre el cielo, pero que ni siquiera aparecían
-en los antiguos negativos fotográficos, cual si no existieran--esos
-dirigentes, digo, pueden tomarse por individualidades con rasgos
-típicos propios, pero apenas se estudian sus líneas, su masa se
-desvanece, como la nube, sin dejar impresionado el cerebro. De ahí la
-dificultad de retratarlos y analizarlos. Son como las aguas vivas, que
-se derriten fuera del mar. Tienen algo de moluscos, y sin duda por
-eso cierto amigo, observador y cáustico (la alusión á Silvestre es
-evidente) ha dicho hablando de un pueblo de la provincia:
-
-«Pago Chico es un banco de ostras con concha y sin concha». En las
-indefensas encarnaba sin duda al pueblo en general; en las defendidas á
-las autoridades y sus satélites...»
-
-Nuestro autor entra en materia algo más abajo:
-
-«El intendente municipal, el presidente del Concejo Deliberante,
-el juez de paz, el comandante militar y el comisario de policía de
-un partido, podrían ser transplantados á cuarenta ó cien leguas de
-su campo de acción, dentro de la provincia, y actuar en un medio
-desconocido sin que ni en el primer momento se notará el cambio.
-Estas cinco personas forman en cada pueblo la oligarquía comunal. Son
-ramas de un mismo tronco. Ligadas estrechamente, hacen vida pública
-común. Se apoyan la una en las cuatro y las cuatro en la una. Con los
-mismos defectos y las mismas faltas, dentro de la misma carencia de
-opinión propia, se sirven mutuamente de paño de lágrimas ó de harnero
-para tapar el cielo. Son cooperadores, encubridores ó cómplices de sí
-mismos, según el caso.
-
-«La justicia, el orden público, la administración, hasta la guardia
-nacional, están en sus manos. Para ello tienen auxiliares de la misma
-extracción, con iguales tendencias: los secretarios, los inspectores,
-el contratista, el procurador, el médico de policía, el empresario
-de la casa de juego, diez, veinte más. Éste es el «partido oficial»
-entero, ó la sociedad comercial é industrial completa. Ahí está la
-oligarquía que á veces tiene un jefe visible--el senador ó uno de los
-diputados de la sección electoral--última forma del caudillo--que nunca
-está seguro de sus subalternos, como éstos no lo están de él, lógica
-desconfianza en esa asociación egoísta, instable mientras no exista
-entre sus miembros algún férreo é inconfesable lazo de unión.
-
-«Se busca en el pasado de esos hombres y se encuentra siempre el mismo
-obscuro punto de partida. Tal andaba de _chiripá_ y con la pata en el
-suelo hace cinco años; tal otro era carrero; el de más allá fué agente
-de policía; aquél, incapaz de trabajar, vivió del juego como fullero ó
-como empresario de timbas amparadas por la autoridad, ó tuvo casa de
-prostitución; éste lleva sobre su conciencia despojos y asesinatos...
-
---¿Por qué no entregan ustedes las situaciones de campaña á hombres
-menos desprestigiados?--preguntábase á un gobernante...
-
---Porque los buenos no se venden ni sirven para instrumentos,--contestó.
-
-«Casi no hay uno de estos hombres que pertenezca á una raza
-determinada. Tienen sí, aspecto criollo, pero en su ascendencia se
-halla siempre la mezcla, á la que sin duda impidió dar benéficos
-resultados el ambiente en que se desarrollaron los productos. Con
-los defectos del gaucho amalgaman los que les vienen del antepasado
-extranjero, llegado en busca de aventuras después de dejar la
-conciencia donde no pueda estorbar, y no se encuentran en ellos ni
-la nobleza, ni la generosidad, ni el amor al trabajo, ni siquiera el
-valor, que es la última virtud que se eclipsa en nuestro paisano.
-
-«Cuando se apalea ó se maltrata á algún enemigo de la autoridad, inútil
-es buscar la persona que lo hizo: siempre es alguna mano traidora y
-desconocida, ó un grupo de emponchados irresponsables.
-
-«No han ascendido por esfuerzo propio ni por méritos adquiridos.
-Se ha buscado lo que sirva de ciega herramienta y lo que no tenga
-elementos propios para independizarse. Hombres incoloros, incapaces de
-atraer opinión, bastan para los fines opresivos, pero son inhábiles,
-en el caso, para sacudir el yugo, hasta en beneficio propio. Con
-otros afiliados, ciertos gobiernos no hubieran podido subsistir. Se
-comprende, pues, que muchos hombres hayan sido sacrificados y que
-muchos surgidos con aptitudes para el gobierno, desaparezcan de pronto
-bajo el peso del partido oficial que llegó á temerlos. Por eso cuando
-se observa una excepción, un hombre de cierta importancia dedicado á la
-actuación política oficial, no hay más que revisar los libros de los
-bancos, ó la lista de concesionarios de centros agrícolas, de ensanches
-de egido, ó los legajos polvorientos de los juzgados del crimen... Ahí
-está el secreto...
-
-«En cuanto á la sociedad oficial cuyos componentes hemos enumerado ya,
-se ocupaba puramente de su comercio, feliz porque le dejaban _mañas
-libres_. La renta municipal, las multas policiales, las coimas de las
-casas de juego y otras, la enajenación de los terrenos de la comuna
-¡qué negocio!... ¿Política? Ni la querían ni la estudiaban: les iba
-hecha de La Plata, la ponían inmediatamente en acción y ni medían su
-alcance ni les importaban sus consecuencias. Era, por otra parte, tan
-limitada y tan monótona, que se la sabían de memoria y le dedicaban el
-menor tiempo posible, deseosos de acabar pronto para seguir robando.
-En un principio se preocupaban de llevar alguna gente á las elecciones
-para darles cierta apariencia de legalidad; pero como esto exige
-tiempo y gastos, lo fueron reduciendo á su menor expresión: el piquete
-de policía armado á rémington frente al atrio, y en el portal de la
-iglesia los escrutadores copiando los registros.
-
-«Llegóse una vez hasta á cerrar las puertas, para que algún votante
-intruso no fuera á interrumpir á los que copiaban nombres... mil
-cuatrocientos nombres de conciudadanos votando unánimes y entusiastas
-por los candidatos oficiales.
-
-«Como no podían abundar los hombres de la especie requerida para
-gobernar la comuna, se jugaba á las cuatro esquinas con los puestos
-públicos: un año, Luna, era juez de paz, Carbonero intendente y Machado
-presidente del concejo; al año siguiente, Carbonero era el juez de
-paz, Machado el intendente y Luna presidente de la Municipalidad. Y la
-permuta se repetía desde tiempo casi inmemorial, sin que se interpolara
-ningún elemento nuevo. Tanta era esa escasez de hombres que en otros
-partidos algunos tenían que representar dos papeles: éstos eran, por
-regla general, diputados-intendentes.»
-
-Lo que podría faltar en este cuadro está ampliamente suplido en el
-resto del volumen, ó lo suplirá más ampliamente aún el talento del
-lector. Cerremos pues aquí las Memorias silvestrinas y su periodístico
-y á la verdad algo frío comentario, que tan ventajosamente hubiera
-sustituido alguna de las «agachadas» del farmacéutico.
-
-
-
-
- FIESTAS PATRIAS
-
-
---¡Tatachin, chin, chin! ¡Tatachin, chin, chin!
-
---Shuitzssss... pum!
-
-Y vuelta á empezar.
-
-Uno que otro pilluelo desarrapado seguía á la charanga y á don Máximo,
-el viejo portero de la Municipalidad, cargado con un mortero y dos
-docenas de bombas de estruendo para la salva reglamentaria de veintiún
-cañonazos.
-
-Porque, eso sí, lo que es cañones, Pago Chico no los tenía sino en la
-pasiva condición de postes, á la puerta del antiguo fuerte que, adobe
-por adobe, iba derrumbándose en plena plaza principal.
-
-Era el amanecer de un día patrio.
-
-Olvidados los vecinos de la gloriosa fecha, despertaban sobresaltados
-al oir los estampidos y la música marcial, á puro bombo y platillos,
-creyendo que por lo menos, la grave cuestión política había sublevado
-al pueblo en masa, y que los Krupps estaban haciendo estragos y
-sembrando de cadaveres el pueblo.
-
-Es de advertir que, ya en aquel entonces, Pago Chico, sentía del uno
-al otro extremo y sobre todo en su corazón--el pueblo propiamente
-dicho--los estremecimientos precursores de la honda y trascendental
-agitación que había de perturbarlo durante tanto tiempo, dando
-socorrido tema á los historiadores futuros.
-
-«La grave cuestión política» no está puesta, pues, á humo de pajas, ni
-era ilógico el sobresalto de los pacíficos vecinos, despertados por las
-descargas sin malicia de don Máximo.
-
---¡Ah, sí! ¡Ahora caigo! Hoy es el nueve.
-
-Y dandose vuelta en el lecho abrigado, los pagochiquenses volvían al
-interrumpido sueño, fastidiados, renegando de esa música y esas bombas
-pluscuam-matinales, pero contentos en el fondo de ver disipados sus
-temores de guerra y exterminio.
-
-Alguna que otra madre afanosa se levantaba de un salto, á pesar del
-intenso frío, para preparar los trajecitos de los _escueleros_, que
-debían ir en corporación á la iglesia y luego á la Municipalidad á
-pronunciar discursos, á decir versos patrióticos, y sobre todo á comer
-masitas de la confitería de Cármine, hechas con sebo de la riñonada
-tan útiles para Pérez y Cueto, Carbonero y Fillipini, y para el pobre
-Silvestre.
-
-Después de dar diana á las autoridades y al cuerpo diplomático,--los
-vice-cónsules Grandinetti, Sánchez Gómez y Petitjean--quienes por
-excepción no hallaron propicia la oportunidad para un discurso, la
-charanga y las bombas volvieron á su punto de partida, al pie del cono
-truncado, obelisco de la plaza pública; rasgó el cielo blanqueado por
-la luz del alba, el humillo de dos bombas lanzada una tras otra y que
-estallaron allá arriba, formando una aureola como de copos de nieve; el
-astro rey saltó al oriente, al imperioso mandato dorando la cima de la
-pirámide y el techo de las casas, y en el aire tenue y frío vibraron
-las notas solemnes de la introducción del Himno que ni los mismos
-asesinos de la banda de Castellone, que por chuscada se apellidaban á
-sí mismos _bandidos_, haciendo un juego de palabras no desprovisto de
-base sólida, lograban echar á perder para nuestra eterna sugestividad.
-Los pilluelos corrían y gritaban, entretanto, alrededor del portero que
-se aprestaba á disparar otra bomba (le faltaban cinco para la salva de
-veintiún cañonazos), y en las calles dormidas del pueblo sólo cruzaba
-de vez en cuando, al trote de su caballo, y con el repique de los panes
-sacudidos dentro, el carrito negro de algún panadero, á caza de puertas
-abiertas...
-
-Terminó el himno, los músicos se fueron á su casa, el pueblo entró
-lentamente en el movimiento habitual, esperando el medio día con su
-procesión infantil á la municipalidad, sus _versadas_ en el salón
-alfombrado exprofeso, sus cohetes, sus dulces, el vino de San Juan
-hecho por Cármine como las masas, con algún sucedáneo del sebo--y el
-rompecabezas, y la corrida de sortija, y el palo jabonado, y quizá--si
-quisieran trabajar gratis en la plaza--los volatines, que en aquella
-época hacían las delicias de la población en una gran carpa de lona.
-
-Un poco más entrada la mañana, los guitarreros, payadores de menor
-cuantía, salieron cada cual por su lado á dar alboradas á las personas
-de viso, á las puertas de su casa, con la esperanza generalmente
-fallida de hacer buena cosecha de centavos para la mañanita ó la
-chiquita, las copas de la tarde, y la farra de la noche.
-
-El viento parecía que cortaba; las gentes pasaban por la calle con
-las manos metidas en los bolsillos y la cabeza entre los hombros.
-¡Qué invierno aquél! Pero la baja temperatura no impidió que el negro
-Urquiza, payador ó mandadero según las circunstancias, cantara á la
-puerta del municipal Bermúdez, acompañado con terribles rasgueos de
-guitarra.
-
- ¡Qué bello día de primavera!
- ¡Qué panorama consolador!
-
-Se quedó sin centavos, á pesar de la ardiente fantasía que primaveraba
-el invierno y convertía en panorama consolador al yermo aquél. Porque
-Pago Chico, pelado como la palma de la mano, más que pueblo parecía
-paradero de caravanas en un arenal.
-
-Se almorzó temprano y fuerte en aquel día, frío seco y radioso como
-una gema. Pero en las casas reinaba gran bullicio; los niños no podían
-estarse quietos y á los padres les hormigueaban las piernas. Las niñas
-mayorcitas no quisieron almorzar, ocupadas en la tarea homérica de
-disfrazar el vestido del 25 de Mayo, obra que les había absorbido toda
-la semana.
-
-Sólo cuatro ó cinco (las de Tortorano, Bermúdez, Luna, Gancedo,)
-estaban libres de ese trabajo, pero no de las zozobras que en todo
-corazón femenino provocan las inevitables tardanzas de la costurera.
-
-La prensa de la localidad había salido de gala, en buen papel y con
-grabados. _La Pampa_, el diario popular, cuyo programa era la redención
-de Pago Chico, presentaba una alegoría de libertad, hecha por un
-litógrafo de último orden, é impresa en Buenos Aires sobre papel de
-oficio. Una gorda matrona con bonete puntiagudo y ámplias ropas de
-hojalata, alzaba en el rollizo brazo un destrozado cadenón de buque,
-sostenía en la diestra la histórica balanza de Bermúdez--que en tiempo
-de los indios tuvo hilos para manejarla á capricho y estafarlos á gusto
-y bajo el pie colosal y descalzo para mayor vergüenza, oprimía una
-bestia apocalíptica, erizadas de púas en el cogote, y de ojos casi más
-grandes que la cabeza. En segundo término, artísticamente esfumados y
-en el aire, bailaban cuadrillas unos doce ó catorce muñecos, que según
-por el texto del diario se supo, quería representar á los próceres de
-la patria.
-
-La alegoría, (alegría pronunciaba Tortorano), llevaba esta leyenda.
-
- Y Á SUS PLANTAS RENDIDO UN LEÓN
-
-El Dr. Pérez y Cueto, que se hallaba en la redacción con Viera,
-Silvestre y otros, al ver el verso sacó el lápiz, tachó con rabia la
-palabra «león», y puso debajo «ratón».
-
---¡Qué león, ni qué león!--exclamó.--¡Cuando mucho habrán vencido á un
-ratón!
-
---No hable mal d'España--le dijo con sorna Silvestre.--¡No es tan
-ratón, doctor!
-
---¡Vaya Vd. al caramba!--gritó Pérez y Cueto, saliendo de allí como una
-bomba para evitar un desagrado.
-
-Viera se limitó á lamentar que su alegoría pudiera prestarse para
-interpretaciones belicosas ó hirientes. Ni se le habrá pasado por la
-imaginación que aquello pudiera suceder.
-
-Entre tanto _El Justiciero_, el organito de Luna, como le solían
-llamar, era todavía más patriota que _La Pampa_, pues publicaba
-también litografiado é impreso en papel de oficio--un gran retrato
-del gobernador de la provincia, orlado de roble y laurel, modesta y
-conmovedora manera de honrar el día glorioso y quedar bien con el
-patrón al mismo tiempo.
-
-En estos prolegómenos y otros muchos que sería prolijo relatar, pasóse
-la mañana entera y verdadera.
-
-Á las doce volvió á oírse por esas calles el aullido de la banda de
-Castellone, tocando una marcha que el «maguestro» (así se llamaba
-él mismo) había raprodiado para aquella circunstancia solemne;
-rimbombaron en la desnuda plaza--tenía eco,--los cohetes de don Máximo,
-muy estirado, enorgullecidísimo de sus altas funciones, y la gente
-fué introduciéndose por grupos en la iglesia, casa del Señor y más
-inmediata y exclusivamente, del cura Papagna.
-
-El cortejo oficial no tardó en presentarse. Iban á la cabeza don
-Domingo Luna, intendente municipal, vistiendo ancha levita negra de
-talle corto y mucho vuelo de faldones, y prehistórico sombrero de
-copa; don Pedro Machado, juez de paz, con indumentaria aproximada
-y oliendo á alcanfor y pimienta, como el intendente; el doctor
-Carbonero, presidente de la Municipalidad, mejor puesto, con más aire
-de gente, sin haber perdido del todo el ligero barniz de los años de
-Colegio Nacional y los pocos de Facultad de Medicina (era médico de
-«guardia nacional», como practicante en la guerra del Paraguay); á
-su lado quebrábase el comisario Barraba, de saco y botas altas bajo
-el pantalón, mirando á todas partes con ojos de mando y desafío;
-el recaudador de la contribución directa y el valuador, empleados
-provinciales, de jerarquía por consiguiente, iban detrás, y de á
-dos, los municipales, acaudillados por Ferreiro y muy compinches
-con Bermúdez; el comandante militar Revol, Fernández, director de
-_La Pampa_, su escudero Ortega, el doctor Fillipini, Felipe Gómez,
-el tesorero municipal, todo el oficialismo, en fin, sin que faltara
-Benito, dragoneante de oficial de policía y revistando como agente...
-El cuerpo diplomático ó sea los vice-cónsules Grandinetti, Petitjean
-y Sánchez Gómez, seguía muy enlevitado, muy grave, muy posesionado de
-su papel, infundiendo respeto á los mismos pilletes que, cuando estaba
-cada uno de ellos tras del respectivo mostrador lo trataban tan á la
-pata la llana «como si se hubieran criáu en el mismo potrero», decía
-Silvestre. Formaban la cola del cortejo los empleados municipales,
-inspectores, comisario de tablada, inspector del riego--gran
-potencia--recaudador del impuesto de naipes y tabaco, pero nadie,
-nadie que no ocupara un puesto público rentado ó no, salvo uno que
-otro concesionario ó contratista enredado con fruto en los negociones
-municipales.
-
-Tanto gritaba Viera en _La Pampa_ que ya el pueblo comenzaba á
-divorciarse y huir de las autoridades, pero no muy ostensiblemente,
-para no dar pie á las represalias. La oposición era placer no
-saboreado sino de corto tiempo atrás, y los pagochiquenses no sabían
-aún á derechas, cómo se hace, por qué se organiza, qué caminos debe
-seguir, ni á dónde conduce. Ya lo aprenderían á su costa y quizá en su
-beneficio...
-
-Pues, como íbamos diciendo, al rato llegaron procesionalmente los
-alumnos de las escuelas. Con las caritas moradas y las manos azules
-de frío, niños y niñas, bajo la brisa cortante y el sol radioso,
-marchaban también de dos en dos, á las órdenes de sus maestros que,
-soberbios y fastidiados, maldecían de la fiesta y sus incomodidades,
-pero se pavoneaban orgullosos de aquel mando á vista y paciencia
-del pueblo entero. Los chiquilines avanzaban con resolución, si no
-con marcialidad, luciendo en sus ojos la esperanza de los dulces
-municipales--infinitamente más ricos que los caseros,--después de los
-discursos y los versos aburridores é interminables.
-
-El cura Papagna cantó el Te Deum como hubiera podido roncar un De
-profundis. Imposible es decir cómo cupo tanta gente en la iglesita,
-simple galpón de dos aguas con una torre ancha y baja, como hecha con
-cuatro naipes, en una esquina. Muchos se quedaron á la puerta, éstos
-sencillamente porque no cabían, aquéllos porque no cabían y también
-porque se hubiesen quedado aunque cupieran, para hacer pública gala
-de despreocupación religiosa. ¿Cómo creer que un Papagna pudiera
-representar á nadie, ni siquiera al gobierno de Andorra, por muy
-ministro que se dijera de la corte celestial?...
-
-Y entre tanto el bueno de Don Máximo, dale que le das á las bombas cuya
-larga mecha encendía con un apestoso y húmedo cigarrillo negro, para
-agazaparse en seguida y echar á correr casi en cuatro pies huyendo del
-mortero, mientras resonaba el primer estampido y la bomba ascendía
-recta, con ligerísima espiral, para estallar allá, muy arriba, sobre la
-seda celeste del firmamento irradiando pedacitos de papel que el sol
-convertía en lentejuelas de oro...
-
-En tropel salió la gente de la iglesia y apresurada atravesó la plaza
-para invadir los salones de la Municipalidad, en que ya esperaban los
-menos incautos, deseosos de no perder nada de la fiesta... Los niños de
-las escuelas salieron en fila como habían entrado, bajo las órdenes de
-sus maestros y medio entumidos por la larga espera de plantón. Llevaban
-sus banderas de seda--orgullosos y fatigados los porta estandarte--y
-si las niñas vestían de blanco y banda celeste, los niños ostentaban
-todos la patria divisa atada al brazo, como en primera comunión.
-
-Los salones se llenaron y la fiesta comenzó, junto á la larga mesa del
-refresco, que grandes y chicos miraban con ojos ávidos.
-
-Pocas, muy pocas señoras, temerosas con razón, de los estrujones
-inevitables; pero no faltaban ¡qué habían de faltar! las madres de los
-niños preparados para declamar ó pronunciar discursos alusivos, ni las
-dignas esposas de los más dignos miembros del gobierno comunal, con la
-intendenta á la cabeza.
-
-El inacabable cotorreo que llenaba el salón, fué apagándose poco á
-poco, cada cual buscó la manera de estar cómodo viendo mejor lo que iba
-á ocurrir, y una voz infantil surgió de sobre el mar de cabezas como un
-grito subterráneo y prolongado. Decía versos.
-
-Nunca se ha sabido cómo podía el chiquillo manejar las manos entre
-los apretones de aquella multitud. El hecho es que--enseñado por el
-maestro de primeras letras--se debatía virilmente y lograba hacer con
-gesto rítmico y acompasado, ademanes de acróbata que envía besos al
-público, una vez con la derecha, otra con la izquierda, alternando
-sin equivocarse, mientras las notas de su voz, agudas como puntas de
-alfileres, clavaban palabras en los oídos cercanos:
-
- Al cielo arrebataron nuestros gigantes padres
- el blanco y el celeste de nuestro pabellón...
-
-Nadie oyó ni entendió una palabra--salvo los muy próximos--pero ¡qué
-aplaudir aquél! Hubiera sido cosa de nunca acabar si una niñita vestida
-de raso celeste con un gorro bermellón, no se abre paso para contar al
-pueblo soberano:
-
---Hoy es el grande, el inmenso aniversario...
-
-Y como advirtiese que su movimiento instintivo no era el enseñado por
-la maestra, interrumpióse roja de vergüenza y de temor, y con la voz
-húmeda de llanto, temblorosa y baja, repitió después de corregir el
-ademán:
-
---Hoy es el grande, el inmenso aniversario...
-
-Y á medida que iba diciendo las frases triviales del dómine de aldea,
-como si comprendiera lo que había debajo de aquel palabreo insulso, la
-intención que ennoblecía y agigantaba tanta vaciedad, la chiquilina iba
-acentuando sus palabras, su voz se robustecía, siempre monótona y sin
-inflexiones, el rojo de la vergüenza era substituido por el carmín del
-entusiasmo, brillaban sus lindos ojitos negros y cuando al final dijo:
-
---¡Y juremos defender esta bandera!
-
-Muchos miraron instintivamente la que sostenía un bebé rubio y rosado
-como un Bebé Jumeau, y por los circunstantes rodó una ola de emoción
-rompiendo al fin en aplauso cerrado, sin que nadie parara mientes en
-que á los diez años una futura patricia no puede jurar á sabiendas si
-será ó no defensora de enseña alguna.
-
-Pero los pagochiquenses eran patriotas á su modo y por sugestión,
-mientras «no queman las papas», según Silvestre.
-
-Terminados los aplausos, la niñita con la cara _colorada_ como si
-fuese una flor de seibo, gritó:--«¡Viva la Rep...!»
-
-No se oyó más, porque don Máximo había creído oportuno el momento para
-regalar al pueblo con media docena de cohetes voladores, vanguardia de
-tres bombas de estruendo.
-
-Terminada esta parte de la fiesta, comenzó el desfile de los niños por
-delante de la codiciada mesa. Con gracia encantadora, la intendenta,
-una mujerona gorda y flácida, daba á cada uno su ración de dos
-pastelillos elásticos, que á pesar de su heroica resistencia al diente,
-pasaban en un abrir y cerrar de ojos á los infantiles estómagos.
-En otra jira dieron á cada cual un vasito de orchata, y siempre en
-fila, militarmente, comandados por maestros y maestras, los niños se
-retiraron de la Municipalidad, dirigiéndose á las escuelas, punto de
-reunión y de licenciamiento.
-
-Entre tanto, la oposición, sin tomar parte activa en los festejos
-oficiales, no los había obstaculizado ni criticado siquiera. Por el
-contrario, los cívicos padres de niños ó de niñas, permitieron gustosos
-que concurrieran á las escuelas, el Te Deum y hasta la Municipalidad.
-Un grupo se había cotizado días antes para dar un asado con cuero en
-una chacra de los alrededores, y allí hubo tras de mucho apetito, mucha
-alegría y muchísimos brindis patrióticos, en los que, si se mezcló la
-política fué generalizando, lejos de toda alusión personal. Pero no se
-tome esto como raro signo de cultura, como inesperada manifestación
-de una tolerancia que nadie sentía, no. La fiesta patria era un
-hermoso pretexto para divertirse, y allí había ido todo el mundo á
-pasar un buen rato, á reir, á cantar, á bromear, pero no á calentarse
-los cascos con el recuerdo de las diarias perrerías y los continuos
-sofocones.--Estaban en el corro, devorando la sabrosa y blanca carne de
-la vaquillona, los prohombres de la oposición, pues el festín criollo,
-el cielo claro, el sol tibio y rubio, el silencio ambiente, la paz
-regocijada de la naturaleza despertábales el apetito y el buen humor.
-
-El negro Urquiza había hecho el asado de acuerdo con todas las reglas
-del arte, en una hoguera de leña fuerte y huesos; y los trozos de
-carne, bien á punto, más sabrosos para los catadores que el faisán
-trufado, salían del fuego como negros pedazos de carbón, rodeados de
-cáscara realmente carbonizada, ganga protectora de aquel riquísimo
-tesoro culinario criollo, cuyo solo recuerdo hace agua la boca á
-cualquier hijo del país. El moreno había estado «á la altura de sus
-antecedentes» se dijo para felicitarlo, desde los primeros bocados.
-Luego, las congratulaciones y los plácemes fueron subiendo de punto,
-hasta acabar todos gritando:
-
---¡Te has lucido, Urquiza!
-
-El negro que, como tantos otros, llevaba el apellido de la familia
-á quien sirvieran sus padres ó sus abuelos, no tuvo otra cosa que
-contestar que un clamoroso:
-
---¡Viva la patria!
-
-El almuerzo criollo había terminado cuando comenzó á bajar el sol,
-y los comensales, unos á caballo, otros en americana, algunos en
-tílbury, comenzaron á volverse á las casas,--como decían indicando
-el pueblo,--después de haber solemnizado con el estómago--como en la
-más refinada civilización,--el magno aniversario de la declaración de
-nuestra independencia.
-
-Pero volvamos á los concurrentes de los salones municipales en el punto
-en que los dejamos, es decir á la salida de los niños.
-
-Llegó, pues, el turno de las personas mayores, que asaltaron las
-bandejas de pastelillos y las botellas de vino, de cerveza, de licores,
-con un ímpetu arrollador.
-
-En un momento quedó el tendal de cadaveres, la mesa limpia de
-vituallas pero no de manchas, y los brindis comenzaron, iniciándolos
-el vice-cónsul francés, M. Petitjean, quien pronunció las siguientes
-sentidísimas palabras:
-
-«Señogas y señogues:
-
-¡Como rapresentant' de la Fráns, yo levant' mi vas, pog brindag en esta
-fiest, paga las diñas otoridades y diño pueblo de Pago Shic!
-
-«Señogues:
-
-«¡Viv' la Fráns!
-
-«¡Viv' la Republic' Aryantín!»
-
-Brindaron en términos análogos Grandinetti, agente consular italiano,
-y Sánchez Gómez, vice-cónsul español, el uno con pronunciado acento
-_zeneize_, el otro muy pulido, sin más pero que alguna confusión de _g_
-con _j_ y _o_ con _u_, sabroso condimento regional de sus entusiastas
-palabras.
-
-Susurrábase que allá en los comienzos de su carrera oratoria, nombrado
-maestro de primeras letras, pronunció al hacerse cargo de la escuela,
-un memorable discurso:
-
-«Venju--dicen que dijo--á tratar del retrocesu de Paju Chicu, este
-pueblo que antes fué jobernadu por los indius y que hoy sije en manus
-de la misma familia.»
-
-Pero esto debía ser calumnia levantada por los envidiosos de sus altas
-prendas ciceronianas, y lo hace sospechar así la insistencia con que
-Silvestre propalaba la especie, alterando según las circunstancias el
-texto del discurso. Quizá no sea aventurado considerarlo apócrifo.
-
-Las autoridades no hablaron, porque entre ellas no había lenguaraz
-alguno, así es que se dió por terminada esa parte de la función, la
-concurrencia salió de la Municipalidad, y cada cual tomó el rumbo que
-más le convino: éstos á sus casas, aquéllos á los volatines, los de más
-allá á la corrida de sortija, y los pilluelos al rompecabezas y el palo
-jabonado con premios.
-
-Aquel día fué como un compás de espera en la turbulencia pagochiquense,
-un día de fraternidad no muy efusiva, pero siquiera respetuosa y
-confundible con una comunión en un solo sentimiento...
-
-Ridículas las fiestas de Pago Chico... Pero ¡caramba! ganas nos dan de
-poner aquí como cierre del capítulo, la frase que Viera, contagiado
-con la elocuencia de Pérez y Cueto, muy romántico, muy año 10, murmuró
-aquella noche al oído de su novia, mirando el cielo cuyo azul profundo
-daba una sensación de leve movimiento con el titilar de las estrellas:
-
---Parece que las grandes alas de la patria se cernieran sobre nosotros
-y nos acariciaran desde allá arriba.
-
-Pero no. No la pondremos. Está harto pasada de moda para que alguien la
-lea sin reirse. Como cierre del capítulo se necesita otra cosa... otra
-cosa... Pero, si no se halla nada mejor, no lo cerraremos y en paz...
-
-
-
-
- POESÍA
-
- ¡Poesía eres tú!
- _Bécquer_
-
-
-La noche de verano había caído espléndida sobre la pampa poblada de
-infinitos rumores, como mecida por un inacabable y dulce arrullo de
-amor que hiciese parpadear de voluptuosidad las estrellas y palpitar
-casi jadeante la tierra tendida bajo su húmeda caricia. La brisa,
-cálida como una respiración, se deslizaba entre las altas hierbas
-agostadas, fingiendo leves roces de seda, vagos susurros de besos.
-Las luciérnagas bailaban una nupcial danza de luces. El horizonte
-producía extraña impresión de claridad, aunque en derredor no pudiera
-discernirse un solo detalle, ni en los planos más próximos. Era una
-noche de ensueño, de ésas que tienen la virtud de infiltrarse hasta el
-alma, sobreexitar los sentidos, encender la imaginación.
-
-Y los peones de la estancia, tendidos en el pasto al amor de las
-estrellas, iluminados á veces por una ráfaga roja que relampagueaba
-de la cocina, fumaban y charlaban á media voz, con palabra perezosa,
-inconscientemente subyugados por la majestad suprema de la noche.
-
-Una exhalación que cruzó la atmósfera, rayándola como un diamante que
-cortara un espejo negro, para desvanecerse luego en la tiniebla, fué el
-obligado punto de arranque de la conversación.
-
---¡De qué dijunto será es'ánima!--exclamó el viejo don Marto,
-santiguándose una vez pasado el primer sobrecojimiento.
-
---¡Por la luz que tenía, de juro que de algún ráy!--contestó
-medrosamente Jerónimo.
-
-Don Marto rezongó una risita:
-
---¡De ande sacás!...--dijo.--Si aquí no hay ráys dende el año dies,
-cuando echamos al último, qu'estaba en Uropa... después de los
-ingleses... ¡Ráy! Aura todos somos ráys... y no tenemos corona, si no
-somos hijos del patrón... Será más bien de algún inocente.
-
-Pancho, el aprendiz de payador, que andaba siempre á vueltas con la
-guitarra y se esforzaba por descubrir el mágico secreto de Santos Vega,
-con el instinto del pájaro cantor que reclama á la compañera, querida
-en secreto,--Pancho, que vió aparecer en la puerta de la cocina la
-delgada silueta de Petrona, destacándose en negro sobre el fondo rojizo
-y cambiante del fogón, agregó melancólico y penetrado:
-
---¡Debe de ser! Las ánimas de los angelitos son las más lindas. Parecen
-de luz más... más caliente. Por eso se baila en los velorios p'a
-festejarlas... Ésas no andan en pena ni se aparecen nunca... ¡Cuando se
-muere una criatura se v'al cielo derechita, y áhi se queda!...
-
-Petrona se había acercado y, en la sombra más espesa del alero,
-escuchaba, invadida también por el avasallador hechizo de la noche y
-por el encanto de la palabra del payador. Como la compañera todavía
-indecisa del pájaro cantor, estaba suspensa de sus trinos, hipnotizada
-ya, pero sin tender las alas todavía. Y Pancho continuó:
-
---Las de los malos son esas luces verdosas que andan rastriando por el
-suelo y que juyen en cuantito si acerca un cristiano. Pero ésas son las
-de los dijuntos que todavía tienen vergüenza de lo qu'hicieron en vida:
-los que se disgraciaron por casualidá, los que engañaron á un amigo p'a
-salvarse... ¡y tantos otros! Las que son malas de veras, las de los
-ladrones, los traidores y los cobardes... ¡ésas no tienen luz!
-
-Don Marto asintió:
-
---Sí, ésas son las que le tiran á uno el poncho, de atrás, en las
-noches escuras, ó le mancan el mancarrón, ó le apedrean el rancho, ó le
-asustan l'hacienda y l'esparraman y l'hacen brava redepente.
-
-Juan, el resero nuevo, interpeló á su antecesor y maestro, aquel
-fumador que se fumaba hasta la yema de los dedos, achacoso ya y siempre
-dolorido:
-
---¿Y usté qué dice, don Braulio?
-
---¿Yo? ¿Y qu'h'e decir? Que aquí estoy como peludo'e regalo, patas
-p'arriba, esperando l'hora de ser ánima tamién!
-
---¡Qué don Braulio éste! ¡No hay con qué darle! ¡Siempre con sus
-dolamas y pita que te pita!
-
---Y qu'h'e hacer ni en qué m'h'e divertir, á mi edá y con mis
-achaques... Juntamente andaba pensando si lo dejarán pitar á uno
-después que cante p'al carnero...
-
-Una risita de Pancho, y su contestación:
-
---¡Ya lo creo, don Braulio! ¿Que no está viendo esa porretada'e
-jueguitos que s'encienden y si apagan en el campo?... Ésos son los
-cigarros de las ánimas, que vuelan y revuelan como las gaviotas ó los
-teros, dando güeltas y fumando...
-
---¡No digas!--exclamó entre incrédulo y admirado su vecino.
-
---¡Si son _linternas_!--explicó don Marto, magistral.
-
---Luciérnegas querrá decir, don...--siguió Pancho,
-impertérrito.--Parecen bichitos, es verda; pero son los cigarros de las
-ánimas pitadoras.
-
---¡Calláte! ¡Y entonces, en invierno, ¿por qué no pitan?
-
---Sí, pitan... ¡Pero tienen frío y s'encierran en las casas á pitar al
-lau del jogón!...
-
---¡Vaya un cigarro! ¡Si no quema el juego!...
-
---¡Los dijuntos son fríos! ¡Estaría güeno que tuvieran juego caliente!
-¿Quema el otro, acaso, el de las ánimas en pena?...
-
-Hubo una pausa.
-
-Entre amedrentado y risueño, don Braulio agregó en seguida:
-
---¡Lindo no más! ¿Entonces, los dijuntos se entretienen?
-
---¡Y qué han di hacer!... ¡Tienen tanto tiempo desocupau! Ellos
-quisieran hacer lo mesmo que cuand'eran vivos, y correr, y boliar,
-y enlazar... Pero á veces no pueden porque tienen los güesos en la
-tierra... Pero saben venirse, p'a un si acaso... ¡Vamos á ver! ¿Á que
-ninguno dice por qué sabe hacer tanto frío p'al veinticinco'e mayo y
-p'al nueve de julio?
-
---No mi hago cargo,--murmuró don Marto.
-
---Yo no sé--confesó otro.
-
---No caigo en cuenta,--declaró don Braulio.
-
-Pancho, triunfante, explicó:
-
---Porque p'a las fiestas se vienen tuitos los que peliaron por la
-patria, sin que falten ni los mesmos muertos en los Andes, que son unas
-montañas altas así, ¡de purito yelo!... Y como son tantos... Por eso,
-en cuantito tocan l'Hino Nacional, es un frío que da calor y que le
-corre á uno por el lomo.
-
---¡Ah, balaquiador lindo!--gritó don Marto, no sin admiración reprimida.
-
-Y luego; con cierto matiz respetuoso, alentador como un premio en
-labios de tal paisano, agregó:
-
---Y, diga, don... ¿qué se hace l'ánima de las mozas, cuando se mueren
-todavía tiernecitas?
-
-La réplica inmediata de Pancho:
-
---¡Qué viejo, este don Marto!... ¿Y no ha visto, un si acaso, los
-macachines, como di oro, florecer qu'es un gusto por el campo, y todos
-con una frutita enterrada, igualita á un corazón, y como azúcar...
-
---¡Agarráte!... ¿Y las viejas?
-
---Güevos de gallo, que se prienden en los cercos ó se agarran á las
-barrancas. Y cuanti más güenas jueron en vida el güevo es más grande
-y más sabroso, y cuando han tenido hijos y los han querido... ¡más
-todavía!...
-
-Por su irritabilidad de enfermo, á don Braulio se le ocurrió lanzarle
-un sarcasmo disimulado, sólo manifiesto por el tonito arrastrado y
-cantor:
-
---Y los payadores, decíme...
-
-Pancho contrajo con esfuerzo los músculos de la cara, sintió en la
-garganta una especie de nudo, pero logró contestar, como si alguien le
-dictara las palabras:
-
- --Los payadores de láy,
- los payadores de veras,
- no mueren nunca, paisano,
- ni son ánimas en pena...
- ¡siguen cantando nomás,
- lo mesmo que Santos Vega!...
-
-Eran versos, inconscientemente medidos, y los lanzó con ritmo marcado
-y sentimental. Á los otros les llegaron al alma. Hubo un silencio
-prolongado y lleno de sensaciones... Luego, uno á uno, fueron
-desgranándose los paisanos, saturados por la poesía total de la noche.
-El último que se levantó para ir al galpón en que tenía la cama,
-enervado por su mismo desgaste cerebral, fué Pancho.
-
-Y al pasar junto á la puerta, ya tenebrosa, de la cocina, en medio de
-la envolvente y acariciadora sombra, sintió de pronto un hálito más
-intenso, más tibio, más húmedo que el de la noche, y una vocecita que
-murmuraba junto á su oído:
-
---¡Pancho! ¿Quién te enseña esas cosas tan lindas?
-
-Y él, azorado un instante, trémulo y atrevido luego, como un héroe que
-es todavía un recluta, abrazó con ímpetu á Petrona y
-
---¡Vos!--le besó en la boca.
-
-
-
-
- SITIADO POR HAMBRE
-
-
---¡Hay que sitiarlo por hambre!--había exclamado Ferreiro aludiendo á
-Viera, en vista del pésimo efecto producido por las medidas de rigor,
-como pudo verse en «Libertad de imprenta».
-
-El plan era fácil de desarrollar y estaba á medias realizado por el
-oficialismo pagochiquense en masa, que ni compraba _La Pampa_, ni
-anunciaba en ella, ni encargaba trabajos tipográficos en la imprenta
-cívica. No había más que seguir apretando el torniquete y aumentar el
-ya crecido número de los confabulados contra el periodista. De la tarea
-se encargaron cuantos pagochiquenses estaban en candelero, dirigidos
-por el escribano que les hizo emprender una campaña individual
-activísima, no de abierta hostilidad, pues eso no hubiera sido
-diplomático, sino de empeñosa protección á _El Justiciero_.
-
-En los pueblos pequeños, como el Pago, los suscriptores de los
-periódicos son necesariamente escasos y más escasos aún los
-anunciadores, porque ¿á qué santo salir diciendo que en el almacén tal
-ó en la tienda cual, se venden éstos ó los otros artículos, cuando
-todos tienen las mismísimas cosas, ni que la casa de Fulano ó de
-Mengano está en la calle tal número tantos, cuando, hasta los perros
-la conocen y le han puesto su marca muchas veces? Si se publica un
-aviso en un diario es sólo como acto de magnanimidad y para favorecerlo
-ostensiblemente, no por otro motivo ó propósito,--y más barato resulta
-no anunciar. Volviendo á los suscriptores, muchísimos no pagan, unos
-por ser muy amigos del propietario, otros por no serlo bastante,--de
-manera que no hay cosa tan precaria como la vida de una publicación
-de aldea, villa ó presunta ciudad, salvo cuando es afecta á los
-gobernantes, quienes la subvencionan, le dan edictos, licitaciones,
-etc., hacen subscribirse á sus allegados, subalternos, favorecidos
-ó postulantes, y le crean así una especie de ambiente alimenticio
-artificial. El periodista de la situación es un parásito insaciable,
-porque nada, ni la sarna misma, come tanto como una imprenta. Y cuanto
-más tiene el diario oficialista, menos alcanza el diario opositor,
-puesto que el comercio no señala á la «réclame» sino una partida tan
-exigua como la destinada á limosnas--es decir, nada en absoluto ó
-nada relativamente--y los fondos no alcanzan para dividirlos en dos.
-Mientras uno mama, el otro llora.
-
-De la parte de su capitalito que Viera destinó al sostenimiento de _La
-Pampa_ después de invertir la mitad en la imprenta, apenas le quedaban
-unos pocos centenares de pesos enterrados en un solar de los suburbios
-que, en vez de subir se había depreciado desde que lo compró. Esto
-mismo era más nominal que positivo, pues como el diario, bamboleante en
-un principio, se sostenía á duras penas, los proveedores bonaerenses
-de papel, tinta, tipos y demás, tenían en cartera documentos á plazo
-fijo por un total bastante más crecido que el valor del terreno. Para
-_La Pampa_, más celosa que la misma balanza de precisión de Silvestre,
-la que según él medía hasta el peso de las palabras, cualquier carga
-desfavorable podía determinar la ruina y el cierre ignominioso por
-falta de elementos.
-
-Ahora bien, la campaña organizada por Ferreiro se llevó á cabo con
-éxito visible. Todos «los amigos» convirtiéronse en elocuentes
-propagandistas y comisionistas de _El Justiciero_, buscando avisos y
-subscripciones que muchos no les negaban por no incurrir en las iras
-celestiales. Pero, según lo ya dicho y como que el hilo se corta por
-lo más delgado, sáquese la consecuencia, como la sacaban práctica,
-aritmética y monetariamente Viera y su administrador, no sin graves
-temores para un futuro inmediato.
-
---¿Por qué no se subscribe al _Justiciero_? ¿Por qué no pone su avisito
-en _El Justiciero_?--era la frase intercalada de pronto y sin andarse
-con muchos rodeos en la conversación por los secuaces del escribano.
-
---Porque ya estoy suscrito á _La Pampa_ y tengo allí mi aviso.
-
---Póngalo también en _El Justiciero_, porque _hay_ interés en ayudarlo,
-y para un comerciante que vive de todo el mundo, como Vd., no conviene
-estar bien con unos y peor con _otros_ que valen más.
-
-El comerciante trataba, á veces, de no dar su brazo á torcer, siguiendo
-con el aviso en _La Pampa_.
-
---Es que mire, don... El negocio no da p'a tantas misas, y á gatas si
-puedo pagar un solo aviso, que ni necesito siquiera.
-
---Bueno,--replicaba el comisionista de ocasión,--en ese caso, para no
-quedar ni bien ni mal con nadie, saque el aviso que tiene y no se haga
-tomar entre ojos.
-
-Por pocas concomitancias que el catequizado tuviera con «el poder»
-forzosamente cedía, si no á la elocuencia de estas palabras, á
-las amenazas que sentía rezongar bajo ellas, y ó daba el aviso á
-_El Justiciero_ quitándoselo á _La Pampa_, ó se lo quitaba á ésta
-para no darselo á nadie. Lo mismo ó punto menos ocurría con las
-subscripciones...
-
-El derrumbamiento del diario oficial se precipitaba estruendosamente
-sin que Viera atinase con el remedio. El administrador sólo supo
-aconsejarle uno peor que la enfermedad: rebajar las tarifas. Puesto
-en práctica, observóse que no entraba un solo anuncio nuevo,--como
-es natural, dado el carácter de los anunciantes,--mientras seguían
-retirándose los viejos...
-
-Viera, que había fijado ya la fecha de sus bodas, creyó prudente
-postergarlas hasta ver más claro en su situación, harto borrascosa
-para embarcarse en el matrimonio; hizo todas las posibles economías,
-redujo el personal de la imprenta y trató de prepararse para hacer
-frente al próximo vencimiento de uno de sus pagarés... ¡Ay! si bien
-las páginas de anuncios de _La Pampa_ podían llenarse bien ó mal con
-los borrones de los antiguos clisés de específicos, la caja de la
-administración no se llenaba con artificio alguno. Al borde del abismo,
-acudió solicitando un préstamo á la sucursal del Banco de la Provincia,
-aunque considerara el paso inútil y hasta ridículo, pues los consejeros
-eran Ferreiro y comparsa, precisamente los que estaban sitiándolo por
-hambre. No se le dió ni siquiera un «no redondo»; ¡eso nunca!; al pie
-de su solicitud, y con la firma del gerente, leyó pocos días más tarde
-esta cortés pero mortal negativa: «Otra oportunidad».
-
-Aún no había hecho confidencias á nadie, limitándose á refunfuñar
-que el diario no iba tan bien como quisiera; pero ya necesitaba
-por lo menos el precario consuelo de desahogarse con algún amigo,
-instintivamente, sin la esperanza más remota de que nadie le echase una
-cuarta para sacarlo del cangrejal en que se hundía.
-
-El comité cívico no había hecho ni podía hacer nada en su favor, porque
-también se hallaba desastrosamente arruinado, y ni en el terreno de la
-hipótesis era caso de pensar en desnudar á un santo desnudo para vestir
-á otro no más abrigado por cierto. Como aquel pesar y aquel temor de
-la catástrofe próxima no dejaban en su cerebro célula capaz de una
-iniciativa, ni siquiera eligió su confidente, sino que, en el momento
-psicológico de la expansión, abrióse al doctor Pérez y Cueto que
-acababa de llegar por casualidad á la imprenta, y que le escuchó con
-tristeza y á ratos con indignación, mientras le reconstruía, tal como
-la había olfateado y comprendido, la trama abominable contra él urdida
-por Ferreiro, Luna, Machado, Barraba, Carbonero y tutti quanti.
-
---¡Mandrias! ¡Canalla soez! ¡Inmunda estirpe!...--exclamaba de tiempo
-en tiempo el doctor, interrumpiendo á Viera.
-
-Y luego, cuando el otro le enumerara sus apuros y dificultades, lo
-volvía á interrumpir:
-
---¡Caramba, caramba, caramba!
-
-Por fin Viera calló, muy conmovido, y no porque se le hubiera agotado
-el tema, sino porque la fatiga le exigía reposo. El doctor Pérez y
-Cueto púsose en pie, paseó la sala de arriba abajo con las manos
-atrás y la cabeza sobre el pecho, profundamente meditabundo. Luego,
-irguiéndose, arribó á una conclusión:
-
---¡Hay que arreglar eso!--dijo.
-
-Y después de una pausa, como para que se le escuchara con religiosa
-atención, repitió sentenciosamente:
-
---¡Hay que arreglar eso!
-
-Nueva pausa. Viera, por último, resolvió acortar el entreacto:
-
---¿Y cómo?--preguntó á su grande amigo.
-
---¡Hay que arreglar eso! ¡Ya lo tengo pensado! Ahora mismo acaba
-de ocurrírseme. No es posible que esos espúreos ciudadanos, esos
-advenedizos despreciables que han llegado al poder arrastrándose por
-el lodo como los reptiles, sigan sojuzgando á este desdichado pueblo
-y vejando á la gente de pro. ¡Á todos nos toca mantener bien alto la
-bandera enarbolada por _La Pampa_, y todos sabremos cumplir nuestro
-deber! ¡Tenga Vd. confianza, Viera, tranquilícese! ¡Retemple el corazón
-para seguir luchando como bueno!
-
-Estaba tan agitado y conmovido cual si acabase de hablar ante cien
-ó doscientos pagochiquenses, en algún meeting trascendental; y á fe
-que su auditorio, arrebatado por aquella elocuencia, enternecido por
-aquella grandeza de alma, se dejó contagiar por su entusiasmo hasta las
-lágrimas. Sí. Viera lloraba cuando estrechó la mano de su altisonante
-amigo. Y cualquiera de nosotros hubiese hecho lo mismo en su lugar,
-porque ensánchese Pago Chico hasta convertirlo en gran nación,
-agrándese también proporcionalmente el motivo y las consecuencias del
-acto y ¿no resultan entonces el médico y el periodista dos héroes
-tan grandes como los que hayan sacrificado más por la patria y la
-humanidad? Todo es cuestión de relatividades, de apreciaciones, de
-teatro, de circunstancias. El hecho en sí era noble y generoso: póngase
-en parangón con la entrevista de Guayaquil y resultará trivial;
-compárese con el egoísmo reinante en la actualidad, y ya veréis cómo se
-agiganta...
-
---¿Con cuánto se remedia?--preguntó el doctor Pérez y Cueto, volviendo
-á la prosa de la vida, pero sin empequeñecer por eso su acción, como
-aquellas homéricas deidades que podían comer, batallar, amar, hacer
-tonterías, á lo humano, sin perder por eso su divino carácter.
-
-Viera se lo dijo.
-
---Bien. Yo no puedo prestarle toda esa suma, ni aquí ha de tratarse
-de un préstamo. No. Pago Chico está en deuda con Vd., Pago Chico está
-en deuda con _La Pampa_, su único defensor, su postrer baluarte, y es
-preciso que se conduzca como un pueblo digno de tal nombre. Inicio,
-pues, una suscripción popular contribuyendo con doscientos pesos, y
-encabezando la primera lista que me encargo de llenar. No faltarán
-hombres de buena voluntad que colaboren en la tarea y se hagan cargo de
-otras listas. En un par de días tendrá Vd. el doble de lo urgentemente
-necesario, y _La Pampa_ volverá á navegar viento en popa.
-
-Y, en efecto, pocos días después, el doctor Pérez y Cueto entraba
-triunfante en la redacción de _La Pampa_, gritando á voz en cuello:
-
---¡Aún hay pueblo en Pago Chico! ¡Aún hay pueblo en Pago Chico!
-
-Se había reunido una suma importante para aquel centro y aquella
-época, y centenares de vecinos subscribieron con entusiasmo según sus
-fuerzas, los unos igualando la suma ofrecida por el doctor, los otros
-contribuyendo hasta con veinte centavos ahorrados del modestísimo
-puchero. Si Washington hubiese podido presenciar aquel movimiento,
-hubiera pensado que aquélla era tela de ciudadanos, y que con
-elementos capaces de acto tan sencillo en apariencia, es como se
-organizan grandes naciones. Desgraciadamente Washington había muerto
-hacía muchos años, y aunque viviera no tendría probabilidad de conocer
-el nombre de Pago Chico, y mucho menos su batracomiomaquia...
-
-Todas las listas cerradas y puestas en manos del administrador de _La
-Pampa_ resultaron conformes con las sumas entregadas sucesivamente en
-efectivo. Todas... es decir... Y aquí la pluma se emperra como patria
-empacado, para el que no valen ni las nazarenas, ni la lonja, ni el
-talero mismo. No hay quién la saque. Sería más capaz de bolearse que de
-dar un solo paso... Pero ello es preciso, sin embargo, y justamente nos
-facilita el relato el hecho inevitable de que resultará inverosímil,
-de la más absoluta inverosimilitud. Si no fuera inverosímil, no lo
-contaríamos. Gracias á que lo es, siempre quedará el suceso envuelto en
-una niebla de vaga desconfianza, como una cuasi mentira que debiera ser
-mentira sin cuasi en cualquier mundo á lo Pangloss...
-
-Pues es el caso que faltó una lista. No. La lista no faltó. Lo que
-faltó fué el dinero. Imposible armonizar nunca las cifras del total con
-el cero de la entrega... He aquí los hechos:
-
-La tarde del día en que se cerraba la suscripción, Silvestre entró
-contentísimo en la imprenta, donde Viera estaba casualmente solo.
-
---¡Viera, hermano Viera!--exclamó el insigne boticario.--Te he juntado
-más de seiscientos pesos: todos me han pagado. Ahí los tengo en casa;
-y si los querés te los traigo áura mismo.
-
---No hay apuro.
-
---Aquí tenés la lista. Guardala, porque no queda nadie que agregar, y
-he hecho la suma. ¡Qué manifestación, hermano! Esto sí que es honroso.
-Ya no se trata de puro jarabe de pico, y cuando la gente se presta
-á aflojar la mosca, por algo ha 'e ser. Tocarle el bolsillo es como
-andarle por las verijas á un animal cosquilloso. Así que, si querés,
-podés engréirte de lo que han hecho con vos.
-
---Sí, hermano--replicó Viera--me siento verdaderamente conmovido, y si
-no fuera por eso llegaría á ponerme orgulloso. ¡Ésas son cosas de que
-no me podré olvidar en la vida, y que no andaré propalando, si no que
-las guardaré exclusivamente para mí, como una gloria íntima y también
-como una obligación inquebrantable de mantenerme tal cual soy, de
-seguir sin extravíos la norma que me he trazado!...
-
-Hablaba sinceramente, y es muy posible que hoy, recordando aquellos
-momentos, repitiera esas mismas palabras con igual convicción.
-
-Silvestre le miraba. Al rato le preguntó:
-
---Pero, decíme, ¿La suscrición te alcanza para sacarte completamente
-del pantano, ó no?
-
---Es una ayuda muy grande.
-
---Eso ya sí. ¿Pero ahora te ves ya completamente libre de compromisos?
-
---Por el momento sí.
-
---¡Ah, por el momento, bien decía yo! ¿Unos cuantos meses, no es verda?
-Porque si el diario no se sostiene, ni menos da ganancias, en cuanto
-se gasten esos nales volvés á enterrarte hasta el encuentro en el
-tembladeral, ¿no?
-
---Desgraciadamente.
-
---Natural. ¡Lo que necesitás es muchos suscritores, muchos avisos, para
-pagar á todo el mundo y vivir sin arretrancas!; ó, de no, mucha plata
-para que el diario no se vaya al bombo en algunos años, y venga más
-población y entonces se pueda sostener.--Porque supongo que, aunque los
-nuestros suban no sos de los que se han de prender á la ubre...
-
---Tenés razón, tenés razón en todo Silvestre...
-
---Bueno... entonces, esperá... dejáme á mí... Yo sé lo que hago, y has
-de ver cómo todo viene como anillo al dedo. Tengo una combinación... Ya
-verás ya verás...
-
-Y se levantó en actitud de marcharse.
-
---¿Qué pensás hacer?
-
---No te quiero decir... Luego... Mañana.
-
-Y se fué.
-
-Tan optimista estaba Viera, que la más pequeña simiente de ilusión ó de
-esperanza caída en su cerebro, luego se fecundaba, germinaba, brotaba,
-crecía, echaba hojas, ramas, flores, frutos, como si estuviera en manos
-del más hábil de los faquires indios. Las vagas palabras de Silvestre
-lo enajenaron, entregándolo á una especie de pasajera megalomanía: era
-evidente para él que su amigo pensaba convocar de nuevo al vecindario
-patriota para exponerle minuciosa y exactamente la situación,
-comunicarle sus ideas y propósitos, y exigir de él un esfuerzo más
-ámplio y más continuado que aquella gran cinchada, demostrando que
-con menos sacrificio se arribaría á mucho mayor efecto si no se
-aguardaba cada vez, para echarle una manito, á que el carro estuviera
-encajado hasta la maza. Más suscripciones, avisos mejor pagados, con
-qué equilibrar las entradas y las salidas; él no pedía más, ni lujo
-ni holgura siquiera, para seguir diciendo verdades y defendiendo al
-pueblo...
-
-Fué á ver á la novia para contagiarle su fiebre de ensueños, para
-transmitirle el inmenso júbilo con que tantas manifestaciones de
-aprecio--gloriosas decía él--embriagaban su juventud, para hablar
-también de las bodas, que podrían acelerarse, sin tener ya enfrente el
-fantasma de la miseria... Después, vuelto á su casa, aquella noche se
-durmió sonriendo á sus nuevos y quebradizos juguetes.
-
-Cuando, á medio día, entró en la imprenta Silvestre, su revuelto
-cabello, los ojos huraños, los labios resecos y plegados en una mueca
-amarga y nerviosa, revelaban un hondo sufrimiento, una grande angustia.
-Viera lo miró sorprendido.
-
---¿Qué tenés?--exclamó.
-
-Silvestre, sin contestar, sacó el revólver, presentólo por el cabo al
-periodista y
-
---¡Tomá, matáme!--murmuró con voz reconcentrada.
-
---¿Qué tenés? ¿estás loco?
-
---¡Tomá, matáme, te digo! ¡Soy un canalla y un flojo, porque ya me
-debía haber hecho saltar la tapa de los sesos! ¡Tomá, matáme por favor!
-
-Viera le quitó el revólver. Acababa de comprenderlo todo, lo de la
-combinación, las reticencias, la loca esperanza... Silvestre se había
-dejado arrastrar por su afición al juego, creyendo sinceramente que
-obedecía al propósito de salvar para siempre á su amigo. La noche
-antes, en casa del Rengo, lo habían dejado más pelado que laucha recién
-parida. La suscripción no era ya sino una cantidad negativa, aumentada
-con una deuda exigible dentro de las veinticuatro horas, una «deuda de
-honor.»
-
-El periodista guardó el revólver en un cajón del escritorio, y aunque
-sintiera el corazón oprimido hasta el dolor, pudo sonreirse y decir
-filosóficamente:
-
---¡Pedazo de sonso! Si hubieras venido con las manos llenas de plata no
-traerías el revólver, aunque la intención sea la misma... Sólo que...
-hay que desconfiarles mucho á esas intenciones... ¿Perdiste? Bueno; ¡no
-hablemos más! Ya sabés que hiciste mal en jugar, y... ¡basta!
-
-Silvestre lo miraba boquiabierto, alelado, con una sorpresa indecible.
-
---¿Conque sabías?--acertó á balbucir.--¡Y me perdonás, hermano, todo el
-mal que t'hecho!...
-
-Y reaccionando de pronto, rompió á llorar con grandes sollozos
-convulsivos, sentado, sepultada la cabeza entre las manos, sobre las
-rodillas trémulas.
-
-...Una semana después no se acordaba ya de aquella crisis espantosa,
-tranquilizado por el silencio de Viera. Pero debemos confesar en honor
-suyo, que perdonó á su amigo el haberlo perdonado de su falta, y esto
-aboga por él, porque es excepcional. Viera dió por recibida la suma con
-grave peligro de su reputación, pues la falla prolongó y dió incremento
-á sus apuros.
-
---¿Dónde tira la plata ese loco?--se preguntaban haciéndose cruces
-los que veían de cerca al periodista siempre metido en su intolerable
-atolladero.
-
-Pero como Silvestre no se apresuraba á explicarlo ni Viera había de
-hacerlo...
-
- * * * * *
-
-El lector querrá saber cómo justificamos la visible contradicción que
-se nota leyendo esta crónica, primero en las dos opuestas actitudes
-del pueblo pagochiquense, y después en los actos de Silvestre, censor
-implacable de lo malo y luego capaz de todo, hasta de un abuso de
-confianza. Pues muy sencillamente: no la justificamos porque no
-necesita justificación. Si la necesitara, diríamos en cuanto á lo
-primero que se trata de esos distintos estados de alma, del alma
-popular, que permiten y aun crean las fluctuaciones de opinión y
-acción observables que toda colectividad, y en cuanto á lo seguido que
-Silvestre, culpable, seguía siendo puro como lo creía Viera, pues si
-antes se dijo que el más justo peca siete veces, hoy puede afirmarse
-que el más sensato lleva un loco adentro.
-
-Sólo que Silvestre (aquí inter nos) no era el más sensato...
-
-
-
-
- EL DIABLO EN PAGO CHICO
-
-
-Viacaba, aquel paisano tosco, bueno y trabajador que tantos han
-conocido, tenía en ese tiempo su rancho á algunas leguas de Pago Chico,
-sobre el remanso de un pequeño arroyo que, después de reflejar la
-barranca, perpendicular y desnuda de vegetación, los sauces desmedrados
-que se balanceaban sobre ella y el corral de la escasa puntita
-de ovejas, seguía su curso casi en ángulo recto sobre su antigua
-dirección, é iba lento, pobre y turbio, á echarse en el indigente
-caudal del Río Chico, que en realidad nunca llegó á río ni aun con
-aquel refuerzo, sino en época de grandes crecidas é inundaciones.
-Viacaba vivía allí, desde muchos años, con su mujer Panchita, sus dos
-hijos Pancho y Joaquín, hombres ya, su hija Isabel, morenita feucha
-pero inteligente y un par de peones, Serapio y Matilde, que, ayudados
-por el viejo y los dos mozos, bastaban y sobraban para los quehaceres
-habituales de la estanzuela.
-
-Estos quehaceres estaban lejos de ser abrumadores, aunque Viacaba
-poseyese buen número de vacas y de yeguas, y unos pocos centenares de
-ovejas para el consumo, pues no era aficionado á esa clase de crianza.
-
-El rancho era espacioso y constaba de varias habitaciones. Se veía
-desde lejos, sobre el albardón abierto en dos por el arroyo que,
-voluntarioso y caprichudo, no había querido echar por lo más fácil,
-aunque le sobrara campo llano en que correr y aunque no le importara
-un bledo de la línea recta. Quizá, cuando tendió su lecho, aquellos
-terrenos tendrían muy distinta configuración...
-
-Y así como el rancho se veía de lejos, así también desde el rancho
-se abarcaba hasta muy lejos un horizonte curvilíneo, desierto,
-completamente plano, una extensión de pampa cubierta entonces de hierba
-reseca y triste, amarilla tirando á gris, alfombra polvorienta en que,
-como trazada de propósito, se destacaba la tortuosa línea verdegueante
-de las orillas del arroyo, como una franja de terciopelo nuevo en un
-inmenso manto raído.
-
-Aquella siesta hacía un calor bochornoso. El campo reverberaba, como
-si fuese de sutiles y vibrantes laminillas de acero, y mareaba con sus
-destellos ofuscadores. El cielo estaba casi blanco, sin una nube, pero
-en él flotaban grandes é invisibles masas de vapores dilatados por el
-calor. Oíase el incesante y estridente chirrido de la chicharra, y en
-la atmósfera había un monótono zumbar de insectos, sin que se supiera
-de dónde partía, pero ensordecedor, atontador de persistencia.
-
-No es extraño, pues, que cansados del trabajo de la mañana y rendidos
-por el bochorno abrumador, todos durmieran en el «puesto» de Viacaba;
-los hombres bajo el alero que daba al este, ya sin sol, y las mujeres
-en el interior del rancho, cuya obscuridad ofrecía una momentánea
-sensación de frescura.
-
-El aire, sofocante, estaba inmóvil, como casi todos los días á esas
-horas, en aquella temporada de sequía, tan larga y amenazante ya, que
-los animales comenzaban á desmejorar y enflaquecer, síntoma de probable
-epidemia... Los hombres dormidos respiraban sofocadamente, y gruesas
-gotas de sudor les brotaban de los poros, bruscas y cristalinas,
-para correr luego en hilos por su piel morena. Dormían intranquilos,
-hostigados por el calor y por las moscas, zumbadoras, insistentes,
-pertinaces á pesar de sus instintivos manotones. Y hubieran seguido
-postrados por la modorra, si el galope de un caballo que se detuvo
-frente á la tranquera, y el furioso ladrar de los perros que, un
-momento antes, echados á la sombra y con la lengua afuera imitaban
-jadeando la locomotora de un expreso, no los arrancaran de la siesta.
-
-Matilde, un peón santiagueño, enorme y mal encarado, á quien aquel
-nombre de mujer sentaba «como á un Cristo un par de pistolas,» se
-incorporó refunfuñando, levantóse perezosamente, y con paso tardo, á
-pesar del sol que rajaba la tierra, se encaminó á ver quién era el
-importuno jinete. Los demás, mirando hacia la tranquera, entrevieron
-un tordillo, negro de sudor y de polvo, que resollaba como un fuelle y
-sacudía cabeza, orejas y cola, espantando la nube de moscas que se le
-había echado encima. El pasajero entraba con Matilde, que se adelantó
-para informar á Viacaba.
-
---Es un «franchute» que píd'i'agua--dijo.--¿Le doy?
-
---¡Cómo no! Hacé qu'entre aquí á la sombrita.
-
-Cuando el hombre llegó al alero todos se habían levantado, y Panchita é
-Isabel se movían adentro, despertadas por las voces.
-
---Buenas tardes, amigo. Entre y sientesé... Dale agua fresca, Serapio.
-Después tomará un matecito, si gusta... Y ¿cómo anda, amigo, con este
-solazo, que ni las víboras salen de las cuevas?
-
-El francés explicó que aquella misma tarde tenía ocupaciones de
-urgencia en el pueblo, para poder tomar la «galera» á la madrugada
-siguiente.
-
-Era un mocetón alto y delgado, muy rubio y de ojos clarísimos, frente
-estrecha, nariz larga, descolorida y ganchuda, como el pico de una
-ave de presa; tenía algo de carancho, aunque su rostro fuese largo
-y afilado, y su exagerada urbanidad no bastaba para desvanecer la
-antipática impresión que desde el primer instante produjera en aquellos
-hombres sencillos y toscos. Un fluido repelente flotaba en torno suyo,
-como si emanara de su cuerpo, y los cinco paisanos, tan distintos en el
-aspecto y las maneras, no podían dejar de mirarlo con desconfianza.
-
-Bebió con verdadera avidez el agua recién sacada del pozo, y gozando de
-la sombra dejóse estar sentado en un banco, bajo el alero, recostado
-en la pared de barro groseramente blanqueada, parpadeando para no
-dejarse vencer por el sueño. Y cuando Isabel apareció, seguida por la
-madre, con el mate amargo que había cebado en la cocina, se levantó
-ceremoniosamente, algo envarado, haciendo una gran reverencia y
-murmurando cumplidos á la amable «señoguita» y á la respetable «señoga».
-
-Sorbió, no sin alguna mueca, el acre brebaje á que no estaba
-acostumbrado, y con nuevas cortesías devolvió el mate á la joven.
-Ésta, al pasar para la cocina, con gran fragor de enaguas almidonadas,
-significó á Pancho, con un mohín y una miradita de soslayo, cuánto la
-disgustaba, también á ella, el extranjero. La señora lo examinaba á
-hurtadillas. Los hombres hacían esfuerzos para sostener la desanimada
-conversación.
-
-Más de una hora duró la visita. Matilde dió, entretanto, de beber al
-tordillo, y le apretó la cincha, como si con ello apurara el momento de
-la separación.
-
-Mientras armaba un cigarrillo negro con que Viacaba lo había
-obsequiado, el francés habló de la sequía y del triste estado de las
-haciendas. Llegaba de lejos, y toda la campaña que había recorrido
-presentaba el mismo aspecto de desolación: pastos resecos como yesca,
-lagunones sin agua, bañados lisos y duros como piedra, arroyos tan
-bajos, que casi todos se podían pasar de un salto; las haciendas
-vacunas estaban flacas como esqueletos; las ovejas muy desmejoradas y
-con una sarna más pertinaz que nunca; las yeguas con huesos y pellejo...
-
---La suerte que aquí no lo vamos pasando tan mal tuavía--exclamó
-Viacaba con cierta satisfacción.
-
-Pero alzó bruscamente la cabeza, alarmado, cuando el extranjero dijo
-que en muchas partes había visto grandes torbellinos de polvo que el
-viento arrancaba de la tierra desnuda de vegetación.
-
---¡Las polvaderas!--murmuró con acento medroso--¡Por lo visto, ya
-principian!...
-
-Y se quedó profundamente pensativo, evocando aquella terrible
-calamidad, no sufrida desde muchos años, pero que en otro tiempo pasara
-por allí sembrando el estrago y la devastación, dejando la inmensa
-pampa despoblada de animales y como muerta y enterrada ella misma bajo
-cenicienta y móvil capa de polvo...
-
-La voz atiplada y agria del viajero, salpicada con notas discordantes,
-aumentaba aquella impresión, y la de antipatía y desconfianza que
-irresistiblemente provocara en todos.
-
-Ya con el sol algo bajo, el francés se despidió haciendo zalemas
-y protestas de vivo agradecimiento. Viacaba lo acompañó hasta la
-tranquera mientras los demás habitantes lo miraban marcharse, en fila
-bajo el alero... El tordillo, descansado ya, emprendió la marcha con
-paso más brioso, y cuando iba á lanzarlo al galope, el jinete oyó que
-el paisano le gritaba desde la tranquera:
-
---¡Cuidao con el pucho!
-
---«¡Oui! ¡oui!»--gritó el otro sin comprender.
-
-Un momento después, Isabel, que volvía con el inacabable mate amargo,
-formuló el pensamiento de todos:
-
---¡No me gusta nadita esi hombre!
-
---Cosa güena no ha'eser,--refunfuñó afirmativamente Matilde recogiendo
-el recado para ir á ensillar.
-
---Parece medio... «cantimpla»,--zumbó Pancho, el más tolerante, después
-de Viacaba.
-
-Y aunque pasaran largo rato en silencio, aquella visita debió continuar
-preocupándolos, porque Serapio no dijo á quién se refería cuando
-observó:
-
---Ahí va, por el «fachinal».
-
-Efectivamente, el bulto, ya apenas perceptible, del hombre y el
-caballo, se alejaba rápidamente é iba á internarse en un alto pajonal
-que, en dirección á Pago Chico, ocupaba una vasta extensión de terreno.
-
---¡Cantimpla decís!--objetó Joaquín que se había quedado rumiando las
-palabras de Pancho.--Pues á mí, lo que me parece es un pájaro de mal
-agüero, con ese pico'e lechuzón desplumao de la cabeza... Con tal de
-que no nos haiga echau algún «daño»...
-
---¡Dejáte de agüerías, Joaquín!--exclamó Viacaba.--¡Los gringos «saben»
-tener unas caras... fierazas! Pero ¿y de áhi? ¿Han de ser brujos por
-eso?...
-
-Viacaba era supersticioso también, pero la edad y la experiencia
-atenuaban un tanto esa superstición.
-
-Los peones salieron al campo y tomaron para el oeste, donde estaba
-el grueso de la hacienda, seguidos por Joaquín. Al este, pasando el
-arroyuelo, sólo había algunas yeguas y la tropilla de zainos.
-
-Las dos mujeres, Viacaba y Pancho, se quedaron bajo el alero, sin ganas
-de moverse en la atmósfera asfixiante. El sol se acercaba al ocaso, y
-su luz iba enrojeciéndose por momentos.
-
-Al obscurecer, cuando volvieron los otros, llamados por la hora de la
-comida, el cielo era al oeste un inmenso manto de púrpura reflejado al
-oriente en un tenue velo, purpúreo también. Y delante de ese velo una
-columna recta, de vapores terrosos, se alzaba del pajonal como girando
-sobre sí misma.
-
---¡No digo! ¡Si ya principian las polvaderas!--exclamó Viacaba, que la
-vió al ir con los suyos á la cocina.
-
-¿Cómo había podido equivocarse aquel hombre de campo, nacido en plena
-pampa, conocedor de todos sus fenómenos, confidente de todos sus
-secretos? ¿Miró mal? ¿Ó la evocación terrible de las polvaredas, la
-obsesión de tamaña calamidad, le había paralizado el cerebro?
-
-No era, no, el torbellino de polvo que una corriente giratoria alza y
-retuerce en el aire, como columna salomónica, desde el campo reseco,
-para pasearla después en caprichosa danza de un lado á otro y luego
-dejarla caer, de golpe, disuelta, desvanecida en la atmósfera como
-fantástica creación de pesadilla. No. La columna estaba fija en el
-mismo punto é iba elevándose y ensanchándose en la atmósfera tranquila
-y caldeada que doraban y enrojecían los últimos parpadeantes fulgores
-del sol.
-
-Y el astro acabó de hundirse. Las oladas de púrpura que lo seguían,
-cubriendo el occidente, se derramaron también tras él, poco á poco, á
-manera del agua que desaparece lenta en una hendidura. Y para anunciar
-la noche que llegaba, comenzaron á revolotear tenues brisas mensajeras
-de paz, que crecían y se multiplicaban por momentos...
-
-Era ya obscuro, y, sin embargo, la columna seguía viéndose en el
-pajonal, vagamente luminosa, como si fuera la misma que guió á los
-israelitas en el desierto...
-
-Entretanto la familia Viacaba, comía en la cocina, rodeando el fogón,
-más animada y conversadora, pues el airecillo, tibio aún, iba haciendo
-reaccionar á todos de su enervamiento, á medida que cobraba fuerzas y
-agitaba con más decisión las alas.
-
-La conversación, interrumpida á ratos, seguía, persistente, rodando al
-rededor de la visita del francés, el acontecimiento del día. Y no había
-una frase simpática para él.
-
---¡Vaya al diablo el ñacurutú ese ¡Nunca he visto animal más
-feo!--insistió Joaquín, supersticiosamente.--Y cómo miraba, con esos
-ojos descoloridos, á pesar de todos sus «vulevús»... Á mí me parecía...
-
---El Malo ¿no?--interrumpió Matilde, el santiagueño.--¡Á mí también!
-Dicen qu'es ansí; «payo», di ojos claritos y nariz de pico é loro. No
-me le fijé en las patas porque tráiba botas... pero ha de haber tenido
-pesuña no más.
-
-Como eco terrible de estas palabras, la voz angustiosa de Panchita, que
-acababa de ir al pozo en busca de agua fresca, sonó en el patio como un
-grito de alarma y de terror:
-
---¡Quemazón!... ¡Quemazón!...¡Quemazón en el fachinal!...
-
---¡No decía yo!--murmuró Joaquín, precipitándose afuera con los demás...
-
-La columna amenazadora que había comenzado por elevarse, ensanchándose
-é iluminándose con vagas vislumbres, llegó á semejar inmenso tronco
-de copa pequeña, redonda y blanquecina; luego, cuando el viento sopló
-con cierta violencia, desvanecióse de pronto; en seguida, en la
-sombra creciente, hubiérase dicho que el árbol acababa de desplomarse
-ardiendo de punta á punta, porque, á partir del mismo sitio, apareció
-chisporroteando una línea de fuego, brasas y llamitas fugaces que se
-reflejaban en los vapores suspendidos sobre el suelo. Inmediatamente
-después, la línea roja y resplandeciente al ras de la tierra, se
-extendió, se extendió más, abarcó un espacio enorme, en el este, de
-donde llegaba el viento, como si quisiera ocupar todo el horizonte.
-Desde el rancho veíanse vagar por el pajonal reflejos luminosos,
-anaranjados ó amarillentos, que contrastaban con la noche negra y
-armonizaban con la raya purpúrea de la quemazón, mientras en el
-cielo un gran parche rojizo parecía seguir la marcha del desastre.
-Y el viento, entre tanto, sacudía alegremente la alta hierba, seca
-y sonora, murmurando y riendo como el niño que escapa después de
-haber hecho una travesura. Y el susurro musical llenaba el aire de
-coros indecisos... En el albardón, junto á «las casas,» dominando
-el campo, Panchita é Isabel asistían con espanto al espectáculo
-amenazador y terrible del incendio. Los hombres, después de ensillar
-apresuradamente, se habían precipitado á todo galope hacia el pajonal,
-atinando sólo á lo más visible del peligro, tan azorados que no podían
-coordinar las ideas...
-
-El viento, cansado de reir, se entretenía en combinar curiosos y
-devastadores fuegos de artificio. Llegaba al incendio, levantaba
-nubes de humo y semilleros de chispas; enredaba el humo en las matas
-cercanas, iluminadas por el fuego, fingiéndolas incendiadas también,
-y esparcía las chispas como un ramillete, ó las hacía formar haces de
-espigas de oro; luego las dejaba apagarse ó caer sobre el pasto en
-lluvia finísima y devastadora... Ó de un soplido apagaba bruscamente
-la inmensa línea roja, y luego, como arrepentido de abandonar tan
-pronto su diversión, reavivábala de otro soplo hasta hacerla llamear
-é incendiar también el cielo... Al sitio en que estaban las mujeres
-llegaban bocanadas de horno, hálitos de fragua, un fragor atenuado,
-como de lejanísimas descargas graneadas de fusilería, y un olor acre de
-paja quemada, dilución de las densas masas de humo que corrían al ras
-del suelo.
-
-Lenta á la distancia, rápida en realidad, la línea de fuego se
-extendía, aparentaba formar un arco de círculo cuyo centro fuera el
-albardón, é iba acercándose á las casas cual si estrechase un sitio que
-les hubiera puesto de repente con maravillosa táctica. Entre el rancho
-y el incendio el campo estaba iluminado, y sombras enormes se movían y
-fluctuaban vagamente en él: las rechonchas de las anchas matas de paja
-y las alargadas de los jinetes que andaban agitados junto á la quemazón.
-
-Un tropel, un redoble de alarma estalló de repente en el silencio
-rumoroso, haciendo retemblar el suelo; era la tropilla, eran las
-manadas que huían despavoridas hacia el oeste, martillando con sus
-cascos la tierra seca y sonora. Y una sombra informe pasó, envuelta
-en nubes de polvo, lanzando al paso reflejos de ancas y de cabezas
-desgreñadas al viento... Y el furioso redoble fué disminuyendo, hasta
-perderse en la noche...
-
---¡La caballada!--gritó con angustia Isabel, sacudiendo un instante su
-marasmo.
-
---¡Virgen santa! ¡Quién sabe si la volveremos á ver!--murmuró la madre.
-
-Y atrás rumores más sordos, confusos é indescifrables, poblaban,
-entretanto, la pampa y llegaban hasta ellas arrastrados por el viento
-abrasador, saturado de humo y cargado de cenizas aún calientes...
-
-Viacaba, sus hijos y los peones, desalados, habían creído llegar á
-tiempo de sofocar el incendio. Pero cuando estuvieron á poco más de una
-cuadra, una agonía les oprimió el corazón: el alto pastizal tupido y
-seco, los matorrales entretejidos y bravos, la cortadera amarillenta
-ya que ocultaba á un hombre de pie, ardían en una enorme extensión,
-hasta donde alcanzaba la vista, entre chisporroteos y llamaradas,
-estallando como millares de petardos incendiados por series sucesivas.
-Llegábanles soplos tan ardientes como el fuego mismo, y unos á otros se
-veían las caras sudorosas, completamente negras de hollín, en que les
-relampagueaban los ojos. Los caballos, con las orejas tendidas casi en
-línea horizontal hacia el incendio, resoplaban y sacudían la cabeza,
-negándose á avanzar más.
-
-Á menos de una cuadra envolviéronlos el humo y las chispas, y parecían
-avanzar en las nubes entre una constelación de estrellas fugaces. La
-acre humareda los cegaba, aunque estuviesen tan hechos á los humazos
-del fogón, y los soplos abrasadores les hacían volver el rostro con
-el cabello y la barba medio chamuscados... Sobre sus cabezas cerníase
-un instante la paja voladora, ardiendo, y luego seguía su vuelo, á
-difundir á saltos el desastre, arrebatada por el vendaval... No se oían
-casi, con el fragor del estallar de las pajas, y tenían que gritar para
-comunicarse.
-
---... ¡Contra-fuego!--oyóse vociferar á Viacaba, que echó pie á tierra.
-El principio de la frase se había perdido en el estrépito...
-
-Tras el velo de llamas que ante sus ojos tendía la inmensa fogarata,
-la noche tomaba insólitas negruras. Parecía que el obscuro cielo, sin
-luna, continuara descendiendo, descendiendo, más negro cada vez, hasta
-llegar al incendio mismo, sólo que en su parte inferior las apretadas
-y rojas estrellas se apagaban sucesivamente, dejando en un momento
-lóbrega y vacía aquella parte de inmensidad. El horizonte se había
-acercado hasta pocos pasos de ellas, y creían hallarse al borde de un
-inmensurable abismo... La luz misma parecía rechazada hacia adelante
-por el viento furioso que soplaba de aquel antro...
-
-Á la voz de Viacaba, todos se apearon. Una seña les hizo acercar, y
-oyeron este grito:
-
---¡Aquí no! ¡Sería pior! ¡Á la orilla del fachinal!...
-
-Desanduvieron un trecho, teniendo del cabestro á los espantados
-caballos que volvían la cabeza hacia el fuego con ojos de brasa,
-resollaban y roncaban violentamente, hacían bruscos movimientos para
-desasirse y escapar, y tiritaban cubiertos de sudor, mientras por los
-flancos les corrían arrugas como de agua rizada por la brisa...
-
-Y así, envueltos en rojas luces de Bengala, hombres y animales salieron
-á la orilla del pajonal, donde comenzaba el pasto bajo, marchito y seco
-también. Serapio maneó los caballos y los ató á las matas, bastante más
-lejos. Luego se incorporó á los demás.
-
-Viacaba y Pancho incendiaban rápidamente la hierba baja, en un ancho
-de poco más de una vara, siguiendo una línea más ó menos paralela á la
-quemazón. Joaquín y Matilde, tras ellas, dejaban arder bien el pasto,
-y luego lo apagaban azotándolo con escobas de la paja más verde, hasta
-que se incendiaban, ó con las jergas del recado, sin mojarlas, porque
-el agua estaba demasiado lejos. Serapio los imitó...
-
-En aquella hoguera parecían fundidores junto á un río de metal
-incandescente; jadeaban, sudaban; sus caras negras, encendidas y
-lustrosas, se hinchaban, se abotargaban, perdían sus líneas mientras
-los ojos les relampagueaban y por las mejillas y la frente les corrían
-hilos de tinta...
-
-¡Sacrificio inútil! El fuego se burlaba de antemano del obstáculo que
-le querían oponer, levantándole una trinchera de vacío: reíase de ellos
-en complicidad con el viento, en cuyas alas enviaba sus emisarios y
-sus propagandistas más allá de los hombres y de su ciclópeo esfuerzo
-impotente.
-
-Y el tropel que espantara á las mujeres llegó de pronto hasta allí como
-un lejano trémolo de timbales entre los chasquidos del incendio...
-Viacaba levantó la azorada cabeza, y con ojos saltones, enloquecidos,
-gritó:
-
---¡Serapio! ¡Matilde! ¡La hacienda! ¡La hacienda!...
-
-Y abarcando, al fin, la magnitud del desastre, abandonaron la quemazón
-casual y la que ellos mismos hacían, corriendo frenéticos hacia los
-caballos.
-
-Los caballos no estaban allí. Aguijoneados por el pavor, habían
-conseguido arrancar las matas, y roncando, despavoridos, dementes,
-trabados por las maneas, á grandes saltos enajenados, tropezando
-ciegos, allá iban, trémulos, vacilantes, chorreando sudor, hacia el
-oeste, hacia la salvación, hacia la vida...
-
-Lograron alcanzarlos y, montados, salieron de carrera en distintas
-direcciones como si obedeciesen á un plan preestablecido. Sin embargo,
-no lo tenían... ¿Dónde llevar la hacienda, en caso de que aún no se
-hubiese dispersado y perdido en las tinieblas de la pampa? ¿Dónde
-proporcionarle un refugio inmune? ¿Por dónde hacerlas escapar del
-tremendo estrago...?
-
-...Las mujeres, petrificadas de pavor y de angustia, seguían como
-sonámbulos en el albardón, con los ojos fijos en el incendio, que
-continuaba avanzando, avanzando á cada minuto con mayor rapidez é
-intensidad, y no sólo hacia las casas, sino hacia la derecha, hacia la
-izquierda, al norte, al sur, para separarlas bien del mundo por aquel
-lado y luego replegarse, cortándoles la retirada, envolviéndolas en su
-línea infranqueable. Y el redoble del triunfo, la diana sin clarines se
-oía cada vez más cerca, más cerca, como estallidos de risas y gritos de
-voces ásperas y discordantes... El calor era tan intenso, que á cada
-instante las infelices se creían á punto de desfallecer y caer semi
-asfixiadas.
-
-El fuego llegó al arroyo... La esperanza les dilató un momento el
-pecho... Pero el incendio se burló del caprichoso zanjón, cubierto
-previamente de paja voladora por su cómplice el viento. Lo traspuso
-redoblando sus chasquidos, llegó á la otra orilla, avanzó hasta lamer
-la tranquera y los sauces que le daban sombra, y, regocijado, siguió
-su carrera hacia el oeste, dejando más grande la noche tras de sí,
-llevándola hasta los mismos pies de las mujeres que, atontadas,
-siguieron mirando cómo se extinguían una á una las fugaces estrellas de
-la quemazón en la noche de abismo que creara á su paso...
-
-Más allá, hacia la derecha, por donde brillaba la Cruz del Sur,
-también la paja sirvió de puente volante á la invasión devastadora.
-El arroyo ardió todo en un segundo. Y desde la otra orilla, de las
-matas altas del albardón, el viento arrebataba cardúmenes de chispas
-que iban á caer á los pies de las mujeres... Algunas llegaban hasta
-el mismo rancho y se extinguían entre las pajas del techo, sin fuerza
-para incendiarlas... Ellas, en su angustia suprema, no advertían el
-nuevo peligro. Y chispas y pajas abrasadas continuaban su vuelo, más
-compactas cada vez...
-
---¡Mama! ¡mama!...
-
-El grito desgarrador de Isabel anunciaba el coronamiento de la
-catástrofe: el techo central ardía con gran humareda en un círculo de
-una vara de diámetro.
-
---¡Agua! ¡agua!--gritó la madre, arrancada á su estupor.
-
-Ambas corrieron al bebedero de los caballos, junto al pozo; una llenó
-un balde, otra una jarra; precipitáronse al fuego; sus fuerzas no
-alcanzaron á lanzar el agua hasta allí...
-
---¡Traé vos el agua!--tartamudeó la madre.
-
-Y como pudo, valiéndose de un banco, lastimándose manos y rodillas,
-trabada por los vestidos, trepó al techo gritando desesperadamente,
-como si alguien pudiera oírla en aquella desolación:
-
---¡Viacaba!... ¡Pancho!... ¡Joaquín!...
-
-Isabel le llevaba jarras y baldes de agua, de carrera, jadeante, bañada
-en sudor. Ella, febril, casi sin saber lo que hacía, echábase de bruces
-sobre el techo, tendía los brazos trémulos, alzaba el agua con esfuerzo
-automático, é iba á verterla en la hoguera cada vez más ancha... Y
-mientras hacían esta abrumadora y lenta maniobra, el viento continuaba
-acribillando el rancho con sus flechas incendiarias... Un momento
-después el techo ardía por diversos puntos...
-
---¡Baje, mama, baje! ¡Se va á abrasar viva!...
-
-La desgraciada bajó por fin. Como alegre fogarata, el rancho ardía
-por las cuatro puntas iluminando el patio hasta la tranquera con sus
-sauces descabellados, sacudidos por el viento, hasta el corral en
-que se revolvían, se atropellaban y se trepaban unas sobre otras las
-ovejas, balando lastimeramente, tratando de derribar el fuerte cerco...
-Y aquella siniestra y formidable iluminación desvanecía, borraba
-totalmente la otra, ya en el horizonte...
-
-Los hombres vieron desde lejos aquella antorcha y regresaron uno tras
-otro, llenos de desesperación.
-
-Nada había que hacer... Apenas, y con gran peligro, consiguieron
-sacar algunos objetos de la formidable hornalla... Las cumbreras se
-desplomaron con gran ruido, el alero desapareció, y á la luz roja no
-se veía ya mas que las paredes ennegrecidas... Sentados en el suelo,
-anonadados por la impotencia y la desesperación, lanzaban de vez en
-cuando lamentables exclamaciones. Y la visita del extranjero volvía á
-su exaltada imaginación con caracteres diabólicos y aterradores.
-
---¡Ah el gringo, el gringo!...
-
---Él no más nos ha traído esta calamidá...
-
---Nos ha hecho «daño»...
-
---¡Seguro que tiró el pucho en el fachinal, indino!...
-
---¡No, patrón!; si era el Malo, ¡si era Mandinga!... ¡Tan cierto como
-que éstas son cruces!...
-
-Y su infantil superstición iba á convertirse en hecho comprobado,
-al día siguiente, cuando en Pago Chico, donde fueron á refugiar su
-desnudez, les dijeran que allí no había llegado francés alguno, y luego
-á difundirse pasando de boca en boca como acontecimiento histórico,
-aunque el comisario averiguara y publicara que un hombre de la
-filiación del presunto incendiario estuvo aquella tarde en el vecino
-pueblo del Sauce donde, á la madrugada, tomó la galera del Azul...
-
-Pero el alba se extendió descolorida y triste sobre el campo. Hombres
-y mujeres, acercados por la desgracia, formaban un grupo silencioso é
-inmóvil. Lo que ayer fuera bienestar y abundancia era miseria ya...
-
-La pampa, á las primeras luces indecisas, mostróseles cubierta por
-inmenso tapiz de funerario paño negro, que se extendía hasta el
-horizonte, en todo rumbo, y el viento, fuerte aún, levantó nubes de
-hollín y los envolvió en impalpable polvo de cenizas...
-
-
-
-
- ¡GUERRA Á SILVESTRE!
-
-
-También acabó Silvestre por incomodar á los situacionistas, que
-resolvieron castigarlo, igual que á Viera.
-
-Á este propósito hicieron que fuera á establecerse en Pago Chico,
-habilitado por ellos, un farmacéutico diplomado, cierto italiano
-Barrucchi, venido del país amigo á hacer fortuna rápidamente, así, sin
-otra condición, rápidamente.
-
-La competencia fastidió mucho al criollo en un principio, como que
-hasta fué denunciado al Consejo de Higiene por ejercicio ilegal de la
-profesión. Pero estaba atrincherado tras de su regente, á quien hizo
-pasar una temporadita en el Pago, con pret, plus y otras regalías
-inherentes á la actividad del servicio.
-
---Al gringo l'enseñan,--decía,--pero nada le ha'e valer. ¡Á la larga no
-hay cotejo!
-
-Y para dominar del todo la situación, halló manera de ¿cómo diremos?
-untar la mano al inspector enviado de La Plata.
-
-«Untar la mano» es frase grosera, bien; pero ¿qué decir, entonces, del
-hecho de untarla, y de dejársela untar?...
-
-Nada. Punto. Y sigamos adelante con los faroles.
-
-No se durmió Silvestre sobre los laureles de su primera defensa
-victoriosa, sino que atisbó, vichó, bombeó, supo cuanto hacía el
-italiano, le tendió lazos, le analizó preparaciones en que había
-substituido substancias, publicó los resultados, formuló denuncias,
-y de perseguido convirtióse pronto en perseguidor, porque en aquella
-delicada materia se inmiscuía alguien más que los cabecillas
-pagochiquenses, y el Consejo de Higiene, no desdeñoso de multas, solía
-enviar inspectores cuando era á golpe seguro, y entre tantos alguno
-habría reacio á los ungüentos de marras...
-
-Y apareció muy luego otro inspector.
-
-Barrucchi escapó difícilmente á las consecuencias con que lo amenazaba
-una grave trocatinta de frascos y rótulos en el armarito de los
-alcaloides, nada menos, falta que hasta nuevo aviso debe atribuirse
-á negligencia suya, nunca á perversidad de Silvestre, incapaz por
-su parte de jugar á sabiendas con la vida de sus convecinos, é
-imposibilitado de penetrar en la plaza enemiga.
-
-La misma grosería del error fué lo que salvó á Barrucchi, provisto de
-auténticos diplomas de una facultad italiana, y de un certificado de
-reválida en toda regla, otorgado por la de Buenos Aires. Insistimos
-en que Silvestre no tuvo arte ni parte en el suceso. Barrucchi
-probablemente tampoco, puesto que nadie lo hizo responsable, ni
-siquiera lo amonestó por su descuido, ni por su aterradora confusión de
-consonantes en ina.
-
-Pero sus negocios, que hasta entonces habían sido regulares, se
-resintieron con la divulgación de aquel hecho, cuidadosamente propalado
-á todos los vientos del cuadrante por Silvestre y los suyos. Sin
-embargo, el azar, ya que no la buena reputación y limpia fama, vino
-á favorecerlo. La farmacia, asegurada en una nueva compañía contra
-incendios que buscaba clientela en Pago Chico, por una suma mucho mayor
-que su capital verdadero, ardió casualmente á los pocos días, sin que
-bastara para extinguir el incendio la guardia de cuatro vigilantes con
-machete en mano, puesta por Barraba en las cuatro esquinas de la casa.
-
-Hay quien dice, todavía, que el incendio no fué intencional.
-
-La compañía de seguros pagó inmediatamente al boticario y al dueño del
-edificio, pues le convenía acreditarse para hacer una buena ponchada
-de fuertes primas en ese partido y los inmediatos, y sólo pidió á uno
-y otro un recibo bombástico y la autorización de hacer con él cuanto
-reclame quisiera.
-
-La casa comenzó á reconstruirse con gran prisa, y todo el mundo creyó
-que Barrucchi restablecería su farmacia en mucho mejores condiciones,
-ya que contaba con un capital relativamente respetable. Tal era, en
-efecto, su intención; pero una frase que corrió como un reguero de
-pólvora de punta á punta del pueblo, le hizo variar de propósito y
-retirarse con los honores de la guerra, es decir, con los pesos del
-seguro.
-
---Non é niente, demientra no se brushe l'arquibio.
-
---Non é niente demientra no se brushe l'arquibio.
-
-Esto era lo que se oía de la mañana á la noche hasta en los últimos
-rincones de Pago Chico, y las extrañas palabras eran repetidas ora
-con acento de indignación, ora entre carcajadas más mortíferas aún.
-Y todo el mundo se contaba inacabable, infatigablemente, durante
-días, semanas, meses enteros, la maquiavélica invención de Silvestre,
-aderezada hasta con la jerga propia del personaje y del caso:
-
-Barrucchi, á quien la noche del incendio corrió á avisarse al Club que
-ardía la botica, se limitó á contestar tranquilamente, encogiéndose de
-hombros:
-
---¡Eh, no importa, mientras no se queme el aljibe!...
-
-El pobre Tartarín tuvo que ir á Argel por una copla; Barrucchi tuvo que
-irse de Pago Chico por una frase.
-
-También es verdad que Barrucchi no era del pueblo y que la frase brotó
-del cerebro de Silvestre. Si hubiese sido pagochiquense, quizá se le
-perdona, pues es fama que hasta los perros dicen, amparando á los
-vecinos:
-
---¡No lo muerdan, qu'es del barrio!
-
-Los hombres también, y si no, véase en seguida como lo prueba, con
-elegante demostración, la cajita misteriosa de Ferreiro.
-
-
-
-
- ALTRUISMO
-
-
-Entre las espesas sombras de la noche, en grupos charlatanes de tres
-ó cuatro personas, numerosos vecinos de Pago Chico se encaminaban
-lentamente á la estación del ferrocarril. Se habían reunido con ese
-objeto en el Club del Progreso, en el café y en la confitería de
-Cármine, y al acercarse la hora fueron destacándose poco á poco,
-para no llamar demasiado la atención ni dar pie á que los opositores
-hicieran alguna de las suyas.
-
-Llegaba en tren expreso, costeado naturalmente por el gobierno, el
-diputado Cisneros con la misión de reconstituir el comité, y era
-preciso hacerle una calurosa acogida á pesar de lo intempestivo de la
-hora. La estación estaba completamente á obscuras; sólo por la puerta
-de la habitación del jefe filtraba una raya de luz, y allá en el fondo
-el Buffet,--en funciones para las circunstancias,--abría sobre el andén
-desierto el abanico luminoso de su entrada. Allí fueron sentándose á
-medida que llegaban, el doctor Carbonero, el escribano Ferreiro, el
-intendente Luna, el juez de paz Machado, el concejal Bermúdez y varios
-otros, sin que faltaran el comisario Barraba y su escribiente Benito,
-ni aun don Máximo, el portero de la Municipalidad, muy extrañado de
-no tener que disparar bombas de estruendo en tan solemne emergencia.
-No hubo francachela; los tiempos estaban malos, y nadie quería cargar
-con el mochuelo del coperío, aunque sólo hubiera en la estación una
-veintena de personas. Cada cual, si quería, «tomaba algo»... y pagaba.
-
-La espera fué larga. El expreso se había retrasado en no sabemos
-qué estación y el jefe aún no tenía noticia de su llegada... Poco
-á poco, todos fueron á pasearse en la obscuridad del andén, luego
-instintivamente agrupáronse á la puerta del Buffet, y conversaban
-mirando inquietos al norte por descubrir entre las sombras el ojo
-encendido del tren en marcha.
-
---¿Á que no sabe abrir esta cajita?--dijo de pronto el escribano
-Ferreiro, presentando un objeto al Intendente Luna.
-
-Era una cajita oblonga, en forma de ataúd, en uno de cuyos extremos
-asomaba un botón á modo de resorte; un juguete-chasco de lo más
-infantil, pues oprimiendo el botón aparecía una aguja que pinchaba al
-curioso, con tanta mayor fuerza cuanto mayor había sido su confianza
-en sí mismo y el apretón consiguiente. Luna la tomó, la examinó
-deliberadamente, vió el resorte cuya evidencia debería haberlo hecho
-recelar sin embargo, y exclamó:
-
---¡Mire qué gracia!...
-
-Soberbio fué el golpe de pulgar que dió al botón apenas había dicho
-estas palabras, y soberbio el pinchazo que recibió en mitad de la yema
-del dedo... Estuvo á punto de soltar uno de los ternos más sonoros de
-su colección; pero se contuvo á tiempo, y lejos de protestar, fingió
-seguir examinando la cajita.
-
---No doy ni mañana--dijo por fin.
-
---Aver emprieste compadre,--solicitó Barraba tendiendo la mano, con los
-ojos brillantes de curiosidad.
-
-Los demás habían estrechado el corro, deseando ver el misterio
-que encerraba el cabalístico estuche, y las conversaciones se
-interrumpieron.
-
-Barraba cayó en la trampa, y á su grueso pulgar asomó una gotita de
-sangre como un pequeño rubí. Pero puso buena cara, y aparentó seguir
-maniobrando con la cajita.
-
---¡Traiga amigo, traiga! ¡Si usté es muy mulita p'a estas
-cosas!--exclamó al cabo de un instante el juez de paz Machado.--¿No
-sabe que p'a qu'el amor no tuerza, más vale maña que juerza?--Aver
-traiga p'acá.
-
-Barraba no tuvo inconveniente...
-
-Nuevo pinchazo... Nuevo esfuerzo heroico para no lanzar un grito.
-Aquellos espartanos eran todos capaces de dejarse devorar el vientre,
-con tal de que en seguida, se lo devoraran á los amigos y compañeros.
-«Si licet in parva...» como en el sorteo famoso de Matucana que,
-repitiendo en eso á Homero en la Ilíada, tuvo también su Tersites.
-
-Y después de Machado, la cajita pasó á Bermúdez, á Carbonero, á los
-demás--hasta á don Máximo, que fué el último en pincharse.
-
-Aquel Sterne, imitado ahora por quienes, con sólo imitarlo son
-puestos á la cabeza de no sabemos cuántas literaturas, nos ofrecería
-aquí una sabrosa disquisición, llena de longanimidad y de sincero
-enternecimiento ante la flaqueza humana. Se explicaría el hecho y
-trataría de explicarlo á los demás, por aquello de que «tout comprendre
-c'est tout pardonner».
-
-Pero desgraciadamente no habla Sterne, ni el hecho, produciéndose en
-Francia bajo tan rudimentarias formas, ha dado tema á los grandes
-modistos literarios. Ello vendrá.
-
-Mientras no viene, y por si no viene, el lector hará bien si saca por
-su propia cuenta el caracú del hueso que le ofrecemos, y que más peca
-por sobra que por falta de médula, pues allá en la pobre y silenciosa
-estación de Pago Chico--microcosmos sintetizado,--y entre aquel
-reducidísimo compendio de la humanidad, no hubo un solo ejemplar, un
-solo individuo que no pasara por la prueba, ni uno que no se mostrara
-á la altura de las circunstancias. El mismo don Máximo,--el último
-mono--se dirigió humildemente al escribano:
-
---¿No quiere emprestármela hasta mañana, señor Ferreiro?
-
---¿Para qué don Másimo?
-
---P'a mostrársela á Petrona, no más...
-
-Su altruismo no le permitía gozar tan sólo de las delicias de la aguja,
-pues los otros veinte no contaban ya: Habían contribuido á chasquearlo
-y se reían de él, como si fuese el único burlado.
-
-Entre tanto y en silencio, había ido aproximándose el tren. Un silbido
-agudo y un repentino y fuerte resplandor, les hizo dar un salto y
-volverse hacia la vía. El diputado Cisneros, de pie en la plataforma,
-con el tren aún en movimiento, comenzó á dirigirles la palabra:
-
-«Este brillante recibimiento me demuestra cuánto es vuestro altruismo
-y vuestra abnegación. Siempre dispuestos á sacrificaros por el bien de
-los demás, á luchar sin tregua ni descanso por evitar el sufrimiento
-ajeno, venís en horas de combate á retemplar mi espíritu, para el
-holocausto fraternal á que estoy dispuesto tanto como vosotros mismos».
-
-Y siguió así, mientras don Máximo se devanaba los sesos por hallar modo
-de pasarle la cajita sin faltarle á las debidas consideraciones. Pero
-no lo halló, por demasiado humilde, y tuvo que consolarse con la idea
-de embromar á la Petrona...
-
-¡Y decir que la peregrinación de la cajita se repetía diariamente y
-en mayor escala en Pago Chico, y se repite en todas partes, cuando ya
-estamos á las puertas del siglo de oro de la solidaridad humana!...
-
-
-
-
- LIBERTAD DE SUFRAGIO
-
-
-Cierta noche, poco antes de unas elecciones, el Club del Progreso
-estaba muy concurrido y animado.
-
-En las dos mesas de billar, la de carambola y la de casín, se hacían
-partidas de cuatro, con numerosa y dicharachera barra. Las mesitas
-de juego estaban rodeadas de aficionados al truco, al mús y al siete
-y medio, sin que en un extremo del salón faltaran los infalibles
-franceses, con el vice-cónsul Petitjean á la cabeza, engolfados en su
-sempiterna partida de «manille».
-
-El grupo más interesante era, en la primera mesita del salón, frente á
-la puerta de la sala de billares, el que formaban el intendente Luna,
-presidente del Concejo, varios concejales y el diputado Cisneros,
-de visita en Pago Chico para preparar las susodichas elecciones.
-Entregábanse á un animado truco de seis, conversadísimo, cuyos lances
-eran á cada paso motivo de griterías, risotadas, palabrotas con
-pretensiones de chistes y vivos comentarios de los mirones que, en
-círculo al rededor, trataban más de hacerse ver por el diputado que de
-seguir los incidentes de la brava partida.
-
-Junto á ellos, sentado en un sillón, con la pierna derecha cruzada
-sobre la izquierda, acariciándose la bota, abrazándola casi, el
-comisario Barraba con el chambergo echado sobre las cejas y dejándole
-en sombra la mitad de la cara achinada, ancha y corta, de ralo y duro
-bigote negro, hablaba ora con los jugadores, ora con los mirones,
-lanzando frasecitas cortas y terminantes, como cuadra á tan omnímoda
-autoridad.
-
-Descontentos no había en el club más que tres ó cuatro: Tortorano,
-Troncoso y Pedrín, á caza de noticias, cuya tibieza les permitía andar
-por donde se les diera la real gana.
-
-Los tres se hallaban cerca de la mesa del intendente y el diputado,
-podían oir lo que en ella se decía, y hasta replicar de vez en
-cuando,--aunque con moderación naturalmente,--al comisario Barraba.
-
-Alguien habló de las elecciones próximas y de las respectivas
-probabilidades de cada candidato.
-
---¡Qué eleciones ni qué eleciones!--exclamó Tortorano encogiéndose de
-hombros.--Nosotros nunca hemos tenido eleciones de veras, ¡y no las
-tendremos jamás!...
-
---La libertad de sufragio...--agregó Troncoso sarcásticamente.
-
-Pero el comisario, echando hacia atrás la cabeza, tanto que casi dejaba
-ver el dedo de frente descubierto entre el chambergo y las cejas, lo
-interrumpió:
-
---¿Qué dice amigo? ¿Que no v'haber libertá?
-
---¡Vaya, comisario, nunca ha habido!--objetó Tortorano sonriendo.
-
---Sería una novedad muy grande,--afirmó Troncoso retorciéndose el
-bigote con aire convencido.
-
---¡Y s'imagina, entonces, que yo estoy aquí p'a quitarles la libertá á
-los ciudadanos! ¿Y que yo, comisario, lo h'e permitir?...
-
-El diputado, el intendente y demás jugadores de la oligárquica mesa,
-levantaron la vista sorprendidos. El ruido disminuyó de pronto en el
-salón, como si los concurrentes se quedaran á la expectativa de un
-acontecimiento trascendental. Pedrín fué acercándose más al comisario...
-
---No digo eso,--murmuró Troncoso mirando al suelo y preguntándose
-interiormente dónde iría á parar el hombre encargado en Pago Chico de
-asegurar el éxito de una candidatura dada, con exclusión total de la
-otra.
-
-¿Se habría convertido de la noche á la mañana, después de tantas
-arbitrariedades y persecuciones?
-
---Yo tampoco digo que usted les quite la libertad. ¡No faltaba más!
-
-Tortorano se encogió de hombros otra vez y se puso á armar un
-cigarrillo negro. Troncoso miró al comisario para ver si hablaba de
-veras. Pedrín, aunque no tuviera nada de cándido, intervino con una
-ingenuidad:
-
---Me alegro mucho de haberl' óido,--dijo.--Yo ya estaba por no ir á las
-eleciones. Pero desde que usté garante la libertá...
-
---¡¡La garanto, canejo!! ¡Ya lo creo que la garanto!
-
-El diputado Cisneros se incorporó en su silla, casi resuelto á llamar
-al orden al extraviado y demagogo funcionario policial. Las demás
-autoridades estaban, al oir semejantes despropósitos, que no sabían lo
-que les pasaba.
-
---Pues si es así...--prosiguió Pedrín,--lo que es yo, el domingo no
-faltaré en el atrio p'a votar por don Vicente.
-
-Pero no había acabado de decirlo cuando el comisario estaba ya parado,
-de un salto tan violento y repentino que ni siquiera le dió tiempo para
-soltarse la bota. Y así en un pie:
-
---¡Pare la trilla que una yegua si ha mancau!--gritó.--¿Qué es lo que
-dice, amiguito?
-
---Que ya que usté garante la eleción v'y á sufragar por los cívicos...
-nada más.
-
---¡Dios lo libre y lo guarde! ¡Como de miarse en la cama!
-
---¿Pero no dice que habrá libertá de votar?
-
---Sí, para todos; ¡pero libertá, libertá de votar por el candidato del
-gobierno!...
-
-Un gran suspiro de satisfacción compuesto de seis suspiros particulares
-se exhaló del truco oficial.
-
-Y el ruido volvió entonces, más alegre y estrepitoso que nunca...
-
-
-
-
- EPÍLOGO
-
-
-Lector que, risueño ó adusto has recorrido con interés ó desgano,
-estas páginas aparentemente superficiales ¿sabes á qué espectáculo
-hemos asistido juntos sin saberlo? ¡Pues nada menos que á las primeras
-palpitaciones de una democracia en gestación y á los primeros
-desperezamientos de una gran ciudad en la cuna!... ¡Así, como lo oyes!
-
-Ríete si quieres, y harás bien, porque siempre es bueno reirse de la
-verdad. Pues, sí, señor: democracia, gran ciudad, etc...
-
-Nosotros mismos no lo sospechábamos siquiera, y no es la perspicacia
-sino el tiempo quien nos abre los ojos. Muchos años, en efecto,
-van corridos desde los sucesos narrados en la crónica que cerramos
-provisionalmente con estas líneas. En ese lapso las cosas han cambiado,
-Pago Chico es Pago Grande, el villorrio es un fuerte núcleo de
-población, con afirmados, tranvías, luz eléctrica, obras sanitarias;
-su comercio gira millones, su industria crece y prospera, su fuerza
-vegetativa y progresiva es colosal; en política también se ha dado un
-largo paso hacia adelante, y aunque esté muy lejos aún el ideal, algo
-se ha ganado en cuanto al juego de las instituciones, y hasta parece
-haberse ganado mucho, pues ya no se estilan los burdos medios de
-gobernar que burla burlando hemos puesto de relieve. Y ya se sabe que
-la hipocresía es tácito homenaje del vicio á la virtud.
-
-Esto nació de aquello. Parece imposible, pero es así. El impulso que
-lleva nuestro país es admirable de fuerza y de velocidad, pese á los
-sucesivos descarrilamientos que amenazaban dar con todo al traste.
-Quien se detenga hoy en Pago Chico, jurará que lo hemos calumniado, ó
-que lo pintamos en remotísimos tiempos,--allá en la edad de la piedra
-labrada ó del hueso roído--aunque su historia es casi una actualidad,
-algo fiambre si se quiere, pero en modo alguno vetusta.
-
-Más todavía: alejémonos unas cuantas leguas, y la actualidad palpitante
-renacerá de sus cenizas. Pago Chico se ha retirado un poco más, como
-se retiraba antiguamente la línea de fronteras,--he ahí todo. Y como,
-más por azar que por cálculo, hemos olvidado hasta ahora determinar
-la exacta ubicación del pueblo, puede el lector situarlo más al oeste
-del meridiano quinto ó más al sur del Río Negro, con cuya sencillísima
-operación tendrá á la minuta un verdadero «plato del día». Y ni aun es
-menester que vaya mentalmente tan lejos, pues rincones hay todavía, muy
-próximos á la misma capital, donde continúa á más y mejor cociéndose
-habas, en forma parecida por lo menos.
-
-En fin, risueño ó adusto lector, sólo queremos agregar pocas palabras,
-para repetirte que este volumen no se te presenta como la crónica
-completa de la era inicial pagochiquense, sino como una simple
-colección de documentos que forman parte de ella--parte pequeña por
-lo demás,--y hecha voluntariamente al acaso, sin plan previo, para
-que de su misma aparente inconexión resulte, si lo puede por sí
-misma, una especie de unidad, aquel «lírico desorden» que aconsejan
-los preceptistas en cierta clase de obras, para suspender el ánimo y
-conmoverlo con inesperadas imágenes, acciones ó ideas...
-
-Quiere esto decir que aún quedan disponibles cajas y legajos de
-documentos y notas atinentes á la vida política, intelectual, social,
-moral etc., de Pago Chico,--y en primísimo lugar cuanto á las damas y
-al amor, con sus enredadas marañas se refiere,--destinados á la polilla
-y el polvo del olvido, si la muestra presente no despierta el interés y
-la atención que nos atrevemos á esperar.
-
-Haz, lector, una seña, y verás cómo nos apresuramos á convertir en
-Prólogo de otro volumen, este Epílogo que--en tal expectación--no
-relata sucintamente como era uso en tiempos de ingenuidad y bonhomía
-literarias, qué «se ficieron» todos los personajes de la obra y los
-hijos de sus hijos. Tal metamorfosis nos alegraría, y no por el éxito
-que pudiera significar--créasenos aunque no parezca cierto,--sino
-porque al separarnos de estas páginas, en las que hay más verdadera
-melancolía que despreocupado buen humor, sentimos algo como si huyera
-un minuto que desearíamos repetir, como si se nos marchara otro poquito
-de juventud,--toda ésa que se revive al relatar la que fué, ésa que á
-tantos ancianos ha hecho escribir sus recuerdos, ésa que obligará á
-Silvestre á redactar in extenso sus memorias, en cuanto no tenga otra
-ficción de trabajo con qué entretener los nervios bailarines.
-
-Y, con esto, hasta luego, no sea que habiendo logrado, como cabe, hacer
-un libro entretenido, lo echemos á perder ahora con una intolerable
-lata.
-
-
-
-
-
-
-End of the Project Gutenberg EBook of Pago Chico, by Roberto Payró
-
-*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK PAGO CHICO ***
-
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- The Project Gutenberg eBook of Pago Chico, by Roberto J. Payr.
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-<pre>
-
-The Project Gutenberg EBook of Pago Chico, by Roberto Payr
-
-This eBook is for the use of anyone anywhere in the United States and most
-other parts of the world at no cost and with almost no restrictions
-whatsoever. You may copy it, give it away or re-use it under the terms of
-the Project Gutenberg License included with this eBook or online at
-www.gutenberg.org. If you are not located in the United States, you'll have
-to check the laws of the country where you are located before using this ebook.
-
-Title: Pago Chico
-
-Author: Roberto Payr
-
-Release Date: July 30, 2020 [EBook #62785]
-
-Language: Spanish
-
-Character set encoding: ISO-8859-1
-
-*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK PAGO CHICO ***
-
-
-
-
-Produced by Andrs V. Galia, Jude Eylander, Mara C.
-Fernndez Q. and the Online Distributed Proofreading Team
-at https://www.pgdp.net (This book was produced from images
-made available by the HathiTrust Digital Library.)
-
-
-
-
-
-
-</pre>
-
-
-
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-</div>
-
-
-<div class="chapter">
-<div class="tnote">
-<p class="center p4">NOTAS DEL TRANSCRIPTOR</p>
-
-<p>Ciertas reglas de acentuacin ortogrfica del castellano cuando la
-presente edicin de esta obra fue publicada, en 1908, eran diferentes a
-las existentes cuando se realiz la transcripcin. Palabras como vi,
-fu, di, lo mismo que la preposicin "", y las conjunciones "", "",
-"", por ejemplo, en esa poca llevaban acento ortogrfico. Eso ha sido
-respetado.</p>
-
-<p>El lenguaje utilizado es peculiar al modo de hablar de los argentinos.
-Es oportuno agregar que el autor, adems, hace hablar a algunos de los
-personajes en un lenguaje con expresiones y giros que son tpicos del
-interior de la Argentina.</p>
-
-<p>Por lo dems, el criterio utilizado para llevar a cabo esta
-transcripcin ha sido el de respetar las reglas de la Real Academia
-Espaola vigentes en ese entonces. El lector interesado puede consultar
-el Mapa de Diccionarios Acadmicos de la Real Academia Espaola.</p>
-
-<p>Errores evidentes de impresin y de puntuacin han sido corregidos. </p>
-
-<p>La cubierta del libro en la versin HTML fue modificada por el
-Transcriptor y ha sido puesta en el dominio pblico. </p>
-
-<p>El ndice de captulos ha sido trasladado al principio de la obra. </p>
-
-</div>
-</div>
-
-
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-<p class="p6 center">PAGO CHICO</p>
-</div>
-
-
-<div class="chapter">
-<p class="center big1" style= "margin-bottom: 1em ; margin-top: 2em; "><b>OBRAS DEL MISMO AUTOR</b></p>
-
- <div class="indent10">
-<p><b>La Australia Argentina</b> (dos volmenes, Rodrguez
-Giles, editor).</p>
-
-<p><b>El Falso Inca</b> (cronicn de la conquista).</p>
-
-<p><b>El Casamiento de Laucha</b> (novela picaresca,<br />
-<span style="padding-left: 2em; ">Rodrguez Giles, editor).</span></p>
-
-<p><b>Sobra las ruinas</b> (drama en cuatro actos).</p>
-
-<p><b>Marco Severi</b> (drama en tres actos).</p>
-
-<p><b>El Triunfo de los otros</b> (drama en tres actos).</p>
-</div>
-
-<p class="big1 center"><b>EN PRENSA</b></p>
-
-<p class="p2 center"><big>VIOLINES Y TONELES</big></p>
-
-
- <div class="indent10">
-<p>AGOTADAS.&mdash;<i>Ensayos poticos.</i>&mdash;<i>Antgona</i>
-(novela).&mdash;<i>Scripta</i> (cuentos).&mdash;<i>Novelas y fantasas.</i>&mdash;<i>Los
-italianos en la Argentina.</i>&mdash;<i>Emilio Zola.</i></p>
-</div>
-
-<hr class="full" />
-<p class="center">&mdash;Talleres tipogrficos de la Casa Editorial "Mitre"&mdash;Barcelona&mdash;</p>
-</div>
-
-
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p class="p4 center">ROBERTO J. PAYR</p>
-
-</div>
-
-
-<h1>Pago Chico</h1>
-
-
-
-<p class="center" style="margin-top: 10em; ">EDITORIAL MINERVA<br />
-<small>AVENIDA DE MAYO 560<br />
-BUENOS AIRES</small></p>
-
-
-<div class="chapter">
-<p class="right big1" style="margin-top: 6em; padding-right: 20%; "><em>Al Dr. Genaro Sisto,<br />
-<span style="padding-right: 6em; ">con fraternal cario.</span></em></p>
-</div>
-
-<div class="chapter">
-<p class="p4 center">NDICE</p>
-</div>
-
-<div class="center">
-<table class="toc1" border="0" cellpadding="4" cellspacing="0" summary="ind">
-
-
-<tr>
-<td align="right">&nbsp;</td>
-<td align="left">&nbsp;</td>
-<td align="right">Pg.</td>
-</tr>
-
-
-<tr>
-<td align="right">I</td>
-<td align="left"> La escena y los actores</td>
-<td align="right"><a href="#Page_7">7</a> </td>
-</tr>
-
-
-<tr>
-<td align="right">II </td>
-<td align="left">Libertad de la imprenta</td>
-<td align="right"><a href="#Page_21">21</a> </td>
-</tr>
-
-
-<tr>
-<td align="right">III</td>
-<td align="left"> En la polica</td>
-<td align="right"><a href="#Page_39">39</a> </td>
-</tr>
-
-
-<tr>
-<td align="right">IV</td>
-<td align="left"> El caudillo</td>
-<td align="right"><a href="#Page_43">43</a> </td>
-</tr>
-
-
-<tr>
-<td align="right">V</td>
-<td align="left">El juez de paz</td>
-<td align="right"><a href="#Page_51">51</a> </td>
-</tr>
-
-
-<tr>
-<td align="right">VI</td>
-<td align="left">La eleccin municipal</td>
-<td align="right"><a href="#Page_59">59</a> </td>
-</tr>
-
-
-<tr>
-<td align="right">VII</td>
-<td align="left">Ladrillo de mquina</td>
-<td align="right"><a href="#Page_85">85</a> </td>
-</tr>
-
-
-<tr>
-<td align="right">VIII</td>
-<td align="left">Beneficencia pagochiquense</td>
-<td align="right"><a href="#Page_93">93</a> </td>
-</tr>
-
-
-<tr>
-<td align="right">IX</td>
-<td align="left">Poncho de verano</td>
-<td align="right"><a href="#Page_99">99</a> </td>
-</tr>
-
-
-<tr>
-<td align="right">X</td>
-<td align="left">Para barrabasadas</td>
-<td align="right"><a href="#Page_113">113</a> </td>
-</tr>
-
-
-<tr>
-<td align="right">XI</td>
-<td align="left">Los patos</td>
-<td align="right"><a href="#Page_119">119</a> </td>
-</tr>
-
-
-<tr>
-<td align="right">XII</td>
-<td align="left">Metamorfosis</td>
-<td align="right"><a href="#Page_127">127</a> </td>
-</tr>
-
-
-<tr>
-<td align="right">XIII</td>
-<td align="left">Con la horma del zapato</td>
-<td align="right"><a href="#Page_137">137</a> </td>
-</tr>
-
-
-<tr>
-<td align="right">XIV</td>
- <td align="left">El desquite de don Ignacio</td>
-<td align="right"><a href="#Page_149">149</a> </td>
-</tr>
-
-
-<tr>
-<td align="right">XV</td>
-<td align="left">Las memorias de Silvestre</td>
-<td align="right"><a href="#Page_157">157</a> </td>
-</tr>
-
-
-<tr>
-<td align="right">XVI</td>
-<td align="left">Fiestas patrias</td>
-<td align="right"><a href="#Page_187">187</a> </td>
-</tr>
-
-
-<tr>
-<td align="right">XVII</td>
- <td align="left">Poesa</td>
-<td align="right"><a href="#Page_203">203</a> </td>
-</tr>
-
-
-<tr>
-<td align="right">XVIII</td>
-<td align="left">Sitiado por hambre</td>
-<td align="right"><a href="#Page_212">212</a> </td>
-</tr>
-
-
-<tr>
-<td align="right">XIX</td>
-<td align="left">El diablo en Pago Chico</td>
-<td align="right"><a href="#Page_225">225</a> </td>
-</tr>
-
-
-<tr>
-<td align="right">XX</td>
-<td align="left">Guerra Silvestre</td>
-<td align="right"><a href="#Page_245">245</a> </td>
-</tr>
-
-
-<tr>
-<td align="right">XXI</td>
-<td align="left">Altruismo</td>
-<td align="right"><a href="#Page_251">251</a> </td>
-</tr>
-
-
-<tr>
-<td align="right">XXII</td>
-<td align="left"> Libertad de sufragio</td>
-<td align="right"><a href="#Page_257">257</a> </td>
-</tr>
-
-
-<tr>
-<td align="right">XXIII</td>
-<td align="left"> Eplogo</td>
-<td align="right"><a href="#Page_263">263</a> </td>
-</tr>
-</table></div>
-
-<div class= "chapter">
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_7" id="Page_7">[Pg 7]</a></span></p>
-</div>
-
-
-<h2 class="no-break">LA ESCENA Y LOS ACTORES</h2>
-
-
-<p>Fortn en tiempo de la guerra de indios, Pago
-Chico haba ido cristalizando su alrededor una
-poblacin heterognea y curiosa, compuesta de
-mujeres de soldados,&mdash;chinas,&mdash;acopiadores de quillangos
-y pluma de avestruz, compradores de sueldos,
-mercachifles, pulperos, indios mansos, indiecitos
-cautivos,&mdash;presa preferida de cuanta enfermedad
-endmica epidmica vagase por all.</p>
-
-<p>El fortn y su arrabal, anlogo al de los castillos
-feudales, permanecieron largos aos estacionarios,
-sin otro aumento de poblacin que el vegetativo,&mdash;casi
-nulo porque la mortalidad infantil
-equilibraba casi los nacimientos, pero cuyos claros
-venan llenar los nuevos contingentes de tropas
-enviados por el gobierno.</p>
-
-<p>Mas, cuando los indios quedaron reducidos
-su mnima expresin,&mdash;civilizados balazos,&mdash;la
-comarca comenz poblarse de puestos y
-estancias que muy luego crecieron y se desarrollaron,
-fomentando de rechazo la poblacin<span class="pagenum"><a name="Page_8" id="Page_8">[Pg 8]</a></span>
-y el comercio de Pago Chico, ncleo de toda aquella
-vida incipiente y vigorosa.</p>
-
-<p>Cuando ese ncleo adquiri cierta importancia,
-el gobierno provincial de Buenos Aires, que contaba
-para sus manejos polticos y de otra especie
-con la fidelidad incondicional de los habitantes,
-erigi en partido el pequeo territorio, dndole
-por cabecera el antiguo fuerte, punto ya de convertirse
-en pueblo. El gobierno adquira con esto
-una nueva unidad electoral que oponer los partidos
-centrales, ms poblados, ms poderosos y
-ms capaces de ponrsele frente frente para fiscalizarlo
-y encarrilarlo.</p>
-
-<p>Como por entonces no existan ni en embrin
-las autonomas comunales, el gobierno de la provincia
-nombraba miembros de la municipalidad,
-comandantes militares, jueces de paz y comisarios
-de polica, encargados de suministrarle los legisladores
- su imagen y semejanza que haban de mantenerlo
-en el poder.</p>
-
-<p>La vida poltica de Pago Chico slo se manifest,
-pues, durante muchos aos, por la ciega
-obediencia al gobierno, del que era uno de los
-inconmovibles <i lang="fr" xml:lang="fr">bourgs pourris</i>, baluartes en que se
-estrellaba todo conato de oposicin. Los partidos
-incondicionalmente oficiales, eran el gran cimiento
-de la situacin, y entre ellos Pago Chico apareca
-como una de las herramientas ms dciles y eficaces.
-Reciba en cambio algunos subsidios para el
-sostenimiento de sus autoridades, y de vez en
-cuando gruesas sumas destinadas obras pblicas
-y de fomento, que las mismas autoridades se re<span class="pagenum"><a name="Page_9" id="Page_9">[Pg 9]</a></span>partan
-en santa paz, cubriendo las apariencias con
-algn conato de construccin, v. g. la del puente
-sobre el ro Chico, que an est en veremos, el ensanche
-de la iglesia, siempre en las mismas, la
-terminacin de la Municipalidad, la mejora de
-los caminos, las acequias los mataderos...</p>
-
-<p>Oposicin no exista sino tan embrionaria que
-su exteriorizacin ms grande eran los chismes
-y las hablillas, las protestas de algn desdeado
- perseguido y los annimos al gobernador de la
-provincia los peridicos de la capital, ora reveladores
-de verdaderos abusos, ora simples especies
-calumniosas y envenenadas.</p>
-
-<p>El programa poltico de los descontentos era
-el rudimentario qutate para que yo me ponga,
-de manera que la oposicin no sala nunca de su
-estado de nebulosa, por poco que, cuando amenazaba
-consolidarse, los ms ardientes recibieran un
-mendrugo inspirador del quietismo y la tolerancia.</p>
-
-<p>Bermdez, por ejemplo, indignado ante la negativa
-de una concesin que pidiera la Municipalidad,
-proclam <i lang="la" xml:lang="la">urbi et orbe</i> que iba revelar
-los latrocinios del puente sobre el Chico, denunciando
- la prensa bonaerense la verdadera inversin
-de los fondos, robados por los municipales
-como en una carretera. Hizo, en efecto, una exposicin
-circunstanciada de las defraudaciones, la
-que agreg clculos de precio de materiales, la descripcin
-de lo hecho y un cmulo de comprobantes...
-Firm el terrible documento, consigui
-que otros vecinos espectables lo refrendaran, robusteciendo
-la denuncia, ley el <i lang="la" xml:lang="la">factum</i> ante un<span class="pagenum"><a name="Page_10" id="Page_10">[Pg 10]</a></span>
-grupo numeroso en el caf y confitera de Crmine,
-agit los nimos, despert el patriotismo pagochiquense,
-convulsion el pueblo pronto ya la
-revolucin y el sacrificio...</p>
-
-<p>&mdash;Vd. es un sonso, amigo Bermdez,&mdash;le dijo
-en esta emergencia el escribano Ferreiro, detenindolo
-en la calle.</p>
-
-<p>&mdash;Por qu?&mdash;pregunt el prohombre opositor
-muy sorprendido.</p>
-
-<p>&mdash;Porque ha obligado al intendente romper
-el contrato por diez aos del peaje del puente.</p>
-
-<p>&mdash;Y m qu?</p>
-
-<p>&mdash;Que la Municipalidad se lo conceda usted
-por una bicoca... Un regalito de tres cuatro mil
-pesos al ao!...</p>
-
-<p>Bermdez se puso verde, luego amarillo, despus
-rojo como un tomate, en seguida plido otra
-vez, y tomando el brazo del ladino Ferreiro con
-la mano trmula de emocin y avaricia:</p>
-
-<p>&mdash;Y eso no se podra arreglar?&mdash;pregunt.</p>
-
-<p>Se arregl, y admirablemente. Bermdez di
-vuelta el poncho. Los parroquianos del caf de
-Crmine le sacaron el cuero; pero nuestro hombre,
-desollado y todo, sigui tan campante, enriquecindose
-y figurando cada vez ms...</p>
-
-<p>Ese caf de Crmine y otros puntos de cita no
-podan, entre tanto, dejar de convertirse en centros
-de difamacin, y lo fueron con tal eficacia
-que al cabo de pocos aos el pueblo se hall dividido
-en varios bandos que se odiaban muerte, y
-cuya lucha iba dar origen una oposicin organizada.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_11" id="Page_11">[Pg 11]</a></span></p>
-
-<p>Entre estos bandos destacbase el de D. Ignacio
-Pea (don Inacio all) y su aclito el boticario
-Silvestre Espndola, enemigo personal este ltimo
-del intendente y su camarilla, porque el mdico
-municipal, doctor Carbonero, habilit un italiano
-para que abriese otra farmacia contando con la
-clientela obligatoria de sus enfermos, los pedidos
-de la municipalidad para el hospital, y los de la
-comisara para su botiqun, pues Carbonero acumulaba
-tambin las funciones de mdico de polica
-y director del hospital.</p>
-
-<p>Esto ahondaba la divisin, porque los otros
-dos facultativos, el doctor Fillipini, italiano, y el
-doctor don Francisco de Prez y Cueto, espaol,
-sin cargo ni prebenda alguna, eran naturalmente
-opositores todo trance.</p>
-
-<p>Adase esto la competencia comercial, creadora
-de enconos por s misma, y exacerbada an
-por el favoritismo de las autoridades, que para algunos
-llegaba extremos inconcebibles; los celos
-de las mujeres; las envidias de los hombres; la sempiterna
-vida en comn; la falta casi total de horizontes,
-y se tendr idea de aquel terreno preparado
-ya para convertirse en teatro de una lucha homrica.</p>
-
-<p>El primer sntoma de guerra fu una disputa
-ocurrida en el Club del Progreso entre el intendente
-municipal don Domingo Luna y el juez de
-paz don Pedro Machado, raz de un envite en
-que el juez cant treinta y dos y se fu baraja
-sin mostrarlas, apuntndose los tantos despus de
-no querer el rabn. Casi hubo cachetadas, y quiz<span class="pagenum"><a name="Page_12" id="Page_12">[Pg 12]</a></span>
-hubiera sido mejor, porque la venganza de Machado,
- quien el intendente llamara tramposo
-con todas sus letras, fu terrible: fund un peridico,
-<cite>El Justiciero</cite>, para atacar su enemigo y
-sacarle los cueritos al sol. Los cueritos al sol dicen
-en la campaa, porque all se acostumbra que
-los nios duerman sobre pieles de cordero, y cuando
-stas se sacan la luz... ya se adivina el resto!</p>
-
-<p>Hizo Machado llevar una imprentita de Buenos
-Aires, y como era completamente analfabeto, la
-puso en manos de Fernndez, que ya haba dragoneado
-de periodista en otro pueblo, encargndole
-que pusiese overo al intendente, sin asco y sin
-lstima.</p>
-
-<p><cite>El Justiciero</cite> deba aparecer dos veces por semana:
-jueves y domingos. Apareci, sin embargo,
-un solo jueves, pues el <i lang="la" xml:lang="la">deus ex machina</i> pagochiquense,
-el escribano Ferreiro, se encarg de poner
-paz entre los prncipes cristianos.</p>
-
-<p>&mdash;Mire, don Pedro&mdash;declar al belicoso juez de
-paz;&mdash;esto va ser como pelea de comadres de barrio:
-Ust es esto! Y ust es ms! Cuanto
-pueda decirle Luna, l se lo puede repetir ust,
-porque todos hemos hecho y estamos haciendo lo
-mismo. Trguese la rabia y cllese la boca, porque
-lo ms que sacar ser lo que el negro del
-sermn: los pies fros y la cabeza caliente. Sigamos
-como hasta ahora, que as va lindo no ms.
-Sino, vamos tener que enojarnos con ust, se va
- enojar el gobierno, ya no le caer ni un negocito
-para hacer boca, y en cambio Luna se encargar
-de decirle cuntas son cinco, y l y ust, ust y
-l sern la risa de todo el mundo.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_13" id="Page_13">[Pg 13]</a></span></p>
-
-<p>Como don Pedro no cediera las primeras
-de cambio, Ferreiro se entretuvo en enumerarle
-todos los negocios dudosos y hasta escandalosos
-en que haba tenido participacin, las arbitrariedades
-por l cometidas en el desempeo de su
-cargo...</p>
-
-<p>&mdash;Pir ha hecho l!&mdash;gritaba Machado, como lo
-pronosticara el escribano, que le tap la boca con
-esto:</p>
-
-<p>&mdash;Habr hecho peor, no digo que no. Pero l
-no est en posesin de un campo sin ttulo de
-propiedad, ni de seis siete lotes urbanos, que la
-Intendencia puede reivindicar de un momento
-otro...</p>
-
-<p><cite>El Justiciero</cite> no reapareci hasta meses ms
-tarde, cuando <cite>La Pampa</cite> de Viera arroj en aquel
-terreno abonado la semilla de la oposicin, provocando
-por parte del oficialismo una defensa desesperada
-que tuvo la virtud de acabar con las rencillas
-de Machado, Luna y dems dueos del pueblo.</p>
-
-<p>Este Viera, hijo de Pago Chico,&mdash;joven de veintids
-aos que haba vivido algn tiempo en Buenos
-Aires, codendose, gracias su pequea fortuna,
-con la juventud frecuentadora de cerveceras,
-teatros y comits,&mdash;era un bien intencionado
-y un cndido, con escasa ilustracin y ms escasa
-experiencia, quien el surgimiento de la Unin
-Cvica infundi ideas redentoras. raz de aquel
-vasto movimiento de opinin volvi al Pago resuelto
- reformar el mundo, y para hacerlo compr
-tambin una imprentita, gastndose la mitad<span class="pagenum"><a name="Page_14" id="Page_14">[Pg 14]</a></span>
-de su capital, y fund <cite>La Pampa</cite>, dispuesto sostenerla
-con la otra mitad.</p>
-
-<p>Ya lo veremos en la accin. Entre tanto pasemos
- otra cosa, para dar una idea general de
-aquel pueblo privilegiado.</p>
-
-<p>Las reuniones ms chic y mejor concurridas
-eran las que Gancedo celebraba frecuentemente en
-su casa, para ir crendose una popularidad que
-pudiera llevarlo la diputacin,&mdash;sin darse cuenta
-de que en Ferreiro tena un rival tanto ms peligroso
-cuanto ms discreto y solapado.</p>
-
-<p>Las tertulias de Gancedo eran todo lo amenas
-y agradables que podan serlo en Pago Chico. Precedalas
-siempre una comida ntima segn el
-dueo de casa, un banquete segn los invitados
-no venenosos. Llenbase de gente el vasto comedor,
-y como la ciencia culinaria pagochiquense
-estaba todava en paales, el men se compona
-generalmente de jamn, pavo fiambre, conservas
-de toda especie y empanadas criollas, de tal modo
-que la mesa pareca la de un lunch de viajeros en
-una parada del camino.</p>
-
-<p>Terminada la comida y apuradas las ltimas
-botellas de buen vino de postre, comenzaba llegar
-el resto de los invitados, las nias con sus
-mams, los jvenes solteros; el pianista Mussio
-aporreaba el teclado sin darse tregua, y los valses,
-las polkas y los lanceros se sucedan hasta muy
-cerca del amanecer.</p>
-
-<p>Las dems reuniones eran muy parciales y escasas,
-excepto las masculinas del Club del Progreso
-y la confitera de Crmine,&mdash;los dos pun<span class="pagenum"><a name="Page_15" id="Page_15">[Pg 15]</a></span>tos
-de reunin que se disputaban opositores y oficialistas,
-quedando el uno y el otro tan pronto en
-manos de stos, tan pronto en manos de aqullos,
-como en las figuras de una contradanza.</p>
-
-<p>Pero, eso s, slo tratndose de un caso de
-enemistad declarada y odio manifiesto, ningn
-pagochiquense distinguido faltaba al bautizo, la
-boda, el velorio y el entierro de otro distinguido
-pagochiquense. Era de regla olvidar aparentemente
-las pequeas rencillas en estas solemnidades.</p>
-
-<p>Pero si escaseaban las fiestas y las tertulias de
-msica y de baile, abundaban en cambio las tenidas
-de murmuracin y desollamiento. Los hombres
-las celebraban en el club y el caf; las mujeres
-en sus casas y las ajenas. Como hormigas
-iban y venan de sala en sala, despellejando aqu
- las que acababan de dejar all, mientras eran
-despellejadas su vez por aqullas y por otras, en
-una madeja de chismes, embustes, habladuras y
-calumnias que no hubiera desenredado el mismo
-Job con toda la paciencia que se le atribuye aun,
-pese las protestas, clamores y vociferaciones que
-llenan su libro del viejo testamento. Tales misteriosos
-cuchicheos empaaron ms de una fama
-limpia y pura, y pronto no qued en Pago Chico,
-sino para los interesados, ni hombre decente ni
-mujer honrada.</p>
-
-<p>&mdash;Si uno fuera creer tanta inmundicia&mdash;deca
-Silvestre,&mdash;tendra vergenza hasta de mirarse al
-espejo sin testigos.</p>
-
-<p>Y lo ms curioso es que Silvestre sola ser el
-vehculo por excelencia de la difamacin...</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_16" id="Page_16">[Pg 16]</a></span></p>
-
-<p><cite>La Pampa</cite> atac el mal en varios artculos violentos
-contra los calumniadores. Todo el mundo
-los ley, coment, aprob, aplaudi, ensalz; pero
-todo el mundo sigui impertrrito haciendo lo mismo,
-y hasta puede que exagerando la nota. De
-aquella clebre campaa periodstica slo qued el
-dicho de Pago Chico, infierno grande, epgrafe
-de uno de los artculos de Viera, y el buen efecto
-causado por este prrafo, glosa de la frase silvestrina:</p>
-
-<p>Si cuanto se dice fuera cierto, habra que cercar
-de murallas el pueblo y convertirlo en una
-crcel que fuera al propio tiempo manicomio y
-reclusin de mujeres perdidas.</p>
-
-<p>El comercio tena bastante importancia, sobre
-todo desde que lleg el ferrocarril, pues entonces
-comenzaron establecerse barracas para el acopio
-de frutos del pas,&mdash;lana, cueros, etc. Estos
-establecimientos fueron pronto los ms importantes
-y prsperos, llegando efectuar ciertas operaciones
-bancarias,&mdash;depsitos en cuenta corriente
-y plazo fijo, descuentos, giros&mdash;que antes hacan
-difcilmente las principales casas de comercio.</p>
-
-<p>Entre estas ltimas, la ms notable era la de
-Gorordo, que reuna en un inmenso edificio de un
-solo piso con techo de hierro galvanizado, los ramos
-de tienda, mercera, almacn, despacho de bebidas,
-corraln de madera, hierro y tejas, mueblera,
-armera, hojalatera, ferretera, pinturera, ropera,
-librera, papelera y droguera, amn de
-otras especialidades.</p>
-
-<p>An quedaban otros establecimientos anlogos,<span class="pagenum"><a name="Page_17" id="Page_17">[Pg 17]</a></span>
-restos de la poca en que era necesario acapararlo
-todo para realizar alguna ganancia, y en que todos
-estos comercios se complementaban todava con
-la compra-venta de frutos del pas. Pero iban perdiendo
-terreno ante la especializacin, pues ao
-tras ao surgieron tiendas y merceras, almacenes
-de comestibles, boticas, muebleras, plateras, sastreras,
-zapateras de diverso orden, hoteles, fondas
-y bodegones, hasta un conato de librera y una cigarrera
-pequea,&mdash;casas entre las que sobresala
-como una perla de incomparable oriente la</p>
-
-<p class="center p2">
-<span class="smcap">Sapateria e Spacio di bevida<br />
-di Romolo e Remo<br />
-di Giuseppe Cardinali</span></p>
-
-<p>Pago Chico tuvo, por consiguiente, sus Bon
-March y sus Printemps antes que Pars, al mismo
-tiempo, para perderlos luego y verlos sin duda
-reaparecer cuando se complete el ciclo de su evolucin
-progresiva.</p>
-
-<p>La primera industria mecnica que nace en un
-pueblo de provincia, y la primera que naci en
-Pago Chico, es la de fabricacin de carros. En un
-principio los carros se compran en otra parte, pero
-inmediatamente se nota la necesidad de una herrera
-y carpintera para componerlos. Establecida
-sta, por poco que la poblacin adelante, el taller
-prospere y el obrero no sea muy torpe, la simple
-herrera se convierte en fbrica y la industria ha
-nacido sin esfuerzo.</p>
-
-<p> la fbrica de rodados haba ya que agregar
-en Pago Chico el floreciente molino y fidedera
-de Guerrini, construccin chata y mezquina em<span class="pagenum"><a name="Page_18" id="Page_18">[Pg 18]</a></span>plazada
- orillas del arroyo presuntuosamente llamado
-Ro Chico, cuya escasa corriente bastaba
-apenas para mover una pequea rueda que mola
-el grano con lentitud y como desganada. Las
-tormentas y la humedad, azotando y carcomiendo
-sus paredes de ladrillo sin revoque, les haban dado
-una ptina verdinegra, triste pero caracterstica.&mdash;Haba
-que agregar tambin, fuera de los hornos de
-ladrillos y las licoreras falsificadoras de toda clase
-de bebidas, la talabartera de Tortorano, que realizando
-buenos negocios sin embargo, deba luchar
-con la competencia de los trenzadores criollos,
-que en los ranchos de las afueras hacan primorosos
-maneadores, lazos, bozales, maneas, prendas
-de gran lujo disputadas por los paisanos y los mismos
-paquetones del pueblo, y en las que un
-solo botn llevaba veces ms de un da de trabajo.
-Tortorano tena que limitarse vender arreos
-ordinarios, pero cobrndolos peso de oro se vengaba
-del arte pursimo que converta los tientos,
-el simple cuero sobado, en bridas moriscas, suaves
-como la seda, en cabezadas caprichosas y elegantes,
-sutiles trabajos en que el gusto y la paciencia
-realzaban tres y ms veces el valor de la materia
-prima. Y, la larga, Tortorano venci: hizo que
-los trenzadores trabajaran exclusivamente para l,
-almacen sus obras sin venderlas, imponiendo los
-artculos de su fabricacin, y cuando logr que se
-olvidara la moda de los aperos criollos, dej sin
-trabajo los trenzadores que debieron levantar
-campamento para no morirse de hambre.</p>
-
-<p>Como industria, no podemos olvidar tampoco<span class="pagenum"><a name="Page_19" id="Page_19">[Pg 19]</a></span>
-la de Tripudio, que con los desmirriados racimos
-de las parras de su quinta y otros ingredientes
-menos inofensivos, fabricaba un chacol con gusto
- olor de ratn, que luego expenda con el ingenioso
-ttulo de Vino Chat.</p>
-
-<p>Completaban la poblacin trabajadora de Pago
-Chico, varios ejemplares de hojalateros, sombrereros,
-modistas, tipgrafos, pintores, blanqueadores
-y empapeladores, planchadoras, panaderos, lavanderas,
-cigarreras, carniceros con tienda abierta y
-verduleros que tambin vendan carbn, lea,
-maz y afrecho...</p>
-
-<p>...Y como esto basta y sobra para dominar el
-escenario y tener siquiera barruntos de algunos
-pocos actores, pasemos sin ms prembulo relatar
-y puntualizar varios episodios de la sabrosa
-historia pagochiquense, preada de hechos transcendentales,
-rica en filosfica enseanza, espejo de
-pueblos, regla de gobiernos, pauta de administraciones
-progresistas, norma de libertad, faro de
-filantropa, trasunto ejemplar de patriotismo...</p>
-
-<p>&mdash;Flor y truco! y si hay ms flor contra flor
-el resto!&mdash;agregara Silvestre, afirmando con esta
-salva de veintin caonazos los colores de Pago
-Chico.</p>
-
-<hr class="r5" />
-
-<div class="chapter">
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_20" id="Page_20">[Pg 20]</a><br /><a name="Page_21" id="Page_21">[Pg 21]</a></span></p>
-</div>
-
-
-<h2 class="no-break">LIBERTAD DE IMPRENTA</h2>
-
-
-<p>Las cosas iban tomando en Pago Chico un giro
-terrible. La poltica enardeca los nimos y <cite>La
-Pampa</cite> y <cite>El Justiciero</cite> se dirigan los cumplidos
-de mayor calibre que hasta ahora haya soportado
-una hoja de papel. Estaban cercanas las elecciones
-municipales, y cvicos y oficialistas abran ruda
-campaa, los unos para conquistar, los otros para
-retener el gobierno de la comuna. <cite>La Pampa</cite> no
-dej de aprovechar el desfalco descubierto en la
-tesorera municipal, y no dirigi sus golpes al
-culpable tesorero, sino que se encar con el intendente
-mismo. Un parrafito:</p>
-
-<p>Si don Domingo Luna estuviera donde debe
-estar, que no es seguramente en la intendencia de
-Pago Chico, sino cerca de Olavarra, no se hubiese
-cometido ese robo escandaloso, que una vez ms
-viene demostrar cmo la pobre provincia que
-sufre la canalla entronizada de un gobierno que
-es la cueva de Al Bab, va ser esquilmada
-hasta el ltimo peso por los secuaces que ese gobierno
-mantiene en todas partes, ya que no hay<span class="pagenum"><a name="Page_22" id="Page_22">[Pg 22]</a></span>
-persona decente que quiera servir sus planes ignominiosos,
-y s puramente hombres sin honor ni
-vergenza.</p>
-
-<p>Y el artculo que segua in crescendo, peor en
-sintaxis y psimo en intenciones, enfureci don
-Domingo de tal modo, que se fu como un cohete
- consultar el caso con el escribano Ferreiro, su
-mentor en las grandes emergencias. Quera acusar
-la publicacin. Ferreiro, sudoroso, ley atentamente
-el artculo, dejando oir ligeros hum! hum!
-intraducibles; luego deposit el diario en las rodillas
-y sentenci:</p>
-
-<p>&mdash;No es acusable.</p>
-
-<p>Don Domingo Luna se exalt, replicando, plido
-de ira:</p>
-
-<p>&mdash;Quiere decir que porque un mircoles se
-le ocurre robarse la plata de la municipalidad,
-m me puede decir que debo estar en la crcel de
-Sierra Chica ese canalla de Viera?...</p>
-
-<p>&mdash;No lo dice, lo da entender,&mdash;repuso tranquilamente
-Ferreiro.</p>
-
-<p>El ms alto funcionario de Pago Chico sali de
-la escribana furioso, gruendo entre dientes:</p>
-
-<p>&mdash;Me las ha de pagar ese insultador sin vergenza.
-Ya ver, ya ver! Lo que es esta vez no
-se libra de una tunda!</p>
-
-<p>Seguramente influa en el tumultuoso furor de
-don Domingo el estado del tiempo. Todo aquel
-da hizo un calor espantoso. El horizonte, al norte
-y al oeste, estaba oculto tras de vapores vagos que
-daban al cielo tintas sucias, un color borroso de
-polvareda lejana. Rachas de viento caliente como<span class="pagenum"><a name="Page_23" id="Page_23">[Pg 23]</a></span>
-si saliera de un horno, barran las calles calcinadas
-por el sol. Nadie sala de casa; todos se sentan
-invadidos por un malestar creciente, con el pecho
-opreso, jadeantes y sudorosos aun en la inmovilidad.
-En sus rfagas el viento traa olor paja
-quemada. El bochorno aumentaba por minutos.</p>
-
-<p>Avanzando la tarde el sol se ocult entre nubes
-de fuego; pero el incendio del ocaso pareca extenderse
-al norte, donde la extraa niebla tomaba
-resplandores rojizos. La noche cay lentamente, y
-el viento que forma montones de arena en las
-aceras y los pasea triunfante de un lado otro de
-la calle, no disminuy su furor ni se dign refrescar
-algo; quera achicharrarlo todo.</p>
-
-<p>Cuando obscureci completamente, se notaron
-en el cielo de azul profundo, dos grandes parches
-luminosos, de clidas tintas, semejantes&mdash;menos
-en el tono&mdash; la claridad difusa que por la noche
-y desde lejos se ve flotar sobre las ciudades bien
-alumbradas. Tras de ese velo transparente, de color
-naranja, titilaban las estrellas en el cielo sin
-una nube...</p>
-
-<p>Era el incendio del campo, que haba cundido
-con la violencia de los grandes desastres como se
-ver cuando se lea El diablo en Pago Chico.</p>
-
-<p>La noche era obscura, pintiparada para cualquier
-combinacin poltica de sas que concluyen
- garrotazo limpio; y como el seor intendente haba
-tenido tiempo de prepararse hablando con el
-juez de paz don Pedro Machado, para pedirle la
-aprobacin de su plan, y con el comisario Barraba<span class="pagenum"><a name="Page_24" id="Page_24">[Pg 24]</a></span>
-para que le prestase cuatro vigilantes vestidos de
-particular, aguardaba al pobre Viera una que
-haba de dolerle segn declar don Domingo,
-al anochecer, en el Club del Progreso, delante de
-los concejales gubernistas, el comisario del mercado
-de frutos y el inspector del riego.</p>
-
-<p>Viera no tuvo aviso esta vez y se retard en la
-redaccin de <cite>La Pampa</cite> hasta mucho despus de
-anochecido. Haba baile esa noche en casa de Gancedo&mdash;en
-el patio, por el calor, con faroles chinescos
-y guirnaldas de sauce y yedra&mdash;iba la novia,
-no asistira gubernista alguno, y no era posible
-faltar. Se di una tarea espantosa para <em>llenar</em> el
-diario, y las ocho y media sali para ir mudarse
-ropa: estaba de tinta de imprenta y kerosene, de
-no poder acercrsele. Llevaba su bastn en la
-mano y el infaltable Smith-Wesson en el bolsillo
-de atrs del pantaln.</p>
-
-<p>Paseaban la acera obscura cuatro sombras sospechosas.
-En frente, cerca de la talabartera de
-Tortorano, un bulto se distingua apenas en el
-quicio de la puerta de Troncoso. Era don Domingo,
-ganoso de presenciar el castigo de su insultador.</p>
-
-<p>&mdash;Hum!&mdash;se dijo el periodista&mdash;esto es algo!</p>
-
-<p>Apenas le vieron, los vigilantes&mdash;las sombras&mdash;se
-echaron sobre l, blandiendo unos talas irresistibles;
-pero en ese momento, interesado por la escena
-que iba desarrollarse, Luna tuvo la mala
-suerte de entrar en el radio de luz de la vidriera
-de Tortorano. Viera le reconoci, y haciendo una
-gambeta los presuntos apaleadores, cruz la calle<span class="pagenum"><a name="Page_25" id="Page_25">[Pg 25]</a></span>
-como un rayo, alz el bastn cuando estuvo cerca
-del intendente, le cruz dos veces la cara con dos
-soberbios garrotazos, Tom, tom, canalla, traidor!
-y se meti de un salto en casa de Troncoso,
-que coma con su familia, aprovech el primer
-instante de indecisin de los otros, corri al fondo,
-trep la tapia, baj la calle, y amparndose en la
-sombra, se fu su casa...</p>
-
-<p>Luna, ciego de ira y de dolor, hizo violar el domicilio
-de Troncoso; pero los agentes y l mismo
-se entretuvieron en buscar por las habitaciones,
-dando Viera el tiempo de escaparse. Mas el periodista,
-incauto, haba ido mudarse ropa en
-vez de buscar sitio seguro, y no tard en ser
-aprehendido bajo la acusacin de desacato la
-autoridad. El insigne y sapientsimo juez de paz,
-don Pedro Machado, haba prometido firmar al
-da siguiente&mdash;antedatada, como es natural&mdash;una
-orden de allanamiento para la casa de Troncoso y
-para cualquiera donde pudiese estar ese chancho.
-No haba, pues, que temer ulterioridades, y se hara
-justicia.</p>
-
-<p>Gracias esta rapidez de procedimiento&mdash;excepcional
-en Pago Chico&mdash;el comisario Barraba,
-precedido por seis vigilantes de uniforme, invadi
-la casa de Viera, que estaba lavndose, en ropas
-menores y descalzo para no salpicar los zapatos de
-charol.</p>
-
-<p>&mdash;Marche!</p>
-
-<p>&mdash;Pero hombre, no he de ir desnudo!</p>
-
-<p>&mdash;Marche, canalla!</p>
-
-<p>Por fin le permitieron ponerse unos pantalones<span class="pagenum"><a name="Page_26" id="Page_26">[Pg 26]</a></span>
-y calzar unas zapatillas, y en camiseta lo llevaron
- empellones, por el medio de la calle, hasta la
-comisara en cuyo calabozo inmundo lo metieron.</p>
-
-<p>&mdash;Yo t'ensear!&mdash;le grit Barraba sacudiendo
-la mano en el aire, apenas le vi encerrado.</p>
-
-<p>Y all pas la noche Viera echando por esa boca
-cuanto terno figura en el vocabulario de Pago Chico,
-que es uno de los completos en la materia.</p>
-
-<p>Al da siguiente <cite>La Pampa</cite> sali tremenda.</p>
-
-<p>Informados tiempo los amigos, primero por
-Tortorano, que lo haba visto todo, pero que no
-se anim terciar, luego por Troncoso, que protestaba
-contra el atropello de su domicilio, despus
-por Silvestre, el boticario, que nada haba visto,
-pero que todo lo saba y aun agregaba detalles de
-su cosecha, y en seguida por Pago Chico entero,
-que se arremolin cuchicheando en el club, en
-los cafs, en la plaza, hasta en el baile de Gancedo,
-y que haca silencio apenas asomaba un oficialista&mdash;informados
- tiempo, repetimos, se encargaron
-de dar la nota del da en el peridico, hicieron
-parar la mquina, aflojaron las formas y aadieron
-un primer editorial cortito, pero sabroso, que
-se atribuy generalmente la bien cortada pluma
-del Dr. Don Francisco de Prez y Cueto, que aunque
-espaol, era muy patriota y un liberal hasta all.</p>
-
-<p>&mdash;No podemos renunciar al placer de exhibir ese
-documento histrico, ya que est al alcance de la
-mano:</p>
-
-<p>La infamia entronizada en este desgraciado
-pueblo de Pago Chico, por culpa de un gobernador
-de la provincia de Buenos Aires que no merece<span class="pagenum"><a name="Page_27" id="Page_27">[Pg 27]</a></span>
-ms que el desprecio, y que cometen cuantas tropelas
-haran poner rojo de vergenza cualquier
-hombre con ciertos pices de dignidad, ha llegado
-hasta un extremo que no puede concebirse
-en un pas libre donde todo el pueblo y los ciudadanos
-adems quieren la libertad de las instituciones.</p>
-
-<p>La prensa, que es el cuarto poder del estado,
-y que es una institucin simultneamente y al
-mismo tiempo, no se ve libre de las asechanzas de
-esos malvados que roban y esquilman al pueblo
- mansalva y sin que haya quien les castigue,
-porque tienen el poder en la mano, y no contentos
-con eso echan mano de la fuerza bruta para hacer
-callar la protesta indignada de un pueblo que sufre
-sus desmanes y sus depredaciones.</p>
-
-<p>Como ven que la valiente propaganda de este
-diario no se detiene ni tergiversa, han llegado en
-su infamia y su traicin hasta asaltar en plena va
-pblica nuestro valiente y noble director, y no
-satisfechos con ese brutal incalificable atentado,
-le han sumergido luego en un estrecho inmundo
-calabozo infecto, casi desnudo, despus de arrancarlo
-de su casa donde se estaba mudando ropa
-para ir al baile de lo de Gancedo, y no sin antes
-haber violado su domicilio como violaron el de la
-casa del seor Troncoso para buscarlo los emponchados
-que con el intendente la cabeza trataban
-de darle una paliza de la que el intendente
-fu el que sali mal parado.</p>
-
-<p>Y entre tanto nuestro director est preso inicuamente.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_28" id="Page_28">[Pg 28]</a></span></p>
-
-<p>As obran la autoridades gubernistas!</p>
-
-<p>As se respeta el domicilio privado de las
-casas de familia!!</p>
-
-<p>As se respeta, tambin, la prensa por esos
-canallas ensoberbecidos, bandoleros del poder!!!</p>
-
-<p>Pero no nos harn callar!!!!!</p>
-
-<p>Hemos de decirles todas sus porqueras, y
-hemos de sacar muchos cueros al sol!!!</p>
-
-<p>Miserables!!!!!!</p>
-
-<p>Maana nos ocuparemos ms extensamente
-de este atentado brutal. Hoy la indignacin nos
-pone mudos y ms la falta absoluta de espacio
-nos impide tratar el tema con la extensin que
-merece.</p>
-
-<p>Como se ve no haban alcanzado los puntos de
-admiracin para el ltimo prrafo. El regente
-quiso distraer dos de Miserables!!!!!! de alguna
-de las frases anteriores, pero no se lo permitieron,
-porque al fin y al cabo, el ltimo prrafo era puramente
-explicativo.</p>
-
-<p>Por su parte <cite>El Justiciero</cite>,&mdash;el papel oficial&mdash;no
-se qued corto tampoco en aquel memorable
-da. He aqu lo que escribi:</p>
-
-<p>El individuo Viera, que no se detiene en sus
-asquerosos avances de pasquinero soez ni ante el
-sagrado del hogar, ha llevado ayer su justo merecido,
-recibiendo una paliza de padre y muy seor
-mo que le propin nuestro distinguido amigo y
-correligionario seor Domingo Luna, que con tan
-empeoso acierto rige las funciones de intendente
-municipal de este progresista pueblo.</p>
-
-<p>Hay que hacer notar que este prrafo&mdash;y algu<span class="pagenum"><a name="Page_29" id="Page_29">[Pg 29]</a></span>no
-de los que siguen,&mdash;fu escrito antes del suceso.
-Luego hubo que cambiar algo en la redaccin
-por la inesperada vuelta de la tortilla. Pero qu
-diablos! el artculo qued bien de todos modos y
-no era cosa de que los cajistas se estuvieran toda
-la noche en la imprenta. Adems cmo decir
-que el apaleado haba sido don Domingo? El artculo
-continuaba:</p>
-
-<p>Como Viera no se le hace ms caso sus
-ataques que un perro sarnoso, se le hizo el
-campo organo, y no contento con insultar desde
-su pasqun inmundo, quiso tambin echrselas
-de matn y agredi infamemente al seor Luna,
-pero le sali la torta un pan, porque fu por lana
-y sali trasquilado y se meti apaleador y casi no
-le dejan hueso sano!</p>
-
-<p>&mdash;Coe! As se escribe la historia!&mdash;exclamaba
-el doctor Prez y Cueto al llegar aqu de la
-lectura.</p>
-
-<p>Habamos pronosticado que esto iba suceder
-matemticamente, porque no poda ser de otro
-modo, porque estos advenedizos llenos de desvergenza,
-y cnicos, y que tienen por arma la calumnia
-soez, infame y asquerosa, para conseguir cuatro
-suscripciones de otros tan despechados y tan
-procaces como ellos, no hacen ms que insultar
-los que valen ms que ellos, sin comprender que
-con eso no se puede transgredir ni paliar la opinin
-pblica.</p>
-
-<p>Esa escoria social en la prensa, cuya misin
-es tan elevada y tan seria y que alguien ha dicho
-que los periodistas son patronos de almas, da h<span class="pagenum"><a name="Page_30" id="Page_30">[Pg 30]</a></span>litos
-de podredumbre inmunda los pueblos que
-infestan y deban preocuparse los gobiernos de
-poner raya con sabias limitaciones reglamentarias
-y leyes al propsito esa prensa brava que destila
-baba sobre todos los que no comulgan con sus
-ruedas de molino.</p>
-
-<p>Una ley de imprenta que enfrene esos insultadores
-de oficio se hace necesaria inminentemente.
-Si no, sera necesario hacerse justicia por
-su propia mano, como en el caso de ayer.</p>
-
-<p>En cuanto ste, sobre el cual mucho tendramos
-que decir porque pertenece esa calaa;
-pero que nos callamos por la circunstancia misma
-de ser nuestro enemigo poltico, (lealtad que no
-tiene l en sus desbordes infames, entre parntesis)
-est preso en la comisara y hoy mismo ser
-puesto disposicin del digno juez de paz de este
-partido seor don Pedro Machado.</p>
-
-<p>El seor intendente sigue algo mejor, y los
-doctores Carbonero y Fillipini decan anoche que
-dentro de dos tres das podr salir la calle.</p>
-
-<p>Ante la lectura de ambos diarios haba para
-quedar perplejo. Al fin de cuentas quin haba
-dado quin? Problema! Pero para eso estaba Silvestre
-que en cierta ocasin, encarndose con Viera,
-y refirindose <cite>La Pampa</cite> y su propaganda,
-haba exclamado, orgulloso:</p>
-
-<p>&mdash;Ella sale una vez al da, y yo salgo todas
-horas!</p>
-
-<p>As es que no falt buena y bien exagerada informacin
-en Pago Chico: Luna, que preparaba
-una celada Viera para vengarse de sus justos<span class="pagenum"><a name="Page_31" id="Page_31">[Pg 31]</a></span>
-ataques, haba recibido una paliza que lo haba
-dejado mormoso, despus de lo cual el comisario
-con treinta vigilantes armados rmington,
-haban asaltado la casa del periodista, y no sin
-que ste opusiera una resistencia heroica, en que
-hubo tiros, pero no heridos, (los tiros los oy todo
-el mundo, aunque no sonaron), fu reducido y se
-le condujo preso al ms sucio y poblado de sabandija
-de los calabozos policiales... All estaba
-Viera an. Quin sabe si no lo haban estaqueado!</p>
-
-<p>La poblacin de Pago Chico despert al otro
-da incmoda y cuchicheante. Sin embargo, escaldada
-tantas veces, no alzaba mucho el diapasn... Claro!
-Y las consecuencias?... No era cosa de meterse
- redentor y salir crucificado.</p>
-
-<p>Verdad es que en la cantina de la estacin
-del ferrocarril, donde no acostumbraba presentarse
-oficialista alguno, un grupo que absorba el vermouth
-matinal se ocup calurosamente del suceso,
-y despus de una arrebatadora inspirada alocucin
-de Lobera, secretario del comit y oficial de
-la peluquera de Bernardo, declar y jur que era
-deber nacional devolver la libertad Viera, y que
-lo haran si las buenas, las buenas; si las malas...
- las malas! palabras textuales del arrebatado
-Tortorano, que la noche anterior haba juzgado
-de alta poltica no asomar las narices la
-puerta.</p>
-
-<p>&mdash;En ltimo caso&mdash;exclam Lobera, que destilaba
-agua de violeta por todas partes y entusiasmo
-por la boca&mdash;en ltimo caso asaltaremos la comisara
-y le daremos una paliza Barraba!</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_32" id="Page_32">[Pg 32]</a></span></p>
-
-<p>&mdash;Muy bien dicho!&mdash;exclamaron unos.</p>
-
-<p>&mdash;Eso es! una paliza al comisario!&mdash;gritaron
-otros.</p>
-
-<p>&mdash;Bravo! Bravo!&mdash;aullaron los dems.</p>
-
-<p>Silvestre, que entraba, vocifer, aunque estaba
-ronco desde la noche antes:</p>
-
-<p>&mdash;Es un atropello infame! Que suelten Viera!</p>
-
-<p>Y durante un rato continu la discusin, en voz
-muy baja pero acaloradamente, y lo curioso es
-que el grupo se fu desgranando poco poco de
-una manera casi imperceptible. Beban su vermouth
- su biter, y se evaporaban, uno uno,
-silenciosos, yndose cada cual por su lado, no sin
-dirigir la salida una sonrisita amistosa al vigilante
-que, de acera acera y observando el interior
-del caf, se paseaba por la esquina.</p>
-
-<p>&mdash;Se ha ido Lobera?</p>
-
-<p>&mdash;Hombre, s; y Silvestre tambin.</p>
-
-<p>&mdash;Y Tortorano?</p>
-
-<p>&mdash;Acaba de salir.</p>
-
-<p>&mdash;As no se puede hacer nada nunca!&mdash;exclam
-Pedrn, que tambin tom la puerta encogindose
-de hombros.</p>
-
-<p>Al pasar por la comisara mir hacia adentro,
-apret el paso y se meti en su casa. El hotel del
-poco trigo, como le sola llamar, no era de sus aficiones.</p>
-
-<p>Sin embargo podra&mdash;l tan curioso&mdash;haberse
-detenido observar lo que pasaba en la comisara.</p>
-
-<p>En medio del patio, bajo el sol rajante, un
-agente de plantn, tieso como el Apolo del jardn
-de Bermdez&mdash;aquella estatua de yeso pintado<span class="pagenum"><a name="Page_33" id="Page_33">[Pg 33]</a></span>
-imitando mrmol veteado, que tanto poda representar
- un tullido&mdash;miraba de reojo sus compaeros
-que tomaban mate, y de frente las oficinas.</p>
-
-<p>&mdash;Che, Avellanera, alcanz uno&mdash;dijo el plantn
-al cebador del amargo, viendo que los oficiales
-estaban de jarana en el despacho.</p>
-
-<p>&mdash;S! P'a que me frieguen! And que te d
-Viera.</p>
-
-<p>Los otros, formando grupo alrededor de la pava
-que herva sobre un fueguito de virutas en la sombra
-del paredn, se rieron carcajadas de la ocurrencia.
-Viera, medio desnudo, estaba en el calabozo,
-y Fernndez, el agente de plantn, era el jefe
-de la partida que debi apalearlo. Barraba lo haba
-castigado por sonso, y porque sospech quiz
-que tena aficin al pasquinero.</p>
-
-<p>Casualmente, el comisario entr en aquel momento.</p>
-
-<p>&mdash; ver vos, Fernndez, ven ac!</p>
-
-<p>El plantn hizo la venia, y con los sesos tostados
-por el sol, se acerc miedoso y cariacontecido.
-Los otros se haban levantado y estaban firmes,
-con la mano la frente y expresin de la ms absoluta
-humildad.</p>
-
-<p>Barraba entr en su oficina, se sent junto al
-escritorio, y viendo que Fernndez, cuadrado, se
-quedaba la puerta, le grit con voz spera y
-fruncindole las cejas:</p>
-
-<p>&mdash;Entr!</p>
-
-<p>Casi temblando entr y se cuadr de nuevo, silencioso.</p>
-
-<p>&mdash;Vos andas con Viera no?</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_34" id="Page_34">[Pg 34]</a></span></p>
-
-<p>&mdash;Yo... seor...&mdash;balbuce el infeliz, que al
-oir tan terrible acento, hubiera querido hallarse
- veinte leguas.</p>
-
-<p>&mdash;Es intil que negus! Yo mismo t'he visto!
-Qu te deca ayer en la puerta de la imprenta?</p>
-
-<p>&mdash;Nada, seor comisario.</p>
-
-<p>&mdash;Cmo nada? Algo te haba de decir!</p>
-
-<p>&mdash;Me preguntaba por m'hijo Pancho; que quera
-hablar con l, me dijo:</p>
-
-<p>&mdash;S, y vos le avisaras lo de anoche, no? Ya
-sabs que yo no quiero que te mets mulo
-grande entends? Cuidadito conmigo, que si yo
-s que te mets en otra, te hago estaquear. Ahora
-andte y cuidadito!...</p>
-
-<p>El agente sali que no saba lo que le pasaba.
-Le temblaban las piernas y sudaba y trasudaba,
-tan lejos de Juan Moreira como Pago Chico de la
-capital federal.</p>
-
-<p>Barraba llam otro agente.</p>
-
-<p>&mdash;Traigam el preso,&mdash;dijo.</p>
-
-<p>&mdash; cul? Al seor Viera?</p>
-
-<p>&mdash;Qu seor, ni qu seor! Vaya y traigam
-al preso, le digo!</p>
-
-<p>Un momento despus Viera apareca en el despacho,
-escoltado por el agente. Llegaba plido y
-desgreado, en camiseta y zapatillas, pero entero
-y altivo como cuadra todo periodista perseguido
-por el poder.</p>
-
-<p>El comisario estuvo largo rato sin alzar la vista,
-fingiendo que examinaba unos papeles. Viera
-de pie y en silencio se morda los labios de rabia.</p>
-
-<p>&mdash;Por qu est preso?&mdash;pregunt al fin Barraba,
-clavando en l una mirada iracunda.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_35" id="Page_35">[Pg 35]</a></span></p>
-
-<p>&mdash;No s.</p>
-
-<p>&mdash;Qu? no sabe! Qu no ha de saber!</p>
-
-<p>&mdash;Lo que puedo asegurarle es que no soy yo
-quien deba estar preso!...</p>
-
-<p>&mdash;No se me insolente!&mdash;grit iracundo.</p>
-
-<p>&mdash;No me insolento. Me pregunta y le contesto.</p>
-
-<p>El agente di un paso hacia Viera, aunque ste
-estaba aparentemente impasible. Barraba se reprimi,
-pero le hubiese gustado hallar ocasin de
-darle unos planazos al pasquinero.</p>
-
-<p>&mdash;Bueno. Usted lo ha lastimado al seor Luna.</p>
-
-<p>&mdash;l me agredi... me he defendido. Despus
-se trataba de una emboscada... y si no ya ve cmo
-me asaltaron cuatro emponchados que de seguro
-me matan si no me meto en casa de Troncoso.</p>
-
-<p>El comisario pareci reflexionar.</p>
-
-<p>&mdash;Bueno,&mdash;dijo por fin,&mdash;sa es su versin.
-Pero el seor intendente no dice lo mismo, y los
-testigos tampoco.</p>
-
-<p>&mdash;Quines son los testigos? Los vigilantes disfrazados?
-Los he conocido bien!</p>
-
-<p>Barraba, ciego de ira, se levant medias de
-su asiento, pero logr reprimirse otra vez, y tras
-una larga pausa, fingiendo tranquilidad, dijo lentamente,
-cantando las palabras casi slaba por slaba:</p>
-
-<p>&mdash;Qu quiere, amigo! Diga lo que se le antoje!
-Aqu no hay ms agresor que usted, y yo
-tengo la obligacin de pasarlo al juez de paz por
-su delito de desacato la autoridad!</p>
-
-<p>&mdash;Pero eso es una injusticia! Usted es mi enemigo
-y abusa de su puesto!&mdash;exclam Viera que ya
-estaba viendo quince das un mes de prisin en<span class="pagenum"><a name="Page_36" id="Page_36">[Pg 36]</a></span>
-el calabozo, los interrogatorios intolerables, las vejaciones
-sin trmino, y para fin de fiesta el viajecito
- La Plata entre dos vigilantes, y quiz con
-grillos...</p>
-
-<p>&mdash;Enemigo! injusticia, eh!&mdash;grit Barraba,
-morado de clera.&mdash;Mire, amiguito, no me cargue
-la paciencia, canejo!</p>
-
-<p>&mdash;Es que es la verdad!&mdash;repuso el otro con
-indignacin.</p>
-
-<p>&mdash;Conque enemigo, eh! Pues ande con cuidao,
-cuando salga, con el enemigo y con lo que escribe
-en su pasqun, si no quiere probar un buen guiso
-de lonja!</p>
-
-<p>Y dirigindose la puerta de la otra oficina,
-grit:</p>
-
-<p>&mdash;Benito! Hac l'ata de Viera.</p>
-
-<p>El escribiente tena el acta preparada ya y acudi
- leerla con voz montona:</p>
-
-<p>Llamado mi presencia el acusado Pedro Viera,
-dijo que l haba sido agredido por don Domingo
-Luna y que se defendi en defensa propia
-y que le peg unos palos, y que entonces vinieron
-otros emponchados, y que l entonces se
-meti en casa de Troncoso y que entonces los
-otros lo dejaron irse. Preguntado el delincuente
-si conoca los hombres que deca que lo haban
-querido asaltar, el declarante dijo que no, y que
-no los haba podido conocer, porque dijo que la
-noche estaba muy obscura y que no haba luz. Y
-leda que le fu su declaracin se ratific y firm
-conste.</p>
-
-<p>&mdash;Yo no firmo,&mdash;dijo sencillamente Viera.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_37" id="Page_37">[Pg 37]</a></span></p>
-
-<p>&mdash;Por qu?&mdash;pregunt Barraba indignado de
-ver desconocida su omnipotencia.</p>
-
-<p>&mdash;Porque eso es una barbaridad.</p>
-
-<p>Ya era como para no aguantar ms; pero Barraba
-tena mucha fuerza de voluntad y mucha
-prudencia, y se limit ordenar:</p>
-
-<p>&mdash;Volvlo al calabozo!</p>
-
-<p>Y cuando Viera sali, se qued murmurando
-un de nada te ha'e valer que slo termin cuando
-tuvo bien regalar Benito con este cumplimiento
- propsito de la redaccin del acta.</p>
-
-<p>&mdash;Tambin vos sos ms bruto que un par de
-botas!</p>
-
-<p>El escribiente se qued impasible; ya estaba
-acostumbrado esas rebuscadas galanteras.</p>
-
-<p>&mdash; ver si pons en el libro la entrada de ese
-sonso: Por desacato la autorid mano armada
-del intendente.</p>
-
-<p>Y el involuntario epigrama, retratando una
-poca, sonre an en el libro de entradas y salidas
-de la comisara de Pago Chico.</p>
-
-<p>...Los telegramas haban llegado todos los
-diarios de oposicin de Buenos Aires y La Plata, y
-el hecho asuma las proporciones de un verdadero
-escndalo. Qu arma aqulla, y en qu momentos!
-Asustados del ruidoso asunto, los caudillos platenses
-juzgaron conveniente ahogarlo al nacer echndole
-tierra, y el diputado Cisneros, mandn de
-Pago Chico, sirviendo de truchimn los jefes del
-partido oficial todava no endurecidos en la brega,
-hizo al juez de paz, don Pedro Machado, el siguiente
-despacho:</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_38" id="Page_38">[Pg 38]</a></span></p>
-
-<p>Dejen Viera. Conviene altos intereses partido.
-Aqu lamntase, brutal atentado contra digno intendente
-Luna. Pero hay demostrar oposicin tranquilidad
-espritu. Ponga asaltante inmediatamente
-libertad.&mdash;<em>Cisneros.</em></p>
-
-<p>El escribano Ferreiro haba criticado acerbamente
-la aventura y el desmn, abundando en las
-mismas opiniones.</p>
-
-<p>&mdash;Eso es querer hacer callar un chancho palos,&mdash;dijo
- Luna y Barraba.&mdash;Otra vez no sean
-tan brbaros. hombres como Viera hay que matarlos
- dejarlos. Nada de palizas. Stienlo por
-hambre ms bien.</p>
-
-<p>...La orden del diputado se cumpli sin prdida
-de momento. El consejo de Ferreiro comenz
-tambin ponerse inmediatamente en prctica.</p>
-
-<hr class="r5" />
-
-<div class="chapter">
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_39" id="Page_39">[Pg 39]</a></span></p>
-</div>
-
-
-
-<h2 class="no-break">EN LA POLICA</h2>
-
-
-<p>No siempre haba sido Barraba el comisario de
-Pago Chico; necesitse de graves acontecimientos
-polticos para que tan alta personalidad policial
-fuera poner en vereda los revoltosos pagochiquenses.</p>
-
-<p>Antes de l, es decir, antes de que se fundara
-<cite>La Pampa</cite> y se formara el comit de oposicin,
-cualquier funcionario era bueno para aquel pueblo
-tranquilo entre los pueblos tranquilos.</p>
-
-<p>El antecesor de Barraba fu un tal Benito Pez,
-gran truquista, no poco aficionado al porrn y por
-lo dems excelente individuo, salvo la inveterada
-costumbre de no tener gendarmes sino en nmero
-reducidsimo,&mdash;aunque las planillas dijeran lo
-contrario,&mdash;para crearse honestamente un sobre
-sueldo con las mesadas vacantes.</p>
-
-<p>&mdash;El comisario Pez&mdash;deca Silvestre&mdash;se come
-diez doce vigilantes al mes!</p>
-
-<p>La tenida de truco en el Club Progreso, las carreras
-en la pulpera de La Polvadera<a name="FNanchor_1_1" id="FNanchor_1_1"></a><a href="#Footnote_1_1" class="fnanchor">[1]</a>, las rias
-<span class="pagenum"><a name="Page_40" id="Page_40">[Pg 40]</a></span>
-de gallos dominicales, y otros quehaceres no menos
-perentorios, obligaban D. Benito Pez frecuentes,
- casi reglamentarias ausencias de la comisara.
-Y est probado que nunca hubo tanto orden
-ni tanta paz en Pago Chico. Todo fu ir un
-comisario activo con una docena de vigilantes ms,
-para que comenzaran los escndalos y las prisiones,
-y para que la gente anduviera con el Jess en
-la boca, pues hasta los rateros pululaban. Saquen
-otros las consecuencias filosficas de este hecho
-experimental. Nosotros vamos al cuento aunque
-quiz algn lector lo haya odo ya, pues se hizo famoso
-en aquel tiempo, y los viejos del pago lo
-repiten menudo.</p>
-
-<p>Sucedi, pues, que un nuevo jefe de polica,
-tan entrometido como mal inspirado, resolvi conocer
-el manejo y situacin de los subalternos
-rurales y sin decir agua va! destac inspectores
-que fueran escudriar cuanto pasaba en las comisaras.
-Como sus colegas, D. Benito ignor
-hasta el ltimo momento la sorpresa que se le preparaba,
-y ni dej su truco, sus carreras y sus rias,
-ni se ocup de reforzar el personal con gendarmes
-de ocasin.</p>
-
-<p>Cierta noche lluviosa y fra, en que Pago Chico
-dorma entre la sombra y el barro, sin otra luz que
-la de las ventanas del Club Progreso, dos hombres
- caballo, envueltos en sendos ponchos, con el
-ala del chambergo sobre los ojos, entraron al tranquito
-al pueblo, y se dirigieron la plaza principal,
-calados por la lluvia y recibiendo las salpicaduras
-de los charcos. Sabido es que la Municipa<span class="pagenum"><a name="Page_41" id="Page_41">[Pg 41]</a></span>lidad
-corra pareja con la polica, y que aquellas
-calles eran modelo de intransitabilidad.</p>
-
-<p>Las dos sombras mudas siguieron avanzando
-sin embargo, como dos personajes de novela caballeresca,
-y llegaron la puerta de la comisara,
-hermticamente cerrada. Una de ellas, la que montaba
-el mejor caballo,&mdash;y en quien el lector perspicaz
-habr reconocido al inspector de marras,
-como habr reconocido en la otra su asistente&mdash;trep
- la acera sin desmontar, di tres fuertes golpes
-en el tablero de la puerta con el cabo del rebenque...</p>
-
-<p>Y esper.</p>
-
-<p>Esper un minuto, impacientado por la lluvia
-que arreciaba, y refunfuando un terno volvi
-golpear con mayor violencia.</p>
-
-<p>Igual silencio. Nadie se asomaba, ni en el interior
-de la comisara se notaba movimiento alguno.</p>
-
-<p>Repiti el inspector una, dos y tres veces el
-llamado, condimentndolo cada una de ellas con
-mayor proporcin de ajos y cebollas, y por fin all
- las cansadas entreabrise la puerta, vise por la
-rendija la llama vacilante de una vela de sebo, y
- su luz un ente andrajoso y sooliento, que miraba
-al importuno con ojos entre asombrados y
-dormidos, mientras abrigaba la vela en el hueco
-de la mano.</p>
-
-<p>&mdash;Est el comisario?&mdash;pregunt el inspector
-bronco y amenazante.</p>
-
-<p>El otro, humilde, tartamudeando, contest:</p>
-
-<p>&mdash;No, seor.</p>
-
-<p>&mdash;Y el oficial?</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_42" id="Page_42">[Pg 42]</a></span></p>
-
-<p>&mdash;Tampoco, seor.</p>
-
-<p>El inspector, furioso, se acomod mejor en la
-montura, echse un poco para atrs, y orden, perentoriamente:</p>
-
-<p>&mdash;Llame al cabo de cuarto!</p>
-
-<p>&mdash;No... no... no hay seor!</p>
-
-<p>&mdash;De modo que no hay nadie aqu, no?</p>
-
-<p>&mdash;S se... seor... Yo.</p>
-
-<p>&mdash;Y usted es agente?</p>
-
-<p>&mdash;No, seor... yo... yo soy preso.</p>
-
-<p>Una carcajada del inspector acab de asustar al
-pobre hombre, que temblaba de pies cabeza.</p>
-
-<p>&mdash;Y no hay ningn gendarme en la comisara?</p>
-
-<p>&mdash;S se... seor... Est Petronilo... que lo tra...
-lo tra de la esquina bo... borracho, s se... seor!...
-Est durmiendo en la cuadra.</p>
-
-<p>Una hora despus D. Benito se esforzaba en
-vano por dar explicaciones de su conducta al inspector,
-que no las aceptaba de ninguna manera.
-Pero afirman las malas lenguas, que cuando no se
-limit dar simples explicaciones, todo qued
-arreglado satisfactoriamente; y lo probara el hecho
-de que su sistema no sufri modificacin, y
-de que el preso-portero y protector de agentes descarriados,
-sigui largos meses desempeando sus
-funciones caritativas y gratuitas.</p>
-
-
-<div class="chapter">
-<div class="footnotes">
-
-<p class="p4 center">NOTAS:</p>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a name="Footnote_1_1" id="Footnote_1_1"></a><a href="#FNanchor_1_1"><span class="label">[1]</span></a> Ver El casamiento de Laucha.</p></div></div>
-</div>
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_43" id="Page_43">[Pg 43]</a></span></p>
-
-</div>
-
-
-<h2 class="no-break">EL CAUDILLO</h2>
-
-
-<p>Don Ignacio era el hombre de la oposicin en
-Pago Chico. Las autoridades lo miraban como su
-bestia negra, y el pueblo, siempre descontento,
-tena puestas en l sus esperanzas, segualo en todas
-sus empresas polticas, le daba defender sus
-intereses. Sin D. Ignacio, Pago Chico hubiera sido
-un cementerio de vivos; con l, siquiera se ejerca
-el derecho del pataleo.</p>
-
-<p>No era D. Ignacio muy largo, pero alguno de
-sus correligionarios hallaba modo de lograrle
-prstamos y donativos, ya para sus necesidades
-personales, ya para lo mismo, pero bajo el pretexto
-de gastos de propaganda. l se someta refunfuando,
-pues, cmo ser jefe de partido si se comienza
-por descontentar los partidarios? Pero
-apuntaba... Su viejo cuaderno de notas, tena pginas
-como sta:</p>
-
-
-<div class="center">
-<table class="toc2" border="0" cellpadding="4" cellspacing="0" summary="">
-
-<tr>
-<td align="right">&nbsp;</td>
-<td class="right">PESOS</td>
-</tr>
-<tr><td align="left">Prestado al gordo, que est sin trabajo</td>
-<td align="right">5'00</td></tr>
-<tr><td align="left"> Juan para la copa</td>
-<td align="right">0'20</td></tr>
-<tr><td align="left">Un letrero y una bandera para el comit</td>
-<td align="right">15'50</td></tr>
-<tr><td align="left"> la china Dominga para que haga venir</td></tr>
-<tr><td align="left"> sus hijas la inscripcin</td>
-<td align="right">25'00</td></tr>
-<tr><td align="left">Una docena de bombas</td>
-<td align="right">6'00</td></tr>
-</table></div>
-
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_44" id="Page_44">[Pg 44]</a></span></p>
-
-<p>Sumaba cuidadosamente D. Ignacio estas partidas,
-que en tres aos de oposicin todo trance
-haban alcanzado formar una gruesa suma,&mdash;cuatro
- cinco mil pesos&mdash;y no examinaba su cuaderno
-sin lanzar un suspiro y sumirse en profunda
-meditacin.</p>
-
-<p>&mdash;Quin pagar estas misas?&mdash;se deca.</p>
-
-<p>, conversando con sus tenientes, hablaba de
-la patria, de los deberes del ciudadano, de los sacrificios
-que hay que hacer en pro de la libertad,
-de la abnegacin que exigen los partidos de principios,
-para terminar diciendo:</p>
-
-<p>&mdash;Yo soy el pavo de la boda.</p>
-
-<p>Silvestre, el boticario, se encoga de hombros
-instruido de las alusiones de D. Ignacio, y considerando
-que de todos modos su popularidad le sala
-barata en estos tiempos en que no se puede ser
-popular sin dinero. Alguna vez le insinu, con
-frase no muy atildada:</p>
-
-<p>&mdash;El que quiera pescao, que se moje... el que
-le dije.</p>
-
-<p>Acercbanse las elecciones; el gobierno de la
-provincia, preocupado por la importancia que iba
-tomando la oposicin, haba resuelto darle una
-vlvula de escape, dejndola introducir algunos de
-los suyos en las municipalidades de campaa.</p>
-
-<p>Pero esta resolucin no era conocida, y la efervescencia
-popular continuaba ms y mejor. En
-Pago Chico preparbase un miti, un metn, cosa
-as, que deba tener lugar en el antiguo reidero
-de gallos, nico local fuera de la cancha de pelota,
-apropiado para la solemne circunstancia, puesto<span class="pagenum"><a name="Page_45" id="Page_45">[Pg 45]</a></span>
-que el teatro&mdash;un galpn de zinc&mdash;perteneca
-don Pedro Gonzlez, gubernista, que no quera ni
-prestarlo ni alquilarlo sus enemigos de causa.</p>
-
-<p>Llegado el da, D. Ignacio,&mdash;que haba contratado
-la banda su costa, hecho embanderar el reidero,
-y comprado unas docenas de bombas de
-estruendo&mdash;esper impaciente la hora de su discurso,
-un discurso ya mil veces repetido en todos
-los tonos, palabra ms, palabra menos, durante
-sus tres aos de caudillaje.</p>
-
-<p>Cuando subi la improvisada tribuna, rodebalo
-un pueblo vibrante y entusiasta que slo peda
-correr al sacrificio, la lucha, al atrio, las urnas.
-D. Ignacio estaba radioso. Sus palabras
-hicieron el acostumbrado efecto arrebatador, especialmente
-cuando, con grandes gritos y violentos
-ademanes, reprodujo la frase:</p>
-
-<p>Los mandatarios impuros que engordan costillas
-del abdomen del pueblo, no pueden continuar
-un da ms en el poder. El gobierno local
-tiene que entregarse personas honradas que no roben,
- hombres sanos que no se apoderen de las
-rentas, ciudadanos que sean capaces de relamberse
-junto al plato de caldo gordo sin tocarlo con
-un dedo.</p>
-
-<p>Los bravos, los vivas, los palmoteos estallaron
-como siempre, por mejor decir, ms que nunca,
-cubriendo la voz del orador que al fin logr dominar
-el bullicio, gritando:</p>
-
-<p>&mdash;Conciudadanos! Viva la honradez administrativa!</p>
-
-<p>&mdash;Vivaaa!!</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_46" id="Page_46">[Pg 46]</a></span></p>
-
-<p>&mdash;Abajo los espoliadores del pueblo!</p>
-
-<p>&mdash;Abajo! Mueran! Viva don Inacio! Viva la
-honradez! Viva el patriota!</p>
-
-<p>Shuitz... pum! y msica, grandes golpes de
-bombo, alaridos de pistn... y otra bomba y otra.
-Qu entusiasmo, qu delirio! Pra-ta-ra-trac-pum!
-un cohete! y vivas y ms vivas, una algazara, un
-jubileo como nunca se vi en Pago Chico, tanto
-que el batars encerrado en un cajn, encresp la
-pluma, golpe los musculosos flancos con las alas
-y lanz un ronco y estentreo co-co-ro-co, como
-diana triunfal del vencimiento.</p>
-
-<p>&mdash;Qu le ha parecido el mtin, don Inacio?&mdash;preguntbale
-por la noche Silvestre.</p>
-
-<p>&mdash;Oh! Magnfico! Me ha costado ms de quinientos
-pesos!</p>
-
-<p>Mentira. Gast slo ciento cincuenta, pero con
-tal habilidad...</p>
-
-<p>Silvestre lo mir de arriba abajo, sardnico, se
-encogi de hombros, clavle la vista entre ceja y
-ceja, y metindose las manos en los bolsillos del
-pantaln, exclam:</p>
-
-<p>&mdash;Nuestra Seora del Triunfo nunca ha sido
-popular.</p>
-
-<p>D. Ignacio se encresp como el gallo del reidero,
-y se puso rojo de ira.</p>
-
-<p>&mdash;Vos te crs que lo digo de agarrau! Y m
-qu m'importa la plata?... Pero lo que es otro no
-sera tan pavo!... Ya llevo gastada una porretada
-de pesos, sin que nadies miagradezca.</p>
-
-<p>Mientras esto deca el caudillo, Silvestre haba
-tomado la guitarra&mdash;estaban en la botica&mdash;y can<span class="pagenum"><a name="Page_47" id="Page_47">[Pg 47]</a></span>taba
-acompandose con grandes golpes de ua
-en las seis cuerdas:</p>
-
-<p class="indent10">
-Y sime... gustun... tirano<br />
-c'abra labocay... no grite!</p>
-
-<p>El jueves llegaron dos delegados gubernistas de
-la capital para preparar las elecciones comunales
-del domingo. Apenas instalados, trataron de provocar
-una entrevista con D. Ignacio, para hacerle
-proposiciones. Pero Silvestre&mdash;la oposicin dentro
-de la oposicin&mdash;estaba all odo alerta, ojo avizor,
-husmeando como politiquero de raza la componenda
-en ciernes, adivinndola antes de que se hubiera
-iniciado.</p>
-
-<p>Viera, todo esto, haba visto obscurecerse su
-estrella, eclipsada por la triunfante de D. Ignacio.
-Tampoco l quera componendas, y as lo escribi
-en <cite>La Pampa</cite>. Intilmente, porque el meeting
-haba dado el mando su rival, sostenido por los
-envidiosos de la popularidad del periodista, y por
-los que slo hacan poltica opositora buscando
-una ubicacin, amn de los que D. Ignacio compraba
-como se ha visto. No faltaron, pues, las previsiones,
-los vaticinios, las amenazas de perder lo
-hecho sin esperanza de rehacerlo ms tarde...</p>
-
-<p>Sin embargo, la entrevista tuvo lugar, D. Ignacio
-no pudo resistir una transaccin que lo llevaba
-de golpe y zumbido la Municipalidad, que l
-crea tan verde an, y el domingo siguiente result
-electo concejal, pesar de los aspavientos de Silvestre,
-de los artculos-brulote de Viera, y la agria
-censura de gran parte de sus partidarios del da
-anterior.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_48" id="Page_48">[Pg 48]</a></span></p>
-
-<p>Llegado al Concejo, sus colegas gubernistas, dirigidos
-por los delegados de la capital&mdash;no era la
-primera zorra que desollaban stos&mdash;lo designaron
-para intendente.</p>
-
-<p>&mdash;En una semana se habr desmonetizado,&mdash;decan
-aquellos profundos polticos.</p>
-
-<p>Pero la mayora de los oficialistas protestaba
-irritada contra lo que consideraba una cruel
-inmerecida derrota; en cambio, el ex-intendente,
-un cuyano ladino, caudillejo l tambin, declaraba
-divertidsimo que aquella evolucin era de mi
-flor.</p>
-
-<p>&mdash;No le parece una barbarid, Paisano&mdash;as le llamaban&mdash;que
-hayan hecho intendente don Inacio?</p>
-
-<p>El Paisano sonrea, encendiendo el negro, y luego,
-sacndoselo de la boca, contestaba con toda
-calma, y no sin algo de burla:</p>
-
-<p>&mdash;Dejenl pastiar qu'engorde!</p>
-
-<p>Y, en efecto, D. Ignacio comenz engordar
-en la Intendencia, haciendo en ella lo que sus antecesores,
-y rebaando cuanto pesito encontraba
- su alcance.</p>
-
-<p>Un da tuvo una grave explicacin con Silvestre,
-que le echaba en cara sus procederes administrativos,
-muy alejados de la honradez acrisolada que
-exigiera en tanto discurso, en tanta proclama, en
-tanta profesin de fe los pueblos en general y al
-de Pago Chico en particular.</p>
-
-<p>&mdash;Mire don Inacio, lo qu'est'haciendo es una
-vergenza!</p>
-
-<p>Don Ignacio lo mir de hito en hito:</p>
-
-<p>&mdash;Y qu'estoy haciendo, vamos ver?</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_49" id="Page_49">[Pg 49]</a></span></p>
-
-<p>&mdash;Quiere que le diga? quiere que le diga? No
-me busque la lengua, canejo!</p>
-
-<p>&mdash;Dec, dec no ms.</p>
-
-<p>&mdash;Est robando como los otros!</p>
-
-<p>El caudillo estuvo punto de pegarle, pero se
-domin, trag saliva, y cuando se crey bastante
-dueo de s mismo, dijo con tono convincente:</p>
-
-<p>&mdash;Y m quin me paga lo qu'hecho? Y la
-platita que min comido?...</p>
-
-<p>Y despus de una pausa, ms insinuante an,
-confidencial y tierno, exclam como quien esboza
-un sublime programa:</p>
-
-<p>&mdash;Dej que me desquite y vers qu honradez!...</p>
-
-<hr class="r5" />
-
-<div class= "chapter">
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_50" id="Page_50">[Pg 50]</a><br /><a name="Page_51" id="Page_51">[Pg 51]</a></span></p>
-</div>
-
-
-
-<h2 class="no-break">EL JUEZ DE PAZ</h2>
-
-
-<p>Tambin Pago Chico tena juez de paz.</p>
-
-<p>ste era entonces, y desde aos haca, D. Pedro
-Machado, enriquecido en el comercio con los
-indios, y quien la poltica haba llamado tarde y
-mal.</p>
-
-<p>&mdash; la vejez viruela!&mdash;deca Silvestre.</p>
-
-<p>Y, en efecto, para desaguisados el juez aqul,
-famoso en su partido y en los limtrofes, por una
-sentencia salomnica que no sabemos cmo contar
-porque pasa de castao obscuro.</p>
-
-<p>Ello es, que un mozo del Pago, corralero por
-ms seas, tuvo amores con una chinita de las de
-enagua almidonada y paoln de seda, linda moza,
-pero menor y sujeta an al dominio de la madre,
-una vieja criolla de muy malas pulgas que consideraba
- su hija como una mquina de lavar, acomodar,
-coser, cocinar y cebar mate, puesta sus
-rdenes por la divina providencia.</p>
-
-<p>Dems est decir que se opuso los amores de
-Petrona y Eusebio, como quien se opone que lo
-corten por la mitad, y tanto hizo y tanto dijo para
-perder al muchacho en el concepto de la nia...<span class="pagenum"><a name="Page_52" id="Page_52">[Pg 52]</a></span>
-que sta huy un da con l sin que nadie supiera
-adnde.</p>
-
-<p>Desesperacin de misia Clara, greas por el
-aire, pataleos y pataletas...</p>
-
-<p>El vecindario en masa, alarmado por sus berridos,
-acudi al rancho, la roci con Agua Florida,
-la hizo ponerse rodajas de papas en las sienes, y
-por si el disgusto haba daado los riones, la comadre
-Cndida, gran conocedora de males y remedios,
-le di unos mates de cepa caballo...</p>
-
-<p>Luego comenz el rosario de los consuelos, de
-las lamentaciones y de los consejos ms menos
-viables.</p>
-
-<p>&mdash;Ser como ha'e ser misia Clara! Hay que tener
-pacencia!... Si es de li he golver!</p>
-
-<p>&mdash;Usebio es un buen gaucho y no la v' dejar!&mdash;observaba
-un consejero del sexo masculino,
-que atribua muy poca importancia al hecho.</p>
-
-<p>Pero misia Clara no quera entender razones,
-ni aceptar consejos, ni tener paciencia.</p>
-
-<p>Petrona era la encarnacin de todas sus comodidades,
-la sostenedora de su ociosidad, el pretexto
-y el medio de pasarse las horas muertas en la
-ms plcida de las haraganeras. Ausente la joven
-acabbanse la holganza, la platita para los
-vicios, ganada con la aguja, el vestido de zaraza lavado
-y planchado los domingos, las sabrosas
-achuras que Eusebio sola llevar del matadero
-para no ser tan mal recibido como de costumbre...</p>
-
-<p>&mdash;No! No me digan ms! No se lo h'e perdonar!&mdash;Y
-se desataba en dicterios para su hija y<span class="pagenum"><a name="Page_53" id="Page_53">[Pg 53]</a></span>
-el raptor, con palabras de tinte tan subido, que
-no debe consignarse ni un plido reflejo de ellas,
-so pena de ir ms all de la incorreccin. Era
-una fiera, un energmeno, una tempestad de blasfemias
-y de maldiciones, como si el infierno que
-la aguardaba cuando tuviera que hacerlo todo por
-sus manos, se hubiera condensado y quintaesenciado
-en su interior.</p>
-
-<p>&mdash;Ya vern! Ya vern! M'he quejar la autorid!...</p>
-
-<p>Por ms veleidades de rebelin que tenga el
-campesino nuestro, por ms independiente que
-parezca, la autoridad es un poder incontrastable
-para l. Los largos aos de sujecin y de persecucin,
-desde el contingente hasta las elecciones
-actuales, con todas sus perreras, le han
-hecho el pliegue y slo otros tantos aos de
-libertad permitirn que comience desaparecer
-su fe en esa providencia chingada.</p>
-
-<p>Fu, pues, misia Clara quejarse D. Pedro
-Machado.</p>
-
-<p>Un cuarto de paredes blanqueadas, sin ms
-adorno que el retrato del gobernador, el piso de
-ladrillos cubierto de polvo, un armario atestado de
-papeles, una mesa llena de legajos, un banco
-largo, cuatro sillas y dos sillones, uno para el
-juez, otro para el secretario; todo eso era el
-Juzgado de Paz de Pago Chico, y la sala del
-trono de D. Pedro Machado.</p>
-
-<p>Este digno personaje estaba en pleno funcionamiento,
-y el alguacil apostado junto la puerta
-slo dejaba pasar los querellantes, medida<span class="pagenum"><a name="Page_54" id="Page_54">[Pg 54]</a></span>
-que D. Pedro lo indicaba, despus de las decisiones
-del caso.</p>
-
-<p>&mdash;Hoy he estado evacuando todo el da!&mdash;sola
-exclamar el funcionario cuando abundaban las
-causas.</p>
-
-<p>Misia Clara aguard impaciente su vez, en la
-puerta de calle, secndose de rato en rato una lgrima
-de ira que brotaba quiz con la higinica intencin
-de lavarle las arrugas: vana empresa. La
-espera fu larga, pues todo Pago Chico estaba en
-pleito buscaba la ocasin de estarlo. D. Pedro
-sentenciaba con una rapidez pasmosa.</p>
-
-<p>&mdash; ver, vos, qu quers?</p>
-
-<p>&mdash;Seor, vena porque Surez me debe cincuenta
-pesos de pasto y hace dos meses que...</p>
-
-<p>&mdash;Bueno!... And decle que te pague, que
-digo <span class="smcap">yo</span>... Y si no te paga, volv que yo le har
-pagar. Vos debs tener razn, porque es un
-tramposo...</p>
-
-<p>El hombre se fu medianamente satisfecho,
-dando paso otros pleitistas cuyo litigio era ms
-complicado.</p>
-
-<p>&mdash;Seor Juez, cuando yo hice la pared de mi casa
-que hoy es medianera con la que est edificando
-el seor, la Municipalidad me di una lnea sobre
-la calle, y como mi terreno es rectangular, tir dos
-perpendiculares sobre esa lnea. Pero ahora resulta
-que el agrimensor municipal no supo darme la
-lnea y que la pared medianera, como ya digo, se
-entra en el fondo, en el terreno del seor, que me
-reclama las varas que le faltan. Yo, mi vez, y
-antes de contestar esa demanda, vengo deman<span class="pagenum"><a name="Page_55" id="Page_55">[Pg 55]</a></span>dar
- la Municipalidad por daos y perjuicios,
-porque me di la lnea causante de todo...</p>
-
-<p>Don Pedro Machado, que lo miraba de hito en
-hito, interrumpile de pronto interpelando la
-parte contraria:</p>
-
-<p>&mdash;Y ust qu dice?</p>
-
-<p>&mdash;Yo? Lo mismo que el seor; es la verdad.</p>
-
-<p>&mdash;Demandar la Municipalidad, no?... Y qu
-sian crido?...</p>
-
-<p>&mdash;Seor, yo... demando ...</p>
-
-<p>&mdash;Callte! Y vayan los dos ver si se arreglan,
-y pronto... que si no les atraco una multa!</p>
-
-<p>La audiencia continu largo rato con incidentes
-anlogos los anteriores, hasta que entr en
-el despacho un gubernista de cierta significacin
-que iba furioso contra <cite>La Pampa</cite>, el diario opositor,
-salido aquellos das de toda mesura. El diario
-publicaba un violento artculo contra l, Felipe
-Gmez, y lo trataba poco menos que de ladrn.</p>
-
-<p>&mdash;Hola, Gmez, y qu lo trai por ac?</p>
-
-<p>&mdash;Vengo acusar por calunia al diario de
-Viera. Mire lo que me dice!</p>
-
-<p>Y tembloroso de rabia ley los prrafos culminantes,
-interrumpido por las indignadas interjecciones
-de D. Pedro Machado.</p>
-
-<p>&mdash; hijo de una tal por cual! Ya ver lo que le
-va pasar! Es malo tentar al diablo!...</p>
-
-<p>Y dirigindose al secretario:</p>
-
-<p>&mdash;Estend un' orden de prisin contra Viera...</p>
-
-<p>&mdash;Vaya tranquilo noms, Gmez, que aqu las
-va pagar todas juntas.</p>
-
-<p>Se fu Gmez anunciar sus amigos que ha<span class="pagenum"><a name="Page_56" id="Page_56">[Pg 56]</a></span>ba
-sonado la hora de la venganza; pero el secretario
-no extendi la orden de la prisin.</p>
-
-<p>&mdash;Sabe D. Pedro, que los jueces de paz, no
-entienden de delitos de imprenta, y que no podemos
-dar curso la acusacin de Gmez...</p>
-
-<p>&mdash;No?</p>
-
-<p>&mdash;No, seor! Tiene que ir La Plata.</p>
-
-<p>Don Pedro Machado, hizo un gesto de disgusto
-al recibir la leccin; y para no menoscabar su
-autoridad, exclam en tono de reprimenda:</p>
-
-<p>&mdash;Tambin vos! por qu no me decs?...</p>
-
-<p>Por fin toc el turno misia Clara, que entre
-gimoteos y suspiros cont cmo Eusebio le haba
-robado la hija, y se desat en improperios contra
-ambos, pidiendo al juez el ms tremendo de los
-castigos que tuviera mano.</p>
-
-<p>&mdash;Cuntos aos tiene la muchacha?</p>
-
-<p>&mdash;Diciocho, D. Pedro.</p>
-
-<p>&mdash;Bueno, ya sabe lo que se hace, pues.</p>
-
-<p>La vieja volvi gemir, asustada del giro que
-pareca tomar el asunto.</p>
-
-<p>&mdash;Pero mire, seor juez, que es nica hija, que
-yo ya estoy muy anciana y que no puedo trabajar...
-Si ella me falta... ms vale que me cortaran un
-brazo... Haga que gelva, seor juez, que yo le
-perdono con tal de que no lo vea ms Usebio,
-que es de lo ms canalla!...</p>
-
-<p>Don Pedro permaneci impasible, armando un
-negro con el papel entre el pulgar y el ndice y
-deshaciendo el tabaco en la palma de la mano izquierda
-con las yemas de la derecha.</p>
-
-<p>&mdash;Amparem, seor!&mdash;insisti la vieja.&mdash;Haga<span class="pagenum"><a name="Page_57" id="Page_57">[Pg 57]</a></span>
-que gelva m'hija!... , de no, atraquel una
-multa ese bandido!</p>
-
-<p>&mdash;P'a eso no hay multas... Si juera uso de armas,&mdash;replic
-sarcsticamente D. Pedro.</p>
-
-<p>La otra cambi de bateras.</p>
-
-<p>&mdash;Si ust hiciera que Usebio me pasara siquiera
-la carne!... Estoy tan vieja y tan pobre!...</p>
-
-<p>&mdash;Eh, qu quiere misia Clara! La vaquilloncita
-ya estaba en estau... y es natural.</p>
-
-<p>Hubo un largo silencio. En la cara del juez retozaba
-una sonrisa reprimida duras penas.</p>
-
-<p>&mdash;Qu resuelve, qu resuelve, D. Pedro?&mdash;clam
-misia Clara, desesperada y lamentable, con
-las arrugas ms hondas y terrosas que nunca.</p>
-
-<p>El insigne funcionario levant lentamente la
-cabeza, y despus sentenci con calma:</p>
-
-<p>&mdash;Yo? Que sigan no ms, que sigan...</p>
-
-<hr class="r5" />
-
-<div class= "chapter">
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_58" id="Page_58">[Pg 58]</a><br /><a name="Page_59" id="Page_59">[Pg 59]</a></span></p>
-</div>
-
-
-
-<h2 class="no-break">LA ELECCIN MUNICIPAL</h2>
-
-
-<p>Aquella maana, con grande asombro de Pago
-Chico entero, apareci en el diario oficial, <cite>El Justiciero</cite>,
-la siguiente inesperada noticia:</p>
-
-<blockquote>
-
-<p><span class="smcap">OTRA LISTA DE CANDIDATOS MUNICIPALES</span></p>
-
-<p>Con importantes elementos polticos, pertenecientes
-al partido provincial, acaba de formarse
-un nuevo comit que en las elecciones de
-hoy sostendr la siguiente lista de candidatos para
-municipales:</p>
-
-<div class="indent10">
-<p>Don Domingo Luna<br />
-Don Juan Dozo<br />
-Don Jos Bermdez<br /></p>
-</div>
-
-<p>Este comit, que funciona en la calle Buenos
-Aires, nmero 17, cuenta con numerosos miembros,
-y aunque formado ltima hora, puede disputar
-el triunfo los dems partidos, con bastantes
-probabilidades de xito. En cuanto los cvicos,
-dems parece repetir que tendrn que comer
-cola.</p></blockquote>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_60" id="Page_60">[Pg 60]</a></span></p>
-
-<p>Qu acontecimientos haban ocurrido? Era
-la influencia de Bermdez tan poderosa que su
-descontento produca la escisin del partido oficial?
-No deba ser as, pues l mismo se sorprendi
-al leer la noticia, y lleno de entusiasmo se encar
-con su mujer, y golpeando el diario con el
-dedo, exclam gozoso:</p>
-
-<p>&mdash;No ves, china, como todava me necesitan,
-como todava tengo quien me apoye? Yo tambin
-soy candidato, y del mismo partido oficial! Mir
-la lista! Aqu estoy con Luna y Dozo, y <cite>El Justiciero</cite>
-dice que muy bien podemos triunfar!</p>
-
-<p>&mdash;Alguna picarda de Ferreiro. Lo mejor ser
-que no te mets,&mdash;replic Jernima, siempre desconfiada.&mdash;Cuando
-menos te quieren sacar unos
-pesos, pa'l asao con cuero y la pionada...</p>
-
-<p>&mdash;Vos siempre agarrs pa'l lao del miedo!&mdash;replic
-Bermdez que se ech inmediatamente
-la calle, vibrando de entusiasmo y de esperanza.</p>
-
-<p>Eran las siete, y faltaba una hora para la apertura
-oficial del comicio.</p>
-
-<p>Bermdez, sin plan, iba palpitante, envanecido
-con su prestigio, ya innegable, en las esferas oficiales,
-y casi seguro de que por l ira directamente
-al triunfo. Tena necesidad de hablar con alguien
-que no fuera su mujer, tan suspicaz y desconfiada
-que jams crea las cosas hasta no haberlas palpado.
-Y la suerte quiso que con quien primero se
-topase fuera con el doctor Fillipini, que sala
-de una casa vecina. Detvole, convencido de que
-lo encontrara menos reacio que su digna esposa
- compartir su patritico entusiasmo, y, basn<span class="pagenum"><a name="Page_61" id="Page_61">[Pg 61]</a></span>dose
-en las conjeturas que le haban llenado la
-cabeza, le cont muy por lo menudo que sus
-amigos se haban arrepentido,&mdash;como no podan
-menos de hacer,&mdash;de haberlo dejado un lado,
-cuando tantos y tan importantes servicios prestara
- la causa comn.</p>
-
-<p>El doctor lo miraba ratos y ratos bajaba los
-ojos, disimulando una risita fisgona que le haca
-cosquillas en el estmago. Y cuando el otro dej
-de hablar, no pudo reprimir esta desconsoladora
-exclamacin:</p>
-
-<p>&mdash;Ma per il cuochente! Ma, non vede qu' per
-il cuochente?</p>
-
-<p>El prestigioso candidato se sobresalt, palideci,
-y sin haber comprendido bien todava, pregunt
-tartamudeando:</p>
-
-<p>&mdash;El cociente?... Qu tiene que ver el cociente?</p>
-
-<p>Fillipini, tomndole un botn de la levita,&mdash;para
-la circunstancia Bermdez haba credo conveniente
-salir de levita,&mdash;y jugando con l, le explic
-entonces sus suposiciones, en la media lengua
-talo-criolla, impasible, sin sorprenderse, con su
-filosofa prctica, ni de la inocencia del interlocutor,
-ni de la picarda de sus amigos polticos, sin
-ms objeto que el de poner en claro las cosas,
-para hacer gala de sagacidad y burlarse en serio
-de aquel pobre congnere.</p>
-
-<p>Bermdez qued consternado al comprender
-que el partido oficial acababa de dividirse aparentemente,
-pero slo para asegurar ms el triunfo,
-pues, por la ley, el candidato que apareciera en<span class="pagenum"><a name="Page_62" id="Page_62">[Pg 62]</a></span>
-las dos listas,&mdash;Luna en este caso,&mdash;sera electo sin
-discusin, por pocos votos que obtuviera en una
-de ellas. l no era, en resumen, ms que un comparsa,
-cuya misin terminara casi antes de haber
-empezado.</p>
-
-<p>&mdash;Hijos de una gran!...</p>
-
-<p>&mdash;Eh! qu quiere? Fatta la legge, fatto l'inganno!</p>
-
-<p>El cuociente lo haba transtornado siempre,
-pero aquel da lo derribaba del pinculo de sus
-ms gratas esperanzas. No sera, esa vez tampoco,
-genuino representante y defensor del pueblo! Miren
-que no votar derecho viejo como antes! Esos
-republicanos, inventores de la ley de trampa y de
-engao! Si los tuviera mano qu felpiada les
-dara!... Pero, qu hacerle? Para su venganza, ya
-que no para otra cosa, la mejor contingencia era
-que los cvicos sacaran un concejal. En cuanto
-l, no saldra nunca.</p>
-
-<p>&mdash;Ma, gay un remedio...</p>
-
-<p>&mdash;Qu remedio, dotor?</p>
-
-<p>No era difcil: tratar bajo cuerda de figurar en
-las dos listas, borrando uno de los candidatos, el
-doctor Carbonero por ejemplo, y reunir de ese
-modo el mayor nmero posible de votos, adems
-de poner de su lado la importantsima ventaja de
-figurar en dos listas. Cierto que si ambas tenan
-dos candidatos comunes, es decir, la mayora de
-ellos, por la ley tendran que considerarse iguales;
-pero... despus se vera: eso tena que resolverlo el
-mismo concejo, juez de las elecciones, y en cuyo
-seno no faltaban amigos de Bermdez. Tambin<span class="pagenum"><a name="Page_63" id="Page_63">[Pg 63]</a></span>
-poda hacer otra cosa: amenazar los correligionarios
-con llevar sus elementos de hombres y dinero
- la Unin Cvica, amenaza que no dejara
-de dar resultados; pero eso deba Bermdez presentarlo
-como resolucin que tomara en el ltimo
-momento y slo si se le obligaba ello, desconociendo
-tan injustamente sus servicios.</p>
-
-<p>&mdash;Y ust me ayudar, dotor?</p>
-
-<p>&mdash;Io? Cosa ho da fare? Ma!... Io voter...</p>
-
-<p>Eran ms de las siete, y Bermdez, ansioso de
-poner el plan por obra, estrech efusivamente la
-mano de Fillipini, y se alej en direccin al caf
-de Crmine, olvidado de su andar siempre lento y
-majestuoso. El mdico, entre tanto, iba sonriendo,
-con la vista baja, satisfecho de la mala pasada que
-haba jugado su colega Carbonero, aunque tuviera
-sus dudas respecto de la accin que desarrollara
-el pobre Bermdez, cuya nica habilidad
-hasta entonces haba sido robar los indios y
-apuntar de ms en las libretas de sus clientes y en
-la pizarra de la trastienda.</p>
-
-<p>Bermdez entr en el caf, pidi una ginebrita
-con biter Angostura, y aguard que llegara
-alguno de los prohombres del partido oficial
-para poner manos la obra.</p>
-
-<p>Momentos despus Ferreiro, que acababa de
-entrar, se sentaba su lado.</p>
-
-<p>&mdash;Y... ha visto la nueva lista? Anoche no le
-pude avisar, porque resolvimos hacerla muy
-ltima hora.</p>
-
-<p>&mdash;Hum!... S, l'he visto, s!</p>
-
-<p>&mdash;Qu! Y no est contento?&mdash;pregunt Ferrei<span class="pagenum"><a name="Page_64" id="Page_64">[Pg 64]</a></span>ro,
-fingindose muy sorprendido,&mdash;y algo lo estaba,
-en verdad, al comprender las sospechas de
-aquel infeliz. Quin poda haberlo puesto sobre
-aviso?</p>
-
-<p>&mdash;Y cmo v'y estar contento, si eso es una
-trampa? crn ustedes que yo soy sonso y me
-chupo el dedo?</p>
-
-<p>&mdash;Pero, cmo trampa, Bermdez? No quera
-ser candidato?</p>
-
-<p>&mdash;S, candidato, s, pero en de veras! No quiero
-que naide juegue conmigo. Ya estoy cansao.
-Y quiere que le diga? pues si no salgo municipal
-de esta hecha... me voy con los cvicos! Anque no
-sea candidato, quiero ser municipal oye? y de
-no, me hago cvico, le juro!</p>
-
-<p>Ferreiro se qued un momento perplejo, pues
-no haba contado con aquello, que le malbarataba
-sus planes. Pero, por la inminencia del peligro,
-no tard en tomar una resolucin, y antes de que
-Bermdez hubiera vuelto decir palabra, afirm:</p>
-
-<p>&mdash;Pero, si precisamente lo hemos puesto en esa
-lista para que salga municipal, porque est resuelto
-en el comit que se le den votos tambin en
-la otra lista. No s qu le ha dado ahora, para tener
-semejantes desconfianzas... Vaya! sea franco!
-quin es el intrigante que le ha venido con cuentos?</p>
-
-<p>&mdash; m naide me ha trido cuentos. Pero yo s
-muy bien lo del cociente, y anque ya me haba
-conformau con no salir municipal esta vez, no
-quiero tampoco que me tomen pa'l churrete; y
-desde que me han puesto en lista, quiero salir y
-que se dejen de historias!</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_65" id="Page_65">[Pg 65]</a></span></p>
-
-<p>&mdash;Pero si precisamente, le repito, sabiendo que
-ust deseaba ser municipal lo hemos puesto en esa
-lista, Bermdez! Si el partido tena que recompensar
-sus servicios, y as lo ha resuelto anoche. Ust
-es incapaz de desconfiar de ese modo; por eso le
-pregunto quin es el intrigante que le ha venido
-con cuentos... Debe ser algn interesado en dividirnos
-para sacar tajada...</p>
-
-<p>&mdash;No se mete en poltica...</p>
-
-<p>&mdash;Ah, no ve, no ve que era cierto? Quin le ha
-venido con el chisme, diga?... Vaya! mtelo, que
-al fin somos correligionarios y tenemos que defendernos
-unos otros. Hoy por t, maana por m...</p>
-
-<p>&mdash;El dotor Fillipini.</p>
-
-<p>Ferreiro di un puetazo en la mesa:</p>
-
-<p>&mdash;Ah, gringo mier!&mdash;exclam.</p>
-
-<p>Y tomando otra postura, cruzadas las piernas
-y asida con ambas manos la que qued arriba,
-pregunt Bermdez con sonrisa entre burlona
-y despreciativa:</p>
-
-<p>&mdash;Y qu le ha dicho el doctor Fillipini? l le
-aconsej que nos amenazara con irse la Unin
-Cvica?</p>
-
-<p>&mdash;S, l. Pero me dijo que lo hiciera en ltimo
-caso, y que si no me escuchaban tratara de hacer
-votar por m en la otra lista, borrndolo Carbonero...</p>
-
-<p>&mdash;Conque s, eh! pues ya ver el hijo de su
-madre!&mdash;exclam Ferreiro, que sigui murmurando,
-mientras sacaba del bolsillo un lpiz y la
-carilla en blanco de una carta, en la que escribi
-algunas palabras.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_66" id="Page_66">[Pg 66]</a></span></p>
-
-<p>Bermdez, turbado, sin saber ya qu atenerse,
-lo interrumpi:</p>
-
-<p>&mdash;Pero, al fin y al postre!&mdash;pregunt,&mdash;salgo
-no salgo municipal? Eso es lo que quiero saber,
-pero sin vueltas, derecho viejo, porque si no...</p>
-
-<p>&mdash;S, ser municipal, Bermdez,&mdash;contest Ferreiro
-sin levantar la cabeza.&mdash;Le doy mi palabra
-de que ser municipal.</p>
-
-<p>Y firmando la esquela que acababa de escribir,
-la pleg en cuatro, y llam al dueo de casa.</p>
-
-<p>&mdash;Crmine! treme un sobre, y haceme llevar
-esta carta al intendente.</p>
-
-<p>Era la condenacin de Fillipini: un pedido-orden
-al intendente, para que le quitara inmediatamente
-su puesto de segundo mdico del hospital.</p>
-
-<p>&mdash;S sale, amigo, s sale!&mdash;exclam levantndose
-y palmeando en el hombro Bermdez.&mdash;Para
-cundo seran los amigos, entonces?</p>
-
-<p>&mdash;Je, je, je!&mdash;ri Bermdez en el colmo de la
-satisfaccin, levantndose tambin.</p>
-
-<p>Y ambos salieron del caf, encaminndose al
-atrio de la iglesia, donde iban practicarse las
-elecciones ms sonadas del entonces borrascoso
-Pago Chico.</p>
-
-<p>Entre tanto, en el comit cvico hallbanse reunidos
-Viera, el periodista, que cada instante se
-asomaba la puerta, nervioso, excitado, sin haber
-dormido, aguardando las huestes de votantes de la
-campaa que ya deban haber llegado; Lobera,
-que peroraba y destilaba esencias; Silvestre, que
-trataba en vano de meter baza apenas se interrumpiese
-la interminable serie de sus discursos; Pe<span class="pagenum"><a name="Page_67" id="Page_67">[Pg 67]</a></span>drn,
-Pancho Fernndez el hijo del vigilante, Tortorano,
-veinte treinta ms, y por ltimo el doctor
-D. Francisco Prez y Cueto, que haba exclamado
-con nfasis al entrar:</p>
-
-<p>&mdash;Ciudadanos! este hermoso da no puede
-menos de anunciarnos la victoria!</p>
-
-<p>Y satisfecho del efecto producido, sintiendo un
-agradable cosquilleo en la piel, de entusiasmo hacia
-su propia persona, haba callado y permanecido
-silencioso para no disminuir con vulgaridades
-el mrito de aquellas palabras profticas. Aquel
-da se haba propuesto no decir sino frases histricas.</p>
-
-<p>Pero, eso s, tuvo que informarse de un detalle
-de la mayor importancia, de la cuestin en
-aquellos momentos de vida muerte, y pregunt
-en voz baja Viera, detenindolo en una de sus
-continuas idas y venidas:</p>
-
-<p>&mdash;Diga usted, Viera, estn preparadas las
-armas?</p>
-
-<p>Viera sacudi la cabeza de arriba abajo, dirigindole
-una mirada confidencial, y contest ms
-quedo an, como un murmullo:</p>
-
-<p>&mdash;Estn... La noche en peso nos la hemos pasado
-acarrendolas con Silvestre. Y con un jabn!
-No s cmo no nos han pillado!</p>
-
-<p>Las tales armas, el supremo recurso de un
-pueblo justamente indignado, resuelto reconquistar
-su autonoma y repeler todo conato de
-imposicin, eran seis fusiles rmington, que se
-hallaban cuidadosamente ocultos en la azotea del
-comit, y que Viera y Silvestre haban llevado<span class="pagenum"><a name="Page_68" id="Page_68">[Pg 68]</a></span>
-efectivamente y no sin peligro, la noche anterior.</p>
-
-<p>Como los extremos se tocan, en el patio estaba
-la anttesis del arsenal aqul,&mdash;grandes y negros
-trozos de asado con cuero fiambre, sobre bolsas de
-arpillera, una compaa de damajuanas de vino
-carln y un montculo de panes,&mdash;el almuerzo, en
-fin, del invencible pueblo de Pago Chico, pronto
- reivindicar sus derechos conculcados, aunque
-fuese costa de su generosa y noble sangre.</p>
-
-<p>Habase prohibido terminantemente el uso de
-bebidas alcohlicas los paladines del libre sufragio;
-no necesitaban excitante alguno para el caso
-probable de tener que sacrificar sus vidas en el altar
-de la patria, y era menester en cambio, que se
-mantuviera el mayor orden en el comit, para dar
-completo ejemplo de civismo y de austeridad de
-costumbres. Pero duras penas se lograba que no
-se marcharan todos de una vez tomar la maana
-en el almacn de la esquina, y hubo que conformarse
-con una transaccin: que fueran de dos,
-cuando mucho de tres, y que volvieran inmediatamente.
-El entusiasmo iba creciendo con esto.</p>
-
-<p>&mdash;Hay que tenerlos soga corta,&mdash;deca Silvestre,&mdash;si
-no, no pueden con el genio y rumbean p'a
-la borrachera!</p>
-
-<p>Mientras estaban en el comit, los electores rondaban
-alrededor del asado, con el slito apetito,
-aguzado por las repetidas copas de <em>merm</em>, afilndoseles
-los dientes y salindoseles el cuchillo de la
-vaina. Y apenas podan entretener el ocio y el
-hambre con dicharachos y canchadas, haciendo
-esgrima mano limpia.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_69" id="Page_69">[Pg 69]</a></span></p>
-
-<p>&mdash;Lo que es hoy,&mdash;deca el negro Urquiza, en
-cuclillas afilando un palito para los dientes con un
-formidable facn,&mdash;lo que es hoy, los carneros
-van ... cargar aceite.</p>
-
-<p>&mdash;S, de susto verte la trompa!&mdash;le retruc
-un paisanito, que, con las piernas cruzadas y recostando
-el hombro en la pared, parado junto l,
-lo miraba desde arriba.</p>
-
-<p>&mdash;Callte, guacho,&mdash;salt el moreno, gesticulando
-con su ancha boca, y mostrando los dientes
-en una modo de sonrisa.&mdash;Ms vale ser negro
-que orejano. Yo siquiera tengo marca.</p>
-
-<p>&mdash;Y yo soy capaz de ponerte otra en la jeta,
-negro trompeta!&mdash;dijo el muchacho, echando la
-mano atrs como para sacar tambin el cuchillo.</p>
-
-<p>El negro estuvo de un salto en pie, pero varios
-se interpusieron mientras uno de los correligionarios
-deca pausadamente, no sin sorna:</p>
-
-<p>&mdash;Vaya! guardesn p'a luego, muchachos. No
-ven que las papas queman? Puede ser que luego
-haiga baile, y entonces podrn bailar gusto...</p>
-
-<p>&mdash;S, bailar con la ms fea!&mdash;exclam otro.</p>
-
-<p>&mdash;Y'anda teniendo miedo este... tabaco aventau,
-no ms!&mdash;dijo el del baile.</p>
-
-<p>&mdash;Oiganl!&mdash;prorrumpieron varios.</p>
-
-<p>&mdash;Pisale el poncho, ai tens.</p>
-
-<p>&mdash; que no le mojs la oreja o Fortunato!</p>
-
-<p>Viera crey necesario intervenir:</p>
-
-<p>&mdash; ver, compaeros, un poco menos de bochinche,
-que esto no es ningn piringundn!</p>
-
-<p>Los nimos se tranquilizaron momentneamente.
-Reinaba en todos un desasosiego, una ner<span class="pagenum"><a name="Page_70" id="Page_70">[Pg 70]</a></span>viosidad
-desusada, y en la expectativa de acontecimientos
-penosos mostrbanse irritables, como
-si anhelaran precipitarlos provocar otros, prefirindolo
-todo la zozobra en que necesariamente
-tenan que estar largas horas todava.</p>
-
-<p>Pero el ms desasosegado, el ms nervioso, el
-ms irritable era el mismo Viera, que no poda estarse
-un segundo quieto. Conoca afortunadamente
-su estado y reprima sus mpetus, siempre
-punto de estallar, contestando con monoslabos
-hasta al mismo doctor Prez y Cueto, sintiendo
-unas ansias que le suban del corazn la garganta
-y le cortaban la respiracin. Qu era aquello?
-Por qu no llegaban los correligionarios de la
-campaa? Y no pudo de pronto contener su impaciencia
-y se qued en la puerta del comit, golpeando
-el suelo con el pie, plido, casi trmulo,
-mirando con ojos devoradores uno y otro lado,
-como si quisiera atraer con la mirada los esperados
-grupos de jinetes. Pero la calle polvorienta
-abrasada por un sol de fuego, aunque ya estuviesen
-en el final del mes de Marzo, barrida de vez
-en cuando por una racha ardiente como salida de
-un horno, estaba desierta, completa, implacablemente
-desierta, y sobre ella se cerna el sepulcral
-silencio de los das de elecciones en que las mujeres
-se encierran rezar apenas salen su padre,
-su marido su hijo, en direccin al comit al
-atrio, y en que la mayora de los hombres, por
-no hacer que recen de miedo sus mujeres, sus
-hijas sus madres, se encierran con ellas, no porque
-teman los tumultos con tiros y tajos, sino sim<span class="pagenum"><a name="Page_71" id="Page_71">[Pg 71]</a></span>plemente
-por compasin hacia las desgraciadas, y
-por no darlas tan psimo rato. Tambin, si as no
-fuera, cmo podra haber gobiernos electores, y de
-qu tendra el pueblo que quejarse, y con qu entretenerse
-leyendo diarios?</p>
-
-<p>Pero, el rostro de Viera se ilumin de pronto:
-por una bocacalle, all lejos, al extremo del pueblo,
-apareca envuelto en densa nube de polvo un
-pelotn de jinetes que avanzaba al trotecito, en
-formacin casi correcta, de cinco en fondo. Y no
-pudo contener una jubilosa exclamacin:</p>
-
-<p>&mdash;Ah vienen!</p>
-
-<p>Todos se precipitaron la puerta, y el comit
-qued un momento silencioso. Pero ay! cuando
-era ms intensa y segura la esperanza, la cabalgata
-volvi una esquina y desapareci dejando tras
-s, como nico consuelo, flotante gasa de polvo
-que una racha desvaneci por fin.</p>
-
-<p>&mdash;Es la pionada del saladero,&mdash;dijo un paisano.</p>
-
-<p>&mdash;sos van con los carneros,&mdash;murmur desalentado
-otro del grupo.</p>
-
-<p>La zozobra de Viera era ya un nudo que le cerraba
-la garganta hasta sofocarlo. Entr bruscamente
-al comit, y para disipar su horrible ansiedad,
-encarse con una rueda de electores que,
-ms atrevidos ms hambrientos que los dems,
-haban aprovechado la general distraccin apoderndose
-de una gran tajada de asado que devoraban,
-cortando los jugosos bocados raz de los labios
-con los cuchillos como navajas de afeitar.</p>
-
-<p>&mdash;Se necesita ser aprovechadores!&mdash;exclam<span class="pagenum"><a name="Page_72" id="Page_72">[Pg 72]</a></span>
-colrico.&mdash;No les da vergenza ponerse comer
-solos sin que nadie les haya dicho nada, para meter
-desorden?</p>
-
-<p>&mdash;Es la picana, don Viera,&mdash;contest con aire
-socarrn y falsamente humilde el paisanito quien
-el negro Urquiza llamara guacho.</p>
-
-<p>&mdash;S, conque te agarrs el mejor pedazo, y todava
-lo decs! Sos ms madrugador que la lechuza,
-que no duerme de noche.</p>
-
-<p>Pero este pequeo desahogo, que no poda ir
-ms lejos, no fu parte tranquilizarlo. Sufra
-tanto como el general quien se le ha confiado
-una nacin entera, y ve perdida, irremisiblemente
-perdida la batalla final. Y para distraerse, trat de
-dominar su angustia y conversar con el doctor
-Prez y Cueto, preocupadsimo tambin, que desde
-haca rato murmuraba quin sabe qu filpicas,
-sazonadas con los trminos ms groseros de su repertorio
-peninsular, como si de tanto trueno pudiera
-salir la tormenta salvadora. Y, en voz baja,
-comentaron la inexplicable tardanza de Gmez,
-que deba ir con sus puesteros, peonada y esquiladores,
-la de Garca, salido la noche antes de los
-confines del partido con gran copia de paisanos
-resueltos, el silencio de Mndez, que deba haber
-llegado aquella madrugada la cabeza de los seis
- siete caudillejos que, junto con sus respectivos
-hombres, determinaron concentrarse antes de salir
-el sol en la pulpera de Laucha, y la de Soria,
-que haba prometido ir temprano con los indios
-de la tribu de Cur, una veintena de electores tan
-inconscientes cuanto serviciales.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_73" id="Page_73">[Pg 73]</a></span></p>
-
-<p>La ansiedad haba cundido; formbanse varios
-corros, para deshacerse y formarse de nuevo algo
-ms lejos, y las caras comenzaban expresar otra
-cosa muy distinta del entusiasmo. Ya no se hablaba
-en voz alta, ni nadie sala al almacn continuar
-las matutinas libaciones. Eran los mismos
-treinta y tantos que se haban reunido all muy de
-maana, para estar bien al corriente de todo, en
-primer lugar, y para no tener que cruzar las calles
-cuando se alborotara el cotarro sobre todo. No se
-haba agregado un solo ciudadano ms, ya eran
-las ocho, y las esperanzas con tanto entusiasmo
-expresadas y exageradas la noche antes all mismo,
-iban desvanecindose una tras otra, tan vertiginosamente
-como las nubes con el pampero
-sucio...</p>
-
-<p>Al ver Viera conversando con el doctor, Silvestre
-primero, Lobera despus, Pancho, Pedrn,
-Tortorano, Troncoso, y hasta el mismo Urquiza,
-husmeando concilibulo, formaron rueda alrededor.
-Cmo ocultar, entonces, el sobresalto y la angustia,
-si el mismo sobresalto y la misma angustia
-se haban apoderado de todo el mundo? Viera lo
-comprendi, hizo esfuerzos por infundir los
-otros una tranquilidad que no tena, y por sostener
-en ellos las ltimas y mal abrigadas ilusiones.</p>
-
-<p>&mdash;No se ha perdido todo!&mdash;repeta.&mdash;Han de
-venir, han de venir. Aguardemos, y entre tanto
-vamos votar los que estamos aqu, para no perder
-el turno, porque las ocho estn al caer...</p>
-
-<p>El furioso galope de un caballo lo interrumpi.
-Habase odo desde lejos, porque en el comit rei<span class="pagenum"><a name="Page_74" id="Page_74">[Pg 74]</a></span>naba
-un vago silencio de expectativa ansiosa. El
-redoble de las patas del animal en el piso duro de
-la calle fu acercndose con creciente violencia,
-hubo una sofrenada, un resbaln en seco, el choque
-de unas botas con espuelas en las piedras de la
-acera, y casi al mismo tiempo apareci Mndez,
-jadeante, haciendo repicar las rodajas, con paso
-bamboleante de gaucho compadre, medio civilizado
- ratos, pero spero y rudo, sobre todo en aquellas
-circunstancias. Vena demudado. Y apenas se
-hall dentro del comit:</p>
-
-<p>&mdash;Canallas! canallas!&mdash;exclam entrecortadamente.&mdash;Mi
-han fusilao la gente... Canallas!</p>
-
-<p>Hzose un silencio seguido de un murmullo
-agitado y caluroso, y todos los circunstantes rodearon
- Mndez, acribillndolo preguntas.</p>
-
-<p>&mdash;Dejemn hablar; si les voy contar todo.
-Pero, qu canallas asesinos! Esta madrugada salimos
-perfetamente de lo de Csperes, p'a cair al
-pueblo tempranito. ramos unos ciento veinte,
-todos los que estaban en el campo, y un redepente,
-al enfrentar la alamera de la estancia de Carballo,&mdash;venamos
-al tranquito,&mdash;unos que estaban atrincheraus
-entre los rboles nos hicieron una descarga
-cerrada, y antes de que nos pudiramos dar
-cuenta, otra y otra, como juego graniau. Y, es natural,
-la gente, asustada, se me alz y dispar, de
-balde trat de atajarla. Con el julepe ni siquiera
-atinaron ver quines nos estaban afusilando, y
-cuntos eran. Claro! Casi ninguno tria ms que
-facn... Yo hice juego con el revlver, pero me
-qued solo, y en cuanto vieron que se me haban<span class="pagenum"><a name="Page_75" id="Page_75">[Pg 75]</a></span>
-acabau los tiros, se me vinieron encima. Yo le
-clav las espuelas al sotreta, dispar campo ajuera,
-qu'iba hacer? y estuve esperando de un pajonal,
-p'a aprovechar venirme en cuanto se descuidasen,
-p'visarles ustedes.</p>
-
-<p>&mdash;Y quines son, quines son?&mdash;preguntaron
-varios con la voz ligeramente empaada por la
-emocin.</p>
-
-<p>&mdash;No s, la gente no es del pago; trida de
-otros partidos...</p>
-
-<p>La noticia cay como una ducha helada, pues
-aunque se temiese ya alguna hazaa oficialista,
-nunca se crey que llegara tanto la desenvoltura
-de las autoridades, cuyo silencio de los das anteriores
-se haba tomado por una prueba de debilidad
-y una derrota antes de haber lucha. En
-Pago Chico, como en el resto de la provincia, se
-fusilaba, pues, mansalva la gente, y quien lo
-haca era el mismo gobierno. Era cosa ms seria
-de lo que se haba pensado, entonces; no se trataba
-slo de sostener refriegas en los atrios, sino de
-hallarse siquiera en condiciones de llegar ellos...
-Nadie las tuvo ya todas consigo, pues.</p>
-
-<p>Silvestre, exasperado, y al mismo tiempo curioso
-de saber lo que se preparaba en las cercanas
-de la iglesia, pregunt Viera, mientras Mndez
-segua explicando el terrible encuentro de aquella
-maana:</p>
-
-<p>&mdash;Qu hacen en la plaza? Han mandado algn
-bombero?</p>
-
-<p>&mdash;No, nadie,&mdash;contest el periodista.</p>
-
-<p>&mdash;Entonces voy yo de una carrera.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_76" id="Page_76">[Pg 76]</a></span></p>
-
-<p>&mdash;Mucho cuidado,&mdash;le grit Viera, cuando Silvestre
-pona el pie en la calle.</p>
-
-<p>El desaliento fu subiendo de punto, casi hasta
-convertirse en pnico, medida que fueron llegando
-mensajeros con otras infaustas noticias. La
-jugada hecha Mndez se haba repetido con Gmez,
-con Garca, con Soria, con todos los que llevaban
-gente de diversos puntos del partido. Slo
-iban engrosar los escasos elementos del comit,
-unos cuantos dispersos, que llegaban de uno y de
- dos, todos dar noticias desesperantes, abultando
-los hechos, echando bravatas, mintiendo hazaas,
-exagerando el nmero, el armamento y la ferocidad
-del enemigo, que al fin y al cabo no quera
-matar sino ahuyentar electores por iniciativa y
-consejo de Ferreiro.</p>
-
-<p>&mdash;Nos han fregau fiero, caracho!&mdash;exclamaba
-Mndez.</p>
-
-<p>&mdash;Es una vergenza, una verdadera vergenza!&mdash;deca
-Viera casi llorando.</p>
-
-<p>&mdash;Y nos vamos quedar as, como unos mnfios?
-Nos habrn quitau la gente, pero nosotros
-podemos quemarlos balazos, canallas, hijos de
-mil!... ver, muchachos, ver quin quiere hacer
-la pata ancha conmigo: venga el que tenga
-huesos, y vamos echarlos del atrio tiros!</p>
-
-<p>Parte de la gente, desde las primeras noticias,
-viendo la indecisin de los jefes, haba juzgado lo
-ms oportuno comerse el asado y beberse el vino;
-pero al resonar la palabra vehemente y furibunda de
-Mndez, muchos haban acudido hacerle corro,
-iban enardecindose, ya dispuestos lanzarse la<span class="pagenum"><a name="Page_77" id="Page_77">[Pg 77]</a></span>
-calle y jugar el todo por el todo, cuando Silvestre
-entr en el comit como una exhalacin, y sin
-tomar aliento comenz contar que el comisario
-Barraba con treinta vigilantes armados rmington
-ocupaba el frente del atrio y que tena varias
-carretillas al lado, llenas de municiones; que los
-carneros, por su parte, haban formado un cantn
-en las azoteas de la confitera de Crmine armados
-tambin con rmingtons del gobierno, y
-dominando las mesas colocadas en el atrio mismo,
-de tal modo, que podan fusilar mansalva cuantos
-se acercaran al comicio.</p>
-
-<p>Era la derrota, la ms completa inmerecida
-de las derrotas.</p>
-
-<p>Sin embargo, Viera quiso luchar hasta lo ltimo,
-tentar un esfuerzo supremo, hacer de aqulla
-una cuestin de vida muerte para l y para
-cuantos le haban acompaado hasta entonces en
-su cruzada reivindicadora.</p>
-
-<p>&mdash;No, amigo, es al botn,&mdash;replic Mndez,
-que haba reaccionado, su proposicin de ir
-tomar las mesas por asalto.&mdash;Hace un ratito yo
-mismo lo aconsejaba, y hubiera ido sacarlos de
-all por sorpresa. Pero las cosas se han puesto
-muy distintas... No ve que estn preparaus, y que
-l'nico que vamos sacar con estos cuatro gatos
-es que nos maten como perros?</p>
-
-<p>&mdash;Sera un sacrificio tan cruento cuanto intil
-de sangre generosa!&mdash;exclam el doctor Prez y
-Cueto con la voz ms oratoria que tena.&mdash;Dejemos
-que obren los acontecimientos! Tarde temprano,
-ha de llegar la hora de la justicia! Elevemos los<span class="pagenum"><a name="Page_78" id="Page_78">[Pg 78]</a></span>
-corazones y retemplemos el nimo! La patria nos
-mira, (<em>pausa corta</em>) y estos contratiempos, estas
-iniquidades, mejor dicho, nos realzan sus ojos,
-en lugar de deprimirnos, como quisieran los enemigos
-de la libertad, los asesinos del pueblo!...</p>
-
-<p>Todos apoyaron, y algunos dieron el ejemplo
-altamente filosfico de hacer mal tiempo buena
-cara, yendo atacar el asado ya que no podan
-comportarse lo mismo con las mesas electorales. El
-ejemplo fu seguido, todos se pusieron comer, y
-del silencio sepulcral que reinaba en el comit desde
-las primeras desastrosas noticias, fu pasndose
-poco poco la animacin y la alegra, gracias
-las frecuentes y abundantes libaciones, y para justificar
-una vez ms el refrn criollo de Barriga
-llena, corazn contento.</p>
-
-<p>Pero los caudillos, como que eran los que ms
-perdan, formaban grupo aparte, mustios y cariacontecidos,
-cerca de la puerta, comiendo melanclicamente,
-cuando vieron con sorpresa presentarse
-al mismo D. Ignacio en persona, pesar de la
-ruidosa separacin del comit y del fuego resuelto
-que haba hecho contra su mesa directiva. Lo
-dejaron acercarse sin decir palabra, aguardando
- ver por dnde comenzaba.</p>
-
-<p>&mdash;Vengo acompaarlos en la derrota, y no
-hubiera venido en caso de triunfo,&mdash;dijo dirigindose
- Viera.&mdash;En cuanto vi las fuerzas que hay
-en la plaza y el cantn de la azotea de Crmine,
-comprend que los haban fregao... Es una infamia!...
-Pero todava puede haber remedio... Han
-hecho protesta ante escribano?</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_79" id="Page_79">[Pg 79]</a></span></p>
-
-<p>&mdash;No,&mdash;contest simplemente Viera.</p>
-
-<p>&mdash;Pero hombre! si es lo primero que hay que
-hacer! Bien me pareca que se haban descuidau.
-En estas cosas hay que tener un poco de prtica,
-como les he dicho tantas veces. Si no se hace la
-protesta cmo quieren pedir luego la anulacin
-de las elecciones? Vamos, vamos buscar al escribano
-para que la redate inmediatamente.</p>
-
-<p>&mdash;Y de qu nos va servir eso, si no hay justicia,
-si la protesta y nada todo es uno!&mdash;exclam
-Silvestre.&mdash;Acuerdes, don Inacio, de todas las que
-hemos hecho hasta hoy, y digam cul es la que
-no ha ido parar la basura... Si nos hubieran
-dejado votar habramos ganado, no hay duda; pero
-entonces hubieran protestado los carneros, y como
-los jueces son suyos, la Corte hubiera anulado la
-elecin. No hay remedio, no hay ms remedio
-que hacer una revolucin, pero una gorda, y colgar
- toda la canalla de los faroles, porque sos
-hay que matarlos dejarlos.</p>
-
-<p>&mdash;Nunca est de ms la protesta,&mdash;insisti don
-Ignacio.&mdash;Quin sabe qu vueltas van dar las cosas,
-y nunca es malo estar prevenidos.</p>
-
-<p>&mdash;Adems, no cuesta nada hacerla, y siempre
-ser un documento que atestige la felona de
-nuestros enemigos, una pgina realmente ignominiosa
-de su historia,&mdash;apoy el doctor Prez y
-Cueto.</p>
-
-<p>Los dems estuvieron por la afirmativa, y los
-principales, Viera, D. Ignacio, el doctor, Silvestre,
-y cuatro cinco ms salieron para ir buscar al
-escribano. Y la protesta se hizo, para aumentar el<span class="pagenum"><a name="Page_80" id="Page_80">[Pg 80]</a></span>
-nmero de las protestas legalizadas de aquel tiempo,
-que reunidas en un legajo formaran una montaa
-de pequeas inmundicias. El escribano Martnez
-no dej de vacilar ante la exigencia de los cvicos.
-Aunque su funcin era ineludible, tema las
-iras oficiales, la posible venganza de los amos
-del poder, y slo comenz escribir el documento
-cuando vi que los electores burlados comenzaban
- irritarse, y que, por huir de un peligro futuro,
-iba caer en uno inminente y contundente... An
-puede verse,&mdash;si es que el documento no ha desaparecido,
-si alguna interesada mano no lo destruy
-en La Plata, donde fu golpear las puertas
-de la sorda justicia,&mdash;que est escrito con mano
-temblorosa, lleno tambin de borrones que la trmula
-pluma dej caer aqu y all, atestiguando
-el grande, el inmenso respeto del tabelin hacia
-las autoridades constituidas y su anhelo de no ver
-perturbado el orden, sobre todo cuando el desorden
-poda envolver y arrastrar su dignsima persona...</p>
-
-<p>Entre tanto, en el comicio funcionaban las mesas
-bajo la exclusiva direccin del escribano Ferreiro,
-que haca copiar los registros y poner en las
-urnas una boleta por cada nombre que se sacaba
-de las listas de padrn y se pona en las actas.</p>
-
-<p>Defendidos contra toda posible asechanza por
-las fuerzas del comisario Barraba estratgicamente
-dispuestas frente la iglesia, y por los correligionarios
-armados rmington acantonados en los
-altos de la confitera de Crmine, los escrutadores
-realizaban su patritica tarea con toda tranquili<span class="pagenum"><a name="Page_81" id="Page_81">[Pg 81]</a></span>dad,
-fuertes en su derecho y su deber. Desde que
-tuvieron por seguro que no se presentaran ni siquiera
-los fiscales cvicos, y que el resultado de los
-ataques los electores de la campaa haba sido
-excelente, se pusieron con jbilo la tarea, copiando
-nombres y depositando boletas segn las
-instrucciones de Ferreiro, es decir, alternando entre
-una y otra lista de las dos oficiales, de tal modo
-que al fin resultaran electos D. Domingo Luna
-y el gran Bermdez, como era invencible deseo de
-este prohombre pagochiquense.</p>
-
-<p>No se haba asustado mayormente Ferreiro de
-sus amenazas, pero consider que era mejor no
-provocar una disidencia en circunstancias tales
-como las que estaban atravesando, tanto ms cuanto
-que Bermdez poda servirle como instrumento,
-afinadsimo gracias su misma inutilidad
-personal: lo llevara de las narices donde quisiera.</p>
-
-<p>En el comicio reinaba pues la calma ms absoluta,
-y los pocos votantes que en grupos llegaban
-de vez en cuando del comit de la provincia, eran
-recibidos y dirigidos por Ferreiro, que los distribua
-en las tres mesas para que depositaran su
-voto de acuerdo con las boletas impresas que l
-mismo les daba al llegar al atrio. Los votantes,
-una vez cumplido su deber cvico, se retiraban
-nuevamente al comit, para cambiar de aspecto lo
-mejor posible, disfrazndose,&mdash;el disfraz sola consistir
-en cambiar el pauelo que llevaban al cuello,
-nada ms,&mdash;y volver diez minutos ms tarde
-votar otra vez como si fueran otros ciudadanos en
-procura de genuna representacin.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_82" id="Page_82">[Pg 82]</a></span></p>
-
-<p>&mdash;No s p'a qu hacen incomodar esa gente!&mdash;exclam
-de pronto uno de los escrutadores.&mdash;Adems
-de incomodarse ellos nos incomodan
-nosotros, porque nos hacen perder tiempo: la mayor
-parte ni siquiera sabe con qu nombre debe
-votar. Lo mejor es seguir copiando derecho viejo
-del padrn, sin tanta historia.</p>
-
-<p>&mdash;Tiene razn, amigo,&mdash;exclam Ferreiro,&mdash;tiene
-mucha razn. Voy dar orden de que no
-vengan ms.</p>
-
-<p>Y desde ese momento ces la procesin de comparsas
-hecha modo de los desfiles de teatro en
-que los que salen por una puerta entran en seguida
-por la otra, despus de cambiar de sombrero
-de quitarse la barba postiza. Los escrutadores pudieron
-entonces copiar descansadamente el padrn,
-y as lo hicieron hasta la hora de almorzar.</p>
-
-<p>El almuerzo les fu llevado de la fonda, pues el
-comit, descontando ya el indudable triunfo, haba
-querido obsequiarles con todo lo mejor que
-poda obtenerse en Pago Chico en materia de cocina
-francesa confeccionada con grasa de vaca.</p>
-
-<p>Por la tarde, la hora en que deba cerrarse el
-comicio, del comit provincial salieron estrepitosas
-notas musicales, en la calle frente la puerta
-comenz funcionar el infaltable mortero municipal
-dirigido por D. Mximo en persona, estallaron
-las bombas de estruendo en el aire caldeado
-por un da bochornoso de sol, y los paisanos desarrapados,
-llevados de todas partes para las elecciones,
-formaron un grupo, abigarrado y maloliente,
-que con la banda de Castellone la cabeza<span class="pagenum"><a name="Page_83" id="Page_83">[Pg 83]</a></span>
-recorri el pueblo dando vivas al partido provincial
-y mueras los cvicos, atestiguando de aquel
-modo el indiscutible triunfo del oficialismo, las
-inmensas simpatas de que gozaban las autoridades
-locales que el pueblo por nada quera cambiar, y la
-impotencia de los cuatro locos que se arrogaban
-la representacin poltica de ese mismo pueblo,
-unnime como tabla, sin embargo, para hacer creer
- los inexpertos que de veras haba una oposicin
-en Pago Chico, donde lo nico que las personas
-sensatas hacan la guerra, era los perturbadores
-que bajo la careta del patriotismo queran trastornarlo
-todo, por aquello de que ro revuelto ganancia
-de pescadores...</p>
-
-<p>As por lo menos lo dijo al da siguiente el diario
-oficial, llenando al pasar de improperios todos
-cuantos haban intentado sacudir el yugo.</p>
-
-<p>Viera, entre tanto, sentado la puerta de su
-casa, oa todo aquel innoble regocijo, en el abatimiento
-provocado por la continuada tensin nerviosa
-de aquel da, en el que desarroll ms esfuerzo
-del necesario para realizar alguna obra
-herclea, como la higienizacin de las caballeras
-de Augas, por ejemplo... Confusas imgenes, vagos
-sueos de evangelizacin y sacrificio cruzaban
-por su mente, senta un nudo en la garganta, una
-opresin en el pecho, incapaz de sintetizar despus
-del anlisis, de obrar basndose en la triste
-experiencia, slo acertaba balbucir:</p>
-
-<p>&mdash;Ser posible! Ser posible!</p>
-
-<p>Y como en esta frmula vaga se materializaba
-su ideal, su ser posible! era protesta, programa<span class="pagenum"><a name="Page_84" id="Page_84">[Pg 84]</a></span>
-y credo,&mdash;lo ms puro, y por lo mismo lo ms inmaterial,
-imponderable, sublime...</p>
-
-<p>Busc largo rato lo que haba de hacer... Todo
-se le presentaba impreciso. No poda resolverse
-nada. No saba. Entonces, en pleno reino de lo
-abstracto, slo atin buscar su abstraccin espiritual
-y sentimental ms alta:</p>
-
-<p>Se fu ver su novia.</p>
-
-<hr class="r5" />
-
-<div class= "chapter">
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_85" id="Page_85">[Pg 85]</a></span></p>
-</div>
-
-
-
-<h2 class="no-break">LADRILLO DE MQUINA</h2>
-
-
-<p>La llamada crisis de progreso lleg hasta
-Pago Chico, provocando una especulacin en tierras,
-bastante grande en relacin la importancia
-del pueblo.</p>
-
-<p>La villa, hoy con honores nominales de ciudad,
-cambi rpidamente de aspecto; pero la liquidacin
-final de la aventura dej la mitad de
-los habitantes en la calle, cuando, despus del 89,
-los pesos comenzaron andar caballo esconderse
-como los peludos.</p>
-
-<p>Pero, antes de esta semi-catstrofe, no pasaba
-domingo ni da de fiesta sin diez doce remates
-de solares, quintas y chacras, y un terreno cualquiera
-sola tener en un solo mes cuatro cinco
-propietarios sucesivos, dejando apreciable ganancia
- todos los vendedores.</p>
-
-<p>Como consecuencia de esta embriaguez por el
-juego mal disimulado y de la intermitente abundancia
-de dinero, cunda la edificacin, no quedaba
-prjimo sin amontonar ladrillos, levantbanse barrios
-enteros, y los albailes acudan de todas partes
-al olor del trabajo bien remunerado.</p>
-
-<p>Las autoridades de Pago Chico haban formado,
-naturalmente, sociedad para la compra-<span class="pagenum"><a name="Page_86" id="Page_86">[Pg 86]</a></span>venta
-de tierras, la adquisicin por testaferros de
-sobrantes municipales, tramitacin y logro de
-indemnizaciones por solares no ubicados, y otras
-operaciones no menos honestas y lucrativas.</p>
-
-<p>Estos negocios necesitan una rpida explicacin,
-aunque no afecten al fondo de la verdica
-historia que narramos.</p>
-
-<p>Ya se ha visto que el plano del pueblo estaba
-topogrficamente muy mal aplicado<a name="FNanchor_2_2" id="FNanchor_2_2"></a><a href="#Footnote_2_2" class="fnanchor">[2]</a> y tanto
-que en medio de las manzanas, entre solar y solar,
-quedaba veces una fraccin de terreno sin dueo:
-esta fraccin era el sobrante.</p>
-
-<p>Como es muy de temer que esta explicacin no
-se entienda, apelemos las rayas. Toda manzana
-pagochiquense era un cuadriltero de ciento cincuenta
-varas de lado, dividido cada uno en cuatro
-solares de treinta y siete y media varas de frente
-por setenta y cinco de fondo, as:</p>
-
-<div class="p2 indent10">
-<p><span style="margin-left: 4.5em;">37&nbsp;37&nbsp;37&nbsp;37</span><br />
-<span style="margin-left: 3em;">A &#9473;&#9473;&#9473;&#9473;&#9473;&#9473;&#9473;&#9473;&#9473;&#9473;&#9473;&#9473;&#9473;&#9473;&#9473;&#9473;&#9473; B=150 varas</span><br /></p>
-</div>
-
-<p>Pero cuando, por mala demarcacin, la lnea
-resultaba de ms de 150 varas,&mdash;equivocados al situarse
-los puntos A y B,&mdash;era forzoso que entre
-un solar y otro solar quedara una diferencia, posiblemente
-ubicable en cualquier punto, pero ubicada
-siempre (por un resto de pudor administrativo)
-entre solar y solar.</p>
-
-<div class="p2 indent10">
-<p><span style="margin-left: 4.5em;">37&nbsp;37&nbsp;37&nbsp;37</span><br />
-<span style="margin-left: 3em;">A &#9473;&#9473;&#9473;&#9473;&#9473;&#9473;&#9473;&#9473;&#9473;&#9473;&#9473;&#9473;&#9473;&#9473;&#9473;&#9473;&#9473; B=165 varas</span><br /></p>
-</div>
-
-<p>Las quince varas de diferencia&mdash;sobrante&mdash;eran
-adjudicadas al precio primitivo de los solares,
-<span class="pagenum"><a name="Page_87" id="Page_87">[Pg 87]</a></span>
-diez veces inferior al corriente&mdash; la persona que
-haca la denuncia. Como sta era siempre un hombre
-de influencia, el sobrante se ubicaba donde
-ms dao haca, es decir entre las dos propiedades
-ms valiosas, siempre que no fueran de otro influyente...
-Para no destrozar sus edificios, las vctimas
-pagaban peso de oro, un terreno que haban
-pagado ya, pero cuyo exceso de superficie no
-ignoraban probablemente: un engao hay otro
-engao, un pcaro, otro mayor, como afirma el
-proverbio.</p>
-
-<p>Este error topogrfico, provocaba el inverso,
-que otro lnea explicar, sin ms vueltas:</p>
-
-<div class="p2 indent10">
-<p><span style="margin-left: 4.55em;">37&nbsp;37&nbsp;37&nbsp;37</span><br />
-<span style="margin-left: 3em;">A &#9473;&#9473;&#9473;&#9473;&#9473;&#9473;&#9473;&#9473;&#9473;&#9473;&#9473;&#9473;&#9473;&#9473;&#9473;&#9473;&#9473; B=112.50 varas</span><br /></p>
-</div>
-
-<p>En la cuadra faltaba un solar, aunque existiera
- pudiese forjarse un ttulo de propiedad. El
-dueo del ttulo sin terreno, reclamaba (naturalmente
-si era situacionista porque la reclamacin
-no cuajaba de otro modo) y como no era posible
-estirar la cuadra ni hacer parir las varas, indemnizbasele
-con otro lote municipal, diez veinte
-veces ms valioso, en cualquier otra parte, y tanto
-mejor ubicado cuanto mayor era la influencia del
-reclamante. Estancias se obtuvieron por este sistema!
-y si Ferreiro lleg diputado fu slo costa
-de muchos sobrantes y muchas indemnizaciones
-que supo aprovechar para s, indicar otros
- repartir entre los personajes que le interesaban
- podan serle tiles al da siguiente, y esto
-fuera de las suculentas comisiones con que saba
-untar la mano de los empleados municipales, de<span class="pagenum"><a name="Page_88" id="Page_88">[Pg 88]</a></span>
-intendente abajo. Como que hasta don Mximo
-reciba infaliblemente su propina.</p>
-
-<p>Esto hubiera bastado cualquier gobierno
-aprovechador.</p>
-
-<p>Pero, deseosos de ensanchar su campo de accin,
-los seores del pueblo resolvieron un buen
-da dedicarse tambin la industria y establecer
-una fbrica de ladrillo de mquina que haba de
-darles resultados estupendos.&mdash;Asistamos la
-reunin en que quedaron sentadas las bases de la
-empresa.</p>
-
-<p>Celbrase sta en casa del juez de Paz D. Pedro
-Machado, con asistencia del intendente Municipal
-D. Domingo Luna, del comisario Barraba,
-del doctor Carbonero y del famoso escribano Ferreiro,
-cuyas fechoras haban de conducirlo ms
-tarde ser todo un personaje provincial y hasta
-nacional, como veremos ms adelante, porque es
-cierto aquello de que todo se andar si el palito
-no se quiebra.</p>
-
-<p>Es de noche. Ronco son hace del mar la resaca...</p>
-
-<p>Una chinita desarrapada, ceba y acarrea el
-mate amargo, y en la mesa del comedor, como
-adorno caracterstico, se alza un porrn de ginebra
-rodeado de copas.</p>
-
-<p>Machado, masticando el pucho de cigarro negro,
-expone con vehemencia lo lucrativo que su
-parecer resultar el negocio, las ventajas que reportar
- los asociados, las grandes cantidades de
-ladrillo que se podrn producir y vender...</p>
-
-<p>&mdash;Nos ganaramos una punt'e pesos; pero hay<span class="pagenum"><a name="Page_89" id="Page_89">[Pg 89]</a></span>
-och'hornos en el pueblo y nos van hacer la competencia...
-Para hacernos la guerra son capaces de
-vender perdiendo, y nosotros tambin tendremos
-que perder. Nos sacaran la chicha y eso no nos
-hace cuenta...</p>
-
-<p>Largo rato se debati la cuestin, entrles miedo
- los presuntos fabricantes, y ya iban abandonar
-la empresa por demasiado aleatoria, cuando el escribano
-ladino, que haba estado meditando sin
-tomar parte en la discusin, electriz de nuevo
-sus socios y discpulos de siempre con una idea
-genial que cortaba el nudo gordiano:</p>
-
-<p>&mdash;Cunto tiempo tardar en instalarse completamente
-la fbrica y poder trabajar?&mdash;pregunt
-don Domingo Luna, el ms interiorizado en el
-asunto.</p>
-
-<p>&mdash;Seis meses.</p>
-
-<p>&mdash;Y para que venga la maquinaria de Europa?</p>
-
-<p>&mdash;Mes y medio, cuando mucho, si la pedimos
-por telgrafo.</p>
-
-<p>&mdash;Entonces... entonces hay que prohibir la edificacin
-por un ao!...</p>
-
-<p>Todos se levantaron como movidos por un resorte,
-lanzando suspiros y exclamaciones de satisfaccin.
- nadie se le ocurri objetar que aquello podra
-ser arbitrario: ninguno de ellos gobernaba con
-semejantes escrpulos. Barraba palmote Ferreiro
-en el hombro. Machado se ech al coleto, con los
-ojos brillantes de codicia, una copa de ginebra; el
-doctor Carbonero se restreg las manos, alzando y
-levantando la cabeza sonriente, y D. Domingo hizo
-un movimiento tan brusco intempestivo que<span class="pagenum"><a name="Page_90" id="Page_90">[Pg 90]</a></span>
-derram el mate sobre los guiapos de la china cebadora.</p>
-
-<p>El plan de Ferreiro era muy sencillo:</p>
-
-<p>Como la delineacin del pueblo haba sido psima
-desde un principio, y como los improvisados
-ingenieros&mdash;ni agrimensores siquiera,&mdash;municipales
-haban hecho las calles en forma de dientes
-de sierra, como si slo trabajaran beodos, nada
-ms natural que presentar al concejo y hacerle
-aprobar una ordenanza prohibiendo la edificacin
-mientras no se trazara el nuevo, definitivo y esta
-vez matemtico plano de la futura ciudad.</p>
-
-<p>Entre tanto, podra instalarse tranquilamente la
-fbrca; los horneros, presuntos competidores, reventaran
-por falta de trabajo, y ya libres de temores
-y al abrigo de toda contingencia, comenzaran
- producir ladrillo de mquina, iniciando
-la era del ladrillo de mquina, demarcadora de
-un nuevo y colosal progreso pagochiquense.</p>
-
-<p>Y as se hizo, como se dijo.</p>
-
-<p>Los horneros fueron emigrando poco poco;
-la maquinaria lleg; la fabricacin inicise con un
-resultado desastroso, porque nadie entenda aquellos
-complicados aparatos tragadores de barro, estircol
-y paja; (la casa europea haba aprovechado
-la coyuntura para deshacerse de un viejo clavo
-nicamente bueno para Sud Amrica otro pas
-brbaro); grit <cite>La Pampa</cite>; coment el pueblo
-aquel escndalo, y protest de l enviando annimos
-al gobernador y los peridicos de la capital...
-Y cuando, despus de encontrar obreros diestros
-en Buenos Aires, comenzaron levantarse<span class="pagenum"><a name="Page_91" id="Page_91">[Pg 91]</a></span>
-altas pirmides de ladrillos tersos y rojos, como
-diciendo compradme, Ferreiro se encar cierto
-da con el digno y progresista intendente de Pago
-Chico, segn <cite>El Justiciero</cite>.</p>
-
-<p>&mdash;Hombre, don Domingo! Se me acaba de
-ocurrir una cosa!</p>
-
-<p>&mdash;Vamos ver qu se le ocurre!&mdash;exclam
-Luna.&mdash;Estoy su servicio.</p>
-
-<p>&mdash;Que usted me podra comprar las acciones
-de la fbrica de ladrillos.</p>
-
-<p>&mdash;Qu! Ya no le gusta el negocio?</p>
-
-<p>&mdash;Al contrario! Me gusta de alma! Pero, ando
-un poco necesitado de plata para completar lo que
-me cuesta una chacrita que acabo de comprar, y
-naturalmente, no voy vender las acciones algn
-extrao que vaya meter las narices en nuestros
-asuntos!...</p>
-
-<p>&mdash;Pues, natural! Y, cunto quiere?</p>
-
-<p>&mdash;Entre nosotros no podemos ser exigentes, ni
-pensar en ganancias. Se las doy por lo que me
-costaron.</p>
-
-<p>&mdash;Arreglao!&mdash;exclam el otro muy satisfecho.</p>
-
-<p>Cobr el uno, pag el otro, y el escribano qued
-fuera de la sociedad annima de los ladrillos
-de mquina.</p>
-
-<p>Vase ahora la tontera de Ferreiro:</p>
-
-<p>Un mes ms tarde producase la catstrofe
-financiera en que hasta los obreros desaparecieron
-del pas, porque el metal vala cuatro veces ms
-que su valor fiduciario, y D. Domingo Luna, hecho
-un puerco espn, exclamaba:</p>
-
-<p>&mdash; este Ferreiro no hay por donde agarrarlo!<span class="pagenum"><a name="Page_92" id="Page_92">[Pg 92]</a></span>
-Mi ha fregao lindo!... Y decir que p'a esto largu
-la ordenanza de la prohibicin que invent el muy
-canalla, aguantando los chaguarazos de los diarios,
-y todo! Pucha con el hombre!... Si quisiera
-ser mi socio, pero no maas libres, sino derecho
-viejo! La pucha con el platal que dbamos
-hacer!...</p>
-
-<p>Una vez se atrevi increpar al escribano,
-quien, sonrindose, le dijo:</p>
-
-<p>&mdash;Mire, viejo: yo no he perdido un real en esta
-crisis. Al contrario, estoy ms rico que antes. Y
-sabe por qu?... Porque en la especulacin es
-como en el juego de la brasa: el que se queda
-con ella, al ltimo, es el que se quema, como el
-ltimo mono es el que se ahoga.</p>
-
-<p>&mdash;Pero, yo soy su amigo, don...</p>
-
-<p>&mdash;En la especulacin, lo mismo que en el juego
-no hay amigos, sino enemigos. Pero, pierda
-cuidado: la bromita le cuesta muy poco, al fin y
-al cabo, y aqu estoy yo para hacer que se desquite.
-Compre certificados del Banco de la Provincia:
-yo s lo que le digo. Dentro de pocos meses
-habr duplicado triplicado el capital.</p>
-
-<p>Y fu, en efecto, un gran negocio para D. Domingo,
-quien perdon gustoso en vista de ello
-que lo hubieran hecho comulgar con los malhadados
-ladrillos de mquina...</p>
-
-<hr class="r5" />
-
-<div class="chapter">
-<div class="footnotes">
-
-<p class="p4 center">NOTAS:</p>
-
-<div class="footnote">
-
-<p><a name="Footnote_2_2" id="Footnote_2_2"></a><a href="#FNanchor_2_2"><span class="label">[2]</span></a> Vase El juez de paz, <a href="#Page_51">pg. 51.</a></p></div></div>
-</div>
-
-<div class="chapter">
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_93" id="Page_93">[Pg 93]</a></span></p>
-</div>
-
-<h2 class="no-break">BENEFICENCIA PAGOCHIQUENSE</h2>
-
-
-<p>De las dos sociedades de beneficencia formadas
-por seoras que haba en Pago Chico, la ms reciente
-era la de las Hermanas de los Pobres, fundada
-bajo los auspicios de la augusta y respetable
-logia Hijos de Hirm que le prestaba toda su
-cooperacin. La primera en fecha era la sociedad
-Damas de Beneficencia, naturalmente ultra catlica
-y archiaristocrtica, como se puede&mdash;y
-vaya si se puede!&mdash;serlo en Pago Chico.</p>
-
-<p>Las Hermanas de los Pobres se instituyeron
-para llenar un vaco segn dijo <cite>La Pampa</cite>, y la
-verdad es que en un principio hicieron gran acopio
-de ropas y artculos de utilidad, cuyo reparto
-se practic no sin acierto entre pobres de veras,
-sin distincin de nacionalidades, religiones ni
-otras pequeeces. Distribuan tambin un poco de
-dinero, prefiriendo sin embargo, socorrer los indigentes
-con alimentos y objetos dndoles vales
-para carniceras, lecheras, panaderas, boticas,&mdash;todas
-de masones comprometidos hacer una importante
-rebaja. La sociedad prosper con gran<span class="pagenum"><a name="Page_94" id="Page_94">[Pg 94]</a></span>
-detrimento de la otra, que ni tena su actividad ni
-usaba de los mismos medios de accin, ni aprovechaba
-tilmente sus recursos. Se hablaba muy
-mal de esta ltima. Las Damas de Beneficencia
-no servan ni para Dios ni para el Diablo segn
-la opinin general. Es decir, esa opinin estaba
-conteste en que serva, pero no las viudas, ni
-los hurfanos, ni los pobres, ni los invlidos y
-enfermos, sino su digna presidenta misia Gertrudis,
-la esposa del tesorero municipal, quien
-hallaba medio de ayudarse s misma, no ayudando
- los dems, con los recursos que le llovan
-de todas partes. Pero, eso s, la contabilidad de la
-asociacin era llevada secundum arte, limpia y
-con buena letra, como que de ello cuidaba el mismo
-tesorero, esposo fiel y servicial.</p>
-
-<p>Tendran no tendran razn de ser las hablillas
-circulantes, vivira no vivira misia Gertrudis
-de lo que se daba&mdash;con bastante generosidad&mdash;para
-los pobres; esquilmara no esquilmara el
-bolo comn; el hecho es que estrenaba anualmente
-dos tres vestidos de seda que hacan poner
-rojas y verdes y amarillas de envidia la comisara,
- la valuadora, la misma intendenta;
-que de cuando en cuando, compraba un nuevo solarcito
-en las afueras del pueblo; que en su casa
-no faltaba nunca una copa de oporto de regular
-arriba, para obsequiar las visitas de cierta distincin,
-y que no se coma mal ni mucho menos en
-los almuerzos que ella y el tesorero daban sus
-amigos, enemigos ms bien.</p>
-
-<p>Porque si no nos equivocamos, en todo el pueblo<span class="pagenum"><a name="Page_95" id="Page_95">[Pg 95]</a></span>
-no haba una persona que no hablara pestes de la
-tesoreril pareja, hasta entre las que ms la festejaban.
-Claro est, entonces, que la calumnia fu creciendo,
-fu creciendo y no tard mucho en llegar
- los propios odos de la mismsima misia Gertrudis,
-en alas de la voz pblica representada esta vez
-por una vieja pagochiquense, infatigable en la tarea
-de llevar y traer chismes y habladuras. Doa
-Dolores, enemiga muerte de misia Gertrudis la
-despellejaba implacablemente, pero finga ser su
-amiga, y hasta puede que lo fuera en el instante
-en que conversaba con ella.</p>
-
-<p>Un da, pues, no resisti al deseo imperioso de
-contar la interesada cuanto se deca en el pueblo,
-unas veces en voz baja, otras veces gritos.</p>
-
-<p>&mdash;Usted que es una seora decente, esposa nada
-menos que del tesorero municipal, no debe dejar
-que hablen esas cosas de usted, y darles una leccin.</p>
-
-<p>Misia Gertrudis la escuchaba furiosa, no interrumpindola
-sino con dicterios dirigidos indistintamente
- todos los notables de Pago Chico. La
-presidenta no dej de rabiar desde entonces. Loca
-de ira y de indignacin lleg hasta jurar que presentara
-su renuncia&mdash;cuya sola enunciacin la
-haca estremecer&mdash;y declaraba voz en cuello que
-lo nico que no poda soportar era la ingratitud, la
-injusticia de que se la haca vctima inmaculada
-y dolorosa.</p>
-
-<p>&mdash;Calumniarme m, m!... ver si hay
-una sola de esas hijas de una... tal por cual, que
-sea capaz de alministrar tan bien como yo! Que
-vengan, que vengan esaminar mis libros!...</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_96" id="Page_96">[Pg 96]</a></span></p>
-
-<p>Y ostentaba los modelos de caligrafa pacientemente
-ejecutados por su marido; pero all en el fondo,
-su conciencia haca un balance que nunca se habra
-atrevido presentar, ni esas ni otras damas
-cualesquiera, y le impona la visin, como implacable
-libro diario, de los kilos de carne, de yerba,
-de azcar, de arroz, de fideos y los litros de leche,
-de vino, de aguardiente, de aceite, de petrleo que
-deba los pobres. imaginbase que entre ellos
-se ergua la figura odiosa y acusadora de su colega
-la presidenta de las Hermanas de los Pobres, esa
-masona que solamente por vil espritu sectario,
-por hacer dao la iglesia y los catlicos y
-Dios mismo, llevaba sus libros peor escritos s,
-pero con arreglo la verdad.</p>
-
-<p>Una maana mister Kitcher, el acopiador de
-frutos del pas, un ingls que nunca se ocup de
-saber lo que ocurra en el pueblo, le envi un donativo
-de bastante importancia para el objeto, sin
-sospechar que aquel dinero pudiera extraviarse
-antes de llegar su verdadero destino.</p>
-
-<p>Misia Gertrudis haba notado aquel da, no sin
-pena, que el bolsn de terciopelo cerrado por un
-cordn de seda, en que guardaba aparte el dinero
-de los pobres, estaba completamente vaco,
-sin el ms mnimo resto de limosna. Es de imaginar,
-pues, con cunta satisfaccin recibi la de
-mister Kitcher, y el buen humor con que se hubiera
-puesto coser la bata&mdash;que proyectaba lucir en
-la prxima funcin que beneficio de la sociedad
-iba dar en el circo la compaa acrobtica, del
-celebrrimo Tomate IV&mdash;si hubiera podido apartar<span class="pagenum"><a name="Page_97" id="Page_97">[Pg 97]</a></span>
-de la imaginacin el recuerdo de las comprometedoras
-hablillas y el encono cada vez mayor que
-senta hacia las Hermanas de los Pobres, sobre
-quienes haca llover las maldiciones de ms grueso
-calibre. As es que apenas se sent y sin advertirlo,
-se puso murmurar dicterias enardecindose
-cada vez con el propio rumor y la propia ponzoa
-de sus rezongos.</p>
-
-<p>&mdash;Aqu le manda esto el sastre,&mdash;djole la chinita
-Petrona, cuando apenas haba dado dos puntadas.</p>
-
-<p>Era la cuenta de una compostura de ropa de
-su marido y del arreglo de la levita negra para el
-Tedum del nueve.</p>
-
-<p>&mdash; ver, dame... Ah, s, ya s!&mdash;exclam misia
-Gertrudis, tomando el papel que Petrona le
-presentaba y devolvindoselo acto continuo.&mdash;Decile
-que vuelva el sbado... Ahora estoy muy
-ocupada.</p>
-
-<p>Pero en ese instante record la ofrenda de
-mister Kitcher, cuyo dinero tena an en el bolsillo,
- iluminada por sbita inspiracin&mdash;lo que
-puede la costumbre!&mdash;bolsiqui por la manera,
-asi el bolsn de terciopelo, inmoviliz la chinita
-que ya iba salir, gritndole:</p>
-
-<p>&mdash;Esperte.</p>
-
-<p>Muy grave, con una gravedad que impona
-como siempre, respeto, aadi:</p>
-
-<p>&mdash;No le digas nada. Tom....</p>
-
-<p>Y sacando los cuatro pesos que importaba la
-cuenta, los di Petrona que corri entregrselas
-al cobrador del sastre,&mdash;mientras la seora,<span class="pagenum"><a name="Page_98" id="Page_98">[Pg 98]</a></span>
-reanudando el hilo de sus pensamientos y el curso
-de sus imprecaciones murmuraba indignadsima
-entre dientes:</p>
-
-<p>&mdash;Pcaras!&mdash;Sinvergenzas!&mdash;sospechar de
-que robo, yo, yo!! Quisiera que estuvieran un momento
-en mi lugar, para ver las cochinadas que
-haran...</p>
-
-<p>Pero se arrepinti de haber invocado tan peligrosos
-testigos, y, paseando la mirada recelosa por
-el cuarto, tantese el vestido, ver si el bolsn
-de terciopelo continuaba en su sitio para seguir
-socorriendo pobres acreedores.</p>
-
-<hr class="r5" />
-
-<div class= "chapter">
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_99" id="Page_99">[Pg 99]</a></span></p>
-</div>
-
-
-
-<h2 class="no-break">PONCHO DE VERANO</h2>
-
-
-<p>Desde meses atrs no se hablaba en Pago Chico
-sino de los robos de hacienda, las cuatreras ms
- menos importantes, desde un animalito hasta un
-rodeo entero, de que eran vctima todos los criadores
-del partido, salvo, naturalmente, los que formaban
-parte del gobierno de la comuna, los bien
-colocados en la poltica oficial, y los secuaces ms
-en evidencia de unos y otros.</p>
-
-<p>La clebre botica de Silvestre era, como es lgico,
-el centro obligado de todo el comentario, ardoroso
- indignado si los hay, pues ya no se trataba
-nicamente de principios patriticos: entraba
-en juego y de mala manera, el bolsillo de cada cual.</p>
-
-<p>Por la tarde y por la noche toda la oposicin
-desfilaba frente los globos de colores del escaparate
-y de la reluciente balanza del mostrador, para
-ir la trastienda echar su cuarto espadas con
-el fogoso farmacutico, acerca de los sucesos
-del da.</p>
-
-<p>&mdash; don Melitn le robaron anoche, de junto
-las mismas casas, un padrillo fino, cortando tres
-alambrados.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_100" id="Page_100">[Pg 100]</a></span></p>
-
-<p>&mdash; Mndez le llevaron una puntita de cincuenta
-ovejas lincon.</p>
-
-<p>&mdash;Fernndez se encontr esta maana con quince
-novillos menos, en la tropa que estaba preparando.</p>
-
-<p>&mdash;El comisario Barraba sali de madrugada
-con dos vigilantes y el cabo, hacer una recorrida...</p>
-
-<p>Aqu estallaban risas sofocadas, expresivos encogimientos
-de hombros, guios maliciosos y acusadores.</p>
-
-<p>&mdash;l mismo ha'e ser el jefe de la cuadrilla&mdash;murmuraba
-Silvestre, afectando frialdad.</p>
-
-<p>&mdash;Hum!&mdash;apoyaba Viera, el director de <cite>La
-Pampa</cite>, meneando la cabeza con desaliento.&mdash;Cosas
-peores se han visto, y l no es muy trigo limpio
-que digamos...</p>
-
-<p>&mdash;l!&mdash;gritaba don Inacio, caudillo opositor...
-todava.&mdash;Es un peine que ni caspa deja. Y cmo
-est pelechando el hombre! No hace mucho se
-compr la casa en que vive; ura ha alquirido
-una quinta junto al arroyo... De ande saca p'a
-tanta misa? Negocios no se le conocen, la suvencin
-de la municipalid no es cosa, y los cinco
-seis vigilantes que se come y no aparecen ms que
-en las planillas, no dan p'a esos milagros... l ha
-de mojar no ms en los a-bi-ge--tos!</p>
-
-<p>Los otros grupos de independientes y opositores,
-explanaban el mismo tema y compartan la
-misma opinin: el gran cuatrero, pudiera no pudiera
-probrsele, era indudablemente el comisario
-Barraba, quin sabe si con la complicidad de otros
-funcionarios, pero, en cualquier caso, con su to<span class="pagenum"><a name="Page_101" id="Page_101">[Pg 101]</a></span>lerancia...
-La corrupcin del poder&mdash;como deca
-<cite>La Pampa</cite>&mdash;es tan contagiosa, que cuando invade
- un cuerpo, no deja un solo miembro libre, y
-luego sigue trasmitindose al rededor, de tal manera,
-que todos vienen quedar infestados, si se
-descuidan.</p>
-
-<p>&mdash;As te diera yo vos alguna coima, y veramos&mdash;refunfuaba
-el seor comisario, para sus
-grandes bigotes.</p>
-
-<p>Entre tanto, el escndalo y la indignacin pblica
-iban subiendo de punto. Ya no era nicamente
-<cite>La Pampa</cite> la que revelaba y condenaba los
-robos de hacienda, pintando Pago Chico como
-una cueva de ladrones; los peridicos de la capital,
-informados por parte interesada, comenzaron
-tambin poner el grito en el cielo, espantados de
-que tales cosas ocurrieran en la primera provincia
-argentina, mientras el gobierno, llamado
-velar por los intereses generales, se haca el sueco
-al clamor creciente de los despojados, convirtindose
-en encubridor y fomentador de bandoleros.</p>
-
-<p>Aunque la superioridad continuara sin inmutarse,
-sorda como una tapia y muda como una piedra,
-Barraba comenz sentir sus recelos...</p>
-
-<p>&mdash;Hay que hacer algo!&mdash;se deca, multiplicando
-sus intiles salidas en persecucin de cuatreros
-y vagabundos, incomodado por las irnicas sonrisas
-y los ademanes burlescos con que ya se le atrevan
-los vecinos al verlo pasar...</p>
-
-<p>&mdash;S,&mdash;peroraba don Ignacio una noche en la
-botica,&mdash;cuatrero es cualquiera, cuatreros somos
-todos, cmo lo h'e negar? Los mismos piones que<span class="pagenum"><a name="Page_102" id="Page_102">[Pg 102]</a></span>
-tengo, maana s'irn y me robarn hacienda;
-pero mientras estn en mi casa no, porque les parecera
-demasiada ruinda. El vecino roba al vecino
-en cuantito se mesturan los animales, gatas tienen
-ocasin. Roba el que pasa sin mal'intencin
-por su campo, si tiene hambre y est solo y le da
-gana de comerse una lengua'e vaca un lindo asau
-de cordero... Le roba el paisano haragn que vive
-con permiso en el ranchujo que alza en un rincn
-de su campo, y que con cuatro cinco vacas
-tiene carne toda la vida, y con una majadita de cuarenta
- cincuenta ovejas vende casi ms lana y ms
-cueros que ust... Y sabe p'a qu tiene animales?
-Bah! si le dan trabajo!... tiene p'al derecho la
-marca y las seales con que se apropea de todo lo
-orejano que le cai cerca!... Le roba el alcalde, que
-ya comienza ser autorid, y no tiene miedo que
-lo castiguen... Y por lo consiguiente, las dems autoridades...</p>
-
-<p>&mdash;Pero esto es Sierra Morena!&mdash;clam el doctor
-Prez y Cueto, exagerando an su acento espaol.&mdash;Y
-el gobierno de la provincia debera...</p>
-
-<p>&mdash;Ya l'he dicho&mdash;interrumpi don Ignacio,&mdash;que
-el gobierno no tiene coluna ms fuerte que el
-cuatrero, ya sea de profesin, ya por pura bolada
-de aficionau. Los cuatreros son sus primeros partidarios;
-sos son los que eligen los electores, los diputados,
-los municipales; sos son los que sostienen,
-junto con los vigilantes, la autorid del
-pago, y de hi el mismo gobierno. Y p'a pagarles,
-el gobierno los deja vivir es natural! En tiempo de
-elecin les hace dar plata, pero como no puede<span class="pagenum"><a name="Page_103" id="Page_103">[Pg 103]</a></span>
-estar dndoles el ao entero, los contempla cuando
-comienzan robar otra vez...</p>
-
-<p>Todos apoyaron. El doctor Prez y Cueto se
-haba quedado meditabundo. De pronto alz la cabeza
-y dijo con nfasis, recalcando mucho las palabras:</p>
-
-<p>&mdash;Esa especie de connaturalizacin con el cuatrerismo,
-que lo convierte casi en una tendencia
-espontnea y general, debe tener y tiene sin duda
-su explicacin sociolgica. Pero cul? Ser el
-atavismo? Se tratar en este caso de una reaparicin,
-modificada ya, de los hbitos de los conquistadores
-y primeros pobladores, acostumbrados
-considerar suyo cuanto les rodeaba, por el derecho
-de las armas y hasta por derecho divino?... La herencia
-moral de este pas, no es, indudablemente,
-ni el respeto la propiedad ni el amor al trabajo...</p>
-
-<p>Profundo silencio acogi estas palabras que
-nadie haba comprendido bien, y el doctor Prez y
-Cueto, di las buenas noches y sali, para correr
-repetrselas Viera, deseoso de que no se perdiesen...</p>
-
-<p>Poco despus entr en la trastienda Tortorano,
-el talabartero, restregndose las manos y riendo,
-como portador de una noticia chistosa.</p>
-
-<p>&mdash;Qu hay? Qu hay?&mdash;le preguntaron en
-coro.</p>
-
-<p>&mdash;Barraba ha salido con una partida, recorrer!...&mdash;exclam
-Tortorano.&mdash;Y hace un rato gritaba
-en la confitera de Crmine que de esta hecha
-no vuelve sin un cuatrero, muerto vivo!...</p>
-
-<p>Todos se echaron reir carcajadas, festejando<span class="pagenum"><a name="Page_104" id="Page_104">[Pg 104]</a></span>
-con chistes, dicharachos y palabrotas la declaracin
-del comisario...</p>
-
-<p>Y sin embargo, ste supo cumplir su palabra...</p>
-
-<p>Cuando ya regresaba, al amanecer, con las manos
-vacas&mdash;y quin tomar, en efecto, si no se
-tomaba s mismo?&mdash;despus de haber pernoctado
-en una estancia lejana, Barraba vi un hombre
-que se mova pie, en el campo, cargado con un
-bulto voluminoso y lejos de toda habitacin. El individuo
-iba hundindose en la niebla, todava espesa,
-de una hondonada, junto al arroyo medio
-oculto por las grandes matas de cortadera. Barraba,
-entrando en sospechas, espole el caballo para
-reunrsele. Su buena estrella!...</p>
-
-<p>Cuando lo alcanz no pudo ni quiso retener un
-sonoro terno, mitad de clera, mitad de alegra:</p>
-
-<p>&mdash;Ah, ca... nejo! Al fin ciste!...</p>
-
-<p>El hombre iba cargado con un hermoso costillar
-bien gordo y un cuero de vaca recin desollado:
-iba sin duda esconderlo en alguna cueva de
-las barrancas del arroyo, pues, ya de da claro, no
-era prudente andar con aquella carga, vista y
-paciencia de quien acertara pasar por all... Al
-oir el vozarrn del comisario que se le echaba encima
- rienda suelta, tir cuero y costillar y trat
-de correr ocultarse entre un alto fachinal que
-all cerca entreteja su impenetrable espesura. Pero
-Barraba, ms listo, le cort el paso con una hbil
-evolucin.</p>
-
-<p>&mdash;Ah, eras vos!&mdash;exclam al ver enfrente Segundo,
-pobre paisano viejo, cargado de familia,
-que se ganaba miserablemente la vida haciendo<span class="pagenum"><a name="Page_105" id="Page_105">[Pg 105]</a></span>
-pequeos trabajos sueltos.&mdash;Con qu'eras vos, indino,
-canalla, hijuna!... Tom, tom, sinvergenza,
-ladrn, bandido!</p>
-
-<p>Y haciendo girar el caballo en estrecho crculo
-alrededor de Segundo, descargle una lluvia de
-rebencazos por la cabeza, por la espalda, por el
-pecho, por la cara... Baado en sangre, tembloroso
-y humilde, el otro apenas atinaba murmurar:</p>
-
-<p>&mdash;Seor comisario... Seor comisario...</p>
-
-<p>Los vigilantes se reunieron al turbulento grupo
-y quisieron mojar tambin, dando algunos lazazos
-al matrero tomado infragante. Pero Barraba,
-celoso de sus funciones de verdugo, los hizo apartar
-y sigui azotando hasta que se le cans, ms
-que la mano el rebenque.</p>
-
-<p>Segundo haba quedado en tierra, y resollaba
-fuerte, angustiosamente, pero sin quejarse. Tena
-el cuerpo cruzado de rayas rojas en todas direcciones,
-la mejilla derecha cortada por la lonja, y
-de las narices le brotaba un cao de sangre...</p>
-
-<p>&mdash; ver! Llevenl en ancas! Tenemos que llegar
-temprano p'a darles una buena lecin! Lleven
-el cuero tambin!&mdash;grit el comisario.</p>
-
-<p>Y apretando las piernas su caballo enardecido
-por la brega, tom todo galope en direccin
-Pago Chico, que no estaba lejos ya.</p>
-
-<p>Segundo, bambolendose en la grupa del caballo
-de un vigilante, con una nube en los ojos, la
-cabeza trastornada y los miembros molidos, balbuca:</p>
-
-<p>&mdash;Por la virgen santa!... Por la virgen
-santa!...</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_106" id="Page_106">[Pg 106]</a></span></p>
-
-<p>El agente, fastidiado por aquella dolorosa y
-continua letana, volvise por fin colrico:</p>
-
-<p>&mdash;De qu te quejs? Tens lo que merecs y
-nada ms! qu andas robando animales?...</p>
-
-<p>Segundo hizo un esfuerzo:</p>
-
-<p>&mdash;Era la primera vez,&mdash;murmur,&mdash;la primerita!
-Encontr esa vaquillona muerta... Mandinga
-me tent... la cueri... Pero es la primera vez,
-por stas...&mdash;y poniendo las manos en cruz, se
-las besaba...</p>
-
-<p>&mdash;Ya t'endenders con el juez!... Lo qu'es
- m, man... No me vengs con agachadas, ch!</p>
-
-<p>El sol comenzaba materialmente rajar la tierra
-cuando llegaron la comisara, baados en
-sudor hombres y caballos. La naturaleza entera
-pareca jadear bajo los rayos de plomo y el viento
-del norte, cargado de arena y quemaba como el hlito
-de la boca de un horno. Las hojas de los rboles,
-achicharradas, crujan al agitarse, como pedazos
-de papel. Pago Chico entero estaba metido en su
-casa. El comisario, en la oficina, se refrescaba con
-una pantalla, en mangas de camisa, tomando mate
-amargo que asentaba con un traguito de ginebra,
-p'al calor. Haba llegado mucho antes que su
-escolta, montada en inservibles matungos patrias,
-ms inservibles an con aquella temperatura trrida.</p>
-
-<p>&mdash;Ah est el preso!&mdash;le anunci el asistente,
-cuadrndosele.</p>
-
-<p>&mdash;Bueno! Que le pongan el cuero de poncho,
-y lo hagan pasear por la plaza hasta nueva orden!&mdash;grit
-Barraba.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_107" id="Page_107">[Pg 107]</a></span></p>
-
-<p>La plaza era, como es sabido, un inmenso terreno
-de dos manzanas, sin un rbol, sin una planta,
-sin una matita de pasto, en que el sol derramaba
-torrentes de fuego, como si quisiera convertir
-en ladrillo aquella tierra plana igual, desolada y
-estril.</p>
-
-<p>El comisario sali en mangas de camisa, con el
-mate en la mano, presenciar el cumplimiento de
-su orden.</p>
-
-<p>El cuero, fresco y blando, fu desdoblado; con
-un cuchillo hzosele en el centro un tajo de unos
-treinta y cinco centmetros de largo... Segundo fu
-conducido al patio, donde se ejecutaba esta operacin;
-casi no poda tenerse en pie... Lo obligaron
- meter la cabeza por el boquete del cuero, y uno
-de los agentes alis con cuidado los pliegues, ajustndolos
-al cuerpo.</p>
-
-<p>&mdash;Lindo poncho fresco... de verano!&mdash;exclam
-Barraba, chancendose alegre y amablemente.</p>
-
-<p>Los que estaban en el patio,&mdash;y sobre todo el escribiente
-Benito aqul que era ms bruto que
-un par de botas&mdash;festejaron el chiste del superior,
-riendo con ms menos estrpito... segn la jerarqua.</p>
-
-<p>Segundo callaba, sin darse cuenta an de lo
-que iba suceder. Por delante y por detrs, el improvisado
-poncho llegbale los pies; ambos lados,
-partiendo de los hombros, se abra como una
-especie de esclavina.</p>
-
-<p>&mdash;Bueno, marche!&mdash;mand el comisario.&mdash;Y
-con centinela de vista! Que no se pare; y si se para,
-dle lazazo no ms!</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_108" id="Page_108">[Pg 108]</a></span></p>
-
-<p>El viejo sali tropezando, seguido por un vigilante.
-Cruzaron la calle, entraron en la plaza y comenz
-el paseo... En los primeros momentos, las
-cosas no anduvieron demasiado mal. Uno que otro
-vecino, asomado por casualidad, y viendo el inslito
-aspecto del hombre vestido con tan extrao
-poncho, se apresur inquirir de qu se trataba.
-La noticia cundi. Entreabrironse puertas y ventanas,
-dejronse ver cabezas de hombres, mujeres
-y nios; un rato despus comenzaron formarse
-grupos en las aceras con sombra, y volar comentarios
-de unos otros:</p>
-
-<p>&mdash;Es Segundo.</p>
-
-<p>&mdash;Pobre! y qu ha hecho?</p>
-
-<p>&mdash;Parece que lo han pillau robando animales...</p>
-
-<p>&mdash;l? Bah! no es capaz!</p>
-
-<p>&mdash;Un viejo infeliz!</p>
-
-<p>&mdash;Qu quiere, amigo! La soga se corta por lo
-ms delgao!</p>
-
-<p>Pago Chico entero no tard en hallarse reunido
-alrededor de la plaza, y el gento era an ms numeroso
-que el da de la fracasada ascensin del
-globo aerosttico. No qued un perro en su casa, y
-en el mbito asoleado zurra un zumbido de colmena.</p>
-
-<p>El paseo de Segundo continuaba haca ya una
-hora. El desdichado intent detenerse una dos
-veces, pero el activo rebenque hizo desvanecer sus
-ilusiones de descanso... El sudor corra por su rostro,
-mezclado con la sangre coagulada que disolva,
-flaquebanle las piernas, y comenzaba sentirse
-estrecho en el poncho de cuero, poco antes<span class="pagenum"><a name="Page_109" id="Page_109">[Pg 109]</a></span>
-tan holgado. ste, en efecto, secndose rpidamente
-con el sol,&mdash;harto rpidamente, pues para ello
-se haba cuidado de poner el pelo hacia adentro,&mdash;iba
-poco poco oprimindolo por todas partes,
-como un ajustado retobo, hasta obligarlo acortar
-el paso. Y su interminable viaje segua, en medio
-de aquella atmsfera de fuego, bajo las miradas
-de la multitud, que empezaba indignarse y
- dejar oir murmullos irritados... Ya se haban relevado
-tres agentes, muertos de calor, pero la marcha
-continuaba, implacable, y el poncho segua
-estrechndose, estrechndose, impidiendo todo
-movimiento que no fuese el cada vez ms corto de
-los pies del triste torturado, hacindole crujir los
-huesos.</p>
-
-<p>&mdash;Basta! Basta!&mdash;gritaron algunas voces.</p>
-
-<p>&mdash;Basta! Basta!&mdash;repetan algunas otras de vez
-en cuando.</p>
-
-<p>El gento, sobrecogido, olvidaba el calor. Segundo
-haba pedido agua muchas veces, con voz
-apagada y balbuciente de moribundo. Un vecino,
-ms caritativo y menos temeroso que los dems, le
-di de beber. Al relevarse el centinela, el comisario
-orden al que iba hacer la nueva guardia:</p>
-
-<p>&mdash;Que nadie se acerque al preso!</p>
-
-<p>Al martirio del cuero, que ya amenazaba desconyuntarlo,
-agregse entonces la tortura de la
-sed...</p>
-
-<p>Varias personas caracterizadas se presentaron
- Barraba, pidindole que hiciera cesar el suplicio.
-Barraba se ech reir.</p>
-
-<p>&mdash;De qu se queja? Tiene poncho fresco... de<span class="pagenum"><a name="Page_110" id="Page_110">[Pg 110]</a></span>
-verano!... Dejen, que as aprender carnear
-ajeno!...</p>
-
-<p>&mdash;Pero, seor comisario...&mdash;le suplicaron.</p>
-
-<p>&mdash;Bueno! y ura salimos con sas?... Y no
-andan ustedes mismos diciendo que hay que darles
-un castigo ejemplar los cuatreros?...</p>
-
-<p>&mdash;Segundo es un infeliz, y...</p>
-
-<p>&mdash;No hay infeliz que valga!</p>
-
-<p>&mdash;Y creemos que el juez!...</p>
-
-<p>&mdash;Basta! Callens la boca! Aqu mando yo,
-caray! Por quin me han tomau, y qu se piensan?...</p>
-
-<p>Cuando los postulantes salieron, Segundo rodaba
-desmayado entre el polvo, tieso como un
-tronco seco, rgido, aprensado en los tenaces y rudos
-pliegues rectos del cuero, que le penetraban
-en las carnes. Haba soportado el atroz suplicio
-sin lanzar un ay, mientras tuvo fuerzas para mantenerse
-en pie...</p>
-
-<p>Hubo que sacarle el poncho cortndolo con cuchillo.
-De la plaza se le llev casi agonizante al
-hospital.</p>
-
-<p>Barraba rea con los suyos en la oficina:</p>
-
-<p>&mdash;Poncho de verano! qu gracioso!... Miren
-qu poncho de verano...</p>
-
-<hr class="r65" />
-
-<p>Prrafo del editorial aparecido al da siguiente
-en <cite>El Justiciero</cite>, peridico oficial de Pago
-Chico.</p>
-
-<p>El comisario Barraba ha satisfecho ampliamente
-la vindicta pblica y merece el aplauso de
-todas las personas honradas, pues la terrible y me<span class="pagenum"><a name="Page_111" id="Page_111">[Pg 111]</a></span>recida
-leccin que acaba de dar los cuatreros
-har que cesen para siempre los robos de hacienda,
-aunque algunos la tachen de cruel y arbitraria,
-amigos como son de la impunidad. Siempre
-que extirpe un vicio vergonzoso y perjudicial, una
-aparente arbitrariedad es evidente buena accin!.</p>
-
-<hr class="r5" />
-
-<p>Dos meses despus Segundo estaba en Sierra
-Chica, su familia en la miseria y el seor comisario
-se compraba otra casa...</p>
-
-<hr class="r5" />
-
-<div class= "chapter">
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_112" id="Page_112">[Pg 112]</a><br /><a name="Page_113" id="Page_113">[Pg 113]</a></span></p>
-</div>
-
-
-
-<h2 class="no-break">PARA BARRABASADAS...</h2>
-
-
-<p>Cunta serenata y qu golpear de puertas! Pago
-Chico est desatado y mientras en el Club los
-patricios hacen destapar mucho vino espumante y
-un poco de champaa, entre risas, dicharachos y
-brindis, de las trastiendas de los almacenes y de
-los despachos de bebidas salen cantos broncos y
-desafinados en que se distingue algn te l'ho
-detto tante volte... acompasadas y estrepitosas
-vociferaciones de morra, como martillazos secos,
- la algaraba de alguna disputa nacida entre oladas
-de carln.</p>
-
-<p>Por las calles vagan grupos de obreros con
-acorden y guitarra, y de jvenes calaveras, al uso
-pagochiquense, que repican los llamadores, se
-cuelgan de las campanillas, hacen ronga-catonga
-alrededor de algn infeliz que se retira tropezando,
-medio chispo, y producen tal alboroto que parecen
-legin cuando son apenas un puado.</p>
-
-<p>stos se divierten apedreando las ventanas del
-Juez de Paz,&mdash;sabindolo en el Club,&mdash;guarecidos
-tras de la tapia de un terreno baldio; aqullos han
-atado un tarro de petrleo la cola del perro de<span class="pagenum"><a name="Page_114" id="Page_114">[Pg 114]</a></span>
-Silvestre, y all va el pobre animal como una exhalacin
-hasta el confn del pueblo, despertando
-las supersticiosas comadres de los ranchos que se
-santiguan aterradas; los de ms all, inspirados
-por el hijo de Bermdez, mozo diablo cuya viveza
-es legendaria, han puesto en prctica la genial
-idea de descolgar el letrero de Madama Grandenfant,
-la partera,&mdash;cuadro que representa una
-mujer de palo, vestida de hojalata, sacando un feto
-rojo de un rbano recortado en forma de rosa,&mdash;y
-colgarlo en la puerta del cura, que echar pestes
-sin saber quin debe tal bromazo.</p>
-
-<p>Al Club del Progreso, con motivo de tan magna
-fiesta, han acudido tirios y troyanos, pesar de
-las terribles disensiones. Hay armisticio, y el mismo
-comisario Barraba se ha dignado hacer acto de
-presencia&mdash;muy campechano,&mdash;y codearse breves
-momentos con la oposicin.</p>
-
-<p>El Club est momentneamente en poder de
-los opositores. El caso es que las cuestiones polticas
-le hicieron mucho dao, y la divisin estuvo
-punto de provocar su clausura, porque nadie pagaba
-la cuota mensual,&mdash;sobre todo entre los oficialistas,
-vulgo carneros,&mdash;y la falta de fondos
-no ha permitido dar una tertulia, como en aos
-anteriores...</p>
-
-<p>Esto no puede impedir, sin embargo, que la
-gente se divierta.</p>
-
-<p>En efecto, apenas dan las doce campanadas, saludadas
-con sendas copas de vino (muchos no
-pueden realizar la proeza, por falta de estmago
-por falta de cobres), y apenas el licor empieza su<span class="pagenum"><a name="Page_115" id="Page_115">[Pg 115]</a></span>
-marcha ascendente, hacia las alturas del crneo,
-Mussio se sienta al piano y la emprende con un
-vals saltado que pone en movimiento los ms
-jaranistas y bailarines. No hay mujeres, naturalmente.</p>
-
-<p>&mdash;Pan con pan comida de bobos!&mdash;exclama
-con sarcasmo Viera, el director de <cite>La Pampa</cite>.</p>
-
-<p>Pero despus de un par de brindis suplementarios,
-l tambin se enlaza con Silvestre, y es de
-ver los dos, dando vueltas vertiginosas y llevndose
-por delante los muebles enfundados del saln,
-las sillas, el piano, los consocios mismos.</p>
-
-<p>El piano chilla, ladra, malla, se queja; saltan
-como pistoletazos los tapones del vino espumante;
-un espectador lleva atronadoramente el comps
-con los pies, el bastn, las patas de la silla, otro
-tararea el vals destiempo; el de ms all reclama
-un poco de silencio para lanzar un brindis de
-circunstancias; los jugadores de billar se asoman
- la puerta que comunica con la sala de juego, risueos
-y enrojecidos, con el taco en la mano; los
-mozos y el capataz corren de un lado otro, y en
-las ventanas de la calle aparece vichando con curiosidad
-y estupor, algn transente retardado
-quien sorprende aquella inusitada barahunda y
-que maana desprestigiar todo lo mejor de
-Pago Chico, entregado as la ms escandalosa y
-abyecta orga.</p>
-
-<p>El de los brindis logra por fin hacerse escuchar,
-y apenas concluye sus votos de prosperidad,
-dicha y bienandanza con un ao nuevo vida
-nueva, lleno de modernismo, estalla la ms for<span class="pagenum"><a name="Page_116" id="Page_116">[Pg 116]</a></span>midable
-cencerrada que orejas pagochiquenses hayan
-odo jams. El orador, mohino, se desliza hacia
-el buffet para reponerse del mal rato, mientras
-los dems continan cacareando, ladrando, maullando,
-rebuznando echando los pulmones en
-alguna otra forma original.</p>
-
-<p>En esto, como si la empujara el pampero en
-persona, brese de par en par la puerta del Club
-y entra desalado el oficial de polica, produciendo
-en los presentes, hasta en los ms entusiasmados,
-la impresin acongojada de que acaba de ocurrir
-algo muy grave, alguna desgracia, algn cataclismo...</p>
-
-<p>Como por encanto reina en el Club entero un
-silencio pavoroso.</p>
-
-<p>&mdash;Seor comisario!&mdash;dice el oficial en voz
-baja, acercndose Barraba.&mdash;El ro Chico est
-desbordandose y amenaza inundar el pueblo. Qu
-se hace?</p>
-
-<p>Barraba ahoga una interjeccin de las suyas,
-parece meditar un segundo, y luego grita, perentoriamente
-y con voz de trueno, como un general
-que toma disposiciones en el momento decisivo de
-la batalla:</p>
-
-<p>&mdash;Arme el piquete! Vaya paso de trote! Mndeme
-el caballo! Yo voy en seguida!</p>
-
-<p>El silencio se hizo tan solemne y trgico, que
-todos se volvieron indignados hacia Silvestre que
-haba odo y se sonaba ruidosamente las narices
-para no estallar en una carcajada.</p>
-
-<p>&mdash;Revolucin!</p>
-
-<p>&mdash;Ataque la comisara!</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_117" id="Page_117">[Pg 117]</a></span></p>
-
-<p>&mdash;Invasin!</p>
-
-<p>No se escuchaba otra cosa cuando los concurrentes
-comenzaron animarse, una vez fuera el misterioso
-Barraba.</p>
-
-<p>El boticario les di la clave del enigma, pero no
-consigui desarrugar los ceos. Una inundacin!
-Canario!...</p>
-
-<p>Slo al da siguiente, cuando se vi que el Chico
-no sala de madre ni pensaba tal cosa, por la
-escasez de recursos que lo mantena sometido la
-familia, con agua apenas para regar las quintas de
-los prohombres oficiales, estall del uno al otro extremo
-del Pago la homrica carcajada que Silvestre
-ataj la noche antes con el pauelo.</p>
-
-<p>El comisario haba inaugurado bien el ao nuevo,
-y por eso sigue dicindose en nuestra tierra:</p>
-
-<p>&mdash;Para barrabasadas, Barraba!...</p>
-
-<hr class="r5" />
-
-
-<div class= "chapter">
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_118" id="Page_118">[Pg 118]</a><br /><a name="Page_119" id="Page_119">[Pg 119]</a></span></p>
-</div>
-
-
-
-<h2 class="no-break">LOS PATOS</h2>
-
-
-<p>Era la tarde del 31 de Diciembre. Ruiz, el tenedor
-de libros de una importante casa de comercio&mdash;aquel
-espaolito capaz y relativamente instruido
-que acababa de llegar al pueblo, despus de
-una escala en Buenos Aires, provisto de calurosas
-recomendaciones para su compatriota el doctor
-don Francisco Prez y Cueto, que no tard en
-procurarle la susodicha ubicacin&mdash;se hallaba,
-como de costumbre, en la frecuentada trastienda
-de la botica de Silvestre, sorbiendo el mate que
-cebaba Rufo, el nunca bien ponderado pen criollo
-del criollo farmacutico.</p>
-
-<p>Merced su irresistible don de gentes, el boticario
-era ya ntimo amigo del tenedor de libros,
-quien haba enseado en pocas semanas tomar
-mate&mdash;como se ha visto,&mdash; jugar al truco y opinar
-sobre poltica, tarea esta ltima siempre fcil
-y agradable para un espaol. El aprendizaje de
-las otras dos, y sobre todo de la primera, haba
-costado mayor esfuerzo...</p>
-
-<p>Ruiz, pesar de su renegrido bigote, de sus<span class="pagenum"><a name="Page_120" id="Page_120">[Pg 120]</a></span>
-ojos negros y brillantes y de su continente resuelto,
-no saba andar caballo ni conducir un carruaje&mdash;observacin
-que no parece venir cuento,
-pero que es imprescindible sin embargo,&mdash;de modo
-que, los domingos, cuando obtena prestado el tlbury
-de su patrn vease en la obligacin de buscar
-compaero ayudante que lo sacara de posibles
-apuros. Su primer invitacin iba siempre enderezada
- Silvestre, cuya obligada respuesta era:</p>
-
-<p>&mdash;No puedo abandonar la botica Como te supons!...</p>
-
-<p>Porque ya se trataban t por t,&mdash; t por vos,
-para ser ms exacto&mdash; pesar de lo reciente de la
-relacin.</p>
-
-<p>Y lo curioso es que no pudiendo abandonar la
-botica, Silvestre andaba siempre merodeando por
-el barrio, caza en difusin de noticias, aunque
-Rufo no estuviera para cuidarle los potingues...
-Ante la voluntad negativa, Ruiz que se pasaba all
-las largas horas en que el Mayor, el Diario y la
-Caja no reclamaban la esgrima de su pluma, permaneca
-un rato en silencio, hablando de cosas
-indiferentes, para terminar insinuando:</p>
-
-<p>&mdash;Rufo, no podra acompaarme?</p>
-
-<p>&mdash;Como no! Que vaya no ms!</p>
-
-<p>Y casi todos los domingos ambos montaban al
-tlbury, empuaba las riendas Rufo, y al trote del
-moro, all iban los dos por esas calles, dando vueltas
-y ms vueltas, hasta cansarse de mirar muchachas
-en las puertas, para salir entonces dar largos
-paseos por las quintas sin rboles y las chacras
-sin sembrados.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_121" id="Page_121">[Pg 121]</a></span></p>
-
-<p>Ahora bien, aquella tarde del 31 de Diciembre,
-y como le consta al lector, terminado el inacabable
-machaqueo de la pomada mercurial, y el sempiterno
-lavado de frascos y botellas gran fuerza de
-municin, Rufo acarreaba mate la trastienda, en
-que Silvestre y Ruiz departan mano mano.</p>
-
-<p>&mdash;Maana es primero de ao... qu piensas hacer?&mdash;pregunt
-de pronto el tenedor de libros.</p>
-
-<p>&mdash;Yo?... Ya sabs que no puedo abandonar la
-botica!...</p>
-
-<p>&mdash;Pues yo pienso salir de caza, en el tlbury,
-as como te lo digo.</p>
-
-<p>&mdash; cazar qu?</p>
-
-<p>&mdash;Patos, hombre, patos! No sera excelente
-un guisado de pato para festejar el ao nuevo?</p>
-
-<p>&mdash;S, pero tens que ir muy lejos...</p>
-
-<p>&mdash;Qui!</p>
-
-<p>&mdash;No hay patos por aqu. Estn muy perseguidos,
-se han puesto matrerazos y no se encuentran
-ms que en los lagunones del Sauce y muy arriba
-del ro Chico...</p>
-
-<p>&mdash;Que no?... Pues pululan!... Dej que Rufo
-me acompae, y en dos tres horas me comprometo
- traerte un par de docenas... Los comeremos
-maana mismo!...</p>
-
-<p>&mdash;Qu vas trer! Si no hay un pato ni p'a un
-remedio por aqu...</p>
-
-<p>Ruiz medio sulfurado, se encar entonces con
-Rufo, que entraba llevando el mate:</p>
-
-<p>&mdash;No hemos visto centenares de patos el domingo,
-cuando salimos en el tlbury?</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_122" id="Page_122">[Pg 122]</a></span></p>
-
-<p>Rufo sonri con sonrisa indefinible, y contest
-muy afirmativo:</p>
-
-<p>&mdash;Negriaban, s, seor... Hasta en los charquitos...</p>
-
-<p>&mdash;No puede ser!&mdash;exclam Silvestre, incrdulo;
-y en seguida apel su sistema predilecto:&mdash;Te
-apuesto que no tris ni cinco en todo el da.</p>
-
-<p>&mdash;Apostado! Qu jugaremos?</p>
-
-<p>&mdash;Que si cazs cinco patos, yo pago el vino
-bueno, los postres y el champn para nosotros y
-tres amigos ms; si no cazs nada menos de
-cinco, vos pags una buena comida en lo de Crmine...
-Te conviene?</p>
-
-<p>&mdash;Va apostado!</p>
-
-<p>Era an temprano, el pueblo dorma, cantaban
-los pjaros, y el sol bajo el horizonte iluminaba
-ya blandamente la tierra, cuando Rufo fu buscar
- Ruiz con el tlbury tirado por el moro.</p>
-
-<p>El criollito socarrn iba tan alegre que el ltigo
-chasqueaba en su mano como petardos, pesar
-de que el moro llevara un trote bastante gil en el
-aire vivo de la maana.</p>
-
-<p>El tenedor de libros estaba vestido y aguardaba
-ya, armado hasta los dientes, con escopeta de
-dos caones, cuchillo de caza, morral, cinturn y
-cartuchera con ms de cien cartuchos cuidadosamente
-cargados.</p>
-
-<p>Salieron y ya pocas cuadras del pueblo comenz
-el tiroteo&mdash;pim, pam; pim pam!&mdash;y el caer
-de patos era una maravilla. Mansos, mansitos los
-animales se dejaban acercar bien tiro, casi sin
-moverse junto la misma orilla, y cuando uno<span class="pagenum"><a name="Page_123" id="Page_123">[Pg 123]</a></span>
-quedaba espachurrado y flotando sobre el agua
-cenagosa de los pantanos, los otros parecan ms
-sorprendidos que espantados por aquel estrpito y
-aquella matanza, como si nunca se les hubiese hecho
-un disparo... Despus, convencidos de la abierta
-hostilidad, tendran el vuelo bajito levantando el
-agua con las patas, como si navegaran hlice,
-iban detenerse poco ms lejos, de tal manera
-que el tlbury, hbilmente dirigido por Rufo, no
-tardaba en dejarlos tiro otra vez...</p>
-
-<p>Y pim, pam; pim pam! la escopeta de Ruiz
-continuaba el estrago, amenazando dejar sin patos
-la comarca entera. Uno, dos, diez, veinte, cuarenta.
-Cuarenta patos mat esa maana el cazador
-forzudo delante del Seor, sin haber tenido
-siquiera que bajarse del tlbury!</p>
-
-<p>Los ojos le brillaban de jbilo y entusiasmo.</p>
-
-<p>Aquel xito colosal lo haba puesto tan nervioso
-que hasta marr algunos tiros, seguros sin
-embargo, con el apresuramiento y la avidez...</p>
-
-<p>Cuando lleg los cuarenta patos era an
-temprano y Rufo cada vez ms satisfecho, rebosndole
-la alegra por todos los poros, quera que
-continuase la hecatombe. Ruiz modestamente se
-neg, quiz apiadado de los inocentes palmpedos.</p>
-
-<p>&mdash;Llevo ocho veces ms de lo necesario para
-ganar la apuesta. Ocho veces!... Silvestre va
-trinar.</p>
-
-<p>Se detuvieron la puerta misma de la botica,
-y Rufo comenz bajar del tlbury y introducir
-en el despacho el producto de la milagrosa cacera.
-Silvestre estaba en la trastienda, dale que le<span class="pagenum"><a name="Page_124" id="Page_124">[Pg 124]</a></span>
-das al pildorero, preparando una de las fructferas
-recetas de aqua fontis y mica panis que extenda
-el Dr. Carbonero, enemigo de la farmacopea,
-ms no de la voluntad de los clientes que
-no queran curarse sin remedios. Pero ante la
-algazara de Ruiz, que bailaba y cantaba castaeteando
-los dedos, en una ruidosa prrica al rededor
-de los patos, no pudo menos que abandonarlo
-todo y precipitarse la tienda para ver aquello...</p>
-
-<p>En el patio se oa un desordenado repiqueteo
-de almirez. Con desusado celo, como si una terrible
-urgencia lo impulsara, Rufo machacaba febrilmente
-la pomada mercurial, hecha ya sin embargo.
-Y acompaando el redoble del mortero, sonaba
-algo entre regao y risa reprimida.</p>
-
-<p>Una carcajada homrica sacudi de pies
-cabeza Silvestre, en cuanto se vi delante del
-informe montn de los cuarenta patos; y sin dar
-tiempo que Ruiz volviera de su asombro, habase
-lanzado como una flecha, atravesado la calle
-y entrado como un ventarrn en la imprenta de
-<cite>La Pampa</cite>, en cuyo interior siguieron estallando
-sus inextinguibles risotadas.</p>
-
-<p>Ruiz, perplejo, se haba quedado inmvil y
-aturdido, en medio de la farmacia, con la boca
-entreabierta y los brazos colgando frente su
-botn cinegtico.</p>
-
-<p>Siguiendo Silvestre, apareci Viera, director
-de <cite>La Pampa</cite>, y el administrador, y los cajistas, y
-luego otros ms, atrados por el ruido y el movimiento,
-hasta formar cola la puerta.</p>
-
-<p>Y el boticario indino continuaba en sus car<span class="pagenum"><a name="Page_125" id="Page_125">[Pg 125]</a></span>cajadas,
-interrumpindose slo para exclamar:</p>
-
-<p>&mdash;Miren los patos que ha cazado Ruiz! Miren
-los patos p'ao nuevo que ha cazado Ruiz!...</p>
-
-<p>Y el pblico le haca coro, y all en el patio el
-repique del almirez adquira sonoridades de campana
-echada vuelo.</p>
-
-<p>Ruiz quera hablar, desconcertado, llorando
-casi con aquella burla inacabable; pero las risas,
-las exclamaciones y los chascarrillos no lo dejan
-meter baza, ni averiguar la causa de semejante
-tremolina. Por fin oy la clave del enigma:</p>
-
-<p>&mdash;Son gallaretas!</p>
-
-<p>Y aunque no supiese lo que es una gallareta,
-comprendiendo que haba cazado gato por liebre,
-tom el sombrero, abrise paso, trep al tlbury y
-manejando por primera vez de su vida, puso al
-moro al trote largo para escapar de las risotadas,
-cuyo eco lo persigui hasta volver una esquina...</p>
-
-<p>Pasada la primera impresin y disuelto el corro,
-Silvestre crey prudente reprender Rufo, por honor
-de la jerarqua. Al fin Ruiz era su amigo...</p>
-
-<p>&mdash;Por qu lo has dejado matar tanta gallareta?</p>
-
-<p>&mdash;P'a que aprienda, pues!</p>
-
-<p>&mdash;Tambin hubiese aprendido si le hubieras
-dicho antes...</p>
-
-<p>&mdash;Qu'esperanza, patrn! No est viendo que
-se poda haber olvidau...? Y lo qu'es ura, no se
-olvida ni tiros!...</p>
-
-<hr class="r5" />
-
-
-<div class= "chapter">
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_126" id="Page_126">[Pg 126]</a><br /><a name="Page_127" id="Page_127">[Pg 127]</a></span></p>
-</div>
-
-
-
-<h2 class="no-break">METAMORFOSIS</h2>
-
-
-<p>Terminada la tarea de los recibos para fin de
-mes, don Lucas Ortega se dispuso salir en busca
-de las noticias municipales y policiales, pesar de
-la opinin del regente.</p>
-
-<p>&mdash;No hay que descuidarse!&mdash;le haba dicho
-ste&mdash;Manolito nos la ha jurado, y es capaz de
-cualquier barbaridad.</p>
-
-<p>Don Lucas psose el sombrero, tom como de
-costumbre su bastn de estoque, y sali las calles
-silenciosas de Pago Chico en plena siesta, dicindose
-que l no se meta con nadie, y que mal poda
-nadie meterse con l. Olvidaba el pobre y manso
-administrador y reporter de <cite>El Justiciero</cite> una
-malhadada y peligrosa modalidad de su carcter:
-la inclinacin darse lustre.</p>
-
-<p>Llegado muy joven de la Corua, D. Lucas no
-haba sido siempre periodista, como se declaraba
-enfticamente. La instruccin recibida en una
-escuela de lugar, no le di para tanto en los primeros
-aos. Se estren con toda modestia en una<span class="pagenum"><a name="Page_128" id="Page_128">[Pg 128]</a></span>
-trastienda de almacn, despachando copas; luego
-ascendi vendedor, y ms tarde habilitado;
-los diez doce aos de estar en la casa, ya era socio,
- los quince pudo establecerse por su cuenta,
-en pequea escala... Pero de pronto, cuando ya esperaba
-reunir una fortunita y todo el mundo le
-llamaba don Lucas (el don le qued para siempre)
-sobrevino una crisis, los deudores no pagaban, los
-acreedores se le echaban encima, y desde lo alto
-del que creyera inconmovible pedestal, rod nuestro
-hroe, se encontr en la calle, y rodando, rodando,
-lleg por fin Pago Chico, y encall en la
-administracin de <cite>El Justiciero</cite>.</p>
-
-<p>En tan deslumbrante posicin comenz para
-l otra era de grandeza, no ya material y pecuniaria,
-sino social intelectual, cosa que estimaba
-muchsimo ms, aunque veces lamentara sus
-solas el sueldo escaso y tardo, y la brillante miseria.</p>
-
-<p>Pero, eso s, haba crecido, se haba agigantado
-en su propio concepto, y crea que tambin en
-el de los dems. Pago Chico deba considerarlo
-un personaje, puesto que, como periodista, tena
-la facultad de opinar, de juzgar, de condenar ante
-el tribunal del pueblo.</p>
-
-<p>Afable, atento, servicial, hasta servl mientras
-fu dependiente, y aun siendo patrn, cuando el
-parroquiano era considerable, no haba perdido
-estas condiciones, como no perdi tampoco la bondad,
-que constitua el fondo de su carcter. Pero
-haba cambiado de forma. Ebrio de grandeza, era
-familiar con aquellos magnates del pago que se lo<span class="pagenum"><a name="Page_129" id="Page_129">[Pg 129]</a></span>
-permitan; risueo y atrevido con las seoras ante
-las que pavoneaba su pequea estatura; grave y
-taciturno con la gente de poca importancia; autoritario
-y altanero con la plebe; condescendientemente
-accesible para sus subalternos de la imprenta.
-Hablaba siempre en discurso, como deca
-Silvestre, pero estaba tan lejos de ser malo que,
- juicio de todo el mundo, era incapaz de matar
-una mosca.</p>
-
-<p>No era valiente tampoco; pero la conviccin de
-su insignificancia, persistiendo tan oculta all en
-lo ntimo, que l mismo apenas la vislumbraba,
-veces tena, si no otra, la virtud de hacerlo tranquilo
-y confiado. De modo que aquella tarde sali
-tan sin preocupaciones como siempre (el estoque
-era un regalo del director, que le haba dicho al
-ofrecrselo: Un periodista en campaa no debe
-andar nunca desarmado!), pesar de que <cite>El Justiciero</cite>
-acabase de publicar la siguiente feroz cada.</p>
-
-<p><em>Escndalo.</em>&mdash;El Moreirita M. P., que con sus
-calaveradas y fechoras ya tiene indignado todo
-el mundo de Pago Chico, promovi ayer un descomunal
-escndalo en cierta casa de los suburbios,
-rompiendo vasos y espejos y apaleando mujeres,
-hasta que por fin intervino la polica que
-hara bien una vez por todas en apretarle las clavijas
-al mocito que se prevale de su familia para
-hacer cuantas atrocidades le da la gana. Sin embargo,
-no fu ni llevado la comisara siquiera, y
-nos extraa mucho que el comisario Barraba, despus
-del atropello de ayer, todava no lo haya metido
- secar en un calabozo para que otra vez apren<span class="pagenum"><a name="Page_130" id="Page_130">[Pg 130]</a></span>da,
-no siga dando mal ejemplo y fomentando la
-compadrada de los dems muchachos del pueblo.</p>
-
-<p>No extraar esta filpica del oficialista <em>Justiciero</em>,
-si se tiene en cuenta que el director andaba
-otra vez en coqueteras con las autoridades para
-ver de sacarles mayor tajada, pues iban necesitarlo
-para las elecciones. Y el suelto era justo, porque
-la tolerancia para los desmanes del joven Manuel
-Prez pasaba de raya, y era una amenaza general,
-pues el rico ignorante pillete se engrea y
-ensoberbeca con la impunidad.</p>
-
-<p>En cuanto D. Lucas, confiaba demasiado. l
-no haba escrito el suelto, es verdad. Se le permita
-lucubrar muy pocas veces; desde que se inclin
-ante la tumba del deplorable vecino D. Fulano,
-y dijo cuando la muerte de la madre de Bermdez,
-china nonagenaria, que la distinguida matrona
-haba fallecido en la flor de su edad.
-Pero l, en cambio, para desquitarse, atribuase
-con desparpajo singular, siempre que le era posible,
-cuanto artculo, suelto noticia publicaba <cite>El
-Justiciero</cite>, de modo que todo el mundo acab por
-creer siquiera en su colaboracin.</p>
-
-<p>Marchaba, pues, con paso deliberado, echndose
-para atrs, salido el vientre, la cabeza erguida,
-agigantada en su concepto la corta estatura,
-mientras bajo la espalda evolucionaban burlonamente
-los largos faldones de su jaquet; y no haba
-andado dos cuadras, cuando se qued fro, corrile
-un cosquilleo de la nuca los pies, y slo merced
- un heroico esfuerzo pudo llevarse la mano
-trmula al bigote y erguirse casi hasta caer de es<span class="pagenum"><a name="Page_131" id="Page_131">[Pg 131]</a></span>paldas...
-Manuelito Prez se adelantaba rpido y
-colrico hacia l, con un ejemplar de <cite>El Justiciero</cite>
-en la mano.</p>
-
-<p>&mdash;Quin ha escrito esta noticia?&mdash;pregunt el
-jovenzuelo con voz reconcentrada y amenazadora
-en cuanto estuvo su lado.</p>
-
-<p>Un velo pas por los ojos de D. Lucas; sinti
-que se le aflojaban las piernas, pero haciendo de
-tripas corazn:</p>
-
-<p>&mdash;No s!&mdash;contest secamente.</p>
-
-<p>&mdash;Qu no ha de saber!</p>
-
-<p>&mdash;No s!</p>
-
-<p>&mdash;Ust no ms ser, gallego!</p>
-
-<p>&mdash;Y si fuera...&mdash;acert, lvido, balbucir don
-Lucas.</p>
-
-<p>&mdash;Ahora ver!</p>
-
-<p>Y Manuelito, echando atrs la pierna derecha,
-llev la mano la cintura. Trmulo, D. Lucas
-retrocedi y desenvain el virgen estoque, buscando
-con la vista una persona que lo auxiliase
-en la calle solitaria abrasada por el sol, un objeto,
-el hueco de una puerta en que parapetarse... Pero
-no tuvo tiempo para nada. Oy una detonacin
-clara y seca, sinti un golpecito en el pecho, y al
-rodar por la acera, vi como en un escenario al
-bajarse rpidamente el teln, que Prez corra
-con un revlver, en cuyo extremo flotaba una vedijita
-de algodn, y que algunos vecinos se asomaban
-alarmados. Y se desmay.</p>
-
-<p>...La grita de los peridicos&mdash;la prensa local,&mdash;y
-especialmente de <cite>El Justiciero</cite>, fu tan
-grande, que la polica se vi obligada proceder,<span class="pagenum"><a name="Page_132" id="Page_132">[Pg 132]</a></span>
-descubriendo, una semana ms tarde, el escondite
-de Manuelito, conocido por todo el mundo desde
-el primer da. Y el jovenzuelo fu dar La
-Plata, con un sumario que pareca hecho por su
-mismo abogado defensor...</p>
-
-<p>Ortega era, entretanto, objeto de las ms entusiastas
-manifestaciones. <cite>El Justiciero</cite> narraba extensamente
-los detalles del combate, en que su
-administrador, heroico, haba perdonado ya la
-vida al asesino que tena en la punta del estoque,
-cuando ste, retirndose vencido, le haba alevosa
-y traidoramente disparado un tiro de revlver.
-Y en seguida hablaba del sacerdocio de la prensa,
-de los sacrificios hechos en aras del pueblo, de la
-ingratitud, que generalmente es la nica corona
-de los mrtires que ofrecen en holocausto por el
-bien pblico toda la generosa sangre de sus venas,
-y patatn y patatn... Enorme xito, indescriptible
-entusiasmo. La gente se agolpaba la imprenta.</p>
-
-<p>Al da siguiente, y en cuanto los doctores Fillipini
-y Carbonero declararon que la herida no era
-de gravedad y que el paciente poda recibir visitas&mdash;no
-muchas la vez, ni demasiado charlatanas,&mdash;el
-pobre cuartujo de Ortega, revuelto y srdido,
-qued convertido en sitio de obligada y fervorosa
-peregrinacin. D. Lucas haba ledo los diarios, se
-haba extasiado con las ditirmbicas apologas de
-<cite>El Justiciero</cite>, pero nada le produjo tan intensos
-goces, tan frvido orgullo, como aquella continuada
-procesin admirativa, en que figuraban los
-hombres ms importantes de Pago Chico, y en
-que ni siquiera faltaban damas,... como que un<span class="pagenum"><a name="Page_133" id="Page_133">[Pg 133]</a></span>
-da se le apareci misia Gertrudis, la vieja esposa
-del tesorero municipal, presidenta de las Damas
-de Beneficencia...</p>
-
-<p>Cunto incienso recibi D. Lucas, visitado,
-asistido, festejado, adulado por aquella muchedumbre,
-ascendido de repente la categora de
-grande hombre, de prcer, de redentor crucificado!...
-Nadie le demostraba compasin, sin embargo;
-todos se derretan de admiracin respetuosa,
-prontos venerarlo, idolatrarlo. Tanto
-valor, tanta abnegacin, tanta grandeza de alma!
-Atreverse oponer un simple estoque una arma
-de fuego, vencer al terrible enemigo, perdonarle
-la vida!... Y todo por el pueblo!</p>
-
-<p>&mdash;Ahora comprendo&mdash;pensaba D. Lucas,&mdash;cmo
-se repiten las hazaas peligrosas. Se puede ser
-hroe!</p>
-
-<p>l lo era en su concepto. Lo fu algunos das
-en el de los pagochiquenses. Porque ay! nada es
-eterno, y la herida, tardando demasiado en cicatrizarse
- causa de tantas emociones, di tiempo para
-que el entusiasmo se enfriara poco poco antes de
-que D. Lucas pudiera tenerse en pie. Cuando sali
- la calle, su aventura era ya un hecho mtico,
-desledo en las nieblas del pasado; nadie le daba
-importancia, nadie haca alusin l.</p>
-
-<p>Pero Ortega no lo advirti: La embriaguez de
-la apotesis haba sido tan intensa, que se convirti
-en megalomana. Plido, demacrado, se paseaba
-por el pueblo, pavonendose, convertido en
-arco de tanto de echarse atrs, haciendo pininos
-para erguirse y crecerse. Y miraba todos<span class="pagenum"><a name="Page_134" id="Page_134">[Pg 134]</a></span>
-con soberanas sonrisas protectoras con gesto
-avinagrado y despreciativo, segn qu fuera
-aqul en quien se dignaba detener la vista.</p>
-
-<p>Periodista, sacerdote, mrtir, magnnimo, defensor
-del pueblo, vctima del deber... S, todo eso
-era muy hermoso; pero lo que ms lo enorgulleca
-era su fama de valiente. Ser valiente en la tierra
-del valor l!... Y se frotaba las manos y sonrea
-de regocijo, convencido de su gloria.</p>
-
-<p>Desde entonces us revlver la cintura, no
-dejndolo sino bajo la almohada, de noche, al
-acostarse. Hablaba alto en el taller, en la administracin,
-en la redaccin, en la calle, en el caf, en
-el circo, hacindose notar, demostrando que no
-abrigaba temor nada ni nadie. Cada frase suya
-era una sentencia, aun ante el mismo director de
-<cite>El Justiciero</cite>. Tena ademanes rotundos de caballero
-andante pronto lanzarse contra una cuadrilla
-de malandrines. El manso se haba convertido
-en impulsivo, con el deschavetamiento del amor
-propio exacerbado.</p>
-
-<p>&mdash;Es siempre malo que un sonso se le aparezca
-un dijunto&mdash;solan decir algunos ms avisados,
-al ver pasear Ortega con el sombrero en
-la nuca y haciendo molinetes con el bastn.</p>
-
-<p>Silvestre vaticinaba algn futuro desmn, refunfuando
-entre dientes al vislumbrar la silueta
-del nobilsimo Quijote:</p>
-
-<p>&mdash;Decile un sonso que es guapo y lo vers
-matarse golpes&mdash;uno de sus refranes favoritos,
-slo que matarse resultaba en sus labios otra
-cosa.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_135" id="Page_135">[Pg 135]</a></span></p>
-
-<p>Y el boticario criollo no dejaba de tener razn.</p>
-
-<p>Ortega acostumbraba tomar el vermouth vespertino
-en la confitera de Crmine, con el estanciero
-Gmez, el anglo americano White, famoso
-por su fuerza herclea, el doctor Fillipini algunas veces,
-y otros amigos.</p>
-
-<p>Un da que D. Lucas se haba retardado en la
-imprenta, el acopiador Fernndez se acerc la
-mesa, trabando conversacin de negocios con Gmez.
-No estaban conformes en un punto... discutieron,
-se acaloraron, pasaron las injurias... De
-pronto Fernndez, ciego de ira, ponindose de pie,
-alz la mano como para dar una bofetada su contrincante.
-White, ms rpido, pudo evitar la realizacin
-del hecho, asiendo Fernndez por los
-brazos, de atrs. Gmez, blandiendo una silla, se
-haba puesto en guardia, mientras su adversario
-forcejeaba por desprenderse de las manos frreas
-de White. La actitud del grupo era realmente amenazadora;
-y la desgracia quiso que en ese momento
-entrara Ortega...</p>
-
-<p>Ver aquello, y sin detenerse reflexionar ni qu
-era, ni de parte de quin estaban la ventaja y la razn,
-sacar el revlver de la cintura, fu todo uno para
-el hroe novel que slo soaba batallas y victorias.
-Y en menos de lo que se tarda en contarlo, hubo un
-estampido, un poco de humo, un hombre muerto, y
-el estupor pas batiendo las alas, petrificando los
-actores y espectadores de aquel drama que slo haba
-tenido desenlace, y que sera comedia no mediar
-un cadaver.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_136" id="Page_136">[Pg 136]</a></span></p>
-
-<p>Y cuando se vi solo en la oficina de la comisara,
-preso, con un homicidio encima, la prolongada
-embriaguez del herosmo se desvaneci en
-aquel pobre cerebro y don Lucas se ech llorar
-como una criatura...</p>
-
-<hr class="r5" />
-
-<div class= "chapter">
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_137" id="Page_137">[Pg 137]</a></span></p>
-</div>
-
-
-
-<h2 class="no-break">CON LA HORMA DEL ZAPATO</h2>
-
-
-<p>Tengo el honor y la satisfaccin de comunicar
- usted, por orden del seor Intendente, que desde
-la fecha queda suspendido y exonerado de su cargo
-de subdirector y segundo mdico del Hospital
-municipal, por razones de mejor servicio, y agradecindole
-en nombre del municipio los servicios
-prestados. Tengo el gusto de saludarlo con toda
-consideracin, etc., etc.</p>
-
-<p>Lleg esta nota manos del doctor Fillipini al
-da siguiente de la eleccin que consagr, por su
-consejo, municipal Bermdez.</p>
-
-<p>&mdash;Mascalzone!&mdash;exclam, pensando en su protegido
-de un minuto.</p>
-
-<p>Pero sin que el despecho le ofuscara el raciocinio,
-sali de casa en busca del firmante de la nota
-en primer lugar. Era ste el secretario de la Intendencia,
-y poda aclararle muchos puntos, tiles
-para sus manejos ulteriores. Le encontr tomando
-caf y copa en la confitera de Crmine. Haciendo<span class="pagenum"><a name="Page_138" id="Page_138">[Pg 138]</a></span>
-un grande esfuerzo, un acto heroico, pag la consumacin
-y pidi otra vuelta.</p>
-
-<p>&mdash;Dgame, Bustos,&mdash;pregunt por fin;&mdash;por
-qu me destituye don Domingo?</p>
-
-<p>&mdash;Hombre, no s!&mdash;contest el otro, paladeando
-su ans, y no por sutileza ni reserva poltica,
-sino por nebulosidad cerebral.</p>
-
-<p>Viera, caracterizndolo, haba publicado efectivamente,
-haca poco, una parodia de la fabulilla
-de Samaniego:</p>
-
-<div class="poetry-container">
-<div class="poetry">
-<div class="verse">Dijo Ferreiro Bustos</div>
-<div class="verse ileft2">despus de olerlo:</div>
-<div class="verse">&mdash;Tu cabeza es hermosa</div>
-<div class="verse ileft2">pero sin seso.</div>
-<div class="verse">Como ste hay muchos</div>
-<div class="verse ileft3">que, aunque parecen hombres</div>
-<div class="verse ileft2">slo son... Bustos!</div>
-</div>
-</div>
-
-
-<p>&mdash;No sabe bueno! Pero dgame cmo fu,&mdash;insisti
-Fillipini, en su jerga talo-argentina, seguro
-de que por el hilo sacara el ovillo.&mdash;No le habl
-nadie?</p>
-
-<p>&mdash;Nadie.</p>
-
-<p>&mdash;Le hizo escribir la nota as, sin ms ni ms?</p>
-
-<p>&mdash;S, mientras estaban votando...</p>
-
-<p>&mdash;Y nadie haba ido verlo?</p>
-
-<p>&mdash;Nadie ms que Gino, el pin de Crmine.</p>
-
-<p>&mdash;Y qu iba Gino?</p>
-
-<p>&mdash; nada. Le llevaba un papelito.</p>
-
-<p>Fillipini call, apur su taza, pag, sali y volvi
- entrar por otra puerta, metindose hasta el
-patio y las cocinas. All vi Gino, hecho una<span class="pagenum"><a name="Page_139" id="Page_139">[Pg 139]</a></span>
-pringue, como que era el lavaplatos&mdash;el platero,
-segn los chistosos pagochiquenses,&mdash;de la confitera
-de Crmine.</p>
-
-<p>&mdash;Quin te di el papelito que le llevaste al intendente
-el domingo?&mdash;preguntle en italiano.</p>
-
-<p>&mdash;Il signor notario,&mdash;contest Gino, mirando
-su egregio compatriota con los ojos azorados y los
-carrillos ms mofletudos y rojos que de costumbre.</p>
-
-<p>Fillipini, sin agregar palabra ni saludarlo siquiera,
-sigui andando y sali por el portn de los
-carruajes, encaminndose al Club del Progreso.</p>
-
-<p>All se sent, ponindose sacar un solitario,
-indiferente y tranquilo en apariencia, pero sin que
-nada escapara sus ojos avizores. Ni aun cuando
-entr Ferreiro se le conmovi un msculo de la
-cara, blanca, impasible, rebosante de salud y de
-satisfaccin. Pero poco abandon el solitario, y
-evolucionando lentamente entre los grupos de jugadores
-y desocupados, acab por hallarse, como
-deseaba, mano mano con Ferreiro.</p>
-
-<p>Los dos zorros viejos se saludaron casi cariosamente,
-en apariencia sin aludir al suceso de que
-eran primeros actores; pero Fillipini no tard en
-lanzarse la carga:</p>
-
-<p>&mdash;No sabe? Don Domingo me ha destituido...</p>
-
-<p>&mdash;No diga! De veras?</p>
-
-<p>&mdash;S, seor. Me ha destituido... Pero no me importa
-mucho, porque eso no puede quedar as...</p>
-
-<p>&mdash;Pero por qu? Cmo es eso?</p>
-
-<p>&mdash;Pavadas! El pobre no sabe lo que hace.</p>
-
-<p>&mdash;Diga, pues, doctor; que, si yo puedo...</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_140" id="Page_140">[Pg 140]</a></span></p>
-
-<p>Fillipini, sonrindose, mir la hora en su reloj
-de bolsillo, muy calmoso, muy dueo de s mismo;
-y luego, mirando Ferreiro bien en los ojos,
-dijo con buen humor:</p>
-
-<p>&mdash;Claro que puede! Usted y el doctor Carbonero
-se apresurarn defenderme. Se necesita ser
-muy cretino para portarse as con un hombre
-como yo.</p>
-
-<p>Ferreiro pulsaba al gringo, sorprendido de
-tanta soltura, de tanta desfachatez, y pensando:</p>
-
-<p>&mdash;Si se habr encontrado topate con te toparas!</p>
-
-<p>Pero quiso darse cuenta exacta de los puntos
-que calzaba su contrincante, y despus de un segundo
-de silencio, le pregunt:</p>
-
-<p>&mdash;Y por qu cree que Carbonero y yo, lo hemos
-de defender?</p>
-
-<p>El mdico se ech reir con aparente franqueza, y:</p>
-
-<p>&mdash;Porque ustedes son demasiado inteligentes
-para no hacerlo,&mdash;contest.&mdash;Y demasiado amigos
-mos,&mdash;agreg inmediatamente, dorando la pldora,
-no sin ciertos asomos de sarcasmo.</p>
-
-<p>&mdash;Amigos, s... est bueno. Pero si usted pretende
-amenazarnos...</p>
-
-<p>&mdash;Seor Ferreiro!&mdash;dijo entre carcajadas Fillipini.&mdash;Si
-yo no lo conociese tanto, lo que me dice
-sera como para hacerme creer que usted ha mojado
-en esta barbaridad...</p>
-
-<p>&mdash;Yooo!</p>
-
-<p>&mdash;No, no lo creo, claro est que no lo creo! Al
-contrario: usted lo hubiera impedido, saberlo...
-Bah! entre bueyes no hay cornada, como se suele<span class="pagenum"><a name="Page_141" id="Page_141">[Pg 141]</a></span>
-decir... Para m el caso es sencillo... Ese lavativo
-de Bermdez tiene la culpa, y me ha hecho una
-gran cargada, despus que le di el modo de hacerse
-municipal...</p>
-
-<p>&mdash;Y por qu se lo di!&mdash;interrumpi violentamente
-Ferreiro.</p>
-
-<p>&mdash;Eh!... Questo un altro paio di maniche!&mdash;murmur
-Fillipini con mucha socarronera.</p>
-
-<p>Hizo una pausa, sonriente insinuante, para
-continuar despus:</p>
-
-<p>&mdash;Yo soy muy necesario en el hospital, porque
-Carbonero no va casi nunca, y hago todo el servicio...
-Si se nombrara otro... con la administracin...
-y los gastos tan grandes... Adems,
-que hay que nombrar otro, desde que Carbonero
-no ira aunque lo mataran.</p>
-
-<p>&mdash;Y de ah?...</p>
-
-<p>&mdash; quin nombraran? El nico mdico que
-queda es el doctor Prez y Cueto...</p>
-
-<p>&mdash;Y eso?</p>
-
-<p>&mdash;Que nombrarlo Prez y Cueto sera como
-meter las narices de toda la oposicin en el hospital...
-Publicar lo que comen los enfermos, cuando
-comen... descubrir el estado de la farmacia... de
-las ropas de cama... contar lo que pasa con los cadaveres
-que se quedan all das y das, y lo que hace
-la enfermera que se va dormir todas las noches
-en su casa, y el ecnomo que poco poco se va
-llevando cuanto hay... Un enemigo como Prez
-vera todas estas cosas con malos ojos, las exagerara,
-metera un bochinche de dos mil demonios...
-No pensara como yo, que el hospital est relati<span class="pagenum"><a name="Page_142" id="Page_142">[Pg 142]</a></span>vamente
-bien, porque no todo puede marchar la
-perfeccin en un pueblo tan pobre como ste, y tan
-atrasado... Adems que la gente que va curarse
-all es de poca importancia y no le interesa nadie:
-extranjeros, personas de otros pagos... Si no fuera
-as, tambin, ya hubiera habido ms de un escndalo...
-Pero, ya se ve, con las preocupaciones actuales
-que convierten la palabra hospital en sinnimo
-de muerte, sin que nada pueda evitarlo,
-no hay que tomar el rbano por las hojas, ni meterse
- redentor... Cualquier hombre sensato, yo
-el primero, tiene que considerarlo as; pero no se
-me negar que todo esto constituye un arma tremenda
-para los opositores, que si no la utilizan es
-porque estn ciegos como topos. Las chicas se les
-van, y las grandes se les escapan...</p>
-
-<p>Durante este largo discurso, pronunciado con
-bonhoma y serenidad, como si se tratara de intereses
-ajenos, el escribano observaba con desconfianza
- Fillipini, dicindole para su capote:</p>
-
-<p>&mdash;El gringo ste es muy ladino. Si nos metemos
-con l, de repente nos va salir la vaca toro.
-Me precipit demasiado, y las calenturas son malas
-consejeras.</p>
-
-<p>&mdash;Pero, por sonsos que sean&mdash;continu muy lentamente
-Fillipini,&mdash;por sonsos que sean sabrn
-rumbear en cuanto alguien les ensee el camino;
-y entonces no habr quin los ataje... Chica
-farra se armara si lo nombraran Prez y Cueto!...</p>
-
-<p>&mdash;Tambin es posible no nombrar nadie. El
-hospital no necesita...</p>
-
-<p>&mdash;Usted no dice eso seriamente, seor Ferrei<span class="pagenum"><a name="Page_143" id="Page_143">[Pg 143]</a></span>ro!
-Ma! por poco que sirva el hospital tiene que tener
-mdico, y ya sabe que Carbonero no va y no
-ir nunca... Yo preferira que nombraran otro
-si no quisieran reponerme m. Pero, de cualquier
-modo, ya lamentarn haberme separado...</p>
-
-<p>No daba el doctor Fillipini asidero para que se
-le replicara alzando la prima; al contrario, cuanto
-deca estaba muy puesto en razn, y sus verdades
-no le brotaban ni agrias ni amargas de la boca,
-aunque tras ellas hirviesen amenazas tan terribles
-cuanto evidentes.</p>
-
-<p>&mdash;Lo que se haba pensado,&mdash;dijo sin embargo
-Ferreiro,&mdash;era no nombrar nadie.</p>
-
-<p>&mdash;Ma! y cmo dijo que no saba nada?&mdash;pregunt
-con fingida candidez Fillipini.</p>
-
-<p>&mdash;Digo... se haba pensado... as en el aire...
-para el caso de que se produjera una vacante...</p>
-
-<p>&mdash;Capisco...</p>
-
-<p>Y ni una objecin ms. Fillipini se qued mirando
-de hito en hito Ferreiro, que al poco rato
-no pudo contenerse y exclam:</p>
-
-<p>&mdash;Pero tambin ust! Por qu se meti en lo
-de Bermdez, para qu nos forz la mano sin necesidad?...</p>
-
-<p>&mdash;Questo un altro paio di maniche!&mdash;repiti
-el doctor.&mdash;Se lo vuelvo decir, porque ustedes
-no se haban dado cuenta de dos cosas: de que
-Bermdez es un magnfico instrumento en la municipalidad,
-primero; y de que yo puedo serle
-muy til muy perjudicial, despus. Era preciso
-que nos conociramos, seor Ferreiro, para que
-ustedes no me tuvieran arrumbado en un rincn<span class="pagenum"><a name="Page_144" id="Page_144">[Pg 144]</a></span>
-como hasta ahora. Y usted convendr en que me
-he hecho conocer sin causarles perjuicio. Es una
-buena cualidad, no es cierto? Vaya! Dgale al intendente
-que me reponga sin ruido, y tan amigos
-como antes ms amigos que nunca, mejor dicho!</p>
-
-<p>&mdash;Bueno... ver... pensar.</p>
-
-<p>&mdash;Eso es! Pinselo bien, caro. Yo no quiero
-que se haya ninguna arbitrariedad en mi favor.</p>
-
-<p>&mdash;Qu gringo ste!&mdash;murmur Ferreiro, levantndose
-entre divertido y malhumorado.&mdash;Es
-como la gara finita, que lo cala uno hasta los
-huesos. Y se va salir con la suya, no ms,&mdash;agreg
-palmendole el hombro.</p>
-
-<p>&mdash;Pinselo, pinselo y no se apure,&mdash;dijo el
-otro.&mdash;Para todo hay tiempo, y la corta la
-larga ust se convencer de que yo soy un buen
-amigo.</p>
-
-<p>&mdash;Y yo tambin, doctor.</p>
-
-<p>Se separaron. Fillipini, seguro de haber movido
-bien las piezas, murmuraba sin embargo:</p>
-
-<p>&mdash;Eh! si pudieses qu patada me daras! Pero
-no podrs...</p>
-
-<p>Sin perder tiempo volvi la confitera de Crmine,
-donde haba un grupo de opositores tomando
-aperitivos, los unos sentados alrededor de
-las mesas, los otros de pie junto al mostrador. Silvestre,
-que peroraba entre ellos, se acerc Fillipini,
-como era, en parte, el deseo de ste, pues
-quera hallar modo de que le vieran hablar largo
-y tendido con algn enemigo de la situacin,&mdash;Viera,
-si fuese posible, y lo sera, pues se hallaba
-presente tambin.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_145" id="Page_145">[Pg 145]</a></span></p>
-
-<p>&mdash;Hola, doctor!&mdash;dijo Silvestre aproximndose,
-con la confianza que se tomaba con cualquiera y
-que en este caso justificaban hasta cierto punto las
-relaciones de mdico farmacutico.&mdash;Me alegro
-de verlo por ac. Es cierto lo que me han dicho?</p>
-
-<p>&mdash;Qu le han dicho? Sintese y tome algo.</p>
-
-<p>&mdash;Gracias,&mdash;y se sent.&mdash;Mozo, otro verm.
-Pues dicen que le han quitau el empleo del hospital
-es cierto?</p>
-
-<p>&mdash;S.</p>
-
-<p>&mdash;Y por qu?</p>
-
-<p>&mdash;Oh, sas son cosas, cosas...</p>
-
-<p>&mdash;Hable, hombre, hable! Ya sabe que se me
-puede tener confianza. Largue el rollo!</p>
-
-<p>&mdash;Ma! Usted ya sabe cmo anda el hospital...</p>
-
-<p> hizo un cuadro, muy plido en verdad, de
-aquel desquicio harto conocido por Silvestre, quien
-sin embargo, se haca de nuevas al oir tales cosas
-de tales labios. Y termin:</p>
-
-<p>&mdash;Y como yo no quiero aguantar ms ese desbarajuste...</p>
-
-<p>&mdash;Lo han destituido?</p>
-
-<p>&mdash;Eso es.</p>
-
-<p>&mdash;Ser cosa de Ferreiro y el dotor Carbonero,
-no?</p>
-
-<p>&mdash;De ninguno de los dos. Es cosa de Bermdez.</p>
-
-<p>&mdash;Pero si Bermdez ni siquiera es municipal!</p>
-
-<p>&mdash;Pues ah ver usted. Como ha salido electo,
-le ha calentado la cabeza al intendente, y ste,
-para tenerlo contento me ha sacrificado, cuando
-ya me haba prometido arreglar el hospital.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_146" id="Page_146">[Pg 146]</a></span></p>
-
-<p>&mdash;Bermdez! tan bruto y tan...</p>
-
-<p>&mdash;As van los tantos... ms vale un enemigo
-vivo que un amigo bruto... Pero todo esto tiene
-que saberse...</p>
-
-<p>&mdash;Claro que s! Quiere que se lo diga Viera?
-l ya tiene la noticia, pero de un modo muy distinto.
-Quiere?</p>
-
-<p>&mdash;Llmelo, es mejor.</p>
-
-<p>&mdash;Viera! eh, <em>Pampa</em>! una palabrita.</p>
-
-<p>Viera se acerc, sentse la mesa, oy lo que
-el doctor quiso contarle, crey de ello lo ms verosmil,
-y sigui luego largo rato en amistosa
-charla. la hora de comer cada cual tom para
-su lado, y la vasta sala de la confitera qued solitaria
-y tenebrosa, pues Crmine baj las luces para
-ahorrar petrleo.</p>
-
-<p>Fillipini, muy tranquilo, se qued en su casa
-aquella noche, aguardando el desarrollo de los sucesos
-que con tanto cuidado acababa de preparar.
-Cuando despert, al da siguiente, lo primero que
-hizo fu pedir los diarios que el sirviente le llev
- la cama.</p>
-
-<p>Comenz por la gaceta oficial, <cite>El Justiciero</cite>.&mdash;De
-su exoneracin ni una palabra, del hospital
-menos. Pero oh detalle significativo! en la noticia
-de un banquete festejando la eleccin de Bermdez,
-y en la lista de los invitados, su nombre figuraba
-entre los de Luna y Ferreiro, nada menos!</p>
-
-<p>&mdash; fatto!&mdash;murmur con una sonrisa, arrojando
-despreciativamente el peridico para tomar
-<cite>La Pampa</cite>.</p>
-
-<p>Una columna dedicaba sta al asunto del hos<span class="pagenum"><a name="Page_147" id="Page_147">[Pg 147]</a></span>pital,
-condenando ... Bermdez, por la destitucin
-de Fillipini!; de Fillipini que&mdash;segn el artculo,&mdash;era
-lo mejor lo menos malo del oficialismo,
-un hombre as, un hombre asao, cuyas intenciones
-eran tan sanas como sus propsitos
-de reforma y administracin. Bermdez comenzaba
-desbarrando su carrera poltica, como lo haba
-previsto <cite>La Pampa</cite>, y si lo dejaban iba ser como
-un caballo metido en un almacn de loza... El
-grrran consejero de la situacin, el seor Protocolos,
-podra meter en vereda este gaznpiro,&mdash;terminaba
-diciendo el artculo.&mdash;La alusin Ferreiro
-era visible, pero no como para disgustarlo;
-ni el mismo Fillipini la hubiera hecho con ms
-tino...</p>
-
-<p>En toda esta andanza el nico que rabi fu
-Bermdez, quien se atrevi encararse con Fillipini,
-para darle un sofin. El italiano se le ri en
-la cara:</p>
-
-<p>&mdash;Ma! Ust tiene el estmago resfriao! Rchipe:
-sinapismos. Vaya amico Bermdese y vuelva
-por otra.</p>
-
-<p>Ferreiro no aludi nunca la escaramuza
-aqulla, pero desde entonces tuvo siempre muy en
-cuenta Fillipini, que, como es lgico, sigui de
-segundo mdico perpetuo en el Hospital Municipal
-de Pago Chico.</p>
-
-
-<hr class="r5" />
-
-<div class="chapter">
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_148" id="Page_148">[Pg 148]</a><br /><a name="Page_149" id="Page_149">[Pg 149]</a></span></p>
-</div>
-
-
-<h2 class="no-break">EL DESQUITE DE DON IGNACIO</h2>
-
-
-<p>La historia del gobierno de don Ignacio, llegado
-por maquiavlica combinacin poltica Intendente
-Municipal de Pago Chico, sera tan larga y tan
-confusa como la de cualquier semana del nebuloso
-y anrquico ao 20. Como que dur ms de una
-semana ste! dur mes y medio!</p>
-
-<p>Mes y medio lo tuvieron de pantalla los oficialistas,
-desprestigiando en su persona la oposicin.
-Todo era agasajo y tentaciones para l: cada instante
-se le ofreca un negocito, una coima se le
-haca mojar en algn abuso ms menos disimulado.
-En los primeros das don Innacio reventaba
-de satisfaccin: parecale que el mero hecho de
-mandar l haba cambiado radicalmente la faz de
-las cosas, que el pueblo tena cuanto deseaba y soaba,
-que los pagochiquenses vivan en el mejor
-de los mundos...</p>
-
-<p>Indecible es la explosin de su rabia, primero<span class="pagenum"><a name="Page_150" id="Page_150">[Pg 150]</a></span>
-cuando Silvestre le dijo las verdades en su propia
-cara, y despus cuando Viera le aplic en <cite>La Pampa</cite>,
-varios custicos de sos que levantan ampolla.
-Don Ignacio quera morder, y trataba de echarse
-en brazos de sus noveles amigos los situacionistas,
-que acogan sus quejas con encogimientos de hombros
-y risas socarronas, contentsimos de verlo enredado
-en las cuartas.</p>
-
-<p>Lo del desquite se haba hecho pblico y notorio,
-gracias la buena voluntad del farmacutico.</p>
-
-<p>&mdash;Cundo podr ser honrado don Ignacio?&mdash;se
-preguntaba generalmente, como chiste de moda.</p>
-
-<p>&mdash;Cuando la rana cre pelos!&mdash;replicaba alguno.&mdash;Ya
-le ha tomado el gustito!</p>
-
-<p>Los principistas, entre tanto, trataban de demostrar
-que el extravo de un hombre no poda en
-modo alguno empaar la limpidez y el brillo de
-todo un programa de honestidad y de pureza. Y
-Ferreiro y los suyos, aprovechando la bolada,
-hacan lo imposible para aumentar el escndalo y
-el desprestigio alrededor de aquel puritano pringado
-hasta las cejas apenas se haba metido en harina.</p>
-
-<p>&mdash;As son todos,&mdash;predicaban.&mdash;Quin los oye!
-Los mosquitas muertas, en cuantito pueden se
-alzan con el santo y la limosna!</p>
-
-<p>Ferreiro, al aconsejar los delegados oficialistas
-de la capital, primero que hicieran municipal
- don Ignacio y despus que le dieran la intendencia,
-haba echado bien sus cuentas y deseaba dar
-un golpe maestro que las circunstancias le pre<span class="pagenum"><a name="Page_151" id="Page_151">[Pg 151]</a></span>sentaban
-maravillosamente, porque, como l sola
-decir sus ntimos:</p>
-
-<p>&mdash;Ms vale pelear de arriba que de abajo!
-Cuando uno tiene la sartn por el mango no hay
-quin se le resista.</p>
-
-<p>Pues bien, Ferreiro, conociendo el flaco del
-desquite que aquejaba don Ignacio, trat de
-hacerle pisar el palito, pero de tal modo que, al
-caer, no arrastrara consigo uno siquiera de los
-instrumentos que le haban servido siempre en el
-gobierno local y sus adyacencias. El problema,
-aparentemente difcil, era de una sencillez bblica.
-Ferreiro lo resolvi con un golpe de vista y una
-decisin napolenicas.</p>
-
-<p>La oportuna renuncia del comisario de tablada,&mdash;provocada
-por Ferreiro bajo promesa solemne
-de reposicin indemnizacin satisfactoria,&mdash;permiti
- don Ignacio reemplazarlo con un hombre
-de su confianza, hechura suya, capaz de echarse
-al fuego por l, y ms, cuando el fuego estaba
-agradablemente substituido por el bolsillo del contribuyente.</p>
-
-<p>Nadie se opuso al nombramiento, ni nadie lo
-critic, salvo los copartidarios del intendente,
-quienes todo aquello ola chamusquina. Bernrdez,
-pillete carrerista y gallero, que nunca haba
-sido trigo limpio, comenz en paz ejercer sus
-funciones de comisario de tablada, coimeando y
-robando gusto, y con prisa, como parte de
-esa oposicin que tiene el estmago vaco desde
-hace veinte aos, y quiere saciar en una sema<span class="pagenum"><a name="Page_152" id="Page_152">[Pg 152]</a></span>na
-el hambre de un cuarto de siglo,&mdash;como deca
-<cite>El Justiciero</cite>.</p>
-
-<p>No cost mucho Ferreiro amontonar pruebas
-escritas y testimoniales de aquellas exacciones
-y de la participacin que en ellas tena don Ignacio,
-provocando con ellas un bochinche de doscientos
-mil demonios. Interpelacin al intendente
-en el seno del concejo. Rplica anodina del interpelado.
-Iniciacin por el concejo, ante la Suprema
-Corte de La Plata, de un juicio poltico contra
-el intendente don Ignacio Pea, acusado de
-abuso de autoridad, malversacin de fondos, extorsin,
-la mar...</p>
-
-<p> todo esto, don Ignacio no haba rescatado ni
-la mitad de los pesitos invertidos en la campaa
-opositora, y cualquier lado que mirara no vea
-sino enemigos, pues todo el mundo se le haba
-dado vuelta. Abocado al naufragio, suspendido por
-la Corte, con la comisara de la tablada intervenida
-por el tesorero municipal, aqul de la larga
-fama, dirigi los ojos angustiados hacia los cvicos,
-esperando hallar entre sus brazos un refugio,
-por lo menos la piedad y el perdn que alcanz
-el hijo prdigo.</p>
-
-<p>Nadie le hizo caso. Era la oveja sarnosa que
-poda contaminar y desprestigiar la majada entera.
-En <cite>La Pampa</cite>, Viera le dijo sin piedad:</p>
-
-<p>&mdash;El escribano Ferreiro le aconsejar lo mejor
-que pueda hacer. Nosotros lo hemos declarado
-fuera del partido.</p>
-
-<p>El diario public, en efecto, esta resolucin al
-da siguiente.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_153" id="Page_153">[Pg 153]</a></span></p>
-
-<p>Silvestre, menos cruel, lo fu mucho ms en
-realidad, desahucindolo en esta forma:</p>
-
-<p>&mdash;Tome campo ajuera, don Inacio! Agarre de
-una vez p'a'l lau del miedo! Mtase en un zapato
-y tpese con otro!...</p>
-
-<p>Don Ignacio trat de defenderse, quiso corcovear,
-empez una larga disertacin, puntualizando
-sus principios, desarrollando sus planes de reforma,
-enarbolando su bandera cvica... Silvestre
-que lo miraba con la cabeza inclinada ora la derecha
-ora la izquierda, de tal modo que el intendente
-poda apenas contener su ira furiosa, le interrumpi
-de pronto, exclamando con su tono ms
-burln y agresivo:</p>
-
-<p>&mdash;Ande vas conmigo cuestas!...</p>
-
-<p>Estuvo punto de recibir un tremendo puetazo
-que slo evit gracias su agilidad. Pero era
-cierto. Don Ignacio no poda ya engaar nadie
-ni engaarse s propio, siquiera. Aguardabalo el
-ostracismo que la patria ingrata reserva sus grandes
-hombres... Al da siguiente renunci.</p>
-
-<p><cite>La Pampa</cite> de Viera dijo que aquello era un
-colmo de cobarda, la negacin de todo valor cvico,
-la confesin de una falta absoluta de conciencia
-del valor, de las propias acciones, una mancha
-indeleble que caa sobre la reputacin y el carcter
-de don Ignacio, como hubiera cado sobre
-el partido entero, si ste no hubiera repudiado y
-excomulgado tiempo la pobre oveja descarriada,
-que slo mereca desprecio en la accin pblica,
-lstima y olvido en la vida privada, que
-nunca debi abandonar.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_154" id="Page_154">[Pg 154]</a></span></p>
-
-<p>El artculo de <cite>El Justiciero</cite>, inspirado por Ferreiro,
-era mucho menos contundente, y no apaleaba
-en el suelo al infeliz don Ignacio.</p>
-
-<p>Se ahorra muchos disgustos&mdash;deca,&mdash;y permite
- Pago Chico volver la marcha normal de sus
-instituciones, dirigida por hombres que, cuando
-menos, tienen la experiencia del gobierno, el conocimiento
-de las necesidades pblicas y el tacto
-que se requiere para no provocar cada momento
-graves incidentes y dolorosas complicaciones.</p>
-
-<p>Como en aquel tiempo la Suprema Corte, instrumento
-poltico de primer orden para el gobierno,
-reciba cada mes cuatro cinco expedientes de
-conflictos municipales, y los apilaba sin piedad
-para aos enteros si el ejecutivo interesado en la
-resolucin de alguno de ellos no le mandaba otra
-cosa, el juicio poltico de don Ignacio no haba
-prosperado an, y mediando la renuncia de la intendencia,
-de acuerdo los municipales y l, pudieron
-retirarse los escritos y echar sobre el asunto
-una montaa de tierra.</p>
-
-<p>Don Ignacio, despus de esta tragedia, casi no
-sala de su casa. Cuando se le hallaba por la calle
-pareca un pollo mojado. El apabullamiento haba
-sido completo. Sin embargo Silvestre no le perdonaba,
-y una tarde que lo encontr, tuvo todava
-alma de decirle:</p>
-
-<p>&mdash;Lo de la honradez ya lo sabemos, don Inacio.
-Pero, tengo curiosida... alcanz desquitarse del
-todo?</p>
-
-<p>El otro estuvo punto de morderlo, y lo hu<span class="pagenum"><a name="Page_155" id="Page_155">[Pg 155]</a></span>biera
-hecho no ponerse Silvestre buen recaudo,
-gritndole:</p>
-
-<p>&mdash;Lstima que no le dejaran empezar la honradez!...
-No queda peso con vida!...</p>
-
-<hr class="r5" />
-
-
-<div class= "chapter">
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_156" id="Page_156">[Pg 156]</a><br /><a name="Page_157" id="Page_157">[Pg 157]</a></span></p>
-</div>
-
-
-
-<h2 class="no-break">LAS MEMORIAS DE SILVESTRE</h2>
-
-
-<p>Nuestro amigo el boticario Silvestre Espndola
-hubiera llegado ser un grande hombre en cualquier
-otro medio, con slo algunas variantes en el
-carcter y en la especialidad de su talento. Desgraciadamente
-se malgastaba en fuegos artificiales.
-Careca de espritu cientfico; no haca sntesis sino
-en la farmacia, manipulando substancias qumicas
-y sin saberlo siquiera. En la poltica y en la
-sociedad limitbase forzosamente al anlisis. Y el
-anlisis, cuando falta la generalizacin, no conduce
- las grandes acciones, ni aun la accin, lo
-que quiere decir que no modela grandes hombres.</p>
-
-<p>Pero, en otro ambiente, soliviantado por otros
-elementos, combatido favorecido por otras circunstancias,
-hubiera llegado lejos, pues en los centros
-importantes, donde rebosa la vida, no faltan
-para una entidad cualquiera las entidades complementarias,
-que la convierten de la noche la maana
-en personalidad, cuando menos en indivi<span class="pagenum"><a name="Page_158" id="Page_158">[Pg 158]</a></span>dualidad.
-De otra manera en cada pas no habra
-sino un nmero irrisorio por lo exiguo, de personajes
-dirigentes.</p>
-
-<p>Lo seran, slo, aqullos que de veras tienen
-temple para serlo.</p>
-
-<p>Sin embargo, Silvestre no era grande hombre
-ni en Pago Chico, donde aparecan como tales,
-Ferreiro, Luna, Machado, Fillipini, Bermdez,
-Viera, don Ignacio, Carbonero, Barraba, Gmez y
-cien ms, sin contar al diputado Cisneros, pitonisa
-del partido oficial, y al senador Magario, deidad
-invisible intangible, que slo muy de tarde en
-tarde soltaba desde su nebuloso Sina algn nuevo
-mandamiento de su declogo con extrambotes
- aadiduras.</p>
-
-<p>Silvestre no era grande hombre... Entendamonos.
-No lo era para Pago Chico, probablemente
-porque nemo propheta in patria, pero lo era, lo
-es y lo ser siempre para nosotros. Si no nos bastaran
-sus altos hechos conocidos y desconocidos
-para juzgarlo as, nos bastara y sobrara el conocimiento
-que, posteriormente y gracias la indiscrecin
-de un amigo comn, hemos tenido de su
-obra magna: sus memorias polticas.</p>
-
-<p>Hablemos claro.</p>
-
-<p>No hay tales memorias. Silvestre era incapaz de
-consignar da por da en un cuaderno, con los ojos
-puestos en la posteridad y para uso y experiencia
-de las generaciones por venir, los acontecimientos
- que asista en que actuaba, el retrato fsico y
-psicolgico de sus contemporaneos, la filosofa que
-se desprende de los sucesos, las pasiones, las cosas<span class="pagenum"><a name="Page_159" id="Page_159">[Pg 159]</a></span>
-y los seres. ser capaz, sera grande hombre para
-alguien ms que nosotros.</p>
-
-<p>Pero lo era, y tanto! de no contentarse con el
-relato verbal y circunstanciado que de cada novedad
-haca en su farmacia, llenando las lagunas con lo
-que le inspiraban su lgica su imaginacin, aguda
-y atrevida la una, viva y acalorada la otra. As
-es que acogi con jbilo el pedido de informes que
-le hiciera un amigo suyo, periodista bonaerense,
-deseoso de estudiar por lo menudo la psicologa de
-la poltica y la administracin en la campaa provinciana.</p>
-
-<p>En un principio las cartas menudearon, erizadas
-de datos y observaciones; luego, de pronto, sobrevenido
-el cansancio, Silvestre amain, hasta enmudeci;
-pero, gracias la insistencia con que lo
-espoleaba su amigo el periodista, nuestro hombre
-reanud ratos la chismografa postal con visos
-sociolgicos, interesante para l, es cierto, pero,&mdash;como
-le costaba trabajo y dedicacin,&mdash;menos grata
-que la verbal de todos los das, frondosa, repetida,
-recalentada muchas veces, que le ofreca, adems,
-la enorme ventaja de no dejar huella posiblemente
-perjudicial en lo futuro.</p>
-
-<p>El periodista en cuestin ha tenido la deferencia
-de facilitarnos el legajo de las cartas silvestrinas,
-al saber que nos ocupbamos de legar la posteridad
-el relato de algunos episodios pagochiquenses,
-para que sacramos de ellas cuanto quisiramos,
-bajo la nica condicin de cerrar esos extractos con
-el ureo coronamiento de una sntesis por l escrita,
-basndose en tales estudios, y que podra titu<span class="pagenum"><a name="Page_160" id="Page_160">[Pg 160]</a></span>larse
-Psicologa de las autoridades de campaa.</p>
-
-<p>Cumpliendo el pacto no sin restricciones por
-cierto, pues el hombre no debe nunca cumplir estrictamente
-su palabra en ciertas cosas, so pena de
-pasar por tonto, vamos integrar este captulo con
-prrafos de las que llamamos memorias silvestrinas,
-tomados aqu y all en sus sabrosas epstolas,
-y con prrafos, tambin, de la obra periodstica
-aludida, que, publicarse entera, abrumara de
-tedio los lectores de mejor voluntad, no porque
-carezca de mrito&mdash;muy al contrario,&mdash;sino porque
-la gente no est hoy para teologas.</p>
-
-<p>ste sera el gran momento de entrar en materia
-y acabar de una vez con tan engorroso eptome;
-pero nos ocurre una observacin: Hemos
-incurrido en una deficiencia que ms tarde podra
-echrsenos en cara, y que podemos salvar aqu sin
-mucho sacrificio. El retrato de Silvestre no adorna
-todava las pginas de Pago Chico, ni nos hemos
-detenido echar una ojeada su laboratorio!...
-Cierto es que, considerando todo retrato literario
-prosa destinada que la salte sin piedad el lector,
-nos atuvimos hasta aqu los hechos escuetos,
-sin describir cosas ni personas; pero es cierto tambin
-que an riesgo de tan dolorosa inevitable
-indiferencia, debemos hacer ese honor al ilustre
-boticario, ubcuo en estas pginas como Dios en
-el universo.</p>
-
-<p>Era Silvestre de mediana estatura, delgado,
-nervioso, menudo, de extremidades pequeas y
-finas. Tena mucho aire Laucha, pero con ms
-trazas de gente, segn los apreciadores y apre<span class="pagenum"><a name="Page_161" id="Page_161">[Pg 161]</a></span>ciadoras
-de Pago Chico. Llevaba el cabello negro
-erizado sobre la frente angosta, cruzada ya por
-una arruga de preocupacin que las malas lenguas
-atribuan muchos ratos angustiosos pasados
-en el Mirador, la timba del Rengo. Las cejas
-delgadas y renegridas, sombreaban apenas los ojos
-pequeos, negros tambin y muy brillantes, separados
-como por una tapia de albarda por una nariz
-enorme, encorvada y fuera de proporcin con
-la cara angosta y chica. Si Laucha se pareca un
-ratoncillo, Silvestre semejaba un galgo, pero un
-galgo de expresin inteligente. Hablaba con voz
-un tanto aguda y chillona, inflexiones no exentas
-de gracia. Era verboso, persuasivo, y tanto
-para decir la verdad como para mentir (ay! sola
-mentir algunas veces) se expresaba con el calor contagioso
-de la conviccin. Por lo general vesta modestamente
-de saco, pero los domingos y fiestas de
-guardar se empaquetaba en un jaquet color pizarra
-de largos y tremolantes faldones, y para las
-grandes solemnidades tena una levita negra, pariente
-cercana del jaquet, que l llamaba indistintamente
-mi leva mi funeraria, aludiendo
-con esto ltimo al hecho de sacarla ms frecuentemente
-para entierros y funerales que para otra
-clase de diversiones.</p>
-
-<p>Como era de uso corriente en aquella poca,
-apenas lo vean enlevitado y de sombrero de copa,
-los pilluelos de la vecindad, y aun los que no lo
-eran, iban gritndole en coro, por detrs:</p>
-
-<p>&mdash;Don Silvestre p'ande va la galera?</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_162" id="Page_162">[Pg 162]</a></span></p>
-
-<p> le cantaban con el estribillo de un vals la
-moda:</p>
-
-<div class="poetry-container">
-<div class="poetry">
-<p>Tin tin, el de la galera,<br />
-tin tin, el de la galera:<br />
-tin tin, el de la galera,<br />
-la galerita y el galern.</p>
-</div>
-</div>
-
-
-
-<p>&mdash;L'evita la caminata!&mdash;exclamaban luego,
-aludiendo la lujosa prenda con un retrucano
-fcil y poco espiritual, por cierto, pero popularsimo
-en aquellos aos de ingenuidad, alegra y
-mira que te corre el chancho.</p>
-
-<p>Para el jaquet era otra cosa: una coplilla tambin
-cantada en coro y cuya letra se basaba en dos
-calembourgs orilleros:</p>
-
-<div class="poetry-container">
-<div class="poetry">
-<p>&mdash;Ya que has venido<br />
-p'a qu te vas!<br />
-Pag la copa,<br />
-despus t'irs!</p>
-</div>
-</div>
-
-<p>Yaqu, paquete&mdash;no deja de ser ingenioso
-verdad? y sobre todo en Pago Chico...</p>
-
-<p>Silvestre no volva la cabeza, ni contestaba
-la irrespetuosa y bullanguera pandilla que, cansada
-al fin, lo dejaba en paz iba repetir la broma
-con don Domingo Luna, con Machado, con
-Bermdez, aferrarse l entonces, hasta encontrar
-alguno que se enfadara y darse el gusto de hacerlo
-rabiar hasta el rojo blanco.</p>
-
-<p>Agregaremos esto en secreto y bajo palabra de
-honor de que no ser divulgado por quienes lo oi<span class="pagenum"><a name="Page_163" id="Page_163">[Pg 163]</a></span>gan:
-Silvestre no era farmacutico ni nada. Odiaba
-los ttulos acadmicos, y maldeca las facultades
-que dan patente la inepcia y la ignorancia. No
-quiere decir esto que supiera ms que cualquier
-infeliz sometido los estudios regulares, la frecuentacin
-de las aulas, los exmenes, etc. Casi estaramos
-por decir que saba mucho menos, que no
-saba nada. Pero su espritu de independencia nos
-gusta en lo que tiene de probatorio favor de
-nuestro aserto de que podra haber sido un grande
-hombre: con ese desparpajo y en terreno propicio,
-se hace camino para llegar donde se quiera, siempre
-que se sepa dnde se quiere llegar. Y aunque
-Silvestre fuese tan abiertamente enemigo de la facultad,
-fuerza es confesar que nunca se atrevi
-hacerle guerra declarada: as, evitando una posible
-clausura de la botica por su falta de ttulo, pagaba
- un farmacutico residente en Buenos Aires, para
-que se la regentase in nomine, sin asomar nunca
-las narices en Pago Chico.</p>
-
-<p>Tambin, si el regente hubiese llegado conocer el
-establecimiento que prestaba su nombre, y por
-el que se responsabilizaba, pues en caso de inspeccin
-deba aparecer Silvestre como su dependiente
-y l en viaje ocasional, es posible que hubiera retirado
-su garanta por lo menos pedido un fuerte
-aumento de gajes. Todo es cuestin de precio.</p>
-
-<p>La farmacia, efectivamente, fuera del escaparate
-con sus grandes redomas de agua colorada de
-verde y de rojo con anilina, y del pequeo despacho
-para el pblico, con sus estantes llenos de
-cajas de especficos, sus dos sillones de roble con<span class="pagenum"><a name="Page_164" id="Page_164">[Pg 164]</a></span>
-esterilla y su mostrador con la balancita de precisin
-guardada entre cristales,&mdash;ms tena de pocilga
-y almacn de trastos viejos que de otra cosa.
-Detrs del mostrador, hacia el fondo, corra el laboratorio,
-generalmente cubierto de una espesa
-capa de polvo, con las probetas sucias, los tubos
-de ensayo medio llenos, las cpsulas con poso, los
-pildoreros hechos una pringue, los almireces con
-residuos de lo molido en ellos la ltima vez. Cuando
-haba que usar alguno de ellos, un golpe de
-trapo bastaba la urgente limpieza... En un patiecito
-se amontonaban las botellas, los frascos, los
-potes de todo calibre, y Rufo, el nico pen, se
-ocupaba en lavarlos con municiones, cuando se lo
-permitan sus otras mltiples faenas de escudero
-de Silvestre, cuando no urga la manipulacin
-de ungento de hidrargrio.</p>
-
-<p>Dos pasos atrs del mostrador, es decir, antes
-de penetrar en el antro del laboratorio, abrase sobre
-la derecha una puerta que daba la habitacin
-convertida en sala-comedor-dormitorio, donde
-Silvestre reciba sus visitas y organizaba el mentidero
-de la rebotica, club peculiar que no falta
-en pueblo alguno americano europeo, juzgar
-por todas las crnicas antiguas y modernas, novelas,
-comedias, pasillos y entremeses. All estaba la
-cama que desapareca tras de un biombo en cuanto
-se levantaba Silvestre, para transformar la alcoba
-en comedor, cmo ste se trocaba en saln de
-tertulia una vez quitados los manteles. Una caja de
-domin, un juego de ajedrez y una guitarra, parecan
-atestiguar que no todo era chismografa en<span class="pagenum"><a name="Page_165" id="Page_165">[Pg 165]</a></span>
-aquella habitacin cuyo aspecto, aunque muy modesto,
-nada tena de desagradable. Pero ay si un
-curioso atisbaba detrs del biombo tapa-miserias!
-el rincn de la cama ofreca el ms completo y desaseado
-desorden, con sus palanganas y vasos de
-noche sin enjuagar, medias usadas, ropa blanca
-por el suelo, botines cubiertos de barro de moho,
-corbatas, ropas exteriores tiradas,&mdash;un cafarnaum
-de criollo soltero en tiempos en que todava no reinaban
-las higinicas costumbres que van imperando
-poco poco... hasta en el Pago.</p>
-
-<p>Podramos seguir describiendo aquello. Ms
-an: podramos describir uno por uno los personajes
-de este libro, es decir, todos los habitantes de
-Pago Chico, sus respectivas viviendas y almacenes,
-sus costumbres y sus trajes. Aqu, bajo la mano,
-tenemos toda la necesaria documentacin, y lo podra
-suplir fcilmente la fantasa, cuando no que
-faltara el recuerdo de investigaciones y estudios hechos
-con paciencia y tesn en el teatro de los sucesos.
-Pero non est hic locus, dir el lector, agregando
-que por el hilo se saca el ovillo, y que conoce
-del stano al desvn las casas pagochiquenses as
-como de pies cabeza las personas, pues nos ha
-prestado la colaboracin inapreciable insustituible
-de su atencin sostenida y amistosa.</p>
-
-<p>Siendo as, no nos resta sino pasar por alto miles
-de notas que haran de este volumen un infolio,
-slo con adoptar el sistema imperante an de
-no dejar nada al ingenio ajeno, imitando al actor
-aqul que declamaba los versos y las acotaciones,
-sin perdonar una. Vamos, pues, sin ms tardanza,<span class="pagenum"><a name="Page_166" id="Page_166">[Pg 166]</a></span>
- los extractos anunciados del epistolario silvestrino.
-Son los siguientes, y como se comprender
-primera vista se refieren muy diversas fechas,
-pues su correspondencia abarc un perodo de
-aos:</p>
-
-<hr class="r65" />
-
-<p>Te dars cuenta de lo que es este pueblo al saber
-que no tiene ms que una plaza, cuando debera
-tener cuatro, como consta en el plano primitivo,
-escondido por m arriba de uno de los armarios
-de la Municipalidad, en tiempos de la intendencia
-de don Ignacio.</p>
-
-<p>Las otras tres se vendieron en un remate de
-anga-pichanga, con el pretexto de que eran innecesarias
-y haba urgencia de arbitrar recursos
-para la Municipalidad. Mentira! Era para atraprselas.</p>
-
-<p>Se las adjudicaron sin vergenza Ferreiro, Luna
-y Machado, cinco mil pesos cada una y sin
-aflojar mosca, porque las pagaron con cuentas
-atrasadas, compradas por un pedazo de pan varios
-infelices cansados de tramitar el cobro al cuete.</p>
-
-<p>Los quince mil pesos quedaron reducidos para
-ellos unos cuatro mil, y se embolsicaron una fortuna
- vista y paciencia de todo el mundo.</p>
-
-<p>Decme si esto no es el callejn de Ibez!</p>
-
-<p>Pues, para remachar el clavo, los mismos personajes
-y otros cortados por la misma tijera, han
-hecho gastar la Municipalidad ms de cien mil
-nacionales en la plaza que queda, para ponerle
-tierra buena. Comenzaron un pozo, le habrn<span class="pagenum"><a name="Page_167" id="Page_167">[Pg 167]</a></span>
-echado tres cuatro carradas cuando mucho, y
-andan tan campantes.</p>
-
-<p>Figurate que los nicos rboles que tiene la
-plaza con los tres aguaribays que plantaron los
-milicos en tiempo del Fuerte! El agujero est sin
-tapar desde hace una punta de meses, y ms valiera
-que se hubiesen llevado los morlacos sin hacer
-la parada de trabajar.</p>
-
-<p>Son unos peines que ni caspa dejan, y lo nico
-que me llama la atencin es que no se roben las
-casas con gente y todo.</p>
-
-<hr class="r65" />
-
-<p>Las elecciones de ayer han pasado tan tranquilas,
-que ni mesas se instalaron en el atrio, date
-cuenta!</p>
-
-<p>Los escrutadores no se acordaron de la votacin
-hasta que Bustos, el secretario de la Municipalidad,
-les llev las actas fraguadas en casa de Ferreiro,
-para que las firmaran y mandarlas despus la
-capital.&mdash;Dicen que uno le dijo:</p>
-
-<p>&mdash;No se apure tanto amigo! Si las eleciones
-son el domingo que viene!...</p>
-
-<p>Y lo mejor es que Bustos se qued en la duda y
-corri consultarlo Ferreiro que, la noche, lo
-contaba en el club, rindose carcajadas.</p>
-
-<p>Total: sin que nadie se moviese de su casa, sin
-gastar un centavo, hubo mil doscientos votantes
-por la lista del gobierno, lo que da Pago Chico
-una enorme importancia poltica.</p>
-
-<p>As se hace patria.</p>
-
-<hr class="r65" />
-
-<p>El Rengo, dueo de la casa de juego que lla<span class="pagenum"><a name="Page_168" id="Page_168">[Pg 168]</a></span>man
-El Mirador, me cuenta que en las ltimas
-elecciones, el comisario Barraba le di orden de ir
- votar con los carneros, dicindole:</p>
-
-<p>&mdash;Si los cvicos ganan, se acab la jugarreta y
-vos te fregs, porque se han comprometido cerrar
-las casas de juego. Aura, si pierden, y vos y
-los muchachos han votau con ellos, encomendate
- la virgen y los santos, porque los arriamos todos
-una noche, sin asco, y los metemos en la cafa.</p>
-
-<p>Yo le dije al Rengo que eso no le convena
-Barraba, porque perdera la coima, que le paga;
-pero l me contest:</p>
-
-<p>&mdash;Qu perder ni qu perder! Como si faltaran
-otros que pondran bailando no digo una sino muchas
-timbas! No, seor; hay que votar como manda
-el comisario, y no andarse con vueltas, porque
- lo mejor lo dejan uno en camisa, y que vaya
-quejarse al Papa!</p>
-
-<p>El que manda, manda, y cartuchera en el can,
-qu caray!</p>
-
-<p>Decme, hermano, si esto es pis qu.</p>
-
-<hr class="r65" />
-
-<p>Ya que quers saber algo ms del comisario,
-te contar algunas cosas, pocas, porque no tengo
-tiempo: hay epidemia de tifoidea, y cada rato
-viene gente la botica.</p>
-
-<p>Ya sabs que Barraba le cobra coima al Rengo,
-dueo de la casa de juego del Mirador; pues tambin
-le cobra Laucha, el de la pulpera de La
-Polvadera, al del reidero de gallos, otro que<span class="pagenum"><a name="Page_169" id="Page_169">[Pg 169]</a></span>
-tiene un billar de chocln media cuadra de la
-plaza, y como si esto no bastara, es socio de la
-duea de una casa pblica, en la que ha hecho
-trabajar de albailes y peones vigilantes y presos!</p>
-
-<p>Es tan angurriento y tan raspa este animal,
-que no te pods imaginar todo lo que hace para
-juntar plata! As, Pago Chico es, gracias Barraba,
-el asilo de todos los cuatreros de la provincia
-que quieran trabajar con l en completa impunidad.
-Su compadre, Romualdo Cejas es el que capitanea
-la cuadrilla, esconde y negocia la hacienda
-robada.</p>
-
-<p>Es un chino santiagueo, bastante alto y grueso,
-de ojos atravesados, que cuando cae al pueblo
-viene de botas de charol, en un caballo macanudamente
-aperado, con su rico poncho de vicua
-hasta la rodilla, tapndole el tirador en que trae
-facn y trabuco, lo mismo que Juan Moreira.</p>
-
-<p>Tiene el rancho dos leguas del pueblo, en una
-isla que rodea un caadn siempre lleno de agua
-y pantanoso. El rancho, ms bien los ranchos,
-porque son varios, estn en un albardn y atrs
-tienen un corral de palo pique. All vive l y
-toda su familia, adems de los cuatreros que lo
-ayudan.</p>
-
-<p>Despus se pasa otro baado hondo y de agua
-muy cenagosa, que no se seca nunca, y hay otro
-albardn, muchsimo ms grande, donde meten la
-hacienda robada. Nadie sabe por dnde la meten,
-ni nadie puede llegar all, porque el diablo de<span class="pagenum"><a name="Page_170" id="Page_170">[Pg 170]</a></span>
-Cejas hace pisotear bien toda la orilla, para que
-no se acierte con el paso.</p>
-
-<p>De all salen las haciendas y los cueros que se
-roban, all se hacen perdiz los padrillos de raza,
-los toros finos,&mdash;miles de pesos que van parar al
-matadero, como cualquier vaquillona cualquier
-novillo criollo. All se planchan las marcas que,
-como sabs, es la operacin de quemar medio
-cuarto trasero al pobre animal, se agrandan
-las mismas marcas, desfigurndolas con otros
-fierros. En fin, las picardas conocidas.</p>
-
-<p>La mitad de lo que saca Cejas es para Barraba,
-que si no no lo dejara trabajar. Naturalmente, el
-otro le birla gran parte de la ganancia, porque para
-eso es un bribn desorejau, y el que roba otro
-ladrn tiene cien das de perdn. Pero donde no lo
-puede estafar, porque el comisario lo fiscaliza, es en
-una carnicera que han puesto en las afueras del
-pueblo para vender la carne robada. Qu penss
-de esto, ch!</p>
-
-<p>Pero, como ya te digo, no se harta, y aunque
-en la polica se come qu s yo cuntos vigilantes,
-nunca hay un nacional ni para el rancho de los
-agentes y los presos, ni nadie le quiere fiar nada
-para cosas del servicio.</p>
-
-<p>Ayer mand buscar una carrada de lea, dndole
-un vale al sargento que se anduvo todas las
-carboneras una por una, sin que le quisieran vender
-sino con la platita en la mano. Cuando lo supo
-Barraba, por no soltar sus realitos, hizo que hicieran
-fuego en la comisara con las patas de unos catres.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_171" id="Page_171">[Pg 171]</a></span></p>
-
-<p>Se come hasta la alfalfa de los pobres patrias!
-Esto no te lo explicars, pero es as: la Intendencia
-le pasa una mensualidad para el forraje de los caballos,
-que sin embargo tienen que contentarse
-con el verdn del patio, hasta que se mueren de
-alegra.</p>
-
-<p>Y cmo es de bruto! Figurate que don Juan
-Dozo, municipal, le robaron el otro da unos cuatrocientos
-pesos. Dozo, hizo su denuncia Barraba,
-y los milicos y los oficiales se echaron nadar, sin
-encontrar naturalmente ni la plata ni el ladrn.</p>
-
-<p>Pues qu te parece que hace Dozo? Se va
-consultar una adivina que tenemos que llaman
-misia Dorotea, y sta probablemente por alguna
-venganza, le hace sospechar de uno de sus peones,
-llamado Says.</p>
-
-<p>Dozo le cuenta la cosa Barraba y ste, sin ms
-ni ms, hace prender al pen, y all en un cuarto
-que hay en el fondo de la comisara, comienza
-ahorcarlo y descolgarlo, para que confiese... Cres
-que es mentira? Pues la denuncia ha ido al ministro
-de gobierno, que no ha hecho nada, porque
-Barraba es hombre de la situacin un perro fiel,
-como l mismo dice.</p>
-
-<p>Hac pblicas estas cosas. Es preciso! Hacelas
-pblicas, para que no vuelvan suceder!</p>
-
-<p>Por las que te cuento al correr de la pluma puedes
-imaginar las que sucedern, pues estas fechoras
-son como la tifoidea que tenemos actualmente:
-nunca son casos aislados en pueblos de este corte.
-Las que yo s son tremendas, pero cmo sern las
-que no s!</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_172" id="Page_172">[Pg 172]</a></span></p>
-
-<p>Dejame que te lo repita: Public esto para que
-no se haga ms. Yo no encuentro otro remedio...</p>
-
-<hr class="r65" />
-
-<p>Con motivo de la toma de posesin de los nuevos
-municipales, y por si la oposicin se le antojase
-meter bochinche en la barra, Ferreiro ha hecho
-venir del Sauce,&mdash;como si no bastara la polica&mdash;un
-gaucho matn y compadre llamado Camacho,
-quien le dicen Moraira, y que recorre las calles
-armado con un tremendo facn y un descomunal
-trabuco naranjero, que al propsito anda dejando
-ver debajo del poncho deshilachado. Este Moraira
-debe muchas la justicia, porque es madrugador,
-asesino y de alma atravesada. Es un flojo y un cobarde
-cuando no est bebido; pero borracho es una
-fiera, de modo que ahora lo hacen chupar como un
-saguaip para que, por lo menos, meta un julepe
-alguno.</p>
-
-<p>Ha muerto traicin tres cuatro, en estos
-ltimos aos, pero como nunca se ha atrevido con
-ningn oficialista, y siempre lo protegen los que lo
-utilizan como instrumento, el castigo mayor que se
-le ha dado hasta hoy, es el de hacerlo escaparse del
-partido en que se desgraci, recomendndolo como
-hombre de accin las autoridades de cualquier
-otro.</p>
-
-<p>Ferreiro lo ha trado por la fama terrible que
-tiene, pero probablemente sin intencin de utilizarlo
-de veras, porque es hombre de intriga pero no
-de sangre. Sin duda nos ha querido correr con la
-vaina, y te debo confesar que lo ha conseguido,<span class="pagenum"><a name="Page_173" id="Page_173">[Pg 173]</a></span>
-porque este pueblo es muy mulita y no quiere estar
- las duras sino las maduras.</p>
-
-<p>Seguro que ya Ferreiro se ha arrepentido de haber
-llegado tan lejos, porque el tal Camacho Moraira
-es una verdadera calamidad, y todo el mundo
-lo acusa l de haberlo trado, hasta los mismos
-carneros que no se fan de semejante salvaje y andan
-con el Jess en la boca en cuanto lo tienen cerca,
-no sea cosa que caigan en la volteada, sin querer.</p>
-
-<p>Anoche anduvo borracho caerse, baladroneando
-y amenazando con matar y degollar; sali la
-calle con el trabuco cargado hasta la boca y el gatillo
-alzado, preguntando gritos dnde estaban
-esos chivitos de m., hijos de una tal por cual, y
-diciendo que salieran si eran c... para ensearles
-quin es Moraira y quines son los del partido provincial.
-De seguro que mata alguien, quizs alguna
-mujer criatura, si el mismo Ferreiro no sale
- buscarlo para llevrselo dormir la mona.</p>
-
-<p>Camacho no se quera ir aunque Ferreiro se lo
-mandara, dicindole que todo estaba tranquilo, que
-haban triunfado, y que al da siguiente&mdash;por hoy&mdash;habra
-asado con cuero y era preciso madrugar.</p>
-
-<p>&mdash;Mire, patroncito&mdash;le dijo por fin Camacho,
-tartamudeando con la tranca,&mdash;lu har' porq' ust
-l'ordena. Pero sepas que les h'e dar en medio'e las
-guampas, p'a que otra vez no se metan sonsos!...
-Ah, hijos di una, no estar aqu! Mire lo que les
-hara, patrn!...</p>
-
-<p>Y descarg al aire su trabuco que hizo el estruendo
-de un caonazo. La gente se asom con
-miedo las puertas y ventanas, llegaron algunos<span class="pagenum"><a name="Page_174" id="Page_174">[Pg 174]</a></span>
-vigilantes, muy asustados y sin animarse llegar
-hasta Camacho que se haba cado con la borrachera,
-y hasta creo que se haba quedado dormido inmediatamente.
-Ferreiro hizo que lo levantaran y lo
-llevaran la posada, cuando debi hacer que lo
-metieran al calabozo. Quiz tuviera ganas pero no
-se atrevi, porque, como dicen, el miedo no es sonso
-ni junta rabia.</p>
-
-<p>En fin, si este malevo sigue por ac, estoy seguro
-de que va armar alguna de Dios es Cristo. Esta
-maana temprano ya andaba otra vez perdonando
-vidas por el pueblo, y metindose chupar en
-todas las trastiendas.</p>
-
-<p>Un oficialista me ha dicho que Ferreiro va
-hacer que se mame como una cabra para que no
-pueda ir la sesin municipal. Mir si va y con la
-tranca descarga el trabuco sobre los padres de la patria
-chica!</p>
-
-<hr class="r65" />
-
-<p>S, nos dicen chivitos, para vengarse de que
-les digamos carneros, como son. Lo de chivitos
-viene del doctor Fillipini, que como italiano, no
-puede pronunciar cvico, sino chvico. De ah
-tomaron pie para la gracia los ms diablos del Club
-del Progreso, y despus todos los provinciales
-oficialistas.</p>
-
-<p>Ahora vers: Viera acaba de devolverles la pelota
-porque <cite>El Justiciero</cite> titul Pax multa su artculo
-sobre las elecciones, que como te imaginars
-han sido lo ms pacficas, porque ni los escrutadores
-fueron al atrio... Pues Viera dijo en <cite>La Pam<span class="pagenum"><a name="Page_175" id="Page_175">[Pg 175]</a></span>pa</cite>
-que ese latinajo de Pax multa, quera decir
-Palo y multas, que es lo nico que dan nuestros
-municipales. Como lo escriba muy en serio, Fernndez,
-el director de <cite>El Justiciero</cite>, se le atraves
-la cosa, y anduvo averiguando lo que significaban
-las palabritas que l interpretaba como mucha
-paz. Nadie se lo supo decir derechas, as es que
-se fu preguntrselo al cura Papagna, que es como
-preguntrmelo m.</p>
-
-<p>&mdash;La pache de la multidine,&mdash;dicen que le
-contest el cura al tun tun, pero dejndolo completamente
-tranquilo.</p>
-
-<p>Viera y yo nos hemos redo carcajadas de la
-cosa, aunque Viera sea siempre ms serio que bragueta
-de provisor. Y, propsito de Viera, el otro
-da lo embrom lindo, conversando sobre un suelto
-de <cite>La Pampa</cite> en que se quejaba de que desde
-hace seis aos no se publican los balances municipales.</p>
-
-<p>&mdash;No los publican por honradez,&mdash;le dije.</p>
-
-<p>&mdash;Cmo por honradez!&mdash;grit furioso.</p>
-
-<p>&mdash;Claro!&mdash;le retruqu.&mdash;Les sera tan fcil falsificarlos,
-que si no lo hacen es por honradez!</p>
-
-<p>No te parece que tuve razn? l, por lo menos,
-se qued con la boca abierta y despus se ri.
-Bah! Hasta los ms desvergonzados tienen su pucho
-de vergenza, y eso les pasa los municipales.
-No te parece?</p>
-
-<hr class="r65" />
-
-<p>No todo han de ser polticas. Para que te divirts
-un rato, te copio en seguida un documento<span class="pagenum"><a name="Page_176" id="Page_176">[Pg 176]</a></span>
-que me ha facilitado su autor, seguro de haber
-hecho una obra maestra,&mdash;como que la manda
-<cite>La Nacin</cite> de Buenos Aires, nada menos, contando
-con que se la publicar en sitio preferente (agarr
-ese trompo en l'ua!). Es la crnica completa de
-una fiesta que result un verdadero velorio. Pero
-ya te dars cuenta por lo que dice el artculo, que
-es el siguiente con ttulo y todo:</p>
-
-<p><span class="smcap">Correspondencia de Pago Chico</span></p>
-
-<p>Seor Administrador de <cite>La Nacin</cite>:&mdash;Se celebraron
-aqu el da de Corpus-Cristi con gran brillo
-y concurrencia las legendarias fiestas del Santo
-Patrono de este pueblo, San Antonio; y aniversario
-de su fundacin.</p>
-
-<p>Han sido tres fiestas en una; la fundacin, del
-da 11, lo mismo que nuestra gran Metrpoli, el
-Santo el 13 y Corpus-Cristi el 14.</p>
-
-<p>Ha sido todo un acontecimiento.</p>
-
-<p>Desde la vspera, voluminosas bombas atronaban
-el ter, demostrando con la variedad de colores,
-florones y antorchas, rarsimas visualidades.</p>
-
-<p>Nuestro Pirotcnico, D. Ludovico Pituelli, demostr
-como siempre gran ciencia y mucha perfeccin
-en el ramo, lo que le valieron sendos aplausos.</p>
-
-<p>La funcin religiosa sea la misa, estuvo solemne,
-lo mismo que la procesin de tarde, por la
-inmensa plaza-alameda que cubra con sus fron<span class="pagenum"><a name="Page_177" id="Page_177">[Pg 177]</a></span>dosos
-rboles todo el ritual, y ofreciendo el panorama
-ms hermoso que en esta clase de funciones
-he visto, mereciendo los mayores elogios las hermanas
-de la Inmaculada Concepcin.</p>
-
-<p>El Reverendo padre Papagna como buen orador
-sagrado, tom su cargo el panegrico y el
-sermn result notable. Amenizaba el acto la armoniosa
-banda de msica dirigida por el maestro
-Castellone y que lo ms que impresiona al pblico
-es: que est tocada por siete legtimos hermanos;
-quizs ser la nica en el mundo; dicha banda
-ameniz la fiesta con perfeccin; se debe su presencia
- la buena voluntad del diputado Sr. Cisneros,
-quien la pag de su bolsillo. La polica muy
-correcta, lo mismo que el comisario Barraba y el
-pueblo entusiasmado con los recreos populares,
-que terminaron con el manto nocturno y el tronar
-de las bombas.</p>
-
-<p>Por la noche grandes bailes en la casa de los
-Srs. Gancedo Tortorano y Bermdez, en donde
-bellas nias lucieron las gracias de Terscore, concluyendo
-armoniosamente con el crepsculo matutino.</p>
-
-<p>Saluda al Sr. administrador <em>Cirilo Gmez</em>.</p>
-
-<hr class="r65" />
-
-<p> este Dr. Carbonero no hay con qu darle!
-El otro da, en la cancha, el matn Camacho, trado
-por Ferreiro, y de que hasta ahora no nos hemos
-podido librar, le di tal garrotazo Lobera
-que por poco lo desnuca. Ah no ms qued tieso
-ms de media hora, tendido en el suelo de la cancha.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_178" id="Page_178">[Pg 178]</a></span></p>
-
-<p>Lobera est malamente herido, y quin sabe si
-no espicha, pero para que Barraba y el juez Machado
-puedan poner en libertad al otro, el doctor
-Carbonero ha extendido un certificado diciendo
-que no tiene nada.</p>
-
-<p>Y lo ms lindo es que mientras Moraira, sea
-Camacho, anda suelto y compadreando como de
-costumbre, Lobera me lo tienen preso en un
-cuarto del hospital, en cama y con centinela de
-vista, slo porque tuvo la infelicidad de pelar el revlver
-cuando el otro lo volte del garrotazo.</p>
-
-<p>Se le est haciendo sumario por desorden, uso
-de armas y no s qu otros crmenes. Y el pueblo entre
-tanto, calladito como en misa. El nico que
-protesta es el pobre Viera. Pero qu santo si
-nadie le lleva el apunte?</p>
-
-<p>Fuera de que los carneros le estn haciendo
-una guerra tremenda, y este paso, pronto no
-tendr ni con qu comer. Yo le dije que meta violn
-en bolsa, pero l no quiere si no morir en su
-ley...</p>
-
-<hr class="r65" />
-
-<p>Decme si no es cosa de morirse de risa por
-no reventar de rabia! Haca una punta de meses
-que mandabamos nota sobre nota al comit central
-de la capital, sin que esos seores se dignaran
-contestarnos una sola palabra. Pareca que se hubiesen
-muerto de repente. Viera, por encontrar alguna
-disculpa, deca que era probable que el gobierno
-hiciera interceptar la correspondencia en el
-mismo correo, de aqu de all.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_179" id="Page_179">[Pg 179]</a></span></p>
-
-<p>&mdash;And ver!&mdash;le contestaba yo.&mdash;Es que no saben
-qu decirnos, ni tienen plan, ni menos plata.
-Aqu hay que sostener el comit, dar algo la gente,
-comprar armas por un si acaso, ayudar tu
-diario que pierde demasiado, y como nadie da nada,
-claro est que se hacen los suecos para no tener
-que mandar fondos desde all.</p>
-
-<p>l no me quera creer, pero anoche vino furioso
- la botica. Por fin haba llegado algo de Buenos
-Aires! Pero ni vos mismo adivinas qu! Una
-lista de candidatos para diputados, todos ilustres
-desconocidos que ni siquiera se han asomado al
-Pago, pidindonos que la votemos sin la ms ligera
-modificacin, porque de eso dependen los altos
-intereses patriticos que con tanta altivez y civismo
-hemos sabido defender hasta hoy.</p>
-
-<p>&mdash;Qu vamos contestar?&mdash;le dije Viera.</p>
-
-<p>&mdash;No s,&mdash;me contest;&mdash;lo que s es que me
-dan mucha rabia.</p>
-
-<p>&mdash;Pues contestales que aqu no podemos votar,
-porque no nos dejan, y que aunque nos dejaran
-no votaramos sino por una lista hecha despus de
-consultar nuestra opinin. Que para cambiar de
-nombre y no de costumbres, ms vale ser oficialista,
-que as siquiera se est cerca del candelero.</p>
-
-<p>&mdash;Nos dirn que tenemos delegados en el comit
-central, y que ellos se han encargado ya de interpretar
-nuestra opinin,&mdash;me observ Viera.</p>
-
-<p>&mdash;Bueno, hijo, mientras nos contentemos con
-esas lavaditas de cara,&mdash;le dije,&mdash;vamos estar
-siempre en las mismas. Quers que te d un buen
-consejo? S? Pues hac como ellos, no les contes<span class="pagenum"><a name="Page_180" id="Page_180">[Pg 180]</a></span>ts
-una palabra y el da de las elecciones les mandas
-un telegrama diciendo que el comisario Barraba
-y sus fuerzas han impedido el acceso del pueblo
- los atrios, como ser verdad por otra parte. Mir,
-Viera: si el pas se compone ha de ser por algo
-muy raro y que nadie se espera. Lo que es nosotros
-y los otros, nunca daremos pie con bola.</p>
-
-<p>No s qu te parecern estas afirmaciones, pero
-as como las pienso y se las dije Viera, te las digo
- vos por lo que puedan valer.</p>
-
-<hr class="r65" />
-
-<p>Podramos seguir espigando largo tiempo y con
-fruto en el feracsimo campo del epistolario silvestrino,
-pero todo tiene su trmino y preciso es darselo
- estos interesantes extractos, para ceder parte
-del espacio que resta los prometidos prrafos de la
-especie de Psicologa de las autoridades de campaa,
-desarrollada por el periodista amigo de Silvestre.
-El lector ver que las mal llamadas Memorias
-no se cierran tan mal con este trabajillo.</p>
-
-<hr class="r65" />
-
-<p>La provincia de Buenos Aires ha venido experimentando
-lentamente un cambio que la aleja en
-modo notable de su punto de partida. Ni es ya lo
-que era ni es an lo que ser. En su vasto escenario,
-el gaucho por una parte y el hombre ilustrado
-por otra&mdash;la absoluta mayora y la absoluta minora,&mdash;han
-cedido sus puestos nuevos elementos
-que, no teniendo caracteres definidos, no siendo
-bien aptos para sostenerse, combatir, triunfar en<span class="pagenum"><a name="Page_181" id="Page_181">[Pg 181]</a></span>
-la lucha por la vida, estn destinados inevitablemente
- desaparecer. Son individualidades de transicin,
-que no pueden subsistir, aun cuando circunstancias
-ms menos artificiales les hayan dado
-el predominio que hoy ejercen. Su injusta y
-transitoria preponderancia es lo que nos mantiene
-an lejos de la relativa perfeccin que hubiramos
-llegado. Pero tenan que surgir si es cierto lo
-de que natura non facit saltum, lo mismo que
-debemos aguardar con fe un cambio favorable y
-prximo, pues un tipo intermedio no puede perpetuarse,
-y menos en primera lnea.</p>
-
-<p>Esto es algo tedioso, como lo comprender su
-mismo autor. Por eso saltamos, sin ms, prrafos
-de corte no tan cientfico, pero en cambio ms interesantes
-en nuestra humilde opinin:</p>
-
-<p>Esos dirigentes de pueblo de campo, de partido,
-hasta de provincia, semejantes las nubes
-macizas como montaas al parecer, cuyos perfiles
-se destacan rudamente sobre el cielo, pero que ni
-siquiera aparecan en los antiguos negativos fotogrficos,
-cual si no existieran&mdash;esos dirigentes,
-digo, pueden tomarse por individualidades con
-rasgos tpicos propios, pero apenas se estudian
-sus lneas, su masa se desvanece, como la nube,
-sin dejar impresionado el cerebro. De ah la dificultad
-de retratarlos y analizarlos. Son como las
-aguas vivas, que se derriten fuera del mar. Tienen
-algo de moluscos, y sin duda por eso cierto amigo,
-observador y custico (la alusin Silvestre es evidente)
-ha dicho hablando de un pueblo de la provincia:</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_182" id="Page_182">[Pg 182]</a></span></p>
-
-<p>Pago Chico es un banco de ostras con concha
-y sin concha. En las indefensas encarnaba sin duda
-al pueblo en general; en las defendidas las
-autoridades y sus satlites...</p>
-
-<p>Nuestro autor entra en materia algo ms abajo:</p>
-
-<p>El intendente municipal, el presidente del Concejo
-Deliberante, el juez de paz, el comandante militar
-y el comisario de polica de un partido, podran
-ser transplantados cuarenta cien leguas
-de su campo de accin, dentro de la provincia, y
-actuar en un medio desconocido sin que ni en el
-primer momento se notar el cambio. Estas cinco
-personas forman en cada pueblo la oligarqua comunal.
-Son ramas de un mismo tronco. Ligadas
-estrechamente, hacen vida pblica comn. Se apoyan
-la una en las cuatro y las cuatro en la una.
-Con los mismos defectos y las mismas faltas, dentro
-de la misma carencia de opinin propia, se sirven
-mutuamente de pao de lgrimas de harnero
-para tapar el cielo. Son cooperadores, encubridores
- cmplices de s mismos, segn el caso.</p>
-
-<p>La justicia, el orden pblico, la administracin,
-hasta la guardia nacional, estn en sus manos.
-Para ello tienen auxiliares de la misma extraccin,
-con iguales tendencias: los secretarios, los
-inspectores, el contratista, el procurador, el mdico
-de polica, el empresario de la casa de juego, diez,
-veinte ms. ste es el partido oficial entero, la
-sociedad comercial industrial completa. Ah est
-la oligarqua que veces tiene un jefe visible&mdash;el
-senador uno de los diputados de la seccin electoral&mdash;ltima
-forma del caudillo&mdash;que nunca est<span class="pagenum"><a name="Page_183" id="Page_183">[Pg 183]</a></span>
-seguro de sus subalternos, como stos no lo estn de
-l, lgica desconfianza en esa asociacin egosta, instable
-mientras no exista entre sus miembros algn
-frreo inconfesable lazo de unin.</p>
-
-<p>Se busca en el pasado de esos hombres y se
-encuentra siempre el mismo obscuro punto de partida.
-Tal andaba de <em>chirip</em> y con la pata en el
-suelo hace cinco aos; tal otro era carrero; el de
-ms all fu agente de polica; aqul, incapaz de
-trabajar, vivi del juego como fullero como empresario
-de timbas amparadas por la autoridad,
-tuvo casa de prostitucin; ste lleva sobre su conciencia
-despojos y asesinatos...</p>
-
-<p>&mdash;Por qu no entregan ustedes las situaciones
-de campaa hombres menos desprestigiados?&mdash;preguntbase
- un gobernante...</p>
-
-<p>&mdash;Porque los buenos no se venden ni sirven
-para instrumentos,&mdash;contest.</p>
-
-<p>Casi no hay uno de estos hombres que pertenezca
- una raza determinada. Tienen s, aspecto
-criollo, pero en su ascendencia se halla siempre la
-mezcla, la que sin duda impidi dar benficos resultados
-el ambiente en que se desarrollaron los
-productos. Con los defectos del gaucho amalgaman
-los que les vienen del antepasado extranjero, llegado
-en busca de aventuras despus de dejar la conciencia
-donde no pueda estorbar, y no se encuentran
-en ellos ni la nobleza, ni la generosidad, ni el
-amor al trabajo, ni siquiera el valor, que es la ltima
-virtud que se eclipsa en nuestro paisano.</p>
-
-<p>Cuando se apalea se maltrata algn enemigo
-de la autoridad, intil es buscar la persona<span class="pagenum"><a name="Page_184" id="Page_184">[Pg 184]</a></span>
-que lo hizo: siempre es alguna mano traidora
-y desconocida, un grupo de emponchados irresponsables.</p>
-
-<p>No han ascendido por esfuerzo propio ni por
-mritos adquiridos. Se ha buscado lo que sirva de
-ciega herramienta y lo que no tenga elementos
-propios para independizarse. Hombres incoloros,
-incapaces de atraer opinin, bastan para los fines
-opresivos, pero son inhbiles, en el caso, para sacudir
-el yugo, hasta en beneficio propio. Con otros
-afiliados, ciertos gobiernos no hubieran podido
-subsistir. Se comprende, pues, que muchos hombres
-hayan sido sacrificados y que muchos surgidos
-con aptitudes para el gobierno, desaparezcan
-de pronto bajo el peso del partido oficial que lleg
- temerlos. Por eso cuando se observa una excepcin,
-un hombre de cierta importancia dedicado
-la actuacin poltica oficial, no hay ms que revisar
-los libros de los bancos, la lista de concesionarios
-de centros agrcolas, de ensanches de egido,
- los legajos polvorientos de los juzgados del crimen...
-Ah est el secreto...</p>
-
-<p>En cuanto la sociedad oficial cuyos componentes
-hemos enumerado ya, se ocupaba puramente
-de su comercio, feliz porque le dejaban
-<em>maas libres</em>. La renta municipal, las multas policiales,
-las coimas de las casas de juego y otras, la
-enajenacin de los terrenos de la comuna qu
-negocio!... Poltica? Ni la queran ni la estudiaban:
-les iba hecha de La Plata, la ponan inmediatamente
-en accin y ni medan su alcance ni les importaban
-sus consecuencias. Era, por otra parte, tan li<span class="pagenum"><a name="Page_185" id="Page_185">[Pg 185]</a></span>mitada
-y tan montona, que se la saban de memoria
-y le dedicaban el menor tiempo posible, deseosos
-de acabar pronto para seguir robando. En un
-principio se preocupaban de llevar alguna gente
-las elecciones para darles cierta apariencia de legalidad;
-pero como esto exige tiempo y gastos, lo fueron
-reduciendo su menor expresin: el piquete de
-polica armado rmington frente al atrio, y en el
-portal de la iglesia los escrutadores copiando los
-registros.</p>
-
-<p>Llegse una vez hasta cerrar las puertas, para
-que algn votante intruso no fuera interrumpir
- los que copiaban nombres... mil cuatrocientos
-nombres de conciudadanos votando unnimes y
-entusiastas por los candidatos oficiales.</p>
-
-<p>Como no podan abundar los hombres de la especie
-requerida para gobernar la comuna, se jugaba
- las cuatro esquinas con los puestos pblicos:
-un ao, Luna, era juez de paz, Carbonero intendente
-y Machado presidente del concejo; al ao
-siguiente, Carbonero era el juez de paz, Machado
-el intendente y Luna presidente de la Municipalidad.
-Y la permuta se repeta desde tiempo
-casi inmemorial, sin que se interpolara ningn
-elemento nuevo. Tanta era esa escasez de hombres
-que en otros partidos algunos tenan que representar
-dos papeles: stos eran, por regla general,
-diputados-intendentes.</p>
-
-<p>Lo que podra faltar en este cuadro est ampliamente
-suplido en el resto del volumen, lo
-suplir ms ampliamente an el talento del lector.<span class="pagenum"><a name="Page_186" id="Page_186">[Pg 186]</a></span>
-Cerremos pues aqu las Memorias silvestrinas y su
-periodstico y la verdad algo fro comentario, que
-tan ventajosamente hubiera sustituido alguna de las
-agachadas del farmacutico.</p>
-
-<hr class="r5" />
-
-
-<div class= "chapter">
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_187" id="Page_187">[Pg 187]</a></span></p>
-</div>
-
-
-
-<h2 class="no-break">FIESTAS PATRIAS</h2>
-
-
-<p>&mdash;Tatachin, chin, chin! Tatachin, chin, chin!</p>
-
-<p>&mdash;Shuitzssss... pum!</p>
-
-<p>Y vuelta empezar.</p>
-
-<p>Uno que otro pilluelo desarrapado segua la
-charanga y don Mximo, el viejo portero de la
-Municipalidad, cargado con un mortero y dos docenas
-de bombas de estruendo para la salva reglamentaria
-de veintin caonazos.</p>
-
-<p>Porque, eso s, lo que es caones, Pago Chico
-no los tena sino en la pasiva condicin de postes,
- la puerta del antiguo fuerte que, adobe por adobe,
-iba derrumbndose en plena plaza principal.</p>
-
-<p>Era el amanecer de un da patrio.</p>
-
-<p>Olvidados los vecinos de la gloriosa fecha, despertaban
-sobresaltados al oir los estampidos y la
-msica marcial, puro bombo y platillos, creyendo
-que por lo menos, la grave cuestin poltica
-haba sublevado al pueblo en masa, y que los<span class="pagenum"><a name="Page_188" id="Page_188">[Pg 188]</a></span>
-Krupps estaban haciendo estragos y sembrando
-de cadaveres el pueblo.</p>
-
-<p>Es de advertir que, ya en aquel entonces, Pago
-Chico, senta del uno al otro extremo y sobre todo
-en su corazn&mdash;el pueblo propiamente dicho&mdash;los
-estremecimientos precursores de la honda y trascendental
-agitacin que haba de perturbarlo durante
-tanto tiempo, dando socorrido tema los
-historiadores futuros.</p>
-
-<p>La grave cuestin poltica no est puesta,
-pues, humo de pajas, ni era ilgico el sobresalto
-de los pacficos vecinos, despertados por las descargas
-sin malicia de don Mximo.</p>
-
-<p>&mdash;Ah, s! Ahora caigo! Hoy es el nueve.</p>
-
-<p>Y dandose vuelta en el lecho abrigado, los pagochiquenses
-volvan al interrumpido sueo, fastidiados,
-renegando de esa msica y esas bombas
-pluscuam-matinales, pero contentos en el fondo
-de ver disipados sus temores de guerra y exterminio.</p>
-
-<p>Alguna que otra madre afanosa se levantaba de
-un salto, pesar del intenso fro, para preparar los
-trajecitos de los <em>escueleros</em>, que deban ir en corporacin
- la iglesia y luego la Municipalidad
-pronunciar discursos, decir versos patriticos, y
-sobre todo comer masitas de la confitera de Crmine,
-hechas con sebo de la rionada tan tiles
-para Prez y Cueto, Carbonero y Fillipini, y para
-el pobre Silvestre.</p>
-
-<p>Despus de dar diana las autoridades y al
-cuerpo diplomtico,&mdash;los vice-cnsules Grandinetti,
-Snchez Gmez y Petitjean&mdash;quienes por ex<span class="pagenum"><a name="Page_189" id="Page_189">[Pg 189]</a></span>cepcin
-no hallaron propicia la oportunidad para
-un discurso, la charanga y las bombas volvieron
-su punto de partida, al pie del cono truncado, obelisco
-de la plaza pblica; rasg el cielo blanqueado
-por la luz del alba, el humillo de dos bombas lanzada
-una tras otra y que estallaron all arriba, formando
-una aureola como de copos de nieve; el astro
-rey salt al oriente, al imperioso mandato dorando
-la cima de la pirmide y el techo de las casas,
-y en el aire tenue y fro vibraron las notas solemnes
-de la introduccin del Himno que ni los
-mismos asesinos de la banda de Castellone, que
-por chuscada se apellidaban s mismos <em>bandidos</em>,
-haciendo un juego de palabras no desprovisto de
-base slida, lograban echar perder para nuestra
-eterna sugestividad. Los pilluelos corran y gritaban,
-entretanto, alrededor del portero que se aprestaba
- disparar otra bomba (le faltaban cinco para
-la salva de veintin caonazos), y en las calles
-dormidas del pueblo slo cruzaba de vez en cuando,
-al trote de su caballo, y con el repique de los
-panes sacudidos dentro, el carrito negro de algn
-panadero, caza de puertas abiertas...</p>
-
-<p>Termin el himno, los msicos se fueron su
-casa, el pueblo entr lentamente en el movimiento
-habitual, esperando el medio da con su procesin
-infantil la municipalidad, sus <em>versadas</em> en el saln
-alfombrado exprofeso, sus cohetes, sus dulces,
-el vino de San Juan hecho por Crmine como las
-masas, con algn sucedneo del sebo&mdash;y el rompecabezas,
-y la corrida de sortija, y el palo jabonado,
-y quiz&mdash;si quisieran trabajar gratis en la plaza&mdash;<span class="pagenum"><a name="Page_190" id="Page_190">[Pg 190]</a></span>los
-volatines, que en aquella poca hacan las delicias
-de la poblacin en una gran carpa de lona.</p>
-
-<p>Un poco ms entrada la maana, los guitarreros,
-payadores de menor cuanta, salieron cada
-cual por su lado dar alboradas las personas de
-viso, las puertas de su casa, con la esperanza generalmente
-fallida de hacer buena cosecha de centavos
-para la maanita la chiquita, las copas
-de la tarde, y la farra de la noche.</p>
-
-<p>El viento pareca que cortaba; las gentes pasaban
-por la calle con las manos metidas en los bolsillos
-y la cabeza entre los hombros. Qu invierno
-aqul! Pero la baja temperatura no impidi que
-el negro Urquiza, payador mandadero segn las
-circunstancias, cantara la puerta del municipal
-Bermdez, acompaado con terribles rasgueos de
-guitarra.</p>
-
-
-<div class="poetry-container">
-<div class="poetry">
-<p>Qu bello da de primavera!<br />
-Qu panorama consolador!</p>
-</div>
-</div>
-
-<p>Se qued sin centavos, pesar de la ardiente
-fantasa que primaveraba el invierno y converta
-en panorama consolador al yermo aqul. Porque
-Pago Chico, pelado como la palma de la mano,
-ms que pueblo pareca paradero de caravanas en
-un arenal.</p>
-
-<p>Se almorz temprano y fuerte en aquel da, fro
-seco y radioso como una gema. Pero en las casas
-reinaba gran bullicio; los nios no podan estarse
-quietos y los padres les hormigueaban las piernas.
-Las nias mayorcitas no quisieron almorzar, ocupadas
-en la tarea homrica de disfrazar el vestido<span class="pagenum"><a name="Page_191" id="Page_191">[Pg 191]</a></span>
-del 25 de Mayo, obra que les haba absorbido toda
-la semana.</p>
-
-<p>Slo cuatro cinco (las de Tortorano, Bermdez,
-Luna, Gancedo,) estaban libres de ese trabajo,
-pero no de las zozobras que en todo corazn femenino
-provocan las inevitables tardanzas de la costurera.</p>
-
-<p>La prensa de la localidad haba salido de gala,
-en buen papel y con grabados. <cite>La Pampa</cite>, el diario
-popular, cuyo programa era la redencin de
-Pago Chico, presentaba una alegora de libertad,
-hecha por un litgrafo de ltimo orden, impresa
-en Buenos Aires sobre papel de oficio. Una gorda
-matrona con bonete puntiagudo y mplias ropas
-de hojalata, alzaba en el rollizo brazo un destrozado
-cadenn de buque, sostena en la diestra la histrica
-balanza de Bermdez&mdash;que en tiempo de los
-indios tuvo hilos para manejarla capricho y estafarlos
- gusto y bajo el pie colosal y descalzo para
-mayor vergenza, oprima una bestia apocalptica,
-erizadas de pas en el cogote, y de ojos casi
-ms grandes que la cabeza. En segundo trmino,
-artsticamente esfumados y en el aire, bailaban
-cuadrillas unos doce catorce muecos, que
-segn por el texto del diario se supo, quera representar
- los prceres de la patria.</p>
-
-<p>La alegora, (alegra pronunciaba Tortorano),
-llevaba esta leyenda.</p>
-
-<p class="p2 center">
-<span class="smcap">Y sus plantas rendido un len</span></p>
-
-<p>El Dr. Prez y Cueto, que se hallaba en la redaccin
-con Viera, Silvestre y otros, al ver el verso sa<span class="pagenum"><a name="Page_192" id="Page_192">[Pg 192]</a></span>c
-el lpiz, tach con rabia la palabra len, y
-puso debajo ratn.</p>
-
-<p>&mdash;Qu len, ni qu len!&mdash;exclam.&mdash;Cuando
-mucho habrn vencido un ratn!</p>
-
-<p>&mdash;No hable mal d'Espaa&mdash;le dijo con sorna
-Silvestre.&mdash;No es tan ratn, doctor!</p>
-
-<p>&mdash;Vaya Vd. al caramba!&mdash;grit Prez y Cueto,
-saliendo de all como una bomba para evitar un
-desagrado.</p>
-
-<p>Viera se limit lamentar que su alegora pudiera
-prestarse para interpretaciones belicosas
-hirientes. Ni se le habr pasado por la imaginacin
-que aquello pudiera suceder.</p>
-
-<p>Entre tanto <cite>El Justiciero</cite>, el organito de Luna,
-como le solan llamar, era todava ms patriota
-que <cite>La Pampa</cite>, pues publicaba tambin litografiado
- impreso en papel de oficio&mdash;un gran retrato
-del gobernador de la provincia, orlado de roble y
-laurel, modesta y conmovedora manera de honrar
-el da glorioso y quedar bien con el patrn al mismo
-tiempo.</p>
-
-<p>En estos prolegmenos y otros muchos que sera
-prolijo relatar, passe la maana entera y verdadera.</p>
-
-<p> las doce volvi orse por esas calles el aullido
-de la banda de Castellone, tocando una marcha
-que el maguestro (as se llamaba l mismo) haba
-raprodiado para aquella circunstancia solemne;
-rimbombaron en la desnuda plaza&mdash;tena eco,&mdash;los
-cohetes de don Mximo, muy estirado, enorgullecidsimo
-de sus altas funciones, y la gente fu
-introducindose por grupos en la iglesia, casa del<span class="pagenum"><a name="Page_193" id="Page_193">[Pg 193]</a></span>
-Seor y ms inmediata y exclusivamente, del cura
-Papagna.</p>
-
-<p>El cortejo oficial no tard en presentarse. Iban
- la cabeza don Domingo Luna, intendente municipal,
-vistiendo ancha levita negra de talle corto y
-mucho vuelo de faldones, y prehistrico sombrero
-de copa; don Pedro Machado, juez de paz, con indumentaria
-aproximada y oliendo alcanfor y pimienta,
-como el intendente; el doctor Carbonero,
-presidente de la Municipalidad, mejor puesto, con
-ms aire de gente, sin haber perdido del todo el ligero
-barniz de los aos de Colegio Nacional y los pocos
-de Facultad de Medicina (era mdico de guardia
-nacional, como practicante en la guerra del Paraguay);
- su lado quebrbase el comisario Barraba,
-de saco y botas altas bajo el pantaln, mirando
-todas partes con ojos de mando y desafo; el recaudador
-de la contribucin directa y el valuador,
-empleados provinciales, de jerarqua por consiguiente,
-iban detrs, y de dos, los municipales,
-acaudillados por Ferreiro y muy compinches
-con Bermdez; el comandante militar Revol, Fernndez,
-director de <cite>La Pampa</cite>, su escudero Ortega,
-el doctor Fillipini, Felipe Gmez, el tesorero
-municipal, todo el oficialismo, en fin, sin que faltara
-Benito, dragoneante de oficial de polica y revistando
-como agente... El cuerpo diplomtico
-sea los vice-cnsules Grandinetti, Petitjean y Snchez
-Gmez, segua muy enlevitado, muy grave,
-muy posesionado de su papel, infundiendo respeto
- los mismos pilletes que, cuando estaba cada
-uno de ellos tras del respectivo mostrador lo tra<span class="pagenum"><a name="Page_194" id="Page_194">[Pg 194]</a></span>taban
-tan la pata la llana como si se hubieran
-criu en el mismo potrero, deca Silvestre. Formaban
-la cola del cortejo los empleados municipales,
-inspectores, comisario de tablada, inspector
-del riego&mdash;gran potencia&mdash;recaudador del impuesto
-de naipes y tabaco, pero nadie, nadie que
-no ocupara un puesto pblico rentado no, salvo
-uno que otro concesionario contratista enredado
-con fruto en los negociones municipales.</p>
-
-<p>Tanto gritaba Viera en <cite>La Pampa</cite> que ya el
-pueblo comenzaba divorciarse y huir de las autoridades,
-pero no muy ostensiblemente, para no
-dar pie las represalias. La oposicin era placer
-no saboreado sino de corto tiempo atrs, y los pagochiquenses
-no saban an derechas, cmo se
-hace, por qu se organiza, qu caminos debe seguir,
-ni dnde conduce. Ya lo aprenderan su
-costa y quiz en su beneficio...</p>
-
-<p>Pues, como bamos diciendo, al rato llegaron
-procesionalmente los alumnos de las escuelas. Con
-las caritas moradas y las manos azules de fro, nios
-y nias, bajo la brisa cortante y el sol radioso,
-marchaban tambin de dos en dos, las rdenes
-de sus maestros que, soberbios y fastidiados, maldecan
-de la fiesta y sus incomodidades, pero se
-pavoneaban orgullosos de aquel mando vista y
-paciencia del pueblo entero. Los chiquilines avanzaban
-con resolucin, si no con marcialidad, luciendo
-en sus ojos la esperanza de los dulces municipales&mdash;infinitamente
-ms ricos que los caseros,&mdash;despus
-de los discursos y los versos aburridores
- interminables.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_195" id="Page_195">[Pg 195]</a></span></p>
-
-<p>El cura Papagna cant el Te Deum como hubiera
-podido roncar un De profundis. Imposible
-es decir cmo cupo tanta gente en la iglesita, simple
-galpn de dos aguas con una torre ancha y baja,
-como hecha con cuatro naipes, en una esquina.
-Muchos se quedaron la puerta, stos sencillamente
-porque no caban, aqullos porque no caban
-y tambin porque se hubiesen quedado aunque
-cupieran, para hacer pblica gala de despreocupacin
-religiosa. Cmo creer que un Papagna pudiera
-representar nadie, ni siquiera al gobierno
-de Andorra, por muy ministro que se dijera de la
-corte celestial?...</p>
-
-<p>Y entre tanto el bueno de Don Mximo, dale
-que le das las bombas cuya larga mecha encenda
-con un apestoso y hmedo cigarrillo negro,
-para agazaparse en seguida y echar correr casi
-en cuatro pies huyendo del mortero, mientras resonaba
-el primer estampido y la bomba ascenda recta,
-con ligersima espiral, para estallar all, muy
-arriba, sobre la seda celeste del firmamento irradiando
-pedacitos de papel que el sol converta en
-lentejuelas de oro...</p>
-
-<p>En tropel sali la gente de la iglesia y apresurada
-atraves la plaza para invadir los salones de
-la Municipalidad, en que ya esperaban los menos
-incautos, deseosos de no perder nada de la fiesta...
-Los nios de las escuelas salieron en fila como haban
-entrado, bajo las rdenes de sus maestros y
-medio entumidos por la larga espera de plantn.
-Llevaban sus banderas de seda&mdash;orgullosos y fatigados
-los porta estandarte&mdash;y si las nias vestan<span class="pagenum"><a name="Page_196" id="Page_196">[Pg 196]</a></span>
-de blanco y banda celeste, los nios ostentaban
-todos la patria divisa atada al brazo, como en primera
-comunin.</p>
-
-<p>Los salones se llenaron y la fiesta comenz,
-junto la larga mesa del refresco, que grandes y
-chicos miraban con ojos vidos.</p>
-
-<p>Pocas, muy pocas seoras, temerosas con razn,
-de los estrujones inevitables; pero no faltaban qu
-haban de faltar! las madres de los nios preparados
-para declamar pronunciar discursos alusivos,
-ni las dignas esposas de los ms dignos miembros
-del gobierno comunal, con la intendenta la cabeza.</p>
-
-<p>El inacabable cotorreo que llenaba el saln, fu
-apagndose poco poco, cada cual busc la manera
-de estar cmodo viendo mejor lo que iba
-ocurrir, y una voz infantil surgi de sobre el mar
-de cabezas como un grito subterrneo y prolongado.
-Deca versos.</p>
-
-<p>Nunca se ha sabido cmo poda el chiquillo
-manejar las manos entre los apretones de aquella
-multitud. El hecho es que&mdash;enseado por el maestro
-de primeras letras&mdash;se debata virilmente y lograba
-hacer con gesto rtmico y acompasado,
-ademanes de acrbata que enva besos al pblico,
-una vez con la derecha, otra con la izquierda, alternando
-sin equivocarse, mientras las notas de su
-voz, agudas como puntas de alfileres, clavaban palabras
-en los odos cercanos:</p>
-
-<div class="poetry-container">
-<div class="poetry">
-<p class="small1">
-Al cielo arrebataron nuestros gigantes padres<br />
-el blanco y el celeste de nuestro pabelln...</p>
-</div>
-</div>
-
-<p>Nadie oy ni entendi una palabra&mdash;salvo los<span class="pagenum"><a name="Page_197" id="Page_197">[Pg 197]</a></span>
-muy prximos&mdash;pero qu aplaudir aqul! Hubiera
-sido cosa de nunca acabar si una niita vestida
-de raso celeste con un gorro bermelln, no se
-abre paso para contar al pueblo soberano:</p>
-
-<p>&mdash;Hoy es el grande, el inmenso aniversario...</p>
-
-<p>Y como advirtiese que su movimiento instintivo
-no era el enseado por la maestra, interrumpise
-roja de vergenza y de temor, y con la voz hmeda
-de llanto, temblorosa y baja, repiti despus
-de corregir el ademn:</p>
-
-<p>&mdash;Hoy es el grande, el inmenso aniversario...</p>
-
-<p>Y medida que iba diciendo las frases triviales
-del dmine de aldea, como si comprendiera lo que
-haba debajo de aquel palabreo insulso, la intencin
-que ennobleca y agigantaba tanta vaciedad,
-la chiquilina iba acentuando sus palabras, su voz
-se robusteca, siempre montona y sin inflexiones,
-el rojo de la vergenza era substituido por el carmn
-del entusiasmo, brillaban sus lindos ojitos
-negros y cuando al final dijo:</p>
-
-<p>&mdash;Y juremos defender esta bandera!</p>
-
-<p>Muchos miraron instintivamente la que sostena
-un beb rubio y rosado como un Beb Jumeau,
-y por los circunstantes rod una ola de emocin
-rompiendo al fin en aplauso cerrado, sin que nadie
-parara mientes en que los diez aos una futura
-patricia no puede jurar sabiendas si ser
-no defensora de ensea alguna.</p>
-
-<p>Pero los pagochiquenses eran patriotas su
-modo y por sugestin, mientras no queman las
-papas, segn Silvestre.</p>
-
-<p>Terminados los aplausos, la niita con la cara<span class="pagenum"><a name="Page_198" id="Page_198">[Pg 198]</a></span>
-<em>colorada</em> como si fuese una flor de seibo, grit:&mdash;Viva
-la Rep...!</p>
-
-<p>No se oy ms, porque don Mximo haba credo
-oportuno el momento para regalar al pueblo
-con media docena de cohetes voladores, vanguardia
-de tres bombas de estruendo.</p>
-
-<p>Terminada esta parte de la fiesta, comenz el
-desfile de los nios por delante de la codiciada
-mesa. Con gracia encantadora, la intendenta, una
-mujerona gorda y flcida, daba cada uno su racin
-de dos pastelillos elsticos, que pesar de su
-heroica resistencia al diente, pasaban en un abrir
-y cerrar de ojos los infantiles estmagos. En otra
-jira dieron cada cual un vasito de orchata, y
-siempre en fila, militarmente, comandados por
-maestros y maestras, los nios se retiraron de la
-Municipalidad, dirigindose las escuelas, punto
-de reunin y de licenciamiento.</p>
-
-<p>Entre tanto, la oposicin, sin tomar parte activa
-en los festejos oficiales, no los haba obstaculizado
-ni criticado siquiera. Por el contrario, los cvicos
-padres de nios de nias, permitieron gustosos
-que concurrieran las escuelas, el Te Deum
-y hasta la Municipalidad. Un grupo se haba cotizado
-das antes para dar un asado con cuero en
-una chacra de los alrededores, y all hubo tras de
-mucho apetito, mucha alegra y muchsimos brindis
-patriticos, en los que, si se mezcl la poltica
-fu generalizando, lejos de toda alusin personal.
-Pero no se tome esto como raro signo de cultura,
-como inesperada manifestacin de una tolerancia
-que nadie senta, no. La fiesta patria era un her<span class="pagenum"><a name="Page_199" id="Page_199">[Pg 199]</a></span>moso
-pretexto para divertirse, y all haba ido todo
-el mundo pasar un buen rato, reir, cantar,
- bromear, pero no calentarse los cascos con el
-recuerdo de las diarias perreras y los continuos
-sofocones.&mdash;Estaban en el corro, devorando la sabrosa
-y blanca carne de la vaquillona, los prohombres
-de la oposicin, pues el festn criollo, el cielo
-claro, el sol tibio y rubio, el silencio ambiente, la
-paz regocijada de la naturaleza despertbales el
-apetito y el buen humor.</p>
-
-<p>El negro Urquiza haba hecho el asado de
-acuerdo con todas las reglas del arte, en una hoguera
-de lea fuerte y huesos; y los trozos de carne,
-bien punto, ms sabrosos para los catadores que
-el faisn trufado, salan del fuego como negros pedazos
-de carbn, rodeados de cscara realmente
-carbonizada, ganga protectora de aquel riqusimo tesoro
-culinario criollo, cuyo solo recuerdo hace
-agua la boca cualquier hijo del pas. El moreno
-haba estado la altura de sus antecedentes se
-dijo para felicitarlo, desde los primeros bocados.
-Luego, las congratulaciones y los plcemes fueron
-subiendo de punto, hasta acabar todos gritando:</p>
-
-<p>&mdash;Te has lucido, Urquiza!</p>
-
-<p>El negro que, como tantos otros, llevaba el
-apellido de la familia quien sirvieran sus padres
- sus abuelos, no tuvo otra cosa que contestar que
-un clamoroso:</p>
-
-<p>&mdash;Viva la patria!</p>
-
-<p>El almuerzo criollo haba terminado cuando
-comenz bajar el sol, y los comensales, unos
-caballo, otros en americana, algunos en tlbury,<span class="pagenum"><a name="Page_200" id="Page_200">[Pg 200]</a></span>
-comenzaron volverse las casas,&mdash;como decan
-indicando el pueblo,&mdash;despus de haber solemnizado
-con el estmago&mdash;como en la ms refinada
-civilizacin,&mdash;el magno aniversario de la declaracin
-de nuestra independencia.</p>
-
-<p>Pero volvamos los concurrentes de los salones
-municipales en el punto en que los dejamos,
-es decir la salida de los nios.</p>
-
-<p>Lleg, pues, el turno de las personas mayores,
-que asaltaron las bandejas de pastelillos y las botellas
-de vino, de cerveza, de licores, con un mpetu
-arrollador.</p>
-
-<p>En un momento qued el tendal de cadaveres,
-la mesa limpia de vituallas pero no de manchas,
-y los brindis comenzaron, inicindolos el vice-cnsul
-francs, M. Petitjean, quien pronunci las siguientes
-sentidsimas palabras:</p>
-
-<p>Seogas y seogues:</p>
-
-<p>Como rapresentant' de la Frns, yo levant' mi
-vas, pog brindag en esta fiest, paga las dias otoridades
-y dio pueblo de Pago Shic!</p>
-
-<p>Seogues:</p>
-
-<p>Viv' la Frns!</p>
-
-<p>Viv' la Republic' Aryantn!</p>
-
-<p>Brindaron en trminos anlogos Grandinetti,
-agente consular italiano, y Snchez Gmez, vice-cnsul
-espaol, el uno con pronunciado acento
-<em>zeneize</em>, el otro muy pulido, sin ms pero que alguna
-confusin de <em>g</em> con <em>j</em> y <em>o</em> con <em>u</em>, sabroso condimento
-regional de sus entusiastas palabras.</p>
-
-<p>Susurrbase que all en los comienzos de su
-carrera oratoria, nombrado maestro de primeras<span class="pagenum"><a name="Page_201" id="Page_201">[Pg 201]</a></span>
-letras, pronunci al hacerse cargo de la escuela,
-un memorable discurso:</p>
-
-<p>Venju&mdash;dicen que dijo&mdash; tratar del retrocesu
-de Paju Chicu, este pueblo que antes fu jobernadu
-por los indius y que hoy sije en manus de la
-misma familia.</p>
-
-<p>Pero esto deba ser calumnia levantada por los
-envidiosos de sus altas prendas ciceronianas, y lo
-hace sospechar as la insistencia con que Silvestre
-propalaba la especie, alterando segn las circunstancias
-el texto del discurso. Quiz no sea aventurado
-considerarlo apcrifo.</p>
-
-<p>Las autoridades no hablaron, porque entre ellas
-no haba lenguaraz alguno, as es que se di por
-terminada esa parte de la funcin, la concurrencia
-sali de la Municipalidad, y cada cual tom el
-rumbo que ms le convino: stos sus casas,
-aqullos los volatines, los de ms all la corrida
-de sortija, y los pilluelos al rompecabezas y el
-palo jabonado con premios.</p>
-
-<p>Aquel da fu como un comps de espera en la
-turbulencia pagochiquense, un da de fraternidad
-no muy efusiva, pero siquiera respetuosa y confundible
-con una comunin en un solo sentimiento...</p>
-
-<p>Ridculas las fiestas de Pago Chico... Pero caramba!
-ganas nos dan de poner aqu como cierre
-del captulo, la frase que Viera, contagiado con la
-elocuencia de Prez y Cueto, muy romntico, muy
-ao 10, murmur aquella noche al odo de su novia,
-mirando el cielo cuyo azul profundo daba una<span class="pagenum"><a name="Page_202" id="Page_202">[Pg 202]</a></span>
-sensacin de leve movimiento con el titilar de las
-estrellas:</p>
-
-<p>&mdash;Parece que las grandes alas de la patria se
-cernieran sobre nosotros y nos acariciaran desde
-all arriba.</p>
-
-<p>Pero no. No la pondremos. Est harto pasada
-de moda para que alguien la lea sin reirse. Como
-cierre del captulo se necesita otra cosa... otra cosa...
-Pero, si no se halla nada mejor, no lo cerraremos
-y en paz...</p>
-
-<hr class="r5" />
-
-
-<div class= "chapter">
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_203" id="Page_203">[Pg 203]</a></span></p>
-</div>
-
-
-
-<h2 class="no-break">POESA</h2>
-
-<p class="right" style="padding-right: 2em; margin-bottom: 2em; ">Poesa eres t!<br />
-<span style="padding-right: 1em; "><em>Bcquer</em></span></p>
-
-
-<p>La noche de verano haba cado esplndida sobre
-la pampa poblada de infinitos rumores, como
-mecida por un inacabable y dulce arrullo de amor
-que hiciese parpadear de voluptuosidad las estrellas
-y palpitar casi jadeante la tierra tendida bajo
-su hmeda caricia. La brisa, clida como una respiracin,
-se deslizaba entre las altas hierbas agostadas,
-fingiendo leves roces de seda, vagos susurros
-de besos. Las lucirnagas bailaban una nupcial
-danza de luces. El horizonte produca extraa impresin
-de claridad, aunque en derredor no pudiera
-discernirse un solo detalle, ni en los planos ms
-prximos. Era una noche de ensueo, de sas que
-tienen la virtud de infiltrarse hasta el alma, sobreexitar
-los sentidos, encender la imaginacin.</p>
-
-<p>Y los peones de la estancia, tendidos en el pas<span class="pagenum"><a name="Page_204" id="Page_204">[Pg 204]</a></span>to
-al amor de las estrellas, iluminados veces por
-una rfaga roja que relampagueaba de la cocina,
-fumaban y charlaban media voz, con palabra
-perezosa, inconscientemente subyugados por la
-majestad suprema de la noche.</p>
-
-<p>Una exhalacin que cruz la atmsfera, rayndola
-como un diamante que cortara un espejo negro,
-para desvanecerse luego en la tiniebla, fu el
-obligado punto de arranque de la conversacin.</p>
-
-<p>&mdash;De qu dijunto ser es'nima!&mdash;exclam el
-viejo don Marto, santigundose una vez pasado el
-primer sobrecojimiento.</p>
-
-<p>&mdash;Por la luz que tena, de juro que de algn
-ry!&mdash;contest medrosamente Jernimo.</p>
-
-<p>Don Marto rezong una risita:</p>
-
-<p>&mdash;De ande sacs!...&mdash;dijo.&mdash;Si aqu no hay
-rys dende el ao dies, cuando echamos al ltimo,
-qu'estaba en Uropa... despus de los ingleses...
-Ry! Aura todos somos rys... y no tenemos corona,
-si no somos hijos del patrn... Ser ms bien
-de algn inocente.</p>
-
-<p>Pancho, el aprendiz de payador, que andaba
-siempre vueltas con la guitarra y se esforzaba
-por descubrir el mgico secreto de Santos Vega,
-con el instinto del pjaro cantor que reclama la
-compaera, querida en secreto,&mdash;Pancho, que vi
-aparecer en la puerta de la cocina la delgada silueta
-de Petrona, destacndose en negro sobre el fondo
-rojizo y cambiante del fogn, agreg melanclico
-y penetrado:</p>
-
-<p>&mdash;Debe de ser! Las nimas de los angelitos son
-las ms lindas. Parecen de luz ms... ms calien<span class="pagenum"><a name="Page_205" id="Page_205">[Pg 205]</a></span>te.
-Por eso se baila en los velorios p'a festejarlas...
-sas no andan en pena ni se aparecen nunca...
-Cuando se muere una criatura se v'al cielo derechita,
-y hi se queda!...</p>
-
-<p>Petrona se haba acercado y, en la sombra ms
-espesa del alero, escuchaba, invadida tambin por
-el avasallador hechizo de la noche y por el encanto
-de la palabra del payador. Como la compaera
-todava indecisa del pjaro cantor, estaba suspensa
-de sus trinos, hipnotizada ya, pero sin tender las
-alas todava. Y Pancho continu:</p>
-
-<p>&mdash;Las de los malos son esas luces verdosas que
-andan rastriando por el suelo y que juyen en cuantito
-si acerca un cristiano. Pero sas son las de los
-dijuntos que todava tienen vergenza de lo qu'hicieron
-en vida: los que se disgraciaron por casualid,
-los que engaaron un amigo p'a salvarse...
-y tantos otros! Las que son malas de veras, las de
-los ladrones, los traidores y los cobardes... sas no
-tienen luz!</p>
-
-<p>Don Marto asinti:</p>
-
-<p>&mdash;S, sas son las que le tiran uno el poncho,
-de atrs, en las noches escuras, le mancan el
-mancarrn, le apedrean el rancho, le asustan
-l'hacienda y l'esparraman y l'hacen brava redepente.</p>
-
-<p>Juan, el resero nuevo, interpel su antecesor
-y maestro, aquel fumador que se fumaba hasta la
-yema de los dedos, achacoso ya y siempre dolorido:</p>
-
-<p>&mdash;Y ust qu dice, don Braulio?</p>
-
-<p>&mdash;Yo? Y qu'h'e decir? Que aqu estoy como peludo'e
-<span class="pagenum"><a name="Page_206" id="Page_206">[Pg 206]</a></span>
-regalo, patas p'arriba, esperando l'hora de
-ser nima tamin!</p>
-
-<p>&mdash;Qu don Braulio ste! No hay con qu darle!
-Siempre con sus dolamas y pita que te pita!</p>
-
-<p>&mdash;Y qu'h'e hacer ni en qu m'h'e divertir,
-mi ed y con mis achaques... Juntamente andaba
-pensando si lo dejarn pitar uno despus que
-cante p'al carnero...</p>
-
-<p>Una risita de Pancho, y su contestacin:</p>
-
-<p>&mdash;Ya lo creo, don Braulio! Que no est viendo
-esa porretada'e jueguitos que s'encienden y si
-apagan en el campo?... sos son los cigarros de las
-nimas, que vuelan y revuelan como las gaviotas
- los teros, dando geltas y fumando...</p>
-
-<p>&mdash;No digas!&mdash;exclam entre incrdulo y admirado
-su vecino.</p>
-
-<p>&mdash;Si son <em>linternas</em>!&mdash;explic don Marto, magistral.</p>
-
-<p>&mdash;Lucirnegas querr decir, don...&mdash;sigui
-Pancho, impertrrito.&mdash;Parecen bichitos, es verda;
-pero son los cigarros de las nimas pitadoras.</p>
-
-<p>&mdash;Callte! Y entonces, en invierno, por qu
-no pitan?</p>
-
-<p>&mdash;S, pitan... Pero tienen fro y s'encierran en
-las casas pitar al lau del jogn!...</p>
-
-<p>&mdash;Vaya un cigarro! Si no quema el juego!...</p>
-
-<p>&mdash;Los dijuntos son fros! Estara geno que
-tuvieran juego caliente! Quema el otro, acaso, el
-de las nimas en pena?...</p>
-
-<p>Hubo una pausa.</p>
-
-<p>Entre amedrentado y risueo, don Braulio
-agreg en seguida:</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_207" id="Page_207">[Pg 207]</a></span></p>
-
-<p>&mdash;Lindo no ms! Entonces, los dijuntos se
-entretienen?</p>
-
-<p>&mdash;Y qu han di hacer!... Tienen tanto tiempo
-desocupau! Ellos quisieran hacer lo mesmo que
-cuand'eran vivos, y correr, y boliar, y enlazar...
-Pero veces no pueden porque tienen los gesos
-en la tierra... Pero saben venirse, p'a un si acaso...
-Vamos ver! que ninguno dice por qu sabe
-hacer tanto fro p'al veinticinco'e mayo y p'al nueve
-de julio?</p>
-
-<p>&mdash;No mi hago cargo,&mdash;murmur don Marto.</p>
-
-<p>&mdash;Yo no s&mdash;confes otro.</p>
-
-<p>&mdash;No caigo en cuenta,&mdash;declar don Braulio.</p>
-
-<p>Pancho, triunfante, explic:</p>
-
-<p>&mdash;Porque p'a las fiestas se vienen tuitos los que
-peliaron por la patria, sin que falten ni los mesmos
-muertos en los Andes, que son unas montaas
-altas as, de purito yelo!... Y como son tantos...
-Por eso, en cuantito tocan l'Hino Nacional, es un
-fro que da calor y que le corre uno por el lomo.</p>
-
-<p>&mdash;Ah, balaquiador lindo!&mdash;grit don Marto,
-no sin admiracin reprimida.</p>
-
-<p>Y luego; con cierto matiz respetuoso, alentador
-como un premio en labios de tal paisano, agreg:</p>
-
-<p>&mdash;Y, diga, don... qu se hace l'nima de las
-mozas, cuando se mueren todava tiernecitas?</p>
-
-<p>La rplica inmediata de Pancho:</p>
-
-<p>&mdash;Qu viejo, este don Marto!... Y no ha visto,
-un si acaso, los macachines, como di oro, florecer
-qu'es un gusto por el campo, y todos con una frutita
-enterrada, igualita un corazn, y como azcar...</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_208" id="Page_208">[Pg 208]</a></span></p>
-
-<p>&mdash;Agarrte!... Y las viejas?</p>
-
-<p>&mdash;Gevos de gallo, que se prienden en los cercos
- se agarran las barrancas. Y cuanti ms genas
-jueron en vida el gevo es ms grande y ms
-sabroso, y cuando han tenido hijos y los han querido...
-ms todava!...</p>
-
-<p>Por su irritabilidad de enfermo, don Braulio
-se le ocurri lanzarle un sarcasmo disimulado, slo
-manifiesto por el tonito arrastrado y cantor:</p>
-
-<p>&mdash;Y los payadores, decme...</p>
-
-<p>Pancho contrajo con esfuerzo los msculos de
-la cara, sinti en la garganta una especie de nudo,
-pero logr contestar, como si alguien le dictara las
-palabras:</p>
-
-
-<div class="poetry-container">
-<div class="poetry">
-<p>&mdash;Los payadores de ly,<br />
-los payadores de veras,<br />
-no mueren nunca, paisano,<br />
-ni son nimas en pena...<br />
-siguen cantando noms,<br />
-lo mesmo que Santos Vega!...</p>
-</div>
-</div>
-
-<p>Eran versos, inconscientemente medidos, y
-los lanz con ritmo marcado y sentimental.
-los otros les llegaron al alma. Hubo un silencio
-prolongado y lleno de sensaciones... Luego,
-uno uno, fueron desgranndose los paisanos,
-saturados por la poesa total de la noche. El
-ltimo que se levant para ir al galpn en que tena
-la cama, enervado por su mismo desgaste cerebral,
-fu Pancho.</p>
-
-<p>Y al pasar junto la puerta, ya tenebrosa, de la
-cocina, en medio de la envolvente y acariciadora<span class="pagenum"><a name="Page_209" id="Page_209">[Pg 209]</a></span>
-sombra, sinti de pronto un hlito ms intenso,
-ms tibio, ms hmedo que el de la noche, y una
-vocecita que murmuraba junto su odo:</p>
-
-<p>&mdash;Pancho! Quin te ensea esas cosas tan lindas?</p>
-
-<p>Y l, azorado un instante, trmulo y atrevido
-luego, como un hroe que es todava un recluta,
-abraz con mpetu Petrona y</p>
-
-<p>&mdash;Vos!&mdash;le bes en la boca.</p>
-
-<hr class="r5" />
-
-
-<div class= "chapter">
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_210" id="Page_210">[Pg 210]</a><br /><a name="Page_211" id="Page_211">[Pg 211]</a></span></p>
-</div>
-
-
-
-<h2 class="no-break">SITIADO POR HAMBRE</h2>
-
-
-<p>&mdash;Hay que sitiarlo por hambre!&mdash;haba exclamado
-Ferreiro aludiendo Viera, en vista del psimo
-efecto producido por las medidas de rigor,
-como pudo verse en Libertad de imprenta.</p>
-
-<p>El plan era fcil de desarrollar y estaba medias
-realizado por el oficialismo pagochiquense en
-masa, que ni compraba <cite>La Pampa</cite>, ni anunciaba
-en ella, ni encargaba trabajos tipogrficos en la
-imprenta cvica. No haba ms que seguir apretando
-el torniquete y aumentar el ya crecido nmero
-de los confabulados contra el periodista. De la tarea
-se encargaron cuantos pagochiquenses estaban
-en candelero, dirigidos por el escribano que les
-hizo emprender una campaa individual activsima,
-no de abierta hostilidad, pues eso no hubiera
-sido diplomtico, sino de empeosa proteccin
- <cite>El Justiciero</cite>.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_212" id="Page_212">[Pg 212]</a></span></p>
-
-<p>En los pueblos pequeos, como el Pago, los
-suscriptores de los peridicos son necesariamente
-escasos y ms escasos an los anunciadores, porque
- qu santo salir diciendo que en el almacn
-tal en la tienda cual, se venden stos los otros
-artculos, cuando todos tienen las mismsimas cosas,
-ni que la casa de Fulano de Mengano est en
-la calle tal nmero tantos, cuando, hasta los perros
-la conocen y le han puesto su marca muchas veces?
-Si se publica un aviso en un diario es slo como
-acto de magnanimidad y para favorecerlo ostensiblemente,
-no por otro motivo propsito,&mdash;y
-ms barato resulta no anunciar. Volviendo los
-suscriptores, muchsimos no pagan, unos por ser
-muy amigos del propietario, otros por no serlo bastante,&mdash;de
-manera que no hay cosa tan precaria
-como la vida de una publicacin de aldea, villa
-presunta ciudad, salvo cuando es afecta los gobernantes,
-quienes la subvencionan, le dan edictos,
-licitaciones, etc., hacen subscribirse sus allegados,
-subalternos, favorecidos postulantes, y le crean
-as una especie de ambiente alimenticio artificial.
-El periodista de la situacin es un parsito insaciable,
-porque nada, ni la sarna misma, come tanto
-como una imprenta. Y cuanto ms tiene el diario
-oficialista, menos alcanza el diario opositor,
-puesto que el comercio no seala la rclame sino
-una partida tan exigua como la destinada limosnas&mdash;es
-decir, nada en absoluto nada relativamente&mdash;y
-los fondos no alcanzan para dividirlos
-en dos. Mientras uno mama, el otro llora.</p>
-
-<p>De la parte de su capitalito que Viera destin<span class="pagenum"><a name="Page_213" id="Page_213">[Pg 213]</a></span>
-al sostenimiento de <cite>La Pampa</cite> despus de invertir
-la mitad en la imprenta, apenas le quedaban unos
-pocos centenares de pesos enterrados en un solar
-de los suburbios que, en vez de subir se haba depreciado
-desde que lo compr. Esto mismo era ms
-nominal que positivo, pues como el diario, bamboleante
-en un principio, se sostena duras penas,
-los proveedores bonaerenses de papel, tinta,
-tipos y dems, tenan en cartera documentos plazo
-fijo por un total bastante ms crecido que el
-valor del terreno. Para <cite>La Pampa</cite>, ms celosa que
-la misma balanza de precisin de Silvestre, la que
-segn l meda hasta el peso de las palabras, cualquier
-carga desfavorable poda determinar la ruina
-y el cierre ignominioso por falta de elementos.</p>
-
-<p>Ahora bien, la campaa organizada por Ferreiro
-se llev cabo con xito visible. Todos los
-amigos convirtironse en elocuentes propagandistas
-y comisionistas de <cite>El Justiciero</cite>, buscando avisos
-y subscripciones que muchos no les negaban
-por no incurrir en las iras celestiales. Pero, segn
-lo ya dicho y como que el hilo se corta por lo ms
-delgado, squese la consecuencia, como la sacaban
-prctica, aritmtica y monetariamente Viera y su
-administrador, no sin graves temores para un futuro
-inmediato.</p>
-
-<p>&mdash;Por qu no se subscribe al <cite>Justiciero</cite>? Por
-qu no pone su avisito en <cite>El Justiciero</cite>?&mdash;era la
-frase intercalada de pronto y sin andarse con muchos
-rodeos en la conversacin por los secuaces
-del escribano.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_214" id="Page_214">[Pg 214]</a></span></p>
-
-<p>&mdash;Porque ya estoy suscrito <cite>La Pampa</cite> y tengo
-all mi aviso.</p>
-
-<p>&mdash;Pngalo tambin en <cite>El Justiciero</cite>, porque
-<em>hay</em> inters en ayudarlo, y para un comerciante
-que vive de todo el mundo, como Vd., no conviene
-estar bien con unos y peor con <em>otros</em> que valen
-ms.</p>
-
-<p>El comerciante trataba, veces, de no dar su
-brazo torcer, siguiendo con el aviso en <cite>La
-Pampa</cite>.</p>
-
-<p>&mdash;Es que mire, don... El negocio no da p'a tantas
-misas, y gatas si puedo pagar un solo aviso,
-que ni necesito siquiera.</p>
-
-<p>&mdash;Bueno,&mdash;replicaba el comisionista de ocasin,&mdash;en
-ese caso, para no quedar ni bien ni mal con
-nadie, saque el aviso que tiene y no se haga tomar
-entre ojos.</p>
-
-<p>Por pocas concomitancias que el catequizado
-tuviera con el poder forzosamente ceda, si no
-la elocuencia de estas palabras, las amenazas que
-senta rezongar bajo ellas, y daba el aviso <cite>El
-Justiciero</cite> quitndoselo <cite>La Pampa</cite>, se lo quitaba
- sta para no darselo nadie. Lo mismo punto
-menos ocurra con las subscripciones...</p>
-
-<p>El derrumbamiento del diario oficial se precipitaba
-estruendosamente sin que Viera atinase con
-el remedio. El administrador slo supo aconsejarle
-uno peor que la enfermedad: rebajar las tarifas.
-Puesto en prctica, observse que no entraba un
-solo anuncio nuevo,&mdash;como es natural, dado el
-carcter de los anunciantes,&mdash;mientras seguan retirndose
-los viejos...</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_215" id="Page_215">[Pg 215]</a></span></p>
-
-<p>Viera, que haba fijado ya la fecha de sus bodas,
-crey prudente postergarlas hasta ver ms
-claro en su situacin, harto borrascosa para embarcarse
-en el matrimonio; hizo todas las posibles
-economas, redujo el personal de la imprenta y
-trat de prepararse para hacer frente al prximo
-vencimiento de uno de sus pagars... Ay! si bien
-las pginas de anuncios de <cite>La Pampa</cite> podan llenarse
-bien mal con los borrones de los antiguos
-cliss de especficos, la caja de la administracin
-no se llenaba con artificio alguno. Al borde del
-abismo, acudi solicitando un prstamo la sucursal
-del Banco de la Provincia, aunque considerara
-el paso intil y hasta ridculo, pues los consejeros
-eran Ferreiro y comparsa, precisamente
-los que estaban sitindolo por hambre. No se le
-di ni siquiera un no redondo; eso nunca!; al pie
-de su solicitud, y con la firma del gerente, ley
-pocos das ms tarde esta corts pero mortal negativa:
-Otra oportunidad.</p>
-
-<p>An no haba hecho confidencias nadie, limitndose
- refunfuar que el diario no iba tan
-bien como quisiera; pero ya necesitaba por lo menos
-el precario consuelo de desahogarse con algn
-amigo, instintivamente, sin la esperanza ms remota
-de que nadie le echase una cuarta para sacarlo
-del cangrejal en que se hunda.</p>
-
-<p>El comit cvico no haba hecho ni poda hacer
-nada en su favor, porque tambin se hallaba
-desastrosamente arruinado, y ni en el terreno de la
-hiptesis era caso de pensar en desnudar un
-santo desnudo para vestir otro no ms abrigado<span class="pagenum"><a name="Page_216" id="Page_216">[Pg 216]</a></span>
-por cierto. Como aquel pesar y aquel temor de la
-catstrofe prxima no dejaban en su cerebro clula
-capaz de una iniciativa, ni siquiera eligi su
-confidente, sino que, en el momento psicolgico
-de la expansin, abrise al doctor Prez y Cueto
-que acababa de llegar por casualidad la imprenta,
-y que le escuch con tristeza y ratos con indignacin,
-mientras le reconstrua, tal como la haba
-olfateado y comprendido, la trama abominable
-contra l urdida por Ferreiro, Luna, Machado,
-Barraba, Carbonero y tutti quanti.</p>
-
-<p>&mdash;Mandrias! Canalla soez! Inmunda estirpe!...&mdash;exclamaba
-de tiempo en tiempo el doctor, interrumpiendo
- Viera.</p>
-
-<p>Y luego, cuando el otro le enumerara sus apuros
-y dificultades, lo volva interrumpir:</p>
-
-<p>&mdash;Caramba, caramba, caramba!</p>
-
-<p>Por fin Viera call, muy conmovido, y no porque
-se le hubiera agotado el tema, sino porque la
-fatiga le exiga reposo. El doctor Prez y Cueto
-psose en pie, pase la sala de arriba abajo con
-las manos atrs y la cabeza sobre el pecho, profundamente
-meditabundo. Luego, irguindose,
-arrib una conclusin:</p>
-
-<p>&mdash;Hay que arreglar eso!&mdash;dijo.</p>
-
-<p>Y despus de una pausa, como para que se le
-escuchara con religiosa atencin, repiti sentenciosamente:</p>
-
-<p>&mdash;Hay que arreglar eso!</p>
-
-<p>Nueva pausa. Viera, por ltimo, resolvi acortar
-el entreacto:</p>
-
-<p>&mdash;Y cmo?&mdash;pregunt su grande amigo.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_217" id="Page_217">[Pg 217]</a></span></p>
-
-<p>&mdash;Hay que arreglar eso! Ya lo tengo pensado!
-Ahora mismo acaba de ocurrrseme. No es posible
-que esos espreos ciudadanos, esos advenedizos
-despreciables que han llegado al poder arrastrndose
-por el lodo como los reptiles, sigan sojuzgando
- este desdichado pueblo y vejando la
-gente de pro. todos nos toca mantener bien alto
-la bandera enarbolada por <cite>La Pampa</cite>, y todos sabremos
-cumplir nuestro deber! Tenga Vd. confianza,
-Viera, tranquilcese! Retemple el corazn
-para seguir luchando como bueno!</p>
-
-<p>Estaba tan agitado y conmovido cual si acabase
-de hablar ante cien doscientos pagochiquenses,
-en algn meeting trascendental; y fe que su auditorio,
-arrebatado por aquella elocuencia, enternecido
-por aquella grandeza de alma, se dej contagiar
-por su entusiasmo hasta las lgrimas. S.
-Viera lloraba cuando estrech la mano de su altisonante
-amigo. Y cualquiera de nosotros hubiese
-hecho lo mismo en su lugar, porque ensnchese
-Pago Chico hasta convertirlo en gran nacin,
-agrndese tambin proporcionalmente el motivo y
-las consecuencias del acto y no resultan entonces
-el mdico y el periodista dos hroes tan grandes
-como los que hayan sacrificado ms por la patria y
-la humanidad? Todo es cuestin de relatividades,
-de apreciaciones, de teatro, de circunstancias. El
-hecho en s era noble y generoso: pngase en parangn
-con la entrevista de Guayaquil y resultar
-trivial; comprese con el egosmo reinante en la
-actualidad, y ya veris cmo se agiganta...</p>
-
-<p>&mdash;Con cunto se remedia?&mdash;pregunt el doctor<span class="pagenum"><a name="Page_218" id="Page_218">[Pg 218]</a></span>
-Prez y Cueto, volviendo la prosa de la vida, pero
-sin empequeecer por eso su accin, como aquellas
-homricas deidades que podan comer, batallar,
-amar, hacer tonteras, lo humano, sin perder por
-eso su divino carcter.</p>
-
-<p>Viera se lo dijo.</p>
-
-<p>&mdash;Bien. Yo no puedo prestarle toda esa suma,
-ni aqu ha de tratarse de un prstamo. No. Pago
-Chico est en deuda con Vd., Pago Chico est en
-deuda con <cite>La Pampa</cite>, su nico defensor, su postrer
-baluarte, y es preciso que se conduzca como
-un pueblo digno de tal nombre. Inicio, pues, una
-suscripcin popular contribuyendo con doscientos
-pesos, y encabezando la primera lista que me encargo
-de llenar. No faltarn hombres de buena voluntad
-que colaboren en la tarea y se hagan cargo
-de otras listas. En un par de das tendr Vd. el doble
-de lo urgentemente necesario, y <cite>La Pampa</cite> volver
- navegar viento en popa.</p>
-
-<p>Y, en efecto, pocos das despus, el doctor Prez
-y Cueto entraba triunfante en la redaccin de
-<cite>La Pampa</cite>, gritando voz en cuello:</p>
-
-<p>&mdash;An hay pueblo en Pago Chico! An hay
-pueblo en Pago Chico!</p>
-
-<p>Se haba reunido una suma importante para
-aquel centro y aquella poca, y centenares de vecinos
-subscribieron con entusiasmo segn sus fuerzas,
-los unos igualando la suma ofrecida por el doctor,
-los otros contribuyendo hasta con veinte centavos
-ahorrados del modestsimo puchero. Si
-Washington hubiese podido presenciar aquel movimiento,
-hubiera pensado que aqulla era tela de<span class="pagenum"><a name="Page_219" id="Page_219">[Pg 219]</a></span>
-ciudadanos, y que con elementos capaces de acto
-tan sencillo en apariencia, es como se organizan
-grandes naciones. Desgraciadamente Washington
-haba muerto haca muchos aos, y aunque viviera
-no tendra probabilidad de conocer el nombre de
-Pago Chico, y mucho menos su batracomiomaquia...</p>
-
-<p>Todas las listas cerradas y puestas en manos del
-administrador de <cite>La Pampa</cite> resultaron conformes
-con las sumas entregadas sucesivamente en efectivo.
-Todas... es decir... Y aqu la pluma se emperra
-como patria empacado, para el que no valen ni
-las nazarenas, ni la lonja, ni el talero mismo. No
-hay quin la saque. Sera ms capaz de bolearse
-que de dar un solo paso... Pero ello es preciso, sin
-embargo, y justamente nos facilita el relato el hecho
-inevitable de que resultar inverosmil, de la
-ms absoluta inverosimilitud. Si no fuera inverosmil,
-no lo contaramos. Gracias que lo es, siempre
-quedar el suceso envuelto en una niebla de
-vaga desconfianza, como una cuasi mentira que
-debiera ser mentira sin cuasi en cualquier mundo
- lo Pangloss...</p>
-
-<p>Pues es el caso que falt una lista. No. La lista
-no falt. Lo que falt fu el dinero. Imposible armonizar
-nunca las cifras del total con el cero de
-la entrega... He aqu los hechos:</p>
-
-<p>La tarde del da en que se cerraba la suscripcin,
-Silvestre entr contentsimo en la imprenta,
-donde Viera estaba casualmente solo.</p>
-
-<p>&mdash;Viera, hermano Viera!&mdash;exclam el insigne
-boticario.&mdash;Te he juntado ms de seiscientos pesos:<span class="pagenum"><a name="Page_220" id="Page_220">[Pg 220]</a></span>
-todos me han pagado. Ah los tengo en casa; y si
-los quers te los traigo ura mismo.</p>
-
-<p>&mdash;No hay apuro.</p>
-
-<p>&mdash;Aqu tens la lista. Guardala, porque no queda
-nadie que agregar, y he hecho la suma. Qu
-manifestacin, hermano! Esto s que es honroso.
-Ya no se trata de puro jarabe de pico, y cuando la
-gente se presta aflojar la mosca, por algo ha 'e
-ser. Tocarle el bolsillo es como andarle por las verijas
- un animal cosquilloso. As que, si quers,
-pods engrirte de lo que han hecho con vos.</p>
-
-<p>&mdash;S, hermano&mdash;replic Viera&mdash;me siento verdaderamente
-conmovido, y si no fuera por eso llegara
- ponerme orgulloso. sas son cosas de que
-no me podr olvidar en la vida, y que no andar
-propalando, si no que las guardar exclusivamente
-para m, como una gloria ntima y tambin como
-una obligacin inquebrantable de mantenerme
-tal cual soy, de seguir sin extravos la norma que
-me he trazado!...</p>
-
-<p>Hablaba sinceramente, y es muy posible que
-hoy, recordando aquellos momentos, repitiera
-esas mismas palabras con igual conviccin.</p>
-
-<p>Silvestre le miraba. Al rato le pregunt:</p>
-
-<p>&mdash;Pero, decme, La suscricin te alcanza para
-sacarte completamente del pantano, no?</p>
-
-<p>&mdash;Es una ayuda muy grande.</p>
-
-<p>&mdash;Eso ya s. Pero ahora te ves ya completamente
-libre de compromisos?</p>
-
-<p>&mdash;Por el momento s.</p>
-
-<p>&mdash;Ah, por el momento, bien deca yo! Unos
-cuantos meses, no es verda? Porque si el diario no<span class="pagenum"><a name="Page_221" id="Page_221">[Pg 221]</a></span>
-se sostiene, ni menos da ganancias, en cuanto se
-gasten esos nales volvs enterrarte hasta el encuentro
-en el tembladeral, no?</p>
-
-<p>&mdash;Desgraciadamente.</p>
-
-<p>&mdash;Natural. Lo que necesits es muchos suscritores,
-muchos avisos, para pagar todo el mundo
-y vivir sin arretrancas!; , de no, mucha plata para
-que el diario no se vaya al bombo en algunos
-aos, y venga ms poblacin y entonces se pueda
-sostener.&mdash;Porque supongo que, aunque los nuestros
-suban no sos de los que se han de prender
-la ubre...</p>
-
-<p>&mdash;Tens razn, tens razn en todo Silvestre...</p>
-
-<p>&mdash;Bueno... entonces, esper... dejme m... Yo
-s lo que hago, y has de ver cmo todo viene como
-anillo al dedo. Tengo una combinacin... Ya
-vers ya vers...</p>
-
-<p>Y se levant en actitud de marcharse.</p>
-
-<p>&mdash;Qu penss hacer?</p>
-
-<p>&mdash;No te quiero decir... Luego... Maana.</p>
-
-<p>Y se fu.</p>
-
-<p>Tan optimista estaba Viera, que la ms pequea
-simiente de ilusin de esperanza cada en su
-cerebro, luego se fecundaba, germinaba, brotaba,
-creca, echaba hojas, ramas, flores, frutos, como
-si estuviera en manos del ms hbil de los faquires
-indios. Las vagas palabras de Silvestre lo enajenaron,
-entregndolo una especie de pasajera
-megalomana: era evidente para l que su amigo
-pensaba convocar de nuevo al vecindario patriota
-para exponerle minuciosa y exactamente la situacin,
-comunicarle sus ideas y propsitos, y exigir<span class="pagenum"><a name="Page_222" id="Page_222">[Pg 222]</a></span>
-de l un esfuerzo ms mplio y ms continuado
-que aquella gran cinchada, demostrando que con
-menos sacrificio se arribara mucho mayor efecto
-si no se aguardaba cada vez, para echarle una
-manito, que el carro estuviera encajado hasta la
-maza. Ms suscripciones, avisos mejor pagados,
-con qu equilibrar las entradas y las salidas; l no
-peda ms, ni lujo ni holgura siquiera, para seguir
-diciendo verdades y defendiendo al pueblo...</p>
-
-<p>Fu ver la novia para contagiarle su fiebre
-de ensueos, para transmitirle el inmenso jbilo
-con que tantas manifestaciones de aprecio&mdash;gloriosas
-deca l&mdash;embriagaban su juventud, para hablar
-tambin de las bodas, que podran acelerarse,
-sin tener ya enfrente el fantasma de la miseria...
-Despus, vuelto su casa, aquella noche se durmi
-sonriendo sus nuevos y quebradizos juguetes.</p>
-
-<p>Cuando, medio da, entr en la imprenta Silvestre,
-su revuelto cabello, los ojos huraos, los
-labios resecos y plegados en una mueca amarga y
-nerviosa, revelaban un hondo sufrimiento, una
-grande angustia. Viera lo mir sorprendido.</p>
-
-<p>&mdash;Qu tens?&mdash;exclam.</p>
-
-<p>Silvestre, sin contestar, sac el revlver, presentlo
-por el cabo al periodista y</p>
-
-<p>&mdash;Tom, matme!&mdash;murmur con voz reconcentrada.</p>
-
-<p>&mdash;Qu tens? ests loco?</p>
-
-<p>&mdash;Tom, matme, te digo! Soy un canalla y
-un flojo, porque ya me deba haber hecho saltar la
-tapa de los sesos! Tom, matme por favor!</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_223" id="Page_223">[Pg 223]</a></span></p>
-
-<p>Viera le quit el revlver. Acababa de comprenderlo
-todo, lo de la combinacin, las reticencias,
-la loca esperanza... Silvestre se haba dejado
-arrastrar por su aficin al juego, creyendo sinceramente
-que obedeca al propsito de salvar para
-siempre su amigo. La noche antes, en casa del
-Rengo, lo haban dejado ms pelado que laucha
-recin parida. La suscripcin no era ya sino una
-cantidad negativa, aumentada con una deuda exigible
-dentro de las veinticuatro horas, una deuda
-de honor.</p>
-
-<p>El periodista guard el revlver en un cajn
-del escritorio, y aunque sintiera el corazn oprimido
-hasta el dolor, pudo sonreirse y decir filosficamente:</p>
-
-<p>&mdash;Pedazo de sonso! Si hubieras venido con las
-manos llenas de plata no traeras el revlver, aunque
-la intencin sea la misma... Slo que... hay
-que desconfiarles mucho esas intenciones... Perdiste?
-Bueno; no hablemos ms! Ya sabs que hiciste
-mal en jugar, y... basta!</p>
-
-<p>Silvestre lo miraba boquiabierto, alelado, con
-una sorpresa indecible.</p>
-
-<p>&mdash;Conque sabas?&mdash;acert balbucir.&mdash;Y me
-perdons, hermano, todo el mal que t'hecho!...</p>
-
-<p>Y reaccionando de pronto, rompi llorar con
-grandes sollozos convulsivos, sentado, sepultada la
-cabeza entre las manos, sobre las rodillas trmulas.</p>
-
-<p>...Una semana despus no se acordaba ya de
-aquella crisis espantosa, tranquilizado por el silencio
-de Viera. Pero debemos confesar en honor suyo,<span class="pagenum"><a name="Page_224" id="Page_224">[Pg 224]</a></span>
-que perdon su amigo el haberlo perdonado de su
-falta, y esto aboga por l, porque es excepcional.
-Viera di por recibida la suma con grave peligro
-de su reputacin, pues la falla prolong y di incremento
- sus apuros.</p>
-
-<p>&mdash;Dnde tira la plata ese loco?&mdash;se preguntaban
-hacindose cruces los que vean de cerca al
-periodista siempre metido en su intolerable atolladero.</p>
-
-<p>Pero como Silvestre no se apresuraba explicarlo
-ni Viera haba de hacerlo...</p>
-
-<hr class="r65" />
-
-<p>El lector querr saber cmo justificamos la visible
-contradiccin que se nota leyendo esta crnica,
-primero en las dos opuestas actitudes del pueblo
-pagochiquense, y despus en los actos de Silvestre,
-censor implacable de lo malo y luego capaz
-de todo, hasta de un abuso de confianza. Pues
-muy sencillamente: no la justificamos porque no
-necesita justificacin. Si la necesitara, diramos en
-cuanto lo primero que se trata de esos distintos
-estados de alma, del alma popular, que permiten y
-aun crean las fluctuaciones de opinin y accin
-observables que toda colectividad, y en cuanto
-lo seguido que Silvestre, culpable, segua siendo
-puro como lo crea Viera, pues si antes se dijo que
-el ms justo peca siete veces, hoy puede afirmarse
-que el ms sensato lleva un loco adentro.</p>
-
-<p>Slo que Silvestre (aqu inter nos) no era el
-ms sensato...</p>
-
-<hr class="r5" />
-
-
-<div class= "chapter">
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_225" id="Page_225">[Pg 225]</a></span></p>
-</div>
-
-
-
-<h2 class="no-break">EL DIABLO EN PAGO CHICO</h2>
-
-
-<p>Viacaba, aquel paisano tosco, bueno y trabajador
-que tantos han conocido, tena en ese tiempo
-su rancho algunas leguas de Pago Chico, sobre
-el remanso de un pequeo arroyo que, despus de
-reflejar la barranca, perpendicular y desnuda de
-vegetacin, los sauces desmedrados que se balanceaban
-sobre ella y el corral de la escasa puntita
-de ovejas, segua su curso casi en ngulo recto sobre
-su antigua direccin, iba lento, pobre y turbio,
- echarse en el indigente caudal del Ro Chico,
-que en realidad nunca lleg ro ni aun con aquel
-refuerzo, sino en poca de grandes crecidas inundaciones.
-Viacaba viva all, desde muchos aos,
-con su mujer Panchita, sus dos hijos Pancho y
-Joaqun, hombres ya, su hija Isabel, morenita
-feucha pero inteligente y un par de peones, Serapio
-y Matilde, que, ayudados por el viejo y los dos<span class="pagenum"><a name="Page_226" id="Page_226">[Pg 226]</a></span>
-mozos, bastaban y sobraban para los quehaceres
-habituales de la estanzuela.</p>
-
-<p>Estos quehaceres estaban lejos de ser abrumadores,
-aunque Viacaba poseyese buen nmero de
-vacas y de yeguas, y unos pocos centenares de
-ovejas para el consumo, pues no era aficionado
-esa clase de crianza.</p>
-
-<p>El rancho era espacioso y constaba de varias
-habitaciones. Se vea desde lejos, sobre el albardn
-abierto en dos por el arroyo que, voluntarioso y
-caprichudo, no haba querido echar por lo ms
-fcil, aunque le sobrara campo llano en que correr
-y aunque no le importara un bledo de la lnea
-recta. Quiz, cuando tendi su lecho, aquellos terrenos
-tendran muy distinta configuracin...</p>
-
-<p>Y as como el rancho se vea de lejos, as tambin
-desde el rancho se abarcaba hasta muy lejos
-un horizonte curvilneo, desierto, completamente
-plano, una extensin de pampa cubierta entonces
-de hierba reseca y triste, amarilla tirando gris,
-alfombra polvorienta en que, como trazada de propsito,
-se destacaba la tortuosa lnea verdegueante
-de las orillas del arroyo, como una franja de terciopelo
-nuevo en un inmenso manto rado.</p>
-
-<p>Aquella siesta haca un calor bochornoso. El
-campo reverberaba, como si fuese de sutiles y vibrantes
-laminillas de acero, y mareaba con sus
-destellos ofuscadores. El cielo estaba casi blanco,
-sin una nube, pero en l flotaban grandes invisibles
-masas de vapores dilatados por el calor.
-Oase el incesante y estridente chirrido de la chicharra,
-y en la atmsfera haba un montono<span class="pagenum"><a name="Page_227" id="Page_227">[Pg 227]</a></span>
-zumbar de insectos, sin que se supiera de dnde
-parta, pero ensordecedor, atontador de persistencia.</p>
-
-<p>No es extrao, pues, que cansados del trabajo
-de la maana y rendidos por el bochorno abrumador,
-todos durmieran en el puesto de Viacaba;
-los hombres bajo el alero que daba al este, ya sin
-sol, y las mujeres en el interior del rancho, cuya
-obscuridad ofreca una momentnea sensacin de
-frescura.</p>
-
-<p>El aire, sofocante, estaba inmvil, como casi
-todos los das esas horas, en aquella temporada
-de sequa, tan larga y amenazante ya, que los animales
-comenzaban desmejorar y enflaquecer,
-sntoma de probable epidemia... Los hombres dormidos
-respiraban sofocadamente, y gruesas gotas
-de sudor les brotaban de los poros, bruscas y cristalinas,
-para correr luego en hilos por su piel morena.
-Dorman intranquilos, hostigados por el calor
-y por las moscas, zumbadoras, insistentes,
-pertinaces pesar de sus instintivos manotones. Y
-hubieran seguido postrados por la modorra, si el
-galope de un caballo que se detuvo frente la
-tranquera, y el furioso ladrar de los perros que,
-un momento antes, echados la sombra y con la
-lengua afuera imitaban jadeando la locomotora de
-un expreso, no los arrancaran de la siesta.</p>
-
-<p>Matilde, un pen santiagueo, enorme y mal
-encarado, quien aquel nombre de mujer sentaba
-como un Cristo un par de pistolas, se incorpor
-refunfuando, levantse perezosamente, y
-con paso tardo, pesar del sol que rajaba la tierra,<span class="pagenum"><a name="Page_228" id="Page_228">[Pg 228]</a></span>
-se encamin ver quin era el importuno jinete.
-Los dems, mirando hacia la tranquera, entrevieron
-un tordillo, negro de sudor y de polvo, que
-resollaba como un fuelle y sacuda cabeza, orejas
-y cola, espantando la nube de moscas que se le haba
-echado encima. El pasajero entraba con Matilde,
-que se adelant para informar Viacaba.</p>
-
-<p>&mdash;Es un franchute que pd'i'agua&mdash;dijo.&mdash;Le
-doy?</p>
-
-<p>&mdash;Cmo no! Hac qu'entre aqu la sombrita.</p>
-
-<p>Cuando el hombre lleg al alero todos se haban
-levantado, y Panchita Isabel se movan
-adentro, despertadas por las voces.</p>
-
-<p>&mdash;Buenas tardes, amigo. Entre y sientes... Dale
-agua fresca, Serapio. Despus tomar un matecito,
-si gusta... Y cmo anda, amigo, con este solazo,
-que ni las vboras salen de las cuevas?</p>
-
-<p>El francs explic que aquella misma tarde
-tena ocupaciones de urgencia en el pueblo, para
-poder tomar la galera la madrugada siguiente.</p>
-
-<p>Era un mocetn alto y delgado, muy rubio y
-de ojos clarsimos, frente estrecha, nariz larga,
-descolorida y ganchuda, como el pico de una ave
-de presa; tena algo de carancho, aunque su rostro
-fuese largo y afilado, y su exagerada urbanidad
-no bastaba para desvanecer la antiptica impresin
-que desde el primer instante produjera en
-aquellos hombres sencillos y toscos. Un fluido repelente
-flotaba en torno suyo, como si emanara de
-su cuerpo, y los cinco paisanos, tan distintos en el
-aspecto y las maneras, no podan dejar de mirarlo
-con desconfianza.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_229" id="Page_229">[Pg 229]</a></span></p>
-
-<p>Bebi con verdadera avidez el agua recin sacada
-del pozo, y gozando de la sombra dejse estar
-sentado en un banco, bajo el alero, recostado
-en la pared de barro groseramente blanqueada,
-parpadeando para no dejarse vencer por el sueo.
-Y cuando Isabel apareci, seguida por la madre,
-con el mate amargo que haba cebado en la cocina,
-se levant ceremoniosamente, algo envarado, haciendo
-una gran reverencia y murmurando cumplidos
- la amable seoguita y la respetable
-seoga.</p>
-
-<p>Sorbi, no sin alguna mueca, el acre brebaje
-que no estaba acostumbrado, y con nuevas cortesas
-devolvi el mate la joven. sta, al pasar para
-la cocina, con gran fragor de enaguas almidonadas,
-signific Pancho, con un mohn y una
-miradita de soslayo, cunto la disgustaba, tambin
- ella, el extranjero. La seora lo examinaba
- hurtadillas. Los hombres hacan esfuerzos para
-sostener la desanimada conversacin.</p>
-
-<p>Ms de una hora dur la visita. Matilde di,
-entretanto, de beber al tordillo, y le apret la cincha,
-como si con ello apurara el momento de la
-separacin.</p>
-
-<p>Mientras armaba un cigarrillo negro con que
-Viacaba lo haba obsequiado, el francs habl de
-la sequa y del triste estado de las haciendas. Llegaba
-de lejos, y toda la campaa que haba recorrido
-presentaba el mismo aspecto de desolacin:
-pastos resecos como yesca, lagunones sin agua,
-baados lisos y duros como piedra, arroyos tan
-bajos, que casi todos se podan pasar de un salto;<span class="pagenum"><a name="Page_230" id="Page_230">[Pg 230]</a></span>
-las haciendas vacunas estaban flacas como esqueletos;
-las ovejas muy desmejoradas y con una sarna
-ms pertinaz que nunca; las yeguas con huesos
-y pellejo...</p>
-
-<p>&mdash;La suerte que aqu no lo vamos pasando tan
-mal tuava&mdash;exclam Viacaba con cierta satisfaccin.</p>
-
-<p>Pero alz bruscamente la cabeza, alarmado,
-cuando el extranjero dijo que en muchas partes
-haba visto grandes torbellinos de polvo que el
-viento arrancaba de la tierra desnuda de vegetacin.</p>
-
-<p>&mdash;Las polvaderas!&mdash;murmur con acento medroso&mdash;Por
-lo visto, ya principian!...</p>
-
-<p>Y se qued profundamente pensativo, evocando
-aquella terrible calamidad, no sufrida desde muchos
-aos, pero que en otro tiempo pasara por all
-sembrando el estrago y la devastacin, dejando la
-inmensa pampa despoblada de animales y como
-muerta y enterrada ella misma bajo cenicienta y
-mvil capa de polvo...</p>
-
-<p>La voz atiplada y agria del viajero, salpicada
-con notas discordantes, aumentaba aquella impresin,
-y la de antipata y desconfianza que irresistiblemente
-provocara en todos.</p>
-
-<p>Ya con el sol algo bajo, el francs se despidi
-haciendo zalemas y protestas de vivo agradecimiento.
-Viacaba lo acompa hasta la tranquera
-mientras los dems habitantes lo miraban marcharse,
-en fila bajo el alero... El tordillo, descansado
-ya, emprendi la marcha con paso ms brioso,
-y cuando iba lanzarlo al galope, el jinete oy
-que el paisano le gritaba desde la tranquera:</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_231" id="Page_231">[Pg 231]</a></span></p>
-
-<p>&mdash;Cuidao con el pucho!</p>
-
-<p>&mdash;Oui! oui!&mdash;grit el otro sin comprender.</p>
-
-<p>Un momento despus, Isabel, que volva con
-el inacabable mate amargo, formul el pensamiento
-de todos:</p>
-
-<p>&mdash;No me gusta nadita esi hombre!</p>
-
-<p>&mdash;Cosa gena no ha'eser,&mdash;refunfu afirmativamente
-Matilde recogiendo el recado para ir ensillar.</p>
-
-<p>&mdash;Parece medio... cantimpla,&mdash;zumb Pancho,
-el ms tolerante, despus de Viacaba.</p>
-
-<p>Y aunque pasaran largo rato en silencio, aquella
-visita debi continuar preocupndolos, porque
-Serapio no dijo quin se refera cuando observ:</p>
-
-<p>&mdash;Ah va, por el fachinal.</p>
-
-<p>Efectivamente, el bulto, ya apenas perceptible,
-del hombre y el caballo, se alejaba rpidamente
-iba internarse en un alto pajonal que, en direccin
- Pago Chico, ocupaba una vasta extensin
-de terreno.</p>
-
-<p>&mdash;Cantimpla decs!&mdash;objet Joaqun que se haba
-quedado rumiando las palabras de Pancho.&mdash;Pues
- m, lo que me parece es un pjaro de mal
-agero, con ese pico'e lechuzn desplumao de la
-cabeza... Con tal de que no nos haiga echau algn
-dao...</p>
-
-<p>&mdash;Dejte de ageras, Joaqun!&mdash;exclam Viacaba.&mdash;Los
-gringos saben tener unas caras... fierazas!
-Pero y de hi? Han de ser brujos por eso?...</p>
-
-<p>Viacaba era supersticioso tambin, pero la edad
-y la experiencia atenuaban un tanto esa supersticin.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_232" id="Page_232">[Pg 232]</a></span></p>
-
-<p>Los peones salieron al campo y tomaron para
-el oeste, donde estaba el grueso de la hacienda, seguidos
-por Joaqun. Al este, pasando el arroyuelo,
-slo haba algunas yeguas y la tropilla de zainos.</p>
-
-<p>Las dos mujeres, Viacaba y Pancho, se quedaron
-bajo el alero, sin ganas de moverse en la atmsfera
-asfixiante. El sol se acercaba al ocaso, y
-su luz iba enrojecindose por momentos.</p>
-
-<p>Al obscurecer, cuando volvieron los otros, llamados
-por la hora de la comida, el cielo era al oeste
-un inmenso manto de prpura reflejado al oriente
-en un tenue velo, purpreo tambin. Y delante de
-ese velo una columna recta, de vapores terrosos, se
-alzaba del pajonal como girando sobre s misma.</p>
-
-<p>&mdash;No digo! Si ya principian las polvaderas!&mdash;exclam
-Viacaba, que la vi al ir con los suyos
-la cocina.</p>
-
-<p>Cmo haba podido equivocarse aquel hombre
-de campo, nacido en plena pampa, conocedor de
-todos sus fenmenos, confidente de todos sus secretos?
-Mir mal? la evocacin terrible de las polvaredas,
-la obsesin de tamaa calamidad, le haba
-paralizado el cerebro?</p>
-
-<p>No era, no, el torbellino de polvo que una corriente
-giratoria alza y retuerce en el aire, como
-columna salomnica, desde el campo reseco, para
-pasearla despus en caprichosa danza de un lado
-otro y luego dejarla caer, de golpe, disuelta, desvanecida
-en la atmsfera como fantstica creacin
-de pesadilla. No. La columna estaba fija en el mismo
-punto iba elevndose y ensanchndose en la
-atmsfera tranquila y caldeada que doraban y en<span class="pagenum"><a name="Page_233" id="Page_233">[Pg 233]</a></span>rojecan
-los ltimos parpadeantes fulgores del
-sol.</p>
-
-<p>Y el astro acab de hundirse. Las oladas de
-prpura que lo seguan, cubriendo el occidente, se
-derramaron tambin tras l, poco poco, manera
-del agua que desaparece lenta en una hendidura.
-Y para anunciar la noche que llegaba, comenzaron
- revolotear tenues brisas mensajeras de paz,
-que crecan y se multiplicaban por momentos...</p>
-
-<p>Era ya obscuro, y, sin embargo, la columna
-segua vindose en el pajonal, vagamente luminosa,
-como si fuera la misma que gui los israelitas
-en el desierto...</p>
-
-<p>Entretanto la familia Viacaba, coma en la cocina,
-rodeando el fogn, ms animada y conversadora,
-pues el airecillo, tibio an, iba haciendo reaccionar
- todos de su enervamiento, medida
-que cobraba fuerzas y agitaba con ms decisin
-las alas.</p>
-
-<p>La conversacin, interrumpida ratos, segua,
-persistente, rodando al rededor de la visita del
-francs, el acontecimiento del da. Y no haba una
-frase simptica para l.</p>
-
-<p>&mdash;Vaya al diablo el acurut ese Nunca he
-visto animal ms feo!&mdash;insisti Joaqun, supersticiosamente.&mdash;Y
-cmo miraba, con esos ojos descoloridos,
- pesar de todos sus vulevs... m me
-pareca...</p>
-
-<p>&mdash;El Malo no?&mdash;interrumpi Matilde, el santiagueo.&mdash;
-m tambin! Dicen qu'es ans; payo,
-di ojos claritos y nariz de pico loro. No me<span class="pagenum"><a name="Page_234" id="Page_234">[Pg 234]</a></span>
-le fij en las patas porque triba botas... pero ha de
-haber tenido pesua no ms.</p>
-
-<p>Como eco terrible de estas palabras, la voz angustiosa
-de Panchita, que acababa de ir al pozo
-en busca de agua fresca, son en el patio como un
-grito de alarma y de terror:</p>
-
-<p>&mdash;Quemazn!... Quemazn!...Quemazn en el
-fachinal!...</p>
-
-<p>&mdash;No deca yo!&mdash;murmur Joaqun, precipitndose
-afuera con los dems...</p>
-
-<p>La columna amenazadora que haba comenzado
-por elevarse, ensanchndose iluminndose
-con vagas vislumbres, lleg semejar inmenso
-tronco de copa pequea, redonda y blanquecina;
-luego, cuando el viento sopl con cierta violencia,
-desvanecise de pronto; en seguida, en la sombra
-creciente, hubirase dicho que el rbol acababa de
-desplomarse ardiendo de punta punta, porque,
-partir del mismo sitio, apareci chisporroteando
-una lnea de fuego, brasas y llamitas fugaces que
-se reflejaban en los vapores suspendidos sobre el
-suelo. Inmediatamente despus, la lnea roja y resplandeciente
-al ras de la tierra, se extendi, se extendi
-ms, abarc un espacio enorme, en el este,
-de donde llegaba el viento, como si quisiera ocupar
-todo el horizonte. Desde el rancho veanse vagar
-por el pajonal reflejos luminosos, anaranjados
-amarillentos, que contrastaban con la noche negra
-y armonizaban con la raya purprea de la
-quemazn, mientras en el cielo un gran parche
-rojizo pareca seguir la marcha del desastre. Y el
-viento, entre tanto, sacuda alegremente la alta<span class="pagenum"><a name="Page_235" id="Page_235">[Pg 235]</a></span>
-hierba, seca y sonora, murmurando y riendo como
-el nio que escapa despus de haber hecho
-una travesura. Y el susurro musical llenaba el aire
-de coros indecisos... En el albardn, junto las
-casas, dominando el campo, Panchita Isabel
-asistan con espanto al espectculo amenazador y
-terrible del incendio. Los hombres, despus de ensillar
-apresuradamente, se haban precipitado todo
-galope hacia el pajonal, atinando slo lo ms
-visible del peligro, tan azorados que no podan
-coordinar las ideas...</p>
-
-<p>El viento, cansado de reir, se entretena en
-combinar curiosos y devastadores fuegos de artificio.
-Llegaba al incendio, levantaba nubes de humo
-y semilleros de chispas; enredaba el humo en las
-matas cercanas, iluminadas por el fuego, fingindolas
-incendiadas tambin, y esparca las chispas
-como un ramillete, las haca formar haces de
-espigas de oro; luego las dejaba apagarse caer
-sobre el pasto en lluvia finsima y devastadora...
- de un soplido apagaba bruscamente la inmensa
-lnea roja, y luego, como arrepentido de abandonar
-tan pronto su diversin, reavivbala de otro
-soplo hasta hacerla llamear incendiar tambin
-el cielo... Al sitio en que estaban las mujeres llegaban
-bocanadas de horno, hlitos de fragua, un
-fragor atenuado, como de lejansimas descargas
-graneadas de fusilera, y un olor acre de paja quemada,
-dilucin de las densas masas de humo que
-corran al ras del suelo.</p>
-
-<p>Lenta la distancia, rpida en realidad, la lnea
-de fuego se extenda, aparentaba formar un<span class="pagenum"><a name="Page_236" id="Page_236">[Pg 236]</a></span>
-arco de crculo cuyo centro fuera el albardn,
-iba acercndose las casas cual si estrechase un
-sitio que les hubiera puesto de repente con maravillosa
-tctica. Entre el rancho y el incendio el
-campo estaba iluminado, y sombras enormes se
-movan y fluctuaban vagamente en l: las rechonchas
-de las anchas matas de paja y las alargadas
-de los jinetes que andaban agitados junto la
-quemazn.</p>
-
-<p>Un tropel, un redoble de alarma estall de repente
-en el silencio rumoroso, haciendo retemblar
-el suelo; era la tropilla, eran las manadas que
-huan despavoridas hacia el oeste, martillando con
-sus cascos la tierra seca y sonora. Y una sombra
-informe pas, envuelta en nubes de polvo, lanzando
-al paso reflejos de ancas y de cabezas desgreadas
-al viento... Y el furioso redoble fu disminuyendo,
-hasta perderse en la noche...</p>
-
-<p>&mdash;La caballada!&mdash;grit con angustia Isabel,
-sacudiendo un instante su marasmo.</p>
-
-<p>&mdash;Virgen santa! Quin sabe si la volveremos
- ver!&mdash;murmur la madre.</p>
-
-<p>Y atrs rumores ms sordos, confusos indescifrables,
-poblaban, entretanto, la pampa y llegaban
-hasta ellas arrastrados por el viento abrasador,
-saturado de humo y cargado de cenizas an calientes...</p>
-
-<p>Viacaba, sus hijos y los peones, desalados, haban
-credo llegar tiempo de sofocar el incendio.
-Pero cuando estuvieron poco ms de una cuadra,
-una agona les oprimi el corazn: el alto pastizal
-tupido y seco, los matorrales entretejidos y bravos,<span class="pagenum"><a name="Page_237" id="Page_237">[Pg 237]</a></span>
-la cortadera amarillenta ya que ocultaba un
-hombre de pie, ardan en una enorme extensin,
-hasta donde alcanzaba la vista, entre chisporroteos
-y llamaradas, estallando como millares de petardos
-incendiados por series sucesivas. Llegbanles soplos
-tan ardientes como el fuego mismo, y unos
-otros se vean las caras sudorosas, completamente
-negras de holln, en que les relampagueaban los
-ojos. Los caballos, con las orejas tendidas casi en
-lnea horizontal hacia el incendio, resoplaban y
-sacudan la cabeza, negndose avanzar ms.</p>
-
-<p> menos de una cuadra envolvironlos el humo
-y las chispas, y parecan avanzar en las nubes
-entre una constelacin de estrellas fugaces. La acre
-humareda los cegaba, aunque estuviesen tan hechos
- los humazos del fogn, y los soplos abrasadores
-les hacan volver el rostro con el cabello y la
-barba medio chamuscados... Sobre sus cabezas
-cernase un instante la paja voladora, ardiendo, y
-luego segua su vuelo, difundir saltos el desastre,
-arrebatada por el vendaval... No se oan casi,
-con el fragor del estallar de las pajas, y tenan que
-gritar para comunicarse.</p>
-
-<p>&mdash;... Contra-fuego!&mdash;oyse vociferar Viacaba,
-que ech pie tierra. El principio de la frase
-se haba perdido en el estrpito...</p>
-
-<p>Tras el velo de llamas que ante sus ojos tenda
-la inmensa fogarata, la noche tomaba inslitas negruras.
-Pareca que el obscuro cielo, sin luna,
-continuara descendiendo, descendiendo, ms negro
-cada vez, hasta llegar al incendio mismo, slo
-que en su parte inferior las apretadas y rojas estre<span class="pagenum"><a name="Page_238" id="Page_238">[Pg 238]</a></span>llas
-se apagaban sucesivamente, dejando en un
-momento lbrega y vaca aquella parte de inmensidad.
-El horizonte se haba acercado hasta pocos
-pasos de ellas, y crean hallarse al borde de un inmensurable
-abismo... La luz misma pareca rechazada
-hacia adelante por el viento furioso que
-soplaba de aquel antro...</p>
-
-<p> la voz de Viacaba, todos se apearon. Una sea
-les hizo acercar, y oyeron este grito:</p>
-
-<p>&mdash;Aqu no! Sera pior! la orilla del fachinal!...</p>
-
-<p>Desanduvieron un trecho, teniendo del cabestro
- los espantados caballos que volvan la cabeza hacia
-el fuego con ojos de brasa, resollaban y roncaban
-violentamente, hacan bruscos movimientos
-para desasirse y escapar, y tiritaban cubiertos de
-sudor, mientras por los flancos les corran arrugas
-como de agua rizada por la brisa...</p>
-
-<p>Y as, envueltos en rojas luces de Bengala,
-hombres y animales salieron la orilla del pajonal,
-donde comenzaba el pasto bajo, marchito y seco
-tambin. Serapio mane los caballos y los at las
-matas, bastante ms lejos. Luego se incorpor los
-dems.</p>
-
-<p>Viacaba y Pancho incendiaban rpidamente la
-hierba baja, en un ancho de poco ms de una vara,
-siguiendo una lnea ms menos paralela la quemazn.
-Joaqun y Matilde, tras ellas, dejaban arder
-bien el pasto, y luego lo apagaban azotndolo
-con escobas de la paja ms verde, hasta que se incendiaban,
- con las jergas del recado, sin mojar<span class="pagenum"><a name="Page_239" id="Page_239">[Pg 239]</a></span>las,
-porque el agua estaba demasiado lejos. Serapio
-los imit...</p>
-
-<p>En aquella hoguera parecan fundidores junto
- un ro de metal incandescente; jadeaban, sudaban;
-sus caras negras, encendidas y lustrosas, se
-hinchaban, se abotargaban, perdan sus lneas mientras
-los ojos les relampagueaban y por las mejillas
-y la frente les corran hilos de tinta...</p>
-
-<p>Sacrificio intil! El fuego se burlaba de antemano
-del obstculo que le queran oponer, levantndole
-una trinchera de vaco: rease de ellos en
-complicidad con el viento, en cuyas alas enviaba
-sus emisarios y sus propagandistas ms all de los
-hombres y de su ciclpeo esfuerzo impotente.</p>
-
-<p>Y el tropel que espantara las mujeres lleg
-de pronto hasta all como un lejano trmolo de
-timbales entre los chasquidos del incendio... Viacaba
-levant la azorada cabeza, y con ojos saltones,
-enloquecidos, grit:</p>
-
-<p>&mdash;Serapio! Matilde! La hacienda! La hacienda!...</p>
-
-<p>Y abarcando, al fin, la magnitud del desastre,
-abandonaron la quemazn casual y la que ellos
-mismos hacan, corriendo frenticos hacia los caballos.</p>
-
-<p>Los caballos no estaban all. Aguijoneados por
-el pavor, haban conseguido arrancar las matas, y
-roncando, despavoridos, dementes, trabados por
-las maneas, grandes saltos enajenados, tropezando
-ciegos, all iban, trmulos, vacilantes, chorreando
-sudor, hacia el oeste, hacia la salvacin, hacia
-la vida...</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_240" id="Page_240">[Pg 240]</a></span></p>
-
-<p>Lograron alcanzarlos y, montados, salieron de
-carrera en distintas direcciones como si obedeciesen
- un plan preestablecido. Sin embargo, no lo
-tenan... Dnde llevar la hacienda, en caso de que
-an no se hubiese dispersado y perdido en las tinieblas
-de la pampa? Dnde proporcionarle un
-refugio inmune? Por dnde hacerlas escapar del
-tremendo estrago...?</p>
-
-<p>...Las mujeres, petrificadas de pavor y de angustia,
-seguan como sonmbulos en el albardn,
-con los ojos fijos en el incendio, que continuaba
-avanzando, avanzando cada minuto con mayor
-rapidez intensidad, y no slo hacia las casas, sino
-hacia la derecha, hacia la izquierda, al norte, al
-sur, para separarlas bien del mundo por aquel lado
-y luego replegarse, cortndoles la retirada, envolvindolas
-en su lnea infranqueable. Y el redoble
-del triunfo, la diana sin clarines se oa cada
-vez ms cerca, ms cerca, como estallidos de risas
-y gritos de voces speras y discordantes... El calor
-era tan intenso, que cada instante las infelices se
-crean punto de desfallecer y caer semi asfixiadas.</p>
-
-<p>El fuego lleg al arroyo... La esperanza les dilat
-un momento el pecho... Pero el incendio se
-burl del caprichoso zanjn, cubierto previamente
-de paja voladora por su cmplice el viento. Lo
-traspuso redoblando sus chasquidos, lleg la
-otra orilla, avanz hasta lamer la tranquera y los
-sauces que le daban sombra, y, regocijado, sigui
-su carrera hacia el oeste, dejando ms grande la
-noche tras de s, llevndola hasta los mismos pies<span class="pagenum"><a name="Page_241" id="Page_241">[Pg 241]</a></span>
-de las mujeres que, atontadas, siguieron mirando
-cmo se extinguan una una las fugaces estrellas
-de la quemazn en la noche de abismo que creara
- su paso...</p>
-
-<p>Ms all, hacia la derecha, por donde brillaba
-la Cruz del Sur, tambin la paja sirvi de puente
-volante la invasin devastadora. El arroyo ardi
-todo en un segundo. Y desde la otra orilla, de las
-matas altas del albardn, el viento arrebataba cardmenes
-de chispas que iban caer los pies de
-las mujeres... Algunas llegaban hasta el mismo
-rancho y se extinguan entre las pajas del techo,
-sin fuerza para incendiarlas... Ellas, en su angustia
-suprema, no advertan el nuevo peligro. Y chispas
-y pajas abrasadas continuaban su vuelo, ms
-compactas cada vez...</p>
-
-<p>&mdash;Mama! mama!...</p>
-
-<p>El grito desgarrador de Isabel anunciaba el coronamiento
-de la catstrofe: el techo central arda
-con gran humareda en un crculo de una vara
-de dimetro.</p>
-
-<p>&mdash;Agua! agua!&mdash;grit la madre, arrancada
-su estupor.</p>
-
-<p>Ambas corrieron al bebedero de los caballos,
-junto al pozo; una llen un balde, otra una jarra;
-precipitronse al fuego; sus fuerzas no alcanzaron
- lanzar el agua hasta all...</p>
-
-<p>&mdash;Tra vos el agua!&mdash;tartamude la madre.</p>
-
-<p>Y como pudo, valindose de un banco, lastimndose
-manos y rodillas, trabada por los vestidos,
-trep al techo gritando desesperadamente, como
-si alguien pudiera orla en aquella desolacin:</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_242" id="Page_242">[Pg 242]</a></span></p>
-
-<p>&mdash;Viacaba!... Pancho!... Joaqun!...</p>
-
-<p>Isabel le llevaba jarras y baldes de agua, de
-carrera, jadeante, baada en sudor. Ella, febril,
-casi sin saber lo que haca, echbase de bruces sobre
-el techo, tenda los brazos trmulos, alzaba el
-agua con esfuerzo automtico, iba verterla en
-la hoguera cada vez ms ancha... Y mientras hacan
-esta abrumadora y lenta maniobra, el viento
-continuaba acribillando el rancho con sus flechas
-incendiarias... Un momento despus el techo arda
-por diversos puntos...</p>
-
-<p>&mdash;Baje, mama, baje! Se va abrasar viva!...</p>
-
-<p>La desgraciada baj por fin. Como alegre fogarata,
-el rancho arda por las cuatro puntas iluminando
-el patio hasta la tranquera con sus sauces
-descabellados, sacudidos por el viento, hasta el
-corral en que se revolvan, se atropellaban y se
-trepaban unas sobre otras las ovejas, balando lastimeramente,
-tratando de derribar el fuerte cerco...
-Y aquella siniestra y formidable iluminacin desvaneca,
-borraba totalmente la otra, ya en el horizonte...</p>
-
-<p>Los hombres vieron desde lejos aquella antorcha
-y regresaron uno tras otro, llenos de desesperacin.</p>
-
-<p>Nada haba que hacer... Apenas, y con gran
-peligro, consiguieron sacar algunos objetos de la
-formidable hornalla... Las cumbreras se desplomaron
-con gran ruido, el alero desapareci, y la
-luz roja no se vea ya mas que las paredes ennegrecidas...
-Sentados en el suelo, anonadados por la
-impotencia y la desesperacin, lanzaban de vez en<span class="pagenum"><a name="Page_243" id="Page_243">[Pg 243]</a></span>
-cuando lamentables exclamaciones. Y la visita del
-extranjero volva su exaltada imaginacin con
-caracteres diablicos y aterradores.</p>
-
-<p>&mdash;Ah el gringo, el gringo!...</p>
-
-<p>&mdash;l no ms nos ha trado esta calamid...</p>
-
-<p>&mdash;Nos ha hecho dao...</p>
-
-<p>&mdash;Seguro que tir el pucho en el fachinal, indino!...</p>
-
-<p>&mdash;No, patrn!; si era el Malo, si era Mandinga!...
-Tan cierto como que stas son cruces!...</p>
-
-<p>Y su infantil supersticin iba convertirse en
-hecho comprobado, al da siguiente, cuando en
-Pago Chico, donde fueron refugiar su desnudez,
-les dijeran que all no haba llegado francs alguno,
-y luego difundirse pasando de boca en boca
-como acontecimiento histrico, aunque el comisario
-averiguara y publicara que un hombre de la
-filiacin del presunto incendiario estuvo aquella
-tarde en el vecino pueblo del Sauce donde, la madrugada,
-tom la galera del Azul...</p>
-
-<p>Pero el alba se extendi descolorida y triste sobre
-el campo. Hombres y mujeres, acercados por
-la desgracia, formaban un grupo silencioso inmvil.
-Lo que ayer fuera bienestar y abundancia
-era miseria ya...</p>
-
-<p>La pampa, las primeras luces indecisas, mostrseles
-cubierta por inmenso tapiz de funerario
-pao negro, que se extenda hasta el horizonte, en
-todo rumbo, y el viento, fuerte an, levant nubes
-de holln y los envolvi en impalpable polvo de cenizas...</p>
-
-<hr class="r5" />
-
-
-<div class= "chapter">
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_244" id="Page_244">[Pg 244]</a><br /><a name="Page_245" id="Page_245">[Pg 245]</a></span></p>
-</div>
-
-
-
-<h2 class="no-break">GUERRA SILVESTRE!</h2>
-
-
-<p>Tambin acab Silvestre por incomodar los
-situacionistas, que resolvieron castigarlo, igual que
- Viera.</p>
-
-<p> este propsito hicieron que fuera establecerse
-en Pago Chico, habilitado por ellos, un farmacutico
-diplomado, cierto italiano Barrucchi, venido del
-pas amigo hacer fortuna rpidamente, as, sin
-otra condicin, rpidamente.</p>
-
-<p>La competencia fastidi mucho al criollo en un
-principio, como que hasta fu denunciado al Consejo
-de Higiene por ejercicio ilegal de la profesin.
-Pero estaba atrincherado tras de su regente, quien
-hizo pasar una temporadita en el Pago, con pret,
-plus y otras regalas inherentes la actividad del
-servicio.</p>
-
-<p>&mdash;Al gringo l'ensean,&mdash;deca,&mdash;pero nada le
-ha'e valer. la larga no hay cotejo!</p>
-
-<p>Y para dominar del todo la situacin, hall ma<span class="pagenum"><a name="Page_246" id="Page_246">[Pg 246]</a></span>nera
-de cmo diremos? untar la mano al inspector
-enviado de La Plata.</p>
-
-<p>Untar la mano es frase grosera, bien; pero
-qu decir, entonces, del hecho de untarla, y de dejrsela
-untar?...</p>
-
-<p>Nada. Punto. Y sigamos adelante con los faroles.</p>
-
-<p>No se durmi Silvestre sobre los laureles de
-su primera defensa victoriosa, sino que atisb,
-vich, bombe, supo cuanto haca el italiano, le
-tendi lazos, le analiz preparaciones en que haba
-substituido substancias, public los resultados,
-formul denuncias, y de perseguido convirtise
-pronto en perseguidor, porque en aquella delicada
-materia se inmiscua alguien ms que los cabecillas
-pagochiquenses, y el Consejo de Higiene, no
-desdeoso de multas, sola enviar inspectores
-cuando era golpe seguro, y entre tantos alguno
-habra reacio los ungentos de marras...</p>
-
-<p>Y apareci muy luego otro inspector.</p>
-
-<p>Barrucchi escap difcilmente las consecuencias
-con que lo amenazaba una grave trocatinta
-de frascos y rtulos en el armarito de los alcaloides,
-nada menos, falta que hasta nuevo aviso debe
-atribuirse negligencia suya, nunca perversidad
-de Silvestre, incapaz por su parte de jugar sabiendas
-con la vida de sus convecinos, imposibilitado
-de penetrar en la plaza enemiga.</p>
-
-<p>La misma grosera del error fu lo que salv
-Barrucchi, provisto de autnticos diplomas de una
-facultad italiana, y de un certificado de revlida<span class="pagenum"><a name="Page_247" id="Page_247">[Pg 247]</a></span>
-en toda regla, otorgado por la de Buenos Aires.
-Insistimos en que Silvestre no tuvo arte ni parte
-en el suceso. Barrucchi probablemente tampoco,
-puesto que nadie lo hizo responsable, ni siquiera
-lo amonest por su descuido, ni por su aterradora
-confusin de consonantes en ina.</p>
-
-<p>Pero sus negocios, que hasta entonces haban
-sido regulares, se resintieron con la divulgacin
-de aquel hecho, cuidadosamente propalado todos
-los vientos del cuadrante por Silvestre y los suyos.
-Sin embargo, el azar, ya que no la buena reputacin
-y limpia fama, vino favorecerlo. La farmacia,
-asegurada en una nueva compaa contra incendios
-que buscaba clientela en Pago Chico, por
-una suma mucho mayor que su capital verdadero,
-ardi casualmente los pocos das, sin que bastara
-para extinguir el incendio la guardia de cuatro
-vigilantes con machete en mano, puesta por Barraba
-en las cuatro esquinas de la casa.</p>
-
-<p>Hay quien dice, todava, que el incendio no fu
-intencional.</p>
-
-<p>La compaa de seguros pag inmediatamente
-al boticario y al dueo del edificio, pues le convena
-acreditarse para hacer una buena ponchada
-de fuertes primas en ese partido y los inmediatos,
-y slo pidi uno y otro un recibo bombstico y
-la autorizacin de hacer con l cuanto reclame
-quisiera.</p>
-
-<p>La casa comenz reconstruirse con gran prisa,
-y todo el mundo crey que Barrucchi restablecera
-su farmacia en mucho mejores condiciones, ya<span class="pagenum"><a name="Page_248" id="Page_248">[Pg 248]</a></span>
-que contaba con un capital relativamente respetable.
-Tal era, en efecto, su intencin; pero una frase
-que corri como un reguero de plvora de punta
- punta del pueblo, le hizo variar de propsito
-y retirarse con los honores de la guerra, es decir,
-con los pesos del seguro.</p>
-
-<p>&mdash;Non niente, demientra no se brushe l'arquibio.</p>
-
-<p>&mdash;Non niente demientra no se brushe l'arquibio.</p>
-
-<p>Esto era lo que se oa de la maana la noche
-hasta en los ltimos rincones de Pago Chico, y las
-extraas palabras eran repetidas ora con acento de
-indignacin, ora entre carcajadas ms mortferas
-an. Y todo el mundo se contaba inacabable, infatigablemente,
-durante das, semanas, meses enteros,
-la maquiavlica invencin de Silvestre, aderezada
-hasta con la jerga propia del personaje y
-del caso:</p>
-
-<p>Barrucchi, quien la noche del incendio corri
- avisarse al Club que arda la botica, se limit
- contestar tranquilamente, encogindose de
-hombros:</p>
-
-<p>&mdash;Eh, no importa, mientras no se queme el aljibe!...</p>
-
-<p>El pobre Tartarn tuvo que ir Argel por una
-copla; Barrucchi tuvo que irse de Pago Chico por
-una frase.</p>
-
-<p>Tambin es verdad que Barrucchi no era del
-pueblo y que la frase brot del cerebro de Silvestre.
-Si hubiese sido pagochiquense, quiz se le<span class="pagenum"><a name="Page_249" id="Page_249">[Pg 249]</a></span>
-perdona, pues es fama que hasta los perros dicen,
-amparando los vecinos:</p>
-
-<p>&mdash;No lo muerdan, qu'es del barrio!</p>
-
-<p>Los hombres tambin, y si no, vase en seguida
-como lo prueba, con elegante demostracin, la cajita
-misteriosa de Ferreiro.</p>
-
-<hr class="r5" />
-
-
-<div class= "chapter">
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_250" id="Page_250">[Pg 250]</a><br /><a name="Page_251" id="Page_251">[Pg 251]</a></span></p>
-</div>
-
-
-
-<h2 class="no-break">ALTRUISMO</h2>
-
-
-<p>Entre las espesas sombras de la noche, en grupos
-charlatanes de tres cuatro personas, numerosos
-vecinos de Pago Chico se encaminaban lentamente
- la estacin del ferrocarril. Se haban reunido
-con ese objeto en el Club del Progreso, en el
-caf y en la confitera de Crmine, y al acercarse
-la hora fueron destacndose poco poco, para no
-llamar demasiado la atencin ni dar pie que los
-opositores hicieran alguna de las suyas.</p>
-
-<p>Llegaba en tren expreso, costeado naturalmente
-por el gobierno, el diputado Cisneros con la misin
-de reconstituir el comit, y era preciso hacerle
-una calurosa acogida pesar de lo intempestivo de
-la hora. La estacin estaba completamente obscuras;
-slo por la puerta de la habitacin del jefe
-filtraba una raya de luz, y all en el fondo el Buffet,&mdash;en
-funciones para las circunstancias,&mdash;abra
-sobre el andn desierto el abanico luminoso de su<span class="pagenum"><a name="Page_252" id="Page_252">[Pg 252]</a></span>
-entrada. All fueron sentndose medida que llegaban,
-el doctor Carbonero, el escribano Ferreiro,
-el intendente Luna, el juez de paz Machado, el concejal
-Bermdez y varios otros, sin que faltaran el
-comisario Barraba y su escribiente Benito, ni aun
-don Mximo, el portero de la Municipalidad, muy
-extraado de no tener que disparar bombas de estruendo
-en tan solemne emergencia. No hubo
-francachela; los tiempos estaban malos, y nadie
-quera cargar con el mochuelo del copero, aunque
-slo hubiera en la estacin una veintena de personas.
-Cada cual, si quera, tomaba algo... y pagaba.</p>
-
-<p>La espera fu larga. El expreso se haba retrasado
-en no sabemos qu estacin y el jefe an no tena
-noticia de su llegada... Poco poco, todos fueron
- pasearse en la obscuridad del andn, luego instintivamente
-agrupronse la puerta del Buffet, y
-conversaban mirando inquietos al norte por descubrir
-entre las sombras el ojo encendido del tren en
-marcha.</p>
-
-<p>&mdash; que no sabe abrir esta cajita?&mdash;dijo de
-pronto el escribano Ferreiro, presentando un objeto
-al Intendente Luna.</p>
-
-<p>Era una cajita oblonga, en forma de atad, en
-uno de cuyos extremos asomaba un botn modo
-de resorte; un juguete-chasco de lo ms infantil,
-pues oprimiendo el botn apareca una aguja que
-pinchaba al curioso, con tanta mayor fuerza cuanto
-mayor haba sido su confianza en s mismo y el
-apretn consiguiente. Luna la tom, la examin
-deliberadamente, vi el resorte cuya evidencia debe<span class="pagenum"><a name="Page_253" id="Page_253">[Pg 253]</a></span>ra
-haberlo hecho recelar sin embargo, y exclam:</p>
-
-<p>&mdash;Mire qu gracia!...</p>
-
-<p>Soberbio fu el golpe de pulgar que di al botn
-apenas haba dicho estas palabras, y soberbio
-el pinchazo que recibi en mitad de la yema del
-dedo... Estuvo punto de soltar uno de los ternos
-ms sonoros de su coleccin; pero se contuvo tiempo,
-y lejos de protestar, fingi seguir examinando
-la cajita.</p>
-
-<p>&mdash;No doy ni maana&mdash;dijo por fin.</p>
-
-<p>&mdash;Aver emprieste compadre,&mdash;solicit Barraba
-tendiendo la mano, con los ojos brillantes de curiosidad.</p>
-
-<p>Los dems haban estrechado el corro, deseando
-ver el misterio que encerraba el cabalstico estuche,
-y las conversaciones se interrumpieron.</p>
-
-<p>Barraba cay en la trampa, y su grueso pulgar
-asom una gotita de sangre como un pequeo
-rub. Pero puso buena cara, y aparent seguir
-maniobrando con la cajita.</p>
-
-<p>&mdash;Traiga amigo, traiga! Si ust es muy mulita
-p'a estas cosas!&mdash;exclam al cabo de un instante
-el juez de paz Machado.&mdash;No sabe que p'a qu'el
-amor no tuerza, ms vale maa que juerza?&mdash;Aver
-traiga p'ac.</p>
-
-<p>Barraba no tuvo inconveniente...</p>
-
-<p>Nuevo pinchazo... Nuevo esfuerzo heroico para
-no lanzar un grito. Aquellos espartanos eran todos
-capaces de dejarse devorar el vientre, con tal de
-que en seguida, se lo devoraran los amigos y
-compaeros. Si licet in parva... como en el sorteo<span class="pagenum"><a name="Page_254" id="Page_254">[Pg 254]</a></span>
-famoso de Matucana que, repitiendo en eso Homero
-en la Ilada, tuvo tambin su Tersites.</p>
-
-<p>Y despus de Machado, la cajita pas Bermdez,
- Carbonero, los dems&mdash;hasta don Mximo,
-que fu el ltimo en pincharse.</p>
-
-<p>Aquel Sterne, imitado ahora por quienes, con
-slo imitarlo son puestos la cabeza de no sabemos
-cuntas literaturas, nos ofrecera aqu una sabrosa
-disquisicin, llena de longanimidad y de sincero
-enternecimiento ante la flaqueza humana. Se explicara
-el hecho y tratara de explicarlo los dems,
-por aquello de que tout comprendre c'est
-tout pardonner.</p>
-
-<p>Pero desgraciadamente no habla Sterne, ni el
-hecho, producindose en Francia bajo tan rudimentarias
-formas, ha dado tema los grandes modistos
-literarios. Ello vendr.</p>
-
-<p>Mientras no viene, y por si no viene, el lector
-har bien si saca por su propia cuenta el carac
-del hueso que le ofrecemos, y que ms peca por sobra
-que por falta de mdula, pues all en la pobre
-y silenciosa estacin de Pago Chico&mdash;microcosmos
-sintetizado,&mdash;y entre aquel reducidsimo compendio
-de la humanidad, no hubo un solo ejemplar,
-un solo individuo que no pasara por la prueba, ni
-uno que no se mostrara la altura de las circunstancias.
-El mismo don Mximo,&mdash;el ltimo mono&mdash;se
-dirigi humildemente al escribano:</p>
-
-<p>&mdash;No quiere emprestrmela hasta maana, seor
-Ferreiro?</p>
-
-<p>&mdash;Para qu don Msimo?</p>
-
-<p>&mdash;P'a mostrrsela Petrona, no ms...</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_255" id="Page_255">[Pg 255]</a></span></p>
-
-<p>Su altruismo no le permita gozar tan slo de
-las delicias de la aguja, pues los otros veinte no
-contaban ya: Haban contribuido chasquearlo y
-se rean de l, como si fuese el nico burlado.</p>
-
-<p>Entre tanto y en silencio, haba ido aproximndose
-el tren. Un silbido agudo y un repentino
-y fuerte resplandor, les hizo dar un salto y volverse
-hacia la va. El diputado Cisneros, de pie en la
-plataforma, con el tren an en movimiento, comenz
- dirigirles la palabra:</p>
-
-<p>Este brillante recibimiento me demuestra
-cunto es vuestro altruismo y vuestra abnegacin.
-Siempre dispuestos sacrificaros por el bien de
-los dems, luchar sin tregua ni descanso por
-evitar el sufrimiento ajeno, vens en horas de combate
- retemplar mi espritu, para el holocausto
-fraternal que estoy dispuesto tanto como vosotros
-mismos.</p>
-
-<p>Y sigui as, mientras don Mximo se devanaba
-los sesos por hallar modo de pasarle la cajita
-sin faltarle las debidas consideraciones. Pero no
-lo hall, por demasiado humilde, y tuvo que consolarse
-con la idea de embromar la Petrona...</p>
-
-<p>Y decir que la peregrinacin de la cajita se repeta
-diariamente y en mayor escala en Pago Chico,
-y se repite en todas partes, cuando ya estamos
- las puertas del siglo de oro de la solidaridad humana!...</p>
-
-<hr class="r5" />
-
-
-<div class= "chapter">
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_256" id="Page_256">[Pg 256]</a><br /><a name="Page_257" id="Page_257">[Pg 257]</a></span></p>
-</div>
-
-
-
-<h2 class="no-break">LIBERTAD DE SUFRAGIO</h2>
-
-
-<p>Cierta noche, poco antes de unas elecciones, el
-Club del Progreso estaba muy concurrido y animado.</p>
-
-<p>En las dos mesas de billar, la de carambola y
-la de casn, se hacan partidas de cuatro, con numerosa
-y dicharachera barra. Las mesitas de juego
-estaban rodeadas de aficionados al truco, al
-ms y al siete y medio, sin que en un extremo
-del saln faltaran los infalibles franceses, con el
-vice-cnsul Petitjean la cabeza, engolfados en su
-sempiterna partida de manille.</p>
-
-<p>El grupo ms interesante era, en la primera
-mesita del saln, frente la puerta de la sala de
-billares, el que formaban el intendente Luna, presidente
-del Concejo, varios concejales y el diputado
-Cisneros, de visita en Pago Chico para
-preparar las susodichas elecciones. Entregbanse<span class="pagenum"><a name="Page_258" id="Page_258">[Pg 258]</a></span>
- un animado truco de seis, conversadsimo, cuyos
-lances eran cada paso motivo de griteras,
-risotadas, palabrotas con pretensiones de chistes
-y vivos comentarios de los mirones que, en crculo
-al rededor, trataban ms de hacerse ver por el diputado
-que de seguir los incidentes de la brava
-partida.</p>
-
-<p>Junto ellos, sentado en un silln, con la pierna
-derecha cruzada sobre la izquierda, acaricindose
-la bota, abrazndola casi, el comisario Barraba
-con el chambergo echado sobre las cejas y dejndole
-en sombra la mitad de la cara achinada,
-ancha y corta, de ralo y duro bigote negro, hablaba
-ora con los jugadores, ora con los mirones,
-lanzando frasecitas cortas y terminantes, como
-cuadra tan omnmoda autoridad.</p>
-
-<p>Descontentos no haba en el club ms que
-tres cuatro: Tortorano, Troncoso y Pedrn,
-caza de noticias, cuya tibieza les permita andar
-por donde se les diera la real gana.</p>
-
-<p>Los tres se hallaban cerca de la mesa del intendente
-y el diputado, podan oir lo que en ella
-se deca, y hasta replicar de vez en cuando,&mdash;aunque
-con moderacin naturalmente,&mdash;al comisario
-Barraba.</p>
-
-<p>Alguien habl de las elecciones prximas y de
-las respectivas probabilidades de cada candidato.</p>
-
-<p>&mdash;Qu eleciones ni qu eleciones!&mdash;exclam
-Tortorano encogindose de hombros.&mdash;Nosotros
-nunca hemos tenido eleciones de veras, y no las
-tendremos jams!...</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_259" id="Page_259">[Pg 259]</a></span></p>
-
-<p>&mdash;La libertad de sufragio...&mdash;agreg Troncoso
-sarcsticamente.</p>
-
-<p>Pero el comisario, echando hacia atrs la cabeza,
-tanto que casi dejaba ver el dedo de frente
-descubierto entre el chambergo y las cejas, lo interrumpi:</p>
-
-<p>&mdash;Qu dice amigo? Que no v'haber libert?</p>
-
-<p>&mdash;Vaya, comisario, nunca ha habido!&mdash;objet
-Tortorano sonriendo.</p>
-
-<p>&mdash;Sera una novedad muy grande,&mdash;afirm
-Troncoso retorcindose el bigote con aire convencido.</p>
-
-<p>&mdash;Y s'imagina, entonces, que yo estoy aqu p'a
-quitarles la libert los ciudadanos! Y que yo,
-comisario, lo h'e permitir?...</p>
-
-<p>El diputado, el intendente y dems jugadores
-de la oligrquica mesa, levantaron la vista sorprendidos.
-El ruido disminuy de pronto en el
-saln, como si los concurrentes se quedaran la
-expectativa de un acontecimiento trascendental.
-Pedrn fu acercndose ms al comisario...</p>
-
-<p>&mdash;No digo eso,&mdash;murmur Troncoso mirando
-al suelo y preguntndose interiormente dnde
-ira parar el hombre encargado en Pago Chico
-de asegurar el xito de una candidatura dada, con
-exclusin total de la otra.</p>
-
-<p>Se habra convertido de la noche la maana,
-despus de tantas arbitrariedades y persecuciones?</p>
-
-<p>&mdash;Yo tampoco digo que usted les quite la libertad.
-No faltaba ms!</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_260" id="Page_260">[Pg 260]</a></span></p>
-
-<p>Tortorano se encogi de hombros otra vez y se
-puso armar un cigarrillo negro. Troncoso mir
-al comisario para ver si hablaba de veras. Pedrn,
-aunque no tuviera nada de cndido, intervino con
-una ingenuidad:</p>
-
-<p>&mdash;Me alegro mucho de haberl' ido,&mdash;dijo.&mdash;Yo
-ya estaba por no ir las eleciones. Pero desde
-que ust garante la libert...</p>
-
-<p>&mdash;La garanto, canejo!! Ya lo creo que la garanto!</p>
-
-<p>El diputado Cisneros se incorpor en su silla,
-casi resuelto llamar al orden al extraviado y demagogo
-funcionario policial. Las dems autoridades
-estaban, al oir semejantes despropsitos, que no
-saban lo que les pasaba.</p>
-
-<p>&mdash;Pues si es as...&mdash;prosigui Pedrn,&mdash;lo que
-es yo, el domingo no faltar en el atrio p'a votar
-por don Vicente.</p>
-
-<p>Pero no haba acabado de decirlo cuando el
-comisario estaba ya parado, de un salto tan violento
-y repentino que ni siquiera le di tiempo
-para soltarse la bota. Y as en un pie:</p>
-
-<p>&mdash;Pare la trilla que una yegua si ha mancau!&mdash;grit.&mdash;Qu
-es lo que dice, amiguito?</p>
-
-<p>&mdash;Que ya que ust garante la elecin v'y sufragar
-por los cvicos... nada ms.</p>
-
-<p>&mdash;Dios lo libre y lo guarde! Como de miarse
-en la cama!</p>
-
-<p>&mdash;Pero no dice que habr libert de votar?</p>
-
-<p>&mdash;S, para todos; pero libert, libert de votar
-por el candidato del gobierno!...</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_261" id="Page_261">[Pg 261]</a></span></p>
-
-<p>Un gran suspiro de satisfaccin compuesto de
-seis suspiros particulares se exhal del truco oficial.</p>
-
-<p>Y el ruido volvi entonces, ms alegre y estrepitoso
-que nunca...</p>
-
-<hr class="r5" />
-
-
-<div class= "chapter">
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_262" id="Page_262">[Pg 262]</a><br /><a name="Page_263" id="Page_263">[Pg 263]</a></span></p>
-</div>
-
-
-
-<h2 class="no-break">EPLOGO</h2>
-
-
-<p>Lector que, risueo adusto has recorrido con
-inters desgano, estas pginas aparentemente superficiales
-sabes qu espectculo hemos asistido
-juntos sin saberlo? Pues nada menos que las primeras
-palpitaciones de una democracia en gestacin
-y los primeros desperezamientos de una gran
-ciudad en la cuna!... As, como lo oyes!</p>
-
-<p>Rete si quieres, y hars bien, porque siempre
-es bueno reirse de la verdad. Pues, s, seor: democracia,
-gran ciudad, etc...</p>
-
-<p>Nosotros mismos no lo sospechbamos siquiera,
-y no es la perspicacia sino el tiempo quien nos
-abre los ojos. Muchos aos, en efecto, van corridos
-desde los sucesos narrados en la crnica que cerramos
-provisionalmente con estas lneas. En ese
-lapso las cosas han cambiado, Pago Chico es Pago
-Grande, el villorrio es un fuerte ncleo de poblacin,
-con afirmados, tranvas, luz elctrica, obras
-sanitarias; su comercio gira millones, su industria<span class="pagenum"><a name="Page_264" id="Page_264">[Pg 264]</a></span>
-crece y prospera, su fuerza vegetativa y progresiva
-es colosal; en poltica tambin se ha dado un largo
-paso hacia adelante, y aunque est muy lejos an
-el ideal, algo se ha ganado en cuanto al juego de
-las instituciones, y hasta parece haberse ganado
-mucho, pues ya no se estilan los burdos medios
-de gobernar que burla burlando hemos puesto de
-relieve. Y ya se sabe que la hipocresa es tcito homenaje
-del vicio la virtud.</p>
-
-<p>Esto naci de aquello. Parece imposible, pero
-es as. El impulso que lleva nuestro pas es admirable
-de fuerza y de velocidad, pese los sucesivos
-descarrilamientos que amenazaban dar con todo al
-traste. Quien se detenga hoy en Pago Chico, jurar
-que lo hemos calumniado, que lo pintamos en
-remotsimos tiempos,&mdash;all en la edad de la piedra
-labrada del hueso rodo&mdash;aunque su historia es
-casi una actualidad, algo fiambre si se quiere, pero
-en modo alguno vetusta.</p>
-
-<p>Ms todava: alejmonos unas cuantas leguas, y
-la actualidad palpitante renacer de sus cenizas.
-Pago Chico se ha retirado un poco ms, como se
-retiraba antiguamente la lnea de fronteras,&mdash;he
-ah todo. Y como, ms por azar que por clculo,
-hemos olvidado hasta ahora determinar la exacta
-ubicacin del pueblo, puede el lector situarlo ms
-al oeste del meridiano quinto ms al sur del Ro
-Negro, con cuya sencillsima operacin tendr la
-minuta un verdadero plato del da. Y ni aun es
-menester que vaya mentalmente tan lejos, pues
-rincones hay todava, muy prximos la misma<span class="pagenum"><a name="Page_265" id="Page_265">[Pg 265]</a></span>
-capital, donde contina ms y mejor cocindose
-habas, en forma parecida por lo menos.</p>
-
-<p>En fin, risueo adusto lector, slo queremos
-agregar pocas palabras, para repetirte que este
-volumen no se te presenta como la crnica completa
-de la era inicial pagochiquense, sino como
-una simple coleccin de documentos que forman
-parte de ella&mdash;parte pequea por lo dems,&mdash;y hecha
-voluntariamente al acaso, sin plan previo, para
-que de su misma aparente inconexin resulte,
-si lo puede por s misma, una especie de unidad,
-aquel lrico desorden que aconsejan los preceptistas
-en cierta clase de obras, para suspender el
-nimo y conmoverlo con inesperadas imgenes,
-acciones ideas...</p>
-
-<p>Quiere esto decir que an quedan disponibles
-cajas y legajos de documentos y notas atinentes
-la vida poltica, intelectual, social, moral etc., de
-Pago Chico,&mdash;y en primsimo lugar cuanto las
-damas y al amor, con sus enredadas maraas se
-refiere,&mdash;destinados la polilla y el polvo del olvido,
-si la muestra presente no despierta el inters y
-la atencin que nos atrevemos esperar.</p>
-
-<p>Haz, lector, una sea, y vers cmo nos apresuramos
- convertir en Prlogo de otro volumen,
-este Eplogo que&mdash;en tal expectacin&mdash;no relata sucintamente
-como era uso en tiempos de ingenuidad
-y bonhoma literarias, qu se ficieron todos los
-personajes de la obra y los hijos de sus hijos. Tal
-metamorfosis nos alegrara, y no por el xito que
-pudiera significar&mdash;crasenos aunque no parezca
-cierto,&mdash;sino porque al separarnos de estas pginas,<span class="pagenum"><a name="Page_266" id="Page_266">[Pg 266]</a></span>
-en las que hay ms verdadera melancola que despreocupado
-buen humor, sentimos algo como si
-huyera un minuto que desearamos repetir, como si
-se nos marchara otro poquito de juventud,&mdash;toda
-sa que se revive al relatar la que fu, sa que
-tantos ancianos ha hecho escribir sus recuerdos,
-sa que obligar Silvestre redactar in extenso
-sus memorias, en cuanto no tenga otra ficcin de
-trabajo con qu entretener los nervios bailarines.</p>
-
-<p>Y, con esto, hasta luego, no sea que habiendo
-logrado, como cabe, hacer un libro entretenido, lo
-echemos perder ahora con una intolerable lata.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_267" id="Page_267">[Pg 267]</a></span></p>
-
-
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_268" id="Page_268">[Pg 268]</a></span></p>
-
-
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-
-
-<pre>
-
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-
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-
-End of the Project Gutenberg EBook of Pago Chico, by Roberto Payr
-
-*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK PAGO CHICO ***
-
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-Lake City, UT 84116, (801) 596-1887. Email contact links and up to
-date contact information can be found at the Foundation's web site and
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- Dr. Gregory B. Newby
- Chief Executive and Director
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