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| author | Roger Frank <rfrank@pglaf.org> | 2025-10-15 02:12:29 -0700 |
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diff --git a/24127-h/24127-h.htm b/24127-h/24127-h.htm new file mode 100644 index 0000000..0618a1e --- /dev/null +++ b/24127-h/24127-h.htm @@ -0,0 +1,13478 @@ +<!DOCTYPE html PUBLIC "-//W3C//DTD XHTML 1.0 Strict//EN" + "http://www.w3.org/TR/xhtml1/DTD/xhtml1-strict.dtd"> + +<html xmlns="http://www.w3.org/1999/xhtml"> + <head> + <meta http-equiv="Content-Type" content="text/html;charset=iso-8859-1" /> + <title> + The Project Gutenberg eBook of Peñas arriba, por José María de Pereda. + </title> + <style type="text/css"> +/*<![CDATA[ XML blockout */ +<!-- + p { margin-top: .75em; + text-align: justify; + margin-bottom: .75em; + text-indent: 2%; + } + .dot {letter-spacing:8px; + text-align:center; + text-indent:0%; + } + .rt {text-align: right; + margin-right:20%; + font-variant: small-caps; + font-family: "Times New Roman", serif; + font-size: large; + } + h1,h2 { + text-align: center; + clear: both; + } + .top5 {margin-top: 5%;} + .top15 {margin-top: 15%;} + hr { width: 90%; + margin-top: 2em; + margin-bottom: 2em; + margin-left: auto; + margin-right: auto; + clear: both; + color:black; + } + table {margin-left: auto; margin-right: auto;} + body{margin-left: 10%; + margin-right: 10%; + background:#fdfdfd; + color:black; + font-family: "Times New Roman", serif; + font-size: large; + } + a:link {background-color: #ffffff; color: blue; text-decoration: none; } + link {background-color: #ffffff; color: blue; text-decoration: none; } + a:visited {background-color: #ffffff; color: blue; text-decoration: none; } + a:hover {background-color: #ffffff; color: red; text-decoration:underline; } + .c {text-align: center; + text-indent: 0%; + } + // --> + /* XML end ]]>*/ + </style> + </head> +<body> + + +<pre> + +The Project Gutenberg EBook of Peñas arriba, by José María de Pereda + +This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with +almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or +re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included +with this eBook or online at www.gutenberg.org + + +Title: Peñas arriba + +Author: José María de Pereda + +Release Date: January 2, 2008 [EBook #24127] +[Last updated: February 3, 2019] + +Language: Spanish + +Character set encoding: ISO-8859-1 + +*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK PEÑAS ARRIBA *** + + + + +Produced by Chuck Greif + + + + + +</pre> + + +<hr /> + +<h1>PEÑAS ARRIBA</h1> + +<h2><i>José María de Pereda</i></h2> + +<table summary="toc" cellpadding="0" cellspacing="0" class="top5" style="margin-left:20%;margin-right:20%; +border: 1px solid black;padding:2%;"> +<tr><td>Capítulos: +<a href="#I"><b>I, </b></a> +<a href="#II"><b>II, </b></a> +<a href="#III"><b>III, </b></a> +<a href="#IV"><b>IV, </b></a> +<a href="#V"><b>V, </b></a> +<a href="#VI"><b>VI, </b></a> +<a href="#VII"><b>VII, </b></a> +<a href="#VIII"><b>VIII, </b></a> +<a href="#IX"><b>IX, </b></a> +<a href="#X"><b>X, </b></a> +<a href="#XI"><b>XI, </b></a> +<a href="#XII"><b>XII, </b></a> +<a href="#XIII"><b>XIII, </b></a> +<a href="#XIV"><b>XIV, </b></a> +<a href="#XV"><b>XV, </b></a> +<a href="#XVI"><b>XVI, </b></a> +<a href="#XVII"><b>XVII, </b></a> +<a href="#XVIII"><b>XVIII, </b></a> +<a href="#XIX"><b>XIX, </b></a> +<a href="#XX"><b>XX, </b></a> +<a href="#XXI"><b>XXI, </b></a> +<a href="#XXII"><b>XXII, </b></a> +<a href="#XXIII"><b>XXIII, </b></a> +<a href="#XXIV"><b>XXIV, </b></a> +<a href="#XXV"><b>XXV, </b></a> +<a href="#XXVI"><b>XXVI, </b></a> +<a href="#XXVII"><b>XXVII, </b></a> +<a href="#XXVIII"><b>XXVIII, </b></a> +<a href="#XXIX"><b>XXIX, </b></a> +<a href="#XXX"><b>XXX, </b></a> +<a href="#XXXI"><b>XXXI, </b></a> +<a href="#XXXII"><b>XXXII, </b></a> +<a href="#XXXIII"><b>XXXIII, </b></a> +<a href="#XXXIV"><b>XXXIV</b></a><br /> +</td></tr> +</table> + +<h2 class="top15">Dedicatoria</h2> + +<p class="c"><i>A la santa memoria de mi hijo Juan Manuel</i></p> + +<p>Hacia el último tercio del borrador de este libro, hay una cruz y una +fecha entre dos palabras de una cuartilla. Para la ordinaria curiosidad +de los hombres, no tendrían aquellos rojos signos gran importancia; y, +sin embargo, Dios y yo sabemos que en el mezquino espacio que llenan, +cabe el abismo que separa mi presente de mi pasado; Dios sabe también a +costa de qué esfuerzos de voluntad se salvaron sus orillas para buscar +en las serenas y apacibles regiones del arte, un refugio más contra las +tempestades del espíritu acongojado; por qué de qué modo se ha terminado +este libro que, quizás, no debió de pasar de aquella triste fecha ni de +aquella roja cruz; por qué, en fin, y para qué declaro yo estas cosas +desde aquí a esa corta, pero noble, falange de cariñosos lectores que me +ha acompañado fiel en mi pobre labor de tantos años, mientras voy +subiendo la agria pendiente de mi Calvario y diciéndome, con el poeta +sublime de los grandes infortunios de la vida, cada vez que vacila mi +paso o los alientos me faltan:</p> + +<p class="c"><i>«Dominus dedit; Dominus abstulit.</i><br /> +<i>Sicut Domino placuit, ita factum est».</i><br /></p> + + +<p class="rt">J. M. De Pereda</p> + +<p>Diciembre de 1894.</p> + + + +<h2 class="top15"><a name="I" id="I"></a>I</h2> + + +<p>Las razones en que mi tío fundaba la tenacidad de su empeño eran muy +juiciosas, y me las iba enviando por el correo, escritas con mano torpe, +pluma de ave, tinta rancia, letras gordas y anticuada ortografía, en +papel de barbas comprado en el estanquillo del lugar. Yo no las echaba +en saco roto precisamente; pero el caso, para mí, era de meditarse mucho +y, por eso, entre alegar él y meditar y responderle yo, se fue pasando +una buena temporada.</p> + +<p>La primera carta en que trató del asunto fue la más extensa de las ocho +o diez de la serie. Temía colarse en él de sopetón, y me preparaba el +camino para sus fines, «tomando las cosas desde muy atrás, y como si nos +tratáramos entonces, aunque de lejos, por primera vez».</p> + +<p>«Mucho le estorbaba la pluma entre los dedos», y bien lo revelaban la +rudeza de los trazos, la desigualdad de las letras y las señales de más +de un borrón lamido en fresco o extendido con el canto de la mano; «pero +con paciencia y buena voluntad se vencían los imposibles».</p> + +<p>«Tus abuelos paternos—me escribía—, no lograron otros hijos que tu +padre y yo. Yo fui el mayorazgo, y como tal, aquí arraigué desde el +punto y hora en que nací. Tu padre, como más necesitado, echóse al +mundo, y rodando mucho por él, adquirió buenos caudales y una mujer que +no había oro con qué pagarla. De esta traza me la pintó cuando vino a +darme cuenta de sus proyectos matrimoniales, y a tomar posesión, en pura +chanza, de la pobreza que le correspondía por herencia libre de tus +abuelos. Fuese a los pocos días de haber venido, y no he vuelto ni +volveré a verle más en la tierra. Dios le tenga en eterno descanso.</p> + +<p>»También yo me casé andando los días, y tuve mujer buena, e hijos que el +Señor me iba quitando a medida que me los daba. Con el último de ellos +se llevó a su madre. ¡Bendita y alabada sea su divina voluntad, hasta en +aquello con que humanamente nos agobia y atribula! Como aún no era yo +propiamente viejo y me sentía fuerte, y en estas angosturas y asperezas +del terruño hallaban pasto y solaz abundante las cortas ambiciones de mi +espíritu, aprendí a arrastrar con valentía la cruz de mis dolores, y +hasta logré olvidarme, tiempo andando, de que la llevaba a cuestas: +vamos, que me hice a la carga, y volví a ser el hombre de buen contentar +y apegado a la tierra madre como la yedra al morio. De tarde en tarde +nos escribíamos mi hermano y yo, y de este modo supo él mis venturas y +desventuras, y yo tu nacimiento y el de tu hermana, el casamiento de +ésta después con un americano rico que se la llevó a su tierra, la +muerte de tu madre y los rumbos que tomabas con los libros de las aulas, +según ibas esponjándote y haciéndote hombre.</p> + +<p>»Una vez dio en faltarme carta vuestra más de lo acostumbrado, que era +bien poco, y la primera que tuve al cabo de los meses fue tuya y para +decirme que tu padre se había muerto de un tabardillo enconado, o cosa +por este arte. Ausente tu hermana y cargada de familia y de bienes en la +otra banda, quedábaste solo en la de acá, y aticuenta que en el mundo, +aunque con medios de fortuna para bracear a tus anchas en él. Lo mismo +que yo, salvo la comparanza de gentes y lugares. Te brindé con éste mío, +desconfiando mucho, en verdad se diga, de que me quisieras el envite, +hecho de todo corazón, porque barruntaba tu modo de vivir y conocía tu +estampa por retratos que me habías ido mandando. Ni el uno ni la otra se +amañaban bien con la pobreza y rustiquez de estos andurriales; me +parecía a mí. Y no iba el parecer fuera de camino, porque eso resultó de +tu respuesta, bien desentrañadas sus finezas y cortesías. Desde entonces +fueron peras de a libra las cartas entre nosotros dos. Tú corriendo la +Ceca y la Meca, y yo firme y agarrado a estos peñascales como barda +montuna. Y así hemos ido tirando tan guapamente: tú sin acordarte dos +veces al año del santo de mi nombre, y yo sin apurarme por ello cosa +mayor, porque mientras tuve salud, tuve alegría, y a la luz de ella me +tenía por bien acompañado con vivir entre estas gentes y estos riscos y +hasta sus alimañas, que me parecían ya, a fuerza de verlos y palparlos, +carne de mis huesos y sangre de mis propias venas. Pero tú eras mozo y +tenías mucho tiempo y mucha tierra por delante; yo viejo y con muy pocas +fantasías en la cabeza, y no sobrado de calor en la masa de la sangre; +los muchos años hicieron al cabo una de las suyas, y ayer mañana, como +quien dice, una pizca de nada, un sorbo de leche más de los +acostumbrados, el aire de una puerta, el aletazo de un mosquito, me +acaldó en la cama. Tardé en salir de ella, y salí como para entrar en la +sepultura. El roble se bamboleaba como si le faltara la tierra que le +sostenía, o se te despegaran de ella las raíces, o no pudiera con el +peso de su propio ramaje. Ya me dan anseo las cuestas arriba con solo +mirarlas, y la mano que ayer venteaba gustosa el apero o el hacha con +que yo me entretenía en la tierra de labor o en la espesura del monte, +hoy me pide el paluco del tullido, como el puntal de sostén el jastial +resquebrajado; y lo que es peor que todo ello, que el ánimo va cantando +al son de la osamenta que se descuajaringa y no puede ya con el pellejo. +En suma, hombre: que en un dos por tres, y cuando menos lo esperaba, di +el bajón que había de dar más tarde o más temprano. Es de ley que la +tierra llame a lo que es suyo, y a mí no cesa de llamarme unos días +hace. No te diré que tenga miedo, propiamente miedo, a ese vocerío que +no calla día ni noche; pero es la verdad que a estas horas quisiera +verme algo más acompañado de lo que me veo en la soledad en que me +hallo. Soledad digo, porque con estar cada cosa de estos lugares en el +punto en que siempre estuvo, y con ser estas buenas gentes lo que +siempre fueron para mí, ahora resulta que tengo codicia de algo que me +llegue más adentro que todo ello, por lo mismo que lo hay y sé por dónde +anda. Sí, hombre, sí: has de saberte que toda la ley que tuve a mis +hijos, y a su madre, y a tu padre, y a los míos, y que por tantos años +ha estado como dormida en lo más hondo del corazón, se me ha despertado +de repente, cebando su hambre envejecida en la única carne de la nuestra +que conoce: en ti, para que lo sepas de una vez. Porque tu hermana, a la +distancia que está de nosotros, es para el caso como si ya no viviera, y +no quiero tener por de la casta nuestra a dos sobrinazos segundos míos, +por parte de mi madre: dos bigardones de mala catadura y peor vivir. +Hace no mucho tiempo bajaron de su pueblo a pedirme «algo», a tales +horas y en tales términos, que tuve que darles el «Dios vos ampare» con +la escopeta echada a la cara. Primera y única vez que los he visto.</p> + +<p>»Pues bueno, y para fin y remate del camino que traigo y ya me cansa: +creo que si tú te animaras y me dieras el regalo de tu compañía en esta +casona, el vocear de la tierra me sería más llevadero. No hay cosa mayor +con qué tentarte entre estos solitarios despeñaderos, a ti que estás +avezado a las pompas y regalos de la corte; pero a todo se hacen los +hombres cuando se empeñan en ello, sin contar con que también aquí hay +su sol correspondiente; y aunque es cierto que tarda un poco por la +mañana en trasponer los picachos que rodean el lugar, una vez arriba +alumbra y calienta y regocija el ánimo como el sol más majo de +cualquiera parte. Además, tu destierro no podría durar mucho por razones +que yo me sé; y por último y finiquito, con salir de él en cuanto no +pudieras resistirle, estaba el cuento acabado para ti.</p> + +<p>»Ítem más: tengo ciertos planes en el magín, que me dan mucho que hacer. +¿Qué hombre anda sin ellos en mi caso? No tengo herederos forzosos, y no +deja de haber en casa algo que echar a perder de mi propia pertenencia; +algo que irá a parar Dios sabe adónde, si en mis últimas y postreras no +topo al alcance de la vista con un ser que me haga un poco de cosquilleo +en las entretelas del corazón.</p> + +<p>»Por supuesto, que no trato de encender tu codicia con estas indirectas. +¡A buena parte iría! Pero es bien que todo se estipule y se tenga +presente en horas como las que han empezado a correr para mí.</p> + +<p>»En fin, hombre, anímate a venir por acá; y si no puedes hacerlo por +gusto, hazlo por caridad de Dios.»</p> + +<p>Menos lo del «bajón» y sus consecuencias, todo lo que mi tío me contaba +en esta carta me lo tenía yo bien sabido; y sabía también, por lo que se +deducía fácilmente de su anterior y escasa correspondencia con nosotros +y lo poco que me había dicho mi padre, que su hermano Celso era un +hombre campechano, de escasas letras y excelente corazón, agudo de magín +y un tanto marrullero, como buen montañés, y más cuidadoso del cultivo y +prosperidad de sus tierras y ganados, que del fomento de su cariño a la +familia que le quedaba; dejadez que a ratos tocaba en una indiferencia +que parecía rayana del absoluto olvido. Menos que de mi tío sabía yo de +su tierra nativa y de nuestra casa solar, no tanto por culpa de mi poca +curiosidad sobre estos particulares, como por obra de una de las +flaquezas más salientes de mi padre. Le llamaban más la atención los +apellidos que las condiciones personales de «los nuestros»: así es que +al preguntarle por la vida y milagros de cualquiera de ellos, en lugar +de responder derechamente a la pregunta, se encaramaba en la copa del +árbol genealógico de la familia, y gateando de rama en rama hacia abajo, +no paraba hasta dar, lo que menos, con la pata del Cid, si es que se +conformaba con eso. De sus padres sólo pude sacar en limpio, en las +diferentes veces que le pedí noticias sobre ellos, que habían sido el +entronque de la casa «única» de los Ruiz de Bejos, de Tablanca, con la +de los Gómez de Pomar, la más ilustre de las de Promisiones. Pocos +caudales, eso sí, por parte de estos últimos principalmente, es decir, +por la de mi abuela paterna, que sólo aportó al matrimonio unas +gargantillas y unas arracadas de coral, dos relicarios de plata con una +astilla de la Vera-Cruz, y un hueso de Santa Felícitas, respectivamente; +tres mudas de ropa blanca, dos mantelerías de hilo casero, una cadena de +oro cordobés, el vestido de gala con que se casó, y otro a medio uso +para todos los días. Por parte de mi abuelo ya fue cosa muy diferente. +Nuestra casa de Tablanca ejercía en todo el valle, por virtud de su +condición benéfica amén de ilustre, cierto señorío indiscutible y +patriarcal, y era el paradero obligado de todas las personas notables +que pasaban por allí, incluso los obispos. Solamente en lo que recordaba +mi padre, se habían hospedado dos en ella: el de Santander y el de León. +Para estos y otros parecidos menesteres había en arcas y alacenas buena +provisión de sábanas y mantelerías superiores, maciza y abundante plata +de mesa y hasta dos colchas de damasco y un crucifijo de marfil y ébano. +Nada faltaba allí de lo que no debía de faltar en la casa de una familia +como la nuestra. Pero de su situación, de su forma, de su amplitud, de +sus comodidades, ni una palabra: a lo sumo, que era grande, con solanas, +escudo nobiliario y accesorias. Del terreno en que estaba enclavada y +sus aledaños, de las condiciones y aspecto del paisaje, de su clima, de +sus recursos para la vida algo más que animal, de las costumbres de sus +habitadores, era ocioso inquirir cosa alguna por informes de aquel buen +señor, que con estar tan pagado de su estirpe y poner en los cuernos de +la luna los blasones de su casa y la tierra en que había nacido, sólo +una vez y muy de prisa volvió a ella después de haberla abandonado, +aunque por imperio de la necesidad, siendo muchacho todavía. Se +remontaba a lo más alto de cuanto había oído y leído sobre aquella +empingorotada región de la cordillera cantábrica, y era de ver cómo se +las había, primeramente, con los celtas, nuestros supuestos +progenitores, y se descolgaba enseguida de allí para enzarzarse mano a +mano y como quien ventila y justiprecia ordinarios y corrientes asuntos +de familia, con aquellas tribus montaraces, con aquel cántabro feroz que +pasó los Alpes y luchó con Aníbal contra Roma y derrotó a Escipión en el +Tesino. Después hablaba de Augusto y sus legiones, venidos a Cantabria +expresamente para someternos al yugo romano; de que tal era <i>nuestro</i> +empuje, tal «nuestro» valor y tal «nuestro» apego a la independencia, +que el César había necesitado seis años para triunfar en un empeño que +le había parecido obra de pocos días; de los horrores de esta guerra +bárbara entre inaccesibles peñascales y profundos y sombríos barrancos, +donde rugían las aguas tintas en la sangre de «los nuestros» y de los +aguerridos legionarios. No faltaba lo de las madres que durante la +guerra mataban a sus pequeñuelos para no verlos esclavos de los +triunfadores extranjeros, ni lo de la muerte en cruz de tantos mártires +entonando himnos de libertad entre maldiciones al conquistador, y con +todo esto, un sinnúmero de pormenores sobre el tipo y las costumbres de +sus héroes, pormenores que yo hubiera querido sobre la tierra que +habitaron, tal y como era en mis días. Lejos de ello, sólo dejaba los +cántabros para mezclar a sus sucesores en la epopeya de Covadonga o en +los líos de los «Bandos» de Castilla; y ya puesto aquí con los +ditirambos a sus ínclitos «antepasados», recorría con ellos las cinco +partes del mundo, hasta no saber por dónde se andaba, ni yo tampoco. +Porque sobre estas materias tenía mi padre una erudición abundante, pero +un tanto sospechosa, obra de una voracidad que entraba con lo cierto lo +mismo que con lo fantástico, por apego tenaz, aunque meramente +platónico, a las cosas de su tierra.</p> + +<p>De esta manera sabía yo de ella, al recibir la carta de mi tío, poco más +de lo que se sabe, por conjeturas o por comparación, de otras semejantes +que se han visto «al pasar», y muy de prisa.</p> + +<p>Entre tanto, yo había cumplido ya los treinta y dos años; hacía seis que +era doctor en ambos derechos, aunque sin saber, por desuso de ellas, +para qué servían esas cosas; más de siete que campaba por mis respetos, +y me daba la gran vida con el caudal que había heredado de mi padre. +Porque de mi madre no heredé un maravedí. Fue una granadina muy guapa, +hija de un magistrado de aquella Audiencia territorial. La conoció mi +padre andando por allá una temporada, ocupado en negocios de minas, y se +casó con ella de la noche a la mañana. El magistrado era viudo y pobre, +y se murió dos años después de la boda de su hija.</p> + +<p>Debo a Dios, entre otras muchas mercedes, la de un temperamento +singularmente equilibrado de humores, que me ha permitido atravesar por +las más peligrosas asperezas de la vida, sin dejar entre ellas la menor +tira del pellejo. Muy pocas cosas me han llegado al alma, y rara vez me +he apasionado por la mejor de ellas. Esta ha sido mi mayor fortuna en +medio de la libertad y de la abundancia en que viví, siendo niño mimado +y consentido, mientras fui «hijo de familia», y rico y desligado de toda +traba en cuanto quedé huérfano de padre y madre y me declaré «mozo de +casa abierta». En estas condiciones y con un temperamento más +apasionado, sabe Dios lo que hubiera sido de mí y de mi dinero. Así y +todo, no acrecenté el heredado de mi padre, y hasta le mermé en una +buena tajada, porque no todos los tiempos corrían iguales para el vil +ochavo; y yo, aunque sin perder de vista lo útil que es este ingrediente +para vivir a gusto entre los hombres, no había nacido para esclavo de él +y tenía muy arraigadas aficiones que no eran baratas. Me gustaba viajar, +y viajaba mucho dentro y fuera de España; me gustaba el llamado «gran +mundo» o «alta sociedad», y la frecuentaba en sus salones, en los +teatros, en los paseos y hasta en los balnearios de moda, y en el +deporte; me gustaban las Bellas Artes, aunque consideradas +principalmente como artículo de lujo, y compraba cuadros y esculturas en +las exposiciones; me gustaban ciertos hombres de la política y de la +literatura, no por políticos ni por literatos precisamente, sino por la +resonancia de sus nombres y el atractivo de sus conversaciones, y +frecuentaba su trato y los acompañaba en sus círculos y en sus banquetes +y en sus tertulias y francachelas... hasta me gustaban los toreros a +cierta distancia, y a cierta distancia cultivaba la amistad de algunos +de ellos.</p> + +<p>Todo esto, y otro tanto más que de ello se sigue por ley forzosa, al fin +y a la postre resultaba caro y producía hondos desgastes, si no del +pellejo, cuando menos de la sensibilidad moral, aun tratándose de un +mozo como yo, que en ningún cuadro aspiró a ser figura de primer +término, ni a levantar media pulgada sobre la talla común de la masa de +espectadores; y esto, no por virtud, sino por exigencias de mi +temperamento.</p> + +<p>Es muy de notarse que en la afición más acentuada de todas las mías, la +de los viajes, me seducía mucho más el artificio de los hombres que la +obra de la Naturaleza. Como buen madrileño, amaba a Madrid sobre todas +las cosas de la tierra, y después de Madrid, a sus similares de España y +del extranjero: las más grandes y más alegres capitales del mundo +civilizado. Lo que quedaba entre unas y otras, me tenía sin cuidado, y +pasaba sobre ello, para ir adonde fuera, como insensible proyectil que +lleva el paradero determinado desde su punto de origen. Hijo y habitante +de tierra llana, los montes me entristecían y los cielos borrosos me +acoquinaban. Una vez sola había estado en la capital montañesa, +disfrazando con el deseo de pisar «la tierra de mis mayores», como diría +mi padre, la tentación de veranear en aquel puerto que comenzaba a ser +«elegante». Atravesando en ferrocarril la cordillera cantábrica casi por +encima de las fuentes del Ebro, recordé que «por allí», no sabía si a la +derecha o a la izquierda, debía de andar mi casa solariega, en algún +repliegue de aquellos montes encapuchados de neblinas y ceñidos de +negros robledales. Y no tuvo entonces mayor resonancia que ésta en mi +corazón el tan cacareado «grito de la sangre». Días después, y desde una +de las alturas que dominan la ciudad, un santanderino, práctico en ello, +me nombraba, señalándolos con el dedo, cada picacho y cada monte de la +grandiosa cordillera que empieza al Oriente en Cabo Quintres y Galizano +(la cola del enorme reptil), y acaba al Occidente metiendo entre las +nubes los Picos de Europa (su cabeza).</p> + +<p>Después, al trazar en el aire con el mismo dedo el curso de cada río de +los que en ella nacen y por el fondo de sus negras barrancas se +despeñan, llegó a encararse al Oeste; y marcando tres rayas casi +verticales, me nombró el Saja, el Nansa y el Deva; y allí le atajé yo +con el pensamiento, diciéndome a mí propio: «Junto a uno de esos tres +ríos (creo que el Nansa), más arriba o más abajo, debe de andar el solar +de mis mayores.» Y a esto solo se redujo, por segunda vez, «el grito de +la sangre» que llevaba en las venas. Como decoración, me enamoraba aquel +rosario de escalonadas montañas que de Este a Oeste por el Sur sirven de marco +grandioso a la admirable bahía; ¡pero como tierras habitables!...</p> + +<p>Tales eran, pico más, pico menos, mis antecedentes personales cuando +recibí la carta en que mi tío Celso me llamaba a su lado, y por tiempo +indefinido, desde lo más recóndito y montaraz de la región cantábrica; +y, sin embargo, no me causó la embajada impresión tan desagradable como +pudiera presumirse tomando al pie de la letra lo dicho sobre mi modo de +ser y de sentir.</p> + +<p>Aparte de lo que me interesó el estado físico y moral de mi tío, no +estaba yo tan enamorado de mi sistema de vida, que me espantaran los +riesgos de trastornarle radicalmente por algún tiempo. Sin sentirme +«cansado» de vivir como vivía, porque no cabía el cansancio en un andar +tan reposado y, relativamente, metódico como el que había usado yo hasta +llegar adonde había llegado por tantos y tan peligrosos caminos, +comenzaba a notar a la sazón cierta languidez de espíritu, cierta +inapetencia moral que no estaban reñidas seguramente con un paréntesis +de reposo, y mucho menos con un cambio de impresiones y de «alimentos». +Por este lado, la carta de mi tío no podía llegar más a tiempo de lo que +llegó a mis manos. Lo grave, lo inesperado, lo terrible para mí estaba +por otro lado: la calidad de lo que se me pedía en ella. Resuelto a +cambiar de vida por algún tiempo, Dios sabe qué derroteros hubiera +adoptado yo; pero es indudable para mí que jamás habría elegido el que +mi tío deseaba y me proponía. Llegarme allá para hacerle una visita; +pasar por allí de largo, siquiera por conocer de vista el solar de mis +abuelos, menos mal; pero establecerme en él; hacer la vida de las fieras +entre riscos y breñales; aclimatarme a ella de repente en la estación +que corría (más que mediado el otoño), la antesala del invierno, ¡qué +tendría que ver en Tablanca! recién llegado yo de Aguas-Buenas y de +París y de medio mundo «distinguido», con las maletas atestadas de +«novedades», lo mismo en ropas que en libros; reinstalado en mi +«confortable» casita de soltero... Vamos, era el colmo de lo imposible +soñar siquiera en trocar todo eso y de repente por lo que se me ofrecía +desde Tablanca.</p> + +<p>Pero yo no podía decir a mi tío estas cosas que le hubieran lastimado +mucho en la situación de ánimo en que se hallaba; y le entretenía +despachando sus apremiantes instancias con evasivas corteses, +pretextando negocios que no tenía, y apuntando «veremos» sin el menor +propósito de cumplirlos.</p> + +<p>Ente tanto, la visión, a mi modo, de la casa de Tablanca, con sus montes +y sus fieras y sus gentes y su desolación inverniza, no se apartaba un +instante de mis ojos, porque las súplicas de mi tío, cada vez más vivas, +llegaron a tocarme muy adentro; y por lo que pudiera suceder, sentía la +necesidad de poner el caso en tela de juicio, que vale tanto, según las +reglas de la experiencia, como empezar a transigir.</p> + +<p>Lo cierto es que un día, el en que recibí la anteúltima carta de mi tío, +que me comovió muy hondamente, di en el tema de buscar dentro de mí el +porqué de ser yo tan poco sensible a los convenidos encantos de la +Naturaleza. ¿Faltaba esa cuerda en mi organismo, o la tenía y no la +había puesto en ocasión de que vibrara? Pues había que averiguarlo, +porque comenzaba a mortificarme el temor de carecer de ella. Además, o +es uno hombre, o no lo es; o tiene o no tiene entrañas de humanidad, +agallas para ir por donde vayan y hacer lo que hagan otros; o sirve o no +sirve para algo más útil y de mayor jugo y provecho que pisar alfombras +de salones; engordar el riñón a fondistas judíos, sastres y zapateros de +moda; concurrir a los espectáculos; devorar distancias embutidas en +muelles jaulas de ferrocarril, y gastar, en fin, el tiempo y el dinero +en futilidades de mujerzuela presumida y casquivana.</p> + +<p>Encarrilado el discurso en este sendero, llegué a sentir un vigor de +espíritu, una virilidad desconocida en mí; soliviantóse mi amor propio +de mozo bien saneado de alma y cuerpo; y aprovechando la fiebre, por +temor de que, si era pasajera, se llevara consigo mi ardimiento al +desaparecer, escribí a mi tío diciéndole «allá voy» y hasta fijándole la +fecha de mi salida de Madrid. Entre tanto haría yo mis preparativos de +viaje, y me contestaría él dándome las necesarias instrucciones para +llegar a su casa desde la última estación del ferrocarril.</p> + +<p>Mientras anduve ocupado en hacer abundante provisión de ropas de abrigo, +calzado recio, armas ofensivas y defensivas, libros de Aimard, de +Topffer y de cuantos, incluso Chateaubriand, han escrito cosas amenas a +propósito de montañas, de selvas y de salvajes, lo mismo que si +proyectara una excursión por el centro de un remoto continente +inexplorado, puedo responder de que no me faltó la fiebre. Menos +seguridad tuve de ello cuando intenté «levantar» mi casa. Me parecía que +esto equivalía a quemar mis naves, o, por lo menos, a darme ya por +consentido en que había de ser muy larga mi permanencia entre los osos +de Cantabria; y el temor de este riesgo me inclinó a dejar esas cosas +como estaban, sobrándome buenos amigos en Madrid que mirarían por ellas. +De todas suertes, nada más fácil que resolver lo contrario desde allá, +si así lo pidieran las circunstancias.</p> + +<p>En fin, temiendo que por este resquicio de mis flaquezas se me fueran +colando otros aires aún más fríos y enervadores, cerré las puertas del +discurso a toda reflexión contraria a lo convenido, y +<i>Alea jacta est</i>, me dije, como César, resuelto a pasar a todo trance mi +correspondiente Rubicón.</p> + + + +<h2 class="top15"><a name="II" id="II"></a>II</h2> + + +<p>Y acometí la empresa en la fecha convenida, un día de los últimos de +octubre, frío y nebuloso en las alturas de la romana «Juliobriga». En la +clásica villa inmediata, término de mi jornada primera, y única posible +en ferrocarril, hice un alto de media hora escasa: lo puramente +indispensable para desentumecer los miembros y confortar el estómago; +porque no había tiempo que perder, según dictamen del espolique que me +aguardaba en aquel punto desde la víspera con dos caballejos de la +tierra, espelurciados y chaparretes, uno para conducirme a mí y otro +para cargar con mis equipajes.</p> + +<p>Puestos en marcha todos, bien corrida ya la media mañana, delante el +espolique llevando del ramal la cabalgadura que apenas se veía debajo de +la balumba de mis maletas y envoltorios, sin salir del casco de la villa +atravesamos por un puente viejo el Ebro recién nacido; y a bien corto +trecho de allí y después de bajar un breve recuesto, que era por aquel +lado como el suburbio de la población que dejábamos a la espalda, +vímonos en campo libre, si libre puede llamarse lo que está circuido de +barreras. De las cumbres de las más elevadas se desprendían jirones de +la niebla que las envolvía, y remedaban húmedos vellones puestos a secar +en las puntas de las rocas y sobre la espesura de aquellas seculares y +casi inaccesibles arboledas, con el aire serrano que soplaba sin cesar, +y tan fresco, que me obligaba a levantar hasta las orejas el cuello de +mi recio impermeable.</p> + +<p>Siguiendo nuestro camino encarados al Oeste, llevábamos continuamente a +la izquierda, aguas arriba, el cauce del río, con sus frescas y verdes +orillas y rozagantes bóvedas y doseles de mimbreras, alisos y zarzamora, +y topábamos de tarde en cuando con un pueblecillo que, aunque no muy +alegre de color, animaba un poco la monotonía del paisaje.</p> + +<p>A la vera del último de los de esta serie de ellos, en el centro de un +reducido anfiteatro de cerros pelados en sus cimas, se veían surgir +reborbollando los copiosos manantiales del famoso río que, después de +formar breve remanso como para orientarse en el terreno y adquirir +alientos entre los taludes de su propia cuna, escapa de allí, a todo +correr, a escondidas de la luz siempre que puede, como todo el que obra +mal, para salir pronto de su tierra nativa, llevar el beneficio de sus +aguas a extraños campos y desconocidas gentes, y pagar al fin de su +desatentado curso el tributo de todo su caudal a quien no se le debe en +buen derecho. Y a fe que, o mis ojos me engañaron mucho, o sería obra +bien fácil y barata atajar al fugitivo a muy poca distancia de sus +fuentes, y en castigo de su deslealtad, despeñarle monte abajo sin darle +punto de reposo hasta entregarle, macerado y en espumas, a las iras de +su dueño y natural señor, el anchuroso y fiero mar Cantábrico.</p> + +<p>Debí pasar demasiado tiempo en meditar sobre éstas y otras puerilidades, +y en paladear los recuerdos que despertaba en mí la contemplación de +aquellas cristalinas aguas que tanto han dado que hacer a la Historia y +a la fantasía de los poetas, porque el espolique, salvando todos los +respetos de costumbre en su ruda cortesía, me apuntó la conveniencia de +que continuáramos andando.</p> + +<p>—Da grima—le dije obedeciéndole—, pensar en la conducta de este +renegado montañés.</p> + +<p>Tuve que descifrar la metáfora para que el espolique me entendiera lo +que yo quería decirle; y en cuanto me hubo entendido, me respondió:</p> + +<p>—Déjeli, déjeli que se vaya en gracia y antes con antes aonde jaz más +falta que aquí. Pa meter buya y causar malis a lo mejor, ríus como ésti +nos sobran por la banda de acá.</p> + +<p>Explicóse a su vez el espolique para que yo le entendiera, y llegué a +convencerme, con ejemplos que me puso de ríos montañeses desbordados a +lo mejor sin qué ni para qué, arrollando casas, puentes y molinos en las +alturas, y comiéndose en los valles las tierras que debieran de regar, +de que bien pudiera ser obra meritoria lo que me había parecido en el +Ebro falta imperdonable.</p> + +<p>Por cierto que no se explicaba mal ni dejaba de tener su lado +interesante mi rudo interlocutor, en quien apenas me había fijado hasta +entonces. Era un mocetón fornido, ancho y algo cuadrado de hombros; +vestía pantalón azul con media remonta negra, sujeto a la cintura por un +ceñidor morado; y sobre la camisa de escaso cuello, un «lástico» o +chaquetón de bayeta roja. Calzaba abarcas de tres tarugos sobre +escarpines de paño pardo, y por debajo del hongo deformado con que +cubría la abultada cabeza, caían largos mechones de pelo áspero y +entrerrubio, casi el color de su cara sanota y agradable, cuyo defecto +único era la mandíbula inferior más saliente que la otra, como la de +nuestros Príncipes de la casa de Austria. Llevaba en la mano derecha un +palo pinto, y debajo del brazo izquierdo un paraguas azul, muy grande y +con remiendos.</p> + +<p>Habíame dado noticias sumamente lacónicas de mi tío.</p> + +<p>—¿Cómo anda de salud?—le había preguntado yo en cuanto se me puso +delante y a mis órdenes.</p> + +<p>—Tan majamenti—me había respondido él—. Es de güena veta, y hay +hombri pa largu.</p> + +<p>En concreto, sólo pude saber que quedaba muy alegre esperando mi +llegada.</p> + +<p>Dábame los nombres de pueblos y montañas cuando yo se los pedía, sin +cambiar el ritmo airoso de su andadura ni volver por completo la cara +hacia mí. Verdad que tampoco le miraba yo derechamente cuando le +preguntaba alguna cosa, porque más que en él, llevaba puesta la atención +en los detalles del paisaje y en el arrastrado vientecillo que me iba +poniendo las orejas encarnadas.</p> + +<p>Quejándome de ello una vez y mostrando recelos de que lloviera al cabo.</p> + +<p>—No hay que temelu—me dijo levantando, tan alto como pudo, el índice +de su mano derecha, después de haberle metido en la boca—. El aire es +cierzu, y la niebla espienza a jalar parriba en los picachus.</p> + +<p>Cuando intimamos algo más, supe que se llamaba «Chisco», que servía en +casa de mi tío muchos años hacía, y que no era natural de aquel pueblo, +sino de otro más abajo. Me admiraba, y así se lo dije, verle caminar +suelta y desembarazadamente con un calzado tan pesado y tan recio, que +sonaba en las lastras del camino como si las golpearan con un mazo.</p> + +<p>—Por acá no se gasta otru en lo más del añu—me respondió saltando con +la agilidad de un bailarín por encima de un jaral que le cortaba la +línea recta que iba siguiendo—. ¡Y probes de nos con otra cosa más +blanda en los pies pa trotear por estos suelus!</p> + +<p>Desconcertado y pedregoso era a más no poder el que íbamos dejando +atrás, y no le prometía más placentero la muestra del que teníamos +delante. Por fortuna, el repliegue en que el sendero se arrastraba era +relativamente descubierto y franco, en particular a nuestra izquierda.</p> + +<p>—¿Será por este orden—pregunté a Chisco—, todo lo que nos falta por +andar?</p> + +<p>—¡Jorria!—contestó el espolique haciendo casi una zapateta—. ¡Qué +yanu se lo pide el cuerpu! ¡Si estu es una pura sala!</p> + +<p>¡Buen consuelo para mí, que llevaba ya los riñones quebrantados de +cabalgar por tantos y tan repetidos altibajos, y comenzaba a sentir en +mi espíritu madrileño el peso abrumador de los montes y la nostalgia de +la Puerta del Sol y de las calles adoquinadas!</p> + +<p>Andando, andando, siempre arrimado a las estribaciones de la derecha, +fueron enrareciéndose los estribos de la izquierda, y dejándose ver, por +los frecuentes y anchos boquerones, llanuras de suelo verde salpicadas +de pueblecillos entre espesas arboledas, unos al socaire de los montes +lejanos, y otros arrimaditos a las orillas de un río de sosegado curso +que serpeaba por el valle.</p> + +<p>—¿Es éste el Ebro?—pregunté a Chisco sin considerar que dejábamos sus +fuentes muy atrás y sus aguas corriendo en dirección opuesta a la que +llevábamos nosotros.</p> + +<p>—¿El Ebru?—repitió el espolique admirado de mi pregunta—. Echeli un +galgu ya, por el andar que yevaba cuando le alcontremus nacienti. Esti +es el «Iger» (Híjar), que sal de aqueyus montis de acuyá enfrenti. Pero +bien arrepará la cosa, no iba usté muy apartau de lo justu, porque si no +es el Ebru ahora propiamenti, no tarda muchu ratu en alcanzali pa dirse +juntus los dos en una mesma pieza por esus mundos ayá; y tan Ebru +resulta ya el unu como el otru.</p> + +<p>—Y este valle, ¿cómo se llama?</p> + +<p>—Esta parte de él que vamus pisandu, pa el cuasi, Campóo de Arriba.</p> + +<p>De buena gana hubiera revuelto mi cabalgadura hacia sus risueñas +praderías, cruzadas de senderos blandos y tentadores; pero me arrastraba +a la derecha el pícaro deber encarnado en aquel condenado espolique, +siempre cosido a las faldas de los montes, como si de ellos tomara el +vigor y la fortaleza que parecían crecer en él según iba caminando.</p> + +<p>También llegó a interrumpirse la desesperante continuidad de la barrera +de aquel lado, y entonces columbré sobre un cerro, encajonado en el +fondo de un amplio seno de montes, un castillo roquero que, aunque +ruinoso y cargado de yedra, conservaba las principales líneas de su +sencilla y elegante arquitectura.</p> + +<p>—¿Qué castillo es aquél?—pregunté al espolique.</p> + +<p>—El de Argüesu—respondióme; y dicen si es obra de morus.</p> + +<p>Para aquellos rudos montañeses, como pude observar más adelante, toda +construcción de parecida traza es debida a los moros... o a «la +francesada».</p> + +<p>En éstas y otras, volvieron a unirse y apretarse los altos muros de la +barrera; fue estrechándose el valle del otro lado, y cuando quedó +convertido en un saco angosto, dimos en una aldehuela que llenaba todo +el fondo de él.</p> + +<p>—Aquí se acabó lo yanu y andaderu—me dijo Chisco entonces; y como +tampoco hemos de jayar en más de tres horas otru lugar ni alma vivienti +que nos estorbe el caminu, si algo le pidi el cuerpo pa levantar las +fuerzas, no desaprovechi esta güena proporción de jacelu.</p> + +<p>Nada necesitaba yo ni apetecía; pero estaba Chisco en muy distinto caso. +Autoricéle para que se despachara a su gusto, y se satisfizo con medio +pan de centeno y un cuarterón de queso ovejuno. Y fortuna fue para él +que no se extendieran a más sus apetitos, porque hubiera jurado yo que +no había otra cosa de mayor regalo en aquella desmantelada venta. +Autoricéle también para que descansara un rato mientras despachaba la +frugal pitanza, y para que ayudara la digestión con algunos tragos de +vino; pero a todo se negó: a lo del reposo, porque con las paradas así +se «enfriaban los gonces y se perdía el buen caminar, y los buenos +caminantes debían de descansar andando»; a lo de la bebida, porque la +más sana y mejor para él era el agua corriente y fresca de los regatos +que hallaríamos «a patás» en los puertos. Con esto colgó de una muñeca +el palo pinto, ató al correspondiente brazo las riendas de la +cabalgadura, aprisionó el paraguas en el sobaco; y con el pan y el queso +en una mano y en la otra una navaja abierta, me dio a entender, con un +ademán y una mirada, que estaba apercibido y a mis órdenes.</p> + +<p>Nos hallábamos entonces al pie de una altísima sierra que se +desenvolvía, a diestro y a siniestro, en interminable anfiteatro.</p> + +<p>—¿Por dónde tomamos ahora—pregunté a Chisco—, y adónde iremos a +salir?</p> + +<p>—¿Vey usté—respondióme levantando y extendiendo el brazo y apuntando +con la navaja abierta mientras mascaba los primeros bocados de pan y +queso—; vey usté, enfrenti de nos, ayá-rriba, ayá-rriba de tou, una +coyá (collada) entre dos cuetus... vamos, al acabar de esta primera +sierra?</p> + +<p>—Sí la veo—contesté.</p> + +<p>—Pos güenu: ¿vey usté tamién, por entre los dos cuetus de la coyá, otra +lomba (loma) más alta, que cierra tou el boqueti?</p> + +<p>—La veo.</p> + +<p>—Pos por ayí hemos de pasar.</p> + +<p>—¿Por entre los dos cuetos?</p> + +<p>—Por encima de la lomba que va del unu al otru.</p> + +<p>—¿Por encima de aquella última?</p> + +<p>—Por encima de la mesma.</p> + +<p>—¡Pero, hombre—dije estremeciéndome—, si sobre aquella loma no se ve +más que el cielo!</p> + +<p>—Pos crea usté—me replicó el espolique con gran prosopopeya—, que, +así y con tou, hay mucha tierra que pisar al otru lau.</p> + +<p>No quise estimar con la imaginación las dificultades que podían +aguardarme en aquella empresa que acometía por mi propia y libérrima +voluntad; y sin decir otra palabra, me puse en seguimiento del +espolique.</p> + +<p>El cual tomó a pecho, y a buena cuenta, los agrios callejones que +parecían ser las raíces con que estaba el monte adherido al valle; +callejones sarpullidos de cantos removidos y descarnados por el +constante fluir de los regatos que por allí bajan desde sus cercanos +manantiales.</p> + +<p>A estas incómodas sendas, encerradas entre setos bravíos y +desconcertadas arboledas, sucedió muy pronto el suelo blando y +enteramente despejado de la sierra.</p> + +<p>A veces era tan fino el tapiz de yerba menuda entre brezales rastreros y +apretados, que resbalaban sobre él los caballos con mayor frecuencia que +sobre los pedruscos y lastrales del camino andado por la finde del +valle; pero como había espacio abundante y desembarazado en todas +direcciones, aprovechaba yo bien estas ventajas para cuartear a mi gusto +la subida e ir ganando la altura por donde mejor me pareciera. Chisco me +precedía trepando sosegadamente por derecho, garantido por sus tarugos +contra los resbalones de que no se libraba el caballo que conducía de +las riendas, cuando pisaba sobre el atusado ramaje de los brezos. Poco a +poco, el bombeo de la sierra, que desde abajo parecía continuo y +uniforme, empezó a encoger el radio de su curva hasta quedar la trillada +senda que nos era forzoso seguir como raya de mulo sobre su espinazo, y +a cada lado una profunda «hoyada» con hermosas brañas en sus laderas, y +arroyos cristalinos en el fondo, golosinas que saboreaban a sus anchas +las yeguadas y rebaños que se buscaban la vida por allí.</p> + +<p>Llevábamos ya más de una hora de subir y aún nos faltaba un buen tramo +para llegar a la cumbre que habíamos de trasponer. Pasado el lomo de las +dos hoyadas, empezó Chisco a dar señales de tener mucha prisa por llegar +a algún sitio determinado, y al fin resultó ser un arroyo de aguas +purísimas y transparentes como el cristal, en que bebieron a un mismo +tiempo y en una misma poza, el espolique y su caballo. Noté, al +acercarme a ellos, que andaba el mío algo codicioso del mismo regalo, y +no traté de negársele. Mientras bebía con ansia la pobre bestia, quedé +yo encarado en opuesta dirección a la que había llevado subiendo, y con +un panorama a la vista que me dejó maravillado.</p> + +<p>—¿Qué valle es ese?—pregunté a Chisco que se limpiaba los hocicos con +la manga de su lástico.</p> + +<p>—Pos el vayi por onde hemos pasau—me respondió—; sólo que como no +vimus más que lo de la parte de acá, y esu en racionis...</p> + +<p>Era verdaderamente hermosa aquella planicie que se perdía de vista hacia +el Sur, circundada de altos montes de graciosas líneas y de calientes +tonos, y adornada de cuantos accesorios pintorescos puede imaginar un +artista aficionado a aquel género de cuadros: praderas verdes, manchas +terrosas, esbeltos montículos, cauces retorcidos con orillas de +arbolado, pueblecillos diseminados en todas direcciones, y uno más +grande que todos ellos, con una alta torre en el medio, como en muestra +de su señorío indisputable sobre la planicie entera. Aunque no fiaba +mucho de mi memoria ni de mi sensibilidad artística, creía yo que aquel +panorama, con ser montañés de pura casta, se diferenciaba mucho de los +que yo había visto «abajo» alguna vez: era pariente de ellos, sin duda, +pero no en primer grado. Desde luego no había, entre todos los valles +que yo conocía de peñas al mar, uno tan extenso ni de tanta luz como +aquél; y ya, puesto a comparar, me atreví a hallarle más semejante, en +sus líneas y en la austeridad de su color, a los valles de Navarra +cuando aún verdeguean en el campo sus sembrados. De todas suertes, era +muy bello, y podía considerarse como una gallarda variante de la +hermosura campestre de que tanta fama goza la Montaña, con sobrada +razón.</p> + +<p>Por las noticias no muy minuciosas que fue dándome Chisco, supe que +aquel valle era el de los tres Campóes: el de «Suso», o de Arriba (el +más cercano a nosotros), el de Enmedio, y el de «Yuso», o de Abajo; y el +pueblo grande con la torre en el centro, que se veía en lo más lejano de +la llanura, Reinosa, la villa en que yo había dejado el tren y +encontrado a Chisco.</p> + +<p>Cuando éste no tuvo más que decirme, continuó su acompasada marcha monte +arriba, y no tardé en verle detenido con su caballo, y como encaramados +los dos en el parapeto de una azotea, sobre el perfil de la loma, +destacándose ambas siluetas en una mancha azul del cielo remendado de +nubes cenicientas. Dejé yo entonces mis éxtasis contemplativos y piqué a +mi dócil y resignada cabalgadura, que arrancó trotando a la querencia de +la otra.</p> + +<p>Pocos pasos antes de llegar yo al punto en que me aguardaba el +espolique, volvióse éste hacia mí; y tendiendo el brazo derecho en +dirección opuesta, me dijo con cierta solemnidad que entonaba muy bien +con lo señalado por su mano:</p> + +<p>—El Puertu.</p> + +<p>Subí lo que me faltaba, púseme junto a Chisco y miré... Tenía razón el +espolique: era mucha la tierra que había que pisar por aquel lado. ¡Pero +qué tierra, divino Dios! A mi izquierda, y en primer término, dos +altísimos conos unidos por sus bases, de Norte a Sur, como dos gemelos +de una estirpe de gigantes; enfrente de ellos, a mi derecha, las cumbres +de Palombera dominadas por el «Cuerno» de Peña Sagra que extendía sus +lomos colosales hacia el Oeste; y allá en el fondo, pero muy lejos, +cerrando el espacio abierto entre Peña Sagra y los dos conos, las +enormes Peñas de Europa, coronadas ya de nieve, surgiendo desde las +orillas del Cantábrico y elevándose majestuosas entre blanquecinas +veladuras de gasa transparente, hasta tocar las espesas nubes del cielo +con su ondulante y gallarda crestería. Por el lado en que me encontraba +yo, descendía la sierra blandamente hasta la base del primer cono, de la +cual arrancaba hacia la derecha un cerro de acceso fácil, que resultaría +montaña desde el fondo de la barranca en que terminaba bruscamente. Lo +que había entre la loma de este cerro y el espacio limitado por las +Peñas de Europa, no era posible descubrirlo, porque lo bajo quedaba +oculto por el cerro, y lo alto me lo tapaba una neblina que andaba +cerniéndose en jirones, de quebrada en quebrada y de boquete en boquete. +Sin aquel obstáculo pertinaz, hubiera visto, al decir del espolique, +maravillas de pueblos y comarcas, y hasta el mar por el boquete de Peña +Sagra. Hacía más imponente el cuadro el contraste de la luz del sol +iluminando gran parte de los altísimos peñascos más próximos y +reluciendo a lo lejos sobre las veladuras de los Picos, con la tétrica +penumbra del fondo de aquel brocal enorme, cuyo lado más bajo me servía +a mí de observatorio.</p> + +<p>Ni entonces supe ni sabré jamás definir las complejas impresiones que me +produjo la súbita aparición de aquel espectáculo ante mis ojos, en cuyas +retinas conservaba todavía estampada la imagen del risueño valle de los +tres Campoés. Lo que recuerdo bien es que, sin apartar la vista del +cuadro que tenía al alcance de ella, me fui con el pensamiento al otro, +y me abismé en la contemplación del contraste que formaban los dos.</p> + +<p>«Allá—me decía—, la llanura abierta, los campos amenos, el sol +radiante, los frutos, las flores, la égloga, el idilio de la vida; aquí, +la bravura salvaje, la lobreguez de los abismos, el silencio mortal de +los páramos, la inclemencia de la soledad; allí, el hombre, rey y señor +de la tierra fértil; aquí, siervo infeliz, sabandija miserable de sus +riscos escarpados y de sus moles infecundas.» Y me sentí invadido de una +profunda tristeza.</p> + +<p>Lo que Chisco había hecho poco antes en el entrellano de la sierra, +repitió en su loma: cuando agotó el caudal de sus informes, tiró de las +riendas de su rocín y comenzó a sumirse con él en las honduras de aquel +pozo.</p> + +<p>Yo me resigné a seguir su ejemplo, mas no sin despedirme antes con una +mirada cariñosa del esplendente panorama de la vega, contemplado +entonces por mí desde una altura digna de las águilas.</p> + +<p>Hecho el descenso de aquella parte del brocal muy fácilmente, no +tardamos en subir la ladera del cerro que seguía a la primera hondonada. +Arrastrábame hacia allí la fuerza misteriosa de una curiosidad que tenía +mucho de la atracción de los abismos. Llegó Chisco a la loma antes que +yo, según costumbre, y aguardóme en ella con el brazo extendido ya, como +la otra vez, para mostrarme lo que desde allí se veía... ¡Y por Dios +crucificado que no era poco! El pozo de antes se ahondaba por aquel lado +mucho más, y su suelo, ondulante y caprichoso, se perdía en todas +direcciones entre espesas neblinas sobre las cuales alzaban sus cabezas +de granito las montañas del brocal. Toda aquella interminable superficie +parecía un mar de lava cuajado de repente; un mar hasta con sus islotes +y escollos; unos monolitos muy grandes que se destacaban, escuetos y +descarnados, sobre la aridez del suelo entre matojos de «escobinos», de +árnica o de regaliz. Abundaban los manchones verdes de las brañas de +jugosos pastos, y no era ingrato a la vista el color de otros detalles; +pero ¡lo demás!... Aquellos cantos pelados, tan grandes, tan secos, tan +esparcidos en todas direcciones; aquella inmensa extensión calva, monda, +rapada y desnuda de todo follaje; aquellas nieblas tenaces cerrando +todas las salidas y surgiendo de todas las hoyadas; aquellos riscos +inaccesibles y fantásticos elevándose sobre todo y por todos lados; +aquel cierzo continuo y gemebundo que parecía el espíritu funerario de +las grandes necrópolis, llevando consigo los jirones de la niebla como +si fueran sudarios arrancados de las tumbas en los senos entenebrecidos +de las barrancas; aquellos buitres que me señalaba Chisco, revolando en +las alturas; aquel cielo que iba encapotándose poco a poco... todo ello, +que era lo más, visto a través de las lentes pesimistas de mis ojos, se +imponía al resto, que era, relativamente, muy escaso, y me presentaba +toda la superficie del Puerto bajo un aspecto feroz y repulsivo. Yo no +veía más que una llanura infinita, plagada de costras y tumores; y los +monolitos solitarios y dispersos, se me antojaban erupciones de verrugas +asquerosas sobre una inmensa piel de leproso.</p> + +<p>Contemplando desde la sierra lo que se veía del panorama del Puerto, +habíame comparado yo, por la fuerza del contraste, con un mísero +gusanejo; pero al hallarme en el observatorio de más adentro, ¡qué +cambio tan radical y tan súbito de ideas, y cuán extrañas las +impresiones recibidas!... Creo que fue de espanto, de frío y de +«arrepentimiento» la primera, y estoy seguro de que fue de melancolía la +segunda, como lo estoy también de que la siguiente me infundió la +sensación de lo que tenía a la vista, de tal modo y con tal intensidad y +fuerza, que hubiera jurado yo que circulaban por mis venas líquidos +pedernales, y era mi cuerpo una estatua de granito coronada con manojos +de «loberas» y acebuches.</p> + +<p>Dejándome llevar del único pensamiento racional que sobrevivía en mi +cabeza, pregunté a Chisco:</p> + +<p>—Dime, hombre, ¿se parece a esto nuestro valle?</p> + +<p>—¡Quiá!—me respondió el espolique con el mayor desdén.</p> + +<p>—Es más ancho, ¿eh?... y más...</p> + +<p>—¡Quiá! Ni la metá siquiera.</p> + +<p>—¡Demonios!—repliqué—. Pero serán más bajos los montes...</p> + +<p>—Tampoco da en el jitu ahora—me contestó el arrastrado con una flema +desesperante—, porque son hasta más altus; sólo que están más +«tupíus»... más arrimaus unus a otrus.</p> + +<p>—Pues entonces—exclamé hasta con ira—, ¿en qué está la ventaja de tu +valle sobre este puerto, alma de cántaro?</p> + +<p>—Pos la ventaja del nuestru vayi está—contestóme Chisco dulce y +sonriente—, en que es de suyu más terreñu y más... vamus, más... Por +últimu, ya verá lo que es el nuestru vayi; y si no le paez puntu menos +que la gloria, no sé yo lo que sea cosa buena.</p> + +<p>Convencido de que cuanto más ahondara en el informante, más negros +habían de salirme los informes que buscaba, y deseando perder de vista +cuanto antes aquel cuadro de desolación, dije al espolique:</p> + +<p>—Y ahora ¿por dónde tomamos?</p> + +<p>—Tou por derechu—me respondió.</p> + +<p>—Pues hala, y a buen andar, si puedes.</p> + +<p>—¡Jorria!—exclamó Chisco comenzando a descender la otra ladera con +igual frescura que si no se hubiera movido hasta entonces. Seguíle yo +sin titubear; y al verme luego en las honduras de aquel inmenso +barranco, me pareció que se quebraba el último vínculo que me ligaba al +mundo que yo conocía.</p> + +<p>Estábamos indudablemente, si no en el corazón, en una de las vísceras +más considerables de la cordillera. ¡Y en otra víscera por el estilo se +escondería mi nuevo hogar!... ¡Santo Dios, en qué empresa me había +arrojado un momento de sensiblería humanitaria! Por ver de todo, se +podía ver hasta aquella espantosa desolación; ¡pero habitar allí!...</p> + +<p>Este modo de discurrir a que me entregué cediendo a la fuerza de mis +inveterados resabios de mal disfrazado egoísmo, resucitados en presencia +de aquél, para mí, tan nuevo como aflictivo espectáculo, llegó a +causarme cierto rubor. Acudí con todo el poder de mi memoria y de mi +discurso al recuerdo de lo pactado con mi tío y a lo resuelto desde +Madrid; requerí de nuevo el alto cuello de mi abrigo, porque la tarde +avanzaba y el cierzo iba haciéndose por momentos más frío y más +gemebundo, y arrimé dos espolazos a la bestia, precisamente en el +instante en que ella daba una huida hacia la derecha, enderezando las +orejitas y mirando recelosa hacia la izquierda: lo mismo exactamente que +hacía el caballejo de Chisco; el cual espolique, notándolo y mirando en +la misma dirección que los caballos, me decía con cierto matiz de alarma +en el acento:</p> + +<p>—¡Pique, pique, y tierra atrás!</p> + +<p>Y me daba el ejemplo tomando un medio trotecillo delante de su rocín, +que no necesitaba ruegos ni amenazas ni castigos para seguirle. Tampoco +el mío echaba en falta esas cosas para seguirlos a los dos. Chocándome +todo esto, pregunté al espolique la razón de ello.</p> + +<p>—Poca cosa—me respondió—, y ná de malu, sino que la tarde va de +caída, y nos quedan entoavía güenas tiras que medir con los pies.</p> + +<p>No me satisfizo la respuesta, pero no insistí con nuevas preguntas.</p> + +<p>Más de una hora tardamos en atravesar el Puerto, que mide, por aquella +línea, cerca de dos leguas. Al fin de esta jornada fastidiosa, nueva +sorpresa para mí, nuevo espectáculo, nuevas ideas y nuevas impresiones. +Un despeñadero al frente, otro a la derecha, otro a la izquierda... ¿Por +cuál de ellos tomaría Chisco...? Por el peor, por el primero, por el +único que, aunque mala, tenía salida visible. Esta salida era la +resultante de algo así como desmoronamiento de una colosal muralla +construida por titanes para escalar nuevamente el cielo. Por uno de los +intersticios de aquella escombrera de montes dislocados, musgosos unos y +a medio revestir de avellanales, árgomas y acebuches otros, alguno de +ellos bien poblado de hayas robustas o de esbeltos «mostajos» (el árbol +de sabroso y encarnado fruto), con grandes manchas rojizas en la falda, +impresas por los secos helechales, y todos con parte de sus esqueletos +de roca asomando por los desgarrones de sus vestiduras, iba el camino +que conducía al término de mi empecatada expedición. Mas para llegar a +él teníamos que bajar una pendiente que daba vértigo. Por allí se +deslizaba la vereda, de lastras resbaladizas lo más de ella, en ziszás, +entre jarales y arbustos algunas veces; muchas al descubierto sobre la +barranca, en cuyo fondo, entenebrecido por las malezas de ambas orillas, +refunfuñaban las aguas de los regatos vagabundos encauzadas allí para ir +a engrosar por caprichosos derroteros el caudal del río que se despeñaba +a nuestra izquierda y al otro lado del Puerto.</p> + +<p>A todo esto, la noche se aproximaba; el tinte amarillento del follaje +que se moría, destacando sobre el plomizo obscuro de los montes, daba a +los términos más cercanos una lividez cadavérica; y del fondo de los +precipicios donde se pudría la vegetación que ya había muerto, subía un +olor acre, un vaho de tanino que me crispaba los nervios.</p> + +<p>En presencia de aquel nuevo espectáculo y con la llanura del Puerto a la +espalda, ya no era yo la estatua de granito con sangre de líquidos +pedernales: la contemplación de aquel laberinto de sierras bravías, de +cuetos escarpados y de picachos inaccesibles; de ásperos y sombríos +repliegues, de pavorosas quebradas y de abruptos peñascales, transportó +súbitamente mis imaginaciones a los entusiasmos «arqueológicos» de mi +padre: allí me sentí contaminado de ellos; allí concebí al cántabro de +sus himnos en toda su bárbara grandeza, hasta vestido de pieles y +bebiendo sangre de caballo; y aun llegué a verle: le vi, sí, resucitado +en carne y hueso, en la carne y en los huesos de mi propio espolique. +Aquel cuerpo fornido e incansable; aquellas guedejas estoposas, aquel +palo pinto, que en su diestra remedaba un venablo; aquel paraguas azul +que, bajo su brazo izquierdo, podía tomarse por un haz de flechas +envenenadas; aquella mandíbula saliente; aquel mirar poderoso e +imperturbable; aquella faz montuna y atezada... ¡oh! escarbando un poco +en todo aquello, no había duda, resultaba el cántabro primitivo. +Comprendí entonces su resistencia de seis años contra las invencibles +legiones de Augusto; y las legiones enteras despedazadas en el fondo de +los desfiladeros, o rodando por las agrias laderas, aplastadas por los +peñascos desgajados de las cumbres; el sentimiento exaltado de su +salvaje independencia; la muerte en cruz antes que el yugo del +conquistador... todo, todo lo comprendí y todo lo sentí, lo mismo que lo +había comprendido y sentido mi padre, menos que pudiera vivir entre +tales vericuetos y tan esquivas soledades, un hombre de mi educación, de +mis sentimientos y de mis hábitos.</p> + +<p>Con estas fantasías en la cabeza y los ojos cerrados muy a menudo por no +ver los abismos a mis pies, fui bajando la pendiente cómo y por dónde +quiso mi caballejo, a cuya juiciosa firmeza me había entregado con ciega +fe desde arriba, por encargo del propio Chisco, que me precedía +caminando por el derrumbadero con igual desembarazo que yo por los +pasillos de mi casa.</p> + +<p>Metido ya en la grieta como una lagartija, apenas daba el camino, +«usgoso» y desconcertado, para sentar sus pies, con grandes +precauciones, mi jamelgo. A lo mejor, grandes doseles de granito con +lambrequines de zarzas y escaramujos raspándome la cabeza, mientras que +por el lado derecho me punzaban las espinas de los escajos, y el más +ligero resbalón de mi cabalgadura podía lanzarme a las simas de la +izquierda. Y mirando hacia arriba en busca de luz, que ya nos faltaba +abajo, montes erizados de crestas blanquecinas, y conos encapuchados de +espesa niebla, y gárgolas de tajada roca amenazando desplomarse sobre +nosotros; y a todo esto, el camino estrechando y retorciéndose cada vez +más, subiendo aquí, bajando allá, y sin poder yo darme cuenta de si, +desde que habíamos descendido del Puerto, bajábamos o subíamos en +definitiva.</p> + +<p>¡Oh, condenados admiradores de la Naturaleza «en toda su grandiosidad +salvaje»!—decíame yo, entumecido y quebrantado de alma y de cuerpo. +Aquí os daría yo el pago de vuestras sensiblerías de embuste, poniéndoos +a pasto de admiración durante media semana.</p> + +<p>Al fin resultó que bajábamos; y esto lo noté cuando me vi en terreno un +poco más abierto y despejado: una espaciosa rambla que terminaba en una +vadera por la que corrían hacia el Nansa, aún no visto por mí, los +acumulados tributos que le pagaban los montes de aquella vertiente.</p> + +<p>Pasada la vadera, volvía a subir el terreno, que era un inmenso lastral +como los montes áridos que le servían de fondo, particularmente hacia la +izquierda. Recuerdo que el sonido de las herraduras de los caballejos y +el de los tarugos de Chisco sobre las lastras de la subida, juntamente +con el murmullo de las cristalinas aguas de la vadera, no me +impresionaba en el espíritu, sino en el cuerpo: me daba frío. Hasta tal +punto llevaba yo pervertidas las sensaciones por obra del tedio y del +cansancio.</p> + +<p>El espolique me sacaba, como siempre, una buena delantera; y cuando +llegué a lo alto, encontréle esperándome, sombrero en mano, en el +vestíbulo o «asubiadero» de un santuario que hay allí. Detrás de la reja +que sirve de fondo al vestíbulo, veíase, no muy claramente, a la luz de +una lamparilla que le alumbraba, porque la del crepúsculo podía darse +afuera por extinguida, un altarcito con la imagen de la Virgen llamada +de las Nieves, según informes de Chisco. Descubríme yo también, y sin +obligarme a ello el mandato que leí en una mirada del espolique. El +cual, vuelto enseguida hacia el retablo y después de persignarse con +gran unción y parsimonia, cruzó las manos sobre el palo pinto y comenzó +a rezar en voz muy alta por el alma de su padre. La oración era un +Padrenuestro; y con ser tan usual y corriente entre todo fiel cristiano, +sonaba en mi corazón y en mis oídos a cosa nueva en medio de aquel +salvaje escenario, tan cerca de Dios y tan apartado de los ruidos, de +las miserias y hasta del amparo de los hombres. Pero noté que Chisco, al +concluir la primera parte de la oración, se detuvo en seco; lo cual +quería decir que rezara yo lo restante. Por fortuna me cogía bastante +pertrechado para salir airoso de compromisos como aquél, y recé lo que +me pedía, aunque no tanto por su intención como por mis necesidades del +momento. Tenía racional disculpa mi egoísmo en las emociones de la brega +excepcional que traía y en la que me aguardaba entre las tinieblas de la +noche, tan pavorosa en aquellas abruptas soledades.</p> + +<p>Pero hubo tiempo y oraciones para todo y para todos; porque tras el rezo +por el alma de su padre, rezó por la de su madre, y después por las de +abuelos, y enseguida por las de todos sus parientes, y luego por las de +cada uno de los míos, y, finalmente, por las necesidades de la +cristiandad entera. Con ello, «una <i>Salve</i> a la Virgen de las Nieves» y +un «Viva Jesús sacramentado», santiguámonos, cubrímonos, acabó de cerrar +la noche y nos dispusimos a continuar la interminable jornada.</p> + +<p>Según Chisco, nos faltarían, para terminarla, tres cuartos de hora; el +camino, «por el arte» del que habíamos andado entre el Puerto y la +vadera; pero siempre bajando hasta la misma puerta de casa, lo cual «era +una ventaja», porque se andaba ello solo «tan guapamente». Además, mi +caballo se le sabía de memoria, y con dejarme llevar por él, estaba «al +cabo del negocio».</p> + +<p>—Corriente—dije a Chisco por todo comentario a sus informes, que me +dieron escalofríos—; pero ¿de qué se espantaron los caballos en el +Puerto, y por qué me aconsejabas tú que picara al mío de firme?</p> + +<p>—Y ¿por qué es la pregunta a estas horas, si se pué saber?—preguntó a +su vez el espolique, no poco sorprendido.</p> + +<p>—Porque ha vuelto a clavárseme el caso de repente, ahora mismo, en la +memoria, y la ocasión me ha parecido de perlas para que respondas aquí +lo que no quisiste responderme en el Puerto.</p> + +<p>—Pos espantáronse—dijo Chisco algo roncero todavía—; espantáronse (y +no hay por qué se niegue ya), espantáronse... del osu.</p> + +<p>—¡Del oso!—exclamé con los pelos de punta—. ¿Dónde estaba?</p> + +<p>—Estaba... como a cincuenta brazas de nos, jechu un reguñu, a la vera +de un busquizal. Tomaríale usté por un cantu gordu de los muchus que hay +en el Puertu: el que no está avezau a verli de esi arti, confúndilos. +Sueli asomar en veces por ayí; gústali el oreu a lo mejor, y soleáse un +pocu, si tien ocasión de eyu. Pero no hay que temeli cosa mayor, porque +del hombri ajuyi siempri como el hombri no se meta con él. Con too y con +esu, güenu es teneli a distancia, por un por si acasu... Conque vamos +palanti, si le paez, y no arreceli alcuentrus talis, que por aquí no se +usan, y de nochi mayormenti.</p> + +<p>Con el saboreo de aquellas noticias y de estas «seguridades», sin un +astro visible en el cielo, la tierra envuelta en la más cerrada y +tenebrosa de las noches, y empezando a lloviznar, me dejé sumir en la +barranca que se abría a corta distancia del santuario, encomendando mi +alma a Dios y mi vida al instinto del cuadrúpedo que me conducía.</p> + +<p>Y así llegué, sin saber cómo ni por dónde ni a qué hora, al suspirado +fin de mi jornada memorable.</p> + + + +<h2 class="top15"><a name="III" id="III"></a>III</h2> + + +<p>Un silbido muy original de Chisco; el latir de un perrazo poco después; +una luz tenue y errabunda aparecida de pronto; la detención repentina de +mi caballo, tras el último par de resbalones con las cuatro patas sobre +los lastrales «pendíos» de la vereda; bultos negros en derredor de la +luz y rumor de voces ásperas y de distintas «cuerdas»; mi descenso +dificultoso del caballo, al cual parecía adherido mi cuerpo por los +quebrantos de la jornada y los rigores de la intemperie; mi caída sobre +un pecho y entre unos brazos envueltos en tosco ropaje que olía a humo +de cocina, y la sensación de unas manazas que me golpeaban cariñosamente +las costillas, al mismo tiempo que los brazos me oprimían contra el +pecho; mi nombre repetido muchas veces, junto a una de mis orejas, por +una boca desportillada; mi entrada después, y casi a remolque, en un +estragal o vestíbulo muy obscuro; mi subida por una escalera algo +esponjosa de peldaños y trémula de zancas; mi ingreso, al remate de +ella, en otro abismo tenebroso; mi tránsito por él llevado de la mano, +como un ciego, por una persona que no cesaba de decirme, entre jadeos +del resuello y fuertes amagos de tos, cosas que creería agradables y +desde luego le saldrían del corazón, advirtiéndome de paso hacia dónde +había de dirigir los míos, o dónde convenía levantar un pie o pisar con +determinadas precauciones, sin dejar por ello de pedir a gritos y con +interjecciones de lo más crudo, una luz que jamás aparecía, porque, como +supe después, toda la servidumbre andaba en el soportal bregando con los +equipajes y las cabalgaduras; de pronto un poco de claridad por la +derecha, y la entrada en otro páramo de fondos negrísimos con una lumbre +en uno de sus testeros; después, el acomodarme, a instancias muy +repetidas de mi conductor, en el mejor asiento de los que había +alrededor de la lumbre; y el ponerse él, pujando y tosiendo, a amontonar +los tizones esparcidos, y a recebarlos con dos grandes, resecas y +copudas matas de escajo.</p> + +<p>A esto se reducen todos los recuerdos que conservo de mi llegada al +«solar de mis mayores». La noción exacta de cuanto me rodeaba allí en +aquellos momentos, y aun la de mí propio, no la adquirí hasta que al +calor de la fogata descomunal que resultó del hábil manipuleo de mi tío, +se desentumecieron mis ateridos miembros, volvió a circular mi sangre +con su acostumbrada regularidad, y revivieron con ella y se enquiciaron +todos los componentes de la entorpecida máquina de mis ideas.</p> + +<p>Dueño y señor ya de ellas y comenzando a orientarme, reparé que la +cocina era enorme, y que sus negras paredes relucían como si fueran de +azabache bruñido; que la lumbre, cuyos penachos de llamas subían +lamiendo los llares recubiertos de espesos copos de hollín, hasta +rebasar de la ancha campana de la chimenea, estaba arrimada a un poyo +con bovedilla, que era la jornía o cenicero, sobre una espaciosa y +embaldosada meseta, en uno de cuyos bordes de empedernida madera, y a +menos de un pie de altura sobre el suelo general, apoyaba yo los míos; +que a mi sillón, grande y con brazales derechos, seguían, hasta cerrar +todo el perímetro de la meseta, bancos y escabeles de madera desnuda y +muy brillante por el uso, lo mismo que el sillón, y que este hogar +ocupaba la cabecera más abrigada de la cocina. Después pasé la vista por +todos y cada uno de los innumerables e inconexos trastos, enseres y +chirimbolos que había en aquel recinto, y hasta me interesaron dos +ollones y tres cazuelas de barro, cuyas coberteras temblaban entre +espumarajos al impulso de lo que hervía debajo de ellas, arrimados a la +lumbre y calzados con sendos morrillos por detrás; por último, y cuando +ya nada tenía que examinar en la cocina y sus accesorios, fijé toda mi +atención en mi tío, que andaba a mi vera, o tan frontero a mí como se lo +permitía la fogata que ambos teníamos delante, buscándome la palabra y +colmándome de atenciones cariñosas. ¡Vaya usted a saber de qué capricho +inconsciente, de qué evolución desacordada, nació aquel procedimiento +tan descortés con lo más interesante y, desde luego, lo más estimado y +respetable para mí, entre cuanto había, en aquella ocasión, al alcance +de mis ojos!...</p> + +<p>Eran chiquitos y garzos los de mi pariente, y miraban con la vivacidad +de los del raposo, a la sombra de unas cejas grises, muy espesas y +erizadas; la nariz, aguileña; la boca, nunca enteramente cerrada ni +quieta, parlanchina como los ojos, aunque callara; la tez, muy pálida y +rugosa; la barbilla, redonda y algo prominente debajo del labio +inferior; las orejas, formidables y muy velludas en las cercanías de los +oídos; la cabeza, bastante plana por detrás, y el pelo (descubierto en +el instante de examinarle yo, por haberse quitado don Celso la gorra +casera con que de ordinario se cubría, para pasarse ambas manos por él, +cosa que le gustaba mucho, como puede observarse más adelante), de la +misma casta y de igual color que el de las cejas, cayendo en recios +mechones sobre la frente, y sin visibles muestras de calva en sus +alturas. El cuerpo era proporcionado a la cabeza, de regular tamaño, y +daba señales de recientes y muy considerables mermas de robustez, en los +excesivos sobrantes del chaquetón y de los pantalones pardos con que le +vestía; como las daban de pérdidas de vigor y fortaleza, la cerviz algo +humillada y el andar no muy seguro. Calzaba medias azules y zapatillas +de «cintos» negros y tenía echado sobre los hombros un gabanote obscuro, +forrado de tartán de muchos colores. Nada de corbatín ni siquiera de +cuello alto ni planchado.</p> + +<p>Indudablemente había más vida en el espíritu que en la materia de mi +tío; pero así y todo, entre sus pronósticos pesimistas y el de Chisco, +más risueño, a juzgar yo por aquel conjunto de alma y cuerpo, inclinéme +más al dictamen de mi espolique, aunque sin acercarme mucho a él: podía +haber «hombre para largo»; y aun más halagüeño todavía se lo puse por +comienzo de nuestra conversación.</p> + +<p>—¡Ay, hijo de mi alma!—me respondió, sentándose a mi lado y +palmoteando sobre mi espalda con su mano derecha—. ¡Cómo te engaña el +bien querer! Cierto que no soy lo que te pinté en mis cartas, sin faltar +a la verdad, porque desde que me diste el sí que te pedía en ellas, +esponjé de pronto medio palmo, por un respingo de la alegría que aún me +dura... ¡Qué cosas, hombre! ¡Quién había de decirme a mí, poco tiempo +hace, que el caer o no caer de repente un roble viejo, podía depender +de!... Vamos, que cuanto más se vive, más se aprende. Pero adentro de la +viga anda la carcoma; asegúrotelo yo que la siento roer sin hora de +descanso. <i>(Aquí un amago de tos convulsiva.)</i> ¿No te lo dije? Pues a la +vista le tienes ya. ¡Éste, éste es el ujano pícaro que me acaba!... En +fin, Dios es Dios, y lo que Él quiera ha de ser, y lo que debe de ser... +Conque dejemos el punto para tratarlo en su ocasión, y vamos a otros +particulares más urgentes por ahora.</p> + +<p>Con esto empezó a descargar sobre mí una granizada de observaciones y de +preguntas que casi se empalmaban unas con otras, sin dejarme el menor +espacio para ingerir una respuesta. Si era yo alto, si era bajo; si +resultaba más o menos parecido a los retratos que conservaba él; si más +guapo, si más feo; si «salía» más a mi padre que a «la andaluza» (mi +madre), de la que también conservaba retrato; cuántos «pedimentos» +habría hecho desde que me recibí de abogado; si tenía novia y si era +maja y rica; qué tal era «París de Francia»; cuánto costaba un viaje +«desde Madrid allá», y qué capitales del mundo había visitado; a cuántos +reyes conocía de vista, y quizás de trato; qué me había parecido el +camino desde Reinosa; si traía ganas de cenar; en dónde nos había +anochecido; por qué usaba toda la barba y no el bigote solo como en el +retrato... Y así; y todo ello entreverado de golpeteos sobre mi espalda, +de gestos indescriptibles y de injurias contra la tos que le amagaba, de +admiraciones estruendosas, de risotadas... y de «ajos», porque los +echaba por ristras el buen don Celso y como la cosa más natural y +corriente.</p> + +<p>Yo tenía noticia, por mi padre, de lo regocijado y expansivo de su +carácter cuando no le daba por ponerse hecho un erizo y hacer andar a +todos en un pie; pero no creí, vistas sus cartas y su lacia catadura, +que le quedara en el cuerpo tanto acopio de aquellos ingredientes +retozones. Terminó la escena porque se movió gente en los pasadizos +inmediatos y entró en la cocina una mujer de cierta edad, gris de pelo y +gris también de envolturas de pies a cabeza, y con un farol en la mano, +para decirnos con voz algo hombruna:</p> + +<p>—Aqueyu ya está ayí.</p> + +<p>Y como «aqueyu» era mi equipaje, y «ayí» mi habitación.</p> + +<p>—¡Jorria!—exclamó mi tío volviéndose hacia la mujer—. Pues pica a +poner una luz... pero una luz de vela... ¿Entiendes? Porque tú—añadió +dirigiéndose a mí—, tendrás que hacer algo en tu cuarto... siquiera +conocerle de vista; a más de que «hacienda, tu amo te vea...» y como hay +noche larga por delante, tiempo nos queda de sobra para que vuelvas a la +cocina a darte otro chamuscón, si te le pide el cuerpo... ¿Todavía estás +ahí, fantasmona de los demonios?</p> + +<p>—Es que tamién está ya la luz ayí—respondió la mujer que no se había +movido del vano de la puerta.</p> + +<p>—¡Acabaras de resollar!... Pues entonces, dáca el farol y quédate aquí +tú a cuidar de estos potingues... ¡Mira, mira cómo se va esa olla!... +¡Quítale la cobertera en el aire y échala un poco atrás! Y a ver cómo +está la cena en punto para cuando se te pida... Porque tú (por mí) +querrás cenar temprano, ¿no es verdad?... Digo yo: con lo que has +andado, y en ayunas desde tan lejos... Yo que tú, hubiera tomado a buena +cuenta el tente en pie que te ofrecí según llegaste; pero ¡que si +quieres!... porque las gentes finas vivís del aire y sois así... ¿Conque +andando?... Digo, si te parece.</p> + +<p>Cogió en esto el farol que le entregaba la mujer gris; y como yo, que ya +estaba de pie, hiciera ademán de seguirle, echó por delante hacia la +puerta y fuime tras él, medio a tientas, en cuanto salimos de la cocina, +porque la desmayada luz del farol apenas se veía en las densas +oscuridades de afuera. Andando así a lo largo de un pasillo, llegamos a +desembocar en otro que se cruzaba con él, y le seguimos hacia la +derecha. Por este lado terminaba en un salón que me pareció más negro +que los pasillos, porque en sus ámbitos desmesurados parecía la luz del +farol la de una pajuela.</p> + +<p>—Esta es la salona, o comedor—dijo mi tío al entrar en él—. ¡Comedor! +¡Qué comedor ni qué cuartajo!... Le llamo así porque de eso sirve cuando +se alojan en esta casa personajes finos como tú, o algún señor Obispo de +acá o de allá, o cuando hay boda en ella y algunos días después... hasta +que llega la confianza y se arregla uno tan guapamente en la «perezosa» +de la cocina: en invierno, al amor de la lumbre, y en verano... por la +frescura... ¡Cascajo!, no te rías, porque en la cocina de mi casa se +tirita de frío en agosto en cuanto se dejan de par en par las dos +puertas y la ventana que tiene... ¡Figúrate tú lo que pasaría si +hiciéramos otro tanto esta noche, y eso que todavía estamos al acabarse +el otoño! ¿Ves una puerta en esa pared de la izquierda? Pues es la de mi +cuarto: ahí duerme tu tío sesenta años haz; los restantes, quiero +decirte, los primeros de la vida, me los dormí en esa alcoba de este +lado de la entrada: mucha parte de ellos con tu padre, en una misma +cama, hasta que, por andar a testerazos muy a menudo los dos debajo de +la ropa sobre quién estorbaba a quién... ¡qué pernear el de aquel +arrastrado, hombre! nos separaron, y le echaron a él a dormir solo en un +cuarto de los de atrás... Aquí tienes la mesa, de encina pura, como los +bancos... Bien retallados de espaldar, ¿eh?... como los bordes de la +mesa y las cuatro patas; digo, no, que las patas están como torneadas en +rosca, igual que los fierros cruzados que tiene por debajo... También +tienen algo de torneo las sillas arrimadas a las paredes. En fin, cosa +rústica todo ello, pero de firmeza y buena calidad, como corresponde a +gentes de nuestro porte. ¡Trabajo le mando al que se empeñe en buscarle +la fe de bautismo! ¡Zancajo, cómo estará de polillas!... Esta es la +puerta de la sala: vamos, la pieza de respeto. Por eso te la he dado a +ti... Es cortesía de obligación, sin contar con el cariño... Ya lo ves, +frente por frente de mi cuarto. ¿Te enteras? Pues jala para dentro.</p> + +<p>Y entramos. Allí ya se veía más claro, no solamente por la doble luz del +farol y de la vela, la cual ardía en candelero de azófar muy bruñido, +sobre una cómoda con columnitas de basas y capiteles de bronce dorado, +sino porque la sala tenía cielo raso y no de viguetas al descubierto +como el salón contiguo, y estaba, lo mismo que los muros, muy bien +blanqueado. Arrimados a ellos había un canapé, varias sillas y otros +muebles contemporáneos de la cómoda; colgado sobre ésta, un <i>Eccehomo</i> +entre dos cornucopias de buena talla dorada; sobre el canapé, una +Purísima, y enfrente de estos cuadros, otros dos, de santos también, +todos ellos al óleo y en marcos dorados, pero sumamente deslucidos ya. +La sala tenía una gran alcoba, y la puerta de ingreso a ella cortinas +blancas recogidas en pabellones sobre grandes clavos romanos. En el +fondo de la alcoba, una cama de madera de altísimo testero con molduras +doradas y medallones pintados, colcha de damasco rojo y sábanas muy +finas con puntillas y bordados en el embozo de la encimera.</p> + +<p>—Vas a dormir—me dijo mi tío paseando el farol sobre todos aquellos +lujos—, en la misma cama en que han dormido los Obispos de Santander y +de León... ¿Eh? ¿qué tal?</p> + +<p>—Que es gran honra para mí—le contesté—. Pero yo dormiría más a gusto +en ella sin la colcha de damasco y las sábanas bordadas, principalmente +sin la colcha.</p> + +<p>—¡Hombre! Pues ¿para qué se quieren las cosas buenas sino para las +ocasiones como la presente?</p> + +<p>Me costó algún trabajillo hacer comprender a mi tío, que tomaba mi +resistencia a desaire, que se duerme mejor y más descuidadamente que +entre encajes y damascos, bajo las coberturas sencillas que usamos a +diario los simples mortales.</p> + +<p>—Pues anda, hijo—díjome al fin—: lo primero, tu gusto, y ése es el +que ha de hacerse en esta casa mientras en ella estés... ¡A buena parte +vienes, cuartajo!... Irá fuera la colcha y cuanto te estorbe con ella en +la alcoba. Aquí tienes un felpudo para los pies... Creo que no te vendrá +mal al acostarte, porque estos suelos de castaño viejo son fríos como +ellos solos... ¿eh? Pues esta lacenuca, o como la llaméis vosotros +«allá», a la cabecera de la cama, para poner la luz encima y meter +adentro... ¿ves? el ingrediente éste, no pienso yo que te estorbe... ni +tampoco esta sillona del rincón... ven acá, ven acá a verla... Como +somos mortales y nadie está libre de un apuro, y las noches son tan +largas ahora, y los carrejos tan obscuros y tan fríos y no los conoces +tú mayormente... En fin, no hay que decirte más. Pues bueno: aquí tienes +perchas, con su guardapolvo correspondiente, clavadas en la pared... y +en la de enfrente ese armario desocupado, en que puedes meter una tienda +de ropa... Me parece,¡pispajo! que por mucha que traigas, entre él y la +cómoda y las perchas, con sobras te ha de caber... Para tus rezos, +porque alguno usarás, como buen cristiano que eres, al meterte en la +cama y al salir de ella, ahí tienes, a la cabecera, a Dios Nuestro Señor +en cruz, y la benditera al lado, con su agua correspondiente, y su +ramuco de laurel bendito, por si quieres rociarla por el cuarto; porque +el demonio no descansa un punto, y se cuela por el ojo de una cerradura. +Aquí el palanganero con todos los avíos de limpieza... y todavía sobra +campo para otro tanto más... Y con esto, lo dicho: en tu casa estás. Lo +que te estorbe, fuera con ello; si algo deseas y no lo tienes, pídelo, +que, como lo haya a mano, tuyo será... Y ahora te dejo en paz y a tus +anchuras. Cuando acabes, avisa, que en la cocina estamos.</p> + +<p>Y se fue, zarandeando el farol en una mano y requiriendo con la otra el +abrigo que se le deslizaba de los hombros; pero tosiendo mucho y muy +anheloso de respiración. Aquel cuerpo caduco y herido de muerte ya, no +podía resistir sin grandes quebrantos y protestas los ajetreos en que le +empeñaba la vivacidad del espíritu encerrado en él.</p> + +<p>Mientras anduve trajinando en aquél mi aposento, pensé mucho, y no todo +de color de rosa. La última parte de mi viaje, de noche y lloviznando; +los pasillos negros de la casona; la cocina tan grande, tan oscura al +principio, de tan extraño aspecto después a la luz de la enorme fogata; +el pelaje y las cosas de mi tío; la mujer gris aparecida de repente; el +tenebroso páramo del comedor, explorado a la luz mortecina del farolillo +de cuatro cristales empañados por la roña; el silencio de «afuera»... +peor que el silencio absoluto: un rumor lejano e intermitente, bronco, +algo por el estilo del que puso espanto en el esforzado pecho de Don +Quijote cierta noche en las proximidades de Sierra Morena, y el otro +silencio de la casa en cuanto cesaba de hablar mi tío, me habían +impresionado de mala manera. Lo mejor del cuadro era mi habitación, +amplia, sin llegar a lo enorme, como su colindante y la cocina, blanca y +bien provista de muebles; pero ¡qué frío se sentía en ella! ¡Y aún no +había empezado el mes de noviembre! Instintivamente palpé el espesor de +las ropas de mi cama; y aunque era muy considerable, retiré la colcha de +damasco rojo y puse en su lugar mi pesada manta de viaje en dos +dobleces. Sentía los pies helados, y me calcé unas zapatillas forradas +de piel; y no me envolví el cuerpo en un abrigo ruso de que iba +provisto, porque estaba resuelto a darme otro chamuscón en la cocina +inmediatamente. En lo que llamaba sala mi tío, además de la puerta que +comunicaba con el comedor, había otras dos que debían corresponder a +otras tantas fachadas de la casa. Por curiosidad abrí el ventanillo o +«cuarterón» de una de las hojas del claro más próximo a mí, y todo lo vi +negro, negrísimo, al través de un mezquino cristalejo; abrí después la +hoja entera, que daba a un balcón con repisas de piedra, y aún me +pareció más negro que antes lo que de este modo se veía. En cambio, los +rumores que desde adentro se percibían lejanos y con intermitencias, +desde allí resultaban continuos, más acentuados y más próximos. Debía +producirlos el río despeñándose a corta distancia de la casona. A este +murmurio incesante que casi era bramido ya, servía de fastidioso +acompañamiento el golpeteo de la lluvia, vertida en el suelo por las +canales del tejado. Me daba esta «música» gran tristeza y cerré la +puerta del balcón más que de prisa.</p> + +<p>Al salir a la salona con el candelero en la mano, me encontré con la +mujer gris ocupada en poner la mesa, a la luz de un velón de tres +mecheros, colgado de un listón de madera, sujeto por una de sus +extremidades a una vigueta del techo. No era antipática, ciertamente, la +cara de aquella sirviente; y bien mirada, hasta se hallaban en ella +vestigios de haber sido guapa en sus mocedades. Expresábase con un +laconismo que tenía ciertos matices clásicos, y respondía con agrado a +las preguntas que me arriesgué a hacerla, por hablar de algo y alegrar +un poco el tedioso colorido de mis ideas. Así supe que se llamaba Facia; +que desde muy joven servía en casa de mi tío y que en ella pensaba +morir, si esa era la voluntad de su amo, a quien quería y respetaba como +a padre y señor, y aun con eso no le pagaba bastante los grandes +beneficios que le debía. Él y su señora la habían recogido huérfana y +desamparada, dándola desde entonces buena enseñanza y poco trabajo, pan +abundante, y lo que vale más que eso, cariño y sombra. Todo esto me lo +iba declarando como a la descuidada, en periodos cortados y sin mirarme +a la cara, pero reflejando en la suya cierta expresión de dulzura +melancólica que la hacía muy interesante, mientras se movía lentamente +de acá para allá, poniendo aquí un plato después de pasarle con un +lienzo blanquísimo, y allí un vaso o un tenedor. De este modo, y echando +yo la conversación hacia ese lado, llegó a decirme que su amo había +tenido siempre una salud «de fierru», hasta que una noche, pocos meses +hacía, después de una semana de resfriado que no le privó de andar por +el mundo, se había despertado «ajuegándose de anseo, con un jirvor de +pecho, un color de cera en la cara, y un mirar de espanto en los ojos +que desaflegía». Salió de aquello, pero para no levantar cabeza. +«Tristezón y acobardao», ya era otro hombre. La tos le sofocaba de +noche, y se pasaba en vilo la mitad de ellas. «Entróle malenconía» de +las más negras; y si llego a no acudir yo a su lado, se va «como los +sospiros». «Con ello y con too», Dios sabía hasta dónde llegaría el +carro sin atollarse para siempre.</p> + +<p>Y la pobre mujer, con los ojos empañados, apenas hallaba voz en su +garganta para decirme esto. ¡A buena puerta había llamado yo para +curarme de tristezas!</p> + +<p>Agravadas las que había sacado de mi habitación con el contagio de las +de Facia, apartéme de ella con dos fórmulas de consuelo, que para mí +hubiera querido yo, y fuime en derechura a la cocina.</p> + + + +<h2 class="top15"><a name="IV" id="IV"></a>IV</h2> + + +<p>Estaba allí mi tío, sentado en el sillón de cabecera, y a su izquierda, +en el banco que le seguía inmediatamente, un señor Cura muy corpulento, +con balandrán de paño, gorro de terciopelo raído, y entre manos una +cachavona muy recia; frontero a los dos, con la lumbre entre ambos, otro +personaje más corpulento aún que el señor Cura, de cabeza canosa y +gorda, cara cetrina y ojos muy saltones; en el mismo banco, pero a +respetuosa distancia de este sujeto, Chisco secándose el barro de sus +perneras a la lumbre; y junto a ella, y acurrucada en el suelo sin +estorbar a nadie, con una cuchara de palo en la mano derecha, y en la +izquierda el mango de una sartén colocada sobre las trébedes, una +mocetona de ojos azules, hermoso y abundante pelo rubio y cuerpo bien +metido en carnes.</p> + +<p>Al aparecer yo en la cocina, cesó el recio clamoreo de la empeñada +conversación que me había parecido disputa desde el pasadizo inmediato, +y todas las personas del grupo se encararon conmigo de repente. +Descubríme yo entonces y avancé algunos pasos hacia la meseta del fogón.</p> + +<p>—¡Hola, hola!—exclamó mi tío al verme—. Ya vienes en busca de la +gracia de Dios, ¿eh? Me alegro, hombre, me alegro... A ver, toma, +cógele... Bien que tú no puedes, porque estás ocupada... Tú, Chisco, +cógele ese candelero que trae en la mano... Vaya—añadió mirando +alternativamente al Cura y al hombrón del otro banco—, aquí le tenéis +ya: éste es mi sobrino Marcelo, el hijo de mi difunto hermano Juan +Antonio. ¿Eh? ¿Qué tal? ¿Qué hay que pedirle en estampa ni en ropaje?... +Mira—me dijo a mí—, estos señores vienen a visitarte...</p> + +<p>Entonces se enderezaron a una los aludidos, que me parecieron dos +gigantes, particularmente el seglar, que metía la cabeza hasta los +hombros dentro de la campana de la chimenea; pero ni el Cura se quitó el +gorro, ni el otro el chambergazo con que tapaba una parte mínima de la +blanquísima greña que se le desbordaba por todo el perímetro de la +cabezota. Me dieron sendos apretones de manos, que me hicieron ver las +estrellas; y mientras volvían a sentarse, a mis ruegos, y me sentaba yo +también a los de mi tío entre él y el señor Cura, continuó diciendo el +primero, señalando al segundo:</p> + +<p>—El señor don Sabas Peñas, párroco de este pueblo desde que cantó +misa... ¡ya hace fecha! porque te advierto que no baja una peseta de los +tres duros y medio... Se los llevo bien contados... Buen amigo, buen +cumplidor de sus deberes, eso sí, y muy docto en latines de todas +clases... y en poner una bala en el corazón de un oso sin que le tiemble +el pulso... No se le conoce otro vicio.</p> + +<p>El Cura soltó aquí una carcajada que retumbó en el embudo de la +chimenea, y hasta farfulló unos latines de breviario que no pude +entender.</p> + +<p>Después dijo mi tío refiriéndose al hombrazo del banco frontero:</p> + +<p>—El señor... Hombre—añadió encarándose repentinamente con él—, ¿me +dejas entregar todo tu pasaporte de una vez, para acabar primero y +entendernos mejor? Ya sabes que le tengo bien aprendido en la memoria...</p> + +<p>El hombrazo se revolvió en su banco gruñendo un poco, y dijo al fin, con +voz cavernosa y resonante:</p> + +<p>—En ese que tú llamas pasaporte no hay cosa que me agravie, y puede +estamparse siempre a la misma luz del sol: bien lo sabes tú. ¡Pero +cuidado con el retintín! porque hay bocas que hasta el mismo «Credo» de +la misa hacen sonar a lo que no es...</p> + +<p>—Esa boca no es la mía, ¡cuidado con ello!</p> + +<p>—Digo que hay esas bocas, y no digo más que eso—replicó el hombrazo.</p> + +<p>—Santo y corriente; pero yo vuelvo a preguntarte si va o no va, para +conocimiento de mi sobrino, todo tu pasaporte, ¡cuartajo!</p> + +<p>—Y yo te respondo que lo que es honra para mí, no puede ofenderme. Con +que allá te veas, y no hay más que decir.</p> + +<p>—Pues escucha, Marcelillo, que allá va el documento: don Pedro Nolasco +de la Castañalera, alcalde que fue de este Real Valle en mil ochocientos +treinta y dos, regidor en mil ochocientos treinta, teniente de alcalde +en mil ochocientos veintisiete, síndico en mil ochocientos veinticinco, +antiguo empleado en el lavadero de lanas de los señores Botifora y +Compañía, extramuros de la ciudad de Valencia... Ordeno y mando.</p> + +<p>—¿Lo ves?—saltó aquí el hombrazo, con un vozarrón que aturdía. ¡Ya +sacastes la pata!... ¡ya la jicistes!</p> + +<p>—¿En qué?—preguntó mi tío, fingiendo extrañeza, mientras el Cura reía +a borbotones y lanzaba latines y yo no sabía qué pensar de todo +aquello...</p> + +<p>—Oiga, usted, caballerito—díjome entonces don Pedro Nolasco, algo +tembloroso de voz—: es la pura verdad que yo he sido, y a mucha honra, +todas esas cosas que usted ha oído... pero contra el «ordeno y mando» +del remate, protesto una vez, y dos veces, y dos millones de ellas.</p> + +<p>—Consta en papeles—afirmó mi tío con gran entereza.</p> + +<p>—Y mucho que consta—respondió don Pedro Nolasco—; pero con su cuenta +y razón: en bandos que yo publiqué en su día, cuando las cosas andaban a +paso más firme que ahora... sí, señor; allí estaba bien y en su punto; +pero no lo está donde tú acabas de ponerlo con la mala intención que +siempre tuvistes...</p> + +<p>—¡Eso es agraviarme!—exclamó mi tío sofocado por la tos.</p> + +<p>—¡De que me faltaras tú sin motivo me estoy quejando yo!</p> + +<p>—¡Yo no te he faltado!</p> + +<p>—¡Yo aseguro que sí!</p> + +<p>La cosa estuvo a punto de encresparse de veras por este camino; pero con +la intervención del Cura y con la mía, conjuróse a tiempo la tempestad, +que no era nueva en aquella cocina entre los mismos contrincantes, según +luego supe; porque los dos eran sulfurosos de genio, y las cosas del don +Pedro Nolasco una continua tentación para el espíritu marrullero de mi +tío.</p> + +<p>Puestos en paz bien pronto, continuó éste:</p> + +<p>—Por lo demás, llévame dos años de fecha, aunque niégalo el arrastrado, +sin pizca de temor de Dios, y tiene ya los cuatro duros bien corridos de +peso. Fue siempre de mucho odre, buen apetito y mejor conducta. Así ha +llegado él tan acá, sin un mal retortijón de tripas. Nunca le tomó +apego, como el Cura, a la caza mayor... en los breñales, se entiende, +porque a la vera de su casa o al amor de la lumbre, se zampa un buey en +dos sentadas, si hay quien se le ofrezca. Por eso y otras cosas, le +llamamos los que bien le queremos, sin que a mal lo tome ni se ofenda, +«Marmitón».</p> + +<p>—¡Celso!—rugió aquí don Pedro Nolasco, dando patadas en el borde de la +meseta en que apoyaba los pies, calzados con zapatillas de cintos +negros, lo mismo que el señor Cura y que mi tío.</p> + +<p>Y entonces me fijé yo en que debajo de las zapatillas calzaba medias +alagartadas, verdes, con grandes pintas negras.</p> + +<p>—Eso es lo único que te afea, salvo la cara—díjole mi tío +serenamente—: el genial... En ese punto eres una jabalina celosa, a lo +mejor de una chanza. Salimos de una chamusquina, y ya te quieres meter +en otra...</p> + +<p>—¡Barájolas!—exclamó don Pedro Nolasco santiguándose—. ¿Ustedes han +visto otra como ella? Trapalón de los demonios, ¿pues me he metido yo +contigo ni tanto así, desde que se acabó lo otro?</p> + +<p>Mi tío no le hizo caso, y me preguntó a mí:</p> + +<p>—¿Le has visto ya bien? Pues con esas cerdas y todo, es el vecino más +noblón del pueblo y el mejor amigo de sus amigos, y además es uva de la +nuestra cepa. Lleva el corazón en la mano, y dará la piel cuando no +tenga capa que partir con el pobre. Te lo digo yo, Marmitón de los +demonios, aunque me pegues—añadió encarándose con el gigante—; te lo +digo yo, ¡cuartajo!, yo, que tengo buenas pruebas de ser verdad: y te lo +digo con el alma y vida. Si quieres creerme, me crees, y si no, peor +para ti. ¿No es así, Cura?</p> + +<p>—<i>Est Deus in nobis</i>—respondió éste moviendo la cabeza de un lado a +otro, como quien afirma algo bueno que es además indiscutible—. No hay +que darle vueltas, <i>est Deus in nobis, semper et ubique</i>. Y si no fuera +así, pobres de nosotros a cada chapucería de las que arma Satanás en las +disputas de los hombres.</p> + +<p>—Pues bueno—repuso mi tío volviéndose hacia su amigo que no chistaba +ni se movía, con los ojazos clavados en la lumbre—. Ahora quiero que te +quedes a cenar con nosotros, no por mí, que no lo merezco, sino por +honrar a mi sobrino.</p> + +<p>—¡A buen tiempo!—murmuró el gigante revolviendo un poco la mirada +hacia don Celso y descargando mucho los celajes de su faz.</p> + +<p>—¿Lo dices porque has cenado ya?—le replicó mi tío.</p> + +<p>—Naturalmente.</p> + +<p>—Pues por eso mismo, porque lo presumía, te convido yo. En estómagos +como el tuyo, ceba llama ceba... Y para animarte más y hacerla redonda y +cabal esta noche, también te convido a ti, Cura.</p> + +<p>—Eso ya es otra cosa—dijo entonces don Pedro Nolasco, entrando de +frente a la porfía—: si él se queda...</p> + +<p>Negábase el Cura a ello de todas veras; pero a fuerza de insistir mi tío +y de empeñarme yo también, aceptó al cabo.</p> + +<p>—¿Lo has oído, Tona?... Pues llévale el cuento a Facia para que ponga +dos platos más en la mesa, y añade tú lo que falte, si es que falta algo +en la cocina.</p> + +<p>Tona respondió que sobraba con lo que había arrimado a la lumbre, +siempre que cada cual comiera «como Dios mandaba»; y mi tío, mientras el +hombrón recibía con carraspeos la condicional que la sirviente había +echado hacia allá con los ojos, dio por rematada la historia y mandó que +se tratara de otra más divertida.</p> + +<p>No lo fueron ni tanto siquiera, para mi gusto, las pocas que salieron a +relucir después, mientras la mocetona rubia, y Facia, la mujer gris, que +entraba y salía a menudo, daban los últimos toques a los condumios +arrimados al fuego. Por mi parte, y «para ir tirando de la conversación» +tuve que suministrar, a instancias del Cura y de don Pedro Nolasco, +cuatro vaguedades sobre «esos mundos de Dios», por los que tanto había +rodado, al decir de los mismos señores; y menos interesado ya que al +principio en lo que allí se trataba, y pudiendo llevar mi atención a +otros términos del cuadro, observé, entre otras cosas, que Tona y Chisco +no tomaban parte en ello más que con los ojos y alguna que otra +exclamación o risotada, y que la tal sirvienta, por su cara y por su +talle, de pies a cabeza, en fin, era lo que se llamaba una buena moza.</p> + +<p>—Ya ves—llegó a decirme mi tío—, que aquí no se pasa el rato del todo +mal, después de hecho el hombre a estas cosas tan diferentes de las de +«allá». Y mejores se pasan todavía, como irás viendo, porque esta noche +no hace regla: no es sazón de ello hoy por hoy, en que no aprieta el +frío y está mucha de la maíz sin deshojar, y hay que deshojarla, porque +lo primero es lo primero; pero déjate que corran días y empiece a +empardecerse el cielo y a «rebombar» el pozón de Peña Sagra, ¡trastajo! +y verás acudir gente a esta cocina, hasta haber noche de no caber en +estos bancos, cada cual con su avío y con su tema... toda gente montuna, +por de contado: puros jastialones. Hay que armarse a veces de mucho +aguante, eso sí, porque en un rebaño, ¡zancajo! no todas las bestias son +de una misma condición; pero las mejores de éste son las más; y con tal +de no pedir castañas al camueso... Vamos, que te ha de entretener, si es +que te avezas a ello... y Dios lo haga así.</p> + +<p>—¡Pues no ha de jacerlu!—exclamó don Pedro Nolasco, asombrado de que +se pusiera en duda lo que él tenía por indudable.</p> + +<p>—<i>A custodia matutina usque ad noctem speret Israel in +Domino</i>—confirmó don Sabas—, sin contar con lo que tengo dicho y no me +cansaré de repetir: <i>est Deus in nobis</i>; y por eso no hay que desesperar +de nada que sea honrado, conveniente al hombre de bien y conforme a la +santa ley de Dios.</p> + +<p>Cuando llegó el momento de irnos a cenar, preguntó don Pedro Nolasco muy +sorprendido:</p> + +<p>—¿Pero, cómo?... ¿No cenamos aquí?</p> + +<p>—¡No señor!—respondió mi tío empujándonos hacia la puerta.</p> + +<p>—Pero ¿por qué?—insistió aquél erguido sobre el fogón.</p> + +<p>—Curiosón de los demonios—replicó el otro volviéndose hacia él desde +la mitad de la cocina—. En primer lugar, a zoquete regalado no debieras +ponerle tachas; y, por último, has de saberte, traga-aldabas del jinojo, +que ni todos los tiempos corren unos, ni todos los hombres son iguales. +¿Me entiendes ahora?</p> + +<p>Esto ocurría en el instante en que Chisco, por mandato de Tona, se +acercaba a la pared que yo había tenido enfrente, a la cual estaba +adaptado un tablero, soltaba la taravilla que le sujetaba por arriba, le +hacía girar sobre el eje que tenía en el lado de abajo, y le dejaba en +posición horizontal sostenido por un tentemozo. Pidiendo informes sobre +el uso de aquel aparato, averigüé que era la mesa «perezosa» a quien +había aludido mi tío en el comedor.</p> + +<p>—Y ¿para qué la ponen ahora?—preguntéle.</p> + +<p>—Para cenar los criados en cuanto nosotros nos larguemos de +aquí—respondióme.</p> + +<p>Me gustó el artefacto, que quedaba armado a muy corta distancia del +fogón; tentóme la novedad aquella, y desde luego uní mi parecer al bien +notorio de don Pedro Nolasco.</p> + +<p>—Pues por mí—dijo mi tío con firme resolución—, que levanten los +manteles de la otra mesa y los tiendan en ésta. Por regalarte el gusto, +mandé que se cenara allá: ya sabes que el mío es muy diferente. Además, +para lo que he de cenar yo... Conque si te gusta más esto...</p> + +<p>Convinimos, a mis ruegos, en que por aquella noche quedaran las cosas +como estaban, cenando en adelante en la perezosa y dejando la mesa del +salón para la comida del mediodía; bajóse de su pedestal don Pedro +Nolasco, y salimos de la cocina los cuatro comensales en ringlera, +siguiendo a Tona que nos alumbraba el camino con el candil que había +descolgado de la campana de la chimenea.</p> + +<p>Y sucedió lo que yo estaba temiendo rato hacía, por lo que había ido +observando alrededor de la lumbre y en los trajines de la repolluda +cocinera; que la cena dispuesta en honor mío era para servir de espanto +más que de tentación y de consuelo a un comensal de mis tragaderas, +hecho y avezado a las sabrosas parvidades de la cocina mundana. +Comenzando a contar por los cubiertos y dos cucharones de plata de +anticuada forma, una torta de pan «casero», ocho vasos de cristal +verdoso y un botellón muy negro, todo cuanto había y fue apareciendo +sobre la mesa era macizo y grande y abundante hasta lo increíble. +Primeramente, un cangilón de sopas de leche, después una fuente muy +honda, de un potaje de nabos en ensalada; luego una tortilla de +torreznos, seguida de una asadura picante, y, por último, una compota +descomunal de manzanas, y mucho queso curado de ovejas. Lo único que +escaseaba allí eran la luz y el calor, porque la de las mechas del velón +casi se perdía en el negro espacio antes de llegar a la mesa, y el +chamuscón que yo me había dado en la cocina sólo me servía en el comedor +para sentir doblemente la glacial temperatura de aquel páramo.</p> + +<p>El Cura, contra lo que yo esperaba de su tamaño, comía nada más que +regularmente, y era limpio y reposado en el comer. Mi tío probaba de +todo sin gustarle nada, y yo satisfice mi necesidad, más que apetito, de +doce horas, casi tanto con la vista de tan copiosos alimentos, como con +las parvidades que de ellos tomé... ¡Pero don Pedro Nolasco!... No tenía +calo ni medida su estómago de buitre; devoraba hasta con los ojos; y +mucho de lo que no le cabía en la boca mientras funcionaba su gaznate, +corríale en regatos por el exterior hasta sumirse bajo la sobarba entre +cuero y camisa, o mezclarse gota a gota con la mugre del chaleco.</p> + +<p>Se habló poco en la mesa, y de esto poco la mayor parte fue de mi tío +para decir injurias al glotón, que no le contestaba, ni creo que le oía, +y para ponderarme su asombro por lo melindroso que le parecí en el +comedor, y muy especialmente por el «plan» de cena mía, para en +adelante, que le tracé. No podía comprender el buen señor que un mozo de +mis años y con mi salud, no comiera cuanto se le pusiera delante a +cualquier hora del día o de la noche. «Abundante y sustancioso» era la +divisa del bien comer entre los hombres rumbosos del pelaje de mi tío.</p> + +<p>Andando en esto y «regoldando» ya el gigante por no tener su estómago +cosa de más jugo en que entretenerse, oyóse una campanada de reló hacia +lo más obscuro y remoto de la estancia.</p> + +<p>—¡Las diez y media!—dijo mi tío revolviéndose en el banco—. Me parece +que ya es hora de que te dejemos en paz. El viaje te habrá molido bien +los huesos, y tendrás ganas de tumbarlos en la cama. Por lo demás, no te +creas: entre el laberinto del ganado abajo, y la tertulia de arriba +después de rezar el Rosario, rara es la noche en que nos acostamos más +temprano... Ya verás, ya verás, ¡pispajo! cómo sabemos vivir aquí, +aunque montunos y pobres, a uso de pudientes de ciudad... Conque +¿entendístelo, Marmitón? Pues, ¡jorria! ya que estás jartu, y a su casa +el que la tenga.</p> + +<p>Levantámonos todos, dio gracias el Cura, respondímosle cumplida y +devotamente, y se fue con don Pedro Nolasco, no sin haberme hecho volver +a ver las estrellas con los apretones de manos que me dieron por +despedida.</p> + +<p>Poco tiempo después, encerrado yo en mi cuarto, paseábame a lo largo de +él intentando pensar en muchas cosas sin llegar a pensar con fundamento +en nada, no sé si porque realmente no quería, o porque no podía pensar +de otra manera. Con esta oscuridad en mi cerebro y el continuo zumbar +del río en su cañada, acabé por sentirme amodorrado, y me acosté.</p> + +<p>Blanca de ropas y limpia como un sol era mi cama; pero ¡qué fría... y +qué dura me pareció!</p> + + + +<h2 class="top15"><a name="V" id="V"></a>V</h2> + + +<p>Sin embargo, dormí toda la noche de un solo tirón; pero soñando mucho y +sobre muchas cosas a cual más extravagante. Recuerdo que soñé con el oso +del Puerto; con desfiladeros y cañadas que no tenían fin, y tan angostas +de garganta, que no cabía yo por ellas ni aun andando de medio lado. +Obstinado en pasar huyendo de la fiera que me seguía balanceándose sobre +sus patas de atrás y relamiéndose el hocico, tanto forzaba la cuña de mi +cuerpo, que removía los montes por sus bases y oscilaban allá arriba, +¡muy arriba! las cúspides pedregosas, y hasta se desplomaban muchas de +ellas sobre mí, pero sin hacerme daño. También soñé con mi tío bailando +en la cocina, junto a la lumbre, unas seguidillas que cantaba la mujer +gris tañendo una sartén muy grande; y después con don Pedro Nolasco, el +cual comía becerros crudos y troncos de abedul y peñascos de granito con +bardales, mientras iban comiéndome a mí, fibra a fibra y muy poco a +poco, el Tedio y la Melancolía, un matrimonio de lo más horrible, que +vivía en el fondo de un abismo sin salida por ninguna parte.</p> + +<p>Quizás por haber sido éste mi último sueño de la noche, fue tan triste +mi despertar por la mañana. ¡Porque fue triste de veras! Pero me había +dormido con la curiosidad recelosa de conocer de vista la tierra en que +voluntariamente acababa de sepultarme; y sintiendo revivir de golpe +aquel vehemente deseo al ver un poco de luz que se filtraba por los +resquicios de las puertas, levantéme de prisa, lavéme tiritando de frío, +envolvíme en el abrigo más espeso de los varios que tenía a mi alcance, +y me asomé al mismo balcón a que me había asomado por la noche.</p> + +<p>Ya no llovía; pero estaba el mezquino retal de cielo que se veía desde +allí levantando mucho la cabeza, cargado de nubarrones que pasaban a +todo correr por encima del peñón frontero y desaparecían sobre el tejado +de la casa. Entre nube y nube y cuando se rompía algún empalme de los de +la apretada reata, asomaba un jironcito azul, salpicado de veladuras +anacaradas; algo como esperanza de un poco de sol para más tarde, si por +ventura regían en aquella salvaje comarca las mismas leyes +meteorológicas que en el mundo que yo conocía.</p> + +<p>Dejando este punto en duda, descendí con la mirada y la atención a lo +que más me interesaba por el momento: lo que podía verse de la tierra en +todas direcciones desde mi observatorio de piedra mohosa con barandilla +de hierro oxidado. ¡Bien poco era ello, Dios de misericordia!</p> + +<p>Delante y casi tocándole con la mano, un peñón enorme que se perdía de +vista a lo alto, y aún continuaba creciendo según se alejaba cuesta +arriba hacia mi izquierda, al paso que hacia la derecha decrecía +lentamente y a medida que se estiraba, cuesta abajo, hasta estrellarse, +convertido en cerro, contra una montaña que le cortaba el paso +extendiendo sus faldas a un lado y a otro. Rozando las del peñón y la +del cerro hasta desaparecer hacia la izquierda por el boquete que +quedaba entre el extremo inferior del cerro y la montaña, bajaba el río +a escape, dando tumbos y haciendo cabriolas y bramando en su cauce +angosto y profundo, cubierto de malezas y de misterios. Inclinado hacia +el río, entre él y la casa, debajo, enfrente y a la izquierda del +balcón, un suelo viscoso de lastras húmedas con manchones de césped, +musgos, ortigas y bardales. A la derecha y casi a plomo del balcón, el +principio de un corral que seguía fachada abajo y daba vuelta en ángulo +recto hacia la otra, lo mismo que el cobertizo que le cercaba por el +lado del río, y estaba destinado, por las muestras visibles, a cuadras, +leñeras y pajares. Por el estorbo de estos tejadillos y de la larga +línea de fachada de la casona, sólo se alcanzaba a ver, por la derecha, +una estrecha faja de terreno cultivado, paralela al río y perteneciente +al valle que, según todas las trazas, se extendía hacia aquella parte, +es decir, a la derecha del río. Y a todo esto, el patio y sus tejados, y +el terreno de afuera, y las zarzas y los helechos y la baranda del +balcón, en fin, cuanto se veía o se palpaba desde mi observatorio, +húmedo, reluciente y goteando.</p> + +<p>No habiendo cosa más risueña en que poner la vista por aquel lado, fuime +a la otra fachada, la que correspondía al claro frontero a mi alcoba. +Por esta puerta salí a un largo balcón o «solana», de madera encajonada +entre dos «esquinales» o mensulones de sillería, llamados también +«cortafuegos». En el de mi derecha resaltaba el grueso y tallado canto +de un escudo de armas, cuyo frente no podía ver por lo que sobresalía el +esquinal de la baranda del balcón. No pudiendo ver tampoco desde allí, y +por idéntico motivo, el resto de la fachada, supuse, y no sin +fundamento, que la parte de edificio habitada por mí formaba un cuerpo +saliente. El balcón caía sobre un huerto del mismo ancho que aquella +fachada de la casa, y muy poco más de largo, con sus correspondientes +inclinaciones hacia ella y hacia el río; una docena de frutales en +esqueleto; un cuadro de repollos medio podridos; algunas matas de ruda, +de mejorana y de romero; un rosal vicioso y en barbecho lo demás; un +muro viejo para cercarlo todo; y por encima del muro, surgiendo las +moles de un negro anfiteatro de fragosos montes, que allá se andaban en +altura con el peñón de la derecha, que formaba parte de él. Y no se veía +otra cosa.</p> + +<p>Por la dirección de la luz y otras señales bien fáciles de estimar, di +por seguro que aquella fachada de la casa miraba al Sur, y que por el +lastral que bajaba a mi izquierda, es decir, al Este, entre la pared del +huerto y el monte de aquel lado desde un alto desfiladero que se veía +algo lejano, había venido yo la noche antes. Por este viento nada tenía +que observar, pues bien a la vista estaba la montaña que corría paralela +a la casa asombrándola con su mole. Había, pues, que buscar por el Norte +del «solar de mis mayores» la perspectiva del valle entero, que le +parecía a Chisco «punto menos que la gloria».</p> + +<p>Con este propósito me retiré de la solana de mi aposento, y salí al +comedor. Estaban abiertos los dos claros de él que daban al exterior de +la casa. Acerquéme a uno de ellos, y vi que correspondían ambos a otra +solana muy escondida al socaire de la pared de mi habitación que, +efectivamente, sobresalía mucho de la línea general de la fachada. Entre +esta pared y otro mensulón mucho menos saliente que ella al extremo +opuesto, corría la solana, a la que daba también una puerta del +dormitorio de mi tío.</p> + +<p>Estaba abierta y me colé dentro. No había allí más que una cama del +mismo estilo que la mía, pero grande, de las llamadas de matrimonio; un +crucifijo y una benditera en la pared del testero, una cómoda, dos +perchas, un palanganero, un sillón de vaqueta, dos sillas y un felpudo. +La cama estaba ya hecha, el suelo barrido y todas las cosas en orden, +señal de que mi tío había madrugado más que yo. Me asomé a una ventana +abierta en la pared del Este junto a una alacena, y vi lo que ya me +había imaginado: el peñascal negro, jaspeado de grietas con vegetaciones +silvestres y separado de la casa por un callejón pendiente, de lastras +resbaladizas.</p> + +<p>Al volver al comedor por la salona, halléme con mi tío que entraba en él +por la puerta de enfrente. Llegaba fatigoso y se apoyaba en un bastón. A +la luz del día parecíame su traza muy otra de lo que me había parecido a +la luz artificial. El blanco y fino cutis de su cara tenía un matiz +azulado, y había en sus ojos y en su boca una muy marcada expresión de +anhelo. Sin embargo, su «humor» era el de siempre; y si era disimulo de +lo contrario, no se le conocía. Se admiró de hallarme levantado tan +temprano. Venía a ver qué era de mí; si se me oía revolverme en la cama, +para entrar, en este caso, a abrirme los balcones, si lo deseaba, y si +no, para tener el gusto de darme los buenos días. Le agradecí mucho su +cuidado, y después de abrazarle le pregunté cómo había pasado la noche y +por qué madrugaba tanto.</p> + +<p>—Como siempre, hijo del alma—contestóme entre toses y jadeos—. Y no +me las dé Dios peores. En buena salud, me levantaba con el alba; desde +que tengo tan mal dormir, madrugo mucho más que el sol, y con todo y con +ello, me sobra tiempo de cama.</p> + +<p>Parecióme que el relente frío de las madrugadas no debía de sentarle +bien, y así se lo dije, aconsejándole que se guardara de él.</p> + +<p>—Eso será entre vosotros—me contestó con su aire chancero de +costumbre—, avezados a vivir entre cristales; ¡pero entre los montunos +de por acá!... ¡Pobre de tu tío Celso el día en que no pueda desayunarse +con una tripada de esa gracia de Dios! Pero, vamos a ver, ¿y tú? ¿te has +desayunado ya con algo más de tu gusto? Porque no falta de ello en casa, +como te dije anoche. Y si no has pensado en eso, ¿en qué trastajo has +pensado?... ¡Mira que como sea falta de franqueza!...</p> + +<p>Díjele en qué me estaba entreteniendo desde que me había levantado y lo +que llevaba visto ya, y me replicó, agarrándome por un brazo al mismo +tiempo y tirando de mí hacia los carrejos interiores:</p> + +<p>—¡Por vida del ocho de copas, hombre!... Pues, mira, en parte me alegro +de que hayas empezado por donde empezaste: así te queda lo mejor para lo +último... ¡Ven acá, ven acá!</p> + +<p>Y me llevó a remolque hasta la cocina, donde me hallé a la mujer gris, a +Tona y a Chisco, sentados a la perezosa y almorzando unas fritangas con +borona. Diéronme risueños los buenos días, levántandose muy corteses, y +apenas me dejó tiempo mi tío para cambiar con ellos algunas palabras; +porque tan pronto como abrió una puerta cercana a la mesa y en la misma +pared, comenzó a llamarme a su lado.</p> + +<p>Obedeciéndole, salí a un balcón de madera de mucha línea y muy volado, +la mitad del cual caía sobre el patio de las cuadras, que no pasaba del +centro de aquella fachada, y la otra mitad afuera. De este modo podía +ver el panorama completo y sin estorbos. Formaban la barrera de enfrente +la montaña atravesada delante del cerro de la izquierda, y otra que la +seguía hacia mi derecha, bien poblada de vegetación en su base, de color +pardo muy obscuro en la mitad, de alto abajo, de lo que pudiera llamarse +su tronco; de verde crudísimo en la otra mitad, y con la enorme cabeza +gris, como un cráneo despellejado y seco, entornada hacia el hombro +izquierdo, con la blanca osamenta al aire también. Me hacía el efecto +aquella vasta mancha verde, fina y jugosa, iluminada entonces casi de +frente por un rayo de sol, de un remiendo de terciopelo riquísimo en un +vestido de tosco sayal. Formando ángulo con esta montaña y quedando un +boquete entre las dos, terminaba, coronada de crestas y picachos, la que +descendía por el Este de la casa rozándola el costado con sus bardales.</p> + +<p>Dentro de todo este marco, que parecía una contradanza de colosos +encapuchados, se extendía una tierra de labor tijereteada en pedazos, de +pradera y de boronales, los primeros de un verde aterciopelado, y los +segundos con la nota pajiza que les daban los tallos secos, aún no +cortados, del maíz recién cogido. Entre mi observatorio y esta mies, que +descendía en rampa hacia los montes de enfrente, y muy inclinada al +mismo tiempo hacia el río, un pedregal erizado de malezas y surcado de +senderos y camberas de comunicación con el pueblo, cuyas casitas se +veían, hechas un rebaño, en lo más alto de la mies, con la iglesia en +medio, que parecía, y lo era en sustancia, su pastor. En todos aquellos +edificios, con las fachadas muy lavaditas y las puertas y ventanas de +par en par, veía yo otras tantas caras de seres desdichados y +enfermizos, con la boca y los ojos muy abiertos, ávidos de aire y de luz +que les iban faltando. Y entre aquellas caras las había de varias +expresiones, desde el patético compasible, hasta el cómico y el +grotesco. Daba gana de echar a algunas de ellas una limosna, para +calmarles las angustias del estómago, o un sombrero de desecho para +sustituir la ruinosa chimenea, y a todas un asidero para sostenerse, sin +rodar hasta el monte, en la postura violenta en que yo las veía.</p> + +<p>Tan embebido me hallaba en este linaje de visiones, que ni siquiera me +enteraba de los informes que iba dándome mi tío sobre cada cosa de las +principales del cuadro. Parecíame todo el valle, relativamente a la +altura de su marco, de una pequeñez asfixiadora, y considerábame caído +de las nubes en el fondo de un dedal enorme. ¿Qué idea tendría Chisco de +la Gloria celestial, cuando la ponía solamente un punto más arriba que +aquello en la escala de lo hermoso y admirable?</p> + +<p>¡Dios eterno, qué envidia tuve entonces a los pájaros porque volaban!</p> + +<p>—Dígame usted, tío—preguntéle de golpe, y sin reparar en que le +cortaba a lo mejor un entusiástico discurso precisamente sobre la +anchura y salubridad del valle—, ¿por dónde se sale de aquí?</p> + +<p>—¿Jacia ónde?—me preguntó él a su vez.</p> + +<p>—Pues... hacia... hacia fuera, hacia el mundo, vamos—respondíle yo +aturullado como un chicuelo imprudente, temeroso de que me descubriera +los pensamientos que me habían arrancado la pregunta.</p> + +<p>—¡Jacia el mundo!—repitió él soltando una carcajada—. Pues me hace +gracia la ocurrencia, ¡pispajo! ¿Estamos aquí en el limbo, o qué?</p> + +<p>—He querido decir—repuse celebrando con una risotada contrahecha la +pregunta de mi tío—, que cuáles son las salidas principales...</p> + +<p>—Ya, ya: ya te había calado yo el pensamiento—respondióme él, dejando +de pronto el aire jaranero—, sino que como la ocurrencia tuya se +acaldaba bien en una chanza, y yo soy así... Pues te diré: una de las +salidas principales es el camino por donde tú has venido anoche, éste de +al lado nuestro.</p> + +<p>—Corriente.</p> + +<p>—Y la otra es la que se ve allá abajo, a la mano izquierda: la misma +salida del río. ¿No ves un camino que va por encima de él siguiendo toda +la ladera? El puente está aquí a la izquierda, entre aquellos jarales. +Puede que le confundas con ellos por lo viejo que es... Pues por ese +camino se va...</p> + +<p>—¿Hasta dónde?</p> + +<p>—¡Hasta dónde!... ¡Trastajo! hasta la mar, si te conviene.</p> + +<p>—Bien; pero ¿por dónde?</p> + +<p>—Pues río abajo, río abajo... de pueblo en pueblo. ¿Quieres que te los +nombre uno a uno?</p> + +<p>—No hay necesidad.</p> + +<p>—Hasta que llegas a un camino real. Si quieres seguirle por la derecha, +porque te jale lo mundano, le sigues; y si te contentas con menos, le +cruzas; y no apartándote de la vera del río, en un dos por tres darás +con los jocicos en la mar... Mira, hombre, aquí donde me ves y con los +años que tengo, no llegan a cuatro las veces que he estado en Santander. +La primera con tu tía, recién casado con ella. Entonces no había el +camino real de que te hablo, que es de ayer, y había que ir a buscarle +más lejos. Íbamos a caballo, como siempre se ha ido desde aquí por los +pudientes. Ella, en un sillón de terciopelo azul y clavillos +sobredorados, con las galas de novia, a la moda de entonces. Campaba de +veras, porque era guapetona de firme... ¡trastajo, si lo era! No nos +comía la prisa y jicimos noche en la villa de San Vicente, que al otro +día abrió puertas y ventanas para vernos salir... Mira, hombre, poco más +de un mes antes había salido de España, a tiro limpio, el último ladrón +de los de Pepe Botellas... Cabalmente. Pues bueno: paramos poco en la +ciudad, porque no nos gustó aquello. La segunda vez fue a raíz de lo del +veintitrés, con un pariente de los de Promisiones, que deseaba, como yo, +ver cómo andaban las cosas del mundo, después de la taringa que habían +llevado los botarates de la «Pitita». ¡Cuartajo, qué cumplida se la +dieron... y qué merecida la tenían los arrastrados! Pues la tercera fue +ayer, como quien dice, no más que por el gusto de saber por mí propio +qué era eso del camino de fierru que acababa de estrenarse... Y para de +contar, después de enterarte de que no pasan de doce las que he salido +del valle más allá de dos leguas... Y te aseguro que nunca que dormí +fuera de él, jice sueño con arte, y toda comida que no sea la de mi +casa, me ha sabido siempre a condumio sin sustancia; y en no viendo yo +estos picachones encima de la cabeza por donde quiera que ando, me hago +cuenta que no veo cosa de gusto ni de traza, y hasta la mar de la costa +me parece una pozuca, comparada con las anchuras de este valle... De las +casas en ringle no se me hable, ¡trastajo! porque solamente de mentarlas +me falta la respiración y me ajoga el hipo... La verdad, Marcelo... Cada +uno a lo suyo, y con su cada cual. Y a este respective, has de saberte +que hay en este valle gentes que se caen de viejas sin haber salido de +él más allá de lo que corre de una «alentá» un perro con asma. Y se +morirán tan satisfechas como si murieran de jartura del mundo que tú +conoces: igual que ha de pasarme a mí en el día de mañana. Créeme, hijo: +cuanta menos carga de antojos se saque de esta vida, más andadero se +encuentra el camino de la otra. Hay quien jalla la mina cavando en un +rincón de su huerto, y hay quien no da con ella revolviendo la tierra de +media cristiandad. Ahora, tú dirás quién es más afortunado de los dos y +más digno de envidiarse... ¡Cascajo! y vamos adelante con la historia, +que como dé yo en irme por los atajaderos. ¿Dónde habíamos quedado con +ella? ¿Qué más deseas saber?</p> + +<p>—Por de pronto—respondíle, maravillado de aquélla su vivacidad de +imaginación y soltura de «pico», que parecían incompatibles con la +dolencia que le acababa—, si se ensancha el paisaje más allá del +boquete por donde se cuela el río.</p> + +<p>—Al contrario—respondióme—: en cuanto doblas el recodo, vuelven a +encalabrinarse los picachos a la vera del río, tan pronto a un lado como +a otro, cuando no a los dos a un tiempo. Anchuras de éstas no se +encuentran hasta el camino real: medio día de rodar, agua abajo, en una +caballería de buenos pies; un paseo, como quien dice, y de los cortos... +Enfrente de ese boquete tienes aquel otro de la mano derecha, por donde +se mete una tira que va a acabar en punta allá dentro. ¿Le ves? al pie +mismo de la montaña manchada de verde por arriba. Pues por ese callejo +hay otra salida que va trepando por los breñales... en fin, hombre, +hazte cuenta que en cada resquebrajo que veas en un monte de éstos, hay +un sendero por donde andan estas gentes como por el portal de la +iglesia, y se pasean y toman el aire y recrean la vista los hombres +desocupados y sanos de pecho, como tú. Ya verás, ¡trastajo! ya verás lo +que es bueno.</p> + +<p>—Así lo espero—respondí faltando a la verdad de lo que pensaba—. Y +diga usted—añadí apuntando al mismo tiempo con el dedo hacia allá—, +¿qué significa aquella mancha verde en que ya me había fijado yo antes +que usted me la mencionara?</p> + +<p>—¡Oh!—contestóme alzando los dos brazos a un tiempo—, ¡eso es la gran +riqueza del lugar, amigo! Eso es el «Prao-Concejo» de aquí, porque +también hay otros pueblos que tienen el suyo correspondiente; pero no +como el nuestro. ¡Quia! ¡Pispajo, ya le quisieran! Es de todos y cada +uno de estos vecinos: un caudal de yerba que se reparte «por adra» todos +los años. Ya verás, ya verás qué romería se arma el día de la siega, si +te coge aquí el primer agosto que llegue...</p> + +<p>—Pero ¿cómo demonios—pregunté verdaderamente asombrado de lo que me +contaba mi tío—, se puede segar en aquel precipicio, ni bajar al valle +lo que en él se siegue, ni mucho menos subir allá para segarlo y +recogerlo?</p> + +<p>Rióse mi tío de lo que él llamaba mi inocencia, «con tanto como yo sabía +del mundo», y prometiéndome la explicación de lo que me asombraba para +cuando la pidiera «sobre el terreno», no quiso decirme más.</p> + +<p>—Y en finiquito—concluyó—, ¿qué te parece de todo lo que has +visto?... porque creo que no falte nada en que no hayas puesto los ojos.</p> + +<p>—Sí, señor—le respondí al punto—: falta algo que busco con ellos +desde que me puse a mirar esta mañana, y no hallo por ninguna parte.</p> + +<p>—Y ¿qué cosa es ella, hombre?</p> + +<p>—Pues un palmo de tierra llana.</p> + +<p>—¡Trastajo!—exclamó aquí mi tío, mirándome con el asombro pintado en +los ojos—, ¿cómo demonios ha de jallarse lo que no hay?</p> + +<p>—¡Que no!—exclamé yo a mi vez.</p> + +<p>—No, hombre, no—insistió él con la mayor seriedad—. Entendí que +conocías el dicho que corre aquí como evangelio.</p> + +<p>—Y ¿qué dicho es ése?</p> + +<p>—Que no hay en todo este valle más llanura que la sala de don Celso. +¿Oístelo ahora?—añadió riéndose y mirándome a la cara con sus ojillos +de raposo—. Pues atente a ello.</p> + +<p>Y volvió a reírse, y me reí yo también, pero de dientes afuera, con lo +cual, dejando ambos el balcón, volvimos a la cocina, en cuya perezosa se +me antojó desayunarme aquella mañana.</p> + +<p>En aquel desayuno y en la comida del mediodía adquirí dos nuevos datos, +que no resultaban de escasa cuenta sumados con los que ya poseía: el pan +era de hornadas hechas en la taberna cada media semana, y no había otra +carne que la de cecina, con excepción del domingo, en que se mataba una +res en el pueblo. Allí no se conocía fresco, bueno y a diario, más que +la leche y sus preparados... precisamente lo que estaba reñido con los +gustos de mi paladar y con los jugos de mi estómago.</p> + +<p>Pocas noches he pasado en mi vida tan largas, tan tristes y de tan +insoportable desasosiego, como la de aquel día. Porque visto y +reconocido ya en todas sus fases, a lo ancho, a lo largo y a lo +profundo, el terreno en que tenía yo que dar la batalla, pero batalla a +muerte, contra los hábitos y refinamientos de mi vida de hombre mundano, +comodón, melindroso y «elegante», había para que las carnes me +temblaran.</p> + +<p>¡Ay! toda aquella mi fortaleza levantada en Madrid al calor de un +entusiasmo irreflexivo y sentimental, se desmoronaba por instantes; y +los fríos razonamientos a que yo me había amparado en horas de sensatez +para defenderme de los asedios de mi tío cuando me llamaba a su lado +hasta por caridad de Dios, revivían en mi cabeza con un empuje y un +vigor de colorido que me espantaban. Sucedíame entonces lo que al +temerario que por un falso pundonor, por un arranque nervioso y de mal +disfrazada vanidad, desciende al fondo de un precipicio. Ya está abajo, +ya hizo la hombrada, ya demostró con ella que llega hasta donde llegue +el más intrépido... Corriente. Pero ahora hay que subir. ¿Cómo? ¿Por +dónde?... ¡Y allí es ella, Dios piadoso!</p> + +<p>Sólo de tres maneras podía volver a la luz y a la libertad del mundo: o +por el fin y acabamiento de... (¡qué barbaridad! hasta el tropezar con +el supuesto sin haberle buscado yo con el deseo, me repugnaba); o por el +restablecimiento del pobre señor, cosa imposible a sus años y con lo +mortal de la dolencia que padecía; o por meterlo yo todo a barato a lo +mejor, liar el equipaje cuando me diera la gana y volverme a Madrid por +el camino más corto, lo cual me parecía una canallada que podía costar +la vida al bondadoso octogenario, para quien mi presencia en su casa +parecía ser el pan y el sol que le nutrían y le alegraban. Es decir, dos +salidas con la puerta cerrada, Dios sabía hasta cuándo, y una que no se +me franquearía jamás, por repugnancias de mi conciencia. En definitiva, +una eternidad.</p> + +<p>Si entre tanto hubiera habido en mí alguna inclinación natural, alguna +aptitud de las que hacen hasta placentera a muchos hombres, sin ser +aldeanos, la vida campestre, menos mal; pero, por desgracia mía, me +faltaban todas en absoluto. Yo no era cazador, ni había manejado otras +armas que las de adorno en los salones de tiro; ni entendía jota de +ganados, ni de labranzas, ni de arbolados, ni de hortalizas, ni pintaba +ni hacía coplas; y por lo tocante a la señora Naturaleza, la de los +montes altivos y los valles melancólicos y los umbríos bosques y las +nieblas diáfanas, y las sinfonías del «favonio blando» entre el pelado +ramaje, y los rugidos del huracán en las esquivas revueltas de los +hondos callejones, vista de cerca, mejor que madre, me parecía +madrastra, carcelera cruel, por el miedo y escalofrío que me daban su +faz adusta, el encierro en que me tenía y los entretenimientos con que +me brindaba... Y a todo esto había que añadir que el invierno con sus +fríos, con sus nieblas, con sus aguaceros y con sus nevascas, estaba ya +cerniéndose encima de los picachos del contorno y de la casona de mi +tío... Y aunque, por misericordia de Dios, no pasara yo allí más que él, +¡sería tan largo, tan largo!... ¡Cuántos libros devorados sin sacarles +pizca de sustancia! ¡cuántos chamuscones en la cocina! ¡cuánta +indigestión de bazofia! ¡cuántos paseos en corto! ¡cuántas rendijas del +suelo contadas maquinalmente con los ojos! ¡cuántas rúbricas echadas con +el dedo en los empañados cristalejos de mi cuarto!... ¡Virgen de la +Soledad, qué perspectiva!</p> + +<p>Y así, por este orden, batallando horas y horas. ¿Cómo hallar una breve, +ni momento de reposo, ni bien mullida la cama, con semejante gusanera +entre los cascos?</p> + + + +<h2 class="top15"><a name="VI" id="VI"></a>VI</h2> + + +<p>Dios, que, como dice el adagio, aprieta, pero no ahoga, permitió que a +aquella triste noche siguiera un día muy risueño, con el cielo barrido +de nubes y un sol que, aunque pálido y frío, iluminaba el valle y +decoraba las cumbres de los montes envolviéndolas en nimbos de luz +reverberante. Yo recibí la primera salutación del astro vivificador de +la madre tierra como uno de los mayores beneficios que podía otorgarme +el cielo en medio de la oscura soledad en que me veía, y mi tío se +apresuró a aconsejarme que aprovechara la «escampa», que había de ser de +larga «dura» por señales que él consideraba infalibles, para «hacerme a +las armas y <i>tomar la tierra</i> como era debido y cuanto más antes». Diome +con el consejo informes y programas que me parecieron excelentes; y como +no tenía a mis alcances otros recreos más tentadores y de mi gusto, opté +por lo que se me proponía, y me dispuse en el acto a echarme a la +montaña, que vale tanto allí como en el mundo culto y refinado «echarse +a la calle», es decir, a la ventura de Dios, «a matar el tiempo».</p> + +<p>Antes de salir de casa entró en ella el médico, que iba a saludarme +aprovechando la oportunidad de la visita casi diaria que hacía a mi tío, +particularmente desde su última y grave enfermedad. Era un mozo que +andaría con los treinta años, no muy corpulento, pero de recia +complexión; de pelo y barba cortos, negros y fuertes; de mirada firme, +pero sin dureza; agradable de cara y de voz; muy sobrio de palabras; +limpio, holgado y modesto de traje, y natural de un pueblo de los +ribereños del Nansa. Esto fue todo lo que de él supe en aquella ocasión. +Su visita fue breve, y nos despedimos muy afablemente, quedando yo muy +complacido de aquel hallazgo en Tablanca, más por lo que se leía en la +cara y en el aire del mediquillo, que por las ponderaciones que de sus +prendas hizo mi tío al presentármelo. Bajamos juntos hasta el portal, +echando él enseguida por la cambera del pueblo y yo por otra +diametralmente opuesta, hacia la montaña.</p> + +<p>Acompañábame Chisco, por donación muy recomendada de su amo, con la +misma vestimenta y el propio calzado con que le había conocido yo en el +paso de la cordillera, y nos acompañaba a los dos un perrazo sabueso; +llamado <i>Canelo</i>, de una casta para mí singularísima por lo grande, que +iba perpetuándose en casa de mi tío desde que su padre fue mozo y +cazador. Chisco llevaba una escopetona de pistón con anchas abrazaderas +reforzadas con bramante encerado sobre el larguísimo cañón roñoso, un +cuerno para la pólvora y una bolsa de badana verde para el perdigón y +las postas que iban mezcladas con él. Yo una elegante y fina Lafaucheux +de dos cañones, canana correspondiente, cuchillo de monte, borceguíes de +ancha y recia suela claveteada, polainas de cuero inglés, y todo el +equipaje, en suma, de un cazador de figurín. Chisco me miraba de reojo y +hasta se sonreía un poquillo, particularmente cuando se fijaba en mi +calzado, y, sobre todo, cada vez que me veía resbalar en la arcilla +blanda o sobre las lastras de los encalabrinados senderos. Al fin llegó +a declararme que para pisar firme no tendría más remedio que apechugar +con un par de almadreñas como las suyas; que lo de mi ropa, «podía +pasar», y que, en cuanto al armamento, «ya se vería». ¡Vaya si tenía +camándulas el mozallón! Por de pronto, ni él ni yo íbamos entonces +propiamente «de caza», sino de paseo; sólo que así como en las tierras +llanas se pasea un hombre con un bastón en la mano o con las dos +desocupadas, allí se pertrecha el paseante de armas y de municiones por +lo que pueda acontecer.</p> + +<p>Como la excursión me resultó muy entretenida y también muy provechosa, +porque me dio buen apetito y mejor sueño, al día siguiente la repetí, +aunque por distinto lado de la montaña, pero sin extender mucho más que +en la anterior el radio de mis valentías, porque el teatro de mis +experiencias era vastísimo, y el aprendizaje muy duro de pelar.</p> + +<p>A los tres o cuatro días de andar en estas pruebas y continuando el +tiempo alegre y primaveral, se unió a nosotros Pito (Agapito) Salces, +«Chorcos» de mote, hijo de un casero de mi tío; buen cazador también, +como casi todos los hombres de aquel valle; algo torpe de magín y muy +largo y deslavazado de miembros. Le había conocido yo en casa una noche, +y me habían caído muy en gracia su catadura y sus «cosas»; por lo que mi +tío, que pescaba en el aire las ocasiones y los medios de agasajarme, +dispuso que desde el día siguiente se agregara a Chisco para acompañarme +en mis correrías. Era además muy amigo de éste, y a los dos les supieron +a gloria el licor de mi frasquete y los cigarros de mi petaca en cuanto +los cataron.</p> + +<p>A todo esto, yo no había estado en el pueblo más que una sola vez, y ésa +muy de pasada y muy temprano, casi de noche todavía, yendo a la misa +primera de don Sabas; ni conocía de cerca a otras personas que las que +frecuentaban la cocina de mi tío, con el cual no había hecho nunca +conversación empeñada sobre cosa alguna... ni siquiera sobre Facia, cuyo +aspecto singular y un tanto misterioso me llamaban mucho la atención, +particularmente desde una noche (la del tercer día de mis excursiones a +la montaña) en que la hallé, saliendo yo de mi aposento, como extraviada +en los pasadizos, con el farol en la diestra, la mirada de espanto y el +andar de una sonámbula. Se estremeció al verme de improviso junto a +ella, y me pidió perdón por haberme tomado por... No me dijo por qué ni +por quién; pero rompió a llorar y huyó a ocultarse en el cuarto frontero +a la puerta de la escalera, el cual habitaban ella y Tona. En un momento +en que me hallé a solas con mi tío, antes de recogerme aquella noche, le +hablé del suceso. De pronto me pareció algo picado de la curiosidad; +pero enseguida cambió de aspecto, se encogió de hombros y me dijo:</p> + +<p>—Está mema la infeliz. Cosas de ella. Siempre es por ese arte.</p> + +<p>También se me había antojado que Chisco miraba a Tona con muy buenos +ojos. De esto no hablé a mi tío; pero sí al mozallón, y por hablar de +algo, subiendo los dos solos una vez al «Prao-Concejo».</p> + +<p>—¡Jorria!—me contestó trepando delante de mí, sin detenerse un punto +ni volver la cara, pero sacudiendo al aire su mano derecha.</p> + +<p>No me sacó de dudas la respuesta, y le pedí otra más terminante. Diómela +en estos términos:</p> + +<p>—No estarían mal puestus en eya los pensaris de unu... ¡y esu que!... +Pero van los míos jacia muy otra parti. Los de Pitu, pongo el casu, ya +es pleitu difirente.</p> + +<p>—Conque Pito... Y ella, tan repolluda y tan guapota, ¿le corresponde?</p> + +<p>—Esu es lo que yo no sé... ni pué que lo sepa él tampocu.</p> + +<p>—Es muy posible... aunque antes has puesto una tacha a esa buena moza.</p> + +<p>—¡Una tacha!... Y ¿cuál fue eya?</p> + +<p>—No la pintaste muy clara, pero la diste a entender. Después de +ponderar por cosa buena a la moza, añadiste «y eso que...» como quien +dice: «no es oro todo lo que reluce».</p> + +<p>—Lo diría yo, si es casu, por su padre... o por su madre.</p> + +<p>—Y ¿qué tienen su padre o su madre que tachar?</p> + +<p>—¡Qué sé yo! Historias.</p> + +<p>—Conque historias... ¿Y quién es el padre?</p> + +<p>—Echeli usté un galgu.</p> + +<p>—¡Anda, morena! ¿Y la madre?</p> + +<p>—¡Ahora sí que panojó! ¡Y la tien él en casa!</p> + +<p>—¿Quién, hombre de Dios?</p> + +<p>—Usté.</p> + +<p>—¿Yo?</p> + +<p>—Usté mesmu... ¿Pa qué demontres quier los ojus de la cara, si no es pa +ver lo que está delanti de eyus?</p> + +<p>—Acaba de decirlo con mil demonios que te lleven: ¿quién es la madre de +Tona?</p> + +<p>—Pos Facia.</p> + +<p>—¡Facia!—exclamé lleno de asombro—. Pero ¿Facia es casada?</p> + +<p>—Por lo vistu—me respondió el mozallón con mucha flema.</p> + +<p>—¿Con quién?—volví a preguntarle.</p> + +<p>—Esa es la historia—respondióme él apuntando al suelo hacia atrás con +el índice de su diestra, sin volver la cara ni disminuir el paso.</p> + +<p>—Pues cuéntamela enseguida—le dije yo entonces, sentándome a +horcajadas en el pico de una roca que sobresalía a un lado del sendero, +no tanto por oír más a gusto lo que Chisco me relatara, como por +descansar de la fatiga que me iba dando aquel nuestro incesante subir +por la ladera del agrio monte. Habíamos ganado el primer tercio de su +altura, y estábamos ya dentro de los términos de la gran mancha verde +que se veía desde la casona «de mis mayores», es decir, del +«Prao-Concejo», que desde allí me parecía interminable, inmenso, en la +dirección oblicua de la senda que llevábamos. Chisco, cuando notó que yo +me había sentado, se detuvo, volvióse hacia mí, se sonrió a su manera al +verme tan bien acomodado, y, por último, retrocedió lentamente.</p> + +<p>—Cuéntame eso—le dije en cuanto se detuvo a mí lado—; pero con todos +sus pelos y señales.</p> + +<p>Para infundirle buenos ánimos le di un trago de los de mi frasquete, que +era la mejor golosina para él, y un cigarro de los mayores de mi petaca. +Bebió y paladeó el confortante licor, relamiéndose de gusto, y echó +después una yesca, mientras yo contemplaba a vista de pájaro el +vallecito de Tablanca, con sus casitas trepando mies arriba detrás de la +de mi tío, sola y encaramada en lo alto, como si se hubiera detenido +allí para animarlas con la voz y algunas cuchufletas de don Celso; y, +por último, recostándose contra el terreno y estribando con las abarcas +en las asperezas del camino, me refirió lo siguiente, que yo traduzco, +poco más que en sustancia, al lenguaje vulgar, con verdadero +sentimiento, porque no me es posible, por falta de memoria y de +costumbre, reproducir al pie de la letra aquel pintoresco lenguaje, cuyo +sabor local excedía con mucho, en interés, al asunto relatado.</p> + +<p>Facia era, en efecto, una huérfana desvalida cuando la recogieron mis +tíos en su casa. Educóse y creció en ella; llegó a ser una gran moza, +porque tenía de quién heredarlo, lo mismo que el ser honrada y discreta; +y por buena moza, y por honrada, y por discreta, y hasta por muy +agradecida, pasaba, y con razón, en el pueblo, cuando se presentó en él, +como llovido de las nubes, cierto galán, un baratijero que asombró a +Tablanca, no sólo por las maravillas, jamás vistas allí, de la tienda +que plantó en un ferial del valle, sino por el encanto de su pico, por +la «majura» de su cara y por el rumbo de su porte. Como moscas acudían a +su tenducho reluciente los pobres papanatas de la feria, y como moscas +caían en la miel de sus ponderaciones y lisonjas, dejando en el cebo +engañador hasta el último maravedí de los ahorrados para fines bien +distintos. Para las mujeres, sobre todo, tenía el charlatán un anzuelo +irresistible; y para las buenas mozas, en particular, un «aquel» que las +atolondraba. Tan bien le fue al indino en aquel empeño, que acabada la +feria trasladó el tenducho al pueblo y le abrió en un cobertizo que +improvisó junto a la iglesia. A creerle por su palabra, él no era +traficante por necesidad, sino por lujo. Le gustaba correr el mundo y +ver de todo, y para lograrlo a su antojo, como era rico por su casa y le +sobraba el dinero, le corría de aquella manera, comprando alhajas «a +todo coste» en las grandes ciudades de la tierra, para cedérselas a los +pobres hombres y a las buenas mozas de los lugarejos por un pedazo de +pan. Así daba él perlas finísimas de Oriente al precio de los garbanzos +de Castilla; puñalitos de Damasco y relojes de oro, más baratos que las +navajas de Albacete y las coberteras de hojalata. Como había visto +muchas tierras y estudiado muchos libros, sabía un poco de todo cuanto +había que saber, y daba remedios, y aun los vendía, al «desbarate», por +supuesto, para toda casta de enfermedades... y de contratiempos, porque, +en su opinión, nada existía verdaderamente incurable, sabiendo buscar a +las cosas su motivo, como lo sabía él, por haber estudiado muchos libros +y haber corrido muchas tierras. Aquella segunda campaña de baratijero +fue una barredera en el lugar. Ni una mota dejó el pícaro en Tablanca. +Particularmente Facia, que era de suyo sencillota y noble, se +despilfarró. Gastó en gargantillas de todos colores, en sortijas, +espejucos y alfilerones de todas hechuras, un dineral: todo lo ahorrado +de sus soldadas y algo más que pidió a cuenta, afrontando valerosa las +indignidades con que la apostrofaba su amo. Porque resultaba que +aquellos antojos insaciables y aquel atrevimiento inconcebible en la, +poco antes, tan modesta, comedida y respetuosa muchacha, dimanaban de un +«qué sé yo de mal aquél», a modo de maleficio, y que «la jalaba, la +jalaba» contra su gusto hacia las baratijas de la tienda, y muy +particularmente hacia los donaires del baratijero. Como éste le había +notado la inclinación y era ella (sin ofender) la mejor moza entre las +muchísimas y muy buenas que había en el lugar, apretó el pícaro las +lisonjas y los chicoleos, y hasta la rondó la casa por las noches y la +cantó unas coplas «finas» al son de una guitarra «que propiamente +hablaba entre sus manos». En fin, que la inocente borrega llegó a +prendarse en tales términos del hechicero galán, que solamente le quedó +una pizca de juicio, lo puramente indispensable para responderle en uno +de sus asedios más obstinados, que «en siendo como Dios mandaba y por +delante de la Iglesia y para vivir en Tablanca a la vera de su amo, +cuando lo tuviera por conveniente».</p> + +<p>Contuvo el hombre sus ímpetus con la respuesta; meditóla durante algunos +días; resolvió al cabo que sí; corrióse la noticia por el pueblo; +envidiaron a Facia su loca fortuna todas las mozas de él; llegó el caso +a oídos de don Celso; tocó el cielo con las manos; puso a la infeliz +enamorada de loca y de sin vergüenza que no había por dónde cogerla; +juró y perjuró que el baratijero era un bribón de siete suelas; que no +había más que mirarle a la cara para convencerse de ello; que sabe Dios +dónde sería nacido, de dónde vendría y por dónde habría andado hasta +entonces, y que por la cruz de Jesucristo considerara esto y lo otro y +lo de más allá... Como si callara. El hechizo estaba tragado, y Facia no +cejaba un punto en su empeño. Bien persuadido entonces su amo de que no +había razonamiento capaz de convencerla, ni medida rigurosa, como la de +plantarla en la calle, que no empeorara el destino de la infeliz, entre +verla perdida o desgraciada, optó por lo menos malo al cabo de los días: +arregló un casucho que tenía medio abandonado al extremo inferior del +valle; agrególe tierras y ganado; hizo, en fin, cuanto puede hacer un +padre por un hijo en casos tales, y dijo a Facia después de haberse +negado a recibir al novio y a verle al alcance de su voz:</p> + +<p>—Cásate cuando te dé la gana, y meteos ahí para que, siquiera, +siquiera, cuando las pesadumbres te maten, tengas cama propia en que +morir después de haber pedido a Dios perdón de tus ingratitudes y +locuras.</p> + +<p>A los pocos días de casado, y con gran pompa, el baratijero, ya era otro +hombre distinto de lo que fue en el lugar antes de casarse: hasta la +cara parecía diferente, sobre todo cuando hablaba con su mujer lo poco +que hablaba; miraba bajo y mal, y parecía que le estorbaba hasta su +sombra. Al mes de esto, como no sabía trabajar la tierra ni manejar el +ganado, y de aquellas riquezas que tenía «por su casa», según dijo de +soltero, no se veía un maravedí para levantar las cargas de su nuevo +estado, cogió lo que le quedaba de su tenducho y se fue a correr ferias +y mercados con ello. Volvió a los dos meses, muerto de hambre, mal +encarado y peor vestido. Hízose temible para su mujer, a quien golpeaba +con el más leve pretexto, y sospechoso a todo el vecindario, que no +estaba hecho a ver en aquel honrado suelo holgazanes y renegados de +semejante catadura.</p> + +<p>A los diez meses de casados, tuvo Facia una niña; y sin llegar a +cumplirse el año, su marido, que había desaparecido del pueblo una +semana antes, volvió a casa de noche, roto y desgreñado; dio dos +bofetones a su mujer porque le preguntó cariñosamente cómo le había ido, +por dónde había andado y a qué venía; y mientras la amenazaba con +abrirla en canal si contaba a nadie que no le había visto el pelo desde +la semana anterior, hizo apresuradamente un lío con las baratijas que le +quedaban en casa y con otras, al parecer, semejantes que fue sacando de +los anchos bolsillos de su ropa, y sin despedirse de Facia desapareció +de la casa y del pueblo, perdiéndose en la oscuridad de los montes... +hasta hoy.</p> + +<p>A los dos días de esto, llegó al pueblo una pareja de la guardia civil y +una requisitoria del juez del partido preguntando por él. Se trataba del +robo de una iglesia y de unas puñaladas al pobre sacristán que intentó +impedirle... Dos pájaros de la cuadrilla habían caído ya en el garlito, +y se buscaba al tercero, al capitán de ella, al famoso baratijero casado +en Tablanca... y en otras tres o cuatro parroquias más de España y sus +Indias, según resultaba de sus antecedentes procesales.</p> + +<p>Con este golpe se espantó el vecindario, se llevó don Celso las manos a +la cabeza, y envejeció de repente quince años la pobre Facia.</p> + +<p>Del pícaro fugitivo sólo volvió a saberse que anduvo por las repúblicas +de América, recién escapado de España, y se le daba por muerto muchos +años hacía o arrastrando una cadena.</p> + +<p>A poco de verse abandonada, triste y arrepentida la desventurada Facia, +recogióla otra vez don Celso por caridad de Dios; y por caridad de Dios +también no la dijo una palabra desde entonces que se refiera de cerca ni +de lejos a su locura ni a su desgracia; y a su lado fue creciendo la +niña Tona, ignorando los verdaderos motivos de las tristezas y amarguras +de su madre, y viviendo en la creencia de que su padre había sido un +hombre de bien que, como otros muchos, se había marchado a «la otra +banda» para mejorar la fortuna, y que allí había muerto sin conseguirlo, +al cabo de los años.</p> + +<p>Tal es la sustancia de lo que me refirió Chisco. Con ello sólo podía +explicarse el arrechucho aquel de Facia, y podía también no explicarse: +de todas suertes, el caso, aun después de conocida la historia de la +mujer gris, que no dejaba de ser interesante, no era para meterme en +escrupulosas indagaciones; y no me metí.</p> + + + +<h2 class="top15"><a name="VII" id="VII"></a>VII</h2> + + +<p>Con dos guías tan complacientes y tan expertos como los míos, pronto +conocí las principales sendas, cañadas y desfiladeros, la fauna y la +flora de los montes más cercanos del contorno; perdí el miedo que me +infundían los «asomos» u orillas descubiertas de los precipicios, siendo +de advertir que allí no hay camino chico ni grande que no sea un asomo +continuado, y adquirí la soltura y la fortaleza de que mis piernas +carecían al principio para soportarme lo mismo en las cuestas arriba que +en las cuestas abajo; es decir, siempre que andaba, porque es la pura +verdad el dicho corriente en el lugar, de que en aquella fragosa comarca +no hay otra llanura que la sala de don Celso. No subí a grandes alturas, +porque no me tentaban mucho los espectáculos de esa casta, ni tampoco +hicieron mis rudos guías grandes esfuerzos para animarme a vencer las +inclinaciones de mi complexión relativamente perezosa; pero no dejé por +eso de satisfacer mi escasa curiosidad en la contemplación de +hermosísimos panoramas. Por último, conocí también los principales +puertos de invierno y de verano, a los cuales envían sus ganados los +valles circunvecinos, y admiré la lozanía de aquellas brañas («majadas») +de apretada y fina yerba, verdaderas calvas en medio de grandes y +tupidos bosques de poderosa vegetación. Cada una de estas calvas tiene, +en los puertos de verano, una choza, y en los otros un «invernal»: la +choza para albergue de las personas que pastorean el ganado, y el +invernal, edificio amplio y sólido, de cal y canto, para establo y pajar +de una buena cabaña de reses. Por lo común, cada invernal corresponde a +los ganados de ocho o diez condueños de las «hazas» o partes de la braña +contigua. Algunos de esos invernales estaban ya ocupados. De noche come +el ganado prendido en la pesebrera, de la «ceba» del pajar, segada en +las hazas en agosto; de día pasta al aire libre, mientras el tiempo lo +consiente, al cuidado de sus dueños, que después de dejarlo recogido al +anochecer, bajan a dormir al pueblo; al revés que en verano, durante el +cual duermen amontonados en la choza, quedando la cabaña «acurriada», es +decir, reunida en la majada circundante. Las yeguadas hacen vida más +independiente y libre, y las hallábamos, en estado semisalvaje, donde +menos lo pensábamos.</p> + +<p>Pito era muy bruto, y aconteció más de una vez ir yo muy descuidado y +sentir a mi espalda un estampido feroz que me hacía dar dos vueltas en +el aire. Era la espingarda del gaznápiro: un escopetón más viejo y +remendado que el de Chisto, que había hecho una de las suyas. Pito no se +cansaba en avisar a nadie ni en tomar la más leve precaución cuando una +pieza se le ponía a tiro, es decir, en cuanto él la atisbaba, lo mismo +en los aires que entre los matorros, que atravesando la sierra +escampada, porque para un arma de las dimensiones de la suya y con la +metralla de que la atascaba, no había lejos ni cercas: se la echaba a la +cara, y por encima de un hombro mío o entre las piernas de Chisco, según +lo pedía la situación de las cosas y de las personas, sin cansarse en +decir «allá va eso», «¡puuunnn!» Aquello parecía el fin del mundo: los +montes retemblaban, y quedaba la pieza, no sólo muerta, sino hecha +trizas, porque él no perdía golpe, ni la pieza un solo grano de la +metralla del escopetón.</p> + +<p>Y la pieza era una liebre, una zorra, un gato montés, un «esquilo» +(ardilla), un faisán o una alimaña de regular cuantía, pues es muy de +notarse que de ese y otros linajes parecidos son los animales con que se +topa uno yendo de paseo, aun por los sitios más inmediatos al pueblo, +como se topa en cualquier otra parte del mundo, que no sea aquélla, con +el gato doméstico, el perro cariñoso o las aves de corral.</p> + +<p>Chisco se conducía de muy distinto modo que su camarada: todo lo hacía +sin alterar en lo más mínimo aquella su placidez de continente. Si se me +ponía una pieza a tiro, con una mano me detenía suavemente, con la otra +me la señalaba, y con un gesto expresivo o con media palabra me daba a +entender que me la cedía. Si yo erraba el golpe, como sucedía casi +siempre, él me le enmendaba, si no se le había anticipado la espingarda +de Chorcos desde donde menos podíamos esperarlo; y notaba yo, en el +primer caso, cierta complacencia maliciosa en la mirada que me dirigía, +mientras pataleaba la víctima en el suelo o descendía de los aires dando +tumbos, como si quisiera decirme: «¿Vey usté cómo no val un pitu esa +escopeta, con ser tan maja como es?» Pero Chisco se engañaba +grandemente, porque el arma era inmejorable, y las municiones muy dignas +de ella. Lo que fallaba era el cazador, que siendo tan diestro como yo +lo era en el tiro al blanco, no sabía por dónde se andaba cuando había +que tirar a la carrera o al vuelo. El caso es que llegó a mortificarme +esta torpeza; y contribuyeron mucho a ello, más que las miradas dulzonas +de Chisco, las risotadas brutales con que solemnizaba Chorcos cada +enmienda que hacía su espingardón roñoso a los fracasos de mi escopeta. +Y tan adentro me llegaron las mortificaciones, que poniendo mis cinco +sentidos en el negocio aquel, conseguí pronto, ya que no la destreza de +mis acompañantes, portarme de tal manera, que no fueran «enmendables» +por ninguno de ellos los tiros que yo desaprovechara. Con esto cesaron +las sonrisas del uno y las risotadas del otro, y sentí yo descargado el +ánimo de un gran peso; porque así vienen hilvanadas las flaquezas de la +vida, y jamás se ha dicho verdad como la del pedante don Hermógenes: «No +hay poco ni mucho en absoluto.»</p> + +<p>Dos veces nos acompañó en estas expediciones, mixtas de exploración y de +caza, el cura don Sabas; pero sin más arma que el cachiporro pinto que +le servía de bastón. Hallaba él algo como mengua en gastar la pólvora en +aquellas salvas de puro recreo, y llamaba «animalitos de Dios» a cuantos +había en la escala de magnitudes, desde el jabalí o el corzo para abajo. +Pero ¡cuánto sabía de toda la escala entera y verdadera, y de aquellos +montes y de otros tales, y con qué respeto le oían los dos mozos que, +como cazadores, tanto se crecían a mi lado, y con qué gusto le oía y le +contemplaba yo a ese propósito... y otros muchos, para los que no tenían +ojos ni oídos las rudas entendederas de Chisco y su camarada!</p> + +<p>Porque es lo cierto que aquel hombrazo tan soso de palabra y tan pobre +de recursos en la tertulia de mi tío; algo más agradable y suelto +oficiando en la iglesia, donde hablaba desde el altar mayor bastante al +caso y a la medida del entendimiento de sus rústicos feligreses, en las +alturas de la montaña no se parecía a sí propio. Lo de menos era en él, +con ser mucho, el interés que sabía dar en pocas y pintorescas frases a +las noticias que yo le pedía, por no satisfacerme las que me +suministraban Chisco y su compañero, acerca de las grandes alimañas, sus +guaridas en aquellos montes y la manera de cazarlas; los lances de apuro +en que se había visto él y cuanto con esto se relacionaba de cerca y de +lejos; sus descripciones de travesías hechas por tal o cual puerto +durante una desatada «cellerisca» sus riesgos de muerte en medio de +estos ventisqueros, unas veces por culpa suya y apego a la propia vida, +y las más de ellas por amor a la del prójimo: lo demás era, para mí, su +manera de «caer» sobre la montaña, como estatua de maestro en su propio +y adecuado pedestal; aquél su modo de saborear la naturaleza que le +circundaba, hinchiéndose de ella por el olfato, por la vista y hasta por +todos los poros de su cuerpo; lo que, después de este hartazgo, iba +leyéndome en alta voz a medida que pasaba sus ojos por las páginas de +aquel inmenso libro tan cerrado y en griego para mí; la facilidad con +que hallaba, dentro de la ruda sencillez de su lengua, la palabra justa, +el toque pintoresco, la nota exacta que necesitaba el cuadro para ser +bien observado y bien sentido; el papel que desempeñaban en esta labor +de verdadero artista su pintado cachiporro, acentuando en el aire y al +extremo del brazo extendido, el vigor de las palabras; el plegado del +humilde balandrán, movido blandamente por el soplo continuo del aire de +las alturas; la cabeza erguida, los ojos chispeantes, el chambergo +derribado sobre el cogote, la corrección y gallardía, en fin, de todas +las líneas de aquella escultura viviente... ¡Oh! diéranle al pobre Cura +en el llano de la tierra, en el valle abierto, en la ciudad, una mitra; +la tiara pontificia en la capital del mundo cristiano, y le darían con +ellas la muerte: para respirar a su gusto, para vivir a sus anchas, para +conocer a Dios, para sentirle en toda su inmensidad, para adorarle y +para servirle como don Sabas le servía y le adoraba, necesitaba el +continuo espectáculo de aquellos altares grandiosos, de aquella +naturaleza virgen, abrupta y solitaria, con sus cúspides desvanecidas +tan a menudo en las nieblas que se confundían con el cielo.</p> + +<p>Nada de esto, que tan hermoso era y tan a la vista estaba, sabían leer +ni estimar los dos mozones que tan profundo respeto tenían a don Sabas +solamente por ser cura de su parroquia y hombre de indiscutible +competencia en cuanto se les alcanzaba a ellos.</p> + +<p>Mi temperamento, en la escala de lo sensible, ni siquiera llegaba al +grado de los innumerables que para «sentir el natural» necesitan verle +reproducido y hermoseado en el lienzo por la fantasía del pintor y los +recursos de la paleta; y, sin embargo, yo leía algo que jamás había +leído en la Naturaleza cada vez que la contemplaba a la luz de las +impresiones transmitidas por don Sabas encaramado en las cimas de los +montes. Y era muy de agradecerse y hasta de admirarse por mí este +milagro del pobre cura de Tablanca; milagro que nunca habían logrado +hacer conmigo ni los cuadros, ni los libros, ni los discursos.</p> + +<p>En la última ocasión de aquéllas, volviendo a casa los dos, yo rendido y +descuajaringado, y él tan fresco y tan brioso como si no hubiera salido +del lugar, díjome que todo lo visto por mí hasta entonces era como no +ver nada y que había que ver algo de lo que me tenía prometido.</p> + +<p>—Lo que usted quiera y cuando usted quiera—respondí yo temblando, por +el compromiso que adquiría con aquel hombre para quien eran cosa de +juego excursiones que a mí me descoyuntaban.</p> + +<p>—Pues queda de mi cuenta el caso—me replicó—; y no hay más que +hablar.</p> + + + +<h2 class="top15"><a name="VIII" id="VIII"></a>VIII</h2> + + +<p>Mis visitas de exploración minuciosa al pueblo las hice solo y por mi +propia cuenta, dejándome aparecer en él como a la descuidada, para +sorprenderle mejor en sus intimidades. Al conocer «de vista» a su +vecindario en la misa del domingo anterior, ya me había llamado la +atención muy vivamente cierta uniformidad monótona de «corte», digámoslo +así, y hasta de indumentaria. Todos los mozos usaban el «lástico» +encarnado, y verde todos los viejos, y todas las mujeres llevaban la +«manta» o chal de parecido color y cruzado de igual modo sobre el pecho +y los riñones; en todas y en todos abundaban el tipo rubio y la línea +curva, no sin gracia, con tendencia al cuadrado hacia los hombros; todos +y todas andaban, hablaban y se movían con la misma parsimonia, y en +todas las caras, viejas y juveniles, se notaba la misma expresión de +bondad con cierto matiz de sobresalto, como si la continua visión de las +grandes moles a cuya sombra viven aquellas gentes, las tuviera +amedrentadas y suspensas. Pues no tuve que rectificar un ápice de estas +impresiones, recibidas de un simple vistazo al conjunto del vecindario +aquél, cuando traté de estudiarle en detalle y más a fondo; al +contrario, resultóme que a la monotonía de su manera de ser y de vestir, +bien confirmada de cerca, hubo que agregar otra monotonía no menos +saliente por cierto: la de sus habitaciones. Todas las casas de +Tablanca, con excepciones contadísimas, me parecieron construidas por un +mismo plano: la planta baja, destinada a cuadras del ganado lanar y +cabrío; en el piso, la habitación de la familia, y la cocina sin más +techo que el tejado, y en lo alto el desván, limitado por un tablero +vertical sobre el borde correspondiente a la cocina, formando con las +tres paredes restantes lo que pudiera llamarse «caja de humos». Afuera, +una accesoria para cuadra y pajar del ganado vacuno, y pegado a ella o a +la casa, un huerto muy reducido.</p> + +<p>De igual modo que en la cocina de mi tío se hablaba en todo el lugar por +chicos y grandes, viejos y mozos. Como nota característica de aquel +lenguaje, las haches como jotas y las oes finales como úes; verbigracia: +«jermosu» y «jormigueru» por hermoso y hormiguero. Pero tan acompasada y +tan melódica es la cadencia que dan a la frase, que no resultan las +asperezas de la palabra desagradables al oído: al contrario; y tienen +expresiones y modismos de un sabor tan señaladamente clásico, que con +ello y el sonsonete rítmico de que las acompañan, oyendo una +conversación entre aquellos montañeses, se me venía a la memoria la +«música» de nuestros viejos romanceros.</p> + +<p>Es también muy de notarse que ninguna de estas singularidades en el modo +de ser y de expresarse, sufre visible alteración por el cambio de +lugares o de costumbres. Es allí muy corriente la de emigrar durante el +verano los hombres mozos a provincias tan lejanas como las de Aragón, +para ejercer el oficio de serradores de madera, o las de Castilla, con +aperos de labor o con castañas, para cambiarlos por trigo o por dinero. +Yo hablé con hombres de estos, recién llegados al valle tras de muchos +meses de ausencia de él, y no hallé la menor diferencia que los +distinguiera en el vestir ni el hablar, ni en la manera de conducirse en +todo, de sus otros convecinos; ni tampoco he hallado después, +buscándolas de intento, muy notorias señales de que les interese, fuera +de sus hogares, más que el asunto que los saca de ellos, como si sólo +tuvieran ojos y corazón para ver y sentir el terruño nativo.</p> + +<p>La raza es de lo más sano y hermoso que he conocido en España, y yo creo +que son partes principalísimas de ello la continua gimnasia del monte, +la abundancia de la leche y la honradez de las costumbres públicas y +domésticas. Supe con asombro que no había en el lugar más que una +taberna, y ésa de la propiedad del Ayuntamiento, que vendía el vino casi +con receta y para que cada consumidor lo bebiera en su casa; de donde +resultaba, por la fuerza de la costumbre, que era muy mal mirado el +hombre que mostraba instintos «taberneros», y mucho peor el que se +dejaba arrastrar de ellos, aunque fuera pocas veces. No me asombró tanto +la noticia de que allí escaseaba mucho el dinero, por ser un linaje de +escasez muy común en todas partes; pero me pareció muy de notarse la de +que, en cambio, eran moneda corriente los frutos de la tierra, como en +los pueblos primitivos; y así sucede que hay servicios muy importantes +que se pagan con media docena de panojas o con un maquilero de castañas. +Lo que tampoco hay en aquel valle son patatas; pero, en cambio, se +cosechan abundantes en el de Promisiones, el valle de mi abuela paterna +y aguas arriba del Nansa, donde no se da el maíz, que es la principal +cosecha de Tablanca, por lo cual estos dos valles, separados entre sí +por cuatro horas de camino a buen andar, están en frecuente trato para +cambiar aquellos importantes frutos de la tierra.</p> + +<p>Casi todos los hombres de Tablanca son abarqueros, algunos de los +cuales, sin dejar de ser labradores, hacen una industria de aquel +oficio. Éstos acampan, durante el verano, en el monte, en cuadrillas de +ocho a diez; cortan la madera, preparan en basto las abarcas a pares, y +así las bajan al pueblo, donde, después de bien curadas, van +concluyéndolas poco a poco. En esta tarea hallé ocupados a algunos de +ellos; y me embelesaba viéndolos manejar la azuela de angosto y largo +peto cortante, o sacar con la legra rizadas virutas de lo más hondo e +intrincado de la almadreña, o «pintar», las ya afinadas, a punta de +navaja sobre la pátina artificial del calostro secado al fuego. Otros +son más carpinteros, y acopian también y preparan en el monte madera +para rodales y «cañas» (pértigas) de carro, o aperos de labranza que +luego afinan y rematan abajo.</p> + +<p>Otra singularidad de aquellas gentes sepultadas entre montes de los más +elevados de la cordillera: llaman «la Montaña» a la tierra llana, a los +valles de la costa, y «montañeses» a sus habitantes.</p> + +<p>Una de las primeras personas con quienes me puse «al habla» en aquella +ocasión, fue un hombre que resultó muy original. Le hallé recogiendo +cantos del suelo y cerrando con ellos el boquete de un «morio» que se +había desmoronado por allí. Trabajaba con gran parsimonia, y pujaba +mucho, sin quitar la pipa de su boca, a cada esfuerzo que hacía, porque +ya era viejo. Me saludó muy risueño al verme a su lado, y hasta me llamó +por mi nombre, «señor don Marcelo».</p> + +<p>Bastaba mi cualidad de «señor» y de forastero para merecer aquellos +homenajes de una persona de Tablanca, donde son todos la misma cortesía; +pero yo era además sobrino carnal de don Celso, hijo «del difunto don +Juan Antonio», sangre de los Ruiz de Bejos, de la enjundia nobiliaria de +Tablanca, de la «casona» «de allá arriba...», vamos, de los Faraones de +allí; algo indiscutible, prestigioso y respetable <i>per se</i> y como de +derecho divino; pero no a la manera autoritaria y despótica de las +tradiciones feudales, sino a la patriarcal y llanota de los tiempos +bíblicos.</p> + +<p>No me extrañó, pues, ni debía extrañarme, vistas las cosas por este +lado, el cariñoso acogimiento que me dispensó el hombre del morio.</p> + +<p>Estaba «amañandu aqueyu» porque le daba en cara verlo «en abertal». No +eran hacienda suya, «como podía comprender yo», ni aquella tierra ni +aquel cercado; pero había visto un día removido el primer canto de los +de en medio; después otros dos de los «apareaos» con él, y luego «otros +de los arrimaus a eyus», y por último, se había dicho, «a las primeras +celleriscas que vengan, o a la primera res que jocique una miaja pa +lamberse estus verdinis, se esborrega el moriu por aquí». Y así había +sucedido. Tres días estuvo el boquete abierto sin que lo viera el dueño +de la finca; otros cuatro «pedricándole» él sin fruto para que le echara +arriba antes que se picaran las bestias a aquel portillo y acabaran con +la «pobreza» del cercado... hasta que pasando el «moriu» semanas enteras +en aquel estado «bichornosu», se había resuelto él a cerrar el boquete. +Porque era de ese «aquel», y no lo podía remediar. No en todas las +ocasiones llegaba a tanto el interés que se tomaba por lo ajeno; pero +siempre le daban en cara y le metían en grandes cuidados los descuidos +de los demás. Ya sabía él cuándo había llegado yo a Tablanca y la vida +que había hecho desde entonces. Le gustaba mucho verme apegado a la +tierra y a la casa de mis abuelos. Chisco era buen compañero para andar +por donde yo andaba con él; también Pito Salces, pero no tan «amañau» +como el otro «pa el autu de rozasi con señores finus». Si Chisco fuera +de Tablanca como era de Robacío, no habría nada que pedirle. Así y con +todo, fiel, honrado y trabajador como era y sirviendo donde servía, +ningún padre de aquel lugar debía, en «josticia de ley», cerrarle la +puerta de su casa. Pues había quien, si no la cerraba propiamente, +tampoco se la abría de buena voluntad. Temas de los hombres. La moza era +maja, y algunos bienes tenía que heredar en su día; pero no se +encontraba «al regolver de cada calleju» un hombre de bien, que era un +caudal «de por sí mesmo». Bien lo conocía ella, y por eso miraba a +Chisco con buenos ojos; pero era muy otro el mirar de su padre, y él se +entendería. La madre iba por caminos diferentes que su marido, y se +arrimaba más a los de la hija... En suma y finiquito, ya lo arreglaría +don Celso, si la cosa era conveniente para todos. Pero ¡qué «amejao» a +mi padre resultaba yo! Le había conocido él poco más que de «mozucu», +porque el señor don Juan Antonio le llevaría, si viviera, al pie de diez +años. Se había marchado del lugar sin tener pelo de barba todavía; +después volvió, «jechu un mozallón arroganti»; pero «entrar por aquí y +salir por ayá, como el otru que diz». «Le jalaban muchu jacia lo mundanu +los dinerales que había apañau por esas tierras de Dios», y la mujer que +le aguardaba para casarse con él. Había vuelto a quedarse solo «el +mayoralgu» que nunca quiso raer de Tablanca. «Aunque no era mujeriegu de +por suyu», la soledad y otras penas le habían obligado a casarse +también. ¡Bien casado, eso sí, «por vida del Peñón de Bejo»! con lo +mejor de Caórnica, de la casa de los Pinares: doña Cándida Sánchez del +Pinar. Le parecía que estaba viéndola, tan arrogantona y tan... y luego +con su blandura de entraña... Pero Dios no había querido que las cosas +pasaran de allí; y hoy un hijo y mañana otro, le había llevado los tres +que había ido teniendo, y por último a ella, que valía un Potosí de oro +puro, y con ella, la luz y la alegría de la casona, que fenecería +«mañana u el otru» con el pobre don Celso, que ya había estado a punto +de morir. Y en feneciendo este último Ruiz de Bejos, y en cerrándose la +casona o pasando a dueños desconocidos, ¿qué sería de Tablanca ni qué +vivir el suyo, sin aquel arrimo, tan viejo en el valle como el mismo río +que le atravesaba? Por eso se alegraba él tanto de mi venida. Bien podía +ser permisión de Dios. Porque si yo tomara apego a aquella tierra, ¿qué +mejor dueño para la casona, ni más pomposo señor para el valle entero, +cuando don Celso faltara? ¡Ah, cuánto se alegraría él de que yo fuera +animándome! Por lo pronto, allí le tenía para servirme en lo que +quisiera mandarle... Nardo Cucón, el «Tarumbo», si lo quería más llano y +conocido, porque así le llamaban de mote, no sabía por qué, pero era la +pura verdad que no le ofendía... En fin, ya estaba cerrado el boquete...</p> + +<p>Entonces fue cuando el Tarumbo se incorporó del todo, aunque algo +encorvado de riñones todavía y bastante esparrancado, y se encaró +conmigo. Su charla había durado tanto como su labor, y yo no había hecho +más que mirarle y oírle. Se quitó la pipa de la boca después de +restregarse ambas manos contra el pantalón; golpeóla boca abajo sobre la +uña del pulgar de la izquierda, y me enseñó en una sonrisa toda la caja +desportillada de sus dientes. Era un vejete de rostro plácido y greñas +muy canas, algo atiplado de voz y muy duro de «bisagras»; es decir, +torpe de todos sus movimientos. Para un hombre tan cuidadoso como él de +la hacienda de los demás, no me pareció muy bien cuidada la propia que +tenía a la vista. Dígolo por el desaliño y desaseo de toda su persona, +que eran muy considerables... Así y todo, resultaba interesante y muy +simpático el vejete.</p> + +<p>Hablé con él un buen rato todavía, porque me entretenía mucho su +conversación pintoresca, y acabé por preguntarle por la casa del médico.</p> + +<p>—Vela ahí—me respondió dando media vuelta hacia la derecha, y +apuntando con la mano hacia un edificio algo más aseñorado que los del +tipo corriente en el pueblo—. De dos zancajás está en ella.</p> + +<p>—¿Y la de don Pedro Nolasco?—preguntéle después.</p> + +<p>—Vela a esta otra manu—respondióme apuntando con la suya al lado +opuesto—. Por encima del tejau de esa primera que tien frutales en el +güertu, asoma el aleru vencíu y el jastialón detraseru de eya, con su +balconaje de fierru.</p> + +<p>En esto venía hacia nosotros de la parte alta del lugar, cuyas casas, +como las de todos los lugares montañeses, no guardan orden ni concierto +entre sí, una moza de buena estampa, con un calderón de cobre muy +bruñido sobre la cabeza, y un cántaro de barro en cada mano. El Tarumbo, +después de conocerla, me guiñó un ojo, la volvió la espalda y me dijo +mientras cargaba de tabaco su pipa:</p> + +<p>—Esa es Tanasia.</p> + +<p>—¿Y quién es Tanasia?—le pregunté yo.</p> + +<p>—La hija mayor del Toperu—respondióme.</p> + +<p>—¿Y quién es el Toperu?—volví a preguntarle.</p> + +<p>—Pos es el padre de Tanasia... Vamos, de la mozona que corteja Chiscu.</p> + +<p>—¡Ajá!—exclamé mirándola con mucha atención, porque precisamente +pasaba entonces por delante de nosotros.</p> + +<p>La mozona, que debió presumir algo de lo que tratábamos el Tarumbo y yo, +se puso muy colorada y se sonrió, bajando los ojos al darnos los buenos +días. Alabé de corazón el buen gusto de Chisco, y no me expliqué bien el +del Topero.</p> + +<p>—Pues ¿qué demonios quiere para su hija?—pregunté al Tarumbo.</p> + +<p>—A un tal Pepazus—me respondió éste—. Un mozallón como un cajigu, que +remueve dos hazas de una cavá, come por cuatru cavones, y descurre menos +que este moriu que tenemus delante. Dícese que tien el Toperu esta +manía: no es porque yo sea capaz de juralu, que como usté, señor don +Marcelu, pué cavilar, a mí ya ¿qué me va ni qué me vien en estas +cantimploras?</p> + +<p>Poniéndome en marcha hacia la casa del médico, a quien deseaba pagar su +visita aquel día, despedíme del Tarumbo; pero éste, atajándome a la +mitad de la despedida, díjome que «payá» iba él también, porque +cabalmente estaban las dos casas, la suya y la del médico, frente por +frente, y echó a andar a mi lado. Pasamos una calleja con muchos +bardales, y al desembocar en una plazoleta de suelo verde y contorneada +en su mayor parte de morios con yedras y saúcos, dijo mi acompañante, +apuntando hacia la izquierda y al fondo de un saco que se formaba allí +por dos cercados, uno de «busquizal» (zarzal espeso) y otro de pared +medio derruida entre malezas:</p> + +<p>—Esta es la mi casa.</p> + +<p>Y volviéndose al lado opuesto, añadió, mientras apuntaba hacia otra que +cerraba la plazoleta por allí:</p> + +<p>—Y ésta es la del méicu.</p> + +<p>La casa del Tarumbo arrimaba por un costado al muro ruinoso, y allá se +andaba con él en achaques y quebrantos y con los atalajes de su dueño. +Con estos pensamientos en la cabeza, miré al Tarumbo sin decirle nada; +pero debió de leérmelos él en la cara que le puse, porque me dijo +enseguida:</p> + +<p>—No se espanti de eyu, porque es de nesecidá. Quedamos yo y la mujer, +que no sal ya de la cama; los hijus, entre casaus y ausentis, lo mesmu +que si no los tuviera; y a mí no me alcanza el tiempu pa ná con el +quehacer que me dan los cuidaos ajenus... Porque, créame usté, señor don +Marcelu, lo que pasó con el moriu que me ha vistu usté levantar, pasa +aquí con las mil y quinientas a ca hora del día y de la nochi; y si no +juera por el Tarumbu, créame usté don Marcelu, créame usté y no lo tomi +a emponderancia: si no juera por el Tarumbu, la metá del vecindariu de +Tablanca andaría por estus callejonis devorá por la jambre y en cuerus +vivus.</p> + +<p>Guardéme bien de ponérselo en duda siquiera; me despedí de él muy +afable, y me dirigí a la casa del médico, que estaba a dos pasos.</p> + + + +<h2 class="top15"><a name="IX" id="IX"></a>IX</h2> + + +<p>Desde que le había conocido, poco más que de vista, en casa de mi tío, +sentía yo gran deseo de echar un párrafo a mi gusto con el médico de +Tablanca; porque se me antojaba que en aquel mozo había más «cantera» de +la que se halla en el tipo usual y corriente de los hombres de su edad y +circunstancias. Y resultó la cantera a los primeros desbroces; a flor de +tierra, como quien dice.</p> + +<p>Como me había visto acercarme a su casa, salió a recibirme hasta el +portal con una ropilla casera, poco más que de verano, a pesar de la +frescura invernal del ambiente que corría; pero con buenos abrigos de +carne blanca y rolliza que le asomaba en ronchas por los puños recogidos +de su camisa de dormir y por encima del leve cuello de la americana. +Condújome escalera arriba por una de pocos tramos; después, por un +pasadizo corto, y, por último, me introdujo en una salita con solana y +gabinete, la cual, por los muebles y los libros que contenía, supuse +desde luego que le serviría de despacho. Sentámonos frente a frente en +cómodos, aunque no ricos ni elegantes sillones, con una mesita entre los +dos, cargada de papelejos, una plegadera, cajas de fósforos llenas y +desocupadas, cenicero con colillas, una petaca de suela y una bolsa +abierta de cirugía; y hubo primeramente las vaguedades acostumbradas en +toda visita; después fumamos, sin dejar de hablar del tiempo, por lo +inusitado de su relativa templanza, ni del juicio que iba formando yo de +aquella tierra, para mí desconocida hasta entonces; luego tocamos el +punto de las condiciones higiénicas del valle; y por este resquicio +salió a relucir la quebrantada salud de mi tío Celso, sobre la cual +tenía yo muchos deseos de hablar con el mediquillo aquél.</p> + +<p>Es más difícil de lo que parece mostrar ingenio, discreción, tino y, +sobre todo, arte en las trivialidades y pequeñeces que son el tema +obligado a los comienzos de esas visitas «de cumplido» que todos +hacemos, que hace todo el mundo. Es más fácil ganar una batalla campal +que entrar a tiempo y bien entonado en esas insustanciales sinfonías de +la comedia que va a representarse después. Yo tengo el valor de +declarar, por lo que a mí concierne, que casi siempre que me veo en esos +trances, entro a destiempo y desafinado, y que cuanto más me empeño en +enmendar las pifias, peor lo pongo. Pero válgame el consuelo de que +llevo vistas mayores torpezas que las mías y hasta enormes +inconveniencias y sandeces donde menos eran de esperarse por la calidad +refinada de los actores. Pues bien: precisamente en ese mismo peligroso +trance fue donde empecé yo a vislumbrar la «cantera» de aquel mozo, +despechugado y casi en ropas menores, mediquillo simple de una aldehuela +sepultada entre montes, en presencia de un elegante de Madrid, harto de +correr el mundo de los ricos desocupados; y no seguramente por lo que me +dijo ni por lo que hizo, sino por todo lo contrario: por lo que se calló +y por lo que no quiso hacer, o mejor todavía, por lo bien que supo +callarse y estarse quieto, y escoger lo que me dijo y el modo de +decirlo. Todo el mundo tiene afán de ser un poco agudo, un poco gracioso +y hasta un poco travieso delante de las gentes, y de ahí las necedades y +las inconveniencias; y casi a nadie se le ocurre ser sincero, con lo +cual, buena educación y una pizca de sentido común, hay la garantía de +no «quedar mal» allí ni en ninguna parte, que no es garantía floja en +los tiempos esencialmente comunicativos que alcanzamos. Pues cabalmente +la sinceridad, y en su más alto grado, acompañada de un buen +entendimiento, fue lo primero que yo eché de ver en el mediquillo de +Tablanca.</p> + +<p>Hablando de la enfermedad de mi tío, me dijo que era mortal de +necesidad. Consistía... (y aquí se detuvo risueño como para pedirme +perdón por las palabrotas que iba a soltar) en una dilatación +cardiaca... un estado asistólico...</p> + +<p>—En castellano corriente—añadió con un gesto y un ademán muy naturales +y expresivos—, es la máquina vieja cuyo organismo empieza a +descomponerse. Se entorpeció la rueda del corazón como pudo entorpecerse +otra de las principales. Por alguna de ellas había de empezar la +inevitable ruina. Cuándo se consumará ésta, cuándo se parará la máquina, +no es posible calcularlo a fecha fija ni por mí ni por los que sepan de +esas cosas más que yo: lo mismo puede pararse dentro de seis meses que +en este instante. Lo indudable es que hay máquina para muy poco tiempo.</p> + +<p>Aunque de ello estaba yo bien persuadido, la confirmación de mis +sospechas por labios tan autorizados me produjo un efecto muy penoso. +Aparte de los vínculos de sangre que me unían a don Celso, había en él +prendas personales que le hacían muy pegajoso al cariño de los que le +trataban.</p> + +<p>Hablando de su enfermedad, se trató de otras análogas y de otras muchas +que, sin parecerse a ellas, tenían, sin embargo, el mismo funesto +desenlace: la muerte del enfermo; y ya en este camino, fuimos a parar al +consabido «desaliento» de los doctos en el «arte de curar» en cuanto +cotejan y comparan los recursos de su ciencia con las míseras +condiciones físicas del hombre; sólo que el mozo aquél, al convenir +conmigo en la ineficacia de la medicina en la mayor parte de los casos +de apuro, no se llevó las manos a la cabeza, ni renegó de la incapacidad +humana, ni mostró esperanza alguna de que ya irían arreglando poco a +poco esas dificultades «los héroes y los mártires de la ciencia»: al +contrario, sin negar que estudiando mucho podía averiguarse algo más de +lo que se sabía en la materia, dio los fracasos actuales, y aun los +venideros, por cosa necesaria y con los cuales ya contaba él al empezar +sus estudios; es decir, que no le noté la menor chispa de entusiasmo por +su profesión, ni el menor síntoma de desencanto al tocar en la práctica +de ella sus deficientes recursos. Declaróme honrada y lealmente que así +era la verdad; y con esto y un poco de astucia mía, fuimos entrando paso +a paso en el terreno a que yo deseaba conducirle, o mejor dicho, fui +sabiendo de él todo lo que necesitaba para acabar de conocerle «por +dentro».</p> + +<p>Era nativo de Robacío (igual que Chisco), y su padre, don Servando +Celis, un señor por el arte de mi tío Celso, había deseado que se +hiciera médico, porque ya tenía otro hijo, el mayor, estudiando Leyes en +Valladolid. A él, que estudiaba tercero del bachillerato en Santander, +lo mismo le daba. No sentía aversión ni apego a ninguna carrera +literaria o científica: todos sus cinco sentidos los tenía puestos en el +terruño natal. Esto no se lo decía a nadie; pero lo sentía, y muy hondo. +Por este lado hasta se había alegrado de la elección de carrera hecha +por su padre, porque la de médico era quizás la única compatible con sus +aspiraciones y tendencias. Además, podían engañarle en esto las +ilusiones de muchachos; y de todas suertes, su padre tenía mucha razón +en sacarle de allí para darle una ocupación que, cuando menos, había de +ilustrarle el entendimiento y ponerle en contacto con el mundo. En esta +prueba, forzosamente había de manifestarse y triunfar su verdadera +vocación. Y se sometió a ella hasta gustoso, no contando por tal la de +su campaña de humanista en Santander, porque a aquella edad y encerrado +en un colegio no se forma nadie cabal idea de esas cosas tan delicadas y +complejas. Hecha la prueba durante siete años de estudios en Madrid, +resultó lo que él esperaba: el triunfo definitivo de sus primeras +inclinaciones.</p> + +<p>—¿Está usted seguro—le dije siguiendo mi sistema de interrupciones y +preguntas, para obtener más de lo que espontáneamente me ofrecía su +agradable laconismo—, de haber puesto de su parte todo el esfuerzo que +requería la empresa?</p> + +<p>—¡Segurísimo!—me respondió sin vacilar; y añadió sonriéndose: Puedo +jurarle a usted que en ese linaje de estudios aproveché bien el tiempo.</p> + +<p>—Pues me parece muy extraño el resultado—repliqué—, juzgando de sus +sentimientos por los míos.</p> + +<p>—¿Por qué?—me interrogó muy serio.</p> + +<p>—Porque no es eso lo usual y corriente entre mozos de las condiciones +personales de usted; porque con ellas y en Madrid y en roce continuo con +el mundo y sus golosinas, lo natural es que se las vaya tomando el +gusto.</p> + +<p>—No he dicho yo que me desagradaran—se apresuró a replicarme el +médico—. Lo que hay es que esas golosinas, sin desagradarme, no me +satisfacían, no me llenaban, y me dejaban siempre despierto el apetito +de otra cosa más del gusto de mi paladar.</p> + +<p>—Y ¿cuál era esa cosa, si puede saberse?</p> + +<p>—Lo de acá, la tierra nativa.</p> + +<p>—Pero ¡qué demonios puede usted hallar en ella de apetecible hasta ese +punto!—exclamé entonces, verdaderamente asombrado.</p> + +<p>—Lo que no hay en lo otro—me respondió al instante.</p> + +<p>—Pues no lo entiendo—concluí.</p> + +<p>—Ni es fácil—me dijo muy sosegadamente—, desde el punto de vista de +usted, tan diferente del mío.</p> + +<p>—Diferente—añadí—, según y conforme; pues, al cabo, se trata de un +hombre que ha visto el mundo algo más que por un agujero, y de aquí mi +asombro precisamente.</p> + +<p>Me miró entonces el mediquillo con cierta insistencia recelosa, cambió +dos veces de postura en el sillón, sonrióse un poco y me dijo al fin:</p> + +<p>—¿Tacharía usted a un hombre, de los llamados cultos, porque hiciera +coplas... de las buenas, se entiende, o pintara cuadros magistrales, +copiados de la Naturaleza?</p> + +<p>—No por cierto—respondí.</p> + +<p>—Pues aquí, donde usted me ve—añadió acentuando la sonrisa, que ya +picaba en maliciosa—, me atrevo a creerme algo poeta y un poco +artista... a mi modo, por supuesto.</p> + +<p>—Enhorabuena—repliqué—; y sin adularle, no hay en la noticia el menor +motivo para que yo me maraville; pero ¿en qué se opone ella a lo que yo +digo?</p> + +<p>—Supóngame usted—prosiguió el médico, sin dejar de sonreír, pero más +animoso y atrevido que antes—, supóngame usted con el delirio del más +grande de los poetas y con la fiebre del más admirable de los pintores; +pero suponga también (y en ello no supondrá más que lo cierto) que no sé +hacer una mala copla ni coger los pinceles en la mano; suponga usted +igualmente que, aunque me enamoran las buenas poesías y los hermosos +cuadros, no satisfacen por completo las necesidades de esa especie que +padezco yo, y suponga, por último, que en este valle mínimo, y en los +montes que le circundan de cerca y de lejos, cuya visión continua le +abruma y le entristece a usted, y en el conjunto de todo ello, con la +luz que lo envuelve, espléndida a ratos, mortecina a veces, tétrica muy +a menudo, dulce y soledosa siempre, y con los ruidos de su lenguaje, +desde el fiero de la tempestad hasta el rumoroso de las brisas de mayo, +y su fragancia exquisita nunca igualada por los artificios orientales, +encuentro yo cada día, cada hora, cada momento, el himno sublime, el +poema, el cuadro, la armonía insuperables, que no se han escrito, ni +pintado, ni compuesto, ni soñado todavía por los hombres, porque no +alcanza ni alcanzará jamás a tanto la pequeñez del ingenio humano: el +arte supremo, en una palabra... ¿No halla usted en esta razón, poco más +que esbozada, algo que justifique estas inclinaciones mías que tan +inexplicables le parecen?</p> + +<p>—Algo hay, en efecto—respondí—; pero no lo bastante, a mi entender—y +añadí, dejándome llevar demasiado de mis instintos un tanto prosaicos—: +porque todo ello es, al cabo, mera poesía.</p> + +<p>—Ya le he dicho a usted—me replicó, como si se excusara en broma de +una grave falta—, que tengo la debilidad de creerme algo poeta, aunque +meramente pasivo; pero es lo cierto que eso, tan mal expresado por mí, y +sea ello lo que fuere, es, algo más razonado y en escala mucho mayor, lo +mismo que yo sentía de muchachuelo en mi lugar; lo que echaba de menos +en Madrid, y lo que parece necesitar mi espíritu aldeano para vivir a su +gusto. Concédame usted para mi pecado—añadió con ademanes de la más +esmerada cortesía—, siquiera la tolerancia que no negará a los hombres +cultos de las ciudades, apasionados de los buenos cuadros y de los +buenos libros.</p> + +<p>—Aun así, y usted perdone mi insistencia—observé con un tesón que no +era todo sinceridad ni del mejor gusto—, no me sale la cuenta que usted +se echa a sí propio. Esos hombres de la ciudad no viven constantemente +entre sus libros y sus cuadros.</p> + +<p>—Tampoco yo entre los míos—replicó el médico enseguida.</p> + +<p>—Esos hombres—continué yo, aparentando no enterarme de su réplica por +el gusto de enredarle en otras nuevas acabarían por hastiarse de sus +cuadros y de sus libros y por tomarlos en aborrecimiento si no llevaran +a menudo su atención a otras ocupaciones y a otros lugares muy +distintos... ¡Pero esta monotonía de aquí!...</p> + +<p>—¡Monotonía!—repitió el mozo enardeciéndose un poquillo—. ¡Y yo que +la encuentro solamente en las tierras llanas y en sus grandes +poblaciones! Madrid, Sevilla, Barcelona... París, la capital que usted +quiera, ¿pasa de ser una jaula más o menos grande, mejor o peor +fabricada, en la cual viven los hombres amontonados, sin espacio en qué +moverse ni aire puro que respirar?... ¡Ocupaciones!... ¡La ocupación del +negocio, la ocupación del café, la ocupación del paseo, la ocupación de +la calle, la ocupación del Casino, o del teatro, o de la Bolsa...! Yo no +digo que algunas de estas ocupaciones y otras muchas de los mundanos no +sean útiles y necesarias para los fines de la vida, de lo que se llama +vida de los pueblos y de las naciones; pero niego que, con excepciones +muy contadas, sea cómodo, vario y entretenido nada de ello para la vida +espiritual en naturalezas como la mía y otras muchas... incluso la de +usted—añadió, volviendo a sonreírse, si tuviera yo la fortuna de +hacerle percibir la infinita variedad de encantos y de aspectos que se +encierra y se contiene en esto que, a las primeras ojeadas de un +profano, sólo parece un hacinamiento enorme de peñascos y bardales.</p> + +<p>Siguió a este desahogo un himno entusiástico, hermosa y altamente +entonado, a la «madre Naturaleza», di por visto, y de muy buena gana, lo +que él deseaba que yo viera; y más por hundir otro poco mi sonda en sus +adentros que con intención de arrancarle sus ilusiones, díjele al cabo:</p> + +<p>—Pase, pues, lo de la amenidad, lo de la hermosura y hasta la +sublimidad y la elocuencia de este escenario que le encanta y maravilla; +pero ¿y los actores que le acompañan a usted en la égloga perenne de su +vivir? ¿Qué me dice usted de ellos... del hombre... vamos, de los +hombres?</p> + +<p>—¿Qué tienen esos hombres que tachar?—preguntóme a su vez el médico.</p> + +<p>—Que son rústicos, que están ineducados.</p> + +<p>—Como deben de ser y como deben de estar—me replicó inmediatamente—, +para el destino que tienen en el cuadro. Lo absurdo y lo indisculpable +fuera en mí, que no pido ni puedo pedir en estas soledades agrestes las +óperas del Teatro Real, ni los salones del gran mundo, ni los trenes +lujosos de la Castellana, exigir a estos pobres campesinos la elocuencia +de nuestros grandes tribunos, las habilidades de nuestros políticos y el +saber de nuestros doctores y académicos.</p> + +<p>—Santo y bueno—dije yo entonces creyendo poner una pica en Flandes—, +para la vida contemplativa, para la de pura delectación estética; pero +no se trata de eso, amigo mío, sino de la realidad prosaica de la vida +social y, digámoslo así, de todos los días. Estos hombres tienen las +miseriucas y las roñas propias y peculiares de su baja condición y, +además, por su ignorancia no pueden entenderse con usted.</p> + +<p>Aquí fue donde el médico se enardeció casi de veras, como si hasta +entonces no hubiera tomado el asunto verdaderamente por lo serio.</p> + +<p>Comenzó por decirme que donde quiera que había hombres, cultos o +incultos, había debilidades, roñas y grandes flaquezas; pero que, roña +por roña, flaqueza por flaqueza y debilidad por debilidad, prefería la +de los aldeanos, que muy a menudo le hacían reír, a la de los hombres +ilustrados, cuyas causas y cuyos fines, por su abominable naturaleza y +sus alcances, casi siempre le ponían a punto de llorar. En cuanto a no +poder entenderse con los vecinos de Tablanca, era otro error mío y de +otros muchos hombres cultos, empeñados en tomar ciertas cosas al revés. +¿Por qué ha de ser el hombre de los campos el que se eleve hasta el +hombre de la ciudad, y no el hombre de la ciudad el que descienda con su +entendimiento, más luminoso, hasta el hombre de los campos para +entenderse los dos? Hágase este trueque, y se verá cómo resulta la +inteligencia mutua que se da como imposible por los que no saben +buscarla. Y no haya temor de que las dos naturalezas se compenetren y de +las roñas de la una se contamine la otra; porque la comunicación no ha +de ser continua ni para todo, y al hombre culto, por lo mismo que es más +inteligente, le sobran medios para no rebasar de los límites de la +prudencia y hacer que cada uno de los dos guarde el puesto que le +corresponde. Y en este equilibrio, que no deja de ofrecer dificultades, +¡cuánto se aprende a veces del hombre rudo de los montes, por el hombre +culto de las ciudades, y cuánto halla éste que ver y que admirar allí +donde los ojos avezados a los relumbrones llamativos del mundo +civilizado, sólo distinguen sombras, monotonía, soledades y tristezas!</p> + +<p>Como, al llegar aquí, me pareciera el médico dispuesto a callarse, por +su natural modesto y reservado, y a mí me fuera gustando mucho su +palabra, tan fácil como sobria, preguntéle, antes que el hornillo de su +entusiasmo comenzara a entibiarse, qué cosas eran aquellas que podían +verse y admirarse por el hombre culto en sus relativas intimidades con +el aldeano.</p> + +<p>Y entonces se enfrascó el simpático mediquillo de Tablanca en otra +teoría, que no me vendió por nueva en el fondo.</p> + +<p>Según él, los tiempos de hoy no eran peores que otros tiempos de los +cuales han dicho siempre los respectivos moralistas, que fueron los +tiempos más malos de todos los habidos hasta ellos: antes al contrario, +le parecían los actuales, en lo bueno, hasta mejores que los pasados. En +lo malo, y no por la cantidad, sino por la calidad de ello, estaba el +punto litigioso. En su concepto, la maldad de ahora alcanzaba mayor +hondura que las de antes en el cuerpo social: le había invadido el +corazón y la cabeza; ésta se atrevía ya a todo y con todo, y aquél no se +conmovía por nada, gastada su sensibilidad con el roce de tantos y tan +continuos sucesos, porque en ninguna época del mundo han acontecido +tantos y tan extraordinarios en tan breve tiempo como ahora. De aquellos +atrevimientos y de esta insensibilidad, había de venir, estaba ya +llegando, la parálisis absoluta en la vida espiritual de los hombres. La +fe en lo divino y el sentimiento de lo reputado siempre por lo más noble +en lo humano, iban relegándose al montón de las cosas inútiles, cuando +no perjudiciales; apenas se concebían los grandes héroes de otras +épocas, cuanto más los sentimientos que los habían exaltado desde la +masa común de los anónimos, hasta las páginas más esplendentes de la +Historia. No era posible ya, ni siquiera de «buen gusto», sentir +entusiasmo por nada, ni de lo de tejas arriba ni de lo de tejas abajo. +La verdadera agonía del espíritu social. De eso adolecían los tiempos +actuales, y por ahí venía la muerte del cuerpo colectivo. Le corroía la +gangrena por los grandes centros de su organismo atiborrado: por la +ciudad, por el taller, por la Academia, por la política, por la Bolsa... +por donde más caudal representa el torrente circulatorio de las +insaciables ambiciones del hombre culto. Pero, por misericordia de Dios, +le quedaban sanas todavía las extremidades, algunas de ellas por lo +menos, y sólo con la sangre rica de estos miembros podía, con mucho +tiempo y gran paciencia, purificarse y reconstituirse la parte +corrompida de los centros.</p> + +<p>—Pues estos miembros sanos—añadió el médico con viril entereza—, son +las aldehuelas montaraces como ésta. Y digo montaraces, porque si vamos +a meter el escalpelo en las más despejadas de horizontes y más abiertas +al comercio de las ideas y al tufillo de la industria, sabe Dios lo que +hallaríamos en sus fibras... ¿Le parece a usted poco—preguntóme en +conclusión—, este verdadero tesoro entre otros semejantes bien fáciles +de distinguir, para ser admirado por un hombre culto capaz de +entusiasmarse con algo todavía? ¿Y no es trabajo bien honroso y muy +entretenido el que procuran la conservación y hasta el fomento de esto +que yo me he atrevido a llamar tesoro, a riesgo de que usted se ría de +él y de mis candorosos idealismos?</p> + +<p>Algo más dignas de respeto eran las teorías del noble mozo, aunque sólo +las estimara por el fervor y el honrado convencimiento con que me las +exponía, y así se lo declaré; pero añadiéndole que apreciaría yo mejor +la fuerza de sus razones viéndole luchar contra mis dudas en terreno más +trillado por la realidad de las cosas: al cabo era yo, en más o en +menos, de los gangrenados por el virus de la ciudad, y gustaba de ver +los asuntos por su lado práctico.</p> + +<p>Comprendiendo rápidamente lo que intentaba decirle con tantos +circunloquios y metáforas, quizás por otro resabio de mi mundana +cortesía, comenzó por admirarse, a su modo, de que le fuera con +semejante reparo un miembro de la familia de los Ruiz de Bejos. ¿Cómo +podía ignorar yo, con determinados ejemplos a la vista, lo mucho que +quedaba que hacer en los pueblos rurales a los hombres de luces y de +buena voluntad?</p> + +<p>—La gran obra—continuó—de la casona de Tablanca, desde tiempo +inmemorial, ha sido la unificación de miras y de voluntades de todos +para el bien común. La casa y el pueblo han llegado a formar un solo +cuerpo, sano, robusto y vigoroso, cuya cabeza es el señor de aquélla. +Todos son para él, y él es para todos, como la cosa más natural y +necesaria. Prescindir de la casona, equivale a decapitar el cuerpo; y +así resulta que no se toman por favores los muchos y constantes +servicios que se prestan entre la una y los otros, sino por actos +funcionales de todo el organismo. Yo creo que es muy de admirarse esta +singularidad que debiera haber saltado ya a los ojos de usted, y que +seguramente no habrá visto más que en algún libraco pasado de moda, pero +como pintura infiel de imaginación, convencional y ñoña. Con esta gran +obra de defensa contra las oleadas maleantes que llegan hasta aquí en +épocas determinadas desde los absorbentes centros políticos y +administrativos del Estado, ¡si viera usted qué sonido tienen en las +concavidades de este recóndito lugarejo los cánticos de las sirenas de +allá; las pomposas vociferaciones de los charlatanes y traficantes +políticos, esos Dulcamaras embaucadores, encomiando específicos que han +fabricado ellos mismos, tomando la salud del pueblo por disfraz de sus +codicias personales! ¡Si viera usted cómo disuenan esos cánticos y +voceríos entre el acordado son de estas costumbres casi patriarcales! +Por eso no se conocen aquí ciertas plagas, relativamente modernas, de +los pueblos campestres, ni han entrado jamás los merodeadores políticos +a explotar la ignorancia y la buena fe de estos pobres hombres... Pero +¡desdichados de ellos el día en que les falte la fuerza de cohesión, +hidalga y noble, que les da la casona de los Ruiz de Bejos!... Todo +esto, como puede presumirse, da bastante que hacer a cada rueda +inteligente de cuantas componen la máquina cuyo eje fundamental es hoy +en este lugar el bien ganado prestigio de don Celso. Pues bien: trabajar +de este modo donde ya exista la máquina, y donde no, trabajar para +construirla, es algo de lo mucho que tienen que hacer en los pueblos +rurales los hombres cultos de buena voluntad. Y crea usted que no faltan +en la Montaña (porque no todos sus habitadores son de tan sana madera +como los de Tablanca) hasta mártires de este heroico trabajo. Quizá +tenga usted ocasión de conocer de cerca a alguno de ellos.</p> + +<p>Lo cierto era que si el simpático mediquillo no estaba en lo justo en +cuanto afirmaba, debía de estarlo; y que causándome cierto rubor hasta +las tentaciones de contradecirle en asertos tan honrados y tan hermosos, +dime desde luego, si no por convencido, por puesto en camino de +convencerme muy pronto.</p> + +<p>Hablamos algo más todavía, aunque sin tomar los asuntos tan a pecho como +antes; y acabando por donde debía haber empezado, averigué que el médico +se llamaba Manuel; que le llamaban «Neluco» desde que tenía uso de +razón, lo mismo allí que en su pueblo nativo; que no le quedaba en éste, +muerto su padre pocos años hacía, más familia que una hermana, casada +con un propietario de las inmediaciones; que si no era médico de su +propio lugar, consistía en que al recibir el título de Licenciado en +Madrid, estaba vacante la plaza del titular de Tablanca, la cual +pretendió y le dieron, no siendo fácil hallar otra más de su gusto que +aquélla, a no ser la de Robacío, que estaba entonces y continuaba +estando ocupada, y, por último, que tenía veintinueve años y que había +empezado a los veinticuatro a ejercer la profesión en Tablanca, donde se +hallaba como en su propio lugar, y tan apegado a «sus enfermos» como el +pastor a su rebaño.</p> + +<p>Vi que me quedaba una hora, antes de la acostumbrada de comer en casa de +mi tío, y quise aprovecharla para pagar la visita a don Pedro Nolasco. +Díjeselo al médico como razón de mi despedida, y se mostró muy dispuesto +a acompañarme si aceptaba yo la molestia de esperarle unos instantes. +Acepté, no la molestia, sino el favor que me hacía en ello; entró él de +un salto en el gabinete, y antes de cinco minutos apareció en la sala +bien calzado y no mal vestido, o, mejor dicho, acabando de vestirse con +graciosa desenvoltura. Cogió un chambergo que estaba sobre una silla, un +cachiporro del rincón inmediato, y me dijo, mientras yo me sacudía las +perneras del pantalón después de enderezarme:</p> + +<p>—Cuando usted guste.</p> + +<p>Ofrecióme enseguida su casa, aunque era de alquiler, como la vieja que +le servía de patrona por recomendación muy encarecida de su hermana a +quien había zagaleado en Robacío; agradecíle la oferta como era mi deber +en buena cortesía, y salimos juntos, sin los cumplidos corrientes entre +españoles finos, y que tan molestos suelen ser en pasadizos de la +angostura de aquéllos.</p> + + + +<h2 class="top15"><a name="X" id="X"></a>X</h2> + + +<p>Al volver a ver la casa del Tarumbo, recordé las «cosas» de éste y hablé +de ellas al médico.</p> + +<p>—Yo no sé—me dijo—, si es un hombre feliz o un desdichado, pasándose +la vida, como se la pasa, desviviéndose por los negocios ajenos y +abandonando los propios. Desde luego es su manía de lo más original que +he conocido. No siempre la extrema hasta el punto que usted ha visto +hoy; pero le falta muy poco. Llevar los calzones rotos y predicar al +vecino para que le cosan las roturas de los suyos antes que vayan a más, +es de todos los días. Tiene la mujer tullida, y la deja desamparada muy +a menudo por asistir a un enfermo extraño... y por cierto que es un +enfermero admirable. Últimamente anda muy apurado con el desplome que +dice haber visto en el morio delantero de la casa del pedáneo, y tiene +la suya seis meses hace un boquerón abierto en el jastial del Poniente. +Por estas cosas del Tarumbo, cuando su mujer estaba sana le golpeaba +casi a diario, y hoy que no puede hacer lo mismo, le dice a cada +instante los mayores improperios, los cuales sufre él con igual +resignación que los golpes de otras veces; porque, en medio de todo, es +un bendito, y por eso no sabe uno si compadecerle o si reírse de sus +manías.</p> + +<p>Pasando junto a la casita del Cura, inmediata a la iglesia, le llamé +desde abajo para saludarle, pues como nos habíamos visto y hablado ya +varias veces, me sobraba franqueza con él para decirle que estaba más +obligado por las leyes de la cortesía a la visita de don Pedro Nolasco +que a la suya, no quedándome tiempo aquella mañana para dejar pagadas +las dos; pero en lugar del Cura respondió a mis voces su ama, una vieja +muy acartonada y envuelta cuanto de ella asomó por una ventana +correspondiente a la cocina, en tocas y pañolones. Díjome que don Sabas +había salido de casa después de desayunarse en cuanto había dicho misa, +y que probablemente estaría en la casona. Dejéla memorias para él, que +fueron recibidas por la intermediaria con un «resguardo» a mi favor de +lo más fervoroso y pintoresco que se puede imaginar, y continuamos el +médico y yo andando hacia la casa de don Pedro Nolasco, pero hablando +mucho de don Sabas Peña, «una de las ruedas más importantes de la +consabida máquina», al decir de Neluco Celis.</p> + +<p>También él notaba la diferencia que había entre el don Sabas de los +altos montes y el don Sabas del valle y de la cocina de don Celso; pero +así y todo, en el hombre de abajo había mucho más de lo que yo creía, +por no haber tenido aún ocasión de conocerle mejor. No hallaría jamás en +él al apóstol de gran elocuencia y mucho saber; pero sí al hombre de +buen sentido y grandes virtudes, consistiendo la mayor de ellas en +ignorar que las poseía. Teniendo en cuenta lo limitado que es el círculo +de ideas entre las gentes rústicas, y que todo cuanto se siembre fuera +de él es simiente perdida, un párroco como don Sabas era cuanto podía y +debía apetecerse para una parroquia como la de Tablanca.</p> + +<p>Hablando de estas cosas, me faltó tiempo para pedir a Neluco algunas +noticias sobre el octogenario Marmitón, antes de llegar a su portalada, +cuyas dovelas, removidas y desportilladas ya por la acción de las +intemperies y de las yedras y jaramagos que las invadían por todas sus +junturas, me recordaban un poco la mandíbula superior de su dueño cuando +yo soñé que le había visto devorar troncos y peñascales. Por el estilo +de la portalada me pareció lo que se veía de la casa desde el corral: +muy vieja y muy castigada por el rigor de los temporales y la incuria de +sus amos. Tenía también su correspondiente solana que corría de esquina +a esquina entre dos mensulones de sillería, y por debajo de ella +entramos en el soportal, donde un perrazo pinto que se despertaba sobre +una pila de hojarasca, me enseñó todos los dientes y contuvo un ladrido, +y acaso algo más, por respeto a mi acompañante, que debía serle más +conocido que yo.</p> + +<p>Sacudió Neluco dos cachiporrazos sobre la claveteada puerta del +estragal; y sin esperar a que le contestaran arriba, entramos en él y +comenzamos a subir la escalera. A la puerta en que ésta terminaba, +nuevos cachiporrazos del médico. Enseguida levantó éste el pestillo, y +nos colamos dentro: un crucero de pasadizos por el arte del de la casona +de mi tío Celso. Allí dio el médico dos golpes en el suelo con el +regatón del cachiporro, y aparecieron simultáneamente y como evocados +por un conjuro, en una puerta de la derecha, la figura descomunal de don +Pedro Nolasco, y en otra de la izquierda, la de una jovencita, algo +desaliñada de ropa y de peinado, pero limpia como los oros, fresca y +rozagante como una rosita de abril...</p> + +<p>—¡Ay, que es Neluco!—exclamó con un timbre de voz que parecía nota de +un salterio, y con su carita de angelote de Rubens, inundada de +alegría—. ¡Toma!—añadió enseguida viniendo hacia nosotros y mirándome +un tantico ruborizada, como si tratara de enmendar su descortesía +conmigo—. ¡Y viene con otro señor muy cabayeru! Vaya, ¡seré yo +tochona!... ¡Pues si es el sobrino de don Celso!... ¡Vile yo en misa el +domingo! ¡Hija, qué torpe de mí!... Y ¿cómo está usté? Mire, señor don +Marcelo, ha de perdonarme si me jaya de este arte, porque he estado +amasando en la cocina con la mi madre y las mozas pa la jorná de esta +noche, y ahora mismu iba a ponerme un poco más cristiana...</p> + +<p>Tal era la vehemencia de su afabilidad, que no me ofreció el más ligero +intersticio para colarme con una respuesta a su saludo o una +satisfacción galante a sus excusas. Pero ¡qué donosa estaba y qué linda, +con su revoltijo de cabellos castaños sombreándole la cara juvenil, +tersa y sonrosada, hablando por sus ojos azules, de largas pestañas, +tanto como por su boquita de labios rojos sobre los dientes más blancos +y apretados que yo he visto en mi vida, mientras se afanaba por cubrir +con las antes recogidas mangas de su vestido, y debajo de los flecos y +sobrantes del espeso chal con que se envolvía el gracioso busto, sus +rollizos brazos, salpicados aún por leves costras, lo mismo que las +manos pequeñuelas y rechonchas, de la masa de «pan de trigo» que +acababan de «sobar»!</p> + +<p>De pronto sonó hacia la puerta frontera, tapiada casi con la mole de don +Pedro Nolasco, algo como el estruendo de un cañonazo, que me decía:</p> + +<p>—¡Adelante, cabayeritos!</p> + +<p>Y por obedecer a don Pedro que nos llamaba, apartámonos de la linda +panadera que nos empujaba con los ojos hacia él mientras se despedía de +nosotros «hasta luego»; pero de tal modo, que con ello y con algo más +que yo había creído notar antes, y un poco de malicia que nunca falta en +los pensamientos de los hombres en determinados casos, como aquél, no +pude menos de exclamar en mis adentros:</p> + +<p>—¿Si serán estos los anteojos con que mira Neluco estos lugares que tan +hermosos le parecen?</p> + +<p>Visto de cerca don Pedro Nolasco y a la luz del día, me pareció mucho +más grande y más feo que en la cocina de mi tío, a la luz de la fogata y +del candil: mejor que de un ser racional, la piel de su cara, por su +aspereza y por su color agrisado, parecía de coloso paquidermo; sus ojos +reventones, resultaban verdes con ramajos encarnados; la cabeza +descomunal, apenas le cabía entre los hombros hercúleos, y todo su +conjunto, con lo grasiento del vestido que le envolvía, se destacaba +brutalmente sobre las blanquísimas paredes del salón en que fuimos +recibidos; salón viejo, eso sí, con suelo y viguetería de castaño casi +negro, como los muebles que contenía; pero limpio todo y sobado hasta +relucir, con algunas chucherías sobre la cómoda y en las paredes, que +denunciaban la pulcritud y las delicadezas de una mujer como la que +acababa de despedirse de nosotros en el crucero de los pasadizos. De la +cual supe en el acto que era nieta de don Pedro Nolasco y que se llamaba +Lita (Margarita). Su madre, la hija menor de las que había tenido el +gigante, era viuda de un jándalo rico, que se murió a los dos años de +casado. Esto me lo contó a cañonazos y muy poco a poco el ochentón de la +Castañalera, que con ser tan grande y tan feo, no era desagradable: a mi +ver, por el fondo noblote y honrado que se descubría a través de los +poros de su corteza silvestre.</p> + +<p>Al acabarse estas salvas del vozarrón de don Pedro Nolasco, entró en +escena su hija, la viuda del jándalo, una mujer como de cuarenta años, +sana y frescachona todavía, más corpulenta que Lita, pero muy parecida a +ella en el color y en el corte de la cara, y, sobre todo, en la +afabilidad expansiva. Me dio mil excusas por no haber venido antes a +conocerme y a saludarme, fundándolas en las mismas razones que su hija; +y sin hacer caso de los cumplidos con que yo la respondía, echó sobre mí +todo el cuestionario de rúbrica, a que tan acostumbrado estaba en aquel +pueblo: si me gustaba la tierra aquélla; que cómo había tardado tanto en +ir a conocerla y tomarla buena ley, porque era mucha la falta que yo +hacía allí en muriéndose mi tío; que mejor sería París de Francia desde +luego, pero que ella (la viuda) no cambiaría a Tablanca por nada de este +mundo, aunque jamás había pasado, hacia abajo, de San Vicente, y hacia +arriba, de Reinosa; si por los retratos que había visto en la casona, +era yo más parecido a mi padre que a mi madre; que por dónde andaba mi +hermana y qué sabía de ella... hasta que en éstas y otra tales, oí pisar +menudito y fuerte en el carrejo inmediato, y apareció en el salón, +llenándole de frescura y regocijo, Lita recién peinada, sin el pañolón +de antes y con una chaqueta en su lugar, que aunque no se ajustaba al +cuerpo, ponía bien a las claras la elegancia y la riqueza de sus curvas. +Con dos deditos más de altura, creía yo que no habría la menor tacha que +poner, como estampa hechicera, a la nieta de don Pedro Nolasco. Pero ¿de +dónde sacaba aquel diablejo, que no había conocido más mundo que el +contenido en las riberas de la mitad del Nansa, es decir, una rendijilla +de pocas leguas entre dos taludes montañosos, aquellas delicadezas de +tocado y de vestido, y aquellas travesuras y zalamerías que tanto la +separaban del tipo común de las mozonas del valle, que, de seguro, +habían corrido tanto mundo como ella?</p> + +<p>Sentóse entre su madre y Neluco y casi enfrente de mí. Yo no la quitaba +ojo, y puedo jurar que me registró con los suyos, parleros y +escrutadores, desde los pies hasta la cabeza, mientras me acosaba a +preguntas por el estilo de las que aún no había cesado de hacerme la +jándala viuda. Me daba gusto oírla y mirarla. Pocas veces había visto yo +en mujer alguna concierto más cabal y más donoso entre la palabra y el +gesto, entre la idea y el movimiento expresivo. Hasta las puntas de los +pies, calzados en menudas zapatillas de abrigo y que apenas alcanzaban +al suelo, cantaban, a su modo, en aquella música que parecía un gorjeo. +En dos ocasiones habían intentado la madre y la hija ir a visitarme; +pero como yo nunca paraba en casa... Porque esa visita la creían ellas +muy puesta en razón: sin contar con lo que pedía la buena crianza, +éramos parientes; ¡vaya si lo éramos! Por los Ruiz de Bejos un poco, y +por los Castañaleras, más de otro tanto. En demostración de ello, fue +sacando entronques la viuda; y cuando ya comenzaba yo a enterarme, por +su labor, del parentesco, metió en ella nuevos hilos don Pedro Nolasco, +y toda la madeja se me hizo una maraña; pero me guardé muy bien de +declararlo así: antes al contrario, me di por convencido y hasta me +felicité de ello.</p> + +<p>—Como que resultamos primos—concluyó la viuda—, aunque un poco +lejanos; pero no tanto, si bien se mira, que pudiéramos casarnos los dos +sin dispensa...</p> + +<p>Y se echó a reír con toda su alma.</p> + +<p>—¡Hija de Dios!—exclamó entonces la rapazuela con un estirón de faldas +hacia la rodilla, mientras se llevaba hasta la boquita risueña la otra +mano a medio cerrar—. ¡Y yo que estuve a pique de tuteále, cuando +ahora, por la cuenta, me sale tío!</p> + +<p>Podría no ser todo esto rigurosamente «correcto»; pero a mí me resultaba +muy entretenido. Enseguida, vuelta a repetirme la hija lo que ya me +había dicho, y también la madre, y también el Cura y don Pedro Nolasco y +cuantas personas habían hecho en Tablanca conversación conmigo: que +«aqueyu» no era Madrid; que se me vendrían los montes encima, y que +avezado a tratar con señorones mundanos, y puede que con marqueses y con +príncipes, los aldeanos de Tablanca habían de parecerme «jabatus», pero +que si miraba bien por las dos caras uno y otro... ¡ay, y cómo se +alegrarían ellas y todos los allí presentes y los vecinos del valle de +punta a cabo, y hasta las estrellitas del cielo, de que viera yo las +cosas como podían y debían de verse! Porque el pobre don Celso estaba ya +para poco, y en acabándose él... En fin, lo de costumbre... Por aquí se +coló don Pedro Nolasco con un himno «cañoneado» a la madre Naturaleza, y +un juicio comparativo sobre la paz de la aldea y los laberintos de la +ciudad. Porque había de saber yo que también él había corrido el mundo +en sus mocedaes... Le llamó entonces a Madrid un pariente que tenía por +allá, y como se veía robusto y fuerte, acudió a la llamada. Cogiéronle +en la corte tiempos azarosos y de peligro por las agonías de la +«francesada»; y habiéndole salido en Valencia una colocación que pareció +a su tío muy de aprovecharse, aceptóla de buena gana. Estaba ella en las +afueras de la ciudad, y en un lavadero de lanas de los señores Botifora +y Compañía, los mismos que rezaban en el bando que me había relatado de +memoria el zumbón de su pariente Celso. Si en Madrid no se había +«jallau, por la secura y el anchor del territoriu» en Valencia se +«jalló» menos, con un sol que le «ajogaba» en verano y un hablar de +gentes que no parecía de cristianos. Soñaba día y noche con las praderas +y las montañas de su tierra; y antes de enfermarse de un «cordial» que +le matara, volvióse a ella más que de paso, a los dos años no cumplidos +de haberla dejado por tentaciones del enemigo malo. Hallóse en Tablanca +como rey en sus palacios, y se había guardado muy bien, desde entonces +hasta la fecha, «de sacar una pata» medio jeme fuera de su término +municipal... Ochenta y cuatro años contaba a la sazón, sin saber lo que +era un mal dolor de tripas. Había tenido dos mujeres, diez hijos y +veintidós nietos. Una gran parte de ellos andaba años hacía por el otro +mundo; rodaba por éste, y no muy lejos, la mayor de los vivos, y a la +vista tenía yo lo único que le quedaba en Tablanca: poco, pero bueno, +eso sí, para recreo de su vejez. Había qué comer en su casa, y salud y +buen apetito para comerlo. En recta justicia, ¿qué más había de pedirle +a Dios, si no era la merced de una buena muerte?</p> + +<p>Con esto y poco más se acabó la visita, durante la cual no desplegó los +labios Neluco, ni miró a Lita con la intención que yo esperaba, ni Lita +le miró a él más que cuando le dirigía la palabra con una llaneza que +tenía más de fraternal que de otra cosa. Recomendáronme mucho los tres +de casa que no me olvidara del camino de ella, y hasta me convidaron a +comer, «un día de mi agrado», juntamente con Neluco, para que no pesara +sobre mí solo «la penitencia».</p> + +<p>Todo esto me pareció bien y muy en su lugar; pero ¿por qué una aldeanuca +como la nieta del Marmitón tenía aquellos aires y aquellas travesuras de +señorita de ciudad? ¿Por qué se tuteaba con Neluco y había entre los dos +una intimidad tan sospechosa?</p> + +<p>Me atreví a hablar de ambos particulares al mediquillo apenas salimos +del caserón de don Pedro Nolasco. Por cierto que hubiera jurado yo que +en el apretón de manos y en la mirada con que despidió Lita a Neluco en +la penumbra del pasadizo, en el cual iba el médico el último de todos, +había mucho del picante de mis sospechas.</p> + +<p>Sobre el primer punto, me dijo Neluco que Lita, nacida y criada en +Tablanca, no había tenido más escuelas que la del maestro del lugar y la +de su propia madre, ni había corrido más tierras que las comprendidas en +tres o cuatro leguas a la redonda. Ocho días en casa de unos parientes +de acá por celebrarse durante ellos la romería del pueblo; una quincena +con los de Robacío por una causa parecida, y muy poco más por este arte. +El resto era obra del instinto y de la fuerza de visión que tienen las +mujeres tan perspicaces y tan guapas como Lita, para taladrar montañas +con los ojos, ver hasta lo invisible al otro lado, y saber guardar su +puesto donde quiera que habitan, por aislado y obscuro que el lugar sea.</p> + +<p>El otro punto aún era más fácil de explicar. Tablanca y Robacío eran dos +pueblos que se «trataban» mucho; y las familias de Lita y de Neluco, muy +amigas desde tiempo inmemorial: hasta había algo de parentesco entre +ellas. Lita había pasado, de niña y de moza, buenas temporadas en casa +de los Celis; y Neluco, mientras vivió en Robacío, a cada instante se +llegaba a Tablanca y casi siempre comía y se hospedaba en casa de don +Pedro Nolasco. Se explicaba, en efecto, de este modo y muy +sencillamente, el tuteo y la familiaridad entre el médico y la nieta del +Marmitón; pero lejos de oponerse, ¿no ayudaba esto a lo otro que yo +sospechaba? Apunté, como en chanza, unas indagaciones en este sentido. +Igual que si hubiera dado con los nudillos en una peña del monte. Hasta +dudé si Neluco se había enterado de ellas. Lo cierto es que si no eran +fundadas mis sospechas, debían de serlo.</p> + + + +<h2 class="top15"><a name="XI" id="XI"></a>XI</h2> + + +<p>Cuando menos lo esperaba, me dijo el Cura al despedirse de mí en el +estragal de la casona, cerca ya de la hora de comer:</p> + +<p>—Mañana, si Dios quiere, y a caballo los dos. Yo iría mejor a pie, como +suelo, y como irá Chisco para acompañarnos y cuidar de las bestias en +ocasiones que se presentarán; pero usted es madera de otro robledal más +flojo, y hay que tenerlo todo presente. Antes de romper el día, por +supuesto.</p> + +<p>Entendíle y respondí, haciendo de tripas corazón:</p> + +<p>—A caballo, y antes de romper el día.</p> + +<p>—Pues que se entere Chisco de ello, y <i>suficit</i>.</p> + +<p>Con esto y una risotada se apartó de mí, y echó cambera abajo en demanda +de su puchera.</p> + +<p>Con los sueños que yo cogía tras de las fatigas que me daba por los +montes del contorno, le costó a Chisco Dios y ayuda despertarme al +día... ¡qué digo día! a lo más espeso y tenebroso de la noche siguiente. +Tona, después de vestirme yo tiritando de frío y sin conciencia cabal de +lo que hacía, me sirvió un canjilón de café que acabó de espabilarme; y +cuando bajé al portal, vislumbré, a la opaca luz de un farol que tenía +Chisco en la mano, la negra silueta de don Sabas, a caballo en su +jaquita rucia, que no me era desconocida, así como el espelurciado +jamelgo que casi me metió el espolique entre las piernas para abreviarme +la operación de montar en él.</p> + +<p>Rompimos los tres la marcha por el mismo camino que había traído yo la +noche de mi llegada a Tablanca, tan a oscuras como entonces, aunque +mejor acompañado y menos dolorido de riñones. Por respeto a mí, pues a +mis dos acompañantes igual les daba el día que las tinieblas para +caminar a pie seguro por aquellas escabrosidades, conservaba Chisco, que +nos precedía, el farol encendido en la mano; pero hubiera jurado yo que +más que la luz del farol del espolique, me alumbraban las chispas que +sacaban de los pedernales del suelo las herraduras del tordillo de don +Sabas; el cual don Sabas hacía los imposibles por entretenerme y hasta +divertirme durante el paso de aquella negra, áspera e interminable +senda; pero ¡ay! sin conseguir su noble y generoso empeño. Porque en +aquellas «bajuras» y envuelto en tan espesa oscuridad, don Sabas era +todavía el Cura soso de la cocina de mi tío, y todas sus observaciones +en romance y todos sus salmos en latín, le resultaban a destiempo y +fuera de toda oportunidad.</p> + +<p>Anda que te anda, resbalando aquí, y allá pujando y suspirando mi +cabalgadura, al cabo de una hora empezaron a dibujarse los perfiles de +los montes sobre el cielo confusamente iluminado por la tenue claridad +del crepúsculo. En la garganta por donde caminábamos era de noche +todavía para nosotros; y, en rigor de verdad, no nos amaneció hasta que +coronamos el repecho escabroso y llegamos al santuario de la Virgen que +me era bien conocido. El Cura, que parecía tener esa condición de los +pájaros del monte, a medida que se elevaba y veía surgir la luz por +encima de las barreras tenebrosas del horizonte, se volvía más locuaz y +empezaba a soltar poco a poco las ocultas armonías de sus cánticos; no +muchos, pero agradables, y, sobre todo, al caso. A los primeros fulgores +del crepúsculo, alabó a Dios en una salutación fervorosa, y aunque no de +su caletre, bien sentida en su corazón. Un poco más arriba, en lo que +pudiera, sin mucho agravio de la verdad, denominarse llano, y antes de +llegar a la ermita, todavía en la penumbra que nos haría invisibles a no +muy larga distancia, atracó su rocín al mío; y deteniéndole por las +riendas que casi me arrancó de las manos, después de detener el suyo, me +dijo apuntando con su diestra ociosa a un altísimo y lejano picacho, en +cuya cúspide se estrellaba el primer rayo de sol que penetraba en +aquellas montaraces regiones.</p> + +<p>—¡Mira, hombre!—acostumbraba a tutearme o a hablarme en impersonal en +cuanto nos elevábamos un poco sobre el nivel de Tablanca—. ¡Mira, +Marcelo! ¿No jurarías que aquello que resplandece y flamea allá arriba, +allá arriba, en aquel picacho, es la última de las luminarias con que el +mundo festeja a su Creador mientras el sol anda apagado por los abismos +de la noche? ¡Cosa buena! ¡Cosa grande! <i>Laudate Dominum omnes gentes... +Magnificentia opus ejus, manet in aeternum</i>.</p> + +<p>Al llegar al santuario nos descubrimos y rezó don Sabas en alta voz, y +en voz alta le contestarnos nosotros lo que nos correspondía. El rezo +fue breve, y en latín la mitad de él. Después se acercó Chisco al +enverjado, y por entre dos de sus barrotes metió el farol, que ya no +necesitábamos, y le dejó en el suelo muy arrimado a la paredilla, para +recogerle a la vuelta; mas no sin santiguarse antes de meter la mano y +después de sacarla, ni sin contemplar la imagen con una veneración que +tenía algo de recelosa, como si la pidiera, a la vez que seguridad para +la prenda que dejaba allí depositada, perdón por lo que pudiera haber de +irreverente en su atrevimiento.</p> + +<p>Pasada la vadera, no tomamos, como esperaba yo, el camino que conduce +directamente al Puerto, sino otro por el estilo a la derecha; y montes y +colladas van, tajos y barrancas vienen; aquí siguiendo la cuenca del +río, allá perdiéndola de vista, y siempre subiendo o bajando de risco en +risco, de pueblo en pueblo, vi a lo lejos el principal del valle de +Promisiones en que radicaba el solar de mi abuela paterna, y llegamos, +al cabo de dos horas de caminata, a un ancho desfiladero entre dos +montañas que parecían, por su grandeza, no caber en el mundo.</p> + +<p>Por ser la más accesible para mí «por entonces», según dictamen de don +Sabas, comenzamos a faldear la de la izquierda; y sube que te sube, +dimos al fin en un entrellano donde ya escaseaba la vegetación y se me +iba haciendo insoportable la brisa matinal por su frescura. Allí se apeó +don Sabas, y me ordenó que hiciera yo lo mismo. Hícelo y de muy buena +gana, porque me sentía entumecido sobre la dura silla de mi rocín, amén +de que me conceptuaba más seguro a pie que a caballo en aquella cornisa, +sobre el rápido declive de la montaña.</p> + +<p>—Lo que falta, hay que subirlo a pie—me dijo el Cura—, porque no es +camino de caballos, sino de hombres y, todo lo más, de cabras. Con que +¡ánimo y arriba!</p> + +<p>Y sin esperar mi respuesta, comenzó a trepar con pies y manos entre +peñas y raigones. ¡Cómo envidié yo a Chisco que se quedaba en la +explanadita de abajo con las cabalgaduras! Don Sabas tenía la práctica +de aquellas ascensiones, y además la pasión de las alturas; pero yo, que +carecía de ambas cosas, ¿para qué me aventuraba en la subida de tan +tremebundos despeñaderos?</p> + +<p>Al fin llegamos arriba, yo por milagro de Dios, siguiendo gateo a gateo +los de don Sabas; pero muerto de cansancio y empapado en sudor.</p> + +<p>—Reposa unos momentos—me dijo el Cura allí—; pero con los ojos +cerrados, ¡y cuidado con abrirlos hasta que yo lo mande!</p> + +<p>Más por necesidad que por obediencia, cumplí al pie de la letra el +mandato de don Sabas. Estuve un largo rato tumbado en el suelo, boca +arriba y con ambas manos sobre los ojos, porque sólo así encontraba el +absoluto descanso que me era indispensable entonces. Sentía fuertes +latidos en el corazón que repercutían en las sienes, y al vivo compás de +este golpeteo funcionaban mis pulmones.</p> + +<p>Cuando el uno y los otros volvieron a su ritmo sosegado y normal, llamé +a don Sabas y me puse a sus órdenes. Estaba muy cerca de mí, encaramado +en una peña en la actitud de costumbre y empezando a embriagarse por los +ojos, y no sin motivo ciertamente.</p> + +<p>—Arrímate un poco acá—me dijo desde su pedestal calizo con manchones +de musgo y poco más alto que yo—. Arrímate, contempla... ¡y pásmate, +Marcelo!</p> + +<p>Habíamos subido por el Oeste de la montaña, que es el lado por donde las +hay mayores que ella, y el panorama con que me brindaba el Cura se veía +por las otras vertientes; es decir, que era cosa nueva para mí y recién +aparecida ante mis ojos. Particularmente hacia el Este y hacia el Norte, +parecía no tener límites a mi vista, poco avezada a estimar espectáculos +de la magnitud de aquél; y era de una originalidad tan sorprendente y +extraña, que no acertaba a darme cuenta cabal ni de su naturaleza ni de +su «argumento». Por el Sur se dominaba el hermoso valle de Campóo, ya en +otra ocasión visto y admirado por mí; en la misma dirección y más lejos, +los tonos pardos de la tierra castellana; más cerca, el Puerto de marras +con sus monolitos descarnados y su soledad desconsoladora. Al Oeste y +asombrándolo todo con sus moles, Peña Sagra y los Picos de Europa +separados por el Deva, cuya profunda y maravillosa garganta se +distinguía fácilmente en muchos de sus caprichosos escarceos entre los +peñascos inaccesibles y fantásticos de una y otra ribera; y más allá del +Deva, en sus valles bajos, según iba informándome don Sabas, con el +laconismo y el modo con que señala el maestro de escuela con una caña en +un cartel las sílabas a sus educandos, una buena parte de la provincia +de Asturias.</p> + +<p>Pero lo verdaderamente admirable y maravilloso de aquel inmenso panorama +era cuanto abarcaban los ojos por el Norte y por el Este. En lo más +lejano de él, pero muy lejano, y como si fuera el comienzo de lo +infinito, una faja azul recortando el horizonte: aquella faja era el +mar, el mar Cantábrico; hacia su último tercio, por la derecha y unida a +él como una rama al tronco de que se nutre, otra mancha menos azul, algo +blanquecina, que se internaba en la tierra y formaba en ella como un +lago: la bahía de Santander. Pero es el caso (y aquí estaba la verdadera +originalidad del cuadro, lo que más me desorientaba en él y me +sorprendía) que la faja azul se presentaba a mis ojos mucho más elevada +que el perfil de la costa, y que con ella se fundían otras mucho más +blancas que iban extendiéndose y prolongándose hacia nosotros, quedando +entre la mayor parte de ellas islotes de las más extrañas formas; picos +y hasta cordilleras que parecían surgir de una repentina inundación.</p> + +<p>A todo esto, el sol, hiriéndolo con sus rayos, sacaba de las superficies +de aquellos golfos, rías y ensenadas, haces de chispas, como si vertiera +su luz sobre llanuras empedradas de diamantes.</p> + +<p>—Es la niebla baja de los valles, me advirtió el cura; y fue +señalándolos y nombrándolos todos uno a uno.</p> + +<p>Ya me lo había imaginado yo; pero aun así, no podía ni deseaba deshacer +aquella ilusión de óptica que me presentaba el panorama como un +fantástico archipiélago cuyas islas venían creciendo en rigurosa +gradación desde las más bajas sierras, primer peldaño de la enorme +escalera que comenzaba en la costa y terminaba, detrás de nosotros, en +el mismo cielo cuya bóveda parecía descansar por aquel lado sobre los +picos de Bulnes y Peñavieja.</p> + +<p>—Según vaya subiendo el sol—me decía don Sabas desde su plinto +calcáreo—, y arreciando el remusgo allá abajo, irá la niebla +esparciéndose y dejándose ver lo que está tapado ahora... ¡Pues también +es cosa de verse desde aquí la salida del sol!... Y algún día hemos de +verlo, si Dios quiere... y mejor desde más arriba... desde allá...</p> + +<p>Y me apuntaba, vuelto un poco a la derecha, hacia una loma altísima en +que, según me advirtió también, convergían tres cordilleras.</p> + +<p>Entre tanto, yo no podía apartar los ojos del archipiélago en el cual me +iba forjando la fantasía todo cuanto puede concebirse en materia de +líneas y de formas: el templo ojival, el castillo roquero, la pirámide +egipcia, el coloso tebano, el paquidermo gigante... No había antojo que +no satisficiera la imaginación a todo su gusto en aquellas sorprendentes +lejanías.</p> + +<p>La predicción de don Sabas no tardó en cumplirse. Poco a poco fueron las +nieblas encrespándose y difundiéndose, y con ello alterándose y +modificándose los contornos de los islotes, muchos de los cuales +llegaron a desaparecer bajo la ficticia inundación. Después, para que la +ilusión fuera más completa, vi las negras manchas de sus moles +sumergidas, transparentadas en el fondo hasta que, enrarecida más y más +la niebla, fue desgarrándose y elevándose en retazos que, después de +mecerse indecisos en el aire, iban acumulándose en las faldas de los más +altos montes de la cordillera.</p> + +<p>Roto, despedazado y recogido así el velo que me había ocultado la +realidad del panorama, se destacó limpia y bien determinada la línea de +la costa sobre la faja azul de la mar, y aparecieron las notas difusas +de cada paisaje en el ambiente de las lejanías y en los valles más +cercanos: las manchas verdosas de las praderas, los puntos blancos de +sus barriadas, los toques negros de las arboledas, el azul carminoso de +los montes, las líneas plateadas de los caminos reales, las tiras +relucientes de los ríos culebreando por el llano a sus desembocaduras, +las sombrías cuencas de sus cauces entre los repliegues de la montaña... +Todos estos detalles, y otros y otros mil, ordenados y compuestos con +arte sobrehumano en medio de un derroche de luz, tenían por complemento +de su grandiosidad y hermosura el silencio imponente y la augusta +soledad de las salvajes alturas de mi observatorio.</p> + +<p>Jamás había visto yo porción tan grande de mundo a mis pies, ni me había +hallado tan cerca de su Creador, ni la contemplación de su obra me había +causado tan hondas y placenteras impresiones. Atribuíalas al nuevo punto +de vista, y no sin racional y juicioso fundamento. Hasta entonces sólo +había observado yo la Naturaleza a la sombra de sus moles, en las +angosturas de sus desfiladeros, entre el vaho de sus cañadas y en la +penumbra de sus bosques; todo lo cual pesaba, hasta el extremo de +anonadarle, sobre mi espíritu formado entre la refinada molicie de las +grandes capitales, en cuyas maravillas se ve más el ingenio y la mano de +los hombres que la omnipotencia de Dios; pero en aquel caso podía yo +saborear el espectáculo en más vastas proporciones, en plena luz y sin +estorbos; y sin dejar por eso de conceptuarme gusano por la fuerza del +contraste de mi pequeñez con aquellas magnitudes, lo era, al cabo, de las +alturas del espacio y no de los suelos cenagosos de la tierra. Hasta +entonces había necesitado el contagio de los fervores de don Sabas para +leer algo en el gran libro de la Naturaleza, y en aquella ocasión le +leía yo solo, de corrido y muy a gusto.</p> + +<p>Y leyéndole embelesado, llegué a sumirme en un cúmulo de reflexiones +que, empalmándose por un extremo en la monótona insulsez de toda mi vida +mundana y embebiéndose enseguida en el espectáculo en que se recreaban +mis ojos, se remontaban después sobre las cumbres altísimas que +limitaban el horizonte a mi espalda, y aún seguían elevándose a través +del éter purísimo por donde suben las plegarias de los desdichados y los +suspiros de las almas anhelosas del Sumo Bien.</p> + +<p>Volviendo, al fin, los ojos hacia don Sabas, de quien me había olvidado +un buen rato, porque el mismo tiempo hacía que no se cuidaba él de mí, +le hallé, por las trazas, leyendo el gran libro en la misma página que +yo. Estaba en pleno hartazgo de Naturaleza, según declaraban sus ojos +resplandecientes, su boca entreabierta y como ávida de aire serrano, y +aquella su especial inquietud de músculos y hasta de ropa.</p> + +<p>—¿Se ha visto todo bien?—me preguntó volviendo en sí de repente.</p> + +<p>—A todo mi sabor—le respondí.</p> + +<p>—Pues hacerse cuenta de que ya se ha visto algo de las grandes obras de +Dios que tenemos por acá.</p> + +<p>—¡Grande es, en efecto, y hermoso y admirable este +espectáculo!—repliqué.</p> + +<p>—¿Grande?—repitió el Cura; y volvió a contemplarle en todas +direcciones con los brazos extendidos, como si quisiera darme de aquel +modo la medida de su magnitud.</p> + +<p>Después se descubrió la cabeza, cuyos cabellos grises flotaron en el +aire; elevó al cielo la mirada y la mano con sombrero y todo, y exclamó +con voz solemne y varonil que vibraba con extraño son en el silencio +imponente de aquellas alturas majestuosas:</p> + +<p>—<i>Excelsus super omnes gentes, Dominus, et super coelos... gloria +ejus</i>.</p> + +<p>Sería por el estado excepcional de mi espíritu o por obra de un agente +externo cualquiera; pero es lo cierto que a mí me pareció que aquella +nota final estampada en el cuadro por el Cura de Tablanca, rayaba en lo +sublime.</p> + + + +<h2 class="top15"><a name="XII" id="XII"></a>XII</h2> + + +<p>Faltábame conocer, entre lo que no debía de serme desconocido en aquella +vasta y montaraz comarca, la salida del valle por la cuenca del río +hasta su desembocadura, con lo cual habría completado yo la travesía del +espinazo de la cordillera cantábrica por una de sus vértebras más +considerables; y como cabalmente en aquellos días estaba yo en vena de +exploraciones y correteos, aunque, bien lo sabe Dios, más que por ansias +de la curiosidad, por miedo a la inacción enervadora enfrente del +temible enemigo, cabalgué una mañana muy temprano en el peludo jamelgo +que tan sesudamente me habían traído y llevado por las escabrosidades +más peligrosas de la montaña, y, de propio y deliberado intento, solo y +sin otro guía que el instinto y la larga experiencia del honrado +cuadrúpedo, más unos informes que me habían suministrado de palabra la +noche antes en la tertulia de mi tío; atravesé el ruinoso puente que une +las dos orillas del Nansa a corto trecho de la casona, y emprendí la +marcha siguiendo la bien trillada senda que culebrea por la ladera del +cerro, acompañándome el continuo rumor de las invisibles aguas corriendo +en el fondo del sombrío cauce a muchas varas bajo mis pies.</p> + +<p>Dudaba yo que, después de lo que llevaba visto en la alta montaña, +hubiera en la cuenca del río, desde Tablanca hacia abajo, cosa que +pudiera cautivar mi atención; y así sucedió, en efecto: sin dejar de ser +áspera, angosta y montaraz en su parte más elevada, carecía de la +grandeza imponente de los desfiladeros de «arriba». Los pueblos, +amontonados, en sendas rinconadas de la garganta, iban sucediéndose a mi +paso con la regularidad de las estaciones de un ferrocarril. Uno de +ellos, más soleado que cuantos había dejado atrás, apareció de repente a +mi vista en un vallecito, al pie de una ladera rapidísima, por la cual +descendía mi jamelgo paso a paso entre un laberinto admirable de viejos +y copudos robles que parecían puestos allí para mantener las tierras del +monte adheridas a su esqueleto: tan agria era la cuesta.</p> + +<p>Llegado al valle felizmente, aunque un poco dolorido de cintura yo, por +el continuo esfuerzo hecho con ella para conservar el cuerpo en la +vertical, sobre la línea del caballo, paralela al suelo, supe que el +pueblo columbrado por mí durante la bajada por los claros de la espesa +columnata de troncos, era Robacío. Acordéme entonces de Neluco y de +Chisco, y supuse que la casa del primero sería una grande, de «cuatro +aguas», que no distaba mucho del camino; y supuse bien, según respuesta +que dio a una pregunta que le hice, un muchachuco más guapo que limpio +de cara y de vestido, que jugaba, con otros de pelaje aún más humilde, +en una brañuca próxima a la portalada. Responder a mi pregunta, dejar el +juego y lanzarse a abrir el postigo, mientras los otros chicuelos, +suspensos y algo cortados, me contemplaban con los ojos muy abiertos, +fue todo uno; y no bien hubo asomado la cabecita al corral, cuando ya +comenzó a gritar allí:</p> + +<p>—¡Madre!... ¡madreee! ¡Aquí está un señor que viene a casa!</p> + +<p>Y por si esto era poco, descorrió desde adentro la falleba de los +portones, y los abrió de par en par a fin de que pasara yo sin apearme. +Con este estruendo y aquel vocerío, antes que acabara de sorprenderme de +la ocurrencia, ya estaba en el encachado soportal y enfrente de mí, una +mujer de mediana edad, buenas carnes y sano color, y con el modesto +atavío casero que ordinariamente usan a diario las matronas pudientes de +aquella comarca. Con esto, y con hallar bastante parecido en su cara con +la de Neluco, no dudé que aquella mujer era su hermana. Me apeé de un +brinco; y sin cuidarme del caballo, comencé, mientras andaba hacia ella +con el sombrero en la mano, a deshacerme en excusas, a explicarla el +suceso... Yo tenía muchísimo gusto en ponerme a sus pies, en conocerla +personalmente, en ofrecerla mis respetos; pero esto lo hubiera hecho... +pensaba hacerlo, a otra hora menos intempestiva... a mi vuelta por la +tarde... la culpa era de aquel diablillo que, sin darme tiempo para +explicarme, se había apresurado a llamarla...</p> + +<p>A todo esto, ella me miraba de hito en hito; hasta que, sin llegar yo a +decirla cuanto pensaba decir, bañó toda su faz noblota y rozagante en +una sonrisa que pudiera llamarse inmensa, si se midieran las sonrisas +como las superficies; arrancó hacia mí con ambas manos tendidas, y +exclamó cortándome el descosido discurso de repente:</p> + +<p>—¡Virgen la mi Madre! Usté es el sobrino de don Celso.</p> + +<p>Declaré que sí lo era, y continuó ella, sin soltar mi mano de entre las +suyas:</p> + +<p>—Sabía yo por Neluco que andaba usté por ayá; y por eso, y por el aire, +y por algo que ha dicho... y por estas corazonás que a lo mejor tiene +uno... ¡Hija, lo que me alegro!... ¡Vaya, vaya!... Y ¿cómo está el pobre +don Celso?... Mal, creo yo, lo que nos ha dicho Neluco... Porque Neluco +es tan cariñoso y tan... vamos, tan apegao a los suyos, que hora que +tenga sobrante en su obligación, cátale en Robacío... Pero ¿qué hacemos +aquí plantificados en el portal? Suba, suba, señor don Marcelo, y +descansará como debe, y le pondré de almorzar... ¡Cómo que no! Aquí +todos somos unos. ¿Usté no lo sabe? ¿No se lo ha dicho Neluco? La casona +de don Celso y la nuestra casa... ¡vaya!... de padres a hijos viene la +estimación y la buena ley y hasta el parentesco, si un poco se escarba +en la sangre...</p> + +<p>No me valieron excusas, por más que ponderé lo largo de la jornada que +tenía que hacer antes de la noche, y lo apurado que andaba de tiempo +para ella.</p> + +<p>—Tendrále de sobra—me decía la jovial matrona guiándome ya hacia la +escalera—, para ese trabajo y otro tanto más, si sabe aprovecharse de +él; y no creo yo que es perder hora la que se gasta en confortar el +cuerpo a la mitá del camino... ¡Vaya con ella! Y lo peor del cuento es +que está «él» ausente y no vendrá hasta la hora de comer, más que +menos... Anda en el invernal amañando un morio que se quebrantó el otro +mes; y como en teniendo obra entre manos no acierta a perderla de +vista... ¡Pues no lo sentirá poco cuando lo sepa!... ¡Hija, qué +casualidá! Bien que ya le verá cuando pase usté de vuelta esta tarde... +Aunque mejor fuera que se quedara a comer con nosotros y dejara la +caminata para otra ocasión... ¡Vaya que es antojo el de llegar hasta el +camino real!... Dos veces en toda mi vida he puesto yo los pies en él... +Mire si soy correntona... ¡Vaya, vaya!...</p> + +<p>Hablando por este arte mientras subía la escalera y la seguía yo paso a +paso, más que en lo imposible de atajarla en su pintoresca charla, +pensaba en el parecido que hallaba entre ella y la madre de Lita, no +solamente por el carácter, sino por el estilo, sin saber yo entonces, +como lo supe andando el tiempo y conociendo nuevas gentes, que en +aquella forma y con aquellos aires campechanos y llanotes, se desborda +siempre el espíritu generoso y hospitalario de las damas de aquella +agreste región montañesa.</p> + +<p>Ya en lo alto de la escalera, que no era larga, entramos en el crucero +de siempre, porque todas las casas pudientes de aquellas alturas, y aun +las equivalentes de los valles bajos que he conocido después, parecen +hechas por un mismo plano; sólo que en la de Robacío hallé una novedad +que llamó muy agradablemente mi atención, y fue la de tener las paredes +de todos los pasadizos literalmente cubiertas, de techo a suelo, con +ristras de panojas, que, por estar abiertos puertas y balcones e +inundada de sol toda la casa, resplandecían como tapices orientales +bordados de oro y perlas.</p> + +<p>Ni aun admirarlo me dejó la buena hermana de Neluco, porque teniendo en +cuenta lo apresurado que yo andaba, entre conducirme a la sala y llamar +a gritos a una sirvienta y sacar, en tanto, cosas de una alacena y otras +cosas de un armario, y poner las primeras en manos de la mozona (que no +llegó tan pronto como ella quería) con una buena sarta de advertencias y +de encargos a media voz, y las segundas sobre una mesa que había en la +sala, arrimada a una pared, y andar de acá para allá sin dejarme nunca +enteramente solo ni falto de su conversación, más de cerca o más de +lejos, no hallaba yo momento de pensar con sosiego en punto alguno en +que fijara la atención. Al fin se detuvo y se calmó la ventolera +aquélla; y recogiendo lo que antes había puesto sobre la mesa y +colocándolo interinamente en las sillas inmediatas, levantó el ala que +aquélla tenía libre y plegada, y no las dos, por no necesitarse para mí +solo tanto espacio, según tuvo la bondad de advertirme; tendió sobre el +tablero resultante un blanquísimo mantel; puso sobre éste una botella de +vino, un cubierto de plata maciza y de anticuada forma, dos vasos de +cristal, tres platos amontonados, una torta de pan, tibio todavía, según +me dijo la complaciente señora, porque no hacía aún dos horas que había +salido del horno del corral; un queso duro, de ovejas, y cosa de medio +maquilero de nueces y avellanas.</p> + +<p>Entre tanto, no cesaba de hablarme, y me hacía muchas preguntas sin +esperar en cada una de ellas a recibir mi respuesta, por entero, a la +anterior. Me preguntó, ante todo, por su pariente don Pedro Nolasco y +por su hija Mari Pepa, de la misma edad que ella, amiga íntima desde la +niñez, casi su hermana, porque como hermanas se querían... Pues ¿y Lita, +Lituca? Era un serafín aquello, más que mujer. ¡Qué guapa, qué aguda, +qué hacendosa! Si ella fuera hombre y mozo soltero, ya sabía con quién +casarse, como Lita le quisiera. ¡Y no su hermano Neluco!... ¡Cuántas +veces se lo había dicho! ¿Para qué quieres la enjundia, hombre? ¿Qué más +puedes apetecer?... Si apareáis como de molde... ¡Ah, pan frío de +satanincas!... ¡Tochu, más que tochu! Cuando Lita iba a Robacío, era la +alegría de la casa: ni canario en jaula de oro podía compararse con +ella.</p> + +<p>En éstas y otras comenzó a darme en la nariz un olor muy agradable de +fritangas, y con él entró en la sala un rapaz como de seis años, con la +jeta muy pringosa y la ropilla estropeada; después otro de igual pelaje, +pero de menos edad; enseguida otro menor que los dos; luego una +muchachuela rubia, de ojos saltones, muy enjuta de canillas y larga de +brazos; tras ella, otra rapaza morena, carrilluda, de ojos negros y +gruesas pantorrillas, la cual traía de la mano a un chiquitín muy +risueño que se tambaleaba al andar con sus patucas estevadas; y, por +último, llegó el muchacho que con su descomedida diligencia había sido +la causa de cuanto estaba sucediendo allí. Toda aquella prole, aparecida +uno a uno, a paso lento y con mirar receloso, se fue colocando en +semicírculo, muy apretado, enfrente de mí; y como no sabían qué decirme, +por más que yo les preguntaba muchas tonterías, y su madre me los iba +nombrando por orden de edades, a la vez que los reñía, y no con gran +coraje, por un descortés atrevimiento, cada cual entretenía el tiempo y +conllevaba el mal rato como mejor podía: quién pellizcándose las +narices, quién rascándose la cabeza y quién alguna parte de su cuerpo +más baja y más trasera. «Pero ¿no parece—me decía su madre en tanto—, +que gobierna Satanás a estos arrastrados? Póngalos usté de pies a cabeza +como un sol de mayo en cuanto se tiran de la cama todos los días, para +verlos como usté los ve a la media hora... y si no hay escuela como hoy, +por ser jueves, cosa es de no poder mirarlos ni aguantarlos. ¡Señor y +Padre celeste, qué criaturas!... Pero estén ellas en buena salud, que es +lo que importa, y lo demás ya se irá arreglando con el tiempo. ¿No es +verdad?... Vaya, ahora venga acá y arrímese a la mesa... y perdone la +miseriuca por la buena voluntad conque se la ofrezco a falta de cosa +mejor.»</p> + +<p>Esto lo dijo al ver entrar a la criada con una gran fuente entre manos, +conteniendo dos pares de huevos estrellados y una enormidad de lomo y de +jamón frito, con su correspondiente cerco de patatas.</p> + +<p>Hubo las porfías que eran de esperarse sobre lo poco con que me +satisfacía yo, y lo mucho que ella me ofrecía con generosa obstinación, +pensando que «lo dejaba por cortedad». Al fin transigimos tomando yo +algo más de lo que necesitaba, y repartiendo el resto hasta lo que ella +me ofrecía, entre los siete rapaces que devoraban con los ojos el +suculento agasajo humeando sobre la mesa.</p> + +<p>También vino a colación allí lo que ya empezaba yo a echar de menos en +boca de la hermana de Neluco; la tesis a que tan acostumbrado me tenían +las buenas gentes de aquellos valles: si me iba gustando la tierra de +mis mayores; la diferencia que hallaría entre aquellas soledades y las +grandezas y diversiones a que estaría avezado en Madrid... y, por +último, la lástima que sería que no tomara al valle la buena ley que él +se merecía; porque, muerto don Celso, que por muerto había que darle ya, +Tablanca se quedaba sin padre y sin sombra de amparo. ¡Y si supiera yo +bien lo que valía esa sombra en aquel pueblo, y lo que venían valiendo +otras como ella desde tiempos muy remotos! Para saberlo así, era preciso +ver lo que pasaba en otros lugares que no la tenían, como pasaba ya +también en Robacío, desgraciadamente. Allí no había unión ni paz entre +unos y otros, por culpa de cuatro mangoneadores amparados por otros +tantos «cabayerus de ayá fuera», que no se acordaban del pueblo más que +en las ocasiones de necesitar las espaldas de aquellos pobres melenos +para encaramarse en el puesto que les convenía, y pipiar a gusto las +uvas del racimo. Esto no pasaba en Tablanca, donde no se sentía una +mosca, ni tenían entrada aquellos personajes más que con su cuenta y +razón. Daba gusto aquella hermandad de unos con otros, y aquel +ayuntamiento sin deudas, y aquel vecindario sin hambre y bien vestido. +Pues toda esta ventura acabaría con don Celso, si yo no me animaba a +recoger los frenos que él soltaría de sus manos al pasar a vida mejor.</p> + +<p>Lo singular de esta tesis, tan manoseada por unos y otros, era para mí +la solemnidad y la hondura del sentimiento con que me la exponían en +todas partes. La misma hermana de Neluco, tan jocosa y tan chancera en +sus descosidos discursos, se formalizó hasta conmoverse al exponérmela. +Y éste era el lado por donde más me llamaba la atención aquel tema, que +iba, por lo demás, degenerando en manía.</p> + +<p>Con el asentimiento y las diplomáticas promesas que la costumbre me +había obligado a adoptar en casos tales, di por rematado el punto; y con +el pretexto de la prisa que tenía, terminados el almuerzo y la visita, +no sin saber antes, por la inagotable bondad de aquella incomparable +mujer, que su hermano mayor, abogado de bastante nota, estaba casado en +Valladolid, y que por eso y por ser Neluco demasiado mozo y andar +todavía de la Ceca a la Meca, se había quedado ella en las particiones +con la casa paterna; pero como si fuera de todos los hermanos, porque el +abogado bajaba a Robacío casi todos los veranos, y Neluco cada día que +le era posible.</p> + +<p>Gozaba ella que era una bendición de Dios cuando estaban todos reunidos, +chicos y grandes; y cuanto más apretados, mejor. Y apretados lo estaban +en aquellas ocasiones a menudo, porque aunque la casa era grande, como +tenían mucho laberinto de labranzas y ganados... ¡Virgen Madre, cómo le +gustaban esos trajines a su marido! Pues con gustarle tanto, de seguro +no le gustaban más que a ella...</p> + +<p>Y bien se revelaban estos gustos en toda la casa, particularmente de +escalera abajo. En el portal, desde donde se veían las puertas abiertas +de los establos, un horno con su tejadillo protector, un pozo con el +correspondiente lavadero, grandes pilas de leña y un carro de bueyes +bajo un cobertizo, olía a heno, se oían los golpes y los cencerrillos y +esquilas del ganado preso en las pesebreras, y brujuleaba de soslayo y +como a la descuidada, un copioso averío alrededor de un «garrote», en +cuyo fondo roía mi caballo, desembridado y amarrado al poste con una +soga por el pescuezo, los últimos granos del pienso de maíz con que le +había agasajado el sobrino mayor de Neluco, mientras su madre me +agasajaba a mí en la sala de arriba con huevos y con jamón. Esto se supo +por declaración del chicuelo mismo, al preguntarle yo, muy complacido, +por el autor de la ocurrencia. Alentado por el buen éxito de ella, +salióse del montón de sus hermanos, que en tropel habían bajado con su +madre detrás de mí, y en un dos por tres embridó el rocín después de +arrojar al averío las mezquinas sobras del pienso; sacó la mansa bestia +al corral, y la plantó allí, en debida forma, para que montara yo. +Abrevié la despedida cuanto pude, condensando mis expresiones de cordial +agradecimiento hasta la avaricia, por temor a los lujos verbosos de la +hermana de Neluco, que en lo más nimio hallaban causa para desbordarse; +cabalgué de prisa deslizando en la mano del chicuelo que me tenía el +estribo una moneda de plata sin que lo viera su madre, dádiva que le +llenó de asombro y de zozobra hasta enrojecerle la cara y dejarle +tambaleándose, por lo que le costó mucho trabajo abrirme la portalada; y +en cuanto la vi de par en par, pagué con una sonrisa y una sombrerada +los últimos ofrecimientos de la inagotable matrona; salí a la brañuca de +afuera oyendo las despedidas de adentro «hasta la tarde»; piqué sin +compasión al jamelgo, y tomé el camino río abajo como si me persiguieran +lobos de rabia.</p> + +<p>Creo, sin estar muy seguro de ello por no haber fijado la atención con +gran empeño en el cuadro, que por allí comienza el verdadero ensanche de +la cuenca, y el río a descansar un poco de las fatigas de su rápido +descenso, tendiéndose a la larga en buenos trechos casi llanos y bien +iluminados por el sol. Lo que sí recuerdo bien es que con la libertad +que les dan estas relativas anchuras, el río y el camino (a la izquierda +ya éste de aquél) se separan uno de otro con alguna frecuencia, aunque +sin llegar a perderse de vista por completo. Al fin y al cabo, ninguna +obligación tienen de andar juntos por todas partes; y sin duda por eso, +el camino, sin trabas ni impedimentos, como el río, que le obliguen a +descender continuamente y por determinado canal, a lo mejor se echaba +por un atajo cuesta arriba, gozándose después en saludar desde la loma +del cerro pedregoso a su arrastrado compañero, que sudaba la gota gorda +para abrirse paso en los profundos de un vallecito angosto, entre +alisales, guijarros y mimbreras.</p> + +<p>Donde se juntan otra vez los dos camaradas es hacia el final de su +viaje, por estrecharse la cuenca nuevamente, pero sin crecer gran cosa +los taludes; y ya no vuelve el río a gozar de otra llanada que la de su +sepultura, festoneada a lo largo en su margen terrestre por un camino +real que ni el Nansa ni yo vimos hasta que nos hallamos yo encima de él, +y el río estrellándose contra los estribos del puente que une las dos +orillas.</p> + +<p>Allí le di mi afectuosa despedida, mientras ahogaban con un abrazo sus +murmullos (que durante nuestra jornada de seis horas no habían cesado un +momento) las traidoras aguas salobres que le esperaban inmóviles y +cristalinas, como un espejo en que se miran las nubes del firmamento, +tendidas al sol en una vasta llanura salpicada de islotes tapizados de +verdes y olorosas junqueras. Esta pintoresca ría está separada del mar +por una barrera muy alta: un monte negro y pedregoso, rajado de alto +abajo, quedando así un boquete muy angosto donde se cuelan las aguas y +los barcos, y se ve el Cantábrico, mirando desde adentro, como un pedazo +de cielo a través de las rejas de una cárcel.</p> + +<p>Todo aquel panorama me pareció muy bello por sus líneas, por su luz y +por su color, mas a pesar de ello, ocupó mi atención breves instantes, +porque se habían largado mis ideas por muy distintos derroteros. Fue el +caso que no bien me vi sobre el camino real, se despertaron súbitamente +mis mal dormidas inclinaciones mundanas; y escapándoseme la mirada y los +pensamientos a lo largo del blanquísimo arrecife que corría paralelo a +la costa y desaparecía en la curva de un altozano, empecé a considerar.</p> + +<p>—Por ahí se va a la vida y a la libertad de las planicies soleadas, al +bullicio de las ciudades, a las damas elegantes y a los hombres bien +vestidos, a la conversación culta y amena, a los salones alfombrados, al +libro, al teatro, al periódico, al Casino, al Ateneo... ¡mientras que +por aquí!...</p> + +<p>Y volví los ojos al sendero de la montaña, y le vi trepar entre los +pedruscos y los escajos bravíos de una sierra calva; y distinguí detrás +de ella, la loma de otra sierra más alta, y por encima de ésta, otra y +sobre su cumbre la de un monte que las asombraba a todas; y así +sucesivamente, hasta perderse las últimas desvanecidas en un ambiente +brumoso y tétrico que no me dejaba percibir con claridad los dos +peldaños de aquella escalera disforme, entre los cuales se escondía la +sepultura en que, por un mal entendido sentimiento filantrópico, había +resuelto yo enterrarme vivo.</p> + +<p>Sentí de pronto alzarse dentro de mí una protesta de mi libérrimo +albedrío, y con ella la nostalgia de la ciudad; pero con una fuerza tan +nueva y tan irresistible, que, sin saber, cómo, me vi encarado otra vez +al camino real y poseído de un vehementísimo deseo, de la tentación +pueril y desatentada... de «escaparme por allí».</p> + +<p>Pasó todo esto, como vértigo que era de mi exaltada imaginación, en +pocos momentos; pero no sin dejarme huellas mortificantes en el +espíritu.</p> + +<p>Al otro lado del puente había unas casas de muy alegre aspecto: +parecióme de parador el de una de ellas, y allá me fui. Parador era, en +efecto, y taberna bastante bien surtida. Mandé dar un pienso a mi +cabalgadura y pedí unas frioleras para mí, más que por satisfacer una +necesidad que no sentía, por comprar el derecho de descansar un poco a +la sombra y en un banco, bajo techado, ya que no era posible hacerlo al +aire libre recreando los ojos en la contemplación del mar, que con estar +tan cerca de allí, no se veía más que por el negro boquerón de la ría.</p> + +<p>Era ya bien corrida la una de la tarde cuando volví a cabalgar. Repasé +el puente, y sin dirigir la vista al camino real que dejaba a mi +izquierda, comencé a desandar aguas arriba lo que había andado por la +mañana aguas abajo. Al llegar a Robacío, vi que me esperaba en la +brañuca contigua a la portalada de marras, toda la familia de la casona +aquélla, con el padre en primer término. Bien sabe Dios que hice voto +solemne en mis adentros de no echar allí pie a tierra, como no me +desmontaran a tiros. Era el cuñado de Neluco un hombre bastante gordo y +no muy alto, moreno y atezado de rostro, con anchas patillas grises, +pelo recio y poca frente. No hablaba tanto como su mujer, pero no era +menos afectuoso y hospitalario que ella. Con la disculpa (y era la pura +verdad) de que llevaba las horas muy medidas, hablé poco y me ingenié +mucho para que no hubiera modo de enredar la conversación que me +amenazaba a cada instante por el lado de la mujer de aquel buen hombre. +Estrechéle, al fin, por segunda vez la velluda mano, con los +ofrecimientos y las cortesías de costumbre, y con un «adiós» a todos los +presentes, corté los cumplidos con que me despedían, y me largué.</p> + +<p>Resuelto a que no me cogiera la noche cerrada en el camino, saqué al +pobre animal que me conducía, los ijares y hasta las asaduras a +espolazos. Por un milagro de Dios llegó vivo a casa. Pero llegó al fin, +y no tan tarde como iba yo temiéndome a medida que le veía perdiendo +fuerzas y tambaleándose por el áspero camino.</p> + +<p>Por lo que a mí toca, llegué en la misma situación de ánimo que un +estudiantillo novel a la cárcel de su colegio, después de haber pasado +largas vacaciones con su familia: jurándome a mí propio no volver a +salir de Tablanca solo y por aquel camino, para no caer nuevamente en la +mala tentación de escaparme.</p> + + + +<h2 class="top15"><a name="XIII" id="XIII"></a>XIII</h2> + + +<p>Hablando unos días después con Neluco de esta excursión, me dijo cuando +vino al caso:</p> + +<p>—Pues ahora necesita usted hacer otra, aguas arriba.</p> + +<p>Respondíle que ya la había hecho con el Cura en una ocasión bastante +reciente y de muy placentero recuerdo para mí. Replicóme que con don +Sabas sólo había visto yo lo que le convenía a él que viera para los +fines que llevaba, y yo necesitaba ver algo más, y aun estaba obligado a +ello: por ejemplo, Promisiones.</p> + +<p>—Atravesé todo el valle—respondí—, y conservo perfectamente su +aspecto general en la memoria.</p> + +<p>—No es bastante—me replicó el médico—. En ese valle hay un pueblo, +que es el principal...</p> + +<p>—Le vi también...</p> + +<p>—De lejos.</p> + +<p>—De lejos y de cerca tiene muy poco que ver.</p> + +<p>—Exacto—dijo Neluco—; pero en ese lugarejo hay una casa solariega... +la de los Gómez de Pomar, sangre de rancio abolengo que corre también +por las venas de usted.</p> + +<p>—Hombre—interrumpió aquí mi tío que estaba presente, mientras Neluco +se sonreía como si se burlara de las mismas ponderaciones que iba +haciéndome, que veas a Promisiones, bien está; que conozcas de vista la +casona de los Gómez de Pomar, pase también; pero que lo que queda allí +de esa sangre vieja valga la pena de meter su jocico en aquel estragal +un cabayeru como tú... ¡pispaju! eso sí que lo niego a pies juntos.</p> + +<p>—¡Pero si allí no queda gota de esa sangre, don Celso!—replicó Neluco.</p> + +<p>—¡Mira a quién se lo cuenta!—respondió mi tío—. Pero de allí es la +que queda... Dios sabe si en presidio.</p> + +<p>—Yo me refería a la casa solamente...</p> + +<p>—Que ni siquiera es de «ellos» ya... porque los sinvergüenzas +desaforaos, la dieron por un pellejo de vino en cuanto faltó el +baldragazas que los engendró en una osa montuna. ¡Cascajo! mala centella +los parta en dos por los riñones.</p> + +<p>—Y al fin y al postre, ¿qué viene a importarle ya esa caída a don +Marcelo? ¡Le toca tan poco del parentesco!...</p> + +<p>—Di que nada, ¡cuartajo! si te paez. ¡Los hijos de un sobrino carnal de +mi madre!...</p> + +<p>—¡Pues digo!... ni un galgo le alcanza ya... De todas maneras, si usted +no quiere...</p> + +<p>—¿Yo?... ¡A buena parte vas con el reparo!... ¡Vaya que me gusta!... +No, no, lo que es por mí...</p> + +<p>—Además, no se trata de eso sólo, que debe verse de pasada...</p> + +<p>—¿Jacia ónde?</p> + +<p>—Hacia otra parte... a otro sitio a que yo quiero llevarle... porque +esa expedición ha de hacerla don Marcelo conmigo. Necesitaremos dos +días.</p> + +<p>—¡Larga va a ser, trastajo!</p> + +<p>—No mucho; pero como debemos hacer noche allá...</p> + +<p>—Pues si pensabas guardar el secreto del parador, no me des más señas +de él, porque ya le he conocido...</p> + +<p>—Es posible... Y como ahora hay en Tablanca peste de salud para muchos +días, si don Marcelo está conforme y usted nos da su permiso...</p> + +<p>—¿Yo?... ¡pispajo! Lo que yo quiero es que mi sobrino se explaye y +entretenga a su gusto, para que no coja duda a la tierra de su padre... +Eso bien lo sabe él... y también lo sabes tú... Conque, si en ello vos +va diversión, bien hecho será, y antes con antes, por si el tiempo se +cansa de ser bueno. ¡Ojalá pudiera yo ir con vosotros, aunque no fuera +más que por dar un abrazo a ese buen amigo! Pero ¡ni salir a misa, +cuartajo!...</p> + +<p>—Ya saldrá usted, don Celso...</p> + +<p>—Sí, con los pies pa-lante el mejor día...</p> + +<p>Al subsiguiente de esta conversación emprendí la caminata con Neluco, +los dos solos y a caballo: yo en el de siempre, bien repuesto ya de sus +últimas fatigas, y él en otro rocinejo por el estilo, que era de su +propiedad y tenía la costumbre, como caballo de médico, de pararse +delante de todas las viviendas que hallaba al paso.</p> + +<p>También madrugamos aquel día, y no poco, y también nos amaneció cerca +del santuario próximo a la vadera, y también saludé a la Virgen, +siguiendo el ejemplo que me dio Neluco, rezándola una <i>Salve</i> en latín. +Es mucha la devoción que la tienen los tablanqueses y todos los +habitantes de los pueblos comarcanos; y su fiesta, en el mes de agosto, +de las más concurridas y celebradas de todas las de aquella región. La +imagen tiene una leyenda que no me habían referido ni Chisco ni don +Sabas, y conocí por Neluco mientras volvíamos a ponernos en marcha, +descendiendo hacia la vadera. En tiempos muy remotos quisieron los +tablanqueses sustituir con otra nueva y «de mejor ver» aquella misma +Virgen que les parecía muy antigua, tanto que no se conocía su origen +«en memoria de hombre». Acordada la sustitución, adquirieron la imagen +que deseaban y la colocaron en el altarcillo después de retirar de él la +antigua, a la cual enterraron con gran solemnidad, no sabiendo qué hacer +de ella ni cómo honrarla mejor. Pero cuál no sería la admiración de +aquellos piadosos montañeses al ver al día siguiente en el altar la +imagen enterrada la víspera, y vacía su sepultura, sin hallar rastro ni +huella por ninguna parte del mundo de la imagen nueva. Con este milagro +patente se hizo más extensa y fervorosa la devoción a la Virgen +resucitada, y en este grado, o muy poco menos, se ha conservado hasta la +fecha.</p> + +<p>Repitiendo el camino andado por mí en compañía de don Sabas, me pareció +haber tardado menos que con él en llegar a Promisiones; ventaja que fue +debida indudablemente a lo que me entretenía Neluco con noticias muy +curiosas sobre cada palmo de terreno que pisábamos y le eran tan +conocidos como los rincones de su casa. No los conocía menos el Cura, +seguramente; pero aunque allá se andaban los dos en el modo de sentir y +de saborear la tierra madre, eran más numerosos los «registros» del +médico, y más varia, por consiguiente, la música de su conversación.</p> + +<p>Ya en el valle, tomamos derechamente hacia el pueblo que había dado +origen a la porfía entre mi tío y Neluco. El tal pueblo, de disperso y +pobre caserío, ostentaba sobre el montículo más elevado de los varios +que forman su escabroso término, un edificio cercano a la iglesia, que +no abultaba más que él, como si hubiera querido lucir sin estorbos y +para que fueran bien vistas de todos, propios y extraños, las únicas +grandezas que posee. El edificio era del buen estilo «rico» montañés; de +sillería de grano la fachada del Sur y una parte de la del Este, lo +preciso para encuadrar en ella un balcón de púlpito con balaustrada de +hierro; el resto, mampostería sólida con muy pocos claros de ventana. En +la fachada principal, gran solana corrida de esquinal a esquinal, y +encima de ella y del balcón del Este, sendos y ostentosos escudos de +piedra de mucho relieve y rica talla; sobre todo ello, la pátina +musgosa, la herrumbre y la polilla de los años y de la incuria, y +grandes aleros de artesonado podrido con los canecillos derrengados. +Aquella casa era la solariega de los Gómez de Pomar; y bien sabe Dios la +tristeza conque la vi en estado tan deplorable, más que por simpatía de +parentesco, por impulso natural de hombre honrado y de buen gusto. +Habitábala un labrador, y de ello eran evidentes señales los montones de +estiércol, la carreta y los aperos que se veían en la corralada y en el +soportal, y el heno que asomaba por los agujeros de una de las +desvencijadas puertas de la solana, entre los elegantes cercos de +sillería. Salió de ella un buen hombre que nos vio mirarla por todas +partes; y como resultó que conocía a Neluco, nos brindó muy cortés a que +pasáramos a descansar, «si teníamos gusto en ello». El médico me pidió +mi parecer con la mirada, y con un ademán le di yo la negativa. Me +acordaba de algunos dichos de mi tío, particularmente el de haber sido +vendida «por un pellejo de vino», y la lástima de antes se fue trocando +en ira.</p> + +<p>Continuando nuestro viaje, me dio Neluco algunos informes que yo le +pedí, vivamente interesado en conocerlos después de lo que había visto +en el pueblo, en el cual no nos detuvimos más de media hora.</p> + +<p>La familia de los Gómez de Pomar nunca había sido tan rica de +propiedades y de dinero como pagada de su alcurnia, achaque muy común en +la Montaña. La bambolla de un hidalguete de aquella casta, que volvió de +México a principios del siglo pasado, labró sobre los cimientos del +solar antiguo la casa que acabamos de ver, con la mayor parte del dinero +que traía. Con el resto y las haciendas que le pertenecían en el valle y +en las inmediaciones, se empeñó en sostener el lustre de su familia, +elevándola de golpe a una altura en que jamás habían vivido sus fidalgos +antecesores. Logró su intento vanidoso, pero no sin muy considerables +mermas y quebrantos en su caudal. Al heredarle su sucesor, heredó +también una buena carga de censos y de hipotecas; y como en su no larga +vida no pudo verse aliviado del peso de esta cruz, recibióla también +sobre sus espaldas el que vino detrás de él; pero como le pesaba mucho, +antes que morir agobiado por ella, prefirió quitársela de encima a todo +trance. Y se la quitó, a expensas de lo más jugoso de su caudal. Así +salvó lo restante, que empezaba a ser enredado poco a poco en las mallas +inextricables del préstamo usurario. Era cuerdo el hombre, y ajustó las +necesidades de su casa a la medida de lo que poseía libremente para +sostenerlas. No trabajó las tierras con sus manos, pero pagó el trabajo +de otros para vivir él de sus productos; y en su casa y en las +accesorias de ella, donde siempre había reinado el silencio enervante de +la holganza y de los grandes fastidios de la vanidad infanzona, +comenzaron a oírse y a respirarse los ruidos de la actividad campesina, +el cencerro del ganado y la fragancia vivificante y regeneradora de los +frutos sazonados de la tierra. Mi abuela paterna alcanzó aquellos +tiempos, los más venturosos de la familia de los Gómez de Pomar. Su +padre era un señor a la manera de mi tío Celso: campechano y sin +retóricas, sencillo hasta la rudeza, y noble y sano de corazón. No tuvo +más que dos hijos: mi abuela y el mayorazgo. Éste resultó menos enérgico +y laborioso que su padre; se casó con una medio señora campurriana, y +tuvieron un hijo solo, y ése de pocas creces, enfermo y sin alientos +para nada. Aquí empezó a flaquear la firmeza de la hasta entonces +enhiesta medianía de la casa, mucho por la natural dejadez del padre, +algo por no pecar de hacendosa la madre, y el resto por falta de +estímulo en los dos para enmendarse en presencia de la ingénita apatía y +mortal endeblez del hijo. El cual dio en la gracia de espigar un poco, +precisamente cuando debía de haberse muerto, según los cálculos de sus +padres, fundados principalmente en los reiterados dictámenes de todos +los médicos y curanderos de cuatro leguas a la redonda. Con esto y con +morirse aquéllos mucho antes de lo que creían, el huérfano recibió el +caudal hereditario cuando menos lo pensaba, y con bastantes goteras, +casi tantas como las que tenía la casa solariega, en la que no gastaron +un maravedí en toda su vida los últimos señores de ella. En ese +particular, lo propio hizo el hijo, atento solo, en los primeros años de +su orfandad, al trabajo de reconstituirse, dándose todo el regalo que +era compatible con su hacienda, aunque comiendo ya de la «olla grande». +Como no salía de casa y se había propuesto arreglarse un completo plan +de vida dentro de ella, se casó con la criada, una lebaniega cerril, +siempre vestida de sayal y con «bocio». Tuvo de ella dos hijos como dos +oseznos de Andara, de cuya educación no se cuidó cosa maldita: lejos de +ello, les dio continuamente el mal ejemplo de su desgobierno, y muy a +menudo el de las escandalosas reyertas matrimoniales provocadas por la +lebaniega incivil, que era la estampa de la suciedad y el colmo del +despilfarro. Al fin se murieron los dos, ella de una pulmonía doble y él +de un derrame seroso, aunque fue voz corrida en el lugar que había +acabado de una borrachera de aguardiente. Todo podía ser, porque es cosa +demostrada que muy a menudo hacía méritos para ello. Los hijos, que eran +unos perdidos a los diez y seis años, cuando entraron por la ley en +libre posesión de lo heredado, ya debían más de las tres cuartas partes +de ello. Eran borrachos, corretones y pendencieros, y daban más que +hacer a la justicia en seis meses que todo el partido judicial en un +año. Lo último que les quedó fueron la casa solar y unos cercados +contiguos a ella; y como se lo tenían hipotecado a un tabernero del +valle, a cuyas expensas comían y bebían últimamente, y al vencer el +plazo de la deuda no tuvieron con qué redimirla, el tabernero se quedó +con lo hipotecado, echólos de casa tan pronto como pudo, y metió en ella +a un inquilino cargado de familia, pero que pagaba bien y cultivaba +mejor las tierras que le dio también en renta. Al hombre aquél acababa +de conocerle yo en la casa misma.</p> + +<p>—¿Y los otros?—pregunté a Neluco en cuanto dio fin a su relato—. ¿Qué +ha sido de ellos?</p> + +<p>—¿De quiénes?—preguntóme él a su vez.</p> + +<p>—De los dueños de la casa—respondí—; mejor dicho de los ex-dueños, de +los dos perdularios que se la vendieron al tabernero por un pellejo de +vino.</p> + +<p>—Pues de esos ilustres vástagos de los Gómez de Pomar no sé nada cierto +a la hora presente. Cuando se vieron en la calle, sin hogar, oficio ni +beneficio, desaparecieron de aquí, y se supo que andaban por Andalucía +buscándose el modo de vivir como el diablo les daba a entender. Al cabo +de los años, volvió uno solo, no a su pueblo, sino a ese otro que está +encalabrinado en aquella cúspide de enfrente, y al cual pienso que +llegaremos en poco más de una hora. Allí, con el prestigio que le daba +su apellido y la fanfarria que desenvolvió delante de la hija de un +hombre de bien que tenía algunas haciendas, consiguió que éste se la +cediera en matrimonio. Estableciéronse en casa aparte, y al poco tiempo +de ello apareció su hermano en el lugar, pobre y mal vestido. Acogióle +el matrimonio, como era natural. Por entonces los conocí yo siendo +estudiante todavía, durante las vacaciones de verano, en la romería de +la Virgen de las Nieves. Me parecieron de muy mala catadura, +particularmente el mayor, en cuyo semblante de torva y recelosa mirada, +lo mismo que en el resto de su persona, se veían las huellas y el +estrago de todas sus malandanzas. El otro, el menor, que era el casado, +tenía una palidez amarillenta, y unos ojillos de raposo, y una mueca de +sonrisa, y un andar de sierpe venenosa, que estaban pidiendo el banco de +crujía de una galera, y el corbacho de un cómitre desalmado. Decían los +que reparaban en ellos por conocerlos bien, que los vigilaba mucho la +Guardia civil; sería o no verdad; pero era indudable que ellos huían de +la pareja que andaba en la romería, como el diablo de la cruz. Por +aquellas calendas hicieron una visita a su tío de usted, don Celso; pero +tenía éste entonces más bríos y más agallas que hoy, y respondió a su +taimada exposición de necesidades en tales términos y en tal actitud, +que no insistieron en su petición, ni han vuelto a parecer por Tablanca. +Poco después se largaron otra vez por esos mundos a buscarse la vida, +con gran contentamiento de todo el lugar, y hasta de la pobre mujer de +uno de ellos. A principios de este otoño oí en Tablanca que había vuelto +el casado y que por aquí andaba tan sinvergüenza y haragán como siempre; +pero yo no le he visto, ni a nadie he oído hablar de él.</p> + +<p>Con estas interesantes biografías y los comentarios subsiguientes, +entretuvimos el camino, sinuoso y endemoniado, dejando por nuestra +derecha la cuenca del río que distaba ya muy poco de sus fuentes.</p> + +<p>Al fin, llegamos al pueblo, encaramado allá arriba como un nido de +águilas, y me guió Neluco a la única hospedería que había en él: un +casucho de mala muerte con un cuarto en el soportal, y en el cuarto un +tosco mostrador y su correspondiente estantería con media docena de +botellones y frascos de varios colores, algunos paquetes de cigarros y +de cajas de cerillas, y media docena de vasos de otros tantos calibres; +arrimado a la pared y sostenido por tres estacas sin labrar un tablón en +bruto, de castaño abarquillado; delante y como a la mitad de este banco, +una mesa de igual materia y del mismo estilo que él; sobre la mesa, un +jarro y dos vasos medio desocupados de vino tinto, y, por último, +sentados en el banco y con la mesa delante, dos hombres en los cuales ni +el médico ni yo nos fijamos gran cosa por de pronto. Después, y mientras +hablábamos con el tabernero, Neluco, que los tenía enfrente, me dio con +el codo y me advirtió con la mirada que reparara en ellos. Hícelo con +atención y vi que los dos tenían muy distinto pelaje del acostumbrado y +corriente entre los aldeanos de aquellas comarcas: ofrecían todo el +aspecto de los vagabundos famélicos de las ciudades; ambos llevaban la +barba gris a medio crecer, y el ropaje obscuro y mugriento, con muy +pocas señales de camisa. En el uno creí ver, o más bien recordar, rasgos +de la pintura que me había hecho Neluco del Gómez de Pomar casado en +aquel mismo pueblo. Las señas del otro no coincidían en nada con las que +yo conocía del hermano soltero. Era todavía más innoble su cara que la +de éste y más repulsivo el conjunto de su persona: tenía un chirlo en la +nariz, que se la dividía casi por mitad, y un ojo medio borrado.</p> + +<p>Se les conoció muy pronto que no les agradaba la insistencia con que los +mirábamos Neluco y yo; y fuera por esto o porque ya nada tenían que +hacer allí, apuraron el contenido de los correspondientes vasos, y se +largaron haciéndonos un ligero ademán de saludo, pero sin decir palabra.</p> + +<p>Entonces dejó bruscamente Neluco la materia que trataba con el ventero, +reducida a saber qué podría servirnos para tomar un tente en pie, y +comenzó a preguntarle por la casta de los dos parroquianos que acababan +de salir. Resultó, en cuanto al uno, lo que yo me presumía y Neluco daba +por indiscutible: que era el Gómez de Pomar casado allí; el otro había +venido con él en los principios de octubre, y juntos vivían y de la +misma olla comían desde entonces, como grandes y antiguos amigos que +eran, a expensas y a despecho de la pobre mujer que a duras penas tenía +lo más indispensable para que no se murieran de hambre los frutos de su +desventurado matrimonio. Su marido faltaba pocas veces del lugar, y no +pasaba ninguna noche fuera de él; las ausencias del amigo, sin ser +muchas, eran más largas: solían durar dos o tres días. Preguntado el +primero por su mujer..., y también por el alcalde, acerca de la +procedencia, oficio, ocupaciones y planes del segundo, respondía que era +un caballero perteneciente a una de las principales familias de Madrid, +arruinado con los negocios de la Bolsa; había estudiado de joven para +ingeniero de minas, y pasaba por muy entendido en ellas. Sabía, por +informes adquiridos allá con otros inteligentes, que había una +riquísima, de oro puro, en cierto sitio entre Tablanca y Promisiones; y +en busca de ella andaba cada vez que salía del lugar, mejor dicho, la +había encontrado al primer tanteo, porque eran infalibles las señas que +traía: los otros viajes que iba haciendo eran para estudiar bien los +filones y la manera de explotarlos. En cuanto acabara ese estudio que le +robaba hasta el sueño, se volvería a Madrid para dar cuenta de todo a +los capitalistas que habían de emprender las labores bajo su dirección, +asignándosele a él, para remunerar su trabajo, la mitad de las +ganancias.</p> + +<p>A pesar de estos rumbosos informes, la Guardia civil le había pedido los +papeles, igual que al último perdulario; pero como los llevaba en regla +y no se metía con nadie, ni nadie se quejaba de él y le fiaba el vecino +del lugar con quien vivía, no pasaban las cosas a más que a vigilarle de +lejos, lo mismo que a su fiador, mientras en el pueblo se cerraban las +casas al anochecer y no se dejaban, de puertas afuera, ni las gallinas +en sus «albergaderos» provisionales. En cuanto al Pomar ausente, sólo se +sabía de él, por referencias de su hermano, que andaba bien de salud y +que no tardaría en llegar, porque habría en la mina de oro empleos de +mucho lucro para los dos.</p> + +<p>¡Morrocotudos consanguíneos me había encontrado yo en aquellas alturas +de Cantabria! Tenía razón Neluco: merecían ser conocidos de cerca por mí +el solar y los solariegos. Por este lado, no me iba dando el viaje +motivos para renegar de él.</p> + +<p>Tomando el tente en pie que nos sirvió el tabernero con excelente +voluntad y poquísima limpieza, y reanimados los bríos de las +cabalgaduras con no sé qué brozas nutritivas que se hallaron en el pajar +de la taberna y en el granero de un vecino, volvimos a montar Neluco y +yo para seguir nuestro camino, del que nos faltaba todavía lo más largo +y lo peor, según el médico me dijo al cabalgar.</p> + +<p>Dejado el pueblo atrás y comenzando ya a descender la cambera por la +otra vertiente del monte, nos hallamos tope a tope con los dos +comensales de marras, que estaban tomando el sol arrimados de espaldas a +un vallado y apurando unas colillas. Entonces se trocaron los papeles en +lo tocante a miradas: con ser mucha la curiosidad con que los miramos +nosotros, fueron mucho mayores la fijeza y la intensidad de las miradas +de ellos, sobre todo las dirigidas a mí, y especialmente la de mi +consanguíneo. Ni siquiera nos honraron con el ademán cortés con el cual +se despidieron en la taberna. Verdad es también que la cara que les +pusimos nosotros no era para engendrar respuestas de cortesía. Al +cruzarme con ellos llevé instintivamente la diestra a la cintura, donde +tenía, debajo de la espesa cazadora, un revólver de seis tiros, y bien +sabe Dios que no por recelo de los hombres. Neluco, que también le +llevaba, pero en una de las pistoleras de su silla, se sonrió al +observar el movimiento y conocer mis intenciones, y me dijo:</p> + +<p>—No irán tan allá las cosas, esté usted seguro de ello. Necesitan vivir +bien con la justicia hasta llegar a sus fines, si es que tienen alguno +malo entre cejas; y si le tienen, no es de asaltar en despoblado al +primer transeúnte que se les ponga a tiro. Sin embargo, no están de más +las precauciones como las nuestras, aunque hayan sido tomadas contra las +alimañas del monte, sin acordarnos de las vilezas de cierta casta de +hombres desconocida en estos honrados valles. De todas maneras, prometo +resarcirle a usted esta tarde y esta noche, pero muy cumplidamente, con +impresiones más gratas, de los amargores que le va causando a usted en +su paladar de hombre honrado nuestra jornada hasta aquí.</p> + +<p>Pedíle a Dios que así fuera, y continuamos bajando y departiendo al +acompasado gatear de nuestras firmes cabalgaduras.</p> + + + +<h2 class="top15"><a name="XIV" id="XIV"></a>XIV</h2> + + +<p>Por dónde me iba conduciendo el empecatado mediquillo de Tablanca, me +sería imposible decirlo ni aun con el plano del terreno a la vista. +Alguna vez creí hallarme en un pedazo de senda recorrida días atrás en +compañía de don Sabas; pero sin darme tiempo para salir de dudas, dejaba +mi conductor aquel camino trillado y echaba por donde menos era de +esperarse. Su caballo era una cabra, y él una ventolera que le +arrastraba por lo más inverosímil de lo penoso y atrevido. Para aquel +diabólico centauro, todo atajo era andadero, lo mismo por los jarales de +las faldas que por los riscos de las cumbres. El caso era rodear poco y +llegar cuanto antes, según él decía, mientras dejaba yo en cuarentena la +sinceridad de su afirmación, que bien pudiera ser encubridora de antojos +irresistibles de un montañés tan castizo como Neluco. Porque es lo +cierto que no subíamos a una altura ni bajábamos a una hondonada sin que +el médico hiciera ardorosos panegíricos de lo que se veía desde arriba o +desde abajo. Para mí, quebrantado e insensible de alma y cuerpo, todo +era ya igual y de un mismo color; y hasta del vértigo de los grandes +asomos estaba curado con la frecuencia de verlos aquel día; y cuidado +que los hubo tan tremendos y de senda tan angosta, retorcida y ladeada, +que el mismo Neluco se apeó para pasarlos... tapándose la cara con el +sombrero por el lado del abismo. De bajadas «pendias», no se diga: +aquello fue despeñarse más que bajar.</p> + +<p>Cuando menos lo esperaba, me encontré en el Puerto, que me pareció menos +interesante que la primera vez, porque le veía a la inversa de entonces, +con la línea insulsa de la sierra baja por gran parte de su fondo, en +lugar de las grandiosas montañas que en esta segunda visita iban +quedando a mi espalda. También flotaban sobre él las nieblas, como en el +monte por donde habíamos subido, y también lo deploró Neluco, porque me +impedían gozar del espectáculo admirable, que tanto me había ponderado +Chisco a su modo. Pero ¿qué podía faltarme de ver en punto a panoramas, +después de los que había visto con el Cura desde muy cerca de allí? +Referíle, mientras nos internábamos en aquel escabroso desierto, lo del +oso «hecho un reguñu» encontrado allí la otra vez, según afirmación de +mi espolique. No le sorprendió el caso, porque tenía noticia de otros +semejantes. Sin embargo de lo cual, me añadió, en aquel mismo puerto +pastaban en los primeros meses del verano, y sin riesgo alguno por lo +común, muchas cabañas de ganado, hasta de los valles de la marina, y aun +me enseñó algunas chozas de vaqueros, recientemente abandonadas y que +muy pronto desaparecerían bajo la nieve. Tampoco me pareció tan larga +como la primera vez la travesía, ni tan fatigosa la contemplación +continua de su aridez, lo cual pudo consistir en que hice la entrada por +distinta «puerta» que la salida de entonces, o en el hábito adquirido ya +por mí de andar entre montañas, y muy principalmente en lo agradable de +la compañía de Neluco.</p> + +<p>Al fin traspusimos la cumbre de la sierra que limita el Puerto hacia el +Sur, y volví a contemplar la verde y extensa planicie del valle de los +tres Campóes. Con aquel espectáculo revivió mi espíritu adormilado, y +comencé a respirar con avidez el aire de la hermosa vega, como si me +hubiera faltado hasta entonces el necesario para la vida; caso que no +admiró a Neluco por lo raro cuando se le declaré, porque, por una ley +fisiológica, del peso «ideal» de las grandes moles que agobia a los +espíritus avezados a las llanuras abiertas y despejadas, participa el +organismo físico también. Bajando sin cesar nuestras cabalgaduras, que +ya no podían con el rabo, por los senderos que yo había conocido al +subir, a media bajada se salió de ellos Neluco y tomó por otro hacia la +derecha. A poco rato de andar en él, descubrimos en el extremo del valle +más arrimado a aquella estribación de la sierra y debajo de nosotros, +una gran torre señorial con un grupo de edificios agregados a ella, a +corta distancia de un pueblecillo agrupado en una frondosa rinconada del +monte.</p> + +<p>Señalando al pueblo y luego a la torre y sus accesorias, y deteniendo al +mismo tiempo su caballo, me dijo Neluco:</p> + +<p>—Aquel lugarejo es Provedaño, y aquí está el fin de nuestra jornada de +hoy.</p> + +<p>Después tendió la vista por el esplendente panorama del valle, y fue +dándome sobre él todas las noticias que me había dado Chisco, y otras +muchas más. Convino conmigo en que sin dejar de ser montañés todo el +conjunto del paisaje, tenía impreso ya en sus líneas y en sus tonos el +influjo de sus vecindades castellanas, y continuamos bajando.</p> + +<p>Cuando acabamos de bajar al valle, yo no me satisfacía con esparcir la +vista sobre él, ni con aspirar la fragancia de sus praderas +aterciopeladas: me hubiera revolcado en ellas de buena gana como una +bestia; y como una bestia envidiaba a las que andaban libres y paciendo +por allí. Consulté con Neluco esta bestial ocurrencia, y la celebramos +los dos con grandes risotadas; pero así y todo, no faltaron un par de +razones, fisiológicas también, apuntadas por el médico y discutidas por +ambos, para explicar el antojo muy «racionalmente».</p> + +<p>Resistiéndose todavía Neluco a ampliar los escasos informes que me había +dado por el camino sobre la persona a quien íbamos a visitar, anduvimos +por lo llano un corto trecho, y llegamos, no a la torre, sino a la +trasera de un cuerpo del edificio que se unía a ella por el muro de una +portalada. Entre esta fachada del edificio y nosotros se interponía otro +muro más bajo que la amparaba en toda su longitud, y por encima de este +muro se veía un carro de bueyes arrimado al edificio y paralelo a él; en +el carro había una carga de heno «verde», según mi modo de ver, y según +el más autorizado de Neluco, de retoño «seco»; y sobre la carga, un +hombre de alta estatura que lanzaba con impetuoso brío grandes +«horconadas» de ella a un boquerón de la pared, donde las recogía otra +persona y las conducía más adentro. Nada de particular tenía todo esto; +pero sí lo tuvo, y mucho para mí, lo que sucedió enseguida; y fue que, +vuelto de repente hacia nosotros el hombre que descargaba el carro, y +mientras nos miraba frunciendo mucho los ojos, apoyándose gallardamente +en el horcón clavado por sus puntas en el heno, observé que Neluco se +descubría delante de él y le saludaba con el nombre del caballero a +quien íbamos a visitar. Descubríme entonces yo también, lleno de +extrañeza, y nos apeamos los dos, casi al mismo tiempo que el +descargador del heno saltaba del carro abajo, muy diligente y airoso, +por la rabera.</p> + +<p>Representaba cincuenta años, bien corridos; tenía buen color, la cabeza +muy poblada de pelo alborotado y recio, la cara pequeña y enjuta, y aún +parecía más chica de lo que era, por lo espeso de la barba que le +ocupaba la mitad; la barba y el pelo, empezando a encanecer; la frente +ancha, y destacado el entrecejo; la nariz curva, y la mirada de sus +ojuelos verdes, firme y escrutadora; cara, en fin, cervantesca y un +tanto «aquijotada». Daba grandes pasos con sus largas piernas al +dirigirse a nosotros que le salimos al encuentro, y balanceaba el +cuerpo, nervudo y cenceño y algo inclinado hacia adelante, al compás de +las zancadas; vestía un traje modesto de paño obscuro, fuerte y barato, +y calzaba abarcas de tarugos.</p> + +<p>Conoció al mediquillo de Tablanca y le abrazó muy regocijado y cariñoso; +a mí me saludó con la cortesía y los ademanes de un gran señor, de los +exquisitamente educados; porque los hay de ellos sin pizca de educación. +Cuando supo quién era yo, por boca de Neluco, estrechó con efusión mi +mano entre las suyas, que me parecieron, por lo fuertes y aun por la +aspereza de sus palmas, mejor que de carne y hueso, del roble secular de +aquellos erguidos montes.</p> + +<p>Con voz de escaso timbre y algo desafinada, como la de todos los sordos, +pues lo era él y más que en grado de «teniente», me dijo:</p> + +<p>—No le pido a usted perdón por los hábitos y ocupaciones en que me +encuentra, porque si tuviera a mengua emplearme tan a menudo como me +empleo en estas rudas labores, no me empleara. No me dan ellas todo el +pan que me nutre el cuerpo, pero me ayudan a conservarle; y como a la +par que convenientes, me son muy agradables y las tengo por honrosas, ¿a +qué acusarme de ellas como de un pecado contra los timbres de mi linaje?</p> + +<p>Al saber después que íbamos con propósito de pasar allí la noche, +volvióse rápidamente hacia Neluco y le dijo con afable sonrisa:</p> + +<p>—Pues de ese modo, y ya que conoces bien la casa, encárgate tú de hacer +los honores de ella a este caballero, mientras yo doy aquí abajo algunas +disposiciones que son necesarias para quedar enteramente a la de +ustedes. Entren, pues; suban, pidan y tomen cuanto apetezcan de lo que +haya.</p> + +<p>Con esto me empujó suavemente hacia la torre; cogió enseguida los dos +jamelgos por los bridones, y los arrastró materialmente hacia la +portilla por donde había salido del cercado, mientras llamaba con toda +su voz al sirviente que debía encargarse de ellos.</p> + +<p>Guióme Neluco y seguíle yo: estaba abierta la portalada, embutida entre +la torre y un extremo de los edificios que forman dos lados de la +espaciosa corralada en que entramos, cerrándola por el otro lado un muro +que une otra esquina de la torre con la fachada frontera de la escuadra +de edificios. Estos eran tres, aunque en una sola pieza y de una misma +altura, y de distinta época cada uno de ellos; pero todos más modernos +que la torre, particularmente el principal. No era esta casa tan +ostentosa como la de los Pomares de Promisiones; pero sí tan «bien +nacida», y desde luego más rancia de linaje. Buena huerta y grandes +cercados en las inmediaciones de la corralada. Lo más notable de todo +ello fue para mí la torre, de la que daban dos fachadas al corral, en +una de las cuales, y no en su centro, estaba la puerta de ingreso a +ella, baja y angosta y reforzada con enormes clavos y grandes barrotes +de hierro mohoso. Tenía cuatro pisos y terminaba en un gracioso parapeto +con gárgolas de piedra para desagüe del tejadillo apuntado. Parecióme +una construcción de venerable antigüedad, y no me equivoqué en el +supuesto.</p> + +<p>Después de dar un vistazo general a todos aquellos característicos +accesorios, cuadras y gallineros inclusive, de la mansión del caballero +a quien íbamos a visitar, y siempre bajo la dirección de Neluco, seguíle +yo estragal adentro y escalera arriba, y así llegamos a la pieza que +podía llamarse estrado o salón de recibir, amplia, con luces a un gran +balcón de hierro, de viguetería descubierta y suelo de recias tablas de +castaño. Colgaban de las paredes algunos retratos viejos, de familia, +por orden de antigüedad, desde la cota de malla hasta la peluca y las +chorreras; dos grandes cornucopias de talla dorada, semejantes a las que +había en mi habitación de la casona de Tablanca, y un San Jerónimo +penitente, muy estropeado. Los muebles no guardaban estilo ni orden ni +concierto, y en cada uno de ellos y en el conjunto de lo que contenía +todo el salón, y en el salón mismo, se echaba muy de menos la huella de +la hábil mano de la «señora de su casa», que faltaba en aquélla por no +haberla necesitado aún su dueño para arrojar la cruz de su soledad, que +no debía pesarle mucho. De seguro que no hubiera consentido esa señora +rimeros de libracos viejos y apolillados sobre el sofá de damasco rojo, +ni un banco de roble tallado entre dos sillas de <i>reps</i> verde, ni dos +pedruscos célticos y una escombrera de cascotes romanos encima del banco +de roble y de la consola de nogal, no obstante ser los unos y los otros +buena presa del solariego en sus incesantes exploraciones arqueológicas +en aquellas comarcas y sus aledaños; ni una escopeta detrás de la puerta +del balcón, ni una colodra colgada de un retrato. También hubiera +hallado la señora ausente mucho que ordenar, o siquiera que despolvorear +y aun que barrer, en la pieza inmediata, que era el despacho o cuarto de +estudio del señor. Porque ¡válgame el de los cielos! ¡Cómo estaba +también de libros fuera de sus estantes, y de resmas de periódicos, y de +fajos de papeles, y de montones de revistas, y de huesos fósiles, y de +candilejas y «escudillas» romanas, y de bronces herrumbrosos, y de +ejemplares de panojas de muchas castas, en las sillas, por los suelos, +en la mesa de escribir y creo que hasta en el aire!</p> + +<p>Andando en estas investigaciones, se nos presentó una mujer más que +cincuentona, limpia y afable, a preguntarnos qué queríamos tomar +mientras llegaba la hora de la cena, que en aquella casa era la de las +ocho; porque barruntaba que debíamos de venir desfallecidos... Dímosle +las gracias, asegurándola que de ningún alimento necesitábamos hasta la +hora de cenar, y volvió a dejarnos solos.</p> + +<p>Todavía se negaba Neluco a suministrarme las noticias que yo le pedía +sobre el modo de ser de aquel caballero de tan extrañas y llamativas +prendas, porque prefería que fuera él mismo dándoseme a conocer... y +«después hablaríamos». Por de pronto, leyendo los rótulos de algunos +libros de los estantes, sacó el médico uno de ellos y le puso en mis +manos.</p> + +<p>—Esta es obra suya—me dijo al mismo tiempo—, recientemente impresa +por la Real Academia Española después de haberla premiado en público +certamen.</p> + +<p>Titulábase: <i>Ensayo histórico, etimológico y filológico sobre los +apellidos castellanos desde el siglo X hasta nuestra edad</i>.</p> + +<p>—Y esta otra—añadió Neluco, mientras yo leía el índice de la primera, +mostrándome el rótulo de otro libro—: <i>Noticia histórica de las +behetrías, primitivas libertades Castellanas...</i> Este libro es un +asombro de erudición y de ingenio, y es muy de admirar por el +«montañesismo» que respira, y el tradicionalismo «científico» y +patriarcalmente democrático en que está inspirado. Demuéstrase en él, +entre otras cosas, por las leyes del Concejo, la antigua y suma +importancia de la ganadería en la Montaña. Y ésta más, <i>Los Eddas</i>, +traducción del poema de este nombre, algo como la <i>Iliada</i> de los +suecos: es empresa de los albores literarios de nuestro amigo. Después, +en cada periódico y en cada revista de los que andan desparramados por +aquí, hay algún trabajo de erudición o de crítica, y todos ellos +enderezados al bien y a la mayor gloria de la provincia, que la tiene +muy señalada en contarle a él entre sus hijos, y particularmente de la +comarca en que nació, vive y desea morir... ¿Ve usted?... <i>Los +Garcilasos</i>... admirable serie biográfica de esta dinastía de guerreros +y de poetas de entronque montañés... Veamos qué rollo es éste... tire +usted hacia allá, porque no va a caber en la mesa... Un plano hecho y +firmado por él, y bien recientemente. Ya tenía yo alguna noticia de este +trabajo estupendo. <i>Proyecto de encauce y riegos del Híjar desde Riaño a +Reinosa...</i> Parece la obra de un consumado ingeniero... Pues de seguro +tiene este cartapacio lleno de apuntes de trabajos en preparación. ¿No +lo dije?... <i>La parte de los navegantes montañeses en el descubrimiento +de América... Biografía del célebre poeta dramático D. Pedro Calderón de +la Barca... Juan de la Cosa...</i></p> + +<p>—Me consta que tiene dos novelas y una leyenda inédita porque he visto +los manuscritos, históricas y montañesas también... De su estilo +gallardo, brioso, castellano limpio, neto como la sangre que corre por +sus venas; de su modo de ver y de sentir la tierra madre y de cantar su +hermosura, ya se irá usted enterando cuando le admire en sus escritos... +Pero ¡canario! permítame usted que le diga con esta franqueza que debe +de haber entre hombres formales como nosotros, que no tiene usted perdón +de Dios al obligarme a mí a que le entere de estas cosas que debieran +serle muy conocidas, siquiera por lo que tiene de montañesa su sangre, +ya que no (aunque esto debiera bastar) por ser toda ella española.</p> + +<p>Tenía razón Neluco, y así se lo confesé con la mayor frescura. ¡Ah, pues +si él hubiera sabido hasta dónde llegaba mi ignorancia en esos +particulares!... ¡que toda mi erudición bibliográfica española cabía +holgadamente en un papel de cigarro! Fuera de los escritores de Madrid, +no conocía uno solo, ni de nombre. Por fortuna, no insistió Neluco en el +tema; que si insiste, canto de plano. Y ¿a qué negarlo, si era la pura +verdad y yo, hasta entonces, no me había avergonzado de ella?</p> + +<p>En éstas y otras, como ya anochecía y andábamos casi a tientas entre los +papelotes del despacho, volvimos al salón, precisamente al mismo tiempo +que entraba en él el señor de la casa, con un quinqué encendido en la +mano. Nos pidió perdón por la tardanza después de darnos las buenas +noches, y continuó andando hacia su despacho en cuya mesa puso el +quinqué. Retrocedimos tras él nosotros... y ¡nueva sorpresa para mí! El +rústico descargador de yerba había sustituido los burdos ropajes del +oficio con una levita cerrada y todos los accesorios correspondientes a +esa prenda de sempiterna distinción, incluso el aliño, muy esmerado, de +la barba y del cabello. Más que un señor de aldea con resabios de +labriego, me pareció entonces aquel singular campurriano un personaje de +corte, un ministro, o cosa así, que se disponía a dar audiencia. Tan +bien le sentaba la levita, y tan aseñorados eran sus modales.</p> + +<p>Como al andar enfrascado en estas reflexiones le mirara yo de arriba +abajo con mal disimulada curiosidad, notóla él y me dijo sonriéndose:</p> + +<p>—No crea usted, amigo mío, que me he vestido estos atalajes señoriles +para que se vea que los tengo. No llegan a tanto mis flaquezas de +infanzón sin privilegios. Neluco lo sabe bien. Pero me gusta dar a cada +cual lo que merece, y no tengo todavía bastante franqueza con usted, que +es caballero y hombre de mundo, para recibirle en mi casa, por primera +vez, vestido de carretero. Va, pues, con usted, como ha ido antes con +otros, este ceremonial; y no me lo agradezca, porque es deuda de +homenaje que le rindo muy gustoso.</p> + +<p>La verdad es que no hallé en mi repertorio de frases hechas y aceptadas +en la«buena sociedad» para «cumplir» en lances tales, un par de ellas +que entonaran debidamente con aquel modelo de hidalga cortesía, y que me +despaché de mala manera con cuatro vulgaridades ramplonas, mal +hilvanadas y entre dientes. Enseguida empezó lo que pudiera llamarse, en +estilo parlamentario, la sesión.</p> + +<p>Recién llegado por primera vez a la Montaña, oriundo de ella y vástago +de una familia conocidísima del señor aquél, evidente era que había de +ser yo la materia prima de la conversación que se entablara allí. Y eso +sucedió. Respondiendo a sus discretas preguntas, fui entregándole, con +el pasaporte, toda mi hoja de servicios y merecimientos, que, en Dios y +en mi ánima lo juro, nunca me parecieron menos ni más dignos de ser +desconocidos; y eso que sólo declaré los más indispensables. Algo saqué +en limpio, sin embargo, y de mi gusto, de la ingrata tarea, y fue el +conocer, a mi vez, algunos antecedentes de la vida y milagros de mi +respetable huésped; entre otros, que después de terminada su carrera de +abogado, había sido, durante algunos años, periodista en Madrid a la +manera de entonces, tan diferente de la de ahora, discutiendo y +exponiendo mucho y batallando poco; gallardías de torneo más que guerra +implacable de pasiones; y que había vivido largo tiempo en varias +provincias de España, unas veces por gusto y otras desempeñando, cargos +públicos importantes.</p> + +<p>Tras éstas y otras análogas materias, vinimos al caso concreto de mi +llegada a la Montaña y sus motivos.</p> + +<p>¡Ah, qué atinado, qué elocuente y qué «hondo» estuvo en este particular +aquel caballero! ¡Qué bien conocía a mi tío, qué magistralmente me le +pintaba, y cuán sinceramente deploraba su estado de salud después de +haber oído de boca de Neluco su irrevocable sentencia de muerte!</p> + +<p>—No sabe Tablanca lo que pierde en él—nos dijo—, ni lo sabrán los +valles circunvecinos, que tan poco se pagan hoy de su raro ejemplo y de +su obra admirable.</p> + +<p>Pues sobre esta obra, ¡qué cosas me dijo también! En su concepto, sólo +podían estimarla los hombres esforzados que se pasaban la vida +consagrados al mismo generoso empeño sin lograr fruto alguno. ¿No tenían +todos los terrenos los mismos elementos de fertilidad? ¿Había +diferencias de consideración entre semillas que parecían idénticas? +¿Dependían los frutos de la manera de sembrar?</p> + +<p>Él no sabía a qué atenerse en vista de lo que le iba enseñando la propia +observación en muchos ejemplos que había estudiado muy de cerca. A veces +veía un mal común y relativamente nuevo, que le parecía la causa mediata +de que se estrellaran en el fracaso los más heroicos y desinteresados +intentos; pero ¿por qué no se habían estrellado los de don Celso en el +mismo escollo? Es verdad que don Celso había recibido de algunos +antepasados suyos bien dispuesto y preparado el campo para su labor +benéfica; pero también se había dado este caso en otras partes, y, sin +embargo, el mal nuevo había logrado triunfar en ellas. Pertenecía don +Celso a una casta de hombres, muy contados, que poseen, como un don de +Dios, el instinto de ver el lado práctico de todas las cosas, y la +virtud de imponerse, sin aparatos retóricos ni artificios teatrales, a +las muchedumbres más indóciles, y de arrastrarlas hasta los últimos +extremos de lo heroico. De esta madera habían sido los grandes guerreros +y los ciudadanos más insignes. ¿Estaría el mérito de su cosecha en éste +su modo de sembrar? De todas maneras, la obra de mi tío debía de vivir +eternamente, como la de otros muchos bienhechores de su índole generosa.</p> + +<p>Y por aquí vino, por sus pasos contados, lo que estaba yo viendo venir +rato hacía.</p> + +<p>—Es usted joven—llegó a decirme—, hecho y amoldado a la vida muelle y +regalona de las grandes ciudades, y extraño enteramente, menos por su +sangre, a este mundo en pequeño que rebulle y se agita entre los +repliegues sombríos de estas comarcas grandiosas. ¡Qué +lástima—añadió—, que todo esto junto sea un obstáculo, aunque no +invencible, para que la labor de don Celso en Tablanca tenga en usted un +apasionado continuador! Porque si usted no lo es, ¿quién va a serlo ya?</p> + +<p>Eludiendo una respuesta categórica a esta insinuación tan terminante, +despachéme con un «¿quién sabe?» medio en broma, y esta pregunta que +debía de alejar más de su tema al caballero:</p> + +<p>—Y en estas comarcas, ¿cómo andan esas cosas?</p> + +<p>—¡Oh!—me respondió en el acto, con un ademán que valía tanto como +decir «no hablemos de eso»—. Por acá quisiera yo ver a don Celso... +aunque ¡vaya usted a saber!... Lo que puedo afirmarle es que yo, con la +pluma, con la palabra, con el ejemplo, de día, de noche, no he cesado de +cumplir con mi deber: a eso he vuelto aquí, a eso consagro todo mi +tiempo, en eso gasto mi salud y mi corto caudal... todo menos mi +perseverancia, que es indestructible... pero como si sembrara en una +peña; porque el mal nuevo arraigó muy hondamente aquí, o yo no me doy +buen arte para extirparle.</p> + +<p>Seguidamente, y como para orientarme a su gusto en el terreno de que se +trataba, comenzó a hablarme, como si lo fuera leyendo en un libro (tales +eran la abundancia, la claridad y el método de lo que me exponía), de la +organización patriarcal de aquellos pueblos desde las primeras +«Hermandades» que se formaron en el siglo XI simultáneamente con las +Cruzadas, desenvolviendo a mis ojos el cuadro vastísimo de la historia +desde entonces acá, en rasgos tan breves como vigorosos y expresivos, y +enlazando con los hechos más culminantes de ella y más gloriosos, los de +aquella humilde raza de obscuros montañeses. ¡Oh! yo, que sólo los +conocía vagamente por los ditirambos pomposos de mi padre en sus +exaltaciones solariegas, ¡cuánto aprendí aquella noche, y con qué gusto, +acerca de las interesantes vicisitudes por que ha pasado aquel esquivo +rincón del mundo, aquella región cantábrica tan ignorada de extraños y +aun de propios! Entonces comprendí lo que valían los libros y las +investigaciones arqueológicas de aquel hombre, destinados a reivindicar +para su «patria chica» las glorias que se le negaban en la grande, +sacándolas del polvo de los archivos y debajo de las costras de la +tierra.</p> + +<p>Llegados por caminos tan placenteros al prosaico terreno del día +presente y a tratar de nuestro punto de partida, del llamado por él «mal +nuevo» en aquéllas y otras comarcas rurales, díjonos, interrumpiendo lo +que yo había comenzado a exponer y como salvedad que conceptuaba +necesaria:</p> + +<p>—Debo advertir a ustedes que, aunque lo parezco en ocasiones, no soy, +ni a cien leguas, un apasionado ciego de todo lo pasado. Creo, porque a +la vista está, que las cosas se van modificando a medida que corre el +tiempo, y lo del refrán castellano que «a otros tiempos, otras +costumbres y otras leyes»; pero quiero, sin dejar por eso de ser hombre +del día, antes al contrario, por lo mismo que lo soy, que esas +modificaciones de las costumbres y de las leyes se deriven por su propio +peso, digámoslo así, de la naturaleza de las cosas mismas; que las leyes +se acomoden al modo de ser de los pueblos, no los pueblos a las leyes de +otra parte porque en ella den buenos frutos. No todos los terrenos son +iguales para recibir una buena semilla, como ya decíamos antes +circunscribiéndonos a la pequeñez de estas comarcas agrestes; quiero, en +fin, que lo que se ha promulgado por bueno y en la aplicación ha +resultado malo, se modifique siquiera, para evitar nuevos desastres. Y +con esta salvedad, continúo diciendo que en la imposibilidad de que +males de tan hondas raíces se extirpen con el trabajo aislado de los +hombres de buena voluntad, yo le diría al Estado desde aquí: «Tómate, en +el concepto que más te plazca, lo que en buena y estricta justicia te +debemos de nuestra pobreza para levantar las cargas comunes de la +patria; pero déjanos lo demás para hacer de ello lo que mejor nos +parezca; déjanos nuestros bienes comunales, nuestras sabias ordenanzas, +nuestros tradicionales y libres concejos; en fin (y diciéndolo a la moda +del día), nuestra autonomía municipal, y Cristo con todos.» Si de esta +manera no se logra el fin que yo busco y ha logrado don Celso en su +valle, le andaríamos muy cerca. Pero ¿cómo ha de dársenos eso si ha de +vivir el desastrado sistema que nos rige y del cual reniegan ya sus más +fervorosos admiradores? O mejor dicho, ¿cómo han de vivir sin el amparo +de él, tal como está, los hombres que hoy se usan y nos gobiernan? ¿Cómo +han de ser amos y señores de vidas y caudales si no tienen en sus manos +todos los hilos por los cuales se conduce hasta los más escondidos +rincones de la nación la voluntad, la amenaza y el zarpazo de la +verdadera tiranía, mil veces peor que la muerte?... Y punto y aparte, +porque si continúo por donde voy, pierdo los estribos.</p> + +<p>Neluco y yo, que le habíamos oído embelesados, le aplaudimos de muy +buena gana, sobre todo Neluco, que era un cantabrazo como una loma; y +como la sesión había sido larga y entró la mujer de antes a prevenirnos +que estaba la cena dispuesta y a preguntar a su amo si la servía porque +habían dado ya las ocho en el reló de «allá atrás», decidimos al punto +afirmativamente Neluco y yo, por cortés delegación de aquél; apoderóse +de la luz la sirvienta; salió del despacho delante de nosotros, y la +seguimos los tres al comedor, que era otro salón bastante destartalado y +muy frío, situado al Norte de la casa.</p> + + + +<h2 class="top15"><a name="XV" id="XV"></a>XV</h2> + + +<p>La cena no fue muy variada, pero abundante y sabrosa. Allí todo +participaba del carácter sano y austero del señor de la torre. Carne y +leche en dos o tres formas, y algún fruto de la tierra. Poco más o +menos, como en casa de mi tío. Pero la amenidad que le faltaba a la cena +por su propia sencillez, la hallábamos Neluco y yo bien cumplida en la +palabra de nuestro noble anfitrión. Aquel hombre era un pozo lleno, +rebosando de saber, y en cuanto desplegaba los labios saltaban los +chorros de ello. Tenía el suelo patrio embebido en la masa de la sangre, +y por donde quiera que andaba con sus imaginaciones y sus discursos, iba +a parar a él, y de él hablaba hasta con la lengua extraña de los poetas +o de los historiadores o de los geógrafos de la antigüedad que le habían +traído a cuento en sus estrofas o en sus libros inmortales. Y en esta +tarea empeñado, tenía a veces inesperadas y súbitas salidas de su +carril, aunque no del campo de sus disertaciones, verdaderamente +geniales. Había demostrado, verbigracia, en un hermoso período, cómo la +región montañesa del Norte de España fue poblada por los griegos antes +que por los fenicios, con textos de Mela y de Strabón, según los cuales +estos historiadores hallaron costumbres griegas en la Cantabria +independiente hasta el tiempo de Augusto, añadiendo una larga lista de +otras que aún se conservan hoy en aquellos valles, como el cantar de +bodas, traducción, y quizás música, de los epitalamios griegos, y las +lamentaciones por los difuntos, y saltó de pronto con la declaración +terminante de que la famosa «Jota» que no solamente se canta en Aragón y +Valencia, sino en Navarra y más arriba, hasta el nacimiento del Ebro en +aquel valle de Campóo, era más española que africana (¡nunca había +soñado yo que pudiera existir esa duda!). Y enseguida vinieron las +probanzas originalísimas.</p> + +<p>—Además—recuerdo que añadió—, conservamos en la Montaña el baile +guerrero de hombres solos, semejante al zorcico vascongado y a la «danza +prima» de Asturias, hijos todos de los bailes celtas y celtibéricos con +que en las noches de luna llena se celebraba a un solo Dios vagamente +conocido.</p> + +<p>Yo no sé si todo esto era creíble al pie de la letra y fundamento sólido +para su tesis; pero desde luego era simpático como chispazo escapado del +martilleo sobre la principal, harto más seria y demostrable.</p> + +<p>Salieron a plaza también mis excursiones y entretenimientos desde que +había llegado de Madrid. Díjele por dónde había andado y la cumbre más +alta a que había subido en compañía de don Sabas.</p> + +<p>—Bien elegido estuvo el observatorio—me respondió—, aunque los +conozco mejores todavía, como los conocerá don Sabas, si bien no tan a +la mano como ése, que es lo suficiente para admirar la Naturaleza en uno +de sus aspectos más esplendentes un novicio en esas cosas. Desde ese +observatorio—prosiguió entusiasmándose—, tendría usted a la espalda +las rocas siempre nevadas en que vive a sus anchas la gamuza; más abajo +el verde obscuro de los robledales junto al claro de las hayas... en +fin, el oasis lebaniense donde la vid y el olivo vegetan como en +Andalucía, como en Rioja y Aragón, cuyas cumbres pudo divisar por el +otro lado siguiendo la ondulante marcha del Ebro. Mirando al Norte, +columbraría nuestro mar, nuestro Cantábrico tremebundo; y al Mediodía, +la inmensa planicie de Castilla la Vieja. ¡Hermosa cátedra para una +lección de Historia Montañesa!... Aunque lejos, se distingue también la +roca tajada que permite cerrar con una portilla el puerto de Aliba y el +despeñadero en que vino a concluir la oleada mahometana rechazada en +Covadonga; al Este, después de Reinosa y de la pantanosa llanura de la +Vilga, una montaña bruscamente cortada como por la mano de un titán, +dejando aislada una puntiaguda cumbre: aquél es el «Cuerno de Bezana», y +a su mismo pie hay otras dos maravillas naturales: la cueva de +Sotos-Cueva, cuyo fin nadie ha tocado, porque probablemente acaba en +maravilla mayor: un lago subterráneo donde se sumen las aguas de todo +aquel valle. Allí hubo otra batalla como la de Covadonga y en aquel +mismo siglo, aunque no fue tan celebrada porque fueron vencedores los +moros cordobeses. Al pie de otra sierra que se desprende hacia el Sur y +vuelve al Este encadenando al Ebro, está Brañosera, y poco más abajo +Aguilar de Campóo, la manida de osos y el nido de águilas, principio de +otro raudal de hombres no menos fieros, que después de asolar, al mando +de Alfonso I, los campos góticos fueron repoblándolos lentamente de +castellanos. En fin, para acabar pronto este bosquejo del gran cuadro +que sólo puede apreciarse desde aquel punto de vista, si quiso usted +recrear la suya en la contemplación de otra belleza más que las +naturales, también la hallaría debida a las manos del hombre: vería +cruzar su espíritu de fuego tajando el cerro donde estuvo Juliobriga, +horadando montañas como el rayo; y siguiendo con la vista su penacho de +humo que ondula y desaparece entre los valles, divisaría en la playa el +fin de su viaje, Santander. Todavía mis ojos cuentan uno por uno sus +palacios y casas principales, y descollando sobre todas, la de Dios, la +Catedral. Pues con ser muchas y grandes estas maravillas que usted vio, +aun pueden verse más y mayores. Buena ocasión de ello tiene usted ahora, +porque el observatorio está menos lejos de aquí que de Tablanca, y yo me +brindo con mucho gusto a servirle a usted de guía.</p> + +<p>Agradecí en el alma la invitación; pero me excusé de aceptarla, +fundándome en la promesa hecha a mi tío de volver a su casa al día +siguiente, y en los deberes profesionales de mi acompañante, que le +obligaban a no alejarse por mucho tiempo de su partido. En rigor de +verdad, me sentía yo muy poco tentado de lo que se me ofrecía, porque no +estaba mi cuerpo, hecho alheña, para macerado de nuevo sin otro +estimulante más enérgico que el de ver un panorama algo más extenso que +el que ya había visto.</p> + +<p>—Como, usted guste—me respondió el obsequioso caballero—, y lo que +más grato y cómodo le sea.</p> + +<p>Hablando del camino que habíamos llevado hasta allí desde Tablanca, no +podía omitirse lo de la casa de los Gómez de Pomar, ni lo del encuentro +con uno de ellos en el pueblo de más arriba. A todo este relato prestó +grandísima atención nuestro huésped, pero sin decir una palabra durante +ni después de él.</p> + +<p>Todas sus impresiones estallaron en un gesto y un ademán en que se +transparentaban, centelleando, la repugnancia y la conmiseración.</p> + +<p>La sobremesa había durado cerca de dos horas, como nos lo hizo notar el +caballero juzgando que desearíamos descansar; y como ésta era la verdad, +aunque estábamos muy bien entretenidos a su lado, diose por terminada la +conversación, condújonos a nuestros respectivos dormitorios y encerréme +yo en el mío, contemplando la cama, de anticuada forma, pero limpia y +bien mullida, como la tentación más seductora de cuantas había sentido +desde mi salida de Tablanca al amanecer de aquel día.</p> + +<p>Caí en el lecho como un tronco derribado, dudoso, en el crepúsculo de mi +somnolencia, entre si me derribaban los quebrantos de mi fatigosa +jornada de todo el día, o el peso de la balumba de «cosas» que me había +ingerido en el cerebro adormilado la inagotable erudición del solariego. +Celtíberos, Agripa, legionarios, Augusto, cántabros, godos, mahometanos, +Guadalete, Covadonga, Don Pelayo, las Cruzadas, Sotos-Cueva, panoramas +esplendentes, campos sangrientos de batallas, rocas escarpadas, negros y +rugientes abismos, el Cantábrico, las danzas guerreras a la luz de la +luna, los lamentos por los difuntos... todo esto se movía a la vez y +rechispeaba en las oscuridades de mi cabeza; y al desacordado son de sus +estrépitos y al peso de sus feroces sacudidas, me dormí. Pero siguió la +danza de las visiones dándome tema para los delirios de mi sueño. +Aquello parecía el fin del mundo: legiones enteras de romanos +despeñándose por las laderas de los montes; masas de huestes africanas +hinchiendo los desfiladeros de Covadonga y ahogándose en la propia +sangre que corría por el fondo tenebroso de todas las barrancas; +después, huyendo despavorida de la persecución de los fieros montañeses, +otra masa, la de los sobrevivientes mahometanos, trepando Picos arriba +entre los aullidos de la tempestad, para ir a despeñarse a la vertiente +opuesta y bajar convertida en rimeros de cadáveres con las enrojecidas +aguas del Deva, hasta desaparecer entre el fiero oleaje del embravecido +mar Cantábrico, que también ayudaba a los cristianos contra los moros. +Águilas y buitres cerniéndose sobre aquellas carnicerías espantosas; +picachos desgajándose por sí propios para consumar la obra exterminadora +de los valientes mesnaderos de los señores godos de Cantabria; cuevas +sin fin, oscuras, de enormes antros, fríos y viscosos, repletos de moros +y romanos descuartizados y hediondos; bosques inextricables en que se +perdían la senda y la respiración; rocas tajadas sobre abismos +insondables; gemidos de agonía entre gritos desaforados de libertad; +valles risueños inundados de luz; danzas, cánticos y juegos en sus +praderas rozagantes, y paz y abundancia en sus hogares rústicos; +después, la nube negra cargada de rayos y pedriscos, pasando sobre ello +empujada por el soplo de los hombres malos, arrasándolo todo, haciendo +estériles los campos fecundos y trocando en odios y en guerras +implacables y continuas, el amor y la paz que antes reinaban entre sus +habitadores. Y a todo esto, en los campos de batalla, en los +desfiladeros, en las escarpadas laderas, en todas partes donde había +moros, o romanos, o gentes enemigas de la fe cristiana o de las patrias +libertades, o del común sosiego o de los fueros de la justicia, se veía, +veloz como la centella, fiero como el león, un hombre largo y enjuto, +cabalgando en un rocín de escasa talla, sin casco ni armadura, con la +cabeza descubierta y bañada en luz, el pelo revuelto y las barbas +erizadas, entrando por lo más espeso de la refriega, enristrada la +lanza.. ¡qué digo lanza! un horcón de dos puntas, y con ellas +desbaratando enemigos y lanzándolos al aire, como paja con el bieldo; +volando después, mejor que saltando, sobre los abismos, entre los +bosques, y peleando incansable e invencible hasta con las nubes cargadas +de rayos y pedriscos y con los hombres malos que las empujaban contra la +santa libertad de los pueblos y los fueros sagrados de la justicia. Y +aquel hombre incansable e invencible, ¡cosa extraña!... era el solariego +en cuya casa estaba yo pasando la noche.</p> + +<p>Toda ella me duró la pesadilla, sin un instante de reposo; y puedo +afirmarlo, porque al despertarme con la fuerza de la emoción que me +produjo la última «horconada» del caballero, dirigida contra uno de los +hombres malos que empujaban la nube negra, y resultó ser una persona de +Madrid a quien yo conocía mucho de vista y de fama, observé que entraba +la luz por el cuarterón de la ventana de mi dormitorio que había quedado +a medio cerrar al acostarme. Salté entonces de la cama para acabar de +despabilarme y de sosegar con ello el agitado espíritu, y me asomé al +cuarterón entreabierto. ¡Otra sorpresa! En el cercado inmediato estaba +el solariego con el traje basto y las abarcas de tarugos, segando a más +y mejor un retoño que parecía terciopelo salpicado de brillantes; y +detrás de él iba otro segador que por más que menudeaba las «cambadas» +en la faja de prado que le correspondía, no lograba picarle las +almadreñas. Con tal empuje y tal soltura «tiraba» el dalle el solariego. +Por los «lombíos» que había tumbados ya y la hora que marcaba mi reló, +poco más de las siete de la mañana, supuse que había comenzado la faena +a punto de amanecer.</p> + +<p>En esto llamó a la puerta de mi cuarto Neluco que iba a despertarme, +porque era largo el camino que nos aguardaba y debíamos de aprovechar de +la mañana todo lo posible para andarle. Entró, y mientras yo me aviaba, +le referí minuciosamente lo del sueño, después de haberle enseñado desde +el cuarterón al solariego en la pradera. Le interesó el relato de mi +pesadilla; pero no le sorprendió lo más mínimo ver al caballero segando +y tan de mañana, porque le tenía bien conocido y sabía que madrugaba más +que el sol.</p> + +<p>Una hora después nos desayunábamos en el comedor en compañía del +solariego, no tan elegante como por la noche pero pulcro y aseado y +mucho mejor vestido que cuando segaba. Acordóse allí que fuera nuestra +salida a media mañana, a más tardar; y para aprovechar bien el escaso +tiempo que teníamos disponible hasta entonces, se abrevió la sobremesa y +nos llevó el obsequioso huésped, acompañado de Neluco, a una solana que +dominaba bien el valle, sobre el que me dio nuevos y curiosos informes, +concluyendo por aconsejarme que no hiciera caso de los hidrólogos que +sostienen que los manantiales del Ebro son filtraciones del Híjar, +porque él mismo había estimado los niveles de ambos ríos, y resultaba +mucho más alto el del primero que el del segundo, sin contar con que las +aguas de uno y otro son de diferente color.</p> + +<p>Después me habló de la torre que se veía muy bien desde allí, y lo que +sobre ella me dijo, por convenir en todo o en gran parte a otras muchas +semejantes de la Montaña, merece los honores de no ser olvidado. El +edificio está deshabitado desde el siglo XV, y ruinoso, por +consiguiente, en particular por dentro, razón por la que me «le explicó» +el solariego desde afuera y del siguiente modo, palabra más o menos:</p> + +<p>—La disposición que tienen sus pisos (el bajo, bodega y saladero de +carnes; el principal, que parece fue salón de recibo y banquetes, y los +dos últimos que se comunican por medio de trampas al fin de cada +escalera) demuestra que ni de los domésticos se fiaban los amos. En el +último piso se hallan ventanas más altas y adornadas, con asientos de +piedra a los lados, que servirían a las castellanas y sus hijas o +criadas para ocuparse en labores de su sexo. Repare usted que no tiene +almenas, sino un parapeto o prolongación de la pared, a mayor altura que +el tejado, cuyas aguas salen al exterior por gárgolas de piedra. Y si +este parapeto servía para ofender a los que intentaran socavar los +cimientos de la torre, la disposición de su ferrada puerta, como usted +ve, no al medio, sino a un costado de esta fachada de Occidente, hace +creer que se flanqueaba la entrada por medio de un balcón saliente, de +piedra con matacanes o saeteras, situado en el centro y a la altura del +primer piso, donde ahora se ve esa ventana cuadrada, mal acomodada al +arco de salida que interiormente se conserva, y no hay en los otros dos +frentes, provistos de ventanas ojivas o treboladas, mientras el del +Norte sólo tiene las saeteras o aspilleras de todos... Vea usted sobre +la puerta un pequeño escudo: acaso es el único que se conserva de los +primitivos que se usaron, porque no tiene cimera o celada; y en la orla +de dos ríos, toscamente diseñados, se ven armas y trofeos militares, aún +más confusos, que algunos han tomado por letras desconocidas, y a otros +se les antojaron cabezas de serpientes, cuando eran ellos los que no +conocían las catapultas, escorpiones y bodoques usados como máquinas +ofensivas antes de la invención de la pólvora, ni la caldera y pendón, +insignia de los ricos-hombres o caudillos de mesnada. Estas señales y la +certidumbre de que en España no se figuraron armas de linaje hasta fines +del siglo XII, y muy poco después se introdujo la arquitectura ojival +que se nota en la puerta y ventanaje de la torre, me hace fijar su +construcción a principios del siglo XIII, tal vez por el mismo señor +cuyo castillo roquero de poco más abajo de aquí, fue derribado en pena +de alguna rebelión de las que solía promover por aquel tiempo la casa de +Lara, extendida en muchas ramas por este valle y los inmediatos, y +reprimida con mano fuerte por el Rey D. Fernando, como su nieta Isabel +la Católica extinguió los bandos de Castilla en que esta torre y otras +se hicieron notar. También es de advertir, como resto de la +independencia y tenacidad cántabras, que en estos edificios a ella +agregados, donde se notan detalles del siglo XV junto a obras del XVI y +siguientes hasta del actual, no hay ningún otro escudo que el de la +torre, ya descrito, si bien dos puertas interiores de esta casa que hizo +el Alcaide de Argüeso, cuyo castillo le chocó a usted tanto ayer, según +me han dicho, entonces condenado a muerte y salvado por la influencia de +su pariente el Duque del Infantado, tienen escudos lisos, no sé si para +ser labrados allí, aunque esto se haría mejor antes de ponerlos en su +sitio, o por haber sido picados en pena de las «Comunidades», que +siguieron y acaudillaron en este país el señor de esta casa y el de la +de Hoyos, hermano de Juan Bravo, el descabezado en Villalar... Y se +acabó la historia, porque desde entonces, amigo mío, las casas de +mayorazgo y parientes mayores de la Montaña, no tuvieron poder más que +para pleitos, o para poner una pica en Flandes, un aventurero en +América, o un voluntario como el manco insigne de Lepanto, mientras los +Grandes se disputaban, por las antecámaras o retretes de Palacio, los +virreinatos y encomiendas, o las «llaves» de su servidumbre. Pero más +comúnmente vivieron los señores montañeses retirados en sus casonas y +mayorazgos, prefiriendo ser los primeros de su aldea, a cualquier puesto +de la corte, aunque sus segundones se hicieran por su cabeza o por sus +puños, obispos y generales, o trajeran de América con qué adquirir +títulos y mujeres, de quienes, a la vuelta de pocas generaciones, se +pudiera decir lo que de los dineros del sacristán.</p> + +<p>Dicho todo esto, como quien no dice nada ni se paga mucho ni poco del +valor de lo que dice, y que a Neluco y a mí nos había cautivado bastante +más que los pedruscos mohosos de la torre, cuya importancia histórica y +arqueológica no desconocíamos, se encogió de hombros el solariego +volviendo la espalda al edificio, y enlazándonos a los dos por la +cintura con sus brazos, nos arrastró hacia el interior de la casa, +diciéndonos al propio tiempo:</p> + +<p>—Ahora, enseguidita, a prepararse para la marcha, puesto que se empeñan +ustedes en volverse hoy, porque los días son ya muy cortos y no hay +tiempo que perder.</p> + +<p>Andando así, hablé al solariego de sus obras, declarándole honradamente +que no las había leído.</p> + +<p>—No me extraña ni me duele—me contestó—, porque otros hay con más +obligación que usted de conocerlas, y ni siquiera saben que están +escritas, ni que sea yo capaz de escribir libros. Andan así las cosas, y +ya se irán arreglando de otro modo, si Dios quiere. Entre tanto, yo +tendré muy regalado gusto en ofrecérselas ahora mismo, sin comprometerle +por ello a que las lea. No pago yo con impuestos tan gravosos el favor y +la honra que me dispensan personas tan bien nacidas como usted, +hospedándose en mi casa.</p> + +<p>Mostréme, como pude y supe, agradecido a la fineza; llegamos al +despacho; diome él los libros, con la honrosa «auténtica» de su +dedicatoria autógrafa; previno el mozo las cabalgaduras en el corral; +bajamos a él los que estábamos arriba; hubo abajo las despedidas, las +congratulaciones, las protestas y los apretones de manos que fácilmente +se imaginan; montarnos, al fin, Neluco y yo; volvimos a despedirnos +desde las alturas de nuestros respectivos jamelgos; respondiónos el +caballero con reverencias y con palabras que ya no oíamos bien; +descubrímonos, por último, mientras revolvíamos los caballejos hacia la +portalada, que estaba abierta de par en par; picamos recio; salimos, y a +buen andar, me puse al costado de Neluco, que, como es de presumir, +dirigía la caminata.</p> + +<p>Pero yo no me fijé siquiera en la dirección que tomábamos, porque me +sentía repleto del señor de aquella torre, por su saber, por su bondad, +por su talento y por sus «cosas» tan singulares y tan nuevas para mí, y +no tenía otro deseo que el de verme a solas con Neluco para acosarle a +preguntas y saber más y más de todo aquello. Como si adivinara mis +deseos el mediquillo de Tablanca, en cuanto me tuvo a su lado sacó a +plaza el asunto de este modo:</p> + +<p>—Ayer le prometí a usted, por la mañana, indemnizarle con creces por la +noche de los penosos ratos que le proporcioné con el conocimiento de su +pariente Gómez de Pomar. ¿He cumplido mi promesa?</p> + +<p>—¡Oh!—le respondí—, y con mayores creces de las que usted pudo +esperar... Pero dígame usted, Neluco—añadí arrimándome más a él—, este +hombre, por sus prendas excepcionales de carácter y de saber, gozará de +un gran prestigio y merecerá el respeto de todos, no solamente en su +valle, sino en la provincia entera.</p> + +<p>Sonrióse Neluco amargamente, y me replicó:</p> + +<p>—¿Prestigio... respeto, dice usted? Pues sírvale de gobierno que ese +hombre no está en un correccional, por un milagro de Dios.</p> + +<p>Quedéme estupefacto. Observólo el médico y me dijo echándose a reír:</p> + +<p>—No vaya usted a creer que se trata de otro pájaro por el estilo del +hidalguete de Promisiones.</p> + +<p>—Me parece que con las señas que empezaba usted a darme...</p> + +<p>—Efectivamente; pero con ellas y todo (porque no las tacho ni corrijo), +ya verá usted cómo no hay motivo para que se le desvanezcan las +ilusiones que se ha forjado. Ese hombre es todo lo que usted ha visto y +mucho más que vería si continuara tratándole y observándole de cerca. +Vería usted entonces que su corazón es tan grande como su inteligencia; +que es todo él espíritu de caridad sin límites e inagotable, como el +Océano; que en actos de ella arriesga cien veces la vida, porque +abundan, desgraciadamente, las ocasiones de hacerlo durante las +inclemencias invernales en estos desamparados desfiladeros; que, +habiendo corrido el mundo y teniendo en él deudos encumbrados y +valedores poderosos, ha preferido a lo más solicitado por las vulgares +ambiciones, las estrecheces y oscuridades de su valle nativo, cuya +prosperidad es su manía; que, además de la religión divina de su fe +cristiana, inquebrantable, tiene la terrena del honor y de la Ley +justiciera e incorruptible; que es tal la integridad de su conciencia, +que si un día llegara a reconocerse delincuente y no hubiera juez que +persiguiera su delito, él se declararía juez y hasta carcelero de sí +propio; que tiene la pasión de los débiles y de los menesterosos y de +los perseguidos, el ansia inextinguible del saber y el delirio por las +glorias de su patria; que los desafueros contra el bien común le exaltan +y embravecen... y, por último, que es el hombre que usted adivinó en su +pesadilla de anoche, gastándose la vida y el patrimonio en lidiar +valerosamente, sin punto de sosiego, contra todo linaje de infieles. Con +tales condiciones de carácter, este hombre hubiera sido en los siglos +medios caballero andante o cruzado; pero le tocó nacer en estos tiempos +descoloridos y prosaicos, y sus arremetidas andantescas le resultan muy +a menudo «quijotadas», hasta por los descalabros... Porque este sol +tiene manchas también (y no lo sería si no las tuviera); y aunque estas +manchas, bien observadas, no vienen a ser otra cosa que extremadas +exaltaciones de sus grandes virtudes, al cabo son manchas, y por el lado +de las manchas solamente, le estima y justiprecia el vulgo, rey y +soberano que no entiende pizca de claro-obscuros. Y como hoy todo es +vulgo, leyes inclusive, deduzca usted por consecuencia hasta el +correccional de que le hablé antes.</p> + +<p>—No puedo deducir esto tan fácilmente como usted cree—respondí a +Neluco, porque no estaba yo conforme en que las cosas anduvieran tan mal +como él las pintaba.</p> + +<p>—Pues lo explicaré mejor con un ejemplo—replicó Neluco—. Figúrese +usted que, según declaran las leyes fundamentales del Estado, todo +ciudadano tiene la facultad de evitar la comisión de un delito, siempre +que pueda, y presuponga enseguida que nuestro hombre toma el precepto +legal al pie de la letra, y trata de cumplirle en la primera ocasión que +se le va a las manos. Ya está evitado el delito, con todas las +consecuencias naturales de una resistencia obstinada, y muy natural +también, de parte del delincuente. Pero álzase éste en queja del +«atropello», y comienzan los trámites reglamentarios, y viene la ley con +sus distingos y sutilezas casuísticas, y hete a nuestro hombre pagando +los vidrios rotos y quizás a las puertas de la cárcel, como un salteador +de caminos. Y hay casos de ello.</p> + +<p>—¿Por qué?</p> + +<p>—Pues unas veces, porque «esa es la Ley», que parece hecha de intento +para amparar delincuentes; y otras muchas, porque hacia ese lado la +empujan... aquellas nubes negras que también vio usted anoche en su +pesadilla.</p> + +<p>—No lo creo, y usted perdone.</p> + +<p>—¡Dichoso usted!</p> + +<p>—Pero ¿qué razón hay, puestos a creer en esas nubes, para que no +favorezcan a nuestro amigo y sea condenado el otro?</p> + +<p>—La razón del «mal nuevo», que también nos mencionó él anoche.</p> + +<p>—Será así; pero no lo entiendo.</p> + +<p>—Pues sigamos con el ejemplo imaginado, y supongamos que el delincuente +victorioso es un arbitrista de nota, hombre de veta soez y peor entraña, +logrero y trapisondista, pero bien redondeado de caudales. Suponiendo +esto, bien puede suponerse que este hombre es caudillo de un apretado +escuadrón de sumisos mesnaderos, que entran en las batallas que hoy se +usan como un rebaño de borregos; o que tiene arte diabólico para manejar +los cubiletes y trampantojos de esa farsa, a su completo gusto; o que si +no tiene nada de ello, sabe buscarlo por cualquier camino, y que sabe, +además, el valor que esas habilidades representan en el derecho +flamante, y la manera de negociarlas. Pues lo menos con que se pagan hoy +esos merecimientos, es una patente de corso con la que entran a saco en +cuanto abarca su extensa jurisdicción, el corsario o sus protegidos, +hasta en los alcázares de la Ley. Este es el «mal nuevo» a que aludía +nuestro amigo, que por pasarse de honrado, ya no tiene mesnadas con que +servir bajo el pendón de los modernos señores, esos que mandan en las +nubes negras que son sus delegados omnipotentes y hacen mangas y +capirotes, en propio beneficio, de las leyes sin vigor y del esquilmado +suelo de la patria. Le dije a usted en una ocasión, hablando de lo que +hoy tenían que hacer los hombres cultos y de buena voluntad en los +pueblos rurales para conseguir en ellos lo que don Celso y sus +antecesores en el suyo, que no en todas partes se lograba el mismo +fruto; que hasta había mártires de ese heroico trabajo, y que quizás +tuviera usted ocasión de conocer a alguno de ellos. Pues ya le ha +conocido usted en el señor de la torre de Provedaño. Ese hombre insigne, +con todo su saber, con todas sus virtudes, con todos sus timbres de +ilustre linaje, con todos sus sacrificios enderezados al bien y a la +gloria del suelo en que ha nacido y de la patria entera, es un mártir de +su trabajo de Sísifo incansable.</p> + +<p>No tenía yo, descuidado madrileño, juicio formado sobre esos males +nuevos y esas nubes negras, a pesar de haber soñado con la mitad de ello +la noche antes como en profecía de lo que había de pintarme Neluco al +día siguiente; pero recordando vaguedades y lugares comunes que a +propósito de tan delicada materia había leído muchas veces maquinalmente +en los periódicos u oído sin atención en conversaciones de café, y +uniéndolo todo a lo dicho por Neluco y a lo que, durante un buen rato, +continuó diciéndome todavía, y, sobre todo, por la complacencia que yo +sentía en engrandecer más y más la idea que me había formado del +caballero de la torre, acepté de buena gana todos los pareceres del +médico, y así fuimos entreteniendo la subida de la sierra, primera parte +de nuestra larga jornada. Para hacérmela aún más placentera, refirió +Neluco algunos rasgos de aquel hombre singular, y entre ellos el +siguiente, que le pintaba de pies a cabeza.</p> + +<p>En cierta ocasión se le ocurrió a un convecino suyo, que ya no era mozo, +ir a mirar un poco por el ganado que tenía en el invernal, distante de +Provedaño una jornada de medio día, a un buen andar por los altos +montes, cara al Este. El día era de diciembre. Estaba el cielo gris; +afeitaba el cierzo de puro frío, y aquella misma noche cayó una nevada +de dos palmos. Nevando desde el amanecer y helando desde que anochecía, +pasó más de media semana, y no volvía a Provedaño el hombre que había +ido al invernal, ni se conocía su paradero. Entérase del suceso el señor +de la torre, que no había salido de casa en ese mismo tiempo por no +hacer falta fuera de ella; lánzase de un brinco al corral; toma el +camino del pueblo, volando, más que pisando, sobre la espesa capa de +nieve que le tapiza y emblanquece, como al lugar como al valle entero y +como a todos los montes circunvecinos; llega, golpea con su garrote las +puertas, cerradas por miedo a la glacial intemperie; ábrense al fin una +a una; pregunta, indaga, averigua, estremécese, indígnase, amonesta, +increpa, amenaza donde no halla las voluntades a su gusto; y, por +último, endereza a garrotazos las más torcidas, hasta conseguir lo que +va buscando: media docena de hombres que le acompañen al invernal en que +debe hallarse, bloqueado por la nieve, si no muerto de hambre o devorado +por los lobos, su infeliz convecino, que, contando volver a la mañana +siguiente, no había llevado otras provisiones de boca que un pan de +cuatro libras; hace buen acopio de ellas; exhorta a los seis que le +rodean poco resueltos; anímanse y se enardecen al cabo, porque son +buenos y caritativos en el fondo; emprenden la marcha los siete monte +arriba, monte arriba; y anda, anda, anda, cuando llegan a trasponer las +cumbres de Palombera, sienten dolorido el pecho, como si el aire que +aspiran llevara consigo millones de puntas aceradas, y una torpeza y un +quebranto en las rodillas, cual si fueran losas de plomo los «barajones» +que arrastran sus pies; confórtanse un poco con un trago de aguardiente +que beben «a la riola»; y anda, anda sin cesar, a veces se ven envueltos +en remolinos de nieve cernida, desmenuzada y sutil, que les impide hasta +la respiración y que, por fortuna, pasan como una nubecilla más de las +que se ciernen y vagan errabundas sobre la montaña; el mismo señor de la +torre, de complexión de hierro y que camina siempre delante, nota que le +va faltando su indomable fortaleza; que los miembros se le entumecen, +que no puede modular una sílaba con sus labios contraídos por la +frialdad, que están yertas, insensibles sus manos amoratadas; empieza a +temer algo serio, y no por él, seguramente, y salta, brinca, se frota, +se golpea, grita y aúlla como un salvaje... todo menos vacilar y +detenerse, ni dejar un instante en reposo un músculo ni una fibra de su +cuerpo; y luego canta y se chancea mientras anda, para alentar y dar +ejemplo a los que van a sus órdenes y le siguen en el silencio absoluto, +aterrador, de aquellas alturas solitarias e inclementes. Al fin quiere +Dios que columbren el invernal, que les queden fuerzas bastantes para +llegar a él, que lleguen vivos y que encuentren adentro lo que van +buscando. El hombre está allí, pero a punto de morir de hambre y de frío +y de desconsuelo. Mientras unos le confortan un poco con bebidas y con +palabras, otros encienden una fogata que le vuelve el calor, que también +les faltaba a todos. Tras de la bebida espirituosa, el señor de la torre +va alimentando con prudencia al hambriento y aterido, que devora, más +que come, cuanto le ponen delante de la boca. Ya hay hombre; pero +alelado, taciturno y entristecido. Es preciso curar también aquella +tristeza; y manda que le cuenten algo entretenido los que sepan cuentos +o romances. Nadie de los seis sabe una palabra de esas cosas; pero el +señor de Provedaño sabe de memoria libracos enteros, y enjareta en voz +alta y resonante medio poema del <i>Mio Cid</i>. Como si callara. El hombre +no chista, ni siquiera presta atención. Hay que hacer más, y manda que +se cante al uso de la tierra; pero nadie está en voz para ello, y canta +él a grito pelado tonadas del valle nativo, y hasta el «prefacio» de la +misa del día del «Corpus», la más solemne y regorjeada del año. En esta +prueba, ya mira el hombre al cantor y muestra algún deleite en oírle. +Pues hay que echar el resto: ¡a bailar todo el mundo!... Y como nadie se +mueve, baila él como un desesperado a lo alto y a lo bajo, y después la +jota aragonesa, y, por último, un zapateado que arranca al entontecido +una exclamación de asombro y una risotada de alegría, y al caballero, ya +descuajaringado y jadeante, estas palabras que parecen, por el tono, una +maldición: «¡acabaras, hijo de una cabra!»</p> + +<p>Todos ya «en buen amor y compaña» descansan, se calientan, hablan, +comen; se acaba el día, duermen, amanece el siguiente, claro, sereno y +radiante de sol, y se vuelven los ocho a Provedaño por encima de la +nieve congelada, como si nada hubiera sucedido. Todo esto, narrado por +Neluco minuciosamente, tenía que oír.</p> + +<p>Pasados el puerto y los desfiladeros inmediatos, y rezada en la ermita +del otro lado de la vadera la <i>Salve</i> de costumbre, logré ver a la luz +del sol de media tarde, el resto del camino hasta Tablanca, por el que +siempre había pasado de noche; el cual no me pareció tan profundo ni tan +peligroso como yo le había imaginado entre tinieblas. Llegamos al fin, y +después de saber a la puerta de mi casa, por Chisco, que no había +novedad arriba, despedímonos el médico y yo «hasta luego», y continuó él +andando hacia la suya.</p> + + + +<h2 class="top15"><a name="XVI" id="XVI"></a>XVI</h2> + + +<p>No había que pensar ya en nuevas excursiones por la montaña: con la +última se habían agotado mis fuerzas y colmado la medida de mi poco +exigente curiosidad. El cuerpo y el alma me pedían reposo durante +algunos días; y después... Pero ¿habría después cosa nueva en que +distraer mis ocios interminables? ¿Volvería a encontrar interés en lo +visto y gozado ya? Y en caso afirmativo, ¿me permitirían esos lujos los +invernizos temporales que, por milagro de Dios, no se habían +desencadenado aún sobre Tablanca y sus contornos? Por de pronto, la vida +que había hecho durante aquellas dos semanas, muy corridas, de plácida y +bien soleada temperatura, no había dejado de darme frutos muy dignos de +estimación. Con mis correrías incesantes, si no logré hacerme a la +tierra tan pronto y tan completamente como esperaba mi tío y lo deseaba +yo, cuando menos mataba el tiempo de día y hallaba por la noche temas +abundantes para amenizar un poco la tertulia de la cocinona y las +conversaciones de la mesa de mi tío; comía con excelente apetito, y los +condumios de la mujer gris y de su repolluda hija me sabían a gloria; +sentíame animoso y fuerte, y me dormía como una marmota en cuanto tendía +el cuerpo sobre la cama; descuidaba mucho la lectura de los periódicos +que recibía de Madrid, y al escribir a mis amigos, ya no iban mis cartas +empapadas en el tinte melancólico de los primeros días; íbame pareciendo +más llevadera la visión incesante de los peñascos en mi derredor, y la +miserable cortedad de los horizontes no me asfixiaba; en fin, que si no +me había «hecho a todo», concebía ya la posibilidad de ello.</p> + +<p>Dígalo, si no, el ejemplo de la tertulia: al principio me era +insoportable; y cada tertuliano, nuevo para mí, que se presentaba en +ella, me parecía más zafio y más insulso que los anteriores; no hallaba +chiste en sus «humorismos» expresados en un lenguaje mutilado y +convencional, ni motivo, por lo tanto, para algunas risotadas +vergonzantes que hasta llegaban a incomodarme, como si me ofendieran; +hastiábame la simplicidad de los asuntos que más les interesaban a +ellos, y sin poderlo remediar acordábame del resobado lamento del poeta +latino desterrado en el Ponto: el bárbaro parecía yo, que a nadie +entendía ni de nadie era entendido allí. Intentaba buscar en mis libros +y periódicos, en la soledad de mi habitación, el remedio contra estos +aburrimientos de la cocina; pero el temor de que lo tradujera mi tío en +señal de menosprecio de sus rudos tertulianos, me contenía. Viéndome +forzado a alimentar el espíritu de todo ello, llegué poco a poco a +paladearlo sin repugnancia, y muy pronto acabé por encontrarlo agradable +a falta de cosa mejor. Lo mismo me había pasado con los condumios de +Facia. Aprendí el valor castellano de los modismos locales con que se +alimentaban y entretejían las conversaciones de la tertulia, y el roce +obligado y continuo con ellas me dio el conocimiento que me faltaba de +las materias «conversables». Y ya estaba hecho el milagro; porque sabido +y de sentido común es que no hay cosa que nos interese mientras la +desconozcamos; y como corolario de este axioma, que, por mínima que ella +sea, nos resulta interesante en cuanto la conocemos. Valga el ejemplo de +un amigo mío tocado de la pasión de hacer palillos de dientes, sólo +porque domina el <i>arte</i> con rara habilidad.</p> + +<p>Ello fue que en la primera semana ya metía yo mi cuchara en las +conversaciones y porfiaba en serio con aquellos rústicos sobre temas de +su alcance que empezaba yo a penetrar; que iba distinguiendo los +caracteres, las triquiñuelas y zunas de cada uno, y que me sentía muy +halagado por los elogios de todos ellos a mis proezas de excursionista y +de cazador. Mi tío se bañaba en agua rosada con estas cosas, porque las +tomaba por señales de mi rápida aclimatación; y yo me complacía en ver +con qué escaso esfuerzo de mi parte le proporcionaba uno de los pocos +goces a que podía aspirar ya el pobre viejo. Después, mis visitas al +pueblo, el caso de Facia relatado por Chisco, la adquisición de la +amistad del médico y lo que con todo ello se fue enlazando naturalmente, +dieron nuevo empuje a esta buena tendencia mía y me infundieron mayor +apego a las cosas y vicisitudes de aquellas sencillas gentes. Veía con +gusto aumentarse de día en día la tertulia y estudiaba la catadura y el +carácter de cada tertuliano nuevo para mí, con el mismo interés que si +se tratara de un recién llegado a los salones de «la» Medinaceli; y si, +por ejemplo, me decía mi tío a la oreja cuando se presentaba uno en la +cocina por primera vez en la temporada: «ése tiene la gracia de Dios +para contar cuentos», sentíame tocado de igual curiosidad que si en una +fiesta aristocrática me dijeran: «ése que acaba de llegar es el orador +que ha derribado esta tarde en las Cortes al Gobierno» o «el autor del +libro H del drama Z». Tenía razón Neluco cuando me afirmaba que el +hombre de inteligencia cultivada lleva en sí propio los recursos +necesarios para vivir a gusto en todas partes, con tal de que no trueque +los cabos de la polea ni se empeñe en subir lo que está abajo, en lugar +de bajar lo que está arriba, hasta conseguir el nivel de ideas apetecido +para un fin determinado.</p> + +<p>Lejos de corregir el juicio que había formado yo del temperamento de los +tablanqueses al «verlos pasar», como quien dice, en el porche de la +iglesia o en las callejas del pueblo, me afirmé más y más en él cuando +los traté de cerca en la cocina de mi tío y logré estudiarlos en pleno +ejercicio de todos sus componentes físicos e intelectuales; porque allí +y sólo allí era donde exponían y ventilaban los asuntos más importantes +de su vida, al calorcillo de las fogatas de la cocinona y bajo la +presidencia de don Celso, que siempre daba en el clavo de lo mejor y más +conveniente, lo mismo con una cuchufleta que con un dictamen formal. +Eran, sin excepción de uno solo, parsimoniosos en extremo y de blanda +condición; y en sus tiroteos de broma, a los que son muy aficionados, +despilfarraban las metáforas, llenas de colorido local, griegas para mí +al principio, y muy donosas después que supe traducirlas a mi lengua. +Íbame pareciendo la de ellos, entre tanto, más dulce y cadenciosa de +ritmo cuanto más la oía «sonar».</p> + +<p>El cura don Sabas concurría muy a menudo y tan soso como la primera vez; +pero a mí ya no me lo parecía después que le había visto tan «elocuente» +sobre los riscos de la montaña: consagrábale por eso cierta veneración, +independiente de la que le debía por su investidura y por sus virtudes, +y se me antoja que no lo desconocía él ni le desagradaba. Como que se +había jactado más de una vez delante de mí, de que con esas ataduras +había de amarrarme él a la tierra de mis mayores, y para siempre jamás, +«<i>per saecula saeculorum</i>»: así, hasta en latín, había recalcado la +jactancia. Don Pedro Nolasco sólo dos o tres veces había vuelto a la +tertulia; y eso «por ser yo quien era», porque se arreglaba ya muy mal, +a los años que tenía, con las asperezas de los callejos en la oscuridad +de la noche, aunque llevaba linterna. Neluco frecuentó más la cocina al +principio que al fin de aquella temporada, y yo creo que lo hizo con el +fin caritativo de abreviarme el periodo de «aclimatación», porque le +notaba yo muy diligente en echar hacia mí los temas de las +conversaciones, en traducirme las metáforas y en ayudar a mi tío en su +incesante tarea de avivar fuegos de la tertulia aguijoneando a los +concurrentes más activos.</p> + +<p>Allí conocí al Topero, el padre de Tanasia, y a Pepazos, el novio +preferido a Chisco por el Topero para su hija, al decir del Tarumbo, que +también se descolgaba a menudo por la cocinona. El Topero era un hombre +de mediana edad, cuadradote de espaldas y algo rojo de greñas, poco +hablador y muy hábil en la labor que llevaba a la tertulia (era raro el +tertuliano que iba sin ella): «pintar» abarcas con la punta de su +navaja. Despachaba tres o cuatro pares cada noche, por lo que tenía buen +repuesto de ellas en preparación en casa de mi tío, como le tenían otros +de «cebillas», de «colodras» y hasta de «banillas» (tiras finas de +avellano) para hacer «maconas» (cestos grandes), porque aquélla parecía, +por esa y otras señales, la casa de todos..., hasta para establecer en +ella su oficina, cuatro veces cada año, el cobrador ambulante de +contribuciones.</p> + +<p>Pepazos era un Alcides capaz de echarse sobre sus hombros fornidos el +mismo peñón de Bejos a poco que se le hurgara el amor propio; +coloradote, mofletudo, con las cejas unidas y muy peludas sobre unos +ojazos de buey. Ese pulía y remataba «zapitas», que con ser la que menos +capaz de dos azumbres de leche, no se veía sobre sus muslos bombeados y +entre sus manos grandonas. Trabajaba muy de prisa, pujaba mucho en sus +arremetidas a contraveta y en los cambios de postura; y fuera de su +labor, nunca estaba atento a nada más que lo poco que se le ocurría al +Topero, y eso para celebrárselo con una risotada que jamás venía al +caso. Yo solía mirar entonces a Chisco que siempre andaba en el último +rincón de la tertulia; pero el condenado de él, o no había caído en la +malicia, o se hacía el desentendido. No pudiendo acomodarme a las +injustas preferencias del Topero, complacíame algunas veces en +ponderarle, trayendo el asunto por los cabellos, las valentías de Chisco +y sus prendas de mozo casadero, de las que, a mi modo de ver, debían de +estar codiciosas las mejores mozas de Tablanca. ¡Válgame Dios, qué pujar +entonces el de Pepazos, qué sudar el de sus carrillos, qué revolcones +los suyos sobre el banco, qué bailar entre sus manos aceleradas el de la +«zapita», mientras el Topero metía por la almadreña la cara envuelta en +humaredas de la pipa de rabo corto que nunca retiraba de su boca! En +estos casos ya se clareaba Chisco un poco más, y le notaba yo el gozo +con que saboreaba los «atragantos» de su rival, y hasta me pagaba el +favor en una mirada dulzona, con su poco de guiñada. Y eso que estaba yo +convencido de que llevaba la carga de sus amores con la misma acompasada +parsimonia que las llevaba todas y me acompañaba a mí por los vericuetos +y hondonadas de los montes. Pero hay siempre en el corazón del hombre +más honrado una fibra de perversidad mal dominada que le procura un goce +en la mortificación de su vecino, con un pretexto de caridad mal +entendida; y yo creo que una fibra de esa mala casta era la que me +impelía tan a menudo a mortificar al pobre Pepazos y al Topero, más bien +que el propósito de favorecer a Chisco, que quizás no lo necesitaba o no +lo echaba de menos.</p> + +<p>El Tarumbo no llevaba nunca labor propia; pero, en cambio, estaba +siempre pendiente de la que hacían los demás. Cuando el Topero terminaba +un par de abarcas, le traía otro del montón de las que tenía preparadas, +y lo mismo hacía con las zapitas de Pepazos y con las banillas o las +colodras o las cebillas de los que las necesitaban. Hablaba hasta por +los codos, y siempre eran las desdichas ajenas las que le arrancaban los +mayores lamentos.</p> + +<p>A Pito Salces se le hallaba indefectiblemente a los alcances del roce +con Tona en sus manipuleos de cocinera diligente: hacia el rabo de la +sartén, por ejemplo, y en los linderos del camino más trillado entre el +fogón y la alacena del aceite y las especias. Se le sentían los ímpetus +de su amor corriéndole hasta por los brazos inconmensurables, como el +agua de lluvia por las mangas de un tejado; reviraba los ojos hacia +Tona, y se devanaba a sí propio, como en un ovillo, cuando la jampuda +moza se acurrucaba delante de él o le tocaba al pasar hacia la alacena. +No hubiera sido bien visto de don Celso que la requiriera allí de +amores, suponiendo que la hubiera tolerado ella, y se consolaba con +aquellas internas expansiones, tan poco disimuladas.</p> + +<p>La pobre Facia, desde lo de aquella noche, apenas se dejaba ver en la +cocina durante la tertulia, y ni allí ni fuera de allí sabía hacer cosa +con arte; ¡ella que era antes un brazo de mar para el gobierno de la +casa! Con excepción de Chisco que era de ella; de Chorcos que iba por +Tona, y de Pepazos que quería dar en el corazón de Tanasia por la tabla +de su padre, bastante más codicioso que la hija, todos los tertulianos +de la cocinona eran hombres muy maduros: los mozos preferían las +tertulias de mujeres, o «jilas» (hilas), de las que había dos o tres en +el pueblo. A una de ellas concurría a menudo la hija del Topero, con su +correspondiente rueca bien cargada de lino, bajo el roquero pinto con +lazos y lentejuelas, y si Pepazos no se dejaba ver en aquella tertulia +con igual frecuencia que Tanasia, bien sabía Dios que consistía en lo +vergonzoso que él era delante de la mozona y con testigos que ya estaban +en el ajo de sus deseos; pero iba alguna que otra vez para dar aquel +regalo a sus ojazos mortecinos, y esas noches eran las únicas que +faltaba de la cocina de la casona.</p> + +<p>Reflexionando yo muchas veces sobre lo que más me llamaba la atención en +ella, que no eran seguramente éstas y otras pintorescas trivialidades de +determinados concurrentes, sino aquella familiaridad cariñosa, aquella +rara, profunda, íntima trabazón afectiva entre todos ellos y mi tío, +recordaba la comparación que de este caso original me había hecho Neluco +en la primera conversación que con él tuve, y no me parecía +rigurosamente exacta: más que un organismo de miembros subordinados al +imperio de la cabeza, me parecía una familia con todas las comunes +variedades de aptitudes y temperamentos, unida por el amor +desinteresado, tan propio y natural entre todos sus miembros, y +gobernada por la experiencia, la abnegación y la sabiduría del padre. +Persuadido de esto, tenía por imposible la sustitución de un hombre como +don Celso con otro como yo para llenar el vacío que él dejara con su +muerte en el vecindario de Tablanca. Entre él y mi tío había una +completa y absoluta compenetración de ideas, de sentimientos y de +propósitos, que no podía haber tratándose de mí, enteramente extraño a +la tierra y sus costumbres, por nacimiento, por educación y por hábitos +adquiridos en otro mundo tan distinto de aquél. ¿Cómo no se le ocurría +esto a Neluco, ya que tan disculpable era en la inexperiencia de otras +muchas personas el que no se les alcanzara? Y sin embargo, días andando, +me salió con la misma copla nada menos que el docto y experimentado +señor de la torre de Provedaño. ¿Se equivocarían todos ellos, rústicos y +civilizados, al coincidir tan exactamente como coincidían en una misma +idea? ¿Trataría yo de curarme en sana salud, sin darme cuenta de ello, +cuando me consideraba en lo cierto creyendo todo lo contrario de lo que +ellos creían? Por fortuna no me preocupaba el punto dudoso, porque no +había racionales motivos de que llegara a quitarme el sueño. Ni las +pretensiones de los que bien me querían allí, ni la abnegación +caritativa de mi parte, debían pasar de ciertos límites.</p> + +<p>De todas maneras, tampoco el hallazgo de aquella patriarcal y mínima +república en lo más escondido de una comarca salvaje, considerada por mí +en los primeros instantes como un destierro inclemente, era para +despreciado. En fin, que no hubiera sido justo en quejarme de mi suerte +al siguiente día de mi larga expedición acompañado de Neluco, hecho el +recuento minucioso de los frutos que me habían dado aquellas dos largas +semanas de correrías y exploraciones.</p> + +<p>De este recuento traté de separar algunas partidas principales, a título +de «reservas», para las eventualidades del invierno, que no podía tardar +mucho en dejarse caer sobre Tablanca, y empecé a contar por los dedos: +Chisco, su camarada Pito Salces, Tanasia y su padre el Topero, el +Tarumbo, Neluco Celis, don Pedro Nolasco, su hija Mari Pepa y su nieta +Lituca, el párroco don Sabas Peñas, Facia, la mujer gris; Tona, su hija; +mi tío Celso y el escenario de Tablanca. Todo esto allí, al alcance de +la mano; y fuera de allí, la familia de Neluco en Robacío; en +Promisiones, el hidalguete mi consanguíneo, y más allá, dominándolo todo +y alzándose sobre todo como un faro de poderosa luz, la figura +escultural del caballero de la torre de Provedaño.</p> + +<p>Después de hecha esta segregación, procedí al análisis de las partes de +ella que más interés podían ofrecerme desde el punto de vista en que yo +me colocaba: Chisco, un tanto flemático, con puntas de socarrón y +marrullero, aspirando a casarse con Tanasia, guapa moza de verdad, en +competencia con Pepazos, preferido del Topero, porque tenía algunos +bienes que le faltaban a Chisco, y no me constaba de toda certidumbre si +de Tanasia también, a pesar de lo arlote y simplón que era Pepazos. Todo +el interés de este juego dependía del calor con que le tomara Chisco. +Pito Salces era un brasero que se consumía por Tona: eso saltaba a la +vista; y como también era medio pieza doméstica en la casona de mi tío, +amén de noblote de alma y muy arrimado al trabajo, a poco que Tona +hiciera por sí, el resultado no era dudoso. Facia. ¡Esta sí que me daba +que pensar cuanto más reparaba en ella! Al espanto de aquella noche, +recién llegado yo a Tablanca, habían sucedido otros dos por el estilo; +pero como huía de mí en cuanto me acercaba a ella con propósitos de +interrogarla sobre tan extraño particular, después de pedirme con las +manos juntas y por el amor de Dios que no le dijera a mi tío una palabra +de lo que estaba notando, limitábame, por complacerla, a observarla +desde lejos y a no perderla de vista mientras me fuera posible. ¿Qué +diablos podía haber allí? ¿Eran fantasmas, alucinaciones histéricas de +la pobre mujer tan castigada por la desgracia a lo mejor de su vida, o +estaba bajo el peso insoportable de alguna nueva desdicha? Neluco Celis: +continuaba pareciéndome lo mismo que me pareció cuando le hablé por vez +primera: discreto, simpático, de clarísima inteligencia y noble corazón, +y un arca cerrada para guardar lo que a mí se me antojaba que debía +estar al alcance de mi vista: verbigracia, su inclinación amorosa a la +nieta de don Pedro Nolasco. Porque yo no podía concebir que Lita y +Neluco no se amaran, como no lo concebía tampoco la matrona locuaz de +Robacío, ni lo concebiría nadie que tuviera entrañas de humanidad y +vislumbres de buen gusto, y reparara un poco en aquella parejita, +«única», que parecía puesta por Dios en aquel rinconcito de la tierra +para eso sólo, para amarse y para unirse. Lita y su madre habían estado +dos veces en mi casa después que yo estuve en la suya. Una de ellas, +según me declararon, para pagarme la visita y saludar, de paso, a mi +tío; y la otra, por mi tío solamente, cuya salud les interesaba mucho; +además de que, como no podía salir de casa, iban a hacerle un rato de +compañía, como siempre que lo permitían el tiempo y sus ocupaciones. +Todo esto me lo afirmaba Lituca descubriendo las esmaltadas filas de sus +blanquísimos dientes, en su lenguaje vehemente, retozón y admirativo, a +la puerta del estragal y mientras sacaba sus pies, calzados con menudas +zapatillas de abrigo sobre medias de color, de un par de almadreñas que +parecían dos cáscaras de nuez. En aquella visita, lo mismo que en la +anterior, yo, terco y emperrado en mi tema, le eché cincuenta veces al +campo de la conversación disfrazado de mil modos, con el piadoso fin de +observar qué cara le ponía Lita... y nada: ni un gesto, ni un punto +arrebolado en las mejillas, ni la más insignificante señal en la nieta +de don Pedro Nolasco de que había oído su corazón las llamadas que yo le +hacía con el nombre de Neluco y los elogios de sus méritos: hablaba de +él con el descuido y la serenidad con que podía hablar de su madre o de +su abuelo. Lo cual me impacientaba a mí, como si fuera asunto de mi +propia pertenencia, y en más de una ocasión me acometieron serias +tentaciones de preguntarla derechamente y sin ambages ni rodeos: «¿se +quieren o no se quieren ustedes? ¿Ama usted o no ama a Neluco?». Pero +señor, ¿por qué tenía yo tanto empeño en que se amaran? O mejor dicho, +¿por qué le tenía tan grande en que quedara enseguida aquel punto bien +esclarecido y deslindado?</p> + +<p>Después, mi tío Celso, el alma y el centro de todo cuanto le rodeaba, +con su energía indomable, sus cuchufletas singularísimas, su atención +siempre fija en el modo de hacerme, ya que no divertida, llevadera la +vida en su casa, y los cuidados a que me obligaban el parentesco y la +gratitud para velar por él con especial esmero durante el tiempo de las +humedades y de los grandes fríos, en el cual, según dictamen del médico, +corría su vida los mayores peligros, por la índole de la enfermedad que +padecía.</p> + +<p>Y por último, su tertulia y mis libros, mis periódicos y mi +correspondencia. Lo restante de ambos montones, algo de ello por su +insignificancia, y otro poco por lejano, sólo podía considerarse como +personajes decorativos y accesorios escénicos.</p> + +<p>Cierto que con todas estas reservas de tan escasa importancia en +relación con las necesidades de mi espíritu, se podía llegar hasta lo +épico, consideradas como elementos de creación en la fantasía de un +novelista ingenioso; pero tomadas en lo que eran y valían, como casos y +cosas de la vida real y prosaica en un medio tan remoto, tan obscuro y +tan aislado como aquél, ¿qué había de prometerme yo de ellas para en +adelante? ¿Qué auxiliares contra mi enemigo temible podía esperar de +aquel lado? ¿Qué podía venir de allí de lo que más necesario me era?</p> + +<p>—¡Quién sabe!—me dije en conclusión de mis cavilaciones—. Por puntos +más obscuros ha amanecido otras veces; si está de Dios que ha de venir +algo, ello vendrá. Todo es cuestión de paciencia y de saber conformarse. +Conque un poco de filosofía, y a esperar lo que viniere.</p> + + + +<h2 class="top15"><a name="XVII" id="XVII"></a>XVII</h2> + + +<p>Y comenzó a venir sin tardar mucho; pero ¡ay! lo que vino fue, +primeramente, una niebla gris que bajó de los montes, envolvió todo el +pueblo y se coló hasta en los hogares; tras de aquella niebla vino un +«gallego» frío con otra niebla parda que fue mezclándose con la primera, +tiznándola de su color y haciéndola más húmeda y pegajosa; llegó también +un ruido sordo y continuo, como lejano cañoneo, que a mí me parecía de +la mar batiendo furibunda hacia el Norte los peñascos de la costa; pero +según dictamen de la gente de mi casa, era el «rebombe» del «pozón de +Peña Sagra», un lago o pozo muy grande, que se da por existente, aunque +no sé de nadie que le haya visto, en las entrañas de aquel coloso de la +cordillera; y sin cesar este ruido bronco, dejáronse oír en el espacio y +sobre el valle unos como quejidos siniestros y antipáticos, que eran, +según informes de Chisco, el graznar de los «butres» (buitres) y las +grullas, que pasaban «cararriba»; señal ésta, como la del «rebombar» del +pozo y la de las nieblas bajas con el «gallego» detrás, de que se nos +echaba encima una invernada de las gordas.</p> + +<p>Y se cumplieron las profecías: las nieblas se convirtieron en negras +nubes henchidas de aguaceros, que el viento, embravecido poco a poco, +estrellaba, con mugidos tremebundos, contra casas, ribazos y bardales, +cerrándose boquetes y horizontes por donde quiera que se miraba; +sintieron los más ardientes de sangre los primeros estremecimientos de +frío, y nos declaramos todos en la casona seria y formalmente bloqueados +por el invierno.</p> + +<p>Las primeras consecuencias de este bloqueo fueron en ella, como era +fácil de presumirse, la reducción de la tertulia a media docena escasa +de valientes, entre ellos Pito Salces, a quien no atajaban en los +impulsos de la querencia que le atraía, ni los más fieros vendavales, y +(lo que fue para mí harto más desagradable y no esperado tan pronto) una +crisis de mal género en el estado de mi tío. Como por encargo del médico +se le vedaba hasta el asomar las narices al cuarterón abierto de una +ventana, se consumía de impaciencia en los páramos entenebrecidos de su +cárcel; y cuando llegaba la noche y, después de rezar el Rosario en la +cocina, veía entrar en ella dispersos, acobardados, ateridos de frío y +calados de agua a unos pocos tertulianos de los de aquella apretada +falange de las primeras noches, y notaba la causa de la deserción de los +demás en el furioso batir de las celliscas contra puertas y ventanas y +en el cañón de la chimenea, quedábase pensativo y mustio, con la cerviz +humillada y la vista fija en el flamear de la lumbre, cuyo calor buscaba +por instinto. Y así un día y otro y otro, sin que la dureza de su fibra +alcanzara a disfrazar siquiera los desalientos de su espíritu, llegó a +un grado tal de abatimiento, que me alarmó, porque en un estado moral +como el suyo, cualquier aletazo de su enfermedad era muy temible.</p> + +<p>Hablando con él una mañana de aquellos días tan crudos, y solos los dos +en la cocina, que era su ordinario paradero entonces, yo animándole como +podía y él conociendo la endeble calidad de mis estimulantes, acabó por +decirme:</p> + +<p>—No te canses, Marcelo: este ujano que me roe es más fuerte que tú y yo +juntos, por grandes que sean tus cuidados y por dura que haya sido mi +correa. Mira, hombre: todavía no jaz un año que me tenía yo por tan duro +de caer como las hayas de esos montes. ¡Trastajo con la vanidá de la +guapeza humana! A lo mejor del pensar que solamente un rayo de la +voluntá de Dios podía acaldarme en el suelo, un soplo que no apagaría +una luz, me puso a las puertas de la muerte cuando menos lo esperaba y +más descuidado dormía. Desde entonces acá, ¡pispajo!, yo que nunca me +espanté de nada ni me encogí por cosa alguna, miro y remito con +desconfianza hasta el suelo en que pongo los pies, porque siempre y a +todas horas y en todas partes estoy temiendo el último golpe que falta +para que el roble acabe de caer. Esta es la verdad, ¡cascajo!, y hasta +creo que te apunté algo de ella en alguna de las cartas que te escribí. +Pero entonces eran los días más largos y las noches más cortas; +alumbraba el sol a la tierra y calentaba la sangre de los viejos, y, +sobre todo, volvía de su viaje muy temprano; madrugaba mucho para +espantar las ideas tristes de las cabezas en que apenas entra la caridad +del sueño por la noche. Por eso me jallaste tan campante a la venida y +me has visto ir tirando así hasta ayer, como quien dice... hasta que +vino lo que yo había visto venir otras veces sin apurarme por ello, y no +sé si te diga que con gusto... ¡con gusto, trastajo! porque cuando hay +buena salud, la tierra no tiene salsa si nos está cantando siempre una +misma solfa... y sin cambiar de ropajes... Digo que fui tirando tal cuál +hasta que llegó la primer cellerisca, ésta que todavía está pasando, +mientras llega, por las señales, otra más dura de pelar que ella; y se +apagó el sol de día, y se cerraron puertas y ventanas, y empezó a faltar +de noche la gente de la cocina, y a no haber fin para las horas de la +cama ni punto de sosiego para el mal pensar de la cabeza. Yo nunca había +visto pasar por ella las negruras que ahora pasan. Hasta estos días y +desde que tengo uso de razón, siempre el interés de los demás jizo que +me olvidara de mí propio; pues ahora ¡ya te quiero un cuento, +pispajo!... y esto es lo que me descuajaringa: no tengo ojos más que +para ver cómo va la carcoma rejundiendo y ajondando en este tronco +podrido que se cae por sí mesmo de día en día, de hora en hora. Paez que +el viento, al rebombar en el cañón de la chimenea, me dice algo que +nunca había oído yo antes; pero algo muy temeroso y muy triste... vamos, +que ajuyera de ello de buena gana, si el temporal de afuera no me +cerrara todos los caminos de escape, y el frío no me encadenara los +remos y no me cortara la poca respiración que me queda en el gaznate... +Otra cosa nunca vista: te puedo jurar que no me asusta la muerte porque +soy viejo y cristiano y sé que ha de venir sin tardar mucho y que me +toca esperarla confiado en la misericordia de Dios, como la espero; y +con ello y con todo, me espanta la enfermedad que me va quitando la +vida. ¿Cómo se explica este potaje? ¿Qué te parece a ti que será esto, +Marcelo?</p> + +<p>Faltábanme a mí los sofismas científicos con que Neluco, por ejemplo, +hubiera podido aclarar aparentemente aquellas complejas oscuridades que +me consultaba mi pobre tío, y despaché la consulta con cuatro vaguedades +muy recalcadas y encarecidas sobre el influjo que ejercen en la máquina +de los pensamientos los largos insomnios, la soledad de la noche, los +fríos estacionales...</p> + +<p>—Bien podrán tener algo de culpa esos ingredientes—me replicó mi tío +con muy escasas señales de creerlo—; pero a veces se me figura a mí que +hay también otros motivos de por medio... y harto será, ¡trastajo!, que +no venga de esa banda toda la podredumbre. Mira, hombre... (porque +puesto en tela de juicio el punto, debe ventilarse en regla; y yo le he +visto por muchas caras en tantas y tantas noches de no pensar en otra +cosa): si a mí me viviera no más que uno solo de los hijos que Dios me +fue dando, la muerte de su padre no sería propiamente muerte; porque en +casos como éste, y bien lo sabes tú, la vida de los que se van retoña en +los que se quedan para algo más que llorarlos y rezar por ellos: es un +eslabón trabado en otro eslabón... vamos, una cadena que nunca se rompe +ni se acaba. Pero tal como han resultado aquí las cosas y puesto yo a +considerar que estoy a dos dedos de morirme... ¡ay, Marcelo, qué +pinturas se me ponen delante de los ojos! Con las últimas boqueadas, la +cadena rota para siempre, el hogar sin lumbre, los establos vacíos, la +casa en silencio y (lo que es peor, si no metisteis la llave entre las +cuatro tablas que fueron a pudrirse con mis huesos al campo santo) en +manos de hombres que no verán en ella más que el ochavo roñoso con que +pagarán el derecho de maltratarla. Pues échate a pensar después en todas +estas gentes que viven de su calor, porque son todos ellos, lo mismo que +fueron sus padres y debieran serlo sus hijos, como sangre de la nuestra +sangre y carne del nuestro propio cuerpo, mirándola de reojo al +principio para acabar por no acordarse de ella y por irse desparramando, +como pollucos sin la madre, robados al fin, uno a uno por el milano que +no duerme... ¡Ay, trastajo! Esto es muy doloroso, hasta para soñado en +pesadilla... ¿Qué no será, hijo mío, visto y palpado en la misma +realidad? Créeme, Marcelo: importa mucho más que la vida de tu tío, lo +que ha de irse con ella al otro mundo, si Dios no lo remedia... ¿No te +parece a ti que pudiera ser ésta la «consistidura» de las cosas raras +que me quitan el sueño y tanto me acobardan últimamente?</p> + +<p>Conociendo como conocía yo la entereza de carácter y los sentimientos de +mi tío, evidente era que andaba en lo cierto en aquella suposición, y +que por cierto lo tenía él aunque aparentaba lo contrario; pero yo no +podía declarárselo así, porque declarándolo, o me manifestaba a sus ojos +descariñado e inclemente, o aceptaba un compromiso que no podía aceptar, +porque era otro muy distinto del suyo mi modo de ver aquellas cosas. Me +hubiera sido fácil engañarle aventurando una promesa que quizás andaba +él buscando desde la primera carta que me escribió; pero me repugnaba +esa mentira dicha a un hombre tan honrado y tan sagaz como aquél, +exponiéndome, además, a que no me la creyera. Por eso adopté un +temperamento anodino que ni alcanzó a levantar sus abatidos ánimos, ni +siquiera a disfrazarle los aprietos en que me puso con su pregunta.</p> + +<p>—Todo ello—repuso el buen señor, tratando de hacer un pinito de +cháchara que no le salía bien—, es decir por decir. Marcelo, y ya que +echamos la conversación hacia ese lado... ¡Pues tendría que ver, +¡pispajo!, que diera yo ahora en la gracia de agobiarte con pesadumbres +nuevas, cuando más falta te hace algo alegre con que espantar las +negruras de este temporal que se nos ha echado encima! Mira, hombre, +créasme o no me creas: las únicas agallas que me quedan... vamos, lo +único para que me siento animoso a la hora presente, es para ayudar a +que no se te amurrien a ti también las alegraderas. ¿Oístelo? Pues +bueno. Algo más y de más importancia que tengo que decirte, ya te lo +diré en su hora y lugar correspondientes, y sin tardar mucho. Dicho +debiera estar ya y por si acaso, días hace; pero... basta de +conversación, y no te espante la amenaza, que aunque el punto es +pariente cercano del tratado aquí, no tiene la cara tan fea. Si las +tuvieran iguales los dos me libraría yo mucho de darte a conocer la que +no has visto todavía.</p> + +<p>Entró en la cocina Tona, algo tocada también de la murria inverniza, a +trajinar en el fogón donde hablábamos mi tío y yo al calorcillo de la +lumbre, y ya no pude preguntarle lo que tenía a la punta de la lengua, +como exploración siquiera alrededor de la casta de aquel nuevo «punto» +que me había puesto en gran curiosidad.</p> + +<p>Pero más que curioso por aclararle, quedé preocupado y triste con la +pintura hecha por don Celso del estado de su espíritu. Para llegar a +tales extremos de franqueza un hombre de su temple, ¿cuál no sería el +peso de su tribulación? Y ¿cuál la magnitud de mi disgusto y de mi pena +al considerar que yo poseía el remedio de la más grande de las suyas, y, +sin embargo, me resistía a ofrecérsele? ¿Era honrada esta conducta mía? +¿Estaba obligado yo a aceptar compromisos imposibles de cumplir? ¿Estaba +bien demostrada esta imposibilidad? ¿Cabía, en la duda, el recurso de +prometer, a reserva de cumplir hasta donde se pudiera?...</p> + +<p>Puesta la cuestión en estos últimos términos ya me pareció más racional +y soportable; y si hubiéramos continuado los dos solos en la cocina, es +posible que allí mismo hubiera intentado yo introducir por este +resquicio el primer sostén para sus desfallecimientos.</p> + +<p>Pero Tona llevaba tarea para rato (como que se andaba en las +proximidades del mediodía), y por si era poco este estorbo, entró Facia +a dirigir la faena. ¡Cosa extraña! La mujer gris era el único ser de los +que habitábamos la casona, en quien no había estampado alguna roncha el +azote del temporal reinante. Hasta el mismo Chisco andaba un tanto +espelurciado y encogido por establos y corraladas, y entraba en la +cocina algunas veces con el humor avinagrado; al revés que Facia, la +cual, desde que se habían desencadenado las primeras celleriscas, +parecía otra. Cuanto más azotaban los granizos los paredones de la casa, +y más «runflaban» los vendavales en el cañón de la chimenea, más alegre +se le ponía la cara y más diligente se volvía para el trabajo.</p> + +<p>Viéndola tan boyante y en tan ventajosas disposiciones, trabé +conversación con ella aquel mismo día, al llevarme no sé qué cachivaches +a mi cuarto.</p> + +<p>—Parece—la dije para empezar—, que marchan bien los asuntos, ¿eh?</p> + +<p>Entendióme la pregunta; y después de sobrecogerse un poco con ella, me +respondió sin titubear:</p> + +<p>—Así me los conserve Dios muchu tiempu.</p> + +<p>—Me alegro en el alma—la dije entonces—; porque por no verla a usted +con los espantos de estos días...</p> + +<p>—¡Ni me los miente, señor, por obra de caridá!—me replicó volviendo a +compungirse—. Paez que los males, como si oyeran, se ponen de pie en +cuanto se les menta en boca...</p> + +<p>—De todas suertes, resulta que los negocios de usted andan al revés del +tiempo.</p> + +<p>—¿Por qué lo diz, cristianu?</p> + +<p>—Porque a la vez que él se embravece y se emperra, ellos van mejorando.</p> + +<p>—Siempre lo que Dios jaz está bien jechu... ¡Ah, si esto durara +muchu!...</p> + +<p>—¿El temporal?</p> + +<p>—Y lo otru.</p> + +<p>—¿Cuál es lo otro?</p> + +<p>—Lo que reza con lo que usté quiere saber.</p> + +<p>—Y sin llegar a conseguirlo, por más señas... Vamos a ver, Facia: ahora +que está usted un poco más tranquila, ¿por qué no me lo cuenta? ¿Por qué +está llevando usted sola tan pesada carga?... porque yo creo que ni +siquiera Tona tiene la menor noticia de ella...</p> + +<p>—¡Hija de mi alma!... La lengua me partiera en dos con los mesmus +dientes mius si la viera en tentaciones de parláselu... ¡igual que al +probe señor y mi amu! ¡Santa Virgen de las Nieves!... Y, por caridá de +Dios, no me pregunte más de esu por ahora... ni nunca jamás, señor don +Marcelu; que yo, por la cuenta que me trae, buscaré el amparu de usté +cuando la carga me rinda y las angustias me ajueguen... porque la peste +ha de golver, y sin mucha tardanza, señor don Marcelu. ¡Ay, desdichada +de mí!... ¡Y el amu... y Tona!... ¡Santa Virgen la mi Madre!</p> + +<p>Púsose lívida de repente, se le pintaron en la cara las angustias de +otros días, y llevó hasta ella sus manos cruzadas y convulsas. Me movió +a compasión la pobre mujer, y sentí remordimientos de haber sido yo el +causante de aquella crisis amarga. Tomé con empeño el trabajo de +calmarla, y lo conseguí; pero con la ayuda de una «zurriascada» feroz +que se estrelló de repente contra las puertas del balcón. Cuando esto +ocurría, se enjugaba Facia los ojos y respondía malamente a mis últimas +observaciones. Al oír el estrépito de afuera, suspendió hasta las +lágrimas y se lanzó a uno de los cuarterones abiertos, y allí se estuvo +mirando, con la avidez de un sediento, aquella mar de lluvia cernida, +revuelta y zarandeada en el espacio por la furia del vendaval.</p> + +<p>—¡Oh!—exclamó al fin, retirándose de su observatorio con la cara +radiante de alegría y andando presurosa hacia la puerta de salida—, por +misericordia de Dios, hay pa ratu.</p> + +<p>¿No era bien singular y extraño todo aquello?</p> + +<p>Entre tanto, yo no cesaba de meditar sobre el grave tema, y punto de +suma trascendencia para mí, surgido aquella misma mañana de la +conversación que tuve con mi tío; y cuanto más vueltas le daba en mi +cabeza, más obligado me creía, hasta por obra de caridad, a ofrecerle lo +único que honradamente le podía ofrecer yo. Si con este ofrecimiento se +curaba de sus angustias mortales, ¿qué mayor satisfacción para mí? Si +andando el tiempo resultaba que no llegaban mis fuerzas tan allá como +mis buenos propósitos, ¿qué culpa tendría yo de ello?</p> + +<p>No vacilé más: busqué a mi tío, le hallé en su cuarto cerca de un +brasero, hojeando unos papeles, tosiendo mucho y moviéndose mal debajo +de la espesa ropa que le abrumaba, a la tétrica luz de la media tarde y +al ruido ingrato de las celliscas y de los truenos que no cesaban +afuera.</p> + + + +<h2 class="top15"><a name="XVIII" id="XVIII"></a>XVIII</h2> + + +<p>Me anuncié preguntándole desde la puerta si podía hablar con él cuatro +palabras sin molestarle.</p> + +<p>Volvió hacia mí la cara con la viveza ratonil que le era propia, y me +contestó, enderezando cuanto pudo el cuerpecillo descarnado:</p> + +<p>—¡Mira, hombre, qué casualidad!... Apuradamente estaba yo pensando en +ir enseguida a preguntarte lo mismo para cumplirte después la promesa +que te hice esta mañana por remate de nuestra conversación.</p> + +<p>—Pues a cumplir otra promesa—añadí—, que no pude hacerle a usted +entonces por falta de oportunidad, pero que quedó hecha en mis adentros, +vengo yo ahora.</p> + +<p>—Ya estás sentándote y hablando—me dijo a esto, arrojando sobre la +cómoda los papeles que hojeaba, sentándose después en una silla junto a +la caja del brasero e indicándome que hiciera yo lo propio en otra que +estaba enfrente de ella.</p> + +<p>—En lo de sentarme—le dije, haciéndolo—, le obedezco a usted desde +luego; pero en lo de hablar... no tanto.</p> + +<p>—¡Esta es buena, trastajo! ¿Por qué, hombre?</p> + +<p>—Porque quiero darle a usted la preferencia, como debo, en lo que +mutuamente tenemos que decirnos, según parece.</p> + +<p>—Vaya, vaya, déjate de cumplimientos, y empecemos por el caso tuyo, que +para el mío siempre hay lugar. Conque ¿qué es lo que se te ocurre, hijo +mío?</p> + +<p>—Pues lo que se me ocurre—dije yo comenzando a tocar las dificultades +de acometer de frente un asunto de tan delicada naturaleza como aquél, +cuyo punto de partida era nada menos que la muerte de mi venerable +interlocutor—, se me ocurre, mi querido tío, algo que se relaciona con +otro algo que le oí a usted esta mañana y me produjo muy honda y muy +amarga impresión...</p> + +<p>—A ver, a ver—interrumpió el pobre hombre acercando más su silla a la +mía, mientras se pintaba en sus ojuelos chispeantes la curiosidad que le +devoraba.</p> + +<p>—No crea usted que se trata de una cosa del otro jueves—añadí +sonriéndome.</p> + +<p>—Sea del otro jueves o del otro sábado, ¡venga esa cosa por derecho y +sin envoltorios, hombre!—me respondió con un brío inconcebible en su +extenuación cadavérica.</p> + +<p>—Corriente—le dije yo, no sabiendo cómo armonizar mis escrúpulos con +sus impaciencias—; pero después de declarar, para la debida +inteligencia, que yo tomo el caso en el punto mismo en que usted le puso +y le dejó esta mañana.</p> + +<p>—Declarado y entendido... ¡Adelante ahora!</p> + +<p>—Me dijo usted entonces, metido en la injustificada aprensión de que +iba a morirse pronto... y Dios no lo confirme.</p> + +<p>—Ésa es cuenta de Él y mía... ¡Adelante, Marcelo!</p> + +<p>—Me dijo usted, repito, confesándome además que esa... aprensión...</p> + +<p>—Aprensión, ¿eh?</p> + +<p>—Que esa... cavilación, si lo prefiere así, era la que le estaba +matando; que a usted no le espantaba la muerte, sino el morirse, el +cesar de vivir, el irse del mundo para siempre, porque hace mucha falta +en él y no deja quien le reemplace en su labor de toda la vida. ¿No es +ésta, tío, la sustancia de lo que usted me declaró?</p> + +<p>—Justa y cabal, Marcelo; justa y cabal...</p> + +<p>—Y por eso, por esa pena tan grande, por ese modo tan triste de ver las +cosas, iba usted perdiendo la tranquilidad y el sueño... y hasta la +vida...</p> + +<p>—Ni más ni menos, ¡pingajo!... ¡hasta la vida!</p> + +<p>—Una alucinación como otra cualquiera; pero, en fin, así lo ve usted, y +esto basta para su martirio que, en definitiva, es real y verdadero. +Pues bien: si usted tuviera un hijo que le sucediera en sus +inclinaciones, en sus propósitos y en sus obras, no hubiera cabido en +usted ese temor a la muerte, ni esa... aprensión de morirse... Creo que +es esto lo que también me dijo usted esta mañana, o me lo dio a +entender, por lo menos.</p> + +<p>—No, no: lo dije; y si no resultó bien claro, fue porque no supe +decirlo.</p> + +<p>—Corriente; pero sucede que no existe ese hijo, y que tampoco me dijo +usted si la falta de él puede sustituirse con... algo.</p> + +<p>—¿Con qué, Marcelo? ¿Con qué?</p> + +<p>Y aquí el bendito de Dios erguía su cabeza, alargando el pescuezo +descamado y rugoso y devorándome con los ojos anhelantes.</p> + +<p>La emoción es contagiosa, y no logré darle, sin descubrir algo de la +mía, esta breve respuesta:</p> + +<p>—Verbigracia, con un deudo de su mismo apellido de usted...</p> + +<p>Se revolvió convulso entonces en la silla, comenzó a resobarse una +contra otra las manos trémulas, avivó las llamas de sus ojos que no +apartaba de los míos, y me dijo ansiosamente después de haber acudido en +vano dos veces a los registros de su voz:</p> + +<p>—Venga el nombre de ese deudo... si es que le conoces tú. Por lo que a +mí toca, no conozco más que uno.</p> + +<p>—Pues si le conoce usted...—apunté yo, prefiriendo, por un sentimiento +harto fácil de estimar, que la insinuación partiera de él.</p> + +<p>—Y ¿qué adelanto yo con conocerle?—exclamó aquí mi tío, detenido +probablemente por el mismo reparo que yo.</p> + +<p>Dándolo por cierto y con entera resolución de llegar cuanto antes al fin +que me proponía, le añadí:</p> + +<p>—Con franqueza, tío: aunque nada me ha dicho usted nunca de ello, +muchos síntomas bien claros me han hecho creer que, en su opinión, no +caería mal en esta casa, mañana u otro día, ese pariente a quien ambos +nos referimos.</p> + +<p>—¡Cascajo... pues yo lo creo!... ¡Como santo en su peana!</p> + +<p>—Y ¿por qué no me lo ha dicho usted derechamente?</p> + +<p>—Pues, hijo del alma, y franqueza por claridad, porque no me gustan +santos a la fuerza; y para serlo de buena voluntad y de la clase que se +necesitan aquí, no veía yo la mejor madera en ese pariente mío. ¿Lo +quieres más neto?</p> + +<p>Iba, entre tanto, difundiéndose por toda su faz, lívida y acartonada, +una expresión de intensa alegría; pero con tal rapidez, que no parecía +sino que le daban impulso los mismos vendavales que zumbaban entre los +peñascos y jarales del contorno. Y cuando le dije terminantemente lo que +pensaba decirle, se incorporó con la agilidad de un muchacho, me miró +con unos ojos en que se pintaba la exaltación de su espíritu resucitado, +y exclamó:</p> + +<p>—¡Tú, Marcelo!... Nada menos que tú... ¡el hijo de mi hermano Juan +Antonio!... ¡Un Ruiz de Bejos de pura casta, sano y garrido como un +trinquete!... Pero ¿lo has pensado... lo has medido bien, hijo mío? ¿No +hay en tu arranque algo... vamos, algo de caridá que te ciegue? ¿Sabes +bien todo lo que pesa esa carga en un hombre de tu ropaje? ¿Será posible +que Dios misericordioso lo haya sido conmigo también en esto que le he +pedido tan de veras?</p> + +<p>—Vamos a cuentas sobre ello, querido tío—le dije levantándome yo +también según iba creciendo su exaltación, y tomando sus manos entre las +mías—. Vamos a cuentas, y a cuentas claras: el simple deseo de usted, +declarado con franqueza, me hubiera bastado, desde que estoy en +Tablanca, para brindarme, sin esfuerzos ni violencias, a lo que me he +brindado hoy, en el supuesto aventurado de que yo le sobreviva a +usted...</p> + +<p>—Déjate de supuestos, hijo, y dalo por cosa hecha... y para muy pronto: +yo sé a qué atenerme sobre eso mejor que tú.</p> + +<p>—Démoslo, por un momento, como usted quiere y para entendernos mejor; y +digo que me comprometo, en ese triste y desgraciado caso que Dios aleje +de nosotros tan allá como yo deseo, a poner de mi parte cuanto quepa en +las fuerzas de mi decidida voluntad, para proseguir la obra benéfica de +usted aquí, y desde luego, le empeño mi palabra de que la cadena, por de +pronto, no ha de romperse por el eslabón que yo represento en ella... +Después, sólo Dios puede saber lo que sucederá; Porque...</p> + +<p>—¡Punto ahí, Marcelo!... porque ya me concedes hasta más de lo que yo +me hubiera atrevido a pedirte... ¡Y Dios te lo pague en la medida de lo +que yo lo aprecio!</p> + +<p>Enseguida me abrazó muy conmovido; abracéle yo a él también al mismo +tiempo, y no muy sereno que digamos, y abrazados estuvimos lo bastante +para que yo percibiera el acelerado compás de su respiración.</p> + +<p>Al desprenderse de mí, clavó la vista durante un buen rato en el +crucifijo que estaba colgado sobre el testero de su cama. Se había +descubierto la cabeza para eso, y yo, por respeto a lo que debía de +estarse tratando en aquella escena sin palabras, me descubrí también.</p> + +<p>En cuanto descendió con la atención a las cosas del bajo mundo, me dijo +con voz entera y mucha tranquilidad:</p> + +<p>—Vamos ahora a tratar del asunto mío.</p> + +<p>Púseme gustoso a sus órdenes; rogóme que le ayudara un poco allí y salió +del cuarto: llegóse al mío; metió la cabeza dentro de él; hizo lo propio +en la alcoba del salón intermedio, y trancó luego la puerta de éste. +Vuelto a su punto de partida, desde donde le observaba yo lleno de +extrañeza, cerró también con llave la puerta, y me dijo placentero y +sonriente, pero ahogándose de cansancio:</p> + +<p>—¿Te asombrarán un poco estos husmeos de lebrel, eh?</p> + +<p>Respondíle que sí, y añadió:</p> + +<p>—Pues todos son necesarios, con lo curiosas que son las gentes, cuando +el caso lo requiere como ahora. Por lo pronto, repara bien lo que yo +vaya jaciendo, y ten la caridad de ayudarme cuando te lo pida.</p> + +<p>Dicho lo cual, se dirigió a la alacena que estaba cerca de la ventana y +en la misma pared, y la abrió con una de las llaves encadenadas en un +llavero que sacó, pujando mucho, de un bolsillo interior de su chaleco.</p> + +<p>La alacena era de poco fondo, y no tenía más que una balda a la mitad de +su altura. Sobre la balda y debajo de ella había como una docena de +legajos, arranciados los más de ellos y atados con bramante deshilado y +medio destorcido.</p> + +<p>—Son copias de escrituras—me dijo mi tío—, cuentas viejas de +particiones de bienes, y otros papelotes de familia... Vete poniéndolo +todo encima de esa cómoda, porque yo no tengo ya resuello ni para +levantar los brazos solos... ¡Por vida de los demonios... del +pispajo!...</p> + +<p>Hice lo que me mandaba, y fue sacando de la alacena, además de los +legajos, tres pares de candelabros de plata, varios cubiertos y una +bandeja del mismo metal, y un rimero de porquerías, entre ellas más de +seis libras de polvos de salvadera envueltos en un papel de estraza, y +una jarra blanca como de media azumbre, con un paluco adentro. El +interior de la jarra y el paluco estaban cubiertos de una costra +negruzca muy removida y cuarteada. Pregunté a mi tío con una mirada para +qué servía aquello, y me respondió:</p> + +<p>—Eso es para hacer tinta... digo, era; porque ya con la última hecha el +año que pasó, ha de sobrarme. La hacía con agallas y caparrosa, y la +revolvía dentro de la jarra con ese paluco, que es de higar, porque de +otra madera no sirve: saca la tinta mal color.</p> + +<p>Después de desocupada la alacena, me mandó mi tío que sacara la balda +tirando hacia mí. Saqué la balda, que era pesada y de castaño, como todo +el interior de la alacena. Quedaban sobre el fondo de ella, en sentido +vertical y uno en cada ángulo, dos anchos listones, que parecían estar +allí para sostener los extremos de los otros dos horizontales y más +estrechos, sobre los cuales descansaba la balda; pero era otro muy +diferente su destino: estaban sueltos y servían para ocultar unos +pasadores de hierro con que se sujetaba a los tableros laterales el del +fondo. Sacado éste al fin, después de quitado el estorbo de los cuatro +listones, y vencida la dificultad, no pequeña, de correr los pasadores +oxidados, apareció un bulto negro en las entrañas de la pared.</p> + +<p>—Jala de eso pa-cá, arrastrándolo—me dijo mi tío señalándome el bulto +con la mano por encima de mis hombros medio embutidos en la alacena.</p> + +<p>Embutílos todavía más para hacer lo que me ordenaba mi tío; llegué con +las manos al bulto, que tenía cuatro caras, duras y frías, como que eran +de hierro; doblé los dedos sobre las aristas del fondo, y tiré hacia +mí—, pero no me bastó el primer tirón, porque era muy pesada la caja, y +tuve necesidad de repetirle con mayor fuerza para arrastrarla hasta la +boca de la alacena, donde la dejé por encargo de mi tío.</p> + +<p>—Ahora—me ordenó—, dale media vuelta, de modo que quede hacia +nosotros la cara de atrás.</p> + +<p>Hícelo así, y apareció en ella la cerradura, que a la simple vista no +tenía nada de particular. La caja mediría poco más de un pie de ancha, +por cosa de pie y medio de alta.</p> + +<p>—Corriente—dijo mi tío entonces—. Pues ahora déjame ponerme donde tú +estás; pero repara bien lo que me veas hacer para enterarte mejor de lo +que te vaya explicando.</p> + +<p>Entonces eligió otra de las llaves de su llavero, y, con mano algo +temblorosa, la dirigió a un punto determinado de la cerradura de la +caja.</p> + +<p>Todos estos procedimientos y detalles iban poniendo mi curiosidad y mi +extrañeza en un grado de tensión extraordinario. El aspecto de la +habitación, tan austero que rayaba en lo pobre; su puerta y las +inmediatas, cerradas con llave; aquel hombre extenuado, envuelto en un +ropaje burdo y desaliñado, sobre el que destacaban la cara lívida, de +ojos hundidos y relucientes, y las manos cadavéricas; aquella alacena de +fondos negros, y en otro fondo de ella, más negro aún, una caja de +hierro oculta por una trampa más o menos ingeniosa; una luz tétrica +iluminando la estancia, y fuera de ella los bramidos del huracán, me +estaban pareciendo en conjunto un pasaje de melodrama, en el cual +desempeñaba yo un papel de galán joven, protegido del desalmado usurero, +por uno de esos incomprensibles antojos del corazón humano.</p> + +<p>—Esta caja—me decía mi tío mientras me revelaba prácticamente el +secreto de su cerradura, bien fácil de aprender, después de explicado—, +la discurrió y la jizo un jerreru de aquí, muy amañante y de mucha idea, +y se la regaló a mi padre; y para ella se abrió, tiempo andando, esta +alacena en este morio, que no baja de cuatro pies de macizo. No hay +memoria de intento de robo en esta casa; pero ya que había caja con +secreto y algo que guardar en ella...</p> + +<p>Tan pronto como quedó abierta, y a la vista una buena parte de lo que +guardaba, se volvió mi tío hacia mí y me dijo, como si estuviera leyendo +los pensamientos que bullían en mi cabeza:</p> + +<p>—Lo que menos te has figurado tú, al ver lo que está pasando aquí rato +hace, que tu tío es un avariento dejado de la mano de Dios, y que trata +de deslumbrarte los ojos con los frutos de sus rapiñas. La verdad, +Marcelo: yo me lo figuraría, puesto en tu caso.</p> + +<p>Me sonreí sin decir una palabra, y continuó mi tío:</p> + +<p>—Pero así y con todo, por esta vez fallan las señales. Esto que aquí +ves, es, en suma y finiquito, el ahorro de tu tío Celso... y la puchera +de los pobres de Tablanca. Estas alhajas sueltas son las que han ido +llegando a mis manos, como llegaron otras semejantes a las de tu padre, +por herencia de nuestros mayores, menos unas pocas, estas arracadas de +oro, y estas gargantillas de coral, y este relicario de plata con +piedras finas, que le regalé yo a mi pobre mujer cuando nos casamos, y +tuvo empeño en legármelos a su muerte. Estos cartuchos largos y cortos, +gordos y flacos, son de monedas de oro todos ellos. No sé lo que +componen en conjunto, porque nunca he querido cansarme en averiguarlo. +Lo que sé es que las mermas de ello dependen de las necesidades que haya +fuera de mi casa. A mí y a cuantos en ella vivimos, nos sobra con lo que +nos da la tierra cada año, y eso que nos tratamos bien y a qué quieres, +boca. Las fuentes que lo han ido manando, no están, como puedes +comprender, en las pobres tierrucas y en los ganados de Tablanca: otras +hay muy lejos de aquí, y viejas en la familia, de mejores manantiales. +De todas ellas tendrás noticias, cuando las necesites, en papeles que +están en esos legajos y hasta encima de la cómoda... velos ahí, porque +un rato hace andaba yo con ellos entre manos. Lo que importa que sepas +sin tardanza, por lo que pueda tronar, es que había en este joriaco lo +que ya tienes a la vista y no está inventariado en ninguna parte; y que +todo ello, alhajas y monedas, es de tu sola pertenencia desde este mismo +momento.</p> + +<p>Sorprendido con la ocurrencia, intenté hacer muy formales reparos a mi +tío. No me consintió decir una sola palabra.</p> + +<p>—Es asunto mío—me dijo, tapándome la boca con una mano, fría como +piedra sepulcral—, y resuelvo sobre él lo que me da la gana. Además, +estoy entrando en vena de hablar, y necesito hablar yo solo y sin que +nadie me corte la palabra... ¡trastajo!, hasta para sacar los atrasos de +estos días de murrias negras. Lo peor es ¡por vida del pispajo! que me +va faltando el resuello... Deja que descanse un poco.</p> + +<p>Sentóse en una silla apurado de respiración, más lívido que antes de +cara, y trasudando. Aconsejéle que no volviera a hablar de aquel asunto +ni de ningún otro, porque necesitaba reposo y tranquilidad; pero no me +tomó en cuenta el consejo. A poco rato, aunque sin moverse de la silla, +continuó así:</p> + +<p>—Conviene que te advierta, para que lo tengas entendido, que no trato +de corresponder con esta miseria al gran favor que me ofreciste poco +hace. La prueba de ello, si no te basta mi palabra, la hallarás en mi +testamento, hecho a las puertas de la muerte, cuando el primer ataque de +esta perra enfermedad... Te repito que me dejes hablar a mí solo hasta +que se acabe todo lo que quiero decirte. Otro día hablarás tú, y pata... +Volviendo al caso, digo que de todo esto que ya es tuyo desde ahora, han +salido muchos de los que estas gentes creen milagros míos; porque otras +tantas veces he tenido que hacerme de rogar un poco, con la excusa del +no poder; pues de blandearme a las primeras dejándoles descubrir el +manantial, ¡pobre de él y pobre de mí, hijo del alma! porque, en +finiquito, estos hombres, aunque buenos en lo principal, son rudos y de +los que se rigen más por la boca que por el entendimiento... Tampoco te +digo esto de la fuente para obligarte con ello a cosa alguna, sino +porque es la verdad, y no sobra el que la conozcas... como conozco yo +que cada uno tiene su modo de matar pulgas, y que tú tendrás el tuyo +particular, por consiguiente, y sabrás hacer de tu capa un sayo, o dos, +o los que se te antojen... o ninguno, si mejor te parece. Pero (y vaya +el ejemplo para ver el asunto por las dos caras) por si te allanaras +aquí algún día a seguir los mismos gustos que he tenido yo en lo tocante +a este vecindario, no te he de ocultar que ha de costarte bastante +trabajo al principio, y algunos disgustos después. Para ayudarte a +orillar las primeras dificultades, te recomiendo al Cura, que sabe tan +bien como yo, y hasta mucho mejor que yo, de qué pie cojea cada uno de +sus feligreses. También te puede servir de ayuda, y buena, Neluco Celis, +el médico; que aunque mozo, tiene una voluntad de perlas para estas +cosas, gran ojo y mayor entendimiento. Te advierto también que el Cura +es el único hombre, fuera de nosotros dos, que sabe lo que se guarda en +esta pared. Creí conveniente declarárselo cuando no contaba contigo, +porque no se lo comieran algún día los ratones, o fuera a parar, andando +el tiempo, a manos que no lo merecen; porque no tengo herederos forzosos +ni otros parientes pobres que esos dos bandoleros de que me hablaste el +otro día, y no son merecedores más que de un grillete, que no les +faltará, si viven... Déjame que se me pase este golpe de tos, y que tome +otro respiro. ¡Ay, trastajo, qué miseriuca somos a lo mejor!</p> + +<p>Esta vez fue más largo el paréntesis de mi tío, porque fue mayor la +fatiga provocada por la tos. En cuanto se repuso un poco, continuó +diciendo:</p> + +<p>—Pues bueno, y a lo que te iba: ya estás al tanto de las cosas y tienes +en marcha tu plan: aquí empiezan las alegrías de la buena entraña, pero +también las desazones gordas, si no te armas mucho de paciencia, ¡pero +mucho, pispajo! Porque vuelvo a decirte que estos hombres, como caerás +tú prontamente en ello, no todos son santos. Pero cinco dedos tenemos en +cada mano, y no hay dos que resulten iguales: lo mismo pasa entre los +hijos de familia; y pasando así en una familia de pocos y de una sangre +sola, ¿qué no pasará en una familia de muchos, como ésta en que hay +hijos de tantas y tan diferentes madres? Toparás, de vez en cuando, +hasta con desagradecidos, y verás que éste es el tropiezo que más duele +y el que más obliga a cerrar los ojos para seguir adelante con el deber +que uno tiene con Dios y con sus buenas intenciones; y obrando así, +hasta llegarás a mirar a esos desdichados como a hijos que más necesitan +por sus flaquezas, de amor y de la vigilancia del padre. De todas +suertes, la prosperidad y el agradecimiento de los buenos te consolarán +de la ingratitud de los que no lo son tanto; porque malos, propiamente, +yo no los conozco aquí: la verdad sea dicha. Llevada de este modo la +tarea, acabarás por tomarla mucha ley; pero guárdate bien de darla nunca +por asegurada, por firme que la creas por todas partes, porque torres +más altas y de esa misma hechura se han venido al suelo de la noche a la +mañana. Tan seguros como yo a estos hombres, tenía a los de Coteruco mi +gran amigo don Román de la Llosía, y ya te he contado cómo y por qué, +dos años hace, en cuanto vinieron estas políticas nuevas que hoy nos +gobiernan, en un abrir y cerrar de ojos se le fueron de las manos, y de +hombres agradecidos y cariñosos, se convirtieron en fieras enemigas +suyas, hasta el punto de verse obligado el caballero, más por dolor de +lo que veía que por miedo que lo tuviera, a mudar su residencia a +Santander con toda su familia. Y por allá se anda a las fechas, sin +apartar los ojos de su pueblo, aunque con el consuelo, últimamente, de +ver cómo van echándole de menos allí y suspirando por él los mismos que +le vilipendiaron, según van volviendo las heces al fondo de la cuba, +revuelta por manos viles.</p> + +<p>Lo que te probará, por otra parte, hijo mío, que la semilla buena no +puede dar nunca malos frutos, y que a la corta o a la larga, y después +de haber sembrado así, lo bueno siempre triunfa y sale a flote por +encima de todo. Con esto no te canso más por ahora, y vamos a dejar, si +te paez, todos estos cachivaches como estaban.</p> + +<p>Procedimos a ello, es decir, procedí yo, porque mi pobre tío no estaba +para moverse de la silla, y a duras penas logró sacar de la argolla la +llave de la arqueta después de cerrada y abierta por mí varias veces +bajo su dirección, para que no se me olvidara el secreto de la +cerradura, y mientras iba yo colocando cada cosa en su sitio y trancaba +la alacena, cuya llave quiso separar también del llavero, y separé yo al +fin, a sus instancias, por no tener él fuerzas ni paciencia para +hacerlo.</p> + +<p>Enseguida me entregó las dos llaves, sin consentirme la menor palabra en +contra de su decisión irrevocable.</p> + +<p>—Pero, alma de Dios—me dijo por último razonamiento—, ¿no te has +enterado de que son inútiles ya en mi llavero? ¿No has visto que ni para +mover las tablucas desclavadas de la alacena me quedan fuerzas ya? +¿Cómo, sin dar cuarto al pregonero, he de componerme para llegar con las +manos a lo que hay dentro de la caja? ¿No lo consideras? Pues si (lo que +no es de esperar) necesitara yo algo de ello en lo que me queda de vida, +por no alcanzar lo corriente que anda más a la mano en los cajones de +esa cómoda, con pedírtelo a ti estaba el punto resuelto. Conque basta de +esta conversación, y a otra cosa... Quiero también que te lleves a tu +cuarto estos papeles que estaba yo hojeando cuando entrastes aquí, para +que te vayas enterando de ellos si no tienes cosa más divertida en qué +entretenerte.</p> + +<p>Hizo apresurada y torpemente con todos los que estaban desparramados +sobre la cómoda, un revoltijo lastimoso, y me los entregó así. Mientras +yo los plegaba y ordenaba un poco mejor, le exponía excusas y reparos +que resultaban inútiles: no quería oírme. Cuando acabé mi fácil y breve +tarea, me dijo:</p> + +<p>—Ahora vuélvete, hijo mío, a tus quehaceres y a orear un poco la cabeza +por la casa; y vete en la confianza de que si con lo tratado aquí entre +los dos no me has quitado la enfermedad de encima, me has dado fuerzas y +ánimo que ya no tenía para llevarla sin pena ni miedo hasta la misma +sepultura; y esto, en mi modo de ver, vale más que una buena salud.</p> + +<p>Después me abrazó, y todavía me dijo antes de moverme yo hacia la puerta +de salida, volviéndose él hacia la solana:</p> + +<p>—Mira, hombre; hasta la ira de Dios parece que se ha calmado también: +ya no llueve tanto ni truena ni rebomba el viento como antes.</p> + +<p>Y era la pura verdad: la misma luz de la estancia, a pesar de irse +acabando la tarde, era menos triste que cuando yo había entrado en ella.</p> + + + +<h2 class="top15"><a name="XIX" id="XIX"></a>XIX</h2> + + +<p>Al cerrar la noche de aquel día sólo quedaban del temporal unos rumores +lejanos e intermitentes, a manera de jadeo de su cansancio después de +una brega feroz y continua durante semana y media. Con este motivo fue +la tertulia algo más animada que las anteriores últimas, y hasta el +patriarca presidente de ella parecía otro por lo parlanchín que estuvo y +lo espabilado de humor. Bien conocía yo la causa del milagro. Como +conocía la de que Facia, al revés de todos los demás, anduviera tan +alicaída y tétrica las pocas veces que se dejó ver en la cocina. Le +faltaban a la pobre aquellos estampidos de la borrasca en la boca de la +chimenea, que arrojaban sobre los recogidos llares costras de hollín tan +grandes como la palma de la mano; aquel redoblar de los granizos en las +puertas y en las ventanas de la casona; aquel chorreo incesante de los +goteriales del tejado, y aquel fluir de los aguaceros por patios y +corraladas, en regatos espumosos que se despeñaban después por los +declives de afuera buscando el río que ya no cabía en su cauce. Mirábala +yo compasivo algunas veces, y respondíame ella con una mirada +melancólica, que parecía significar: «Ya está la bonanza ahí; ¿ve usted +qué desgraciada soy?» Y esto era lo que más me preocupaba aquella noche, +cuando tanto y de cuenta propia tenía en qué emplear la imaginación +después de lo ocurrido dos horas antes en el aposento de mi tío. ¿No +tiene cosas bien inexplicables la pícara condición humana? Pero luego se +cambiaron las tornas y las pagué todas juntas, como decirse suele, +porque apenas pegué los ojos en toda la noche, y eso que me había metido +en la cama bastante descuidado por haber visto a mi tío en la suya +durmiendo con la tranquilidad de un mozo. ¡Entonces sí que vi con los +pormenores más nimios, y con toda su luz y su cortejo de premisas, +deducciones y comentarios la escena de aquella tarde! No pude averiguar +si en definitiva, el pensar tanto y tanto en ella me resultaba grato o +me mortificaba: matices había para todo en el cuadro y en los +pensamientos. Lo cierto fue que, desazonado y nervioso con la batalla de +mis preocupaciones a oscuras, encendí la luz, y que no bien la hube +encendido, me acordé de los papeles que mi tío me había dado en su +cuarto al despedirnos, y había guardado yo después en un cajón de la +cómoda.</p> + +<p>—Buen recurso—me dije—, para sobrellevar estas largas horas de +insomnio.</p> + +<p>Levantéme enseguida, cogí los papeles y me volví a la cama, dispuesto a +enterarme de ellos. Los principales eran tres: el testamento de mi tío, +un inventario de sus propiedades valoradas en venta y renta, y una +memoria dedicada a mí, de letra suya, con los renglones muy torcidos y +bastante emborronada: estaba firmada con fecha posterior a la del +testamento, y muy poco anterior a la de la primera carta que me había +escrito después de enfermar.</p> + +<p>Empecé por el testamento, que era largo y minucioso. Después de las +mandas piadosas y benéficas, que eran muchas, entre ellas una muy +importante relativa a la escuela municipal, hacía muy buenos legados a +sus sirvientes, en particular a Facia, a la cual dejaba en propiedad, +amén de su correspondiente legado en dinero, la casería, con tierras y +ganados, en que había vivido recién casada con el bribón que la engañó; +perdonaba todas las deudas a sus convecinos de Tablanca, y las rentas +del año en que falleciera a los llevadores de sus haciendas, cabañas y +rebaños. Dejaba a mi hermana una finca de dos que poseía en la provincia +de León; y del remanente de su caudal, después de hechas éstas y otras +menos importantes deducciones, me nombraba a mí heredero, por ser el +único varón de la línea directa de los Ruiz de Bejos.</p> + +<p>Puestas las cosas aquí, y sin gran sorpresa mía después de lo tratado +por la tarde mano a mano con el testador, entré en muy vivos deseos de +conocer el valor aproximado del caudal hereditario. Al fin y al cabo, +¡qué demonio!, era yo también de carne flaca como los demás hombres. +Según yo lo esperaba, por antecedentes que tenía adquiridos de mi padre, +todo el caudal de mi tío, para un hombre de su modo de vivir, era muy +considerable; pero para un Ruiz de Bejos de mis usos y costumbres, ya +era cosa muy diferente: mejor dicho, aquel caudal, disfrutado en +Tablanca como le disfrutaba mi tío, era una verdadera riqueza; viviendo +como yo vivía en Madrid, sin ser manirroto ni mucho menos, me le hubiera +comido en pocos años. Así y todo (¿a qué negar lo que no desagrada +porque es inherente a la humana contextura?), me sentí muy satisfecho +con la herencia, la cual llegaría a hacerme el primer hacendado de +Tablanca. ¿A quién le desagrada ser el primero en cualquier parte del +mundo habitado y habitable, por oscura y mínima que ella sea? Valga por +compensación de esta flaqueza, la mortificación que sentía con los +temores de que no fuera tan desinteresada como yo creía la gratitud +cariñosa con que respondía mi corazón a las larguezas y distinciones de +mi tío.</p> + +<p>Su memoria, redactada con el espontáneo y agradable desaliño que le era +propio, se reducía a exponerme, a grandes rasgos, el armazón de su obra +benéfica, llamada por él «su deber»; los frutos principales de ella; lo +que le costaba aproximadamente cada año en dinero, porque en paciencia, +no tenía calo ni medida, y una relación de las familias de Tablanca más +merecedoras, por sus especiales condiciones y virtudes, del amparo y la +estimación de «la casona». Todo aquello me lo declaraba para mi gobierno +solamente. El único encargo que me hacía, y muy encarecido, era el de +procurar que no se desmembrara durante mi vida el patrimonio de los Ruiz +de Bejos que pasaba a mis manos íntegro y tal como él le había recibido +de las de su padre y éste de las del suyo, ni al heredarme mis hijos, si +llegaba a tenerlos; y si no, que pasara a los de mi hermana con igual +recomendación para los mismos fines, siempre que fueran compatibles con +las leyes. Por de pronto y para «lo de puertas adentro» que me dejara +guiar por las indicaciones del párroco don Sabas Peña; y si no vivía +éste ya, de la persona que me buscaría por su mandato. Él no podía +explicarse con mayor claridad allí, porque los papeles son cosas +livianas que se lleva el aire fácilmente, «y vaya usted a saber en qué +manos van a dar a lo mejor». Después me nombraba las personas encargadas +de administrarle las fincas «que radicaban» fuera del valle y de la +provincia, y concluía advirtiéndome que, como ya se declaraba en el +testamento, a la hora en que escribía aquellos renglones no debía nada a +nadie, como no fuera su alma a Dios, en cuya misericordia confiaba y a +quien pedía que hiciera el milagro de que yo sintiera alguna vez el +deseo de dejar los huesos en el campo santo de Tablanca, después de +haber vivido muchos años en la casona de los Ruiz de Bejos.</p> + +<p>Como los demás papeles, aunque relacionados con el caudal de mi tío, no +me ofrecían gran interés, renuncié a su detenida lectura por entonces, y +consagré el tiempo que tenía bien de sobra a espaciar la imaginación, a +ojos cerrados, por el campo variadísimo de los sucesos de aquel día. Así +me cogió el sueño muy cerca del amanecer. Cuando desperté, entraba la +luz en mi gabinete por el cuarterón que siempre dejaba entreabierto en +la puerta de la solana. Me pareció que la luz era más alegre que la que +me había saludado en idénticos casos durante la última quincena, o que +estaría el sol ya muy arriba, lo cual no sería extraño por lo tarde que +me había dormido por la noche. Miré el reló que tenía a la cabecera de +la cama, y vi que eran poco más de las ocho. A pesar de la falta que me +hacía dormir un buen rato más, levantéme y abrí todo el cuarterón. El +poco cielo que veía desde allí, estaba raso y azul como un paño de seda, +y el sol bañaba ya todos los picachos del Oeste. Relucían las peñas y +los troncos y los bardales y los suelos por todas partes, eso sí, y se +sentía un frío húmedo y pegajoso que llegaba hasta los huesos; pero +estaba risueña y en calma la Naturaleza, y esto levantaba mucho los +ánimos.</p> + +<p>Pensando más que en estas cosas en mi tío, a quien anhelaba saludar como +todos los días al levantarme (especialmente desde que andaba tan +alicaído, y me había recomendado mucho el médico la mayor vigilancia +sobre él), y barajando con este sentimiento los recuerdos que se iban +despertando en mi memoria, despaché en el aire mis operaciones de +tocador.</p> + +<p>«Y vamos a ver—decíame a mi propio en cuanto me hallé dispuesto a salir +del cuarto—, ¿qué cara pongo a mi tío después de lo que ha pasado esta +noche? ¿En qué temple de ánimo, en qué estilo he de expresarle «lo que +procede»? Y ¿cuál es «lo que procede»? Porque él debe dar por hecho que +a estas horas estoy enterado de todo; y en casos tales, un grado menos +de lo justo en la expresión de lo que se siente, desnaturaliza la +seriedad de un papel y hasta pone en ridículo al actor».</p> + +<p>Afortunadamente se anticipó él mismo a sacarme del atolladero. Sin +responder a la salutación que le hice en la cocina, adonde había ido el +infeliz desde la cama, me dijo, porque estábamos solos en aquel momento:</p> + +<p>—Como ya habrás leído los papeles que te entregué ayer tarde, por lo +menos el principal de todos, quiero, y así te lo mando, que no me hables +una palabra ahora ni después ni nunca, de esos particulares ni de ningún +otro que sea pariente de ellos. Hazte la cuenta de que no ha pasado nada +entre nosotros de dos semanas acá, y atente a ello si deseas darme +gusto. ¿Entendístelo? Pues en la creencia de que sí, te digo ahora, +respondiendo a tu pregunta de antes, que he pasado una noche de las +buenas, ¡de las buenas, trastajo! He dormido más de cuatro horas, y no +he tosido veinte veces.</p> + +<p>Por este camino tan cómodo salí del compromiso que tanto me apuraba, y +bien sabe Dios cuánto me alegré de ello. ¡Sobre que las resoluciones de +mi tío habían de ser irrevocables!... Pero ¡qué malo estaba el pobre, no +obstante la extraordinaria mejoría de su espíritu! ¡Cómo se iban +conociendo de día en día, en su cuerpo aniquilado, las zarpadas de la +muerte!</p> + +<p>Hacia las once de la mañana aparecieron en la casona don Pedro Nolasco y +toda su familia, es decir, su hija y su nieta, y fueron recibidos en mi +habitación, donde también había brasero y nos hallábamos mi tío y yo con +Neluco que había ido a hacerle su visita diaria. Lita llevaba la cabeza +envuelta en una esponjada toquilla de color azul celeste, que realzaba +la frescura de su linda cara sonrosadita por la crudeza del aire +serrano, y todo el cuerpo gentil arrebujado en un chal de lana gris, de +mucho abrigo. Según entraba y hablaba en su estilo regocijado y +pintoresco, iba destocándose la cabeza y desenvolviendo el airoso cuerpo +con sus ágiles manos medio cubiertas por mitones rojos de estambre. +Mirándola a ella y mirando al sol que inundaba el valle, tras unos días +tan negros y tan tempestuosos como los recién pasados, yo no sé por qué +llegué a ver en la nieta de don Pedro Nolasco, algo así como la paloma +que volvía al arca anunciando que había cesado ya la ira de Dios y que +toda la Naturaleza surgía de los abismos de tinieblas purificada de las +culpas e iniquidades de los hombres. Don Pedro Nolasco hacía temblar las +paredes con el estruendo de sus ponderaciones de lo recio y de lo crudo +del temporal. No recordaba otro como él de muchos años atrás. Había +estado como sin sangre en aquellos días, y no hubo durante ellos lumbre +que alcanzara a meterle en calor. Y bien se conocían, sin que él los +ponderara, los chamuscones que se había dado, porque apestaba desde +lejos a humo de cocina, y tenía la piel como los chorizos curados y +hasta con hollín. Mari Pepa no veía motivos para tantas ponderaciones: +aquel temporal había sido como otros muchos que habían pasado y que +pasarían. Lo único de él que la mortificó verdaderamente, fue el +privarla, y privar a todos los de su casa, de ir a hacer un rato de +compañía a don Celso y ver cómo andaba de salud. Y a eso iban entonces, +aprovechando el primer sol que se veía después de una quincena de +aguaceros y «celleriscas», y sobre todo ello se habló mucho en muy poco +tiempo, quitándose unos a otros la palabra, mientras Lita, corriendo su +silla hacia la mía que estaba alejada del brasero, me contaba, casi al +oído, lo alarmados que estuvieron todos en su casa con las noticias que +Neluco les iba dando de mi tío, al pasar por allí de vuelta de sus +visitas, y el trabajo que le había costado a ella disimular la pena que +acababa de sentir al encararse de pronto con don Celso. ¡Qué «mortalón» +le veía, Virgen y Madre de Dios! Y tras esto, me acosó a preguntas: si +comía, si descansaba, si conocía su estado, si me daba mucho que hacer, +si podían ellos hacer algo en alivio nuestro; porque ya se sabía que +casa sin mujeres, andaba como Dios quería en los apuros graves. Buena +era Facia, buena era Tona; pero... al cabo, al cabo. Vaya, que no era lo +mismo. Su madre era una gran enfermera, y ella tenía buena voluntad; y +cuando llegara el caso, si desgraciadamente llegaba, que no anduviéramos +con miramientos que no pegaban bien entre vecinos amigos y hasta +parientes.</p> + +<p>Como a lo más de esto tuve que responder, y la conversación continuaba +enredándose en el otro grupo con la inagotable verbosidad de Mari Pepa, +y hasta se marchó Neluco de la visita, porque tenía que hacer otras dos +antes de comer, y, sobre todo, porque estaba yo muy a gusto al lado de +aquella criatura tan atractiva, lo tratado entre los dos se fue +enredando también poco a poco, hasta extraviarse al fin por derroteros +que ninguna comunicación directa tenía ya con el punto de partida.</p> + +<p>Todas las mujeres que yo llevaba tratadas en el mundo, con más o menos +intimidad, como formadas en un mismo plantel y educadas con unos mismos +fines, salvas muy importantes diferencias plásticas, de esas que tocan +más al cuerpo que al espíritu del observador, me habían dado en +definitiva una suma de semejanzas morales que llegó a parecerse a la +monotonía, según mi manera particular de ver esas cosas; y de aquí, es +decir, de esa condición mía, de la desgracia o de la fortuna de no haber +sido formada mi naturaleza del mismo barro que la de otros hombres +llamados «impresionables» la falta de verdadera curiosidad y, por +consiguiente, de hondo interés hacia aquellas mujeres, a pesar de haber +vivido con ellas en continuo trato. Pero el caso de Lita ¡era tan +diferente de los otros casos! Por de pronto, yo encontraba a su lado una +complacencia, una delectación muy extraña y enteramente nueva para mí. +Buscando una comparación para este sentimiento, veníanseme a las mientes +ejemplos muy raros: verbigracia, los lienzos recién lavados y secos, el +heno de las praderas con su fragancia «a salud y el agua de las fuentes +rústicas con su pureza transparente. Aspirando la una, podían pasarse +«las horas muertas» contando las pedrezuelas relucientes del fondo de la +otra. ¡Placer bien primitivo y candoroso ciertamente! Pero era un +placer, al cabo, para quien no había hallado otro equivalente entre los +refinados artificios del mundo; y por eso sin duda, le daba ya tan alto +precio en aquellas bravías soledades.</p> + +<p>Ello fue que la tentación de contar las pedrezuelas de la fuente me +entró aquel día con doblada fuerza que en otras ocasiones, y que no +pudiendo resistirla, me lancé a la empresa, tomando por pretexto el +temporal pasado, nuestras forzadas encerronas por su culpa, y los que +nos esperaban a las puertas del lugar. Porque yo me preguntaba, viendo, +admirado, aquella criatura de tan equilibrado organismo: pero, señor, +¿de qué se alimentan esta alma tan regocijada y satisfecha, y esa +cabecita luminosa que irradia los pensamientos sin el estorbo de una +sola nube, en el mismo campo en que yo, hombre atiborrado de lecturas y +de recuerdos, no hallo con qué levantar un poco el espíritu en cuanto se +nubla la luz del sol? ¿Qué cantidad de ideas puede haber en ese cerebro, +de qué calidad serán y cómo las ha adquirido? No llegaba yo con mis +preocupaciones de hombre mundano hasta el extremo de creer que no +pudiera llevarse con resignación la vida desconociendo totalmente la +magia del gran escenario de mis preferencias, porque tenía en contra de +este absurdo el ejemplo de Mari Pepa y el de su amiga de Robacío, que +eran el colmo de la felicidad dentro de ese mismo desconocimiento +absoluto, sin contar las rudas y sedentarias labradoras que no sabían lo +que era una pesadumbre. Pero Lita era mucho más que esto, y mucho más +que su madre y que la hermana de Neluco, con no haber visto mayor +cantidad del mundo, ni bebido las ideas en mejores fuentes que ellas. +Tenía unas afinaciones, unas delicadezas de sentido y un alcance de +vista en las honduras de las cosas, aunque tratadas medio en chanza y a +la ligera, que solamente las concebía yo en las inteligencias muy +cultivadas.</p> + +<p>El caso fue, repito, que di principio a la investigación, movido de una +curiosidad muy grande; pero teniendo buen cuidado por acomodarme en lo +posible a las naturales condiciones del terreno, de allanarme yo mismo +al nivel de lo más sencillo y rudimentario: casi, casi, me introduje en +su conciencia por las puertas aprendidas en la infancia en el catecismo +del Padre Astete. «Sitios por donde había andado, ocupaciones que había +tenido». En sustancia, de eso vinimos a tratar en los comienzos de mi +labor. De lo primero no supe más que lo que ya sabía por Neluco Celis: +un mundo de cuatro leguas, escasas, a la redonda de Tablanca; dos o tres +familias del pelaje de la suya, esparcidas por él; dos ferias cada +primavera, si el invierno no había sido muy largo, y tres o cuatro +romerías en el transcurso de cada verano. ¿Deseaba ver algo más que eso? +¡Psh!... por desear propiamente, no. Ahora, alegrarse de tener ocasión +de conocerlo un poco, puede que sí, porque a nadie le amarga un dulce; +pero de todas suertes, a ella se le figuraba que no había de encontrarse +a gusto entre tanto y «tan pomposo» revoltijo. Una amiga suya, de más +allá del Puerto, la mandaba algunas veces un periódico de modas que ella +recibía cada semana: por los dibujos y las explicaciones de ese papel, +estaba al tanto de cómo se vestían las señoras para ir a las grandes +fiestas y al paseo. «¡Virgen la mi madre», cuánto dinero debían de +gastar en esas galas y diversiones, y qué mal la sentarían a ella tantos +lujos, avezada a las pobrezas de una aldeúca montés y qué avergonzada se +vería en aquellos festivales tan resplandecientes, debajo de unos +perifollos que no sabría manejar!... ¡Quita, quita! Bien se está San +Pedro en Roma. Algo más que las estampas de aquellas señoras, la +entretenían en el papel unos dibujos de labores que se hacían fácilmente +y sin costar mucho dinero. De ésas había ido llenando la casa. También +había aprendido en el mismo papel a cortarse los vestidos y chaquetas. +¿Qué mejores entretenimientos para pasar horas sobrantes? Porque cuando +no tenía labor para sí propia o para los de su casa, se la daban bien +abundante la mitad de las mozas de Tablanca. ¡Como ella no sabía +negarse, y las otras pobres no conocían otro refugio cuando se trataba +de las galas domingueras!... «¡Pero qué curiosón era yo, Virgen de las +Nieves! ¿Si querría burlarme de ella?» ¿Por qué la preguntaba esas +cosas, ni qué podían importarme a mí, que tanto había visto por el mundo +y conocería a tantas damas de las lujosas del papel? Ya contaba yo con +esta salida de los carriles del asunto, lugar común de toda clase de +interlocutoras en diálogos por el estilo: pura modestia. ¿Cómo no había +de interesarme a mí, más que todo lo que llevaba visto de lo que hay y +se ve en todas partes, aquel hallazgo tan lindo y tan nuevo, donde menos +se podía esperar? No eran adulaciones ni «cortesanías de madrileño» +estas palabras: podía jurárselo, y esperaba ser creído sin que ella me +pusiera en un extremo tan desfavorable para mi formalidad. En esa +confianza, lejos de enmendarme, reincidía en el supuesto pecado, y a la +prueba si no. Lecturas. ¿Cuáles eran las que más la gustaban? ¿Qué +libros había leído?... ¡Libros ella!... Si yo me refería a los que se +usaban ahora. No pasaban de tres: dos que le había prestado la amiga del +papel de modas, y otro que había traído su padre de Andalucía. Los de la +amiga trataban de amoríos muy tiernos que la pusieron algo triste, +porque le daba lástima de los pobres enamorados: en los dos libros se +veían y se deseaban las parejas de novios para salirse con la suya. El +libro de su padre tenía estampas, y era una historia de bandoleros que +robaban y mataban y eran al mismo tiempo muy blandos y muy nobles de +corazón. Eso no lo podía entender ella bien... Pues estos libros y «los +de casa» eran los únicos que había leído en toda su vida. Y ¿cuáles eran +«los de casa»? Pues uno muy grande y muy antiguo de <i>Cartas</i> de Santa +Teresa, que ya se le sabía de memoria; el <i>Año Cristiano</i>, que leía en +alta voz su madre todas las noches por el capítulo del santo +correspondiente al día; la <i>Guía de pecadores</i>, que su abuelo leía del +mismo modo de vez en cuando, y de tal arte, que la llenaba de espanto y +no la dejaba dormir con sosiego después, en media semana; y, por último, +<i>Don Quijote de la Mancha</i>. Éste le leía ella sola para sí, aunque +salteando algo la lectura, porque muchas cosas que había allí no eran +para gustadas de pronto por una mujer tan ruda como ella. Sobre la +calidad de las personas de su trato, ya me había dicho lo principal; el +resto, «a la vista lo tenía...». «Pero, Señor de los cielos—volvía a +decirme—, ¡ni aunque estuviera obligada a confesarme con usté!»</p> + +<p>Y de este género eran todas las pedrezuelas que fui contando y +estudiando en el fondo de aquella fuente cristalina y tentadora. Yo +comprendía que con ello solo pudiera Lita conformarse y vivir alegre sin +desear otra cosa mejor («mejor» según mi criterio), y que con una +travesura natural y una inteligencia tan clara como las suyas, se +pudiera llegar hasta el disimulo de muy apremiantes deseos; pero aquel +arte delicado con que manejaba la escasez de sus recursos «exteriores», +¿dónde le había aprendido? ¿Cómo podían concebirse tantos y tan variados +registros en una máquina tan simple? Este era el caso extraño para mí.</p> + +<p>«¡Pero qué majadero soy!—me dije de pronto, al sentir el paso de un +recuerdo por mi memoria—, ¿qué más escuela ni qué más libros necesita +que Neluco?»</p> + +<p>Sentí también remordimientos de conciencia, como si estuviera poniendo +mis manos en el tesoro de un amigo, y me apresuré a dar un tajo a la +conversación, llevando enseguida los restos de ella hacia la otra que ya +estaba en la agonía por falta de materia o por sobra de cansancio entre +los interlocutores.</p> + +<p>Marcháronse poco después los visitantes, dejando a mi tío muy fatigado +con la conversación en que había tomado, por rebeldías de su +temperamento, más parte de la que debiera, y yo llevé mi cortesía en +aquella ocasión al extremo de acompañar a la familia de don Pedro +Nolasco hasta el pedregal en que empieza a descender la cambera hacia el +pueblo. ¡Qué graciosamente pisaba Lita con sus primorosas almadreñas, y +con qué donaire se recogía los pliegues airosos de su vestido, que +apenas dejaban ver dos dedos de media blanca sobre el ancho y peludo +ribete de las zapatillas!</p> + +<p>Por la noche me dijo Chisco asaltándome en el pasadizo que seguía yo +para ir a la cocina, de la cual salía él:</p> + +<p>—¿No tenía usté ganas de probarse un pocu en algu de caza mayor?</p> + +<p>Respondíle que sí, temblando sin saber por qué, y añadió:</p> + +<p>—Pos a la manu tien la proporción de eyu.</p> + +<p>—Explícate—le dije algo nervioso, sin duda por el exceso de mi +curiosidad.</p> + +<p>—Se ha vistu el osu.</p> + +<p>—¿En dónde?</p> + +<p>—Encima del mesmu rejoyón del Salgueru: a hora y media de aquí.</p> + +<p>—Bien; pero... de paso.</p> + +<p>—¡Quiá! no, señor: encuevándose.</p> + +<p>—Conque... encuevándose... Y ¿quién le ha visto?</p> + +<p>—Chorcus, esta mañana, viniendo del invernal de Picachus.</p> + +<p>—¿Está bien seguro de haberle visto?</p> + +<p>—Como yo de que estoy viéndole a usté ahora mesmu; y el oju suyu no +falla pa esas visualis, ni el golfatu tampoco, porque lu tien de sagüesu +finu.</p> + +<p>—Corriente... y ¿qué pensáis hacer?</p> + +<p>—Pos salir los dos de madrugá a dale los güenos días.</p> + +<p>—¿Solos?</p> + +<p>—Y ¿pa qué más? No será la primer vez... Pero como usté me tenía +alvertiu de tiempus atrás que si se presentara una proporción de esas, +la aprovecharía con gustu...</p> + +<p>—Tienes razón, y has hecho muy bien en avisarme... ¡Vaya si te lo +agradezco!... hasta por la reserva con que lo haces, sin duda para que +no se entere mi tío. ¿No es verdad?</p> + +<p>—Muchu que lo es... ¡como que por eso iba a buscali a usté a su mesma +sala, cuando le he alcontrau en el caminu... pa que no se enteri el amu +que está en la cocina!... Porque el recau no me lo dio Pitu hasta jaz un +cuartu de hora.</p> + +<p>—Perfectamente... Pues la palabra es palabra; y si la salud de mi tío +lo permite, iré con vosotros con muchísimo gusto, ¡ya lo creo! Pero +entendámonos: ¿cuánto durará esa expedición?... porque yo no puedo +dejarle mucho tiempo solo.</p> + +<p>—Ni yo tampoco faltar de casa más de lo regular. Aunque pa la amañanza +del ganau, ya deju quien jaga mis vecis... Usté cuenti por seguru que, +enterus o en peazus, estamus de güelta pa la hora de comer.</p> + +<p>—¡Qué cosas tienes, hombre!... Conque enteros o en pedazos, ¡como si +fuera tan arriesgado el lance!</p> + +<p>—No es de bodas propiamenti; pero claru está que el dichu fue sólu por +decir. Tocanti a lo demás, si tien usté el menor... vamus... el menor +recelu por la bestia, que no deja de imponer un pocu la primera vez... y +tamién las siguientis, no venga, que compromisu de eyu no hay firmau.</p> + +<p>Me tocó en lo vivo la salvedad del mozón, que no estaba fuera de lo +prudente ni dejaba de venir al caso, y me la eché de terne, +preguntándole con brío bastante forzado:</p> + +<p>—¿Qué armas hay que llevar?</p> + +<p>—Pos la escopeta con cartuchu de bala, y güen acopiu de eyus; el +cochillón de monti por si es casu...</p> + +<p>—¿Crees que podrá hacer falta, eh?</p> + +<p>—A mí me ha prestau güen serviciu más de una vez... y llévisi tamién +esi cachorriyu de muchus tirus, que no sé cómo le yaman ustéis.</p> + +<p>—¿El revólver?</p> + +<p>—Esi mesmu.</p> + +<p>—¿Y nada más?</p> + +<p>—Y güen oju y mejor pulsu.</p> + +<p>—Pero, hombre... me parece a mí que para una bestia sola, siendo tres +los cazadores, no se necesita tanto arsenal...</p> + +<p>—Si estuviera sola propiamenti, con el primer tiru le bastaba, si era +míu; pero como está encuevá, ¡vaya usté a saber!... Hay que mirar las +cosas.</p> + +<p>—En resumen, ¡canario! ¿vosotros vais con alguna confianza?</p> + +<p>—Y si no la yeváramus, no juéramus.</p> + +<p>—Pues mañana, cuando sea hora de emprender la marcha, entras en mi +cuarto; y si estoy dormido, me despiertas. Te prometo que si no tiene +novedad mi tío, iré con vosotros; pero si desgraciadamente la tuviera... +ya ves tú... Conque hasta mañana.</p> + +<p>Yo no sé qué cara pondría Chisco oyéndome hablar así, porque en el +pasadizo donde estábamos conversando a media voz, no se veía la mano +delante. No sé más, sino que carraspeó un poquito y que, sin añadir una +sola palabra a las mías, echó a andar hacia la escalera, mientras yo me +dirigía a la cocina donde se oían ya los parleteos de los primeros +tertulianos.</p> + + + +<h2 class="top15"><a name="XX" id="XX"></a>XX</h2> + + +<p>¡Virgen santa, qué noche pasé! Antes de acostarme le había dicho a mi +tío que si él se encontraba bien y no me necesitaba para alguna cosa, +pensaba madrugar y subir a la montaña con Chisco para estirar un poco +las piernas y quemar algunos cartuchos, si había ocasión de ello.</p> + +<p>El pobre hombre, que se recreaba en hacerme agradable o, por lo menos, +llevadera la carga de mi destierro, aplaudió con toda su alma mi +propósito, ¡cuándo hubiera dado yo algo bueno porque me le quitara de la +cabeza con un par de razones transmisibles «decentemente» a Chisco por +mí! No lo podía remediar: el compromiso adquirido con él para el día +siguiente, me inquietaba mucho; y al verme solo en mi aposento después +de dejar en el suyo a mi tío, cuya condescendencia a mis declarados +propósitos me había parecido algo como firma de juez al pie de una +sentencia de muerte, me inquietó mucho más; y cuando metido ya en la +cama, después de preparado el arsenal que me había recomendado Chisco +para la batalla, me quedé a oscuras, la inquietud anduvo rayando con la +fiebre. Y yo creo que el caso no era para menos. Dígasele a un hombre de +las ciudades, hecho a todas las molicies de una vida regalona: «vas a +vértelas mano a mano con una bestia de las más feroces y temibles, en el +fondo de una caverna del monte, expuesto a que la fiera no esté sola y +necesites defenderte de otra o de otras del mismo linaje»; y a ver qué +carnes se le ponen a ese sujeto, por templado que sea. Cierto que Chisco +y su camarada habían de llevar la mayor parte en el empeño brutal, y que +ya no eran nuevos para ellos esos lances terribles; pero al cabo eran +dos rudos montañeses con más corazón que entendimiento, sobre todo Pito +Salces, que no tenía sentido común; y vistas las cosas por este lado, +había mucho y muy grave que temer, racionalmente pensando.</p> + +<p>Pues en cuanto me quedé dormido, ¡qué sueños! Manadas de osos por todas +partes, y osos de todos tamaños y colores; y por remate de estas +visiones, una caverna tremebunda llena de ellos: tres de los más lanudos +y graves, sentados en una peña del fondo; los demás, en apretada masa, +ocupando todo el ámbito hasta la boca de entrada, menos un espacio muy +reducido entre la primera fila de la masa y los tres animalotes de la +peña. En este espacio estaba yo, que era el reo en aquella especie de +juicio oral, y aún quedaba junto a la peña y casi enfrente de mí el +hueco suficiente para otro oso descomunal que se entretenía en afilar +las uñas en un canto gordo del suelo, mientras se pasaba la lengua por +los hocicos y me miraba con ojos sanguinolentos balanceando la cabeza. +Aquel oso era el verdugo de allí, que esperaba a que los jueces dieran +el berrido que me condenaba a muerte, para zamparse una buena ración de +mis pedazos y arrojar los restantes a la muchedumbre que ya se había +comido a Chisco y a Pito Salces, con escopetas y todo. Bien empleado les +estaba, por andarse en guapezas temerarias con aquellos animales que no +se habían metido con nosotros.</p> + +<p>Intentando estaba el último esfuerzo sobrehumano para hacerme entender +de aquel fiero tribunal, cuando me arrancaron de las garras del sueño +unas cuantas sacudidas de Chisco que acababa de entrar en mi cuarto. +Pues con verme así libre de tan angustiosa pesadilla, aún hallé cierta +semejanza entre mi despertar y el del reo en capilla por la llegada del +verdugo para vestirle la hopa.</p> + +<p>Amanecía ya, y, por las trazas, un día de los más esplendorosos y +templados que podían concebirse en aquella estación y en aquel pueblo. +Por esta puerta no había escape, y me vestí con la resolución de un +héroe; pero no me eché encima el armamento sin saber antes cómo había +pasado la noche mi tío, que de seguro estaba ya despierto, si no +levantado, según su costumbre de madrugar tanto como el sol mientras le +quedaran fuerzas bastantes para arrojar sus huesos de la cama. Me dirigí +en el acto a su habitación, por las rendijas de cuya puerta se veía luz. +Llamé, y en seguida oí su voz que me mandaba entrar. ¡Que Dios me +perdone si en algún rinconcillo de los más obscuros y remotos de mi +corazón, se ocultaba un germen siquiera de inconsciente deseo de hallar +en la salud del pobre hombre algún ligero trastorno que justificara en +mí una resolución terminante de no salir de casa «por entonces»!</p> + +<p>Tan ricamente había pasado la noche y tan animado le hallé acabando de +rezar sus oraciones acostumbradas, que me costó mucho trabajo reducirle +a que no me acompañara hasta el portal. En vista de ello, despedíme +hasta el mediodía, y me volví a mi cuarto donde me aguardaba Chisco... y +el café caliente, con tostadas, que por encargo del mozón me había +preparado Tona... En fin, que media hora después estábamos Chisco y yo, +armados hasta los dientes, en el portal, donde Pito Salces, con su +espingarda al hombro y una perruca faldera al lado, entretenía sus +impaciencias oliscando a Tona en sus trajines de arriba.</p> + +<p>Soltó Chisco el <i>Canelo</i> que ya latía en su perrera, oliéndose lo que se +estaba fraguando entre nosotros, y me mostró su regocijo, al verse +libre, poniéndome las manos sobre el pecho... y a riesgo de perder el +equilibrio con la fuerza de sus cariñosas demostraciones.</p> + +<p>Andando ya monte arriba, me declaró Chisco, en respuesta a una +insinuación mía, que no habían querido, él y Chorcos, enterar a nadie +más que a mí del hallazgo del oso, porque tal como se presentaba el +lance, era «cosa curriente» y a «cañón posau...» y cuantos menos bultos, +más claridad. No era yo de su parecer, y creía que, cuando menos, la +compañía, por ejemplo, de don Sabas, nos hubiera venido de perlas. Que +no y que no, y que ellos sabían muy bien lo que se pensaban. No dije una +palabra más sobre el caso.</p> + +<p>Tampoco tenía duda para mis acompañantes que el animalote aquél debía +haberse dado, durante el temporal, la gran vida en su refugio, porque +harto lo parlaban el esqueleto fresco y casi mondo de una yegua, visto +por Pepazos en una «rejoyá» de las cercanías de la cueva, y una +becerruca extraviada de la cabaña, al ir al abrevadero desde el invernal +de Escajales, que no había vuelto a aparecer. Era, por más señas, de +Maquileros, un vecino del Tarumbo. De manera que se trataba de un oso +cebado en carne fresca y a qué quieres, boca. ¡Excelente ocasión la de +nuestra visita para afinar el apetito de su merced!</p> + +<p>Enlazado naturalmente con esta conversación, vino el plan de ataque a la +fiera en su misma guarida después de cerciorados nosotros de que estaba +en ella. La cosa no podía ser más fácil, tal como la ponían los dos +cazadores que conocían a palmos la cueva y sus inmediaciones. También se +discurrió sobre la eventualidad de que su merced hubiera salido de paseo +o en busca de provisiones al llegar nosotros a su casa, en la cual +habría señales infalibles de su modo de vivir y de la mayor o menor +frecuencia con que la abandonaba. Pero si había familia en el domicilio, +como era también de creerse, serían muy contados los ratos que faltara +de él la madre... «u el padre». De modo que resultaban posibles contra +nosotros tres, en aquel desatinado empeño, dos osos, sin contar la +prole, que podía ser abundante y talludita. Por supuesto que me guardaba +muy bien de apuntar estas observaciones que se me iban ocurriendo a +medida que hablaban los dos mozallones: tenía empeñado mi amor propio en +aquella empresa, y no quería que se interpretaran mis razones de sentido +común, por señales de encogimiento.</p> + +<p>Después vinieron los consejos y las instrucciones para mí, que jamás me +había visto en otra. Me parecían muy bien, sólo que todos ellos se +fundaban en una misma base: la serenidad y el buen pulso. ¡Como si estas +pequeñeces se llevaran, en lances tan peliagudos, en el morral de las +provisiones o en el cinto de la cartuchera! Acordábame yo entonces, de +algo semejante que había visto en una piececita francesa muy graciosa. +Cierto mercader de pieles se presenta en una aldehuela del Pirineo con +un buen acopio de ellas, adquirido en Argel: por esto, y por llevar los +fardos y las maletas determinadas iniciales, y por algo que él dice +sobre el clima africano y las cacerías en aquellas selvas, tómanle los +sencillos aldeanos, que eran muy aficionados a la caza, por un famoso +matador de leones. Déjase correr él que lo ha notado, porque le tiene +cuenta la equivocación para sus fines mercantiles, y comienza el asedio +de preguntas de aquellos admiradores entusiastas del perínclito francés. +«Pero, vamos a ver—llegan a preguntarle—, ¿cómo puede un hombre +ponerse cara a cara con un león y atreverse a soltarle un tiro?» A lo +que responde muy sosegadamente el peletero: «De la manera más sencilla. +¿No se han visto ustedes alguna vez cara a cara con una liebre? Pues +imagínense, en cuanto estén delante del león, que el león es una +liebre... y no hay más.» «Efectivamente—replica el menos optimista de +los preguntantes, rascándose la cabeza—; sólo que me parece un poco +difícil hacer esas suposiciones delante del león.»</p> + +<p>La montaña, desde que yo no andaba por ella, había cambiado mucho de +aspecto: los robledales que dejé bastante bien vestidos todavía, aunque +con el ropaje mustio y amarillento, se hallaban completamente desnudos, +y lo mismo les pasaba a las hayas y a los arbustos de «hoja mudable». El +suelo estaba «deslavado»; la yerba de las brañas, tendida y atusada como +el pelo de una cabeza recién sacada del agua, y era cada hondonada un +torrente. Según íbamos ganando altura, encontrábamos más a menudo +grandes placas o «tresechones» de granizo congelado en las laderas +sombrías, y desde los picos de Europa hasta los de Sejos, todas las +cumbres que se alcanzaban a ver estaban cubiertas de nieve, en la que +centelleaba el sol al herirla de frente con sus rayos.</p> + +<p>Así era el aire ambiente, frío y cortante como una navaja de afeitar. +Pues con todo ello y con lo penoso que era de andar el camino que +llevábamos, por lo resbaladizo del suelo y la multitud de obstáculos que +nos oponían los desbordados arroyos, no me iba pareciendo largo. Puede +que consistiera esto en las pocas ganas que yo tenía de llegar al fin de +nuestro viaje; porque desde luego no consistía en lo divertido de mi +conversación con los dos mozones ni en los extremos de regocijo a que se +entregaba Chorcos a cada instante, como si fuera a sus propias bodas. +Tal era su irracional inquietud, que andaba dos o tres veces el camino, +igual que los perros que iban con nosotros. Intentando pararle los pies +un poco, pero muy principalmente lanzar la conversación a otro terreno +más agradable, solté entre ambos el tema de sus amoríos con las +respectivas mozonas. Pito acudió a mi llamada como un mastín a la mano +que le ofrece medio pernil. Chisco, que caminaba a mi lado sin perder el +compás de sus aplomados movimientos, apenas dejó descubrir en una mirada +sosona y descolorida, que se había enterado de la alusión. Chorcos me +declaró sin ambages que estaba «amerluzaón del too» por la criada de mi +tío; la tenía en las «telucas de los ojos» y «metía de patas en el +corazón. Vamos, ¡puches!, que si no se salía con la suya, no sabía lo +que sería de él». Ella, hasta la presente, no le había dicho que no... +ni tampoco que sí; verdad que él, por su parte, no había sido todo lo +claro que debía de ser... «¡Puches, lo que le encogía el respeto en +cuanto se veía a la vera de ella! Pero la madre... y don Celso... y la +cara que la mesma Tona le ponía a lo mejor... ¡y pué que por verle tan +acobardao!... De toas suertes, ¡puches!, Tona era Tona, y él acabaría +por salirse con la suya, o por ajuegarse de hipu amorosu, pero no con el +ñudo del pasapán...»</p> + +<p>Era lo mismo, <i>plus minusve</i>, que ya me había dicho otras dos veces +andando conmigo por los montes. De manera que en aquellas fechas no +había adelantado su negocio un solo paso.</p> + +<p>Tampoco el de Chisco, según éste me confesó muy sereno, y eso que le +tenía algo más adelantado que Pito Salces el suyo. Tanasia había llegado +a decirle claramente que «por su parte, sí, y de aquí no intentaba pasar +el de Robacío, porque sabía que el Topero le rechazaba por no ser de +Tablanca y por ser pobre, dos cosas que él no podía remediar. Acordéme +yo entonces de que la segunda tenía remedio en el testamento de mi tío, +y le dije:</p> + +<p>—Es verdad que la primera es irremediable; pero la segunda ¿por qué ha +de serlo, Chisco? A lo mejor amanece por lo más obscuro... o si no suben +los muladares, bájanse los adarves, y allá salen los unos con los otros +en altura.</p> + +<p>—Psh—me contestó encogiéndose de hombros—, y, por último, que se +queden las cosas como están. A mí no me ajondan tantu como a Pitu esus +malis en la entraña. No val Tanasia menos que Tona; pero tan rogá, tan +rogá, se van quitando pocu a pocu las ganas de eya... y tamién, esu de +que le pongan a unu en puja y en remati con un jastial como Pepazus... +vamus, que jaz mal estómagu... Y, en finiquitu, el güey sueltu bien se +lambe, y pué que sean permisión de Dios esos trompiezus, pa librarme en +el día de mañana de otrus que me descalabraran pa toos los días de mi +vida... Dende que tuvi dientis pa royeli, estoy ganandu el pan en casa +ajena, y no me ha idu mal así. ¿A qué apurase un hombre por cambiar de +suerti cuando no sabi lo que han de dali por lo que deja?</p> + +<p>Con estas filosofías de Chisco y las intemperancias de Pito Salces, +acabamos de subir una ladera de suelo escurridizo, y nos vimos al +comienzo de una ancha sierra que descendía en suaves ondulaciones hacia +nuestra izquierda. Atajábala por allí el frontispicio pedregoso de un +alto monte que la dominaba en toda su longitud, y estaba separado de +ella por una barranca. Sobre ésta se alzaba, y como al medio de aquel +perfil de la sierra, un peñón blanquecino que parecía la capucha, vista +por detrás, de un manto de titanes, pardo obscuro, extendido allí para +secarse a los rayos del sol que iluminaba toda la vasta superficie.</p> + +<p>A la derecha del peñón comenzaba una mancha verdinegra, como de monte +bajo, que desaparecía pronto en las sombras de la barranca; y a la +izquierda, un pedregal de poco relieve entretejido de malezas.</p> + +<p>Apuntando al peñón me dijo Pito Salces en cuanto nos vimos en la sierra, +porque Chisco ya lo sabía por serle bien conocido el escenario:</p> + +<p>—Ayí está la cueva aonde vamus.</p> + +<p>Me temblaron las carnes. Y luego añadió apuntando al perfil más elevado +de la sierra, hacia nuestra derecha y refiriéndose al oso:</p> + +<p>—Bajandu de ayí y como dende la metá del caminu hasta onde nos jayamus +nusotrus, lu vi ayer. Salía de aqueyus carrascalis y se jue por delanti +del peñascu onde está la boca de la cueva; y no pasó al lau de acá, ni +se golvió por el otru, porque yo no aparté el oju de ayí mientras anduve +a güen pasu el caminu, ni en la media hora larga que aquí mesmu estuvi +parau.</p> + +<p>Chisco, sin decir una palabra, ató el <i>Canelo</i> con un cordel que llevaba +liado a la cintura, y mandó a Chorcos que hiciera otro tanto con la +perruca, antojándoseme a mí que había leído en la actitud sobresaltada +de aquellos nobles animales, la confirmación de los supuestos de Pito, +al cual advirtió, con la amenaza de amarrarle a él también si no tomaba +en serio la advertencia, que no hiciera cosa alguna sin que se la +mandaran hacer.</p> + +<p>Con todos aquellos preparativos y mandatos, y muy singularmente con lo +raso y desamparado de la extensión que había entre el peñasco y +nosotros, acabé de amilanarme. ¿No era una barbaridad asaltar a pecho +descubierto la guarida de una fiera? Se lo dije a Chisco y me respondió, +muy secamente, que no, añadiéndome que lo importante era que no le +faltara a nadie la serenidad: en teniéndola, todo lo demás corría de +cuenta de él.</p> + +<p>La alusión no podía ser más directa a mí, porque Pito, de tan bruto como +era, pecaba precisamente por el extremo contrario. Entendíla, dolióme, +hice de tripas corazón, y dije al de Robacío:</p> + +<p>—Por donde vaya otro hombre, iré yo: tenlo entendido así.</p> + +<p>—Pos con eyu basta—replicóme—, y pechu al agua cuantu antis.</p> + +<p>Se hizo una breve inspección de armas y municiones. De las primeras no +llevaban los dos montañeses más que las escopetonas y unos cuchillos +enormes, cuyas empuñaduras, de asta de ciervo, asomaban por encima de +los ceñidores de sus cinturas. Los cartuchos con bala, toscamente +preparados la noche antes por ellos mismos, los llevaban sueltos en los +bolsillos del lástico, y los pistones a granel en las faltriqueras del +pantalón: todo seguro y a la mano, como ellos decían. Yo les sacaba de +ventaja el revólver y un cañón en la escopeta.</p> + +<p>—Nunca dispari los dos a un tiempu—me recomendó Chisco—, y guardi el +segundu pa si convien repetir en mejor sitiu, sin quitar el arma de la +cara.</p> + +<p>Fuera por haberme echado la cuenta del perdido, o porque hubiera +realmente causa racional para ello, es lo cierto que llegué a tener gran +confianza en la imperturbable serenidad de Chisco, y que no fui el +último en romper a andar hacia la peña cuando éste dio la orden en estas +palabras solemnes, después de santiguarse:</p> + +<p>—¡A la mano de Dios!</p> + +<p>Bajábamos los tres en ala y a buen andar, con los perros atados muy en +corto, porque a medida que nos acercábamos al peñasco, costaba mucho +trabajo contenerlos, y mucho mayor acallar sus latidos. Era plan +acordado ya atacar a la fiera en su guarida, entrando por el lado +izquierdo de la boca, y no convenía que los perros se nos anticiparan, +por razones, que se habían discutido también.</p> + +<p>Cerca, muy cerca ya del peñasco, el <i>Canelo</i> arrastraba materialmente a +Chisco, que tiraba de él con todas sus fuerzas en sentido contrario, y +ni amordazándole con una mano podía hacerle callar. La perruca faldera +latía y vociferaba también, a su modo, y zarandeaba el cordel que la +sujetaba a la manaza de Pito; pero temblaba mucho... aunque no tanto +como yo. Era indudable que la fiera estaba en su guarida ¿Nos habría +oído ya? ¿Saldría a recibimos a la puerta? Pero, a todo esto, ¿dónde +estaba la puerta?</p> + +<p>Al hacerme yo esta pregunta mentalmente, fue cuando Chisco se adelantó a +Pito y a mí; y con encargo de que me colocara el último de los tres, +comenzó a andar con mucha cautela y muy arrimado al peñasco, lo poco que +nos faltaba de camino hasta la orilla de la quebrada. <i>Canelo</i> iba +delante de él, loco de inquietud, olfateando en el suelo y en el aire, +batiéndose los ijares con el rabo y con medio palmo de lengua fuera de +la boca cuando no latía. Chorcos no estaba menos sobreexcitado que el +sabueso, y seguía a Chisco pisándole casi los tarugos traseros de sus +abarcas. Canelo desapareció pronto al otro lado de la peña, y Chisco, +después de detenerse unos instantes a observar desde la esquina, hízonos +señas de que podíamos seguirle, y desapareció también. Entonces al +avanzar nosotros, fue cuando pude yo darme la respuesta a la pregunta +que me había hecho poco antes: ¿dónde estaba la boca de la caverna?</p> + +<p>¡Dios eterno, qué cúmulo de barbaridades las de aquel día! Pues la boca +estaba en un tajo de la peña, casi a pico, sobre el barranco. De modo +que venía a ser la cueva como la buhardilla de una casa muy alta, ¡muy +alta!, a la cual buhardilla hubiera que entrar por la ventana, andando +por la cornisa de la fachada correspondiente. Salvo que la cornisa de la +peña tendría como cinco pies de anchura y un festón de jaramagos por +afuera que velaba un poco la visión aterradora del abismo, la +comparación es exactísima.</p> + +<p>Por aquella cornisa, que corría hasta perderse en el carrascal del otro +lado de la cueva, vi pasar a Chisco y a su perro, a Pito Salces detrás +de su perruca faldera, y cómo iban desapareciendo, uno a uno, en el +antro tenebroso los hombres y los animales, después de muy leves +precauciones del mozón de Robacío.</p> + +<p>No ofrecía grandes dificultades a mi paso aquel camino cuya longitud no +excedería de quince o veinte varas; pero la consideración racionalísima +de lo que íbamos a hacer después de recorrerle, sin otra retirada que el +abismo en el caso muy posible de salir escapados de la cueva, si no +quedábamos hechos jigote allá dentro, clavó mis pies en el suelo a los +primeros pasos que di sobre él. Vi todo lo brutalmente temerario que +había en nuestra empresa desatinada, y formé serio propósito de volverme +atrás. Pero Chisco y Pito Salces se habían sumido ya en la caverna; y +aunque temerarios y muy brutos los dos, no era honrado ni decente +dejarlos sin su ayuda un hombre que acababa de prometerles ir tan allá +como fuera otro.</p> + +<p>Duraron muy pocos instantes estas vacilaciones mías; y cerrando los ojos +de la inteligencia a todo razonamiento de sentido común, es decir, +bajándome al nivel de aquellos dos bárbaros, avancé resuelto por la +cornisa y llegué a la boca de la cueva, dentro de la cual latían +desesperadamente los dos perros, y me hallé a Chisco y a su camarada +disponiendo el plan de ataque. La cueva, como ya sabía yo por +referencias de los dos mozos que la conocían muy bien, tenía dos senos: +el primero, a la entrada, era espacioso y no muy alto de bóveda, con el +suelo bastante más bajo que el umbral de la puerta, muy escabroso y en +declive muy pronunciado hacia el muro del fondo, en el cual se veía la +boca del otro seno o gabinete de aquel salón de recibir. Olía allí a +sótano y a musgo y a perrera... y a hombres escabechados. No tenía ya +duda para Chisco que era «la señora», es decir, la osa, lo que rezongaba +en el fondo del antro invisible, respondiendo al latir desesperado de +los perros; y la señora con su prole, porque sin este cuidado amoroso, +ya hubiera salido al estrado para hacernos los honores de la casa. En +este convencimiento, se trató en breves palabras, casi por señas, porque +no había instante que perder, de si sería más conveniente soltar la +perruca que el sabueso; y acordado lo primero, el bárbaro de Pito, sin +oír otras razones, se fue hasta la boca del antro en el cual metió la +cabeza al mismo tiempo que a la perruca. Ésta había desaparecido, algo +vacilante e indecisa, hacia la derecha; y no sé cuál fue primero, si el +desaparecer la perruca allá dentro, o el oírse dos chillidos angustiosos +y un bramido tremebundo, o el retroceder Pito cuatro pasos del boquerón, +exclamando hacia nosotros (yo creo que con regocijo), pero con el arma +preparada:</p> + +<p>—¡Cristo Dios!... ¡Vos digo que aqueyus no son ojus: son dos brasales!</p> + +<p>Comprendió Chisco al punto de qué se trataba; soltó el sabueso y me +mandó a mí que me quedara donde estaba (es decir, como al primer tercio +de la cueva, muy cerca del muro de la derecha), pero con el arma lista, +aunque sin disparar antes que ellos dos, y avanzó él hasta colocarse en +la misma línea de Chorcos, de manera que sus tiros se cruzaran en ángulo +bastante abierto en el centro del boquerón del fondo.</p> + +<p>Como toda la prudencia y la reflexión que podía esperarse de aquellos +dos rudos montañeses había que buscarla en Chisco, yo no apartaba mis +ojos de él, y no podía menos de admirarme al observar que ni en aquel +trance de prueba se alteraba la perfecta regularidad de su continente: +su mirada era firme, serena y fría, como de ordinario; su color el mismo +de siempre, y no había un músculo ni una señal en todo su cuerpo que +delatara en su corazón un latido más de los normales; al revés de Pito +Salces, que no cabía en su ropa, no por miedo seguramente, sino por el +deleite brutal que para él tenían aquellos lances.</p> + +<p>Tomando yo por guía de mi anhelante curiosidad la mirada de Chisco, y +sin dejar de oír los ladridos de <i>Canelo</i> apenas metido éste en la +covacha, pronto le vi retroceder, pero dando cara al enemigo con las +cuatro patas muy abiertas, la cabeza levantada y casi tocando el suelo +con el vientre. Lo que le obligaba a caminar así no era difícil de +adivinar: tras él venía la fiera gruñendo y rezongando; y al asomar al +boquerón, no me impidió el frío nervioso que corrió por todo mi cuerpo, +estimar la exactitud con que Pito había calificado el lucir de los ojos +de aquel animalazo: realmente centelleaban entre los mechones lanudos de +sus cuencas, como las ascuas en la oscuridad. La presencia nuestra le +contuvo unos instantes en el umbral de la caverna; pero rehaciéndose +enseguida, avanzó dos pasos, menospreciando las protestas de <i>Canelo</i>, y +se incorporó sobre sus patas traseras, dando al mismo tiempo un berrido +y alzando las manos hasta cerca del hocico, como si exclamara:</p> + +<p>—¡Pero estos hombres que se atreven a tanto, son mucho más brutos que +yo!</p> + +<p>Al ver que se incorporaba la fiera, dijo a Pito Salces Chisco:</p> + +<p>—Tú al oju; yo al corazón... ¿Estás? Pues... ¡a una!</p> + +<p>Sonaron dos estampidos; batió la bestia el aire con los brazos que aún +no había tenido tiempo de bajar; abrió la boca descomunal, lanzando otro +bramido más tremendo que el primero; dio un par de vueltas sobre las +patas, como cuando bailan en las plazas los esclavos de su especie, y +cayó redonda en mitad de la cueva con la cabeza hacia mí. Corrí yo +entonces a rematarla con otro tiro de mi escopeta; pero me detuvo +Chisco, diciéndome mientras cargaba apresurado la suya igual que hacía +Pito por su parte:</p> + +<p>—Guarde esas balas por lo que puede suceder de prontu. Pa lo que usté +desea jacer, con el cachorriyu sobra.</p> + +<p>No me halagaba mucho aquel papel de cachetero que se me concedía y casi +por caridad; pero con el deseo de poner algo de mi parte en aquella +empresa feroz tan pronta y felizmente rematada, aceptéle de buen grado, +y hasta sentí muy grande complacencia en ver que con un balín de mi +revólver encajado en el oído de la osa, la había producido yo las +últimas convulsiones de la muerte. Y algo era algo, y otra vez sería +más.</p> + +<p>Pito silbaba y pataleaba de gusto en derredor de la fiera mientras +cargaban su espingarda. Chisco no se daba todavía por satisfecho, a +juzgar por lo receloso de sus aires.</p> + +<p>¿Qué quedaba allí por hacer? Lo que hizo Chorcos enseguida con su +irreflexión de siempre; llamar a <i>Canelo</i> y meterse con él en la cueva +desalojada por la osa. ¡Puches! había que acabar igualmente con las +crías... y saber lo que había sido de la perruca, que ni salía ni +«agullaba...» Bueno estaba de entender el caso; pero había que verlo, +¡puches!</p> + +<p>Por mucha prisa que se dio Chisco en seguir a su camarada para +acompañarle, no habiendo podido contenerle con razonamientos, cuando +llegó al boquerón ya volvía Pito con la perruca faldera abierta en canal +en una mano, en la otra un osezno como un botijo, y la escopeta debajo +del brazo. Dijo que quedaban otros dos como él, y se volvió a buscarlos, +después de arrojar el que traía contra un lastrón del suelo, y de +entregar a Chisco lo que quedaba de la perruca para que viéramos, él y +yo, si aquello tenía compostura por algún lado. ¡Puches, cómo le afligía +aquella desgracia!</p> + +<p>La caverna tenía muy poco fondo: se veía bastante en ella con la luz que +recibía por la boca, y por eso se hacían muy fácilmente todas aquellas +maniobras de Pito. El cual reapareció al instante con las otras dos +crías de la osa, asegurando que no quedaban más que huesos mondos en la +cama.</p> + +<p>Por el aire andaban aún los dos oseznos arrojados por Pito desde la +embocadura de la covacha, cuando Canelo salió disparado como una flecha +y latiendo hacia la entrada de la cueva grande. Yo, que estaba muy cerca +de ella, miré a Chisco y leí en sus ojos algo como la confirmación de un +recelo que él hubiera tenido. Observar esto y amenguarse la luz de la +cueva como si hubieran corrido una cortina delante de su boca, por el +lado del carrascal, fue todo uno.</p> + +<p>—¡El machu!—exclamó Chisco entonces.</p> + +<p>Pero yo, que estaba más cerca que él de la fiera y mereciendo los +honores de su mirada rencorosa como si a mí solo quisiera pedir cuentas +de los horrores cometidos allí con su familia, sin hacer caso de +consejos ni de mandatos, apunté por encima de <i>Canelo</i>, que defendía +valerosamente la entrada y a riesgo de matarle, disparé un cañón de mi +escopeta. La herida, que fue en el pecho, lejos de contenerle, le +enfureció más; y dando un espantoso rugido, arrancó hacia mí +atropellando a <i>Canelo</i>, que en vano había hecho presa en una de sus +orejas. Faltándome terreno en que desenvolver el recurso de la escopeta, +di dos saltos atrás empuñando el cuchillo; pero ciego ya de pavor y +perdida completamente la serenidad. Desde el fondo de la cueva salió +otro tiro entonces: el de la espingarda de Pito. Hirió también al oso, +pero sólo le detuvo un momento: lo bastante para que el mozón de Robacío +le hundiera la hoja de su cuchillo por debajo del brazo izquierdo, hasta +la empuñadura. Fue el golpe de gracia, porque con él se desplomó la +fiera patas arriba, yendo a caer su cabeza sobre el pescuezo de la osa, +donde le arranqué, con otro tiro de mi revólver, el último aliento de +vida que le quedaba.</p> + +<p>A pesar de ello, los dos mozones volvían a cargar sus escopetas. ¿Para +qué, Señor? ¿Era posible que quedaran en toda la cordillera ni en todo +el mundo sublunar, más osos que los que allí yacían a nuestros pies, +entre chicos y grandes, vivos y muertos? Después nos miramos los tres +cazadores, como si tácitamente hubiéramos convenido en que era imposible +cometer mayores barbaridades que las que acabábamos de cometer, y que +solamente por un milagro de Dios habíamos quedado vivos para contarlas. +Esta escena muda, que fue brevísima, acabó por echar Pito el sombrero al +aire, es decir, por estrellarle contra la bóveda erizada de puntas +calcáreas; Chisco hizo lo propio, y yo no quise ser menos que los dos. +Luego nos dimos las manos, y juro a Dios que al estrechar la de Chisco +entre las mías, latió mi corazón a impulsos del más vivo agradecimiento. +¿Qué hubiera sido de mí sin su empuje sereno y valeroso?</p> + +<p><i>Canelo</i>, a todo esto, cuando no se lamía los arañazos, poco profundos, +que le rayaban la piel en muchas partes, jadeaba y gruñía, con el hocico +descansando sobre sus brazos juntos y tendidos hacia adelante, pero con +los ojos clavados en los oseznos que rebullían entre las asperezas del +suelo y charcos de sangre, como gusanos muy gordos. No contaban, por las +trazas, más de una semana de nacidos. Cogiólos uno a uno Chisco por el +pellejo del cerviguillo, y los fue arrojando a la barranca por encima de +la cornisa desde el fondo de la cueva. Iba a hacer lo mismo con la +perruca, después de asegurar a Pito que «aqueyu» no tenía costura ni +remedio posible, porque había quedado «vacía por aentru», como a la +vista estaba; pero Pito quiso dar mejor destino que el de los oseznos al +cadáver del pobre animalejo, tan inicuamente sacrificado, y propuso que +le enterráramos en la sierra; y a ello asentimos de buena gana Chisco y +yo. ¡Puches, cómo amargaba a Pito aquella pesadumbre el placer de la +victoria!</p> + +<p>Y como nada quedaba que hacer allí por entonces para nosotros, salimos +de la caverna y aspiré, con ansias de cautivo de mazmorra, el aire libre +de las tierras soleadas. Sepultamos la perruca en un hoyo abierto a +punta de cuchillo a la sombra de un matojo de la sierra; y, sin movernos +de allí, apuramos más de la mitad del contenido de mi frasquete. Después +se sacaron algunas provisiones de boca que llevaba Chisco por encargo +mío en un morral; dimos a <i>Canelo</i> una buena parte de ellas, y el resto +nos le fuimos comiendo, andando a buen andar, a fin de llegar a Tablanca +al mediodía, conforme se lo tenía yo ofrecido a mi tío Celso.</p> + +<p>Y llegamos, antes aún de lo esperado; y todas las gentes que nos +encontraban al acercamos al pueblo, presumían, por el aire que +llevábamos, que habíamos hecho alguna muy gorda; pero cuando les +contábamos la verdad, no la creían. ¡Tan bestialmente gorda la +consideraban, con muchísima razón!</p> + +<p>Se la referí a mi tío, aunque ocultándole detalles que pudieran +impresionarle demasiado; pero como al fin era montuno el buen señor, +perdonóme la temeridad por lo grande del suceso, y tuve al último que +contársela con todos sus pormenores. Se entusiasmó de verdad. Puestas ya +las cosas tan arriba, invité, con su permiso, a Pito Salces a que +comiera aquel día con su camarada. Vio el mozón, como yo lo esperaba, el +cielo abierto, porque comer con Chisco era comer con Tona. ¡Puches, qué +doble panzada se dio! Yo, que asistí al final de la comida, añadí con +gustosa aquiescencia de mi tío, al surplús con que ya se había +obsequiado a los comensales, en honor del nuevo, una botella del más +rancio «tostadillo» lebaniego que se guardaba en la bodega de la casona. +Brindé con los dos mozones, y canté alabanzas hiperbólicas a la bravura +de Pito, para que Tona las oyera bien; con lo cual y el tostadillo, se +puso el alabado que ardía; y allí mismo pidió por mujer a la hija de +Facia, que no hacía más que llorar; así fue que Tona, colorada como un +pimiento por lo uno y angustiada por lo otro, llamó a Pito «jastialón +desvergonzau»; y no alcanzó mejor respuesta la fogosa demanda del +rendido pretendiente. Pero como él decía después: «lo importanti pa el +casu no era lo que eya pudiera contestame, sino lo que había de cantala, +y al cabo la canté yo; y esu, ¡puches!, ayá lo tien.»</p> + +<p>Como en la tertulia no se habló aquella noche de otra cosa que del lance +de la cueva, al salir al día siguiente, antes que el sol, Pito Salces y +Chisco con dos carros en busca de los dos osos muertos, sin necesidad de +invitaciones los acompañaba medio escuadrón de gente moza; con cuyo +auxilio pronto se vencieron las muchas dificultades que hubo para +sacarlos de la cueva. Andando de vuelta, fueron los acompañantes +adornando las carretas y los bueyes con ramajos de la montaña, y así +desfiló la alegre comparsa por delante de la casona y para que viera mi +tío los gloriosos trofeos de nuestra bestial hazaña; y así bajó al +pueblo, donde hubo cánticos y bailoteo por largo, con la «salsa» a mis +expensas por especial encargo mío. Obsequiáronme al otro día con las +pieles, y regalé yo a Chisco y a Pito Salces sendos centenes isabelinos, +con lo que pensaron enloquecer de alegría.</p> + +<p>Así acabó aquella memorable y descomunal aventura, que debió de haber +acabado conmigo tan pronto como la acometí.</p> + + + +<h2 class="top15"><a name="XXI" id="XXI"></a>XXI</h2> + + +<p>Si nos descuidamos un poco, en el monte se queda el sangriento botín de +nuestra batalla, porque apenas despellejadas las fieras en el lugar, el +sol, como si nada tuviera que hacer ya después de haber alumbrado tantas +barbaridades, se envolvió la cara en crespones cenicientos que fueron +dilatándose por la bóveda celeste, al impulso de un remusguillo que dio +en soplar a media tarde. Arreció mucho el frío y comenzaron a pasar por +delante de los cristalejos de mi gabinete unos copitos blancos que +danzaban en el aire, como si se resistieran a mancharse con las +inmundicias de la tierra. Por si me quedaba alguna duda sobre la +naturaleza de aquellos síntomas que me supieron a rejalgar entró Facia +muy diligente y hasta risueña, con la disculpa de llevarse mi brasero, +que ya estaría muriéndose, para «rescoldarle» un poco, y me dijo, +mientras se acurrucaba para cogerle por las dos asas:</p> + +<p>—Está nevandu, y va a haber temporal de eyu.</p> + +<p>—Y usted—la respondí con ganas de meterle la cabeza en el rescoldo—, +tan alegre como unas pascuas por eso mismo. Pero ¿qué casta de criatura +es usted?</p> + +<p>—¡Señor—replicó ahogándose de repente con un sollozo—, lo único que +sé es que soy una mujer muy desdichá!</p> + +<p>Salió llorando, y yo me quedé con remordimientos de haber despertado en +ella aquel dolor con la sequedad de mi pregunta. Después acabé de +amurriarme, viendo desde un cuarterón de la solana cómo iban espesando +los copos y desapareciendo todos los montes entre las espesas veladuras +que bajaban del cielo. ¡Otro temporal en perspectiva y otra encerrona +como la pasada!</p> + +<p>Cuando volvió Facia con el brasero chisporroteando, entró mi tío detrás +de ella. Iba a hablar conmigo de la nevada que estaba encima. Le +apenaba, primeramente, por mí, que volvería a hallar eternas las horas, +Dios sabía por cuánto tiempo, entre los paredones de la casa; porque las +nevadas que venían de repente como aquélla, y a traición, lo mismo +podían ser pasajeras que durables; y en segundo lugar, ¿para qué había +de ocultármelo? el mucho frío le calaba más «jondo» de lo que él pensaba +con los buenos ánimos que tenía para resistirle... Pero «el hueso, el +pícaro hueso envejecido como el suyo, era tierra pura, ¡tierra pura y +mala que se reblandecía y desborregaba en cuanto le faltaban las +lumbraducas de sol!». Otra cosa: todos los años se sacaba la nieve en +los puertos su correspondiente ración de carne viva; y siempre que vio +nevar por primera vez en cada invierno, se preguntó a sí mismo: ¿a qué +infeliz le tocará este año la suerte? Porque nunca faltó, de una banda o +de la otra quien, por descuido, por desgracia o por necesidad, se viera +cogido y sepultado en la montaña por una cellerisca de nieve; y eso que +no se le regateaban los socorros, sin miedo a los ejemplos de muchos que +allá se habían quedado con los socorridos, envueltos en una misma +mortaja. Siempre le apenaron a él estas reflexiones, hechas sobre +recuerdos de desgracias que le dolieron en lo más vivo; «¡pero ahora, +¡cuartajo!, desde que soy lo que soy y he visto caer el primer trapo de +nieve!... Ná, hombre, ná, chocheces de viejo apolillao hasta los +tuétanos... ¡Pues mira que te vengo con buenas coplas para una ocasión +como ésta!... ¿Has visto hombre más simple que tu tío Celso? ¡Pispajo +con la rociná de los demonios!».</p> + +<p>La triste verdad era que, a pesar de los alientos que había cobrado mi +tío, los temporales crudos le mataban, y que los quebrantos de su cuerpo +se le reflejaban en el espíritu por más que se empeñaba en disimularlo. +Mientras me hablaba así y yo le respondía dando vueltas por el gabinete, +se pegaba al brasero como la zarza vieja a la grieta del peñasco, y no +dejaba en paz a la badila pareciéndole poco el calor que le daban las +ascuas en reposo. Cada vez que llegaba yo a la puerta de la solana, +miraba maquinalmente por uno de sus cuarterones, y veía cómo iban +espesando los copos y se amontonaban los que el aire depositaba sobre la +baranda del balcón, hasta que en una de mis vueltas noté que se formaban +grandes remolinos sobre el huerto; que los copos crecían de volumen, y, +por último, que empezaba a «trapear» con tal pujanza, que en un instante +emblanqueció la poca tierra que se veía desde allí, y se apagaron los +mortecinos destellos de la luz del sol que llevaban dos horas de luchar +inútilmente con la espesura del nublado.</p> + +<p>—Pura tiniebla—oí decir a mi tío desde el brasero—, y a poco más de +media tarde. Lo siento por ti, Marcelo... y mira, llama a esas +condenadas mujeres para que te traigan una luz y te sea menos triste la +soledad...</p> + +<p>Y en esto golpeaba el suelo desesperadamente con su cachava, haciéndome +creer que las tinieblas le entristecían a él más que a mí. Había sobre +la cómoda una bujía en su palmatoria, y me apresuré a encenderla con una +cerilla de mi fosforera.</p> + +<p>—Hombre—continuó diciéndome, mientras miraba de hito en hito cómo +prendía la llama del fósforo en el pálido enteco y congelado de la +vela—, yo que tú, aprovecharía estas carceladas para leer tantos +libracos como trajiste contigo, y responder a tantas cartas como +recibes... Porque de mí no tienes que cuidarte para nada; para nada, +¡trastajo! En arrimándome a la lumbrona de la cocina, ya tengo todo lo +que necesito... Y si no, con verlo basta.</p> + +<p>Con lo que se levantó de la silla y rompió a andar el bendito de Dios, +sin darme apenas tiempo para alumbrarle con la vela en lo más obscuro de +los pasadizos.</p> + +<p>¡Leer! ¡escribir! No sabía el pobre señor que cuando un hombre da en +hallar tedioso el curso de las horas, no puede dedicarse a nada que le +distraiga, porque necesita todo el tiempo para aburrirse, por mandato de +una ley de la pícara condición humana.</p> + +<p>Aquella noche no vino un alma a la tertulia, y la cara menos triste que +hubo en la cocina fue la de Facia, la incomprensible y misteriosa mujer +gris. Mi tío y yo, como lo solíamos hacer a menudo, cenamos en la +perezosa: él su correspondiente ración de leche, alimento único que le +había prescrito Neluco últimamente, por convenir tanto a su invencible +inapetencia como a la índole de su enfermedad, y yo los ordinarios +condumios de Tona y de su madre, a los que se había ido haciendo mi +estómago agradecido.</p> + +<p>Como la noche era tan larga y yo sabía bien lo interminable que le +parecía a mi pobre tío la parte de ella que se destina por las gentes +que tienen buena salud al reposo en la cama, procuré que nos acostáramos +lo más tarde posible, después de haber cenado los tres sirvientes y +recogídose la vasija, y vuelto todos a arrimarse a la lumbre, y probado +yo, con poca fortuna, sacar a Tona de la esclavitud de una modorra que +la tenía en continuo cabeceo, y a Chisco de su impasibilidad sospechosa. +Pero mi tío, que todo lo observaba, dio pronto la voz de «vámonos», y se +levantó de su sillón, más agradecido que satisfecho de aquel tan notorio +como inútil sacrificio que todos estábamos haciendo por él.</p> + +<p>Antes de acostarme salí un momento a la solana para ver cómo quedaba la +noche. Continuaba nevando, y todo lo vi negro por el cielo y blanco por +la tierra, sin que turbaran la serenidad de aquel cuadro melancólico +otros rumores que los del río, muy encrespado con los tributos de las +pasadas celliscas y el que estaba recogiendo de la nieve que se deshacía +a su contacto con él.</p> + +<p>Me desperté muy temprano al otro día, y por satisfacer una curiosidad en +que había mucho de pueril, me asomé al balcón, bien arropado. Había +cesado de nevar, pero estaba el cielo encapotado, «de color de panza de +burra». Yo había visto nevadas en Madrid y en París y en San +Petersburgo,... muchas nevadas, pero siempre en terreno llano y entre +calles: es decir, una alfombra de lienzo algo sucio sobre la vía +pública, y mantas de vellones blancos tendidas en los tejados de +enfrente; nevadas, en fin, de teatro, sin la más remota semejanza con lo +que estaba viendo desde la solana de mi tío. Parecía que las montañas +del contorno habían triplicado su altura, y la unidad de color de todas +ellas con la redondez de formas que les daba la acumulación de la nieve +sobre sus naturales y bruscas asperezas, cambiaba a mis ojos todos los +términos y todas las líneas del panorama que tan conocido me era. No +hallaba en el nuevo un solo detalle con que orientarme para reconstruir +el que se había borrado en pocas horas. Arboledas, senderos, cañadas, +todo había desaparecido, o debajo de la nieve, o por los engaños de la +luz sin claro-obscuro; cielo, montes, valles... todo era lo mismo, a +modo de descomunal cantera de sal refinada o de cal viva, en cuyo fondo +estuviera yo. Ni un ave en el espacio, ni un ser viviente en el suelo en +cuanto abarcaba la vista, y el rumor continuo, igual, monótono, del +invisible río, como si fuera el estertor de la naturaleza, que se moría +tiritando, anémica y abotargada por la frialdad.</p> + +<p>Me volví pronto al gabinete, muy mal impresionado, y hallé en el +relativo calor de la alcoba un momentáneo remedio al frío glacial que en +la solana había penetrado como una saeta en mi cuerpo y en mi espíritu.</p> + +<p>Lavoteándome estaba aún para buscar por este medio una reacción +consoladora, cuando entró Facia de puntillas por creerme todavía +durmiendo, con el brasero que había sacado del gabinete por la noche, +según costumbre, antes de acostarme yo. Viéndome levantado, me dijo que +se alegraba, porque tenía que darme una noticia, y no buena. Pensé que +se trataba de mi tío, y me alarmé.</p> + +<p>—No es del amu, gracias a Dios—me dijo respondiendo a una pregunta que +la hice, que ha pasau bastante bien la noche, y ya está calentándose en +la cocina.. Es del probe Pepazos.</p> + +<p>Preguntéla qué le había ocurrido a Pepazos, y me contestó que no había +vuelto a casa desde que había salido de ella la tarde anterior.</p> + +<p>—Pero ¿por qué camino tomó al salir?—volví a preguntar.</p> + +<p>—Por el de los puertus—me respondió la tétrica mujer muy apenada.</p> + +<p>Me estremecí recordando lo que me había dicho mi tío sobre los tributos +que cobran cada año las nieves en las montañas. Entrando en más +explicaciones, supe que Pepazos, en cuanto vio caer los primeros copos +de nieve, salió en busca de unas yeguas de su casa, que antes del +mediodía andaban pastando en una hoyada a menos de una hora del pueblo, +monte arriba. Las había visto él mismo. Tienen las yeguas libres la +extraña condición de huir de las nevadas hacia las cumbres, al revés que +todos los animales domésticos. Dícese que lo hacen por aversión +instintiva al cautiverio. Será o no será así; pero es un hecho constante +aquella singular costumbre. Por tenerlo Pepazos bien sabido, salió en +busca de sus yeguas cuyo paradero conocía. Suponíase que los cerriles +animales, presumiendo la que su amo trataba de jugarles, huirían hacia +las alturas. Otro que Pepazos, al ver esto y pensando en la nevada que +se venía encima, porque bien claras estaban las señales de ella, habría +dejado que el diablo se llevara las yeguas y vuéltose al pueblo por de +pronto; pero era, tras de poco avisado, muy terco, nada aprensivo y +confiado con exceso en su robustez de encina, y se las apostaría a los +veloces animales como si todos fueran unos; y así, corriendo tras ellos +de cañada en cañada y de loma en loma, a lo mejor, se vería entre la +oscuridad de la noche y con los caminos borrados por la nieve. De modo +que si no había tenido la fortuna, como también se creía, de caer en +algún invernal, covachona o cosa así, era hombre muerto a aquellas +horas, porque debía de haber en los montes más cercanos cosa de una vara +de nieve. ¡Era mucho lo que había trapeado desde la caída de la noche!</p> + +<p>No me pareció mal razonado este triste pronóstico, y pregunté si se +pensaba hacer algo en vista de él; a lo que me respondió Facia que ya +estaba hecho cuanto podía hacerse. Al romper el alba habían salido del +lugar, no todos los hombres que se brindaron a ello, porque hubieran +sido demasiados, sino los que se escogieron por más a propósito por su +robustez y por su experiencia: cosa de una docena de ellos en junto. +Pidiéndola nombres de aquellos valientes y caritativos convecinos, +citóme el primero a don Sabas, que no faltaba nunca a esas llamadas, por +considerarse necesario como cualquier otro para atender al negocio de la +vida del socorrido, y único en su parroquia para el negocio del alma, si +llegaba a tiempo y desgraciadamente no alcanzaba ya para otra cosa; +después me nombró al médico, que no cabía en su casa en cuanto sabía que +estaba algún convecino en la apurada situación de Pepazos; luego a +Chisco, uno de los hombres más arrojados, más fuertes y más entendidos +para aquella casta de faenas; y después de nombrarme a otras personas +que no me eran tan estimadas, por haberlas tratado menos, cerró la +cuenta con Pito Salces, mozo capaz de los imposibles, siempre que +hubiera a su lado quien le impidiera hacer una barbaridad; y tres perros +de buena nariz, uno de ellos <i>Canelo</i>.</p> + +<p>Me pareció aquella empresa harto más alta que la mía de la antevíspera, +no sólo por la calidad del enemigo, sino por la grandeza de los fines, y +pedí a la mujer gris algunos informes sobre la manera de llevarlo a +cabo. Iban los expedicionarios provistos, ante todo, de «barajones», +unas tablas con tres agujeros cada una, en los cuales se meten los +tarugos de las abarcas. No había nada como ello para andar sobre la +nieve sin que se hundieran los pies ni se formaran pellas entre los +tarugos. Llevaban también palas, azadas, cuerdas y otros útiles para +abrirse paso donde no le hubiera descubierto, o mandar algún auxilio +desde arriba adonde no pudiera bajar un hombre por sus pies; no se les +olvidaría el aguardiente ni algo de alimento sólido, ni de ropa seca si +la había a mano... ni un poco de botiquín, puesto que iba el médico; +porque había que pensar en todo. De esta manera emprenderían la marcha +hasta la «joyá» adonde había ido Pepazos a recoger las yeguas, y después +tomarían el rumbo que más acercado creyeran al que pudo tomar él, +corriendo detrás de los fugitivos animales. Por de pronto, ya había la +casi seguridad de que el camino le habían llevado uno y otros cuesta +arriba. Con estas precauciones y la buena voluntad de todos, se podía +esperar algo... aunque no mucho, si Dios no tomaba el caso de su cuenta. +De todas suertes, no cabía hacer cosa mayor que la que se había hecho, +en la pequeñez de las fuerzas humanas.</p> + +<p>Me advirtió también Facia que mi tío no sabía una palabra del suceso, y +yo la recomendé mucho la necesidad de que no llegara a conocerle, +inventando una disculpa cualquiera para explicarle la ausencia de Chisco +si la notara. Y en eso quedamos.</p> + +<p>Cuando la mujer gris me dejó solo en mi cuarto, me empeñé obcecadamente +en considerar por su lado más negro la generosa empresa acometida por +aquellos abnegados tablanqueses, y volví a asomarme al balcón. No nevaba +entonces, pero se me oprimió el espíritu al ver el aspecto ceñudo y +amenazador que presentaba el cielo; y, sin embargo, sentí cierta +mortificación del amor propio por no haberse contado conmigo para formar +parte de aquella denodada legión, ¡como si no hubiera sido yo un +verdadero y continuo estorbo en ella! Pero si no la acompañé +materialmente, no la aparté un instante de mi memoria; y por eso, al +asomarme a los cristales de mis observatorios (y lo eran todos los +claros de la casa), cada copo solitario e indeciso que pasaba al alcance +de mis ojos, me inquietaba mucho por creerle mensajero de otros mil y +mil millones de ellos. Afortunadamente estaba el aire en calma, lo cual +hubiera hecho menos temible en el monte un recrudecimiento del temporal.</p> + +<p>Así continuaron las cosas hasta muy cerca del mediodía. A esa hora +aparecieron por el Noroeste unos celajes negros, sucios, tormentosos; +vi, casi al mismo tiempo, que las arboledas y puntas salientes de los +montes que cercaban el valle por el lado opuesto, como por la fuerza de +un estremecimiento instantáneo se desnudaban de sus envolturas de nieve, +las cuales caían en cataratas, levantando al caer blanquísimas +polvaredas que arrastraba el aire embravecido ya; y a muy poco rato, que +de la nube más baja y más lejana y más negra, se desprendía una masa en +forma de cono invertido, y que su cúspide se unía con la de otro que +ascendía de la tierra. Fundidos así los dos conos, formaron una +gigantesca columna, la cual, girando al mismo tiempo vertiginosamente +sobre su eje, vino avanzando hacia el valle y llegó a él y le atravesó a +lo ancho, tocando casi el suelo con su base y elevando el capitel enorme +por encima de los más altos picachos del Este. Acompañábala un siniestro +rebramar, y una luz tétrica que apenas me dejó ver el estrago de su +choque contra el obstáculo inconmovible de los montes, sobre los cuales +se deshizo en negros y deshilados jirones. ¿Qué sería de los infelices +errantes por sus cumbres y laderas?...</p> + +<p>Bajo el peso terrorífico de esta idea, pasó una hora, durante la cual +volvió a reinar la calma en la Naturaleza; pero no llegó al valle +ninguna noticia de los infelices expedicionarios.</p> + +<p>Me llamaron a comer, sentéme a la mesa y no comí, ni siquiera supe +disimular bien las inquietudes que eran la causa de ello delante de mi +tío que no me quitaba ojo; inventé para tranquilizarle una mentira +sandia y mal zurcida, y al fin me levanté de la perezosa, dejando al +pobre señor persuadido de que mi resignación estaba a punto de agotarse +en presencia de aquel negro temporal. Preferí que creyera esto a +descubrirle la verdad; le dejé reposando lo que él llamaba su comida, y +me volví a mi ronda, de claro en claro, por todos los ventanillos de la +casa. Continuaba encalmado el viento y nevaba muy poco; pero Chisco no +asomaba por ninguna parte, ni una noticia de las que yo esperaba con un +ansia que tocaba en lo febril.</p> + +<p>Llegó la media tarde, sombría, oscura, tétrica y como preñada de +horrores para cuantos la contemplaran con ojos como los de mis recelos.</p> + +<p>Ni nevaba ni ventaba ya, ni se oía una voz, ni una pisada ni un golpe, +ni a la casona ni al pueblo se encaminaba alma nacida por ninguna senda +de las visibles. Todo era silencio y lobreguez y amenazas de una noche +tremenda para el infeliz que anduviera vivo y errante entre las +inclemencias de la montaña. Mis inquietudes no cabían ya dentro de mí, +ni yo dentro de la casona. Me calcé y me abrigué convenientemente; bajé +al portal con muchas precauciones para que no lo notara mi tío, y +emprendí resueltamente el camino del pueblo, borrado en absoluto por la +nieve. Me costó el descenso del pedregal más de cuatro costaladas; pero +llegué vivo y pronto. No aspiraba yo a otra cosa. ¿A qué puerta llamar? +A la primera. Llamé. Iguales temores allí que los míos, y ni una noticia +más; es decir, ninguna noticia. Internéme en el lugar y llamé a otra +puerta, que resultó ser la del Topero. Buena fuente para los informes +que yo iba buscando. Hallábase la familia vagando por la casa y por el +portal, sin hablar una palabra y tropezando unos con otros, asomándose a +los esquinales, mirando por aquí y escuchando hacia allá, y volviéndose +adentro y tornando a salir. Tenía los ojos Tanasia como puños, de tanto +llorar; y en cuanto me vio a mí se llevó el delantal a ellos; y tal fue +su desconsuelo, que parecía echar el alma en cada sollozo. Por lo demás, +estaba muy guapa. Temiéndome lo peor, la pregunté por qué lloraba, y me +respondió, entre jipidos y lagrimones, que si me parecían pocos los +motivos.</p> + +<p>—Ya pué ver—me dijo el Topero viniendo en su amparo—, con la +cellerisca negra de jaz pocas horas, y lo que está en el monti sin +sabese de eyu...</p> + +<p>Me acordé de Pepazos; pero también de Chisco. ¿Por cuál de los dos +lloraría Tanasia? No pudiendo preguntárselo (aunque hubiera sido ociosa +la pregunta), traté de consolarla. No lo conseguí de pronto, porque era +mucha tempestad para calmarla en un solo conjuro; pero a los dos o tres +que la hice, no quedaron de ella más que la hinchazón de los ojos y +algún que otro suspiro mal devorado en el pecho. Utilizando el influjo +que indudablemente había alcanzado yo en esta prueba sobre el ánimo de +Tanasia, sentí como esperanzas de arrancarla el secreto de su corazón a +poco que me empeñara en ello; pero estaba el mío vivamente interesado en +otro asunto muy diferente, y me pareció el empeño hasta una profanación. +¿Qué importaban ya las preferencias amorosas de la hija del Topero, +cuando Chisco y Pepazos, con todos los que habían subido a la montaña +con el primero en busca del segundo, podían no ser más, a aquellas +horas, que un montón de rígidos cadáveres mal envueltos en la mortaja de +la nieve? Arrastráronse hacia este lado todos mis anhelos, y acosé a +preguntas ociosas a todos y a cada uno de los de la casa. Lo único que +saqué en limpio y de nuevo fue la noticia de que tan pronto como pasó la +tromba de mediodía, había salido otra expedición de valientes; pero no +más que «contra eyus», «contra» los que faltaban; es decir, a su +encuentro, o ver si los columbraban desde cierta distancia. No se podía +hacer otra cosa, ignorándose, como se ignoraba, su rumbo y su paradero +en una tarde tan corta, tan amenazante y con el temor de una noche como +la que se barruntaba. Lo cierto es que había motivos sobrados para +estremecerse y temblar, como me estremecía y temblaba yo pensando en don +Sabas, en Neluco, en Chisco, en Pito Salces... Dios piadoso, ¡qué sería +de ellos y de cuantos los habían acompañado en su denonada empresa!</p> + +<p>Y pensé también en la nieta de don Pedro Nolasco y en el mismo +octogenario Marmitón, y en su hija, si eran sabedores de lo que ocurría. +Pero ¿cómo ignorarse en aquella casa lo que era tan sabido y tan llorado +en todas las del lugar? Y en esta situación, ¿quién se acercaba, sin un +consuelo racional, a aquella familia, sobre todo a Lita, que debía de +hallarse tocando el cielo con las manos, y no de ira, sino de espanto, +de consternación, al pedir a Dios por la vida de todos, y +particularmente por la de Neluco? Por eso no me acerqué yo, al cabo de +los tres cuartos de hora bien corridos que pasé en casa del Topero +luchando con la duda.</p> + +<p>Así llegó el crepúsculo, torvo, silencioso, amenazante, como ladrón +asesino que aguarda las tinieblas de la noche para consumar el crimen +forjado en su cerebro. Cuantos cálculos hacíamos para engañarnos unos a +otros, resultaban increíbles en presencia de la realidad de tantas horas +transcurridas sin saber nada de los ausentes, y, sobre todo, de aquella +noche espantable que se venía encima de Tablanca y que, si llegaba antes +que ellos, podía considerarse ya como su losa funeraria. Yo sostenía que +no, contra todas mis convicciones, porque era muy duro rendirse sin +protesta en tan apurada situación de espíritu, y no alentar un poco el +de aquellas honradas gentes, harto más competentes que yo en el punto +que ventilábamos.</p> + +<p>—Pase—llegué a decirles—, que Pepazos, que está «allá» desde anoche, +solo, desprevenido... ¡Pero los otros!... bien pertrechados de medios de +defensa, con víveres abundantes... En fin, que de éstos casi respondo +yo.</p> + +<p>Observé que le gustaba el razonamiento a Tanasia, aun en la hipótesis de +dar por difunto a Pepazos, y esto me animó a distinguir y encarecer las +valentías de Chisco entre las de todos los valientes que le acompañaban, +lo cual fue menos del agrado del Topero que del de su hija, señal bien +evidente de que el Tarumbo no estaba mal informado acerca de este +delicado particular. Pero no di al descubrimiento la importancia que le +hubiera dado en otra ocasión, porque las impaciencias nos consumían, y +notaba que, como si allí no hubiera más ánimos que los míos, a medida +que se los infundía a Tanasia y a su familia, iba quedándome yo sin +ellos. Pensaba al propio tiempo que cambiando de lugar cambiarían de +cara los sucesos, con noticias que podían salirme al paso cuando menos +lo creyera; pensaba también en mi pobre tío, a quien había dejado solo y +entristecido por mis mal traducidas preocupaciones; y pensaba, por +último, en la tenebrosa noche que estaba ya llegando, y en los peligros +de que me cogiera en el camino, aunque no muy largo, de mi casa.</p> + +<p>Salí, pues, de la del Topero, salpicándome el vestido los copos de nieve +que empezaban a caer; y apretando bien el paso y aprovechando la +escasísima luz que quedaba del día para mirar en todas direcciones +buscando con los ojos lo que no encontraba por ninguna parte, llegué +pronto a la casona, en la cual hallé a mi tío muy apurado por mi +ausencia, que le expliqué como mejor pude, y a la mujer gris que me +devoraba con los ojos pidiéndome noticias que esperaba yo obtener de +ella. Ni había vuelto Chisco, ni por allí había pasado alma viviente que +diera cuenta de él ni de los otros. Y a todo esto, mi tío echándole ya +en falta y Facia y Tona y yo viéndonos negros para ocultarle la verdad +de lo que ocurría, y la nieve espesando, y avanzando las tinieblas de la +noche... ¡Dios eterno, qué anhelación la mía! Cuando se cerraran los +portones de la casa, y Chisco no estuviera dentro de ella, y aquel +infeliz señor lo supiera, y tuviéramos que enterarle de la verdad... +¡qué puñalada para él!</p> + +<p>Y acabó la noche, al fin, de envolver la casona y el valle y las +montañas en la más densa e impenetrable oscuridad; se cerraron los +portones, se avivó la fogata de la cocina, se arrimó a ella mi tío en el +sitio de costumbre, pero inquieto y alarmado también, porque nos veía +alarmados e inquietos a todos los que vagábamos como sombras, más que +andábamos como personas, en su derredor... y ¡nada, ni una voz afuera, +ni un golpe, ni un silbido!... El silencio, la soledad, el frío de los +sepulcros, ¡la muerte por todas partes! Jamás me había parecido la +majestad de Dios tan imponente, ni le había rezado con más fervor que +entonces, mientras andaba yo de puerta en puerta mirando y escuchando, +sin ver ni oír más que la insondable negrura de la noche, el incesante +bramar del Nansa, que, más que ruido, parecía la respiración del +silencio y los latidos descompensados de mi corazón.</p> + +<p>Así pasó una hora que me pareció un siglo; y ya iba yo a preparar a mi +tío (que languidecía por momentos sin atreverse a preguntarnos una +palabra) para la terrible noticia con un discurso muy mal hilvanado, +cuando quiso Dios que se oyeran dos recios golpes en el portón que da a +la calleja. Aquello era, cuando menos, una tregua en la espantosa agonía +que estábamos sufriendo todos dentro de aquellos ennegrecidos muros. +Pero si el que llamaba no era Chisco o quien nos trajera noticias suyas +y de los demás ausentes, ¿no había para matarle, fuera quien fuera?</p> + +<p>Yo mismo cogí el farol que estaba encendido desde mucho antes por un +lujo de precauciones tomadas a falta de cosa mejor y más tranquilizadora +en que ocuparme, y bajé de tres en tres los peldaños de la escalera; +llegué al portón al mismo tiempo que se repetían en él los garrotazos, y +con mano torpe y acelerada solté el barrote que le aseguraba por dentro, +destranqué y abrí. Dos bultos aguardaban afuera. Levanté el farol para +reconocerlos antes de dejarlos entrar, y conocí ¡Dios misericordioso! a +Neluco y a Chisco... También <i>Canelo</i> estaba allí, acurrucado. Entraron, +me abalancé a ellos y los abracé casi llorando de alegría. ¡Pero en qué +estado se hallaban! Chisco, macilento, desalentado, con la cabeza +vendada y un brazo en cabestrillo. Neluco, despeado y lacio; y los dos +empapados en agua de pies a cabeza, yertos, amoratados de frío... +Invadiéronme de nuevo los sobresaltos y las inquietudes, y les pregunté +con un miedo horrible a las respuestas:</p> + +<p>—¿Y don Sabas?</p> + +<p>—Bueno—me respondió Neluco con voz empañada.</p> + +<p>—¿Y Pito Salces?</p> + +<p>—También.</p> + +<p>—¿Y Pepazos?</p> + +<p>—¡Por el amor de Dios!—interrumpió el médico empujándome hacia el +fondo del estragal—. Ropa seca y un poco de lumbre para mí, y una cama +para éste, antes de todo; y calentándonos hablaremos después.</p> + +<p>—Es que está mi tío en la cocina—repliqué temiendo que no pudiera +decirse delante de él todo lo que Neluco tuviera que contar.</p> + +<p>—No importa—respondió impaciente y andando, llevándose por delante a +Chisco que parecía insensible a cuanto le rodeaba.</p> + +<p>Cerró Facia el portón, y subimos todos.</p> + + + +<h2 class="top15"><a name="XXII" id="XXII"></a>XXII</h2> + + +<p>El relato que hizo Neluco al amor de la lumbre y vestido ya con ropas +mías, fue lacónico, expresivo y pintoresco en sumo grado; y bien puede +asegurarse que aun sin estas excepcionales condiciones, no le hubiera +faltado la hondísima atención con que le oímos mi tío, sus dos criadas y +yo.</p> + +<p>Según el médico, la quedada de Pepazos en el monte había corrido por el +lugar hacia las diez de la noche, con la rapidez de un reguero de +pólvora inflamada, y con la misma brevedad se examinó el suceso, fue +estimada su importancia y se acordó y dispuso el único socorro que podía +prestársele y se le prestaría tan pronto como Dios mandara a la tierra +una chispa de luz con que guiarse para emprender el camino un poco menos +que a tientas. Así se hizo al alborear el nuevo día. Los nombres de los +expedicionarios eran los mismos que me había dado Facia pocas horas +después de haber salido de Tablanca la expedición. A Chisco, que no +estuvo presente en «las juntas», se le dio por «conforme», y se le avisó +con las debidas precauciones para no alarmar a su amo.</p> + +<p>Se conocía el punto de partida de Pepazos detrás de sus yeguas, y cierta +querencia que éstas y otras del lugar tenían a determinados sitios de +los altos; y una vez colocados los exploradores sobre aquel terreno, ni +siquiera pusieron en duda la dirección que habían tomado las unas +huyendo y el otro persiguiéndolas para «atajarlas». Por un palmo de +nieve más o menos, no dejaba Pepazos de volver a su casa, por alejado +que estuviese de ella y por muy negra que fuera la noche; y el no haber +vuelto era señal de que cuando cayó en la cuenta de que estaba nevando +de firme y pensó en volverse, el espesor de la nieve no bajaba ya de +media vara, lo cual no podía haber ocurrido, según dictamen de los que +habían visto «el aire de nevar» aquella noche, antes de las ocho y media +o las nueve. Sumando las horas transcurridas desde el comienzo de la +empresa de Pepazos hasta entonces; midiendo el andar que llevaría monte +arriba, y deduciendo de ello los ziszás que haría, probablemente, en sus +varias intentonas de «ataje» por las laderas, salía la cuenta justa: si +Pepazos no estaba en el invernal de «Peñarroja», estaba en la «Cuevona» +del «Pedregalón de Escajeras», o se le había zampado el lobo, lo cual no +era verosímil habiendo cerca del mozallón bestias de tan sabrosa carne +como las que él iba persiguiendo. Ni el hambre ni el frío eran capaces +de acabar en una noche sola con una vida tan dura de roer como la de +Pepazos. Nadie lo dudó, y la caravana emprendió la subida de los montes +sin atender otra cosa que a pisar en firme y ganar tiempo. Por +misericordia de Dios, el día, aunque pardo, se presentaba relativamente +sereno, y apenas chispeaba la nieve por entonces.</p> + +<p>Tres horas duró la subida más agria, y otra el paso de la primera loma a +lo largo de ella. De estas cuatro horas, la segunda y la tercera fueron +de prueba, porque hubo en ellas de todo lo malo que abunda en el monte +durante las nevadas del calibre de aquélla: aires que entumecen, +torbellinos que ahogan, nieblas que desorientan y extravían, sendas +borradas, suelos traidores, caminos franqueados con las palas o +adivinados por los más expertos; caídas inesperadas, cómicas muchas y de +riesgos mortales algunas de ellas; sustos frecuentes y fatigas +incesantes... La hora que duró el paso de la hoyada entre la primera y +la segunda loma, fue más llevadera. Al fin de esta hoyada, es decir, a +los comienzos de la loma segunda, está el Pedregalón, con la boca +abierta a muy poca altura del suelo y encarada a la ruta que llevaban +los expedicionarios. Se columbró muy pronto la mancha gris del pedregal +sobre el fondo blanquísimo y esponjado de la nieve; diez minutos después +se dibujó perfectamente la boca de la cueva, y desde un poco más +adelante, algo que no estaba enteramente quieto dentro de sus mandíbulas +abiertas y desencajadas; cincuenta pasos más, y hasta los menos sutiles +de vista conocieron en lo que parecía mendrugo de aquel gaznate +descomunal y olfateaban ya los perros de la caravana, a Pepazos en +cuerpo y alma. Allí estaba el pedazo de bruto lo mismo que un ídolo +japonés acurrucado en su hornacina, con los brazos en jarras, los +mofletes muy colorados, la boca de oreja a oreja y los ojos muy +risueños, viendo llegar a sus convecinos, tan tranquilo y descuidado +como si los hubiera citado él para que acudieran a aquel sitio y a la +hora en que llegaban. Correspondiente a esta actitud irracional, fue el +saludo que le dirigieron los recién llegados, que no podían ya con los +barajones ni con los propios cuerpos: una tempestad de injurias y de +motes, y hasta de ladridos de los perros.</p> + +<p>—¿Por qué no te golvistes a tiempu, animal, más que animal?—preguntóle +uno.</p> + +<p>A lo que respondió Pepazos al instante:</p> + +<p>—Porque me había empeñau en atajar las yeguas; y como la nievi me +servía pa columbralas bien dimpués que cerró la noche... jala, jala, +jala, parriba detrás de eyas; torna aquí y ataja acuyá...</p> + +<p>—Y ¿dónde están esas bestias a la presente?—le preguntó el Cura.</p> + +<p>—Sábelu Dios—contestó Pepazos entristecido con la pregunta—. Al +ayegar yo a esa joyá, tresponierum eyas la otra cumbri como si las +yevaran los demontris... y échilas un galgu... Apretaba la ventisca, +espesaba la nievi, había muchu que andar hasta Tablanca, tenía cerca +esta cuevona, y aquí me acaldé tan guapamenti.</p> + +<p>—¿Y habrás sido capaz de dormir?—le interpeló el médico.</p> + +<p>—Como que no tenía otra cosa que jacer...—respondió el mozallón +admirado de la pregunta.</p> + +<p>—Sin acordarte maldita la cosa—insistió Neluco—, del susto que dabas +a tu familia y a todo el pueblo...</p> + +<p>Se encogió de hombros el interpelado, como si entonces cayera en ello +por primera vez. Al notarlo, dijo don Sabas descomponiéndose un poco:</p> + +<p>—Y si todos hubiéramos sido tan cernícalos como tú, ¿qué hubiera sido +de ti, si no hoy, mañana, cuando el hambre y el frío te acometieran?</p> + +<p>Otro encogimiento de hombros por respuesta, como si tampoco hubiera +cruzado señal de semejante idea por el meollo de Pepazos.</p> + +<p>En fin, que no había atadero en aquel hombre... ni mucho tiempo que +perder; por lo que se metieron los de afuera en la cuevona, obra bien +fácil, porque le llegaba ya la nieve a media vara de la boca; +descansaron y comieron todos, poniendo a raya la voracidad de Pepazos, +sin lo cual no hubieran alcanzado las provisiones para él solo; y como +el cielo iba ennegreciéndose por mala parte, después de un ligero reposo +salieron todos de la cueva apercibidos para la marcha, y la emprendieron +a buen andar montada abajo.</p> + +<p>Al principio todo fue bien, y hasta abundaron las zumbas, las indirectas +y las ironías enderezadas a Pepazos, que no se enteraba de la mayor +parte de ellas por natural torpeza de su magín. Pito Salces se desató en +barbaridades contra él, y, sobre todo, contra el Topero, que le abría la +puerta, mientras se la cerraba a un hombre tan avispado como uno que él +(Chorcos) conocía «igual que a sí mesmo», y que, aunque otra cosa se +dijera por ciertas lenguas, era el que plantaba el jito en el corazón de +Tanasia. Esto, dicho entre cabriolas, manoteos y risotadas, delante de +toda aquella gente, y sin respeto alguno a la autoridad del señor Cura, +dejó desconcertado y mohíno a Pepazos, y a Chisco del color de la nieve, +y no de frío, sino de santa indignación que puso a Chorcos en grave +riesgo de bajar rodando una ladera «pendía» que asomaba a diez varas de +ellos.</p> + +<p>Pero pasó la gresca, como pasaban a cada instante ciertas rachas de +cierzo que flagelaban las caras con manojos (tales parecían) de la nieve +seca que llevaba consigo.</p> + +<p>Lo que no pasaba era aquella negrura que se veía sobre el horizonte +frontero: lejos de pasar, iba avanzando y extendiéndose en todas +direcciones; y cuanto más avanzaba y se extendía, «más de ella» quedaba +a la otra parte; vamos, como la «jumera» de un calero muy grande que +acabara de encenderse detrás de los montes lejanos. Y esto era lo que no +perdían de vista don Sabas y los que, aunque no tanto como él, eran muy +entendidos en aquella casta de nublados; y por esto husmeaba el Cura el +paisaje con avidez, y cortaba las apuntadas conversaciones con mandatos +secos de avivar la marcha. Hasta los perros encogían el rabo y se ponían +a la vera y al andar de la gente, sobre todo cuando se oyó bramar el +cierzo entre los pelados robledales y en las gargantas de la cordillera, +y se enturbió de repente la luz, como si fuera a anochecer enseguida, y +se vio desprenderse de lo más negro y más lejano de las nubes aquel +pingajo siniestro que había visto yo desde mi casa, y unirse luego con +el otro pingajo que ascendía de la tierra, y comenzar, fundidos ya en +una pieza los dos, a dar vueltas como un huso entre los dedos de una +«jiladora» y andar, andar, andar hacia ellos, los peregrinos del monte, +como si lo empujara el bramar que se oía detrás de ellos, si no era ello +mismo lo que bramaba, repleto de iras y de ansias de exterminio, muertes +y desolaciones.</p> + +<p>Don Sabas miró entonces a Neluco con ojos de alarma; Neluco al Cura; +Chisco y Pito Salces a los dos; y todos se miraron unos a otros, y todos +se detuvieron de repente como si obedecieran al impulso de un mismo +resorte. <i>Canelo</i> y sus congéneres se detuvieron también y se arrimaron +al grupo, mirando a todas las caras y exhalando entrecortados aullidos +quejumbrosos.</p> + +<p>—Aquello—dijo Sabas apuntando a la tromba—, ha de pasar por aquí sin +tardar mucho... ¡Y en qué sitio nos coge!</p> + +<p>Estaban a la sazón en el centro de una altura, casi una meseta, +desamparada por todas partes y dominada hacia la izquierda por un +picacho, entre el cual y la sierra se abría la boca de una barranca +profundísima. Cerca de la barranca y en el lado de la sierra, había un +robledal bastante espeso y de recios troncos. Escaso refugio era aquél y +peligroso en sumo grado para defenderse de un enemigo tan formidable +como el que se les iba encima a paso de gigante; pero como no tenían +otro mejor a sus alcances, a él acudieron sin tardanza. Eligió cada cual +su tronco, en la seguridad de que lo mismo podía servirle de amparo que +de verdugo; y allí se estuvieron, encomendándose a Dios y respondiendo a +las preces que en voz resonante le dirigía don Sabas, pidiéndole por la +vida de todos, aunque fuera al precio de la suya propia.</p> + +<p>Lo tan temido y esperado no tardó en llegar, negro, espeso, rugiente, +furibundo, como si toda la mar con sus olas embravecidas, y sus +huracanes y sus bramidos, y su empuje irresistible, hubiera salido de su +álveo incomensurable para pasar por allí. Temblaron hasta los más +valientes (y lo eran mucho todos los de aquella denodada legión), y +ninguno de ellos supo darse cuenta cabal del principio ni del fin del +paso de aquel tan rápido como espantoso huracán. ¡Y que solamente les +había alcanzado uno de los jirones de la tromba, desgarrada en su primer +choque contra las moles de la cordillera!</p> + +<p>Hubo en el robledal ramas desgajadas y troncos removidos, y apareció +desfigurado el suelo, barrido de nieve donde antes hubo mucha, y enormes +cúmulos de ella donde había escaseado más. Esto fue lo primero que se +metió por los ojos de los infelices, tan pronto como los abrieron para +buscarse con la vista unos a otros. Nadie estaba en el sitio que había +ocupado antes de la tormenta, y Pepazos yacía sepultado de medio abajo +en una pila de nieve, fuera del robledal y a muy pocos pasos de la +barranca... ¡Pero faltaba uno! ¡faltaba Chisco! y no respondía a las +voces con que se le llamaba, ni se le veía por ninguna parte... ¿Dónde +buscarle? ¿Qué sitio había ocupado en el robledal? ¿Quién estuvo cerca +de él? ¿Quién le había visto al reventar la cellerisca negra?</p> + +<p>En aquel mismo instante sacó Pepazos sus zancas de la nieve y rompió a +hablar. Él se había salido del robledal por creerse más seguro afuera al +sentir en la cara los primeros latigazos de «la nube». Observólo Chisco, +que estaba a su lado, y le llamó para que se volviera al robledal antes +con antes, si no quería salir volando por encima de la barranca o caer +en ella sepultado, que tanto daba: Pepazos que no, y Chisco que sí, +échase sobre el otro para meterle adentro por buenas o por malas; +revienta en esto la cellerisca, y no volvió Pepazos a oír ni a ver ni a +sentir cosa alguna de este mundo hasta lo que estaba viendo y oyendo a +la presente.</p> + +<p>Pito Salces, que no quitaba ojo a Pepazos ni perdía una sola palabra de +las que iba diciendo el mozallón, en cuanto éste cesó de hablar se +plantó de un saltó en la orilla de la barranca, y allí se puso a +husmear, con la avidez de un perro de buena nariz, en todas direcciones +y hasta en las negras profundidades del abismo. El dolor, la +consternación de aquellas generosas y honradas gentes, no son para +pintados. Se corría de acá para allá; olfateaba desesperadamente +<i>Canelo</i> (a los otros dos canes los había barrido el huracán); se +llamaba a Chisco en todos los imaginables tonos de la angustia humana, y +se removían los montones de nieve con la pala, con la azada, con los +pies, con las uñas... ¡y nada!</p> + +<p>En esto se oye un grito de Pito Salces, y estas palabras que volvieron +la vida a todos:</p> + +<p>—¡Aquí está, puches! o yo no tengo ojos en la cara.</p> + +<p>Hallábase el bueno de Pito esparrancado en el borde mismo de la quebrada +y mirando ansiosamente hacia abajo. Allí, en el estrecho lomo de la +única peña que avanzaba sobre el abismo y se arraigaba en la orilla, a +cosa de treinta pies más abajo de donde afirmaban los suyos para mirar +Pito y los que habían acudido a su llamada, se veía un cuerpo humano +medio cubierto por la nieve. Indudablemente era el de Chisco, por las +señales de su vestido y de su tamaño; pero ¿quedaría algo de vida en +aquel ser que parecía inanimado? Pito sostenía que sí, porque se atrevía +a jurar que había pescado cierta «movición» de brazo en él. De todas +maneras, había que sacarle de allí. ¿Cómo? ¿Por dónde? Y aquí las ansias +y la desesperación, porque el socorro era dificultoso y el tiempo +apremiaba inexorable. El corte de la montaña por aquel lado era casi +vertical, a pico sobre el barranco, y sólo había un ligero tramo, de +talud muy enlomado, precisamente a plomo de la peña con la cual se unía +por su base. Entre la peña y la base del talud había un espacio de +algunas varas. En aquel espacio, muy arrimado a la peña y con bien +marcada inclinación hacia el abismo, estaba lo que se parecía a Chisco +boca abajo e inmóvil; parecer que confirmaba <i>Canelo</i> desde arriba +latiendo desaforadamente y buscando una senda por donde lanzarse en +ayuda de su dueño. Por razones de suma prudencia, mandó Neluco que se +sujetara al perro en el acto y se le tuviera lejos del sitio en que se +hallaban don Sabas, Pito Salces y él, discurriendo sobre el problema de +la bajada. Ésta no era imposible, ni mucho menos, para aquellos +arriesgados y duchos montañeses con los recursos auxiliares que tenían a +su disposición; pero en aquellos instantes ofrecía un peligro tremendo, +no para el que bajara, sino para el que se hallaba abajo ya, indefenso e +inerte. El talud estaba cubierto, hasta la arista de arriba, de una capa +de nieve que no mediría menos de vara y media de espesor, y debía de +medir mucho más tal vez el doble, la que había en la explanada de abajo, +en uno de cuyos lados yacía Chisco sin dar señales de vida, por más que +siguiera jurando Chorcos que sí las daba. Remover la nieve de arriba, +siquiera fuese ligeramente (y de aquí la precaución de Neluco tomada con +<i>Canelo</i>), equivalía a producir un corrimiento de ella, que, ganando +peso y velocidad de palmo en palmo, llegaría a la peña como un alud de +bastante empuje para arrastrar a Chisco a los profundos de la barranca. +Esto, que estaba en la mente de todos, era lo que los tenía febriles y +consternados. Todos estaban dispuestos a bajar, pero a nadie le era +permitido. Pito Salces, que no cabía dentro de sí mismo y andaba leguas +por segundo en los tres palmos de suelo que ocupaban sus pies, se dio de +pronto un puñetazo en la frente. ¡Puches! ya tenía la idea.</p> + +<p>—¿Están las cuerdas listas?—preguntó.</p> + +<p>Respondiéronle que sí.</p> + +<p>—¿Alcanzará ca una de eyas hasta abaju?</p> + +<p>Se le respondió que con sobras de otro tanto. Pidió luego una pala. +Examinó la cuerda, midiéndola braza a braza; la dejó después enroscada +en el suelo cerca del borde del barranco; puso la pala sobre la rosca, y +volvió a asomarse al precipicio. Enseguida preguntó a los más cercanos +de los que le miraban a él silenciosos y llenos de curiosidad:</p> + +<p>—¿Habrá siquiera, siquiera, dos varas de nieve en la yanauca de ayá +baju?</p> + +<p>—Y más que más—se le respondió.</p> + +<p>Quitóse los barajones en un periquete; los arrojó a un lado, enderezóse +y dijo:</p> + +<p>—Los rayos, ¡puches!, son pa cuando truena, y las oraciones, señor don +Sabas, pa cuando se nesecitan como ahora mesmu.</p> + +<p>Besó la mano al Cura; arrimóse otra vez a la orilla de la barranca; dijo +a los que le contemplaban atónitos, por ignorar los planes que le movían +a hacer aquellas cosas tan raras, que tuvieran listas la pala y la +cuerda para cuando las pidiera él; miró un instante hacia abajo, +santiguóse rápidamente, invocó a «Jesús crucificado...» ¡y allá va eso! +Se lanzó al abismo entre el asombro y el espanto de todos. Hay que +advertir que desde que se notó la falta de Chisco hasta aquella sublime +barbaridad, no pasaron diez minutos. ¡Tan de prisa se andaba, se +discurría y se obraba allí!</p> + +<p>Los que vieron caer a Pito Salces (que fueron todos los que de la +caravana quedaban arriba, <i>Canelo</i> inclusive) derecho, rígido como un +huso, y haciendo de los brazos alas y balancín para gobernarse en los +aires, no lograron averiguar cuál fue primero, si el hundirse en la +nieve hasta la cruz de los calzones, o el echar las dos manos sobre el +cuerpo inmóvil de su amigo, haciendo presa en él. Enseguida tiró del +cuerpo con todas sus fuerzas, logró arrastrarle a su terreno y le dejó +sobre la nieve en lugar más seguro y boca arriba. Todos conocieron a +Chisco en cuanto le vieron así; pero ¡horror de los horrores! en el +sitio en que había estado apoyada su cabeza quedaba un manchón de sangre +que se distinguía perfectamente sobre la blancura deslumbradora de la +nieve. Casi al mismo tiempo que se hacía este triste descubrimiento, +gritaba Pito desde abajo volviendo la mirada hacia los de arriba:</p> + +<p>—¡Hay hombre, puches, y hasta con su resueyu correspondienti!</p> + +<p>—¡Arriba con él sin tardanza!—gritó Neluco entonces desde lo alto.</p> + +<p>—¡Hay que barrer primero el camino!—contestó Chorcos desde abajo—. +Échenme una pala antes con antes, porque ya tengo la idea, ¡puches!, y +vaigan jiciendu por arriba lo que a mí me vean jacer por acá abaju... en +cuanto yo avise.</p> + +<p>Cayó la pala enseguida, perfectamente a plomo y en el sitio mismo que +Chorcos señalaba con la mano; apoderóse de ella, y comenzó a expalar +nieve a diestro y a siniestro, arrojándola por encima de los bordes de +aquella aérea y minúscula península unida al continente de la montaña +por un istmo que no tenía tres varas de anchura. En dos minutos quedó el +istmo despejado y abierta una senda en el campizo que tapizaba por allí +los raigones del peñasco, hasta el montón de nieve sobre el cual yacía +Chisco. Enseguida se arrimó el intrépido muchacho a la base del talud, y +allí, como si se hallara en el huerto de su casa, sin inquietarse lo más +mínimo por la visión de los abismos horrendos que se abrían a media vara +de cada uno de sus pies, púsose a expalar la nieve del talud, a un lado +y a otro, mandando al propio tiempo que se hiciera arriba lo mismo, en +cuanto alcanzaran las palas. Sin base ya la nieve del talud y removida +por lo alto, empezó a escurrirse hasta el istmo, donde se partía en dos +cascadas que desaparecían en el barranco. Despejado y limpio el talud en +breves momentos y desembarazado, por consiguiente, de los peligros que +se temían antes, echóse abajo la cuerda que pidió Chorcos; ató como +debía y él sabía hacerlo, a su amigo por los sobacos, y tirando con +tiento los de arriba y ayudando él con cariño desde abajo, quedó Chisco, +que no podía hacer nada por sí, arrimado al talud.</p> + +<p>—¡Arriba ahora con él!—voceó Pito Salces, y a pulsu, porque si no yeva +un brazu cascau, ha de faltali pocu.</p> + +<p>Llegó Chisco felizmente a lo alto, volvió a descender la cuerda, atóse +con ella Chorcos, subiéronle; y sin detenerse nadie a ponderarle la +hazaña, ni ocurrírsele a él que lo que acababa de hacer mereciera tal +nombre, corrieron todos a rodear a Chisco, de quien ya se había +apoderado el médico en el robledal, asistido de don Sabas +principalmente. La herida de la cabeza resultó insignificante, y lo del +brazo ni siquiera llegaba a dislocación del hombro. Lo peor era la +sangre perdida que le debilitaba mucho, y lo que pudiera haber de +conmoción cerebral, aunque era buen síntoma lo dócil que iba mostrándose +todo el organismo a los remedios que Neluco le aplicaba. A los tres +cuartos de hora se sentaba el enfermo por su propio esfuerzo y por su +libre voluntad; otro cuarto de hora después, pedía minuciosas noticias +de todo lo que le había pasado; a la hora y media, comía con gran +apetito y bebía cuando le daban; y sin cumplirse las dos horas, ensayaba +sus bríos de caminante pataleando sobre la nieve y rogando al Cura y a +Neluco que se rompiera la marcha cuanto antes.</p> + +<p>Caminando ya, decía don Sabas al médico:</p> + +<p>—¡Y se dirá que ya no se hacen milagros! Haber en el paredón liso de la +barranca una sola peña saliente; ir a dar Chisco a esa peña arrastrado +por la cellerisca; tener la peña un colchón de más de dos varas de +nieve, y envolverle a él la cellerisca en cobertores de más de otro +tanto, para que la caída fuera blanda. ¿No son milagros éstos? Y, por +último, ¿no es el mayor de todos la ocurrencia de Pito? Porque ¿de qué +hubieran servido los otros sin esa barbaridad?</p> + +<p>Como había que acomodarse al andar de Chisco, que no era su andar +ordinario, la bajada a Tablanca duró bastante más de lo calculado a la +salida de la «Cuevona» del «Pedregalón de Escajeras»; y como, así y +todo, el mozón de Robacío no era de hierro, llegó a cansarse mucho y a +no sentirse bien a medida que avanzaba la noche y el frío arreciaba.</p> + +<p>Hubo temores de que no pudiera llegar a Tablanca por sus pies, y se +buscaron atajos para llegar cuanto antes. Cómo llegaron, al fin, Neluco +y el enfermo, ya lo habíamos visto nosotros. Se calentó la cama de +Chisco, se le despojó de sus ropas húmedas, se le dieron unas fricciones +de aguardiente; y en la cama seguía reposando al referir Neluco en la +cocina estos sucesos que más de una vez empañaron los ojos de Facia, e +hicieron estremecerse de pavor y de entusiasmo a su hija Tona, mientras +a mi tío le temblaba la barbilla y le chispeaban los ojuelos clavados en +los del narrador. En cuanto a mí, con admirar tanto como admiré la +atrocidad heroica de Pito Salces, y con sentir tan hondamente como sentí +el percance tremendo del pobre Chisco, aún me resultaba poco todo ello +en comparación del cuadro de horrores que yo había estado forjándome en +la cabeza durante el día y una buena parte de la noche.</p> + +<p>Terminado el relato, con minuciosos comentarios de los oyentes, y +reanimado ya Neluco con el calor de la lumbrona, diose una vuelta por la +alcoba de Chisco; vio y vimos todos que dormía profundamente un sueño +tranquilo y reparador sin señal de calentura; dionos instrucciones para +lo que pudiera acontecer hasta que volviera él a la mañana siguiente; +pidió el farol que ya le tenía Facia preparado; despidióse y se fue a su +casa, donde estaría su ama de gobierno llorando por él y hasta +encomendándole a Dios. Expliqué yo luego a mi tío, con la razón de estos +sucesos, mi conducta de todo el día; pareció tranquilizarse con ello; +nos arrimamos poco después a la perezosa; cené yo con un apetito como no +había sentido otro en mi vida, y una hora después nos retirábamos a +dormir.</p> + +<p>¡A dormir!... ¡Buenas andaban para ello las horas de aquel día y de +aquella noche memorables!</p> + +<p>Habíame yo metido en la cama con la cabeza atiborrada de sucesos +extraordinarios y el corazón henchido de impresiones; veía la tempestad +rugiendo entre las montañas, desgajando peñascos y desarraigando troncos +seculares, y a una docena de hombres, sencilla y naturalmente generosos, +envueltos entre remolinos de nieve y de granizo, rodando por los suelos, +como la hojarasca muerta de los árboles; veía a Chisco moribundo en el +lomo de una roca, sobre el fondo negro de un abismo espantoso; veía las +ansias desesperadas de sus compañeros de fatigas, que no hallaban la +manera de sacarle de allí, y veía, por último, al noblote Pito Salces +volando por los aires y jugándose la vida en aquel arranque brutalmente +sublime, por el intento solo de salvar la de su amigo, que de seguro +hubiera hecho una barbaridad idéntica por él; consideraba yo todo lo que +representaban y valían a la luz del buen sentido estas cosas, y la +simple acometida de la excursión a la montaña en un día como aquél, por +puro y santo espíritu de caridad, como el hecho más natural y sencillo, +sin la menor protesta, sin la más leve duda y sin idea siquiera de la +más remota esperanza de lucro ni de aplauso; y, sin poderlo remediar, me +acordaba de lo que había leído y oído tantas veces en mi mundo; del +clamoreo resonante que solía moverse en tertulias, casinos y papeles, y +de los honores y cintajos que se pedían y se otorgaban para premiar una +«hazaña» que no valía dos cominos en buena venta; pensaba también en mi +pobre tío, a quien las dudas primero, y después el conocimiento de la +realidad con todos sus pormenores, habían afectado muy profundamente, y +en que le había dejado yo a la puerta de su dormitorio mucho más abatido +y macilento que de costumbre, más fatigoso y más perseguido por la tos; +en fin, hasta pensé en lo que, en buena justicia, habrían ganado Chisco +en la estimación de Tanasia, de quien no era digno un animalote como +Pepazos, y Pito Salces en la de Tona, que no habría echado en saco roto +las heroicas atrocidades del mozallón que tan de veras la quería.</p> + +<p>Hasta bien pasada la media noche no empezaron los amagos del sueño a +confundirme y amontonarme estos pensamientos y aquellas imágenes en la +cabeza; y entonces fue, precisamente, cuando oí unos golpes dados en el +suelo del cuarto de mi tío. Solía él llamar así con un palo que le +ponían arrimado a la cabecera de la cama. Pero en los golpes de aquella +noche había algo que los distinguía de los golpes de otras veces, oídos +por mí sin alarma. Podía ser esto verdad, o producto de una alucinación +mía; pero yo, en la duda, me atuve a lo primero y me levanté de un +salto, encendí la bujía, me vestí en el aire y acudí a la llamada. Y +resultó lo que yo me temía. Hallé al pobre señor incorporado en la cama, +de color de lirio, con la mirada de angustia, la boca entreabierta, la +respiración anhelosa y difícil, y un estertor en el pecho que parecía el +de la muerte. Recitaba, sílaba a sílaba, salmos del <i>Miserere</i>... y yo +no supe qué hacer ni qué decirle en los primeros momentos: me imponía +aquel cuadro que nunca había visto, y sentía al mismo tiempo mucha +compasión. Contando con ataques de aquella especie, había en casa varios +medicamentos y nos había dado Neluco algunas instrucciones para combatir +el apuro en los primeros instantes mientras se le avisaba a él; pero yo +no acertaba a hacer ni a disponer cosa con cosa. ¡Tan aturdido me veía!</p> + +<p>Llegaron a esto las dos criadas, que también habían oído los golpes, y, +por ver a su amo desde la puerta, me dijo Facia al oído:</p> + +<p>—¡Lo mesmu que la otra vez!</p> + +<p>Volvióse Tona volando hacia la cocina a cumplir un mandato de su madre, +y se quedó ésta conmigo en el cuarto del enfermo.</p> + +<p>Éter, maniluvios, sinapismos... ¡qué sé yo cuántos recursos se pusieron +en juego allí! A todo se prestaba el angustiado señor, menos a que se +avisara a Neluco ni a don Sabas, porque después de la brega que habían +tenido desde el alba, necesitaban el descanso tanto como él. ¡Y cuidado +con que se enterara el pobre Chisco de lo que estaba pasando! porque era +capaz de levantarse con riesgo de ponerse peor; y Chisco y el Cura y +Neluco y yo y Facia y todos y cada uno de los que dormían o descansaban +a aquellas horas o andaban sanos y buenos por la casa, hacían falta en +el mundo; todos menos él, que viéndose en aquel trance se veía en lo +suyo propio y en lo que era natural.</p> + +<p>Todo esto nos lo iba diciendo poco a poco, mientras clavaba en nosotros +su vista cristalizada y anhelosa y hundía sus manos cadavéricas en una +palangana llena de agua muy caliente, aprovechando el alivio que iban +produciéndole éste y otros remedios heroicos que le aplicábamos sin +cesar.</p> + +<p>—Además—nos dijo—, esto no es la muerte todavía; lo conozco yo bien; +y si creyera otra cosa, ya estaría aquí el Cura por mi orden, por la +cuenta que me tiene.</p> + +<p>—¡Cascajo!... Pero es otro aviso de ella... vamos, el segundo toque; al +tercero, la misa... y no miento, la misa de cuerpo presente; el cuerpo +de tu tío, Marcelo, de tu amo, Facia, que ya está de sobra en esta casa +y en el mundo... ¡Bendita sea la voluntad de Dios por siempre jamás, +amén!</p> + +<p>Después se puso a rezar por lo bajo; y a medida que se le calmaban las +angustias iba cerrando los ojos, hasta que acabó por quedarse dormido; y +así dormitando y despertando a cada instante, pasó mucho tiempo. Hacia +la madrugada desapareció por completo el ataque, y durmió el enfermo +tranquilamente y de un tirón, cerca de dos horas. ¡Pero qué ganas había +tenido yo durante la noche de avisar a Neluco, y qué ansiedad la mía por +que amaneciera!</p> + +<p>Cuando amaneció, al fin, tiritaba yo de frío... y de tristeza, sentado a +la cabecera de la cama de mi tío, después de haber visto desde la solana +de mi cuarto que no se presentaba el nuevo día más risueño que el +anterior, y de enviar recado a Neluco para que anticipara la visita +cuanto le fuera posible.</p> + + + +<h2 class="top15"><a name="XXIII" id="XXIII"></a>XXIII</h2> + + +<p>En cuanto mi tío se halló libre del ataque al despertar del sueño, +relativamente tranquilo, que yo le había velado desde el amanecer, y vio +el cuarto alumbrado por la luz del día, aunque parda y melancólica, +olvidóse de las mortales angustias que había sufrido pocas horas antes, +y no tuvo ni declaró otro deseo que el de saltar de la cama para hacer +la vida de costumbre. Dios y ayuda nos costó reducirle a que siquiera +nos escuchara las razones que teníamos para oponernos a su irreflexivo y +peligroso empeño. Neluco, que ya se hallaba presente y bien enterado de +todo lo ocurrido durante la noche, tuvo que enfadarse de veras y hasta +faltarle un poquillo al respeto. Si no por las buenas, por las malas +tendría que quedarse aquel día en la cama, y el siguiente, y el otro, y +todo el tiempo que durase el temporal de nieve. Había que evitar a todo +trance los enfriamientos... Después, ya se vería. A lo cual respondió +don Celso, echando lumbre por los ojillos de raposo y apretando los +puños de coraje:</p> + +<p>—¡Para ti estaba! ¡para ti y para todos los de tu arrastrado oficio, +mediquín trapacero del cascajo! ¿Por quién me tomas? ¿De qué madera te +has pensado que soy yo? Me levantaré... o no me levantaré, conforme y +según me vea de agallas; pero no porque se le antoje así o asao a ningún +enterrador de vivos... porque enterrar en vida es ¡cuartajo! tener en la +cama días y días a un hombre como yo, sin calentura ni dolores.</p> + +<p>Al cabo se entregó, más que por convencimiento, por falta de fuerzas +para salirse con la suya; pero volvió la cara hacia la pared +refunfuñando protestas e improperios como un chiquillo contrariado.</p> + +<p>Despachado este asunto y mientras íbamos a ver a Chisco, decía yo al +médico que acaso tuviera razón mi tío en su porfía con nosotros. ¡Era +tan extraordinaria su naturaleza!</p> + +<p>—No hay naturaleza que valga—me respondió Neluco—, a cierta edad de +la vida y con determinadas enfermedades.</p> + +<p>—Pero ¿tan grave es ésta que padece mi tío?—le pregunté.</p> + +<p>—Ya le he respondido a usted en otra ocasión a esa pregunta.</p> + +<p>—Efectivamente.</p> + +<p>—Pues aténgase usted a ello, y sírvale de gobierno para su mejor +inteligencia, que de cada cien enfermos de esta clase, aun siendo mozos, +se mueren... ciento y uno; conque figúrese usted si habrá que andar con +cuidado, siquiera para detener la muerte de don Celso unos cuantos días. +Lo que aquí se necesita ahora para disciplinarle un poco, es organizar +la asistencia modificando al propio tiempo la vida de este hogar. Usted +no puede acomodarse a ciertas faenas, impropias de sus hábitos y hasta +de su naturaleza; Facia es la estampa de la melancolía, y su hija Tona +incapaz de suplir con la más cariñosa de las solicitudes, la habilidad y +el pulimento que le faltan. Además, ni la madre ni la hija pueden, por +su condición de sirvientes, imponerse a los caprichos impetuosos de su +amo, que, por otra parte, se las sabe ya de memoria, lo mismo que a +usted. Más que con caldos y con drogas, hay que atender a este enfermo +con entretenimientos que le distraigan y alegren y le obliguen a ser +dócil, hasta por la cortesía. En fin, que he pensado en Mari Pepa. Mari +Pepa vendrá aquí de enfermera con mil amores, y viniendo ella, vendrá +Lita también; y con el pretexto de acompañar a don Celso, se pasarán a +su lado todo el día y harán de este caserón una pajarera. A usted ¿qué +le parece?</p> + +<p>De perlas me pareció, y así se lo declaré a Neluco. Quedó él en +convertir el plan en cosa hecha, y llegamos en esto a la alcoba de +Chisco.</p> + +<p>El cual no estaba ya en ella ni en sus inmediaciones. Preguntando por él +a Tona, supimos que andaba, buen rato hacía, arreglando el ganado. +Bajamos a las cuadras y allí dimos con él. Algo le dolía el brazo +todavía «jancia el hombral»; pero como era el izquierdo, se manejaba +bien para sus quehaceres. Tenía buena «apetencia», se «jallaba» firme de +los otros remos, y por eso se había levantado como todos los días. Ya +sabía lo de su amo, y le llevaban «los diantris» al considerar que +mientras el pobre señor pasaba las de Caín, él estuviera durmiendo a +pierna suelta toda la noche, y por culpa de «blanduras y arreparus» que +se habían tenido «malamenti» con un hombre de su correa. Pulsóle el +médico y le reconoció el brazo y la herida de la cabeza; diole por sano +y bueno si se obligaba a observar ciertos cuidados que le prescribió; +despidióse de mí hasta «más tarde», y se fue. Antes de salir me dijo muy +quedo:</p> + +<p>—Creo que hice muy mal anoche en referir ciertas cosas delante de su +tío de usted, con lo impresionado que ya estaba el pobre señor.</p> + +<p>Sospeché lo mismo, volvíme al lado del enfermo y me senté a la cabecera +de su cama. Le hallé más «humano» que antes, sin duda porque también +estaba más abatido. Como no le tentaba el deseo de hablar, ni era +conveniente provocársele, según encargo muy encarecido de Neluco, dime a +meditar yo por no tener otra cosa en qué ocuparme allí. Era indudable +que yo había llegado a querer de veras a mi tío: a la vista estaba lo +que me dolía la gravedad de su estado y el peligro en que se hallaba de +quedársenos entre las manos a la hora menos pensada; y, sin embargo, la +perspectiva de aquella serie de días de cama, impuesta por el médico al +enfermo, con la sujeción a que me obligaba esta medida, en el menguado y +tétrico recinto de aquella alcoba, y la tenaz y espesa nevada que tenía +el cielo en tinieblas, la tierra sin suelo en que pisar y encarcelados a +sus habitadores, me preocupaba y me dolía ¡a qué negarlo! mucho más. El +corazón humano adolece con frecuencia de estos achaques, no por maldad +propiamente, sino por falta de educación de los sentimientos, por desuso +de los más delicados de ellos, por resabios del egoísmo adquiridos en la +libertad de una vida sin trabas ni linderos. Explicábame yo aquella +debilidad, que me parecía hasta pecado grave, con estas reflexiones, y +con ellas me consolaba, aunque no tanto como con la esperanza de que se +realizaran los planes de Neluco y vinieran Lita y su madre, sobre todo +Lita, a aliviarme del peso de la cruz, renovando el aire y los sonidos y +las caras y hasta la luz de aquellos ámbitos entristecidos, mudos, +negros y monótonos. Pero ¿se prestarían a venir Mari Pepa y su hija, no +obstante sus buenos y caritativos deseos? ¿No les arredrarían los +obstáculos de la nieve y del frío, de aquel frío como no le había +sentido yo ni en Rusia quizás, por no haber en Tablanca otro recurso que +el de la cocina y un mal brasero para combatirle? ¡Mal conocía yo los +alientos de las señoras tablanquesas! A media mañana entraban por la +puerta del salón de la casona la hija y la nieta de don Pedro Nolasco, +poco después de haberlas oído yo «gorjear» y llenar el pasadizo de voces +argentinas y armoniosas. También las había adivinado mi tío.</p> + +<p>—¡Jesús!... ¡la cellerisca!—había exclamado, al oírlas, en un tono que +revelaba más alegría que pesar.</p> + +<p>Salí a su encuentro y las recibí sin disimular una pizca el alegrón que +con su visita me daban. Los ojos y la nariz era lo único que se veía de +sus personas: todo lo demás era un conglomerado de faldas, chaquetas, +toquillas y mantones de lana espesa y dulce. Preguntando y exclamando, +ora en voz baja (cuando no era conveniente que lo oyera mi tío), ora +casi a gritos (por convenir que lo oyera), iban desliándose la cabeza y +descubriendo la cara, hasta que apareció la de Lita (me fijé poco en la +otra) como luna de enero entre nubes grises, o más propiamente, como una +manzanita de agosto arrebujada en las hojas de su ramo: así estaba de +coloradita, de tersa y de apretada la redondez de sus carnes por allí.</p> + +<p>Como venían bien informadas e instruidas por Neluco, poco o nada +hablamos del papel que les correspondía en la comedia que íbamos a +representar delante del enfermo. Don Pedro Nolasco no había podido +acompañarlas; mejor dicho, no se lo habían permitido ellas, por temor a +una caída que hubiera sido mortal en un hombrazo de sus años... porque +estaban los caminos ¡Virgen María, la nuestra Madre! que daban miedo. Se +«eslociaban» los pies en la nieve como anguilas en la mano. Solamente en +la subida del pedregal se había caído ella (Lituca) dos veces, y sobre +una misma rodilla, que debía de estar hecha una compasión. No lo había +visto todavía, pero podía jurarse por lo que la «resquemaba», aunque no +la impedía los movimientos, gracias a Dios. Por lo demás, ya sabían +ellas que al enfermo no le convenía la charla, aunque la pidiera: de vez +en cuando, alguna chunga, como si el mal fuera de broma; a tiempo y con +amor, las medicinas y el alimento; y que perdonáramos la franqueza si se +daban por convidadas a comer, porque ellas, con el pretexto de la +nevada, pensaban quedarse hasta la noche sin que don Celso maliciara la +verdad del motivo. Venían provistas de labor para hacer más entretenidas +las horas sobrantes alrededor del brasero.</p> + +<p>Mi tío las recibió con cuatro cuchufletas y algunos lamentos. Aunque +vivo todavía, se daba por muerto ya. Protestaron ellas contra el +supuesto, asegurándole que lo que le había «encamado» entonces era la +frialdad de la nevada, y puede que también algo del sentir que le diera +el conocimiento de lo ocurrido en el monte el día antes.</p> + +<p>—No lo niego—respondió a ello mi tío—, y por lo mismo no tiene vuelta +de hoja lo que vos acabo de decir; porque ¿qué puede esperarse ya de un +hombre de mi veta cuando se deja acaldar, como yo estoy acaldado, por +chapucerías como esas?</p> + +<p>Era la pura verdad; pero, así y todo, insistieron las bonísimas mujeres +en negarla, aunque no con los bríos necesarios para lograr sus +caritativos fines, porque eran cariñosas en extremo y se sentían +impuestas y conmovidas ante aquella extenuación y aquella lividez +cadavéricas del pobre don Celso, que ni por afán de mantener sus +derechos desconocidos por la tiranía profesional de Neluco, se acordaba +ya de levantarse.</p> + +<p>Dejáronle al fin en el sosiego que necesitaba; instalámonos en el salón +contiguo; llegó la mujer gris con el brasero encogollado de ascuas +resplandecientes; púsole en la caja que estaba allí, y nos sentamos +alrededor de ella, sin perder de vista al enfermo, Mari Pepa, su hija y +yo. Mari Pepa sacó de un bolsillo muy grande de su delantal los avíos de +hacer media; Lita (no supe de qué repliegue de sus complicadas +envolturas) los de hacer puntilla, y ambas comenzaron a trabajar en sus +respectivas labores y a hablar al mismo tiempo, pero más con los ojos y +por señas que con la boca, en lo que tuviera relación con el estado de +mi tío. De «lo de ayer», se habló mucho más, y también con cierto +cuidado para que no fuera oído desde la alcoba lo que podía +impresionarle nuevamente. Y fue un milagro de Dios que no nos oyera lo +más de ello, porque con el obstinado empeño que yo tenía en que había de +haber algo entre Lita y el médico, estuve verdaderamente pesado y +machacón en ciertos pasajes del diálogo; particularmente durante las +escapadas de Mari Pepa a la alcoba, porque había tosido mi tío o se +creía que había llamado... o para ver si necesitaba alguna cosa, sin que +tosiera ni llamara. En casa de don Pedro Nolasco se había sabido todo, +poco antes de pasar «la nube» que los había aterrado. Habían vivido en +la misma angustia que yo hasta muy entrada la noche. Yo referí a Lita +las dudas que había tenido en casa del Topero; y aquí fue donde mi +tenacidad rayó en impertinencia. Lo conocí en una mirada de extrañeza +con que respondió mi linda interlocutora a una indirecta mía en que se +clareaban demasiado mis intenciones. Me impuso aquella serenidad que me +pareció protesta contra un mal entendido derecho de preguntar «ciertas +cosas» por muy evidentes que fueran.</p> + +<p>En esto llegó don Sabas, quejándose desde el pasadizo de los miramientos +que se le habían guardado en nuestra casa aquella noche. ¿Quién nos +había dicho que por un viaje más o menos a la montaña, no quedara él con +agallas suficientes para cumplir con su deber a cualquier hora que se +llamara a su puerta? Y si la cosa hubiera apretado un poco más de lo que +apretó, ¿qué hubiera sido del cristiano en peligro de muerte? ¿De quién +hubiera sido la responsabilidad? ¿Qué se hubiera dicho de él y qué de +todos nosotros?... Y aunque la cosa no apretara, ¿para cuándo son los +buenos amigos?</p> + +<p>—Pues, mira—añadió arrimado ya a la cama de don Celso—, lo que es +ésta no te la perdono.</p> + +<p>—¡Bah, bah!—refunfuñó el aludido revolviéndose un poco—, no me rompas +la cabeza. Tú puedes jacer lo que te acomode, que yo bien sé lo que me +hice.</p> + +<p>—¡Jinojo!—replicó don Sabas—, es que el miramiento ése fue tal, que +si no topo ahora mesmo con Neluco, se pasa el santo día sin que yo me +entere de lo que a ti te pasó anoche.</p> + +<p>Intervine yo, desenojé al Cura, quedóse con mi tío a solas y continuamos +los demás alrededor del brasero, como antes, charla que charla, sobre +«lo de anoche» sobre «lo de ayer» y hasta sobre cierta promesa hecha por +mí a mis interlocutoras el día en que las había conocido, de comer en su +casa alguna vez; promesa que todavía estaba sin cumplir, por culpa bien +notoria de la agitada vida que llevaba monte arriba y monte abajo, +cuando no de los fieros temporales que me tenían bloqueado en la casona. +Al mediodía volvió Neluco, que no halló en el enfermo nada de particular +ni de nuevo, ni quiso acceder al ruego que le hice de quedarse a comer +con nosotros; ruego que, por su parte, me había desairado ya el Cura. +Marcháronse los dos juntos, después de prescribirnos el primero el plan +de asistencia para la tarde, y de conjurarnos el segundo a que por +ningún motivo ni miramiento humano dejáramos de avisarle a la menor +novedad; volvieron Lita y su madre a la alcoba del enfermo para +ponderarle la mejoría que notaban en él (y bien sabe Dios cuánto mentían +a sabiendas en sus ponderaciones), y a darle Mari Pepa unos sorbos de +leche mientras su hija le arreglaba las ropas de la cama y entraba la +mujer gris en el salón a poner la mesa en las cercanías del brasero, y a +poco rato nos sentamos a comer.</p> + +<p>Comiendo y hablando, tuve yo que decir, porque me lo preguntaron mis +locuaces comensales, qué cosas se comían por los pudientes, y a qué +horas, en «esos mundos de Dios». De todo se admiraban aquellas +sencillísimas mujeres; y yo, al notarlo, me complacía en apurar la nota, +y así llegué a ponderarles el exquisito sabor de las ancas de rana y de +los nidos de golondrina, entre otras distinguidas y elegantes porquerías +alimenticias que cité. Y era de ver entonces la cara que ponía Mari Pepa +y los gestos de asco que hacía Lituca mirando a su madre y volviendo a +mirarme a mí, como si dudara de la verdad de lo que yo refería.</p> + +<p>—Puro vicio, hija, puro vicio—decía al cabo Mari-Pepa—; puro vicio de +la jartura en que viven esas gentonas, de cuanto Dios crió.</p> + +<p>Como estaba tan enlazado lo uno con lo otro, tirando del modo de comer +salió el modo de vivir y el modo de viajar. Nuevas admiraciones y nuevos +asombros. También extremé bastante la tesis aquí, y hasta sospecho que +mentí un poco, aunque dentro de lo verosímil y perdonable. Lo de +acostarse cerca del amanecer y levantarse después del mediodía para no +salir de casa hasta el anochecer, les maravilló tanto como la sopa de +nidos de golondrina y las frituras de ancas de rana.</p> + +<p>—¡María la mi Madre!—exclamó Lita al enterarse de ello—, pues si esas +gentes no ven nunca jamás el sol, ¿qué diantres pueden ver que las +alegre y las engorde? Yo creo que eso es vivir contra ley.</p> + +<p>—Vicio, hija, vicio—insistía Mari Pepa—; vicio de no saber qué +jacerse en una vida tan regalona.</p> + +<p>Preguntóme Lita si yo también tenía «por allá» esas malas costumbres; +respondíla que sí, y me dijo, por todo comentario, con una ingenuidad y +una llaneza verdaderamente infantiles:</p> + +<p>—Pues buen picaronazo estará usté... ¿Verdá, madre?</p> + +<p>Celebré yo el dicho con una risotada no menos ingenua, dando enseguida +las gracias por el piropo, casi al mismo tiempo que respondía Mari Pepa +a la pregunta:</p> + +<p>—¿Quién sabe, hija del alma, quién sabe? Quien se jaz a comer «niales» +de golondrina sin reventar de «duda», bien puede jacerse a vivir de ese +modo sin ofender a Dios ni quebrantar la salud.</p> + +<p>Con esta salvedad de su madre se puso Lita muy colorada, y quiso +enmendar lo que pudo haberme parecido impertinencia suya; y yo, sin +dejarla concluir, la allané el camino de sus deseos ofreciéndola por +añadidura una declaración, no desprovista de sinceridad, de mis grandes +desencantos.</p> + +<p>—No le pasaría tal ahora—me objetó Mari Pepa—, si se hubiera casado a +tiempo, para vivir como Dios manda. ¿A qué diantres quieren el saber y +los posibles cuando se ven solitarios de familia y mozones de casa +abierta?... Pues mire, don Marcelo: dicen que para estas casas, por muy +cerradas que estén, siempre tiene el diablo una llave.</p> + +<p>—Podrá tenerla—repliqué yo muy formal—; pero en la mía no ha entrado +nunca.</p> + +<p>—¡Jorria, trapacerón de satanincas!</p> + +<p>Soltó después la carcajada, y la soltó Lita al mismo tiempo. Ayudélas yo +con otra, por la gracia que me hacían las dos; y enseguida comenzaron +los «picadillos» y tiroteos que no podían faltar allí, entre los tres. +Porque estas quisicosas son ingénitas en la mujer de todas castas y +latitudes; y puestas todas ellas en una misma situación, todas, salvo +las diferencias de lugar y de estilo, vienen a escarbar en el mismo +terreno y con los propios fines. Siempre las iniciativas y la fuerza del +atrevimiento, las marrullerías y el tesón, en la madre; la estudiada +reserva, la mal disimulada curiosidad, el elocuente silencio, el mirar +de soslayo, la pinchada sutil, en la hija. Así llegaron las dos a dar +por hecho que no habría tenido yo menos de cincuenta novias, ni bajarían +de tres las que quedaban en Madrid llorando mis ausencias y tal vez mis +ingratitudes. Pero si en el fondo no era nueva la escena para mí, +éranlo, hasta embelesarme, aquellos pintorescos matices de lengua; +aquella dialéctica a la buena de Dios, sin andamiajes retóricos ni +artificios convencionales; aquellas malicias sanotas que brotaban del +regocijado palabreo, espontáneas, frescas, airosas y transcendiendo a +«la tierra» como las rosas del huerto entre la virginal y espléndida +hojarasca del cercado que las protege. Por eso sentí en el alma que se +acabara aquel originalísimo «discreteo». Y se acabó por acudir Mari Pepa +a mi tío que tosía y se quejaba, mientras Lituca, a la vez que escuchaba +los quejidos y las toses, me mandaba callar poniendo un dedín muy mono +sobre la boca, y llegaba Facia a recoger los mendrugos y levantar los +manteles de la mesa.</p> + + + +<h2 class="top15"><a name="XXIV" id="XXIV"></a>XXIV</h2> + + +<p>Pasó pronto lo de mi tío, y pasaron dos horas más sin otro suceso digno +de notarse en la casona y fuera de ella, que unas rachas de vendaval +húmedo que «ennegrecieron» un poco la nevada, cosa que nos llenó a todos +de complacencia, menos a la mujer gris, por ser el fenómeno señal de +próximo desnieve. Cerca del anochecer, cuando Mari Pepa y su hija +recogían las respectivas labores y se sacudían las hilachas agarradas a +los vestidos y apercibían las «nubes» y los mantones, diciéndole de paso +a mi tío muchas cuchufletas por animarle, y goteaban las canales del +tejado la nieve «derretida» por la lluvia que iba espesando, vino el +médico otra vez. Examinó al enfermo, y nada de particular ni de +alarmante halló en él que hiciera temer una noche como la pasada; pero +tampoco se atrevió a prometérnosla más tranquila, porque todo cabía en +una enfermedad de tan mala casta en un doliente tan aniquilado e +indefenso como mi tío. Esto me lo dijo aparte después de darme, delante +de Facia y de Mari Pepa, el plan de campaña hasta el día siguiente, sin +perjuicio de volver él a última hora, por lo que pudiera ocurrir. La +madre de Lita insistió mucho en quedarse a velar; pero yo no lo +consentí, porque tampoco lo hubiera consentido el enfermo ni le hubiera +sentado bien la mera sospecha de tratarse de ello, con lo receloso y +aprensivo que se ponía a medida que las tinieblas iban invadiéndole la +alcoba. Se acordó que velara Facia, que no se acostara Chisco y que +durmiera yo como las liebres; y con ello se marcharon Lita y su madre +con Neluco, despidiéndose ellas «hasta mañana» y él «hasta luego»; se +fueron quedando a oscuras aquellos destartalados y fríos ámbitos de la +casona; creció con las tinieblas el silencio, y pasó un buen rato, +mientras la mujer gris aderezaba el velón, sin que yo viera otra cosa en +derredor mío que las mortecinas ascuas agonizando entre las cenizas del +brasero, ni oyera otros rumores que los de la trabajosa labor del +respirar de mi tío en el fondo de la alcoba, y los del acompasado y +monótono fluir de las canales sobre el encharcado goterial.</p> + +<p>Cuando hubo luz en la alcoba, me acerqué a la cama del enfermo y le +hablé para desentristecerle un poco y animarle. Trabajo perdido. Me +agradecía mucho la intención; pero él solo sabía todo lo mal que se +encontraba y lo imposible que era salir de aquel atolladero sin un +milagro de Dios. Me suponía agobiado por la carga de mi sujeción a su +asistencia, y se empeñaba en tranquilizarme con la promesa de que no +sería largo mi cautiverio; me pedía perdón por los malos ratos que me +daba entre tanto, y me conjuraba nuevamente a que cuando recobrara mi +libertad, no echara en olvido lo que tan rogado me tenía; porque lo de +menos era él en aquel pueblo, si había quien ocupara en la casona el +puesto que quedara vacío con su muerte. Me parecería ya pesado el tema; +pero eso mismo me demostraría la importancia que él le daba... Todo +esto, dicho entre quejidos y pausas anhelantes, con voz apagada y +sepulcral, a la luz extenuada del velón colocado sobre la cómoda, que +sólo servía para extremar la palidez cadavérica del enfermo, entre +olores de éter y romero, mientras seguían fluyendo las canales y +rezongando el vendaval afuera, resultaba bien triste ciertamente. Por +obra de la casualidad se producen a menudo contrastes muy curiosos que +parecen chanzas muy pesadas del destino. Sobre la cómoda y debajo del +mechero encendido del velón, había un rimero de cartas y periódicos que +había puesto yo allí la noche antes para ir entreteniendo con su lectura +mis largas horas de vela después que, pasado el ataque de asma, pudo +conciliar el sueño mi tío. Pues la mayor parte de aquellas cartas y de +aquellos papeles impresos, estaban atestados de noticias, reseñas y +juicios de bailes en proyecto, recepciones suntuosas y comedias nuevas +en los salones y teatros de Madrid, como si todo se hubiera escrito para +que yo me enterara de ello en tan oportuna ocasión.</p> + +<p>La recaída de mi tío; el descenso de la temperatura, con el subsiguiente +despejo de sendas y caminos, y la salsilla de «lo de ayer» llevaron a la +cocinona aquella noche un gran golpe de tertulianos. Asistió hasta el +Tarumbo, que rara vez iba por allí, harto más intranquilo y desazonado +con la enfermedad de don Celso y la burrada de Pepazos, que por +habérsele ensanchado en más de otro tanto, con el peso y la destilación +de la nieve, el boquerón que ya tenía su casa en el jastial del +Poniente. También concurrió Pito Salces, que se quedó como sin pulsos +cuando Tona, con la faz inundada de sonrisas y los ojos de dulzuras, le +ponderó la hazaña de la víspera y le declaró sin remilgos que «de ese +<i>aquél</i> y de esos prontos le gustaban a ella los hombres». ¡Puches, cómo +se puso enseguida el mozallón con la alabanza! Si no le contengo con una +reflexión imperiosa y una sacudida recia de su lástico, hace otra +barbaridad allí menos laudable que la del monte. Jamás había pensado él +(me lo juró así, entrelazando los dedos de sus manos, por aquéllas que +eran cruces) que una cosa «tan jacedera y currienti» pudiera valer +tantos caudales. ¡Con lo dura de pelar que Tona había sido hasta +entonces! ¡Puches, qué suerte la suya! Pensando que se la envidiaría +Chisco, acordéme del descubrimiento hecho por mí en casa del Topero y en +el corazón de Tanasia, y fuile con el cuento al mozón de Robacío, en un +aparte que tuve con él. Respondióme que me había tomado yo un trabajo +bien ocioso, aunque me le agradecía mucho.</p> + +<p>—Las cosas—concluyó en el tono sentencioso que tan propio le era—, pa +rodar bien, han de rodar por sí mesmas jancia unu.</p> + +<p>Aquel hombre era la parsimonia y la imperturbabilidad en carne y hueso, +y las mismas pulsaciones tenía delante del oso en su caverna, que al +calorcillo de la novia.</p> + +<p>Por encargo de mi tío andaba yo muy a menudo en la cocina, más que por +hacer los honores a la tertulia, para evitar que los tertulianos le +invadieran a él la alcoba. Los quería mucho; pero no hubiera podido +soportarlos en la angustiosa situación de cuerpo y de espíritu en que se +hallaba. Por eso, aun sin la prohibición terminante del médico, no +habría querido recibir a ninguno de ellos durante el día. Cuando se +tratara de despedirse de todos, ya sería diferente.</p> + +<p>A última hora llegaron don Sabas y Neluco: el primero resuelto a +quedarse allí, sin que lo notara el enfermo, favor que le habría pedido +yo si no se hubiera anticipado él a ofrecérmele; el segundo a informarse +del estado de las cosas antes de retirarse a descansar. Como las tales +cosas no ofrecían aspecto nuevo ni muy alarmante, se despidió de mi tío, +y de los que con él nos quedábamos en la casona, y se fue con los +últimos tertulianos, uno de los cuales era Pito, que tropezaba con +gentes, bancos, puertas y tabiques, de puro aceleradote y desatinado que +le habían puesto las alabanzas y los arrumacos de Tona.</p> + +<p>Pasó la noche mejor de lo que todos esperábamos, y amaneció el día +siguiente sin una nube en el cielo ni una ráfaga de aire en la tierra; y +cuando el sol traspuso los picachos del Este y saludó al valle con sus +rayos que chisporroteaban sobre la nieve que no había deshecho la +lluvia, mi pobre tío mandó que se abrieran de par en par los cuarterones +de su alcoba, ya que no le era permitido hacer otro tanto con las +puertas y ventanas para que entraran la luz y el aire en la abundancia +que necesitaba él para salir a flote en aquella mar de angustias «que le +ajogaba», por culpa del arrastrado mediquillo que parecía empeñado en +matarle. Y lo cierto era que si en el cuerpo no se notaban cosa mayor +los milagros de la panacea que con tanto afán solicitaba el enfermo, los +hacía en su espíritu muy considerables. Era «otro hombre» desde que el +sol se había colado en su alcoba como por las rejas de una cárcel, y +veía flotar, danzando dentro de la faja luminosa que atravesaba la +habitación por delante de su lecho desde el cuarterón de la ventana, las +pelusillas y el polvo vagabundos. No apuntaba siquiera el propósito de +levantarse, porque no se lo permitía la extenuación de sus fuerzas; pero +creía en la posibilidad de volver a tomar el sol antes de morirse, +aunque fuera sacándole en un cesto a la solana si le duraba al tiempo +aquel buen semblante unos cuantos días.</p> + +<p>Y le duró más de siete, y se templó en tales términos y se arregló la +envejecida y desconcertada máquina de mi tío de tal manera, que, no en +un cesto, sino bien sentado en el sillón de vaqueta de su dormitorio, y +bien forrado y envuelto en mantas y capotes, consiguió darse más de +cuatro «panzadas de sol» al aire libre en el abrigado rincón de la +solana, adonde le sacaba yo poco menos que en vilo, por la puerta de su +alcoba, entre las tempestades de votos y reniegos con que protestaba +contra «la perra acabación» que en tan miserables extremos le ponía.</p> + +<p>Tuvo muchas visitas en ese tiempo, y la familia de don Pedro Nolasco se +las hacía por mañana y tarde. En las en que se hallaba el vejancón de la +Castañalera, cada vez menos socorrido de palabra y de asuntos de +conversación, solía interrumpir los largos paréntesis de silencio con +descargas como ésta y dos cachiporrazos en el suelo:</p> + +<p>—¡Vaya, vaya con el bueno de don Celso que se nos quiere morir sin más +ni más! No, no; pues como valga la mía, no te sales tú con la tuya. Eso +te lo juro yo.</p> + +<p>Lituca, si se hallaba presente, salía al quite de la impertinencia con +una broma algo forzada en que me aludía a mí con los piadosos fines de +que rematara ya la suerte para tranquilidad de mi tío. Y éstos y otros +parecidos lances eran el único lado agradable que tenía para mí aquel +cuadro de continuas e interminables tristezas, sobre las cuales iba +descollando de día en día y a medida que la temperatura se templaba y +surgían riscos y laderas por los anchos desgarrones abiertos en el +espeso tapiz de nieve por los rayos del sol, la figura, de suyo +melancólica, de la mujer gris, particularmente hacia la caída de la +tarde, y, sobre todo, al descolgar el calderón y empuñar los dos +cántaros de barro para ir a la fuente entre día y noche, según costumbre +inmemorial en ella. Como se había hecho tan visible para mí esta +agravación de los espantos de la pobre mujer, la observaba con cuidado +desde lejos, y por eso pude notar que eran de prueba terrible para la +infeliz aquellos momentos: parecía un reo de muerte que caminaba hacia +el patíbulo cada vez que se alejaba del cantaral con el calderón sobre +la cabeza y una «escala» en cada mano.</p> + +<p>De uno de aquellos viajes volvió que daba compasión y susto mirarla, y +más tarde que lo de costumbre. Se la conocía en los ojos que había +llorado mucho, y anduvo toda la noche por la casa de acá para allá sin +saber hacer cosa con arte. A ratos se quedaba como alelada, y a ratos se +sentía acometida de una inquietud que no la dejaba parar en ninguna +parte. La vi, sin que ella lo notara, más de dos veces, en la penumbra +del carrejo, llevarse con desesperación ambas manos a la cabeza, y la oí +invocar al mismo tiempo, en voz enronquecida y mal dominada, al «devino +Dios de las misericordias grandes» y a «la Virgen Santísima de las +Nieves, la su madre clemente y amorosa». Deseaba morir de pronta muerte, +si en el deseo no pecaba, antes de ser testigo «de eyu» y manchar la +vista de los sus ojos en una vergüenza tal. Temí por su razón; y movido +de un sentimiento de lástima, me hice el encontradizo con ella. No se +sobrecogió al verme, como solía en tales casos; al contrario: parecía +calmarse un poco y reanimarse con mi presencia, y hasta noté en ella +como deseos de decirme algo. Tomándolo por motivo, la hablé, primero +para tranquilizarla, después para indagar, para descubrir la casta +siquiera de aquellos misterios que en trance tan angustioso la ponían.</p> + +<p>—¡Ahora no! ¡ahora no!—me dijo después de vacilar un poco—; cuando no +pueda más... cuando la carga me rinda de too, ¡estonces! ¡estonces!... y +a usté solo... Y, por caridá de Dios, don Marcelo: que, hoy por hoy, no +sepa ná de estos espantos que me acaban, el señor su tío... ¡ni naide, +si ser pudiera!...</p> + +<p>Apartóse de mí con esto y huyó a encerrarse en su cuarto, mientras +volvía yo al de mi tío seriamente preocupado y sin saber qué pensar de +aquellas cosas tan raras.</p> + +<p>Nada ocurrió, por fortuna, que hiciera necesaria la presencia de la +infeliz mujer en ninguna parte de la casa aquella noche. La cual debió +ser bien terrible para ella; porque apenas me hube levantado yo de la +cama al día siguiente, y eso que madrugué tanto como el sol, apareció +como un fantasma en mi cuarto, después de haberme pedido permiso para +ello entreabriendo la puerta con mucho cuidado. Tenía los ojos hundidos +y circundados de una aureola cenicienta; parecía que le habían chupado +las brujas los pocos jugos de la cara, sobre la que caían, por debajo +del pañuelo atado a la cabeza, encrespados mechones de cabellos grises; +le temblaban los resecos labios, y salía de su garganta la voz +enronquecida y como rechinando. Dejóse caer de rodillas delante de mí, y +pidió por todos los santos del cielo que la oyera como en confesión.</p> + +<p>—Porque—me dijo por último, entre sollozos mal comprimidos y espasmos +de todo el cuerpo—, ya no puedo más con la carga, y llegó la hora de +quitármela de encima o de morir debaju de eya.</p> + +<p>Hice, ante todo, que se incorporase y que se sentara en una silla, cerré +por dentro la puerta del gabinete, sentéme yo enseguida junto a la +infeliz mujer, y me dispuse a oírla, conforme ella lo deseaba, después +de dirigirla palabras de conmiseración y de aliento.</p> + + + +<h2 class="top15"><a name="XXV" id="XXV"></a>XXV</h2> + + +<p>Dos partes tuvo la confesión de Facia. En la primera me declaró todo lo +que yo sabía perfectamente por boca de Chisco: la historia de su +desdichada unión con el pícaro baratijero contra la voluntad y las +sabias advertencias de mi tío, que era como su padre y señor. Por +desoírle, decía la infeliz, había faltado a la ley de Dios, y por esta +falta había venido el castigo de sus desventuras; desventuras que ella +había sufrido, aunque con muchas lágrimas, sin una sola queja. Era su +deber. Que arrastrara la vida como una carga afrentosa; que las +pesadumbres y los dolores fueran minándola y consumiéndola por donde +nadie más que ella lo notara; que encanecieran sus cabellos fuera de +sazón y que no hallara, para reponer las fuerzas gastadas en los +trabajos y cavilaciones del día, el descanso de la noche, la +tranquilidad del sueño que no le falta al pordiosero que mata el hambre +llamando de puerta en puerta y errando de monte en monte, con un zurrón +a la espalda y un paluco en la mano, ¿qué importaba? Desconociéralo su +hija, tuviérase por huérfana de un padre honrado, y esto solo la daba +gran consuelo y las fuerzas necesarias para llevar su cruz como una +carga redentora de sus delitos, imperdonables en la otra vida sin una +dura penitencia en ésta. Cuando, con las miras puestas en estos fines, +vacilaba un poco, porque, al cabo, era tierra frágil y miserable, y +desconfiaba de sus bríos y se veía a punto de tropezar y de caer, acudía +al amparo de don Sabas; y allá, a la reja del confesonario, en los +profundos de la iglesia, al romper los primeros albores del día, ella, +después de besar el polvo de los suelos y de regarle con sus lágrimas, +declarando sus pesadumbres y flaquezas, y él reprendiéndola y +exhortándola con la sabiduría y la dulzura de un padre cariñoso a un +hijo muy desdichado, hallaba siempre los perdidos alientos para +continuar la subida de su Calvario con la carga de su cruz... Así +estaban las cosas cuando yo había llegado a Tablanca.</p> + +<p>Preguntéla por qué en la gran cuita que de tal modo la atribulaba +entonces no había buscado, como otras veces, los consejos y la ayuda de +don Sabas. Respondióme que eran casos muy diferentes unos y otros; que +no dependía de su resignación ni de sus ánimos el que en tales congojas +la ponía, y que yo era el único ser viviente de los de ella conocidos, +llamado a entender en él antes que nadie. Asombréme, lloró desconsolada, +golpeóse la cabeza con las manos, se mordió los puños apretados +convulsivamente, volvió a hincarse en el suelo para pedirme perdón +abrazada a mis rodillas, creció mi asombro, conseguí con trabajo que se +sentara de nuevo, y la conjuré, por todos los santos de la corte +celestial, a que me declarara enseguida todo cuanto tenía que +declararme.</p> + +<p>Rehízose algo a fuerza de empeñarse en ello, y comenzó así entre +suspiros muy hondos y sollozos mal reprimidos, la segunda parte de su +extraña confesión:</p> + +<p>—Estando las cosas de esta suerti, una tarde, al abocar ya de la +noche... (a los tres días, por más señas, de venir usté a Tablanca), +cogí yo los cántaros, como los cogía todas las tardes al caer el sol y +los cojo a la presente y los he cogido dende que tuve fuerzas pa eyu, y +fuime por el agua. La fuenti, tal que usté lo sabe, está cayeju arriba +de aquí, a medio cuarto de hora de un buen andar, subiendo, y en una +rinconá muy jonda a la derecha, según se sube. Por estar tan a trasmanu +del lugar y tan placentera de esta casa, solamente nusotros bebemos de +eya; de suerte y modu, que es una soledá de las más solas a toas las +santas horas del día y de la noche. Pos quién le diz, señor don Marcelo +de mi alma, que andando, andando, y bien a la descuidá por cierto, en +aqueya tardezuca que le pinto, malas penas aboco a lo más obscuro de la +rinconá, cuando me doy con los jocicos... ¡Virgen María la mi Madre de +las Nieves! con la estampa de hombre más desastrá que en los jamases +había yo visto ni veré. Túvele por salteador facinerosu. Dime por +fenecía ayí mesmu, y clamé al devino Dios, soltando los botijos de las +manos y en un puro temblor de todo el cuerpo. Alzóse en esto el hombre, +que estaba sentau en una peña debajo del binquizal más tupío que hay +ayí, y habló pa chunguease con los mis ajuegos que bien a la vista +estaban, y pa jurame que venía de paz, si no se le ponía en extremos de +venir de guerra... porque él a too se amañaba... Y entonces, entonces, +señor don Marcelo, entonces fue cuando yo entendí que se me enturbiaba +la vista, y se me cuajaba la sangre en las venas, y se jundía el suelo +en que pisaba... Aqueyu fue el espantu de los espantus, y las congojas +de las agonías de la muerte... Porque ¡Santa Virgen la mi Madre +celestial! aquel enemigo de hombre tan jaraposu y tan mal encarau, por +voz y moviciones y palabras, resultó ser él, ¡el mesmu en huesu y carne, +en alma y vida!</p> + +<p>—¿Quién?—pregunté a Facia, más con la intención de distraerla del +paroxismo en que había vuelto a caer, que por la curiosidad de una +respuesta que casi adivinaba yo.</p> + +<p>—Pos él, señor don Marcelo—me dijo la infeliz retorciéndose las manos +entrelazadas y con el espanto en los ojos, como si tuviera al hombre +aquél delante de ellos—; el propiu causanti de mis penas sin consuelo; +¡el mal padre de la hija infeliz de las mis entrañas!</p> + +<p>—Pero ¿está usted segura de que era él?—pregunté a Facia fingiendo +unas dudas y un asombro que no sentía.</p> + +<p>—¡Ay, señor!—me respondió sollozando—; aunque no lo hubiera estau +entoncis, que bien lo estuve, ¡he tenío tantos motivos pa estarlu +dimpués acá!</p> + +<p>—Corriente—añadí—. Pero ¿de dónde venía... y para qué... y por qué?</p> + +<p>—Pos venía, según relate que me jizo con aquel palabrear zalameru que +siempre tuvo y a mí me entonteció en su día, de por esus mundus ayá; +lejos, ¡muy lejos!... hasta más lejos, a veces, que la otra banda. Ya ve +usté si será bien lejos. Siempre buscándose el bien vivir, y nunca dando +con él. Llegó a verse hasta en cadenas, años y años, aunque nunca por +culpa suya, sino de otros, malos amigos y piores compañerus de trabajo. +Al cabo de los tiempos, alcontróse libre de prisiones y señor de sí +mesmo; pero se vio solo y desamparado, envejecío de cuerpo y falto de +salú; le jalaba esta tierra porque, al cabo y finiquito, aquí le +quedaban peazos de las sus entrañas; y en busca del amparo de eyus le +puso el su corazón que no le mentía. Tomando lenguas a tiempo, supo de +mí... ¡ay, señor don Marcelo! creo que hasta más de lo que sé yo mesma. +Por saber de too, sabía desde que me lo había oído a mí en horas +mejores, aunque bien contás fueron, que el señor mi amo entrega a sus +sirvientis las soldás de tiempo en tiempo, pa que hagamus de eyas lo que +más nos venga en gusto. Con este saber y el del vivir de nusotras dos, +traía el indino de él ajustá la cuenta, año por año y día por día, del +montante del agorro que yo debía guardar, y guardaba en verdá de Dios, +como oro en paño, pa el mejor acomodo de mi Tona el día de mañana. No +quería darse a ver por entonces en el pueblo; pero vivía en otro no muy +lejanu y podíamos entendernos él y yo muy a menudo si el caso lo pedía.</p> + +<p>Hasta aquí fue lo dulce de la entrevista, según el relato de Facia. Para +la pintura de lo amargo de ella y mucho de lo sucedido después, ya no +tuvo la infeliz relatora ni colores ni arte ni fuerzas. Perdía el hilo +de los sucesos y me embrollaba el asunto. Deseando yo conocerle a fondo +y por derecho, acudí a confortarla y a dirigirla con reflexiones de +cariño y con preguntas de indagación minuciosa. Me salió bien el +procedimiento, y la sustancia de mi labor fue ésta:</p> + +<p>Bien ajustada por el marido la cuenta de los haberes de su mujer, vino +la exigencia del primer «donativo». Por entonces tenía bastante con +ello; después, ya se vería. Facia no lo traería a mano, porque no +contaba al ir a la fuente con aquella urgencia repentina; pero él se +comprometía a volver a recogerlo allí mismo al día siguiente a la misma +hora, y era igual. Si ella deseaba callarse como una muerta en lo +tocante a aquel encuentro y a lo que fuera siguiéndose de él «por +respetos equis o tales» el hombre no se opondría a ello, porque era «de +un natural caballero y generoso, y sabía ponerse en todos los casos». +Pero debía de tener Facia entendido (y le encarecía mucho la +advertencia, por su bien) que él, con las carceladas y cadenas que había +sufrido, tenía saldadas todas sus cuentas con la justicia. Era libre +como el aire, y estaba en posesión de todos sus derechos, incluso el de +vivir con su mujer o el de reclamar a su hija para llevársela consigo, +si lo primero no le convenía. Si la decían otra cosa por lo de las +requisitorias llegadas a Tablanca a raíz de faltar él de allí, no le +dirían la verdad: primero, porque era inocente de todo lo que se le +achacaba; y segundo, porque, aunque no lo fuera, pagado con sobras lo +tenía ya en montón con otros pecados... que tampoco había cometido. Pero +él (volvía a repetirlo) no intentaría prevalerse de su derecho: conocía +las cosas, y no se apartaría del gusto de su mujer, si le tenía en que +lo tapado no se descubriese ni por las moscas. Así, y con este +sacrificio de su parte, podía llegarse también a los fines que él iba +buscando con su vuelta a Tablanca.</p> + +<p>Para la desdichada mujer, que ya se había considerado libre de aquel +padrón de afrenta, y sólo aspiraba a que en el pueblo se fuera +olvidando, como se olvidaba, que había existido, y a que su hija no +tuviera jamás la menor sospecha de él, la aparición repentina de aquel +hombre superaba con mucho a todo cuanto podía imaginarse en la escala de +las humanas desventuras. Creyó a puño cerrado cuanto el pícaro la +afirmó, y desde aquel instante quedó indefensa esclava suya, como el +pájaro de la sierpe que le fascina y aterra. La hacienda, la vida: todo +le parecía poco para comprar el silencio del infame y poner entre él y +su hija un muro tal, que ni las águilas fueran capaces de volar tan +alto.</p> + +<p>Y todo se fue haciendo como el bribón lo pedía. En la fuente y al +anochecer, las entrevistas; y en cada entrevista, un «donativo» de Facia +y nuevas baladronadas del tunante sobre el sacrificio que hacía por el +bien y el sosiego de su «familia», viviendo sin hogar y a salto de mata. +Como su «prestado domicilio» estaba lejos de Tablanca (aunque tenía para +las ocasiones de apuro «un apeadero» a la mitad del camino, bien +abrigado de los temporales y a cubierto de la curiosidad de las gentes), +las apariciones del hombre aquél sólo ocurrían en tiempo bonancible; y +de aquí lo que angustiaban a Facia los días soleados y lo que la +deleitaban los borrascosos, pues aunque no eran diarias, ni mucho menos, +las entrevistas en los primeros, se hacían imposibles en los segundos.</p> + +<p>Uva a uva, pronto se acabó el racimo de los ahorros de la desventurada +mujer; y cuando ya nada la quedó que ofrecer a la insaciable voracidad +del vampiro, comenzó éste a esbozar otras exigencias que tardó en +comprender el ofuscado y nunca muy sutil entendimiento de Facia.</p> + +<p>Cuando llegó a comprenderlas por declararlas el otro sin ambages ni +repulgos, las angustias de la desventurada fueron tales, que le +parecieron de juego las sufridas hasta allí. Él no podía, en conciencia, +conformarse con la miseria recibida de su mujer. Su abnegación y sus +sacrificios en bien de la tranquilidad de su «adorada familia» valían +mucho más, y había que buscarlo donde lo hubiera; y como lo había +abundante en casa de su amo, de mi tío, de allí había de salir, y mucho, +y enseguida, y con el ingenio y por la mano de su misma sirviente, de la +propia Facia. Sentía muchísimo llevar las cosas por ese lado y tan de +prisa; pero la pícara necesidad le obligaba a ello. Era, ante todo, leal +y agradecido, y debía grandes favores, que quería pagar, a otros dos +caballeros que habían compartido con él sus trabajos de presidio y no le +habían abandonado después hasta el momento en que así lo declaraba.</p> + +<p>Aquí me asaltó de pronto un recuerdo, y pedí a Facia las señas +«particulares» de su marido. Comenzó por la de un chirlo en la cara que +le partía un ojo y la nariz, y no necesité de las restantes para dar por +conocido al personaje. Sin descubrirle mis sospechas, la reprendí +duramente por haberme ocultado hasta entonces lo que me estaba +declarando. A él, más que a ella, le importaba callar, porque tenía +grandes cuentas pendientes con la justicia. Todo lo que la había dicho +en contrario, era un embuste para explotar su candorosa ignorancia. Se +le podía haber cogido en una de sus emboscadas, como a un zorro en el +cepo, como se le cogería de seguro si aún andaba por allí...</p> + +<p>A esto se estremeció de espanto la angustiada mujer y volvió a caer de +rodillas delante de mí, para pedirme por Dios crucificado que no se +hiciera tal cosa. También a ella se la había ocurrido alguna vez que +podía no ser verdad todo lo que él la decía «al auto de aquellos +particulares»; pero ¿y qué?... Si lo que la acongojaba no era eso, sino +el temor al ruido y al escándalo; a que el lugar se enterara del caso, y +después don Celso y, sobre todo, su hija, ¡Oh, esto nunca!... ¡Tapar, +tapar y no más que tapar!... Por ello, la vida suya y cien vidas y mil +vidas; el suplicio en cruz, en la lumbre de un horno; descuartizada +viva... enterrada en salud, entre sapos y serpientes.</p> + +<p>—¿Y el robo también?—la interrumpí con mal disimulada dureza.</p> + +<p>—¡Señor!—me respondió como aterrada por el sonido de la pregunta—. +Aunque capaz fuera de eyu, ¿qué sé yo ónde guarda las riquezas el mi +amo, ni si las tiene en casa tan siquiera?</p> + +<p>Aquí me refirió, espiritada y convulsa, después de sentarse otra vez, +por mis reiterados mandatos, cómo, no teniendo valor para hacer lo que +el infame la proponía, ni resolución bastante para negarse a ello, había +ido entreteniéndole las impaciencias con aquel reparo y con el de la +continua presencia mía y de otras gentes en la casa con motivo de la +recaída de su amo (porque esto ocurrió en los días que siguieron a la +nevada); pero, aunque de todo estaba enterado él, a nada de ello daba la +menor importancia: al contrario, sostenía que al amparo de aquellos +quehaceres y preocupaciones, era como mejor podía ella lograr sus +intentos, si los ponía por obra. Esto, por las buenas; porque si aún la +parecía mucho, acudiría a las malas, pues, por las malas o por las +buenas, ello había de hacerse, y en el aire.</p> + +<p>La infeliz no sabía qué partido tomar dentro de aquel estrecho círculo +de hierro candente, abrasador; y como las impaciencias del pícaro no +daban la menor tregua, un día, la víspera del en que Facia me lo +contaba, la había dicho él: «Puesto que no te resuelves a cogerlo con +tus manos, «hemos» resuelto «nosotros» robarlo con las nuestras. Hacia +la media noche de mañana, cuando ya no quede señal de hombre en la +cocina ni chispa de rescoldo en el hogar y duerman todos en la casa, +llegaremos al portón de la calleja. Entonces oirás un silbido de este +aire (y silbó por lo bajo de cierto modo). Sin más que oírle, te llegas +callandito al estragal y me abres la puerta, con tal finura y cuidado, +que ni las mismas bisagras se enteren de ello. Lo demás corre de nuestra +cuenta. Ya daremos con el gato, por escondido que esté. Si hay alguno +demasiado ligero de sueño, boca abajo para <i>in saecula</i> en cuanto se +despierte, y el primero tu amo, si es que no ha habido que empezar por +su sobrino... o no se dejan amarrar todos con la docilidad que pide el +caso. Conque ya estás advertida, y bien te consta cómo las gasto. +Sabiendo que me juego la vida en el trance, figúrate lo que se me +importará de la tuya si hay que ponerla en pleito porque se te haya ido +un poco la lengua en todo el día, y por razón de ello no encontramos la +casa por la noche en el sosiego y la tranquilidad que siempre tuvo a +tales horas.»</p> + +<p>Dicho todo esto con un cinismo feroz, marchóse, dejando a Facia más +muerta que viva. Y así estaban las cosas; y estando así, ¿cómo gozar +hora de sueño ni minuto de tranquilidad, ni cómo dejar de confesarlo al +fin y al postre, ni a quién, sino a mí?</p> + +<p>Interesóme de veras el caso, porque vistos los antecedentes del +«caballero» aquél y de sus fidalgos camaradas, no era para tomarlo a +risa; y después de meditar un poco mientras Facia gemía y se retorcía +las manos cadavéricas, la dije:</p> + +<p>—¿De manera que eso ha de suceder esta misma noche?</p> + +<p>—Así fue la amenaza—respondióme, casi sin voz para ello.</p> + +<p>Notaba yo que la pobre mujer estaba en aquellos instantes bajo la doble +tortura de los sucesos mismos declarados, y del temor a lo que pudiera +alcanzarla del mal juicio que yo hubiera formado de todo ello; +inspirábame honda compasión, y con el fin de aliviarla un poco de ambos +tormentos, la hablé así:</p> + +<p>—En primer lugar, del dicho al hecho siempre hay gran trecho, y mucho +más si los hechos son de la magnitud de éste que a usted la espanta; de +manera que las amenazas de venir esta noche esos bandoleros a desvalijar +a mi tío, se cumplirán... o no se cumplirán; y bien pesado y medido +todo, quizás fuera preferible que vinieran, particularmente para usted, +por aquello de que «muerto el perro, se acabó la rabia». En segundo +lugar, con la confesión que usted me ha hecho, y ¡ojalá se le hubiera +ocurrido hacérmela la primera vez que topó con su marido en la fuente! +si no viene por aquí esta noche a liquidar todas sus deudas en una sola +partida, tengo todo lo que necesito saber para obligarle, por la cuenta +que le trae, a que abandone esta comarca callandito la boca y a buen +andar por donde nadie le vea, y la deje a usted en santa paz por todos +los días de su vida. De manera que no hay para qué gemir ni angustiarse, +como usted gime y se angustia. Déjelo, pues, todo a mi cargo; obedézcame +en cuanto yo disponga; comience por arreglarse el tocado y el vestido, +después de alegrar un poco los sombríos celajes de la cara; vuelva a +ocuparse desde ahora en sus ordinarios quehaceres con el remango que +solía; atienda a mi tío como siempre, y cuide mucho de que Tona no +empiece a poner en duda las disculpas con que, en éstos y otros días de +tormenta, ha estado usted engañando su candidez. Conque ya está usted +absuelta de todo pecado por lo que a mí toca; y ánimo, y a cumplir la +penitencia que la acabo de imponer.</p> + +<p>Con esto la di dos palmaditas en la espalda; logré que las angustias +desesperadas de antes se trocaran en copioso y sosegado llanto; +incorporóse al fin con cierto brío; intentó, y no se lo consentí, +besarme las manos; y después de prometerme que emplearía todos los +alientos que la quedaban de los suyos y los que yo la había prestado, en +obedecer mis mandatos, se dirigió a la puerta. Pero yo no sé qué vio de +pronto en la luz del aposento, que se lanzó, con aquella fuerza que +siempre la arrastraba, un tiempo hacía, a leer los fenómenos +meteorológicos en la bóveda celeste, a uno de los cuarterones de la +puerta de la solana. Allí se estuvo unos instantes devorando el espacio +con los ojos. Acerquéme yo al otro cuarterón, y exclamó ella entonces:</p> + +<p>—¡Ay, señor don Marcelo!... Si las señales no mintieran, ¡qué suerte la +nuestra!... ¡Miri, miri esas nieblas que abajan por ayí... y por ayí, y +por toas partes; miri esi cielu encenizau y escuru; miri aqueyas motas +negras de ayá arriba, que son butres que pasan cara acá!... Pos lo unu y +lo otru y too eyu en juntu, y ese frío que ahora noto que se sienti, too +es nieve, nieve pura que se cuez y está pa caer de una hora a otra. ¡Si +el Señor y mi Padre de los cielos fuera tan misericordiosu que tampocu +esta vez fallaran los barruntus!...</p> + +<p>Y con esto abandonó el observatorio sin esperar mi respuesta, y salió +del gabinete casi batiendo las palmas y con una agilidad desconocida en +ella mucho tiempo hacía.</p> + +<p>Yo me quedé ¿a qué negarlo? haciendo votos porque los barruntos no +fallaran; después medité un rato sobre los sucesos que podrían ocurrir +aquella noche; y con el esbozo de un plan en la cabeza, dejé mi cuarto y +pasé al de mi tío.</p> + + + +<h2 class="top15"><a name="XXVI" id="XXVI"></a>XXVI</h2> + + +<p>En aquel momento entraba Neluco. Yo no había visto al enfermo más que un +instante después de saltar de la cama; nada había respondido a mis +preguntas porque dormitaba, y a la escasa luz que entonces aclaraba un +poco las tinieblas del dormitorio, nada tampoco me había chocado en su +aspecto; pero al observarle nuevamente y a mejor luz, ya me pareció cosa +muy distinta. Estaba mucho más anheloso que por la noche, más azulado de +color, más vidrioso de mirada, y, sobre todo, muy atormentado por la tos +y muy inquieto en la cama. Miré a Neluco, que le estaba pulsando, y leí +en su cara sombría la confirmación de mi diagnóstico. De pronto, nos +dijo él con voz tenue y silabeando casi las palabras por no alcanzar a +más sus alientos:</p> + +<p>—Hoy no me gusto pizca, muchachos.</p> + +<p>Nos miramos el médico y yo, y le preguntó éste:</p> + +<p>—¿Por qué lo dice usted?</p> + +<p>—Porque me encuentro peor que el día en que más malo me he visto.</p> + +<p>—Aprensiones de usted,—dije yo, por decir algo que le animase.</p> + +<p>—Eso ha de verse pronto—respondió el enfermo.</p> + +<p>Neluco, entre tanto, continuaba pulsándole, ora en una muñeca, ora en la +otra; arrimó el oído a su pecho, encima del corazón, y le descubrió y +palpó las piernas hasta la rodilla; hízole varias preguntas luego, y, +por último, se quedó un buen rato arrimado a la cama y mirándole +fijamente, con la cabeza algo caída, como si no supiera qué decirle o lo +estuviera discurriendo en vista de los fenómenos que observaba. Yo +estaba enfrente de Neluco, arrimado a la cama también; y a la puerta de +la alcoba, con los brazos cruzados y en pie, como dos estatuas de la +melancolía y de la curiosidad, Facia y su hija esperando órdenes. Las +primeras fueron de mi tío para pedir «otra almohada», y eso que pasaban +de tres las que le servían de apoyo para sus espaldas y cabeza.</p> + +<p>Mientras las dos mujeres cumplían el mandato y mullían y arreglaban el +montón resultante para menor incomodidad del enfermo, salió Neluco del +dormitorio y yo tras él, por una seña que me hizo.</p> + +<p>—Esto va por la posta—me dijo, de modo que no lo oyera el enfermo.</p> + +<p>—¿Tan grave le halla usted?—preguntéle.</p> + +<p>—Gravísimo—me respondió—. Cuestión de horas más o menos. Así es que +si apunta el menor deseo de confesarse, no se le contraríen por ningún +miramiento; y si no le apunta... procuren ustedes apuntársele. No le +dispongo nada nuevo, porque todo sería inútil, incluso la mortificación +de una cantárida. La hinchazón de las piernas, como usted habrá visto, +ha tomado esta noche un gran incremento... el propio y natural del +avance repentino que ha dado la enfermedad, quizás por el rápido +descenso que ha habido en la temperatura esta madrugada... porque no sé +si habrá usted notado que hace un frío desde el amanecer, que corta un +pelo.</p> + +<p>Esto del frío produjo en mi imaginación un trastrueque súbito de ideas; +y olvidando al enfermo, no me acordé más que de la intentona dispuesta +por los tres forajidos para aquella noche; y así es que pregunté a +Neluco con la misma avidez que pudo hacerlo Facia en sus «mejores días» +de espantos y congojas:</p> + +<p>—¿Cree usted que nevará?</p> + +<p>—Y de firme—me respondió Neluco—. Todos los síntomas son de una +nevada de las más copiosas y duraderas que se descuelgan por acá.</p> + +<p>—¿Y cree usted también—insistí—, que empezará hoy mismo?</p> + +<p>—Como que ya empezaba cuando yo he venido—me contestó—. ¡Vea usted!</p> + +<p>Y me condujo a la puerta de la solana, desde cuyos cuarterones vimos +pasar, llevados por el airecillo glacial que soplaba afuera, algunos +copos, idénticos a los que yo había visto al empezar la otra novela. Sin +embargo, el cielo no estaba tan «encenizado» ni sombrío como entonces. +Así se lo advertí al médico, y él me replicó:</p> + +<p>—Pero todo se andará, y pronto, no lo dude usted. Por lo +mismo—añadió—, hay que tener mucho cuidado con el abrigo de estas +habitaciones. Que no falte de aquí el brasero bien quemado, de modo que +se conserve inalterable la temperatura que ahora hay en el cuarto del +enfermo. No ha de sanarle la precaución, ni de mejorarle siquiera, por +supuesto; pero hay que poner de nuestra parte, en bien de él, todo +cuanto sea posible... Otra cosa: en vista de lo que ocurre, y, +particularmente, de lo que pueda ocurrir, hace aquí falta más gente que +ustedes, por razones que en otra ocasión análoga le di, y pienso avisar +a Mari Pepa para que venga enseguida con su hija... Es posible que le +diga también algo a don Sabas, para que esté prevenido siquiera.</p> + +<p>Con poco más que esto y unas advertencias que me hizo concernientes al +enfermo después de pasar otra ratito a su lado, se fue Neluco y quedéme +yo sumido en las más endiabladas cavilaciones. El mismo Satanás, puesto +a discurrir un conflicto para la casona, no le hubiera hilado tan bien +como lo estaba el que yo temía para aquella noche, si las amenazas del +baratijero se realizaban, o no venía a impedirlo y arreglarlo todo el +<i>deus ex machina</i> de la nieve, en la dosis en que me la había +pronosticado Neluco. Porque de otro modo, «¡Virgen la mi Madre +celeste!», como habría dicho en igual caso la mujer gris. Don Celso, +agonizante quizás a aquellas horas, o tal vez cadáver ya; Lita y su +madre a su lado, asistiéndole o rezando por él; Facia en los paroxismos +de su reproducida tribulación; tres bandoleros asaltando la casa, y yo, +con Chisco y Pito Salces, a tiro limpio con ellos, acabando de matar con +el susto a mi tío, si aún vivía, y poniendo a punto de morir de congoja +a las mujeres, a dos de las cuales, por lo menos, estaba yo obligado a +defender de todo riesgo mientras me quedaran un soplo de vida, un +cartucho que quemar o un asador que esgrimir. Recién oída por mí la +confesión de Facia, me había imaginado este cuadro mucho más sencillo. +Chisco, Pito Salces y yo, armados hasta los dientes y bien apercibidos, +en acecho y sin respirar, en las tinieblas del portalón; uno de nosotros +abriendo la puerta con las precauciones convenidas en cuanto se dejara +oír afuera el silbido del baratijero, y luego los tres, según iban +entrando los bandidos... ¡fuego a quemarropa sobre ellos! Ni el primer +peldaño de la escalera habían de profanar con su pie los infames. Para +que no se sobrecogiera mi tío con el estruendo, le habría engañado yo +antes con un embuste cualquiera: le habría dicho, por ejemplo, que se +había visto la noche antes el lobo rondando la casa por aquel lado, y +que pensábamos matarle en las altas horas de la inmediata si volvía. Las +agallas de Chisco y de Pito Salces me eran bien conocidas, y no había +para qué avisar más gente ni dar cuarto al pregonero. Nos bastábamos los +tres para aquella empresa por de pronto: lo demás, es decir, el recoger +los despojos de la batalla, los cadáveres achicharrados y hechos jigote, +ya lo haría la justicia oportunamente avisada. Y a esto se reduciría +todo. Pero con el nuevo aspecto de las cosas, ignorado por los bandidos; +con la casa llena de mujeres, y la muerte, con su cortejo de lágrimas y +de ceremonias y accesorios patéticos, enseñoreada de ella, ¡qué +perturbaciones y qué escándalos y qué profanaciones y sacrilegios no +produciría una batalla en el estragal, a tiro seco, con sus +correspondientes blasfemias y alaridos, y cadáveres ensangrentados y +palpitantes! En fin, que si no arreglaba el conflicto la nevada, había +para volverme tarumba y tener por cuerda y resignada a la mujer gris en +sus recientes apuros. Por lo pronto, y esto me calmaba algo las +inquietudes, había muchas horas por delante; se vería qué rumbos iba +tomando y cómo se portaba el temporal insinuado, y qué marcha seguía +durante la mañana la agravación de mi tío. Yo bien provisto estaba de +armas y municiones; Chisco también, y a mi lado vivía en casa; y a +Chorcos, ya cuidaría yo de avisarle a tiempo para que se quedara a velar +con el pretexto del grave estado de don Celso. No dejó de ocurrírseme +que, en lugar de esperar a los salteadores en el portalón de la casa, se +les podía armar una emboscada en los peñascos inmediatos a ella, y +fusilarlos a mansalva en cuanto se arrimaran a la puerta los tres. Pero +este plan era menos «concluyente» que el otro, y estaba expuesto a +quiebras que podían salirnos caras a los acometedores, por más que nos +asistiera la justicia, según todas las leyes divinas y humanas. Así y +con todo, se pesarían y medirían ambos planes si llegaba el caso y en su +hora, y se optaría por el mejor.</p> + +<p>Esto y mucho más lo meditaba yo voltejeando maquinalmente por el +interior de la casona después de haber despedido al médico. Dando, de +repente, por bien examinado el punto por entonces, resolví volver a ver +cómo andaba mi tío de sus angustias mortales. Pero no entré en su cuarto +sin asomarme antes a uno de los vidrios de la puerta que daba a la +solana por el comedor. El cielo continuaba obscureciéndose y el chispear +de la nieve espesando. Me gustó el síntoma. Mi tío, aunque entre amagos +continuos de la tos, parecía más sosegado, y dormitaba. Facia, sentada +lejos de él y atenta a cuanto pudiera ocurrirle, después que yo hube +contemplado al enfermo acercándome de puntillas a su cama, me dijo con +la mirada:</p> + +<p>—Bien va eso, ¿eh?</p> + +<p>A lo que yo respondí con otra mirada y un gesto:</p> + +<p>—De lo mejor.</p> + +<p>Pero bien sabe Dios que ni la pregunta ni la respuesta se referían al +estado del enfermo, sino al aspecto del temporal.</p> + +<p>Pasaron dos horas sin que dentro ni fuera de la casona ocurriera novedad +digna de ser notada, y llegaron, pero sin el estrépito de costumbre, +Lita y su madre y hasta el propio don Pedro Nolasco. Esta peripecia, +relativamente alegre, en el sombrío drama que se desenvolvía, y a todo +andar, en aquellos envejecidos ámbitos, me levantó mucho el espíritu. +Venían los tres personajes hondamente impresionados por las noticias que +les había dado Neluco. El gigante, por todo saludo, me estrechó la mano +en silencio, con dos tremendas sacudidas que a poco me desarticulan el +brazo por el hombro; su nieta y su hija, con los ojos empañados, me +pidieron, mientras comenzaban a desliarse los abrigos, y en voz muy baja +algo temblorosa, las noticias de cajón sobre el estado actual de mi tío. +Díselas, no tan malas como las que esperaban ellas, y esto las animó a +acercarse muy quedito hasta la puerta de la alcoba. Desde allí +estuvieron contemplando el batallar que no cesaba dentro de las ruinas +de don Celso, entre el sueño que le amodorraba y la tos que se lo +prohibía, hasta que se revolvió en la cama por uno de aquellos choques, +del que salió medio sofocado, con la boca y los ojos muy abiertos y +acopiando el aire para respirar, hasta con las manos. Entonces se +ocultaron rápidamente, casi de un salto, en la salona, y se volvieron +ambas hacia mí, que no las perdía de vista, con la pena y la +conmiseración pintadas en la cara. A todo esto, don Pedro Nolasco, de +pie, rígido, inmóvil y silencioso, en el mismo sitio en que se había +plantado al entrar. Pasó en breve el acceso, y volvió el enfermo a caer +en el marasmo de antes... Pero ¿qué diablos veía yo en Lituca que me +cautivaba más la atención en aquellos momentos que el pasmo de su abuelo +y la angustiosa situación de mi tío? ¿Qué había en ella de nuevo y de +extraño para mí? Pues, lisa y llanamente, las lágrimas de sus ojos y la +expresión dolorida de su cara infantil; y yo me preguntaba en cuanto +salí de mis dudas: «Pero ¿cuándo está más mona esta chica? ¿cuando ríe y +gorjea como los pajaritos del monte, sin penas ni cuidados, o cuando +siente, como ahora, a falta de dolores propios, la compasión que le +inspiran los ajenos?» Y no sabiendo por cuál de estos extremos optar, +quedéme con los dos, porque es lo cierto que, riendo o llorando, estaba +monísima aquella criatura.</p> + +<p>Temiendo que la impresionara con exceso la contemplación frecuente de +aquel cuadro aflictivo de la miseria humana, tan nuevo para ella, la +aconsejé que se abstuviese de entrar en el cuarto del enfermo. A lo que +me respondió con una fuerza de resolución que se imponía:</p> + +<p>—¡Pues mire que tendría que ver, señor don Marcelo!... ¡Vaya! ¡vaya!... +¿Piensa que soy yo de melindres, por si acaso? No diré que al principio +no me encoja un poco; pero después... ¡vaya! ¡vaya! Y, por último, para +las ocasiones son las valentías; y ahora o nunca. ¡El mi pobre señor don +Celso!...</p> + +<p>—Déjela, déjela—me decía casi al mismo tiempo la rozagante Mari Pepa, +arrojando el último de sus abrigos flotantes sobre una silla, encima de +los que acababa de arrojar Lituca—; déjela que entre y salga cuando +quiera, que es bueno jacerse a todo, como ella se irá jiciendo, porque +la conozco bien. Al que hay que tener a raya sobre ese punto, es al mi +padre. Cayóle la noticia como una peña en la nuca, y aturdióse como usté +le ve. Yo no sabía si dejarle en casa o traerle; pero vile roncero de +quedarse solo y muy arrimao a venirse, y jícele su gusto, que era +también el nuestro; porque puestas aquí, podemos tardar más o menos en +volver a casa, y mejor que en parte alguna estará el venturao con +nosotras donde quiera que ello sea. Lo que está él es aterecío de +frialdá, ¿no es cierto, padre? Y mire, en la cocina habrá buena lumbre, +¿no es verdá, don Marcelo? y estará usté más apartao de estas cosas que +le amurrian y acobardan, sin dejar de estar bien acompañao con los que +entran y salen... y de paso, mire, que añada Tona buen por qué al ollón +grande, que somos tres bocas más... ¡Hija, qué bobás se le ocurren a una +cuando no sabe lo que diz, ni tomar los tiempos como vienen! Conque +¿entendióme, padre?... Y a usté, don Marcelo, ¿qué le paez de este +disponer mío, como si estuviera en la mi casa?</p> + +<p>Todo me pareció bien, hasta el estilo, y las precauciones que tomaba +Mari Pepa para no ser oída del enfermo, y la decisión de Lituca, y, en +particular, la cara que ponía para declarármela. Yo mismo conduje a la +cocina a don Pedro Nolasco, que se dejaba traer y llevar como un niño +atolondrado, y le senté en el sillón de mi tío, dejándole al cuidado de +Tona y de Chisco, que andaba por allí entonces, con encargo de que le +entretuvieran y animaran... y le dieran de comer cuanto pidiera, si lo +pedía. Yo volvería por allí muy a menudo, y las señoras lo harían +también de vez en cuando. En el ínterin, mucha leña a mano y buena +lumbre sin cesar.</p> + +<p>Antes de salir de la cocina, miré por los cristalejos de la puerta que +da al balconazo de aquella fachada, y vi que continuaban ennegreciéndose +los celajes y que ya blanqueaban un poco los picachos de enfrente y +hasta las praderas del valle por algunos sitios.</p> + +<p>Cuando llegué al cuarto de mi tío, ya se habían apoderado de él y de sus +aledaños Lituca y su madre, y enviado a Facia a sus ordinarios +quehaceres, por no ser necesaria allí su presencia por entonces. +Ordenaban adentro muebles, ropas y frascos y botellas de potingues; +enderezaban felpudos y alfombrillas, que abundaban en el suelo; +graduaban y dirigían la luz de los cuarterones de la ventana y la que +entraba por la puerta, de modo que no diera de lleno en la cara del +enfermo, y hasta le limpiaban el sudor viscoso y frío que relucía en su +frente, y le arreglaban las coberturas y las almohadas; pero todo ello, +lo mismo que cuando trabajaban afuera, sin hacer ruido ni levantar polvo +ni causar la más leve mortificación al paciente. Me daba gusto +contemplar aquel trabajo de hadas bienhechoras. Mi tío, sofocado por la +tos, despertaba algunas veces de su letargo, abría los ojos, clavaba en +nosotros su mirada entorpecida y voraz, y volvía a cerrarlos enseguida +para caer de nuevo en su modorra. Cuando se aprovechaba una de estas +coyunturas para darle unos sorbos de caldo o la «cucharada» medicinal +que «le correspondía», tomábalo entre quejidos y balbucía protestas +iracundas.</p> + +<p>Cerca del mediodía se despejó un poco y nos ponderó mucho lo mal que se +encontraba. Llegó en esto Neluco, y ni por cortesía intentó convencerle +de lo contrario. Pero le exhortó a que llevara con paciencia sus +trabajos, pues no estaba obligado a menos un hombre de su fe y de su +correa. A lo que contestó el enfermo, con toda la iracundia que pudo +hallar entre el montón de sus propias ruinas:</p> + +<p>—¿Todavía te paez cosa de ná la mi paciencia, condenao? Con la mitá de +lo que tengo te quisiera yo ver, mediquín, matasanos de los demonios, a +ver qué cara ponías... ¡Pues hombre!...</p> + +<p>Intervinimos todos, Neluco inclusive, para calmarle, y se calmó pronto; +pero no apuntó la menor idea de prepararse a bien morir. Sobre este +punto venía muy contrariado el médico. Me dijo, al despedirse, que don +Sabas estaba ausente del lugar, auxiliando a un moribundo de otro +pueblo, cuyo párroco se hallaba enfermo. Al saberlo le había mandado un +propio; pero como hasta el pueblo había muchas varas de camino que medir +y la nevada iba espesando por instantes, aunque don Sabas procuraría no +perder uno solo en cuanto se enterase de lo que ocurría en la casona, +¡fuera usted a saber a qué hora de la tarde llegaría, y si llegaría a +tiempo ya!</p> + +<p>Por no acercar demasiado al gigantón de la Castañalera al cuadro que tan +tristemente le impresionaba, comimos todos con él en la perezosa de la +cocina, servidos por Tona, mientras su madre cuidaba del enfermo. No fue +aquella comida tan sabrosa para mí como otra que yo no olvidaba, más que +por lo reciente de su fecha, por lo regocijada que la hicieron aquellas +dos comensalas que en la última, algo por respeto a la tristeza +«oficial» de la casa, y algo más por la pena que los motivos de esta +tristeza les daban, comieron muy poco y hablaron menos. Menos habló +todavía que ellas, don Pedro Nolasco, que no habló palabra; pero, en +cambio, ¡qué engullir el suyo tan formidable!</p> + +<p>Antes de que acabáramos de comer, supimos por Facia que el enfermo había +vuelto a dormirse y que «el trapeu de la nieve iba tan a más, que daba +gustu». Yo me acordé de la ausencia de don Sabas y de la falta que hacía +al lado de mi tío, y no recibí la noticia con tanto placer como el que +sentía la madre de Tona al dármela.</p> + +<p>Según corrían las horas de la tarde, apretaba el temporal y también las +ansias del enfermo, que seguía luchando con ellas a ojos cerrados y sin +conciencia, al parecer, de lo que estaba pasando. Bien sabe Dios lo que +nos inquietaban estos síntomas y que ardíamos en deseos de insinuarle lo +que Neluco deseaba, ya que no se anticipaba él a insinuarlo; pero ¿de +qué serviría la insinuación mientras no tuviéramos a mano al Cura? Entre +estas dudas y las consiguientes inquietudes, llegó la noche cerrada, a +poco más de las cuatro, con una tercia de nieve sobre el valle y un +nevar espeso y continuo que ya me iba alarmando mucho, porque suponía a +don Sabas en camino y pensaba en los peligros que podía correr. Entre +tanto la cocina se llenaba poco a poco de gente que acudía a saber de +don Celso y a ofrecerse para toda clase de menesteres en la casa en +aquellas horas de prueba, y a mí no me disgustaba verme tan bien +acompañado en ocasión de tantos apuros. A don Pedro Nolasco le sucedía +lo propio, y hasta rompió a hablar con los contertulios y se permitió +ciertos vaticinios risueños acerca de la enfermedad del viejo amigo y +casi pedazo de su alma... precisamente en el instante en que mi tío +saliendo de su modorra pertinaz y después de recorrer la estancia con +los ojos azorados, dijo entre angustias de la respiración, como si no le +cupiera ya en el pecho una burbuja de aire sin haberle desocupado de +otra igual:</p> + +<p>—Ahora... ahora es la de irse de veras, hijos míos, y la de prepararme +al viaje en toda regla. Hacedme la caridad de decirle al Cura que le +llamo yo para lo que él sabe... si no es alguno de los bultos que yo +distingo malamente desde aquí, no sé si por culpa de la poca luz del +cuarto, o porque ha empezado a apagarse ya la de mis ojos... ¡Sabas!... +¡Sabas!...</p> + +<p>Todos los allí presentes oíamos y callábamos, y nos mirábamos unos a +otros sin saber qué contestar. ¿Cómo decirle que el Cura no estaba en la +casona ni en el pueblo?... Pero ¡qué ofuscación tan absurda la nuestra! +¿Qué inconveniente había en entretenerle las impaciencias, respondiendo +que habían ido a avisarle y que estaba a punto de llegar? Esto iba a +responderle yo al mismo tiempo que me acercaba a su cama con Lita y +Mari-Pepa, hechas un mar de lágrimas, mientras quedaba Facia arrimada a +la pared del fondo con los brazos cruzados, la cabeza inclinada sobre el +pecho y los ojos, secos, entristecidos e inmóviles, clavados en la faz +cadavérica de su amo, cuando éste volvió a exclamar, pero con un brío +inconcebible en su estado miserable:</p> + +<p>—¡Sabas! ¡Sabas!...</p> + +<p>En esto oí un rudo golpeteo, como al desembocar del carrejo en la +salona, y al mismo tiempo una voz que respondía a estas llamadas +enérgicas:</p> + +<p>—¡Allá va, jinojo!...</p> + +<p>Conocí la voz, retrocedí de un salto hasta la puerta, y vi que por la +del salón avanzaba un bulto que lo mismo podía ser un jaral de la +montaña, tal y como debían estar todos en aquellos instantes, que un +hombrazo del calibre y los talares de don Sabas, porque venía nevado por +la cabeza y por los hombros y por donde quiera que asomaba un relieve, +por mínimo que fuera, en sus luengas y espidas vestiduras; y al andar y +sacudirse de propio intento, arrojaba en el suelo la nieve en cascadas +polvorosas, como cae de los matorros cuando los sacude y zarandea el +cierzo enfurecido. Salí a su encuentro para ayudarle a sacudirse y a +enjugarse... y a nada, porque de dos bativoleos se desprendió de todo lo +flotante que goteaba sobre él. Así quedó, en un periquete, liso y mondo +de pies a cabeza, es decir, de chaqueta corta y en pelo. Mientras se iba +despojando de aquellas envolturas y accesorios, me decía:</p> + +<p>—¡Ah! pues gracias a que el tordillo tiene más agallas de lo que paez, +y pudo con el espolique que a medio camino le cargué a las ancas, que si +no... ¡jinojo! dígote que no llegamos vivos ninguno de los tres; porque +nevadas he visto en lo que llevo de vivir; pero como ésta, ¡vaya, +vaya!... ¿Y qué le pasa al pobre don Celso, hombre? Cuando allá me lo +fueron a decir, no me cogió de susto, porque me lo venía yo temiendo de +día en día. Lo peor del caso fue que aquel infeliz agonizante no +acababa, y no era cosa de abandonarle en trance tal... Pues ¡cuidado si +le da por no acabar en toda la tarde de Dios!... A todo esto, la nieve +espesando y cerrándose los caminos. ¡Mira tú qué ocasión para ponerse +este otro en la agonía!... ¡Si lo que hace Satanás para jincar el diente +a las almas, es mucho cuento! A bien que no ha sido ello por falta de +advertencias mías; pero este Celso, con ser tan hombre de fe, es de suyo +tan...</p> + +<p>Todo eso lo decía ya, y casi lo gritaba, el bueno del Cura a la puerta +del dormitorio de su amigo, donde le interrumpió el descosido +razonamiento otra llamada como la de antes.</p> + +<p>—¡Sabas! ¡Sabas!</p> + +<p>—¡Aquí estoy, hombre!—respondió el Cura—. ¡Cuidado que es tema!... +Pues mira, con esas prisas en mejor salú, no las tuvieras ahora...</p> + +<p>—¡Eso es!—refunfuñó mi tío—. Para consuelo de mis ajogos, ríñeme y +vociférame, ¡pispajo!</p> + +<p>—¡Qué te he de reñir, hombre, qué te he de reñir!—díjole entonces don +Sabas, que enfrente de aquellas ruinas miserables del amigo y camarada +de toda su vida, no acertaba a contener los lagrimones que le brotaban +en los ojos—, ¡ni cómo te he de vociferar!... ¡Pues bueno estaría ello, +jinojo!... sino que, como he venido, pude no venir, por causa de fuerza +mayor. ¡Y figúrate tú entonces! ¡figúratelo, Celso!... Vaya—añadió +interrumpiendo de pronto su discurso y pasando la mirada por el cuarto y +acentuándola con un movimiento de sus brazos, muy significativo—: aquí +sobran todos menos el enfermo y yo; porque lo que va a pasar entre +nosotros, no admite más testigo que uno, que es el Señor y juez de vidas +y almas.</p> + +<p>Salimos los que sobrábamos y cerró don Sabas la puerta por dentro. Yo no +sé lo que pasó por mí entonces; pero declaro que me sentí muy conmovido +y que hasta lloré, disimulándolo mucho, como si fuera una debilidad +indigna de los hombres fuertes.</p> + +<p>¿Procedían aquellas lágrimas vergonzantes del contagio de otras más +francas? ¿Eran arrancadas de mi corazón por la pena de ver a aquél, mi +pariente en estado tan mísero y compasible? ¿Me las producía aquella +rara escena que acababa de presenciar entre el Cura y el enfermo, a +través de cuya tosca urdimbre se dejaban ver fondos y lejanías +admirables? Quizás hubiera en ellas algo de todos y cada uno de estos +ingredientes; pero el hecho es que yo lloraba, aunque no tanto como las +mujeres que se agrupaban junto a mí, mientras iban entrando de puntillas +en el salón en que estábamos muchos de los tertulianos de la cocina que +se habían amontonado en el carrejo después de la llegada del Cura, +transidos de pesadumbre... y de curiosidad.</p> + +<p>La luz que Facia había encendido en la lamparilla del dormitorio al +salir de él, y que aún conservaba en la mano, iluminaba un poco aquellas +fauces entenebrecidas; y así pude entreverlas atascadas, materialmente, +de figuras apiñadas y oscilantes que miraban hacia nosotros con +impaciencias voraces; y aun hubiera jurado yo que allá en el fondo, +detrás de toda la masa, pero alzándose un codo sobre la cabeza del más +talludo, relucían, como dos linternas en un túnel, los ojazos verdes y +saltones del gigantón de la Castañalera.</p> + + + +<h2 class="top15"><a name="XXVII" id="XXVII"></a>XXVII</h2> + + +<p>Al cabo de un buen rato me pidió Mari Pepa muchas cosas que, a su +juicio, iban a ser necesarias allí muy pronto. Yo, delegando en ella y +en su hija cuantas atribuciones tenía en la casa, las entregué las pocas +llaves que guardaba, y mandé a Facia que se pusiera a sus órdenes con +las restantes. Para despachar bien y pronto lo que proyectaban, era +indispensable que se volvieran a la cocina los tertulianos que, +dispersos por aquí o en rebaños por allá, todo lo obstruían... y +apestaban, y no había manera de revolverse entre ellos. Hízose así al +punto por mi mandato, y empezaron las dos mujeres a saquear alacenas, +armarios y cajones. Facia guiaba, y yo seguía como un autómata a las +tres.</p> + +<p>Mientras desvalijaban el último cajón de la cómoda de mi cuarto, se +abrió la puerta de mi tío, y apareció don Sabas en el hueco. Noté que +salía lloriqueando, y corrí hacia él temiendo que ya hubiera concluido +todo allí; pero desde medio camino oí toser al enfermo, y esto me +tranquilizó. Salióme al encuentro el Cura, y me dijo, mientras se secaba +los ojos con un pañuelo de yerbas:</p> + +<p>—No se puede remediar, ¡qué jinojo!... por más avezado que uno esté a +contemplar miserias y acabaciones humanas... Porque hay casos y casos, +señor don Marcelo, y éste es uno de los más duros de pelar para el pobre +Cura. Sesenta años de vivir, más que como amigos, como hermanos, y cada +cual en su ministerio... ¡y cuidado si ha sido de altura el suyo!... +algo rejunde en la entraña... me parece a mí... De pronto diz el otro al +uno de ellos: «vaya, pues yo me marcho... y para no volver: conque +ajústame tú estas cuentas que tengo que dar a Dios, por tu mediación +mesma de lo mucho que le debo y de lo poco y mal que le he pagado... y +ahí te quedas, viejo y solo, hasta que te llegue la tuya, que no puede +tardar porque de viejo nadie pasa; y ya verás lo que es jallarte un día +y otro sin el amigo de siempre, que parecía ya carne de tus carnes y +llenaba todo el lugar, aunque en él no se le viera...» Y vaya usté, por +otra parte, a saber si al llegar la de uno, le cogerá así o le cogerá +asao, porque la carne es flaca y Satanás no duerme, y si, por tomas o +por dacas, tampoco volvemos a encontrarnos en el otro mundo. Porque él +va bien de equipajes... ¡eso sí, jinojo! y derecha como un juso ha de +subir la su alma. En lo humano no puede presumirse otra cosa, con la +preparación que él ha hecho, después de una vida de caridad, que yo me +sé de memoria... En fin, que de ésta se va, y que no hay que dormirse +para disponerle todo lo que le falta en el trance en que se ve... Hay +que viaticarle enseguida, y para ello me voy a la iglesia ahora mismo. +Adviértase aquí para que se espere a Dios con la pompa que se le debe.</p> + +<p>Se habían llevado sus talares a la cocina para secarlos a la lumbre; y +al ir el Cura a recogerlos, hizo a la gente congregada en ella la misma +advertencia que a mí, y la arrastró luego consigo, menos a Chisco y a +Pito Salces, a quienes ordené yo que se quedaran «vigilando la casa, por +lo que pudiera ocurrir». Ocioso lujo de precauciones a aquellas horas +(cerca de las siete), con una noche oscura como boca de lobo, cayendo la +nieve a puñados, y con unos rugidos del vendaval hacia la montaña, que +daban miedo.</p> + +<p>Sin preocuparme gran cosa del pobre Marmitón, que se quedaba solo otra +vez, repantigado, mudo y atónito en el sillón de madera y muy arrimado +al fuego, volvíme al cuarto de mi tío para ver lo que pasaba en él +después de la salida de don Sabas. Ya estaba desconocido todo aquel +interior, y aún continuaban transformándole por momentos las dos hadas +de la casona. En la cama del enfermo, la colcha de damasco rojo de los +grandes días, y vuelto sobre ella, el amplio y bordado embozo de una +sábana de lujo; las almohadas, con fundas de grandes guarniciones muy +tiesas y escaroladas, y el enfermo mismo, con camisola limpia, calentada +poco antes al brasero y sahumada con tomillo, sobre el espeso chaquetón +elástico que le abrigaba el tronco; junto a la cama, una alfombra en +lugar del felpudo de siempre; encima de la cómoda, cayendo en airosos +pabellones por los lados, otra colcha de las buenas de la casa, y sobre +ella, esperando mejor destino, el crucifijo de marfil, seis candeleros +de plata, un vaso con agua bendita y un ramito de laurel.</p> + +<p>Cuando yo llegué, se ocupaban las dos mujeres, que parecían tener +diablillos en las manos, en sustituir, ayudadas de Facia, el trasto +viejo que siempre estuvo a la cabecera de la cama, con una mesita +cuadrangular sacada de mi gabinete, donde la usaba yo para leer y +despachar mi correspondencia. Ofrecíles mi ayuda para aquella faena; +pero la desdeñó Lita con un gestecillo muy intencionado y dos frases de +cortesía para templarle. Mientras Facia se llevaba el achacoso +artefacto, tendieron ellas sobre la mesa otra colcha de damasco rojo, y +sobre la colcha una muy blanca sabanilla con randas de muchos calados; +luego trasladaron de la cómoda a la mesa el crucifijo de marfil, cuatro +candeleros y el vaso con agua bendita y el ramito de laurel; enseguida +otra alfombra delante de la mesita; después todas las tiras y ruedos que +se encontraron para formar una senda tan larga como se pudo; cuatro +vapuleos a las sillas antes de ponerlas en orden; unos toquecitos más a +las ropas de la cama; una mirada desde lejos al conjunto de tantas y tan +diversas cosas... y ya estaba aquello despachado.</p> + +<p>Mi tío, entre tanto, jadeando y tosiendo y pasando entre los dedos +sarmentosos de su diestra cuentas y más cuentas del rosario, y reza que +reza entre dientes, sin darse por enterado de lo que ocurría en su +derredor, ni contestar más que con un gesto avinagrado a la menor +pregunta que se le hiciera. Antes de morir con el cuerpo, estaba ya en +el otro mundo con el espíritu. De Dios era, a Dios iba y sólo de Dios +esperaba.</p> + +<p>Terminado lo del cuarto, se emprendió afuera otra labor más peliaguda, +para la que no bastaron las mujeres solas. Mari Pepa esparcía en el +suelo las colchas y pañolones que habían acopiado en el saqueo y andaban +en confuso montón sobre las sillas; Lita escogía y combinaba colores y +tamaños, y Pito Salces y yo, encaramados en muebles de la necesaria +altura, clavábamos en las paredes, y tan arriba como nos era posible, +con tachuelas, con puntas... hasta con clavos «trabaderos» y cuanto +habíamos podido haber a las manos en una mechinal de la bodega en que +acumulaba Chisco las reservas de esta especie, lo que la diligente y +afanada nieta del gigantón de la Castañalera nos iba alargando con sus +manitas primorosas, de lo desparramado por el suelo.</p> + +<p>Al andar rayando con la media tarea, el tañido de una campana, desigual +e intermitente, ora remoto, ora cercano; como débil quejido de agonía, +unas veces; vibrante y clamoroso otras, según los caprichos del viento +encajonado y revuelto en las estrecheces y encrucijadas del valle. Era +el primer toque «a administrar», la señal que se hacía en la iglesia al +vecindario para los fines que sabía él. Un ratito después, calló la +campana y llegaron dos hombres con sendos brazados de velas y de cirios +que mandaba el Cura, por delante. Venían enjutos de tobillos arriba, +pero muy espelurciados y «ardiéndoles» las narices y las orejas; porque, +según declararon, aunque había cesado de nevar, continuaba soplando el +cierzo, más frío que la misma nieve. Si mal no nos parecía, quedaríanse +allí ya, pues sobre estar seguros «de jallar al Señor» en el camino, si +volvían a tomar el de la iglesia, no estaba el pedregal, con la capa de +nieve que tenía encima, para muchas subidas y bajadas por él sin una +urgencia. Asentimos de buena gana a tan cuerdo parecer, y quedáronse los +hombres... hasta pasmados del «visual pomposu» que iban tomando los +pasadizos y la escalera de la casona con la faena que nos hacía sudar. +Continuámosla, sin embargo, con nuevos bríos, pero a puntada larga, es +decir, enrareciendo los colgajos, porque ya se oía otra vez el toque de +antes, señal de que se había puesto en camino lo que esperábamos, amén +de que no andábamos sobrados de telas ni de «herrajes» para cubrir +tantas paredes.</p> + +<p>Para vestir los desnudos suelos del tránsito, discurrió Lituca +sembrarlos, y los sembró ella misma, de penquitas olorosas de laurel que +abundaba en las grietas de los peñascos de enfrente. Y aún la quedó +tiempo para sahumar toda la casa con romero y mejorana, quemado por ella +en las ascuas del brasero, llevándole Chisco y Pito Salces entre manos +por salas, pasillos y escaleras. Después, velones, candeleros, +palmatorias y candiles, iluminando hasta lo más obscuro y remoto; el +cuarto de mi tío, con las seis velas encendidas ya, rechispeando la luz, +y el brazado de cirios traídos de la iglesia, ardiendo también al +cuidado de los dos hombres encargados de darles a tiempo el destino que +tenían; Marmitón encuadrado en la puerta de la cocina y mirando al +crucero iluminado, sin atreverse a dar un paso hacia él; Mari Pepa yendo +y viniendo por todas partes; su hija dando los últimos toques al cuadro +general; Tona sin chistar y pasmadota, cerca de don Pedro Nolasco; Pito +Salces y Chisco, en el estragal, con sendos cirios ardiendo, en la mano; +mi tío, con los ojos entreabiertos, recostado contra las almohadas y +rezando sin cesar; Facia, con su mejor vestido negro y atenta a lo que +pudiera necesitar el enfermo, junto a la puerta de su cuarto, de pie, +inmóvil y melancólica; la campana de la iglesia tañendo acompasadamente; +el silencio casi absoluto en los ámbitos de la casona, y yo, clavado +como una estatua en el salón dominando con la vista el aposento de mi +tío y hasta el crucero del fondo del pasadizo, observándolo todo, +oyéndolo todo, y presa de una emoción que, por lo compleja y extraña, no +me podía explicar.</p> + +<p>De pronto, una voz, la de Tona que se asomaba a menudo a la puerta del +balcón de la cocina, gritó desde el fondo del último carrejo:</p> + +<p>—¡Ya vienin!</p> + +<p>Cubriéronse entonces apresuradamente la cabeza las mujeres; tomamos cada +cual un cirio de los que cuidaban los dos hombres, y dímosle otro a don +Pedro Nolasco que se había movido hacia el grupo; y siendo yo parte +principalísima de él, con él llegué bien pronto, a todo andar y casi +arrollando al aturdido gigante, al balcón de la cocina.</p> + +<p>No solamente había cesado de nevar, sino que también se hallaba el +viento encalmado; y, por una venturosa casualidad, por un rasgón abierto +en la espesura de los negros celajes asomaba la luna llena, derramando +su luz pálida sobre el blanco tapiz del valle y los más altos picos del +brocal de montes que le aprisionan. En otras circunstancias mejores, +acaso me hubiera detenido a considerar lo que más me admiraba y +sorprendía en aquel extraño panorama, y hasta qué punto se parecía +aquella fantástica realidad a los numerosos «efectos de luna» que yo +había visto pintados en lienzos y cartulinas; pero ¡bueno estaba +entonces el horno de mi cabeza para pastelillos de aquel arte! Y aunque +lo hubiera estado: necesitaba la atención para otro espectáculo que me +la solicitaba con fuerza irresistible. Y fue que apenas abocado a la +puerta del balcón detrás de las mujeres, vi que, surgiendo de las +tinieblas, iban apareciendo como fantasmas y coronando la altura del +pedregal, dos filas de bultos negros, junto a muchos de los cuales +titilaba oscilando una lucecilla triste y acobardada, como si ardiera +detrás de los cristalejos de un faroluco roñoso. Cuanto más se alargaban +las filas hacia la casona, más bultos surgían de la oscuridad del agrio +declive. Se les veía moverse; pero no se oían sus pasos sobre el áspero +suelo nevado, ni alteraban el silencio de la Naturaleza, que parecía +haber enmudecido de repente por respeto a lo que estaba pasando allí, +otros ruidos que algún murmurio de tarde en tarde, como de rezo coreado, +y el tañido constante de la campana de la iglesia, repetido ya por el +débil tintineo de una campanilla de monago que aún no había surgido de +la oscuridad. De pronto apareció en la altura un bulto menor que los +otros, con un farol de dos luces: éste era el monago de la campanilla, y +hasta se le distinguía en la mano cuando la sacudía para que sonara. +Detrás del monago, otros dos bultos con sendos faroles también; y en +medio de los dos, el párroco don Sabas, de capa pluvial y debajo de un +paraguas muy grande (regalo, por cierto, hecho por mi padre, siendo yo +mozuelo aún, a la iglesia de Tablanca); y, por último, detrás del Cura, +todavía más bultos con luces surgiendo de la vertiente sombría. Entonces +cayó de rodillas Mari Pepa que estaba delante de todos, y exclamó con +voz entera, mientras se llenaban de lágrimas sus ojos:</p> + +<p>—En gracia te reciba el alma que te desea.</p> + +<p>Yo me hinqué también, y con la cabeza humillada, repetí en el fondo de +mi corazón la plegaria de aquella noble mujer.</p> + +<p>Poco después volvíamos todos, conservando aún las hachas encendidas, y +más corriendo que andando, hacia el crucero. Allí estaba ya Neluco, que +se había disgregado de la procesión con algunos hombres de los más +apegados a la casa, proveyéndolos de cirios y señalándoles puestos en el +pasillo y a lo largo de la escalera; a Lita y a su madre se los dio a la +puerta de la salona; «y usted, conmigo, allá dentro» me dijo, +conduciéndome al mismo cuarto del enfermo, del que no se había apartado +Facia un instante. Preguntámosle si se encontraba bien; respondió que +«como nunca jamás», aunque no hallaba en sus pulmones ingurgitados +alientos para decirlo; arrimámonos a la puerta, y allí esperamos, como +dos centinelas inmóviles, lo que empezaba ya a llegar y se sentía hacia +el estragal por el ruido de las almadreñas o alguna palabra que otra a +media voz, y en la escalera y en el pasillo, por el sordo golpeteo de +las pisadas con escarpines en los inseguros tablones del tillado, y el +resoplar inconsciente de tantas respiraciones contenidas a la fuerza. +Igual que cuando se va llenando de agua una vasija puesta debajo del +caño de una fuente, por el matiz de los sonidos se conocía por instantes +cómo se colmaban de gente los carrejos y el salón y el gabinete y todos +los rincones y escondrijos franqueables de la casa. Al fin se oyó en el +estragal la campanilla del monago, y casi al mismo tiempo la voz potente +de don Sabas rezando algo que no se entendía bien; después enmudecieron +uno y otra, y se percibieron claramente las recias pisadas del Cura y de +los que le escoltaban, sobre los peldaños de la escalera; al abocar al +crucero, los pasos más distintos y otro rezo de don Sabas; los que aún +no estábamos de rodillas, nos hincamos, y los pechos, oprimidos ya por +el peso de aquel cuadro imponente... desahogáronse en suspiros o en +sollozos entrecortados, que fueron recorriendo, como nota fúnebre +llevada por el aire, todos los ámbitos de la casona. Hasta la puerta del +salón no volvió a oírse la voz del Cura: allí resonó otra vez, +declamando, reposada y patética, este versículo del <i>Miserere</i>:</p> + +<p><i>Ecce enim in inquitatibus conceptus sum: et in pecatis concepit me +mater mea</i>.</p> + +<p>A los rumores de antes sucedió el silencio más profundo; y avanzando don +Sabas con mesurado andar, la mirada puesta en el bordado relicario que +contenía las dos Hostias consagradas, rodeado de luces que resplandecían +en el oro de sus vestiduras y precedido de Mari-Pepa, de Lita y del +monago, llegó a la puerta donde nosotros esperábamos, y allí, +deteniéndose unos instantes como para dar mayor solemnidad a sus +palabras, rezó este otro salmo:</p> + +<p><i>Ecce enim veritatem dilexisti: incerta et oculta sapientiae tuae +manifestati mihi</i>.</p> + +<p>Entonces el enfermo, tembloroso y lívido, cruzó las descarnadas manos, +humilló la cabeza sobre el agitado pecho, y con una voz que parecía +salir del fondo de una sepultura, respondió a las palabras del +sacerdote:</p> + +<p><i>Averte faciem tuam a pecatis meis: et omnes iniquitates meas dele</i>.</p> + +<p>Aquí dio fin y término otra vez mi ya vacilante serenidad, y el «nudo» +que me estaba oprimiendo la garganta rato hacía, trocóse en humor +benéfico que me empañaba los ojos y crecía por el contagio del llorar de +las mujeres que me acompañaban en el cuarto, y que, al fin, llegaron a +contaminar a Neluco, médico y todo, mientras volvía a oírse afuera la +nota triste de antes recorriendo los grupos y las masas de aquellas +compungidas y humilladas gentes... Hasta que vibró de nuevo la voz del +Cura, y todo calló, como si hasta con el respirar se profanara la +augusta solemnidad de lo que iba a suceder allí... como creería yo +profanarlo si me atreviera a extraer su recuerdo del sagrado de la +memoria, donde lo guardo indeleble, para describirlo con mi pluma torpe +y grosera en este miserable papel.</p> + +<p>No ha de merecerme igual respeto algo de lo humano que allí pasó por +complemento del cuadro que tanto tenía de divino. Esto puede y debe ser, +ya que no pintado, que no dan para empresa tan alta los colores de mi +paleta, mencionado, por los menos; y vaya como ejemplo aquella +exhortación final de don Sabas a la paciencia, al recogimiento, a la +gratitud a Dios, del enfermo; cómo empezó encarrilado en las fórmulas +trilladas del ritual, y se fue descarrilando poco a poco y entrándose +por las sendas de su propio estilo y particulares sentimientos; cómo de +esta manera se confundían y enredaban en la exhortación, el lenguaje +solemne del sacerdote con el familiar de la pasión desbordada del amigo +cariñoso; cómo llegó a responderle mi tío, ya para protestar nuevamente +de su fe acendrada, de su resignación sin límites y de su conformidad +absoluta con los decretos de Dios, ya para quejarse mansamente de que +pudiera ser puesto en tela de duda por nadie el cumplimiento de éstos +sus deberes de cristiano; cómo le replicó don Sabas para tranquilizarle +sobre tan delicado particular, al que en modo alguno había intentado +referirse él, cómo, enredados en este singularísimo diálogo, ya no +hablaba el Cura en impersonal, y llegaron a tutearse los dos; cómo en la +llaneza de este estilo tocaron puntos de sumo alcance piadoso, y se +declaró don Sabas envidioso de la suerte de mi tío, a quien tantos, muy +erradamente, compadecían entonces, y se dieron mutuas paces, poniendo +por testigo de la cordialidad del impulso a «aquel Dios sacramentado que +allí estaba presente en cuerpo y sangre»; cómo, al fin, bajándose mucho +el Cura y alzándose un poco mi tío, se confundieron los dos en un +abrazo, llorando don Sabas y ahogándose de fatiga el pobre enfermo +conmovido; cómo con estos actos y aquellos dichos, el torrente de +sollozos, mal contenido afuera, se desbordó por toda la casa, y trató +Neluco de cerrar la puerta del cuarto en que nos encontrábamos para que +mi tío no lo oyera, y cómo éste se lo impidió con sorprendente energía, +y mandó que se franqueara la puerta a cuantos cupieran adentro para +darles el último adiós; cómo hubo que complacerle, aunque ya no podíamos +respirar ni los sanos en aquella estancia, y cómo se despidió sin +retóricas sentimentales, pero en cristiano puro, sin dejar de ser +aldeano neto, acabando por decirles: «Si lloráis porque perdéis lo que +he sido, Dios vos lo pague en la medida del consuelo que me dais con +ello; pero si vos duele mi muerte por la falta que he de haceros, mal +llorado, porque aunque me voy, aquí vos dejo quien hará mis veces, y +hasta con ventaja para vosotros. Ven acá, Marcelo. (Acerquéme a la cama, +hecho un doctrino, torpe y desconcertado. Luego añadió él, mostrándome +al montón de tablanqueses que habían invadido la habitación): Éste es; +de la mi sangre neta, y amo ya y señor de esta casa. De vosotros depende +desde hoy que sea, no lo que yo he sido, que bien poco fue ello, sino +todo lo que debí de ser. Para él todo vuestro respeto y vuestra lealtad +de hombres honrados y agradecidos, y para mí... que pidáis a Dios de vez +en cuando por el buen paradero de esta alma, a punto ya de subir a +juicio en su divina presencia. Y con esto, hijos míos, y la bendición de +un padre viejo y moribundo... ¡hasta la eternidad!»</p> + +<p>Es también de mencionarse cómo le respondieron con gemidos y lágrimas +aquellas rudas y buenas gentes, por no hallar en sus lenguas palabras +con que expresar lo que sentían; y cómo, finalmente, puso término a esta +escena don Sabas acercándose a adorar y recoger la Forma consagrada, y +sonó otra vez la campanilla... y salió del cuarto y de la casa el Señor +de los señores y Rey de los reyes con la misma solemnidad y reverencia +con que en ella había penetrado.</p> + + + +<h2 class="top15"><a name="XXVIII" id="XXVIII"></a>XXVIII</h2> + + +<p>En un pie andaba el Cura con lo cuidadoso que le traía lo extremo y +desesperado de mi tío, y, sin embargo, cuando llegó a la casona resuelto +a no salir de ella mientras al enfermo le quedara un soplo de vida y a +él una sola función que llenar a su lado como sacerdote o como amigo, ya +gruñía el temporal en la montaña y descendía la nieve sobre el valle en +espesos remolinos. Es decir, que sólo habían durado la «escampa» y el +sosiego lo estrictamente necesario para que fuera Dios a la casona desde +la iglesia, y volviera a la iglesia desde la casona; milagro patente en +opinión de Facia, y no puesto en duda por los que departían con ella +sobre el caso.</p> + +<p>Entró, pues, el Cura como la vez primera en aquella noche, sacudiéndose +la ropa para «desnevarse»; arrojó el capote sobre lo primero que se le +puso por delante, y llevando en la mano un saquillo de color, cerrado +con una jareta, se coló, sin detenerse, en el cuarto de mi tío, que sólo +parecía vivir para esperarle. Encerráronse allá los dos; y mientras +andábamos en la salona los de siempre, de aquí para allí y en derredor +del brasero, sin saber qué decirnos ni en qué sitio ni para qué +detenernos ni sentarnos, oía yo cómo iban pasando desde la escalera +gentes y más gentes hacia la cocina, donde continuaba el gigante +consternadón y arrimado a la lumbre, pero con muchas ganas de cenar. +Porque las funciones de comer y digerir no se regían en aquel hombrazo +por las grandes crisis del espíritu, sino por una ley mecánica. +Necesitaba comer, mucho y a menudo, como la mole ruinosa necesita el +puntal para no desplomarse. No obstaba aquel insaciable apetito de su +estómago para sentir el pobre hombre desfallecido de pena su corazón. +Deploraba la muerte de don Celso como todos y cada uno de los +tablanqueses que más hubieran estimado sus prendas, y la lloraba también +como amigo; pero le dolía, además y sobre todo, por la edad que él +contaba y por lo viejo y arraigado de su intimidad con el que se iba. En +alturas semejantes, cada amigo de esos que se va, es un sillar que se +arranca en los cimientos de la vida del que se queda; y don Pedro +Nolasco no había tomado en serio hasta aquel día lo de la muerte de su +amigo, a quien por su carácter y correa consideró siempre «incapaz» de +morirse. También le dolía en el alma una separación así, sin despedida; +pero no tenía valor para intentarla, y nosotros nos guardábamos muy bien +de estimularle a vencer sus resistencias: al contrario, le manteníamos +en ellas pintándoselas como muy justificables, y encomendábamos a los +que de ordinario le acompañaban en la cocina la caritativa labor de +entretenerle y animarle, como hacíamos a menudo el médico y yo con +Mari-Pepa y Lituca, que no le perdían de vista ni desconocían la +importancia de aquella crisis excepcional, a una edad y un temperamento +como los suyos.</p> + +<p>De esto precisamente se había llegado a tratar en la salona, cuando se +abrió la puerta cerrada antes por el Cura y apareció éste con +sobrepelliz y estola preguntando por el monaguillo que había venido con +él y debía de andar por la cocina. Corrió Facia a avisarle y entramos +los demás en el cuarto del enfermo, en los linderos ya de la agonía y +con los ojos clavados en un crucifijo colocado por el Cura para eso a +los pies de la cama. Vino el muchacho, y, con su ayuda, administró don +Sabas la Extremaunción al moribundo. Lloraba Mari Pepa y sollozaba +Lituca mientras colocaban sobre él todas las medallas y reliquias que +había en casa con indulgencia plenaria para la hora de la muerte; +lagrimeaban callando muchos de los que habían acudido de la cocina con +el monago; rezábamos todos respondiendo a las oraciones del Cura, y en +los intervalos de silencio se oían a la vez el respirar estertoroso y +agitado del agonizante, y el zumbido del temporal entre las espesuras y +cañadas de los montes. A este acto imponente siguió otro que no lo era +menos: la recomendación del alma, leída en voz clamorosa por don Sabas, +con los consiguientes rezos en que todos tomábamos parte. Y esto fue +largo, muy largo, pues que llegó a medirse por horas, con algunos +descansos breves, durante los cuales se movían o se renovaban muchos de +los congregados, andando de puntillas y devorando suspiros y sollozos, y +volvía a oírse adentro el estertor acompasado del moribundo, y afuera el +mugir de los vendavales.</p> + +<p>Por el fúnebre colorido del cuadro, por la lentitud en su desarrollo, +por el exceso mismo de la atención con que yo le seguía, la visión de la +muerte con todo su cortejo de tristezas se enseñoreó de mí de tal arte, +que más que sentirla y estimarla en la región de las ideas, me parecía +olerla y paladearla; confundía ya las sensaciones morales con los +quebrantos del organismo, y el color y las figuras y los sonidos del +triste cuadro caían a golpes sobre mi cerebro y me le contundían y +fatigaban. El instinto de la vida me excitaba de vez en cuando a +respirar otro ambiente, a contemplar otra luz y a renovar el espíritu en +otros horizontes más saludables que aquéllos; y paseando la vista por +los mezquinos términos de aquel recinto fúnebre, acababa siempre por +detenerla en la cara de Lituca, en la que cuanto más se grababan los +surcos de sus lágrimas, más de relieve ponían la frescura de su +juventud. Y era muy de notarse que no hacían mis ojos un viaje de esos, +sin topar con los suyos en el camino. ¿Estaría la pobre subyugada por +los propios influjos y buscaría, por instinto también, los mismos +asideros que yo? Es muy posible, porque para entrambos era igualmente +aflictivo y desconsolador y nuevo (para mí a lo menos) aquel +espectáculo. Nuevo, sí, porque en los recuerdos que yo guardaba y guardo +en la memoria del paso de la muerte por mi hogar, nada había que se +pareciera en los procedimientos ni en los detalles ni en los accesorios +a aquella lenta, cruel e inexorable labor destructora; a aquel +acabamiento de un hombre fibra a fibra, en lo recóndito de un caserón +destartalado y embutido en una rendija de la cordillera cantábrica, y a +la mortecina luz de dos velucas de cera, mientras zumbaba y rugía la +nevasca en las tenebrosas soledades del contorno.</p> + +<p>Pero Lituca, de rodillas y rezando, como su madre, volvía rápida a +clavar la vista en el crucifijo, como el sediento caminante los labios +en el caño de una fuente, y así refrigeraba y fortalecía su espíritu en +cada desfallecimiento que le causaba aquel incesante batallar de la +muerte para acabar con una vida que también había sido risueña y juvenil +como la suya. No dejaba yo de acudir a la misma fuente que ella en +demanda de los mismos alientos; pero ahondaban mucho más las raíces de +la vida en mi naturaleza curtida de las intemperies del mundo, que en +el organismo tierno y virginal de aquella criatura, y por eso no +resultaban iguales en los dos los frutos de un mismo esfuerzo moral.</p> + +<p>De pronto se produjo un fenómeno en la agonía del enfermo. Abrió los +ojos, clavó la vista en el crucifijo y movió las manos hacia él. +Entendióle don Sabas, púsosele entre ellas, acercóle él mismo a sus +labios, se abrazó a la cruz; y con esto y un suspiro muy hondo, entregó +a Dios el alma.</p> + +<p>¡Extraña coincidencia! Al indescriptible rumor de los últimos alientos +de mi tío, respondió en el acto desde la iglesia el primer tañido de las +campanas que doblaban a muerto por él. Otro «milagro» que jamás quiso +explicarse Facia por la oficiosa intervención de algún mal informado +tertuliano de la cocina, en la incesante comunicación que hubo aquella +noche entre ella y el pueblo, no obstante lo duro y hasta peligroso del +temporal.</p> + +<p>Con aquel triste desenlace de todo el día, los inseguros diques que +habían mantenido a la pobre sirvienta devorando en silencio las hieles +de su pesadumbre, se derrumbaron de golpe, y salieron en torrentes las +lágrimas y los gemidos. Parecía no haber, en lo humano, consuelo para +ella, ni fuerzas capaces de arrancarla del borde de la cama, donde +besaba las manos yertas «del su señor», y ponía a Dios por testigo de lo +mal que le había pagado en vida los beneficios que le debía. Y sucedió +lo que era de temerse: el estruendo de esta explosión de dolores +profundamente sentidos, se fue propagando por toda la casa, en la cual +acabaron por llorar a gritos también hasta los que no habían pensado +llorar de ninguna manera, y los lazos de la disciplina y de los humanos +respetos, muy relajados ya durante la agonía del patriarca, acabaron de +romperse con este descomunal y plañidero vocerío: invadieron la estancia +mortuoria gentes que en tropel brotaban de todos los senos del caserón, +y todas querían ver al muerto, y todas le veían al cabo, y todas +lloraban y gemían después más reciamente por el espanto de haberle +visto.</p> + +<p>Yo no sabía, en tanto, por dónde me andaba, ni dónde ni cómo tenía la +cabeza. Por fortuna, don Sabas y Neluco se apoderaron de la dirección de +todo y comenzaron por despejar el cuarto y las inmediaciones; pusieron +las señoras a mi cuidado, y a Pito Salces y a Chisco a sus órdenes en la +salona, y se quedaron después solos y a puerta cerrada con el muerto... +Y aquí es donde comienza la verdadera maraña de esbozos, de notas +sueltas de color, de perfiles extraños y manchas sombrías, que guardo en +la memoria como impresión del cuadro de aquella noche inolvidable.</p> + +<p>Creo que, con ánimo de ver al gigante de la Castañalera ante todo, fui a +la cocina, en la que no cabía la gente; que supliqué a los «sobrantes» +que se retiraran a descansar a sus casas, ya que, desgraciadamente, no +eran necesarios allí sus buenos servicios, y hasta que conseguí en gran +parte lo que pretendía; recuerdo que hallé a Mari-Pepa y a su hija +convenciendo al hombrón de que las cosas habían parado en lo que +acababan de parar porque no había otro camino para ellas, y de que, como +ya no tenía remedio lo sucedido y él se hallaba bien cenado y en buena +compañía, érale muy conveniente, para descansar y endulzar los +pensamientos, acostarse en la cama que se le tenía preparada y bien +lejos de los ruidos de «lo otro»; que no costó gran trabajo convencerle; +que se dejó conducir a un cercano dormitorio; que se acostó; que le +hicimos la tertulia hasta que le acometió el sueño, y que se durmió como +un tronco y le dejamos roncando.</p> + +<p>Después... ¿qué se yo?... el cuarto de mi tío; la cama, desnuda ya de +lujos, en el centro, y sobre ella el cadáver afilado y amarillo, +amortajado con hábito franciscano, porque desde el tiempo de la +exclaustración nunca faltó acopio de ellos en la casona para trances +como aquél; alrededor de la cama, blandones ardiendo; hacia la cabecera, +don Sabas, o Mari Pepa, o Facia, o cualquier tablanqués de los de la +cocina... o yo, de rodillas y rezando; Chisco y Pito Salces al cuidado +de las luces; Neluco rociando suelos, muebles y ropas y felpudos con un +líquido desinfectante, y por la ventana entreabierta colándose un aire +frío y sutil, y también el zumbido lejano del vendaval y más de un copo +de nieve... Lita y su madre en mi gabinete, arrebujadas en chales y +toquillas, con los pies sobre la caja del brasero... Mari Pepa +acercándose de puntillas y asomándose a la alcoba de su padre cuando +cesaban sus ronquidos estentóreos; mi tema, ya maquinal, de aconsejar a +las señoras y al Cura que se acostaran, y durmieran y descansaran; la +resistencia de todos a complacerme, aunque la pobre Lituca se +estremeciera de frío en ocasiones y no pudiera levantar los párpados +enrojecidos... Que cenaran... Ya habían tomado ellas un tente en pie; y +en cuanto a don Sabas, ¿cómo había de pensar en ello siendo ya más de la +media noche y teniendo que celebrar a la madrugada?... En la cocina, la +lumbre agonizante; Tona cabeceando cerca de ella; su madre gimiendo por +lo bajo en el rincón más obscuro; hombres con la cabeza sobre las manos +y las manos sobre la perezosa, durmiendo tranquilamente; otros a punto +de dormirse, sentados en los bancos del fogón, fumando la pipa y con los +ojos mortecinos clavados en los tizones: todo este cuadro a menos de +media luz y sin otros ruidos que el sollozar de Facia... Algún bulto que +otro errando a oscuras por los pasadizos, y un olor por toda la casa a +pabilo de cera, a laurel pisoteado y a romero y a tabaco de lo peor... +Un ratito de plática con el Cura y con Neluco en mi cuarto delante de +Mari Pepa, que acababa de llegar de la alcoba de su padre, y de Lita, +que dormía con la primorosa cabeza caída sobre el pecho, después de +negarse a descansar en mi misma cama, que tan a la mano tenía, quién +sabe por qué linaje de escrúpulos; de plática, digo, sobre el día o los +días y el ceremonial de las honras fúnebres y cuanto con estos +particulares se relacionaba... Pepazos y otro mozallón, entrando en la +estancia mortuoria a relevar a Chisco y a Pito Salces; el Tarumbo +rezando a un lado y el Topero a otro, de la cabecera; el frío arreciando +allí, y la llama de los cirios bamboleándose sin cesar en sus mechas con +el aire glacial que seguía filtrándose por la ventana entreabierta... +Largos ratos de silencio y de quietud en toda la casa; otros de lánguida +conversación en mi gabinete sobre temas de familia: el difunto, los +ausentes... y vuelta con don Sabas al cuarto mortuorio, o vuelta con +Neluco a la cocina, en donde, en una de ellas, encontramos a Tona +escanciando a Pito Salces un traguete de lo autorizado por «la casa» +para tales usos en lance tan excepcional, y vuelta a mi gabinete; y, al +fin y al postre, Lita tendida sobre mi cama y cubierta, de rodillas +abajo, con mi propia manta, y durmiendo con el ritmo dulce y sosegado +con que dormiría un ángel, si los ángeles sintieran esa necesidad de los +seres de carne y hueso. Su madre le había desvanecido los escrúpulos de +una vez, cargando con ella, entre veras y chanzas, por todo razonamiento +y poniéndola donde y como estaba. ¡Y aún me pedía perdón por el +atrevimiento la candorosa mujer!</p> + +<p>Y a todo esto, yo no recuerdo haber sentido ni hambre, ni frío, ni sed, +ni cansancio en toda la noche, ni que me pasara por las mientes la más +remota idea de lo que la mujer gris me había declarado por la mañana, y, +sin embargo, me pesaban los ojos como cuando se desea dormir, y tenía la +boca escaldada y el estómago desfallecido, el cuerpo quebrantado y la +cabeza atiborrada de todo linaje de ideas tristes. Era mi estado como el +de un calenturiento con pesadilla.</p> + +<p>Al amanecer, a misa del alma. ¿Quiénes? Todos querían ir a oírla; pero +no se lo consentimos a muchos que hacían falta en la casa, y +particularmente a Mari Pepa, que se hubiera visto muy mal para +acompañarnos. No nevaba ya; pero había más de una vara de nieve sobre el +suelo del valle y estaban las cumbres de los montes como sumergidas en +un mar denegrido y borrascoso que no auguraba cosa buena. Resignóse a +quedarse la piadosa y excelente mujer; pero no Facia, más avezada que +ella a franquear obstáculos de tal linaje.</p> + +<p>¡Qué frío tan intenso, Dios soberano, en cuanto me vi fuera de casa! ¡Y +qué hundírseme los pies en aquel suelo húmedo y esponjoso! ¡Cuántos +resbalones y caídas en el pedregal, y cómo me hubiera reído de la triste +figura que iba haciendo yo entre aquella gente que andaba sobre el +inseguro tapiz con igual firmeza que sobre los estragales de sus casas, +si las ideas de que estaba impresionado mi cerebro no hubieran sido tan +tristes y funerarias! Y la silueta del Cura que caminaba delante de +todos, con sus hopalandas negras, con su negro tapaboca arrollado al +pescuezo, ¡qué grande me parecía sobre la blancura deslumbradora de la +nieve! ¡Y qué solemnidad tan temerosa y elocuente la de aquel silencio +de la Naturaleza! ¡Y qué sonido tan débil, tan extenuado y melancólico +el de las campanas de la parroquia doblando a muerto sin cesar desde que +había amanecido!</p> + +<p>De bote en bote se llenó la iglesia: todo el pueblo había acudido allí. +La misa fue rezada y breve, y se reprodujeron en ella los llantos de la +casona al pedir el Cura una oración por el alma de un tan amado +feligrés.</p> + +<p>Después de la misa quise ver el cementerio, que está a dos pasos de la +iglesia. Cuatro paredes no muy altas, una cruz en el centro, una +tejavana humilde a la derecha de la puerta, y en el lado de enfrente +media docena de sauces llorones demarcando con sus troncos jorobados un +pedacito de tierra, y rozando con las puntas de su lacio y desvaído +ramaje el espeso tapiz de nieve que enrasaba toda la superficie del +campo santo. En aquel pedacito de tierra, limitado por los sauces, se +sepultan desde tiempo inmemorial los muertos de la casona de Tablanca.</p> + +<p>Al emprender yo la subida a ella con las personas que me habían +acompañado en la bajada y algunas más, se despidió de mí el Cura «hasta +la tarde».</p> + +<p>—Ya es hora—me dijo—, de que yo dé un vistazo a la mi jacienda, de la +que no sé pizca veinticuatro horas haz... y de que me desayune y duerma +un rato, si esta cellerisca negra del meollo me deja apetito y calma +para ello, por misericordia de Dios.</p> + +<p>Alguien tuvo la feliz ocurrencia en la casona de mandar que se expalara +la cambera del pedregal, en mi obsequio, y a eso debí que la subida por +ella no fuera lo que yo me temía, recordando lo que había sido la +bajada.</p> + +<p>Marmitón había dormido toda la noche de una tirada, con lo que habían +entrado en equilibrio y en juego las piezas y los engranajes de su +armadura de coloso; y de esta suerte funcionaban en él, hasta las +pesadumbres, con perfecta regularidad. Yo llegué cuando su hija y su +nieta le servían el desayuno, y me habló de «la desgracia del pobre +Celso» como si acabara entonces de ocurrir. Pregunté a Lita (y juraría +yo que se lo pregunté sin pizca de segunda intención) si había dormido y +descansado a su gusto; y en lugar de responder a la pregunta, se puso +muy encarnada y comenzó a descargar sobre su madre todas las +responsabilidades de haberse acostado, «vestida, eso sí», en la cama en +que yo la había visto. Reíase a esto su madre de todas veras, mientras +aseguraba yo a la vergonzosa que había sido mía la culpa, «y a mucha +honra»; y de aquí tomé yo base para exponerles los proyectos que tenía: +que no pensaran en volver a su casa en unos cuantos días, por no estar +el tiempo para ello, y, sobre todo, por necesitarlas en la mía yo para +una gran obra de caridad, y se resignaran las dos a acomodarse en mi +gabinete, ya estrenado por Lituca. Yo dormiría en la alcoba del salón +contiguo, que tenía su correspondiente cama; con ella y cuatro +cachivaches que se le agregaran de mi cuarto, estaría como un +príncipe... ¡Válgame Dios los reparos y los miramientos y los asombros +con que se negaron de pronto a complacerme! no en lo de quedarse en la +casa algunos días, sino en lo de ocupar el gabinete que les ofrecía +yo... Hasta que al fin cedió Mari Pepa, resignóse Lita, y aplaudió el +gigante el acuerdo con una «¡esa es la derecha!» que retumbó en media +casa. Y esto y los quehaceres que consigo trajo para ser puesto en +ejecución antes con antes, fueron los esparcimientos únicos para mí en +todo aquel triste día.</p> + +<p>Llegó la tarde, fría, brumosa y tétrica; subió el vecindario en masa, +pedregal arriba, detrás del Cura con ornamentos negros, precedido del +estandarte de las «Ánimas» y de un crucifijo grande; resonaron en el +estragal, entonadas por voces bien avenidas con la sonora de don Sabas, +lamentaciones terribles del santo Job, el mayor poeta fúnebre de que hay +noticia en la tierra; bajóse el féretro entre nuevos llantos y gemidos; +y andando, andando con él hacia el pueblo la luctuosa procesión el +camino que había andado poco antes hacia arriba, llegamos al campo santo +después de una detención breve a la puerta de la iglesia, para que el +hijo fiel y sumiso recibiera de su Madre cariñosa la bendición de +despedida.</p> + +<p>Y allí, entre los mustios llorones, en una mísera fosa recién abierta en +el suelo, desapareció del mundo para siempre, bajo una capa de tierra +que pronto volvería a cubrir la nieve, un hombre que había sido hasta +aquel día el patriarca, el señor, el rey indiscutido e indiscutible de +todo el valle.</p> + + + +<h2 class="top15"><a name="XXIX" id="XXIX"></a>XXIX</h2> + + +<p>Muchos años hacía que el caserón de los Ruiz de Bejos no se había visto +en otra como aquélla. Limpia era Facia y no era Tona desaseada; pero de +lo que éstas limpiaban y barrían en él de ordinario, a lo que se limpió, +fregoteó y pulimentó en aquellos días con los puños mismos o bajo la +dirección de mis incomparables huéspedas, había una distancia enorme. +Todo les parecía poco para borrar los estragos de los recientes barullos +y desconciertos y «vestir» la casa al tenor de lo que pedía el +extraordinario suceso que se aguardaba; todo lo desordenado en ella +volvió a ordenarse, y todo quedó como nuevo, particularmente el cuarto +de mi tío... Recuerdo mucho que al andar en la faena de «desfigurarle» +con el trastorno de su mueblaje, me dijo Lituca, sin volver la cara +hacia mí ni hacia su madre que la ayudaba, ni suspender un instante su +trabajo:</p> + +<p>—Pues, con la venia de usté, don Marcelo, dígole que si esto fuera cosa +mía, no lo tocara yo más que para asealu.</p> + +<p>—¿Por qué?—preguntéla con mucha curiosidad.</p> + +<p>—Porque—respondió al punto—, con esconder de la vista de uno o +cambiar de sitio las cosas que en vida usaron los muertos, paez que se +los olvida más pronto... Créolo yo así.</p> + +<p>Pero en esto la llamó su madre «parleteruca sin sustancia» y se la llevó +consigo fuera de allí para otras ocupaciones de urgencia, por lo cual no +pude yo decirla lo que pensaba en apoyo de su dictamen, en consideración +siquiera a la culpa que yo tenía de aquel trastrueque, y, sobre todo, a +que se le puso a la pobre la cara como una amapola con la reprimenda, +aunque lanzada en son de chanza.</p> + +<p>Si por olvidar entendía Lituca dejar de sentir hondamente, entendía muy +bien, porque el corazón humano, tierra miserable al fin, necesita del +concurso de los sentidos para conservar el calor de los afectos que le +animan, y aun así se apaga la hoguera con el tiempo; pero si por olvidar +entendía borrar de la memoria, se equivocaba grandemente en aquel caso. +Era muy considerable el vacío que dejaba mi tío Celso en la casona de +Tablanca para no ser notado a cada instante, por mucho que fuera el +tiempo que pasara. Por de pronto, allí no se hablaba de otra cosa, y muy +principalmente de noche en las tertulias de la cocina, que se colmaba de +gente a pesar del frío y de la nevasca. Se le traía a cuento a cada +instante, y nadie, incluso el gigantón de la Castañalera, tocaba su +sillón, que les parecía sagrado ya. Sólo yo podía sentarme en él sin +profanarle, y sólo yo me sentaba, ejercitando en ello un derecho a la +vez que cumplía con un deber, en opinión de aquellos rústicos que me +habían jurado, en el fondo de sus corazones, obediencia y lealtad, +cuando mi tío, ya moribundo, «me alzó sobre el pavés» al borde de su +lecho y delante de la Hostia consagrada. «El rey ha muerto. ¡Viva el +rey!» Si es lícito usar ejemplos insignificantes en asuntos de gran +monta, como alguien dijo en latín, no dejó de haber algo de ello en lo +que me había pasado entonces a mí, y aún me estaba pasando en los días +subsiguientes. Y no lo digo tanto por el respeto y la adhesión que me +mostraban los honrados tablanqueses desde la muerte de mi tío, como por +lo que yo sentía ahondar y extenderse y engrosar en mi conciencia +escrupulosa las raíces de mi compromiso renovado y consagrado de aquel +modo tan solemne.</p> + +<p>Eran aquellas tertulias de la cocina una conmemoración incesante de los +méritos del difunto, en todas las edades y circunstancias de su larga +vida: a nadie le faltaba algo que recordar o referir o comentar. «Aqueya +vista de oju que leía en la escuridá»; «el decir agudu de la su +palabra»; «la mucha mano que tenía en todas partes para vencer +imposibles, en bien de aquel vecindario»; este rasgo generoso; aquel +dicho tan a tiempo; la blandura de su corazón, siempre abierto a las +desdichas ajenas, igual que su bolsa inagotable; su saber de todo, su +tener de todo para todos, y su vivir con nada; lo duro de su correa, su +apegamiento al terruño natal; sus heroicidades de hombre, sus valentías +de mozo; los donaires de su persona, el rumbo de sus bodas y lo +rozagante de su mujer; siendo muy de notarse que en estas pinturas de +las cosas de la juventud de mi tío Celso, siempre acudían presurosos don +Pedro Nolasco o don Sabas el Cura a confirmarlas, cuando no a +enriquecerlas con nuevos y muy curiosos datos, con la autoridad +irrecusable de testigos presenciales.</p> + +<p>Un día de aquellos pocos, el siguiente al del entierro de mi tío, llamé +aparte a Facia, a Tona y a Chisco, para leerles las cláusulas +testamentarias que se referían a ellos. Mandéles que se sentaran; no +quisieron, y en el tono más solemne que pude se las leí. Legaba el +testador a la primera, amén de las fincas que había tenido en renta +cuando se casó, seis onzas de oro; otras seis a Tona, y a Chisco doce. +Después de la lectura de cada cláusula, miraba yo un instante al +correspondiente legatario. Facia inclinó la cabeza y se tapó la cara con +las manos, como si se avergonzara, en su humildad, de aquella inmerecida +munificencia de su señor; Tona sufrió una sacudida de arriba abajo, como +si la hubieran aplicado una descarga eléctrica; Chisco no movió pie ni +mano ni una sola fibra de todo su cuerpo, pero se puso muy descolorido. +Estando así los tres, prometí a Tona y a Chisco doblarles el legado por +mi cuenta, y a Facia mejorarle también el suyo. Con esto rompieron a +llorar la madre y la hija, y se aumentó la palidez de Chisco y hasta le +tembló un poquitín el labio de arriba por un lado, síntomas que no había +notado yo en él ni aun viéndole en la cueva de marras, mano a mano con +el oso. ¡Si le calaría bien adentro la sorpresa de aquella granizada de +onzas de oro, que era una riqueza entre los pobres labriegos de +Tablanca! Y ¿quién sabe ni sabrá jamás si aquel temblor ligerísimo del +labio fue amago de sonrisa de gozo, por haber visto de repente en su +imaginación pasar en respetuoso desfile delante de él a toda la familia +del Topero, mientras Pepazos se machucaba la cabezona, a testerazo +limpio, contra el esquinal de su casa?</p> + +<p>Con esto se dieron por enterados los tres y tan impresionados estaban, +que al romper a andar para apartarse de mí se hicieron una maraña y no +acertaban luego con la puerta. Súpose todo ello muy pronto, y lo de las +deudas perdonadas por el testador... y todo lo principal del testamento, +porque esas cosas siempre se saben, por un poco que se cuenta y se +declara, y otro tanto que se colige o se trasluce; elevóse por la +candidez aldeana hasta las nubes el caudal en fincas y sonante heredado +por mí; y con eso y la idea que se tenía de mis riquezas particulares, +creyéronme un portento de gran señor, tan pudiente como un rey; lo que +no contribuyó poco, en mi concepto, a afirmar y engrandecer aquel +respeto que ya me habían consagrado como a mero sobrino de mi tío y +continuador de la dinastía y de la obra de los Ruiz de Bejos en la +casona de Tablanca.</p> + +<p>Bien me parecían todas estas cosas, siquiera por el lado pintoresco que +tenían y el fondo patriarcal y sencillote en que destacaban; pero me +parecían mucho mejor los ratos que pasaba en la intimidad de Mari Pepa y +de Lituca, y principalmente en la de Lituca sola, porque de todo había y +para todo daban aquellas largas horas invernizas. Mas fuera la +conversación con la hija o fuera con la madre, o fuera con las dos a la +vez, casi siempre comenzaba por esta tesis, u otra semejante declamada +en altas voces por cualquiera de ellas:</p> + +<p>—Pero ¡válgame la mi Madre Santísima! ¿qué dirá usté, señor don +Marcelo, de esta mala peste que le ha caído en la casona? ¿No le da en +cara esta poca vergüenza con que, tras de comerle el costado derecho, le +tenemos arrinconado en lo más obscuro y ruin, por campar nosotras solas +en lo más pomposu, como si todo eyu fuera nuestro y no de usté? ¿No +sería mejor que, ya que empieza la escampa, le dejáramos en paz y sin +estorbos y nos volviéramos a la nuestra casa antes con antes?... ¡Mire +que tiene que ver esta desvergüencería!</p> + +<p>Era de rigor que yo las atajara en estas alturas del apóstrofe con otro +en que salían a danzar su compromiso de no abandonarme hasta pasado el +día de los funerales; la obra caritativa que estaban haciendo mientras +me acompañaban en mi soledad, y aliñaban y vestían el viejo y sucio +caserón, y disponían el programa para aquel acontecimiento, tan extraño +para mí; lo cómodo y a gusto que yo me encontraba en la habitación que +había elegido al cederles la mía, que era la menos mala de la casa, +aunque estaba a cien leguas de ser lo que merecían ellas; lo distraído y +animado que se encontraba don Pedro Nolasco, y el bien que esto le hacía +en horas tan críticas y de tanto peligro para él.</p> + +<p>Así o por el estilo, si se trataba de las dos mujeres, o estaba presente +Neluco, o don Sabas, o ambos a la vez, porque venían por casa muy a +menudo; pero si se trataba de Lituca sola, mano a mano conmigo, ya era +muy distinta la sonata de mi respuesta. Yo no sé en qué diablos +consiste; pero no parece sino que hay una ley estampada en la mente de +todos los hombres, o una fibra de cierto temple inextinguible escondida +en su naturaleza carnal, que les obliga a decir «cosas bonitas» a una +mujer guapa siempre que están a solas con ella y aunque se trate de las +ánimas del purgatorio. Pues por mandato de esa ley o de esa fibra, al +replicar a la nieta del gigantón en sus obligadas lamentaciones, hechas +seguramente, como las de su madre, más por broma o cumplido, o etiqueta +a su modo, que como expresión fiel de sus deseos, ya la miraba con ojos +picarones; después me atusaba la barba en silencio, como si me costara +gran trabajo contener lo muchísimo y muy hondo que se me ocurría y +acababa por soltar una andanada de «travesuras» del acervo común: si la +estorbaba mi presencia tan continua; si echaba de menos «algo» (en este +«algo» me refería yo a Neluco) que no andaba por mi casa tan a menudo o +tan a tiempo como por la suya; qué haría yo por transformar en +placenteras aquellas horas que tan pesadas le parecían... hasta que la +pobre muchacha, ya por estas cosas que la decía, o por el modo de +decírselas, terminaba por ponerse colorada y por exclamar, revolviéndose +con infantil desembarazo en la silla:</p> + +<p>—¡Vaya que tiene este don Marcelo un decir de cosas y un entender de +las que una le diz a él!... ¡La mi Madre Santísima! Pues mire: quitárame +con eyu, la franqueza pa bromearme alguna vez... ¡Como si fuera poco el +regalo y el mimo en que nos tiene en su casa! ¡Pues podía yo pedir +más!...</p> + +<p>Y esta casta de réplicas solía dar ocasión a nuevos y más intencionados +subterfugios míos, hasta que me asaltaban los remordimientos acordándome +de Neluco... o se amparaba ella de alguno de mis libros con santos, que +le entusiasmaban, y acudía yo entonces a explicarle las estampas para +concluir también por donde siempre, aunque en un estilo y de modo más +soportables.</p> + +<p>Una vez se trataba de un grabado con colores que representaba el +interior de un teatro de París durante la representación de un famoso +drama de gran espectáculo. Se veían el escenario y una buena parte de +las localidades principales, llenos el uno y las otras de actores +fastuosamente vestidos y de damas y caballeros muy engalanados. Sabía +Lituca ya, por consejo mío, hallar la perspectiva de esos cuadros +mirándolos por el embudo hecho con una mano; y mirando así aquel +interior, se quedó maravillada y prorrumpió en las exclamaciones más +extremosas. Conocía yo aquel teatro y aquel drama, y había visto a mi +sabor la realidad de aquella pintura que tanto le entusiasmaba. +Declaréselo, asombróse de mí tanto como del cuadro, y me apresuré a +referirla el argumento con detalles que recordaba muy bien de sus +escenas más culminantes y del decorado más aparatoso; y, por último, le +di una idea del papel que hacían en la función los espectadores, del +lujo de las señoras... y de las majaderías de los hombres presumidos, +particularmente de los «buenos mozos». Admiróse ella de unas cosas, +rióse de otras y me declaró, al fin, respondiendo a una pregunta mía, +que verlo todo sin ser vista de nadie, ya le gustaría; pero estar en +ello y ser vista de todos, aunque la asparan. Recordaba haberme dicho +algo por el estilo, tiempo hacía (y era verdad). Tomando pie de aquí, +continué yo explorando la calidad y el tamaño de sus ambiciones de +mujer; y de cuadro en cuadro y de supuesto en supuesto, fui a parar a +que en respuesta a otra pregunta mía, me dijera:</p> + +<p>—Pues con toda verdá de la mi alma, y así Dios me castigue si le +miento: como deseos, por decir propiamente deseos de mujer moza, vamos, +lo que yo pediría, puesta a pedir, tocante a ese particular, es una vida +como la que ahora llevo.</p> + +<p>A lo cual repliqué yo que pedir eso, aunque poco, era pedir imposibles, +y había que ponerse, para el punto que tratábamos, en la realidad de las +cosas.</p> + +<p>—El tiempo no se para—añadí—, y destruye poco a poco, cuanto vive en +él. En virtud de esa condición ineludible, llegará un día (y Dios le +aleje mucho) en que hasta su madre de usted desaparezca de entre los +vivos. Esta es la ley fatal de los sucesos humanos. En previsión de +ello, o porque así lo manda otra ley que gobierna los impulsos del +corazón del hombre... y de la mujer, a cierta edad de la vida, por +ejemplo, a la que tiene usted ahora, se desea un apoyo a quien +arrimarse, una compañía en que vivir, en sustitución de los que han de +faltarnos necesariamente; la chispa que avive mañana el fuego que se +extinga en el hogar y restablezca su calor sagrado. En una palabra, +Lita: que hay que pensar, pensar siquiera, en casarse. Pues supongamos, +y usted perdone la franqueza, que se trata de usted y que la llueven a +usted pretendientes de muchas condiciones y de muchas partes; que viene +el labriego humilde con el homenaje de su pobreza disculpada con la +envoltura de sus honradas intenciones; que la solicita el hidalguete de +gotera, de esos que tienen la manta de sus recursos tan ajustada a sus +necesidades, que si tiran de ella para cubrirse el pescuezo, dejan al +descubierto los pies; y el hacendado tosco que funda su mayor vanidad en +haber sudado mucho el pedazo de pan que le ofrece a usted con mano +callosa y palabra torpe... y sudando; y el abogadillo de pocos pleitos y +con la manta del hidalguete; y así, por esta escala arriba, hasta el +personaje que la brinda, en el mundo de donde él viene, con todas las +tentaciones del lujo y del esplendor; vamos, con la vida que hacen las +más encopetadas señoronas del teatro que usted acaba de ver pintado en +ese libro. Con franqueza, Lita, ¿a cuál de esos pretendientes escogería +usted?</p> + +<p>Durante la primera parte de éste mi razonamiento, no sabía la pobre +muchacha dónde poner la vista, y aun se pellizcaba algo la ropa; después +ya me miraba con los ojos muy abiertos y la boquita risueña, y por toda +respuesta a la pregunta que puse como raya para sumar, debajo de la +lista de los supuestos pretendientes, soltó una risotada de las más +espontáneas y cordiales.</p> + +<p>—¿De qué se ríe usted?—preguntéla, fingiéndome un poco resentido.</p> + +<p>—¡Ni aunque fuera el caso de llorar!—me respondió cambiando de postura +en la silla—. ¡Vaya, que es buena! ¡Pues dígole que ni estampado en un +papel! Eso, mi señor don Marcelo, es pasarse ya del jito con más de otro +tanto de lo justo... y no vale. ¡Vaya, vaya, que es ocurrencia!</p> + +<p>—Esto es, Lituca, poner el dedo sobre la llaga, ni más ni menos, y +llamar las cosas por sus nombres, por más que usted aparente creer lo +contrario para escurrir el bulto... y dispénseme la llaneza.</p> + +<p>—Pero si no ha llegado ese caso, trapacerón del diantre, ¿cómo quier +que yo le responda?</p> + +<p>—En el supuesto de que haya llegado hice a usted la pregunta.</p> + +<p>—Pero usted sabe mejor que yo lo que va del dicho al hecho.</p> + +<p>—Es verdad que lo sé, no mejor, sino, por las trazas, tan bien como +usted; y a pesar de ello, insisto en la pregunta, dejándonos de +eventualidades más o menos posibles o probables y colocándonos en lo +real y positivo y hacedero. Y así, pregunto otra vez: hoy por hoy, en +este mismo instante, tal como usted es, tal como usted piensa y siente, +¿a cuál de los susodichos pretendientes elegiría? ¿Con cuál de ellos +cree usted, hoy por hoy, en este instante, que sería más feliz +teniéndole por marido?</p> + +<p>—¡Pero, la mi Madre celeste!... ¡Mire que es tema el de este hombre de +Satanás! ¿Cómo he de decirle yo esas cosas?</p> + +<p>—Como se dicen otras, Lituca...</p> + +<p>—Pues ya se lo dije endenantes, y bien a las claras.</p> + +<p>—Y bien a las claras respondí a usted que aquello era pedir imposibles.</p> + +<p>—Pues eso mismo pido... eso mismo deseo ahora.</p> + +<p>—Pues no concuerda esa respuesta con mi pregunta. Allí se trataba de +vivir como ahora vive usted, y aquí se trata de vivir de otra manera muy +distinta.</p> + +<p>—Pues llámelo hache, con todo y con ello.</p> + +<p>—No puedo ni debo llamarlo así.</p> + +<p>—¡Y dale, Jesús Señor, con la matraca! ¿Cómo quier, alma de Dios, que +se lo diga?</p> + +<p>—En castellano corriente... por derecho... sin callejuelas de escape.</p> + +<p>—¡Por vida!...—y aquí hizo un mohín de impaciencia de los más +hechiceros que yo he visto en mujer, y hasta se dio dos palmaditas sobre +el regazo; después, irguiendo la primorosa cabecita y endureciendo un +poco la voz y el gesto, añadió—: Y en suma y finiquito, ¿qué obligación +tengo yo de declararlo, ni qué le importa a usté el saberlo?</p> + +<p>Fingí tomar en serio y como dura lección estas palabras y sólo repliqué +a ellas para disculpar mi atrevimiento... Entonces soltó la picaruela +otra risotada, y me dijo en un tono que revelaba el mayor deseo de +desenfadarme, si por ventura me había enfadado yo de veras:</p> + +<p>—Pues ahora que con el susto le castigué la picardía, porque picardía +es, y de las grandes, el sonsacar a una mujer los pensamientos que nunca +tuvo... Pero ¡tochona de mí!—exclamó de pronto cruzando las manos y +compungiendo la carita—. ¿Pues no me estoy jaraneando, como una boba, +lo mismo que si no hubiera por qué llorar sin descanso en esta casa? +¿Qué dirá usté de mí, señor don Marcelo? ¡Vaya, vaya, que otra simple +como yo! Ya puede ver si me perdona, siquiera por no ser mía toda la +culpa.</p> + +<p>Con esta evasiva de la muy taimada y con entrar Mari Pepa, se acabó la +conversación. Pero no tenía duda para mí que era Neluco el móvil, el +tipo y el regulador de todas las ambiciones de la nieta de don Pedro +Nolasco.</p> + +<p>Entre tanto no se descuidaban un momento los preparativos para el +funeral.</p> + +<p>Corría de cuenta de don Sabas avisar a todos los curas del Arciprestazgo +y muchos más, si se podía; y con su dirección y con la del médico, y +hasta con su ayuda material, escribía o firmaba yo cartas y más cartas, +dando cuenta del fallecimiento de mi tío y de la fecha de sus honras +fúnebres en la iglesia parroquial de Tablanca, a todas las personas de +viso de la provincia, que, en opinión de aquellos amigos, debían de +saberlo. Las mujeres, mientras llegaba la oportunidad de proveer la +despensa de lo que en ella faltase, pasaban revista y recontaban, +manoseaban y apercibían los utensilios de mesa para la «comilona» de +aquella gran ocasión, y a los primeros amagos de desnieve salieron +propios en todas direcciones, y, a la vez que ellos, el peatón del +correo que se llevó en la valija los avisos que no podían distribuir los +propios.</p> + +<p>Y como en esto alumbraba el sol ya muy a menudo, volvió la mujer gris a +hacer de las suyas y a preguntarme a cada paso con sus ojos angustiados, +por no atreverse a hacerlo de palabra, en qué pararía la noche menos +pensada lo que había quedado pendiente en la de la muerte de su amo. La +verdad es que yo, si no lo había echado enteramente en olvido, después +de pensarlo mejor y de enlazarlo con los recientes sucesos que tan +radicalmente habían transformado el modo de ser de aquella casa, vivía +muy descuidado de ello, y hasta me causaba cierto ruborcillo recordar la +importancia que había llegado a concederlo, sugestionado quizá por los +espasmos histéricos de la pobre Facia.</p> + +<p>Respondía una vez a sus miradas hablándola en ese sentido para +tranquilizarla mejor; mas no pude averiguar si logré lo que me proponía, +porque desde el compromiso que había adquirido conmigo sobre la manera +de conducirse en aquel asunto, no me dejaba traslucir la verdad de sus +sentimientos. Pero si alguna confianza le inspiraron mis palabras aquel +día, bien poco le duró a la infeliz; porque a la mañana siguiente, tras +una noche de lluvias torrenciales, apareció radiante el sol en un cielo +sin nubes, y el suelo del valle y las laderas de los montes desnudándose +a toda prisa de sus blancas y espesas envolturas, que, convertidas en +arroyos cristalinos y murmurantes, corrían por prados y regateras a +sumirse en el álveo del Nansa, henchido ya hasta las malezas de sus +bordes, entre las cuales iba dejando el río la carga de sus espumas.</p> + + + +<h2 class="top15"><a name="XXX" id="XXX"></a>XXX</h2> + + +<p>Señalado fue también de veras, ¡bien señalado!, aquel día para la casona +de Tablanca y para el pueblo. El mismo gigantón de la Castañalera me +aseguró que, con estar los caminos intransitables y los puertos a medio +desnevar, habían sido aquéllos los funerales más pomposos que se habían +celebrado en la parroquia, en cuanto podía acordarse él (y eso que la +extensión de sus recuerdos andaba rayando con un siglo), por lo tocante, +en particular, al número y calidad de los concurrentes forasteros. Entre +el clero, que fue muy numeroso, acudió lo más afamado de la vicaría en +el canto fúnebre, y, por ende, no faltó el párroco de Zarzaleda, que era +una especialidad muy admirada, y no sin razón de fundamento, para +entonar el <i>Dies irae</i> con su voz atenorada y vibrante, que ponía los +pelos de punta a los fieles más duros de conmover; y concurrieron +también con estos párrocos muchos de sus feligreses que, sin parentesco +ni afinidad personal alguna con el difunto, eran fervientes admiradores +de su buena fama. Pero no fue este contingente, ni por lo numeroso ni +por el ruido que movían sus espelurciadas cabalgaduras en las callejas +del lugar, lo que más llamó la atención en él, sino el otro contingente, +el de los señores que fueron llegando a la casona por todos los senderos +de los montes circundantes. Chisco y Pito Salces ayudaban a desmontar a +los que no traían espolique, que eran los más, y se apoderaban de sus +caballos; Neluco y don Pedro Nolasco les salían al encuentro en la +escalera y me los presentaban a mí después a la puerta de la salona, +desde donde los conducía a mi gabinete, que había vuelto a ser, por +aquel día, estrado o sala de honor, y en cuya mesa de centro había un +agasajo de vinos generosos y bizcochos de soletilla, con el cual los +brindaba tan pronto como concluían las salutaciones y cortesías de +rúbrica, sin perjuicio de que llegaran luego Mari Pepa o su hija, muy +vestidas y aderezadas ya de día de fiesta, aunque luctuosa, a ofrecerles +algo de mayor sustancia, por si estaban en ayunas, como leche, caldo o +chocolate... o magras de jamón con huevos estrellados; pero todos +optaban por la copeja de vino con bizcochos, «reservándose para +después...». «Después» era la comida del mediodía, terminados los +funerales.</p> + +<p>Porque todos aquellos señores eran huéspedes míos, avisados con esta +condición, y aun sin ella... y aun sin aviso ninguno. Bastaba la +costumbre para autorizarlo; y el ser amigos de la casa mortuoria en un +lugarejo tan desmantelado como aquél, para justificar la costumbre.</p> + +<p>De recibir y agasajar al clero, hecho a poco y mal guisado, estaba +encargado por orden y cuenta mías, y también según otra costumbre, el +párroco don Sabas; de los demás forasteros del montón, nadie solía +cuidarse, y nadie se cuidó allí tampoco.</p> + +<p>Así y todo, por la condición de mis comensales, aunque relativamente +escasos, y por lo que me obligaba la mía, era de necesidad echar el +resto en la casona; y nadie creería a no verlo, como yo lo vi, la suma +de desvelos y sudores que llegó a representar aquel trabajo; lo que se +revolvió en la casa y en el lugar; las gentes que fueron puestas en +movimiento; las leguas de camino que se trillaron por buenos andadores, +y las horas robadas al sueño y al descanso más de una noche; y a pesar +de ello y de las «guisanderas» a jornal que ayudaron a las mujeres de +casa en lo más duro y comprometido de la faena, sabe Dios lo que hubiera +resultado a la hora crítica y solemne, sin la vigilancia continua y la +previsión y diligencia admirables de mis dos hadas bienhechoras... y la +hermana de Neluco.</p> + +<p>Porque la ínclita matrona de Robacío estaba en Tablanca desde la +víspera. Había llegado al anochecer con su marido, y «a las ancas». Así +fueron a casa de Neluco; halláronla cerrada, y siguieron a la de don +Pedro Nolasco; díjoles la mozona que servía en ella lo que pasaba, y +torcieron hacia la casona, sin lástima alguna del pobre rocín que ya se +quebrantaba por el lomo y estuvo a pique de gastar el último resuello al +subir el pedregal.</p> + +<p>Al encontrarse las dos amigas en mitad del carrejo, enzarzáronse en un +abrazo, tan íntimo y apretado, que parecía una «engarra»; se comían a +besos, y entre beso y beso se decían las mayores atrocidades; llegó Lita +con su abuelo, y se repitió la escena, hasta que acabó la de Robacío por +fijarse en mí y rompió a llorar por el difunto, de tan buena gana, que +parecía no haber consuelo para ella, mientras su marido, que ya me había +saludado, hacía sus correspondientes pucheros, y se enjugaban los ojos +con los delantales Lita y su madre, que eran de suyo muy tiernas de +corazón y pegajosas de las lágrimas. Acabóse el estrépito, por la virtud +de un conjuro mío, con la misma rapidez con que se había desatado, y nos +fuimos hacia la salona todos juntos y en santa paz, aunque no en +silencio. Al llegar Neluco, otro estampido de su hermana, que no cerró +boca en toda la noche ni quiso salir de la casona desde que supo el +trajín que había en ella. Cabalmente se perecía por esas cosas, y la +mataba la quietud. Por otra parte, los caminos no estaban muy +apetecibles que dijéramos, para que una mujer de sus carnes se +aventurara a pisarlos de noche sin una gran necesidad; amén de que ella +no había de causar apuros ni extorsiones en la casa, porque bien sabía +Mari Pepa que, en juntándose las dos, siempre hacían «cama redonda».</p> + +<p>De este modo y por aquellos motivos durmió allí, y se fueron solos, +después de cenar, su marido y Neluco a casa de éste.</p> + +<p>Los primeros que llegaron al otro día bien temprano fueron dos parientes +de la que fue mujer de mi tío Celso, de los Sánchez del Pinar, de +Caórnica, a orillas del Saja. Eran el uno muy alto y el otro muy bajo: +los dos de espesas patillas grises; poco risueños ambos y nada locuaces. +Les daba vergüenza—así me dijeron por entrar—visitarme y ofrecerme sus +respetos por primera vez en ocasión tan triste; pues encerrados en su +valle, del que no salían jamás sin un motivo de gran monta, un poco por +ignorancia de los sucesos y otro poco por la maña de «dejar negocios +para otro día...». En fin, allí estaban para que dispusiera de ellos a +mi comodidad, como podía disponer de otros comparientes de allá, que no +les habían acompañado, quién por falta de salud, quién por la de +cabalgadura. Todos tuvieron en mucho a don Celso y le fueron muy +adictos, aunque le molestaron poco.</p> + +<p>Sin acabar de sentarse apenas estos personajes, apareció en la salona +otro cuyo aspecto me sorprendió mucho. Era alto, más que el de Caórnica; +de luenga y puntiaguda barba blanca, moreno de color, de nariz muy +prominente y aguileña, ojos pequeñitos y verdes y cejas erizadas y +blanquísimas; la cabeza cubierta con un alto gorro cilíndrico de piel de +nutria, y todo el cuerpo, hasta los pies, con un capotón de paño +ceniciento. Parecía un mago. Se quitó el gorro y se despojó del capote +en cuanto se encaró conmigo, y dejó al descubierto un matorral de pelos +blancos, recios y apretados, y un vestido de anticuada forma con +relación a los figurines vigentes, de buen paño, sí, pero muy +descolorido ya. Aquel hombre venía de los precipicios del Deva, y +resultó ser el famoso don Recaredo, de quien yo tenía muchas noticias +por mi tío; hidalgo de rancio solar, célibe impenitente, afamado cazador +de fieras, y de grande y merecido influjo en toda su comarca; bien +relacionado con los hombres del ajetreo político de la capital y +sucursales de ella; muy solicitado de aspirantes a la representación en +Cortes del distrito, en épocas de lides electorales... y primoroso +carpintero de afición, única bien arraigada que se le conocía y con la +cual entretenía las soledades y holganzas de su vida en el viejo caserón +que habitaba.</p> + +<p>Detrás de don Recaredo llegaron de un golpe, por haberse juntado unos en +el camino y todos a la puerta de la casona, hasta cinco pudientes, más o +menos ligados a ella por parentesco lejano o amistad antigua, de las +orillas del Nansa, aguas arriba y aguas abajo.</p> + +<p>Enseguida de éstos, aparecieron en la salona otros dos personajes de +gran cuenta, que me impusieron mucho por su apostura y atalajes, tan +diferentes de todo lo que se usaba por allí y de lo que a la sazón me +rodeaba.</p> + +<p>Eran nada menos que el ilustre caballero don Román Pérez de la Llosía y +su yerno don Álvaro de la Gerra. Iban desde Santander, donde residían, y +habían hecho el viaje en dos jornadas. La verdad ante todo: yo, que +hasta entonces dominaba la escena con el desembarazo que da la +conciencia de «valer más» en la escala de la educación y de la cultura +intelectuales, al verme enfrente de aquellos dos concurrentes de tan +distinguido y elegante porte, sentí que se me bajaban mucho los humos de +la chimenea, hasta en lo de llevar bien la ropa, particularmente en lo +que tocaba la comparación con el apuesto y correctísimo yerno del +señorón de Coteruco. Me vi bastante torpe para expresarles la gratitud +que les debía por aquel acto tan honroso para la memoria de mi tío, y la +satisfacción de que me sentía poseído al estrechar las manos de unas +personas de quienes tantas y tan grandes noticias tenía yo desde que +había llegado a Tablanca. Recuerdo que este fue el tema de mi respuesta +a las salutaciones corteses de los dos caballeros; pero no lo que dije. +De lo que estoy seguro es de haberlo dicho muy mal. Valga la verdad.</p> + +<p>Sin darme tiempo para preguntar a don Román (con lo que me evité, +probablemente, la comisión de una gran impertinencia) a qué altura +andaban sus propósitos de vuelta a Coteruco, apareció en escena otro +personaje de los de primera talla, y al cual abracé con verdadera +efusión de mi alma: el perínclito señor de la Torre de Provedaño, que +para llegar a la hora que llegaba, como don Recaredo para ir desde los +riscos del Deva y los de Caórnica desde su valle, había necesitado andar +de noche la mitad del camino, ¡y qué camino! Así llegaba él, con la cara +echando lumbres y los labios contraídos entre las barbas erizadas y los +bigotes con carámbanos. Lo que había pasado antes entre el que llegaba y +los presentes, por conocerse todos de trato, o de nombre cuando menos, +pasó allí entonces; pero con la notable diferencia de que al reparar el +de Provedaño en el de Coteruco, no acabó todo ello en el apretón de +manos afectuoso o en los familiares y mutuos palmoteos en la espalda, +sino que conmovidos y anhelantes uno y otro, sin decirse una palabra, se +abrazaron tan estrechamente, que parecían no acertar a separarse. +Después le tocó el turno a don Álvaro, con quien no tenía tanta amistad +el de Campóo como con su suegro; y arreglada a esta ley fue la expresión +de su saludo.</p> + +<p>Para muy poco más que estos cumplidos me dio el tiempo, porque aún no +habían vuelto a sentarse la mitad de las personas allí presentes, cuando +vino recado de don Sabas de que todo estaba pronto en la iglesia y que +se nos aguardaba. Como ya eran muy cerca de las diez y no duraría el +funeral menos de dos horas, y los forasteros habían de volver a sus +hogares después de comer en el mío, y las tardes eran muy cortas, nos +pusimos en marcha inmediatamente, acompañándonos Neluco y también su +hermana y Mari Pepa, muy enlutadas. Al viejo Marmitón no le permitimos +salir de casa. Para disponer la mesa y dirigirlo y ordenarlo todo, se +quedó Lituca que se pintaba sola para ello y otro tanto más. También se +quedaron Chisco y Pito Salces con otros dos mozones de mi confianza, +bien advertidos por mí de muchos cuidados, particularmente el de la +vigilancia, no sé si porque me salió espontáneamente de adentro la +ocurrencia, o porque me la inspiró una mirada elocuentísima de la mujer +gris, al ver cómo iba a quedarse la casona, sin nosotros, indefensa y +punto menos que vacía.</p> + +<p>Andando ya hacia la iglesia, vimos aparecer de pronto, sobre la jiba del +pedregal, un hombre alto y fornido, de hermosa cabeza, envuelto entre un +chambergo de anchas alas y una barba gris; venía a cuerpo con un +chaquetón pardo, y los pantalones, del mismo color, arremangados sobre +unos borceguíes de recia suela y muy embarrados. Traía las manos metidas +en los bolsillos del chaquetón, un garrote pinto y nudoso debajo del +brazo izquierdo, y en la boca una pipa ahumando.</p> + +<p>El primero que le conoció fue el señor de Provedaño, que iba de los más +delanteros entre nosotros. Se detuvo un instante para mirarle con la +mano de canto sobre la frente, y se detuvo también el otro con los ojos +sombríos e imperturbables clavados en él. Parecían dos leones. No les +faltó más que olerse. Después se acercaron más, y se estrecharon las +diestras con recias sacudidas. Entonces me parecieron dos robles gemelos +de la montaña estremecidos por el soplo de una misma ráfaga. No sé lo +que se dijeron, ni si se dijeron algo. ¿Para qué? En estas dudas vi a +don Román Pérez de la Llosía salir como una flecha, de entre los más +rezagados del grupo que bajaba, hacia el hombre que subía, y que éste, +al notar que se le acercaba el de Coteruco, desprendió su diestra de la +del campurriano, y se quitó con ella marcialmente el chambergo, +descubriendo así la frente espaciosa y blanca, sobre la cual parecía +reflejarse el rayo de luz que lanzaron entonces sus ojos. No he visto +jamás actitud de hombre más varonil, más noble ni más hermosa. Pero don +Román no se anduvo en chiquitas, y quieras o no, le estrechó entre sus +brazos. Su yerno hizo lo mismo enseguida. Después se adelantó don +Recaredo y le tendió la mano. A todo esto, flotaba en el aire el nombre +de «don Lope» pronunciado por muchas bocas; y con ello y lo que yo sabía +por la historia de los descalabros de don Román en su pueblo, narrada +minuciosamente por mi tío varias veces, di por conocido el personaje; y +no me equivoqué, pues a los pocos momentos me lo trajo de la mano el +señor Pérez de la Llosía y me dijo presentándole:</p> + +<p>—Mi mejor amigo y el más noble convecino mío de Coteruco, don Lope del +Robledal. Viene a Tablanca para ofrecerle a usted personalmente toda la +amistad y respeto que le merecieron las virtudes de don Celso, y a rezar +por su alma en los funerales de hoy.</p> + +<p>Correspondí con la mayor cordialidad y como mejor pude a aquellos nobles +ofrecimientos; supo él adónde íbamos por allí; y sin querer aceptar un +momento de descanso, que no necesitaba, retrocedió y se fue camino de la +iglesia con nosotros... digo mal, con don Román solamente, pues le tomó +éste por su cuenta desde luego, apartándose un buen trecho de los demás, +que nada hicimos por acercarnos a ellos, respetando la santa avidez con +que el noble expatriado de Coteruco aprovecharía aquella providencial +ocasión de saber algo más de lo que sabía sobre el estado de cosas de su +pueblo nativo, aunque fueran extraídas con la ganzúa de sus ansias de +aquel arcón de cuatro llaves. Mientras tanto, don Álvaro de la Gerra fue +trazando nuevos y curiosísimos rasgos del carácter, original hasta lo +increíble, de aquel hidalgo montañés.</p> + +<p>Así llegamos a la iglesia, en la que no hubiéramos logrado penetrar sin +salir, como salieron de ella, parte de los que estaban dentro, los +cuales apenas cabían después en el soportal, que también estaba atascado +de gente.</p> + +<p>La duración de los oficios no bajó un minuto de las dos horas +calculadas; y cuando volvimos a la casona los que de ella habíamos ido a +la iglesia, más el extraño don Lope que quería volverse a Coteruco desde +allí, y se hubiera vuelto sin la intervención de don Román, único entre +todos nosotros conocedor de los resortes por que se regía aquel carácter +excéntrico, ya estaba la mesa preparada con todas las grandezas de +abolengo..., y algo más que se había podido adquirir, hasta en las casas +de los amigos, como don Pedro Nolasco y el médico. Porque pasábamos de +docena y media los comensales, entre propios y extraños.</p> + +<p>En otro tiempo me hubiera dado un accidente en presencia del <i>menú</i> de +aquella comida, cuanto más de la comida misma, porque fue verdaderamente +espantable aquel llegar a la mesa (conducidos por Facia y por su hija, +sofocadas por el trajín y relucientes de pellejo) de pilas de potajes +con metralla de embutidos; de rimeros de pollos patas arriba entre +lagunas de grasa; de solomillos enroscados; de magras con huevos duros; +de carne en toda suerte de guisos; de patos rellenos de salchichas y de +lomo, y tras ello, los flanes como ruedas de molino, y las natillas y el +arroz con leche, poco menos que a calderadas. No entendían el rumbo de +otro modo las mujeres que lo habían manipulado; y así me expliqué yo +perfectamente sus afanes y desvelos, y las gentes y las cosas que habían +movido y removido en la casa, en el lugar y fuera de él, de tres días a +aquellas horas.</p> + +<p>El peso de la conversación, durante la comida, le llevaron el señor de +Provedaño y don Román. Como era propio y natural, se comenzó por el +elogio del difunto y de sus cosas geniales; igual que en la cocina, +salvo el lenguaje y el estilo. Entre Neluco y yo, suministramos los +solicitados pormenores acerca de su enfermedad y de su muerte... y saltó +de golpe lo que yo veía venir rato hacía, y me extrañaba que no hubiese +saltado antes en la conversación: el punto de continuar yo allí la obra +benéfica de mi tío. Aquí se calló don Román como un muerto, y me dijo el +insigne campurriano, después de aplaudirme los buenos propósitos +declarados por mí de poner todos los medios para lograr tan grandes +fines, que si me decidía, en mis procedimientos, a servir a mis +protegidos el vino viejo en odres nuevos, cosa que él no desaprobaría, +lo hiciera con sumo tacto, «porque—concluyó—, hermosa es la luz; pero +no hay que abrir de repente todas las ventanas a los que han vivido a +oscuras por achaques de la vista; pues hay que temer las locuras que +entran por los ojos deslumbrados». A esto ya no pudo callarse don Román, +y expuso el ejemplo de la caída de Coteruco, en demostración de lo +afirmado por su amigo. Enderezada la conversación por estos carriles, +nos habló de lo que le costaba aclimatarse a la vida de la ciudad: no +podía con ella un hombre como él, nacido para respirar el aire +oxigenado, puro, de la Naturaleza, y necesitaba también la presencia y +hasta la compañía de aquellos hombres rústicos, aun con sus +ingratitudes. El recurso de dejarlos a solas con su pecado, había +producido muy buenos frutos. Poco a poco se habían ido levantando de su +caída, y ya le echaban de menos. Esto le consolaba y le satisfacía; y si +no había vuelto ya a Coteruco, era porque quería hacerse desear un poco +más, para asegurar mejor la curación de sus «locos». Desgraciadamente no +participaban sus hijos de aquéllas sus ilusiones, porque tenían otros +gustos muy diferentes; pero todo podía arreglarse con algún sacrificio +de cada cual. Entre tanto, distraía sus impaciencias con los hechizos de +una nietecilla que Dios le había dado, y era la criatura más hermosa que +había nacido de madre. Andábase a la sazón en proyectos de llevarla a +Sotorriba, para que la conociera su otro abuelo, don Lázaro, cuyos +achaques le impedían salir de casa.</p> + +<p>Alguien preguntó allí si era verdad que don Gonzalo González de la +Gonzalera se había quedado memo y pobre a consecuencia de disgustos y +despilfarros domésticos, pero no obtuvo respuesta la pregunta, porque +apareció de golpe y porrazo en la salona un nuevo personaje que comenzó +por decir que ni por haber rodado tres veces por los suelos y casi +reventado la tordilla en sus ansias de correr, había podido llegar +antes. ¡Así venía el infeliz de embarrado y descosido de pies a cabeza! +Era un hombre de buena edad, estampa agradable... y juez municipal de su +pueblo: de aquél muy empingorotado en que había conocido yo a uno de mis +consanguíneos de Promisiones, yendo con Neluco a la Torre de Provedaño. +El caso era que, al ir a montar muy de mañana para acudir a los +funerales de mi tío, le habían entregado un oficio del juez de primera +instancia, obligándole a practicar unas diligencias que le entretuvieron +cerca de dos horas... todo respecto a la «trigedia» del día anterior, +que yo debía conocer, y para eso, la verdad fuera dicha, para que la +conociera venía él principalmente.</p> + +<p>Hicímosle sitio en la mesa, previne a Facia que le fueran sirviendo +desde la sopa de fideos inclusive; y mientras salía Tona y se quedaba su +madre cambiando platos y retirando sobras destrozadas de guisotes, y +todos le prestábamos grandísima atención, refirió él que bajando un +pastor de su invernal, recién empezado el desnieve, a campo travieso, +porque apretaba el frío y corría mucho una nube negra por mala parte y +peor camino, se paró un instante, para echar una yesca y encender la +pipa, a la misma boca de un covachón, conocido de muy pocos, por estar +fuera de senda frecuentada, como a la mitad de distancia, por el atajo, +entre Tablanca y el pueblo del relatante, pero en término municipal de +éste. Parado allí el pastor y dale que te pego con el canto de la +navaja, porque no chispeaba bien la piedra o no era la yesca de lo +mejor, observa que le da en la nariz un «jedor» que tumbaba de espaldas. +Mira aquí y olfatea allá, nota que el jedor sale de la cueva; tiéntale +la curiosidad, entra, y en un recodo muy ancho, hacia la derecha, ve +tres hombres tendidos a la larga, boca arriba, tiesos y casi amontonados +unos sobre otros, muertos los tres y arrimados a una piluca de ceniza y +tizones apagados. Espántase, huye de allí; y por ser el más cercano, +según su cuenta, da en el pueblo del narrador y refiere lo que ha visto. +Acude éste allá por su cargo, acompañado en debida forma, y resulta +verdad lo denunciado por el pastor. Tres eran, en efecto, los cadáveres, +y de personas bien conocidas en el lugar, y bien pertrechados iban de +armas de fuego... y hasta de cuerdas y navajas. Sin duda los sorprendió +allí el temporal de nieve, desde que comenzó, y perecieron de hambre y +de frío... por decreto de Dios que conocía sus malas intenciones. Era el +uno un peine que se titulaba ingeniero y decía andar en busca de una +mina de oro, meses hacía ya, con su vestido harapiento, sus greñas y su +barba silvestre y su costurón en la cara, que le partía un ojo y la +mitad de la nariz.</p> + +<p>Aquí se oyó un estrépito infernal de platos hechos trizas, y un grito de +Facia a quien se le habían caído de las manos como una docena de ellos. +La miré entonces y la encontré mirándome a mi con ojos espantados y el +color de la muerte en la cara. Díjele con los míos que no cometiera una +indiscreción; entendióme, y la añadí de palabra y sonriéndome que no era +el estropicio aquél motivo para que se asustara tanto, aludiendo a los +platos rotos, mientras Tona arrimaba al del juez municipal dos medias +fuentes bien colmadas de potajes, algo pasmadona por lo que había +pescado del relato, pero seguramente más por el desastre de la vasija, +que había arrancado el grito a su madre.</p> + +<p>Vuelto el relatante a su historia después de este incidente, y viendo yo +que, por respeto a mí, sin duda, andaba con repulgos y melindres para +declarar en neto castellano quiénes eran los otros dos muertos, +apresuréme a decirle:</p> + +<p>—Sé perfectamente de quiénes se trata, y quiero evitar a usted la +repugnancia de declararlo delante de mí: se trata de dos parientes míos; +de los dos hidalgos de Promisiones. Con uno vivía el ingeniero ese del +chirlo, en su pueblo de usted: los vimos juntos Neluco y yo al pasar por +él, yendo a Provedaño. Según noticias de buen origen, esperaban entonces +de un día a otro al hermano que faltaba de aquel mi pariente (que, por +lo visto, llegó a tiempo) para dar el último golpe en la explotación de +la mina de oro puro que había descubierto el lince de las barbas +silvestres. En buena justicia, tenían los tres más que merecido el palo, +en el que hubieran muerto a no morir de ese otro modo. Conque ya ve +usted si tengo hasta motivo, por lo que a mis parientes toca, para +alegrarme de que hayan acabado así, como cualquier hombre de bien.</p> + +<p>Declaró el preopinante que era la pura verdad todo cuanto yo había +dicho; añadió en respuesta a una pregunta que alguien le hizo, que el +hombre del chirlo en la cara había vivido en el lugar con el nombre, +indudablemente supuesto, de Pedro González que constaba en su cédula +personal, y que con ése se le había registrado, ya muerto, en el libro +correspondiente; alegréme yo de ello, y de seguro se alegraría Facia, +que lo oía, mucho más... y se acabó aquella conversación sin meternos en +otra nueva, porque se había acabado también la comida, apremiaba el +tiempo y tenían mucho que andar los comensales forasteros para volver a +sus hogares los unos, y los otros para terminar su jornada. Porque +resultó que don Recaredo aprovechaba la ida a Tablanca para despachar un +negocio, pendiente de ese paso año y medio hacía, en un pueblecillo del +Nansa, aguas abajo, y el insigne campurriano tenía también sus +quehaceres de urgencia en la capital, por lo que se le llevaron consigo +don Román y su yerno. Desapareció sin saber cómo don Lope; fuéronse, +mientras seguía comiendo todo cuanto le ponían delante el juez municipal +susodicho, los dos desiguales de Caórnica y los cinco pudientes del +Nansa, aguas arriba y aguas abajo de la casona; acabó, al fin, de comer +el que quedaba comiendo, y marchóse igualmente, y bien repleto, a su +lugar...</p> + +<p>Al otro día, muy temprano, se largaron a Robacío la hermana y el cuñado +de Neluco; y pocas horas después, ¡ay! me abandonó también toda la +familia del gigantón de la Castañalera.</p> + + + +<h2 class="top15"><a name="XXXI" id="XXXI"></a>XXXI</h2> + + +<p>¡Y aquélla fue la más negra para mí! La de verme solo en los ámbitos +enmudecidos y yertos de la casona, alcázar de mi flamante y patriarcal +señorío, en el pobre terruño de «mis mayores». Todo me resultaba ancho, +todo me sobraba allí y todo se me venía encima, como si estuviera +edificado en el aire, desde que se había vuelto a sus hogares la familia +del viejo Marmitón. Porque con la presencia continua de unas mujeres tan +animosas y alegres como aquellas dos, más el trajín en que anduvieron +empeñadas y el entrar y salir de tantas y tan distintas gentes en los +últimos días, no había podido conocer yo en su verdadera magnitud el +vacío que dejaba en la casona la muerte de su venerable habitador y +dueño, que, vivo, la llenaba toda, y era además el lazo que me amarraba +a ella con la fuerza de mi compromiso, fundado principalmente en la +consideración de lo que él estimaba el regalo de mi compañía.</p> + +<p>Venían a menudo a verme el Cura don Sabas y Neluco, y pasaban conmigo +largos ratos; continuaba la tertulia de la noche muy concurrida y +animada; presidíala yo con la mayor asiduidad, y hacía de tripas corazón +para creerme muy divertido en ella, o para darlo a entender delante de +aquellos rústicos y buenos tertulianos; ocupábame a ratos en despachar +mi correspondencia o en arreglar los papeles y cuentas de la +testamentaría; hablaba con Facia y me complacía en ver cómo, creyéndose +ya, en virtud de las noticias traídas por el juez municipal de marras, y +de mis subsiguientes reflexiones, libre para siempre de la cruz que +tanto la había oprimido, y dando por guardado en el fondo de una +sepultura el secreto de lo que podía ser afrenta para su hija, iba la +pobre mujer tornando a la vida, y recobrando poco a poco las extenuadas +fuerzas de su espíritu, llorando y rezando a la vez por el hombre +desventurado, muerto con el alma manchada de negras intenciones, tras +una vida azarosa y criminal; gozábame también en descifrar en el +impenetrable continente de Chisco ciertos confusos caracteres que +delataban en los adentros de su pechazo un regocijo manso y profundo +desde la herencia de la «pilá de onzas», y en tirarle de la lengua para +saber cómo andaba desde entonces en sus tratos y amistades con la +familia del Topero, el cual, según mis noticias, se había humanizado +mucho con él y hasta «le echaba memoriales con los ojos» y aun con +algunas indirectas demasiado insinuantes; interesábame de veras Pito +Salces, que andaba amurriadote y receloso temiendo que hubieran cambiado +las buenas disposiciones de Tona hacia él desde que era rica por su +madre, y hasta por sí propia, tomando el pobre por desdenes el pasmo, +muy natural, en que cayó la mozona en aquellos días de lances gordos; +salía de casa algunas veces para ventilar un poco las ideas y estirar +los miembros entumecidos, aunque hallaba siempre el suelo como una +esponja encharcada, y frío el sol que iluminaba el valle, mientras me +segaba las barbas el ambiente que no apagaba una cerilla, y tenía que +volverme a mi agujero sin haberme atrevido a descender el pedregal por +donde querían conducirme los impulsos de mi necesidad de departir con +alguien que me comprendiera; tramábala con Chisco después, o con el +primero que se me pusiera por delante, y, en fin, hasta procuraba, +siguiendo las enseñanzas bucólicas de Neluco, descender con mi razón, +más luminosa, a las tenebrosidades de aquellos hombres para hallar el +nivel apetecido y con él el prometido deleite; pero aun así, me sobraban +horas y horas eternas de soledad y de silencio en aquellos páramos +envejecidos y negros en que resonaba el eco de mis pasos febriles como +si los diera bajo las bóvedas sombrías de un calabozo; y por donde +quiera que la mirara, aquella mi labor heroica para hacer la vida más +llevadera no venía a ser otra cosa que labor de encarcelado, hasta con +el tenaz, profundo y tentador deseo de escaparme.</p> + +<p>De escaparme sí; porque había vuelto a imponérseme esta idea, no como la +primera vez que la sentí pasando por mi cerebro como una ráfaga, sino +como un prurito irresistible que iba desbaratando por momentos la obra +de mi aclimatación, casi a punto de terminarse ya. Parecíame la fuga una +verdadera canallada; pero los cuerpos abandonados en el aire, caen por +su propia gravedad; y así me sentía yo caer, roto, con la muerte de mi +tío, el vínculo que más me ligaba a la casona. Cierto que me quedaban +las ligaduras de un compromiso solemnizado tantas veces y delante de +tantas y tan distintas personas; pero también era verdad que a ese +compromiso le había puesto yo la limitación de «en cuanto me fuera +posible», y que, suponiendo que llegara a ser capaz de penetrar la obra +de mi tío para trabajar en ella, mi trabajo no sería continuo ni a cada +hora, ni siquiera de cada día, al paso que la tediosa realidad que me +asfixiaba era continua, perenne, de todos los momentos.</p> + +<p>Luchando sin cesar entre estos impulsos empecatados y las repugnancias +de mi conciencia de hombre formal, hubo ocasión en que me reí de mí +propio, viéndome discurrir con el criterio de un colegial mal avenido +con su encierro. ¡Qué cosas se me ocurrían para justificar una escapada, +con promesa de volver y propósito de no cumplirla!</p> + +<p>Serenándome después y dando mayor altura a mis pensamientos, detúveme a +considerar el valor de los buenos frutos que había conseguido con el +trabajo de mis propias observaciones, y el ejemplo y la predicación, más +o menos directa, de mi tío, de Neluco, del señor de la Torre de +Provedaño, sobre todo, y de otras muchas personas de gran monta; y +entonces me avergoncé de haber pensado como pensé para sacudir la carga +de mis tristezas.</p> + +<p>Colocado en este terreno, pronto comprendí que lo que yo necesitaba +desde luego y con urgencia para salir airosamente del conflicto, era +adquirir otras ligaduras con qué sustituir las quebrantadas por la +muerte; otro vínculo nuevo que me uniera a Tablanca, ya que no tan +estrechamente como lo estuvo mi tío, hasta el punto, cuando menos, de +que dejara la casona de ser cárcel para mí.</p> + +<p>Bueno. Pero ese vínculo ¿dónde hallarle? ¿de qué casta era?... ¡Quién +sabe los espacios que recorrí entonces con la imaginación enardecida y +visionaria! En este viaje veloz y disparatado no hallé momento de +tranquilidad ni de reposo, porque todo me parecía mal para hacer un alto +de respiro... hasta que di en la más peregrina de las ocurrencias. Pero +ya tenía siquiera una hipótesis en que detener el discurso fatigado. +Pues a ello, y con toda la minuciosidad escrupulosa de quien, como yo, +medita en asunto tan grave como aquél por vez primera en su vida. Elevé +los pensamientos por encima de las enriscadas barreras del valle, y le +llevé lejos, muy lejos de Tablanca; cerré los ojos, acudí a los +repuestos de la memoria, y fui extrayendo de ella una verdadera legión +de imágenes, a las que hice desfilar después, una a una, por delante de +mí. Cuando hubo pasado la última figura de esta bizarra procesión, volví +con el pensamiento a las montunas realidades de Tablanca... y me llevé +las manos a la cabeza, como quien se percata de que ha estado colmándola +de disparates para obtener ideas salvadoras. Apagué la linterna de mis +cavilaciones y, ¡oh sorpresa!, con el último rayo de su luz vi pasar +rápidamente por los términos ofuscados de la imaginación, una nueva e +inesperada imagen que parecía llevar en sí la virtud de resolver todas +las dificultades del conflicto. Pero... Y acabé por hacerme cruces y +echarme a reír.</p> + +<p>Riéndome estaba aún cuando entró Neluco.</p> + +<p>—Así me gusta verle a usted—me dijo—, y no con la triste catadura de +estos días atrás.</p> + +<p>—Pues a ella volveremos, amigo Neluco—le respondí—, si Dios no hace +el milagro que le pido.</p> + +<p>—Sin embargo, usted se reía ahora...</p> + +<p>—La risa del conejo...</p> + +<p>—No insisto—repuso el médico—, porque no quiero que me tenga usted +por imprudente; pero le aseguro que, sin ese temor, más de dos veces le +hubiera preguntado, en estos últimos días, por los motivos de un +desaliento que no ha podido usted disimular.</p> + +<p>Despertaba esta declaración de Neluco la idea, no dormida enteramente en +mí, de confesarme con él, como Facia se había confesado conmigo. Podía +esperar mucho de los consejos de su experiencia, y, en último caso, el +alivio que da en las apreturas del ánimo el recurso de departir sobre +ellas con un amigo de buen entendimiento.</p> + +<p>—Precisamente—le respondí armándome de resolución—, tenía yo grandes +deseos de echar un párrafo con usted sobre los mismos particulares. +Conque, ahora o nunca.</p> + +<p>Cerré la puerta de mi gabinete, sentámonos los dos con la mesita entre +ambos, y comencé a hablarle de esta manera:</p> + +<p>—Ha de saber usted, amigo Neluco, que desde que volvieron a reinar el +orden y el silencio en esta casa, después de muerto y sepultado mi tío, +yo no sé en qué invertir las horas que me sobran dentro de ella... Me +parecen interminables, no veo el modo de mejorarlas y me asusta lo +porvenir con una perspectiva semejante. Esta es la verdad de lo que me +sucede; le tengo a usted por buen amigo, y a usted se la declaro.</p> + +<p>—¿Para qué?—me preguntó el médico, muy serenamente, después de +contemplarme en silencio unos instantes.</p> + +<p>—Por lo pronto—le respondí—, para que usted la conozca, y después, +para que, si lo tiene a bien, me ayude con su autorizado consejo.</p> + +<p>—¿A qué?—volvió a preguntarme con la misma serenidad de antes.</p> + +<p>—¡Pues me gusta la ocurrencia, caramba!—exclamé yo un tanto picado por +aquel modo de acorralarme, que se parecía mucho a una broma algo +pesada—. ¿Qué se entiende aquí por ayudar a un hombre que perece en el +fondo de un precipicio?</p> + +<p>—Perdone usted—replicó el médico—; pero o yo no estoy en mis cabales, +o el caso que me cita por ejemplo, no es aplicable enteramente al caso +particular de usted. El que se halla en el fondo de un precipicio, no +puede tener otro deseo que el de salir y alejarse de él; y a usted, en +la situación en que hoy se encuentra, se le puede servir de dos maneras: +ayudándole a salir de ella, o trabajar para hacérsela soportable y hasta +divertida. Ahora usted dirá de cuál de estos dos extremos se trata.</p> + +<p>—Del que mejor le parezca a usted—le dije—, o de los dos juntos... En +fin, póngase usted en mi caso, y hábleme con franqueza.</p> + +<p>—Pues con franqueza le digo—repuso el médico que no me extraña lo que +le sucede a usted. Lo esperaba... Entendámonos: esperaba que muerto don +Celso y solo usted en su casa, había de parecerle ésta más grande, más +negra y más triste que antes, y el tiempo que pasara en ella, muy largo +y enojoso. Nada más natural en un hombre de los gustos, de la educación +y de los antecedentes mundanos de usted. Lo que no esperaba es que +llegaran sus desalientos al extremo a que, por lo visto, han llegado... +Pues mire usted, señor don Marcelo: ni por cortesía siquiera le aconsejo +a usted que, para distraer su fastidio, se largue enseguida de Tablanca; +consejo que, o yo no sé leer fisonomías o es el que más había usted de +agradecerme. Y no se le doy, porque estoy segurísimo de que si se +largara usted en la situación de ánimo en que se encuentra ahora, no +volvería por acá en todos los días de su vida.</p> + +<p>—Hombre—respondí yo cogido por la mitad de lo cierto—, eso es mucho +decir.</p> + +<p>—Ni más ni menos que lo justo—replicó el médico—, porque es la pura +verdad; y usted no puede ni debe hacer eso, aunque echemos en olvido +cierta promesa y hasta lo solemne de la ocasión en que fue ratificada; +porque usted nada tiene que hacer en ese mundo que le tienta, y aquí sí; +porque allá—y dispense la franqueza—, a pesar de sus merecimientos +personales, no pasaría de ser uno más en el montón de los anónimos, y +aquí desempeñaría un papel mucho más lucido, no por el relumbrón de su +jerarquía, sino por la condición benéfica del cargo. Nada de esto quiere +decir que esté usted obligado a sepultarse aquí perpetuamente: al +contrario, yo sería el primero en aconsejarle que no lo hiciera; que de +vez en cuando traspusiera esas cumbres para echar una cana al aire, bien +seguro de que esas correrías, hechas por un hombre del entendimiento y +de la cultura y de los caudales de usted, habían de lucir al fin y al +cabo en beneficio de este valle. Mas para llegar a ese extremo, es +decir, para que pueda yo excitarle a que se vaya, es preciso asegurarle +aquí antes con algo que le sirva de cebo para volver, por natural y +espontáneo movimiento de su corazón... En una palabra, tiene usted que +aclimatarse de nuevo a esta casa y a esta tierra, y a estos hombres, +tales y como habían llegado a parecerle, a la muerte de su tío don +Celso.</p> + +<p>—Pero, hombre de Dios—exclamé yo aquí—, si precisamente es ése mi +dedo malo; si todo eso que usted me dice parece pensado con mis propios +pensamientos y dicho con mi propia lengua; si yo no deseo otra cosa que +apegarme a este terruño y cogerle todo el amor que usted le tiene; pero +¿cómo? ¿con qué? Este es el caso. Vivo mi tío, la obligación, convertida +en gusto ya, de acompañarle, me entretenía, y con ello, todo cuanto le +rodeaba; muerto él, me falta aquel recurso poderoso, me pierdo en el +vacío de esta casa, y me abruman las eternas horas que paso en ella +buscando la manera de abreviarlas. Continuar su obra benéfica. +Enhorabuena. Esto es fácil y hermoso de decir; pero es muy vago y no +resuelve nada, y lo que yo necesito es algo más concreto, más práctico y +del momento. Si se tratara, verbigracia, de cortar camisas para los +pobres o de enseñar la doctrina a los muchachos, yo me pasaría los días +enteros manejando, las tijeras o injiriendo el Padre Astete en las +cabezas de estos motilones; pero no se trata de eso ni de cosa parecida: +la obra de mi tío no da qué hacer a cada instante ni a cada hora.</p> + +<p>—¿Cómo que no?—interrumpióme Neluco—. ¿La conoce usted a fondo por si +acaso?</p> + +<p>—No, señor—le respondí.</p> + +<p>—¿Y le parece a usted—añadió—poco entretenimiento el de estudiarla de +ese modo, no sólo para conocerla, sino para mejorarla? Porque a usted le +hemos de exigir también—prosiguió el mediquito bromeándose—, que la +mejore, y la mejorará seguramente.</p> + +<p>—Santo y bueno—dije yo siguiendo el tono que me daba Neluco—: la +mejoraré si ustedes se empeñan. Pero—añadí formalizándome de veras—, +ese estudio que me recomienda usted, hasta para entretenimiento de las +horas de estos días, ¿cómo le hago? ¿por dónde comienzo?</p> + +<p>—¿Y para cuándo—replicó Neluco—son los buenos amigos y los +competentes consejeros? ¿En qué ocupación más agradable ni más honrosa +podría usted emplearnos?... y perdone la inmodestia con que me sumo con +ellos... Y ya que de esto se trata y estoy autorizado por usted para +hablarle con franqueza, he de decirle que además de este estudio, del +que no puede usted prescindir, hay otra ocupación más del momento +todavía, en la que debió de habernos empleado días hace... y no nos ha +empleado usted, con gran extrañeza nuestra; con lo cual ha perdido un +excelente recurso para matar horas sobrantes... Pensaba yo que, aunque a +usted le sobraba el dinero al venir a Tablanca, había de picarle un poco +la curiosidad de conocer de vista las haciendas de aquí, heredadas de +don Celso, y el organismo, vamos al decir, de los tratos y contratos con +sus llevadores, y algo más, a este tenor, que no deja de ofrecer su lado +patriarcal, y por ende, interesante y pintoresco para un hombre como +usted. Con el pretexto de verlo con los propios ojos, se deja la cárcel +que abruma y entristece, se respira el aire libre y se renuevan las +ideas y se esparce el ánimo encogido. Con la contemplación de lo visto +así, nacen pensamientos que se comunican, por de pronto, con quienes nos +rodean, y dan materia abundante para discurrir después si estamos solos, +o para departir con interés gustoso si estamos acompañados de amigos que +nos quieren bien. La propiedad, por pequeña que sea, tiene esa virtud, y +si es recién adquirida, en más alto grado. ¡Figúrese usted si durante +estos días en que tan soberanamente se ha aburrido y tan hermoso se ha +mostrado el tiempo, nos hubieran faltado motivos de excursiones y temas +de conversación y andamiajes de proyectos! Vamos, que parece mentira que +ni por instinto de conservación se le haya ocurrido a usted una cosa tan +hacedera y conveniente, y haya preferido entregarse atado de pies y +manos a las inclemencias de su carcelero. Pero todavía no es tarde para +subsanar esta equivocación. Le acompañaremos a usted por esos campos +mientras el tiempo lo consienta; veremos y hablaremos lo que a usted le +importa ver y de lo que le interesa hablar; continuaremos aquí después +las conversaciones de afuera, y se apuntarán o se discutirán y se +reformarán cálculos y proyectos, aunque alguna vez resulten castillos en +el aire. Esto, por de pronto. Mucho de lo demás, vendrá ello solo a +meterse por las puertas de esta casa... Por ejemplo: dentro de pocos +días, porque ya estamos en el mes de hacerlo así, verá usted ir llegando +la falange de sus colonos y aparceros a pagarle las «rentas» que le +deben, unos en maíz, en castañas o en dinero; otros en las tres especies +juntas, y algunos con las manos en los bolsillos desocupados, para que +usted les provea de lo que más necesitan. Así irá usted conociendo, poco +a poco, hasta el pie de que cojean, y descubriendo el camino por donde +ha de llegar hasta la entraña misma del misterio... Amén de esto, ¿por +qué no ha de volver usted a sus saludables correrías de antes? Ahí está +Chisco, más animoso y ufano aún que entonces, porque ha mejorado +fortuna, y doblemente apegado a usted por las larguezas que con él ha +tenido; ahí está Chorcos suspirando todavía, aunque no tanto como por la +hija de Facia, por aquellas aventuras montaraces, y aquellos tragos de +licor tan confortantes, y aquellos agasajos tan frecuentes... y aquí +estoy yo, finalmente, para cuando quiera disponer de mí; y lo mismo le +dirá don Sabas de sí propio, y cada uno de los habitantes de este +pueblo... Otro ejemplo más. A la hora menos pensada verá usted retoñar +en el campo los preludios de la primavera; hallará la tierra enjuta y +salpicada de florecillas esmaltadas; aspirará la fragancia de los montes +y de los prados, y quizá se fije en que ya es hora de mover la tierra... +pinto el caso, de este huerto, y aun de cultivarle mejor de lo que se ha +cultivado hasta hoy; y con esos fines, llama usted a los obreros, hasta +por el gusto de pagarles el jornal; y los manda que caven; y según le +van obedeciendo, se va usted emborrachando con el olor de la tierra +removida, que es el olor de los olores agradables, y piensa en nuevas y +variadas plantaciones, y hasta esboza un proyecto de jardín en el rincón +más abrigado... Y quien dice mejorar el huerto, dice retejar la casa o +reparar sus achaques interiores... en fin, que nunca faltan quehaceres +al hombre que se empeña en tenerlos, aunque sea en las soledades de +Tablanca... Y ¿para qué se quiere el dinero?</p> + +<p>Aquí hizo un alto Neluco y se quedó mirándome fijamente como en espera +de mi contestación. No tardé en dársela.</p> + +<p>—Todo ese cuadro que acaba usted de trazarme—le dije—, me enamora y +me seduce... como pintado en un papel. Mas quiero dar por supuesto que +es la pura realidad. Ya tengo en mis manos el remedio contra el fastidio +de unos cuantos días... de una buena temporada, si usted quiere. +Corriente. Pero ¿Y después? Cuando no pueda voltejear por la montaña, ni +remover la tierra de mi huerto, ni tenga negocios que tratar con mis +colonos, y usted esté ocupado en sus quehaceres profesionales, y don +Sabas en los de su ministerio, y vuelvan las celliscas desatadas, y las +horas sin fin, y las noches eternas, ¿qué me hago yo en las soledades de +este palomar, sin la naturaleza y las aficiones de mi tío, o de don +Sabas o de usted?</p> + +<p>—Es que yo cuento—me replicó Neluco—, con que le basten y le sobren +para atarle a Tablanca, de tal modo que se le pueda dar licencia para +que se ausente del valle sin el temor de que no vuelva a él, esos +entretenimientos y otros tales, si llega usted a tomarles gusto... +Después, ¡qué demonio! es hasta pecado mortal decirle a un hombre del +talento y de la experiencia de usted, cómo se sortean las horas +sobrantes en la vida, que todos pasamos. Lo principal es la base de la +ocupación: las lagunas de ella se colman como se puede. Para eso es el +entendimiento que a usted no le falta... Y, por último, si con los +recursos de él no consigue lo que busca, todavía le queda el de ligarse +al terruño éste con vínculos de tal resistencia, que sólo la muerte +pueda romperlos.</p> + +<p>—Los vínculos... matrimoniales, vamos—le interrumpí—. ¿A qué andarnos +con metáforas?</p> + +<p>—Cabalmente—replicó el médico.</p> + +<p>—Pues lo dicho—añadí yo—. Está usted pensando con mi propio caletre y +hablando con mi misma lengua. También se me había ocurrido esa salida un +momento hace.</p> + +<p>—¿En serio?</p> + +<p>—O en hipótesis.</p> + +<p>—No es lo mismo. ¿Y por qué no ha de habérsele ocurrido en serio? Está +usted en la mejor edad para casarse, es rico, ha corrido el mundo, tiene +la experiencia de él, está huérfano y solo y a centenares de leguas del +único deudo cercano que le queda, y tan sobrado de caudales como usted. +¿Para qué demonios quiere el suyo y la larga vida que tiene por delante, +sino para reconstruir la familia que ha perdido y dejar en la tierra, +cuando la abandone para siempre, alguien que le cierre los ojos con +cariño y le llore de todo corazón?</p> + +<p>—Y usted—respondí a Neluco medio en serio y medio en chanza—, que ve +y siente todas esas cosas tan bonitas, que yo no veo ni echo en falta, +como de urgente necesidad, ¿por qué no me ha dado ya el ejemplo?</p> + +<p>—Porque son casos muy distintos el de usted y el mío, señor don +Marcelo—díjome a esto Neluco—. Yo empiezo a vivir ahora, necesito +trabajar, y trabajar mucho, para ganar el pedazo de pan que como; y +además, ni me aburro en la soledad en que vegeto, ni me tientan, como a +usted, las seducciones de «allá afuera», ni conmigo ha de extinguirse mi +apellido aunque yo muera solterón... ¡Pero si me viera en el pellejo de +usted!...</p> + +<p>—Con verte y sin verte de ese modo—dije yo para mí, contemplando al +médico con ojos de malicia—, no has de tardar mucho en caer del lado a +que te inclinas, marrullero—y añadí en voz alta—: Pues supongamos, +amigo Neluco, que yo, por pensar como piensa usted, o por vocación +verdadera, o por eso que se llama razón de estado, resuelvo casarme... +para vivir aquí, por supuesto, aunque no sea perpetuamente. Natural es +que yo busque una compañera adecuada a mis condiciones... Y en este +caso, ¿me quiere usted decir, señor casamentero, con qué cara ni con qué +conciencia ofrezco yo a ninguna mujer, entre todas las que conozco, este +presidio por recompensa de la dicha que yo voy buscando en el intento de +casarme con ella?</p> + +<p>—¡Pues eso sólo le faltaba a usted!—exclamó aquí Neluco llevándose las +manos a la cabeza, como yo me las había llevado poco antes y con el +propio motivo—. Con una compañera de esa estofa no viviría usted aquí +en santa paz media semana. Mil veces peor que la enfermedad sería la +medicina.</p> + +<p>—Y siendo esto, como lo es—repuse—, ¿de qué traza ha de ser, y de +dónde, la mujer que yo busque para casarme con ella? ¿Quiere usted que +apechugue con una mozona de Tablanca?</p> + +<p>—¿Y no hay más mujeres en el mundo—dijo con entereza el mediquillo—, +que las mozonas de Tablanca y las señoras de Madrid? Procure usted, +señor don Marcelo—añadió en tono de la mayor sinceridad—, que la mujer +elegida para compartir con usted el señorío de esta casa, se considere +muy honrada y gananciosa en ello: con esto basta, y no dude que las de +esta condición abundan a nuestro alcance. El asunto no es puñalada de +pícaro: da tiempo para discurrir, para andar y para ver... y ¡qué +demonio, hombre!—exclamó de pronto con inusitada vehemencia—, puesto +que hablamos ya en serio, y para que vea que no fantaseo yo en lo que +afirmo, válgale este ejemplo que ahora se me viene a la memoria: ¿quiere +usted belleza y ternura y bondad y delicadezas de sentimiento, y cuanto +se pueda pedir, menos la cultura refinada de los salones, en una sola +pieza, en una mujer modelo, aun para un hombre como usted? Pues bien +cerca la tenemos: Lita. Conque anímese usted a pretenderla.</p> + +<p>Me quedé estupefacto. ¿Era aquello broma? ¿Era abnegación? ¿Era arranque +patriótico? Le declaré mi asombro, y me dijo:</p> + +<p>—Desde que vino usted a Tablanca, está empeñado en ver visiones a ese +propósito. Lo sé por algo que usted me ha dicho y otro poco que ha +dejado traslucir. En una ocasión le pinté la casta y los motivos del +cariño que nos tenemos los dos. Lo que entonces le dije era la pura +verdad, y la mejor prueba de ello, lo que acabo de proponerle y tanto +asombro le ha causado. Crea usted que con todo lo que le estimo y le +considero, no llevaría mi abnegación hasta el punto de brindarle con +prenda de tan alto valer, si fuera mía en el sentido que usted se había +imaginado. Esto sin contar con que, aun sin ese soñado compromiso, sabe +Dios lo que la huéspeda pensaría de estas cuentas, si nos estuviera +escuchando por el ojo de esa cerradura.</p> + +<p>Instintivamente volví los ojos hacia la puerta. Entonces soltó una +carcajada Neluco, y comprendí que no sabía yo llevar la broma con la +frescura que el caso requería.</p> + +<p>Cambió discretamente de conversación el médico; dimos poco después unas +vueltas por la salona, hablando... no recuerdo de qué trivialidades; +fuese al cabo de un corto rato, y quedéme otra vez solo; pero ¡cosa +extraña! sin inquietudes ni tristezas.</p> + + + +<h2 class="top15"><a name="XXXII" id="XXXII"></a>XXXII</h2> + + +<p>¡Vaya si me dio que pensar la ocurrencia de Neluco! Está visto que el +mayor interés de las cosas no depende de las cosas mismas, sino de sus +circunstancias y accidentes. Aquel mismo pensamiento, expresado en voz +alta por el médico, había pasado en silencio por mi mente poco antes sin +dejar en ella el menor rastro... Cierto, de toda verdad. Pero ¿de qué +había nacido el obstinado empeño que yo tuve desde que llegué a Tablanca +y conocí a la nieta de don Pedro Nolasco, en averiguar «lo que había» +entre ella y Neluco, dando por supuesto que «había algo...» y que +tijeretas han de ser? Al fin y al cabo, ¿qué me importaba a mí que lo +hubiera o no lo hubiera? Híceme estas preguntas, porque enlazando sus +motivos con el efecto que me había causado la inesperada ocurrencia del +empecatado mediquillo, cabía suponer la existencia, en que jamás había +creído, de ciertas corrientes misteriosas por lo más hondo e inexplorado +del corazón... De todas maneras, existieran o no esas corrientes, el +coincidir Neluco y yo, por impulso propio y espontáneo, en un punto tan +singular y concreto; yo esbozando la idea mentalmente, y él, como si me +la hubiera leído en el cerebro, presentándomela después con visos de +realidad, era sobrado motivo para consagrar al caso toda la atención que +yo estaba consagrándole. No se dan todos los días, en situaciones +semejantes, coincidencias de ese calibre.</p> + +<p>Ello fue que me pasé las horas muertas desmenuzando la insinuación +inesperada del médico y sometiéndola, por fragmentos impalpables, a la +fuerza de un análisis escrupuloso. Así llegué hasta la felonía de +sospechar del desinterés de Neluco, creyéndole capaz de haberme apuntado +la idea, de acuerdo con la interesada, o con su madre siquiera. Pero me +bastó un instante de reflexión para desvanecer el recelo, con vergüenza +de haber caído en él.</p> + +<p>En todas las edades de la vida tenemos los hombres algo de niños, y +siempre hay un «juguete» que nos llega cuando y por donde menos lo +pensamos, que nos sorprende y nos encanta y nos preocupa, y hasta «nos +hace buenos...» y además tontos. Dígolo porque no solamente me pasé el +resto de aquella tarde y una buena parte de la noche dando vueltas al +que me había regalado Neluco, para «ver lo que tenía dentro», sino que +al despertarme al otro día, lo primero que se me metió entre los cascos +del meollo fue la duda de si era o no la nieta del gigante de la +Castañalera tan guapa y tan donosa en realidad como el médico me la +había pintado y la había visto yo cuando me interesaba menos que +entonces; y con esta duda, el propósito firme de ir a aclararla con mis +propios ojos en cuanto me levantara... «Porque—lo que yo me decía—, no +es que me importe dos cominos, en definitiva, la aclaración; no es que +me llegue al alma por ninguna parte la persona, pero me interesa mucho +el caso. Se trata de un supuesto que pudiera realizarse el mejor día, y +es de suma necesidad verlo, pesarlo y medirlo todo minuciosamente y a +tiempo, para evitar ulteriores e irremediables desencantos.»</p> + +<p>Y como lo pensé lo hice... y aun hice más de lo pensado; porque me +esmeré en el ropaje como nunca me había esmerado allí... y hasta me di +«brillantina» en la barba.</p> + +<p>Encontré a Lituca de la misma traza que cuando la conocí y como la había +visto muchas veces mientras vivió en mi casa, de trapillo y trajinando; +con un chal de abrigo cruzado en el pecho y anudado atrás, despeinada y +con una bayeta en la mano, dale que le das para despolvorear los +muebles, y soba que soba para sacarles brillo. Se sorprendió mucho al +verme «tan temprano y tan <i>peripuesto</i> al cabo de días y días sin +dejarme ver de nadie», y temió que aquella inesperada visita fuera «para +cosa mala». ¿Estaba enfadado con ellas? ¿Me habían dado, sin querer, +motivo para estarlo? Todo esto me lo dijo en su lengua pintoresca y +armoniosa, suspendiendo su trabajo, arreglándose con la mano libre, +blanquísima y rechoncha, los desordenados cabellos que le coronaban la +frente, y sonriendo con la boca, con los ojos parlanchines y con los dos +hoyuelos de sus carrillitos sonrosados. Me vi mal para responderla en el +tono que pedía la situación; porque la referencia a lo de ir yo tan +compuesto, me ruborizó un poquillo como si me hubiera descubierto una +flaqueza indigna de un hombre corrido por el mundo. Esto del ropaje lo +expliqué con la razón del luto que estaba obligado a llevar y no me +permitía salir de casa con los holgados y alegres vestidos de costumbre. +Lo de que mi visita fuera «para cosa mala» por las señas de aquellos +hábitos ceremoniosos, necesitaba una aclaración, y se la pedí a Lituca. +Hízomela diciendo que la cosa mala en que ella había pensado de pronto, +era una despedida para lejanas tierras, por no tener ya quehaceres en +aquéllas tan tristonas para mí. ¡Pensar yo en irme entonces de +Tablanca!... Podía jurar que nunca me había visto más apegado al valle. +Pero ¿por qué mi ausencia de él era calificada por ella de cosa mala?</p> + +<p>—¡Otra, señor!—respondió a esto con la naturalidad más encantadora—. +¿Quiere que tenga por cosa buena el perder de vista a una persona como +usté?... ¡Mire que hasta le he comido el pan!</p> + +<p>Soltó aquí una risotada de las que solía, y me pidió permiso para ir a +arreglarse un poco, «porque no estaba su ver para cabayero tan +principal», llamando enseguida a su madre para que me acompañara +mientras tanto. Que viniera su madre, santo y bueno; pero que fuera ella +a vestirse y acicalarse, de ningún modo... No lo podía consentir. O +había o no había franqueza entre convecinos y hasta comparientes tan +íntimos como nosotros. Cabalmente (esto no se lo dije a ella) estaba yo +gozándome en admirar, desde que había entrado, el extraordinario relieve +que adquirían los encantos de su hechicera persona sobre el fresco, +limpio y airoso desaliño que la envolvía. A puño cerrado creía que +Neluco y yo nos habíamos quedado cortos en la manera de verla y +admirarla. Quedóse al fin, llegó su madre, y entre las dos juntas me +pusieron para pelar, por «lo olvidadas que las tenía». Alegué por excusa +de mi apartamiento ocupaciones apremiantes dentro de casa, después de un +suceso tan grave como el ocurrido en ella... Nada me valió el recurso +ante aquellos dos diablejos que todo lo metían a barato. Acudió el viejo +Marmitón a la algazara. Cesó ésta unos instantes, y los utilicé yo para +averiguar cómo andaba el gigantón desde que no nos veíamos. Andaba «tal +cual» según el interesado, y mucho mejor que eso según Mari Pepa... +«porque ¡comía el bendito, que no había con qué llenarle!».</p> + +<p>—¡Eso sí, gracias a Dios!—confirmó el aludido con su vozarrón de +siempre.</p> + +<p>Estábamos ya en la sala; sentámonos todos, y empezó a enjuiciarse la +visita. Evocáronse por las mujeres los recuerdos de los trajines pasados +en aquellos días tan tristes, y aproveché la ocasión para ponderar la +soledad en que me había quedado y lo que las echaba de menos en casa... +Y no sé a punto fijo de qué modo se fue enredando desde aquí la +conversación, porque yo me mezclaba en ella maquinalmente con la +palabra, mientras tenía los pensamientos en Lita que estaba enfrente de +mí. Pero unos pensamientos muy extraños. Una vez me la imaginé vestida +con todos los perifollos de las elegantes de Madrid, y me produjo la +visión de lo imaginado tan deplorable efecto, que di un respingo en la +silla. Me parecieron una profanación aquellos arrequives en tal cuerpo +que no había sido formado para tener por fondos los artificios +convencionales de la ciudad, sino los inmutables y grandiosos escenarios +de la Naturaleza.</p> + +<p>Por éste y otros derroteros semejantes iban mis pensamientos volando a +mi placer... hasta que me asaltó de repente el recuerdo de aquella +salvedad que había hecho Neluco por remate de la «cuenta» que estuvimos +echándonos los dos la víspera por la tarde. Podía la «huéspeda» no estar +conforme con ella si nos hubiera oído ajustarla. El diablo me lleve si +en aquel momento tenía yo resolución hecha de conducir a término plan +alguno relacionado con la aprobación de nuestros cálculos; y, sin +embargo, la duda surgida de repente en presencia de la «huéspeda» misma, +me contrarió muchísimo. No es el hombre onza de oro que a todos guste +por igual, aunque tenga muchas a buen recaudo, como yo las tenía +entonces; y podía suceder muy bien que Lituca no gustara de mí por +especiales razones... y hasta por estar prendada de Neluco sin que éste +lo supiera, pues todo cabía en el campo de los supuestos verosímiles. +Pero ¿cómo aclarar esta duda en el acto, sin descubrir el misterio de +mis intenciones? Y, sin embargo, aquello no podía quedar así; porque yo +necesitaba tener ese hilo principal en la mano para tirar de él cuando +me diera la gana, o para no tirar nunca si me convenía más. Egoísmo puro +y rebeldías insanas del amor propio contrariado; y como siempre que un +hombre, por corrido que sea, se halla en estas situaciones de ánimo, lo +primero que pierde es el sentido común, barruntando yo que iba a cometer +allí alguna majadería gorda si me dejaba dominar un poquito más del +prurito que empezaba a consumirse, di un recorte a la conversación que +seguía maquinalmente, y por terminada la visita, con la promesa formal, +¡vaya si lo era! de repetirla a menudo.</p> + +<p>Yo no sé lo que pensarían en casa del viejo Marmitón del desconcierto +que debió de notarse entre las palabras que salían de mi boca y las +ideas que me retozaban en el cerebro, ni si le notaron siquiera; pero es +un hecho que a medida que andaba hacia la casona, formando serios +propósitos de ir aclarando la duda poco a poco, extrayendo del fondo de +la cristalina fuente las pedrezuelas misteriosas con las pinzas de mi +experiencia y el tacto de mi nativa serenidad para esas cosas, me +maravillaba del desarrollo que había alcanzado aquel arrechucho mío, y +de lo cercano que me había puesto de cometer una ligereza impropia, no +ya de un hombre maduro, sino de un colegial inexperto. Pero en lo +tocante a Lituca, no enmendaba una tilde de lo convenido. Era de lo más +mono y hechicero que podía buscarse en estampa y en carácter de mujer; y +además, lista y sensible y buena, sin contar lo de hacendosa y hábil. +Gran barro, indudablemente, para formar una compañera a su gusto un Adán +como yo, en un paraíso de la catadura de Tablanca.</p> + +<p>Quiere decirse, y así es la pura verdad, que aunque pasó en breves horas +el arrechucho que me había sacado de mis ordinarios quicios, no se llevó +consigo la idea plácida que le había engendrado. Al contrario, me la +dejó en la mente, cristalizada y luminosa, irradiando sus destellos +peregrinos sobre todo cuanto me rodeaba, como el suave resplandor del +crepúsculo que aparece sobre el horizonte anunciando el espléndido sol +que viene detrás. Sería pueril, inocente, a los ojos de un mundano muy +corrido, aquél mi estado psicológico; pero lo cierto era que ya no me +creía solo ni desocupado en Tablanca, ni a oscuras, triste y en silencio +en la casona; y esto, algo más valía que la credencial de «hombre +incombustible», otorgada por otro, esclavo infeliz quizá de esa y otras +preocupaciones semejantes. Cabía temer que también pasaran estas ráfagas +consoladoras, como había pasado el huracán de antes, y yo lo temí +seriamente; pero iban corriendo los días, y lejos de pasar con ellos, +cada vez se dejaban sentir más halagüeñas y me traían nuevas fragancias.</p> + +<p>Repetí las visitas a la familia de don Pedro Nolasco, porque así se lo +había prometido en la primera de las de aquella serie; y algo debieron +publicar de mi secreto mis ojos, o el timbre de mi voz o los átomos del +aire, pues sin haberse deslizado mi lengua un punto más allá de la raya +que la había puesto por límite, ya no era yo para Lituca lo que había +sido hasta entonces. Se le acobardaban los ojos enfrente de los míos, +era mucho más comedida en sus regocijadas expansiones, y le daban qué +hacer los frunces de su delantal cuando hablábamos solos, tanto como las +ideas y las palabras que empleábamos en la conversación. Estos síntomas, +que se fueron acentuando al andar de mis insinuaciones puramente +mímicas, llegaron a darme por aclarada la duda que tanto me había +carcomido, sin haber aventurado yo una sola palabra en el empeño: es +decir, que se me había ido a la mano el hilo que yo deseaba tener en +ella, solo, por su propia virtud, si no era por la fuerza de la +misteriosa corriente, en la que no podía menos de creer ya. En suma: +que, o me engañaba mucho mi bien acreditada experiencia en esos lances, +o podía tirar del hilo a mi antojo cuando me diera la gana.</p> + +<p>Estaba, pues, en las mejores condiciones imaginables para hacer un alto +en mi empresa y examinar el terreno tranquilamente y a mi gusto. Sobre +si este modo de pensar era más o menos honrado y decente, no me puse a +discurrir, la verdad sea dicha. Convenía la parada a mis propósitos, y +la hice.</p> + +<p>No por eso dejé de frecuentar la casa del octogenario de la Castañalera: +al contrario, y hasta comí con la familia dos veces en aquella +temporada; sólo que procuraba a menudo llevar a Lita al terreno y al +estilo de nuestras primeras intimidades, economizando mucho las +insinuaciones de otra casta, y usándolas únicamente para conservar +«arrimados los fuegos».</p> + +<p>¡Y con qué docilidad tan hechicera acudía la inocente a mis llamadas! +Tampoco este procedimiento se pasaba de noble; pero me era muy +conveniente y con ello apaciguaba ciertos síntomas de rebelión que me +intranquilizaban la conciencia.</p> + +<p>No era menos comunicativo que con la familia de Marmitón, con don Sabas, +con Neluco, con los sirvientes de mi casa, con mis tertulianos de +costumbre y con el pueblo de punta a cabo; pero con nadie lo fui tanto +como con Neluco. Me perecía por conversar con él; y como en estas +intimidades se me deslizaban en la lengua algunos destellos de la luz en +que se bañaban mis ideas en su escondrijo, el muy lagarto se sonreía a +la callada, y con bien escaso esfuerzo de ingenio iba descubriéndome +todo lo que yo no quería declarar. Por fortuna, era infinitamente más +discreto que yo en aquellas circunstancias, y todo quedaba reducido a +que cambiaran de madriguera los secretos que iban escapándose de la mía.</p> + +<p>Volví a las andadas por montes y barrancos, y hasta me parecían llanos y +placenteros caminos y sendas por los cuales no andaba yo antes sino +echando los pulmones por la boca. También me acompañaban entonces Chisco +y Pito Salces; pero más respetuosos y hasta más serviciales, aunque +parezca esto mentira, que la otra vez, cuando yo no era amo y señor de +la casona, ni había tenido ocasión de mostrar ciertas larguezas que +Chisco no olvidaba un punto por lo que a él le tocaba, ni Pito Salces +por lo que atañía a la mozona de sus pensamientos. Prestándome gustoso a +todo lo que Neluco me había recomendado y continuaba recomendándome para +entretener las horas sobrantes del día y de la noche, visité una por una +mis haciendas, mis prados, mis heredades, mis castañeras y robledales, +mis casas, mis aparcerías de ganados; estudié con verdadero afán de +penetrarle hasta el fondo, el organismo, como decía Neluco, «de los +tratos y contratos de mi tío y sus aparceros y colonos», donde estaba la +enjundia del gran espíritu de este hombre benemérito que, sin políticas +bullangueras y perturbadoras, había logrado resolver prácticamente, y +por la sola virtud de los impulsos de su corazón generoso y +profundamente cristiano, un problema social que dan por insoluble los +«pensadores» de los grandes centros civilizados, y tiene en perpetua +hostilidad a los pobres y a los ricos. Con el estudio de estos hermosos +detalles, acabé de comprender lo que no comprendí a la simple lectura de +la «Memoria», en cuyo intencionado laconismo, por lo tocante a la obra +benéfica del patriarca, vi entonces otro rasgo de su exquisita +delicadeza en sus relaciones conmigo. Este estudio, aunque somero, me +ocupó días y días; me dio mucho y muy grato qué hacer y qué pensar, y +nuevas y muy hondas raíces de adherencia a aquel pobre terruño que por +instantes iba cambiando de aspecto ante mis ojos.</p> + +<p>También le llegó su vez al huerto de la casona, como me había aconsejado +Neluco y lo hubiera hecho yo sin su consejo por espontáneo impulso de +las inclinaciones que iban apoderándose de mí, de día en día, de hora en +hora. Se cavó, se removió toda su tierra; se pusieron en buen orden las +plantas enfermizas que encerraba, y se trazó un regular pedazo de +jardín, que se plantaría debidamente cuando fuera tiempo de ello, lo +mismo que los cuadros destinados a frutales y hortalizas. Y era verdad +que no tenía pareja el olor de la tierra bien enjuta, removida a la luz +y al calorcillo vivificante del espléndido sol de febrero. Jamás lo +había notado hasta entonces... Cierto que tampoco me había puesto yo en +ocasión de notarlo.</p> + +<p>Después de aquellas labores del huerto, como el tiempo seguía risueño y +primaveral, emprendí otras más rudas, entre ellas la de suavizar en lo +posible la cambera del pedregal, única vía de comunicación que tenía la +casona con el pueblo. No quedó el camino a mi gusto, pero sí muy +mejorado. Y no acometí enseguida las reformas que había ido proyectando +en el viejo caserón de los Ruiz de Bejos, porque éstas eran palabras +mayores, como decía el Cura, y me faltaban los elementos necesarios para +acometerlas. Pero se acometerían tan pronto como me fuese posible, y sin +miedo de que, entre tanto, se me adormecieran los propósitos, porque +cabalmente eran aquellas obras uno de los renglones más importantes del +plan de vida nueva que yo me había trazado y estaba trazándome +continuamente.</p> + +<p>El Cura se pasmaba de aquellos mis afanes, y más con la mirada y con el +gesto que con palabras, me daba a entender lo satisfecho que estaba de +mí; Neluco no me perdía de vista un momento, y parecía entusiasmado con +los nuevos fervores míos, los cuales estimulaba con tentaciones de otras +golosinas, que al fin me hacía tragar con su diabólica estrategia. En +casa de Marmitón ponían en las nubes el milagro, y sólo en boca de +Lituca eran comedidas las alabanzas y se refrenaban los plácemes, aunque +bien los voceaban los ojos, como si la fuerza de una ley oculta +impusiera aquella limitación a los impulsos de su alma; por el pueblo +«se corrían» ya las noticias más estupendas a propósito de esta +resurrección mía, y me colgaban, con lo cierto, planes y calendarios que +jamás me habían cruzado por las mientes; teníanme, no ya por el +continuador, sino por el reformador omnipotente de la obra tradicional +de los Ruiz de Bejos, por un don Celso refundido y hasta mejorado, no +solamente «en estampa y ropajes», sino también «en posibles y en magín»; +por la noche iban a la casona los tertulianos con las ideas empapadas en +estas fantasías, y me veía negro para rebajar muchas partidas de la +cuenta galana y poner las cosas en su punto... En fin, que dentro de mí +y en derredor mío era plácido y risueño todo lo que poco antes había +sido triste y aflictivo y tenebroso. Hasta la misma Facia era muy otra +de lo que fue: comenzaba a nutrirse y a sonreír, y dormía sin +sobresaltos... Sólo Pito Salces andaba amurriadón y caviloso, y yo no +podía consentirlo, por lo mismo que me creía capaz de remediarlo.</p> + +<p>—¿Por qué no echas «eso» a un lado de una vez?—le dije un día.</p> + +<p>—Como no está en mí la para...—me respondió mirándose las uñas de una +mano—. ¡Qué más quisiera yo, puches!</p> + +<p>Le prometí mi ayuda en sus congojas, y casi bailó de gusto. Después +llamé a Tona a mi gabinete y la hablé del caso. Se puso coloradona como +un tomate maduro, y al fin llegó a declararme, en medias palabras y +entre oscilaciones de sus caderas y manoseos del delantal, que «por su +parte no diría propiamente que no... cuando juere ocasión de eyu... si +su madre...». Llamé a Facia enseguida, vino, y sometí el negocio a su +consideración. Mostróse enterada de él por ciertas señales que nunca +mienten, y me dijo que «por su parte... cuando juere ocasión de eyu... +si a mí no me paecía mal...». Cabalmente me parecía todo lo contrario; y +con esto, y con convenir los tres en que la ocasión de «eyu» podía ser, +y sería, después de pasar el rigor de los lutos que llevaban por mi tío, +se dio el asunto por terminado como yo deseaba y Pito Salces también. +Llaméle a poco rato; le enteré de lo convenido con Tona y su madre; hizo +dos zapatetas y se dio dos puñadas en los carrillos; le encarecí la +obligación en que estaba de ser más prudente que nunca en lo tocante a +su noviazgo, si quería que no se le cerraran las puertas de la casa y le +regalara yo en su día el ajuar de la suya; y se fue dando zancadas, +riéndose solo y tapándose la boca con las manos en señal de acatamiento +a mis recomendaciones, después de pedirme permiso, que le di, para +recabar de Tona y de su madre la confirmación verbal de lo acordado +conmigo... y para «entrar en la casa» todas las noches, y «si a mano +venía», para hablar con la mozona alguna que otra vez con los debidos +respetos. Acometido ya de la fiebre casamentera, detuve a Chisco al +topar con él en el carrejo de la cocina. Pero le vi tan igual a sí +mismo, con tales destellos en la cara del bienestar de sus adentros... y +estaba yo tan hecho a él y me hacía tanta falta en la casona, que no me +atreví a tentarle la paciencia, y le despedí con un pretexto mal urdido.</p> + +<p>Corriendo así los días, esmaltáronse de flores y reverdecieron los +campos; calentó más el sol; templóse y se embalsamó el ambiente; +desperezóse, al fin, la Naturaleza como si despertara de un largo y +profundo sueño, y se dispuso a aderezarse, con el esmero de una dama +pulcra y muy pagada de su belleza, empezando por las nimiedades del +tocador para concluir por lo más espléndido y ostentoso de su ropero; y +me pareció llegada la ocasión de realizar un propósito que había formado +y madurado últimamente con serias y muy detenidas reflexiones. Se +trataba de mi vuelta a Madrid «por algún tiempo». Este viaje le +conceptuaba yo de suma necesidad, no tanto por lo que tocaba a mis +asuntos particulares, bastante descuidados desde que me hallaba en +Tablanca, cuanto por ver el efecto que me hacía, contemplado desde +lejos, el cuadro de mis nuevas ilusiones; estimar con exactitud la +resistencia que quedaba a los vínculos que aún me unían a la vida +pasada, y compararla con la de los que iban amarrándome a la nueva. +Conceptuaba yo esta prueba de gran importancia para los fines +«ulteriores» y «posibles» de mis cálculos, sin el menor recelo ya de que +los vanos fantasmas de otras veces me infundieran la tentación de no +volver, tan pronto como perdiera de vista a la casona.</p> + +<p>Declaré un día el propósito a Neluco. Le pareció muy bien, y hasta me +aseguró que si no se me hubiera ocurrido a mí, me lo habría aconsejado +él. «Habían cambiado mucho las cosas desde que habíamos ajustado los +dos, en aquel mismo sitio, cierta cuenta...» Y el muy tuno, sonriéndose, +me dio un golpecito muy suave con el puño de su cachiporro. Después le +confirmé mis ya declarados intentos de emprender en el próximo verano +las convenidas reformas en el interior de la casa, y le encargué del +acopio de las primeras materias y de buscarme obreros competentes para +ello... Yo enviaría de Madrid, y aun traería conmigo «cuando volviera», +lo que no podía hallarse en Tablanca ni en sus inmediaciones, para dar +la última mano a una labor que tanto me interesaba. A todo se prestó con +alma y vida el excelente amigo... y hasta se me figura que pensó que +aquellas recomendaciones no se las hacía yo tanto por apego a la obra, +como por exhibirle pruebas irrecusables de mis intenciones de volver +pronto. Y quizá pensara bien. Llegó el Cura en esto, dile cuenta de lo +tratado, y le gustó mucho lo de mejorar la casa; pero no tanto lo de mi +viaje a Madrid... «Ahora, si convenía para bien de todos, como yo le +aseguraba, fuera eyu por el amor de Dios.»</p> + +<p>¿Y Lituca? ¿Qué diría de mi marcha cuando tuviera noticia de ella? Y al +dársela yo y al despedirme, ¿dejaría las cosas como estaban? ¿Levantaría +un poquito más la punta del velo, o no la levantaría? Pensé mucho sobre +éstas, al parecer, pequeñeces, que eran, sin embargo, piezas muy +considerables del cimiento en que se apoyaba la armazón de mis +hipótesis; y al fin tuve que resolverme por la afirmativa, aunque en su +grado mínimo, cuando vi los esfuerzos que costó a la pobre disimular a +medias el deplorable efecto que le causó la noticia. Pero así y todo, o +quizás por lo mismo, en aquella visita no se rió una sola vez con las +veras de antes; ya al despedirme yo «hasta la vuelta» con un apretón de +manos muy elocuente, tuvo que darme con los ojos acobardados la +respuesta que le faltó en sus palabras descosidas. En cambio, Mari Pepa, +a quien me costó mucho trabajo convencer de que mi marcha no era «la del +humo», como ella la había calificado de pronto, habló y jaraneó y se +despidió por todos los de su casa, incluso el octogenario, que no había +dicho diez palabras, y ésas monosílabas y como otros tantos estampidos. +Los tres bajaron conmigo hasta la corralada, desde cuya puerta les di el +último adiós, con los ojos y el pensamiento fijos en Lituca, cuya +expresión de pena bien sentida le agradecí en el alma.</p> + +<p>Dos días después me despedía en Reinosa del Cura y de Neluco que me +habían acompañado hasta allí, y de Chisco que había ido tirando del +rocín que conducía mis equipajes; me acomodaba en los blandos +almohadones de un coche del ferrocarril, y comenzaba a rodar hacia las +llanuras de Castilla, con la vista errabunda por los horizontes, aún no +abiertos a mi placer, y la cabeza atiborrada de pensamientos +insubordinados e indefinibles.</p> + + + +<h2 class="top15"><a name="XXXIII" id="XXXIII"></a>XXXIII</h2> + + +<p>No puedo negar que me encontré muy a gusto en mi casita de la calle de +Arenal, tan bien «vestida», tan elegante, con todas las cosas tan a la +mano y tan a la medida de mis necesidades. No me veía harto de pisar el +suelo alfombrado, de arrellanarme en los blandos sillones, de +contemplarme en los espejos de los armarios, de recrear la vista en los +cuadros de las paredes y en los bronces y porcelanas que coronaban los +muebles de fantasía o guardaban las artísticas vidrieras, ni de tender +mis huesos en la mullida y voluptuosa cama a esperar el sueño, que no +tardaba en llegar, como un aleteo suavísimo de geniecillos bienhechores. +¡Qué poco se parecía todo aquello a la casona de Tablanca, tan grande, +tan vieja, tan desnuda... y tan fría!</p> + +<p>También me hallé muy complacido entre el grupo, no muy numeroso, de mis +íntimas amistades, lo mismo cuando departíamos sobre lo ocurrido en el +escenario de nuestro mundo desde que yo faltaba de él, que cuando +servían de motivo a sus bromas la «pátina montaraz» de que veían +empañada toda mi persona, o las nuevas aficiones a las cuales me +mostraba inclinado, aunque cuidando mucho de no descubrir el oculto +resorte del aparente milagro.</p> + +<p>Lo que no me gustaba tanto eran las muchedumbres y el ruido y la línea +recta informándolo todo, en el suelo de la calle, en los muros paralelos +y compactos de las casas enfiladas, en la piedra y en el hierro de las +jaulas del vecindario, avezada como tenía la vista a las curvas +ondulantes y graciosas de la Naturaleza, al ordenado desorden de sus +obras colosales y a la sobriedad jugosa y dulce de sus tonos severos. +Echaban de menos mis pulmones el aire rico y puro de la montaña, cuando +se henchían del espeso y mal oliente de los grandes centros recreativos +atestados de luces y de gentes; y andaba con la cabeza muy alta aun por +los sitios más espaciosos, por la costumbre de buscar la luz por encima +de los montes; antojábanseme las calles hormigueros y no viendo en ellas +más que las obras y los fines de la ambición humana, cuando elevaba mi +vista más allá de los aleros que asombraban la rendija de la calle, no +descubría siempre la imagen de Dios, o la veía menos grande que la que +me reflejaban forzosamente los gigantescos picachos de Tablanca en +cuanto clavaba mis ojos en ellos. Yo hubiera querido en tales casos una +componenda entre los dos extremos, algo por el estilo de lo que sentía +Gedeón cuando se lamentaba de que no estuvieran las ciudades construidas +en el campo; pero no siendo posible la realización de mis deseos, no muy +apremiantes, me habría acomodado tan guapamente a estas y aquellas +relativas contrariedades, entre las cuales había nacido y vivido y hasta +engordado, sin la menor sospecha de que pudiera haber cosa mejor +dispuesta y ordenada para el regalo y bienestar de una persona de buen +gusto, en parte alguna del mundo conocido.</p> + +<p>Lo de las muchedumbres, que comenzó por desagradarme un poco, ya llegó a +ser harina de otro costal. No hay como las picaduras del amor propio o +las insinuaciones del egoísmo para sacar de su paso a los hombres más +parsimoniosos. Cada vez que salía de casa o asistía a un espectáculo, +siempre, en fin, que me veía envuelto en los oleajes del mar de +transeúntes o de espectadores, me acordaba del dicho de Neluco y me +preguntaba a mí propio: ¿quién soy yo, qué represento, qué papel hago, +qué pito toco en medio de estas masas de gente? ¿Para qué demonios +sirven en el mundo los hombres que, como yo, se han pasado la vida como +las bestias libres, sin otra ocupación que la de regalarse el cuerpo? +¿Quién los conoce, quién los estima, quién llorará mañana su muerte ni +notará su falta en el montón, ni será capaz de descubrir la huella de su +paso por la tierra? ¿Y para eso, para vivir y acabar como las bestias, +soy hombre y libre y mozo y rico? ¿No serían una mala vergüenza una vida +y una muerte así? Y me iba con el pensamiento a las agrestes soledades +de Tablanca, donde no existía un desocupado, ni un egoísta, ni un +descreído, y había visto yo morir a mi tío abrazado a la cruz entre las +bendiciones y las lágrimas de todo el pueblo. Esto sería triste y +«obscuro» ante la consideración de un elegante despreocupado; pero era +luminoso y grande a los ojos del buen sentido y de la conciencia sana. +Quedábame algunas veces, sin embargo, la duda de si estas reflexiones +eran legítima y directamente nacidas de la observación serena y +desinteresada, o venían impuestas por la idea de mi adquirido +compromiso, ineludible ya; pero la verdad es que aquellas dudas se +desvanecían fácilmente, y que cada día que pasaba me era menos agradable +el desairado papel de comparsa anónimo que había hecho yo en el montón +decorativo de esa incesante farsa de la vida.</p> + +<p>Contribuía mucho a sostener el calor de estos sentimientos, mi frecuente +y animada correspondencia con Neluco, el cual no era menos expresivo, +discreto e intencionado con la pluma que con la palabra; y digo lo de +intencionado, porque nunca le faltaba un pretexto en las cartas para +dedicar el mejor párrafo de ellas a Lita, de manera que me enterara yo +de lo que me «añoraba» la hija de Mari Pepa, sin que pareciese noticia +de ello lo que me decía. Yo seguía un procedimiento semejante para que +se enterara ella de que no la echaba en olvido un solo momento; y así +fomentaba y tenía en incesante cultivo este delicado fruto de mi +transcendental evolución, dentro de los límites que yo me había trazado +para eso.</p> + +<p>Me daba minuciosa cuenta del estado de las cosas de allá que podían +interesarme; me consultaba dudas o me apuntaba ideas sobre los encargos +que le tenía hechos, o me esbozaba otros planes que siempre me parecían +bien. Así me defendía de las malas tentaciones con que me asediaban los +diablejos de mi vida pasada, en cuyas garras había vuelto a caer. Entre +tanto, ordenaba y disponía mis caudales de modo que los tuviera siempre +a la mano por alejado que me viera de ellos; y por último, me atreví con +lo que más me dolía y a lo cual llamaba yo «quemar mis naves»: «deshice» +mi casa. Quería destruir el nido para no tener tanto apego al árbol. +Empaqueté lo más, vendí muy poco y regalé algo de ello a mis amigos. +Envié lo empaquetado a la Montaña, y me instalé en una fonda.</p> + +<p>Entonces fue cuando me puse a mirar, con verdadera y reposada atención, +el consabido cuadro «desde lejos». Como «obra de arte», me parecía +bellísimo; como realidad, no tanto; pero había que tener en cuenta la +luz y los «adherentes» que me deslumbraban algo en mi observatorio, y la +incesante y maléfica labor de los diablejos empeñados en que yo no +saliera de Madrid y volviera a las andadas. Ello fue que, sin meterme en +grandes filosofías, salí triunfante de la prueba con poquísimo esfuerzo +de mi voluntad. Verdad es también que, por buenas o por malas, yo, +decentemente, necesitaba triunfar en aquel empeño.</p> + +<p>A todo esto, me carteaba mucho con mi hermana; y al darle la noticia de +la muerte de nuestro tío y de sus disposiciones testamentarias, no la +había omitido lo de mis propósitos de continuar su obra en el valle. +Como la carta fue escrita en aquellos días de mis entusiasmos bucólicos, +la hablé largamente de mis proyectos de vivir allí y de reformar la +casona para hacerla más llamativa y pegajosa... en fin, de todo menos de +lo principal: quiero decir, de la «santa» a quien se debían los milagros +de mi conversión. El caso es que mi hermana alabó mucho mis +resoluciones, y hasta me prometió hacer un viaje a España con todos sus +hijos, ya que a su marido no le podía arrancar de sus ingenios y +cafetales ni con agua hirviendo, sólo con el fin de vivir conmigo una +buena temporada en la casona tan pronto como yo la dijera que ya se +hallaba habitable. Así como así, estaba ya harta de «moliendas», +«trapiches» y «bagazos»... y hasta del sol ultramarino que la derretía, +y deseaba cambiar de aires y de panoramas... y de repostero. Después me +atreví a apuntarle la idea de sujetarme al terruño con los lazos del +matrimonio, y la conveniencia, a mi juicio, de elegir por compañera una +mujer como la que le pintaba por ejemplo, copiando las condiciones de +Lituca. De perlas le pareció también todo esto. «A ello y cuanto antes», +me decía por conclusión de una carta recibida por mí precisamente el día +en que entregaba la llave de mi casa a su propietario para establecerme +en la fonda.</p> + +<p>Recuerdo muy bien estos particulares, porque no contribuyeron poco a +sostener mi firmeza en aquellos días críticos en que tan de temer eran +las vacilaciones.</p> + +<p>Con los apuntes que había llevado yo a Madrid y otros que fue enviando +Neluco cuando se le pidieron, un arquitecto amigo mío y persona de buen +gusto, hizo un plan de reformas interiores de la casona de Tablanca, muy +adecuado al carácter y antigüedad del edificio: cosa seria y cómoda en +lo posible. Donde se nos corrió un poco la mano fue en mi gabinete. «Por +lo que pueda ocurrir», le había dicho yo al arquitecto. Entendióme la +intención, y se despachó a su gusto, y al mío también.</p> + +<p>Con estos planos y pormenores a la vista, encargué a Neluco lo que debía +adquirirse por allá para lo fundamental de las obras; adquirí yo en +Madrid lo puramente accesorio y decorativo que me faltaba, y a la +Montaña con ello enseguida. Vamos, que andaba yo con estas cosas como +niño con zapatos nuevos.</p> + +<p>En mayo empezó Neluco las obras, y a fin de junio, cuando ya estaban +terminadas las principales y más engorrosas y se desbandaban hacia el +Norte las gentes adineradas de Madrid, salí yo para la Montaña con una +impedimenta que metía miedo. Esta vez no me quedé en Reinosa para tomar +el camino del Puerto, sino mucho más abajo, para seguir por lo llano +hasta la desembocadura del Nansa, y a continuar después aguas arriba. +Este camino, aunque más largo, era menos incómodo para mí, y casi +indispensable para la conducción de la impedimenta que iba detrás.</p> + +<p>Cuando llegué a Tablanca, me encontré a sus habitantes asombrados de lo +que estaban viendo en la casona. Aquel traqueteo de herramientas y +bullir de obreros y acopiar de materiales, no se había soñado jamás en +aquel pueblo, donde no se labró una casa ni acometió una obra que pasara +de levantar un «jastial», o reponer unos cabrios, o enderezar una +cumbre, en cuanto alcanzaba la memoria de los más viejos. Asustábales, +principalmente, el dineral que costaría todo aquello, y después el temor +de que «por el visual que iba tomando la casona por adentro», se les +cerraran la puerta y la cocina, teniéndolos en poco para darles entrada +libre como antes. Me costó Dios y ayuda convencerles de lo contrario, +aun haciéndoles ver por sus propios ojos, como ya se lo había hecho ver +Neluco más de dos veces sin fruto alguno, que no se tocaba la cocina ni +para profanarla con un blanqueo, y que sólo alcanzaban las reformas a +las piezas principales y a la escalera. Pero más que estas +demostraciones sobre el terreno, les convenció la parrafada que les +largué, casi un sermón entero, sobre lo que había sido, era y sería, +mientras yo viviera, aquel noble solar para los tablanqueses; la +importancia que daba y daría siempre a sus tertulias, y lo resuelto que +estaba a que las cosas siguieran allí como en vida de mi tío... +Convenciéronse al fin, pero no sin quedar yo convencido también de la +razón con que decía, sin que se lo creyéramos los que le oíamos, cierto +amigo mío, muy apasionado de la milicia, que debe ponerse mucho tiento +en lo de reformar «instituciones» viejas, aunque sea con el fin de +mejorarlas, porque, a veces, dos botones de más o de menos en el +uniforme tradicional, pueden influir hasta en el desprestigio o en la +indisciplina del regimiento que le usa.</p> + +<p>Como esto fue lo primero que me impresionó al llegar a Tablanca, lo +primero sale a relucir en esta cadena de recuerdos de aquellos días y +sucesos; pues al dar la preferencia a la memoria de los más gratos, por +otro eslabón bien diferente hubiera comenzado. Dígolo por la impresión +inenarrable que me causó Lituca, a quien había dejado algo triste y muy +arrebujada en los pesados ropajes de invierno, y encontrada risueña como +una aurora de abril, y rebosando de juventud y frescura en sus hábitos +veraniegos, sencillos hasta la pobreza, pero limpios y alegres como el +plumaje de las tórtolas que la arrullaban desde su huerto florido. +Después, los fondos del escenario en que descollaba tan gentil figura: +antes desnudos, fríos, yertos, encharcados en agua o amortajados en +nieve; ahora la Naturaleza riente y vestida con la pompa de sus mejores +galas; los prados verdes y lozanos, los montes frondosos y habladores +con el rumor de las brisas jugueteando en su follaje y esparciendo por +todo el valle la fragancia más exquisita. Me costó muchísimo trabajo +contener en mi lengua las oleadas que subían de mi corazón cuando me vi +por primera vez enfrente de aquella criatura que cada día se me revelaba +con nuevos atractivos, y noté que leyéndome ella esta lucha en la +expresión de mis ojos o en el acento de mi voz, tampoco acertaba a +pintar con el colorido que la imponían «las circunstancias», el placer +con que volvía a verme. Entre tanto, su madre, su abuelo, Neluco, don +Sabas, Chisco, toda mi servidumbre, la hermana y el cuñado de Neluco, a +quienes había saludado a mi paso por Robacío; el vecindario entero de +Tablanca, todos parecían regocijarse hasta el entusiasmo con mi vuelta y +con mis planes y propósitos. Esto me halagaba mucho y hasta llegaba a +entusiasmarme, y a todo ello daba abrigo y refugio, con la imagen de +Lituca, en el fondo de mi corazón, empezando a dudar ya muy seriamente +si procedía de ésta sola aquella nueva luz que me embellecía todo cuanto +me circundaba, o había real y positivamente en ello algo capaz, por +virtud propia, de hacer el milagro de mi rápida conversión a otra vida +que poco antes me parecía insoportable. Porque lo cierto es que yo había +llegado a Tablanca por primera vez en el rigor del invierno y en las +peores condiciones que pueden imaginarse para la aclimatación en aquel +«medio», de un hombre de mis antecedentes; y vistas a la luz del sol +estival, tenían aquellas mismas cosas aspecto muy distinto. El valle, +vestido de verano, era hasta hermoso; la gente, animada y alegre; los +panoramas, mucho más interesantes por la abundancia de luz y limpieza de +los horizontes; la temperatura, hasta calurosa en los sitios bajos; las +fiestas y romerías, abundantes... y la más solemne y original de las +primeras, una que me había ponderado mi tío mucho, aunque no todo lo que +verdaderamente merece: la del reparto de la yerba del Prao-concejo en +agosto, que dura ocho días seguidos; la verdadera fiesta del trabajo.</p> + +<p>Todo el pueblo concurre a aquella vasta y empingorotada pradera, vestido +de gala, para la designación de «partidores», bajo la presidencia del +«regidor» competente; y es de ver cómo aquellos «funcionarios», después +de decirles el regidor, descubriéndose la cabeza: «Hablen los +partidores», con una varita en la mano y sin saber una jota de geometría +ni de problemas de triangulación, van demarcando con equidad admirable +las «hazas» o suertes correspondientes a todo el vecindario; cómo se +sortean las hazas por grupos de cierto número de vecinos; cómo suben +antes de amanecer los designados para el día, y siegan la yerba y la +orean y la bajan al pueblo en el día mismo, en «basnas» (especie de +narrias), conteniéndolas en su descenso por el declive rápido del monte, +una pareja de bueyes enganchada detrás de cada basna, y cómo se continúa +esta patriarcal faena durante una semana, sin una sola protesta, por no +haber un solo perjudicado en la repartición, y cómo se colman los +parajes de Tablanca de aquel heno finísimo, sustancioso y fragante, que +es una verdadera riqueza para el valle, cuyos hermosos ganados tienen +bien merecida fama de ser los mejores de la provincia.</p> + +<p>Después de esta bulliciosa solemnidad, que removió al vecindario entero +y le dejó rendido por la doble fatiga de los jolgorios y del trabajo, +dispuse yo el casamiento de Tona con Pito Salces. No se podía ya con +aquel bárbaro, que no cesaba de rogarme, con la cabeza gacha, los ojos +cerrados y sobándose las manos, que acabara de dar licencia a la mozona +para «echar <i>aqueyu</i> a un lau, cuanti más antes».</p> + +<p>Enseguida abordé a Chisco, le conté el caso y le dije:</p> + +<p>—Y tú ¿te resuelves o no te resuelves a lo mismo?</p> + +<p>A lo que el mozallón me respondió primero con una sonrisilla algo +truhanesca, y después con estas palabras, dichas con el mayor sosiego:</p> + +<p>—Pues me he risueltu... a que no.</p> + +<p>—¿Después de pensarlo bien?—le pregunté.</p> + +<p>—¡Vaya!—me contestó echando un poco atrás la cabeza y metiendo las +puntas de sus manos en los bolsillos del pantalón. Y luego añadió en su +estilo dulce y reposado—: Cuando juí probe, me cerraban las puertas los +mesmus que me las abren ahora en «parracil», porque ya soy hombri de +caudalis; y esu de que a unu se le estimi por lo que tien y no por lo +que él vali de por sí mesmu... ¡jorria! a otru con la tostá, que yo ya +soy zorru vieju; y como mayormenti a mí no me apuran tampocu esas +cosas... con tal de que a usté no le estorbi yo en la casona con el mi +trabaju, pa largu tien sirvienti placenteru.</p> + +<p>Congratuléme de ello muchísimo, por la cuenta que me tenía conservar un +criado de las raras prendas de aquél... y precisamente al otro día de +este suceso fue cuando yo «la hice» redonda.</p> + +<p>Hallábame con Neluco en el gabinete, cuyas obras principales estaban ya +terminadas, y nos ocupábamos los dos en desembalar cosas de las muchas +que había traído yo de Madrid para decorarle, mientras se oía el +machaqueo y los cánticos a la sordina de los obreros en las piezas +inmediatas, hasta la escalera inclusive, cuando se me puso delante toda +la familia de don Pedro Nolasco, que, con el atractivo de las obras, +subía con frecuencia a la casona, aunque no tanto como el médico y el +Cura, que no faltaban de ella un solo día. Estaba la tarde calurosa, y +Lituca estrenaba un vestido de percal blanco con rayas azules; con el +cual, unos zapatines escotados, un capullo de rosa en el pelo junto a la +oreja, y una penquita de brezo florido en la boca, resultaba +verdaderamente hechicera. Encima de las cajas a medio abrir; sobre la +meseta de mármol de la chimenea, construida frente a la puerta; en el +zócalo de la artística embocadura con que se había sustituido el tabique +divisorio de la alcoba, y arrimadas a los ángulos de la habitación, +había piezas desarrolladas de rico papel imitando tapicería, y relucían +adornos de metal y baquetones dorados... ¡María Santísima, las +exclamaciones que hizo Mari Pepa al verlo, pensando que aquello valía +una riqueza, sin contar lo mucho que le gustaba!</p> + +<p>—¡Ay, mi señor don Marcelo, qué a oscuras ha vivido una en estos +andurriales, sin saber pizca de las pompas con que se regalan en el +mundo las gentes poderosas! ¡Mire que tienen demontres estas hermosuras +tan relumbrantes que nunca se soñaron aquí! ¿Qué te paez, hija mía? +Padre, ¿qué le paez? ¡Mire que campa de veras!... ¡Vaya, vaya! Y ello, +¿pa qué es, don Marcelo? ¿Onde se ponen esas cosas tan majas? A ver, a +ver si nos entera, que es bueno saber de todo.</p> + +<p>Sonreía Lituca sin decir una palabra; mirábalo en silencio y pasmadote +su abuelo; reíase de todas veras Neluco, y yo, haciéndome suma gracia +aquellas espontaneidades de Mari Pepa, satisfacía muy gustoso sus deseos +explicándola el destino de cada cosa y el de otras muchas que no estaban +a la vista, poniendo especial empeño en describir el gabinete, para que +lo entendiera bien Lituca, tal y como habría de ser después de +concluido. Y ya, puesto a describir, tras esta descripción hice la de +todas las piezas reformadas, para que se tuviera una idea de la +entonación general de la casa, mejora sencilla y no costosa, con +relación a mi modo de ver y de vivir hasta allí, pero motivo de asombro +y de estupefacción para Mari Pepa, que acabó por decirme encarándose +conmigo:</p> + +<p>—Pues no seré yo, señor don Marcelo, quien tache a los pudientes porque +gasten su dinero en buscarse el regalo de la vida sin olvidarse al mismo +tiempo de los pobres, como lo hace usté; pero tampoco de las que se +traguen la tostá sin conocerla por el gusto... ¡Vaya, vaya!... Aquí hay +más mira de lo que paez al primer golpe... porque todos estos +perendengues y otros tales, antójanseme demasiado para un hombre solo... +Y quiera Dios que yo acierte y que para bien sea y cuanto antes, señor +don Marcelo... Pues también le digo que por alto que ella levante el +copete, bien la ha de caber aquí... Vaya, vaya, que una reina puede +vivir en tal palacio... ¡Jesús, Señor!... Conque mejor hoy que mañana, +don Marcelo, que así como así, no está sobrante de gentonas de viso este +pobre lugarón... ¡Pero qué tochadonas me atrevo a decirle a usté, Virgen +la mi Madre!... ¿No verdá, don Marcelo, que sabrá perdonármelas?</p> + +<p>La inesperada ocurrencia de aquella mujer, delante de Lituca en quien +tenía yo puestos los ojos y el pensamiento sin cesar, me desconcertó en +tales términos, que no supe responderla más que con una risotada +maquinal; y me hizo tan extraña impresión en los profundos del alma, que +tomé la coincidencia como la voz de mi destino que me decía «ahora o +nunca». Obcecado en la idea y sintiéndola crecer y avasallarme por +momentos al ver lo que vi de pronto en la actitud violenta y en la cara +indefinible de Lituca, me aproximé al médico lo más disimuladamente que +pude, y le pedí que, por caridad de Dios, me sacara de allí a don Pedro +Nolasco y a su hija, mientras decía yo dos palabras a la nieta. +Acerquéme a ésta enseguida con la disculpa de enseñarla no sé qué +chucherías que asomaban entre los papeles colorados de una caja a medio +abrir; llevóse Neluco a los demás hacia el crucero, y la dije en cuanto +nos vimos solos:</p> + +<p>—Su madre de usted está en lo cierto, por lo que toca al destino de +estas obras: no se hacen para mí solo; pero se equivoca en lo principal: +en lo que presume de la reina con quien deseo compartir este humilde +alcázar de mi señorío. No la preguntó a usted si desea conocerla, +porque, aunque no lo desee, es de gran necesidad para mí que la conozca, +y va usted a conocerla ahora misma... Pues sírvale de gobierno que esa +mujer a quien yo deseo hacer reina de este humilde palacio, y +principalmente de su dueño, es usted, Lita. Dígame si no le agrada el +trono con que la brindo, para pegarle fuego enseguida.</p> + +<p>Se quedó la pobre, pálida y temblando, como si vacilara sobre ella la +mole del peñón de Bejos, y me vi y me deseé para arrancarla una +respuesta tan terminante como yo la quería. Metido en este empeño, +estuve pegajosón y baboso como un doncel primerizo... ¡qué demonio! como +estarán hasta los tenorios más «lagartos» cuando va la cosa de veras y +se pone en la jugada tanta cantidad de sí propio como de «lo mío» ponía +yo en aquélla. Al fin, sacándolo a pulso y gozándome en la turbación que +impedía a la infeliz ser más explícita conmigo, supe todo lo que +necesitaba saber, y otro poco que se me otorgó en premio del trabajo que +me costó adquirirlo. Tenía mucho miedo, la inocente, de algo que venía +notando en mí desde «cierto día»; miedo que no se atrevía a confesar ni +aun a su propia conciencia; porque ¿qué sabía ella de lo cierto y de lo +incierto, de lo bueno y de lo malo en esas cosas? Ahora se lo ponía yo +en claro, de pronto, «sin más ni más»; ¡yo! un hombre tan sabedor del +mundo y del trato de las gentes educadas, rico y en la mejor edad de la +vida para escoger entre lo bueno de lo mucho que habría conocido en otra +parte, porque todo, por grande que fuera, me lo merecía; ¡a ella! una +pobre e ignorante aldeanuca, del rincón más obscuro y apartado de la +tierra. Y por esta conciencia que tenía de lo ruin y miserable de sí +propia, ¿cómo no dudar de lo que veía y tocaba? Y si creía en ello, +¡cómo no espantarse con la seguridad de que no me saldrían todas las +cuentas que me había echado al proponerla lo que la proponía, ni qué +pena, mañana, más terrible para ella que la de no verse capaz de hacer +dichoso a un hombre que tan alta y regalada la había puesto!</p> + +<p>¡Qué remonísima estaba cuando me decía estas cosas con alterada voz y +palabra torpe, despojando de sus farolillos encarnados con una mano, y +no muy firme, la penquita de brezo que sostenía con la otra, los ojos +humedecidos y cobardes, sonrosadas las mejillas y un poco agitado el +seno! Ella así y yo animándola con la mirada «enternecida» y la frase +dulzona, representábamos la escena sempiternamente cursi a los ojos de +un espectador desapasionado y frío; pero yo, que había sido de éstos +hasta entonces, la encontraba hasta sublime, y me producía sentimientos +e impresiones que jamás había notado en los profundos de mi corazón.</p> + +<p>Acabó la escena, como tantas otras del teatro en que se fingen estos +pasajes de la vida humana, «oyéndose pasos» afuera, y saliendo nosotros, +gesticulando y diciendo sandeces «para disimular, al encuentro de los +que llegaban.</p> + +<p>Y puestas aquí las cosas ya, ¿qué hacer? Pues lo que hice al día +siguiente: bajar al pueblo para pedir solemnemente la mano de Lituca a +su abuelo y a su madre, después de haber dado por la noche cuenta de mi +resolución al Cura don Sabas y al médico, que me la pusieron en las +nubes, particularmente el primero, que hasta lloró de entusiasmado, y, +por su gusto, hubiera mandado repicar las campanas en celebración del +acontecimiento, que tenía por providencial para la casona, para mí, para +Lituca y para el valle entero y verdadero.</p> + +<p>Bajaba, pues, hacia el pueblo aquella inolvidable mañana de un día de +los últimos de agosto, recapitulando lo más sustancial y práctico de lo +muchísimo que había cavilado por la noche; contemplaba por última vez, +con los ojos de la imaginación, el panorama de mi pasada vida y mi +probable paradero con los rumbos adoptados en ella, examinaba después el +cuadro de sucesos e impresiones que me había traído últimamente a +aquellas tan peregrinas andanzas; empeñábame de nuevo en distinguir lo +principal de lo accesorio, las causas de los efectos, en el complejo +montón de ideas e impresiones que me llenaba la cabeza y el corazón; +sentíame unas veces enardecido y valeroso, y otras un poquito menos, +pero nunca arrepentido ni desalentado...</p> + +<p>—...Y por último—llegué a decirme—, si las teorías de ese mediquillo +están bien fundadas; si la reconstitución del cuerpo degenerado y +podrido ha de venir por la sangre pura de las extremidades, alguien ha +de empezar esa obra eminentemente humanitaria y patriótica. ¿Y por qué +no he de ser yo?... Adelante, pues, con la dinastía de los Ruiz de +Bejos; y a fin de que en mí no se acabe, demos cuanto antes una reina +indígena a los tablanqueses, y bendiga Dios el intento para que le quepa +a éste mi rejuvenecido hogar la gloria de haber puesto la primera piedra +en ese monumento de regeneración en que cree y confiesa, con el +entusiasmo de un apóstol, Neluco Celis... Y aunque andando los días +resulte todo esto música celestial, ¿a qué más puedo aspirar yo, mundano +insípido y desencantado, que a vivir al calor de este fuego divino que +centelleaba en mi corazón y en mi cerebro, y me ha transformado, de +cortesano muelle, insensible y descuidado, en hombre activo, diligente y +útil?... Y para unos amores así, con una compañera como la que ha hecho +tan estupendo milagro, ¿qué mejor nido que este vallecito abrigado y +recóndito en que tan cercanos se ven, se sienten y se admiran los +prodigios de la Naturaleza, y la inmensidad, la omnipotencia y la +misericordia de su Creador?</p> +<p class="dot">. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . </p> + + +<h2 class="top15"><a name="XXXIV" id="XXXIV"></a>XXXIV</h2> + + +<p>Han pasado <i>algunos</i>, bastantes años, desde que ocurrieron estos sucesos +hasta la fecha en que los conmemoro en los apuntes que preceden, con el +único fin de distraer la nostalgia de aquel bendito rincón de la tierra, +del que me apartan, por muy contados meses, urgencias que me imponen +este costoso sacrificio. Porque tan cabal, tan intensa, tan continua ha +sido mi felicidad en ese tiempo, que a veces me espantan los temores de +que no haya sido mi gratitud tan grande como el beneficio recibido, y un +día me hiera la justicia de Dios en lo que más amo, para recordarme lo +que le debo.</p> + + +<p>Santander, diciembre de 1894.</p> +<hr /> + + + + + + + +<pre> + + + + + +End of the Project Gutenberg EBook of Peñas arriba, by José María de Pereda + +*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK PEÑAS ARRIBA *** + +***** This file should be named 24127-h.htm or 24127-h.zip ***** +This and all associated files of various formats will be found in: + http://www.gutenberg.org/2/4/1/2/24127/ + +Produced by Chuck Greif + +Updated editions will replace the previous one--the old editions +will be renamed. + +Creating the works from public domain print editions means that no +one owns a United States copyright in these works, so the Foundation +(and you!) can copy and distribute it in the United States without +permission and without paying copyright royalties. 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Redistribution is +subject to the trademark license, especially commercial +redistribution. + + + +*** START: FULL LICENSE *** + +THE FULL PROJECT GUTENBERG LICENSE +PLEASE READ THIS BEFORE YOU DISTRIBUTE OR USE THIS WORK + +To protect the Project Gutenberg-tm mission of promoting the free +distribution of electronic works, by using or distributing this work +(or any other work associated in any way with the phrase "Project +Gutenberg"), you agree to comply with all the terms of the Full Project +Gutenberg-tm License (available with this file or online at +http://gutenberg.org/license). + + +Section 1. General Terms of Use and Redistributing Project Gutenberg-tm +electronic works + +1.A. By reading or using any part of this Project Gutenberg-tm +electronic work, you indicate that you have read, understand, agree to +and accept all the terms of this license and intellectual property +(trademark/copyright) agreement. 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It exists +because of the efforts of hundreds of volunteers and donations from +people in all walks of life. + +Volunteers and financial support to provide volunteers with the +assistance they need, is critical to reaching Project Gutenberg-tm's +goals and ensuring that the Project Gutenberg-tm collection will +remain freely available for generations to come. In 2001, the Project +Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure +and permanent future for Project Gutenberg-tm and future generations. +To learn more about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation +and how your efforts and donations can help, see Sections 3 and 4 +and the Foundation web page at http://www.pglaf.org. + + +Section 3. Information about the Project Gutenberg Literary Archive +Foundation + +The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non profit +501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the +state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal +Revenue Service. The Foundation's EIN or federal tax identification +number is 64-6221541. Its 501(c)(3) letter is posted at +http://pglaf.org/fundraising. Contributions to the Project Gutenberg +Literary Archive Foundation are tax deductible to the full extent +permitted by U.S. federal laws and your state's laws. + +The Foundation's principal office is located at 4557 Melan Dr. S. +Fairbanks, AK, 99712., but its volunteers and employees are scattered +throughout numerous locations. Its business office is located at +809 North 1500 West, Salt Lake City, UT 84116, (801) 596-1887, email +business@pglaf.org. 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