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-The Project Gutenberg EBook of Opiniones, by Rubén Darío
-
-This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with
-almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or
-re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included
-with this eBook or online at www.gutenberg.org/license
-
-
-Title: Opiniones
- Obras Completas Vol. X
-
-Author: Rubén Darío
-
-Release Date: March 30, 2016 [EBook #51604]
-
-Language: Spanish
-
-Character set encoding: UTF-8
-
-*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK OPINIONES ***
-
-
-
-
-Produced by Josep Cols Canals, Chuck Greif and the Online
-Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This
-file was produced from images generously made available
-by The Internet Archive/Canadian Libraries)
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- OPINIONES
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- [Illustration:
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- OPINIONES
-
- POR
-
- RUBEN DARIO
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- [Illustration]
-
-Volumen X de las obras completas. Administración: Editorial MUNDO LATINO
-
- MADRID]
-
- [Illustration: ES PROPIEDAD]
-
- Al Dr. Fernando Sánchez
-
- _Dedica este libro,_
-
- _su amigo_
-
- _RUBÉN DARÍO_
-
-_En este libro, como en todos los míos, no pretendo enseñar nada, pues
-me complazco en reconocerme el ser menos pedagógico de la tierra. Van
-aquí mis opiniones y mis sentires, sobre cosas vistas e ideas
-acariciadas. Todo expresado de la manera más noble que he podido, pues
-no me avengo con bajos pensamientos ni vulgares palabras. No busco el
-que nadie piense como yo, ni se manifieste como yo. ¡Libertad!,
-¡libertad!, mis amigos. Y no os dejéis poner librea de ninguna
-clase.--R. D._
-
-_París, 1906._
-
-
-
-
-[Illustration] EL EJEMPLO DE ZOLA
-
-
-Entonces, Lucas, en una última mirada, abarcó la ciudad, el horizonte,
-la tierra entera, donde la evolución comenzada por él se propagaba y se
-acababa. La obra estaba hecha, la ciudad fundada. Y Lucas expiró, entró
-en el torrente de universal amor, de la eterna vida.» Así concluye el
-segundo evangelio, _Trabajo_. Ahora antes de terminar la tarea, pero ya
-con un mundo hecho, Zola descansa para siempre, llevado, arrancado a su
-labor por la más estúpida contingencia. Acabo de regresar de su
-entierro. Un pueblo en silencio, pueblo de pensadores y de trabajadores,
-le acompañaba. Fué ceremonia imponente de recogimiento y de severidad.
-Iban los hombres de la idea y los hombres del taller. Se extendían, en
-el vasto cuerpo de la negra procesión, los grupos de eglantinas rojas.
-Un minero iba, pies desnudos entre gruesos zuecos, con su uniforme de
-trabajo. Un herrero, los brazos al aire, llevaba con dignidad su pesado
-martillo. Un cultivador gigantesco hacía brillar al sol opaco, sobre su
-hombro, una hoz. ¡Esa es la gloria! Iban sabios y poetas. Iban obreros
-de blusa, y niños y niñas con sus padres. Se llevaba al camposanto de
-Monmartre al potente bondadoso, al creador de tanta obra robusta y
-fecunda, al poeta homérico de la sociedad futura, al servidor de la
-verdad, al profeta de los proletarios, al gran carácter de un tiempo sin
-caracteres, a quien toda la tierra saludó un momento como una
-encarnación de la virtud humana, de la eterna conciencia, de la
-indestructible justicia y de la divina libertad de pechos de oro.
-
-Estas grandes conmociones tan solamente las causan los que salen de las
-aisladas torres, marfil, cristal o bronce, del arte puro. Hay, para
-lograr tamañas coronas, que ser fuente y pan para los demás,
-conformándose con el propio dolor, hermano de la gloria. Hay que
-convencerse de que no se ha venido con el mayor don de Dios a la tierra
-para tocar el violín, o el arpa, o las castañuelas, o la trompeta.
-Tocarlas, sí, para universal gozo y danza dionisíaca, en paz y fiesta
-común con todos. No la superhombría, no el neronismo, no la crueldad
-orgullosa: antes el bien que se hace con la luz y en la luz el abrazo
-fraterno. Mientras más alta es la catarata, más perlas tiene su agua
-pura, y su voz dice la armonía de la naturaleza y el iris la corona.
-Saltimbanquis de palabras o juglares de ideas, sin la bondad que salva,
-muy pintorescos y bonitos, son de la familia de los pájaros; cuando
-mueren, por el plumaje se les diseca; si no, van al muladar con los
-perros muertos. Desventurado el que, teniendo el vino de la bondad y de
-la fraternidad humana, no exprimió jamás su corazón en su copa cuando
-vió pasar el rebaño de hermanos con sed, bajo los látigos de arriba.
-Zola fué eso: el viñador copioso y generoso. No como Hugo, desde la
-olímpica sede en que, como papa literario, con su tiara llena de gemas
-líricas, vestido de orgullo, repartía sus dones; no como Tolstoï, tan
-vecino de la clínica como del santoral; no como Ibsen, ceñudo, obscuro y
-doloroso. Zola, que fué tan atacado, porque, se decía, buscaba los
-afectos más viles de la vida, complaciéndose en la pornografía y en la
-obscenidad, ha sido un enorme y puro poeta del amor, un músico órfico y
-augusto de las multitudes, un cantor de la hermosura natural y de la
-fecunda obra engendradora, un visionario de la humanidad que viene, de
-la dicha de las naciones futuras, de la dignificación de nuestra especie
-en la vía progresiva de su perfeccionamiento, en el ritmo divino.
-
-Era un grande hombre de bien. No lo que se llama por la generalidad un
-«hombre honrado». No conozco, decía De Maistre, la conciencia de los
-criminales; conozco la de algunos hombres honrados, y es espantosa. Era
-hombre de bien y buen gigante el último de los evangelistas. Fué
-predicador de altas virtudes; dijo a la juventud palabras de
-engrandecimiento y de deber, y a la muchedumbre señaló el rumbo de las
-venideras victorias de paz y de felicidad. ¡Un gran idealista, el gran
-naturalista! Un corazón de adolescente en el cuerpo del coloso; un
-casto, el que señaló las terriblezas de la lujuria; un sobrio, el que
-mostró la sombra roja del alcohol; un sonador, el práctico y concienzudo
-arquitecto de tanta fábrica maciza; un modesto, el más magistral
-director de ideas de estos últimos tiempos, y el tímido solitario, un
-valiente que, al llegar la hora, se puso a arrostrar las ciegas turbas
-furiosas que le insultaban y lapidaban, en una actitud sencilla como el
-Deber y grandiosa como la Justicia. El ejemplo es soberbio y se entierra
-en la historia para quedar como una estela moral inconmovible al paso de
-los vientos de los siglos.
-
- * * * * *
-
-Ejemplo de voluntad que pone a la vista el esfuerzo perpetuo desde los
-años primeros de vacilaciones y de angustias, angustias y vacilaciones
-que doran una juventud ardorosa y una esperanza radiante. Los problemas
-de la vida, la práctica prosaica de la existencia de quien no ha nacido
-en la riqueza, el pegaso del ensueño que la necesidad hiere con sus
-espuelas; estudios mediocres, contra la vocación; familia a cuestas; los
-dolorosos préstamos a los amigos; las deudas de otra clase y los
-embargos; alimentarse, vestirse; un abrigo viejo y verdoso que quedará
-en su memoria inolvidable; la bohemia que se sigue sin sentirle apego,
-esa bohemia obligatoria por la escasez y la falta de ambiente y medios
-distintos que se desearían; la miseria. Ese mudar de casas, tan
-indicador de que no se ha encontrado aún el asentado y reposado vivir
-que necesita el trabajador para la realización de su obra--antes de que
-llegue la posesión de Medan y el hotel de la calle de Bruxelles. Y de
-todo triunfa esa voluntad acerada y templada: de las amarguras de la
-necesidad y de las tristezas de más de una desilusión; de las absurdas
-solicitudes de dinero y de los mezquinos obstáculos que se presentan a
-los mejores deseos; del vivir como en el número 11 de la calle Soufflot,
-pared de por medio con las más desastradas mujerzuelas, y de la soledad,
-mala consejera de los débiles, cuando busca en París sus modos de
-ascender--y primero de comer. Cuenta uno de sus amigos íntimos que sus
-menús de entonces se componían de pan y café, o pan y dos sueldos de
-queso italiano, o pan y dos sueldos de patatas fritas. Y que a veces
-eran de sólo pan, y a veces ni pan había. Dice bien Mauclair en un
-reciente estudio sobre los artistas y el dinero: que los sufrimientos
-del comienzo son precisos para hacer sentir lo que es la lucha humana
-por la vida y pesar el dolor. De ahí que Zola haya dejado tantas páginas
-admirables en que las pesadumbres de los intelectuales están tan
-profundamente manifestadas y tan sinceramente sentidas. El inmenso
-peligro de la bohemia en el principio de toda vida de artista es para
-los que no ven ni la seriedad del existir ni la obligación que viene
-para consigo mismo, para con los hombres y para con la eternidad.
-Preciso es que la juventud se pase, dice un proloquio francés que excusa
-las locuras de los años frescos, en que para uno todo es aroma de
-rosas, oro de sol, gracia y vibración de amor. Mas una vez pasada la
-primavera, la estación exige el fruto, fruto de noble desinterés, de
-conciencia, de servicio a la comunidad. Los que no se dan cuenta de esa
-ley de lo infinito, caen, ruedan, se hunden, desaparecen. Cuando el
-sentido moral se pierde, todo está perdido, pese a la habilidad, a la
-intriga; saldrá de la bohemia, si sale, un arrivista tortuoso, un ágil
-funámbulo en la sociedad, pero el artista ha muerto. Zola murgerizó
-poco, y esto porque preciso era, ¡qué diablo!, en esos años amables
-trabar conocimiento con Mimí Pinson. Así, recuerda uno de sus biógrafos
-que «una vez, habiendo recorrido en vano todo el barrio sin encontrar a
-quien pedir prestados los pocos centavos de la comida, y teniendo en ese
-momento del brazo a una mujer, la querida de algunas semanas, ¿qué hace
-el futuro propietario de Medan? Se quita el sobretodo y se lo da a la
-mujer.--¡Lleva eso al Montepío!--Y entró a su habitación en mangas de
-camisa, con un frío de muchos grados bajo cero.» Triunfó la voluntad,
-porque así debía ser, comiéndose pan de amor y bebiéndose vino de
-esperanza. A buena hambre no hay pan duro; a buena juventud no hay
-ásperas horas, por ásperas que sean. La salvación está en la sangre
-noble que hierve, en el impulso consciente que hace saltar, volar, sobre
-la dificultad y sobre el abismo. Es la estación perfumada en que florece
-en toda alma artística un ramo de cuentos a Ninon, que es un ramo de
-rosas risueñas de rocío.
-
-Todo aquel que empieza a amar y a soñar, habla en versos aunque no los
-haga. Antes que cuentos, por tales melodiosas razones, hizo Zola versos.
-Los versos fueron después abandonados, pero el dón rítmico y orquestal
-no dejó nunca al magnificente sinfonista de sus nutridas construcciones.
-Y por ser sincero y consciente de su misión escribió estas palabras de
-raro valor y de especial dignidad mental: «No puedo volver a leer mis
-versos sin sonreir. Son muy débiles y de segunda mano; no más malos, sin
-embargo, que los versos de los hombres de mi edad que se obstinan en
-rimar. Mi única vanidad es haber tenido conciencia de mi mediocridad de
-poeta y de haberme puesto valerosamente a la tarea del siglo con el rudo
-útil de la prosa. A los veinte años es hermoso tomar semejante decisión,
-sobre todo antes de haber podido desembarazarse de las imitaciones
-fatales. Si, pues, mis versos deben servir de alguna cosa, deseo que
-hagan volver en sí a los poetas inútiles, que no tienen el genio
-necesario para librarse de la fórmula romántica, y que se decidan a ser
-bravos prosadores, _tout bètement_.» Conociéndose extranjero entre los
-para él improbables dioses, se decidió a entrar en la vocación que le
-conducía a ser un guía, un pastor, un maestro entre los hombres, con un
-idioma claro, abundoso, tupido, fatigante a veces, pero siempre poemal
-en su arquitectura, a punto de que sus dos afinidades más cercanas están
-en Homero y Wagner. Era un cuerdo. Así amontonó bloque sobre bloque
-hasta formar una catedral ciclópea, que alzará sus torres de ideas y de
-símbolos como uno de los más colosales monumentos de la ciudad futura.
-
- * * * * *
-
-Ejemplo de dignificación personal en un hombre dotado con los mejores
-brazos para asir al paso a la fortuna desde el principio, y expuesto a
-claudicaciones y rupturas con sus propias ansias nobles y generosas.
-Desde el _commis_ de la librería Hachette hasta el autor millonario, en
-toda su vida se refleja una luz de honestidad viril que en pocos de los
-contemporáneos de su talla puede encontrarse. El que tuvo el valor y la
-entereza de retorcer el pescuezo a los cisnes de sus primaverales
-jardines poéticos por no engañarse a sí mismo, no engañó nunca a los
-demás y llevó el respeto a sus convicciones y la pasión de la verdad
-hasta el sacrificio en el más tempestuoso y terrible de los momentos de
-su vida. Es preciso conocer lo mefítico, lo venenoso del ambiente de la
-vida literaria, para admirar por completo tanta energía, tanta
-resistencia en ese cuello taurino y tanta pepsina en el estómago de
-avestruz del heroico comedor de sapos. ¡Ah, los sapos! Recordaréis con
-qué tragicómica glotonería ha contado él cómo el horrible batraciano fué
-su alimento de todos los días: el sapo del anónimo, el sapo del insulto,
-el sapo feísimo de la calumnia, los mil sapos de la envidia y de la
-enemistad desleal, los multiplicados sapos de los periódicos, de las
-malignas y feroces caricaturas. Todavía en el entierro del grande hombre
-yo los he visto a esos sapos ponzoñosos en formas inmundas. «¡El
-testamento de Zola!», gritaba un camelot casi al lado de la procesión.
-Pagué los diez céntimos y leí el papel innoble. Es el más vergonzoso
-pasquín contra un muerto, contra un muerto ilustre. No puedo citar nada
-de él. Baste decir que conservo entre mis curiosidades otro «testamento
-de Zola», publicado en 1898, cuando el proceso, y que el de ahora es más
-infame, más estercolario. Y en el antiguo se lee: «Je lègue donc: La
-totalité de mes œuvres aux chalets de nécessité qui en feront l’usage
-qui naturellement s’indique. A madame de Boulancy un exemplaire de
-_Nana_, relié en veau; a Joseph Reinach mon volume sur I’Argent. A Nana,
-les petits millions que j’ai gagnés en exploitant la lubricité de mes
-contemporains. A mes enfants, la défense absolue de lire mes œuvres.»
-Del actual no se puede escribir una línea. Extraña que la policía no
-haya impedido la venta de esas deyecciones de sucios cuervos. Y eso no
-es todo; hay algo peor, indigno de París, indigno de la Francia culta y
-valiente. Diarios, diarios ricos y mundanos como el _Gaulois_,
-publicaban ese mismo día crueles epigramas, hirientes suposiciones,
-amargas invenciones contra el que no había aún sido depositado en la paz
-de la tierra. Zola no había muerto asfixiado; eso era una mentira, una
-novela. Zola se había suicidado, entre otras cosas, porque ya no se
-leían sus libros y estaba escaso de dinero... ¡Y ha dejado dos millones!
-No se leían, no se vendían sus libros después del _affaire_, entre
-ciertos grupos políticos franceses; pero en Francia mismo había muchos
-lectores de Zola en todas las clases sociales, y en el extranjero, tan
-sólo con lo que _La Nación_, en Buenos Aires, y otros periódicos de
-Rusia, Inglaterra, Alemania, Italia, España y Estados Unidos pagaban por
-el derecho de publicación de sus obras, se suma una cantidad que no
-supone la mayor parte de sus detractores. El diario de Drumont apareció
-vergonzoso de odio; el de Rochefort ya se calculará cómo, y hojas
-menores andaban por ahí impresas con hiel. «Ha muerto asfixiado, decía
-una. ¡Así «los» matan en la _fourrière_!...» Estas cosas no se borrarán
-hasta el día en que Zola sea conducido del cementerio de Montmartre al
-Pantheon por el inmenso pueblo reconocido. Blindado, con esas saetas de
-caribe, tuvo que luchar en vida; mitridatizado a esos tósigos tuvo que
-resistir su constitución de hércules del pensamiento, de artesano del
-deber. Y así no claudicó ni rompió nunca con sus propias ansias nobles y
-generosas. Menestral de razón y de conciencia, se mantuvo sin descansar
-en la buena tarea que ayudará al progreso de la Francia, su madre, y,
-por lo tanto, de la humana estirpe. Otros se habían regodeado en mesa de
-príncipes de la fortuna, habrían aprovechado su vigor para subir al
-poder civil, habrían dado a sus vanidades toda suerte de pastos. El no
-fué ni mundano siquiera. ¡No sabía estar en un salón! No sabía conversar
-con las «gentes». Siendo tan grande, era tímido el Adamastor, era poco
-_chic_ el Polifemo. Allá en Medan se vestía con traje tosco de campesino
-y pesados zuecos; hablaba con los campesinos, amaba a sus perros,
-observaba el campo, que dice su misterio en secreto; hacía en una islita
-«su Robinsón». Por las noches, leyendo hasta muy tarde, oía pasar los
-trenes bajo sus ventanas. Espiaba las horas al vuelo. Trabajaba siempre.
-Como su mujer no fué fecunda, tuvo de un amor discreto dos hijos, a
-quienes iba a ver, allí cerca, con el consentimiento de la admirable
-esposa. Ella sabía que él era bueno, que tenía un gran corazón su grande
-hombre sencillo. Y eso lo gritan los sapos como un baldón. Dicen que por
-eso, por sólo eso, el ilustre laborioso era un profesor de perversidad,
-un corrompido, un hombre cuya vida privada da asco. Madame Emile Zola
-estuvo con esos hijos naturales al lado del cadáver.
-
- * * * * *
-
-Ejemplo de valor moral, ¿cuál mejor que el del desinteresado defensor de
-Dreyfus? El caso es reciente y estremeció al mundo. No es aún,
-ciertamente, convincentemente sabido que el capitán haya sido un
-traidor. El ha asistido al entierro del héroe. Me informan--y hay que
-averiguar esto bien--que ha dado para el monumento que se levantará a
-Zola trescientos francos... «¡Trescientos francos!» Si esto es verdad,
-ese rico israelita, me atrevería a jurarlo, ha sido culpable del crimen
-que le llevó a la Isla del Diablo. Mas no se trata de una personalidad
-mínima, que fué el pretexto de una gran batalla de justicia. Se trata
-del poderoso y magnífico talento doblado de carácter que puso su nombre
-ante la iniquidad supuesta como una bandera. «Zola’s name--a barbarous,
-explosive name, like an anarchist’s bomb»--escribió un día el agudo
-Havelock Ellis. Más que un estallido de bomba, me evoca ese nombre un
-flamear de bandera, sobre todo si se pronuncia a la italiana: Zola. Ante
-las pasiones rabiosas, ante los intereses del militarismo, esa bandera
-flameó por la razón, por el derecho, por la conciencia humana. Estamos
-en Roma:
-
- Quis numerare queat felics prœmia, Galle,
- Militiæ?...................................
-................................ quorum
- Haud minimum illud erit ne te pulsare togatus
- Audeat; immo, et, si pulsetur, dissimulet, nec
- Audeat excussos prætori ostendere dentes,
- Et nigram in facie tumidis livoribus offam,
- Atque oculos, medico nil promittente, relictos.
-
-Vagelio fué poco cuerdo para Juvenal al exponerse ante los zapatos
-ferrados de la milicia. Zola sabe con quién han de combatir y no es
-Vagelio. El se presenta, ha abandonado su retiro de productor pensante
-para entrar a la acción. Ir a la acción es el deber del verdadero
-pensador de nuestro tiempo; ir a la acción por las sanas causas y servir
-a su fe y a su convicción a riesgo de todo. Otros irían a los capones y
-perdices, al gozo del capital adquirido, a cuidar lo que se ha acaparado
-y a velar por el chorro de luises que viene de casa del editor
-Charpentier. Zola lo arrostró todo; expuso, en efecto, su fortuna, su
-nombre, antes infamado tan solamente por los peones de la literatura--y
-por algunos maestros excomulgados--, lo fué por los sicarios de la
-política. Mas él no tuvo vacilaciones en frente de ningún peligro. Hasta
-con la muerte se le amenazó. Su bella sangre italiana, griega y
-francesa, hirvió con vivo hervir latino. La marea popular subió en
-contra suya. No se comprendió su misión. No se tuvo en cuenta su
-magnífica valentía, su heroísmo, su respetabilidad intelectual, su
-soberano quijotismo. Los yangüeses quisieron apalearle, apedrearle. Así
-le ha pintado Henry de Groux en una tela dantesca. Mas ese quijotismo
-estaba armado de potente lógica, de decisión, de fortaleza. Entre los
-soldados y el populacho resistió, sosteniendo la verdad, la que él creía
-la verdad. Todas las naciones de la tierra, desde el Japón hasta la
-América del Sur; todos los pueblos de la tierra, de San Petersburgo a
-Buenos Aires, de Nueva York a Benares, de Santiago a Roma, desde las más
-populosas ciudades hasta los más humildes villorrios, fueron conmovidos
-por la actitud brava del capitán civil frente a los capitanes de la
-espada. Su nombre se vió entonces como una bandera, representación y
-signo de lo justo, de lo verdadero y de lo bueno. No fué su acción de un
-instante, pues ella desencadenó una tormenta en la patria francesa, que
-todavía se presenta con más negros augurios. El porvenir de este gran
-país será en mucha parte obra de la influencia del evangelista. Sus
-palabras han sido alimento del pueblo. El también ha dejado su gran saco
-de harina, el «saco de harina» de que habla en una de sus arengas
-nuestro general. Los mismos que hoy le insultan mañana le celebrarán
-mañana, cuando se haya destruído la miseria pasional de ahora, la
-locura de las opiniones transitorias, la ceguedad de las masas vendadas.
-Ese ejemplo de valor será saludable a las generaciones. Todo ello
-entrará en la leyenda que es historia y será vestido de belleza por los
-glorificadores que vienen. La gloria verdadera aguarda a quien poco se
-preocupó de la gloriola. La gloria de los serenos combatientes de los
-sublimes combates. La gloriola acaba con la persona; la gloria es del
-alma y va a la inmortalidad. Esto será cuando el estupendo novelador
-esté al lado del estupendo poeta, en el Pantheon.
-
-No os extrañéis que junte a esas dos figuras gigantescas. Si Hugo fué
-Genio, Zola fué Hombre. No, no fué genio el creador de los Rougon
-Maquart, porque el genio está sobre la razón, sobre la lógica, sobre la
-realidad. El genio es intuición, y Zola, con ser tan soberbio poeta, fué
-un metódico, un inductivo, un matemático. El obró con la razón, con la
-verdad cognoscible. El fué el esplendoroso idealista de sus últimas
-novelas-poemas, por haber llegado ya hasta el territorio de Utopía,
-después de compulsar el millón de documentos que afirmaron la exactitud
-de su creación anterior. Creía en la perfectibilidad de la máquina
-social. Iba hacia el oriente de su sueño con la fe invencible en la
-Canaán venidera. Los pueblos tienen necesidad de los genios, pero quizá
-más de los verdaderos hombres.
-
-Grabada en mi mente quedará la ceremonia fúnebre en que vi pasar el
-carro negro en que iba aquel que resucitó en nuestra época, llenos de
-nueva vida, al león, al águila, al buey... A Lucas, a Marcos, a Mateo.
-Sobre su tumba, en el cementerio, hablaron los letrados y el gobierno.
-Los hombres que llevaban eglantinas rojas desfilaron. Las arrojaron
-sobre el gran compañero muerto... Y parecía que había brotado de
-repente, «vivo como la sangre», ¡un plantío de amapolas!
-
-[Illustration]
-
-
-
-
-[Illustration] GORKI
-
-
-He aquí un autor cuya boga es ciertamente justa; este ruso que viene
-después de Gogol, después de Turgueneff, después de Tolstoï, después de
-Dostoieuski. Su nombre, recién descubierto, resuena y va hoy por toda la
-tierra civilizada, de otro modo que las recientes importaciones polacas,
-ya en baja en la moda y en las librerías. Este autor es un exótico y un
-sincero. Los críticos franceses se quejan del imperio del exotismo, del
-triunfo de tantos nombres extranjeros en el público francés. La razón de
-la preferencia por tantas obras de otras naciones, es clara. El público
-de Francia está sujeto desde hace mucho tiempo a una alimentación
-intelectual especial, que equivale a la cocina nacional; platos
-exquisitos, demasiado bien hechos, muy pimentados y perfumados de la
-trufa gala; pastelería de gastados o de gentes de demasiado alegre
-vivir, en que se llega hasta el _gateaux_ a base de kola. Es el reino
-de lo artificial. Cuando se importa un buen plato fortificante y
-natural--las gentes del Norte los tienen muy buenos--, los consumidores
-se regocijan y agotan el artículo. Así los _beefsteacks_ de reno de
-Ibsen, o los _rostbeefs_ de oso de Tolstoï. Otra cosa son las en extremo
-comerciales ensaladas de Sienckiewicz y compañía.
-
-Siguiendo en comparaciones suculentas, diré que lo que trae Máximo Gorki
-es alimento fuerte y nutritivo; solamente semejante a una olorosa
-barbacoa, o a una carne con cuero, o asado al asador--tanto la estepa
-está en correspondencia fraternal con la Pampa--. La estepa sería la
-hermana pálida.
-
-Gorki es una voz que clama en la estepa; y el mundo le escucha porque ha
-tenido la suerte de llegar en buena hora. Gorki es lengua de pueblo, y
-se hace oir con el aliento de todo un vasto pueblo; y como es hondamente
-humano, su palabra es comprendida por toda la pensativa humanidad. Es
-vasto pensador brotado entre las muchedumbres como un alto pino en una
-floresta. Observa en el mundo que ha rozado gestos y enigmas. Su
-espíritu es el espejo baconiano: _speculumm quoddam incaotatum plenum
-spectris et visionibus_. Su obra, que está repleta de vida, se siente,
-por lo tanto, llena de misterio. Es uno de esos autores, muy raros por
-cierto, que hacen comprender la divina afirmación de Shakespeare sobre
-las muchas cosas que hay en la tierra y en el cielo incomprensibles para
-nuestra filosofía. Es una alma inmensa que ha recogido y anotado los
-gritos, las violencias y los sueños de sus hermanos que sufren y caen.
-Es el San Juan de Dios de los malditos. Con todo esto, naturalmente,
-comprenderéis que no se trata de un literato. No es «el distinguido
-escritor», ni «el eminente novelista», ni «el célebre hombre de letras».
-En efecto, se trata de un _atorrante_.
-
-Entendámonos. Un atorrante argentino, un _tramp_ inglés o
-norteamericano, un _gueux_ francés; es el feliz filósofo del arroyo, el
-príncipe de la miseria, el hermano de los perros, el abandonado que
-abandona, el ser a quien nada preocupa y nada estorba. Gorki no ha sido,
-pues, un atorrante; pero ha vivido la vida de un atorrante, de los
-tristes, de los pobres, de los hambrientos que en la horrible miseria
-rusa mascan tinieblas y beben aguardiente, el veneno nacional; luego, la
-vida de los obreros, peor por otros motivos que la de los vagabundos; y
-en esa enorme nación, cuasi oriental, en que ha nacido y sufrido, ha
-sentido las palpitaciones y los suspiros de las masas pasivas, las
-manifestaciones de esa enigmática alma rusa, tan propicia a la visión y
-al misticismo, entre las labradas arquitecturas, sobre el país
-extensísimo y frío, y bajo la opresión de un Gobierno semiteocrático, y
-de una vida social abrumadora, extraña a la piedad, en un ambiente de
-fatalismo. Gorki trata asuntos que otros escritores rusos han tratado, y
-tiene algunas veces semejanza con ellos, con Korolenko, por ejemplo, o
-con Tolstoï; pero tiene más verdad que todos, puesto que extrae de su
-propia carne, de su propia experiencia; ha escrito «con sangre», como
-diría el gran loco del Zarathustra. En cuanto a Tolstoï, un escritor de
-la penetración de Rachilde, dice con razón: «El conde Tolstoï es un gran
-señor incapaz de juzgar las cosas de otra manera que desde lo alto.
-Gorki, que casualmente ha visto de cerca la existencia misma de ciertos
-rusos, dice verdades, pero no echa su maldición a nadie... porque los
-verdaderos filósofos saben que es inútil maldecir o bendecir. Tolstoï
-puede muy bien ser un loco. Gorki es ciertamente un cuerdo, y, sobre
-todo, un poeta ebrio de la naturaleza antes que de fanatismo.»
-
-Gorki es joven. Desde sus primeros años ha sabido lo que es la lucha por
-la vida, por el simple pan, en la tierra de la miseria y de la nieve. Ha
-podido observar todos los egoísmos y todas las infamias, y si no se
-contaminó, fué por exceso de virtud natural; _virtud_, fuerza, valor. Si
-no hubiese sido un intelectual genial, sería un gran bandido. La mano
-del diablo de su suerte le puso todos los malos pasos a la vista, todas
-las trampas para hacerle caer: necesidad, mal ejemplo, injusticia, medio
-corrompido y alcohol... De todo triunfó el arcángel triste que lleva
-adentro. Imaginaos un adolescente casi, lleno de sueños, con un enorme
-corazón sensitivo y una admirable comprensión de las cosas y de los
-hombres, obligado por la más dura pobreza a trabajar en los más ásperos
-oficios y a comunicarse tan solamente con obreros esclavizados, con
-pobres viciosos; a padecer la crueldad y la malignidad de los capataces
-y de los patronos, panadero, herrero, vendedor ambulante, buhonero, y a
-encontrarse a cada paso con el crimen, con el asesinato, con el robo; y
-al mismo tiempo a comprender cómo la mayor parte de los criminales eran
-principalmente obra del medio, víctimas ellos mismos del daño ambiente.
-Así creció, así aprendió a leer y a escribir; así surgió de pronto un
-colosal revelador de lados desconocidos y profundos del alma eslava, con
-un verbo claro y neto, como los hechos, sin afeites de estilo; pero
-fotógrafo maravilloso, que deja ver lo interior de las cosas, algo como
-los rayos X de la escritura; y desprendiéndose de sus imágenes
-sorprendentes un vapor de luz piadosa, un noble amor humano y un respeto
-por lo desconocido, por el grave misterio en que vamos a tientas. Dios
-aparece, se hace presente, en lo vago, aunque no se nombre a menudo,
-como en otras obras rusas en que los ímpetus místicos de esa gigantesca
-raza pueril se muestran frecuentemente entre el sufrimiento y el miedo.
-Mas surgen a cada paso las que él llama «las grandes y perturbadoras
-cuestiones que se abren como abismos ante la razón humana y lo llevan
-irresistiblemente hacia las tinieblas». El no asegura «esto es» ni «esto
-no es». No tiene necesidad de las enseñanzas del pope, ni hace su
-oración ante la panagia; pero sabe, como todo verdadero meditativo, que
-en las manifestaciones de la naturaleza, y, sobre todo, en el hombre
-mismo, hay oculto un secreto que pugna por demostrarse, y que en la
-complicación de la existencia no hay un gesto inútil ni un movimiento
-que no tenga su razón. Por esto sus ideas de religión no se hacen
-decisivas hacia una afirmación teológica, ni caen en el escepticismo; y
-sus ideas de justicia están basadas en una moral superior, que sorprende
-en lo inexplicado y fatal la causa de los hechos, de manera que, en
-parte, la delincuencia es un mal cuya responsabilidad no recae toda en
-quien viene a ser como un grano de trigo bajo la piedra triturante de su
-destino. Una parte de la culpa no está entre los hombres.
-
-Uno de sus principios es que algo de malo hay en todo hombre bueno, como
-algo de bueno hay en todo hombre malo; es la antigua dualidad, que lucha
-en el ser humano, elemento. La cordura de Gorki sabe que no debe nunca
-ser osado a sobrepasar la lógica categoría. Su temperamento singular
-obra adecuado en ese medio de su país, en que una especie de
-sonambulismo colectivo parece que se uniese, en las pasivas
-muchedumbres, a la oriental resignación de padecimientos seculares.
-
-La organización social rusa ha herido con sus durezas y angulosidades la
-delicadeza del espíritu superior, nacido para otra existencia que la de
-la inacción y la esclavitud. Sus heridas sangran muy vivamente. «Precisa
-haber nacido--dice--en una sociedad civilizada para tener la paciencia
-de vivir en ella toda la vida y no sentir nunca el deseo de alejarse de
-esa esfera de convenciones penosas, de venenosas mentiras consagradas
-por el uso, de ambiciones enfermizas, de estrecho sectarismo, de
-diversas formas de falta de sinceridad; en una palabra, de toda la
-vanidad de vanidades que hiela el corazón, corrompe la inteligencia y
-con tan poca razón se llama la vida civilizada. He nacido y me he criado
-fuera de esta sociedad, y, por tal motivo, no puedo aceptar su cultura a
-fuertes dosis sin experimentar en seguida la necesidad de salir de su
-cuadro y olvidar las complicaciones múltiples, los refinamientos
-enfermizos de tal existencia.» Estamos lejos del sentimentalismo de
-Rousseau. Siguiendo los pasos de Gorki, a la orilla de los mares
-natales, o entre las isbas de la campaña, por las calles de las pequeñas
-ciudades, como a la entrada de las populosas, vemos, por fin, que entra
-en el país Anarquía. Va llevado por amor y por odio, las dos fuerzas que
-ritman los latidos de su inmenso corazón.
-
-Su procedimiento es absolutamente sencillo. Ha visto, ha padecido, y
-cuenta con una lengua desnuda, pero señalada de gestos, de ademanes
-indicadores, iniciadores de hechos venideros o que traen reminiscencias
-de hechos pasados. Y aunque la humanidad rusa es verdaderamente
-especial, los signos son comprensibles y despiertan las correspondencias
-en cualquier otra raza o en cualquier otro rincón del mundo, en donde se
-sufra, se llore o se sueñe. Gorki no celebra ni levanta a sus labriegos,
-obreros pacientes o malignos, o sus vagabundos; pero les cubre con un
-velo de lástima, y si no los absuelve, como la naturaleza, indiferente,
-tampoco los condena. De pronto suele señalar en el corolario de una
-sucesión de acciones o en un hecho aislado los motivos cerebrales, las
-perversidades congénitas, y de acuerdo con esto, con la conciencia
-moderna, excusa la misma criminalidad. Todo aparece embebido en ese
-vapor de vodka que flota sobre el pueblo ruso, ese alcoholismo
-alucinante que ayuda a la eclosión de las malas fuerzas secretas en el
-silencio de las noches espectrales y llenas de misteriosa complicidad.
-
-La naturaleza atrae a este genial intelecto con su encanto y su libertad
-salvaje, y sabe leer en ella, comprende más de un jeroglífico, pone el
-oído a más de una voz del más allá. Es una especie de Novalis ingenuo
-que ha caminado mucho tiempo teniendo hasta el pecho el lodo del camino
-de la vida, pero que ha sido sostenido por la gracia demiúrgica y por la
-mirada de las estrellas. Siente que las ideas entre las olas y el aire
-pierden su acritud y hasta la vida su valor. Ha tomado más de una vez
-consejos del ruido del mar, y se ha apaciguado su alma al soplo
-infinito. Y ha soportado las lecciones del vivir ayudado por la bondad
-del alma universal. Cuando alude a sucesos de su vida, cuando narra
-cosas dolorosas de su existencia, las tempestades que han golpeado su
-juventud, es de una simple elocuencia dominadora. Hay, entre otras, una
-anécdota en uno de sus cuentos que abre una puerta de claridad sobre su
-experiencia de bregas, de desconfianzas y de desconsuelos, en que sólo
-ha podido triunfar a fuerza de perseverancia, de labor y de valor. Narra
-su odisea con un príncipe georgiano, a quien por lástima tuvo que
-acompañar y alimentar, él, pobre obrero, en un viaje largo y miserable
-hasta Tifflis... «Le daba de comer, le explicaba los bellos sitios que
-viera, y recuerdo que una vez, habiéndole de Baktchisarai, le cité
-algunos versos de Puchkine. No le produjeron efecto alguno. «--¡Ah,
-versos...! Mejores son las canciones. Conocía yo a un georgiano, Mato
-Legeava, que sabía cantar... ¡Qué canciones! Gritaba mucho, mucho,
-parecía que le clavaran un puñal en la garganta. Mató a un posadero y le
-enviaron a Siberia...--» Cada vez que volvíamos a juntarnos perdía un
-poco más de su estima, y ni se tomaba la pena de disimularlo. Nuestros
-asuntos iban mal. Apenas podía ganar yo un rublo o un rublo y medio por
-semana, y esto era poco para dos. Las limosnas que recibía Charko no nos
-procuraban grandes ventajas. (El príncipe prefería mendigar a
-trabajar...) Su estómago era un abismo que todo lo sorbía: uvas,
-melones, pescado salado, pan, fruta seca. El abismo parecía crecer y
-exigir mayores ofrendas. Charko (el príncipe) me pedía que nos
-marcháramos de Crimea, diciendo que estábamos ya en otoño y que aún nos
-quedaba gran trecho que recorrer. Convine en ello. Salimos de Crimea y
-nos dirigimos a Teodocia, con objeto de ver si se ganaba algún dinero.
-Volvimos a mantenernos de fruta seca y de esperanzas. Veinte verstas más
-allá de Aluchta nos detuvimos para pasar la noche. Decidí a Charko a
-andar por la playa. El camino era más largo, pero yo quería respirar la
-brisa marina. Encendimos una hoguera y nos tendimos junto a ella. La
-noche era espléndida. El mar, de un verde obscuro, chocaba contra las
-rocas a nuestros pies, y el cielo, estrellado, callaba sobre nuestras
-cabezas. A nuestro alrededor suspiraban la maleza y las hojas de los
-árboles olorosos. Aparecía la luna. Un pájaro cantaba, y sus trinos
-resonaban en el aire, lleno del ruido dulce y acariciador de las ondas,
-y cuando este ruido hubo cesado oyóse el agudo chirrido de un insecto.
-Brillaba el fuego alegremente, parecido a un gran ramillete de flores
-rojas y amarillas. El vasto horizonte del agua estaba desierto, sin
-nubes el cielo, y yo, en el borde de la tierra, soñaba con lo
-infinito... Embriagado por la majestuosa belleza de la noche, me
-desvanecí en una maravillosa armonía de colores, sonidos y perfumes; el
-tímido sentimiento de una presencia augusta embargaba mi corazón, que
-con fuerza de un júbilo extraño cesó de latir... De repente Charko se
-echó a reir. «--¡Já, já! Vaya una cara que pones. ¡Pareces un carnero!
-¡Já, Já!--» Me asusté como si un rayo hubiese caído junto a mí. Era
-peor. Sí, mucho peor.»
-
-He citado ese pasaje porque encierra en sí mucha enseñanza, porque pone
-de manifiesto la imposibilidad de conciliación entre el intelectual y
-los elementos que desgraciadamente componen, tanto en Rusia como en el
-resto de la tierra, la joven aristocracia. Esto es lo que provoca lo que
-llama el Creador de valores nuevos, «la creciente del nihilismo».
-
-El porvenir habla ya por mil signos; ese destino se anuncia por todas
-partes; para escuchar esa música del porvenir todos los oídos están
-atentos. «Nuestra civilización europea toda se agita desde hace largo
-tiempo bajo una presión que va hasta la tortura, una tensión que crece
-de diez en diez años, como si quisiera provocar una catástrofe:
-inquieta, violenta, precipitada; semejante a un río que quiere terminar
-su curso, que no refleja ya, que teme reflejar.» La filosofía de Gorki
-es un substrátum de experiencia. Su escuela ha sido la desgracia en la
-edad de la ilusión y del amor. Por eso él mismo cree y afirma: todos los
-hombres que luchan por la vida, que están presos en su lodo, son más
-filósofos que Schopenhauer, porque jamás una idea abstracta tomará una
-forma tan precisa como la que el dolor arranca de un cerebro. Este
-potente candoroso es un extranjero delante de los retóricos, delante de
-los arregladores de fórmulas y de palabras. «Estos se
-extasían--dice--para sostener su reputación de hombres que comprenden la
-belleza, y no porque sientan el encanto sin par de la gran madre, fuente
-de toda vida, manantial de fuerza.» En el descanso de los azares de su
-vida algunas grandes almas han comunicado con él a través de los libros.
-
-No es un letrado, no es un leído, mucho menos un universitario; pero de
-cuando en cuando uno conoce, por una cita o por una comparación o
-reminiscencia, sus autores favoritos o los que han dejado alguna huella
-en su mente. Fuera de la literatura rusa se ve que ha leído a
-Shakespeare y a Cervantes, y a este último se nota que le ama, gracias
-al maravilloso Caballero, como Heine. Ha leído también a Swift, y debe
-haberle sabido áspero y fuerte como un trago de vodka. Mas su libro
-principal es mucho más vasto y más repleto de verdades. Hablando de un
-ingrato, dice:
-
-«Me enseñó muchas cosas que no se hallan en los más abultados libros
-escritos por los sabios; porque la sabiduría de la vida es siempre más
-profunda y más amplia que la sabiduría de los hombres.»
-
-Los libros de Gorki pueden parecer demasiado secos a los lectores de
-cosas bonitas, de libritos coquetos y sabrosos, hechos por desahogados
-_diletantti_ o por industriales de la literatura; pueden aparecer
-inmorales a los hipócritas que se regodean con las peores obscenidades
-con tal que vayan disimuladas entre encajes de Francia o decoradas de
-estetismo italiano; pueden parecer absurdas a quienes van por el mundo
-como dormidos o privados por ingénita estupidez del don de comprensión y
-de meditación. _El matrimonio Orloff_ es una obra maestra en todas
-partes; los cuentos de Gorki son diamantes en su género. _Los tres_ es
-una novela de una fuerza y de un interés tales, que no puede abandonarse
-una vez empezada. Es un estudio de fatalidad, una reproducción verídica
-de una existencia atormentada y conducida al crimen por la violencia y
-la inflexibilidad de la suerte, en un medio cruel y temeroso. La obra
-interesa tanto a los sabios que buscan resolver el problema de la
-justicia, basados en el estado de la máquina humana y de los medios
-sociales, como a los que, espiritualistas esperanzados o convencidos,
-juzgan que no se mueve la hoja del árbol sin el influjo de una potencia
-suprema y secreta. ¿Le seguiremos llamando Dios, si gustáis?
-
-
-
-
-[Illustration] EL POETA LEÓN XIII
-
- «Ma gia morte s’appressa: ¡deh! in quell’ora
- Madre, m’aiuta lene, lene allora
- Quando l’ultimo di ne disfaville
- Con la man chiudi le stanche pupille;
- E conquisto il demon che intorno rugge,
- Cupidamente, all’anima che fugge
- Tu, pietosa, o Maria, l’ala distendi:
- Ratto la leva al cielo, a Dio la rendi.
-
-
-Cuando _La Nación_, de Buenos Aires, me envió a Italia y comuniqué la
-impresión que hiciera en mi ánimo el augusto Papa blanco que hoy
-descansa en la muerte, citaba esos versos suyos, religiosos y pálidos
-como cirios. Como cirios son los versos de León XIII, por la palidez y
-por la llama, y porque, aun cuando en veces iluminasen cosas profanas,
-se consumen por Dios. Admirad y alabad al teólogo tomístico, al político
-progresista, al evangélico sociólogo, al sesudo autor de sus encíclicas.
-Yo celebro al poeta; yo celebro al pastor de pueblos que se detiene en
-sus paseos matinales a ver cómo crecen las flores del jardín de
-Horacio; al tiarado frecuentador del Dante; al viejecito transparente y
-delicado que se está muriendo y dice: «Escribid lo que voy a dictar»; y
-lo que dicta son versos. Versos puros y clásicos, versos que brotan con
-son castalio de una límpida fuente latina. Celebremos, los que guardamos
-aún como un raro tesoro, el entusiasmo, la pasión de un ideal de
-Belleza, la memoria del que, bajo el inmenso peso de su triple corona,
-conservó ligero y alado el pensamiento, y armoniosa y dulce la palabra,
-en relación apacible con las inmarcesibles musas. Pues el lírico que
-acaba de dejar su jaula dorada del Vaticano sabía amar la vida y
-celebrar sus dones, y en sus exámetros católicos oiréis un rumor de
-abejas paganas.... Son abejas que se han posado en las rosas de Virgilio
-y sobre los mirtos de Flacco... ¿Qué importa? Él llevaba a la pradera en
-que las ninfas de rosadas carnes han sentido el frescor del rocío de la
-aurora, sus pasos piadosos; junto a Filomela hacía revolar la blanca
-paloma del Espíritu Santo, y el gran Pan veía pasar entre las verdes
-hierbas, paciendo, maravilloso de candidez y de luz sublime, un
-corderito cuyos mansos ojos reflejan el universo, y cuyo contacto
-purifica la negra tierra: el Cordero de Dios que quita los pecados del
-mundo.
-
-No _otium_, sino _ars cum dignitatem_... Se veía que se había refrescado
-en el agua de Juvencia; la vida lo amaba.
-
-El admirable Pontífice podía decir: «Entendámonos, una vez por todas.
-Hay sentencias que aceptamos porque sí, sin razón alguna, porque han
-sido dichas por personajes remotos, en una lengua muerta más o menos...
-Así, creemos como una verdad, porque está en griego, lo de que los
-amados de los dioses mueren jóvenes. No hay tal cosa. Los amados de los
-dioses mueren viejos... Y si, además de eso, son amados de Dios, mueren
-más viejos aún, como moriré yo, Arcade de Roma y Obispo del mundo, León
-XIII. Los que mueren jóvenes son los amados de los diablos...» Y a fe
-que hubiera hablado con mucha razón.
-
-Desde sus primeros versos hasta esa serena y sentida _Nocturna
-ingemiscentis meditatio_ que, en los instantes mismos de su Extrema
-Unción, pulía y repulía clásicamente, el favor apolíneo se revela, al
-propio tiempo que el apego a las formas ilustres y a la lengua sabia,
-que hacen del sagrado _scholar_ uno de los últimos cisnes que habría el
-de Mantua acogido con placer en su lago sonoro.
-
-No es de gran importancia saber si aquel canto nocturno fué el último, o
-si lo fué su composición en honor de San Anselmo:
-
- Puber Beccensi cupide se condere claustro
- Patricia Anselmus nobilitate parat,
- Sub duce Lanfrancus, studiosus et acer alumnus
- Sub patre Herluino crescit et usque pius;
- Florentem ingenio juvenem ad cœlestia natum
- Quem non perficiat tale magisterium?
- Hinc pastor fidel divinæ, hinc munere doctor
- Sublimi in superis vertice conspicuus.
-
-Es el caso que supo morir líricamente, y en belleza, como un cisne.
-Después lo descuartizó la Ciencia y lo expuso la Tradición...
-
- * * * * *
-
-Se le ha comparado con un águila, con un águila blanca, con una blanca
-águila vieja. Chartran, que lo pintó orando; Laszlo, que revela sus
-manos; Benjamín Constant, que quiere mostrar su pensamiento; los
-pintores todos, que han dejado en el lienzo la venerable figura, parece
-que tuviesen la obsesión del ave jupiterina, que es también pátmica.
-Cuéntase que, en un instante de buen humor, se quejó el Papa a uno de
-esos artistas de que hubiese insistido tanto en su nariz... En la obra
-de Laszlo, las manos semejan garras marfileñas... Ya os he dicho cómo
-para mí la diestra de León XIII, al tenerla entre mis dedos, al
-depositar en ella, sobre la gran esmeralda de la esposa, mi beso
-sincero, me pareció una madeja de seda, una flor, un lirio de cinco
-pétalos, un viviente lirio pálido, o, acaso, una pequeña ave de fina
-pluma... Ha habido diabólicos escritores de calumnias que han dicho que
-con esas pálidas manos estrangulaba pajaritos que hacía cazar con redes
-de seda en sus jardines. En cuanto a las grandes narices, ciertamente
-son ellas la que patentizan la raza aquilina, y por otra parte, el Padre
-Santo debía haber sabido que, entre los poetas, de Ovidio a Cyrano, las
-grandes narices han sido acariciadas por la gloria; y entre los
-filósofos, Aristóteles, en el tratado de los Animales, hace su elogio.
-No recordaré, por excesivamente profano, el de Lampridio; pero sí la
-afirmación de un antiguo autor italiano: «Il naso grande da argomento
-d’uomo da bene.»
-
-La nariz, la faz toda, era de águila, como la de Dante, y como la de
-Poliziano era de rinoceronte. Voltaire también la tenía de águila, y
-cuando he vuelto a ver el busto de Houdon y he renovado en mi memoria la
-máscara pontificia, he visto, en verdad, que César Zumeta y Hughes Le
-Roux tienen razón: en los labios de Pecci existía la sonrisa de
-Arouet... Nada quita esto a su alta potestad, a su fe celeste--_lumen in
-cœlo_--, a su misión sagrada de representar sobre la faz de la tierra
-al Divino Doctor de la Dulzura. Quiero fijarme, sobre todo, en su
-carácter de intelectual; y a propósito de la sonrisa, certificar que el
-poeta León XIII era cien veces superior, lira en mano, al admirable y
-detestable autor de _La Pucelle_... Pero ambos no cazaban moscas.
-
-Poeta y rey, se ha visto mucho, desde el santo rey David, hasta Oscar de
-Suecia y Carmen Silva. Eso es fácil y aun decoroso de ser, cuando no se
-caza el jabalí o el hombre. Poeta y Pontífice se ha visto menos, se ha
-visto rara vez, y tan solamente vienen a mi recuerdo los nombres de
-Gregorio el Magno, que inmortalizó el canto católico y que merece el
-nombre de poeta; Eneas Silvio Picolomini, y León XIII, que no temían la
-compañía de las Piérides y ajustaban sus ideas ortodoxas a la vieja y
-mágica música que celebró al pío Eneas o los encendidos labios de Cloe.
-Los asustadizos tienen el sedativo antecedente de la homilía de San
-Buenaventura, que no juzga pecaminosa la frecuentación de las liras
-antiguas desechadas por el severo Jerónimo. Mas, ¿qué han sido sino
-almas artísticas los ministros de Cristo, que en lo antiguo como en lo
-moderno han creído con justicia que honrar a Dios por la Belleza no es
-más que honrarlo con creces? Como Gregorio, Agustín amó la música;
-Ambrosio el milanés, la hermosura litúrgica; Gregorio el de Nasianzo, la
-poesía, con toda la falange de los poetas místicos latinos de la Edad
-Media; Marbodio el de las gemas, Paulino de Nola, Rústico, Juvenco,
-Lactancio, Sedulio y todos los demás que tan bellamente ha exhumado en
-nuestros días la noble erudición de M. de Gourmont. Así, dice el
-venerable Beda hablando de los viejos poetas cristianos, sus versos
-inspiraban el desprecio al siglo y avivaban en las almas el ansia de la
-vida eterna.
-
-Hicieron suyas también las ideas de la Escritura y dieron tanto encanto
-a su poesía, que los más sabios doctores se complacían en escucharlos.
-La creación del mundo, la caída del primer hombre, el cautiverio de
-Israel, su salida de Egipto y su entrada en la tierra prometida, la
-encarnación del Verbo, todas las peripecias de su redención, su
-resurrección del sepulcro, su subida al cielo, la venida del Espíritu
-Santo, la iluminación de los apóstoles y la maravillosa conquista del
-mundo por la doctrina de Jesús, eran alternativamente el objeto de sus
-cantos. Describían también a grandes rasgos el terror del juicio futuro,
-los horrores de la cárcel eterna y el dulce reposo del reino celestial;
-pero la pintura de la bondad de Dios y de su justicia les servía mucho
-más a menudo para hacer volver a los pecadores al amor del bien y a la
-práctica de la virtud. En parte, pueden aplicarse esas palabras a las
-poesías de Su Santidad difunta. Mas hay en él relampagueos que turban,
-de repente, la tranquilidad de la poesía ungida en el seminario. No en
-vano se roza uno con el enorme Alighieri. Tiene León XIII versos
-domésticos, consejos a la juventud, plegarias y simples recreos
-académicos, como su elogio a la fotografía; mas, entre sus poemas
-italianos y latinos, hallaréis de pronto la huella de la garra y la
-señal del aletazo. En verdad se dice: ¡Ha muerto una vieja águila
-blanca!
-
- * * * * *
-
-«Va, Benvenuto mio, che tu sei un valente uomo...» Un Papa es quien dice
-esas palabras al Cellini, y juzgo que, si León XIII hubiese estado en
-lugar de Clemente, habría dicho lo mismo. Pues era varón de altas
-vistas, de intelecto fuerte, y que por culpa de la política prosaica y
-baja de su siglo no pudo hacer brillar en San Pedro la luz de un nuevo
-Renacimiento. Mas, ¿quién mostro un espíritu más liberal que él frente a
-la ciencia moderna, con todos sus tanteos e ineficacias, junto a
-relativas victorias; o haciendo abrir por vez primera, a la curiosidad
-de la historia libre, los secretos de los archivos vaticanos, a punto de
-decir cuando se le observó que cierto célebre francés protestante
-revolvía y anotaba todos los registros: «¡Qué importa! ¡Decidle que no
-oculte nada, que lo publique todo!»; o entrando en la peligrosa cuestión
-social, de manera que traía a su verdadero origen y justicia el deber
-del rico y del proletario? Artista de armiño y púrpuras papales, como
-Gregorio, se complacía en la audición de los cánticos eclesiásticos;
-como Julio, gustaba de la arquitectura y de la pintura; como Clemente,
-de la escultura y de la orfebrería; como Alejandro, de la suntuosidad y
-de las magnificencias decorativas, y más artista que todos, en sí mismo,
-tenía el secreto del ritmo, la gracia de la expresión, el cetro del
-verso. Bien sentiría el ambiente de paganismo que en la basílica de las
-basílicas dejaron tantos antecesores suyos que alegraron la tristeza
-católica con la resurrección de griegos esplendores, y colocaron la
-concha sobre que se posaron los pies de la Anadiomena como pila de agua
-bendita.
-
-De todos modos, los dioses ministraban a Jesucristo: Baco, el vino de la
-consagración; Ceres, la harina de la hostia; Hebe, la copa del misterio
-y del sacrificio. Y Pan, su siringa, convertida en los tubos del órgano
-basilical. Y bajo la mirada de Dios han vivido y vivirán los dioses,
-porque es mentira que ha muerto ninguno de ellos... Los dioses no se han
-ido, los dioses no se van: cambian de forma y continúan animando el
-universo y aplicando su influencia sobre el hombre.
-
-El espíritu de León se despertó a la vida artística desde que, en su
-Carpineto natal, contempló el espectáculo de una naturaleza vivaz y
-palpitante: las viejas casas de piedra, el valle feliz, las parlantes
-aguas del Fossa, las metálicas hojas de los olivos, los bosques, en
-donde el pintoresco pino italiano dice como en ninguna parte su poema
-vegetal, y las alturas rocallosas que se incrustan en el cristal azul
-de un cielo incomparable, el cielo donde arde el sol del Lacio.
-
-Y luego, cuando pasados los años de fatigas estudiosas y de sucesivos
-triunfos llega, ya anciano, al más elevado de los tronos, no hay duda
-que el poeta se sintió en él más alado y satisfecho que nunca. Tiene en
-la gloria de su vejez la omnipotencia moral, el esplendor de los césares
-y de los visires, los flabeles de Salomón, tres coronas superpuestas que
-irradian como constelaciones; seda, púrpura, oro, mármoles labrados por
-todos los semidioses del cincel, desde Fidias y Praxíteles hasta Miguel
-Angel; tiene eunucos como los príncipes musulmanes, mas eunucos
-melodiosos que cantan como los ángeles del teológico paraíso; tiene el
-anillo del Pescador y la portantina que conducen los rojos servidores;
-es una de las dos mitades de Dios que dijo Hugo; tiene el grato vino de
-Velletri y la torre Leonina; palomas, papagayos y pavos reales que
-decoran su jardín, cuando en sus paseos va a repetir un exámetro al son
-del chorro de la fuente, o a ver representar un antiguo misterio, o a
-meditar en la suerte del mundo, o a evocar la llama del Santo Espíritu,
-o del _deus_, o del daimon que le inspiraba. Ardiente pompa
-cardenalicia, uniformes que traen al presente la grandeza y el decoro de
-edades más estéticas, frescos en que los más maravillosos pintores de la
-tierra perpetuaron los sueños de los profetas, las visiones de antiguos
-iluminados o sus propios sueños o visiones; he ahí lo que rodea al
-cantor que bendice. Y viviendo en un tiempo sin armonía, en una época
-sin fe y sin belleza, él cultiva con mayor empeño su idioma armónico, su
-poético verbo, y es como el Orfeo de las catacumbas, que se confunde con
-el divino pastor de Galilea.
-
-¡Duerme en paz, vieja águila cándida que te has perdido en el
-desconocido sueño! Asciende, alma rítmica, que saliste como de un copo
-de espuma o de un císnico plumón. El mundo sigue en su lucha incesante;
-la humanidad continúa en su inacabable guerra; los sabios de buena
-voluntad van en la obscuridad en busca de un secreto que no encontrarán
-nunca; las pasiones siguen ardiendo entre los incensarios del demonio;
-las naciones se miran con el recelo de los individuos; los reformadores
-claman sus sueños al viento; tan solamente el Arte sigue en la misma
-altura solar, todo de luz y de intuición sagrada, mirando las obras
-humanas con ojos de infinito. Un día os dije: «Sois filósofo, y volando
-sobre lo moderno habéis ascendido a la fuente de la _Summa_; sois
-teólogo, y en vuestras pastorales dais la esencia de vuestro
-pensamiento, caldeado por las lenguas de fuego del Santo Espíritu; sois
-justo, y de vuestro altísimo trono dais a cada cual lo que es suyo, aun
-cuando con el César no andéis en las mejores relaciones; sois poeta, y
-discurriendo y cantando en exámetros latinos y en endecasílabos
-italianos habéis alabado a Dios y su potencia y gracia sobre la tierra.
-
-«Allí, en vuestro palacio, en la Stanza della Segnatura, Rafael, a quien
-llaman el divino, ha pintado cuatro figuras que encierran los puntos
-cardinales de vuestro espíritu. La Filosofía, grave sobre las cosas de
-la tierra, muestra su mirada penetradora y su actitud noble; la
-Justicia, en la severidad de su significación, es la maestra de la
-armonía; la Teología, sobre su nube, está vestida de caridad, de fe y de
-esperanza; mas la Poesía parece como que en sí encerrase lo que une lo
-visible y lo invisible, la virtud del cielo y la belleza de la tierra; y
-así, cuando vayáis a tocar a las puertas de la eternidad, no dejará ella
-de acompañaros y de conduciros, en la ciudad paradisíaca, al jardín en
-donde suelen recrearse Cecilia y Beatriz, y en donde, de seguro, no
-entran los que tan solamente fueron justos.» Tal habrá acontecido, ¡oh,
-santísimo Padre y querido poeta! Y no debéis de haber encontrado muchas
-dificultades en la Jerusalem celeste. ¿Qué mejor guía para el Paraíso
-que aquel que fué guiado por Virgilio y cuya obra estupenda tuvisteis
-siempre en compañía de vuestro breviario?
-
-[Illustration]
-
-
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-
-[Illustration] LIBROS VIEJOS A ORILLAS DEL SENA
-
-
-Me he acordado, en una mañana de comienzos de otoño, de ir a ver a mis
-viejos amigos los viejos libros de las orillas del Sena. Es un paseo
-higiénico, melancólico y filosófico. Desde el Quai d’Orsay hasta más
-allá de Nôtre-Dame, se goza de espectáculos imprevistos, fuera de lo
-pintoresco exterior. Por allí he visto una vez, con un chambergo
-semejante al del general Mitre, al sabio Mommsen. Por allí he encontrado
-al poeta Paul Fort y a M. Remy de Gourmont. Por allí saludé una vez al
-Dr. Bermejo. El «morne» Sena verleniano corre abajo. El Louvre alza su
-masa gris. Los vaporcitos se deslizan. Omnibus y automóviles pasan
-veloces entre los «quais», las casas viejas y el venerable Instituto.
-Arregladas o amontonadas las cantidades de papel impreso, son el
-atractivo de especiales visitantes y compradores, curiosos, bibliófilos,
-bibliómanos, filósofos, poetas, estudiantes. No es raro ver también
-junto a una grave peluca, junto a un extraordinario y antiguo gabán, la
-cara sonrosada, los cabellos rubios de una muchacha. Cuando es en buen
-tiempo primaveral, hay pájaros en los árboles vecinos.
-
-Ancianas biblias, caducos misales, forman pilas sobre el parapeto.
-Colecciones de ilustraciones viejas hacen largas trincheras. Y entre las
-cajas de los «bouquinistes» está la profusa tentación de los
-aficionados. Allí hay de todo. Hay sus pequeños «inferii», de cosas
-prohibidas, vulgares novelas cantaridadas, tratados secretos para
-colegiales y gentes de cierto jaez. Especialistas ofrecen clásicos de
-Aldo Manucio, o de las memorables imprentas de Flandes. Ya ha pasado el
-tiempo en que se podía encontrar una ganga por casualidad, la joya
-bibliofílica que valía dos o tres mil francos y costaba treinta o
-cuarenta céntimos. Hoy todos esos vendedores estacionados a lo largo de
-los «quais» saben perfectamente lo que venden, y las buenas fortunas de
-los buscadores de antaño se hacen casi imposibles. No obstante, la
-baratura de lo que por lo general allí se encuentra, es notable. La obra
-rara, con todo, allí como en todas partes, habrá que pagarla caro.
-
-Octave Uzanne ha escrito un interesante folleto sobre los vendedores de
-libros de las orillas del Sena. Otros escritores han pintado la curiosa
-vida de esos sedentarios del aire libre que, invierno y verano, bajo la
-nieve o bajo el sol, tienen por oficio sacudir el polvo a su mercancía y
-aguardar al cliente o al transeunte que se siente atraído por la fila
-de cajas y los montones de papel impreso. Los tipos de vendedores son
-variados, como los de los fieles bibliómanos. No escasea entre los
-primeros el erudito, que os da una lección de historia de la tipografía,
-de ediciones princeps, de incunables, mientras os vende un apolillado
-Horacio o Cicerón. Entre los segundos se ven apacibles profesores,
-sabios condecorados, simples sabios. He creído en más de una ocasión
-encontrarme con la amable figura de M. Bergeret... Lo que es a M.
-Anatole France no he visto jamás, demasiado metido en políticas y
-socialismos como está, él, el más aristocrático de los escritores
-franceses, que desaparece de repente de París y aparece en los palacios
-de príncipes italianos, sus amigos, o se va a Egipto, o a Atenas... No
-tiene ya tiempo de ir a las deleitosas correrías del bibliófilo, que en
-un tiempo fueron su placer. Junto a los respetables profesores, al lado
-de los tranquilos amantes de la sabiduría, detiene el vuelo una bandada
-de poetas y artistas jóvenes, cabelludos aún, o mondos, de modestas
-indumentarias, aires pensativos, ojos llenos de ensueños, miradas llenas
-de ideas. Pobres como los ruiseñores, compran poco, hojean mucho.
-Abundan los libros de estudio. Es que los estudiantes tienen un gran
-recurso cuando se sienten atacados de la tradicional inopia. Saben que
-el vendedor les compra con seguridad, a un precio relativo, sus
-volúmenes. Así, un código comentado contiene muchos almuerzos, muchas
-comidas en las cremerías del Quartier. Esos volúmenes siempre tienen
-salida, y duermen en su caja como en un Monte de Piedad. Son muchos los
-«magazines» ingleses y las publicaciones científicas de todas las partes
-del mundo. El Instituto provee largamente a los «bouquinistes». Hay
-pilas incontables de tesis, antiguas y recientes, y obras enviadas a
-eminentes académicos, con sendas y elogiosas dedicatorias.
-
-Lo que más se encuentra, naturalmente, son novelas, novelas de todas
-clases y de infinitos autores, desde los del siglo XVIII hasta los de
-nuestros días, ejemplares de libros que «acaban de aparecer», a 3,50
-francos, y que se venden por 80 céntimos. Hay rimeros de gloria fallida,
-arrobas de ingenio desperdiciado y averiado, copiosas cosechas de musas
-trashumantes que trabajaron para el olvido, esfuerzos inútiles... Allí
-yace la vanidad de la cantidad. Allí reposan los que han «hecho obra»:
-¡tantos volúmenes, tantos tomos de crítica, tantas novelas...! ¡Nada,
-nada, nada! A diez, a quince, a veinte céntimos. La letanía de nombres
-desconocidos es abrumadora. Abrid un libro, y alguna chispa de talento
-encontráis siempre. Es el muladar de los _ratés_ y el cementerio de los
-mediocres.
-
-Impresos en elegantísimo papel, en formatos artísticos, con magníficas
-ilustraciones, suelen hallarse autores mundanos que han pagado bien caro
-una tentativa de consagración literaria. Poetas francorrumanos y franco
-brasileños, antiguos diplomáticos que conocieron a la princesa de
-Belgiojoso, rastacueros cosmopolitas de las letras, están representados
-por tomos de versos, momias de poemas, marchitos homenajes, exhumadas
-galanterías, adornadas generalmente con el retrato de los autores...
-Vanidad de vanidades y la más inofensiva de las vanidades. Allí duermen
-arrivistas de ayer, y llegan los de hoy a comenzar su sueño de mañana.
-En cambio, no he encontrado jamás, en la ensalada barata de esos cajones
-de literatura usada, ni un tomo de los sonetos de Heredia, ni una
-«plaquette» del pobre Lelian. Generalmente, lo barato es lo que merece
-la baratura. Impreso por Vanier, el editor de los decadentes, de
-terrible memoria, ha consagrado un volumen de versos que se titula
-_Humbles Mousses_. Allí leo los siguientes versos que traduzco, pues
-veréis que el caso merece la pena:
-
-
-LOS VERDADEROS RICOS
-
- Vosotros, que sabéis ganar el pan de cada día
- Y, cubiertos de arpillera o de lienzo,
- Dormís bajo los grandes techos, casi al aire libre,
- O bajo la cabaña, humilde morada;
-
- Hacia los ricos hoteles de piedra, donde el oro abunda
- En donde pensáis que estaríais mejor,
- Guardáos de lanzar una mirada envidiosa:
- ¡Sois vosotros los felices de este mundo!
-
- Los pórticos de mármol y los artesonados
- Ocultan el cielo, las corrientes aguas;
- Cuando se tiene la idea de acumular rentas,
- ¿Se sabe acaso el encanto de los estíos?
-
- Ni una sola de las felicidades que hacen amar la vida
- Se da por el dinero;
- La luz serena y el aire, el azul cambiante,
- El sol, de alma encantada,
-
- El hechizo de los grandes bosques y la gracia de las flores,
- El césped, el perfume de las rosas,
- La embriagante dulzura de las innumerables cosas
- Bellas de formas o de colores,
-
- Vienen a ofrecerse, sin pedir nada
- Al más modesto de los transeuntes,
- Mientras que en pleno aburrimiento, hastiado, privado de sentir,
- Bosteza el dueño del dominio.
-
- Pronto, cansado de los objetos que apenas ha querido,
- Está sin necesidades y sin goce:
- Saturado de todos los placeres que da el oro,
- No desea nunca nada más.
-
- ¿Sabe acaso si hay en la tierra un sólo ser que le ame?
- El hombre afligido de tesoros,
- Se halaga esperando un amor compartido:
- Una dote lo atrajo a él mismo.
-
- Su corazón está lleno de sospechas adormidas,
- Y mientras que el pobre diablo
- Tiene la dicha de creer en la amistad sincera,
- El duda de todos sus amigos.
-
- ¡Ah! compadecedle a ese rico; cuando el alma alegre,
- Y sin cuidado del mañana
- Le véis, caminando, la mano en la mano,
- Su palacio hecho a la soberbia,
- Vosotros tenéis la amistad, el amor, aun la alegría
- De admirar la simple Naturaleza,
- Y ese poderoso no puede, ¡oh, triste criatura!
- Comprarlos con su oro.
-
-El autor de eso se llama François Haussy, pero ese es el pseudónimo que
-oculta el nombre de Federico Humbert, el marido de Madame Humbert; que
-hoy, en la prisión de Fresnes, paga, con ella, las famosas estafas que
-conocéis. Es decir, no las paga; las purga... Federico Humbert es un
-poeta a treinta y cinco céntimos en el quai des Augustins...
-
-Mi reconocido orgullo ha recibido en esos mismos lugares importantes
-lecciones, ¡oh, mis colegas de América! Por allí he comprado unas
-_Prosas profanas_, con la dedicatoria borrada, a treinta céntimos. Los
-que enviáis libros a estos literatos y poetas, a estos «queridos
-maestros», no sabéis que irremisiblemente vais a parar al montón de
-libros usados de los muelles parisienses. He comprado, entre otras obras
-de amigos míos, un tomo dirigido a Jean Richepin por un joven
-hispanoamericano, tomo de estudios sobre autores de Francia, en los
-cuales estudios hay uno del susodicho maestro, ditirámbico,
-ultrapindárico. La dedicatoria, lo más respetuosamente escrita, y dentro
-del libro, y en la parte dedicada a Richepin, una carta sentida y
-humilde. Pues bien, Richepin ni se dió cuenta del libro, ni le importó
-un ardite la dedicatoria, ni tocó la carta; y por treinta céntimos hice
-el rescate... Qué mucho, si un eminente crítico ha mandado vender en
-_tas_ gran número de autores editados por el _Mercure_, sin cuidarse de
-borrar bien dedicatorias como las que he hallado en las _Ballades_, de
-Paul Fort... ¿No os decía que entre los libros viejos de las orillas del
-Sena se recogen lecciones de... filosofía, y valiosísimos granos de
-experiencia? Si no, os lo certifico ahora.
-
-Más allá del Instituto hay un intermedio entre libros y libros, el que
-llenan las cajas de vendedores de medallas, de curiosidades, monedas
-antiguas, condecoraciones, alfarería desenterrada, y una especie de
-museo de Historia natural en miniatura. Hipocampos secos, como los que
-venden los muchachos napolitanos de la costa, corales, piedras
-preciosas, verdaderas e imitadas, hierros viejos de los que regocijan a
-Santiago Rusiñol, asignados, autógrafos, esculturas. Allí hay cosas de
-todos los siglos, desde fragmentos de objetos de la época cuaternaria
-hasta escarapelas del tiempo de la Revolución. Y más allá, continúa la
-serie de cajas de libros, custodiados por sus taciturnos vendedores.
-
-Hoy vuelvo contento, porque he visto a una niña rubia comprar por un
-franco cincuenta, y una sonrisa muy rosada, una _Nuestra Señora de
-París_, no lejos de la armoniosa y serena Catedral; porque lejos de los
-malos hombres que murmuran y que odian, he saludado al otoño que acaba
-de llegar; y porque he adquirido un Quevedo impreso en Bruselas en
-tiempo del IV Felipe, hermoso, claro, con tapas de pergamino, por
-sesenta céntimos.
-
-
-
-
-[Illustration] UN CISMA EN FRANCIA
-
-
-Malos vientos soplan sobre la barca de Pedro, que _Mumen in cœlo_
-dejó en tempestad y que _Ignis ardens_ comienza a dirigir. El
-catolicismo pasa por una gran crisis; mejor dicho, el cristianismo; mas
-contra el catolicismo, contra la iglesia romana, se amontonan las más
-negras nubes. No es la primera vez, y por algo dijo la boca sagrada el
-_non prevalevunt_... No hay hoy profetas. Apenas M. León Bloy acaba de
-resurgir rugiendo contra «las últimas columnas de la iglesia», flacas
-columnas: Coppée, Didon, Brunetière, Huysmans, Bourget y otras menores,
-¡cuán menores! Los rugidos de Bloy no los escucha el siglo, demasiado
-ocupado con otros asuntos. Entre tanto, en la España católica, la
-enemiga contra Cristo cunde; en la Francia cristianísima se expulsan las
-Congregaciones y el anticristianismo triunfa. Un Papa campechano y
-demócrata, en la Sede suprema, hace perder su brillo y su misterio a la
-Tradición. Cosa singular. Es en los países no católicos donde el
-catolicismo se expende y avanza tranquilo. Y un César protestante y
-fantasioso hace pensar, por su actitud, si no estarán próximos los
-tiempos en que, como en la Edad Media, se vea la formidable liga entre
-las dos mitades de Dios, de que habla Víctor Hugo: el Papa y el
-Emperador.
-
-Hace poco se inauguró la estatua de un gran hombre bajo el auspicio de
-los socialistas ateos. Ahora bien, leed estas líneas: «No quisiera Dios
-que yo parezca jamás desconocer la grandeza del catolicismo y la parte
-que le toca en la lucha que sostiene nuestra pobre especie contra las
-tinieblas del mal. ¡Cuánto bien brota aún en el seno de las aguas
-revueltas de esa fuente inextinguible, en donde la humanidad ha bebido,
-por tan largo tiempo, la vida y la muerte! ¡Aun en esta edad de
-decadencia, y a pesar de las faltas llevadas al extremo con una
-obstinación sin igual, el catolicismo da pruebas de un asombroso vigor!
-¡Qué fecundidad en su apostolado de caridad! ¡Cuántas almas excelentes
-entre esos fieles que no sacan de sus pechos más que leche y miel,
-dejando a otros el ajenjo y la hiel! ¡Cómo a la vista de esas tiendas,
-ordenadas en la llanura, y entre las cuales se pasea aún Jehová, se
-desea, con el profeta infiel, bendecir a aquel que se quisiera maldecir
-y decir: «¡Cuán bellos son tus pabellones! ¡Cuán encantadoras tus
-moradas!» A pesar de los límites obligados que el catolicismo pone a
-ciertos lados del desenvolvimiento intelectual, ¡cuántos espíritus que,
-sin las fundaciones religiosas hubieran permanecido sepultados en la
-vulgaridad o en la ignorancia, le deben su despertamiento! ¿En dónde
-encontrar algo más venerable que San Sulpicio, esa imagen viviente de
-las antiguas costumbres, esa escuela de conciencia y de virtud, en donde
-se da la mano a Francisco de Sales, a Vicente de Paúl, a Fenelón?
-
-Aun en esa asociación, a veces un poco inocente, entre el catolicismo y
-los restos de la vieja sociedad francesa; en ese neocatolicismo, a
-menudo desabrido, ¡cuánta distinción todavía! ¡Qué atmósfera pura y
-honrada! ¡Qué esfuerzo ingenuo hacia el bien! ¡Ah! Guardémonos de creer
-que Dios ha dejado para siempre esa vieja iglesia. Ella se rejuvenecerá
-como el águila, reverdecerá como la palmera; pero es preciso que el
-fuego la depure, que sus apoyos terrenales se rompan, que se arrepienta
-de haber esperado demasiado en la tierra, que borre de su orgullosa
-basílica: _Christus regnat, Christus imperat_, que no se crea humillada
-cuando ocupe en el mundo una posición que no será grande sino a los ojos
-del espíritu.» ¿Quién ha escrito tales palabras, si no completamente
-ortodoxas, muy de acuerdo con la doctrina de quien dijo: «Mi reino, ¿no
-es de este mundo?» Ernest Renan. El orador que hoy pronunciase ese
-discurso en las Cámaras francesas sería calificado de clerical. Lo que
-hay es que, a pesar del antiguo espíritu religioso del pueblo, la fe ha
-sufrido aquí duros embates y todos los buenos anuncios, entre los cuales
-las grullas de Vogüe y tales o cuales conversiones notorias han sido
-simplemente ruidos de ideas aisladas o acontecimientos literarios.
-Cuando el snobismo tendió al catolicismo, la religión padeció una
-verdadera desgracia. La religiosidad de moda y la oración elegante
-hicieron más daño que el inofensivo satanismo intelectual y el mediocre
-cientificismo ateísta. El último, verdadero y peligroso enemigo de toda
-creencia en el pensamiento contemporáneo, ha sido el antecristo alemán,
-que fué empujado por la amenaza de una espada de fuego hasta el
-manicomio.
-
-Mas la Iglesia sufre hoy ataques más formidables que los que la simple
-política puede dirigirle en cuestiones terrenales, o los que lanzarle
-pueden filosóficos arietes modernísimos, más poderosos que las pasadas
-flechas volterianas. Se trata de las revoluciones en el propio seno, de
-la renovación de antiguas oposiciones contra el dogma, de la
-resurrección de un cisma, en fin, más dañoso que todas las connivencias
-de afuera, y que enciende, después de largos siglos, fuegos que pueden
-producir un verdadero incendio en la romana basílica de las basílicas.
-
-Hace poco tiempo un sesudo y sapiente escritor español--he nombrado a D.
-Edmundo González Blanco--demostraba, en un artículo admirable de vigor,
-la posibilidad de una iglesia nacional en España. «Ya que no tenemos en
-nuestra alma colectiva una fe robusta y personal que oponer al
-formalismo dominador del Vaticano, aprovechemos la que haya para
-constituir nuestra comunión nacional, nuestra iglesia independiente,
-nuestro catolicismo patriótico. Filipinas acaba de darnos el ejemplo; y
-esa necesidad social, hoy más que nunca sentida, se impone en lo
-sucesivo como una condición de prosperidad pública.» El golpe
-conmovería, ciertamente, a la curia romana, y parece que hay en el clero
-español partidarios de la autonomía religiosa, de la iglesia
-independiente nacional, hasta con el detalle de su misa propia, de la
-vuelta al uso del antiguo rito muzárabe.
-
-Pues bien, todo eso es poca cosa con lo que encierra el siguiente suelto
-publicado ayer por _Le Figaro_: «El cardenal Richard, arzobispo de
-París, acaba de prohibir, por carta, a los alumnos de todos sus
-seminarios la asistencia a los cursos que el señor abate Loisy enseña en
-la Sorbona, en la Escuela de Altos Estudios. En la misma carta exhorta a
-todos los seminaristas que posean las dos últimas obras del señor abate
-Loisy a que las entreguen a sus superiores. Creemos saber que la
-comisión de Estudios Bíblicos instituída por León XIII no tardará en
-pronunciar su juicio sobre los libros acusados.» ¿Cuál es la doctrina
-que se condena del abate Loisy? Yo no he leído los libros de este
-sacerdote; pero sí sé que no es un _défroqué_ más o menos sonoro, a la
-manera del padre Jacinto, del abate Charbonnel. M. Jean de Bonnefon, que
-es ducho en la materia, nos dice que la condenación o la absolución del
-abate Loisy es en realidad el fin o la transformación de la iglesia
-romana. «Es la conclusión de diez y nueve siglos de fe o el prefacio de
-un culto futuro.» Por mucho menos se quemó a Savoranola. La reforma que
-se desea en España es sencillamente de forma, y tiene razonables
-antecedentes; la tentativa del cismático francés va al fondo de la
-creencia, mina la base dogmática. El abate, que es persona de mucha
-ciencia humana, comienza por afirmar viejas herejías: Que Jesucristo no
-afirmó que fuese Dios, ni se juzgó nunca como tal; que el Pentateuco no
-es obra de Moisés; que el libro del Génesis, el de Tobías, el de Job, el
-de Judith, son simple literatura; que «todo el Antiguo Testamento está
-escrito sin ningún cuidado de la verdad objetiva, y no es más que un
-objetivo arqueológico de edificación religiosa». Eso, dicho por Renan,
-por Strauss, por Max Nordau, está perfectamente; pero la afirmación es
-de un sacerdote, sacerdote que no abandona ni la tonsura ni el hábito, y
-que cree servir así a la verdad y a Dios, y trabaja porque la Iglesia
-entera sea de su opinión. Lo principal está en lo referente al Nuevo
-Testamento: «La divinidad de Jesucristo no está escrita en el Evangelio.
-La Resurrección, la institución de los Sacramentos, la jerarquía de la
-Iglesia, todo eso puede ser artículo de fe, si se tiene fe. El cuarto
-Evangelio no tiene ningún valor histórico; la resurrección de Lázaro es
-un símbolo.» ¡Cómo debe estremecerse, en lo invisible, la sombra de
-Torquemada! Con la Nueva Jerusalem swedenborguiana, con las mil y una
-sectas del cristianismo yanqui, con el flamante profeta Elías y su
-productiva Sión, con tolstoístas y ultraevangelistas, la Iglesia no
-tiene nada que temer. Pero el abate Loisy es un dulce y piadoso enemigo
-íntimo que, si no se anula pronto, causará trascendentales perjuicios,
-y éstos los quiere evitar su eminencia el cardenal Richard, el fuerte
-viejecito que quiso confesar a Hugo. Es una nueva aparición de la
-incompatibilidad entre el progreso y la fe, entre la religión y la
-ciencia, entre la razón terrestre y la razón celeste. León XIII y su
-Santo Tomás no dejarán de tener culpa en la valentía del osado abate.
-_Lumen in Cœlo_ no quiso iluminar en la ocasión; veremos si _Ignis
-ardens_, que aparece tan benigno, quemará, así sea metafóricamente.
-
-En verdad, la obra del abate Loisy, con su aspecto moderno y
-superescolar, no es nueva. A través del océano del tiempo es un mugrón
-del arrianismo, llegado tras el biprincipismo gnóstico. Cristo ha sido
-el blanco de famosas herejías: Si Arrio y los suyos niegan su divinidad,
-Eutiquio le suprime toda humanidad, aboliendo así la redención, y
-Nestorio, estableciendo la división entre la parte divina y humana,
-destruía la unidad que constituye teológicamente el Hijo, ¿cuántos
-heresiarcas más se han atrevido con el más sagrado de los misterios
-cristianos? Sin embargo, entonces se discurría en el terreno de la
-filosofía religiosa, de la ciencia divina, de las doctrinas que dieron
-nacimiento y desarrollo a la patrología.
-
-El abate Loisy es de última hora. Viene con la ciencia de hoy, es
-profesor «en Sorbona» y sabe lenguas orientales, arqueología, todo lo
-que sabía Renan. «--¡Bah, bah, bah, bah!; no sé hablar--dice el
-formidable profeta, y alguien que muy poco tenía de cura, Büchner,
-escribe en su libro, no religioso por cierto: «La fe tiene raíces en
-indisposiciones del alma inaccesibles a la ciencia.»
-
-El cardenal Richard se preocupa grandemente del caso. Lo que debe hallar
-más grave su eminencia, y con él todos los católicos, es que el abate no
-renuncia a su sacerdocio ni a su título de católico, y cree servir al
-«más grande de los hombres», en su calidad sacerdotal y profesoral.
-Demás decir, que ha caído multiplicadas veces bajo el anatema de la
-Iglesia. El abate Loisy, simplemente, en el concepto católico, es un
-excomulgado. En él están contenidos todos los antiguos heresiarcas,
-desde Arrio hasta Berenger. Su exegesis renaniana, por el caso de su
-ministerio, no puede menos de causar el mayor escándalo entre los
-sinceros y firmes creyentes. Y su condenación o absolución por Pío X
-será la continuación de la normal doctrina católica, apostólica, romana,
-o el krack del Espírito Santo.
-
-[Illustration]
-
-
-
-
-[Illustration] LAS TINIEBLAS ENEMIGAS
-
-
-Los profesores, los sabios oficiales, los doctores de la ciencia humana
-que creen haber asido la verdad con cuatro pinzas y cuatro estadísticas;
-los que ven hasta dónde alcanza lo que saben, los explicadores novísimos
-del alma, los que han escamoteado a Dios, os podrán hablar largamente y
-en términos semigriegos, que complacían ya a Molière, de las causas más
-o menos probables que han llevado a una horrible muerte a un poeta
-maldito que estaba casi olvidado: Maurice Rollinat. Yo procuraré deciros
-sucintamente la pesadilla de su vida y el espanto de su fin. Porque aquí
-una vez más se cumple _Talis vita, finis ita_. Todo es uno en el hombre:
-existencia, obras, impulsos; la fatalidad, que tiene muchos nombres,
-rige la vida, desde el espermatozoario hasta la podredumbre. Y así hay
-la fatalidad del bien, como hay fatalidad del mal, fatalidad angélica y
-fatalidad demoníaca. Y tal hombre desde la cuna va para el altar, y tal
-otro para la batalla, y tal otro para mirar pensativo las entrañas del
-mundo. Allí están los instintos y las vocaciones. Vocaciones, es decir,
-llamamientos, llamamientos de voces inaudibles que están en lo profundo
-del misterio y de la eternidad. Y la eternidad y el misterio estarán
-ante las cosas humanas cuando no exista ni el polvo de recuerdo de la
-sabiduría de hoy, y como estaban en los tiempos en que se levantó la
-Esfinge egipciaca y en que había pensadores y sacerdotes en la Atlántida
-y en Palenke.
-
- * * * * *
-
-Maurice Rollinat fué un poeta de talento, ni mayor, ni menor; en todo
-caso, en las antologías entrará como un poeta menor, a causa de ser su
-obra casi toda reflejo y eco; reflejo lejano de Poe, eco de Baudelaire.
-Su poética no alcanzó al simbolismo ni se quedó completamente en el
-Parnaso. Su alma fué la de un romántico puro, exacerbado, pues hasta en
-su licantropía tuvo un antecesor en el antiguo batallón huguiano.
-
-Apareció su nombre repentinamente y se apagó de pronto, como un fuego
-fatuo o de artificio. Era en los tiempos de la impasibilidad parnasiana
-por un lado y de la sequedad naturalista por otro. Apenas Richepin había
-puesto por un momento agitación con sus _Chansons des Gueux_. El
-ambiente era propicio para otra cosa. Rollinat apareció como cultivador
-de «flores del mal», rimador y músico macabro. Cantaba en _cabarets_ y
-salones versos baudelerianos con música suya, y canciones propias,
-aullantes, gimientes, con una voz lúgubre y un aire más lúgubre aún. Era
-en los tiempos en que Sarah Bernhardt, entre cuatro cirios, se complacía
-en dormir en un ataud... Sarah Bernhardt se encantó con el nuevo lírico,
-que tan bien sentaba a sus nervios. Era en los tiempos en que aquel mal
-sujeto, que se llamaba Albert Wolf, hacía y deshacía reputaciones en las
-primeras columnas de _Le Figaro_, y Albert Wolf dedicó un elogioso
-artículo al lírico que agradaba a Sarah Bernhardt, y París reconoció en
-seguida que Maurice Rollinat tenía genio. La moda estaba por las
-neurosis, verdaderas o falsas. ¿Rollinat era sincero, o era un _poseur_?
-
-La tragedia lamentable de sus últimos días, después de tantos años de no
-variar de actitud, aun lejos de París y sus literaturas, fuerzan a creer
-que el pobre poeta era sincero. Cuando más, podría suceder que el hábito
-de estar agitado y la obligación estética de la desesperación le hayan
-al fin perturbado el cerebro y acabado por lanzarle en el abismo a que
-tantas veces se asomó. Luego los venenos del carácter, los modificadores
-del pensamiento, los paraísos artificiales que no son sino infiernos
-verdaderos, llámense alcohol, morfina, cloral, le acabaron de empujar en
-el reino temeroso de las tinieblas enemigas. Una vez más se hace
-palpable la verdad que encierra un decir que se encuentra entre los
-principios de la antigua Cábala: «No hay que jugar al fantasma, porque
-se llega a serlo.» Ese más allá tan desconocido hoy como en los más
-recónditos siglos, contiene todo lo que hay de profundamente misterioso
-en el universo, la esencia del pensamiento, el secreto de la locura, la
-verdad del ensueño, la razón de la muerte. Claro es que los que tenemos
-una creencia religiosa cualquiera, no contamos con la última hipótesis
-del último estudioso y con la última suposición del más flamante
-descubridor de absoluto. Rollinat en otras épocas habría sido tratado
-por el exorcismo y, posiblemente, quemado; por menos se quemó a otros.
-Hoy ha muerto en una clínica, gracias a que los antiguos teólogos están
-sustituídos por los modernos psiquiatras, lo cual está reconocido como
-una ley del progreso.
-
- * * * * *
-
-Uno solo de los libros del desventurado os dará una idea de la caja de
-Pandora y urna de los demonios que era su pobre cráneo: _Las neurosis_,
-dividido en cinco partes: «Las almas», «Las lujurias», «Los espectros» y
-«Las tinieblas». Un médico os dirá: «Delirio de la persecución,
-lipemanía, parálisis general»; un doctor de la Iglesia os declararía
-francamente: «Posesión». Dice ese volumen las torturas de la persecución
-del fantasma del crimen, el superaguzado instinto del daño: los vagos
-estremecimientos, las alucinaciones, el silencio, las extrañezas de la
-música, el alma de Chopin y de Poe, los horrores de la pasión carnal,
-las crueldades de la carne, la felicidad femenina, las pesadillas, las
-torturas, los gatos, las serpientes, los tísicos, el suicidio, el gusano
-de tierra, la «leche de serpiente», los lagartos verdes, el idiota, el
-miedo, el amante macabro, la señorita esqueleto, la muerta embalsamada,
-el sonámbulo, la bebedora de ajenjo, el ladrón, el bohemio, el enterrado
-vivo, el soliloquio de Troppmann, el verdugo monómano, el monstruo, el
-loco, la cefalalgia, la mala suerte, la enfermedad, la hipocondríaca, la
-quimera, la locura, el mal de ojo, la navaja de barba, la vilanela del
-diablo, la rabiosa, los ojos muertos, el abismo, la ruina, las agonías
-lentas, el ataud, la Morgue, la putrefacción, el silencio de los
-muertos, el infierno, el epitafio, _De profundis_... Todos esos son
-títulos o temas de sus poesías, y las poesías corresponden al tema...
-Todo eso se recitaba y se sabía de memoria en los salones parisienses...
-Platos especiales, versos _faisandès_, complemento del estremecimiento
-nuevo traído por el otro maestro infeliz, Baudelaire. Mas en la
-suposición de que en Rollinat fuese natural esa manera de mirar la
-existencia por su parte obscura, fúnebre y diabólica, en el público no
-podía durar lo que era impuesto por la moda, y la moda pasó y no se
-volvió a hablar más del féretro de Sarah Bernhardt ni de las canciones
-tenebrosas del sombrío melenudo «que se parecía a un lobo».
-
-Se dijo que se había ido al campo a llevar una vida de campesino. Otros
-libros de versos suyos, en que hasta el sentimiento de la naturaleza
-está expresado con su preocupación, con su obsesión eterna, llegaron,
-pero ya no tuvieron el éxito que los primeros poemas de sombra, de
-noche, de miedo y de sangre. El pintor sueco Allan Osterlind, que fué de
-sus íntimos, ha narrado algo de su vida en la campaña. Osterlind
-recordaba las largas noches de invierno, en Fresselines, en que el poeta
-pasaba al piano, cantando con su voz potente y singular, que iba de bajo
-a tenor, las melodías originales inspiradas en sus versos campestres:
-«La canción de la perdiz gris», «El cementerio de las violetas», «Los
-cuervos». Contaba su vida entre sus perros y gatos, y el gozo del poeta
-en recibir a sus amigos, en retenerlos hasta por la mañana a la hora en
-que la poción de cloral le procuraba un sueño pesado, surcado de sueños
-fantásticos... Casado, en la paz del campo, adonde cuentan que solía
-salir con gruesos zuecos, de pesca, de excursión, no pudo, sin embargo,
-encontrar la tranquilidad. Frecuentó demasiado las regiones del miedo:
-harto provocó el terror en sus libros y en su vida. Solía errar entre
-ruinas y lugares sombríos. La enfermedad, llamémosle la enfermedad, le
-había agarrado con sus uñas potentes. La vida se vengaba de él
-entregándole por completo a lo que está más allá de ella, a los
-delirios, a los terrores, al imperio de las tinieblas enemigas.
-
- * * * * *
-
-Veinte años después de su separación de París, ciudad de su éxito y de
-su perdición, volvió. Hace como tres meses... ¿A qué viene Rollinat? ¿A
-traer un nuevo libro en que renuncia a las sombras y saluda el bien que
-hay bajo el cielo azul? ¿A cantar un alba de paz, de felicidad humana,
-de amor entre los pueblos, de bienhechor comercio, de deseada armonía?
-No; viene a dejar en el Instituto Pasteur a su mujer, que ha sido
-mordida por un perro rabioso. Y días después el amargo hombre, todo
-nervios y terror, sabe que no se ha podido salvar a su mujer, que ha
-muerto de la más horrible muerte: de rabia.
-
-En seguida, en su desesperación, vuelve al campo, en donde no puede
-estar un sólo momento tranquilo; recurre a los narcóticos, a los
-brevajes de olvido; pero la fatalidad lo tiene ya bien atado: la locura
-llega, violenta, y hay que traerlo a una casa de salud, a las cercanías
-de París, a Ivry, a la clínica del doctor Moreau, de Tours. Allí muere,
-y mañana lo entierran.
-
-Esta noche, después de escritas las líneas anteriores, he abierto el
-volumen de _Las neurosis_ y me he quedado ciertamente estupefacto al
-encontrarme con un poema, que es extraño que a ninguno de los necrólogos
-de Rollinat haya llamado la atención... Es algo que espanta... Para
-coincidencia es demasiado... Luego, la casualidad, es algo tan
-misterioso... La poesía, «escrita hace veinte años», es la siguiente,
-que traduzco literalmente:
-
-
-LA RABIOSA
-
- ¡Quiero morder! ¡Retiraos!
- ¡La noche cae sobre mi memoria
- Y la sangre sube a mis ojos locos!
- ¡Ved! Mi boca, torcida y negra,
- Babea a través de mis cabellos rojos.
-
- Ya he hecho horribles hoyos
- En mis dos pobres manos de marfil,
- Y he golpeado mi cabeza a fuertes golpes.
- ¡Quiero morder!
-
- Calmaría mi sed en vuestros cuellos
- Si pudiese todavía beber.
- ¡Oh! Siento en mi mandíbula
- Una rabia abominable:
- ¡Por favor! ¡Atrás! ¡Retiraos!
- ¡Quiero morder!
-
-Se comprende que, después del horroroso desenlace del accidente de que
-fué víctima su esposa, y más templada que nunca la sed ardiente de sus
-nervios, haya sentido el postrer estallido, y antes que en el suicidio,
-que tanto temía, como lo revela en varios de sus viejos versos, antes
-que en la muerte, se haya hundido en la locura, haya caído en el
-manicomio.
-
- Oh! comme je comprends l’amour de Baudelaire
- Pour ce grand Ténébreux qu’on lit en frissonnant!
-
-dice alguna vez, hablando de Edgar Poe. «Los malos maestros», diría con
-razón Jean Carrère. En otra parte escribe:
-
- A force de songer, je suis au bout du songe;
- Mon pas n’avance plus pour le voyage humain,
- Aujurd’hui comme hier, hier comme demain.
- Rengaine de tourment, d’horreur et de mensonge!
- Il me faut voir sans cesse, où que mon regard plonge,
- En tous lieux, se dresser la Peur sur mon chemin,
- Satan fausse mes yeux, l’ennui rouille ma main,
- Et l’ombre de la Mort devant moi se prolonge.
-
-El Miedo y la Muerte, por siempre. Y sus dedicatorias... a Barbey, a
-Bloy, a Rops, a Charles Buet, al doctor Julien... Seguramente Rops
-pintó su «Bebedora de ajenjo» por los versos que Rollinat dedicara a
-aquel médico. Quisiera traduciros el rondel de «La locura»,
-profético..., como el «Mal de ojo»... o el «Horóscopo», en que
-
-... soudain, de dressant dans la brume
- Devant mes pas,
- Un long Monsieur coiffé d’un chapeau haut de forme
- Me dit tout bas
- Ces mots qui s’accordaient avec la perfidie
- De son abord:
- --Prenez garde; car vous avez la maladie
- Dont je suis mort.
-
-Pero no dejaré de transcribir íntegro el «Epitafio», que es de una
-horrible actualidad y que hará meditar a los reflexivos:
-
- Quand on aura fermé ma bière
- Comme ma bouche et ma paupière,
- Que l’on inscrive sur ma piérre:
- --«Ci-git le roi du mauvais sort.
-»Ce fou dont le cadavre dort
-»L’afreux sommeil de la matière,
-»Fremit pendat sa vie entière
-»Et ne songea qu’au cimetière.
-»Jour et nuit, par toute la terre,
-»Il traina son cœur solitaire
-»Dans l’epouvante et le mystêre,
-»Dans l’angoisse et dans le remord.
-»Vive la mort! Vive la mort!
-
-Sin embargo, en la última página de su tremendo libro se le escapa, a
-pesar de su obsesión malsana, un clamor que pide piedad: _Mon Dieu_...
-Dios haya, por fin, en la eternidad, libertado del dolor el alma del que
-fué condenado en vida, y salve a los poetas de buena voluntad del
-imperio de Las tinieblas enemigas.
-
-[Illustration]
-
-
-
-
-[Illustration] ALGUNAS NOTAS SOBRE JEAN MOREAS
-
-
-En el antiguo teatro de Orange, junto a los viejos muros que el Rey Sol
-llamaba los más bellos de su reino, al amparo de las divinidades
-antiguas que protegieron la civilización helénicorromana, Jean Moreas,
-poeta francés, de sangre griega, hace en estos momentos renacer la
-gloria de los ilustres coturnos, renovando en sonoros y soberbios versos
-a su antepasado Eurípides, y cumpliendo una vez más, en la fuerza de su
-otoño, la promesa armoniosa de antes, por la cual las abejas de Grecia
-libarían una miel francesa.
-
- * * * * *
-
-Hace diez años tuve el honor de hablar por primera vez en nuestra
-América del talento y de la obra de Jean Moreas. Llegaba yo a Buenos
-Aires, como cónsul general de Colombia, _vía_ París... En este soñado
-París había recogido las impresiones espirituales que más tarde fueron
-_Los Raros_. Iba con cosecha de ilusiones y amables locuras... Mi
-sueño, ver París, sentir París, se había cumplido, y mi iniciación
-estética en el seno del simbolismo me enorgullecía y me entusiasmaba...
-Juraba por los dioses del nuevo parnaso; había visto al viejo fauno
-Verlaine; sabía del misterio de Mallarmé, y era amigo de Moreas. ¡Amigo
-de Moreas! Esto me llenaba ampliamente. Porque sabía que el poeta había
-nacido en Grecia y solía encontrar en los senderos de los bosques,
-adonde iba a soñar, sátiros velludos que remedaban a Hércules, armados
-de ramas nudosas. ¡Cómo ignoran todo esto los profesores!
-
-¿Cómo conocí a Moreas? Gómez Carrillo trabajaba entonces en casa del
-temible editor Garnier, y yo lo veía con la frecuencia que deseaba. El
-era ya gran conocedor del barrio Latino y muy mezclado a la entonces
-hirviente bohemia intelectual de _La Plume_. Conocía a casi todos los
-miembros de los cenáculos de la época; sabía yo su intimidad con
-Verlaine, Tailhade y otros. Así, cuando un día se me apareció y me dijo:
-«Esta noche lo espera Moreas; vendré a buscarlo», se lo agradecí muy
-vivamente.
-
-Esa noche me esperaba Moreas y Carrillo fué a buscarme. Encontramos al
-poeta del _Pelerin Passionné_ en un café del barrio, creo que en el
-Vachette. Estaba a su lado su entonces compañero menor y ayudante en sus
-líricas campañas, Maurice Duplessis. Y encontré a un Moreas sereno,
-sonoro, admirable parlante, amable, noblemente fraternal, sin buscar ni
-admitir la familiaridad cara a los irreflexivos y a los insensatos. Y
-como le dijese que el holandés Bijvanck acababa de publicar un libro en
-que se trataba de la leyenda moreana--vanidad cómica, frases
-asustadoras, autolatría--, me dijo simplemente con su voz de bronce, del
-profesor de Hilversum: «Ce monsieur est un imbécile!» Hablamos toda esa
-noche de arte, de ideal, de belleza--es decir, él habló... Como cerraron
-el Vachette, nos fuimos a otra parte, y luego a otra. A las seis de la
-mañana estábamos comiendo almendras verdes en los Halles... Todo eso es
-el pasado--¡ah!, como mi fresca juventud.
-
-Las páginas que publiqué en _La Nación_ sobre Moreas fueron hechas en el
-mar, en la travesía. Llevaba mis apuntaciones y mis recuerdos recientes
-y la grata sensación de aquella generosa intelectualidad. Confieso que
-jamás he encontrado un alma ni más augustamente firme, ni más poseída de
-la fuerza de su propio conocimiento, ni más elevada en su concebir la
-vida, ni más pura en su humanidad, que el alma límpida, ínclita y
-piadosa de Jean Moreas. Es asombroso cómo ha podido conservar su
-diafanidad y su excelsitud ese espíritu de excepción en esta ciudad de
-las duras intrigas, de las crespas batallas; los roces ásperos no han
-hecho más que abrillantar sus facetas, como a las piedras finas. Primero
-sonrieron de él la rutina y la inepcia; luego le atacaron la rivalidad y
-la envidia. El siguió adelante. Procuró expresarse, manifestarse mejor
-siempre. No solicitó el éxito, no cortejó a la _réclame_. Desdeñó cetros
-de pasajeros instantes literarios. Dejó pasar los cortejos, las máscaras
-que desaparecen... Y modificándose, mejorándose, siempre siendo el
-mismo, cultivó su maravilloso jardín, que por un lado confina con la
-selva y por el otro con el mar, la selva sagrada, en donde están sus
-abejas del Himeto, y la vital Thalassa, por donde pasó la nave Argos. Y
-así, con su modestia más orgullosa que el continente de todos los reyes,
-fué simplemente, tranquilamente, haciendo de su vida el poema principal
-de sus poemas, de la meditación su más sincera inspiradora y de su
-íntimo consejo su más bella coraza de oro homérico. Retirado en una casa
-que está cerca del campo, ha hecho sus magistrales _Stances_ y ha
-concluído su _Iphigénie_, la desde hace tanto tiempo anunciada e
-incubada tragedia. El no buscó nunca a nadie, no pidió jamás nada. A su
-retiro le fué a buscar, hace más de un año, la Legión de Honor. Y hoy,
-con el triunfo de Orange, lejos ya las luchas de escuelas, desaparecidos
-en la historia de las letras francesas los buenos combates de los
-simbolistas y decadentes, aclarado el campo intelectual, surge
-definitiva la figura del lírico resucitador de las hermosuras clásicas,
-del admirador de los antiguos coros, de quien nos viene a decir en pleno
-siglo de decadencia moral y de derrotas estéticas la palabra de la
-Belleza eterna, la lección de virtud y de sacrificio, el canto de
-heroísmo y de gracia robusta que la tierra del Arte indestructible ha de
-recordar por los siglos de los siglos al agitado espíritu del mundo.
-
-Sus victorias actuales no le deben hacer olvidar ni menospreciar sus
-primeras victorias. No hay que renegar de la juventud. Las _Syrtes_, el
-_Pelerin_, las obras primigenias, inician la obra por venir, la obra
-presente. Nuestros primeros actos afirman nuestras decisiones futuras.
-Mejorarse no es contradecirse. Simplificarse no es desdecirse. Cada
-momento tiene su fórmula, tiene su expresión. Cada estación la
-naturaleza es distinta en sus manifestaciones. Y no hay mejor
-certificación y aprobación de la espiga dorada que el pan--o la hostia.
-
- Paris, je te ressemble; un instant le soleil
- Brille dans ton ciel bleu, puis sudain c’est la brume,
- Au vent septentrion si tu te fais pareil,
- Tu passes les pays que le zéphyr parfume.
- Triste jusqu’à la mort, en même temps joyeux,
- Tout m’est concours heureux et sinistre présage;
- Sans cause l’allegresse a pleuré dans mes yeux,
- Et le sombre destin sourit sur mon visage.
-
-Moreas llama a la fatalidad necesidad. Digamos, pues, que es necesario
-que haya hombres como Moreas, poetas como Moreas, que vivan en París,
-que se parezcan a París y que de repente digan palabras universales,
-sentimientos totales, logos substancial, verbo de humanidad: «Hélas! que
-le soleil est doux!», clama una de sus heroínas. Y eso que es tan
-sencillo, que lo puede decir el primer ciego que pase por la calle, es
-en la trágica estrofa acuñado para la relativa eternidad de las letras.
-
-Cuando he vuelto a París a establecerme--por siempre--no he procurado
-buscar con frecuencia a mi amigo de antaño. Sé lo que tienen de
-impertinente la admiración intempestiva y la solicitud irrazonada. Por
-otra parte, no busco ni visito a nadie, y esta es una mala condición de
-mi carácter en mis tareas. No he sido hecho para la visita ni fabricado
-para la _interview_. Tanto peor para mí, que no he gozado de la
-familiaridad de los _chers maîtres_. No obstante, a Moreas le he vuelto
-a ver. Triste, con su melancolía altiva y con sus canas. Allí, en el
-café Napolitaine, junto a Mendes, viejo, junto a Courteline y otros
-señores de la literatura y periodistas grandes y pequeños. Y Moreas,
-notaba yo, no estaba en su centro. Después, juntos, y con Carrillo--¡un
-Carrillo cuán otro!--con Duplessis--¡un Duplessis cuán cambiado!--hemos
-solido recordar las horas de hace diez años, cuando pasé para Buenos
-Aires, cargado de ilusiones y de sueños, y fuimos a comer almendras
-verdes a los mercados, una mañana de Mayo, en que nacía dulce el sol.
-
-La _Iphigénie_ actual estaba ya empezada en aquellos días. En tal
-ocasión dije que el poeta preparaba una pieza para la Comedia Francesa,
-y que, dados sus antecedentes, era dudosa la aceptación. Aquella pieza
-es la tragedia actual, que, de seguro, de la antigua memorable escena
-del teatro romano de Orange, pasará al primer escenario de Francia.
-
-Gloria sea dada al severo ordenador de admirables escenas y al siempre
-magnífico rimador de perfectos versos. No creáis que es exageración
-deciros que los versos de Moreas--los mejores de Moreas--son superiores
-a los de los más inconmovibles clásicos de la literatura francesa. Este
-descendiente de los Píndaros y de los Sófocles se expresa con singular
-majestad en el verbo de los Racine y de los Chenier, y he aquí también
-uno que mamó leche amaltea y dijo en la mejor lengua de Francia el
-decoro y la potestad del dios cuyo arco es argentino.
-
-Leed estos fragmentos, llenos de majestad verbal y de sabia armonía.
-Esto es del coro del quinto acto:
-
- Iphigénie, hélas! c’est pour une autre fête
- Où couléront des pleurs
- Que les Grecs vont mêler les boucles de ta tête
- D’un chapelet de fleurs
- Telle, en riche apparat, victime couronnée,
- Pour désarmer le ciel,
- Une pure génisse à la peau tachetée
- S’approche de l’autel,
- Noble vierge d’Argos, dans la verte prairie
- Près des courantes eaux,
- Au milieu des bouviers tu ne fus pas nourrie
- Au son des chalumeaux.
- Tu croissais sage et belle; une reine, ta mère,
- Avec un soin jaloux,
- T’élevait pour te voir dans le palais prospère
- D’un prince ton époux.
- Et pourtant, ô malice où le monde s’obstine!
- Une brutale main
- Avec le fer aigu fera de la poitrine
- Jaillir ton sang humain.
- Ah! comment l’incarnat qui pare ton visage
- D’un charme virginal.
- Et la fierté décente et la fleur de ton âge
- Sauraient vaincre le mal,
- Puisque l’ambition, la fraude et l’impudence,
- Le vice injurieux
- Ont fait que les mortels sont livrés sans défense
- A la haine des dieux!
-
-Y esto de Ifigenia al coro:
-
- Et vous, femmes, quittant le deuil et le regrets
- Vous ferez retentir des chants qui seront dignes
- D’Artemis au grand cœur qui lance au loin ses traits
- Et parcourt sur un char Claros féconde en vignes.
- Où sont les vases d’or et les libations?
- Que la flamme à l’autel consume lés offrendes.
- O rapide Artemis qui règnes sur les monts,
- Je donne sans trembler le sang que tu demandes.
- Voici ma chevelure et mon front virginal;
- Venez, couronnez-moi de fleurs et de feuillage.
- Jeunes femmes, frappez le sol d’un pas égal
- En célébrant ma mort comme un heureux présage.
- Je triomphe de Troie et fais tomber à bas
- Sa forte citadelle et sa muraille antique,
- Et pour fixer enfin la chance des combats,
- J’efface de mon sang l’oracle prophétique.
- O retraites d’Aulis, ô bords, golfe profond,
- Je vous devrai la gloire! Argos, ô ma patrie,
- Pour un illustre exemple et ce destin, qui sont
- Présens des immortels, Argos, tu m’as nourrie?
-
-La prensa celebra la victoria de Moreas, los críticos oficiales lo
-saludan, su nombre adquiere de pronto popularidad. A la representación
-de la obra, a la par de los letrados parisienses que fueron a aplaudir a
-Silvain-Agamemnon, a Lambert fils Aquiles, y a la brava Luisa Silvain,
-y a la joven y brillante Roch, y a la clamorosa Tessandier, asistieron
-campesinas de los contornos, que lloraron de veras, bajo sus cofias
-blancas, por las desventuras de la dolorosa Ifigenia.
-
-¡Y Moreas, como siempre, solitario soñador de armoniosos sueños, sigue
-su camino en la austera melancolía de su vida, sin profanar el don
-divino que recibió con la luz en su tierra maternal y gloriosa, poeta,
-poeta siempre, señor de los cisnes, dueño del laurel verde!
-
-[Illustration]
-
-
-
-
-[Illustration] A PROPÓSITO DE Mm. DE NOAILLES
-
-
-Acabo de cerrar el libro de versos que ha publicado una alta dama
-francesa, la condesa Mathieu de Noailles. Se titula _L’Ombre des jour_,
-y viene después de otro: _Cœur innombrable_. Este flordelisado
-volumen de cosas bonitas, tiernas, melancólicas, femeninas, es un libro
-de mujer moderna con alma antigua. La condesa de Noailles reconcilia con
-la literatura de cabellos largos, del sexo vilipendiado intelectualmente
-por Schopenhauer. No recuerdo si M. Han Ryner, en su «masacre» de
-Amazonas, ha escalpado también esta preciosa cabeza; si lo ha hecho, no
-le será perdonado, pues el mismo Barbey, condestable feroz ante una
-media azul, encontraría que las que ahora me ocupan son de color de
-rosa--a menos que no fuese la fina piel de una ninfa, libre de toda
-malla, húmeda aun de su preferida fuente.
-
-La condesa de Noailles no es una _basbleu_. Es una bella flor humana
-llena de mental esencia, que se exterioriza en formas de armonía. Es
-una rara perla perfumada, como las del mar de Ormuz. Es una aparición de
-figura poética y legendaria en pleno París del siglo XX. Es una joven
-exquisita, de veinte años, divina de frescura y gracia, que demuestra
-simplemente que se puede tener un nombre ilustre, un marido, un
-automóvil, vestirse en la calle de la Paix y poner su alma cantante y
-soñadora en las alas de los versos. Nada tiene que ver esta sacerdotisa
-apolínea, o pánica, con los pantalones del feminismo. Ella vaga en los
-bosques, comunicando, ronsardizando, como antaño, en la libertad de su
-naturaleza:
-
- Car dans ce temps, haute et paisible
- La Nature, ses bois, ses eaux,
- N’avalent pas cette ame sensible
- Qui plus tard fit pleurer Rousseau.
-
-Lelianiza también; pues no teme acercarse desde su morada heráldica a
-coger las flores sinceras y modernísimas del pobre Lelián. ¡Una dama
-aristocrática, honorable, adorable, que frecuenta a Verlaine! ¿Qué
-dirían entre nosotros, y en otras partes, los que solamente ven del
-desdichado fauno la máscara socrática y la repugnante ebriedad? La
-condesa de Noailles es verlainiana en su sencilla delicadeza. El encanto
-natural, la comunicación secreta e íntima con el Universo, de manera que
-el espíritu propio se confunda con el espíritu del mundo, la conciencia
-de que nuestra voz es una unidad individual en voz total infinita, y
-que nuestro minúsculo espejo interior es en realidad tan vasto que en él
-se mira todo lo que existe, hacen que del jardín lírico de esta singular
-poetisa vuelen al azul muy maravillosas alondras. Ella canta a Príapo,
-dios de los jardines; y la ignorancia tiembla creyendo renovada la oda
-de Pirrón. Canta la eternamente nueva canción de las florestas
-primaverales, de los frescos verjeles, de las flores recién nacidas, de
-los nidos, de la hermosura melodiosa de un momento matutino; y la gloria
-y la alegría de amar, razón y triunfo inmenso de la vida. Y se
-singulariza en la campaña francesa, en las ciudades y aldeas de su
-patria, en donde encuentra una revelación de ensueño o un motivo de
-atracción. Y siempre es el alma amante en el cuerpo amoroso, que vibra
-al soplo del armonioso viento. Dice todo lo que ve y todo lo que siente.
-Se siente amada y lamenta el paso del tiempo, porque con él se irán su
-juventud y su sed de amor:
-
- Pourtant tu t’en iras un jour de moi, jeunesse,
- Tu t’en iras, tenant l’Amour entre tres bras.
- Je souffrirai, je pleurerai, tu t’en iras,
- Jusqu’à ce que plus rien de toi ne m’apparaisse.
-
-Ronsard se consolaba con ser leído _a la chandelle_ por la amada
-envejecida; y Ponsard--¡hay distancia!--dijo la misma cosa en un soneto
-a la famosa Ratazzi. La musa, cuyos versos celebro, desea «ser amada
-después de la muerte», y dice:
-
- Et qu’un jeune homme alors, lisant ce que j’écris,
- Sentant par moi son cœur emu, troublé, surpris,
- Ayant tout oublié des compagnes réelles,
- M’accueille dans son âme el me préfère à elles.
-
-Hay un admirable estudio del conde Robert de Montesquiou-Fezensac sobre
-los inconvenientes de los nobles y grandes señores que se dedican a
-asuntos artísticos o literarios. Tienen, desde luego, la oposición de
-las gentes de su casta, que no son por lo general muy dadas a cosas del
-espíritu, desde los tiempos en que la nobleza ostentaba como un lujo la
-ignorancia. Los artistas, por su lado, no los acogen sino con cierta
-hostilidad, quizá consecuencia de la antigua humillación del mecenismo.
-La clase poderosa, que ve la superioridad intelectual como una fuerza
-que no posee, opone su indiferencia o su desdén. Son dos elementos
-contrarios, difíciles de unir, sin llegar a las utopías de Rebell. El
-público, a su vez, acoge casi siempre la producción del autor
-blasonado--en nuestros países el rico autor--como labor de _dilettante_,
-como ocio de aficionado. En muchos casos hay gran razón, pero suele
-haber injusticia. En cuanto a la dama, a la mujer de alcurnia, que se
-atreve a tales empresas, las dificultades suelen ser mayores. La
-sostenida inferioridad ancestral, la ligereza, las preocupaciones
-mundanas, la maledicencia, la social inveterada hipocresía, el _flirt_
-moderno, las atenciones de la moda, las influencias religiosas y la
-agresividad intelectual masculina se presentan ante las tentativas de
-una vocación. Se necesita ser una voluntad, un carácter, para oponerse
-a todo eso, para luchar, para vencer. En todas partes del mundo ha
-habido y hay las brillantes excepciones que confirman la regla. No me
-refiero, de ningún modo, a las agitadas y sonoras _viragos_ del
-feminismo militante.
-
-Sin pretender de ninguna manera sostener la vieja cuestión teológica, yo
-no creo en la igualdad espiritual del hombre y de la mujer. Obsérvese
-que no hablo de inferioridad, sino de igualdad. La Naturaleza es la
-sabia ordenadora y tiene sus leyes absolutas; en este caso la ley se
-llama fisiología. No insistiré en el tema, que nos llevaría a puntos
-delicados que conocen mis lectores y que han sido y son muy tratados
-científica y cómicamente. Creo, sin embargo, en que, así como hay
-hombres de alma femenina, hay mujeres de alma e inteligencia masculinas.
-
-A decir verdad, no es simpático el tipo de la literata, de la
-marisabidilla, de la cultilatiniparla de nuestro tiempo. Ni la de tiempo
-alguno. En todo caso, quedémonos con las cortesanas artistas de la
-antigüedad, con las sutiles inspiradas de todos los tiempos, pero en
-ningún caso con lo que significa la palabra española marimacho. Cuando
-se toca de cerca a la cuestión doméstica, seamos más explícitos, y
-digamos con el excelente Chrisale:
-
- J’aime bien mieux pour moi qu’en épluchant des herbes,
- Elle accommode mal les noms avec les verbes,
- Et redise cent fois un bas et méchant mot,
- Que de brûler ma viande ou saler trop mon pot,
- Je vis de bonne soupe et non de beau langage.
-
-Sería, es indudable, mucho mejor tener ambas cosas, buen lenguaje y
-buena sopa. No sólo de pan vive el hombre. Podría argüirse que las
-bellas y honestas damas que se dedican a la literatura están rodeadas de
-los esplendores de la fortuna; y, por lo tanto, no tienen nada que ver
-con los puntos de media y con las cacerolas. Al contrario, toda
-verdadera alta dama de antaño, como de ahora, se conoce en esto; en que
-no por el cuidado de su belleza y por la distinción de su jerarquía ha
-dejado en abandono el capítulo importante y clásico de los asuntos
-caseros, desde la reina Penélope hasta la reina Victoria. Y luego, se
-puede escribir el _Heptameron_ y hacer los ricos platos de dulce que
-sabía confeccionar la Margarita de las Margaritas. Hay una larga serie
-de madamas que han dejado muy buenas obras y que han sido muy
-hacendosas. Se habla de la sopa de coles de Mme. Dacier, una sopa
-famosa, aunque no tanto como la traducción de Homero de esa misma
-señora. La Scudery, la de Deshouillers, la de Genlio, la de Maintenon,
-la de Sevigné, la de Staël, muy plausibles mujeres de su casa. Les
-faltaría ortografía a algunas; pero orden doméstico, economía y ojo
-listo, eso no.
-
- * * * * *
-
-Lo que no es aceptable son las ridículas impertinentes, las excesivas
-Filamintas, las que se deleitan con Trissotin y quieren abrazar a Vadius
-por amor del griego. Hoy no hay muchas de éstas, dado que el griego hay
-muy pocos Vadius que lo sepan. Pero hay la _snob_, la decadente, la
-wagnerista, la partidaria del amor libre, la Eva nueva, la doctora
-escandinava ibseniana y la estudiante rusa que tira balazos. Confieso
-que prefiero las preciosas, que me quedo con Filaminta, con Belisa y con
-Armanda.
-
-No hay en Francia la cantidad de _authoresses_ que en Inglaterra y los
-Estados Unidos; pero hay una gran cantidad de mujeres que escriben,
-autoras de libros científicos, sabias como Clémence Royer, que ha muerto
-hace poco, periodistas valientes y ágiles, novelistas, poetisas, fuera
-de las grandes damas que hacen política, y conservan los pocos, los
-raros salones semejantes a los que antes tuviera una madame de Girardin,
-o, más recientemente, Mme. Adam.
-
-Unas cuantas personalidades se destacan en el copioso grupo. Cierta
-revista muy mundana--_Femina_--ha propuesto como tema de un concurso, a
-sus suscriptoras, la elección de una Academia de mujeres francesas,
-paralela a la de los cuarenta. Hace algunos años esa misma cuestión fué
-actualidad, y se hizo una lista de las que resultaron elegidas en
-plebiscito: Mmes. Edmond Adam, Marie-Anne de Bovet, condesa Colonna,
-Jeanne Chauvin, Judith Cladel, Alfonso Daudet, Dieulafoy, Judith
-Gautier, M. L. Gagneur, Eugène Garcin, Henry Greville, Gyp, Manœel de
-Grandfor, Robert Halt, Paulina Kergomard, Leconte de Nouy, Jean
-Laurenty, Nelly Lieutier, Daniel Lesueur, Max Lyan, Jeanne Mayrel,
-Hector Malot, Michelet, Marni, Luisa Michel, María Mangeret, Mesureur,
-Mendès, María L. Néron, de Peyrebrune, Rachilde, Rostand, Clémence
-Royer, Ratazzi, G. Rénard, Mary Summer, Séverine, Simonne Arnaux, Marcel
-Tinayre, Vincens. Algunas de ellas han muerto, pero los huecos podrían
-llenarse. Solamente, si tal Academia llegara a realizarse, sería uno de
-los mayores triunfos del ridículo en la historia de las ocurrencias
-humanas. Ya hay bastante con el que ha caído durante tanto tiempo sobre
-la de «inmortales» varones. Entre todos esos nombres los hay dignos de
-la mayor estimación y aun admiración, y los hay medianos y casi
-desconocidos. No puede haber parangón alguno entre, por ejemplo, Judith
-Gautier y la señora Malot, entre Rachilde y la señora Tinayre. ¡Así
-sucede bajo la Cúpula!
-
-Las cabezas femeninas que más brillan, son, ante todo, las de esas dos
-admirables luchadoras que van a la acción, que ponen voluntad y talento
-al servicio del bien, la ardorosa Luise Michel, o la pacificadora
-_Severine_. Luego vienen las de puro intelecto, las imaginativas y
-ultrapensantes; en un exceso de vitalidad y de fuerza, esa rara Mme.
-Vallete, o sea _Rachilde_, aparece como el cerebro femenino más
-complicado y vigoroso, no sólo de su siglo, sino de todos los siglos.
-Hace unos diez años escribía yo de ella un retrato, en que mis
-entusiasmos de entonces iban hacia la parte extrañamente diabólica y
-misteriosamente pecadora de su obra. Hoy, con mayor reflexión, no veo ya
-a la escritora sadista--_Sade toujours_--, a la juglaresa incendiaria,
-sino a la sesuda y terrible filósofa, a la formidable destructora, a la
-Sybila de la anarquía, cuyas ideas, hoy manifestadas en nuevas novelas,
-o en críticas singulares, se puede no seguir, pero no se puede dejar de
-admirar.
-
- * * * * *
-
-Después están las estudiosas, como Lucía Félix Faure; las «maestras»,
-como Judith Gautier. Y luego las musas, para coronar el pensamiento
-femenino francés. La deliciosa señora del doctor Mardrus, nacida entre
-la obra hermética y mágica de Mallarmé y los cuentos árabes que su
-marido ha vertido, esas _Mil noches y una noche_, de los que parece
-emergida. La señora de Rostand, que dicen que tiene más talento que el
-autor de _Cyrano_; la señora de Mendès, bella, que hace versos
-hechiceros, y que antes se llamaba Claire Sidoine, y algunas otras que
-no nombro. Pero ¿cómo olvidar el talento especial de esa temible _Gyp_?
-Hay, por último, una novelista de actualidad, alabada por los
-periódicos, y que es bella, muy bella: me refiero a Jeanne de la
-Vaudère. Aseguran que sus libros se venden mucho, y que está de moda en
-los salones. No hay nada más intencionalmente obsceno, ni más
-desprovisto de arte, que las lucubraciones de esta distinguida joven de
-letras.
-
-[Illustration]
-
-
-
-
-[Illustration] NIÑAS-PRODIGIOS...
-
-
-Se han descubierto recientemente en Francia algunas niñas-prodigios; dos
-de ellas poetisas. Una, Carmen d’Assilva, aun siendo de nombre
-«portugais» y aun estando en Francia, da tristeza: tiene diez años, una
-carita pálida, de grandes ojeras, y ha escrito cinco volúmenes de
-cuentos, un volumen de monólogos y de versos y siete piezas de teatros,
-que ha representado ella misma... Es miembro de la «Societé des gens de
-lettres» y de la «Societé des auteurs dramatiques» desde los nueve años.
-Sardou le escribió: «Sois el autor más joven que se conoce, hija mía; os
-felicito y os estimulo a que sigáis produciendo mucho, respetando
-también los estatutos de nuestra Sociedad, que os remito.» Es de tenerle
-lástima... La otra es Mlle. Antoni Coullet, de diez años también, y de
-un talento indudablemente superior al de la anterior, aunque no haya
-producido tanto. Coppée está encantado de ella y ha hecho que Lemerre
-le publique un tomito de versos, entre los cuales los hay lindos. Citaré
-los siguientes, sin traducirlos, para que se pueda apreciar mejor la
-facultad poética de esta niña:
-
-
-SUR MON PORTRAIT
-
- O vous! ne cherchez pas en ces trais la beauté.
- Il est des fleurs qui sont moins belles que la rose,
- Mais comme un papillon un court instant se pose,
- L’espoir des joies d’autruil sur elle est arrêté.
-
-He aquí algo muy verlainiano; e indudablemente a la autora no le han de
-haber permitido conocer a Verlain:
-
-
-VIEUX CARROSSES
-
- Aux temps lointains, où vos banquettes de velours,
- Frolaient le frais volant des blanches mousselines,
- Tandis qu’un chant sereint et doux de mandolines,
- Descendait lentament du faîte blanc des tours;
- Vous en avez tant vus, de satins et d’atours...!
- Le marchepied, usè par la haute bottine,
- Caresse, en souvenir, la mante incarnadine
- Et fait gémir le sable roux des vieilles cours...!
- Quand, au retour du bal, sous la mantille blanche,
- Et sous le grand col blanc, la large et plate manche,
- Une veine poudrée ouvrait vos rideaux clairs;
- Elle jetait au loin son evantail, et lasse,
- Fâle, elle s’étendait, noble et pleine de grace,
- Posant sur le velours sa main de rose chair.
-
-Y este otro soneto:
-
-
-A LA JEANNE D’ARC, DE CHAPU
-
- Vers quel ange du ciel qui se montre à demi,
- Tournes-tu ton regard, dans la plaine boisée...?
- Calme et belle, à genoux, dans la fraiche rosée,
- Tu vois la France en deuil, vierge de Domrémy!
- Mais quelque séraphin ou quelque rêve ami
- Te montre, en vision, cette tombe embrasée
- Où tu laissas s’enfuir ta colère apaisée,
- Où tu mourus sereine, aux yeux de l’ennemi.
- Tous tes pas, vers le ciel, étaient marqués de mousse,
- Et sur ton front brillait une lueur si douce,
- Rayon qui s’échappa du sourire de Dieu!
- Ta gloire, en lac de sang, s’étendit sur la terre,
- Et dans un marbre pur, les hommes de ce lieu
- Voulurent te revoir, à l’ombre du mystere.
-
-Ved la opinión del poeta de _Les Humbles_: «Cuando el padre y la madre
-de Antonine Coullet me mostraron los versos de su niña y me dijeron que
-la _authoress_ tenía diez años, quedé estupefacto, como quedarán todos
-los lectores. Pero a mi encantada sorpresa sucedió en seguida un
-sentimiento de inquietud. Pensaba con tristeza, con piedad casi, en el
-pequeño prodigio, en la niña fenómeno, y me imaginaba ya un rostro
-melancólico y ajado, una inteligencia recalentada, un cerebro viejo
-antes de tiempo. ¡Y bien, no! No se trata de ningún modo de una primicia
-obtenida artificialmente, de una planta de estufa. Antonine Coullet no
-ha aprendido nunca la prosodia, y no está aún muy segura de su
-ortografía. Tiene buen aspecto, le gusta jugar, ha guardado intacta la
-ingenuidad de su edad. Esta musa infantil es una verdadera niñita.
-Solamente ella ha leído ya muchos versos, y por un don extraordinario
-los ha hecho, naturalmente, sin darse cuenta, por decir así, como un
-rosal da sus flores. Hace versos, y encontraréis en ellos, sin duda,
-reminiscencias, palabras cuyo sentido no puede conocer, ideas que,
-ciertamente, no comprende. Pero probadlos esos versos por la lectura en
-alta voz, como se prueba la calidad de las monedas, haciéndoles sonar, y
-reconoceréis que esos son buenos y bellos versos, armoniosos, llenos de
-imágenes, en donde se estremece también muy a menudo una sensación
-verdadera. Por mi parte quedo confundido ante tal precocidad. La palabra
-«vocación», tan grave de pronunciar, sin embargo, me viene
-espontáneamente a los labios. Hay que decir, como Chateaubriand después
-de haber leído las primeras odas del jovencito Víctor Hugo: «¿Niño
-sublime?» No; sería demasiado. Pero, viejo poeta, conmovido por el don
-poético de esta niña, recuerdo que, a su edad, Mozart ha compuesto sus
-primeras sonatas. Ese hombre de genio principió también como
-niño-prodigio. Ante esta _mignonne_ Antonine pienso en el pequeño
-Wolfang, sentado al piano.»
-
-Yo creo que Coppée tiene razón en ponerse triste. Ante un caso semejante
-al de la niña Antonine o la niña Carmen, hay que recordar que los
-niños-prodigios, con muy raras excepciones, mantienen las promesas de su
-infancia. Los demasiado amados de los dioses mueren brutos... todos
-hemos visto a esos maravillosos compañeros de colegio que dejan
-asombrados a los profesores; generalmente acaban de modestos
-industriales o alcaldes de villa. En la mujer la precocidad es más
-peligrosa aún. El fin de una superdespierta de diez años es terrible de
-pensar... El _record_ de la precocidad femenina creo que lo ha ganado
-cierta niñita que, con motivo de una _enquête_, envió a una gran revista
-mundana la carta siguiente: «Señora: Creo que estoy ya en edad de
-casarme, y que soy muy capaz de ser una buena madre de familia. Os
-confío a vos esto porque estudiais seriamente la cuestión, pero no me
-atrevería a decirlo en mi casa. Sé bien que se me respondería: «¡Pero si
-no tienes más que doce años!» ¡Como si esto fuese una razón! ¿Acaso no
-se puede ser razonable a los doce años y adorar u ocuparse de un hogar y
-de sus hijos? La edad no tiene nada que ver con el asunto; y tengo en mi
-familia una tía de setenta y siete años a quien papá y mamá llaman «la
-vieja loca» porque ha perdido toda su fortuna al juego de los
-caballitos. Yo no tengo nada de loca. No creo en el _petit Noël_, ni en
-las historias que hacen dormir y que se cuentan a los niños. Y si se me
-dejara ponerme _en menage_, y... comprar niños, se haría mucho mejor que
-obligarme a jugar todo el día con una muñeca que no puedo amar
-verdaderamente «puesto que no sufre». Esa joya los padres podrán
-apreciarla. Es un caso que hace pensar en la posibilidad de la
-transmigración de las almas... Es un caso de teratología psíquica.
-
-He hablado alguna vez de Jacqueline Pascal, la hermana del gran Blas.
-Ella también fué un caso de temprana frondosidad mental, y deleitó con
-sus lucubraciones primigenarias a las gentes de su tiempo. Tuvo también
-algo que no tienen, por lo común, las niñas-prodigios: la belleza.
-«Parfaitement belle, et la plus agréable du monde par la gentilesse de
-son esprit et de son humeur à six ans elle est deja souhaitée partout»,
-dice en su biografía Mme. Perrier. La _petite_ Pascal publicó, como la
-_petite_ Coullet de ahora, un volumen de versos. Pero no pensaba lo
-mismo que esa mademoiselle de doce años que se quiere casar y comprar
-hijos, y que no estima en nada la relación con sus muñecas. Jacqueline,
-por el contrario, a pesar de que sabía que los hijos no se compran,
-puesto que compuso un epigrama: «Sur le mouvement que la reyne a senti
-de son enfant», no desdeñaba los juegos pueriles: «elle était sans cesse
-après ses poupées». Se buscan en los primeros intentos las primeras
-revelaciones del alma. Le dió la viruela y quedó horrible. Digna hermana
-de su profundo hermano, sufrió con paciencia. Doce años tenía cuando
-desempeñaba, a pesar de su cara picada, un papel en el _Amour
-tyrannique_, de Scudery, y encanta al cardenal Le Richelieu, que decía
-de la familia de Blas: «J’en veux faire quelque chose de grand». Luego
-se gana en Rouen el premio anual discernido a la mejor composición sobre
-la Concepción de la Virgen, y cambia versos nada menos que con
-Corneille.
-
-Entre los grandes nombres femeninos de la historia no es la precocidad
-un común distintivo; sin embargo, para saber en su tiempo lo que una
-Oliva Sabuco de Nantes, hay que haber sido un prodigio de estudio y de
-comprensión desde muy tierna edad. En Santa Teresa todo es más
-intuitivo. En la tradicional cultura italiana hay ejemplos admirables.
-Pongo por caso una famosa donna María Gaetana Agnesi, de quien el
-canónigo Frisi escribió un entusiástico elogio. Júzguese por estos
-datos: A los cinco años hablaba muy bien francés y estudiaba latín. A
-los once, conocía perfectamente latín y griego. Escribió en esta lengua
-un tratado de mitología y un léxico grecolatino de más de trece mil
-voces escogidas. Además sabía el español, el hebreo, el alemán. Como
-Cornelia Piscopia era un «oráculo _settilingue_». De Brosses, que la
-conoció, escribía a su amigo el presidente Bonhier en una carta estos
-párrafos deliciosos que merecen ser citados: «Debo darle noticia, mi
-querido presidente, de una especie de fenómeno literario de que acabo de
-ser testigo, y que me ha parecido «una cosa piú estupenda», que el Duomo
-de Milán... Vengo de casa de la signora Agnesi. Se me ha hecho entrar en
-un grande y bello salón, en donde he encontrado treinta personas de
-todas las naciones de Europa sentadas en círculo, y la señorita Agnesi
-sola con su hermanita en un canapé. Es una niña de diez y ocho a veinte
-años, ni fea ni bonita, que tiene el aire muy sencillo y muy dulce. Nos
-han traído mucha agua helada, lo que me pareció un preludio de buen
-augurio. No esperaba, al ir allí, sino conversar ordinariamente con esa
-señorita; en lugar de eso, el conde Belloni, que me llevaba, ha querido
-hacer una especie de «acto» público: ha comenzado por dirigir a esa
-jovencita una bella arenga en latín, para ser comprendido por todo el
-mundo. Ella le ha contestado muy bien; después de lo cual se han puesto
-a disputar en la misma lengua sobre el origen de las fuentes y sobre las
-causas del flujo y reflujo que, como el mar, tienen algunas. Ella ha
-hablado como un ángel sobre estas materias; yo nada he oído sobre eso
-que me haya satisfecho tanto. Después, el conde Belloni me rogó que
-disertara lo mismo con ella sobre el asunto que quisiese, con tal que
-fuese un asunto filosófico o matemático. He quedado estupefacto al ver
-que me era preciso arengar de improviso y hablar durante una hora en una
-lengua que uso tan poco. Sin embargo, sea lo que sea, le he hecho un
-hermoso cumplimiento; después hemos disputado, primero, sobre el modo
-con que el alma puede ser impresionada por los objetos corporales, y
-cómo éstos se comunican con los órganos del cerebro; y en seguida sobre
-la emanación de la luz y sobre los calores primitivos. Loppin ha
-disertado con ella sobre la transparencia de los cuerpos y sobre las
-propiedades de ciertas curvas geométricas, de lo cual no he comprendido
-nada. El le habló en francés y ella le pidió permiso para contestarle en
-latín, temiendo que los términos de arte no fuesen fáciles de recordar
-en lengua francesa. Habló a maravilla sobre todos esos temas, sobre los
-cuales no estaba más prevenida que nosotros. Es muy apegada a la
-filosofía de Newton, y es cosa prodigiosa ver a una persona de su edad
-comprender tan bien puntos tan abstractos. Pero, por mucho que me haya
-asombrado su doctrina, más me asombra oirla hablar latín, lengua que
-seguramente no debe usar mucho, con tanta pureza, facilidad y
-corrección. Después que le hubo contestado a Loppin, nos levantamos, y
-la conversación se hizo general. Cada persona hablaba con ella en su
-lengua propia.»
-
-Ya se ve que ésta supera a todas nuestras cultilatiniparlas de la
-actualidad, estudiantas ibsenianas y feministas marisabidillas, y aun a
-nuestras más famosas doctoras y musas contemporáneas. Y el caso de
-Gaetana no es único. En 1726 se publicó en Venecia una obra en dos
-volúmenes, de la cual he visto un ejemplar en la Biblioteca Nacional,
-obra cuyo título es: _Componimenti poetici delle piú illustri rimatrici
-d’ogni secolo_, por Luisa Bergalli. En dicha obra se publican trabajos
-de 250 poetisas y sus biografías. Luisa Bergalli fué un prodigio,
-prosista, autora de versos, traductora de Terencio. «Doctissiman
-fœminam Terentianis versionibus celebrem; et comico opere Italicorum
-excellentissime»--; dice de ella el entusiasta Barbieri. Eran, sin duda,
-tiempos muy diferentes de los nuestros, de cake-walk, flirt y otras
-disciplinas semejantes. En nuestra época apenas sin ridículo se le
-permite saber chino a Judit Gautier y persa a Madame Dulafoy.
-
- * * * * *
-
-A creer en lo que afirma un autor inglés, indiscutible humorista, se
-pudo leer en Londres, en el siglo antepasado, el anuncio teatral
-siguiente: «La semana próxima los personajes de Coroliano y de Enrique
-VIII serán representados por Miss Biddy, niñita de cuatro años, que ha
-desempeñado los mismos papeles hace diez y ocho meses con tanto éxito en
-Dublin, y que no está enteramente curada de su coqueluche.» Aquí la
-precocidad toca los límites de lo extraordinario y bufón. Robert de
-Montesquiou, al contrario, cuenta de una su amiguita y pariente,
-niña-prodigio y deleitable alma primaveral, cosas singulares. Si el caso
-particular es verdaderamente raro--dice--, el hecho no lo es en sí. «La
-infancia es poeta»--ha dicho Mme. Valmore--. Y Víctor Hugo ha escrito
-estos versos, que son una noble explicación del precoz milagro:
-
- Il est, ou ne sait quel nuages de figures
- Que les enfants, jadis vénérés des augures,
- Aperçoirent d’en bas et quis les fait parler,
- Ce petit voit peut-être un œil étinceler...
-
-La «inspiración» se ejerce entonces en el sentido exacto de su
-etimología _in spirat_, y sopla en el virginal y delicado instrumento
-como el viento en un arpa eolia. Los «inefables» acentos de la dulce
-Marcelina tienen algo de esa infantil inspiración prorrogada, y es a
-menudo por eso por lo que nos cautivan. Muchas palabras de niños
-contienen ese _infandum_ que nos hace estremecer como algo de no
-humanamente expresado que viene de muy alto y cuyo misterioso timbre no
-se encuentra sino en algunas revelaciones-espíritus. Mi pequeña poetisa
-no sabía escribir. Estaba muy contenta jugando, y lejos en apariencia--y
-en realidad--de toda preocupación literaria. De repente se verificaba el
-prodigio.
-
-Citaré también algunos poemitas de esta asombrosa chiquilla de la
-nobleza francesa--hoy ya crecidita y bella como un astro--. Estos, en
-prosa, que parecen sacados de antología china:
-
-
-LAS TRES PERLAS DEL MAR
-
-Tres barcos muy extraordinarios eran, de lejos, como tres perlas.
-
-Flotaban muy lindamente. La mar los hacía más bellos, como si los amase.
-
-Las montañas parecían flores a los barcos; y los barcos parecían a las
-montañas chorros de agua.
-
-Los barcos fueron lejos, muy lejos... hasta que ya no se vió nada...
-
-
-SOBRE EL AGUA
-
-Eleonora deja su anular rozar las aguas cuyo color veía obscurecerse a
-través de su esmeralda. El rosa de la carne surgía como un fruto en ese
-verde gris; una pequeña cúpula de cristal, levantada por la uña, rodeaba
-el dedo, formando un globo a través del cual aparecía como un objeto
-precioso.
-
-
-EL INSECTO
-
-El niño abrió lentamente su pequeña mano. El escarabajito estaba vuelto
-de espaldas, como una minúscula tortuga. Después se levantó, se puso a
-correr con toda ligereza de sus patas de hilo. Eleonora hizo un puente
-con su mano; la coccinela recorrió los dedos, dió vuelta al más chiquito
-y subió sobre la perla de un anillo, en donde se quedó un momento.
-Luego, extendiendo sus alas que se reflejaron en la perla,
-enrojeciéndola, voló».
-
-Esta es una verdadera perla, digna de una verdadera niña y de un
-verdadero prodigio.
-
-Mas, ¡oh, tristeza! ¿No habéis visto con profunda pena esas compañías
-infantiles que suelen recorrer los países representando piezas hechas
-para los actores grandes? Macabras y horribles son las barbas postizas
-de los galanes jóvenes impúberes; las declaraciones de amor a jovencitas
-en formación, y las coqueterías ácidas de ellas. ¿Cómo puede agradar esa
-especie de prostitución de la niñez? Aquí en París había un teatrito de
-esos en un «pasaje», en el cual tan solamente hallarían complacencia
-lectores de la _Justina_, del «divino» marqués o de la _Antijustina_,
-del Retif.
-
-Los frutos que se anticipan a su tiempo, o que, por manejos y artes de
-horticultor, precipitan su madurez, no son buenos al paladar. En las
-almas pasa lo propio. La excesiva precocidad, en talento como en crimen,
-no puede sino ser signo de degeneración. Debe afligirse un padre ante el
-espectáculo de un retoño que se hace árbol antes de tiempo. En los
-paseos públicos, en los jardines, suelen verse aquí niñitas que en sus
-maneras y aspectos son Linianitas de Pougy, bebés de las Camelias. Si
-no con el espíritu pervertido, con una idea muy especial de la
-existencia, crecen y se desarrollan chicuelas como la autora de la carta
-que he citado, la que quiere hogar y comprar hijos. Si a los doce años
-se piensa así, ¿qué será a los veinte?
-
-[Illustration]
-
-
-
-
-[Illustration] ROSTAND, O LA FELICIDAD
-
-
-Monsieur Edmond Rostand, el célebre autor de _Cyrano_, el benjamín de la
-Academia Francesa, es, indudablemente, un hombre feliz. Sus muchas
-docenas de admirables camisas son las camisas del hombre feliz. Tiene
-millones, tiene una linda mujer que le comprende dos veces y que se
-llama Rosamunda. Va a hacerse una casita de soñar y gozar en Cambo,
-lugar meridional y florido. Cada paso que ha dado ha sido un triunfo.
-París y las parisienses se han enamorado del rey Rostand. Su entrada al
-palacio Mazarín ha sido un acontecimiento nacional. Si viene una
-emperatriz, él es quien la saluda en verso. Los _reporters_ publican sus
-menores gestos y comentan sus menores deseos. En el Museo Grevin tiene
-su estatua de cera. La fotografía le ha popularizado en todas las
-posturas. En las ilustraciones se le ve kodakeado en el campo,
-ilustremente, al lado de su esposa, como antes a Daudet con la suya. El
-día de su recepción de inmortal, Sarah llevaba el compás de las frases y
-Coquelín le besó. Es un poeta. Y tiene lo que es para un poeta más que
-para nadie indispensable: tiene millones. Gusta, naturalmente, de la
-elegancia y del lujo, y en ellos vive. Era enfermizo; hoy tiene hasta
-salud. Cada vez que escribe un verso se gana un luis, si no más:
-
- Ce sont les cadets de Gascogne
- De Carbon de Castel-Jaloux,
- Bretteurs et menteurs sans vergogne
- Ce sont les cadets de Gascogne...
-
-Diez luises por lo menos. _L’Aiglon_, _La Samaritaine_, la mar de
-luises. Escribe cuando quiere, como quiere, en donde quiere. Su pegaso
-tiene una excelente caballeriza, y como cierto caballo de cierta novela
-de Henry de Regnier, «hace» monedas de oro. Siendo su fama parisiense,
-es mundial. Ha tenido el honor de que un poeta chicaguense quiera
-disputarle sus hallazgos. Don Quijote le ha tendido la mano a través de
-los Pirineos. M. de Vogüe le dice sin ironía: «En pocos días llegáis a
-ser rey de la escena, emperador, mesías, poeta nacional y luego poeta
-universal.» Ninguna exageración le sienta mal. Su gloria es gascona.
-Tiene la suerte de hablar en una lengua que todo el mundo entiende. Sus
-piezas son representadas y aplaudidas en todos los teatros de la tierra.
-El poeta Mendès escribe de la Francia: «La patria de Corneille, Hugo y
-Rostand». Su mujer, que puede hacer tan bellos versos como él, se dedica
-a admirarle y a quererle, y a hacerle una musa, una esposa y una amante
-incomparable. A los treinta y cuatro años es el Napoleón de la rima, el
-César de las tablas. La muchedumbre no le discute. La nobleza le sonríe,
-la sabiduría le aplaude. El, sencillamente, habla. «He encontrado la
-felicidad en Cambo. Allí paseo, respiro, sueño. Voy a hacerme construir
-una casa en un sitio incomparable. Tengo flores, tengo montañas, tengo
-el agua del gentil Nive, tengo la compañía de magníficos vascos. He ahí
-mi vida. ¿Para qué recargarla de cuidados superfluos? ¿Y por qué he de
-trabajar a la fuerza? ¿Qué es esa obligación de trabajo que se quiere
-imponer a todo el mundo? Si no tengo ganas de trabajar, ¿por qué he de
-trabajar?» Hombre feliz, Rostand, el rey Rostand, el que hace nacer a su
-_Cyrano_ en una cuna de oro y a su _Aguilucho_ en un nido de marfil. Y
-luego él mismo se da a entender pescador de luna, en Lunel, cazador de
-sueños en Cambo, acaparador de dicha en todas partes. _¡Veinard!_:
-Rostand, o la Felicidad.
-
- * * * * *
-
-Todo no está, en la lógica de la existencia, muy puesto en razón. Es un
-caso excepcional... Y, en realidad de verdad, ¿para quién debía vaciar
-su cornucopia la riqueza, sino para el artista que tan bello uso sabe
-hacer de ella? Hay en el inmenso vulgo la creencia de que, al contrario,
-al artista le es necesaria la penuria, la miseria. Hay absurdos bimanos
-que saben y repiten que Cervantes no cenó cuando concluyó el _Quijote_;
-que Homero fué un mendigo; que muchos grandes poetas vivieron y murieron
-en el sufrimiento y en la escasez. A título de poeta me decía una vez un
-amable hotentote: «Dios quiera que nunca le sonría a usted la fortuna»,
-y pensaba hacerme un cumplimiento. Cumplimiento que se haría al pato y
-al ganso, cuyas patas se clavan para engordarles el hígado que ha de ser
-paté-de-foie-gras, o al pájaro armonioso cuyos ojos se sacan para que su
-canto sea mejor, según se asegura. No. El ruiseñor canta mejor bien
-mantenido y en jaula de oro. El pensamiento nace mejor sin cuidados, sin
-los miserables cuidados de la vida cotidiana. Horacio cantaba
-hermosamente en su quinta, colmado de los oros del César; Lamartine
-nunca tuvo más melodía que cuando fué príncipe de riqueza; la lírica
-ancianidad de Hugo fué fecunda y frondosa al calor de los millones. ¿Qué
-no hubieran hecho Laforgue con fortuna, Verlaine poderoso, Mallarmé con
-rentas copiosas? La gloria de D’Annunzio es pactolizada. Y el talento
-innegable de Rostand no se alzaría tanto si, como se sabe muy bien, no
-hubiese sido sostenido por la omnipotencia de los cheques. Sus dramas
-han sido lanzados como cocotas. ¿Cuántos talentos como el de Rostand
-habrán desaparecido ignorados en Francia por no tener la llave que abre
-todas las puertas en nuestro tiempo de negocios? Claro es que lo que
-Dios no da, ni Salamanca ni el Banco de Francia lo prestan.
-
-La mediocridad, la ineptitud, no serán nunca más que ineptitud y
-mediocridad, a pesar de cuantas maneras de brillar ofrezca el dinero. Lo
-primero es ser pescador de luna; si se pesca desde un puente de plata,
-la dicha es mayor. Nadie como el artista sabe valorar y amar los bellos
-espectáculos, los exquisitos interiores, el mármol, la seda, el oro, el
-lujo, en cuyo medio las almas comunes no saben qué hacer, entre el gozo
-irrazonado y el fastidio...
-
-¿Es injusta la suerte con M. Rostand? De ninguna manera. El mérito del
-portalira es evidente. Solamente que, lo que es un grato jardín, como el
-«Verger de Coquelín», se confunde bajo el imperio de la _réclame_ con un
-monte olímpico. Se ha llegado a pronunciar la palabra genio. ¡No, por
-Dios! Talento. Se ha dicho: «El verbo de la Francia». ¡No, por Dios! El
-verbo de la Francia se llama Rabelais, Pascal, Voltaire, Hugo. M.
-Rostand, que sucede a M. de Bornier en su sillón de la Academia
-Francesa, es un poeta superior a M. de Bornier. Es un poeta elegante,
-delicado, bravo, sonoro, ágil, excelente rimador; y como teatral, como
-poeta de la escena, de primer orden. Nada más. ¡Y es mucho eso! No se
-burle de él la imbecilidad. No hay muchos como él. Pero hay otros que
-son más que él, y que no logran sus victorias porque no los lanzan los
-arregladores de fama y porque no hablan a la muchedumbre en el idioma de
-la muchedumbre. Axel no logra lo que Cyrano. Y entre Rostand y Villier
-de l’Isle Adam hay su distancia...
-
- * * * * *
-
-En todo esto hay algo de consolador. Y es el hecho de que, por más que
-se diga, un poeta ha sido el ídolo de París en momentos en que tan
-solamente logran laureles y premios los automovilistas y los reyes de la
-bicicleta. Looping-the-loop; sí, pero también el ideal, la poesía. El
-clown de Banville hizo también una especie de looping-the-loop, y
-entonces fué cuando dió aquel salto que le hizo romper el plafón azul
-del cielo y desaparecer en lo infinito. Rostand, o la Felicidad... Sin
-embargo, he ahí que el unánime triunfo se ve turbado por agrias
-protestas. Ya es un crítico que, entrando en comparaciones, encuentra en
-cualidades diferentes al autor del _Aiglón_, inferior a Banville, a
-Mendés, a Ponchon. Ya es un fogoso meridional, del puro riñón del
-Mediodía--no hay peor cuña que la del mismo palo--, Jean Carrère, que
-es, con el victorioso, terrible y flagelante. Y señala esa victoria
-resonante como exteriorización de un mal francés que trae decadencia y
-mengua nacionales: el histrionismo. Diríase que ha leído a M. Groussac
-en ciertas páginas de antaño. «¡Ah! ¡Mirad nuestra historia desde hace
-un cuarto de siglo! ¡Mirad nuestra vida en estos últimos años! ¿Qué
-amamos? ¿Qué celebramos? ¿Qué contemplamos? El teatro, los actores, los
-autores dramáticos. ¿Qué acontecimientos nos conmueven en nuestra vida
-interior? ¡Acontecimientos de teatro! Cuando se quemó la Comedia
-Francesa los diarios, al unísono, hablaban de un desastre nacional;
-parecía que la Francia había concluído su misión. Una pobre actricilla
-se quemó allí: duelo universal. Se la enterró con una pompa solemne que
-no conocerá nunca un libertador de la patria o un descubridor de nuevas
-rutas. ¿Cuál ha sido el gran asunto de las polémicas en estos años
-recientes? ¡La querella de M. Claretie y sus cómicos! ¡Una mediocre
-cabotina no se puede enojar con su director sin que el ministro se
-mezcle y toda la prensa se revuelva! ¿Y de qué nos enorgullecemos en
-nuestras relaciones con el vasto mundo? De nuestras piezas dramáticas,
-del éxito de nuestros actores, de las _tournées triomphales_, de
-nuestras grandes _vedettes_. Mme. Réjane no puede volver de Inglaterra
-sin que se la vaya a esperar al desembarcadero, como si acabase de
-conquistar pueblos nuevos. Mme. Sarah Bernardt nos representa en
-América, y M. Coquelin es nuestro supremo intérprete con reyes y
-emperadores.» Y luego señala las palabras de Claretie, que hablaba de la
-«misión civilizadora de M. Truffier», y la locura de los diarios con
-cualquier acontecimiento de bambalinas. El teatro es todo, dirige todo,
-absorbe todo, aumenta todo, aniquila todo y nos oculta nuestra propia
-situación. Lo más doloroso, en efecto, es que, semejantes a los actores
-que se embriagan con su papel, nos embriagamos con esa gloria ficticia
-del teatro, y creemos en una grandeza que no es sino la ilusión de la
-escena. Creemos que los pueblos aclaman a Francia cuando aplauden a los
-actores franceses, y no suponemos todo lo que hay para nosotros de
-desprecio real en esa exaltación ruidosa de nuestra superioridad
-teatral. ¡Oh, cuánta ironía sangrienta y sarcasmo hasta hacer llorar a
-los que saben comprender había en la actitud de ese emperador feudal y
-guerrero, soñador de imperio y de expansión mundial, que recibía como
-representante de la Francia, a su ilustre _valet de comédie_!» Monsieur
-Jean Carrère, que también es poeta, exagera un poco como meridional;
-pero no deja de tener razón, sin que la teatralidad sea un desdoro para
-este país brillante y amable. Juvenal alaba ya la elocuencia de los
-galos, que enseñaron sus gestos y palabras a los britanos. Juana de Arco
-representó un papel que el buen Dios de los ejércitos escribió
-expresamente para ella. Y un Papa calificó al gran Emperador que fué a
-las Pirámides y a Santa Elena, tragediante, comediante... Rostand
-defiende las tablas, la teatralidad, la vida de las máscaras. No hay
-sino leer su discurso de entrada a la Academia. Que aproveche de su
-vida, bella comedia; mientras, como para todo el mundo, llega la mano
-invisible que baja el telón.
-
-[Illustration]
-
-
-
-
-[Illustration] LA PRENSA FRANCESA
-
-
-I
-
-Los diarios.
-
-Uno que otro día suelo comprar la _Gazette de France_, el venerable
-diario que casi nadie lee, salvo los abonados monarquistas. Lo compro
-por honrar la memoria de Théophraste Renaudot, que no era ningún Gordon
-Bennet, y por leer algunas sabrosas prosas de M. Charles Maurras. Esa
-vieja hoja, la primera que salió de las prensas francesas, está hoy
-decaída, como las ideas que representa. Su figura no luce, sus hábitos
-no van con la nueva vida periodística de este París que se ayanquiza,
-que ha cambiado, que se ha transfigurado, en cuerpo y alma, desde los
-tiempos en que Théophraste tenía su oficina en la calle Calandre, en la
-enseña del _Grand Coq_. Hay algunas publicaciones que permanecen fieles,
-hasta donde les es posible, al pasado; pero la evolución del periodismo
-francés tiene etapas demasiado marcadas en su historia. Los tiempos han
-cambiado; y, desde la aparición del primer periódico, la prensa ha
-correspondido a su tiempo.
-
- * * * * *
-
-Acabo de releer las deliciosas memorias de Goldoni. En ellas hay un
-capítulo dedicado a los periódicos. El comediógrafo se asombra ya de
-«l’inmensa quantitá di fogli che si spacciano ogni giorno in Parigi». El
-hombre más curioso y más desocupado del mundo no podría leerlas todas,
-dice, aunque emplease en ello todo su tiempo. Cita los más importantes.
-El _Journal de Paris_, célebre a la sazón por un _canard_ ruidoso. Este
-periódico anunció que un lionés había descubierto la manera de caminar
-sobre el agua, y que había realizado la prueba con todo éxito. La
-afirmación no era cierta. Pero quiso la buena suerte de la publicación
-que tres años después un extranjero caminó, en efecto, sobre el Sena con
-unos zapatos de su invención. El _Journal de París_ no quedó ya como
-mentiroso... Goldoni habla también de la _Gazette de France_. Aparecía
-entonces dos veces por semana, «y si no da las noticias más frescas, las
-da en cambio más seguras».
-
-El _Journal Europeen_ era «una gaceta inglesa traducida al francés». Muy
-dedicada a cosas parlamentarias, y muy buscada por el público. El
-_Mercure de France_ había dejado de publicarse mensualmente y aparecía,
-más pequeño, cada sábado. Cita con elogio el _Año Literario_, de Freron.
-El _Journal des Savants_ «non e fatto per tutti». La _Gazette des
-Tribuneaux_, útil para empleados y curiales, y el _Journal de
-l’Agriculture_, para los cultivadores. El más afortunado era la
-_Bibliothéque des Romans_. Merecía ser leído el _Journal de
-Litterature_, «benissimo scritto e molto giudizioso nelle sue critiche».
-Solamente hay en ese tiempo dos diarios: el _Journal de París_ y el
-_Journal de France_. «Objeto principal de este último es el anunciar los
-bienes muebles e inmuebles que se venden o alquilan, de las cosas de que
-querían deshacerse los posesores», etc., etc. En cuanto al _Journal de
-Paris_, «algunas veces el público lamenta que no sea bastante rico de
-noticias». Y el buen Goldoni se pregunta: ¿pero puede un diario ser rico
-de noticias todos los días? Y luego, ¿se puede decir todo, escribir
-todo, imprimir todo? No sospechaba por cierto en lo porvenir la
-información actual, el diario en que cuotidianamente se dice todo, se
-escribe todo, se imprime todo.
-
-En verdad, el diario propiamente dicho, no empezó sino con la
-Revolución. Rivarol apareció con su finura y brillantez; Desmoulins, con
-su elocuencia; otros más si no buenos escritores, plumas activas. Las
-luchas de ideas, los choques políticos, hacían necesaria la hoja con su
-noticia, su proclama o su comentario. Marat, terrible colega, lanza su
-_Ami du Peuple_; y el periodismo furioso y sanguinario tiene iniciadores
-como d’Hebert y Fréron, a quien Goldoni calificaba de «uomo molto
-istruito e sensatissimo». En el Directorio Babeuf funda su _Journal de
-la Liberté de la Presse_. Se escribe mucho y hay no sólo libertad, sino
-libertinaje.
-
-Bajo el poder del emperador no hay expansión para la prensa. Después
-nacerán los Carrel, los Constant, los Paul Louis Courrier, precursores
-de los luchadores de hoy, Clémenceau, Rochefort, Drumont y compañía.
-
-A la vuelta de los Borbones hay un despertamiento. El periódico cuenta
-con plumas como las de Bonald, Lamennais, Chateaubriand, que sustentan
-los principios conservadores, mientras el liberalismo tiene a Cousin,
-Guizot, Royer-Callard, Foy, Miguet, Thiers, etc. Más tarde, típicos
-representantes aparecerán, maestros como Janin y el gran Louis Veuillot.
-Girardin, como dice en una buena frase M. Edmond Pilon, crea _la Presse
-d’un coup de plume et tue Armand Carrel d’un coup d’épée_. A través de
-los cambios políticos, brillan los Louis Blanc, los Raspail, Hugo mismo,
-que fué colosal periodista. El segundo imperio llenó los diarios de
-literatos y poetas. Nacieron los Scholl, los Saint-Víctor, los Gautier,
-los Vacquerie. La guerra y la Comuna pasaron. Hubo una transformación en
-todo. Los diarios cambiaron de ideas, de rumbo, o suavizaron sus
-tendencias. El número ha aumentado largamente. Y un soplo venido de los
-Estados Unidos, ha propagado últimamente el espíritu yanqui en el
-diarismo, como ha creado el _magazin_, fotográfico, de actualidad y de
-curiosidad.
-
-¿Quién no sabe que el _Temps_ es el más serio y autorizado de los
-diarios parisienses? Sus cortos artículos editoriales resumen en
-juicios, casi siempre acertados, los movimientos de la política
-mundial. En cada número un redactor representa el pensamiento
-espiritual, la crítica fina, Pierre Mille o Nozieres, por ahora. Allí se
-publican las «interviews» famosas, «los paseos y visitas» de un eminente
-reporter: M. Adolphe Brisson. La crítica literaria y dramática cuenta
-siempre con dos «normaliens» de fuste. Los que han firmado, firman, o
-firmarán esas secciones, han sido, son o serán de la Academia Francesa.
-Los asuntos militares los tratan en largos artículos dos militaristas
-fuertes, como los hermanos Margueritte. Un reposado gentleman-farmer
-envía de cuando en cuando agradables cartas sobre agricultura. En el
-folletín hay casi siempre una novela extranjera.
-
-En cuanto a información, el _Temps_ es de los más adelantados, y sus
-noticias son siempre de buen origen. Antes de pasar adelante, he de
-advertir que es inútil buscar aquí una información semejante a la de los
-grandes diarios yanquis, ingleses y argentinos.
-
-El _Figaro_, que ha pasado recientemente por una crisis resonante,
-guarda su carácter tradicional, moderado y mundano. Se conserva la
-usanza de los «sonetos políticos», de Magnard. Siempre, el redactor en
-jefe, da su opinión sobre la situación, si no en catorce versos, en más
-o menos espacio que el que ellos ocuparían. El primer artículo es
-literario, o de actualidad, firmado por un nombre célebre, o en vísperas
-de serlo. Un redactor hay, cuotidianamente, para un asunto de interés
-actual en la vida parisiense, y, entre la legión de sus reporteres,
-cuenta con el reporter parisiense por excelencia M. Chincholle, y con un
-hábil interviewista, M. Huret. Mantiene en la mayor parte de las
-capitales europeas corresponsales que están, o aparentan estar, en todos
-los secretos de cancillería y de salón. Como crítico teatral firmaba
-Henry Fouquier; hoy llena la tarea Emanuel Arene. Recientemente el
-_Figaro_ ha llamado a Catulle Mendés a su colaboración literaria fija, y
-el buen poeta dice, en prosa y verso, cada quince días, impresiones,
-sensaciones e ideas.
-
-El _Gaulois_ es el rival mundano del _Figaro_. Su clientela es
-monárquica y de alto rango. En su redacción se guardan todas las
-conveniencias. Tiene una sección muy interesante, sus _blocnotes_
-parisienses. Como el _Temps_ y el _Figaro_, se vende a quince céntimos.
-Manifiesta también preferencia por la literatura y el arte. Conservador
-y todo, tiende a mejorar como empresa. El _Journal des Debats_ es el
-viejo periódico sabio y correcto de antaño. Tiene una clientela especial
-y distinguida. Guarda la tradición del folletín de crítica dramática.
-Sus colaboradores son casi todos miembros del Instituto. Es el periódico
-senador, antiguo par de Francia. El _Journal_ ha comenzado con gran
-éxito y ha seguido una vida de éxitos. Diario cuyo director literario es
-M. José María de Heredia, tiene un estado mayor de excelentes literatos
-como redactores. Cuenta también con buenos periodistas, en el sentido
-exacto de la palabra. Se distinguen en esto su redactor policial y su
-vulgarizador científico. En cuanto a sus plumas principales, las hay
-fuertes, admirables para la revista y para el libro, como la de M. Paul
-Adam, cuyos artículos muy sesudos, atrevidos y macizos, no son muy
-propios del diario; Michel Prince publica sus diálogos picantes; André
-Theuriet, sus impresiones y cuentos campestres; «Severine» hace su
-propaganda humanitaria; Mezervy dice sus historietas voluptuosas; Hugues
-la Roux, sus viajes e impresiones, y así otros cuantos colaboradores
-fijos. La crítica teatral la hace el poeta Mendés. Tiene buenos
-reporteres, como Naudeau, y tres escritores risueños: Pouchon, famoso
-sacerdote de Baco; Alphonse Allais, que es en París lo que Luis Taboada
-en Madrid y Eustaquio Pellicer en Buenos Aires, y Franc Nohain, un
-humorista en versos amorfos, que recibe las confidencias de las
-cafeteras, de los billares, de las muñecas y de otras cosas así, y que
-agarra una rima y no la suelta hasta no acabar con la paciencia de sus
-lectores.
-
-El _Matin_, que en su nueva época ha iniciado un movimiento de
-información y de actividad diarística que le ha sido muy provechoso, y
-el _Français_, que aparece por la tarde, en dos o tres ediciones, son de
-una misma empresa. Publican siempre un artículo de actualidad, un cuento
-y muchas noticias locales y extranjeras. Sus redactores principales son
-Ch. Laurent y H. Harduin. Tienen un crecido número de colaboradores y
-reporteres que han tenido ingeniosas ideas e iniciativas, como el que se
-tiró al Sena para ver si lo salvaban los perros de la policía, y se
-quedó una noche escondido en un sarcófago del Louvre, y George Daniel
-que se ha disfrazado de mil maneras y ha ejercido cien oficios para
-contar sus aventuras a los parisienses. El _Echo de Paris_, órgano del
-nacionalismo, es un diario bien hecho, bien informado, con una buena
-sección de telegramas del extranjero, y que se distingue como _L’Eclair_
-por sus interviews. Hay otros cuantos diarios, pero se harían estas
-líneas interminables si hablara de todos.
-
-El establecimiento del _New York Herald_, en París, la invasión yanqui,
-las relaciones más estrechas con los Estados Unidos, han traído al
-periodismo nueva vida. Ya son señalados los redactores políticos que
-hacen su largo editorial, los extensos capítulos, de antes, o las
-dilatadas vociferaciones. Se busca decir en pocas líneas mucho. No se
-declaman las antiguas tiradas. En cambio, en todo, en literatura, en
-arte, en sport, se aumenta la parte informativa, el elemento curioso, la
-anécdota inédita. Con esto ha llegado también la _réclame_. Hay diarios
-que dan primas a sus suscriptores; otros, como el _Journal_, han
-inundado de carteles vistosos los muros de París, recomendando tal o
-cual folletín espeluznante, y ofreciendo un premio de valor a la persona
-que averiguase el final de la novela y la suerte de cada uno de los
-personajes, después de publicados los primeros capítulos. El _Matin_ y
-el _Français_ han iniciado las _sorpresas_. Los redactores del
-periódico, desde el redactor en jefe hasta el último reporter, han
-salido por las calles a ofrecer un sobre cerrado a las personas que
-andan con el diario ostensiblemente. Los sobres contienen billetes de
-mil francos, automóviles, una _villa_ amueblada y otros regalos de
-mayor o menor precio. El _Journal_ siguió el ejemplo, y lanzó una
-especie de combinaciones que eran simplemente una lotería, por lo cual
-la ley cayó sobre la tentativa. Hoy hace lo mismo que el _Matin_.
-Naturalmente, esa _auto-réclame_ no la hacen diarios graves y estirados.
-Entre esos, el _Figaro_ ofrece a sus suscriptores el aliciente de las
-invitaciones a sus fiestas y recepciones. Hay otros medios. El _Matin_
-envió a un redactor a dar la vuelta al mundo en el menor tiempo posible;
-el _Journal_ hizo lo mismo. Luchan a quien más acapara la atención
-pública. El _Journal_ acaba de lograr una gran victoria: ¡ha sacado del
-presidio a un condenado a perpetuidad, inocente, según se ha probado; le
-ha traído a París, le ha banqueteado, le ha hecho aclamar por el pueblo
-en la estación del ferrocarril! El _Matin_ se ha puesto pálido... Sería
-necesario algo más sensacional: un condenado a muerte, inocente también,
-arrancado a la guillotina... Pero eso no es fácil.
-
- * * * * *
-
-¿El papel político de cada diario? Conforme a los intereses del partido
-que lo sostiene. ¿El tono habitual de ellos? En un curioso estudio de M.
-de Noussanne, sobre la prensa francesa, hay una serie de frases y
-palabras usuales en el repertorio de cada uno. _La Croix_: «Este
-gobierno nefasto... El ejército encarna la patria... No queremos por
-prueba... En cambio... Los francmasones... La francmasonería...
-Revuelta... Los revoltosos... Dios... Castigo... Misericordia...
-Cólera... Cristiandad... Anticristiana... Obolo... Pequeño óbolo...
-Documentos... Escándalo... Perfidia...» _L’Aurore_: «Los gobernantes,
-explotadores y ladrones... Los bandidos, los asesinos galoneados...
-matadores... carniceros y violadores... Yo quiero... Yo... Yo haré... Yo
-he dicho... Yo he citado... Yo repito... Las órdenes de la conciencia...
-Las luces de la razón... Los pretorianos... Brutos... Policía...
-Malhechores civiles y militares... Cadáveres... Barbarie... Fuego y
-sangre... Cobardías... Atrocidades... Infamias...» _La Libre Parole_,
-órgano, como se sabe, de los antisemitas: «Este Ministerio de muerte y
-de ruina... El ejército desorganizado... Yo... Yo soy... Yo sé... Ya
-veis... Ya veréis... Imaginad... Notad... Escuchad... Desde el punto de
-vista de... Hay... Hay más... El ejército... Los judíos... La judería...
-El oro... Los cosmopolitas... Israel... El país... Canalladas...
-Traidores... Abominable... Inmundo...» El _Figaro_: «Cuando se tiene el
-honor de ser un hombre de gobierno... Es preciso... Respetamos demasiado
-el ejército... El respeto de las instituciones... El respeto de las
-leyes... El respeto del orden... La libertad... Las libertades... La
-masonería... Los jacobinos... Las pasiones... Sospechas...
-Sospechosos...» _La Patrie_: «El Ministerio de vergüenza y de
-traición... El ejército francés sobre todo... Así pues... Ved aquí...
-Ved... Desde la guerra... La lección del pasado... Parlamentarismo...
-Incoherencia... Fe... Ley... Odiosos sectarios... Sin patria... Nuestros
-adversarios... Los peores bandidos... La libertad... Las libertades
-violadas... Este pueblo... Un gran pueblo... Las conciencias
-francesas... Deber patriótico... Derechos imprescriptibles... Esperanzas
-invencibles...»
-
-Por sus palabras los conoceréis.
-
-Las naciones, decía Littré, tienen, en bien o en mal, el periodismo que
-merecen.
-
-
-II
-
-Las revistas.
-
-Hay en el mundo intelectual ciertas mentiras convencionales, una de
-ellas ésta: la _Rue de Deux Mondes_ es un cuadernote ilegible; no se
-puede tener en la mano sin que el sueño no llegue a rendir al lector; es
-una revista vieja para viejos; cuartel de inválidos, refugio de
-veteranos. Nada de esto es cierto sino en parte muy relativa. La noble
-revista ha contado siempre entre sus colaboradores autores jóvenes y
-brillantes: es una publicación no extraña a la amenidad y
-suficientemente valiente para dar acogida a obras a veces arriesgadas,
-desde las de la Sand hasta las de D’Annunzio; es abierta a las
-corrientes de ideas extranjeras, y en sus páginas han tenido lugar en
-toda época trabajos de escritores de todas partes del mundo. Siempre ha
-habido en su redacción una pluma hábil cosmopolita: antes era M. de
-Mazade, hoy es M. de Wizewa. En ella fueron juzgados, a su tiempo, los
-libros de Sarmiento, entre otros americanos.
-
-Lo que sí es cierto es que la _Revue de Deux Mondes_ es la academia de
-la prensa. Los autores franceses que escriben en ella son candidatos
-para un asiento bajo la Cúpula, cuando no figuran en el número de los
-Cuarenta. Su opinión oficial, representada siempre por un crítico de
-seso, no es ciertamente revolucionaria ni independiente. Para eso están
-las revistas de otra índole. De Buloz a Brunetière, la dirección es la
-misma. La revista que lleva como norma la seriedad y el buen sentido no
-pretende, por otra parte, más que ser leída por el grupo que constituye
-su especial clientela. Y en cuanto al color de sus ideas es invariable,
-como el salmón de su cubierta.
-
- * * * * *
-
-En realidad, la revista más respetable, si el respeto se mide por la
-edad, sería el _Mercure de France_, cabalmente la revista más
-independiente, más atrevidamente intelectual, más sólidamente moderna.
-Su fundación data de 1672. Goldoni, en sus citadas Memorias, dice: El
-_Mercurio de Francia_, llamado antes el _Mercurio Galante_, ha variado
-ahora el orden de su distribución. En vez de un volumen al mes, da una
-parte cada sábado. Este trabajo es hecho por una sociedad de literatos:
-comprende cuanto se refiere a las artes, las ciencias, la literatura,
-los teatros, las noticias políticas, y ha siempre conservado el antiguo
-uso de los enigmas y logogrifos, de los cuales da la explicación en el
-volumen sucesivo. El vocablo _enigma_ debe entenderlo cualquiera, pero
-el de _logogrifo_ puede muy bien ser desconocido de muchas personas:
-yo, por ejemplo, no tenía de él noticia alguna en Italia. He aquí la
-explicación que se encuentra en el diccionario de Trevoux: «Logogrifo:
-especie de símbolo en palabras enigmáticas; consiste en cualquier
-alusión equívoca, o mutilación de palabras, por el cual se varía el
-sentido literal de la cosa significada: de manera que está entre el
-equívoco, o el verdadero enigma o emblema.» Las palabras de Goldoni
-toman hoy un picante valor, cuando se sabe que ha sido en su reciente
-época el _Mercure de France_ el campo de aparición y el lugar de batalla
-de los simbolistas de la literatura, de los enigmistas del arte. Los
-ingenuos emblemas de antaño se cambiaron en prosas extraordinarias y
-raras, en poesía misteriosa y cabalística, con el curso del tiempo. La
-verdad: esa revista, en su período contemporáneo, ha sido la _Revue de
-Deux Mondes_ de los intelectuales en el mundo entero, de Rusia a los
-Estados Unidos, de París a Tokio, de Roma a Buenos Aires. Es ella la
-causante principal del movimiento de ideas que en arte y filosofía
-adquirió en estos últimos tiempos una expansión internacional y una
-potencia cosmopolita. El decadentismo desapareció con señaladas
-individualidades: el simbolismo dejó de ser una escuela para dejar en la
-obra personal de sus principales sostenedores la verificación del
-triunfo de una tendencia, de la victoria de una lucha mental que ha
-influído en todas partes en las creaciones del espíritu y en el arte de
-exteriorizar las ideas. Ya pasó el tiempo en que se hablaba de esta
-publicación como una de las tantas tentativas de los «nuevos», de los
-«jóvenes»; los nuevos de ayer son hoy casi viejos; los jóvenes,
-reconocidos maestros. Desapareció Verlaine, desaparecieron Mallarmé y
-Villiers de l’Isle Adam, dejando en la historia de las letras francesas
-el resplandor de su luz indiscutible. Quedan los fuertes en su madurez:
-Henry de Regnier, altísimo poeta; Remy de Gourmont, cuya obra compleja,
-profunda, sabia, vigorosamente encantadora, dentro de poco tiempo, como
-la de Nietzsche, quizá conmueva al mundo. Madame Rachilde, la
-inteligencia más rara, a mi entender, que ha tenido una mujer sobre la
-tierra; Jules de Gaultier, hábil manejador de ideas, filósofo
-inesperado, cuyos recientes libros _De Kant a Nietzsche_ y _El
-Bovarismo_ recomiendo a nuestros espíritus de meditación, a nuestras
-inteligencias que no temen el vértigo de las altas especulaciones;
-Barthélemy, que ha escrito una obra sobre Carlyle que es una obra
-maestra, y una pléyade de estudiosos, de trabajadores, exploradores en
-plena selva de ideas, o mineros de futuro. El _Mercure_ tiene la
-particularidad de tener una redacción cosmopolita, y en cada número hay
-una reseña del movimiento intelectual universal en secciones especiales.
-Los «epílogos» de Gourmont y los juicios de Mme. Rachilde son verdaderos
-atractivos para los sibaritas de las letras.
-
- * * * * *
-
-El _Correspondant_ es una revista admirablemente dirigida, de gran
-mérito por la calidad de su colaboración y que sostiene las ideas del
-elemento conservador y religioso. Es poco leída en el gran público,
-pero muy leída en las clases altas, en que no soplan vientos de _fronde_
-ni se agitan otros problemas que los del sostenimiento de los antiguos
-ideales y regímenes.
-
-La _Grande Revue_ fué fundada a raíz de la famosa cuestión Dreyfus, y su
-director es el célebre abogado Labori. Según su programa, se señala esta
-publicación por dos caracteres esenciales: «desde el punto de vista
-intelectual, la independencia absoluta de toda escuela, pues conviene
-acoger lo que hay de excelente o de verdaderamente original en todos los
-géneros: desde el punto de vista material, la periodicidad mensual, pues
-en presencia de las múltiples ocupaciones de la vida moderna y del
-número creciente de obras de toda suerte que hay que recibir a veces,
-solamente para recorrerlas, una publicación consistente en un grueso
-volumen mensual, compuesto con cuidado para que todo interese, y por lo
-tanto completo y menos costoso que las obras similares, no tiene sino
-ventajas». A lo cual se puede observar que hay una buena cantidad de
-revistas mensuales tan nutridas o más que esa revista y que su lectura
-se resiente de pesadez y de sequedad.
-
-La _Revue Bleu_ es hebdomadaria, como su _adlátere_ la _Revue
-Scientifique_. Se distingue por la variedad y la actualidad de sus
-temas, y asimismo por lo escogido de su cuerpo de colaboradores. Por lo
-que toca a sus ideas, se adorna de un sabio eclecticismo que no le aleja
-ninguna simpatía.
-
-No se puede decir lo mismo de la _Revue Blanche_. Esta es una de las más
-intelectuales y, sin disputa, la más combatiente, emprendedora y activa.
-Es anárquica, demoledora y nutrida de ideas. Su colaboración es
-cosmopolita, como la de _Mercure_, y puede asegurarse que jamás se ha
-escrito en ella una sola página en que no haya audacia y talento. Lo
-subido de su color--¡a pesar de su candidez apelativa!--le ha atraído
-los odios de los reaccionarios, pero le ha dado también una inmensa boga
-en el mundo pensante, tanto en Francia como en el extranjero. Ha hecho
-campañas sonoras y memorables, como la de Montjuich, dirigida por
-Tarrida del Mármol, y la del descubrimiento de las crueldades cometidas
-en las prisiones militares francesas. Es uno de los órganos que más han
-dado a conocer el actual pensamiento ruso; y toda idea nueva y osada
-tiene en él un defensor y un propagandista, así en literatura, como en
-ciencia, como en política. En ella nació a la vida de la celebridad el
-combatiente Gohier.
-
-La _Revue Universelle_ es una continuación perpetua del diccionario
-Larousse. Es un término medio entre la ilustración y la revista. Mezcla
-la colaboración de ideas con las actualidades y curiosidades, aumentando
-su prestigio de divulgación con sus numerosos fotograbados.
-
-La _Revue de Paris_ es aristocrática, de un mundano intelectualismo y
-ofrece a sus lectores de cuando en cuando lo más celebrado de autores
-extranjeros en boga. No se distingue por ninguna particularidad. Parece
-que, sin embargo, tiene una, y no la menos interesante para los
-escritores: es la que más caro paga la colaboración entre todas las
-revistas publicadas en París.
-
-_La Plume_ es de hermosa historia. Fué un tiempo, con el _Mercure_, el
-palenque de los poetas y escritores nuevos. Ha pasado por mil
-vicisitudes: en ella nacieron a la vida de la gloria muchos autores hoy
-ilustres. Actualmente ha adquirido fuerzas y se presenta flamantemente
-como una de las mejor escritas y más artísticamente presentadas. _La
-Plume_ daba en sus primeros tiempos banquetes, en realidad modestos
-ágapes, pero que tenían la especialidad de ser presididos por una
-celebridad del arte, de la ciencia, de la literatura. Hoy ha acentuado
-su carácter artístico: inicia exposiciones, publica muy interesantes
-monografías sobre los mejores pintores o escritores, y aunque ha vuelto
-a las antiguas comidas, éstas no tienen ni la resonancia ni la alegría
-de las otras, según parece. La juventud, _hélas!_, ha pasado.
-
-Como su nombre lo indica, la _Revue Hebdomadaire_ aparece cada semana.
-Es de un formato reducido, un cuadernito siempre lleno de curiosos
-artículos, poesías y novelas. Antes daba la preferencia a las novelas y
-reproducía obras conocidas. Hoy todo lo que publica es inédito, y la
-dirección procura mejorar cada día. Lástima es que se insista en el
-tamaño reducido, que, indudablemente, no hace bien a la revista.
-
-La _Revue Brittannique_ desapareció. Es una lástima, pues desde que
-Pichot la fundara, no dejó de ser una publicación seria, informada
-intelectualmente y bien organizada como empresa. Era también una de las
-revistas que más se ocupaban de la actividad mental extranjera, siempre
-tan poco conocida entre los escritores de este país.
-
-Hay una enorme cantidad de revistas especiales, desde las sabias
-filosóficas y profesionales hasta las que son órganos de grupos y
-escuelas, como _L’Effor_ o la _Revue Naturiste_, sin contar con las
-innumerables de letras y artes que se fundan, viven un poco de tiempo y
-se acaban. Fundación y _fundición_.
-
-[Illustration]
-
-
-
-
-[Illustration] LA EVOLUCIÓN DEL RASTACUERISMO
-
-
-Monsieur Charles Wiener, el muy estimable diplomático francés, tan
-conocido en la América del Sur, dió en una ocasión una conferencia sobre
-el Uruguay; en la cual conferencia, publicada después, se leen estas
-palabras: «El número enorme de los animales matados permite juzgar la
-importancia del comercio de las pieles secas o saladas, en gran parte
-acaparado por un _trust_ norteamericano. Permitidme aquí una explicación
-etimológica: los hombres que manipulan las pieles de los animales
-desollados, y que, además, no son destazadores artistas, constituyen una
-categoría de obreros llamados «arrastracueros», de donde viene, por
-corrupción, la palabra extraña de _rastaquouère_. Aprovecho ese
-paréntesis filológico para hablaros algo sobre la palabra y sobre la
-cosa».
-
-La etimología de M. Wiener es, como otras semejantes, muy poco segura;
-pero en todo caso, mejor que la que hace venir la palabra de la jerga
-del Greluche de Meilhac, brasileño de pega. Su hablar--«¿Quo resta buena
-avatas salem pampas?»--es de la misma especie que el turco de cierta
-farsa clásica. Parecida a la opinión de M. Wiener es la que trae el
-Larousse: «Otros pretenden que los primeros americanos del Sur, cuya
-prodigalidad y lujo chillón llamaron la atención, eran antiguos
-hacendados enriquecidos con la venta de pieles y cueros. Se les había
-llamados «rascacueros», y de allí «rastacueros». ¿Aurelien Scholl
-inventó su personaje de D. Iñigo Rastacuero, marqués de los Saladeros, o
-en efecto, como él lo afirmaba siempre, el tipo fué amigo suyo y persona
-en carne y hueso? Es de creer que el finado expresidente del «Cercle de
-l’Escrime» tuvo muchas oportunidades de conocer a muchos americanos del
-Sur, cuyos hábitos y figura pudieron dar vida a su retratado. «Desde el
-día en que D. Iñigo Rastacuero, marqués de los Saladeros, bajó en el
-hotel del Louvre, desde donde irradió sobre la sociedad parisiense,
-pocos extranjeros han osado presentarse en el café de la Paix sin
-haberse encasquetado un título cualquiera.» Rastacuero, «que debía dar
-su nombre a la gran tribu de los exóticos», está aún presente en todas
-las memorias: una cara de _pain d’épice_; dos ojos negros, con el
-movimiento de rotación de los ventiladores; una gran nariz de loro, bajo
-la cual un espeso bigote de alambre se retorcía orgullosamente
-poniéndole un punto de admiración en cada mejilla. Tenía en su bolsillo
-pepitas de oro y naipes, cartas de Hernán Cortés y direcciones de
-damas. Cuando estaba sin blanca, Rastacuero hacía un viajecito a la
-América del Sur y volvía algunos meses después con dos millones en
-cartera. Se decía que había ido a matar a alguien en la Cordillera de
-los Andes, y que traía sus despojos. Al partir, tenía cuidado de dejar
-su dirección: «poste restante, en Buenos Aires», o «poste restante, en
-Valparaíso». Rastacuero tenía los dedos cargados de sortijas; una cadena
-de reloj que hubiera podido servir para atar el ancla de una fragata;
-tres perlas, gruesas como huevos de garza, le servían de botones de
-camisa, y usaba un alfiler de corbata que era una garra de tigre rodeada
-de brillantes. El personaje que corresponde a las señas del de Scholl se
-puede aún encontrar, con más o menos variantes en todos lugares. Y algún
-personal motivo de malignidad tuvo el famoso cronista para hacerlo
-aparecer como argentino o como chileno. No solamente de Valparaíso y de
-Buenos Aires venían y vienen a París los dueños de las pepitas de las
-garras de tigre y de los bigotes de alambre. Y justo fué el redactor del
-_Figaro_, Gaston Jollivet, al decir en un artículo: «Muchos parisienses
-enriquecidos son rastacueros»; cosa que ha repetido hace poco, y de
-manera dura, Luis Bonafoux: «Rastacuería o Rastilandía están en todas
-partes...»
-
-Pero ¿en qué consiste esencialmente el ser rastacuero? ¿En ser exótico?
-Jamás se le ocurriría a nadie aplicar el calificativo a Krüger o a
-Li-Hung-Chang. ¿En el amor y uso de las piedras preciosas? Nadie se
-atreverá a tachar de rastacuero a Robert de Montesquiou... ¿En los
-muchos anillos en las manos? Mi buen amigo Ernesto Lajeunesse anda con
-las suyas semejantes a las de un rey bárbaro. ¿En el tipo? El mismo
-Scholl tuvo bigotes de alambre y muchos parisienses tienen los ojos de
-D. Iñigo. ¿En el color? _El pain d’épice_ no se le puede aplicar a todos
-los exóticos. ¿El derroche inopinado y ridículo? Los _petits-sucriers_
-abundan en este maravilloso país.
-
-A mi entender, el rastacuerismo tiene como condición indispensable la
-incultura; o, mejor dicho, la carencia de buen gusto. Desde lejanos
-tiempos, desde los embajadores que envió Harun-al-Raschid a Carlomagno,
-los diplomáticos y los viajeros extranjeros de fausto y de riqueza han
-venido a París a dejar una huella de oro y de lujo. Se necesitó que
-viniesen de tales o cuales países americanos opulentos caciques o
-arregladores de empréstitos para que la célebre figura representativa
-surgiese. Puesto que de esos países vinieron, no los más cultos, sino
-los más hábiles, con todos los defectos nativos sin barnizar. _Parvenus_
-o señorones de aldea, creyeron que Lutecia era conquistable con exceso
-de colorines y mala ostentación de grandezas. Luego fueron los ingenuos
-ricachos, como el personaje de una de las novelas del escritor chileno
-señor A. del Solar. Y el rastacuero agrega entonces a su mujer y a sus
-hijas, esas hijas que formarán lo que llamaba Juan Montalvo matrimonios
-deslayados; jóvenes ricas que se casan con nobles arruinados. Por eso
-el mismo Scholl se atrevió a decir en otra ocasión: «Casi todas las
-extranjeras sin marido son rastacueras.» En cuanto a los que no osan
-presentarse en el café de la Paix sin encasquetarse un título
-cualquiera, los hay de la manera más sonoramente grotesca. Millones
-incásicos o aztecas compran títulos del Papa--y no en el café de la
-Paix, sino en el mismo mundo de la nobleza--, surgen los Iñigos
-marqueses y príncipes. La injusticia aparente que se ve en el parisiense
-contra el hispanoamericano, habiendo tantos valacos, griegos y
-levantinos que merecen el epíteto célebre, se explica por tales razones
-y ejemplos.
-
- * * * * *
-
-Raspacueros, rascacueros, arrastracueros, siempre hay cueros en la
-palabra, y como en donde de manera principal abundan los ganados y de
-donde vienen los cueros es de la América del Sur, y en especial del Río
-de la Plata, el epíteto, con etimologías comprensibles, como la de M.
-Wiener, se singulariza. Solamente es de asombrar que a los yanquis,
-comerciantes en pieles, en tocinos, en jamones; archimillonarios y
-derrochadores, y tipos de grandes rastacueros delante del Eterno, por
-derroches y extravagancia, no se les aplique el dictado de rastacuero.
-¿Por qué? ¿Por la falta del color de _pain d’épice_ o de _forro de
-bota_, como dijo el jesuíta Coppée? Pues entonces que no se llame
-rastacuero al más estupendo de los hispano-americanos, al célebre Guzmán
-Blanco, que era culto, hermoso, de puro tipo caucásico y que casó a una
-de sus hijas con el hijo del _arbiter elegantiarum_ del segundo
-Imperio, M. de Morny. ¡Ah! muchos rasca, raspa o arrastracueros
-entroncan hoy en árboles genealógicos de la nobleza europea por virtud
-de los mismos cueros. Y eso no es nuevo... Tan no es nuevo, que en su
-latín lo decía ya en lo antiguo el maravilloso y rudo Juvenal:
-
- Neu credas ponendum aliquid discriminis inter
- Unguenta _et corium_. Lucri bonus est odor ex re
- Qualibet. Ylla tuo sententia semper in ore
- Versetur, Dis atque ipso Jove, digna, poetæ:
- _Unde habeas quaerit nemo; sed oportet habere_.
-
-No, el rastacuero no tiene nacionalidad, tiempo ni profesión, ni
-necesita de fortuna para serlo--el rastacuero tal como se entiende en
-París, una vez adoptada la palabra--. Buckinghan no era un rastacuero,
-ni el duque de Osuna, ni Aguado el banquero. Pero sí tales tipos
-singulares, cuyos nombres se olvidan, italianos, españoles, argentinos,
-peruanos, chilenos, mejicanos, bolivianos; cuatro caballos, título
-inesperado o desenterrado, pompa de encargo, propinas del chá, cuando no
-juego sospechoso; _sport_ a la mala, matrimonio de agencia o
-intermediario, castillo súbito, relaciones compromitentes.
-
-La evolución del rastacuerismo se nota en su civilización. La
-extravagancia exterior en la decoración personal, en las maneras de
-derroche violento y copioso, han dado paso a una especie de
-compenetración con la alta sociedad parisiense--nunca en el riñón del
-Fauboug--, sobre todo después de que los millonarios yanquis han abierto
-la mayor parte de las puertas antes cerradas herméticamente. El
-«brasilero» de Meilhac y Halévy no existe hoy, sino corregido y
-aumentado por la facilidad de relaciones.
-
-Y en cuanto a la manera de juzgar, ha cambiado también. Se dice entre el
-_demimonde_: «¡Qué «rasta» estás esta noche!», para alabar un lujo o una
-elegancia. Y en ese mismo medio mundo no hace muchos años, cuando los
-Prados y Pranzinis, la palabra «rastacuero» era un insulto... y una
-alabanza. En el mundo literario he oído llamar «rasta» a M. de Heredia,
-y en el alto mundo a notables individualidades se les da la calificación
-en diarios mundanos...
-
- * * * * *
-
-Los verdaderos están en todas partes...
-
-...Ellos van, ellos y ellas, en los automóviles, vestidos de cueros...;
-ellos van, ellos y ellas, bajo la noche fría, en los magníficos
-carruajes, vestidos de pieles...; ellos van, ellos y ellas, indignos de
-sus riquezas, por todas partes, con los huevos de garza y las garras de
-tigre de que hablaba el mosquetero Scholl.
-
-Cueros y perfumes, los internacionales Guarangos: _Unguenta et
-corium_...
-
-
-
-
-[Illustration] EL ESCULTOR ARGENTINO IRURTIA
-
-
-Monsieur Irurtia: La _concierge_ me conduce, en un patio en que se ve
-mucho cielo y medran tupidas enredaderas, que el mes ha deshojado, a la
-puerta del taller que busco.
-
---_Entrez!_
-
-El artista argentino, con sus manos llenas de la tierra del trabajo, sus
-cabellos revueltos, su barba crecida, su cuerpo robusto que envuelve la
-larga blusa, el gesto amable, la sonrisa hospitalaria, me acoge.
-
- * * * * *
-
-La modelo no ha dejado la tarima. Su bella plástica, acostumbrada a la
-visión de tantos ojos, queda tranquila ante la contemplación de un
-artista más. Yo ruego al escultor amigo que no interrumpa su tarea, y
-por largo rato gozo del espectáculo que no me cansaría nunca. Ver crear,
-ver surgir la forma expresiva, alma inmóvil de la materia, entre las
-manos de un obrero intelectual, es hermoso.
-
-De cuando en cuando examino el recinto, que ya conozco. Es el mismo
-estudio modesto en donde he visto nacer y morir, por la voluntad
-descontentadiza de su autor, muchas obras que no alcanzaron el grado de
-su deseo; el mismo modesto, modestísimo estudio, en donde he oído al
-gran Rodin dar alabanza y estímulo al joven estatuario que sueña con el
-día feliz en que a su patria llegue el triunfo del arte verdadero y
-desinteresado, del arte sincero y noble de que los pueblos tienen
-necesidad como del pan. En un rincón veo, envuelta en sus paños, la
-nueva obra que he venido a visitar, la que ha satisfecho a su creador lo
-suficiente para librarse del martillo iconoclasta.
-
-En las paredes están las reproducciones de piezas anatómicas y
-fragmentos de yeso, copias de trozos célebres. No lejos encuentro varias
-_maquettes_ del ideado monumento de un héroe argentino. A un lado el
-estante de los libros, que suple a los amigos en la vida cuasi ascética
-de este solitario estudioso y serio, serio hasta la melancolía.
-
-Puesta a un lado, después de largo rato de labor, la figura que está en
-estudio actualmente, la modelo descansa. Luego se viste cerca de la
-salamandra que da su sabroso calor, y se despide de nosotros sonriente,
-con un apretón de manos y un sonoro _ arrivederci_ de su linda boca de
-Italia.
-
-Entonces veo la obra nueva «Las pecadoras».
-
-Rogelio Irurtia es joven, pero su talento es de una fuerza sólida y
-madura. Comenzó sus estudios en Buenos Aires, ha hecho el viaje a
-Italia, indispensable para todo artista, y luego ha venido a París
-pensionado por el Gobierno. De un carácter concentrado, retraído, tímido
-como todos los vigorosos, ha vivido siempre dedicado a su arte, en esta
-maravillosa metrópoli de las metrópolis, y ninguno de los halagos y
-tentaciones de este ambiente de placeres lo ha arrancado a su meditación
-y a su ensueño, defendido por una labor continua y una soledad discreta.
-En las almas de los artistas existen las vírgenes cuerdas y las vírgenes
-locas. La de Irurtia es de las cuerdas. Su cultura no es extensa, pero
-es firme. No quiere hacer literatura de mármol o de bronce. Ha encarnado
-simplemente y humanamente el problema de la vida. Ha puesto los ojos de
-su espíritu y de su cuerpo en el espectáculo del sufrimiento humano.
-Como Constantin Mennier, se ha sentido conmovido por el Trabajo, y como
-Rodin, a quien admira, por la dominación del amor omnipotente que arde
-en la tierra. Y ha visto directamente, sin lentes de preocupación ni
-anteojos académicos. Con esto está ya significado que no existe en él la
-tendencia a lo retórico y menos a lo bonito, ni la sujección a los fríos
-cánones de los dirigentes diplomados. Es un talento leal consigo mismo.
-Aunque tiene sus admiraciones, no juzga que tenga que sujetarse nadie al
-yugo de los maestros, por grandes que sean, a la imitación de estilos o
-maneras que cuando valen y vencen, es que son manifestaciones de
-temperamentos, exteriorizaciones de potencias individuales. Así, siempre
-ha sido hasta cruel con su propia producción. Ha intentado y vuelto a
-intentar dar realidad a su pensamiento, y, como lo he dicho antes, ha
-destruído lo que no ha satisfecho a su propósito. Entre otras, he
-sentido la desaparición, el año pasado, de una «Maternidad» expresiva y
-de singular ejecución. En verdad, el grupo actual, la creación reciente,
-merece vivir, y vive por su propia razón. «Las pecadoras» afirman un
-maestro de mañana y una innegable fuerza de ahora. Quien así sabe
-representar uno de los más duros aspectos del dolor humano, merece el
-aplauso de todos y el orgullo de los suyos. «Las pecadoras»--me
-dice--son mujeres que, agobiadas por el peso de sus remordimientos,
-vagan sin patria, sin otra esperanza que la Cruz, ¡su única
-consolación!». En efecto, son las fatales máquinas de amor, el pobre y
-terrible rebaño de prostitución, el animal de belleza y miseria, la
-castigadora víctima, la hembra apocalíptica en cuya frente se lee la
-palabra _Misterium_. Este concepto de la eterna Magdalena, y su fin de
-esperanza, es raro en un artista que piensa en este formidable París
-moderno en una época en que se proclama el endiosamiento de la
-cortesana, y en que toda idea de cristianismo lucha contra gruesas
-oleadas de positivismo, de sensualismo, de indiferencia y de crueldad.
-
-La cortesana, la pecadora de hoy, sale significando la danza, con su
-cuerpo deformado por el uso del corsé, pero admirable, del taller de
-Falguiere, o deja, cuando muere, millones en joyas que se venden en la
-casa de remates. Es el ídolo, es la tirana, es la dueña. Cierto es que
-esos son tipos de cortesanas y no la cortesana. La pecadora de Irurtia
-ha caído, y vaga luego como una sombra de duelo y de pena. Mientras
-Popea tiene siempre litera, otras de sus infelices compañeras acechan
-por las Suburras. En la obra de que me ocupo, la idea es cristiana, la
-«obscura total idea», para emplear una frase de Schiller en su
-correspondencia con Goethe. Si el autor, con un amor pagano, ha modelado
-las formas, y con un cuidado antiguo ha tratado la _drapérie_, es
-modernísimo en la expresión y en la comprensión del sujeto. ¿Hay alguna
-reminiscencia en ese estilo que brega por ser personal? Es posible. El
-autor no asiste al taller de Fidias en esta presente Atenas; pero, de
-hacerlo, entre Agorácrito y Alcámenes, sería Alcámenes, por sus ímpetus
-de independencia, por su anhelo incesante de libertad. Esa independencia
-la ha demostrado no dejándose arrastrar por la moda o por el snobismo,
-que hacen de la violencia rodiniana la única manera aceptable en
-escultura. Pero al lado de un Rodín, ¿no existe, por ejemplo, un
-Bartholomé?
-
-Volviendo al tema del grupo, Afrodita tiene hoy un culto praxiteliano.
-Las hetairas son representadas como sacerdotisas de amor carnal; es el
-tiempo en que en los Salones los maestros exponen, en esculturas
-policromas, como en la antigüedad, el poema del cuerpo femenino, tan
-solamente visto a la luz de la filosofía del placer. Es el tiempo en
-que a esos escultores corresponden eminentes escritores paganizantes,
-como M. Paul Adam y M. Pierre Louys. Cratina es modelo y se frecuenta la
-casa de Friné. Irurtia, cristiano, mira el más allá, sin limitarse
-exclusivamente a oir las doctrinas de los seguidores de Epicuro. Su
-visión es áspera y tenebrosa, pero tras esa tiniebla hay una luz para él
-indiscutible. El comprende a las Marías de Magdala y a las Marías de
-Egipto. Yo no sé que otro, antes que él, haya extraído del negro tema de
-la Trata de blancas una obra semejante. En este sentido, este trabajo
-une a su mérito estético un valor moral. Digo moral, no moralizador...
-Irurtia no es miembro de Liga, ni periodista, ni soldado de la Salvation
-Army, ni amigo del senador Berenger. Es un artista.
-
-¡Un artista!
-
-Es tiempo ya de que ese gran país sepa lo que las patrias deben a las
-artes. Ya el lujo dejó para el cuerpo la ostentación, la riqueza. Ahora,
-lo que al espíritu le toca. Hay que seguir el ejemplo de los Estados
-Unidos, que siendo nación de trabajo enorme, protege hoy largamente a
-sus artistas. «Somos, un país esencialmente agrícola y pecuario.»
-Entendido. Hace miles de años una rama de la raza indogermánica, los
-griegos, llegó al más admirable cultivo y gozo del arte; pero antes, en
-Grecia, habitaban los pelasgos, que eran esencialmente agricultores. El
-cultivo de la tierra, el pastoreo, fueron primero que la Lira, que el
-carro de Terpis, que el mármol labrado por Policleto, que el triunfo
-completo del arte en la tierra armoniosa y divina. Luego, el arte
-ateniense, ¿dónde encuentra sus mejores seguidores? En el Peloponeso;
-pero, sobre todo, entre los trabajadores, entre los activos e
-industriosos argivos. El pueblo etrusco fué también primero un pueblo de
-trabajo y de empresas prácticas: _filotecnon etnos_. Las grandes
-ciudades artísticas italianas fueron ciudades industriosas y
-comerciantes. ¿Por qué la República Argentina, que hoy asombra al mundo
-por sus progresos materiales y prácticos, no ha de llegar a brillar en
-la civilización humana por sus artistas, sobre todo contando con
-abundancia de «espíritu primo», de talento nativo? Dígase lo que se
-diga, en la juventud argentina hay un tesoro colosal de porvenir. Para
-lograrlo, hay que pensar en el toro nacional... ¿Cómo?
-
-Hay un mito antiguo--recientemente tratado por M. Paul Adam, a propósito
-de la obra de Franz Cumont, sobre los Misterios de Mithra--que parecería
-inventado de propósito para el pueblo argentino. «Es un símbolo
-maravilloso, dice, el venerado por el culto de Mithra, el joven dios
-pérsico, cuyo culto secreto han propagado los legionarios romanos a
-través de la Europa occidental desde los tiempos de César.»
-
-La leyenda dice que el héroe nacido de la roca volcánica, con la
-antorcha y la espada en las manos--tal la humanidad ya provista de
-inteligencia industriosa--, persiguió al toro brutal que reinaba
-entonces sobre la tierra, lo asió por los cuernos, lo montó, lo fatigó
-durante una carrera furibunda, y luego, habiéndolo echado en tierra, se
-lo llevó, arrastrándolo, a su caverna. Pero el búfalo no se resignó a
-estar domado. Se escapó, atropelló, persiguió a débiles y pacíficos.
-Entonces, «por orden del Sol», Mithra, mediador entre lo incognoscible y
-el mundo sensible, corrió, ayudado por su perro, hacia el monstruo
-destructor. Lo esperó a la hora en que volvía cerca de la caverna a
-llevar la devastación. Lo agarró por el hocico, le torció el pescuezo,
-lo venció, y el dios hundió su espada en el flanco de la víctima
-jadeante. Entonces hubo este prodigio: «Del cuerpo del bruto moribundo
-nacieron todas las hierbas y plantas saludables que cubrieron el suelo
-de verdor. De su medula espinal germinó el trigo que dió el pan, y de su
-sangre la viña que produjo el brevaje sagrado de los misterios. El
-espíritu maligno quiso lanzar contra el animal agonizante las criaturas
-inmundas, para emponzoñar en él la fuente de la vida; el escorpión, la
-hormiga, la serpiente, intentaron inútilmente devorar las partes
-genitales y beber la sangre del cuadrúpedo prolífico; pero no pudieron
-impedir la prosecución del milagro. La simiente del toro, recogida y
-purificada por la Luna, produjo toda especie de animales útiles, y su
-alma, protegida por el perro, fiel compañero de Mithra, se elevó hasta
-las esferas celestes, en donde, divinizada, llegó a ser, bajo el nombre
-de Silvano, guardián de los rebaños.» La estela que decoraba los templos
-del dios militar eternizaba la memoria de esta fecundidad bienhechora.
-El tauroctono se mostraba allí bajo la apariencia de un joven robusto y
-bello, en el instante en que, los ojos al cielo, inmola la salvajez de
-la bestia. A la derecha y a la izquierda de la presa palpitante dos
-pequeñas imágenes le representaban aún llevando antorchas, signos de la
-luz espiritual en cuyo nombre se cumplía el sacrificio. Este perfecto
-símbolo instruía a los soldados en su deber y los justificaba. Era para
-abolir la barbarie destructora, era para permitir la obra del espíritu
-sabio, legislador y pacificador, que los ejércitos de Roma podían, sin
-crimen, atacar a las hordas y multitudes bestiales que pululaban en los
-países sin cultura antes de invadir un día los países que las artes
-fertilizan, antes de arruinar allí las fuerzas bienhechoras. Pero una
-vez conquistadas, sometidas, educadas esas multitudes, a su vez cultivan
-la tierra, edifican las ciudades en que se congregan los traficantes,
-los ricos, los artistas, los pensadores. Y de esas nuevas fuentes de
-inteligencia brota más luz para alumbrar las vías de la felicidad
-humana. Matar el toro era así fecundar el mundo. M. Paul Adam
-encontraría que en el país de las pampas, bajo el Sol de la patria
-argentina, casi todo el mito se ha cumplido. Se combatió la barbarie, la
-tiranía, la destrucción; se cultivó la tierra, Silvano protegió los
-ganados; se fundaron las ciudades, llenas de industriosos y de ricos.
-¿Qué falta? La llegada del Arte, la victoria de la inteligencia y del
-espíritu. ¡Que llegue pronto! El Sol brilla. Mithra lo quiera.
-
-Entonces no tendrán por qué desconsolarse o abatirse los talentos
-jóvenes como Irurtia. La ciudad será lo que debe ser en la nobleza y
-decoro municipales. Las ferias rurales tendrán su contrapeso en las
-exposiciones intelectuales.
-
-Me despedí del autor de «Las pecadoras» deseándole vida resistente,
-voluntad perseverante, esperanza y valor. Tengo la conciencia de que en
-este «nuevo» hay un gran artesano del ideal, que es lo que todo artista
-plástico debe ser. Cuide la Argentina sus talentos, como hacen los
-prácticos yanquis. No se proteja lo mediocre importado, pudiendo tener
-lo sublime nacional.
-
-[Illustration]
-
-
-
-
-[Illustration] CLÉSINGER Y SU OBRA
-
-
-Recientemente he tenido la grata oportunidad--en la amable compañía de
-dos poetas argentinos, Angel de Estrada y Leopoldo Díaz--de visitar,
-plaza Pereire, rue Guillaume Tell, el recinto en que se encuentra la
-obra, puede decirse completa, del gran escultor Clésinger. Debí la buena
-impresión de Arte a Mme. Berthe de Courrière, sobrina y heredera del
-artista, a la cual tuve la honra de ser presentado por M. Remy de
-Gourmont, el querido maestro y buen amigo. Es difícil encontrar reunida
-toda la producción de un estatuario, de un pintor. De pintores sólo
-recuerdo a Wiertz y a Gustave Moreau; de estatuarios a Thorwaldsen. En
-este caso, la piadosa voluntad de Mme. de Courrière ha librado de ser
-regadas aquí y allá las numerosas producciones de quien, con Rude y con
-Carpeaux, forma, como muy bien dice M. de Gourmont, la trinidad de los
-grandes últimos escultores franceses desaparecidos. Por otra parte, la
-decisión de la heredera está apoyada por el voto escrito de los más
-grandes nombres del arte francés contemporáneos, entre los cuales Puvis
-de Chavannes, Carrière, Rodin, para no citar otros, los cuales han
-dejado manifiesto su deseo de que no se venda separadamente la obra
-clésingeriana, que constituye por sí sola un museo especial y que en su
-unidad representa una vasta elección de belleza y es la manifestación de
-un momento en la historia de la escultura francesa. ¿De un momento? «En
-la historia de la escultura francesa en el siglo XIX, dice el insigne
-escritor que he citado, Clésinger es un hombre; y más: una fecha; y más
-aún: una época. El personifica, como tallador de mármol, el Arte
-románico. ¿Es el Víctor Hugo? Ningún estatuario del siglo fué un Hugo.
-¿El Alexandre Dumas? Eso y algo más, pues con la perpetua fecundidad,
-Clésinger, tuvo el perpetuo estilo. Fué malo, a menudo, pero con fuga,
-con locura». Es que Clésinger tenía lo que significaba antes con una
-palabra hoy fuera de moda, tenía «inspiración.» Inspiración, esto es, la
-sinceridad irreflexiva, el pensamiento voluntario e impetuoso que
-explica y exhibe la libre alma. Romántico, tenía que serlo, por su
-tiempo y por su ambiente. El también, cuando el siglo tenía catorce
-años, nació en Besançon, «vieja villa española». No, no fué un Hugo;
-pero él también esculpió fragmentariamente una su leyenda de los siglos;
-él también se saturó de antigüedad; él también encarnó la Paz, la
-Libertad y la Fraternidad; él también hizo su labor en la historia y en
-la mitología; él también modeló una que otra «Oriental», él también
-formó su Esmeralda, su Zíngara, que es la _Danseuse au tambourin_; él
-también pagó tributo al Sátiro; y celebró en bronce y mármol a
-Carlomagno, a Francisco I, a Napoleón el Grande... y a la República.
-
-Su primera labor se ajusta a las tradiciones, sigue las ideas y
-enseñanzas de maestros imbuídos en el clasicismo. Se hace al oficio
-oficial, y no hay duda de que en ello aprende la gramática de la
-estatuaria, la indispensable regla, las normas académicas que sirven
-hasta a los más atrevidos, cuando son atrevidos que tienen genio.
-Clésinger, si no era un genio, tenía genio. Su obra fecunda lo demuestra
-hasta en sus trabajos más defectuosos. Estaba lejos de la chatura de
-muchos de sus contemporáneos patentados, y en ciertas creaciones suyas
-fué, puede decirse, un revolucionario, un «nuevo», y no sin razón tuvo
-la simpatía y el aplauso de Gautier, y principalmente, en este caso, de
-Baudelaire.
-
- * * * * *
-
-Clésinger tuvo una _travagliata vita_, como dice el admirable Benvenuto
-de la suya. Mas, como el mismo, bravo y estupendo artista, gozó, en días
-dichosos, de esplendores y de honores. Para mí es un espíritu igual al
-de aquellos soberbios hombres del Renacimiento, de aquellos
-cinceladores, pintores, arquitectos, escritores, poetas, que sabían
-comprender el gozo de la vida y aprovechar para la propia exaltación de
-la existencia sus dones de superioridad mental, su potencia comprensiva
-y su vibrante hiperestesia.
-
-Clésinger tuvo una _travagliata vita_, comió un tiempo el pan de miseria
-preciso a todo victorioso futuro, y cuyo seco y áspero gusto hace
-saborear mejor los champañas del triunfo. No sé si, como el autor del
-Perseo, tuvo la suerte de contemplar una salamandra entre las llamas y
-de tener la inmunidad contra los escorpiones; mas, sí, cuentan sus
-biógrafos y narran sus amigos que la enemistad y la envidia no lo
-perdieron nunca de vista, ni aun cuando desapareció de la competencia
-por la puerta negra del sepulcro. El otro día, un joven escultor
-hispanoamericano, de fuerte talento, me contaba sus duras penas; y no
-hice sino leerle un fragmento de carta de Clésinger para que se fuese
-consolado. «Si me hubieseis visto, escribía a un amigo, estos días
-últimos, trabajando, sin fuego, en un desván, hubierais tenido compasión
-de mí; mi padre hubiera llorado al ver mi miseria y mi hambre, porque
-tenía hambre, y siempre esa palabra: nada, nada, me hacía trabajar más
-que dormir; en fin, después de haber concluído mi dibujo, lo he
-expuesto: un inglés lo ha encontrado de su gusto y me lo ha comprado por
-cincuenta francos (cincuenta francos, ¡qué fortuna!); haré otros». En
-las notas de Mme de Courrière, como en detallado y lujoso volumen de
-Estinard, se hace resaltar esa época de sufrimiento y de capricho que
-forma la parte más interesante de la vida de Clésinger. Sufrimiento y
-capricho, ¿no aparecen siempre en toda existencia de intelectual? Es el
-_whim_ del pensador anglosajón y la dolorosa y misteriosa venganza de
-las potencias ocultas que se sienten divisadas o rozadas. Este escultor
-buscó la libertad desde la adolescencia, combatió de cien maneras, y
-tuvo la pasión de Italia, y fué correspondido. Ella le enseñó el secreto
-de sus _pierres de jadis_, y si no le dió un León X, por culpa del
-tiempo, le ofreció un excelente Pío IX la amistad de grandes señores
-descendientes de los protectores de Leonardo y de Miguel Angel y la
-hospitalidad vaticana, al favor de la púrpura cardenalicia. Allí refinó
-su paganismo; allí pudo soñar y evocar épocas de belleza libre y de
-mística resurrección. Allí aprende y comprende el arte cesáreo que debe
-crearle simpatías en la corte francesa del segundo Imperio, el que ha de
-hacerle rememorar en su estatua de Napoleón I al dorado caballero que
-está ante el Capitolio. Allí ama a Cleopatra.
-
- * * * * *
-
-La milagrosa reina que, a la par de la de Saba, todavía hacer sentir al
-mundo el perfume de su voluptuosidad, tuvo en Clésinger un magnífico
-adorador. La _Femme piquée pour un serpent_, quizá la más bella
-representación escultórica de la soberbia y sensual fascinadora. Me
-explico, cuando su aparición, el éxito, los ataques, la defensa del
-crítico Thoré y la tragedia de Delphine Gay, y después, ¡hasta la
-bacante de Moreau-Vautier, del Luxembourg! Carne admirable, forma
-vencedora, en la última palpitación, plasmada en mármol para la
-inmovilidad de las cosas eternas. Lo que apenas recordaba en una piedra
-grabada del museo Florentino un artista de la antigüedad, lo renovó
-espléndidamente el gran romántico de Besançon. Luego surgirá,
-hierática, su Cleopatra del loto, la reina ante César, trabajo que se
-cuenta entre las obras maestras de todos los museos de la tierra. Luego,
-¡la Cleopatra moribunda! Clésinger dejó una armoniosa teoría de figuras
-llenas de gracia, musas, estaciones, danzarinas; pero no hay que olvidar
-que era un vigoroso, que era dueño de la fuerza, que era el maestro de
-los leones y de los búfalos. Domaba la soberbia leonina, poéticamente,
-colocando sobre los lomos de la bestia fiera amores o mujeres. El había
-comprendido la belleza de los países pastoriles, donde en los vastos
-llanos, en las inmensas pampas, se alza la orgullosa figura de la vaca,
-sagrada en la India; del toro, que se quedó con la soberbia de Júpiter.
-El sabía adornar los palacios, o las entradas de esas grandes fiestas
-pecuarias, de esas exposiciones que son el lujo de la ganadería inglesa,
-yanqui o argentina, y que saben contar los Whitman y los José Marti. Su
-«Toro romano», como el farnesio, dice la imperiosa salvajez de la bestia
-noble; sus búfalos tienen en su testuz la familiaridad del huracán; son
-hermosos y monstruosos... _Deformis scapulis torus eminet..._ dice en
-alguna parte Plinio. Mugen. Viven. Se les aplicaría el epigrama clásico
-a la vaca de Mirón.
-
-Otro lado en que se revela la impetuosidad del estatuario, es en su amor
-por la escultura militar, lo que él llamaba sus «hombres de hierro». «No
-tengo más confianza que en ellos, decía. Espero que esas estatuas
-militares, Hoce, Kléber, Carnot, Marceau, me traerán buena suerte, a mí
-que no he dejado de ser nunca soldado y patriota». «En efecto, había
-intentado, dice uno de sus biógrafos, hacer revivir a los generales de
-la Revolución y había logrado encontrar un acento muy personal para sus
-evocaciones militares. Su tarea quedó inacabada.»
-
-Como muchos intelectuales irreflexivos no supo tener en cuenta la parte
-práctica de la vida. Fué siempre un joven, y esto fué una virtud y un
-defecto. El sol y la luna del país de Bohemia no se apagaron jamás para
-él. Pero era también, como él se complacía en decirlo, un soldado.
-Gustaba de las bellezas terribles de la guerra que hacen la gloria de
-los grandes «hombres de hierro».
-
-En el manejo de la línea, en la lucha con la expresión, en la creación
-de la forma soñada, encontró un campo de acción y de descanso la
-tempestad de sus nervios, la tempestad que lleva en su interior todo
-intuitivo, todo creador, todo poeta, todo artista. Sus retratos no
-revelan el padecimiento, aunque la boca y los ojos digan más de una
-melancolía; la que tradujo en «Perseo y Andrómeda».
-
-Un día pasó la muerte, estúpidamente como a menudo, y se lo llevó. Dejó
-una larga herencia de mármoles, de bronces, de yesos, bustos, estatuas,
-obras monumentales. La política le fué fatal, pues se enterró al mismo
-tiempo que Gambetta, y, como a otros grandes artistas, la muchedumbre lo
-pospuso en su atención al tribuno. Luego, llegó el olvido; y hoy hay un
-despertamiento, el despertamiento que antecede, en los vedados ilustres,
-a la cierta resurrección en la gloria, en la posteridad.
-
-
-
-
-[Illustration] MISS ISADORA DUNCAN
-
-
-¡Canta, oh musa, a Isadora, la de los pies desnudos, y sus danzas
-ultra-modernas de puro arcaicas, y sus piernas de Diana, y las músicas
-antiguas que acompañan las danzas, y los veinticinco francos que hacían
-pagar en el teatro Sarah Bernhardt por una butaca! Pues es en realidad
-digna de mucho entusiasmo esa rítmica yanqui que hace poesía y arte con
-la gracia de su cuerpo, ninfa, sacerdotisa y musa ella misma, en un
-impudor primitivo y sencillo, digna de las selvas sagradas y de las
-paganas fiestas. París no ha correspondido a la novedad, porque la
-prensa estuvo seca por culpa, dicen, del empresario. Mas no faltaron los
-novedosos de siempre, los snobs, tales princesas y tales artistas, amén
-de la colonia, que siempre está dispuesta a apoyar todo lo que viene del
-país poderoso en donde, si hay gigantes Morganes y Rockefellers, surgen
-hadas Loïs e Isadoras.
-
-Antes de aparecer en el teatro, Miss Duncan había danzado en la
-intimidad, para regalo de señalados amigos, como en los salones de la
-princesa Polignac, y en una fiesta dada en honor de Rodin, en pleno
-aire, en la amable campaña, hizo la gracia de un espectáculo único,
-digno de poetas y de artistas. Faltaba allí tan solamente D’Annunzio,
-para decir en un _laude_ el retorno de los dioses, _vía_ Nueva York.
-
- * * * * *
-
-Es nuevo y es bello, de encantadora belleza, ese resucitar de viejas
-visiones. Y natural es que sea una norteamericana la que realice el
-prodigio, porque si hay un país en donde el cultivo del cuerpo y de la
-euritmia humana hace modernos los días pindáricos, ese país es el gran
-país de los Estados Unidos. Debo advertir que en nuestros centros
-latinos y católicos las danzas de Miss Isadora tienen que aparecer
-perfectamente inmorales: «Jóvenes que estáis bailando, al infierno vais
-marchando»; y siendo Miss Isadora una filósofa danzante que proclama
-como sus principales maestros--¡de baile!--a Darwin y a Haeckel, predica
-la libertad de la naturaleza, la desnudez, como Pierre Louys, y predica
-con el ejemplo: su cuerpo está apenas cubierto con una especie de kiton;
-otras veces usa las túnicas botticellescas, y siempre la fina tela
-parece como si estuviese húmeda. No hay malla ninguna, y se necesita una
-despreocupación completamente artística, o un esfuerzo de
-intelectualidad de que no son capaces todos los espectadores de un
-teatro, para no ver en la armoniosa anglosajona otra cosa que la
-Primavera de Sandro o Ariadna perseguida por Baco.
-
-Pero, repito, el espectáculo es bello, da un positivo deleite estético,
-y un estatuario como Rodin es justo que se haya sentido feliz al ver
-encarnadas y con movimiento las figuras de los bajorrelieves, de las
-pinturas de las ánforas. ¿Habrá podido esa mujer joven, vigorosa,
-robusta, llena de vida, impregnada de literaturas, filosofías y artes
-libres; habrá podido esa pagana mantener su ideal artístico libre de
-contaminación en la región de las ideas, en la castidad cerebral de una
-vestal del ritmo, de una sacerdotisa de Terpsícore? La bailarina de los
-pies desnudos, que es elegantemente pedante y muy de su tierra, ha
-escrito páginas curiosas que desenvuelven su teoría de la danza del
-porvenir, y a propósito de sus brazos blancos, de sus clásicas zapatetas
-y de sus lindos hallazgos, ya habéis visto cómo se proclama discípula
-del autor del _Origen de las Especies_. Podía agregar al inevitable
-Nietzsche, catedrático de gozo dionisiaco, que mira en el baile la mayor
-manifestación de la libertad de la vida, como una acción enérgica y
-sublime. La danza para Miss Isadora no debe tener ningún artificio y
-debe ser nada más que una transposición o concentración del ritmo
-universal en el ritmo humano. Más que danza, la suya, es mímica; es la
-animación de la escultura femenina, y sus ademanes y pasos son renovados
-de los kernóforos, ándema, kaladismos, etc., que se pueden hallar en
-Laborde. Ella ha pasado largas horas en los museos, y ha visto animarse
-los mármoles; y a la actitud fija de las figuras escultóricas ha
-agregado el gesto anterior y el gesto posterior, completando así el
-poema de la forma, por el movimiento armonioso que cambia bellamente las
-líneas.
-
-La iniciadora de esta danza, que ella dice del porvenir, es, pues, una
-descubridora del pasado. En todo caso es una creadora de belleza que
-amaría Fidias y que halagaría Barnum... Miss Isadora no es hermosa, pero
-quizá de tanto contemplar las figuras de los museos se parece a ciertas
-estatuas y a ciertas mujeres de los pintores primitivos. El cuerpo es
-soberbio, y cuando se presenta triunfa de algo verdaderamente delicado:
-la dificultad, la rareza de encontrar un pie perfecto. La impresión
-helénica se siente. Para apreciar en su valer las danzas de esta mujer
-original hay que tener indispensables nociones de cultura clásica.
-
-Imaginaos en un sencillo decorado una figura casi alada, en una
-turbadora semidesnudez femenina, pero que os evoca en seguida las
-creaciones de la clara y encantadora mitología de Grecia. Ya es
-Euridice, ya Eco, ya Ariadna. Con el gesto, con el rostro, con el
-movimiento cambiante, dulcemente lento o ágilmente vivo, se explica el
-dolor de Orfeo o la expectativa al son de la flauta pánica que produce
-luego el gozo de la ninfa o la fuga ante la persecución de Baco
-enamorado, el temor y el temblor, todo lírico, espléndido y sensual. Hay
-saltitos y cambios de lugar que parecerían por un instante ridículos en
-ese rico y frondoso cuerpo sonrosado; pero la magia de la evocación
-vence del momento peligroso y el _deus_ que posee a la danzarina mima
-se manifiesta de manera incontrastable y estupenda. Ahora, un buen señor
-de negocios, que va al teatro a hacer su digestión, quizá encontrará
-todo eso absurdo o se fijará en cosas que no son propiamente el sutil
-hechizo de esta obra y de ese acto de arte. Yo de mí diré que ante la
-sugerente _performance_ sentí venir a mis labios la lírica invocación.
-«Oh, vosotras, que reinais sobre las ondas del Cefiso, cuyas riberas
-nutren generosos corceles, ¡oh, Gracias!, a quienes no se canta lo
-bastante, diosas de la brillante Orcómenes, protectoras de la antigua
-raza de Minias, escuchad los votos que os dirijo. Si hay en la vida de
-los mortales algún encanto y adorno, lo deben a vosotras; vosotras
-dispensáis la cordura, la belleza, el valor. Los dioses mismos no
-presiden jamás ni danzas ni festines sin llamar a las augustas Gracias;
-son ellas las que regulan todo en el cielo, y sentadas al lado del dios
-que lleva un arco de oro, del vencedor de Python, adoran eternamente la
-gloria del dios del Olimpo. Amable Aglae, Eufrosina que te complaces con
-los cantos de la lira, hijas del más potente de los dioses, escuchadme;
-y tú, Talía, que sonríes a nuestros himnos, lanza una mirada sobre esas
-danzas ligeras que celebran una feliz victoria; pues vengo en mis versos
-a cantar a Asópico, con el modo lidio; a Asópico, por quien la ciudad de
-Minias triunfa en Olimpia. Y tú, Eco, desciende a las sombrías moradas
-de Proserpina, y lleva a Cleódano tan gloriosa noticia; dile que tú has
-visto combatir a su hijo, y que la victoria de alas de oro ha puesto
-sobre su joven frente la corona de las luchas gloriosas.» E Isadora ha
-sido para mí Aglae, Eufrosina, Talía y Eco, siendo la misma Terpsícore;
-y por ella he creído ver la victoria de Asópico de Orcómenes, niño
-vencedor en la carrera del estadio, y las danzas que lo celebran, y la
-divina Hélade, con su sol de miel y su aire de amor. Y he pensado en lo
-que gozaría mi ilustre amigo Guido Spano ante esta Gracia danzante,
-antigua griega de carne viva.
-
- * * * * *
-
-Lo pagano de Miss Isadora viene también de los pintores del
-Renacimiento. Ella ha ido a Grecia, pasando por Italia. Botticelli la
-habría retratado, y el poeta Lorenzo el Magnífico le habría dedicado una
-de sus _canzone a ballo_, por ser su danza una _consolatio grossisima_,
-como diría el viejo Antoine Arène.
-
-Mas, entendámonos: la palabra danza no es propiamente aplicable a la
-representación de la Duncan. Danzas son las de las bayaderas, y
-_ouled-nail_, las jotas y tarantelas, el minué, la gavota, el vals y la
-polka, hasta el funambulesco cake-walk. Las de Miss Duncan son más bien
-actos mimados, poemas de actitudes y de gestos, sin sujeción nada más
-que al ritmo personal, sin reglas propias fuera de lo que indica la
-naturaleza. Así debió haber bailado más o menos el ilustre rey
-coreográfico David; así Salomé, la de azules cabellos; así los elfos que
-canta Leconte de L’Isle, y así, en una noche de luna, coronada la
-cabellera de jazmines, no sé si en Lima o en Bolivia, doña Juana Manuela
-Gorriti, según testimonio del poeta Ricardo Jaimes Freire. Para Miss
-Duncan no es precisa la música, o la música, en el sentido helénico,
-está en ella misma, la música silenciosa de sus gestos. La danza, según
-su teoría, se ritma por la música pitagórica, y el ritmo de las esferas,
-el ritmo de todo lo existente, se resume en su propio rítmico
-movimiento, al impulso musical de su espíritu. Esto, como véis, es un
-poco más complicado que los _entrechats_ de la Cleo de Merode o de
-Zambelli. Para las bailarinas comunes es verdadera la definición del
-barón de Massias: el canto es la palabra de la música, y la danza es el
-gesto del canto. Para Isadora, no. Ella entra en filosofías y es
-demasiado antigua. Por otra parte, ambas cosas, filosofía y baile, se
-compadecen. Sócrates enseñaba a bailar a la misma Aspasia. La mima de
-los desnudos pies no tiene nada que ver con las Camargo, Guimard,
-Bernay, Mauri; su alma y sus piernas son de Tracia. Nada le enseñan
-Blasis y Lemaître y Noverre. Su inspiración no se encuentra en el
-diccionario de Compan; mas Luciano la reconocería discípula de Thea,
-frigia o cretense. Hello, furiosamente bíblico, le perdonaría quizá su
-desnudez, y el divino Stéphane la haría perseguir en el bosque por un
-fauno de su siesta. Mima griega, pues, tiene en nuestra civilización un
-velo que sus antecesores helénicos no tenían; lo que se llama la
-decencia. He aquí lo que dice Compan, autoridad en la materia: «A fin de
-que los intermedios de las piezas de teatro fuesen agradables, los
-griegos buscaron cómo hacerlos interesantes. Después que se
-representaba un acto, los bailarines lo repetían con saltos y gestos, y
-eso, siguiendo una cierta música imitativa de lo que se había
-representado. Esos bailarines fueron llamados «mimos». Se hace notar que
-esos bailarines fueron siempre muy ignorantes en el arte de imaginar una
-intriga, conducirla, sostener los caracteres y llegar a un buen
-desenlace. Con gestos indecentes hacían una mezcla monstruosa de
-tonterías burlescas y preceptos morales. Tenían la cabeza afeitada y los
-pies desnudos. Se cubrían con pieles de animales...» Ya véis que hay
-diferencia. Isadora supera en el tiempo la representación antigua, y
-hace admirar un florecimiento de este culto. Siente y piensa. A su arte
-se aplica la definición de Hippeau: la pantomima es la figuración de
-ideas y sentimientos. Isadora está más cerca de Sada Yacco y de Severin
-que de Mariquita.
-
-Ahora bien, la adorable yanqui ha agregado una nota que los antiguos
-griegos no conocieron: el ensueño. Imagináos que realiza este prodigio:
-baila nocturnos de Chopin. Y no es ridículo. Os da el _clair-de-lune_
-con su cuerpo melodioso. Y ois cantar al ruiseñor, y hasta perdonáis los
-veinticinco francos de la butaca.
-
-[Illustration]
-
-
-
-
-[Illustration] REMY DE GOURMONT
-
-
-Me apresuro a escribir estas líneas porque una grave preocupación me
-inquieta: M. Rémy de Gourmont, autor para pocos, escritor de una
-_élite_, de una aristocracia mental internacional, está amenazado de la
-atención de todas las gentes... La prensa le solicita, el reporterismo
-le busca... Dentro de poco me temo que el nombre suyo sea, si no
-popular, vulgar, como el de Nietzsche... Vulgar en las citas, en las
-afirmaciones de la mediocracia escribiente: «M. de Gourmont por aquí; M.
-de Gourmont por allá...»; y eso es terrible... Fuera de que, como según
-parece, mi especialidad es la de lo «raro», mi admiración y mi afección
-por el autor de tanta obra excelente se basan en la intangibilidad de su
-vida, en su aislamiento severo, en su monasticismo intelectual. Hace
-como unos diez años que, con Lugones, saboreábamos sus obras extrañas y
-admirables, las de su campaña del idealismo, sus prosas del _Mercure_,
-sus _plaquettes_ exquisitas, su sabio _Latin mistique_; y nos
-complacíamos el poeta y yo en lo enigmático y arcaico de cada edición,
-en lo hondo del pensar, en lo maravilloso del decir, en encontrar un
-erudito que fuese un poeta. Escalígero entre los lirios. Baluce entre
-las esfinges. Lipsio bajo los laureles. Después nos comunicamos por
-asuntos literarios, y cuando llegué a París era su amigo. Pasé aquí
-cinco años y no le fuí a visitar. Respetaba mucho su silenciosa y
-retirada labor, su misterio. Sabía que era, en esta capital
-americanizada por la _réclame_ y por el industrialismo de la publicidad,
-lo que son los especiales diamantes y los especiales espíritus: un
-solitario.
-
-Un día llegó en que hube de verle por fin. Calle de Saint-Péres, en su
-casa de libros. Una casa de libros, viejos tapices, obras de arte. Se
-pasa antes por un patio, en donde hay un pozo y unos árboles. Pierre de
-Querlon, un alma singular, describió eso en páginas sutiles y amables.
-Esas páginas eran hoy más bellas, porque él era joven y acaba de morir.
-
-He visto primero a una prima y a un hermano de M. de Gourmont. Ella es
-la sobrina y heredera del escultor Clésinger, de quien os he hablado en
-otra vez. El es un joven delicado, fino, casi esquivo, que encierra un
-gran talento. M. Jean de Gourmont, cuyos pensares y decires sobre
-literatura son en el _Mercure_ un buen regalo. La morada es silenciosa y
-triste, como conviene. Hay un ambiente de quietud y de ensueños, apenas
-turbado, según parece, por uno que otro demonio, entre otros el demonio
-Elzevir, diría Hugo.
-
-Yo entré con cierto temor y timidez. No he podido--y ya estoy al medio
-del camino de la vida--llegar a ser familiar, confianzudo con el talento
-superior, y, sobre todo, con un hombre como M. Rémy de Gourmont. París
-no me ha inficionado de su bulevardismo igualitario, y en un maestro que
-es verdaderamente un maestro no veo yo a mi «querido colega».
-
-M. de Gourmont es uno de los pocos maestros que aún hoy merezcan ese
-nombre. Yo, al estar sentado frente a él en su gabinete de estudio, al
-verle con su ropa monacal de labor entre libros y libros, junto a un
-soberbio Clésinger dorado de penumbra, apoyado en su mesa cargada de
-manuscritos y de volúmenes, y al hundir mi mirada en la suya, y al oirle
-hablar poco y difícil, hondo y seguro, pasé a otra época y a otro
-momento. Me creí estar en casa de un Erasmo, que fuese un Pascal, que
-fuese un Lulio. Sé bien que estos nombres no quedan bien para nuestro
-siglo y para nuestras costumbres; pero recordad siempre que os hablo en
-la sinceridad de mi conciencia, y que Pascales y Erasmos no existen
-muchos actualmente para la comparación. Así, pues, llegué tímido; salí
-encantado. Agradecido lo estaba antes, puesto que he merecido a M. de
-Gourmont juicios demasiado benévolos y defensas demasiado justas. Cuando
-por ahí se asombraban de que mis _Prosas profanas_ fueran versos, el
-autor del _Latin mistique_ me escribía del título: «_C’est une
-trouvaille_», para asombro de ciertas ignorancias. Encontré en él, bajo
-su indumentaria de fraile, una nerviosidad inquietante revelada por
-cierta quietud leonina; y por fin, mi hombre, mi autor admirado: un odio
-profundo a lo vulgar, a lo mezclado, a lo híbrido, al socialismo, al
-nacionalismo, al cientificismo oficial, al vulgarismo, a la moral de
-regla y a lo inmoral de regla, a todo dogma, a todo profesor, a todo
-doctor diplomado, a toda disciplina, a toda obligación. Y, sobre todo,
-el odio a lo estúpido; y más que a lo estúpido, a lo tonto. ¡Cuando yo
-decía que no es para todas las gentes! Y cuando yo os decía mi inquietud
-por la irrupción del Kodak y de la _interview_ a su celda, a su
-refugio...
-
- * * * * *
-
-¿Qué importan las genealogías? _Stemmata quid faciunt?_ Importan mucho,
-sobre todo, en este caso. Pierre de Querlon dice: «Desciende de la
-familia de los pintores, grabadores, tipógrafos, de los siglos XV y XVI,
-a que perteneció aquel Gilles de Gourmont a quien se deben las primeras
-impresiones hechas en París en caracteres griegos y hebreos.» Además,
-por parte de madre, Malherbe es uno de sus antecesores. Pero yo sé de
-uno más, que ninguno de sus biógrafos ha nombrado, y que explicaría
-ciertas conquistas mentales y actitudes audaces de este perfecto
-pensador y libre filósofo: Hernán Cortés. La combatividad ancestral se
-ejerce en otros planos y elementos; pero, como el antepasado, como el
-_ancêtre_, ante el problema de la vida, una vez llegado a una convicción
-en el océano de las sofías, ha quemado sus naves.
-
-El que hubiera sido en otras épocas benedictino sapiente y creyente, el
-que ha creado tanta figura y castillo de ideal y de ensueño, tiende cada
-vez más a la explicación de la existencia fuera de toda teología. Yo
-admiro, pero no aplaudo; dado que, después de todo, no estoy por lo de
-quedarse en una costa desconocida con la ceniza de los únicos bajeles.
-Para mi uso particular tengo a bien conservar una pequeña nave, una
-_navicella_, una _parva navis_, si no completamente católica, muy
-cristiana. Eso sí; los remos son de marfil y las velas son de púrpura. Y
-ella conduce a alguna parte.
-
-En los orígenes filosóficos, este cerebro, que se creería primero
-influído de un soplo platónico, se junta más, en su madurez, a la
-observación y al criterio aristotélico, por su investigación sobre el
-secreto humano, por su manera de encarar el enigma de nuestro ser.
-Solamente que se basa en lo que Aristóteles no comprendía: la libre
-acción del hombre en el universo.
-
-He ahí lo que es este buscador de infinito y analizador de lo que cae
-bajo la lente de su criterio: un sabio del siglo XX, que corresponde a
-lo que era un amante de la sabiduría en la Grecia antigua, a un profesor
-en Sorbona en la Edad Media: para resumir en una comparación las faces
-de ese espíritu habría que buscar nombres que no son tampoco de nuestro
-tiempo. He nombrado a Pascal: no estaría de más nombrar a Descartes. Un
-Descartes que no se interesa demasiado en el pasaporte de la verdad y un
-Pascal sin el abismo.
-
-Su erudición está aparte de la de los simples eruditos de biblioteca y
-academia. En la inmensa selva de la producción humana ha herborizado con
-una atención pasmosa y un gusto supremo. Estudio de religiones y estudio
-de lenguas; estudio de poéticas y estudio de dramáticas; estudio de
-razas y de costumbres, fisiología, etnología, _folk-lor_. Estudia
-después de lo que hay en los libros, en las palabras, en las doctrinas,
-lo que hay en la naturaleza. Se baja a ver una hormiga después que ha
-examinado una teoría. Escribe un capítulo de experimentación científica,
-un escolio, una apostilla, una nota, luego un verso. Yo no sé de qué
-rincón de su estancia, de qué cajón de su biblioteca, saca un caballo de
-ébano y marfil, como el de Kamaralakmar del cuento árabe. Se monta y se
-va al azul. Aparece el «conquistador» de la armonía lírica, mágica.
-Porque habréis comprendido que ese caballo extraordinario es,
-complicadamente, Pegaso. ¿No es verdad, Simona? Al menos si tú no lo
-sabes, la nieve lo sabe, el molino lo sabe, los árboles y la tierra lo
-saben. Su poesía es ardientemente concentrada, amorosamente serena. Su
-bucólica es misteriosa, su paganismo es religioso; mas después de todo,
-
- _Nunc in Aristippi furtim precepta relabor._
-
-Más que el Gourmont de hoy--¿por qué no decirlo?--me place aquel
-Gourmont de antaño--¡de ese antaño no tan lejano!--que convenía a mis
-mirajes de juventud. Leyendo una página de la _Física de amor_, por
-ejemplo, tengo nostalgia del ambiente de las _Letanías de la Rosa_, de
-las _Prosas morosas_... Sin embargo, cada estación de la vida tiene sus
-frutos, y de ese robusto árbol mental la savia siempre es la misma.
-
-En alguna ocasión he de realizar un verdadero ensayo sobre la obra de M.
-de Gourmont: _Sixtine_, novela de la vida cerebral; el _Latin mistique_,
-que tanto alabara Huysmans, y que es labor de concienzudo sabio al par
-que poeta; _Lilith_, poema dialogado de una extraordinaria concepción y
-de una purísima forma; _Le Fantôme_, en que está entrevisto el enigma de
-la mujer a través de un extraño ceremonial de ideas y de sensaciones, en
-un rito a la vez carnal y cuasi religioso; _Théodat_, la pieza dramática
-que dió tanto que decir cuando se representó, en el Théatre D’Art, en
-los floridos días del simbolismo; el admirable ensayo sobre _Idéalisme_;
-las joyas verbales de _Fleurs de jadis_; la secreta hermosura del
-_Château singulier_, y de las _Proses moroses_; la _Historie tragique de
-la princesse Phenisa_, los _Hieroglyfes_ y las _Histoires magiques_, que
-en realidad lo son; _Phocas_, prodigiosa resurrección; y luego su obra
-de crítica, las decisivas y famosas _Masques_, que ilustró tan
-originalmente Valloton; su profunda y sólida _Esthetique de la langue
-française_, la _Culture des idées_, _Le probleme du style_, que destruye
-los sueños de inmortalidad de los que juzgan que todo se hace por
-recetas, y ese _Chemin de Velours_, de una filosofía tan nueva y de un
-tan agudo interés. Y luego las novelas, como _Les Chevaux de Diomeds_,
-en que el psicólogo seguro se une al celebrante de las glorias
-sensuales, o _Le songe d’une femme_, castillos en el aire y placer
-animal, ensueño y abrazo. Y después sus cuentos y tal o cual creación
-perfecta, como ese shakespeareano _Vieux Roy_, que la América latina
-conoce en castellano gracias a la versión de nuestro armonioso y soñador
-Díaz Romero.
-
- * * * * *
-
-Y, por último, la obra poética, corta, pero de especial riqueza de
-calidad, la cual, sí, no puede ser gustada sino por entendimientos
-escogidos. Así, _Les saintes du Paradise_, las _Oraisons mauvaises_ y
-tales cuales poemas perdidos en las revistas. Sin contar con la vasta
-labor de las ediciones de ciertos autores antiguos que este bibliófilo
-entre los bibliófilos ha sabido dirigir, con un arte y un gusto que
-harán regocijarse en su eternidad el alma del abuelo Gillis. Y con los
-incomparables _Epilogues_, reflexiones, consideraciones, concreciones
-filosóficas, que, reunidos a la manera de algunos libros de Nietzsche,
-forman un trabajo de alto valer, macizo y firme bajo su ligera
-apariencia.
-
-Su último libro, la _Fisique de l’Amour_, es un admirable estudio sobre
-la función sexual en la naturaleza; hay un deleitable maridaje de
-ciencia y de arte. El pensador y el artista son en este caso--como en el
-de Maeterlink--uno mismo. Y los que logran absorber el sutil vapor de
-ideas que se desprende de la obra de ese solitario, de ese aislado, de
-ese maestro meditabundo, son recompensados con la íntima voluptuosidad
-de comprender y admirar.
-
-
-
-
-[Illustration] HENRI DE GROUX
-
-
-Los diarios de París dieron la noticia. «El pintor de Groux ha
-desaparecido.» Me llamó la atención que los diarios se ocupasen del
-pintor de Groux, desaparecido o no... A poco se aumentó la noticia: «El
-pintor de Groux, que había desaparecido, ha estado encerrado en una casa
-de locos en Italia; de allí se ha fugado y no se sabe en dónde está.»
-Luego: «El pintor de Groux ha parecido y está en Marsella. Es cierto que
-se ha fugado de una casa de locos.» ¡Mi pobre amigo de Groux!
-
-A éste es al único intelectual de por aquí que he podido llamar
-verdaderamente «amigo» durante un tiempo, en este ambiente en donde cada
-día me siento más extranjero... Me lo presentaron la admiración, el
-arte, la pobreza. Le he tratado íntimamente, en compañía del poeta
-Amado Nervo. Era allá en la época de la Exposición. Los tres nos
-juntábamos en casa de un músico iluminado, teósofo y swedemborguiano,
-que nos quería convertir... No duró mucho su tentativa, sino sospecho
-que todos hubiéramos ido a parar a la casa de Italia que ha hospedado a
-de Groux, a menos que no nos metiesen aquí cerca, en Charenton.
-
-Mas ¿ha habido verdaderamente motivo para aprisionar como orate al
-desventurado artista? No hay duda de que su aspecto, su indumentaria,
-sus maneras, acusan cierta excentricidad...; ¡pero entonces habría que
-encerrar al ochenta por ciento de las gentes!... Además, para los que
-siguen al pie de la letra las teorías y los decires de los señores
-Lombroso, Nordau y compañía, el autor del «Cristo de los ultrajes» no
-es, ni puede ser, una persona normal y sana... Si se le trata, el
-diagnóstico se confirma, y si se le oye juzgar a los hombres, y
-especialmente a los artistas de su tiempo, se le declarará digno de la
-ducha y de la camisa de fuerza. Su figura es igual, según León Bloy, a
-la de Ernest Hello. Bloy también ha escrito en alguna parte que de Groux
-lleva consigo el daño y la desgracia, que es _jetattore_..., y esto
-después de ponerlo a la altura del sol y de la luna como artista...
-«¡Buen servicio le debo!», me decía _en ricanant_ el pobre pintor.
-Alguien me ha afirmado que éste tuvo una parte de su vida en auge y
-ganancia; que entonces ayudó a todo el que lo solicitaba. Mas la perra
-suerte, la mala sombra, como dicen en España, la _guigne_, como dicen
-aquí, le ha perseguido toda su vida. A tal grado, que me explico
-aseguren que se halla atacado del delirio de la persecución.
-
-No se pueden recibir tantos palos de lo desconocido; no se puede ser la
-cabeza de turco de lo invisible sin sentirse una natural inquietud, que
-acaba por desencuadernar los sesos. Y luego, en la dolorosa esclavitud
-de un artista selecto que, tiene que padecer horribles promiscuidades y
-la tiranía del industrialismo, las injusticias de la crítica, que no
-señala el éxito sino al que la paga; y en las durezas de la vida de
-necesidad de quien no quiere prostituir su talento, en el aislamiento de
-su orgullo, con los nervios vibrantes a cada paso, con la sangre
-revuelta de rabia ante las imprudencias de la _réclame_, no encontrando
-sino sonrisas de desdén en unos, conmiseración ineficaz en otros,
-dificultades para trabajar, penas íntimas y la rebusca cotidiana de lo
-preciso..., no sé quién, estoicamente, pudiera resistir. Pues aquí la
-lucha es enormemente mayor que en ninguna parte, y las dificultades y
-los inconvenientes para un artista, para un hombre de pensamiento se
-multiplican más que para nadie. Así son de numerosos los naufragios. Así
-es infinito el número de los desaparecidos en la tormenta de París. De
-miles no queda ni el nombre ni el recuerdo. El arrivismo ha traído
-después el más funesto de los males, el crack de la gloria y el imperio
-de la gloriola. Es el momento para los prestidigitadores de la fama. Es
-el momento para los amantes del instante, del éxito, del _succés_. Los
-espíritus aislados, los que no entran en la corriente, son señalados. Y
-aun de esos, hay quienes aflojan.
-
- * * * * *
-
-En verdad, si algún pecado atrae el misterioso castigo de la «fuerza
-enemiga» en Henri de Groux, o es el de la carne, o es el del orgullo. Su
-obra no es, ni con mucho, casta; pues en sus desnudeces más olímpicas y
-paganas aparece una concepción del encanto femenino completamente
-católica; es decir, lujuriosa. La antigua Venus imponente y sencilla,
-impulsora de las fuerzas naturales, tiene poco que ver con esas figuras
-ambiguas nacidas al influjo de preocupaciones teológicas y soplos
-demoníacos. Hay mucho de dantesco en el conjunto de sus pinturas, y
-mucha semilla medioeval, que ha hecho brotar a través del tiempo, en
-medio de las intranquilidades y exacerbaciones de los fines del siglo
-pasado, una extraña vegetación de cactus y orquídeas infernales. A pesar
-de las conquistas de la eternamente perfeccionable y corregible
-corporación de los sabios, el Diablo, como el Dios del famoso director
-de periódico, será «siempre de actualidad.»
-
-En cuanto al orgullo del artista, es enorme, ciertamente, aumentado por
-los injustos triunfos de la mediocridad y por el inconcebible
-rebajamiento del gusto general en nuestra época, tan llena de
-indiferencia por las altas cosas mentales. El sustenta su categoría,
-abomina a los predicadores de la igualdad, cara a los pequeños, y mira
-sus semejantes tan solamente en otros tiempos pasados. Eso no se lo
-perdonan los acomodaticios fabricantes y los que aceptan la imposición
-de la chatura común. El no figura en la cáfila de pagadores de
-biografías y autorretratos de tal diario de mostrador y pulpería; él no
-se echa por la calle del medio a hacer retratos mundanos; dice, donde
-quiera que le pongan atención, lo mal que piensa de los Carolus Durán y
-otros del Instituto; ríe con risa maligna; tiene la ocurrencia
-corrosiva, la broma ácida; agregad a esto el no ser propiamente un
-Adonis, antes bien un «tipo» singular, el soñar continuamente, el
-fracasar en cuanta tentativa de mejorar de fortuna ha hecho, y el
-monologar a veces por la calle... decidme si no es muy explicable que
-buenos burgueses florentinos y mal intencionados compatriotas, de
-consuno, le hayan hecho ir a parar al manicomio... De donde, felizmente,
-logró escaparse, y en donde encontró tema para otro de sus poemas
-pictóricos extraordinarios... El también, como el Gibelino, a quien
-admira y ha interpretado, puede decir que vuelve del infierno.
-
-Es de todas maneras una existencia trágica la suya, y su obra es como su
-existencia. El conflicto estalla por la hostilidad del medio y su
-ninguna voluntad de adaptación. Es un desarraigado de un lejano siglo,
-un extranjero en la humanidad que presencia la lucha rusojaponesa... Un
-día he visto en su taller algunos de los «retratos» que ha hecho: Dante,
-Wagner, Luis II de Baviera, León Bloy, Baudelaire, entendidos a su modo
-extraño, misterioso... Un libro había por allí: las _Fleurs du mal_...
-¡Eso ha sacado de las malas compañías! Y si al primer llegado se le
-preguntase qué piensa de la carrera fatigosa y de la vida de de Groux,
-de seguro que os saldría con el eterno recurso de la bohemia. De Groux,
-sin embargo, es cabalmente algo muy distinto del tipo tradicional del
-bohemio. Desde luego, y a pesar de su faz a veces rubicunda y sus
-frecuentaciones del café, es sobrio. Es casado, tiene familia. Es triste
-y serio, como no toque en la conversación un asunto que haga estallar su
-bilis en carcajadas hirientes. Como todo hombre de su intelecto, tiene
-una leyenda, que se yuxtapone a la realidad de su trabajado pasar. Ha
-sufrido días muy duros, temporadas harto amargas, que su ex amigo Bloy
-ha dejado ver de manera bien transparente en su _Mendiant ingrant_ y en
-su reciente _Mon Journal_. Ha intentado cien veces el seguir un trabajo
-ordenado que le diese la realización de tanto cuadro en proyecto como
-tiene ideado; mas hay algo, sin duda alguna, algo que le acosa y le hace
-siempre desmayar en medio de la tarea: es un perseguido de la miseria.
-No le han faltado mecenas temporarios, cuyos apoyos no le han servido
-sino para reposar un tanto en su carrera de fatigas y penurias. El
-primero fué el rey Leopoldo, su compatriota; el último fué, según él
-mismo me lo contara hace como un año, la princesa de
-Wolkenstein-Trotzburg, esposa del embajador austriaco en París, dama que
-se distingue por su entusiasmo por Wagner y que ha sabido apreciar el
-mérito de de Groux.
-
-En cuanto a los vendedores de cuadros y dueños de salas de exposición
-han sido para el asendereado artista, según su impresión y experiencia,
-feroces. Los usos y gestos de ese temible grupo han sido denunciados más
-de una vez por escritores valientes, desgraciadamente no en la prensa
-diaria, que por más de una razón no aceptaría tales claridades, sino en
-revistas de circulación reducida. Allí han hablado los Mauclair y los
-Peladan. Allí se han expuesto las criminales maniobras de los lanzadores
-de renombre en provecho propio; de los que preparan sus stocks de telas
-para pregonar el mérito de tal o cual impresionista vivo o muerto; de
-los mantenedores de la crítica simoníaca; de los explotadores del
-talento; de los martirizadores del desconocido genial; de los usureros
-de la fama y asesinos de la necesidad.
-
-Se han expresado sus intrigas y sus añagazas, y cómo desuellan a los
-pobres artistas que llegan a sus puestos, y cómo se hacen pagar
-enormemente el derecho de una exposición, y cómo ellos, a su vez,
-lanzan, es la palabra, y ponen de actualidad tal talento averiado, tal
-_amateur_ con fortuna o tal olvidada mediocridad, a la que se hace el
-_boniment_ para engañar a las gentes.
-
- * * * * *
-
-Si los turiferarios de la falsa gloria le han evitado, de Groux ha
-tenido en cambio la aprobación de ciertos excelentes. Remy de Gourmont,
-Heredia, han sido sus amigos; Mirbeau, Verhaeren, Camile Lemonnier,
-Eockoud, Fontainas y el tremendo Bloy, han escrito sobre él páginas
-brillantes de entusiasmo. El último, en su apocalíptica fuga, ha
-clamoreado la grandeza del genio de de Groux a los cuatro puntos
-cardinales. De pocos pintores de estos tiempos, y de todos los tiempos,
-se han dicho palabras semejantes. Hace ya años escribía el fuerte
-Lemonnier: «Ese joven Henri de Groux, ese espíritu impermeable y virgen
-sobre el cual se ha deslizado sin penetrarle la corrosiva educación de
-un tiempo propicio a los malignos y funestos, a los instintivos, de
-repente se denuncia épico, afiebrado de cataclismos, torturado de
-imágenes sangrientas, sin parentesco con ninguna escuela, sin analogía
-con sus antecesores, sino es tal vez con Delacroix, hambriento de
-destrozos y carnicerías, todo empurpurado de sus flujos bermejos». Y
-Jules Destree: «Al lado de ese temperamento de colorista que le acerca a
-Delacroix al punto que se le pudiera aplicar muy adecuadamente los
-versos de Baudelaire:
-
- Delacroix, lac de sang hanté des mauvais anges,
- Ombragé par un bois de sapins toujours, verts,
- Ou, sous un ciel chagrin, des fanfares ét ranges
- Passent, comme un soupir étouffé de Weber.
-
-Al lado de esos dones prestigiosos y sutiles, su parentesco con los
-primitivos es muy cierto. Como ellos, tiende sobre todo a ser sugestivo.
-Su realismo es cuidadoso de la naturaleza y de la verdad, pero es
-evocador del ensueño, se lanza más lejos que la realidad, con
-proyecciones de más allá, en el infinito del pensamiento, de misterio y
-de sueño por todas partes esparcido y flotante alrededor de nosotros,
-realismo con brotes de alma, sobrenaturalismo que es la expresión más
-alta del arte verídico y grande.» «Es únicamente un artista, un
-filósofo», afirmaba André Fontainas. El diálogo entre el rey Leopoldo y
-el pintor, contado por Charles Buet, es curioso: «--Monsieur de
-Groux--dijo el rey visitando el Salón--; conocía ya la obra de vuestro
-padre. Es la primera obra vuestra que veo. Habéis hecho una cosa muy
-_extraña_, pero es una página notable. Quisiera haceros algunas
-preguntas.--Tengo la certeza, sire,--respondió Henri de Groux--, de
-haber hecho, en efecto, una cosa muy extraña y seguramente intolerable
-para el _philistin_. Así me siento feliz de que haya tenido la fortuna
-de gustaros.--Sí; pero ¿por qué _los_ habéis hecho a todos tan
-obstinadamente feos?--Sire, pensé que los sentimientos que _ellos_
-expresaban no debían embellecerlos.--Pero el Cristo mismo, ¿por qué es
-tan feo? ¿Por qué expresa el pavor, el espanto?--La tradición le
-representa bello y lleno de esperanza.--He pensado que el Cristo, siendo
-Dios que se ha hecho hombre para asumir todos los dolores y todas las
-miserias humanas, no podía ser bello, al menos de la belleza vulgar, y
-que en esa circunstancia había debido asumir el miedo, el miedo físico,
-y aun la apariencia, el aspecto de la culpabilidad».--Lo que decís es
-interesante, pero muy audaz.» «Tal vez, agrega Buet, pues Henri de Groux
-no es heterodoxo pintando a Jesús feo, que los primitivos han siempre
-representado así, según un texto de Tertuliano, del tratado _De carne
-Christi_, y según también la palabra del salmista: _Ego sum verneis et
-non home, opprobrium hominum et abjetio plebis_.» Y sobre ese mismo
-cuadro del «Cristo de los ultrajes» declaraba William Ritter: «¡Y bien!
-El «Cristo de los ultrajes», que sólo la música había osado por el genio
-fulgurante de Juan Sebastián Bach, Henri de Groux, en fin, nos lo ha
-dado, y nos lo ha dado tal, que el suplicio de Matho, entregado a la
-plebe de Cartago en Salambó, no es nada al lado de esta espantable
-pena.» Y Octave Mirbeau: «Bajo su aparente ingenuidad de primitivo, M.
-Henri de Groux es un pintor consumado; es maravillosamente hábil en el
-juego de los colores. Sus telas tienen el aspecto de objetos preciosos,
-de materia lujosa que deben, ante todo, mostrar las obras de arte. Hay
-en él una mezcla de tapicero persa y de imaginero gótico, con todo un
-golpe de acentuaciones a la Rembrandt. Sus telas son meticulosamente
-compuestas; desde el punto de vista del color, es el color el que guía y
-dirige. En su aparente desorden es minuciosamente lógico, y su
-imaginación, que es viva, que es desbordante de verbo, no va sino hasta
-donde el color le indica ir. Su «Moisés salvado de las aguas», así como
-sus bohemios, son puras obras maestras de colorista. La alegría de esas
-telas estalla en sonoridades soberbias», Y Charles Morice: «¡La vida, la
-verdad de la vida! Es ella la que de Groux, en los ojos de los músicos y
-de los poetas y de otros héroes, y en las obras por su pincel
-comentadas, ve y nos muestra con el gesto imperioso de una voluntad
-orgullosa de no ceder bajo el peso del pensamiento.» «Artista violento,
-tumultuoso, conmovedor, siempre original, que llega a una intensidad de
-realización y de evocación que se impone a la imaginación y fuerza a la
-memoria, tal se afirma», dice Charles Salunier. «Es, ante todo, un
-poeta», señala Ivanoe Rambosson. Su nombre es célebre en el arte
-contemporáneo «de excepción», como diría Vittorio Pica. Este mismo
-crítico italiano ha estudiado en una de sus más bellas obras el talento
-y la producción de Henri de Groux. He aquí cómo describe un cuadro
-terrible: «Les trainards, rêve aprés la bataille»; «Rappresentava un
-campo dopo la bataglia: in alto della tela scorgevansi le case del
-vicino villagio; in primo e secondo piano v’ra una confusione
-raccapricciante di cadaveri e di carrogne sbudellate e sanguinolenti, di
-ferilli in agonia, di sconquassati ordegni guerreschi e, in mezzo a tale
-cuenta rovina, avanzavansi, a passi cauti, cinque o sei losche figure di
-depredatori di cadaveri, seguiti da carretini, tirate da grossi cani di
-Terranovae sovraccarricho di spoglie.
-
-Lo spettaculo era allucinante, macabro, espettrale e, ad acrescere
-l’orrore, contribuiva tanto la voluta mancanza anche del più piccolo
-lembo di firmamento quanto le deficienze di prospettiva e l’uniforme
-tinta verdastra, evocante il colore della putrefazione. Como esprimere
-con parole la terribilitá di quei cadaveri aggroviagliati, affastellati
-l’uno sull’altro, chiarrati disgustosamente di sangre, con le budella
-serpeggianti fuori dal ventre? ¿Come esprimere il supremo orrore di
-quegli occhi vitrei e spalancati, che nessuna mano pietosa aveva
-chiusi?»
-
-Pues, en realidad, Henri de Groux es un artista de horror y de misterio.
-
-Su obra, complicada y ya vasta, abarca varios ciclos: el ciclo dantesco,
-el wagneriano, el napoleónico, fuera de variados y alucinantes
-espectáculos de imaginación y enigma que se ha complacido en trasladar a
-la tela.
-
-Es uno de los pocos artistas gráficos que hayan logrado evocar los
-extraños ambientes y percepciones de los sueños, y esas cosas raras e
-inexplicables que supiéranse de otras existencias y que se encuentran en
-tales páginas de extraordinarios escritores, como Poe, Mallarmé,
-Quincey.
-
-Sus páginas de sombra y espanto llegan a la angustia de ciertas
-pesadillas. Su visión tenebrosa hace pensar en los bajos fondos de la
-demonología, en tormentosos terrores milenarios, signos y conjunciones
-astrales, lluvias de sangre, presagios y apariciones funestas. Es un
-prodigioso expresador de pavores y un fatal evocador y comentador del
-fantasma que nos habita. En su «Morituri» surge la Muerte cabalgante
-sobre la desolación de la campaña llena de cadáveres; en sus «Vendanges»
-traduce la irrupción de las cóleras siniestras populares en el corazón
-de la noche; su Napoleón no es el dios dueño del Aguila como Júpiter,
-sino un Napoleón de desolación, de meditación, de triste humanidad. Es
-el espectro de los espectros, ya en la vida retirada de Rusia, ya en la
-caída de Waterloo o en Santa Elena; Napoleón, ojeroso, meditabundo,
-miserable, bajo la tempestad de Dios. De su «Cristo de los ultrajes»
-nadie ha hablado como el tonante Bloy: «Es el sufrimiento del Cristo,
-tal como lo han contado los santos visionarios en libros de diamantes
-que sobrevivirán al juicio final de las literaturas; tal como lo han
-certificado los testigos que se hacían «degollar» para obedecer a la
-orden de ser «configurados en su muerte»; tal, en fin, como la Iglesia,
-no de la Edad Media, sino de todos los siglos, lo enseña en su pavorosa
-Liturgia. Es el huracán de las torturas imaginables, sin el contrapeso
-de ninguna eficaz piedad para el agonizante voluntario, cuyo último
-suspiro extingue el sol y turba las constelaciones.»
-
-Sus cuadros dantescos, más que ilustraciones de la _Divina Comedia_, son
-telas poemales que trasponen la idea del poeta a la concepción del
-artista. Lo propio sus encarnaciones wagnerianas. Mas en lo que he de
-insistir es en su don milagroso de revelador, o, mejor dicho, recordador
-de otros planos psíquicos, de otras rememoraciones de confusas
-existencias, misterioso siempre; misterioso en su orientalismo
-insinuante de detalles y perspectivas, misterioso en sus figuras de
-mujeres ultraturbadoras y de un más que humano secreto; ni la Eva
-dormida, o la Palas sentada, o la carnal Jezabel, o la acre y almizclada
-adolescente del frontispicio diabólico del «Pehor», de Gourmont;
-misterioso en sus aglomeradas muchedumbres, en la manifestación del alma
-baja y feroz de los populachos, de la erupción de instintos crueles y
-bestiales de las heces humanas; misterioso en las actitudes y miradas de
-sus héroes y hasta de sus animales y larvas, sus leones, sus águilas,
-sus caballos, sus buhos, sobre todo sus buhos; o ya en sus mitologías, o
-en las reminiscencias de malos sueños; en su cultura macabra de las
-facies cadavéricas, en las alusiones satánicas y relentes de ultratumba,
-en la traslación de la atmósfera sensible de «cuento», de leyenda, de
-delirio o de locura.
-
-Buen artista, de Groux es compasivo con los humildes de abajo, con el
-pueblo que sufre la tiranía de la estupidez triunfante. Mas no se mezcla
-con los brutales elementos. Quiere «sólo un déspota, el Genio», como
-dice brava y aristocráticamente ese cantor de las rojas esperanzas que
-tiene por nombre Alberto Ghiraldo. Tiene el horror de la burguesía
-ostentosa e ignara de la nobleza decadente y rebajada, del
-igualitarismo, tan odioso como imposible. Baudelaire ha sido uno de sus
-peligrosos guías en su senda de tinieblas y de espantos. De tanto
-frecuentar el reino de lo desconocido, en donde no se camina sino
-tanteando el lado de los abismos y negros despeñaderos, y en donde no
-puede prestarle sus ojos nictálopes su amigo el buho, es probable que su
-cerebro no se encuentre completamente fácil para el diario comercio de
-los hombres. Es posible también que en el imperio de las tinieblas
-enemigas cuente con más de una animosidad. Y si, como asegura Bloy, se
-ha olvidado por completo de Dios, todo él está vulnerable para los
-puñales invisibles.
-
-El ha ofrecido seguir en su tarea de creador de cosas misteriosas, y de
-su contacto con la locura en el manicomio italiano ha de sacar nuevas
-apariencias de horrores visionarios. Si de la nocturna confabulación de
-contrarias fuerzas sale su fatal sentencia, será una pérdida para el
-alto arte, un duelo para el pensamiento. Será el golpe final para quien,
-desde la cuna, fué señalado a la desgracia y al dolor como víctima de un
-influjo saturnino, de una influencia maligna, diría el pobre Lelian.
-
-Mas ojalá, robusteciéndose, si es posible, en las ásperas luchas,
-cobrando aliento después de las sacudidas de la hostil suerte, halle en
-la labor metódica un consuelo y una salvación.
-
-Aunque, ¡la pobreza es tan infame!
-
-[Illustration]
-
-
-
-
-[Illustration] LO QUE QUEDA DE HEREDIA
-
-
-José María de Heredia está ya enterrado en el cementerio de Rouen,
-adonde fué a hacer compañía a su mujer. Tras sus despojos iban tres
-poetas, sus tres yernos: Henry de Regnier, Maurice Maindron y Pierre
-Louys.
-
-Se presentan ya muchos candidatos al puesto de bibliotecario del
-Arsenal. Se habló un poco de la desaparición del célebre artista del
-soneto. Se escribieron unos cuantos artículos. Después, ha venido el
-silencio sobre el que partió en lo gris del otoño. No obstante, queda de
-él mucho, en poco. Un libro. Ese libro vivirá. Mil hay que dejan cien
-volúmenes para el olvido y para los ratones.
-
- * * * * *
-
-Fué, como es sabido, cubano de nacimiento, pero esto es un accidente que
-apenas advertís en tal reminiscencia de uno o dos sonetos. El fué poeta
-francés, completamente francés, a pesar de sus pergaminos de
-«conquistador», a pesar del «ancêtre», del fundador de ciudades. Nació
-en Cuba, como su maestro Leconte de Lisle nació en la isla Borbón, o
-como Julio Laforgue nació en Montevideo. Mas su gloria es absolutamente
-francesa, porque su alma se nutrió en Francia, sin conservar casi nada
-del perfume de las islas natales. Vagamente ese perfume le llega una
-vez, a la orilla del mar... No es el mismo caso el de otro José María
-que hoy comienza a engarzar en hermosos collares perlas de Francia: José
-María Cantilo. Si llega el triunfo futuro, será gloria argentina, a
-pesar de la lengua de adopción en que exprime sus líricos pensares.
-
-Hay la idea común de que los parnasianos fueron simples artesanos del
-verso, fabricantes de piezas de orfebrería. «Nosotros, que cincelamos
-los versos como copas», decía uno de los más grandes entre ellos. El
-verbo humano y el ritmo divino tienen tal virtud, que no le es posible
-al artífice más impasible labrar una copa que no esté siempre llena de
-algo. La copa vacía es imposible. Siempre habrá en el vino de poesía
-diluído un sentimiento, un pensamiento. Y en las urnas de José María de
-Heredia se conserva un licor precioso que ganará calidades envejeciendo.
-Ciertamente fué un orfebre como todos los del Parnaso. Tenía el cuidado
-de la rima, la preocupación de la palabra y, naturalmente, el orgullo
-del pensamiento. No hay uno solo de los «impasibles» que no tenga en su
-estrofa, en la apariencia, fría, un estremecimiento emocional, pues
-emoción hay hasta en las más profundas especulaciones mentales.
-
-Lo que distingue a Heredia es la frecuencia del mármol y del metal,
-materiales de su labor. La dedicatoria a su madre en «Les Trophées» es
-una lápida romana. La mayor parte de sus sonetos son casi epigráficos,
-dignos de una estela. Heredia no escribió una sola línea que no fuese
-monumental. De allí esa augusta disposición de los conceptos, esa noble
-euritmia rítmica, esa belleza grandiosa de sus pequeños templos de
-catorce columnas.
-
-Se le reprocha su parto elefantino, tardío y único. ¿Se habría preferido
-que amontonase en las librerías volúmenes sobre volúmenes, a la manera
-de tanto fecundo multíparo de la literatura cuya prole, sin dolor
-creada, servirá tan sólo por su inanidad y número para hacer más pesada
-y más invisible la losa del más justificado de los olvidos?
-
- * * * * *
-
-A pesar de amables muestras de simpatía, a pesar de la cita que en una
-ocasión me dio el maestro por medio del poeta Angel de Estrada, nunca
-fuí a verle, ni a su casa, ni a la Biblioteca del Arsenal, de que era
-administrador, después de Nodier, de Alexandre Duval, del bibliófilo
-Jacob, de Loredan Larchey, de Edouard Thierry y de Henri de Bornier. Mas
-sé que todos los que a él se acercaron quedaron encantados de sus
-afabilidades señoriles, de su fondo hidalgo, de su generosidad
-espiritual. No creo que le agradase mucho hablar el español, el cual,
-según tengo entendido, pronunciaba con acento francés. Estaba, por otra
-parte, un poco sordo; así es que la entrevista que tuvo con Núñez de
-Arce, hace años, debe haber sido curiosa, dado que el poeta español
-hablaba muy poco y muy mal el francés.
-
-Heredia era amado de la juventud, de esa juventud acusada tantas veces
-de iconoclasticismo y de irrespeto para con los maestros. A esta
-acusación contesta con mucha justicia un claro y valiente espíritu,
-André Fontainas: «Decid, muertos ilustres, y demasiado pronto numerosos,
-Verlaine, Mallarmé, ¿quién, pues, venía piadosamente a la soledad en que
-se os abandonaba?, y vos, magnánimo superviviente de una época valiente,
-León Dierx, ¿quién os rodea de fervor y de afección mas que nosotros?
-¿Quiénes, pues, José María de Heredia, desde los primeros años
-literarios venían con un orgullo tímido a consultaros, a entregaros sus
-esperanzas y a confiaros sus dudas?» Y es que el carácter acogedor y la
-noble confianza que inspiraba el perfecto lírico daban a los
-principiantes un amable calor de entusiasmo, un seguro estímulo, un
-deseo de proseguir en la prueba de Pegaso. Y era el alma misma de ellos
-la que sentía la espuela de oro. El mismo Fontainas expresa en conceptos
-amorosos tales impresiones: «Nadie como él, José María de Heredia,
-ningún _aîné_ supo acoger, lleno de una bondad igual, a los
-principiantes, a quienes prodigaba con simpatía sus consejos
-fraternales. ¿Quién, entre esos, tan numerosos, a quienes su casa fué
-abierta, ha podido perder el recuerdo de los primeros minutos de su
-primera visita? Cuando desfalleciendo casi de temor y de respetuosa
-incertidumbre el recién llegado era introducido a un vasto y claro
-gabinete cuadrado, sonoro de voces vibrantes y alegres, se habría
-sentido presa de un vértigo extraño y temeroso, si el Poeta,
-suspendiendo con un ademán alguna disertación tumultuosa, no acorriese
-casi de un salto a él, a darle la bienvenida, con abundancia y precisión
-que daban al espíritu ansioso y encantado a la vez el tiempo de
-reponerse, de admirar, y de comprender a un tiempo, y amar a ese hombre,
-que se revelaba completamente en su movimiento de cordialidad franca y
-de calurosa acogida.» Tal dicen los que se le aproximaron. Mi proverbial
-condición ursina no me permitió poder apreciar personalmente la
-gentileza hospitalaria del hidalgo.
-
-La casa estaba llena de gloria y de letras. Ya sabéis que sus tres hijas
-se casaron con escritores. Hasta la hora actual, parece que son felices,
-y ningún rumor de divorcio se ha oído. Una de las jóvenes, la casada con
-Henry de Regnier, es mujer de gran talento, y se ha hecho notable por
-sus poesías, publicadas casi todas en la _Revue de Deux Mondes_, y,
-sobre todo, por las novelas que ha firmado con el pseudónimo de Gerard
-d’Houville, nombre de un abuelo maternal de brava y pintoresca vida. Su
-salón era uno de los pocos que quedan exclusivamente literarios, y allí
-se reunía mucha parte de la _élite_ de la mentalidad francesa
-contemporánea.
-
- * * * * *
-
-En Cuba (¡naturalmente!) se ha escrito el único artículo que conozco en
-que se decrete y anuncie la desaparición en el olvido de la obra
-herediana. «Les Trophées» de Heredia! Cuando hoy hay quien exhume y
-comente los seccionales del lejano y encriptado Du Bartas. Se ignorará
-en lo porvenir a Heredia si se borra por completo la historia de la
-poesía francesa en el siglo XIX, en la cual él es ciertamente un
-«antillano»; tiene su isla.
-
-Sí, vivirá por su unidad sólida y su contextura, y por el material _aere
-perennius_, esa «Leyenda de los siglos» en miniatura, ese museo _di
-camera_, esa labor cuyo defecto sólo es la casi completa perfección. Tal
-la de su maestro Leconte de Lisle, y la de su antecesor Chenier. Poesía
-pura y lengua pura. Y tanta confianza había en el alma del poeta en lo
-futuro, que el primer soneto de la colección está dedicado al Olvido:
-
- Le temple est en ruine au haut du promontoire...
-
- * * * * *
-
- Mais l’Homme, indifferent au rêve des aieux
- Ecoute sans frémir, du fond des nuits sereines,
- La Mer qui se lamente en pleurant les Sirènes.
-
-Todo el vasto espectáculo humano, la leyenda y la historia, supo
-concretarlo en magníficas cristalizaciones que siempre causarán
-admiración a los comprendedores de la virtud artística. Como Hugo, en su
-cíclico poema, abarca todas las épocas del mundo: los mitos, los héroes,
-los dioses, la vida y el ensueño. En Grecia y Sicilia, he ahí primero la
-gran figura de Herakles, ya vencedor del león de Nemea, o cerca del lago
-de Estinfalia, «todo sangriento, sonreir al gran cielo azul». He ahí a
-Neso, cuyo sueño turba «el caliente olor de las yeguas de Epiro»; la
-centauresa que de noche tiembla «à l’appel lontain des ètalons»; la
-admirable metopa partenoniana de los centauros y lapitas; la fuga de
-centauros que sienten la muerte cerca, «et flairent dans la nuit une
-odeur de lion.» O bien Afrodita surge de la sangre de Urano; y Jasón y
-Medea aparecen como en un cuadro de Gustave Moreau, en el soneto
-dedicado a ese pintor. En el «Termodonte» véis pasar a los potros
-blancos, rojos de la sangre de las Vírgenes. En «Artemis», la diosa se
-presenta como llena de un primitivo y olímpico sadismo, y luego pasará,
-cazadora, saltando entre sus molosos; y la flauta pánica resonará en una
-ninfea. Pan surge, «el Caprípede, divino cazador de ninfas desnudas». Su
-risa asusta a las ninfas en el baño. He ahí un vaso cincelado, en cuyos
-flancos han de encontrar más tarde nuevas visiones poetas como Regnier y
-Samain. He ahí, como en la estatua de Clésinger, el león que «en
-rugissant d’amour mord les fleurs de son frein». Baco, conquistador,
-triunfa a las orillas del Ganges. Las mujeres de Biblos celebran los
-funerales de Adonis; Circe siente los perros sagrados que la siguen
-aullando. En un soneto dialogado, la «Sphinx», muestra Heredia lo que
-habría podido hacer si hubiera escrito tragedias. En otro, «Marsyas»,
-hace recordar el Marsyas de mármol del Louvre.
-
-Un amor especial tiene para Pegaso, ya «alargue sobre la mar su grande
-sombra azul», ya, montado por Perseo, cuando «bat le ciel ebloui de ses
-ailes de flamme», o cuando sus alas «aux amants enlacés font un tiède
-berceau».
-
-En los epigramas y bucólicas es un admirable evocador de la vida
-antigua. Cabreros, pastores, términos; inscripciones votivas; clamores
-de orgullo, libaciones funerarias, naves que parten; esclavos,
-sembradores, viejos chivos propiciatorios; niños muertos en flor; un
-corredor como el que en el Luxemburgo tiene fijado su ímpetu de bronce;
-un cochero como los que cantan las odas pindáricas; Pegaso de nuevo; o
-bien estas palabras que hoy son para dichas por sus propios labios
-fríos:
-
- Aux yeux se sont fermés à la lumière heureuse,
- Et maintenant habite, hélas! A pour jamais,
- L’inexorable Erebe et la Nuit Ténébreuse.
-
-En «Roma y los bárbaros» saludaréis el bajel de Virgilio. Conoceréis al
-discreto Galo, y reencontraréis la flauta griega en labios de un pastor.
-El poeta se dirige a Sextius, y hace constar que la vida es breve, como
-cantó el otro, y que «no hay primavera en el país frío de las sombras».
-He ahí luego cuadros, viñetas, medallas de la vida romana. He ahí una
-sonrisa latina, o la soberbia figura de Aníbal, y en los versos a un
-triunfador, una frase que se diría dicha a sí propia por el artífice:
-
- Grave-les dans la frise et dans les bas-relief
- Profondement, de peur que l’avenir te frustre...
-
-Aparece Cleopatra, en una tarde, «semejante a un gran pájaro de oro que
-espía a lo lejos su presa.» Luego el Imperator sangriento; y el célebre
-soneto en que Antonio ve en los ojos puntuados de oro de Cleopatra:
-
- Toute une mer immense ou fuyaient des galères.
-
-Y el «pequeño museo» se engrandece; a los sonetos epigráficos suceden la
-Edad Media y el Renacimiento. Y Heredia siempre está en su terreno de
-labrador de mármoles, de marfiles y de oros. Y es el vidriero que decora
-las catedrales con asuntos de primitivo; y renueva a Benvenuto. En
-«l’Estoc» hace recordar el soneto que sobre César Borgia escribió
-Verlaine, y en otra medalla, dejaría complacidos los gustos del marqués
-de Bradomín.
-
-Pasan los recuerdos de dos poetas de su linaje, Petrarca y Ronsard; y es
-un lujo de orfebrería, luego, y de esmaltes que contribuyen a la gloria
-fraternal de Claudis Popelin.
-
-En los conquistadores, puede decirse que se recrea en la gloria del
-Antepasado, el fundador de Cartagena de Indias, D. Pedro de Heredia, por
-el cual sus últimos descendientes pueden timbrar su escudo con «une
-Ville d’argent qu’ombrage un palmier d’or.» En el Oriente y los
-Trópicos, se precisa la influencia de Leconte, y, claro que la de Hugo.
-Es allí donde, de paso, en un terceto, hay una reminiscencia del origen
-cubano del poeta.
-
- * * * * *
-
-Fuera de su «pequeño museo», quedan de Heredia una traducción de Bernal
-Díaz del Castillo, un «Romancero», inferior a lo que en este sentido se
-encuentra en la «Leyenda de los Siglos», y «Les Conquérants de l’Or»,
-fragmento épico que poca cosa puede agregar a su gloria.
-
-Vivirán, pues, las medallas, los bajos relieves, las estatuetas, los
-templetes, las logias que construyó con amor y pasión de artista. Y
-vivirán, sobre todo, porque puso en ellos su vida y su alma, su
-constante esfuerzo y su adoración a la Belleza pura.
-
-Por otra parte, él no quiso nunca regenerar la sociedad ni cambiar el
-mundo. No se dedicó a la pistonuda carrera de apóstol. Era un cuerdo.
-
-[Illustration]
-
-
-
-
-[Illustration] NUEVOS POETAS DE ESPAÑA
-
-
-Mi distinguido compañero Enrique Gómez Carrillo ha venido a verme, en su
-calidad de redactor de la sección de letras españolas en el _Mercure de
-France_, y me ha dicho: «Necesitamos que me conteste esta pregunta: ¿Qué
-piensa usted sobre el estado actual de la poesía en España?» La pregunta
-es compleja, porque no hay una poesía actual española, sino muchos
-poetas españoles. Pocos excelentes, algunos buenos, y los demás...
-
-Lo que sí se advierte en el primer momento es que la manera de pensar y
-de escribir ha cambiado. La liberación de la intelectualidad es un
-hecho, y más que la europeización, la universalización del alma
-española. En mi «España contemporánea» he hablado del movimiento mental
-que por la influencia del simbolismo francés transformó las letras
-hispano-americanas. Ese movimiento, aunque tardío, llegó a España, y
-dió nueva vida a las letras españolas. Se acabaron el encantamiento, la
-sujeción a la ley de lo antiguo académico, la vitola, el patrón que
-antaño uniformaba la expresión literaria. Concluyó el hacer versos de
-determinada manera, a lo Fray Luis de León, a lo Zorrilla, o a lo
-Campoamor, o a lo Núñez de Arce, o a lo Becquer. El individualismo, la
-libre manifestación de las ideas, el vuelo poético sin trabas, se
-impusieron. Y eso trajo una floración nueva y desconocida. Y el nivel de
-los espíritus subió. Hasta hace pocos años, apartando al gran Zorrilla,
-los poetas castellanos estaban en segundo o tercer término entre los de
-Europa. Ahora, entre los poetas jóvenes de España, los hay que pueden
-parangonarse con los de cualquier Parnaso del mundo. La calidad es ya
-otra, gracias a la cultura importada, a la puerta abierta en la vieja
-muralla feudal. Nombraré algunos de esos nuevos poetas.
-
- * * * * *
-
-Antonio Machado es quizá el más intenso de todos. La música de su verso
-va en su pensamiento. Ha escrito poco y meditado mucho. Su vida es la de
-un filósofo estóico. Sabe decir sus ensueños en frases hondas. Se
-interna en la existencia de las cosas, en la naturaleza. Tal verso suyo
-sobre la tierra habría encantado a Lucrecio. Tiene un orgullo inmenso,
-neroniano y diogenesco. Tiene la admiración de la aristocracia
-intelectual. Algunos críticos han visto en él un continuador de la
-tradición castiza, de la tradición lírica nacional. A mí me parece, al
-contrario, uno de los más cosmopolitas, uno de los más generales, por
-lo mismo que lo considero uno de los más humanos.
-
-Su hermano Manuel, que ha permanecido en París durante varios años, es
-muy diferente. Este es fino, ágil y exquisito. Nutrido de la más
-flamante savia francesa sus versos parecen escritos en francés, y desde
-luego puedo asegurar que son pensados en francés. Es en muchas de sus
-poesías--por ejemplo, en «Caprichos», de título goyesco--un verleniano
-de la más legítima procedencia. Con los elementos fonéticos del
-castellano ha llegado a hacer lo que en francés no han logrado muchos
-seguidores del prodigioso Fauno. Sus «arietas» son perfectas. En cuanto
-a sus resurrecciones de viejos metros y sus tentativas de versolibrismo,
-indican un gran virtuoso y un artista de la palabra.
-
-Otro es D. Ramón Pérez de Ayala: Es un poeta asturiano, pero que es
-castellano, pero que es cosmopolita; joven, luego rico en primavera,
-luego sonriente, luego ágil de pensamiento, luego amador de la libertad,
-luego soñador. D. Ramón Pérez de Ayala tiene un nombre que trasciende a
-líricas vejeces, a pergaminos venerandos, a flores secas halladas en un
-breviario de arcipreste enamorado de las musas. D. Ramón Pérez de Ayala
-es un poeta absolutamente del siglo XX, con igual educación estética que
-nuestros mejores poetas hispano-americanos actuales, y con una hermosa
-independencia de espíritu que le hace decir lo que quiere, cantar de la
-manera más sencillamente posible. Mas hay que advertir que la sencillez
-es en este caso lo más dificultoso. Ahora todos queremos ser
-sencillos... Todos nos comemos nuestro cordero al asador después que lo
-hemos tenido encintado en el _hameau_ de Versalles. El Sr. Pérez de
-Ayala se expresa a veces con reminiscencias clásicas, arando en el
-antiguo y fecundo campo con los apacibles bueyes de Berceo y de Juan
-Ruiz; y su arado, de modernísima fábrica, hiere la tierra con igual
-virtud que los venerables y rudos hierros viejos. He leído «La paz del
-sendero», manifestación primigenia de esta fragante alma. Tiene el autor
-demasiado talento para que sonríamos ante la premura de un dolor fatal
-apenas entrevisto. Desde esos primaverales años clama una voz de hondo y
-meditabundo poeta, animado por el infuso saber, amargo don del destino.
-
- Con sayal de amarguras, de la vida romero,
- Topé tras luenga andanza con la paz del sendero.
- Fenecía del día el resplandor postrero.
- En la cima de un álamo sollozaba un jilguero.
-
- No hubo en lugar de tierra la paz que allí reinaba.
- Parecía que Dios en el campo moraba.
- Y los sones del pájaro que en lo verde cantaba,
- Morían con la esquila que a lo lejos temblaba.
-
- La flor de madreselva, nacida entre bardales,
- Vertía en el crepúsculo olores celestiales.
- Veíanse blancos brotes de silvestres rosales,
- Y en el cielo las copas de los álamos reales.
-
- Y como de la esquila iba besando el son
- Al canto del jilguero, mi pobre corazón
- Sintió como una lluvia buena de la emoción;
- Entonces a mi vera vi un hermoso garzón.
-
- Este garzón venía conduciendo el ganado,
- Y este ganado era por seis vacas formado;
- Lucidas todas ellas, de pelo colorado,
- Y la repleta ubre de pezón sonrosado.
-
- Dijo el garzón:--Dios guarde al señor forastero.
- --Yo nací en esta tierra. Morir en ella quiero
- Rapaz.--Que Dios le guarde. Perdióse en el sendero.
- En la cima del álamo sollozaba el jilguero.
-
- Sentí en la misma entraña algo que fenecía.
- Y quedó dulcemente otro algo que nacía.
- En la paz del sendero se anegó el alma mía.
- Y de emoción no osé llorar. Atardecía.
-
-Tal es la manera de exteriorizarse que tiene esta fragante alma en su
-más amable estación. Es una primavera sentimental color de otoño. Hay
-después sensaciones rurales y familiares que tan solamente pueden
-compararse a las de Francis Jammes. Son de una modernidad intensa, y en
-su manera clara y en su ingenuidad desnuda hay mucho de lo que complica
-en nuestro espíritu el acendrado cultivo mental. ¡Cuán extraordinario es
-encontrar en las almas nuevas de todos los puntos del mundo la alegría!
-Pérez de Ayala no es una excepción. De la tristeza principesca e
-hiperestésica de Juan R. Jiménez, a la casi rústica de «La paz del
-sendero», no hay gran diferencia. Es una diferencia de decoración, de
-ambiente, de música. El sutil veneno es el mismo. Hay amor,
-naturalmente; amor de verdad, a la antigua, amor de _clair-de-lune_ y de
-adoración romántica. Lo sexual no tiene gran importancia cuando la
-primera ilusión llega con sus manos llenas de jazmines. Cuando el poeta
-de los «Jardines lejanos» ve que sus princesas de ilusión tienen blancos
-y rosados senos, es que un fauno-diablo, Verlaine quizá, le ha hablado
-al oído.
-
-He de señalar, sobre todo, una cosa. Pérez de Ayala, de abolengo
-literario que obliga, es en la generación a que pertenece de los poetas
-que piensan. Las nuevas influencias que han transformado la poesía
-castellana han traído con la renovación de la forma un grande amor a las
-ideas. Un escritor de gran valer y de extrañas violencias, el Sr.
-Unamuno, se enreda en eso de las ideas, desdeña las ideas, sin ver que
-ellas son nuestra única manifestación, el único fruto que da constancia
-de la existencia del árbol humano. Nuestro ibseísmo no es una fantasía,
-y el sabio no halló sino una gran verdad con lo de «pienso, luego soy».
-Pensemos, pues, y que el sentir no se excluya, pues el sentimiento mismo
-se produce en nuestra máquina cerebral. El palacio de Psique está entre
-las paredes del cráneo, allí donde Cajal y compañeros van encontrando
-desconocido en la mina misma de los pensamientos.
-
- * * * * *
-
-Otro es Antonio de Zayas, poeta diplomático. Es un señor. Continúa la
-tradición propia; es de la familia de los viejos poetas hidalgos,
-prendados de nobleza, de prestigios, de heroísmo, de ceremonia. Con
-todo, su vocabulario, su elegancia decorativa, los saltos libres de su
-pegaso, le ponen entre los innovadores. A veces «con pensamientos nuevos
-hace versos antiguos», y con pensamientos antiguos hace versos nuevos.
-El verso libre en España no ha llegado a la licencia de ciertos
-versolibristas franceses, con todo y haber escrito Manuel Machado versos
-libérrimos. Los de Antonio de Zayas son voluntariamente sujetos a un
-ritmo general que no desentona ni se rompe nunca. En «Paisajes» los hay
-magistrales. Hay una oración por el alma de Felipe II que en cualquier
-literatura honraría a un poeta; pero que en este caso concentra el alma
-española, la cristaliza en un diamante verbal sorprendente. Sus
-«sonetos» se resienten de heredianos algunos: los escritos en
-alejandrinos. Los otros siguen la influencia gallarda que nos viene de
-los grandes sonetistas del siglo de oro: Quevedo y el admirable Góngora.
-
- * * * * *
-
-Del poeta más sutil y sentimental, Juan R. Jiménez, he dicho en otra
-ocasión lo que pensaba. Hablaba yo de su don musical. Decía de él...:
-«lejos del desdoro de la imitación y ajeno a la indigencia del calco, ha
-aprendido a ser él mismo--_être soi même_--, y dice su alma en versos
-sencillos como lirios y musicales como aguas de fuente. Este poeta está
-enfermo, vive en un Sanatorio, en Madrid. Así, en su poesía no busquéis
-salud gozosa ni rosas de risa. Cuando más, a veces, una sonrisa, una
-sonrisa de convaleciente,
-
- Convalescente di squisitti mali...
-
-pero en la cual se insinúa uno de los más grandes misterios de la vida».
-
- * * * * *
-
-Otro es Francisco Villaespesa. Enamorado de todas las formas, seguidor
-de todas las maneras, hasta que se encontró él mismo, si es que se ha
-encontrado. Dice ya sus propios ensueños y canta su mundo interior de
-modo que, ciertamente, seduce y encanta. También es cierto que ha
-sufrido mucho, y que no hay mejores indicaciones que las de Nuestro
-Maestro el Dolor.
-
- * * * * *
-
-En resumen: un movimiento nuevo se ha iniciado desde hace algún tiempo y
-ha producido ya los mejores frutos. No puede negarse que hoy impera una
-influencia extranjera, cosmopolita, pero principalmente francesa e
-italiana. Mejor dicho, d’annunziana. (Villaespesa, Pujol--un joven poeta
-que comienza con los mejores bríos, muy sentimental, muy musical, muy
-elegante, muy poeta; Nilo Fabra, que ha expresado sus quereres y soñares
-con modos refinados, dando a veces un tono menor que traduce sus
-prematuras melancolías contagiosamente.)
-
-No dejan de encontrarse--sobre todo, en los sujetos a las ordenanzas
-académicas--gestos pasados, libreas mentales, poesías «a la manera
-de...», o a _l’instar_, como se diría en París. Mas los que imperan son
-los otros.
-
-Hay, por ejemplo, uno de los más nuevos, Andrés González Blanco, que se
-ha impuesto desde los comienzos. Sus versos revelan una gran cultura,
-una gran mentalidad, y, como antes se decía, una gran «inspiración». En
-estas líneas olvido, seguramente, a otros buenos poetas, gentiles
-adoradores de las musas. Mas hay que ver que aquí indico únicamente mis
-preferencias.
-
-[Illustration]
-
-
-
-
-[Illustration] EN ASTURIAS
-
-
-I
-
-Desilusión del milagro.
-
-Por Palacio Valdés y el difunto _Clarín_ sospeché la vida ovetense, en
-tierra de Asturias. La existencia ciudadana, como en nuestras antiguas
-villas hispano-americanas, aún tibias de la empolladura colonial, con
-sus curas, bachilleres, señoronas y chismes. Las iglesias siempre
-triunfantes, la alta sociedad untada de _sports_ por el contagio de los
-viajes. En el ambiente universitario, aún rancio, invasión de cosas
-nuevas que llegan del extranjero. Para ver bien todo eso, ahí tenéis _El
-Maestrante_ y _La Regenta_. Y en las revistas podéis saber que es aquí,
-en Oviedo, donde tiene su asiento principal esa ciencia internacional y
-periódica que posee sus mejores representantes españoles en los
-profesores Posada, Buylla, Dorado y Altamira.
-
-Yo voy a lo que más puede interesar vuestra curiosidad y halagar vuestra
-fantasía. Os ofreceré un poco de maravilloso.
-
-Sabía yo que la catedral de Oviedo poseía un tesoro de reliquias más
-rico que el de cualquier basílica italiana o que el de Nuestra Señora de
-París; y que entre las cosas que aquí se encuentran las hay
-extraordinarias. Yo me había imaginado muchas de ellas a través de
-cristales de poesía. Saludé, pues, la torre esbelta y labrada, la
-plazoleta antigua y estrecha, y me encontré en el ambiente oloroso a
-incienso de las vastas naves ojivales. Era la hora del coro y los
-canónigos celebran el oficio. Resonaba el canto llano. Un órgano se
-hacía oir de tanto en tanto. Y como vibrantes chirimías, las voces de
-los monagos se unían a los agudos del instrumento. Uno de esos levitas
-en miniatura andaba por ahí con su balandrán y su blanca sobrepelliz. A
-una seña se me acercó. Le pregunté por el lugar de las reliquias, y el
-duende, no exento de gravedad, me dijo que tuviese paciencia por unos
-instantes. Y fué a unir su voz con la de sus compañeros, allá, junto al
-facistol. Algunos minutos después salió acompañado de dos canónigos. A
-una indicación les seguí.
-
-Entramos por una puerta cercana a la sacristía. Subimos una escalera;
-bajamos otra corta. Henos ante otra puerta junto a la cual hay una
-campana que el monaguillo hace sonar dos veces. Entre tanto, los
-canónigos rezan. Uno de ellos, algo encorvado, misterioso, de ojos
-agudos, llama mi atención. Mientras le miro me instruye en voz baja un
-poeta del país que me acompaña: «--Ese es un bravo y terrible
-sacerdote... Ha sido periodista de combate, hombre de empuje... Le
-llaman El Angelón...»
-
-La puerta se había abierto, y tanto El Angelón, semejante a un Claudio
-Frollo, como el otro canónigo, nos precedieron al entrar al Relicario,
-sin dejar de mascullar sus rezos. Entraba claridad por la puerta y no
-recuerdo si por algún ventanillo; mas el monago encendió un cirio, y con
-el tono y manera de un cicerone que se respeta, comenzó a pronunciar su
-sabida lección y a mostrar a mi intranquila curiosidad un cúmulo de
-sacras maravillas. Poco me faltó del «Breve sumario de las santas
-reliquias que en la cámara santa de Oviedo se veneran manifiestas, fuera
-del arca santa, después que por la misericordia divina, por el año de
-mil setenta y cinco, a instancia del señor Rey Don Alfonso el VI, fué
-abierta con asistencia de varios de los prelados de España, que por la
-general devastación del reino se hallaban refugiados en dicha ciudad; y
-asimismo de las indulgencias concedidas a este santuario, que ganan los
-que visitan y asientan cofrades en virtud de esta bula». Poco me faltó,
-digo; pero con lo que percibí tuve para copiosa provisión de ensueños en
-una exploración de invisible por espacio y tiempo.
-
-Mas antes os he de decir la historia milagrosa de estas riquezas
-benditas, tal como consta en episcopales documentos. Reinaba Cosroes de
-Persia sobre Jerusalem, dominada por sus ejércitos, cuando por
-disposición divina fué llevada de la ciudad superilustre a tierras
-africanas una caja, hecha en «madera incorruptible», por cristianos que
-habían recibido la doctrina de los apóstoles mismos. Siempre
-prodigiosamente, la caja erró de Africa a Cartagena de España, de
-Cartagena a Sevilla, de Sevilla a Toledo, de Toledo al Monte Sacro de
-Asturias y del Monte Sacro a la iglesia de San Salvador, de Oviedo,
-«donde dicha arca fué abierta, y hallaron en ella los fieles muchos
-cofrecitos de oro, de plata, de marfil y de coral, los cuales, abiertos
-con suma veneración, ciertas cédulas atadas a cada reliquia de las que
-dentro estaban, manifiestamente declaraban lo que cada una era». El arca
-estaba central ante mí, mas cubierta de antiguas chapas y bien labrada
-orfebrería. Y dentro del arca, algunos de los objetos venerados que no
-se muestran sino en señalados días del año, con ocasión de fiestas
-especiales y con gran aparato ritual y manifestaciones de fe.
-
- * * * * *
-
-La vocecita dijo:--«Esta es una pequeña parte de la sábana santa en la
-cual envolvió José de Arimatea el cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo.»
-Yo sentía una vaga emoción, con un vago perfume de infancia..., a pesar
-de que un mal diablillo me andaba por lo interior diciéndome: «¡Muy
-bien, muy bien! ¿Qué van a decir, si usted cuenta esto, ciertos amigos
-suyos que saben tanto del protoplasma?» Dejé murmurar al diablillo, y vi
-en frente de mí, bajo un fanal en un marco de oro, un trozo de tela
-blanca, que me pareció demasiado blanca para tantos siglos, y muy
-semejante a ciertos tejidos manchesterianos. Mas luego abandoné las
-influencias razonadoras, y con el admirable poder imaginativo pude
-agrandar el pedazo de tela y ver el inmortal cuadro del descendimiento,
-y el del lavado del santo cuerpo, y la piedad del vecino hierosolimitano
-que primero que todos los celebrantes de la misa colocó sobre el
-Corporal la misteriosa y carnal Hostia antes de la transubstanciación.
-
-Continuaba el rezar de los canónigos, y la fina vocecita casi no se daba
-tiempo:--«Estas son ocho espinas de la Corona Sagrada, de la Corona
-cruel que los judíos pusieron en la cabeza de Nuestro Redentor.» Y vi,
-en una a modo de custodia, las negras espinas, que más bien se me
-representaron clavos. Recordé una que antes viera en ya no sé cuál
-templo romano, y la corona despojada de sus espinas que se muestra el
-Jueves Santo a los fieles en la basílica parisiense, corona que parece
-un círculo de secos mimbres... Mas surgió en la lejanía de lo pasado, en
-la tarde lívida y eléctrica del Calvario, la dolorosa y portentosa
-Figura, con la frente ceñida por la diadema de martirio, sangre y
-palidez, amargura humana y desconsuelo divino.
-
---«He aquí--prosiguió la lengua infantil--un pedazo de la caña que los
-judíos pusieron a Cristo por burla.» Recordé a las iluminadas, a las
-videntes Emerich y Agreda. Lo que pude ver fueron unas a manera de dos
-hojas de palma resecas, de amarillento color. Mas se apareció la
-indestructible canalla burladora e insultadora de las majestades
-espirituales, y el triste Cristo, vestido de melancolía, soportando la
-tortura de las risas miserables.
-
---«Un pedazo de la túnica inconsútil...» no logro verla en el relicario;
-«de su sepulcro», tampoco; «de los pañales en que estuvo envuelto en el
-pesebre», tampoco, «del pan de la última cena», esto sí. Me hace pensar
-en los panes encontrados en las ruinas de Pompeya. Y después me entra un
-pueril deseo... Si pudiera probarse esa supernatural pasta, en la cual,
-antes que por las palabras de la consagración, estuvo la carne simbólica
-de la divinidad, simbólica y efectiva para el creyente... ¡Y si probando
-esos relieves del ágape de los 13 no conseguiría uno la visión de lo
-inmortal, la potencia de lo infinito, los dones que traen las lenguas de
-fuego del Santo Espíritu...!
-
-Mas el monago no da paz a la palabra:--«He aquí uno de los treinta
-dineros porque Jesucristo, nuestro bien, fué vendido por Judas.»--¿En
-dónde está? «Dentro de esa caja.»--Lo creo.--¡Judas, desastrado Judas,
-precioso chivo emisario del cristiano triunfo, pobre cabeza de turco de
-la Redención! El libro de Petruccelli della Gatina es un curioso
-libro... Mas, sobre todo, hay que meditar, ¡oh creyentes mis hermanos!,
-en que Judas cumplió las disposiciones del Padre; y en que sin la obra
-inconsciente suya _no se hubieran cumplido las profecías_.
-
-En cuanto a este dinero, uno de los treinta famosos, creo que debería
-sacarse de aquí, de esta quieta y venerable catedral ovetense, y
-llevarse a París, a ser guardado en la caja de Rosthschild, o a otra
-parte cualquiera del mundo, a la casa de otro congénere, donde pudiera
-devengar los racionales intereses.
-
-Ocultos también están los que canta la boca del eclesiástico gnomo
-«preciosos cabellos y vestidura de la Santísima Virgen; lienzos
-humedecidos con la leche de la misma Madre de Dios.» Aquí mi duda no fué
-sino teológica. Pregunta: ¿Fué por disposición divina llevada a la
-inmortalidad de los cielos María con todo lo que constituyó su cuerpo
-mortal sobre la tierra? ¿El día de la Ascensión, no subió la Virgen,
-completa e intacta, al empíreo? Si esto es de fe, no corto sacrilegio
-están cometiendo los canónigos que conservan y se glorian de poseer algo
-de la figura corporal de María, madre de Jesucristo, en San Salvador de
-Oviedo. Yo opino que habría que sacar a la luz esos cabellos. Y si son,
-en efecto, ya veríais, como en el poema de Hugo los de Cristo en la mano
-del sayón, tornarse éstos hebras de luz sobrenatural; notar los sabios
-una descomposición en la máquina del día, y la humanidad sentir
-entrársele por los ojos una miel de aurora que haría desleírse las almas
-en un deseo de amor universal y de fe profunda.
-
-Después, aquí están un lignum-crucis, que no me interesa tanto después
-del buen trozo, que parece petrificado, del tesoro de Notre-Dame; un
-pedazo del pez asado y del panal de miel que Jesús comió con los
-apóstoles después de la Resurrección--cosas que no me mostraron--;
-tierra sobre que puso los pies Jesucristo cuando subió a los cielos, y
-tierra del sepulcro de Lázaro; algo de la piedra que cerró el sepulcro
-del Señor, y del ramo de oliva que llevó en sus manos cuando la entrada
-en Jerusalem. Nada de esto veo con mis ojos carnales. Me presentan una
-redoma «con sangre derramada por el costado de una imagen que los
-cristianos habían hecho a semejanza de Jesucristo, a la cual los judíos,
-obstinados por su antigua incredulidad, fijaron por señal o blanco, y
-con una lanza hirieron el costado derecho, del cual salió sangre y
-agua.» No veo nada, absolutamente nada, en la opaca redoma. Pero
-_credo_.
-
- * * * * *
-
-Mas he aquí que vienen en seguida, chillados por el monaguillo: algo de
-la frente y cabellos de San Juan Bautista; un hueso del mismo San Juan
-Bautista: reliquias de los doce apóstoles ¡y de los profetas!; la suela
-de la sandalia del pie derecho del apóstol San Pedro, que me parece de
-un cuero demasiado fresco, como diría Mark Twain; un buen pedazo del
-pellejo de San Bartolomé, que se asemeja a viejo pellejo de cerdo; la
-cartera, ¡sí, la cartera! de San Andrés, semejante a esas bolsas en que
-los gauchos guardan el tabaco; cabellos, ¡oh, profanación!, con que la
-Magdalena enjugó los pies de Jesús, y huesos y reliquias de todos los
-que vais a oir: San Juan, San Esteban, San Lorenzo, San Vicente, Santos
-Cosme, Damián, Esteban papa, Cipriano, Facundo, Primitivo, Justo,
-Pastor, Fructuoso, Emeterio, Celedonio, Adriano, Mamés, Verísimo,
-Máximo, Vedulo, Pantaleón, Cucufate, Sulpicio, Eugenio, Eulogio,
-Víctor, Sergio, Bachio, Juliano, Félix, Pedro el Exorcista, Eugenio,
-otro Félix, Fausto, Colegio, Esportalio, Hieremías, Martino, obispo
-Cristóbal, Grato Luciano, Tirso, Librada, Ana, Natalia, Agueda, Justa,
-Rufina, Servanda, Germana, Beatriz, Petronila, Eulalia de Barcelona,
-Emilia, Pomposa y una navaja de la rueca con que fué martirizada Santa
-Catalina.
-
-¡Ah, no!
-
-Y El Angelón y su compañero siguen rezando.
-
- * * * * *
-
-Y luego me muestran «una parte de la vara con que Moisés dividió las
-aguas del mar Rojo, ¡y veo un fragmento de palito como un lápiz, yo, que
-soñaba con tal luminoso garrote que al agitarse en el aire pondría
-espanto en el tropel de los truenos y en la madriguera de los rayos!
-
-Y después se me muestra «una cruz de oro purísimo, labrada por mano de
-los ángeles», y que clama ser labor de plateros bizantinos; y se me dice
-que existen aquí mismo: una piedra del monte Sinaí, sobre la cual ayunó
-Moisés; maná que llovió Dios a los israelitas en el desierto; ¡el manto
-del profeta Elías!; huesos de los tres niños del horno de Babilonia,
-Ananías, Azarías y Misael; una de las «hidras» en que Cristo convirtió
-el agua en vino; los cuerpos de los mártires Eulogio y Lucrecia; el de
-Santa Eulalia de Mérida, el de San Vicente Abad, y los de San Julián y
-de San Serrano, y la espaldilla de San Pedro Regalado y otros huesos
-más...
-
-¡Ah, no! ¡Ah, no! Sospecho que el angelito, El Angelón y su colega me
-están jugando una mala pasada... Guardo, orantes y piadosos barnums, mis
-cristales de poesía y mi fe para mejor ocasión.
-
-Tomad dos pesetas... ¡Creo en Dios! Creo en Dios... Pero, ¡idos al
-diablo!
-
-
-II
-
-A la orilla del mar.
-
-Me he venido a un rincón asturiano, pequeño, solitario, sin más casino
-que ásperas rocas, ni más automóviles que los cangrejos--ante el
-caprichoso Cantábrico.
-
-Está el pueblo de San Esteban de Pravia a un paso de Oviedo, junto a la
-desembocadura del Nalón. La ría semeja más bien un lago. En frente se
-divisa un viejo castillo en ruinas que da nombre a un cercano caserío; y
-más allá del lado del mar, está la población de Arenas. Más allá no
-debía decir, sino más acá, puesto que escribo en ella, en una casita
-nueva y fresca, que tiene un mirador frente a las olas. San Esteban está
-al pie de una pequeña altura; hay pocos habitantes, una fábrica de
-conservas marinas y un restaurant que se ve bullicioso y se siente
-sonoro los domingos. La Arena es lugar de pescadores, y por el lado de
-la costa tiene una que otra casita pintoresca que alquilan las pocas
-familias que vienen durante el verano.
-
-Desde la que yo ocupo veo, en frente, el muelle en construcción que
-avanza en el mar, las colinas cultivadas, a un lado y a otro, la costa
-abrupta que termina su diseminación de rocas obscuras.
-
-Las mañanas doradas de sol, o empañadas de bruma, son tranquilas y
-serenas. Por la calle no pasa más que una que otra vendedora de pescado,
-y, una vez por semana, el hortelano, que viene con su asnillo cargado de
-frutas y verduras. Ayer oí una inusitada algazara, y un son de
-panderetas. Me asomé a la ventana y me encontré con un oso, que la no
-muy bien aprendida danza ensayaba en dos pies. Dos cobrizos gitanos
-cantaban su melopea, un mono saltarín volteaba al extremo de una cuerda
-y unos cuantos muchachos admiraban el espectáculo.
-
-Por la tarde salen, con el sol aún picante, las lanchas de los
-pescadores. Las filas de remos brillan a la luz áurea, y las
-embarcaciones del trabajo rudo y arduo toman el aspecto de galeras
-antiguas en desfile. Allá lejos se van, a buscar el bonito o atún, y la
-suella, la rebosilla y la sardina. Cuando se enciende el poniente es el
-retorno, a la vela. La mar brava, o el agitado nordeste, impiden a veces
-la pesca. Y la mala faena se ve en los rostros de los pescadores, cuando
-se acercan a la costa, en donde hay redes tendidas y mujeres que
-aguardan.
-
-Viven estos excelentes hombres en pobres habitaciones. Tienen algunos un
-huertecito que aprovechan para sembrar maíz, patatas y coles. Esto no
-les deja morir cuando falta el producto del trabajo. Tienen una iglesia
-chica y triste, en donde los más devotos forasteros retroceden ante el
-formidable ejército de pulgas, que sin duda el rey de las moscas, o sea
-Satán mismo, mantiene allí para perjuicio de los católicos veraneantes.
-Se divierten cada ocho días los buenos pescadores jugando a los bolos y
-emborrachándose convivialmente con vino de dos «perrones» botella.
-Sabréis que dos perrones son veinte céntimos de peseta.
-
- * * * * *
-
-El carácter de estas gentes curtidas por vientos y mares es pacífico y
-amable. Jamás he visto ni oído escándalos o riñas. Además, son generosos
-y altruístas. Unos a otros se ayudan y confortan. Cuando uno está en
-días de enfermedad o de escasez, los que pueden le prestan el apoyo que
-les es posible. Hablan su jerga asturiana casi siempre en voz alta, y
-esto se explica por la cotidiana labor que tienen sobre el mar, en donde
-están hechos a dominar el fragor de las aguas y el ruido de las rachas.
-
-Estos mares son duros. El Cantábrico tiene celebridad terrible. Y aun en
-esta parte que ahora me parece tan poco hostil, pasan, en ciertas
-épocas, dramas tremendos. «Por allí--me dice un pescador, señalándome el
-extremo del rompeolas--, por allí murieron el invierno pasado catorce
-hombres. No se pudo salvar ni uno solo.» Estas aguas cambian de humor
-con rarísima rapidez; tan pronto hay calma azul, tan pronto carnerea la
-espuma. Recuerdo ya viejos versos:
-
- Claudicante, viejo, solo.
- Viene del Polo el Invierno.
- Eolo sopla en su cuerno
- Saludando al rey del Polo.
- Al son del cuerno de Eolo
- Lanza el gran mar su clamor.
- Sobre el oceánico hervor
- Da el tritón su canto extraño,
- Y con su crespo rebaño
- Pasa el terrible pastor...
-
-Como todas las gentes de mar, como las de Normandía, como las de
-Bretaña, éstas tienen sus devociones religiosas, su patrón celeste, su
-representante y delegado delante del Eterno Padre, Comodoro de los
-huracanes y Soberano Almirante de los ciclones de la muerte. Aquí es el
-bueno y tradicional San Telmo el que enciende sus iluminaciones en los
-árboles de los barcos en noches de tempestad, y aquí, en la procesión
-anual, va vestido de marinero, con la mano en el timón, entre los cantos
-y músicas, sobre la ría en calma. Esta fiesta, según se me informa, se
-verificará pronto, y ya tendré entonces ocasión para describírosla.
-
-No han progresado mucho que digamos estos lugares desde el año de 1794,
-en que se publicaron las _Memorias históricas del principado de Asturias
-y obispado de Oviedo_, por el Dr. D. Carlos González de Posada, canónigo
-de Tarragona; libro editado en esa ciudad por el impresor Pedro Cavals.
-Allí, en unas cuantas notas geográficas, se dice de La Arena: «Puerto de
-mar a la boca del río Nalón, dos leguas y media distante de Avilés, y
-de corta población.» Y de San Esteban: «Puerto de 50 vecinos en la misma
-boca del Nalón y frente a La Arena, sin más distancia que el río en
-medio; pueden fondear en él fragatas de 30 cañones; en sus inmediaciones
-se ha fabricado un dique o ribera, donde se depositan las maderas que
-bajan para la real armada por el río desde los montes del Tineo, Cangas,
-Salas, Miranda, Quirós, Lena, Aller, Langreo y otras partes. Estos dos
-puertos son del concejo de Pravia, cuya capital es la villa del mismo
-nombre, corte otro tiempo de algunos reyes de Asturias, etc.»
-
-Esta quietud, esta pasividad, este tranquilo reposo en la naturaleza, ha
-de cambiar con las invasiones de vida moderna que están transformando a
-España. A un paso está Gijón, que es hoy uno de los emporios comerciales
-y manufactureros de la península, ciudad «europea» actualmente y cuya
-riqueza progresiva asombra. De ahí vendrá el soplo, el impulso, que ha
-de cambiar todo esto. Y perderá La Arena su poesía, ¡hélas!, y ya habrá
-aquí veraneantes que pasearán sus modas, y correrán por la playa otros
-automóviles que los cangrejos, y habrá casino con sus correspondientes
-_petits-chevaux_, y los que como yo buscan la actual paz y sosiego que
-dan estas cosas primitivas, se irán con la música y los sueños a otra
-parte. Aunque pronto no habrá rincón del mundo en donde refugiarse. La
-unificación del planeta será absoluta. Los manes de Ruskin y compañeros
-mártires se estremecerán en la eternidad, y sobre el globo uniforme
-prodigará sus bostezos la humanidad uniformada.
-
-Hay en la playa unas ocho o diez casetas de baño. La clientela no es
-numerosa, mas se aumenta el día festivo y el domingo con los visitantes
-que llegan de Oviedo. Las casetas son arrastradas por bueyes; y se ve
-pintoresco el buen animal del campo cuando camina llevando su edificio
-minúsculo hacia las olas.
-
-A Hugo le daba horror, y lo dijo en versos poco graves, el imaginarse a
-Venus con pantalones. El Maestro habría experimentado algo más tremendo
-al contemplar la figura de algunas bañistas en estas castas costas. He
-advertido que no solamente la robusta y venerable matrona, sino la guapa
-y gallarda señorita, se enfundan en unos camisones prosaicos que las
-envuelven desde el cuello a los pies. Al verlas, ciertamente, el tritón
-más salaz _recule épouvanté_. Mas no percatan las pudorosas damas que
-las tales túnicas resguardadoras de misterios, una vez que se mojan, se
-pegan al cuerpo como los paños de los escultores a las estatuas de barro
-en los talleres, y que la indiscreción de la tela es entonces de una
-realidad irónica y flagrante.
-
-He notado que las puestas de sol no son aquí, al menos por estos días,
-prestigiosas, ricas de colores y fuegos. Pocas veces he visto libre de
-nieblas la raya de lápiz horizontal. El sol, al irse, no se muestra sino
-a través de opacidades que apenas se tiñen de una difusa claridad de
-viejos oros. Tan solamente una vez formaron las nubes del fondo una
-como cordillera de montañas obscuras, cuyos filetes bruñía de un fuego
-vivo y rojo al poniente en fusión. Mas el astro no se veía. Fué más
-tarde cuando, de repente, en medio de la cordillera negra, se abrió una
-tronera de metal incandescente, a través de la cual pasó un chorro
-solar. Duró esto unos instantes. Luego el disco vívido se fué opacando y
-se tornó color de sangre, cubierto de nuevo por los nubarrones
-amontonados. La cordillera se deshizo. Se fué como derrumbando
-blandamente aquella aglomeración de masas enormes y obscuras. El mar,
-que fué primero gris, luego plateado, luego violeta, luego verdoso,
-luego gris otra vez, se azuló profunda y nocturnamente en el último
-momento crepuscular. Grupos de gaviotas iban de un punto a otro de las
-aguas, que hacían su ruido de cascadas agitando sus sempiternos
-algodones sonantes, sus madejas de encajes sedosos; y coincidió la
-llegada de una vela latina, de una rezagada barca pescadora, con la
-aparición, siempre enigmáticamente luminosa, del milagro de las
-estrellas.
-
-
-III
-
-San Telmo.
-
-Ha pasado la fiesta de los marineros pescadores. El patrón ya sabéis que
-es San Telmo, el de los fuegos. Si la religiosidad ha mermado entre
-estas buenas gentes, la superstición queda. En Dios se puede tener poca
-fe; pero lo que es en San Telmo... Desde por la mañana, temprano,
-sonaron los petardos y cohetes y se oyeron músicas por las calles del
-pueblecito de La Arena. San Esteban también estaba en movimiento. Ambos
-vecindarios se unieron para la fiesta. En la iglesia de La Arena hubo
-misa con sermón. La gente endomingada tuvo fervor. Estalló la gaita en
-una intempestiva Marcha Real cuando el sacerdote alzó.
-
-Yo partí a San Esteban, al restaurant El Brillante, que es de D. Edmundo
-Díaz, un «cher confrère», pues es director de una revista y escritor
-ameno. Allí almorcé en una terraza con vista a la ría, por donde debía
-pasar la procesión. Y vi muy hermosas mozas, muy elegantes señoritas que
-llegaron de Oviedo. Hasta hubo por allí un automóvil y uno que otro
-kodak en finas manos.
-
-La procesión fué después del almuerzo. Desde donde yo estaba pude
-dominar todo el espectáculo. El panorama era delicioso, al amor de una
-fresca temperatura. Era una decoración de nacimiento; en frente de mí,
-casitas blancas con techos rojos; allá, en la otra banda, casitas de
-«preseppio», y la colina pintoresca y cultivada en el fondo, al lado del
-Castillo y de La Arena. En La Arena divisaba ir y venir de gentes, mover
-de barcas, humo de cohetes. Y a este lado la población risueña, el
-«Brillante» en fiesta. El agua del Nalón, que corre al mar, azulada,
-argentada. El cielo de cobalto, rejado de vellones, manchado de
-pincelazos de nieve. No lejos del lugar en donde escribía mis
-apuntaciones, está la casa del profesor Altamira, del hombre grave y
-estudioso que sabe tantas cosas. Es un «cottage» rojo, con barandas
-blancas, con un jardincillo en que hay verdores apacibles, flores e
-higueras.
-
-Suenan a lo lejos tres bombas. Va a comenzar la procesión. El cielo se
-ha azulado aún más, como un cielo napolitano; y el agua está como el
-cielo, y es como un milagro azul que todo lo envolviera. «Je suis hanté:
-Azur! azur! azur!...» Veo venir algo que suscita en mi mente
-reminiscencias de Venecia, de una Venecia antigua y legendaria. Hasta el
-acento con que hablan los marineros que pasan bajo el balcón a que me
-asomo me parece veneciano. Y la ría, que es un lago suizo a veces, se me
-antoja ahora una especie de Canalazzo. Se acerca más y más la procesión
-en barcas. Entre las pequeñas de los pescadores viene, como un
-Bucentauro, gallardamente, el vaporcito en que está el santo. Y en el
-vapor del santo, y en otros que atrás vienen, y en las barcas de los
-pescadores, y en otras llenas de vecinos y curiosos forasteros, todo es
-una fiesta de banderas y banderolas, amarillo y rojo. ¡España! ¡España!
-¡España!
-
-Y ya no, no es una fiesta veneciana la que presencio, no es el triunfo
-marino del Bucentauro; es una fiesta española y asturiana. Son los
-buenos pescadores de un rincón del Cantábrico, que celebran el día de su
-patrón celeste, San Telmo. La impresión no es de soberbia, ni de función
-imponente por sus lujos y pompas. No caen de las lanchas, como de las
-góndolas señoriales, paños de seda flecados y bordados de oro. La
-obsesión del cielo azul, agua azul, banderas y sombrillas sobre el
-cristal especular.
-
-Aquí, a mi lado, charlan las damas, con ese son dulce de la provincia,
-de que ha hablado el perspícuo Azorín. Y hay son de músicas sobre las
-aguas de la ría. Las pesadas dragas, a un lado, descansan, pues es el
-día de gozo ritual para estos pueblos de pescadores y labradores. En la
-procesión viene adelante un barco negro, florecido y risueño de
-banderas; y trae el estandarte, un gonfalón rojo y oro. Y en la
-embarcación en que pasa el santo, van vecinos notables, autoridades,
-curas con sus roquetes y sus sobrepellices. Y veo luego la muchedumbre
-que acompaña, y una bandera roja, y una cruz de plata. Y hay por todas
-partes alegría, la alegría de un día de regatas.
-
-¡Buen San Telmo, que sabes de los furores del mar, de las terribles
-rabias oceánicas, de galernas y aquilones, sé amigable y cordial con tus
-gentes de La Arena y San Esteban que, curtidos de sol y vientos ásperos,
-van a exponer la vida todos los días en la pesca de la sardina, del
-calamar, del atún! Aleja las malas artes de los «espumeiros», y a la
-racha de mala intención apártala de la vela que empuja la barca en que
-va el trabajador de las olas. ¡Sé propicio, buen San Telmo de los fuegos
-eléctricos, a estos pobres hombres! Tienen madres vestidas de negras
-telas viejas, esposas flacas, hijos anémicos. Dales buen tiempo, mucha
-pesca, y así saborearán la borona del terruño, se alimentarán mejor,
-beberán más sanamente. ¡Pórtate bien, San Telmo, porque viene por ahí un
-diablo rojo que anda conquistando a los pobres del mundo, negando dioses
-y descabezando santos!
-
-
-IV
-
-San Telmo se porta bien.
-
-... Estaba yo ayer departiendo con Evaristo, mi barquero. El cual es un
-marinero rubio, seco, de ojos chispeantes. Tiene sus lecturas, y se las
-da de «espíritu fuerte» entre sus compañeros. No obstante, me dijo en
-medio de la conversación:
-
---Yo creo haber visto al diablo, señor.
-
---¿Cómo, Evaristo?
-
-Y me contó una su nocturna aventura, complicada con un caso telepático
-que complacería al duque de Argyll.
-
---Melo de la Morena--me dijo--era un pescador como yo. Nos conocíamos
-desde muchachos y fuimos muchas veces juntos a la faena de la sardina.
-
-Una noche--de esto hace poco tiempo--volvía yo por la ría, del lado en
-que se pescan los salmones, más allá del puente de Muros... Era como la
-media noche, y había obscuridad grande. Cuando al acercarme en la
-lancha un tanto hacia la ribera, oigo:--«¡Evaristo! ¡Evaristooo!--Y la
-voz era tan espantosa y desusada, que se me erizaron los cabellos. No
-obstante, como yo venía acompañado de mi viejo padre, reconocimos juntos
-la voz de Melo de la Morena.--Es Melo de la Morena, dije yo.--Es la voz
-de Melo de la Morena, afirmó mi padre--. Pero, ¿qué andará haciendo a
-estas horas por aquí? ¿Y por qué su voz nos da miedo? Los gritos seguían
-pavorosos. Yo no creo en esas cosas, señor. Yo he leído que todo eso es
-superstición. Pero, de acuerdo con mi padre, nos alejamos ligeros del
-lugar, y de unos cuantos golpes de remo llegamos pronto a la casa. Por
-la mañana vi a Melo de la Morena:--Melo, ¿qué andabas haciendo anoche
-tan lejos, por el puente de Muros, como a las doce?--Yo estaba en mi
-cama, dijo Melo.--Pues mi padre y yo hemos oído tu voz que nos
-llamaba--. Yo me acosté muy temprano, repuso Melo--. Y lo terrible del
-caso es, señor, que un mes después Melo de la Morena, que fué a la
-sardina, se ahogó, y a mí me tocó sacar el cadáver del agua.
-
---A todo esto, Evaristo--le dije--, no ha aparecido el diablo.
-
---Es verdad--contestó--. Eso fué otra noche. Y digo sería el «diaño»;
-aunque no sé francamente si sería él... Usted verá. Y me narró sus
-aventuras de otra noche. Volvía a su casa, ya tarde, y cerca de las
-ruinas del Castillo de San Martín oyó que su padre le llamaba desde una
-barca para que le llevase a su casa. Acercóse, y vió una figura blanca,
-de pie.--Vamos, padre; dijo Evaristo.--Ya voy--respondió la figura
-blanca--. Pero no se movía. Y Evaristo se cansó de llamar, y la figura
-seguía diciendo «ya voy». Hasta que Evaristo vió que aquello era cosa
-diabólica y se acercó más y descargó un remazo sobre la figura. La cual
-se deshizo como un humo.
-
---Evaristo--le dije--, indudablemente era el «diaño».
-
-En esto estábamos cuando vimos pasar una mujer llorando, que corría
-hacia la costa. Y un hombre que llegó después, nos gritó:
-
---Una lancha se ha volcado, y traía trece hombres. Allá por la punta del
-muelle.
-
-Fuimos a ver lo que pasaba.
-
-El mar no estaba tan revuelto, mas soplaba un fuerte viento nordeste que
-había causado el desastre. A la vista de los que estábamos, en la costa,
-una barca de las que tornaban de la pesca se encontraba volcada. Se
-notaba el movimiento de los salvadores en las otras barcas. ¿Cuántos
-pobres pescadores se ahogarían? Yo oí cerca de mí gritos y sollozos.
-Viejas desoladas se llevaban las manos a la cabeza, tendían los brazos
-hacia las grandes olas. Mujeres más jóvenes, seguramente esposas,
-lloraban también. Lloraban niños; todo el mundo lloraba. Y la
-concurrencia de vecinos aumentó. Se rezaba. Se escuchaban lamentaciones:
-«¡Pobreciños!, pobreciños!» Una mujer andrajosa, alta, aullaba como una
-Hécuba. «Aquélla--me dijeron--tiene un hijo en la pesca; aquella otra
-tiene dos hijos; aquella otra su marido y un hijo.» Así era la
-desolación. Jamás mis nervios han estado más vibrantes, ni mi corazón
-más apretado. En mí se refleja todo ajeno dolor; y aquella escena era
-para conmover a un hombre de bronce.
-
-Y una anciana, toda trémula, no cesaba de repetir: «¡San Telmo, señor
-San Telmo, líbralos!» Al cabo de un largo rato vióse que de nuevo las
-lanchas se ponían en marcha, rumbo al acostumbrado desembarcadero. Todos
-nos dirigimos allá. ¿Habían quedado en el agua algunos pescadores?
-
-¿Cuántos? ¿Qué rugido, qué clamor maternal íbamos a escuchar entre el
-grupo de mujeres cuando se acercasen a la playa los marineros y diesen
-cuenta del desastre? Se advertía que la lancha volcada venía a remolque,
-y que en algunas de las otras había tripulantes de ella. Por fin
-doblaron las embarcaciones el extremo del muelle, y entraron en la boca
-de la ría. Pronto estuvieron al habla, y las gentes empezaron a
-reconocer a los que venían. «Aquel es Pedrín.» «Aquel es Basilio.»
-«Aquel es Juan.» «Allá viene Anselmo.» Y venían voces de ellos: «¡No hay
-cuidado ninguno!» «¡Todos salvados!»
-
-Todo fué entonces alegría. Desembarcaron mojados los náufragos. Uno de
-ellos venía muy enfermo, pero pronto se repuso. El «espumeiro» y la
-muerte quedaban vencidos. Yo creí del caso decir al buen San Telmo:
-
---¡San Telmo, te has portado bien!
-
-
-V
-
-Un eclipse.
-
-Siendo España un país favorecido por los «eclipses»--desde que se pone
-el sol en sus dominios...--he aquí que la reciente manifestación solar
-ha atraído a estas tierras, por unos momentos, la atención del mundo. De
-todas partes llegaron los sabios que pasan su vida ocupándose en los
-asuntos del cielo, y todos ellos, o casi todos ellos, como los antiguos
-astrólogos, son viejos, lo cual parece demostrar que, cuanto más se
-aleja el pensamiento de la tierra, más se alarga la vida. Vino Gaussen
-el patriarcal, con su cara de Hugo melenudo; vino Jansen venerable, con
-sus ojos meditativos y profundos entre la nieve de su senectud; vino
-Rayet sonriente con su corona de invierno, y otros cuantos más, con los
-más jóvenes, con los coroneles de la artillería óptica, y con las
-ayudantas, la inevitable compañía femenina, las cantineras de las
-batallas astronómicas. Llegaron de Inglaterra, Callendar que, de panamá
-y traje de playa, parece que anduviese en busca de casino, cuando anda
-por las nubes como un poeta nefelibata o no nefelibata, y en cálculos e
-inventos como el de su máquina para investigar la intensidad calorífica
-de la corona solar; Fouler, fino y estudioso, y Rayner que compite con
-Cahen, que compite con Moulloy, que compite con Bonfield: entre todos
-brillan, a través de sus espejuelos, los ojos de sir Norman Lockyer,
-dulces de mirar hacia la altura. Y hay más ingleses. De Francia llegaron
-Deslandres, Fabry, Azambuja y el lírico Flammarion, cabelludo como un
-cometa, y más franceses grandes y medianos, todos llenos de ciencia. De
-Holanda, Ryland y Wilterdink, y más holandeses, graves y sabidores. De
-Austria, Boltzmann, y más austríacos; de Alemania, Olmsted, Hartmann,
-Dugan, y más alemanes; de Suecia, un buen grupo en que resplandece
-astralmente el gran Arrhenius, con Gustave Kobb; de Italia, los más
-notorios y más eficaces cazadores de secretos celestes, y de Estados
-Unidos un batallón, a cuya cabeza está el sesudo Campbell, director del
-californiano observatorio de Lick. La América latina estaba felizmente
-representada por Méjico, con un excelente cuerpo de astrónomos
-mejicanos, y Chile tenía a Ernest Greve, del observatorio de Santiago.
-Confieso que me sorprendió no encontrar un representante argentino, uno
-de esos bravos centinelas de la ciencia que montan guardia en Córdoba y
-en La Plata.
-
-Las instalaciones fueron excelentes, y el Gobierno español y las
-autoridades recibieron a los enviados de las distintas naciones con
-cordialidad y la tradicional hidalguía. Flammarion, sobre todo, el más
-literato de los astrónomos, y por eso el más popular en todos los
-lugares adonde han llegado sus obras, es decir, en toda la tierra
-civilizada, fué saludado como un verdadero príncipe de la ciencia, y
-paseó en carruajes reales y los monarcas le agasajaron, a él y a su
-excelente señora, que hace a maravilla, con dignidad serena, su papel de
-sabia consorte. Las diversas ciudades y pueblos en donde se instalaron
-los campamentos astronómicos ganaron crecidamente, pues por el motivo
-científico, el turismo europeo invadió por esos días la Península; y,
-como sucede en ocasiones semejantes, todo se puso por las barbas del sol
-y los cuernos de la luna: hoteles, habitaciones en casas particulares,
-alimentación y cuanto se hubo menester. Lord inglés hubo que pagó dos
-mil pesetas diarias el departamento para su familia. Y era como en el
-cuento del rey y los huevos. «¿Son muy raros aquí los comestibles y las
-habitaciones? No, señor; lo que son raros son los lores y los eclipses.»
-Así en Burgos, en Alcalá de Chisvert, en Castellón, en Sigüenza, en
-Cistierna, en Almazán, en todos los puntos elegidos por los sabios para
-sus observaciones, el negocio fué pingüe.
-
-En España fueron grandes el movimiento y la curiosidad. Los trenes, la
-víspera y la mañana del fenómeno, iban cargados de gente a los lugares
-estratégicos. Y había de todas clases de trenes, como de todas clases de
-curiosos: trenes de lujo y trenes modestos, y hasta esos que aquí llaman
-«botijos», en que todo el mundo se embotella por más que módico precio.
-
-Ya sabréis, naturalmente, que el Rey Alfonso, Rey de su tiempo y de su
-edad, no ha querido faltar a la cita de Burgos. Allá fué, con su
-agilidad y bizarría de siempre, en su automóvil, y la Reina y las
-Infantas también fueron, desde el palacio de Miramar de San Sebastián,
-en donde se hallaban cumpliendo con las exigencias del veraneo. Y tras
-el Rey, la Reina y las Infantas, ya os imaginaréis la muchedumbre
-elegante que se desprendió de sus nidos de _villegiatura_ para ir a la
-ciudad del Cid Campeador, en el taf-taf de moda o por el ferrocarril.
-Burgos fué la capital del eclipse, y el Rey aprovechó su permanencia
-para poner la primera piedra del monumento que se levantará al Mío Cid,
-y para inaugurar una nueva estación ferroviaria. Asimismo visitó
-conventos, hizo jiras cercanas y se preparó para ir en seguida a cazar
-rebecos a los picos de Europa. Visitó las instalaciones astronómicas
-nacionales y extranjeras, departiendo, como se sabe, en lenguas
-diversas, gracias a su educación políglota. Adolescente que pasa a
-hombre, fué vivaz, móvil, fué de un lado a otro, miró todo, se informó
-de todo; y sabiendo que, a pesar de ser Rey, el sol no podía retardar
-por él la función, estuvo, como todo el mundo, a la hora señalada, en el
-mejor punto para contemplar la maravilla misteriosa que se mostró en el
-firmamento.
-
-El eclipse pasó. Y de todas partes dicen que, cuando reapareció la luz
-del sol, la gente ha gritado, aplaudiendo «¡Bravo!» No lo entiendo.
-
-Esto no es nuevo. Pedro Antonio de Alarcón, el célebre autor del
-_Escándalo_ y del _Diario de un testigo de la guerra de Africa_,
-presenció el eclipse de sol del 18 de Julio de 1860, y en las
-impresiones que de él escribió, dice lo siguiente: «El día estaba
-sereno y caluroso. El sol inundaba de luz las soledades del espacio,
-animando y engrandeciendo el vastísimo paisaje. Largos y monótonos
-zumbidos de cigarras y de otros insectos voladores poblaban el aire de
-un sordo y soñoliento murmullo, que convidaba a la siesta. Callaban las
-aves, adormecidas por el calor, y callaban también los hombres, atentos
-al deicidio que se preparaba en los cielos... Eran ya las dos... la hora
-anunciada y esperada hace tiempo por los astrónomos...
-
-... El eclipse había principiado, pero aún no se percibía alteración
-ninguna en la luz del sol.
-
-A eso de las dos y treinta empezaron a palidecer las nubes, mientras el
-mar se ponía cada vez más sombrío.
-
-La luz del sol era blanca como la de la luna, y la sombra de los cuerpos
-intensamente negra, pero de vagos contornos.
-
-El cielo estaba despejado; la atmósfera, diáfana. ¡El sol se hallaba en
-el mediodía, y, sin embargo, se aproximaba la noche! Nuestros semblantes
-se iban poniendo lívidos... Una claridad fúnebre, que ya no era
-semejante a la luna, sino a la de la luz eléctrica, alumbraba
-fantásticamente la ciudad y las ruinas del Anfiteatro. Las nubes tomaban
-un color gris, como el de la ceniza. El mar continuaba
-obscureciéndose... ¡En esto (todo lo que yo digo sucedió en menos de un
-segundo), en esto expira instantáneamente el último fulgor, cambian de
-aspecto todas las cosas, vense lucir las estrellas cerca del astro
-agonizante, levántase un espantoso viento, hace frío, corren las nubes,
-ennegrece el mar, camina la sombra a nuestros pies, parece ser que se
-desquicia el cielo, como cuando se muda una decoración en el teatro;
-muere el sol... y sustitúyelo un astro nunca visto, un meteoro fúnebre y
-grandioso; más bello que todo lo imaginado por el hombre! Un grito de
-terror sale de mil pechos. Las gentes sencillas que nos cercan creen
-indudablemente que se ha acabado el mundo. Pero al ver que el sol ha
-sido reemplazado por aquel fenómeno tan hermoso y sorprendente, nuevo
-alarde del poder y de la sabiduría del Eterno, prorrumpe en un aplauso,
-en un viva, en un «bravo», en una aclamación frenética y entusiasta.»
-
-Don Pedro Antonio de Alarcón explica, pues, el motivo del aplauso; lo
-explica como poeta y como creyente. Yo supongo más bien semejante
-explosión de entusiasmo teatral una manifestación vulgar, no del pueblo,
-sino del público, de la concurrencia semileída, que celebra el hecho
-como el final de una función pirotécnica, o del ensayo de una nueva
-lámpara de luz eléctrica...
-
- * * * * *
-
-Ahora, he aquí mis impresiones personales.
-
-... Yo estaba a la orilla del mar, en una pequeña terraza, o más bien
-jardinillo de la casa en que habitaba a las orillas del Cantábrico. La
-mañana había estado a trechos brillante, a trechos nublada. Más o menos,
-desde las once el sol comenzó a mostrarse con intermitencias. Había
-caído una cernida llovizna en las primeras horas y el aire estaba
-fresco. Las olas formaban gran movimiento. No había, en lo que la vista
-alcanzaba, ni una sola barca pescadora. Comenzaron a salir de las casas
-vecinas algunos curiosos. No lejos, entre cardos y hierbas, picoteaban
-en el suelo varias gallinas. Muy cerca de mí, unos cuantos pájaros
-diminutos y grises, que llaman andarines, están alertas, vivarachos,
-afanosos; saltan de las tapias al suelo, y hacen por la vida. Todo el
-mundo miraba el cielo con un vidrio ahumado. Yo hice lo que todo el
-mundo, y apunté hacia Helios, consagrándole un recuerdo a mi compañero
-Martín Gil. Y vi que ya había pasado lo que llaman el primer contacto.
-En la bola incandescente del sol noté la intrusión de la luna. Varias
-veces observé, a medida que lo negro iba aumentando sobre la superficie
-solar. Y el sol fué cambiando de aspecto; ya fué una bolsa de oro, ya
-una raja de melón, ya una hoz.
-
-La luz se había ido poniendo rojiza, y flotaba sobre el mar y sobre la
-tierra como una extrañeza fantasmagórica. Y fué de pronto el eclipse
-total. Al crepúsculo enfermizo que iba en progresión, sucedió una noche
-súbita, no de completa obscuridad, sino iluminada vagamente por uno como
-temeroso efluvio de luz. Vi los rostros de las gentes lívidos. Las
-gallinas habían buscado su refugio nocturno; los vivaces «andarines»
-dejaron de merodear, se juntaron como para el peligro. Dejaban acercarse
-a las gentes sin miedo, iban de un lugar a otro indecisos, y por último
-se acurrucaron junto a un muro. Habían salido unas pocas barcas. La
-obscuridad no me dejaba percibirlas. Mas en la consternación de la
-Naturaleza toda, oía yo el son del mar como el comentario de un
-misterioso coro.
-
-En larga banda pasó un ejército de gaviotas, quizá en busca de los
-nidos. Un repentino frío invadió la atmósfera. Sentí un verdadero
-malestar físico y una innegable inquietud moral. Mis ojos contemplaban
-allá arriba un astro milenario, un meteoro de funestos augurios. Yo no
-había visto nunca un eclipse; pero ese astro no me era desconocido: yo
-había, seguramente, tenido esa visión en muchos sueños; en verdad, era
-el mismo sol enfermo de mis pesadillas, de mis padecimientos
-hipnagógicos. Y pensé luego en las ancestrales angustias, en los
-terrores medioevales. ¿Se equivocaría la ciencia? ¿No habría gran verdad
-en el espanto de la humanidad antigua, que veía yo reflejado en el
-inmenso espanto de la Naturaleza? Sobre el fondo celeste se destacaba un
-sol negro. Y ese sol negro tenía un nimbo, un nimbo de luz blanca, un
-nimbo roto en rayos desiguales, de plata, de una plata que en momentos
-tuviese un tenue resplandor color de rosa. Era como una enorme hostia de
-sombra rodeada de una corona coruscante. Era el astro que antaño hacía
-temblar a los hombres, el astro de las guerras, el nuncio de las pestes,
-el precursor de las catástrofes.
-
-Y no lejos del mensajero de las cosas infaustas y fatales, brilló por un
-momento, maravilloso, el diamante de Venus.
-
-A un viejo criado que está cerca de mí, y que se consterna, le preguntó:
-«¿Qué tiene usted?» «Tengo miedo», me dice. Y esa era la palabra; había
-miedo sobre el agua lívida del mar; miedo sobre el monte cercano; miedo
-en el aire; un soplo de miedo flotaba sobre la tierra conmovida.
-
-Hasta que volvió a salir el sol. Y cantó el gallo. Y los andarines
-anduvieron y piaron por el jardín. Los pescadores que volvieron
-manifestaron que una gran cantidad de sardina había desaparecido, como
-llena de súbita locura, en el momento del eclipse. Surgió como una nueva
-mañana, y el día de oro continuó su rumbo. La Naturaleza recobró su
-tranquilidad. Volvió a pasar sobre las olas la banda de gaviotas. Leí
-este párrafo de la «Crónica de los Reyes Católicos», de Bernáldez, en
-que habla «del espantoso eclipse que el sol fizo: «...El dicho año de
-mil e cuatrocientos y setenta y ocho, a veintinueve días del mes de
-julio, día de Santa Marta, a medio día, fizo el sol un eclipse, el más
-espantoso que nunca los que hasta allí eran nacidos vieron, que se
-cubrió el sol del todo e se paró negro, e parecían las estrellas en el
-cielo como de noche; el cual duró así cubierto gran rato, fasta que a
-poco a poco fué descubriendo, e fué gran temor en las gentes y fuían a
-las iglesias, y nunca de aquel hora tornó el sol en su color, ni el día
-esclareció como en los días de antes solía estar, y así se puso el sol
-muy caliginoso». Buen Bernáldez, que no sospechaba el _coronium_, pero
-que vivía en una época en que todavía se temía el poder de Aquel a quien
-no es hoy de buen gusto nombrar.
-
-
-
-
-ÍNDICE
-
-
- _Páginas_
-
-El ejemplo de Zola 7
-
-Gorki 23
-
-El poeta León XIII 35
-
-Libros viejos a orillas del Sena 47
-
-Un cisma en Francia 55
-
-Las tinieblas enemigas 63
-
-Algunas notas sobre Jean Moreas 73
-
-A propósito de Mme. de Noailles 83
-
-Niñas-prodigios 93
-
-Rostand, o la felicidad 107
-
-La prensa francesa:
-
- I. Los diarios 115
-
- II. Las revistas 125
-
-La evolución del rastacuerismo 133
-
-El escultor argentino Irurtia 141
-
-Clésinger y su obra 151
-
-Miss Isadora Duncan 159
-
-Rémy de Gourmont 167
-
-Henri de Groux 175
-
-Lo que queda de Heredia 191
-
-Nuevos poetas de España 201
-
-En Asturias:
-
- I. Desilusión del milagro 211
-
- II. A la orilla del mar 220
-
- III. San Telmo 226
-
- IV. San Telmo se porta bien 230
-
- V. Un eclipse 234
-
-[Illustration:
-
-ACABÓSE DE IMPRIMIR ESTE LIBRO EN MADRID, EN LA TIPOGRAFÍA YAGÜES EL DÍA
-X DE MAYO DEL AÑO MCMXVIII]
-
- * * * * *
-
-
- Editorial “MUNDO LATINO”
-
- APARTADO 502.--MADRID
-
-
- Extracto del Catálogo general
-
- _Pesetas_
-
-OBRAS COMPLETAS
-
-DE RICARDO DE LEÓN
-
-(de la Real Academia Española)
-
-Edición del Banco de España. Ocho volúmenes en 4.º,
-encuadernados en tela, con alegorías de Coullaut
-Valera y retrato del autor, por Vacqué 50,00
-
-A plazos 60,00
-
-
-DE FRANCISCO VILLAESPESA
-
-I.--Intimidades.--Flores de Almendro. 3,00
-
-II.--Luchas.--Confidencias. 3,00
-
-III.--La copa del Rey de Thule.--La musa enferma. 3,00
-
-IV.--El alto de los Bohemios.--Rapsodias. 3,00
-
-V.--Las horas que pasan. (Veladas de amor) 3,00
-
-VI.--Las joyas de Margarita: Breviario de amor.--La
-tela de Penélope.--El milagro del vaso de agua. 3,00
-
-VII--Doña María de Padilla.--La cena de los cardenales. 3,00
-
-VIII.--El milagro de las rosas.--Resurrección.--Amigas
-viejas. 3,00
-
-IX.--Las granadas de rubíes.--Las pupilas de Almotadid.--Las
-garras de la pantera.--El último Abderramán. 3,00
-
-X.--Tristitiæ rerum. 3,00
-
-XI.--La leona de Castilla.--En el desierto. 3,00
-
-XII.--El rey Galaor.--El triunfo del amor. 3,00
-
-
-DE RUBÉN DARÍO
-
-(Ilustraciones de Ochoa)
-
-Tomos publicados:
-
-I.--La caravana pasa 3,50
-
-II.--Prosas profanas 3,50
-
-III.--Tierras solares 3,50
-
-IV.--Azul 3,50
-
-V.--Parisiana 3,50
-
-VI.--Los raros 3,50
-
-VII--Cantos de vida y esperanza 3,50
-
-VIII.--Letras 3,50
-
-IX.--Canto a la Argentina 3,50
-
-X.--Opiniones 3,50
-
-XI.--Poema del otoño y otros poemas 3,50
-
-Ediciones especiales de lujo.
-
-
-COLECCIÓN DE AUTORES ESPAÑOLES
-
-_Edmundo González Blanco._--Jesús de Nazareht 3,00
-
-_Emiliano Ramírez Angel._--Bombilla-Sol-Ventas 3,00
-
-_Francisco Delicado._--La lozana andaluza 3,00
-
-_J. M. Carretero._--Lo que sé por mí (dos series) 3,00
-
-_J. Costa._--Alemania contra España 3,00
-
-_Fola Igurbide._--El Actor 3,50
-
-_José Montero._--Yelmo florido 4,00
-
-_José Francés._--La estatua de carne (novela) 3,00
-
--- El alma viajera (novela) 3,50
-
-_J. de Lucas Acevedo._--La Caja de Pandora 3,00
-
-_López de Sáa._--Los indianos vuelven 3,50
-
--- Bruja de amor 3,50
-
-_W. Fernández Flórez._--La procesión de los días 3,00
-
-_Zurita._--Pícaros y donosos 3,00
-
-_Elías Cerdá._--Don Quijote en la guerra 2,00
-
-_V. García Martí._--Don Severo Carvallo 2,50
-
-_María Luisa Latil._--Según labremos 2,50
-
--- Genoveva 3,00
-
-_Rafael Cansinos-Assens._--Las cuatro gracias 3,50
-
-_Eugenio Noel._--El allegretto de la Sinfonía VII 3,00
-
-_Pedro Pellicena._--Los Cosacos 3,50
-
-_Mauricio Bacarise._--El esfuerzo 3,00
-
-_Eliodoro Puche._--Libro de los elogios galantes y de
-los crepúsculos de otoño 2,50
-
--- Corazón de la noche 2,50
-
-
-LAS GRANDES FIGURAS DE LA GUERRA EUROPEA
-
-Biografías de los generales: Alberto I de Bélgica.--Joffre.--Sir
-John French.--Lord Kitchener. Con preciosas
-fototipias, a 3,00
-
-
-COLECCIÓN DE AUTORES EXTRANJEROS
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-Traducidas por _Felipe Trigo_.
-
-_Victoriano de Saussay._--La ciencia del beso 3,50
-
-_René Emery._--Santa María Magdalena 3,50
-
-_Maquiavelo._--Obras festivas: La Mandrágora.--El
-P. Alberico.--La Celestina.--El archidiablo
-Belfegor 3,00
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-CELEBRIDADES ESPAÑOLAS Y SUD-AMERICANAS
-
-I.--Bécquer (encuadernado) 3,50
-
-II.--Zorrilla (ídem) 3,50
-
-III.--Espronceda (ídem) 3,50
-
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-COLECCION SELECTA
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-_Tomás de Quincey._--Los últimos días de Kant 1,00
-
-_Kalidasa._--El reconocimiento de Sakuntala 1,00
-
-_Rousseau._--Discurso sobre las artes y las ciencias 1,00
-
--- Origen de la desigualdad entre los hombres 1,00
-
-_Luciano de Samosata._--La diosa de Siria 1,00
-
-_L. Sterne._--Viaje sentimental de un inglés a Francia 1,00
-
-_F. Alvarado._--El filósofo rancio. (Cartas) 1,50
-
-
-EL AÑO ARTÍSTICO
-
-El año artístico 1915 6,00
-
-» » » tela 8,00
-
-El año artístico 1916 (con 250 grabados) 10,00
-
-» » » » » tela 12,00
-
-El año artístico 1917 (con 250 grabados) 11,50
-
-» » » » » tela 13,00
-
-
-OBRAS VARIAS
-
-_Stendhal._--Del amor 6,00
-
-_E. M. Segovia_ (Oficial del Banco de España).--Los documentos
-de crédito 5,00
-
--- Manual epistolar 2,00
-
-_Rivero._--Legislación de clases pasivas. Volumen de
-500 páginas, encuadernado en tela 10,00
-
-_R. Yesares._--Ayuda memoria del mecánico electricista.
-Un volumen, encuadernado en tela 1,50
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-End of the Project Gutenberg EBook of Opiniones, by Rubén Darío
-
-*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK OPINIONES ***
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-Produced by Josep Cols Canals, Chuck Greif and the Online
-Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This
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-such as creation of derivative works, reports, performances and
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-work, (b) alteration, modification, or additions or deletions to any
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-Section 2. Information about the Mission of Project Gutenberg-tm
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-Project Gutenberg-tm is synonymous with the free distribution of
-electronic works in formats readable by the widest variety of computers
-including obsolete, old, middle-aged and new computers. It exists
-because of the efforts of hundreds of volunteers and donations from
-people in all walks of life.
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-Volunteers and financial support to provide volunteers with the
-assistance they need, are critical to reaching Project Gutenberg-tm's
-goals and ensuring that the Project Gutenberg-tm collection will
-remain freely available for generations to come. In 2001, the Project
-Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure
-and permanent future for Project Gutenberg-tm and future generations.
-To learn more about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation
-and how your efforts and donations can help, see Sections 3 and 4
-and the Foundation web page at http://www.pglaf.org.
-
-
-Section 3. Information about the Project Gutenberg Literary Archive
-Foundation
-
-The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non profit
-501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the
-state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal
-Revenue Service. The Foundation's EIN or federal tax identification
-number is 64-6221541. Its 501(c)(3) letter is posted at
-http://pglaf.org/fundraising. Contributions to the Project Gutenberg
-Literary Archive Foundation are tax deductible to the full extent
-permitted by U.S. federal laws and your state's laws.
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-The Foundation's principal office is located at 4557 Melan Dr. S.
-Fairbanks, AK, 99712., but its volunteers and employees are scattered
-throughout numerous locations. Its business office is located at
-809 North 1500 West, Salt Lake City, UT 84116, (801) 596-1887, email
-business@pglaf.org. Email contact links and up to date contact
-information can be found at the Foundation's web site and official
-page at http://pglaf.org
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-For additional contact information:
- Dr. Gregory B. Newby
- Chief Executive and Director
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-Section 4. Information about Donations to the Project Gutenberg
-Literary Archive Foundation
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-Project Gutenberg-tm depends upon and cannot survive without wide
-spread public support and donations to carry out its mission of
-increasing the number of public domain and licensed works that can be
-freely distributed in machine readable form accessible by the widest
-array of equipment including outdated equipment. Many small donations
-($1 to $5,000) are particularly important to maintaining tax exempt
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-States. Compliance requirements are not uniform and it takes a
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-where we have not received written confirmation of compliance. To
-SEND DONATIONS or determine the status of compliance for any
-particular state visit http://pglaf.org
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-approach us with offers to donate.
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-methods and addresses. Donations are accepted in a number of other
-ways including checks, online payments and credit card donations.
-To donate, please visit: http://pglaf.org/donate
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-Section 5. General Information About Project Gutenberg-tm electronic
-works.
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-Professor Michael S. Hart is the originator of the Project Gutenberg-tm
-concept of a library of electronic works that could be freely shared
-with anyone. For thirty years, he produced and distributed Project
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-unless a copyright notice is included. Thus, we do not necessarily
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-The Project Gutenberg EBook of Opiniones, by Rubén Darío
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-
-
-Title: Opiniones
- Obras Completas Vol. X
-
-Author: Rubén Darío
-
-Release Date: March 30, 2016 [EBook #51604]
-
-Language: Spanish
-
-Character set encoding: UTF-8
-
-*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK OPINIONES ***
-
-
-
-
-Produced by Josep Cols Canals, Chuck Greif and the Online
-Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This
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-
-POR
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-RUBEN DARIO
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-Volumen X de las obras completas. Administración: Editorial MUNDO LATINO
-
-Madrid" title="" />
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-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_004" id="page_004"></a>{4}</span></p>
-
-<div class="figcenter">
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-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_005" id="page_005"></a>{5}</span></p>
-
-<p class="c">
-Al Dr. Fernando Sánchez<br />
-<br />
-<i>Dedica este libro,</i><br />
-<br />
-<span style="margin-left: 20%;"><i>su amigo</i></span><br />
-<br />
-<span style="margin-left: 30%;"><i>RUBÉN DARÍO</i></span><br />
-<span class="pagenum"><a name="page_006" id="page_006"></a>{6}</span><br />
-</p>
-
-<p><i>En este libro, como en todos los míos, no pretendo enseñar nada, pues
-me complazco en reconocerme el ser menos pedagógico de la tierra. Van
-aquí mis opiniones y mis sentires, sobre cosas vistas e ideas
-acariciadas. Todo expresado de la manera más noble que he podido, pues
-no me avengo con bajos pensamientos ni vulgares palabras. No busco el
-que nadie piense como yo, ni se manifieste como yo. ¡Libertad!,
-¡libertad!, mis amigos. Y no os dejéis poner librea de ninguna
-clase.&mdash;R. D.</i></p>
-
-<p><i>París, 1906.</i><span class="pagenum"><a name="page_007" id="page_007"></a>{7}</span></p>
-
-<h2><a name="EL_EJEMPLO_DE_ZOLA" id="EL_EJEMPLO_DE_ZOLA"></a>
-<img src="images/illus-007.jpg" width="415" height="163" alt="EL EJEMPLO DE ZOLA" title="" />
-<br />
-<span class="caption">EL EJEMPLO DE ZOLA</span>
-</h2>
-
-<p class="nind"><span class="letra"><img src="images/drop-e.png"
-width="70"
-height="74"
-alt="E"
- class="drop-cap" /></span>NTONCES, Lucas, en una última mirada, abarcó la ciudad, el horizonte,
-la tierra entera, donde la evolución comenzada por él se propagaba y se
-acababa. La obra estaba hecha, la ciudad fundada. Y Lucas expiró, entró
-en el torrente de universal amor, de la eterna vida.» Así concluye el
-segundo evangelio, <i>Trabajo</i>. Ahora antes de terminar la tarea, pero ya
-con un mundo hecho, Zola descansa para siempre, llevado, arrancado a su
-labor por la más estúpida contingencia. Acabo de regresar de su
-entierro. Un pueblo en silencio, pueblo de pensadores y de trabajadores,
-le acompañaba. Fué ceremonia imponente de recogimiento y de severidad.
-Iban los hombres de la idea y los hombres del taller. Se extendían, en
-el vasto cuerpo de la negra procesión, los grupos de eglantinas rojas.
-Un minero iba, pies desnudos entre gruesos<span class="pagenum"><a name="page_008" id="page_008"></a>{8}</span> zuecos, con su uniforme de
-trabajo. Un herrero, los brazos al aire, llevaba con dignidad su pesado
-martillo. Un cultivador gigantesco hacía brillar al sol opaco, sobre su
-hombro, una hoz. ¡Esa es la gloria! Iban sabios y poetas. Iban obreros
-de blusa, y niños y niñas con sus padres. Se llevaba al camposanto de
-Monmartre al potente bondadoso, al creador de tanta obra robusta y
-fecunda, al poeta homérico de la sociedad futura, al servidor de la
-verdad, al profeta de los proletarios, al gran carácter de un tiempo sin
-caracteres, a quien toda la tierra saludó un momento como una
-encarnación de la virtud humana, de la eterna conciencia, de la
-indestructible justicia y de la divina libertad de pechos de oro.</p>
-
-<p>Estas grandes conmociones tan solamente las causan los que salen de las
-aisladas torres, marfil, cristal o bronce, del arte puro. Hay, para
-lograr tamañas coronas, que ser fuente y pan para los demás,
-conformándose con el propio dolor, hermano de la gloria. Hay que
-convencerse de que no se ha venido con el mayor don de Dios a la tierra
-para tocar el violín, o el arpa, o las castañuelas, o la trompeta.
-Tocarlas, sí, para universal gozo y danza dionisíaca, en paz y fiesta
-común con todos. No la superhombría, no el neronismo, no la crueldad
-orgullosa: antes el bien que se hace con la luz y en la luz el abrazo
-fraterno. Mientras más alta es la catarata, más perlas tiene su agua
-pura, y su voz dice la armonía de la naturaleza y el iris la corona.
-Saltimbanquis de palabras o juglares de ideas, sin la bondad<span class="pagenum"><a name="page_009" id="page_009"></a>{9}</span> que salva,
-muy pintorescos y bonitos, son de la familia de los pájaros; cuando
-mueren, por el plumaje se les diseca; si no, van al muladar con los
-perros muertos. Desventurado el que, teniendo el vino de la bondad y de
-la fraternidad humana, no exprimió jamás su corazón en su copa cuando
-vió pasar el rebaño de hermanos con sed, bajo los látigos de arriba.
-Zola fué eso: el viñador copioso y generoso. No como Hugo, desde la
-olímpica sede en que, como papa literario, con su tiara llena de gemas
-líricas, vestido de orgullo, repartía sus dones; no como Tolstoï, tan
-vecino de la clínica como del santoral; no como Ibsen, ceñudo, obscuro y
-doloroso. Zola, que fué tan atacado, porque, se decía, buscaba los
-afectos más viles de la vida, complaciéndose en la pornografía y en la
-obscenidad, ha sido un enorme y puro poeta del amor, un músico órfico y
-augusto de las multitudes, un cantor de la hermosura natural y de la
-fecunda obra engendradora, un visionario de la humanidad que viene, de
-la dicha de las naciones futuras, de la dignificación de nuestra especie
-en la vía progresiva de su perfeccionamiento, en el ritmo divino.</p>
-
-<p>Era un grande hombre de bien. No lo que se llama por la generalidad un
-«hombre honrado». No conozco, decía De Maistre, la conciencia de los
-criminales; conozco la de algunos hombres honrados, y es espantosa. Era
-hombre de bien y buen gigante el último de los evangelistas. Fué
-predicador de altas virtudes; dijo a la juventud palabras de
-engrandecimiento y de deber, y a la muchedumbre señaló el<span class="pagenum"><a name="page_010" id="page_010"></a>{10}</span> rumbo de las
-venideras victorias de paz y de felicidad. ¡Un gran idealista, el gran
-naturalista! Un corazón de adolescente en el cuerpo del coloso; un
-casto, el que señaló las terriblezas de la lujuria; un sobrio, el que
-mostró la sombra roja del alcohol; un sonador, el práctico y concienzudo
-arquitecto de tanta fábrica maciza; un modesto, el más magistral
-director de ideas de estos últimos tiempos, y el tímido solitario, un
-valiente que, al llegar la hora, se puso a arrostrar las ciegas turbas
-furiosas que le insultaban y lapidaban, en una actitud sencilla como el
-Deber y grandiosa como la Justicia. El ejemplo es soberbio y se entierra
-en la historia para quedar como una estela moral inconmovible al paso de
-los vientos de los siglos.</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>Ejemplo de voluntad que pone a la vista el esfuerzo perpetuo desde los
-años primeros de vacilaciones y de angustias, angustias y vacilaciones
-que doran una juventud ardorosa y una esperanza radiante. Los problemas
-de la vida, la práctica prosaica de la existencia de quien no ha nacido
-en la riqueza, el pegaso del ensueño que la necesidad hiere con sus
-espuelas; estudios mediocres, contra la vocación; familia a cuestas; los
-dolorosos préstamos a los amigos; las deudas de otra clase y los
-embargos; alimentarse, vestirse; un abrigo viejo y verdoso que quedará
-en su memoria inolvidable; la bohemia que se sigue sin sentirle apego,
-esa bohemia obligatoria por la escasez y la falta de ambiente y medios
-distintos que se desearían; la miseria. Ese mudar de<span class="pagenum"><a name="page_011" id="page_011"></a>{11}</span> casas, tan
-indicador de que no se ha encontrado aún el asentado y reposado vivir
-que necesita el trabajador para la realización de su obra&mdash;antes de que
-llegue la posesión de Medan y el hotel de la calle de Bruxelles. Y de
-todo triunfa esa voluntad acerada y templada: de las amarguras de la
-necesidad y de las tristezas de más de una desilusión; de las absurdas
-solicitudes de dinero y de los mezquinos obstáculos que se presentan a
-los mejores deseos; del vivir como en el número 11 de la calle Soufflot,
-pared de por medio con las más desastradas mujerzuelas, y de la soledad,
-mala consejera de los débiles, cuando busca en París sus modos de
-ascender&mdash;y primero de comer. Cuenta uno de sus amigos íntimos que sus
-menús de entonces se componían de pan y café, o pan y dos sueldos de
-queso italiano, o pan y dos sueldos de patatas fritas. Y que a veces
-eran de sólo pan, y a veces ni pan había. Dice bien Mauclair en un
-reciente estudio sobre los artistas y el dinero: que los sufrimientos
-del comienzo son precisos para hacer sentir lo que es la lucha humana
-por la vida y pesar el dolor. De ahí que Zola haya dejado tantas páginas
-admirables en que las pesadumbres de los intelectuales están tan
-profundamente manifestadas y tan sinceramente sentidas. El inmenso
-peligro de la bohemia en el principio de toda vida de artista es para
-los que no ven ni la seriedad del existir ni la obligación que viene
-para consigo mismo, para con los hombres y para con la eternidad.
-Preciso es que la juventud se pase, dice un proloquio francés que excusa
-las locuras de los años frescos, en que para<span class="pagenum"><a name="page_012" id="page_012"></a>{12}</span> uno todo es aroma de
-rosas, oro de sol, gracia y vibración de amor. Mas una vez pasada la
-primavera, la estación exige el fruto, fruto de noble desinterés, de
-conciencia, de servicio a la comunidad. Los que no se dan cuenta de esa
-ley de lo infinito, caen, ruedan, se hunden, desaparecen. Cuando el
-sentido moral se pierde, todo está perdido, pese a la habilidad, a la
-intriga; saldrá de la bohemia, si sale, un arrivista tortuoso, un ágil
-funámbulo en la sociedad, pero el artista ha muerto. Zola murgerizó
-poco, y esto porque preciso era, ¡qué diablo!, en esos años amables
-trabar conocimiento con Mimí Pinson. Así, recuerda uno de sus biógrafos
-que «una vez, habiendo recorrido en vano todo el barrio sin encontrar a
-quien pedir prestados los pocos centavos de la comida, y teniendo en ese
-momento del brazo a una mujer, la querida de algunas semanas, ¿qué hace
-el futuro propietario de Medan? Se quita el sobretodo y se lo da a la
-mujer.&mdash;¡Lleva eso al Montepío!&mdash;Y entró a su habitación en mangas de
-camisa, con un frío de muchos grados bajo cero.» Triunfó la voluntad,
-porque así debía ser, comiéndose pan de amor y bebiéndose vino de
-esperanza. A buena hambre no hay pan duro; a buena juventud no hay
-ásperas horas, por ásperas que sean. La salvación está en la sangre
-noble que hierve, en el impulso consciente que hace saltar, volar, sobre
-la dificultad y sobre el abismo. Es la estación perfumada en que florece
-en toda alma artística un ramo de cuentos a Ninon, que es un ramo de
-rosas risueñas de rocío.<span class="pagenum"><a name="page_013" id="page_013"></a>{13}</span></p>
-
-<p>Todo aquel que empieza a amar y a soñar, habla en versos aunque no los
-haga. Antes que cuentos, por tales melodiosas razones, hizo Zola versos.
-Los versos fueron después abandonados, pero el dón rítmico y orquestal
-no dejó nunca al magnificente sinfonista de sus nutridas construcciones.
-Y por ser sincero y consciente de su misión escribió estas palabras de
-raro valor y de especial dignidad mental: «No puedo volver a leer mis
-versos sin sonreir. Son muy débiles y de segunda mano; no más malos, sin
-embargo, que los versos de los hombres de mi edad que se obstinan en
-rimar. Mi única vanidad es haber tenido conciencia de mi mediocridad de
-poeta y de haberme puesto valerosamente a la tarea del siglo con el rudo
-útil de la prosa. A los veinte años es hermoso tomar semejante decisión,
-sobre todo antes de haber podido desembarazarse de las imitaciones
-fatales. Si, pues, mis versos deben servir de alguna cosa, deseo que
-hagan volver en sí a los poetas inútiles, que no tienen el genio
-necesario para librarse de la fórmula romántica, y que se decidan a ser
-bravos prosadores, <i>tout bètement</i>.» Conociéndose extranjero entre los
-para él improbables dioses, se decidió a entrar en la vocación que le
-conducía a ser un guía, un pastor, un maestro entre los hombres, con un
-idioma claro, abundoso, tupido, fatigante a veces, pero siempre poemal
-en su arquitectura, a punto de que sus dos afinidades más cercanas están
-en Homero y Wagner. Era un cuerdo. Así amontonó bloque sobre bloque
-hasta formar una catedral ciclópea, que alzará sus torres<span class="pagenum"><a name="page_014" id="page_014"></a>{14}</span> de ideas y de
-símbolos como uno de los más colosales monumentos de la ciudad futura.</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>Ejemplo de dignificación personal en un hombre dotado con los mejores
-brazos para asir al paso a la fortuna desde el principio, y expuesto a
-claudicaciones y rupturas con sus propias ansias nobles y generosas.
-Desde el <i>commis</i> de la librería Hachette hasta el autor millonario, en
-toda su vida se refleja una luz de honestidad viril que en pocos de los
-contemporáneos de su talla puede encontrarse. El que tuvo el valor y la
-entereza de retorcer el pescuezo a los cisnes de sus primaverales
-jardines poéticos por no engañarse a sí mismo, no engañó nunca a los
-demás y llevó el respeto a sus convicciones y la pasión de la verdad
-hasta el sacrificio en el más tempestuoso y terrible de los momentos de
-su vida. Es preciso conocer lo mefítico, lo venenoso del ambiente de la
-vida literaria, para admirar por completo tanta energía, tanta
-resistencia en ese cuello taurino y tanta pepsina en el estómago de
-avestruz del heroico comedor de sapos. ¡Ah, los sapos! Recordaréis con
-qué tragicómica glotonería ha contado él cómo el horrible batraciano fué
-su alimento de todos los días: el sapo del anónimo, el sapo del insulto,
-el sapo feísimo de la calumnia, los mil sapos de la envidia y de la
-enemistad desleal, los multiplicados sapos de los periódicos, de las
-malignas y feroces caricaturas. Todavía en el entierro del grande hombre
-yo los he visto a esos sapos ponzoñosos en formas inmundas. «¡El
-testamento de Zola!», gritaba un camelot<span class="pagenum"><a name="page_015" id="page_015"></a>{15}</span> casi al lado de la procesión.
-Pagué los diez céntimos y leí el papel innoble. Es el más vergonzoso
-pasquín contra un muerto, contra un muerto ilustre. No puedo citar nada
-de él. Baste decir que conservo entre mis curiosidades otro «testamento
-de Zola», publicado en 1898, cuando el proceso, y que el de ahora es más
-infame, más estercolario. Y en el antiguo se lee: «Je lègue donc: La
-totalité de mes œuvres aux chalets de nécessité qui en feront l’usage
-qui naturellement s’indique. A madame de Boulancy un exemplaire de
-<i>Nana</i>, relié en veau; a Joseph Reinach mon volume sur I’Argent. A Nana,
-les petits millions que j’ai gagnés en exploitant la lubricité de mes
-contemporains. A mes enfants, la défense absolue de lire mes œuvres.»
-Del actual no se puede escribir una línea. Extraña que la policía no
-haya impedido la venta de esas deyecciones de sucios cuervos. Y eso no
-es todo; hay algo peor, indigno de París, indigno de la Francia culta y
-valiente. Diarios, diarios ricos y mundanos como el <i>Gaulois</i>,
-publicaban ese mismo día crueles epigramas, hirientes suposiciones,
-amargas invenciones contra el que no había aún sido depositado en la paz
-de la tierra. Zola no había muerto asfixiado; eso era una mentira, una
-novela. Zola se había suicidado, entre otras cosas, porque ya no se
-leían sus libros y estaba escaso de dinero... ¡Y ha dejado dos millones!
-No se leían, no se vendían sus libros después del <i>affaire</i>, entre
-ciertos grupos políticos franceses; pero en Francia mismo había muchos
-lectores de Zola en todas las clases sociales, y en el extranjero, tan
-sólo<span class="pagenum"><a name="page_016" id="page_016"></a>{16}</span> con lo que <i>La Nación</i>, en Buenos Aires, y otros periódicos de
-Rusia, Inglaterra, Alemania, Italia, España y Estados Unidos pagaban por
-el derecho de publicación de sus obras, se suma una cantidad que no
-supone la mayor parte de sus detractores. El diario de Drumont apareció
-vergonzoso de odio; el de Rochefort ya se calculará cómo, y hojas
-menores andaban por ahí impresas con hiel. «Ha muerto asfixiado, decía
-una. ¡Así «los» matan en la <i>fourrière</i>!...» Estas cosas no se borrarán
-hasta el día en que Zola sea conducido del cementerio de Montmartre al
-Pantheon por el inmenso pueblo reconocido. Blindado, con esas saetas de
-caribe, tuvo que luchar en vida; mitridatizado a esos tósigos tuvo que
-resistir su constitución de hércules del pensamiento, de artesano del
-deber. Y así no claudicó ni rompió nunca con sus propias ansias nobles y
-generosas. Menestral de razón y de conciencia, se mantuvo sin descansar
-en la buena tarea que ayudará al progreso de la Francia, su madre, y,
-por lo tanto, de la humana estirpe. Otros se habían regodeado en mesa de
-príncipes de la fortuna, habrían aprovechado su vigor para subir al
-poder civil, habrían dado a sus vanidades toda suerte de pastos. El no
-fué ni mundano siquiera. ¡No sabía estar en un salón! No sabía conversar
-con las «gentes». Siendo tan grande, era tímido el Adamastor, era poco
-<i>chic</i> el Polifemo. Allá en Medan se vestía con traje tosco de campesino
-y pesados zuecos; hablaba con los campesinos, amaba a sus perros,
-observaba el campo, que dice su misterio en secreto; hacía en una islita
-«su Robinsón<span class="pagenum"><a name="page_017" id="page_017"></a>{17}</span>». Por las noches, leyendo hasta muy tarde, oía pasar los
-trenes bajo sus ventanas. Espiaba las horas al vuelo. Trabajaba siempre.
-Como su mujer no fué fecunda, tuvo de un amor discreto dos hijos, a
-quienes iba a ver, allí cerca, con el consentimiento de la admirable
-esposa. Ella sabía que él era bueno, que tenía un gran corazón su grande
-hombre sencillo. Y eso lo gritan los sapos como un baldón. Dicen que por
-eso, por sólo eso, el ilustre laborioso era un profesor de perversidad,
-un corrompido, un hombre cuya vida privada da asco. Madame Emile Zola
-estuvo con esos hijos naturales al lado del cadáver.</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>Ejemplo de valor moral, ¿cuál mejor que el del desinteresado defensor de
-Dreyfus? El caso es reciente y estremeció al mundo. No es aún,
-ciertamente, convincentemente sabido que el capitán haya sido un
-traidor. El ha asistido al entierro del héroe. Me informan&mdash;y hay que
-averiguar esto bien&mdash;que ha dado para el monumento que se levantará a
-Zola trescientos francos... «¡Trescientos francos!» Si esto es verdad,
-ese rico israelita, me atrevería a jurarlo, ha sido culpable del crimen
-que le llevó a la Isla del Diablo. Mas no se trata de una personalidad
-mínima, que fué el pretexto de una gran batalla de justicia. Se trata
-del poderoso y magnífico talento doblado de carácter que puso su nombre
-ante la iniquidad supuesta como una bandera. «Zola’s name&mdash;a barbarous,
-explosive name, like an anarchist’s bomb»&mdash;escribió un día el agudo
-Havelock Ellis.<span class="pagenum"><a name="page_018" id="page_018"></a>{18}</span> Más que un estallido de bomba, me evoca ese nombre un
-flamear de bandera, sobre todo si se pronuncia a la italiana: Zola. Ante
-las pasiones rabiosas, ante los intereses del militarismo, esa bandera
-flameó por la razón, por el derecho, por la conciencia humana. Estamos
-en Roma:</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i2">Quis numerare queat felics prœmia, Galle,<br /></span>
-<span class="i0">Militiæ?...................................<br /></span>
-<span class="i0">................................ quorum<br /></span>
-<span class="i0">Haud minimum illud erit ne te pulsare togatus<br /></span>
-<span class="i0">Audeat; immo, et, si pulsetur, dissimulet, nec<br /></span>
-<span class="i0">Audeat excussos prætori ostendere dentes,<br /></span>
-<span class="i0">Et nigram in facie tumidis livoribus offam,<br /></span>
-<span class="i0">Atque oculos, medico nil promittente, relictos.<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>Vagelio fué poco cuerdo para Juvenal al exponerse ante los zapatos
-ferrados de la milicia. Zola sabe con quién han de combatir y no es
-Vagelio. El se presenta, ha abandonado su retiro de productor pensante
-para entrar a la acción. Ir a la acción es el deber del verdadero
-pensador de nuestro tiempo; ir a la acción por las sanas causas y servir
-a su fe y a su convicción a riesgo de todo. Otros irían a los capones y
-perdices, al gozo del capital adquirido, a cuidar lo que se ha acaparado
-y a velar por el chorro de luises que viene de casa del editor
-Charpentier. Zola lo arrostró todo; expuso, en efecto, su fortuna, su
-nombre, antes infamado tan solamente por los peones de la literatura&mdash;y
-por algunos maestros excomulgados&mdash;, lo fué por los sicarios de la<span class="pagenum"><a name="page_019" id="page_019"></a>{19}</span>
-política. Mas él no tuvo vacilaciones en frente de ningún peligro. Hasta
-con la muerte se le amenazó. Su bella sangre italiana, griega y
-francesa, hirvió con vivo hervir latino. La marea popular subió en
-contra suya. No se comprendió su misión. No se tuvo en cuenta su
-magnífica valentía, su heroísmo, su respetabilidad intelectual, su
-soberano quijotismo. Los yangüeses quisieron apalearle, apedrearle. Así
-le ha pintado Henry de Groux en una tela dantesca. Mas ese quijotismo
-estaba armado de potente lógica, de decisión, de fortaleza. Entre los
-soldados y el populacho resistió, sosteniendo la verdad, la que él creía
-la verdad. Todas las naciones de la tierra, desde el Japón hasta la
-América del Sur; todos los pueblos de la tierra, de San Petersburgo a
-Buenos Aires, de Nueva York a Benares, de Santiago a Roma, desde las más
-populosas ciudades hasta los más humildes villorrios, fueron conmovidos
-por la actitud brava del capitán civil frente a los capitanes de la
-espada. Su nombre se vió entonces como una bandera, representación y
-signo de lo justo, de lo verdadero y de lo bueno. No fué su acción de un
-instante, pues ella desencadenó una tormenta en la patria francesa, que
-todavía se presenta con más negros augurios. El porvenir de este gran
-país será en mucha parte obra de la influencia del evangelista. Sus
-palabras han sido alimento del pueblo. El también ha dejado su gran saco
-de harina, el «saco de harina» de que habla en una de sus arengas
-nuestro general. Los mismos que hoy le insultan mañana le celebrarán
-mañana, cuando se haya destruído la<span class="pagenum"><a name="page_020" id="page_020"></a>{20}</span> miseria pasional de ahora, la
-locura de las opiniones transitorias, la ceguedad de las masas vendadas.
-Ese ejemplo de valor será saludable a las generaciones. Todo ello
-entrará en la leyenda que es historia y será vestido de belleza por los
-glorificadores que vienen. La gloria verdadera aguarda a quien poco se
-preocupó de la gloriola. La gloria de los serenos combatientes de los
-sublimes combates. La gloriola acaba con la persona; la gloria es del
-alma y va a la inmortalidad. Esto será cuando el estupendo novelador
-esté al lado del estupendo poeta, en el Pantheon.</p>
-
-<p>No os extrañéis que junte a esas dos figuras gigantescas. Si Hugo fué
-Genio, Zola fué Hombre. No, no fué genio el creador de los Rougon
-Maquart, porque el genio está sobre la razón, sobre la lógica, sobre la
-realidad. El genio es intuición, y Zola, con ser tan soberbio poeta, fué
-un metódico, un inductivo, un matemático. El obró con la razón, con la
-verdad cognoscible. El fué el esplendoroso idealista de sus últimas
-novelas-poemas, por haber llegado ya hasta el territorio de Utopía,
-después de compulsar el millón de documentos que afirmaron la exactitud
-de su creación anterior. Creía en la perfectibilidad de la máquina
-social. Iba hacia el oriente de su sueño con la fe invencible en la
-Canaán venidera. Los pueblos tienen necesidad de los genios, pero quizá
-más de los verdaderos hombres.</p>
-
-<p>Grabada en mi mente quedará la ceremonia fúnebre en que vi pasar el
-carro negro en que iba aquel que resucitó en nuestra época, llenos de
-nueva vida,<span class="pagenum"><a name="page_021" id="page_021"></a>{21}</span> al león, al águila, al buey... A Lucas, a Marcos, a Mateo.
-Sobre su tumba, en el cementerio, hablaron los letrados y el gobierno.
-Los hombres que llevaban eglantinas rojas desfilaron. Las arrojaron
-sobre el gran compañero muerto... Y parecía que había brotado de
-repente, «vivo como la sangre», ¡un plantío de amapolas!</p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-021.jpg" width="167" height="251" alt="" title="" />
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_022" id="page_022"></a>{22}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_023" id="page_023"></a>{23}</span></p>
-
-<h2><a name="GORKI" id="GORKI"></a>
-<img src="images/illus-023.jpg" width="397" height="131" alt="GORKI" title="" />
-<br />
-<span class="caption">GORKI</span>
-</h2>
-
-<p class="nind"><span class="letra"><img src="images/drop-h.png"
-width="70"
-height="68"
-alt="H"
- class="drop-cap" /></span>E aquí un autor cuya boga es ciertamente justa; este ruso que viene
-después de Gogol, después de Turgueneff, después de Tolstoï, después de
-Dostoieuski. Su nombre, recién descubierto, resuena y va hoy por toda la
-tierra civilizada, de otro modo que las recientes importaciones polacas,
-ya en baja en la moda y en las librerías. Este autor es un exótico y un
-sincero. Los críticos franceses se quejan del imperio del exotismo, del
-triunfo de tantos nombres extranjeros en el público francés. La razón de
-la preferencia por tantas obras de otras naciones, es clara. El público
-de Francia está sujeto desde hace mucho tiempo a una alimentación
-intelectual especial, que equivale a la cocina nacional; platos
-exquisitos, demasiado bien hechos, muy pimentados y perfumados de la
-trufa gala; pastelería de gastados o de gentes de demasiado alegre
-vivir, en que se llega hasta el <i>gateaux</i> a base<span class="pagenum"><a name="page_024" id="page_024"></a>{24}</span> de kola. Es el reino
-de lo artificial. Cuando se importa un buen plato fortificante y
-natural&mdash;las gentes del Norte los tienen muy buenos&mdash;, los consumidores
-se regocijan y agotan el artículo. Así los <i>beefsteacks</i> de reno de
-Ibsen, o los <i>rostbeefs</i> de oso de Tolstoï. Otra cosa son las en extremo
-comerciales ensaladas de Sienckiewicz y compañía.</p>
-
-<p>Siguiendo en comparaciones suculentas, diré que lo que trae Máximo Gorki
-es alimento fuerte y nutritivo; solamente semejante a una olorosa
-barbacoa, o a una carne con cuero, o asado al asador&mdash;tanto la estepa
-está en correspondencia fraternal con la Pampa&mdash;. La estepa sería la
-hermana pálida.</p>
-
-<p>Gorki es una voz que clama en la estepa; y el mundo le escucha porque ha
-tenido la suerte de llegar en buena hora. Gorki es lengua de pueblo, y
-se hace oir con el aliento de todo un vasto pueblo; y como es hondamente
-humano, su palabra es comprendida por toda la pensativa humanidad. Es
-vasto pensador brotado entre las muchedumbres como un alto pino en una
-floresta. Observa en el mundo que ha rozado gestos y enigmas. Su
-espíritu es el espejo baconiano: <i>speculumm quoddam incaotatum plenum
-spectris et visionibus</i>. Su obra, que está repleta de vida, se siente,
-por lo tanto, llena de misterio. Es uno de esos autores, muy raros por
-cierto, que hacen comprender la divina afirmación de Shakespeare sobre
-las muchas cosas que hay en la tierra y en el cielo incomprensibles para
-nuestra filosofía. Es una alma inmensa que ha recogido y anotado los
-gritos, las violencias y los sueños de sus<span class="pagenum"><a name="page_025" id="page_025"></a>{25}</span> hermanos que sufren y caen.
-Es el San Juan de Dios de los malditos. Con todo esto, naturalmente,
-comprenderéis que no se trata de un literato. No es «el distinguido
-escritor», ni «el eminente novelista», ni «el célebre hombre de letras».
-En efecto, se trata de un <i>atorrante</i>.</p>
-
-<p>Entendámonos. Un atorrante argentino, un <i>tramp</i> inglés o
-norteamericano, un <i>gueux</i> francés; es el feliz filósofo del arroyo, el
-príncipe de la miseria, el hermano de los perros, el abandonado que
-abandona, el ser a quien nada preocupa y nada estorba. Gorki no ha sido,
-pues, un atorrante; pero ha vivido la vida de un atorrante, de los
-tristes, de los pobres, de los hambrientos que en la horrible miseria
-rusa mascan tinieblas y beben aguardiente, el veneno nacional; luego, la
-vida de los obreros, peor por otros motivos que la de los vagabundos; y
-en esa enorme nación, cuasi oriental, en que ha nacido y sufrido, ha
-sentido las palpitaciones y los suspiros de las masas pasivas, las
-manifestaciones de esa enigmática alma rusa, tan propicia a la visión y
-al misticismo, entre las labradas arquitecturas, sobre el país
-extensísimo y frío, y bajo la opresión de un Gobierno semiteocrático, y
-de una vida social abrumadora, extraña a la piedad, en un ambiente de
-fatalismo. Gorki trata asuntos que otros escritores rusos han tratado, y
-tiene algunas veces semejanza con ellos, con Korolenko, por ejemplo, o
-con Tolstoï; pero tiene más verdad que todos, puesto que extrae de su
-propia carne, de su propia experiencia; ha escrito «con sangre», como
-diría el gran loco del<span class="pagenum"><a name="page_026" id="page_026"></a>{26}</span> Zarathustra. En cuanto a Tolstoï, un escritor de
-la penetración de Rachilde, dice con razón: «El conde Tolstoï es un gran
-señor incapaz de juzgar las cosas de otra manera que desde lo alto.
-Gorki, que casualmente ha visto de cerca la existencia misma de ciertos
-rusos, dice verdades, pero no echa su maldición a nadie... porque los
-verdaderos filósofos saben que es inútil maldecir o bendecir. Tolstoï
-puede muy bien ser un loco. Gorki es ciertamente un cuerdo, y, sobre
-todo, un poeta ebrio de la naturaleza antes que de fanatismo.»</p>
-
-<p>Gorki es joven. Desde sus primeros años ha sabido lo que es la lucha por
-la vida, por el simple pan, en la tierra de la miseria y de la nieve. Ha
-podido observar todos los egoísmos y todas las infamias, y si no se
-contaminó, fué por exceso de virtud natural; <i>virtud</i>, fuerza, valor. Si
-no hubiese sido un intelectual genial, sería un gran bandido. La mano
-del diablo de su suerte le puso todos los malos pasos a la vista, todas
-las trampas para hacerle caer: necesidad, mal ejemplo, injusticia, medio
-corrompido y alcohol... De todo triunfó el arcángel triste que lleva
-adentro. Imaginaos un adolescente casi, lleno de sueños, con un enorme
-corazón sensitivo y una admirable comprensión de las cosas y de los
-hombres, obligado por la más dura pobreza a trabajar en los más ásperos
-oficios y a comunicarse tan solamente con obreros esclavizados, con
-pobres viciosos; a padecer la crueldad y la malignidad de los capataces
-y de los patronos, panadero, herrero, vendedor ambulante, buhonero, y a
-encontrarse<span class="pagenum"><a name="page_027" id="page_027"></a>{27}</span> a cada paso con el crimen, con el asesinato, con el robo; y
-al mismo tiempo a comprender cómo la mayor parte de los criminales eran
-principalmente obra del medio, víctimas ellos mismos del daño ambiente.
-Así creció, así aprendió a leer y a escribir; así surgió de pronto un
-colosal revelador de lados desconocidos y profundos del alma eslava, con
-un verbo claro y neto, como los hechos, sin afeites de estilo; pero
-fotógrafo maravilloso, que deja ver lo interior de las cosas, algo como
-los rayos X de la escritura; y desprendiéndose de sus imágenes
-sorprendentes un vapor de luz piadosa, un noble amor humano y un respeto
-por lo desconocido, por el grave misterio en que vamos a tientas. Dios
-aparece, se hace presente, en lo vago, aunque no se nombre a menudo,
-como en otras obras rusas en que los ímpetus místicos de esa gigantesca
-raza pueril se muestran frecuentemente entre el sufrimiento y el miedo.
-Mas surgen a cada paso las que él llama «las grandes y perturbadoras
-cuestiones que se abren como abismos ante la razón humana y lo llevan
-irresistiblemente hacia las tinieblas». El no asegura «esto es» ni «esto
-no es». No tiene necesidad de las enseñanzas del pope, ni hace su
-oración ante la panagia; pero sabe, como todo verdadero meditativo, que
-en las manifestaciones de la naturaleza, y, sobre todo, en el hombre
-mismo, hay oculto un secreto que pugna por demostrarse, y que en la
-complicación de la existencia no hay un gesto inútil ni un movimiento
-que no tenga su razón. Por esto sus ideas de religión no<span class="pagenum"><a name="page_028" id="page_028"></a>{28}</span> se hacen
-decisivas hacia una afirmación teológica, ni caen en el escepticismo; y
-sus ideas de justicia están basadas en una moral superior, que sorprende
-en lo inexplicado y fatal la causa de los hechos, de manera que, en
-parte, la delincuencia es un mal cuya responsabilidad no recae toda en
-quien viene a ser como un grano de trigo bajo la piedra triturante de su
-destino. Una parte de la culpa no está entre los hombres.</p>
-
-<p>Uno de sus principios es que algo de malo hay en todo hombre bueno, como
-algo de bueno hay en todo hombre malo; es la antigua dualidad, que lucha
-en el ser humano, elemento. La cordura de Gorki sabe que no debe nunca
-ser osado a sobrepasar la lógica categoría. Su temperamento singular
-obra adecuado en ese medio de su país, en que una especie de
-sonambulismo colectivo parece que se uniese, en las pasivas
-muchedumbres, a la oriental resignación de padecimientos seculares.</p>
-
-<p>La organización social rusa ha herido con sus durezas y angulosidades la
-delicadeza del espíritu superior, nacido para otra existencia que la de
-la inacción y la esclavitud. Sus heridas sangran muy vivamente. «Precisa
-haber nacido&mdash;dice&mdash;en una sociedad civilizada para tener la paciencia
-de vivir en ella toda la vida y no sentir nunca el deseo de alejarse de
-esa esfera de convenciones penosas, de venenosas mentiras consagradas
-por el uso, de ambiciones enfermizas, de estrecho sectarismo, de
-diversas formas de falta de sinceridad; en una palabra, de toda la
-vanidad de vanidades que hiela el<span class="pagenum"><a name="page_029" id="page_029"></a>{29}</span> corazón, corrompe la inteligencia y
-con tan poca razón se llama la vida civilizada. He nacido y me he criado
-fuera de esta sociedad, y, por tal motivo, no puedo aceptar su cultura a
-fuertes dosis sin experimentar en seguida la necesidad de salir de su
-cuadro y olvidar las complicaciones múltiples, los refinamientos
-enfermizos de tal existencia.» Estamos lejos del sentimentalismo de
-Rousseau. Siguiendo los pasos de Gorki, a la orilla de los mares
-natales, o entre las isbas de la campaña, por las calles de las pequeñas
-ciudades, como a la entrada de las populosas, vemos, por fin, que entra
-en el país Anarquía. Va llevado por amor y por odio, las dos fuerzas que
-ritman los latidos de su inmenso corazón.</p>
-
-<p>Su procedimiento es absolutamente sencillo. Ha visto, ha padecido, y
-cuenta con una lengua desnuda, pero señalada de gestos, de ademanes
-indicadores, iniciadores de hechos venideros o que traen reminiscencias
-de hechos pasados. Y aunque la humanidad rusa es verdaderamente
-especial, los signos son comprensibles y despiertan las correspondencias
-en cualquier otra raza o en cualquier otro rincón del mundo, en donde se
-sufra, se llore o se sueñe. Gorki no celebra ni levanta a sus labriegos,
-obreros pacientes o malignos, o sus vagabundos; pero les cubre con un
-velo de lástima, y si no los absuelve, como la naturaleza, indiferente,
-tampoco los condena. De pronto suele señalar en el corolario de una
-sucesión de acciones o en un hecho aislado los motivos cerebrales, las
-perversidades congénitas,<span class="pagenum"><a name="page_030" id="page_030"></a>{30}</span> y de acuerdo con esto, con la conciencia
-moderna, excusa la misma criminalidad. Todo aparece embebido en ese
-vapor de vodka que flota sobre el pueblo ruso, ese alcoholismo
-alucinante que ayuda a la eclosión de las malas fuerzas secretas en el
-silencio de las noches espectrales y llenas de misteriosa complicidad.</p>
-
-<p>La naturaleza atrae a este genial intelecto con su encanto y su libertad
-salvaje, y sabe leer en ella, comprende más de un jeroglífico, pone el
-oído a más de una voz del más allá. Es una especie de Novalis ingenuo
-que ha caminado mucho tiempo teniendo hasta el pecho el lodo del camino
-de la vida, pero que ha sido sostenido por la gracia demiúrgica y por la
-mirada de las estrellas. Siente que las ideas entre las olas y el aire
-pierden su acritud y hasta la vida su valor. Ha tomado más de una vez
-consejos del ruido del mar, y se ha apaciguado su alma al soplo
-infinito. Y ha soportado las lecciones del vivir ayudado por la bondad
-del alma universal. Cuando alude a sucesos de su vida, cuando narra
-cosas dolorosas de su existencia, las tempestades que han golpeado su
-juventud, es de una simple elocuencia dominadora. Hay, entre otras, una
-anécdota en uno de sus cuentos que abre una puerta de claridad sobre su
-experiencia de bregas, de desconfianzas y de desconsuelos, en que sólo
-ha podido triunfar a fuerza de perseverancia, de labor y de valor. Narra
-su odisea con un príncipe georgiano, a quien por lástima tuvo que
-acompañar y alimentar, él, pobre obrero, en un viaje largo y miserable
-hasta<span class="pagenum"><a name="page_031" id="page_031"></a>{31}</span> Tifflis... «Le daba de comer, le explicaba los bellos sitios que
-viera, y recuerdo que una vez, habiéndole de Baktchisarai, le cité
-algunos versos de Puchkine. No le produjeron efecto alguno. «&mdash;¡Ah,
-versos...! Mejores son las canciones. Conocía yo a un georgiano, Mato
-Legeava, que sabía cantar... ¡Qué canciones! Gritaba mucho, mucho,
-parecía que le clavaran un puñal en la garganta. Mató a un posadero y le
-enviaron a Siberia...&mdash;» Cada vez que volvíamos a juntarnos perdía un
-poco más de su estima, y ni se tomaba la pena de disimularlo. Nuestros
-asuntos iban mal. Apenas podía ganar yo un rublo o un rublo y medio por
-semana, y esto era poco para dos. Las limosnas que recibía Charko no nos
-procuraban grandes ventajas. (El príncipe prefería mendigar a
-trabajar...) Su estómago era un abismo que todo lo sorbía: uvas,
-melones, pescado salado, pan, fruta seca. El abismo parecía crecer y
-exigir mayores ofrendas. Charko (el príncipe) me pedía que nos
-marcháramos de Crimea, diciendo que estábamos ya en otoño y que aún nos
-quedaba gran trecho que recorrer. Convine en ello. Salimos de Crimea y
-nos dirigimos a Teodocia, con objeto de ver si se ganaba algún dinero.
-Volvimos a mantenernos de fruta seca y de esperanzas. Veinte verstas más
-allá de Aluchta nos detuvimos para pasar la noche. Decidí a Charko a
-andar por la playa. El camino era más largo, pero yo quería respirar la
-brisa marina. Encendimos una hoguera y nos tendimos junto a ella. La
-noche era espléndida. El mar, de un verde obscuro, chocaba contra las
-rocas<span class="pagenum"><a name="page_032" id="page_032"></a>{32}</span> a nuestros pies, y el cielo, estrellado, callaba sobre nuestras
-cabezas. A nuestro alrededor suspiraban la maleza y las hojas de los
-árboles olorosos. Aparecía la luna. Un pájaro cantaba, y sus trinos
-resonaban en el aire, lleno del ruido dulce y acariciador de las ondas,
-y cuando este ruido hubo cesado oyóse el agudo chirrido de un insecto.
-Brillaba el fuego alegremente, parecido a un gran ramillete de flores
-rojas y amarillas. El vasto horizonte del agua estaba desierto, sin
-nubes el cielo, y yo, en el borde de la tierra, soñaba con lo
-infinito... Embriagado por la majestuosa belleza de la noche, me
-desvanecí en una maravillosa armonía de colores, sonidos y perfumes; el
-tímido sentimiento de una presencia augusta embargaba mi corazón, que
-con fuerza de un júbilo extraño cesó de latir... De repente Charko se
-echó a reir. «&mdash;¡Já, já! Vaya una cara que pones. ¡Pareces un carnero!
-¡Já, Já!&mdash;» Me asusté como si un rayo hubiese caído junto a mí. Era
-peor. Sí, mucho peor.»</p>
-
-<p>He citado ese pasaje porque encierra en sí mucha enseñanza, porque pone
-de manifiesto la imposibilidad de conciliación entre el intelectual y
-los elementos que desgraciadamente componen, tanto en Rusia como en el
-resto de la tierra, la joven aristocracia. Esto es lo que provoca lo que
-llama el Creador de valores nuevos, «la creciente del nihilismo».</p>
-
-<p>El porvenir habla ya por mil signos; ese destino se anuncia por todas
-partes; para escuchar esa música del porvenir todos los oídos están
-atentos. «Nuestra civilización europea toda se agita desde<span class="pagenum"><a name="page_033" id="page_033"></a>{33}</span> hace largo
-tiempo bajo una presión que va hasta la tortura, una tensión que crece
-de diez en diez años, como si quisiera provocar una catástrofe:
-inquieta, violenta, precipitada; semejante a un río que quiere terminar
-su curso, que no refleja ya, que teme reflejar.» La filosofía de Gorki
-es un substrátum de experiencia. Su escuela ha sido la desgracia en la
-edad de la ilusión y del amor. Por eso él mismo cree y afirma: todos los
-hombres que luchan por la vida, que están presos en su lodo, son más
-filósofos que Schopenhauer, porque jamás una idea abstracta tomará una
-forma tan precisa como la que el dolor arranca de un cerebro. Este
-potente candoroso es un extranjero delante de los retóricos, delante de
-los arregladores de fórmulas y de palabras. «Estos se
-extasían&mdash;dice&mdash;para sostener su reputación de hombres que comprenden la
-belleza, y no porque sientan el encanto sin par de la gran madre, fuente
-de toda vida, manantial de fuerza.» En el descanso de los azares de su
-vida algunas grandes almas han comunicado con él a través de los libros.</p>
-
-<p>No es un letrado, no es un leído, mucho menos un universitario; pero de
-cuando en cuando uno conoce, por una cita o por una comparación o
-reminiscencia, sus autores favoritos o los que han dejado alguna huella
-en su mente. Fuera de la literatura rusa se ve que ha leído a
-Shakespeare y a Cervantes, y a este último se nota que le ama, gracias
-al maravilloso Caballero, como Heine. Ha leído también a Swift, y debe
-haberle sabido áspero y fuerte como un trago de vodka. Mas su libro
-principal es<span class="pagenum"><a name="page_034" id="page_034"></a>{34}</span> mucho más vasto y más repleto de verdades. Hablando de un
-ingrato, dice:</p>
-
-<p>«Me enseñó muchas cosas que no se hallan en los más abultados libros
-escritos por los sabios; porque la sabiduría de la vida es siempre más
-profunda y más amplia que la sabiduría de los hombres.»</p>
-
-<p>Los libros de Gorki pueden parecer demasiado secos a los lectores de
-cosas bonitas, de libritos coquetos y sabrosos, hechos por desahogados
-<i>diletantti</i> o por industriales de la literatura; pueden aparecer
-inmorales a los hipócritas que se regodean con las peores obscenidades
-con tal que vayan disimuladas entre encajes de Francia o decoradas de
-estetismo italiano; pueden parecer absurdas a quienes van por el mundo
-como dormidos o privados por ingénita estupidez del don de comprensión y
-de meditación. <i>El matrimonio Orloff</i> es una obra maestra en todas
-partes; los cuentos de Gorki son diamantes en su género. <i>Los tres</i> es
-una novela de una fuerza y de un interés tales, que no puede abandonarse
-una vez empezada. Es un estudio de fatalidad, una reproducción verídica
-de una existencia atormentada y conducida al crimen por la violencia y
-la inflexibilidad de la suerte, en un medio cruel y temeroso. La obra
-interesa tanto a los sabios que buscan resolver el problema de la
-justicia, basados en el estado de la máquina humana y de los medios
-sociales, como a los que, espiritualistas esperanzados o convencidos,
-juzgan que no se mueve la hoja del árbol sin el influjo de una potencia
-suprema y secreta. ¿Le seguiremos llamando Dios, si gustáis?<span class="pagenum"><a name="page_035" id="page_035"></a>{35}</span></p>
-
-<h2><a name="EL_POETA_LEON_XIII" id="EL_POETA_LEON_XIII"></a>
-<img src="images/illus-035.jpg" width="404" height="121" alt="EL POETA LEÓN XIII" title="" />
-<br />
-<span class="caption">EL POETA LEÓN XIII</span>
-</h2>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">«Ma gia morte s’appressa: ¡deh! in quell’ora<br /></span>
-<span class="i0">Madre, m’aiuta lene, lene allora<br /></span>
-<span class="i0">Quando l’ultimo di ne disfaville<br /></span>
-<span class="i0">Con la man chiudi le stanche pupille;<br /></span>
-<span class="i0">E conquisto il demon che intorno rugge,<br /></span>
-<span class="i0">Cupidamente, all’anima che fugge<br /></span>
-<span class="i0">Tu, pietosa, o Maria, l’ala distendi:<br /></span>
-<span class="i0">Ratto la leva al cielo, a Dio la rendi.<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p class="nind"><span class="letra"><img src="images/drop-c.png"
-width="70"
-height="71"
-alt="C"
- class="drop-cap" /></span>UANDO <i>La Nación</i>, de Buenos Aires, me envió a Italia y comuniqué la
-impresión que hiciera en mi ánimo el augusto Papa blanco que hoy
-descansa en la muerte, citaba esos versos suyos, religiosos y pálidos
-como cirios. Como cirios son los versos de León XIII, por la palidez y
-por la llama, y porque, aun cuando en veces iluminasen cosas profanas,
-se consumen por Dios. Admirad y alabad al teólogo tomístico, al político
-progresista, al evangélico sociólogo, al sesudo autor de sus encíclicas.
-Yo celebro al poeta; yo celebro al pastor de pueblos que se detiene en
-sus paseos matinales a ver cómo crecen las flores del jardín de<span class="pagenum"><a name="page_036" id="page_036"></a>{36}</span>
-Horacio; al tiarado frecuentador del Dante; al viejecito transparente y
-delicado que se está muriendo y dice: «Escribid lo que voy a dictar»; y
-lo que dicta son versos. Versos puros y clásicos, versos que brotan con
-son castalio de una límpida fuente latina. Celebremos, los que guardamos
-aún como un raro tesoro, el entusiasmo, la pasión de un ideal de
-Belleza, la memoria del que, bajo el inmenso peso de su triple corona,
-conservó ligero y alado el pensamiento, y armoniosa y dulce la palabra,
-en relación apacible con las inmarcesibles musas. Pues el lírico que
-acaba de dejar su jaula dorada del Vaticano sabía amar la vida y
-celebrar sus dones, y en sus exámetros católicos oiréis un rumor de
-abejas paganas.... Son abejas que se han posado en las rosas de Virgilio
-y sobre los mirtos de Flacco... ¿Qué importa? Él llevaba a la pradera en
-que las ninfas de rosadas carnes han sentido el frescor del rocío de la
-aurora, sus pasos piadosos; junto a Filomela hacía revolar la blanca
-paloma del Espíritu Santo, y el gran Pan veía pasar entre las verdes
-hierbas, paciendo, maravilloso de candidez y de luz sublime, un
-corderito cuyos mansos ojos reflejan el universo, y cuyo contacto
-purifica la negra tierra: el Cordero de Dios que quita los pecados del
-mundo.</p>
-
-<p>No <i>otium</i>, sino <i>ars cum dignitatem</i>... Se veía que se había refrescado
-en el agua de Juvencia; la vida lo amaba.</p>
-
-<p>El admirable Pontífice podía decir: «Entendámonos, una vez por todas.
-Hay sentencias que aceptamos porque sí, sin razón alguna, porque han
-sido<span class="pagenum"><a name="page_037" id="page_037"></a>{37}</span> dichas por personajes remotos, en una lengua muerta más o menos...
-Así, creemos como una verdad, porque está en griego, lo de que los
-amados de los dioses mueren jóvenes. No hay tal cosa. Los amados de los
-dioses mueren viejos... Y si, además de eso, son amados de Dios, mueren
-más viejos aún, como moriré yo, Arcade de Roma y Obispo del mundo, León
-XIII. Los que mueren jóvenes son los amados de los diablos...» Y a fe
-que hubiera hablado con mucha razón.</p>
-
-<p>Desde sus primeros versos hasta esa serena y sentida <i>Nocturna
-ingemiscentis meditatio</i> que, en los instantes mismos de su Extrema
-Unción, pulía y repulía clásicamente, el favor apolíneo se revela, al
-propio tiempo que el apego a las formas ilustres y a la lengua sabia,
-que hacen del sagrado <i>scholar</i> uno de los últimos cisnes que habría el
-de Mantua acogido con placer en su lago sonoro.</p>
-
-<p>No es de gran importancia saber si aquel canto nocturno fué el último, o
-si lo fué su composición en honor de San Anselmo:</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">Puber Beccensi cupide se condere claustro<br /></span>
-<span class="i0">Patricia Anselmus nobilitate parat,<br /></span>
-<span class="i0">Sub duce Lanfrancus, studiosus et acer alumnus<br /></span>
-<span class="i0">Sub patre Herluino crescit et usque pius;<br /></span>
-<span class="i0">Florentem ingenio juvenem ad cœlestia natum<br /></span>
-<span class="i0">Quem non perficiat tale magisterium?<br /></span>
-<span class="i0">Hinc pastor fidel divinæ, hinc munere doctor<br /></span>
-<span class="i0">Sublimi in superis vertice conspicuus.<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>Es el caso que supo morir líricamente, y en belleza,<span class="pagenum"><a name="page_038" id="page_038"></a>{38}</span> como un cisne.
-Después lo descuartizó la Ciencia y lo expuso la Tradición...</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>Se le ha comparado con un águila, con un águila blanca, con una blanca
-águila vieja. Chartran, que lo pintó orando; Laszlo, que revela sus
-manos; Benjamín Constant, que quiere mostrar su pensamiento; los
-pintores todos, que han dejado en el lienzo la venerable figura, parece
-que tuviesen la obsesión del ave jupiterina, que es también pátmica.
-Cuéntase que, en un instante de buen humor, se quejó el Papa a uno de
-esos artistas de que hubiese insistido tanto en su nariz... En la obra
-de Laszlo, las manos semejan garras marfileñas... Ya os he dicho cómo
-para mí la diestra de León XIII, al tenerla entre mis dedos, al
-depositar en ella, sobre la gran esmeralda de la esposa, mi beso
-sincero, me pareció una madeja de seda, una flor, un lirio de cinco
-pétalos, un viviente lirio pálido, o, acaso, una pequeña ave de fina
-pluma... Ha habido diabólicos escritores de calumnias que han dicho que
-con esas pálidas manos estrangulaba pajaritos que hacía cazar con redes
-de seda en sus jardines. En cuanto a las grandes narices, ciertamente
-son ellas la que patentizan la raza aquilina, y por otra parte, el Padre
-Santo debía haber sabido que, entre los poetas, de Ovidio a Cyrano, las
-grandes narices han sido acariciadas por la gloria; y entre los
-filósofos, Aristóteles, en el tratado de los Animales, hace su elogio.
-No recordaré, por excesivamente profano, el de Lampridio; pero sí la
-afirmación de un antiguo autor italiano:<span class="pagenum"><a name="page_039" id="page_039"></a>{39}</span> «Il naso grande da argomento
-d’uomo da bene.»</p>
-
-<p>La nariz, la faz toda, era de águila, como la de Dante, y como la de
-Poliziano era de rinoceronte. Voltaire también la tenía de águila, y
-cuando he vuelto a ver el busto de Houdon y he renovado en mi memoria la
-máscara pontificia, he visto, en verdad, que César Zumeta y Hughes Le
-Roux tienen razón: en los labios de Pecci existía la sonrisa de
-Arouet... Nada quita esto a su alta potestad, a su fe celeste&mdash;<i>lumen in
-cœlo</i>&mdash;, a su misión sagrada de representar sobre la faz de la tierra
-al Divino Doctor de la Dulzura. Quiero fijarme, sobre todo, en su
-carácter de intelectual; y a propósito de la sonrisa, certificar que el
-poeta León XIII era cien veces superior, lira en mano, al admirable y
-detestable autor de <i>La Pucelle</i>... Pero ambos no cazaban moscas.</p>
-
-<p>Poeta y rey, se ha visto mucho, desde el santo rey David, hasta Oscar de
-Suecia y Carmen Silva. Eso es fácil y aun decoroso de ser, cuando no se
-caza el jabalí o el hombre. Poeta y Pontífice se ha visto menos, se ha
-visto rara vez, y tan solamente vienen a mi recuerdo los nombres de
-Gregorio el Magno, que inmortalizó el canto católico y que merece el
-nombre de poeta; Eneas Silvio Picolomini, y León XIII, que no temían la
-compañía de las Piérides y ajustaban sus ideas ortodoxas a la vieja y
-mágica música que celebró al pío Eneas o los encendidos labios de Cloe.
-Los asustadizos tienen el sedativo antecedente de la homilía de San
-Buenaventura, que no juzga pecaminosa la frecuentación de las liras
-antiguas desechadas por el severo Jerónimo. Mas,<span class="pagenum"><a name="page_040" id="page_040"></a>{40}</span> ¿qué han sido sino
-almas artísticas los ministros de Cristo, que en lo antiguo como en lo
-moderno han creído con justicia que honrar a Dios por la Belleza no es
-más que honrarlo con creces? Como Gregorio, Agustín amó la música;
-Ambrosio el milanés, la hermosura litúrgica; Gregorio el de Nasianzo, la
-poesía, con toda la falange de los poetas místicos latinos de la Edad
-Media; Marbodio el de las gemas, Paulino de Nola, Rústico, Juvenco,
-Lactancio, Sedulio y todos los demás que tan bellamente ha exhumado en
-nuestros días la noble erudición de M. de Gourmont. Así, dice el
-venerable Beda hablando de los viejos poetas cristianos, sus versos
-inspiraban el desprecio al siglo y avivaban en las almas el ansia de la
-vida eterna.</p>
-
-<p>Hicieron suyas también las ideas de la Escritura y dieron tanto encanto
-a su poesía, que los más sabios doctores se complacían en escucharlos.
-La creación del mundo, la caída del primer hombre, el cautiverio de
-Israel, su salida de Egipto y su entrada en la tierra prometida, la
-encarnación del Verbo, todas las peripecias de su redención, su
-resurrección del sepulcro, su subida al cielo, la venida del Espíritu
-Santo, la iluminación de los apóstoles y la maravillosa conquista del
-mundo por la doctrina de Jesús, eran alternativamente el objeto de sus
-cantos. Describían también a grandes rasgos el terror del juicio futuro,
-los horrores de la cárcel eterna y el dulce reposo del reino celestial;
-pero la pintura de la bondad de Dios y de su justicia les servía mucho
-más a menudo para hacer volver a los pecadores<span class="pagenum"><a name="page_041" id="page_041"></a>{41}</span> al amor del bien y a la
-práctica de la virtud. En parte, pueden aplicarse esas palabras a las
-poesías de Su Santidad difunta. Mas hay en él relampagueos que turban,
-de repente, la tranquilidad de la poesía ungida en el seminario. No en
-vano se roza uno con el enorme Alighieri. Tiene León XIII versos
-domésticos, consejos a la juventud, plegarias y simples recreos
-académicos, como su elogio a la fotografía; mas, entre sus poemas
-italianos y latinos, hallaréis de pronto la huella de la garra y la
-señal del aletazo. En verdad se dice: ¡Ha muerto una vieja águila
-blanca!</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>«Va, Benvenuto mio, che tu sei un valente uomo...» Un Papa es quien dice
-esas palabras al Cellini, y juzgo que, si León XIII hubiese estado en
-lugar de Clemente, habría dicho lo mismo. Pues era varón de altas
-vistas, de intelecto fuerte, y que por culpa de la política prosaica y
-baja de su siglo no pudo hacer brillar en San Pedro la luz de un nuevo
-Renacimiento. Mas, ¿quién mostro un espíritu más liberal que él frente a
-la ciencia moderna, con todos sus tanteos e ineficacias, junto a
-relativas victorias; o haciendo abrir por vez primera, a la curiosidad
-de la historia libre, los secretos de los archivos vaticanos, a punto de
-decir cuando se le observó que cierto célebre francés protestante
-revolvía y anotaba todos los registros: «¡Qué importa! ¡Decidle que no
-oculte nada, que lo publique todo!»; o entrando en la peligrosa cuestión
-social, de manera que traía a su verdadero origen y justicia el deber
-del rico y del proletario? Artista de armiño y púrpuras papales,<span class="pagenum"><a name="page_042" id="page_042"></a>{42}</span> como
-Gregorio, se complacía en la audición de los cánticos eclesiásticos;
-como Julio, gustaba de la arquitectura y de la pintura; como Clemente,
-de la escultura y de la orfebrería; como Alejandro, de la suntuosidad y
-de las magnificencias decorativas, y más artista que todos, en sí mismo,
-tenía el secreto del ritmo, la gracia de la expresión, el cetro del
-verso. Bien sentiría el ambiente de paganismo que en la basílica de las
-basílicas dejaron tantos antecesores suyos que alegraron la tristeza
-católica con la resurrección de griegos esplendores, y colocaron la
-concha sobre que se posaron los pies de la Anadiomena como pila de agua
-bendita.</p>
-
-<p>De todos modos, los dioses ministraban a Jesucristo: Baco, el vino de la
-consagración; Ceres, la harina de la hostia; Hebe, la copa del misterio
-y del sacrificio. Y Pan, su siringa, convertida en los tubos del órgano
-basilical. Y bajo la mirada de Dios han vivido y vivirán los dioses,
-porque es mentira que ha muerto ninguno de ellos... Los dioses no se han
-ido, los dioses no se van: cambian de forma y continúan animando el
-universo y aplicando su influencia sobre el hombre.</p>
-
-<p>El espíritu de León se despertó a la vida artística desde que, en su
-Carpineto natal, contempló el espectáculo de una naturaleza vivaz y
-palpitante: las viejas casas de piedra, el valle feliz, las parlantes
-aguas del Fossa, las metálicas hojas de los olivos, los bosques, en
-donde el pintoresco pino italiano dice como en ninguna parte su poema
-vegetal, y las alturas rocallosas que se incrustan en el cristal azul<span class="pagenum"><a name="page_043" id="page_043"></a>{43}</span>
-de un cielo incomparable, el cielo donde arde el sol del Lacio.</p>
-
-<p>Y luego, cuando pasados los años de fatigas estudiosas y de sucesivos
-triunfos llega, ya anciano, al más elevado de los tronos, no hay duda
-que el poeta se sintió en él más alado y satisfecho que nunca. Tiene en
-la gloria de su vejez la omnipotencia moral, el esplendor de los césares
-y de los visires, los flabeles de Salomón, tres coronas superpuestas que
-irradian como constelaciones; seda, púrpura, oro, mármoles labrados por
-todos los semidioses del cincel, desde Fidias y Praxíteles hasta Miguel
-Angel; tiene eunucos como los príncipes musulmanes, mas eunucos
-melodiosos que cantan como los ángeles del teológico paraíso; tiene el
-anillo del Pescador y la portantina que conducen los rojos servidores;
-es una de las dos mitades de Dios que dijo Hugo; tiene el grato vino de
-Velletri y la torre Leonina; palomas, papagayos y pavos reales que
-decoran su jardín, cuando en sus paseos va a repetir un exámetro al son
-del chorro de la fuente, o a ver representar un antiguo misterio, o a
-meditar en la suerte del mundo, o a evocar la llama del Santo Espíritu,
-o del <i>deus</i>, o del daimon que le inspiraba. Ardiente pompa
-cardenalicia, uniformes que traen al presente la grandeza y el decoro de
-edades más estéticas, frescos en que los más maravillosos pintores de la
-tierra perpetuaron los sueños de los profetas, las visiones de antiguos
-iluminados o sus propios sueños o visiones; he ahí lo que rodea al
-cantor que bendice. Y viviendo en un tiempo sin<span class="pagenum"><a name="page_044" id="page_044"></a>{44}</span> armonía, en una época
-sin fe y sin belleza, él cultiva con mayor empeño su idioma armónico, su
-poético verbo, y es como el Orfeo de las catacumbas, que se confunde con
-el divino pastor de Galilea.</p>
-
-<p>¡Duerme en paz, vieja águila cándida que te has perdido en el
-desconocido sueño! Asciende, alma rítmica, que saliste como de un copo
-de espuma o de un císnico plumón. El mundo sigue en su lucha incesante;
-la humanidad continúa en su inacabable guerra; los sabios de buena
-voluntad van en la obscuridad en busca de un secreto que no encontrarán
-nunca; las pasiones siguen ardiendo entre los incensarios del demonio;
-las naciones se miran con el recelo de los individuos; los reformadores
-claman sus sueños al viento; tan solamente el Arte sigue en la misma
-altura solar, todo de luz y de intuición sagrada, mirando las obras
-humanas con ojos de infinito. Un día os dije: «Sois filósofo, y volando
-sobre lo moderno habéis ascendido a la fuente de la <i>Summa</i>; sois
-teólogo, y en vuestras pastorales dais la esencia de vuestro
-pensamiento, caldeado por las lenguas de fuego del Santo Espíritu; sois
-justo, y de vuestro altísimo trono dais a cada cual lo que es suyo, aun
-cuando con el César no andéis en las mejores relaciones; sois poeta, y
-discurriendo y cantando en exámetros latinos y en endecasílabos
-italianos habéis alabado a Dios y su potencia y gracia sobre la tierra.</p>
-
-<p>«Allí, en vuestro palacio, en la Stanza della Segnatura, Rafael, a quien
-llaman el divino, ha pintado cuatro figuras que encierran los puntos
-cardinales<span class="pagenum"><a name="page_045" id="page_045"></a>{45}</span> de vuestro espíritu. La Filosofía, grave sobre las cosas de
-la tierra, muestra su mirada penetradora y su actitud noble; la
-Justicia, en la severidad de su significación, es la maestra de la
-armonía; la Teología, sobre su nube, está vestida de caridad, de fe y de
-esperanza; mas la Poesía parece como que en sí encerrase lo que une lo
-visible y lo invisible, la virtud del cielo y la belleza de la tierra; y
-así, cuando vayáis a tocar a las puertas de la eternidad, no dejará ella
-de acompañaros y de conduciros, en la ciudad paradisíaca, al jardín en
-donde suelen recrearse Cecilia y Beatriz, y en donde, de seguro, no
-entran los que tan solamente fueron justos.» Tal habrá acontecido, ¡oh,
-santísimo Padre y querido poeta! Y no debéis de haber encontrado muchas
-dificultades en la Jerusalem celeste. ¿Qué mejor guía para el Paraíso
-que aquel que fué guiado por Virgilio y cuya obra estupenda tuvisteis
-siempre en compañía de vuestro breviario?</p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-045.jpg" width="146" height="143" alt="" title="" />
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_046" id="page_046"></a>{46}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_047" id="page_047"></a>{47}</span></p>
-
-<h2><a name="LIBROS_VIEJOS_A_ORILLAS_DEL_SENA" id="LIBROS_VIEJOS_A_ORILLAS_DEL_SENA"></a>
-<img src="images/illus-047.jpg" width="403" height="140" alt="LIBROS VIEJOS A ORILLAS DEL SENA" title="" />
-<br />
-<span class="caption">LIBROS VIEJOS A ORILLAS DEL SENA</span>
-</h2>
-
-<p class="nind"><span class="letra"><img src="images/drop-m.png"
-width="70"
-height="70"
-alt="M"
- class="drop-cap" /></span>E he acordado, en una mañana de comienzos de otoño, de ir a ver a mis
-viejos amigos los viejos libros de las orillas del Sena. Es un paseo
-higiénico, melancólico y filosófico. Desde el Quai d’Orsay hasta más
-allá de Nôtre-Dame, se goza de espectáculos imprevistos, fuera de lo
-pintoresco exterior. Por allí he visto una vez, con un chambergo
-semejante al del general Mitre, al sabio Mommsen. Por allí he encontrado
-al poeta Paul Fort y a M. Remy de Gourmont. Por allí saludé una vez al
-Dr. Bermejo. El «morne» Sena verleniano corre abajo. El Louvre alza su
-masa gris. Los vaporcitos se deslizan. Omnibus y automóviles pasan
-veloces entre los «quais», las casas viejas y el venerable Instituto.
-Arregladas o amontonadas las cantidades de papel impreso, son el
-atractivo de especiales visitantes y compradores, curiosos, bibliófilos,
-bibliómanos, filósofos, poetas, estudiantes. No<span class="pagenum"><a name="page_048" id="page_048"></a>{48}</span> es raro ver también
-junto a una grave peluca, junto a un extraordinario y antiguo gabán, la
-cara sonrosada, los cabellos rubios de una muchacha. Cuando es en buen
-tiempo primaveral, hay pájaros en los árboles vecinos.</p>
-
-<p>Ancianas biblias, caducos misales, forman pilas sobre el parapeto.
-Colecciones de ilustraciones viejas hacen largas trincheras. Y entre las
-cajas de los «bouquinistes» está la profusa tentación de los
-aficionados. Allí hay de todo. Hay sus pequeños «inferii», de cosas
-prohibidas, vulgares novelas cantaridadas, tratados secretos para
-colegiales y gentes de cierto jaez. Especialistas ofrecen clásicos de
-Aldo Manucio, o de las memorables imprentas de Flandes. Ya ha pasado el
-tiempo en que se podía encontrar una ganga por casualidad, la joya
-bibliofílica que valía dos o tres mil francos y costaba treinta o
-cuarenta céntimos. Hoy todos esos vendedores estacionados a lo largo de
-los «quais» saben perfectamente lo que venden, y las buenas fortunas de
-los buscadores de antaño se hacen casi imposibles. No obstante, la
-baratura de lo que por lo general allí se encuentra, es notable. La obra
-rara, con todo, allí como en todas partes, habrá que pagarla caro.</p>
-
-<p>Octave Uzanne ha escrito un interesante folleto sobre los vendedores de
-libros de las orillas del Sena. Otros escritores han pintado la curiosa
-vida de esos sedentarios del aire libre que, invierno y verano, bajo la
-nieve o bajo el sol, tienen por oficio sacudir el polvo a su mercancía y
-aguardar al cliente<span class="pagenum"><a name="page_049" id="page_049"></a>{49}</span> o al transeunte que se siente atraído por la fila
-de cajas y los montones de papel impreso. Los tipos de vendedores son
-variados, como los de los fieles bibliómanos. No escasea entre los
-primeros el erudito, que os da una lección de historia de la tipografía,
-de ediciones princeps, de incunables, mientras os vende un apolillado
-Horacio o Cicerón. Entre los segundos se ven apacibles profesores,
-sabios condecorados, simples sabios. He creído en más de una ocasión
-encontrarme con la amable figura de M. Bergeret... Lo que es a M.
-Anatole France no he visto jamás, demasiado metido en políticas y
-socialismos como está, él, el más aristocrático de los escritores
-franceses, que desaparece de repente de París y aparece en los palacios
-de príncipes italianos, sus amigos, o se va a Egipto, o a Atenas... No
-tiene ya tiempo de ir a las deleitosas correrías del bibliófilo, que en
-un tiempo fueron su placer. Junto a los respetables profesores, al lado
-de los tranquilos amantes de la sabiduría, detiene el vuelo una bandada
-de poetas y artistas jóvenes, cabelludos aún, o mondos, de modestas
-indumentarias, aires pensativos, ojos llenos de ensueños, miradas llenas
-de ideas. Pobres como los ruiseñores, compran poco, hojean mucho.
-Abundan los libros de estudio. Es que los estudiantes tienen un gran
-recurso cuando se sienten atacados de la tradicional inopia. Saben que
-el vendedor les compra con seguridad, a un precio relativo, sus
-volúmenes. Así, un código comentado contiene muchos almuerzos, muchas
-comidas en las cremerías del<span class="pagenum"><a name="page_050" id="page_050"></a>{50}</span> Quartier. Esos volúmenes siempre tienen
-salida, y duermen en su caja como en un Monte de Piedad. Son muchos los
-«magazines» ingleses y las publicaciones científicas de todas las partes
-del mundo. El Instituto provee largamente a los «bouquinistes». Hay
-pilas incontables de tesis, antiguas y recientes, y obras enviadas a
-eminentes académicos, con sendas y elogiosas dedicatorias.</p>
-
-<p>Lo que más se encuentra, naturalmente, son novelas, novelas de todas
-clases y de infinitos autores, desde los del siglo <small>XVIII</small> hasta los de
-nuestros días, ejemplares de libros que «acaban de aparecer», a 3,50
-francos, y que se venden por 80 céntimos. Hay rimeros de gloria fallida,
-arrobas de ingenio desperdiciado y averiado, copiosas cosechas de musas
-trashumantes que trabajaron para el olvido, esfuerzos inútiles... Allí
-yace la vanidad de la cantidad. Allí reposan los que han «hecho obra»:
-¡tantos volúmenes, tantos tomos de crítica, tantas novelas...! ¡Nada,
-nada, nada! A diez, a quince, a veinte céntimos. La letanía de nombres
-desconocidos es abrumadora. Abrid un libro, y alguna chispa de talento
-encontráis siempre. Es el muladar de los <i>ratés</i> y el cementerio de los
-mediocres.</p>
-
-<p>Impresos en elegantísimo papel, en formatos artísticos, con magníficas
-ilustraciones, suelen hallarse autores mundanos que han pagado bien caro
-una tentativa de consagración literaria. Poetas francorrumanos y franco
-brasileños, antiguos diplomáticos que conocieron a la princesa de
-Belgiojoso, rastacueros cosmopolitas de las letras, están representados<span class="pagenum"><a name="page_051" id="page_051"></a>{51}</span>
-por tomos de versos, momias de poemas, marchitos homenajes, exhumadas
-galanterías, adornadas generalmente con el retrato de los autores...
-Vanidad de vanidades y la más inofensiva de las vanidades. Allí duermen
-arrivistas de ayer, y llegan los de hoy a comenzar su sueño de mañana.
-En cambio, no he encontrado jamás, en la ensalada barata de esos cajones
-de literatura usada, ni un tomo de los sonetos de Heredia, ni una
-«plaquette» del pobre Lelian. Generalmente, lo barato es lo que merece
-la baratura. Impreso por Vanier, el editor de los decadentes, de
-terrible memoria, ha consagrado un volumen de versos que se titula
-<i>Humbles Mousses</i>. Allí leo los siguientes versos que traduzco, pues
-veréis que el caso merece la pena:</p>
-
-<p class="c">LOS VERDADEROS RICOS</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">Vosotros, que sabéis ganar el pan de cada día<br /></span>
-<span class="i2">Y, cubiertos de arpillera o de lienzo,<br /></span>
-<span class="i0">Dormís bajo los grandes techos, casi al aire libre,<br /></span>
-<span class="i2">O bajo la cabaña, humilde morada;<br /></span>
-</div><div class="stanza">
-<span class="i0">Hacia los ricos hoteles de piedra, donde el oro abunda<br /></span>
-<span class="i2">En donde pensáis que estaríais mejor,<br /></span>
-<span class="i0">Guardáos de lanzar una mirada envidiosa:<br /></span>
-<span class="i2">¡Sois vosotros los felices de este mundo!<br /></span>
-</div><div class="stanza">
-<span class="i0">Los pórticos de mármol y los artesonados<br /></span>
-<span class="i2">Ocultan el cielo, las corrientes aguas;<br /></span>
-<span class="i0">Cuando se tiene la idea de acumular rentas,<br /></span>
-<span class="i2">¿Se sabe acaso el encanto de los estíos?<span class="pagenum"><a name="page_052" id="page_052"></a>{52}</span><br /></span>
-</div><div class="stanza">
-<span class="i0">Ni una sola de las felicidades que hacen amar la vida<br /></span>
-<span class="i2">Se da por el dinero;<br /></span>
-<span class="i0">La luz serena y el aire, el azul cambiante,<br /></span>
-<span class="i2">El sol, de alma encantada,<br /></span>
-</div><div class="stanza">
-<span class="i0">El hechizo de los grandes bosques y la gracia de las flores,<br /></span>
-<span class="i2">El césped, el perfume de las rosas,<br /></span>
-<span class="i0">La embriagante dulzura de las innumerables cosas<br /></span>
-<span class="i2">Bellas de formas o de colores,<br /></span>
-</div><div class="stanza">
-<span class="i0">Vienen a ofrecerse, sin pedir nada<br /></span>
-<span class="i2">Al más modesto de los transeuntes,<br /></span>
-<span class="i0">Mientras que en pleno aburrimiento, hastiado, privado de sentir,<br /></span>
-<span class="i2">Bosteza el dueño del dominio.<br /></span>
-</div><div class="stanza">
-<span class="i0">Pronto, cansado de los objetos que apenas ha querido,<br /></span>
-<span class="i2">Está sin necesidades y sin goce:<br /></span>
-<span class="i0">Saturado de todos los placeres que da el oro,<br /></span>
-<span class="i2">No desea nunca nada más.<br /></span>
-</div><div class="stanza">
-<span class="i0">¿Sabe acaso si hay en la tierra un sólo ser que le ame?<br /></span>
-<span class="i2">El hombre afligido de tesoros,<br /></span>
-<span class="i0">Se halaga esperando un amor compartido:<br /></span>
-<span class="i2">Una dote lo atrajo a él mismo.<br /></span>
-</div><div class="stanza">
-<span class="i0">Su corazón está lleno de sospechas adormidas,<br /></span>
-<span class="i2">Y mientras que el pobre diablo<br /></span>
-<span class="i0">Tiene la dicha de creer en la amistad sincera,<br /></span>
-<span class="i2">El duda de todos sus amigos.<br /></span>
-</div><div class="stanza">
-<span class="i0">¡Ah! compadecedle a ese rico; cuando el alma alegre,<br /></span>
-<span class="i2">Y sin cuidado del mañana<br /></span>
-<span class="i0">Le véis, caminando, la mano en la mano,<br /></span>
-<span class="i2">Su palacio hecho a la soberbia,<span class="pagenum"><a name="page_053" id="page_053"></a>{53}</span><br /></span>
-<span class="i0">Vosotros tenéis la amistad, el amor, aun la alegría<br /></span>
-<span class="i2">De admirar la simple Naturaleza,<br /></span>
-<span class="i0">Y ese poderoso no puede, ¡oh, triste criatura!<br /></span>
-<span class="i2">Comprarlos con su oro.<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>El autor de eso se llama François Haussy, pero ese es el pseudónimo que
-oculta el nombre de Federico Humbert, el marido de Madame Humbert; que
-hoy, en la prisión de Fresnes, paga, con ella, las famosas estafas que
-conocéis. Es decir, no las paga; las purga... Federico Humbert es un
-poeta a treinta y cinco céntimos en el quai des Augustins...</p>
-
-<p>Mi reconocido orgullo ha recibido en esos mismos lugares importantes
-lecciones, ¡oh, mis colegas de América! Por allí he comprado unas
-<i>Prosas profanas</i>, con la dedicatoria borrada, a treinta céntimos. Los
-que enviáis libros a estos literatos y poetas, a estos «queridos
-maestros», no sabéis que irremisiblemente vais a parar al montón de
-libros usados de los muelles parisienses. He comprado, entre otras obras
-de amigos míos, un tomo dirigido a Jean Richepin por un joven
-hispanoamericano, tomo de estudios sobre autores de Francia, en los
-cuales estudios hay uno del susodicho maestro, ditirámbico,
-ultrapindárico. La dedicatoria, lo más respetuosamente escrita, y dentro
-del libro, y en la parte dedicada a Richepin, una carta sentida y
-humilde. Pues bien, Richepin ni se dió cuenta del libro, ni le importó
-un ardite la dedicatoria, ni tocó la carta; y por treinta céntimos hice
-el rescate...<span class="pagenum"><a name="page_054" id="page_054"></a>{54}</span> Qué mucho, si un eminente crítico ha mandado vender en
-<i>tas</i> gran número de autores editados por el <i>Mercure</i>, sin cuidarse de
-borrar bien dedicatorias como las que he hallado en las <i>Ballades</i>, de
-Paul Fort... ¿No os decía que entre los libros viejos de las orillas del
-Sena se recogen lecciones de... filosofía, y valiosísimos granos de
-experiencia? Si no, os lo certifico ahora.</p>
-
-<p>Más allá del Instituto hay un intermedio entre libros y libros, el que
-llenan las cajas de vendedores de medallas, de curiosidades, monedas
-antiguas, condecoraciones, alfarería desenterrada, y una especie de
-museo de Historia natural en miniatura. Hipocampos secos, como los que
-venden los muchachos napolitanos de la costa, corales, piedras
-preciosas, verdaderas e imitadas, hierros viejos de los que regocijan a
-Santiago Rusiñol, asignados, autógrafos, esculturas. Allí hay cosas de
-todos los siglos, desde fragmentos de objetos de la época cuaternaria
-hasta escarapelas del tiempo de la Revolución. Y más allá, continúa la
-serie de cajas de libros, custodiados por sus taciturnos vendedores.</p>
-
-<p>Hoy vuelvo contento, porque he visto a una niña rubia comprar por un
-franco cincuenta, y una sonrisa muy rosada, una <i>Nuestra Señora de
-París</i>, no lejos de la armoniosa y serena Catedral; porque lejos de los
-malos hombres que murmuran y que odian, he saludado al otoño que acaba
-de llegar; y porque he adquirido un Quevedo impreso en Bruselas en
-tiempo del IV Felipe, hermoso, claro, con tapas de pergamino, por
-sesenta céntimos.<span class="pagenum"><a name="page_055" id="page_055"></a>{55}</span></p>
-
-<h2><a name="UN_CISMA_EN_FRANCIA" id="UN_CISMA_EN_FRANCIA"></a>
-<img src="images/illus-055.jpg" width="401" height="109" alt="UN CISMA EN FRANCIA" title="" />
-<br />
-<span class="caption">UN CISMA EN FRANCIA</span>
-</h2>
-
-<p class="nind"><span class="letra"><img src="images/drop-m.png"
-width="70"
-height="70"
-alt="M"
- class="drop-cap" /></span>ALOS vientos soplan sobre la barca de Pedro, que <i>Mumen in cœlo</i>
-dejó en tempestad y que <i>Ignis ardens</i> comienza a dirigir. El
-catolicismo pasa por una gran crisis; mejor dicho, el cristianismo; mas
-contra el catolicismo, contra la iglesia romana, se amontonan las más
-negras nubes. No es la primera vez, y por algo dijo la boca sagrada el
-<i>non prevalevunt</i>... No hay hoy profetas. Apenas M. León Bloy acaba de
-resurgir rugiendo contra «las últimas columnas de la iglesia», flacas
-columnas: Coppée, Didon, Brunetière, Huysmans, Bourget y otras menores,
-¡cuán menores! Los rugidos de Bloy no los escucha el siglo, demasiado
-ocupado con otros asuntos. Entre tanto, en la España católica, la
-enemiga contra Cristo cunde; en la Francia cristianísima se expulsan las
-Congregaciones y el anticristianismo triunfa. Un Papa campechano y
-demócrata, en la Sede suprema, hace perder su brillo y su misterio a la
-Tradición. Cosa singular. Es<span class="pagenum"><a name="page_056" id="page_056"></a>{56}</span> en los países no católicos donde el
-catolicismo se expende y avanza tranquilo. Y un César protestante y
-fantasioso hace pensar, por su actitud, si no estarán próximos los
-tiempos en que, como en la Edad Media, se vea la formidable liga entre
-las dos mitades de Dios, de que habla Víctor Hugo: el Papa y el
-Emperador.</p>
-
-<p>Hace poco se inauguró la estatua de un gran hombre bajo el auspicio de
-los socialistas ateos. Ahora bien, leed estas líneas: «No quisiera Dios
-que yo parezca jamás desconocer la grandeza del catolicismo y la parte
-que le toca en la lucha que sostiene nuestra pobre especie contra las
-tinieblas del mal. ¡Cuánto bien brota aún en el seno de las aguas
-revueltas de esa fuente inextinguible, en donde la humanidad ha bebido,
-por tan largo tiempo, la vida y la muerte! ¡Aun en esta edad de
-decadencia, y a pesar de las faltas llevadas al extremo con una
-obstinación sin igual, el catolicismo da pruebas de un asombroso vigor!
-¡Qué fecundidad en su apostolado de caridad! ¡Cuántas almas excelentes
-entre esos fieles que no sacan de sus pechos más que leche y miel,
-dejando a otros el ajenjo y la hiel! ¡Cómo a la vista de esas tiendas,
-ordenadas en la llanura, y entre las cuales se pasea aún Jehová, se
-desea, con el profeta infiel, bendecir a aquel que se quisiera maldecir
-y decir: «¡Cuán bellos son tus pabellones! ¡Cuán encantadoras tus
-moradas!» A pesar de los límites obligados que el catolicismo pone a
-ciertos lados del desenvolvimiento intelectual, ¡cuántos espíritus que,
-sin las fundaciones religiosas hubieran<span class="pagenum"><a name="page_057" id="page_057"></a>{57}</span> permanecido sepultados en la
-vulgaridad o en la ignorancia, le deben su despertamiento! ¿En dónde
-encontrar algo más venerable que San Sulpicio, esa imagen viviente de
-las antiguas costumbres, esa escuela de conciencia y de virtud, en donde
-se da la mano a Francisco de Sales, a Vicente de Paúl, a Fenelón?</p>
-
-<p>Aun en esa asociación, a veces un poco inocente, entre el catolicismo y
-los restos de la vieja sociedad francesa; en ese neocatolicismo, a
-menudo desabrido, ¡cuánta distinción todavía! ¡Qué atmósfera pura y
-honrada! ¡Qué esfuerzo ingenuo hacia el bien! ¡Ah! Guardémonos de creer
-que Dios ha dejado para siempre esa vieja iglesia. Ella se rejuvenecerá
-como el águila, reverdecerá como la palmera; pero es preciso que el
-fuego la depure, que sus apoyos terrenales se rompan, que se arrepienta
-de haber esperado demasiado en la tierra, que borre de su orgullosa
-basílica: <i>Christus regnat, Christus imperat</i>, que no se crea humillada
-cuando ocupe en el mundo una posición que no será grande sino a los ojos
-del espíritu.» ¿Quién ha escrito tales palabras, si no completamente
-ortodoxas, muy de acuerdo con la doctrina de quien dijo: «Mi reino, ¿no
-es de este mundo?» Ernest Renan. El orador que hoy pronunciase ese
-discurso en las Cámaras francesas sería calificado de clerical. Lo que
-hay es que, a pesar del antiguo espíritu religioso del pueblo, la fe ha
-sufrido aquí duros embates y todos los buenos anuncios, entre los cuales
-las grullas de Vogüe y tales o cuales conversiones notorias han sido
-simplemente<span class="pagenum"><a name="page_058" id="page_058"></a>{58}</span> ruidos de ideas aisladas o acontecimientos literarios.
-Cuando el snobismo tendió al catolicismo, la religión padeció una
-verdadera desgracia. La religiosidad de moda y la oración elegante
-hicieron más daño que el inofensivo satanismo intelectual y el mediocre
-cientificismo ateísta. El último, verdadero y peligroso enemigo de toda
-creencia en el pensamiento contemporáneo, ha sido el antecristo alemán,
-que fué empujado por la amenaza de una espada de fuego hasta el
-manicomio.</p>
-
-<p>Mas la Iglesia sufre hoy ataques más formidables que los que la simple
-política puede dirigirle en cuestiones terrenales, o los que lanzarle
-pueden filosóficos arietes modernísimos, más poderosos que las pasadas
-flechas volterianas. Se trata de las revoluciones en el propio seno, de
-la renovación de antiguas oposiciones contra el dogma, de la
-resurrección de un cisma, en fin, más dañoso que todas las connivencias
-de afuera, y que enciende, después de largos siglos, fuegos que pueden
-producir un verdadero incendio en la romana basílica de las basílicas.</p>
-
-<p>Hace poco tiempo un sesudo y sapiente escritor español&mdash;he nombrado a D.
-Edmundo González Blanco&mdash;demostraba, en un artículo admirable de vigor,
-la posibilidad de una iglesia nacional en España. «Ya que no tenemos en
-nuestra alma colectiva una fe robusta y personal que oponer al
-formalismo dominador del Vaticano, aprovechemos la que haya para
-constituir nuestra comunión nacional, nuestra iglesia independiente,
-nuestro catolicismo patriótico.<span class="pagenum"><a name="page_059" id="page_059"></a>{59}</span> Filipinas acaba de darnos el ejemplo; y
-esa necesidad social, hoy más que nunca sentida, se impone en lo
-sucesivo como una condición de prosperidad pública.» El golpe
-conmovería, ciertamente, a la curia romana, y parece que hay en el clero
-español partidarios de la autonomía religiosa, de la iglesia
-independiente nacional, hasta con el detalle de su misa propia, de la
-vuelta al uso del antiguo rito muzárabe.</p>
-
-<p>Pues bien, todo eso es poca cosa con lo que encierra el siguiente suelto
-publicado ayer por <i>Le Figaro</i>: «El cardenal Richard, arzobispo de
-París, acaba de prohibir, por carta, a los alumnos de todos sus
-seminarios la asistencia a los cursos que el señor abate Loisy enseña en
-la Sorbona, en la Escuela de Altos Estudios. En la misma carta exhorta a
-todos los seminaristas que posean las dos últimas obras del señor abate
-Loisy a que las entreguen a sus superiores. Creemos saber que la
-comisión de Estudios Bíblicos instituída por León XIII no tardará en
-pronunciar su juicio sobre los libros acusados.» ¿Cuál es la doctrina
-que se condena del abate Loisy? Yo no he leído los libros de este
-sacerdote; pero sí sé que no es un <i>défroqué</i> más o menos sonoro, a la
-manera del padre Jacinto, del abate Charbonnel. M. Jean de Bonnefon, que
-es ducho en la materia, nos dice que la condenación o la absolución del
-abate Loisy es en realidad el fin o la transformación de la iglesia
-romana. «Es la conclusión de diez y nueve siglos de fe o el prefacio de
-un culto futuro.» Por mucho menos se quemó a Savoranola. La reforma<span class="pagenum"><a name="page_060" id="page_060"></a>{60}</span> que
-se desea en España es sencillamente de forma, y tiene razonables
-antecedentes; la tentativa del cismático francés va al fondo de la
-creencia, mina la base dogmática. El abate, que es persona de mucha
-ciencia humana, comienza por afirmar viejas herejías: Que Jesucristo no
-afirmó que fuese Dios, ni se juzgó nunca como tal; que el Pentateuco no
-es obra de Moisés; que el libro del Génesis, el de Tobías, el de Job, el
-de Judith, son simple literatura; que «todo el Antiguo Testamento está
-escrito sin ningún cuidado de la verdad objetiva, y no es más que un
-objetivo arqueológico de edificación religiosa». Eso, dicho por Renan,
-por Strauss, por Max Nordau, está perfectamente; pero la afirmación es
-de un sacerdote, sacerdote que no abandona ni la tonsura ni el hábito, y
-que cree servir así a la verdad y a Dios, y trabaja porque la Iglesia
-entera sea de su opinión. Lo principal está en lo referente al Nuevo
-Testamento: «La divinidad de Jesucristo no está escrita en el Evangelio.
-La Resurrección, la institución de los Sacramentos, la jerarquía de la
-Iglesia, todo eso puede ser artículo de fe, si se tiene fe. El cuarto
-Evangelio no tiene ningún valor histórico; la resurrección de Lázaro es
-un símbolo.» ¡Cómo debe estremecerse, en lo invisible, la sombra de
-Torquemada! Con la Nueva Jerusalem swedenborguiana, con las mil y una
-sectas del cristianismo yanqui, con el flamante profeta Elías y su
-productiva Sión, con tolstoístas y ultraevangelistas, la Iglesia no
-tiene nada que temer. Pero el abate Loisy es un dulce y piadoso enemigo
-íntimo que, si no se<span class="pagenum"><a name="page_061" id="page_061"></a>{61}</span> anula pronto, causará trascendentales perjuicios,
-y éstos los quiere evitar su eminencia el cardenal Richard, el fuerte
-viejecito que quiso confesar a Hugo. Es una nueva aparición de la
-incompatibilidad entre el progreso y la fe, entre la religión y la
-ciencia, entre la razón terrestre y la razón celeste. León XIII y su
-Santo Tomás no dejarán de tener culpa en la valentía del osado abate.
-<i>Lumen in Cœlo</i> no quiso iluminar en la ocasión; veremos si <i>Ignis
-ardens</i>, que aparece tan benigno, quemará, así sea metafóricamente.</p>
-
-<p>En verdad, la obra del abate Loisy, con su aspecto moderno y
-superescolar, no es nueva. A través del océano del tiempo es un mugrón
-del arrianismo, llegado tras el biprincipismo gnóstico. Cristo ha sido
-el blanco de famosas herejías: Si Arrio y los suyos niegan su divinidad,
-Eutiquio le suprime toda humanidad, aboliendo así la redención, y
-Nestorio, estableciendo la división entre la parte divina y humana,
-destruía la unidad que constituye teológicamente el Hijo, ¿cuántos
-heresiarcas más se han atrevido con el más sagrado de los misterios
-cristianos? Sin embargo, entonces se discurría en el terreno de la
-filosofía religiosa, de la ciencia divina, de las doctrinas que dieron
-nacimiento y desarrollo a la patrología.</p>
-
-<p>El abate Loisy es de última hora. Viene con la ciencia de hoy, es
-profesor «en Sorbona» y sabe lenguas orientales, arqueología, todo lo
-que sabía Renan. «&mdash;¡Bah, bah, bah, bah!; no sé hablar&mdash;dice el
-formidable profeta, y alguien que muy poco tenía<span class="pagenum"><a name="page_062" id="page_062"></a>{62}</span> de cura, Büchner,
-escribe en su libro, no religioso por cierto: «La fe tiene raíces en
-indisposiciones del alma inaccesibles a la ciencia.»</p>
-
-<p>El cardenal Richard se preocupa grandemente del caso. Lo que debe hallar
-más grave su eminencia, y con él todos los católicos, es que el abate no
-renuncia a su sacerdocio ni a su título de católico, y cree servir al
-«más grande de los hombres», en su calidad sacerdotal y profesoral.
-Demás decir, que ha caído multiplicadas veces bajo el anatema de la
-Iglesia. El abate Loisy, simplemente, en el concepto católico, es un
-excomulgado. En él están contenidos todos los antiguos heresiarcas,
-desde Arrio hasta Berenger. Su exegesis renaniana, por el caso de su
-ministerio, no puede menos de causar el mayor escándalo entre los
-sinceros y firmes creyentes. Y su condenación o absolución por Pío X
-será la continuación de la normal doctrina católica, apostólica, romana,
-o el krack del Espírito Santo.</p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-062.jpg" width="189" height="88" alt="" title="" />
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_063" id="page_063"></a>{63}</span></p>
-
-<h2><a name="LAS_TINIEBLAS_ENEMIGAS" id="LAS_TINIEBLAS_ENEMIGAS"></a>
-<img src="images/illus-063.jpg" width="399" height="118" alt="LAS TINIEBLAS ENEMIGAS" title="" />
-<br />
-<span class="caption">LAS TINIEBLAS ENEMIGAS</span>
-</h2>
-
-<p class="nind"><span class="letra"><img src="images/drop-l.png"
-width="70"
-height="68"
-alt="L"
- class="drop-cap" /></span>OS profesores, los sabios oficiales, los doctores de la ciencia humana
-que creen haber asido la verdad con cuatro pinzas y cuatro estadísticas;
-los que ven hasta dónde alcanza lo que saben, los explicadores novísimos
-del alma, los que han escamoteado a Dios, os podrán hablar largamente y
-en términos semigriegos, que complacían ya a Molière, de las causas más
-o menos probables que han llevado a una horrible muerte a un poeta
-maldito que estaba casi olvidado: Maurice Rollinat. Yo procuraré deciros
-sucintamente la pesadilla de su vida y el espanto de su fin. Porque aquí
-una vez más se cumple <i>Talis vita, finis ita</i>. Todo es uno en el hombre:
-existencia, obras, impulsos; la fatalidad, que tiene muchos nombres,
-rige la vida, desde el espermatozoario hasta la podredumbre. Y así hay
-la fatalidad del bien, como hay fatalidad del mal, fatalidad<span class="pagenum"><a name="page_064" id="page_064"></a>{64}</span> angélica y
-fatalidad demoníaca. Y tal hombre desde la cuna va para el altar, y tal
-otro para la batalla, y tal otro para mirar pensativo las entrañas del
-mundo. Allí están los instintos y las vocaciones. Vocaciones, es decir,
-llamamientos, llamamientos de voces inaudibles que están en lo profundo
-del misterio y de la eternidad. Y la eternidad y el misterio estarán
-ante las cosas humanas cuando no exista ni el polvo de recuerdo de la
-sabiduría de hoy, y como estaban en los tiempos en que se levantó la
-Esfinge egipciaca y en que había pensadores y sacerdotes en la Atlántida
-y en Palenke.</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>Maurice Rollinat fué un poeta de talento, ni mayor, ni menor; en todo
-caso, en las antologías entrará como un poeta menor, a causa de ser su
-obra casi toda reflejo y eco; reflejo lejano de Poe, eco de Baudelaire.
-Su poética no alcanzó al simbolismo ni se quedó completamente en el
-Parnaso. Su alma fué la de un romántico puro, exacerbado, pues hasta en
-su licantropía tuvo un antecesor en el antiguo batallón huguiano.</p>
-
-<p>Apareció su nombre repentinamente y se apagó de pronto, como un fuego
-fatuo o de artificio. Era en los tiempos de la impasibilidad parnasiana
-por un lado y de la sequedad naturalista por otro. Apenas Richepin había
-puesto por un momento agitación con sus <i>Chansons des Gueux</i>. El
-ambiente era propicio para otra cosa. Rollinat apareció como cultivador
-de «flores del mal», rimador y músico macabro. Cantaba en <i>cabarets</i> y
-salones versos baudelerianos<span class="pagenum"><a name="page_065" id="page_065"></a>{65}</span> con música suya, y canciones propias,
-aullantes, gimientes, con una voz lúgubre y un aire más lúgubre aún. Era
-en los tiempos en que Sarah Bernhardt, entre cuatro cirios, se complacía
-en dormir en un ataud... Sarah Bernhardt se encantó con el nuevo lírico,
-que tan bien sentaba a sus nervios. Era en los tiempos en que aquel mal
-sujeto, que se llamaba Albert Wolf, hacía y deshacía reputaciones en las
-primeras columnas de <i>Le Figaro</i>, y Albert Wolf dedicó un elogioso
-artículo al lírico que agradaba a Sarah Bernhardt, y París reconoció en
-seguida que Maurice Rollinat tenía genio. La moda estaba por las
-neurosis, verdaderas o falsas. ¿Rollinat era sincero, o era un <i>poseur</i>?</p>
-
-<p>La tragedia lamentable de sus últimos días, después de tantos años de no
-variar de actitud, aun lejos de París y sus literaturas, fuerzan a creer
-que el pobre poeta era sincero. Cuando más, podría suceder que el hábito
-de estar agitado y la obligación estética de la desesperación le hayan
-al fin perturbado el cerebro y acabado por lanzarle en el abismo a que
-tantas veces se asomó. Luego los venenos del carácter, los modificadores
-del pensamiento, los paraísos artificiales que no son sino infiernos
-verdaderos, llámense alcohol, morfina, cloral, le acabaron de empujar en
-el reino temeroso de las tinieblas enemigas. Una vez más se hace
-palpable la verdad que encierra un decir que se encuentra entre los
-principios de la antigua Cábala: «No hay que jugar al fantasma, porque
-se llega a serlo.» Ese más allá tan desconocido hoy como en los más
-recónditos<span class="pagenum"><a name="page_066" id="page_066"></a>{66}</span> siglos, contiene todo lo que hay de profundamente misterioso
-en el universo, la esencia del pensamiento, el secreto de la locura, la
-verdad del ensueño, la razón de la muerte. Claro es que los que tenemos
-una creencia religiosa cualquiera, no contamos con la última hipótesis
-del último estudioso y con la última suposición del más flamante
-descubridor de absoluto. Rollinat en otras épocas habría sido tratado
-por el exorcismo y, posiblemente, quemado; por menos se quemó a otros.
-Hoy ha muerto en una clínica, gracias a que los antiguos teólogos están
-sustituídos por los modernos psiquiatras, lo cual está reconocido como
-una ley del progreso.</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>Uno solo de los libros del desventurado os dará una idea de la caja de
-Pandora y urna de los demonios que era su pobre cráneo: <i>Las neurosis</i>,
-dividido en cinco partes: «Las almas», «Las lujurias», «Los espectros» y
-«Las tinieblas». Un médico os dirá: «Delirio de la persecución,
-lipemanía, parálisis general»; un doctor de la Iglesia os declararía
-francamente: «Posesión». Dice ese volumen las torturas de la persecución
-del fantasma del crimen, el superaguzado instinto del daño: los vagos
-estremecimientos, las alucinaciones, el silencio, las extrañezas de la
-música, el alma de Chopin y de Poe, los horrores de la pasión carnal,
-las crueldades de la carne, la felicidad femenina, las pesadillas, las
-torturas, los gatos, las serpientes, los tísicos, el suicidio, el gusano
-de tierra, la «leche de serpiente», los lagartos verdes, el idiota, el
-miedo, el amante macabro,<span class="pagenum"><a name="page_067" id="page_067"></a>{67}</span> la señorita esqueleto, la muerta embalsamada,
-el sonámbulo, la bebedora de ajenjo, el ladrón, el bohemio, el enterrado
-vivo, el soliloquio de Troppmann, el verdugo monómano, el monstruo, el
-loco, la cefalalgia, la mala suerte, la enfermedad, la hipocondríaca, la
-quimera, la locura, el mal de ojo, la navaja de barba, la vilanela del
-diablo, la rabiosa, los ojos muertos, el abismo, la ruina, las agonías
-lentas, el ataud, la Morgue, la putrefacción, el silencio de los
-muertos, el infierno, el epitafio, <i>De profundis</i>... Todos esos son
-títulos o temas de sus poesías, y las poesías corresponden al tema...
-Todo eso se recitaba y se sabía de memoria en los salones parisienses...
-Platos especiales, versos <i>faisandès</i>, complemento del estremecimiento
-nuevo traído por el otro maestro infeliz, Baudelaire. Mas en la
-suposición de que en Rollinat fuese natural esa manera de mirar la
-existencia por su parte obscura, fúnebre y diabólica, en el público no
-podía durar lo que era impuesto por la moda, y la moda pasó y no se
-volvió a hablar más del féretro de Sarah Bernhardt ni de las canciones
-tenebrosas del sombrío melenudo «que se parecía a un lobo».</p>
-
-<p>Se dijo que se había ido al campo a llevar una vida de campesino. Otros
-libros de versos suyos, en que hasta el sentimiento de la naturaleza
-está expresado con su preocupación, con su obsesión eterna, llegaron,
-pero ya no tuvieron el éxito que los primeros poemas de sombra, de
-noche, de miedo y de sangre. El pintor sueco Allan Osterlind, que fué de
-sus íntimos, ha narrado algo de su vida en la<span class="pagenum"><a name="page_068" id="page_068"></a>{68}</span> campaña. Osterlind
-recordaba las largas noches de invierno, en Fresselines, en que el poeta
-pasaba al piano, cantando con su voz potente y singular, que iba de bajo
-a tenor, las melodías originales inspiradas en sus versos campestres:
-«La canción de la perdiz gris», «El cementerio de las violetas», «Los
-cuervos». Contaba su vida entre sus perros y gatos, y el gozo del poeta
-en recibir a sus amigos, en retenerlos hasta por la mañana a la hora en
-que la poción de cloral le procuraba un sueño pesado, surcado de sueños
-fantásticos... Casado, en la paz del campo, adonde cuentan que solía
-salir con gruesos zuecos, de pesca, de excursión, no pudo, sin embargo,
-encontrar la tranquilidad. Frecuentó demasiado las regiones del miedo:
-harto provocó el terror en sus libros y en su vida. Solía errar entre
-ruinas y lugares sombríos. La enfermedad, llamémosle la enfermedad, le
-había agarrado con sus uñas potentes. La vida se vengaba de él
-entregándole por completo a lo que está más allá de ella, a los
-delirios, a los terrores, al imperio de las tinieblas enemigas.</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>Veinte años después de su separación de París, ciudad de su éxito y de
-su perdición, volvió. Hace como tres meses... ¿A qué viene Rollinat? ¿A
-traer un nuevo libro en que renuncia a las sombras y saluda el bien que
-hay bajo el cielo azul? ¿A cantar un alba de paz, de felicidad humana,
-de amor entre los pueblos, de bienhechor comercio, de deseada armonía?
-No; viene a dejar en el Instituto Pasteur a su mujer, que ha sido
-mordida por un perro rabioso.<span class="pagenum"><a name="page_069" id="page_069"></a>{69}</span> Y días después el amargo hombre, todo
-nervios y terror, sabe que no se ha podido salvar a su mujer, que ha
-muerto de la más horrible muerte: de rabia.</p>
-
-<p>En seguida, en su desesperación, vuelve al campo, en donde no puede
-estar un sólo momento tranquilo; recurre a los narcóticos, a los
-brevajes de olvido; pero la fatalidad lo tiene ya bien atado: la locura
-llega, violenta, y hay que traerlo a una casa de salud, a las cercanías
-de París, a Ivry, a la clínica del doctor Moreau, de Tours. Allí muere,
-y mañana lo entierran.</p>
-
-<p>Esta noche, después de escritas las líneas anteriores, he abierto el
-volumen de <i>Las neurosis</i> y me he quedado ciertamente estupefacto al
-encontrarme con un poema, que es extraño que a ninguno de los necrólogos
-de Rollinat haya llamado la atención... Es algo que espanta... Para
-coincidencia es demasiado... Luego, la casualidad, es algo tan
-misterioso... La poesía, «escrita hace veinte años», es la siguiente,
-que traduzco literalmente:</p>
-
-<p class="c">LA RABIOSA</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">¡Quiero morder! ¡Retiraos!<br /></span>
-<span class="i0">¡La noche cae sobre mi memoria<br /></span>
-<span class="i0">Y la sangre sube a mis ojos locos!<br /></span>
-<span class="i0">¡Ved! Mi boca, torcida y negra,<br /></span>
-<span class="i0">Babea a través de mis cabellos rojos.<br /></span>
-</div><div class="stanza">
-<span class="i0">Ya he hecho horribles hoyos<br /></span>
-<span class="i0">En mis dos pobres manos de marfil,<br /></span>
-<span class="i0">Y he golpeado mi cabeza a fuertes golpes.<br /></span>
-<span class="i5">¡Quiero morder!<span class="pagenum"><a name="page_070" id="page_070"></a>{70}</span><br /></span>
-</div><div class="stanza">
-<span class="i0">Calmaría mi sed en vuestros cuellos<br /></span>
-<span class="i0">Si pudiese todavía beber.<br /></span>
-<span class="i0">¡Oh! Siento en mi mandíbula<br /></span>
-<span class="i0">Una rabia abominable:<br /></span>
-<span class="i0">¡Por favor! ¡Atrás! ¡Retiraos!<br /></span>
-<span class="i5">¡Quiero morder!<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>Se comprende que, después del horroroso desenlace del accidente de que
-fué víctima su esposa, y más templada que nunca la sed ardiente de sus
-nervios, haya sentido el postrer estallido, y antes que en el suicidio,
-que tanto temía, como lo revela en varios de sus viejos versos, antes
-que en la muerte, se haya hundido en la locura, haya caído en el
-manicomio.</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">Oh! comme je comprends l’amour de Baudelaire<br /></span>
-<span class="i0">Pour ce grand Ténébreux qu’on lit en frissonnant!<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p class="nind">dice alguna vez, hablando de Edgar Poe. «Los malos maestros», diría con
-razón Jean Carrère. En otra parte escribe:</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">A force de songer, je suis au bout du songe;<br /></span>
-<span class="i0">Mon pas n’avance plus pour le voyage humain,<br /></span>
-<span class="i0">Aujurd’hui comme hier, hier comme demain.<br /></span>
-<span class="i0">Rengaine de tourment, d’horreur et de mensonge!<br /></span>
-<span class="i0">Il me faut voir sans cesse, où que mon regard plonge,<br /></span>
-<span class="i0">En tous lieux, se dresser la Peur sur mon chemin,<br /></span>
-<span class="i0">Satan fausse mes yeux, l’ennui rouille ma main,<br /></span>
-<span class="i0">Et l’ombre de la Mort devant moi se prolonge.<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>El Miedo y la Muerte, por siempre. Y sus dedicatorias... a Barbey, a
-Bloy, a Rops, a Charles Buet,<span class="pagenum"><a name="page_071" id="page_071"></a>{71}</span> al doctor Julien... Seguramente Rops
-pintó su «Bebedora de ajenjo» por los versos que Rollinat dedicara a
-aquel médico. Quisiera traduciros el rondel de «La locura»,
-profético..., como el «Mal de ojo»... o el «Horóscopo», en que</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">... soudain, de dressant dans la brume<br /></span>
-<span class="i5">Devant mes pas,<br /></span>
-<span class="i0">Un long Monsieur coiffé d’un chapeau haut de forme<br /></span>
-<span class="i5">Me dit tout bas<br /></span>
-<span class="i0">Ces mots qui s’accordaient avec la perfidie<br /></span>
-<span class="i5">De son abord:<br /></span>
-<span class="i0">&mdash;Prenez garde; car vous avez la maladie<br /></span>
-<span class="i5">Dont je suis mort.<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>Pero no dejaré de transcribir íntegro el «Epitafio», que es de una
-horrible actualidad y que hará meditar a los reflexivos:</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">Quand on aura fermé ma bière<br /></span>
-<span class="i0">Comme ma bouche et ma paupière,<br /></span>
-<span class="i0">Que l’on inscrive sur ma piérre:<br /></span>
-<span class="i0">&mdash;«Ci-git le roi du mauvais sort.<br /></span>
-<span class="i0">»Ce fou dont le cadavre dort<br /></span>
-<span class="i0">»L’afreux sommeil de la matière,<br /></span>
-<span class="i0">»Fremit pendat sa vie entière<br /></span>
-<span class="i0">»Et ne songea qu’au cimetière.<br /></span>
-<span class="i0">»Jour et nuit, par toute la terre,<br /></span>
-<span class="i0">»Il traina son cœur solitaire<br /></span>
-<span class="i0">»Dans l’epouvante et le mystêre,<br /></span>
-<span class="i0">»Dans l’angoisse et dans le remord.<br /></span>
-<span class="i0">»Vive la mort! Vive la mort!<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_072" id="page_072"></a>{72}</span></p>
-
-<p>Sin embargo, en la última página de su tremendo libro se le escapa, a
-pesar de su obsesión malsana, un clamor que pide piedad: <i>Mon Dieu</i>...
-Dios haya, por fin, en la eternidad, libertado del dolor el alma del que
-fué condenado en vida, y salve a los poetas de buena voluntad del
-imperio de Las tinieblas enemigas.</p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-072.jpg" width="193" height="177" alt="" title="" />
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_073" id="page_073"></a>{73}</span></p>
-
-<h2><a name="ALGUNAS_NOTAS_SOBRE_JEAN_MOREAS" id="ALGUNAS_NOTAS_SOBRE_JEAN_MOREAS"></a>
-<img src="images/illus-073.jpg" width="404" height="137" alt="ALGUNAS NOTAS SOBRE JEAN MOREAS" title="" />
-<br />
-<span class="caption">ALGUNAS NOTAS SOBRE JEAN MOREAS</span>
-</h2>
-
-<p class="nind"><span class="letra"><img src="images/drop-e.png"
-width="70"
-height="74"
-alt="E"
- class="drop-cap" /></span>N el antiguo teatro de Orange, junto a los viejos muros que el Rey Sol
-llamaba los más bellos de su reino, al amparo de las divinidades
-antiguas que protegieron la civilización helénicorromana, Jean Moreas,
-poeta francés, de sangre griega, hace en estos momentos renacer la
-gloria de los ilustres coturnos, renovando en sonoros y soberbios versos
-a su antepasado Eurípides, y cumpliendo una vez más, en la fuerza de su
-otoño, la promesa armoniosa de antes, por la cual las abejas de Grecia
-libarían una miel francesa.</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>Hace diez años tuve el honor de hablar por primera vez en nuestra
-América del talento y de la obra de Jean Moreas. Llegaba yo a Buenos
-Aires, como cónsul general de Colombia, <i>vía</i> París... En este soñado
-París había recogido las impresiones espirituales que más tarde fueron
-<i>Los Raros</i>. Iba con cosecha<span class="pagenum"><a name="page_074" id="page_074"></a>{74}</span> de ilusiones y amables locuras... Mi
-sueño, ver París, sentir París, se había cumplido, y mi iniciación
-estética en el seno del simbolismo me enorgullecía y me entusiasmaba...
-Juraba por los dioses del nuevo parnaso; había visto al viejo fauno
-Verlaine; sabía del misterio de Mallarmé, y era amigo de Moreas. ¡Amigo
-de Moreas! Esto me llenaba ampliamente. Porque sabía que el poeta había
-nacido en Grecia y solía encontrar en los senderos de los bosques,
-adonde iba a soñar, sátiros velludos que remedaban a Hércules, armados
-de ramas nudosas. ¡Cómo ignoran todo esto los profesores!</p>
-
-<p>¿Cómo conocí a Moreas? Gómez Carrillo trabajaba entonces en casa del
-temible editor Garnier, y yo lo veía con la frecuencia que deseaba. El
-era ya gran conocedor del barrio Latino y muy mezclado a la entonces
-hirviente bohemia intelectual de <i>La Plume</i>. Conocía a casi todos los
-miembros de los cenáculos de la época; sabía yo su intimidad con
-Verlaine, Tailhade y otros. Así, cuando un día se me apareció y me dijo:
-«Esta noche lo espera Moreas; vendré a buscarlo», se lo agradecí muy
-vivamente.</p>
-
-<p>Esa noche me esperaba Moreas y Carrillo fué a buscarme. Encontramos al
-poeta del <i>Pelerin Passionné</i> en un café del barrio, creo que en el
-Vachette. Estaba a su lado su entonces compañero menor y ayudante en sus
-líricas campañas, Maurice Duplessis. Y encontré a un Moreas sereno,
-sonoro, admirable parlante, amable, noblemente fraternal, sin buscar ni
-admitir la familiaridad cara a los irreflexivos y a los insensatos. Y
-como le dijese que el<span class="pagenum"><a name="page_075" id="page_075"></a>{75}</span> holandés Bijvanck acababa de publicar un libro en
-que se trataba de la leyenda moreana&mdash;vanidad cómica, frases
-asustadoras, autolatría&mdash;, me dijo simplemente con su voz de bronce, del
-profesor de Hilversum: «Ce monsieur est un imbécile!» Hablamos toda esa
-noche de arte, de ideal, de belleza&mdash;es decir, él habló... Como cerraron
-el Vachette, nos fuimos a otra parte, y luego a otra. A las seis de la
-mañana estábamos comiendo almendras verdes en los Halles... Todo eso es
-el pasado&mdash;¡ah!, como mi fresca juventud.</p>
-
-<p>Las páginas que publiqué en <i>La Nación</i> sobre Moreas fueron hechas en el
-mar, en la travesía. Llevaba mis apuntaciones y mis recuerdos recientes
-y la grata sensación de aquella generosa intelectualidad. Confieso que
-jamás he encontrado un alma ni más augustamente firme, ni más poseída de
-la fuerza de su propio conocimiento, ni más elevada en su concebir la
-vida, ni más pura en su humanidad, que el alma límpida, ínclita y
-piadosa de Jean Moreas. Es asombroso cómo ha podido conservar su
-diafanidad y su excelsitud ese espíritu de excepción en esta ciudad de
-las duras intrigas, de las crespas batallas; los roces ásperos no han
-hecho más que abrillantar sus facetas, como a las piedras finas. Primero
-sonrieron de él la rutina y la inepcia; luego le atacaron la rivalidad y
-la envidia. El siguió adelante. Procuró expresarse, manifestarse mejor
-siempre. No solicitó el éxito, no cortejó a la <i>réclame</i>. Desdeñó cetros
-de pasajeros instantes literarios. Dejó pasar los cortejos, las máscaras
-que desaparecen...<span class="pagenum"><a name="page_076" id="page_076"></a>{76}</span> Y modificándose, mejorándose, siempre siendo el
-mismo, cultivó su maravilloso jardín, que por un lado confina con la
-selva y por el otro con el mar, la selva sagrada, en donde están sus
-abejas del Himeto, y la vital Thalassa, por donde pasó la nave Argos. Y
-así, con su modestia más orgullosa que el continente de todos los reyes,
-fué simplemente, tranquilamente, haciendo de su vida el poema principal
-de sus poemas, de la meditación su más sincera inspiradora y de su
-íntimo consejo su más bella coraza de oro homérico. Retirado en una casa
-que está cerca del campo, ha hecho sus magistrales <i>Stances</i> y ha
-concluído su <i>Iphigénie</i>, la desde hace tanto tiempo anunciada e
-incubada tragedia. El no buscó nunca a nadie, no pidió jamás nada. A su
-retiro le fué a buscar, hace más de un año, la Legión de Honor. Y hoy,
-con el triunfo de Orange, lejos ya las luchas de escuelas, desaparecidos
-en la historia de las letras francesas los buenos combates de los
-simbolistas y decadentes, aclarado el campo intelectual, surge
-definitiva la figura del lírico resucitador de las hermosuras clásicas,
-del admirador de los antiguos coros, de quien nos viene a decir en pleno
-siglo de decadencia moral y de derrotas estéticas la palabra de la
-Belleza eterna, la lección de virtud y de sacrificio, el canto de
-heroísmo y de gracia robusta que la tierra del Arte indestructible ha de
-recordar por los siglos de los siglos al agitado espíritu del mundo.</p>
-
-<p>Sus victorias actuales no le deben hacer olvidar ni menospreciar sus
-primeras victorias. No hay que<span class="pagenum"><a name="page_077" id="page_077"></a>{77}</span> renegar de la juventud. Las <i>Syrtes</i>, el
-<i>Pelerin</i>, las obras primigenias, inician la obra por venir, la obra
-presente. Nuestros primeros actos afirman nuestras decisiones futuras.
-Mejorarse no es contradecirse. Simplificarse no es desdecirse. Cada
-momento tiene su fórmula, tiene su expresión. Cada estación la
-naturaleza es distinta en sus manifestaciones. Y no hay mejor
-certificación y aprobación de la espiga dorada que el pan&mdash;o la hostia.</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i2">Paris, je te ressemble; un instant le soleil<br /></span>
-<span class="i0">Brille dans ton ciel bleu, puis sudain c’est la brume,<br /></span>
-<span class="i0">Au vent septentrion si tu te fais pareil,<br /></span>
-<span class="i0">Tu passes les pays que le zéphyr parfume.<br /></span>
-<span class="i2">Triste jusqu’à la mort, en même temps joyeux,<br /></span>
-<span class="i0">Tout m’est concours heureux et sinistre présage;<br /></span>
-<span class="i0">Sans cause l’allegresse a pleuré dans mes yeux,<br /></span>
-<span class="i0">Et le sombre destin sourit sur mon visage.<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>Moreas llama a la fatalidad necesidad. Digamos, pues, que es necesario
-que haya hombres como Moreas, poetas como Moreas, que vivan en París,
-que se parezcan a París y que de repente digan palabras universales,
-sentimientos totales, logos substancial, verbo de humanidad: «Hélas! que
-le soleil est doux!», clama una de sus heroínas. Y eso que es tan
-sencillo, que lo puede decir el primer ciego que pase por la calle, es
-en la trágica estrofa acuñado para la relativa eternidad de las letras.</p>
-
-<p>Cuando he vuelto a París a establecerme&mdash;por siempre&mdash;no he procurado
-buscar con frecuencia a mi amigo de antaño. Sé lo que tienen de
-impertinente<span class="pagenum"><a name="page_078" id="page_078"></a>{78}</span> la admiración intempestiva y la solicitud irrazonada. Por
-otra parte, no busco ni visito a nadie, y esta es una mala condición de
-mi carácter en mis tareas. No he sido hecho para la visita ni fabricado
-para la <i>interview</i>. Tanto peor para mí, que no he gozado de la
-familiaridad de los <i>chers maîtres</i>. No obstante, a Moreas le he vuelto
-a ver. Triste, con su melancolía altiva y con sus canas. Allí, en el
-café Napolitaine, junto a Mendes, viejo, junto a Courteline y otros
-señores de la literatura y periodistas grandes y pequeños. Y Moreas,
-notaba yo, no estaba en su centro. Después, juntos, y con Carrillo&mdash;¡un
-Carrillo cuán otro!&mdash;con Duplessis&mdash;¡un Duplessis cuán cambiado!&mdash;hemos
-solido recordar las horas de hace diez años, cuando pasé para Buenos
-Aires, cargado de ilusiones y de sueños, y fuimos a comer almendras
-verdes a los mercados, una mañana de Mayo, en que nacía dulce el sol.</p>
-
-<p>La <i>Iphigénie</i> actual estaba ya empezada en aquellos días. En tal
-ocasión dije que el poeta preparaba una pieza para la Comedia Francesa,
-y que, dados sus antecedentes, era dudosa la aceptación. Aquella pieza
-es la tragedia actual, que, de seguro, de la antigua memorable escena
-del teatro romano de Orange, pasará al primer escenario de Francia.</p>
-
-<p>Gloria sea dada al severo ordenador de admirables escenas y al siempre
-magnífico rimador de perfectos versos. No creáis que es exageración
-deciros que los versos de Moreas&mdash;los mejores de Moreas&mdash;son superiores
-a los de los más inconmovibles clásicos de la literatura francesa. Este
-descendiente de<span class="pagenum"><a name="page_079" id="page_079"></a>{79}</span> los Píndaros y de los Sófocles se expresa con singular
-majestad en el verbo de los Racine y de los Chenier, y he aquí también
-uno que mamó leche amaltea y dijo en la mejor lengua de Francia el
-decoro y la potestad del dios cuyo arco es argentino.</p>
-
-<p>Leed estos fragmentos, llenos de majestad verbal y de sabia armonía.
-Esto es del coro del quinto acto:</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i2">Iphigénie, hélas! c’est pour une autre fête<br /></span>
-<span class="i5">Où couléront des pleurs<br /></span>
-<span class="i0">Que les Grecs vont mêler les boucles de ta tête<br /></span>
-<span class="i5">D’un chapelet de fleurs<br /></span>
-<span class="i0">Telle, en riche apparat, victime couronnée,<br /></span>
-<span class="i5">Pour désarmer le ciel,<br /></span>
-<span class="i0">Une pure génisse à la peau tachetée<br /></span>
-<span class="i5">S’approche de l’autel,<br /></span>
-<span class="i0">Noble vierge d’Argos, dans la verte prairie<br /></span>
-<span class="i5">Près des courantes eaux,<br /></span>
-<span class="i0">Au milieu des bouviers tu ne fus pas nourrie<br /></span>
-<span class="i5">Au son des chalumeaux.<br /></span>
-<span class="i0">Tu croissais sage et belle; une reine, ta mère,<br /></span>
-<span class="i5">Avec un soin jaloux,<br /></span>
-<span class="i0">T’élevait pour te voir dans le palais prospère<br /></span>
-<span class="i5">D’un prince ton époux.<br /></span>
-<span class="i0">Et pourtant, ô malice où le monde s’obstine!<br /></span>
-<span class="i5">Une brutale main<br /></span>
-<span class="i0">Avec le fer aigu fera de la poitrine<br /></span>
-<span class="i5">Jaillir ton sang humain.<br /></span>
-<span class="i0">Ah! comment l’incarnat qui pare ton visage<br /></span>
-<span class="i5">D’un charme virginal.<br /></span>
-<span class="i0">Et la fierté décente et la fleur de ton âge<br /></span>
-<span class="i5">Sauraient vaincre le mal,<span class="pagenum"><a name="page_080" id="page_080"></a>{80}</span><br /></span>
-<span class="i0">Puisque l’ambition, la fraude et l’impudence,<br /></span>
-<span class="i5">Le vice injurieux<br /></span>
-<span class="i0">Ont fait que les mortels sont livrés sans défense<br /></span>
-<span class="i5">A la haine des dieux!<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>Y esto de Ifigenia al coro:</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">Et vous, femmes, quittant le deuil et le regrets<br /></span>
-<span class="i0">Vous ferez retentir des chants qui seront dignes<br /></span>
-<span class="i0">D’Artemis au grand cœur qui lance au loin ses traits<br /></span>
-<span class="i0">Et parcourt sur un char Claros féconde en vignes.<br /></span>
-<span class="i0">Où sont les vases d’or et les libations?<br /></span>
-<span class="i0">Que la flamme à l’autel consume lés offrendes.<br /></span>
-<span class="i0">O rapide Artemis qui règnes sur les monts,<br /></span>
-<span class="i0">Je donne sans trembler le sang que tu demandes.<br /></span>
-<span class="i0">Voici ma chevelure et mon front virginal;<br /></span>
-<span class="i0">Venez, couronnez-moi de fleurs et de feuillage.<br /></span>
-<span class="i0">Jeunes femmes, frappez le sol d’un pas égal<br /></span>
-<span class="i0">En célébrant ma mort comme un heureux présage.<br /></span>
-<span class="i0">Je triomphe de Troie et fais tomber à bas<br /></span>
-<span class="i0">Sa forte citadelle et sa muraille antique,<br /></span>
-<span class="i0">Et pour fixer enfin la chance des combats,<br /></span>
-<span class="i0">J’efface de mon sang l’oracle prophétique.<br /></span>
-<span class="i0">O retraites d’Aulis, ô bords, golfe profond,<br /></span>
-<span class="i0">Je vous devrai la gloire! Argos, ô ma patrie,<br /></span>
-<span class="i0">Pour un illustre exemple et ce destin, qui sont<br /></span>
-<span class="i0">Présens des immortels, Argos, tu m’as nourrie?<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>La prensa celebra la victoria de Moreas, los críticos oficiales lo
-saludan, su nombre adquiere de pronto popularidad. A la representación
-de la obra, a la par de los letrados parisienses que fueron a aplaudir a
-Silvain-Agamemnon, a Lambert fils Aquiles,<span class="pagenum"><a name="page_081" id="page_081"></a>{81}</span> y a la brava Luisa Silvain,
-y a la joven y brillante Roch, y a la clamorosa Tessandier, asistieron
-campesinas de los contornos, que lloraron de veras, bajo sus cofias
-blancas, por las desventuras de la dolorosa Ifigenia.</p>
-
-<p>¡Y Moreas, como siempre, solitario soñador de armoniosos sueños, sigue
-su camino en la austera melancolía de su vida, sin profanar el don
-divino que recibió con la luz en su tierra maternal y gloriosa, poeta,
-poeta siempre, señor de los cisnes, dueño del laurel verde!</p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-081.jpg" width="180" height="154" alt="" title="" />
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_082" id="page_082"></a>{82}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_083" id="page_083"></a>{83}</span></p>
-
-<h2><a name="A_PROPOSITO_DE_Mm_DE_NOAILLES" id="A_PROPOSITO_DE_Mm_DE_NOAILLES"></a>
-<img src="images/illus-083.jpg" width="401" height="151" alt="A PROPÓSITO DE Mm. DE NOAILLES" title="" />
-<br />
-<span class="caption">A PROPÓSITO DE Mm. DE NOAILLES</span>
-</h2>
-
-<p class="nind"><span class="letra"><img src="images/drop-a.png"
-width="70"
-height="71"
-alt="A"
- class="drop-cap" /></span>CABO de cerrar el libro de versos que ha publicado una alta dama
-francesa, la condesa Mathieu de Noailles. Se titula <i>L’Ombre des jour</i>,
-y viene después de otro: <i>Cœur innombrable</i>. Este flordelisado
-volumen de cosas bonitas, tiernas, melancólicas, femeninas, es un libro
-de mujer moderna con alma antigua. La condesa de Noailles reconcilia con
-la literatura de cabellos largos, del sexo vilipendiado intelectualmente
-por Schopenhauer. No recuerdo si M. Han Ryner, en su «masacre» de
-Amazonas, ha escalpado también esta preciosa cabeza; si lo ha hecho, no
-le será perdonado, pues el mismo Barbey, condestable feroz ante una
-media azul, encontraría que las que ahora me ocupan son de color de
-rosa&mdash;a menos que no fuese la fina piel de una ninfa, libre de toda
-malla, húmeda aun de su preferida fuente.</p>
-
-<p>La condesa de Noailles no es una <i>basbleu</i>. Es una bella flor humana
-llena de mental esencia,<span class="pagenum"><a name="page_084" id="page_084"></a>{84}</span> que se exterioriza en formas de armonía. Es
-una rara perla perfumada, como las del mar de Ormuz. Es una aparición de
-figura poética y legendaria en pleno París del siglo <small>XX</small>. Es una joven
-exquisita, de veinte años, divina de frescura y gracia, que demuestra
-simplemente que se puede tener un nombre ilustre, un marido, un
-automóvil, vestirse en la calle de la Paix y poner su alma cantante y
-soñadora en las alas de los versos. Nada tiene que ver esta sacerdotisa
-apolínea, o pánica, con los pantalones del feminismo. Ella vaga en los
-bosques, comunicando, ronsardizando, como antaño, en la libertad de su
-naturaleza:</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i2">Car dans ce temps, haute et paisible<br /></span>
-<span class="i0">La Nature, ses bois, ses eaux,<br /></span>
-<span class="i0">N’avalent pas cette ame sensible<br /></span>
-<span class="i0">Qui plus tard fit pleurer Rousseau.<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>Lelianiza también; pues no teme acercarse desde su morada heráldica a
-coger las flores sinceras y modernísimas del pobre Lelián. ¡Una dama
-aristocrática, honorable, adorable, que frecuenta a Verlaine! ¿Qué
-dirían entre nosotros, y en otras partes, los que solamente ven del
-desdichado fauno la máscara socrática y la repugnante ebriedad? La
-condesa de Noailles es verlainiana en su sencilla delicadeza. El encanto
-natural, la comunicación secreta e íntima con el Universo, de manera que
-el espíritu propio se confunda con el espíritu del mundo, la conciencia
-de que nuestra voz es una<span class="pagenum"><a name="page_085" id="page_085"></a>{85}</span> unidad individual en voz total infinita, y
-que nuestro minúsculo espejo interior es en realidad tan vasto que en él
-se mira todo lo que existe, hacen que del jardín lírico de esta singular
-poetisa vuelen al azul muy maravillosas alondras. Ella canta a Príapo,
-dios de los jardines; y la ignorancia tiembla creyendo renovada la oda
-de Pirrón. Canta la eternamente nueva canción de las florestas
-primaverales, de los frescos verjeles, de las flores recién nacidas, de
-los nidos, de la hermosura melodiosa de un momento matutino; y la gloria
-y la alegría de amar, razón y triunfo inmenso de la vida. Y se
-singulariza en la campaña francesa, en las ciudades y aldeas de su
-patria, en donde encuentra una revelación de ensueño o un motivo de
-atracción. Y siempre es el alma amante en el cuerpo amoroso, que vibra
-al soplo del armonioso viento. Dice todo lo que ve y todo lo que siente.
-Se siente amada y lamenta el paso del tiempo, porque con él se irán su
-juventud y su sed de amor:</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">Pourtant tu t’en iras un jour de moi, jeunesse,<br /></span>
-<span class="i0">Tu t’en iras, tenant l’Amour entre tres bras.<br /></span>
-<span class="i0">Je souffrirai, je pleurerai, tu t’en iras,<br /></span>
-<span class="i0">Jusqu’à ce que plus rien de toi ne m’apparaisse.<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>Ronsard se consolaba con ser leído <i>a la chandelle</i> por la amada
-envejecida; y Ponsard&mdash;¡hay distancia!&mdash;dijo la misma cosa en un soneto
-a la famosa Ratazzi. La musa, cuyos versos celebro, desea «ser amada
-después de la muerte», y dice:<span class="pagenum"><a name="page_086" id="page_086"></a>{86}</span></p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">Et qu’un jeune homme alors, lisant ce que j’écris,<br /></span>
-<span class="i0">Sentant par moi son cœur emu, troublé, surpris,<br /></span>
-<span class="i0">Ayant tout oublié des compagnes réelles,<br /></span>
-<span class="i0">M’accueille dans son âme el me préfère à elles.<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>Hay un admirable estudio del conde Robert de Montesquiou-Fezensac sobre
-los inconvenientes de los nobles y grandes señores que se dedican a
-asuntos artísticos o literarios. Tienen, desde luego, la oposición de
-las gentes de su casta, que no son por lo general muy dadas a cosas del
-espíritu, desde los tiempos en que la nobleza ostentaba como un lujo la
-ignorancia. Los artistas, por su lado, no los acogen sino con cierta
-hostilidad, quizá consecuencia de la antigua humillación del mecenismo.
-La clase poderosa, que ve la superioridad intelectual como una fuerza
-que no posee, opone su indiferencia o su desdén. Son dos elementos
-contrarios, difíciles de unir, sin llegar a las utopías de Rebell. El
-público, a su vez, acoge casi siempre la producción del autor
-blasonado&mdash;en nuestros países el rico autor&mdash;como labor de <i>dilettante</i>,
-como ocio de aficionado. En muchos casos hay gran razón, pero suele
-haber injusticia. En cuanto a la dama, a la mujer de alcurnia, que se
-atreve a tales empresas, las dificultades suelen ser mayores. La
-sostenida inferioridad ancestral, la ligereza, las preocupaciones
-mundanas, la maledicencia, la social inveterada hipocresía, el <i>flirt</i>
-moderno, las atenciones de la moda, las influencias religiosas y la
-agresividad intelectual masculina se presentan ante las tentativas de
-una<span class="pagenum"><a name="page_087" id="page_087"></a>{87}</span> vocación. Se necesita ser una voluntad, un carácter, para oponerse
-a todo eso, para luchar, para vencer. En todas partes del mundo ha
-habido y hay las brillantes excepciones que confirman la regla. No me
-refiero, de ningún modo, a las agitadas y sonoras <i>viragos</i> del
-feminismo militante.</p>
-
-<p>Sin pretender de ninguna manera sostener la vieja cuestión teológica, yo
-no creo en la igualdad espiritual del hombre y de la mujer. Obsérvese
-que no hablo de inferioridad, sino de igualdad. La Naturaleza es la
-sabia ordenadora y tiene sus leyes absolutas; en este caso la ley se
-llama fisiología. No insistiré en el tema, que nos llevaría a puntos
-delicados que conocen mis lectores y que han sido y son muy tratados
-científica y cómicamente. Creo, sin embargo, en que, así como hay
-hombres de alma femenina, hay mujeres de alma e inteligencia masculinas.</p>
-
-<p>A decir verdad, no es simpático el tipo de la literata, de la
-marisabidilla, de la cultilatiniparla de nuestro tiempo. Ni la de tiempo
-alguno. En todo caso, quedémonos con las cortesanas artistas de la
-antigüedad, con las sutiles inspiradas de todos los tiempos, pero en
-ningún caso con lo que significa la palabra española marimacho. Cuando
-se toca de cerca a la cuestión doméstica, seamos más explícitos, y
-digamos con el excelente Chrisale:</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">J’aime bien mieux pour moi qu’en épluchant des herbes,<br /></span>
-<span class="i0">Elle accommode mal les noms avec les verbes,<br /></span>
-<span class="i0">Et redise cent fois un bas et méchant mot,<br /></span>
-<span class="i0">Que de brûler ma viande ou saler trop mon pot,<br /></span>
-<span class="i0">Je vis de bonne soupe et non de beau langage.<br /></span>
-<span class="i0"><span class="pagenum"><a name="page_088" id="page_088"></a>{88}</span><br /></span>
-</div></div></div>
-
-<p>Sería, es indudable, mucho mejor tener ambas cosas, buen lenguaje y
-buena sopa. No sólo de pan vive el hombre. Podría argüirse que las
-bellas y honestas damas que se dedican a la literatura están rodeadas de
-los esplendores de la fortuna; y, por lo tanto, no tienen nada que ver
-con los puntos de media y con las cacerolas. Al contrario, toda
-verdadera alta dama de antaño, como de ahora, se conoce en esto; en que
-no por el cuidado de su belleza y por la distinción de su jerarquía ha
-dejado en abandono el capítulo importante y clásico de los asuntos
-caseros, desde la reina Penélope hasta la reina Victoria. Y luego, se
-puede escribir el <i>Heptameron</i> y hacer los ricos platos de dulce que
-sabía confeccionar la Margarita de las Margaritas. Hay una larga serie
-de madamas que han dejado muy buenas obras y que han sido muy
-hacendosas. Se habla de la sopa de coles de Mme. Dacier, una sopa
-famosa, aunque no tanto como la traducción de Homero de esa misma
-señora. La Scudery, la de Deshouillers, la de Genlio, la de Maintenon,
-la de Sevigné, la de Staël, muy plausibles mujeres de su casa. Les
-faltaría ortografía a algunas; pero orden doméstico, economía y ojo
-listo, eso no.</p>
-
-<p>Lo que no es aceptable son las ridículas impertinentes, las excesivas
-Filamintas, las que se deleitan con Trissotin y quieren abrazar a Vadius
-por amor del griego. Hoy no hay muchas de éstas, dado que el griego hay
-muy pocos Vadius que lo sepan. Pero hay la <i>snob</i>, la decadente, la
-wagnerista, la partidaria{89} del amor libre, la Eva nueva, la doctora
-escandinava ibseniana y la estudiante rusa que tira balazos. Confieso
-que prefiero las preciosas, que me quedo con Filaminta, con Belisa y con
-Armanda.</p>
-
-<p>No hay en Francia la cantidad de <i>authoresses</i> que en Inglaterra y los
-Estados Unidos; pero hay una gran cantidad de mujeres que escriben,
-autoras de libros científicos, sabias como Clémence Royer, que ha muerto
-hace poco, periodistas valientes y ágiles, novelistas, poetisas, fuera
-de las grandes damas que hacen política, y conservan los pocos, los
-raros salones semejantes a los que antes tuviera una madame de Girardin,
-o, más recientemente, Mme. Adam.</p>
-
-<p>Unas cuantas personalidades se destacan en el copioso grupo. Cierta
-revista muy mundana&mdash;<i>Femina</i>&mdash;ha propuesto como tema de un concurso, a
-sus suscriptoras, la elección de una Academia de mujeres francesas,
-paralela a la de los cuarenta. Hace algunos años esa misma cuestión fué
-actualidad, y se hizo una lista de las que resultaron elegidas en
-plebiscito: Mmes. Edmond Adam, Marie-Anne de Bovet, condesa Colonna,
-Jeanne Chauvin, Judith Cladel, Alfonso Daudet, Dieulafoy, Judith
-Gautier, M. L. Gagneur, Eugène Garcin, Henry Greville, Gyp, Manœel de
-Grandfor, Robert Halt, Paulina Kergomard, Leconte de Nouy, Jean
-Laurenty, Nelly Lieutier, Daniel Lesueur, Max Lyan, Jeanne Mayrel,
-Hector Malot, Michelet, Marni, Luisa Michel, María Mangeret, Mesureur,
-Mendès, María L. Néron, de Peyrebrune, Rachilde, Rostand, Clémence{90}
-Royer, Ratazzi, G. Rénard, Mary Summer, Séverine, Simonne Arnaux, Marcel
-Tinayre, Vincens. Algunas de ellas han muerto, pero los huecos podrían
-llenarse. Solamente, si tal Academia llegara a realizarse, sería uno de
-los mayores triunfos del ridículo en la historia de las ocurrencias
-humanas. Ya hay bastante con el que ha caído durante tanto tiempo sobre
-la de «inmortales» varones. Entre todos esos nombres los hay dignos de
-la mayor estimación y aun admiración, y los hay medianos y casi
-desconocidos. No puede haber parangón alguno entre, por ejemplo, Judith
-Gautier y la señora Malot, entre Rachilde y la señora Tinayre. ¡Así
-sucede bajo la Cúpula!</p>
-
-<p>Las cabezas femeninas que más brillan, son, ante todo, las de esas dos
-admirables luchadoras que van a la acción, que ponen voluntad y talento
-al servicio del bien, la ardorosa Luise Michel, o la pacificadora
-<i>Severine</i>. Luego vienen las de puro intelecto, las imaginativas y
-ultrapensantes; en un exceso de vitalidad y de fuerza, esa rara Mme.
-Vallete, o sea <i>Rachilde</i>, aparece como el cerebro femenino más
-complicado y vigoroso, no sólo de su siglo, sino de todos los siglos.
-Hace unos diez años escribía yo de ella un retrato, en que mis
-entusiasmos de entonces iban hacia la parte extrañamente diabólica y
-misteriosamente pecadora de su obra. Hoy, con mayor reflexión, no veo ya
-a la escritora sadista&mdash;<i>Sade toujours</i>&mdash;, a la juglaresa incendiaria,
-sino a la sesuda y terrible filósofa, a la formidable destructora, a la
-Sybila de la anarquía, cuyas ideas,{91} hoy manifestadas en nuevas novelas,
-o en críticas singulares, se puede no seguir, pero no se puede dejar de
-admirar.</p>
-
-<p>Después están las estudiosas, como Lucía Félix Faure; las «maestras»,
-como Judith Gautier. Y luego las musas, para coronar el pensamiento
-femenino francés. La deliciosa señora del doctor Mardrus, nacida entre
-la obra hermética y mágica de Mallarmé y los cuentos árabes que su
-marido ha vertido, esas <i>Mil noches y una noche</i>, de los que parece
-emergida. La señora de Rostand, que dicen que tiene más talento que el
-autor de <i>Cyrano</i>; la señora de Mendès, bella, que hace versos
-hechiceros, y que antes se llamaba Claire Sidoine, y algunas otras que
-no nombro. Pero ¿cómo olvidar el talento especial de esa temible <i>Gyp</i>?
-Hay, por último, una novelista de actualidad, alabada por los
-periódicos, y que es bella, muy bella: me refiero a Jeanne de la
-Vaudère. Aseguran que sus libros se venden mucho, y que está de moda en
-los salones. No hay nada más intencionalmente obsceno, ni más
-desprovisto de arte, que las lucubraciones de esta distinguida joven de
-letras.</p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-091.jpg" width="180" height="96" alt="" title="" />
-</div>
-
-<p>
-<span class="i0"><span class="pagenum"><a name="page_092" id="page_092"></a>{92}</span><br />&nbsp; </span>
-
-<span class="i0"><span class="pagenum"><a name="page_093" id="page_093"></a>{93}</span><br /></span>
-</p>
-
-<h2> <a name="NINAS-PRODIGIOS" id="NINAS-PRODIGIOS"></a>
-<img src="images/illus-093.jpg" width="399" height="140" alt="" title="" />
-<br />
-<span class="caption">NIÑAS-PRODIGIOS...</span></h2>
-
-<p class="nind"><span class="letra"><img src="images/drop-s.png"
-width="70"
-height="69"
-alt="S"
- class="drop-cap" /></span>E han descubierto recientemente en Francia algunas niñas-prodigios; dos
-de ellas poetisas. Una, Carmen d’Assilva, aun siendo de nombre
-«portugais» y aun estando en Francia, da tristeza: tiene diez años, una
-carita pálida, de grandes ojeras, y ha escrito cinco volúmenes de
-cuentos, un volumen de monólogos y de versos y siete piezas de teatros,
-que ha representado ella misma... Es miembro de la «Societé des gens de
-lettres» y de la «Societé des auteurs dramatiques» desde los nueve años.
-Sardou le escribió: «Sois el autor más joven que se conoce, hija mía; os
-felicito y os estimulo a que sigáis produciendo mucho, respetando
-también los estatutos de nuestra Sociedad, que os remito.» Es de tenerle
-lástima... La otra es Mlle. Antoni Coullet, de diez años también, y de
-un talento indudablemente superior al de la anterior, aunque no haya
-producido tanto. Coppée está encantado{94} de ella y ha hecho que Lemerre
-le publique un tomito de versos, entre los cuales los hay lindos. Citaré
-los siguientes, sin traducirlos, para que se pueda apreciar mejor la
-facultad poética de esta niña:</p>
-
-<p class="c">SUR MON PORTRAIT</p>
-
-<div class="poetry"><div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">O vous! ne cherchez pas en ces trais la beauté.<br /></span>
-<span class="i0">Il est des fleurs qui sont moins belles que la rose,<br /></span>
-<span class="i0">Mais comme un papillon un court instant se pose,<br /></span>
-<span class="i0">L’espoir des joies d’autruil sur elle est arrêté.<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>He aquí algo muy verlainiano; e indudablemente a la autora no le han de
-haber permitido conocer a Verlain:</p>
-
-<p class="c">VIEUX CARROSSES</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">Aux temps lointains, où vos banquettes de velours,<br /></span>
-<span class="i0">Frolaient le frais volant des blanches mousselines,<br /></span>
-<span class="i0">Tandis qu’un chant sereint et doux de mandolines,<br /></span>
-<span class="i0">Descendait lentament du faîte blanc des tours;<br /></span>
-<span class="i0">Vous en avez tant vus, de satins et d’atours...!<br /></span>
-<span class="i0">Le marchepied, usè par la haute bottine,<br /></span>
-<span class="i0">Caresse, en souvenir, la mante incarnadine<br /></span>
-<span class="i0">Et fait gémir le sable roux des vieilles cours...!<br /></span>
-<span class="i0">Quand, au retour du bal, sous la mantille blanche,<br /></span>
-<span class="i0">Et sous le grand col blanc, la large et plate manche,<br /></span>
-<span class="i0">Une veine poudrée ouvrait vos rideaux clairs;<br /></span>
-<span class="i0">Elle jetait au loin son evantail, et lasse,<br /></span>
-<span class="i0">Fâle, elle s’étendait, noble et pleine de grace,<br /></span>
-<span class="i0">Posant sur le velours sa main de rose chair.<br /></span>
-<span class="i0"><span class="pagenum"><a name="page_095" id="page_095"></a>{95}</span>p/<br /></span>
-
-</div></div></div>
-
-<p>Y este otro soneto:</p>
-
-<p class="c">A LA JEANNE D’ARC, DE CHAPU</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">Vers quel ange du ciel qui se montre à demi,<br /></span>
-<span class="i0">Tournes-tu ton regard, dans la plaine boisée...?<br /></span>
-<span class="i0">Calme et belle, à genoux, dans la fraiche rosée,<br /></span>
-<span class="i0">Tu vois la France en deuil, vierge de Domrémy!<br /></span>
-<span class="i0">Mais quelque séraphin ou quelque rêve ami<br /></span>
-<span class="i0">Te montre, en vision, cette tombe embrasée<br /></span>
-<span class="i0">Où tu laissas s’enfuir ta colère apaisée,<br /></span>
-<span class="i0">Où tu mourus sereine, aux yeux de l’ennemi.<br /></span>
-<span class="i0">Tous tes pas, vers le ciel, étaient marqués de mousse,<br /></span>
-<span class="i0">Et sur ton front brillait une lueur si douce,<br /></span>
-<span class="i0">Rayon qui s’échappa du sourire de Dieu!<br /></span>
-<span class="i0">Ta gloire, en lac de sang, s’étendit sur la terre,<br /></span>
-<span class="i0">Et dans un marbre pur, les hommes de ce lieu<br /></span>
-<span class="i0">Voulurent te revoir, à l’ombre du mystere.<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>Ved la opinión del poeta de <i>Les Humbles</i>: «Cuando el padre y la madre
-de Antonine Coullet me mostraron los versos de su niña y me dijeron que
-la <i>authoress</i> tenía diez años, quedé estupefacto, como quedarán todos
-los lectores. Pero a mi encantada sorpresa sucedió en seguida un
-sentimiento de inquietud. Pensaba con tristeza, con piedad casi, en el
-pequeño prodigio, en la niña fenómeno, y me imaginaba ya un rostro
-melancólico y ajado, una inteligencia recalentada, un cerebro viejo
-antes de tiempo. ¡Y bien, no! No se trata de ningún modo de una primicia
-obtenida artificialmente, de una planta de estufa. Antonine Coullet no
-ha aprendido nunca la prosodia, y no está aún muy segura de su
-ortografía.<span class="pagenum"><a name="page_096" id="page_096"></a>{96}</span> Tiene buen aspecto, le gusta jugar, ha guardado intacta la
-ingenuidad de su edad. Esta musa infantil es una verdadera niñita.
-Solamente ella ha leído ya muchos versos, y por un don extraordinario
-los ha hecho, naturalmente, sin darse cuenta, por decir así, como un
-rosal da sus flores. Hace versos, y encontraréis en ellos, sin duda,
-reminiscencias, palabras cuyo sentido no puede conocer, ideas que,
-ciertamente, no comprende. Pero probadlos esos versos por la lectura en
-alta voz, como se prueba la calidad de las monedas, haciéndoles sonar, y
-reconoceréis que esos son buenos y bellos versos, armoniosos, llenos de
-imágenes, en donde se estremece también muy a menudo una sensación
-verdadera. Por mi parte quedo confundido ante tal precocidad. La palabra
-«vocación», tan grave de pronunciar, sin embargo, me viene
-espontáneamente a los labios. Hay que decir, como Chateaubriand después
-de haber leído las primeras odas del jovencito Víctor Hugo: «¿Niño
-sublime?» No; sería demasiado. Pero, viejo poeta, conmovido por el don
-poético de esta niña, recuerdo que, a su edad, Mozart ha compuesto sus
-primeras sonatas. Ese hombre de genio principió también como
-niño-prodigio. Ante esta <i>mignonne</i> Antonine pienso en el pequeño
-Wolfang, sentado al piano.»</p>
-
-<p>Yo creo que Coppée tiene razón en ponerse triste. Ante un caso semejante
-al de la niña Antonine o la niña Carmen, hay que recordar que los
-niños-prodigios, con muy raras excepciones, mantienen las promesas de su
-infancia. Los demasiado amados de<span class="pagenum"><a name="page_097" id="page_097"></a>{97}</span> los dioses mueren brutos... todos
-hemos visto a esos maravillosos compañeros de colegio que dejan
-asombrados a los profesores; generalmente acaban de modestos
-industriales o alcaldes de villa. En la mujer la precocidad es más
-peligrosa aún. El fin de una superdespierta de diez años es terrible de
-pensar... El <i>record</i> de la precocidad femenina creo que lo ha ganado
-cierta niñita que, con motivo de una <i>enquête</i>, envió a una gran revista
-mundana la carta siguiente: «Señora: Creo que estoy ya en edad de
-casarme, y que soy muy capaz de ser una buena madre de familia. Os
-confío a vos esto porque estudiais seriamente la cuestión, pero no me
-atrevería a decirlo en mi casa. Sé bien que se me respondería: «¡Pero si
-no tienes más que doce años!» ¡Como si esto fuese una razón! ¿Acaso no
-se puede ser razonable a los doce años y adorar u ocuparse de un hogar y
-de sus hijos? La edad no tiene nada que ver con el asunto; y tengo en mi
-familia una tía de setenta y siete años a quien papá y mamá llaman «la
-vieja loca» porque ha perdido toda su fortuna al juego de los
-caballitos. Yo no tengo nada de loca. No creo en el <i>petit Noël</i>, ni en
-las historias que hacen dormir y que se cuentan a los niños. Y si se me
-dejara ponerme <i>en menage</i>, y... comprar niños, se haría mucho mejor que
-obligarme a jugar todo el día con una muñeca que no puedo amar
-verdaderamente «puesto que no sufre». Esa joya los padres podrán
-apreciarla. Es un caso que hace pensar en la posibilidad de la
-transmigración de las almas... Es un caso de teratología psíquica.<span class="pagenum"><a name="page_098" id="page_098"></a>{98}</span></p>
-
-<p>He hablado alguna vez de Jacqueline Pascal, la hermana del gran Blas.
-Ella también fué un caso de temprana frondosidad mental, y deleitó con
-sus lucubraciones primigenarias a las gentes de su tiempo. Tuvo también
-algo que no tienen, por lo común, las niñas-prodigios: la belleza.
-«Parfaitement belle, et la plus agréable du monde par la gentilesse de
-son esprit et de son humeur à six ans elle est deja souhaitée partout»,
-dice en su biografía Mme. Perrier. La <i>petite</i> Pascal publicó, como la
-<i>petite</i> Coullet de ahora, un volumen de versos. Pero no pensaba lo
-mismo que esa mademoiselle de doce años que se quiere casar y comprar
-hijos, y que no estima en nada la relación con sus muñecas. Jacqueline,
-por el contrario, a pesar de que sabía que los hijos no se compran,
-puesto que compuso un epigrama: «Sur le mouvement que la reyne a senti
-de son enfant», no desdeñaba los juegos pueriles: «elle était sans cesse
-après ses poupées». Se buscan en los primeros intentos las primeras
-revelaciones del alma. Le dió la viruela y quedó horrible. Digna hermana
-de su profundo hermano, sufrió con paciencia. Doce años tenía cuando
-desempeñaba, a pesar de su cara picada, un papel en el <i>Amour
-tyrannique</i>, de Scudery, y encanta al cardenal Le Richelieu, que decía
-de la familia de Blas: «J’en veux faire quelque chose de grand». Luego
-se gana en Rouen el premio anual discernido a la mejor composición sobre
-la Concepción de la Virgen, y cambia versos nada menos que con
-Corneille.</p>
-
-<p>Entre los grandes nombres femeninos de la historia<span class="pagenum"><a name="page_099" id="page_099"></a>{99}</span> no es la precocidad
-un común distintivo; sin embargo, para saber en su tiempo lo que una
-Oliva Sabuco de Nantes, hay que haber sido un prodigio de estudio y de
-comprensión desde muy tierna edad. En Santa Teresa todo es más
-intuitivo. En la tradicional cultura italiana hay ejemplos admirables.
-Pongo por caso una famosa donna María Gaetana Agnesi, de quien el
-canónigo Frisi escribió un entusiástico elogio. Júzguese por estos
-datos: A los cinco años hablaba muy bien francés y estudiaba latín. A
-los once, conocía perfectamente latín y griego. Escribió en esta lengua
-un tratado de mitología y un léxico grecolatino de más de trece mil
-voces escogidas. Además sabía el español, el hebreo, el alemán. Como
-Cornelia Piscopia era un «oráculo <i>settilingue</i>». De Brosses, que la
-conoció, escribía a su amigo el presidente Bonhier en una carta estos
-párrafos deliciosos que merecen ser citados: «Debo darle noticia, mi
-querido presidente, de una especie de fenómeno literario de que acabo de
-ser testigo, y que me ha parecido «una cosa piú estupenda», que el Duomo
-de Milán... Vengo de casa de la signora Agnesi. Se me ha hecho entrar en
-un grande y bello salón, en donde he encontrado treinta personas de
-todas las naciones de Europa sentadas en círculo, y la señorita Agnesi
-sola con su hermanita en un canapé. Es una niña de diez y ocho a veinte
-años, ni fea ni bonita, que tiene el aire muy sencillo y muy dulce. Nos
-han traído mucha agua helada, lo que me pareció un preludio de buen
-augurio. No esperaba, al ir allí, sino conversar ordinariamente con<span class="pagenum"><a name="page_100" id="page_100"></a>{100}</span> esa
-señorita; en lugar de eso, el conde Belloni, que me llevaba, ha querido
-hacer una especie de «acto» público: ha comenzado por dirigir a esa
-jovencita una bella arenga en latín, para ser comprendido por todo el
-mundo. Ella le ha contestado muy bien; después de lo cual se han puesto
-a disputar en la misma lengua sobre el origen de las fuentes y sobre las
-causas del flujo y reflujo que, como el mar, tienen algunas. Ella ha
-hablado como un ángel sobre estas materias; yo nada he oído sobre eso
-que me haya satisfecho tanto. Después, el conde Belloni me rogó que
-disertara lo mismo con ella sobre el asunto que quisiese, con tal que
-fuese un asunto filosófico o matemático. He quedado estupefacto al ver
-que me era preciso arengar de improviso y hablar durante una hora en una
-lengua que uso tan poco. Sin embargo, sea lo que sea, le he hecho un
-hermoso cumplimiento; después hemos disputado, primero, sobre el modo
-con que el alma puede ser impresionada por los objetos corporales, y
-cómo éstos se comunican con los órganos del cerebro; y en seguida sobre
-la emanación de la luz y sobre los calores primitivos. Loppin ha
-disertado con ella sobre la transparencia de los cuerpos y sobre las
-propiedades de ciertas curvas geométricas, de lo cual no he comprendido
-nada. El le habló en francés y ella le pidió permiso para contestarle en
-latín, temiendo que los términos de arte no fuesen fáciles de recordar
-en lengua francesa. Habló a maravilla sobre todos esos temas, sobre los
-cuales no estaba más prevenida que nosotros. Es muy apegada a la
-filosofía<span class="pagenum"><a name="page_101" id="page_101"></a>{101}</span> de Newton, y es cosa prodigiosa ver a una persona de su edad
-comprender tan bien puntos tan abstractos. Pero, por mucho que me haya
-asombrado su doctrina, más me asombra oirla hablar latín, lengua que
-seguramente no debe usar mucho, con tanta pureza, facilidad y
-corrección. Después que le hubo contestado a Loppin, nos levantamos, y
-la conversación se hizo general. Cada persona hablaba con ella en su
-lengua propia.»</p>
-
-<p>Ya se ve que ésta supera a todas nuestras cultilatiniparlas de la
-actualidad, estudiantas ibsenianas y feministas marisabidillas, y aun a
-nuestras más famosas doctoras y musas contemporáneas. Y el caso de
-Gaetana no es único. En 1726 se publicó en Venecia una obra en dos
-volúmenes, de la cual he visto un ejemplar en la Biblioteca Nacional,
-obra cuyo título es: <i>Componimenti poetici delle piú illustri rimatrici
-d’ogni secolo</i>, por Luisa Bergalli. En dicha obra se publican trabajos
-de 250 poetisas y sus biografías. Luisa Bergalli fué un prodigio,
-prosista, autora de versos, traductora de Terencio. «Doctissiman
-fœminam Terentianis versionibus celebrem; et comico opere Italicorum
-excellentissime»&mdash;; dice de ella el entusiasta Barbieri. Eran, sin duda,
-tiempos muy diferentes de los nuestros, de cake-walk, flirt y otras
-disciplinas semejantes. En nuestra época apenas sin ridículo se le
-permite saber chino a Judit Gautier y persa a Madame Dulafoy.</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>A creer en lo que afirma un autor inglés, indiscutible humorista, se
-pudo leer en Londres, en el siglo<span class="pagenum"><a name="page_102" id="page_102"></a>{102}</span> antepasado, el anuncio teatral
-siguiente: «La semana próxima los personajes de Coroliano y de Enrique
-VIII serán representados por Miss Biddy, niñita de cuatro años, que ha
-desempeñado los mismos papeles hace diez y ocho meses con tanto éxito en
-Dublin, y que no está enteramente curada de su coqueluche.» Aquí la
-precocidad toca los límites de lo extraordinario y bufón. Robert de
-Montesquiou, al contrario, cuenta de una su amiguita y pariente,
-niña-prodigio y deleitable alma primaveral, cosas singulares. Si el caso
-particular es verdaderamente raro&mdash;dice&mdash;, el hecho no lo es en sí. «La
-infancia es poeta»&mdash;ha dicho Mme. Valmore&mdash;. Y Víctor Hugo ha escrito
-estos versos, que son una noble explicación del precoz milagro:</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">Il est, ou ne sait quel nuages de figures<br /></span>
-<span class="i0">Que les enfants, jadis vénérés des augures,<br /></span>
-<span class="i0">Aperçoirent d’en bas et quis les fait parler,<br /></span>
-<span class="i0">Ce petit voit peut-être un œil étinceler...<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>La «inspiración» se ejerce entonces en el sentido exacto de su
-etimología <i>in spirat</i>, y sopla en el virginal y delicado instrumento
-como el viento en un arpa eolia. Los «inefables» acentos de la dulce
-Marcelina tienen algo de esa infantil inspiración prorrogada, y es a
-menudo por eso por lo que nos cautivan. Muchas palabras de niños
-contienen ese <i>infandum</i> que nos hace estremecer como algo de no
-humanamente expresado que viene de muy alto y cuyo misterioso timbre no
-se encuentra sino en algunas<span class="pagenum"><a name="page_103" id="page_103"></a>{103}</span> revelaciones-espíritus. Mi pequeña poetisa
-no sabía escribir. Estaba muy contenta jugando, y lejos en apariencia&mdash;y
-en realidad&mdash;de toda preocupación literaria. De repente se verificaba el
-prodigio.</p>
-
-<p>Citaré también algunos poemitas de esta asombrosa chiquilla de la
-nobleza francesa&mdash;hoy ya crecidita y bella como un astro&mdash;. Estos, en
-prosa, que parecen sacados de antología china:</p>
-
-<p class="c">LAS TRES PERLAS DEL MAR</p>
-
-<p>Tres barcos muy extraordinarios eran, de lejos, como tres perlas.</p>
-
-<p>Flotaban muy lindamente. La mar los hacía más bellos, como si los amase.</p>
-
-<p>Las montañas parecían flores a los barcos; y los barcos parecían a las
-montañas chorros de agua.</p>
-
-<p>Los barcos fueron lejos, muy lejos... hasta que ya no se vió nada...</p>
-
-<p class="c">SOBRE EL AGUA</p>
-
-<p>Eleonora deja su anular rozar las aguas cuyo color veía obscurecerse a
-través de su esmeralda. El rosa de la carne surgía como un fruto en ese
-verde gris; una pequeña cúpula de cristal, levantada por la uña, rodeaba
-el dedo, formando un globo a través del cual aparecía como un objeto
-precioso.</p>
-
-<p class="c">EL INSECTO</p>
-
-<p>El niño abrió lentamente su pequeña mano. El escarabajito estaba vuelto
-de espaldas, como una<span class="pagenum"><a name="page_104" id="page_104"></a>{104}</span> minúscula tortuga. Después se levantó, se puso a
-correr con toda ligereza de sus patas de hilo. Eleonora hizo un puente
-con su mano; la coccinela recorrió los dedos, dió vuelta al más chiquito
-y subió sobre la perla de un anillo, en donde se quedó un momento.
-Luego, extendiendo sus alas que se reflejaron en la perla,
-enrojeciéndola, voló».</p>
-
-<p>Esta es una verdadera perla, digna de una verdadera niña y de un
-verdadero prodigio.</p>
-
-<p>Mas, ¡oh, tristeza! ¿No habéis visto con profunda pena esas compañías
-infantiles que suelen recorrer los países representando piezas hechas
-para los actores grandes? Macabras y horribles son las barbas postizas
-de los galanes jóvenes impúberes; las declaraciones de amor a jovencitas
-en formación, y las coqueterías ácidas de ellas. ¿Cómo puede agradar esa
-especie de prostitución de la niñez? Aquí en París había un teatrito de
-esos en un «pasaje», en el cual tan solamente hallarían complacencia
-lectores de la <i>Justina</i>, del «divino» marqués o de la <i>Antijustina</i>,
-del Retif.</p>
-
-<p>Los frutos que se anticipan a su tiempo, o que, por manejos y artes de
-horticultor, precipitan su madurez, no son buenos al paladar. En las
-almas pasa lo propio. La excesiva precocidad, en talento como en crimen,
-no puede sino ser signo de degeneración. Debe afligirse un padre ante el
-espectáculo de un retoño que se hace árbol antes de tiempo. En los
-paseos públicos, en los jardines, suelen verse aquí niñitas que en sus
-maneras y aspectos son Linianitas de Pougy, bebés de las Camelias. Si
-no<span class="pagenum"><a name="page_105" id="page_105"></a>{105}</span> con el espíritu pervertido, con una idea muy especial de la
-existencia, crecen y se desarrollan chicuelas como la autora de la carta
-que he citado, la que quiere hogar y comprar hijos. Si a los doce años
-se piensa así, ¿qué será a los veinte?</p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-105.jpg" width="181" height="138" alt="" title="" />
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_106" id="page_106"></a>{106}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_107" id="page_107"></a>{107}</span></p>
-
-<h2><a name="ROSTAND_O_LA_FELICIDAD" id="ROSTAND_O_LA_FELICIDAD"></a>
-<img src="images/illus-107.jpg" width="404" height="181" alt="ROSTAND, O LA FELICIDAD" title="" />
-<br />
-<span class="caption">ROSTAND, O LA FELICIDAD</span>
-</h2>
-
-<p class="nind"><span class="letra"><img src="images/drop-m.png"
-width="70"
-height="70"
-alt="M"
- class="drop-cap" /></span>ONSIEUR Edmond Rostand, el célebre autor de <i>Cyrano</i>, el benjamín de la
-Academia Francesa, es, indudablemente, un hombre feliz. Sus muchas
-docenas de admirables camisas son las camisas del hombre feliz. Tiene
-millones, tiene una linda mujer que le comprende dos veces y que se
-llama Rosamunda. Va a hacerse una casita de soñar y gozar en Cambo,
-lugar meridional y florido. Cada paso que ha dado ha sido un triunfo.
-París y las parisienses se han enamorado del rey Rostand. Su entrada al
-palacio Mazarín ha sido un acontecimiento nacional. Si viene una
-emperatriz, él es quien la saluda en verso. Los <i>reporters</i> publican sus
-menores gestos y comentan sus menores deseos. En el Museo Grevin tiene
-su estatua de cera. La fotografía le ha popularizado en todas las
-posturas. En las ilustraciones<span class="pagenum"><a name="page_108" id="page_108"></a>{108}</span> se le ve kodakeado en el campo,
-ilustremente, al lado de su esposa, como antes a Daudet con la suya. El
-día de su recepción de inmortal, Sarah llevaba el compás de las frases y
-Coquelín le besó. Es un poeta. Y tiene lo que es para un poeta más que
-para nadie indispensable: tiene millones. Gusta, naturalmente, de la
-elegancia y del lujo, y en ellos vive. Era enfermizo; hoy tiene hasta
-salud. Cada vez que escribe un verso se gana un luis, si no más:</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">Ce sont les cadets de Gascogne<br /></span>
-<span class="i0">De Carbon de Castel-Jaloux,<br /></span>
-<span class="i0">Bretteurs et menteurs sans vergogne<br /></span>
-<span class="i0">Ce sont les cadets de Gascogne...<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>Diez luises por lo menos. <i>L’Aiglon</i>, <i>La Samaritaine</i>, la mar de
-luises. Escribe cuando quiere, como quiere, en donde quiere. Su pegaso
-tiene una excelente caballeriza, y como cierto caballo de cierta novela
-de Henry de Regnier, «hace» monedas de oro. Siendo su fama parisiense,
-es mundial. Ha tenido el honor de que un poeta chicaguense quiera
-disputarle sus hallazgos. Don Quijote le ha tendido la mano a través de
-los Pirineos. M. de Vogüe le dice sin ironía: «En pocos días llegáis a
-ser rey de la escena, emperador, mesías, poeta nacional y luego poeta
-universal.» Ninguna exageración le sienta mal. Su gloria es gascona.
-Tiene la suerte de hablar en una lengua que todo el mundo entiende. Sus
-piezas son representadas y aplaudidas en todos los teatros de la tierra.
-El poeta Mendès escribe de la<span class="pagenum"><a name="page_109" id="page_109"></a>{109}</span> Francia: «La patria de Corneille, Hugo y
-Rostand». Su mujer, que puede hacer tan bellos versos como él, se dedica
-a admirarle y a quererle, y a hacerle una musa, una esposa y una amante
-incomparable. A los treinta y cuatro años es el Napoleón de la rima, el
-César de las tablas. La muchedumbre no le discute. La nobleza le sonríe,
-la sabiduría le aplaude. El, sencillamente, habla. «He encontrado la
-felicidad en Cambo. Allí paseo, respiro, sueño. Voy a hacerme construir
-una casa en un sitio incomparable. Tengo flores, tengo montañas, tengo
-el agua del gentil Nive, tengo la compañía de magníficos vascos. He ahí
-mi vida. ¿Para qué recargarla de cuidados superfluos? ¿Y por qué he de
-trabajar a la fuerza? ¿Qué es esa obligación de trabajo que se quiere
-imponer a todo el mundo? Si no tengo ganas de trabajar, ¿por qué he de
-trabajar?» Hombre feliz, Rostand, el rey Rostand, el que hace nacer a su
-<i>Cyrano</i> en una cuna de oro y a su <i>Aguilucho</i> en un nido de marfil. Y
-luego él mismo se da a entender pescador de luna, en Lunel, cazador de
-sueños en Cambo, acaparador de dicha en todas partes. <i>¡Veinard!</i>:
-Rostand, o la Felicidad.</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>Todo no está, en la lógica de la existencia, muy puesto en razón. Es un
-caso excepcional... Y, en realidad de verdad, ¿para quién debía vaciar
-su cornucopia la riqueza, sino para el artista que tan bello uso sabe
-hacer de ella? Hay en el inmenso vulgo la creencia de que, al contrario,
-al artista le es necesaria la penuria, la miseria. Hay absurdos bimanos<span class="pagenum"><a name="page_110" id="page_110"></a>{110}</span>
-que saben y repiten que Cervantes no cenó cuando concluyó el <i>Quijote</i>;
-que Homero fué un mendigo; que muchos grandes poetas vivieron y murieron
-en el sufrimiento y en la escasez. A título de poeta me decía una vez un
-amable hotentote: «Dios quiera que nunca le sonría a usted la fortuna»,
-y pensaba hacerme un cumplimiento. Cumplimiento que se haría al pato y
-al ganso, cuyas patas se clavan para engordarles el hígado que ha de ser
-paté-de-foie-gras, o al pájaro armonioso cuyos ojos se sacan para que su
-canto sea mejor, según se asegura. No. El ruiseñor canta mejor bien
-mantenido y en jaula de oro. El pensamiento nace mejor sin cuidados, sin
-los miserables cuidados de la vida cotidiana. Horacio cantaba
-hermosamente en su quinta, colmado de los oros del César; Lamartine
-nunca tuvo más melodía que cuando fué príncipe de riqueza; la lírica
-ancianidad de Hugo fué fecunda y frondosa al calor de los millones. ¿Qué
-no hubieran hecho Laforgue con fortuna, Verlaine poderoso, Mallarmé con
-rentas copiosas? La gloria de D’Annunzio es pactolizada. Y el talento
-innegable de Rostand no se alzaría tanto si, como se sabe muy bien, no
-hubiese sido sostenido por la omnipotencia de los cheques. Sus dramas
-han sido lanzados como cocotas. ¿Cuántos talentos como el de Rostand
-habrán desaparecido ignorados en Francia por no tener la llave que abre
-todas las puertas en nuestro tiempo de negocios? Claro es que lo que
-Dios no da, ni Salamanca ni el Banco de Francia lo prestan.</p>
-
-<p>La mediocridad, la ineptitud, no serán nunca más<span class="pagenum"><a name="page_111" id="page_111"></a>{111}</span> que ineptitud y
-mediocridad, a pesar de cuantas maneras de brillar ofrezca el dinero. Lo
-primero es ser pescador de luna; si se pesca desde un puente de plata,
-la dicha es mayor. Nadie como el artista sabe valorar y amar los bellos
-espectáculos, los exquisitos interiores, el mármol, la seda, el oro, el
-lujo, en cuyo medio las almas comunes no saben qué hacer, entre el gozo
-irrazonado y el fastidio...</p>
-
-<p>¿Es injusta la suerte con M. Rostand? De ninguna manera. El mérito del
-portalira es evidente. Solamente que, lo que es un grato jardín, como el
-«Verger de Coquelín», se confunde bajo el imperio de la <i>réclame</i> con un
-monte olímpico. Se ha llegado a pronunciar la palabra genio. ¡No, por
-Dios! Talento. Se ha dicho: «El verbo de la Francia». ¡No, por Dios! El
-verbo de la Francia se llama Rabelais, Pascal, Voltaire, Hugo. M.
-Rostand, que sucede a M. de Bornier en su sillón de la Academia
-Francesa, es un poeta superior a M. de Bornier. Es un poeta elegante,
-delicado, bravo, sonoro, ágil, excelente rimador; y como teatral, como
-poeta de la escena, de primer orden. Nada más. ¡Y es mucho eso! No se
-burle de él la imbecilidad. No hay muchos como él. Pero hay otros que
-son más que él, y que no logran sus victorias porque no los lanzan los
-arregladores de fama y porque no hablan a la muchedumbre en el idioma de
-la muchedumbre. Axel no logra lo que Cyrano. Y entre Rostand y Villier
-de l’Isle Adam hay su distancia...</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>En todo esto hay algo de consolador. Y es el hecho<span class="pagenum"><a name="page_112" id="page_112"></a>{112}</span> de que, por más que
-se diga, un poeta ha sido el ídolo de París en momentos en que tan
-solamente logran laureles y premios los automovilistas y los reyes de la
-bicicleta. Looping-the-loop; sí, pero también el ideal, la poesía. El
-clown de Banville hizo también una especie de looping-the-loop, y
-entonces fué cuando dió aquel salto que le hizo romper el plafón azul
-del cielo y desaparecer en lo infinito. Rostand, o la Felicidad... Sin
-embargo, he ahí que el unánime triunfo se ve turbado por agrias
-protestas. Ya es un crítico que, entrando en comparaciones, encuentra en
-cualidades diferentes al autor del <i>Aiglón</i>, inferior a Banville, a
-Mendés, a Ponchon. Ya es un fogoso meridional, del puro riñón del
-Mediodía&mdash;no hay peor cuña que la del mismo palo&mdash;, Jean Carrère, que
-es, con el victorioso, terrible y flagelante. Y señala esa victoria
-resonante como exteriorización de un mal francés que trae decadencia y
-mengua nacionales: el histrionismo. Diríase que ha leído a M. Groussac
-en ciertas páginas de antaño. «¡Ah! ¡Mirad nuestra historia desde hace
-un cuarto de siglo! ¡Mirad nuestra vida en estos últimos años! ¿Qué
-amamos? ¿Qué celebramos? ¿Qué contemplamos? El teatro, los actores, los
-autores dramáticos. ¿Qué acontecimientos nos conmueven en nuestra vida
-interior? ¡Acontecimientos de teatro! Cuando se quemó la Comedia
-Francesa los diarios, al unísono, hablaban de un desastre nacional;
-parecía que la Francia había concluído su misión. Una pobre actricilla
-se quemó allí: duelo universal. Se la enterró con una pompa solemne que
-no conocerá<span class="pagenum"><a name="page_113" id="page_113"></a>{113}</span> nunca un libertador de la patria o un descubridor de nuevas
-rutas. ¿Cuál ha sido el gran asunto de las polémicas en estos años
-recientes? ¡La querella de M. Claretie y sus cómicos! ¡Una mediocre
-cabotina no se puede enojar con su director sin que el ministro se
-mezcle y toda la prensa se revuelva! ¿Y de qué nos enorgullecemos en
-nuestras relaciones con el vasto mundo? De nuestras piezas dramáticas,
-del éxito de nuestros actores, de las <i>tournées triomphales</i>, de
-nuestras grandes <i>vedettes</i>. Mme. Réjane no puede volver de Inglaterra
-sin que se la vaya a esperar al desembarcadero, como si acabase de
-conquistar pueblos nuevos. Mme. Sarah Bernardt nos representa en
-América, y M. Coquelin es nuestro supremo intérprete con reyes y
-emperadores.» Y luego señala las palabras de Claretie, que hablaba de la
-«misión civilizadora de M. Truffier», y la locura de los diarios con
-cualquier acontecimiento de bambalinas. El teatro es todo, dirige todo,
-absorbe todo, aumenta todo, aniquila todo y nos oculta nuestra propia
-situación. Lo más doloroso, en efecto, es que, semejantes a los actores
-que se embriagan con su papel, nos embriagamos con esa gloria ficticia
-del teatro, y creemos en una grandeza que no es sino la ilusión de la
-escena. Creemos que los pueblos aclaman a Francia cuando aplauden a los
-actores franceses, y no suponemos todo lo que hay para nosotros de
-desprecio real en esa exaltación ruidosa de nuestra superioridad
-teatral. ¡Oh, cuánta ironía sangrienta y sarcasmo hasta hacer llorar a
-los que saben comprender había en la actitud de ese emperador<span class="pagenum"><a name="page_114" id="page_114"></a>{114}</span> feudal y
-guerrero, soñador de imperio y de expansión mundial, que recibía como
-representante de la Francia, a su ilustre <i>valet de comédie</i>!» Monsieur
-Jean Carrère, que también es poeta, exagera un poco como meridional;
-pero no deja de tener razón, sin que la teatralidad sea un desdoro para
-este país brillante y amable. Juvenal alaba ya la elocuencia de los
-galos, que enseñaron sus gestos y palabras a los britanos. Juana de Arco
-representó un papel que el buen Dios de los ejércitos escribió
-expresamente para ella. Y un Papa calificó al gran Emperador que fué a
-las Pirámides y a Santa Elena, tragediante, comediante... Rostand
-defiende las tablas, la teatralidad, la vida de las máscaras. No hay
-sino leer su discurso de entrada a la Academia. Que aproveche de su
-vida, bella comedia; mientras, como para todo el mundo, llega la mano
-invisible que baja el telón.</p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-114.jpg" width="118" height="153" alt="" title="" />
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_115" id="page_115"></a>{115}</span></p>
-
-<h2><a name="LA_PRENSA_FRANCESA" id="LA_PRENSA_FRANCESA"></a>
-<img src="images/illus-115.jpg" width="395" height="150" alt="LA PRENSA FRANCESA" title="" />
-<br />
-<span class="caption">LA PRENSA FRANCESA</span>
-</h2>
-
-<h3>I<br /><br />
-Los diarios.</h3>
-
-<p class="nind"><span class="letra"><img src="images/drop-u.png"
-width="70"
-height="68"
-alt="U"
- class="drop-cap" /></span>NO que otro día suelo comprar la <i>Gazette de France</i>, el venerable
-diario que casi nadie lee, salvo los abonados monarquistas. Lo compro
-por honrar la memoria de Théophraste Renaudot, que no era ningún Gordon
-Bennet, y por leer algunas sabrosas prosas de M. Charles Maurras. Esa
-vieja hoja, la primera que salió de las prensas francesas, está hoy
-decaída, como las ideas que representa. Su figura no luce, sus hábitos
-no van con la nueva vida periodística de este París que se ayanquiza,
-que ha cambiado, que se ha transfigurado, en cuerpo y alma, desde los
-tiempos en que Théophraste tenía su oficina en la calle Calandre, en la
-enseña del <i>Grand Coq</i>. Hay algunas publicaciones que permanecen fieles,
-hasta donde les es posible, al pasado; pero la evolución del periodismo<span class="pagenum"><a name="page_116" id="page_116"></a>{116}</span>
-francés tiene etapas demasiado marcadas en su historia. Los tiempos han
-cambiado; y, desde la aparición del primer periódico, la prensa ha
-correspondido a su tiempo.</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>Acabo de releer las deliciosas memorias de Goldoni. En ellas hay un
-capítulo dedicado a los periódicos. El comediógrafo se asombra ya de
-«l’inmensa quantitá di fogli che si spacciano ogni giorno in Parigi». El
-hombre más curioso y más desocupado del mundo no podría leerlas todas,
-dice, aunque emplease en ello todo su tiempo. Cita los más importantes.
-El <i>Journal de Paris</i>, célebre a la sazón por un <i>canard</i> ruidoso. Este
-periódico anunció que un lionés había descubierto la manera de caminar
-sobre el agua, y que había realizado la prueba con todo éxito. La
-afirmación no era cierta. Pero quiso la buena suerte de la publicación
-que tres años después un extranjero caminó, en efecto, sobre el Sena con
-unos zapatos de su invención. El <i>Journal de París</i> no quedó ya como
-mentiroso... Goldoni habla también de la <i>Gazette de France</i>. Aparecía
-entonces dos veces por semana, «y si no da las noticias más frescas, las
-da en cambio más seguras».</p>
-
-<p>El <i>Journal Europeen</i> era «una gaceta inglesa traducida al francés». Muy
-dedicada a cosas parlamentarias, y muy buscada por el público. El
-<i>Mercure de France</i> había dejado de publicarse mensualmente y aparecía,
-más pequeño, cada sábado. Cita con elogio el <i>Año Literario</i>, de Freron.
-El <i>Journal des Savants</i> «non e fatto per tutti». La <i>Gazette des
-Tribuneaux<span class="pagenum"><a name="page_117" id="page_117"></a>{117}</span></i>, útil para empleados y curiales, y el <i>Journal de
-l’Agriculture</i>, para los cultivadores. El más afortunado era la
-<i>Bibliothéque des Romans</i>. Merecía ser leído el <i>Journal de
-Litterature</i>, «benissimo scritto e molto giudizioso nelle sue critiche».
-Solamente hay en ese tiempo dos diarios: el <i>Journal de París</i> y el
-<i>Journal de France</i>. «Objeto principal de este último es el anunciar los
-bienes muebles e inmuebles que se venden o alquilan, de las cosas de que
-querían deshacerse los posesores», etc., etc. En cuanto al <i>Journal de
-Paris</i>, «algunas veces el público lamenta que no sea bastante rico de
-noticias». Y el buen Goldoni se pregunta: ¿pero puede un diario ser rico
-de noticias todos los días? Y luego, ¿se puede decir todo, escribir
-todo, imprimir todo? No sospechaba por cierto en lo porvenir la
-información actual, el diario en que cuotidianamente se dice todo, se
-escribe todo, se imprime todo.</p>
-
-<p>En verdad, el diario propiamente dicho, no empezó sino con la
-Revolución. Rivarol apareció con su finura y brillantez; Desmoulins, con
-su elocuencia; otros más si no buenos escritores, plumas activas. Las
-luchas de ideas, los choques políticos, hacían necesaria la hoja con su
-noticia, su proclama o su comentario. Marat, terrible colega, lanza su
-<i>Ami du Peuple</i>; y el periodismo furioso y sanguinario tiene iniciadores
-como d’Hebert y Fréron, a quien Goldoni calificaba de «uomo molto
-istruito e sensatissimo». En el Directorio Babeuf funda su <i>Journal de
-la Liberté de la Presse</i>. Se escribe mucho y hay no sólo libertad, sino
-libertinaje.<span class="pagenum"><a name="page_118" id="page_118"></a>{118}</span></p>
-
-<p>Bajo el poder del emperador no hay expansión para la prensa. Después
-nacerán los Carrel, los Constant, los Paul Louis Courrier, precursores
-de los luchadores de hoy, Clémenceau, Rochefort, Drumont y compañía.</p>
-
-<p>A la vuelta de los Borbones hay un despertamiento. El periódico cuenta
-con plumas como las de Bonald, Lamennais, Chateaubriand, que sustentan
-los principios conservadores, mientras el liberalismo tiene a Cousin,
-Guizot, Royer-Callard, Foy, Miguet, Thiers, etc. Más tarde, típicos
-representantes aparecerán, maestros como Janin y el gran Louis Veuillot.
-Girardin, como dice en una buena frase M. Edmond Pilon, crea <i>la Presse
-d’un coup de plume et tue Armand Carrel d’un coup d’épée</i>. A través de
-los cambios políticos, brillan los Louis Blanc, los Raspail, Hugo mismo,
-que fué colosal periodista. El segundo imperio llenó los diarios de
-literatos y poetas. Nacieron los Scholl, los Saint-Víctor, los Gautier,
-los Vacquerie. La guerra y la Comuna pasaron. Hubo una transformación en
-todo. Los diarios cambiaron de ideas, de rumbo, o suavizaron sus
-tendencias. El número ha aumentado largamente. Y un soplo venido de los
-Estados Unidos, ha propagado últimamente el espíritu yanqui en el
-diarismo, como ha creado el <i>magazin</i>, fotográfico, de actualidad y de
-curiosidad.</p>
-
-<p>¿Quién no sabe que el <i>Temps</i> es el más serio y autorizado de los
-diarios parisienses? Sus cortos artículos editoriales resumen en
-juicios, casi siempre acertados, los movimientos de la política
-mundial.<span class="pagenum"><a name="page_119" id="page_119"></a>{119}</span> En cada número un redactor representa el pensamiento
-espiritual, la crítica fina, Pierre Mille o Nozieres, por ahora. Allí se
-publican las «interviews» famosas, «los paseos y visitas» de un eminente
-reporter: M. Adolphe Brisson. La crítica literaria y dramática cuenta
-siempre con dos «normaliens» de fuste. Los que han firmado, firman, o
-firmarán esas secciones, han sido, son o serán de la Academia Francesa.
-Los asuntos militares los tratan en largos artículos dos militaristas
-fuertes, como los hermanos Margueritte. Un reposado gentleman-farmer
-envía de cuando en cuando agradables cartas sobre agricultura. En el
-folletín hay casi siempre una novela extranjera.</p>
-
-<p>En cuanto a información, el <i>Temps</i> es de los más adelantados, y sus
-noticias son siempre de buen origen. Antes de pasar adelante, he de
-advertir que es inútil buscar aquí una información semejante a la de los
-grandes diarios yanquis, ingleses y argentinos.</p>
-
-<p>El <i>Figaro</i>, que ha pasado recientemente por una crisis resonante,
-guarda su carácter tradicional, moderado y mundano. Se conserva la
-usanza de los «sonetos políticos», de Magnard. Siempre, el redactor en
-jefe, da su opinión sobre la situación, si no en catorce versos, en más
-o menos espacio que el que ellos ocuparían. El primer artículo es
-literario, o de actualidad, firmado por un nombre célebre, o en vísperas
-de serlo. Un redactor hay, cuotidianamente, para un asunto de interés
-actual en la vida parisiense, y, entre la legión de sus reporteres,<span class="pagenum"><a name="page_120" id="page_120"></a>{120}</span>
-cuenta con el reporter parisiense por excelencia M. Chincholle, y con un
-hábil interviewista, M. Huret. Mantiene en la mayor parte de las
-capitales europeas corresponsales que están, o aparentan estar, en todos
-los secretos de cancillería y de salón. Como crítico teatral firmaba
-Henry Fouquier; hoy llena la tarea Emanuel Arene. Recientemente el
-<i>Figaro</i> ha llamado a Catulle Mendés a su colaboración literaria fija, y
-el buen poeta dice, en prosa y verso, cada quince días, impresiones,
-sensaciones e ideas.</p>
-
-<p>El <i>Gaulois</i> es el rival mundano del <i>Figaro</i>. Su clientela es
-monárquica y de alto rango. En su redacción se guardan todas las
-conveniencias. Tiene una sección muy interesante, sus <i>blocnotes</i>
-parisienses. Como el <i>Temps</i> y el <i>Figaro</i>, se vende a quince céntimos.
-Manifiesta también preferencia por la literatura y el arte. Conservador
-y todo, tiende a mejorar como empresa. El <i>Journal des Debats</i> es el
-viejo periódico sabio y correcto de antaño. Tiene una clientela especial
-y distinguida. Guarda la tradición del folletín de crítica dramática.
-Sus colaboradores son casi todos miembros del Instituto. Es el periódico
-senador, antiguo par de Francia. El <i>Journal</i> ha comenzado con gran
-éxito y ha seguido una vida de éxitos. Diario cuyo director literario es
-M. José María de Heredia, tiene un estado mayor de excelentes literatos
-como redactores. Cuenta también con buenos periodistas, en el sentido
-exacto de la palabra. Se distinguen en esto su redactor policial y su
-vulgarizador científico. En cuanto a sus plumas principales, las hay
-fuertes, admirables para<span class="pagenum"><a name="page_121" id="page_121"></a>{121}</span> la revista y para el libro, como la de M. Paul
-Adam, cuyos artículos muy sesudos, atrevidos y macizos, no son muy
-propios del diario; Michel Prince publica sus diálogos picantes; André
-Theuriet, sus impresiones y cuentos campestres; «Severine» hace su
-propaganda humanitaria; Mezervy dice sus historietas voluptuosas; Hugues
-la Roux, sus viajes e impresiones, y así otros cuantos colaboradores
-fijos. La crítica teatral la hace el poeta Mendés. Tiene buenos
-reporteres, como Naudeau, y tres escritores risueños: Pouchon, famoso
-sacerdote de Baco; Alphonse Allais, que es en París lo que Luis Taboada
-en Madrid y Eustaquio Pellicer en Buenos Aires, y Franc Nohain, un
-humorista en versos amorfos, que recibe las confidencias de las
-cafeteras, de los billares, de las muñecas y de otras cosas así, y que
-agarra una rima y no la suelta hasta no acabar con la paciencia de sus
-lectores.</p>
-
-<p>El <i>Matin</i>, que en su nueva época ha iniciado un movimiento de
-información y de actividad diarística que le ha sido muy provechoso, y
-el <i>Français</i>, que aparece por la tarde, en dos o tres ediciones, son de
-una misma empresa. Publican siempre un artículo de actualidad, un cuento
-y muchas noticias locales y extranjeras. Sus redactores principales son
-Ch. Laurent y H. Harduin. Tienen un crecido número de colaboradores y
-reporteres que han tenido ingeniosas ideas e iniciativas, como el que se
-tiró al Sena para ver si lo salvaban los perros de la policía, y se
-quedó una noche escondido en un sarcófago del Louvre, y George Daniel
-que se ha disfrazado de mil<span class="pagenum"><a name="page_122" id="page_122"></a>{122}</span> maneras y ha ejercido cien oficios para
-contar sus aventuras a los parisienses. El <i>Echo de Paris</i>, órgano del
-nacionalismo, es un diario bien hecho, bien informado, con una buena
-sección de telegramas del extranjero, y que se distingue como <i>L’Eclair</i>
-por sus interviews. Hay otros cuantos diarios, pero se harían estas
-líneas interminables si hablara de todos.</p>
-
-<p>El establecimiento del <i>New York Herald</i>, en París, la invasión yanqui,
-las relaciones más estrechas con los Estados Unidos, han traído al
-periodismo nueva vida. Ya son señalados los redactores políticos que
-hacen su largo editorial, los extensos capítulos, de antes, o las
-dilatadas vociferaciones. Se busca decir en pocas líneas mucho. No se
-declaman las antiguas tiradas. En cambio, en todo, en literatura, en
-arte, en sport, se aumenta la parte informativa, el elemento curioso, la
-anécdota inédita. Con esto ha llegado también la <i>réclame</i>. Hay diarios
-que dan primas a sus suscriptores; otros, como el <i>Journal</i>, han
-inundado de carteles vistosos los muros de París, recomendando tal o
-cual folletín espeluznante, y ofreciendo un premio de valor a la persona
-que averiguase el final de la novela y la suerte de cada uno de los
-personajes, después de publicados los primeros capítulos. El <i>Matin</i> y
-el <i>Français</i> han iniciado las <i>sorpresas</i>. Los redactores del
-periódico, desde el redactor en jefe hasta el último reporter, han
-salido por las calles a ofrecer un sobre cerrado a las personas que
-andan con el diario ostensiblemente. Los sobres contienen billetes de
-mil francos,<span class="pagenum"><a name="page_123" id="page_123"></a>{123}</span> automóviles, una <i>villa</i> amueblada y otros regalos de
-mayor o menor precio. El <i>Journal</i> siguió el ejemplo, y lanzó una
-especie de combinaciones que eran simplemente una lotería, por lo cual
-la ley cayó sobre la tentativa. Hoy hace lo mismo que el <i>Matin</i>.
-Naturalmente, esa <i>auto-réclame</i> no la hacen diarios graves y estirados.
-Entre esos, el <i>Figaro</i> ofrece a sus suscriptores el aliciente de las
-invitaciones a sus fiestas y recepciones. Hay otros medios. El <i>Matin</i>
-envió a un redactor a dar la vuelta al mundo en el menor tiempo posible;
-el <i>Journal</i> hizo lo mismo. Luchan a quien más acapara la atención
-pública. El <i>Journal</i> acaba de lograr una gran victoria: ¡ha sacado del
-presidio a un condenado a perpetuidad, inocente, según se ha probado; le
-ha traído a París, le ha banqueteado, le ha hecho aclamar por el pueblo
-en la estación del ferrocarril! El <i>Matin</i> se ha puesto pálido... Sería
-necesario algo más sensacional: un condenado a muerte, inocente también,
-arrancado a la guillotina... Pero eso no es fácil.</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>¿El papel político de cada diario? Conforme a los intereses del partido
-que lo sostiene. ¿El tono habitual de ellos? En un curioso estudio de M.
-de Noussanne, sobre la prensa francesa, hay una serie de frases y
-palabras usuales en el repertorio de cada uno. <i>La Croix</i>: «Este
-gobierno nefasto... El ejército encarna la patria... No queremos por
-prueba... En cambio... Los francmasones... La francmasonería...
-Revuelta... Los revoltosos... Dios... Castigo... Misericordia...
-Cólera... Cristiandad...<span class="pagenum"><a name="page_124" id="page_124"></a>{124}</span> Anticristiana... Obolo... Pequeño óbolo...
-Documentos... Escándalo... Perfidia...» <i>L’Aurore</i>: «Los gobernantes,
-explotadores y ladrones... Los bandidos, los asesinos galoneados...
-matadores... carniceros y violadores... Yo quiero... Yo... Yo haré... Yo
-he dicho... Yo he citado... Yo repito... Las órdenes de la conciencia...
-Las luces de la razón... Los pretorianos... Brutos... Policía...
-Malhechores civiles y militares... Cadáveres... Barbarie... Fuego y
-sangre... Cobardías... Atrocidades... Infamias...» <i>La Libre Parole</i>,
-órgano, como se sabe, de los antisemitas: «Este Ministerio de muerte y
-de ruina... El ejército desorganizado... Yo... Yo soy... Yo sé... Ya
-veis... Ya veréis... Imaginad... Notad... Escuchad... Desde el punto de
-vista de... Hay... Hay más... El ejército... Los judíos... La judería...
-El oro... Los cosmopolitas... Israel... El país... Canalladas...
-Traidores... Abominable... Inmundo...» El <i>Figaro</i>: «Cuando se tiene el
-honor de ser un hombre de gobierno... Es preciso... Respetamos demasiado
-el ejército... El respeto de las instituciones... El respeto de las
-leyes... El respeto del orden... La libertad... Las libertades... La
-masonería... Los jacobinos... Las pasiones... Sospechas...
-Sospechosos...» <i>La Patrie</i>: «El Ministerio de vergüenza y de
-traición... El ejército francés sobre todo... Así pues... Ved aquí...
-Ved... Desde la guerra... La lección del pasado... Parlamentarismo...
-Incoherencia... Fe... Ley... Odiosos sectarios... Sin patria... Nuestros
-adversarios... Los peores bandidos...<span class="pagenum"><a name="page_125" id="page_125"></a>{125}</span> La libertad... Las libertades
-violadas... Este pueblo... Un gran pueblo... Las conciencias
-francesas... Deber patriótico... Derechos imprescriptibles... Esperanzas
-invencibles...»</p>
-
-<p>Por sus palabras los conoceréis.</p>
-
-<p>Las naciones, decía Littré, tienen, en bien o en mal, el periodismo que
-merecen.</p>
-
-<h3>II<br /><br />
-Las revistas.</h3>
-
-<p>Hay en el mundo intelectual ciertas mentiras convencionales, una de
-ellas ésta: la <i>Rue de Deux Mondes</i> es un cuadernote ilegible; no se
-puede tener en la mano sin que el sueño no llegue a rendir al lector; es
-una revista vieja para viejos; cuartel de inválidos, refugio de
-veteranos. Nada de esto es cierto sino en parte muy relativa. La noble
-revista ha contado siempre entre sus colaboradores autores jóvenes y
-brillantes: es una publicación no extraña a la amenidad y
-suficientemente valiente para dar acogida a obras a veces arriesgadas,
-desde las de la Sand hasta las de D’Annunzio; es abierta a las
-corrientes de ideas extranjeras, y en sus páginas han tenido lugar en
-toda época trabajos de escritores de todas partes del mundo. Siempre ha
-habido en su redacción una pluma hábil cosmopolita: antes era M. de
-Mazade, hoy es M. de Wizewa. En ella fueron juzgados, a su tiempo, los
-libros de Sarmiento, entre otros americanos.<span class="pagenum"><a name="page_126" id="page_126"></a>{126}</span></p>
-
-<p>Lo que sí es cierto es que la <i>Revue de Deux Mondes</i> es la academia de
-la prensa. Los autores franceses que escriben en ella son candidatos
-para un asiento bajo la Cúpula, cuando no figuran en el número de los
-Cuarenta. Su opinión oficial, representada siempre por un crítico de
-seso, no es ciertamente revolucionaria ni independiente. Para eso están
-las revistas de otra índole. De Buloz a Brunetière, la dirección es la
-misma. La revista que lleva como norma la seriedad y el buen sentido no
-pretende, por otra parte, más que ser leída por el grupo que constituye
-su especial clientela. Y en cuanto al color de sus ideas es invariable,
-como el salmón de su cubierta.</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>En realidad, la revista más respetable, si el respeto se mide por la
-edad, sería el <i>Mercure de France</i>, cabalmente la revista más
-independiente, más atrevidamente intelectual, más sólidamente moderna.
-Su fundación data de 1672. Goldoni, en sus citadas Memorias, dice: El
-<i>Mercurio de Francia</i>, llamado antes el <i>Mercurio Galante</i>, ha variado
-ahora el orden de su distribución. En vez de un volumen al mes, da una
-parte cada sábado. Este trabajo es hecho por una sociedad de literatos:
-comprende cuanto se refiere a las artes, las ciencias, la literatura,
-los teatros, las noticias políticas, y ha siempre conservado el antiguo
-uso de los enigmas y logogrifos, de los cuales da la explicación en el
-volumen sucesivo. El vocablo <i>enigma</i> debe entenderlo cualquiera, pero
-el de <i>logogrifo</i> puede muy bien ser desconocido<span class="pagenum"><a name="page_127" id="page_127"></a>{127}</span> de muchas personas:
-yo, por ejemplo, no tenía de él noticia alguna en Italia. He aquí la
-explicación que se encuentra en el diccionario de Trevoux: «Logogrifo:
-especie de símbolo en palabras enigmáticas; consiste en cualquier
-alusión equívoca, o mutilación de palabras, por el cual se varía el
-sentido literal de la cosa significada: de manera que está entre el
-equívoco, o el verdadero enigma o emblema.» Las palabras de Goldoni
-toman hoy un picante valor, cuando se sabe que ha sido en su reciente
-época el <i>Mercure de France</i> el campo de aparición y el lugar de batalla
-de los simbolistas de la literatura, de los enigmistas del arte. Los
-ingenuos emblemas de antaño se cambiaron en prosas extraordinarias y
-raras, en poesía misteriosa y cabalística, con el curso del tiempo. La
-verdad: esa revista, en su período contemporáneo, ha sido la <i>Revue de
-Deux Mondes</i> de los intelectuales en el mundo entero, de Rusia a los
-Estados Unidos, de París a Tokio, de Roma a Buenos Aires. Es ella la
-causante principal del movimiento de ideas que en arte y filosofía
-adquirió en estos últimos tiempos una expansión internacional y una
-potencia cosmopolita. El decadentismo desapareció con señaladas
-individualidades: el simbolismo dejó de ser una escuela para dejar en la
-obra personal de sus principales sostenedores la verificación del
-triunfo de una tendencia, de la victoria de una lucha mental que ha
-influído en todas partes en las creaciones del espíritu y en el arte de
-exteriorizar las ideas. Ya pasó el tiempo en que se hablaba de esta
-publicación como una de las<span class="pagenum"><a name="page_128" id="page_128"></a>{128}</span> tantas tentativas de los «nuevos», de los
-«jóvenes»; los nuevos de ayer son hoy casi viejos; los jóvenes,
-reconocidos maestros. Desapareció Verlaine, desaparecieron Mallarmé y
-Villiers de l’Isle Adam, dejando en la historia de las letras francesas
-el resplandor de su luz indiscutible. Quedan los fuertes en su madurez:
-Henry de Regnier, altísimo poeta; Remy de Gourmont, cuya obra compleja,
-profunda, sabia, vigorosamente encantadora, dentro de poco tiempo, como
-la de Nietzsche, quizá conmueva al mundo. Madame Rachilde, la
-inteligencia más rara, a mi entender, que ha tenido una mujer sobre la
-tierra; Jules de Gaultier, hábil manejador de ideas, filósofo
-inesperado, cuyos recientes libros <i>De Kant a Nietzsche</i> y <i>El
-Bovarismo</i> recomiendo a nuestros espíritus de meditación, a nuestras
-inteligencias que no temen el vértigo de las altas especulaciones;
-Barthélemy, que ha escrito una obra sobre Carlyle que es una obra
-maestra, y una pléyade de estudiosos, de trabajadores, exploradores en
-plena selva de ideas, o mineros de futuro. El <i>Mercure</i> tiene la
-particularidad de tener una redacción cosmopolita, y en cada número hay
-una reseña del movimiento intelectual universal en secciones especiales.
-Los «epílogos» de Gourmont y los juicios de Mme. Rachilde son verdaderos
-atractivos para los sibaritas de las letras.</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>El <i>Correspondant</i> es una revista admirablemente dirigida, de gran
-mérito por la calidad de su colaboración y que sostiene las ideas del
-elemento conservador<span class="pagenum"><a name="page_129" id="page_129"></a>{129}</span> y religioso. Es poco leída en el gran público,
-pero muy leída en las clases altas, en que no soplan vientos de <i>fronde</i>
-ni se agitan otros problemas que los del sostenimiento de los antiguos
-ideales y regímenes.</p>
-
-<p>La <i>Grande Revue</i> fué fundada a raíz de la famosa cuestión Dreyfus, y su
-director es el célebre abogado Labori. Según su programa, se señala esta
-publicación por dos caracteres esenciales: «desde el punto de vista
-intelectual, la independencia absoluta de toda escuela, pues conviene
-acoger lo que hay de excelente o de verdaderamente original en todos los
-géneros: desde el punto de vista material, la periodicidad mensual, pues
-en presencia de las múltiples ocupaciones de la vida moderna y del
-número creciente de obras de toda suerte que hay que recibir a veces,
-solamente para recorrerlas, una publicación consistente en un grueso
-volumen mensual, compuesto con cuidado para que todo interese, y por lo
-tanto completo y menos costoso que las obras similares, no tiene sino
-ventajas». A lo cual se puede observar que hay una buena cantidad de
-revistas mensuales tan nutridas o más que esa revista y que su lectura
-se resiente de pesadez y de sequedad.</p>
-
-<p>La <i>Revue Bleu</i> es hebdomadaria, como su <i>adlátere</i> la <i>Revue
-Scientifique</i>. Se distingue por la variedad y la actualidad de sus
-temas, y asimismo por lo escogido de su cuerpo de colaboradores. Por lo
-que toca a sus ideas, se adorna de un sabio eclecticismo que no le aleja
-ninguna simpatía.<span class="pagenum"><a name="page_130" id="page_130"></a>{130}</span></p>
-
-<p>No se puede decir lo mismo de la <i>Revue Blanche</i>. Esta es una de las más
-intelectuales y, sin disputa, la más combatiente, emprendedora y activa.
-Es anárquica, demoledora y nutrida de ideas. Su colaboración es
-cosmopolita, como la de <i>Mercure</i>, y puede asegurarse que jamás se ha
-escrito en ella una sola página en que no haya audacia y talento. Lo
-subido de su color&mdash;¡a pesar de su candidez apelativa!&mdash;le ha atraído
-los odios de los reaccionarios, pero le ha dado también una inmensa boga
-en el mundo pensante, tanto en Francia como en el extranjero. Ha hecho
-campañas sonoras y memorables, como la de Montjuich, dirigida por
-Tarrida del Mármol, y la del descubrimiento de las crueldades cometidas
-en las prisiones militares francesas. Es uno de los órganos que más han
-dado a conocer el actual pensamiento ruso; y toda idea nueva y osada
-tiene en él un defensor y un propagandista, así en literatura, como en
-ciencia, como en política. En ella nació a la vida de la celebridad el
-combatiente Gohier.</p>
-
-<p>La <i>Revue Universelle</i> es una continuación perpetua del diccionario
-Larousse. Es un término medio entre la ilustración y la revista. Mezcla
-la colaboración de ideas con las actualidades y curiosidades, aumentando
-su prestigio de divulgación con sus numerosos fotograbados.</p>
-
-<p>La <i>Revue de Paris</i> es aristocrática, de un mundano intelectualismo y
-ofrece a sus lectores de cuando en cuando lo más celebrado de autores
-extranjeros en boga. No se distingue por ninguna particularidad.<span class="pagenum"><a name="page_131" id="page_131"></a>{131}</span> Parece
-que, sin embargo, tiene una, y no la menos interesante para los
-escritores: es la que más caro paga la colaboración entre todas las
-revistas publicadas en París.</p>
-
-<p><i>La Plume</i> es de hermosa historia. Fué un tiempo, con el <i>Mercure</i>, el
-palenque de los poetas y escritores nuevos. Ha pasado por mil
-vicisitudes: en ella nacieron a la vida de la gloria muchos autores hoy
-ilustres. Actualmente ha adquirido fuerzas y se presenta flamantemente
-como una de las mejor escritas y más artísticamente presentadas. <i>La
-Plume</i> daba en sus primeros tiempos banquetes, en realidad modestos
-ágapes, pero que tenían la especialidad de ser presididos por una
-celebridad del arte, de la ciencia, de la literatura. Hoy ha acentuado
-su carácter artístico: inicia exposiciones, publica muy interesantes
-monografías sobre los mejores pintores o escritores, y aunque ha vuelto
-a las antiguas comidas, éstas no tienen ni la resonancia ni la alegría
-de las otras, según parece. La juventud, <i>hélas!</i>, ha pasado.</p>
-
-<p>Como su nombre lo indica, la <i>Revue Hebdomadaire</i> aparece cada semana.
-Es de un formato reducido, un cuadernito siempre lleno de curiosos
-artículos, poesías y novelas. Antes daba la preferencia a las novelas y
-reproducía obras conocidas. Hoy todo lo que publica es inédito, y la
-dirección procura mejorar cada día. Lástima es que se insista en el
-tamaño reducido, que, indudablemente, no hace bien a la revista.</p>
-
-<p>La <i>Revue Brittannique</i> desapareció. Es una lástima, pues desde que
-Pichot la fundara, no dejó de ser<span class="pagenum"><a name="page_132" id="page_132"></a>{132}</span> una publicación seria, informada
-intelectualmente y bien organizada como empresa. Era también una de las
-revistas que más se ocupaban de la actividad mental extranjera, siempre
-tan poco conocida entre los escritores de este país.</p>
-
-<p>Hay una enorme cantidad de revistas especiales, desde las sabias
-filosóficas y profesionales hasta las que son órganos de grupos y
-escuelas, como <i>L’Effor</i> o la <i>Revue Naturiste</i>, sin contar con las
-innumerables de letras y artes que se fundan, viven un poco de tiempo y
-se acaban. Fundación y <i>fundición</i>.</p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-132.jpg" width="236" height="147" alt="" title="" />
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_133" id="page_133"></a>{133}</span></p>
-
-<h2><a name="LA_EVOLUCION_DEL_RASTACUERISMO" id="LA_EVOLUCION_DEL_RASTACUERISMO"></a>
-<img src="images/illus-133.jpg" width="393" height="125" alt="LA EVOLUCIÓN DEL RASTACUERISMO" title="" />
-<br />
-<span class="caption">LA EVOLUCIÓN DEL RASTACUERISMO</span>
-</h2>
-
-<p class="nind"><span class="letra"><img src="images/drop-m.png"
-width="70"
-height="70"
-alt="M"
- class="drop-cap" /></span>ONSIEUR Charles Wiener, el muy estimable diplomático francés, tan
-conocido en la América del Sur, dió en una ocasión una conferencia sobre
-el Uruguay; en la cual conferencia, publicada después, se leen estas
-palabras: «El número enorme de los animales matados permite juzgar la
-importancia del comercio de las pieles secas o saladas, en gran parte
-acaparado por un <i>trust</i> norteamericano. Permitidme aquí una explicación
-etimológica: los hombres que manipulan las pieles de los animales
-desollados, y que, además, no son destazadores artistas, constituyen una
-categoría de obreros llamados «arrastracueros», de donde viene, por
-corrupción, la palabra extraña de <i>rastaquouère</i>. Aprovecho ese
-paréntesis filológico para hablaros algo sobre la palabra y sobre la
-cosa».</p>
-
-<p>La etimología de M. Wiener es, como otras semejantes, muy poco segura;
-pero en todo caso, mejor<span class="pagenum"><a name="page_134" id="page_134"></a>{134}</span> que la que hace venir la palabra de la jerga
-del Greluche de Meilhac, brasileño de pega. Su hablar&mdash;«¿Quo resta buena
-avatas salem pampas?»&mdash;es de la misma especie que el turco de cierta
-farsa clásica. Parecida a la opinión de M. Wiener es la que trae el
-Larousse: «Otros pretenden que los primeros americanos del Sur, cuya
-prodigalidad y lujo chillón llamaron la atención, eran antiguos
-hacendados enriquecidos con la venta de pieles y cueros. Se les había
-llamados «rascacueros», y de allí «rastacueros». ¿Aurelien Scholl
-inventó su personaje de D. Iñigo Rastacuero, marqués de los Saladeros, o
-en efecto, como él lo afirmaba siempre, el tipo fué amigo suyo y persona
-en carne y hueso? Es de creer que el finado expresidente del «Cercle de
-l’Escrime» tuvo muchas oportunidades de conocer a muchos americanos del
-Sur, cuyos hábitos y figura pudieron dar vida a su retratado. «Desde el
-día en que D. Iñigo Rastacuero, marqués de los Saladeros, bajó en el
-hotel del Louvre, desde donde irradió sobre la sociedad parisiense,
-pocos extranjeros han osado presentarse en el café de la Paix sin
-haberse encasquetado un título cualquiera.» Rastacuero, «que debía dar
-su nombre a la gran tribu de los exóticos», está aún presente en todas
-las memorias: una cara de <i>pain d’épice</i>; dos ojos negros, con el
-movimiento de rotación de los ventiladores; una gran nariz de loro, bajo
-la cual un espeso bigote de alambre se retorcía orgullosamente
-poniéndole un punto de admiración en cada mejilla. Tenía en su bolsillo
-pepitas de oro y naipes, cartas de Hernán<span class="pagenum"><a name="page_135" id="page_135"></a>{135}</span> Cortés y direcciones de
-damas. Cuando estaba sin blanca, Rastacuero hacía un viajecito a la
-América del Sur y volvía algunos meses después con dos millones en
-cartera. Se decía que había ido a matar a alguien en la Cordillera de
-los Andes, y que traía sus despojos. Al partir, tenía cuidado de dejar
-su dirección: «poste restante, en Buenos Aires», o «poste restante, en
-Valparaíso». Rastacuero tenía los dedos cargados de sortijas; una cadena
-de reloj que hubiera podido servir para atar el ancla de una fragata;
-tres perlas, gruesas como huevos de garza, le servían de botones de
-camisa, y usaba un alfiler de corbata que era una garra de tigre rodeada
-de brillantes. El personaje que corresponde a las señas del de Scholl se
-puede aún encontrar, con más o menos variantes en todos lugares. Y algún
-personal motivo de malignidad tuvo el famoso cronista para hacerlo
-aparecer como argentino o como chileno. No solamente de Valparaíso y de
-Buenos Aires venían y vienen a París los dueños de las pepitas de las
-garras de tigre y de los bigotes de alambre. Y justo fué el redactor del
-<i>Figaro</i>, Gaston Jollivet, al decir en un artículo: «Muchos parisienses
-enriquecidos son rastacueros»; cosa que ha repetido hace poco, y de
-manera dura, Luis Bonafoux: «Rastacuería o Rastilandía están en todas
-partes...»</p>
-
-<p>Pero ¿en qué consiste esencialmente el ser rastacuero? ¿En ser exótico?
-Jamás se le ocurriría a nadie aplicar el calificativo a Krüger o a
-Li-Hung-Chang. ¿En el amor y uso de las piedras preciosas?<span class="pagenum"><a name="page_136" id="page_136"></a>{136}</span> Nadie se
-atreverá a tachar de rastacuero a Robert de Montesquiou... ¿En los
-muchos anillos en las manos? Mi buen amigo Ernesto Lajeunesse anda con
-las suyas semejantes a las de un rey bárbaro. ¿En el tipo? El mismo
-Scholl tuvo bigotes de alambre y muchos parisienses tienen los ojos de
-D. Iñigo. ¿En el color? <i>El pain d’épice</i> no se le puede aplicar a todos
-los exóticos. ¿El derroche inopinado y ridículo? Los <i>petits-sucriers</i>
-abundan en este maravilloso país.</p>
-
-<p>A mi entender, el rastacuerismo tiene como condición indispensable la
-incultura; o, mejor dicho, la carencia de buen gusto. Desde lejanos
-tiempos, desde los embajadores que envió Harun-al-Raschid a Carlomagno,
-los diplomáticos y los viajeros extranjeros de fausto y de riqueza han
-venido a París a dejar una huella de oro y de lujo. Se necesitó que
-viniesen de tales o cuales países americanos opulentos caciques o
-arregladores de empréstitos para que la célebre figura representativa
-surgiese. Puesto que de esos países vinieron, no los más cultos, sino
-los más hábiles, con todos los defectos nativos sin barnizar. <i>Parvenus</i>
-o señorones de aldea, creyeron que Lutecia era conquistable con exceso
-de colorines y mala ostentación de grandezas. Luego fueron los ingenuos
-ricachos, como el personaje de una de las novelas del escritor chileno
-señor A. del Solar. Y el rastacuero agrega entonces a su mujer y a sus
-hijas, esas hijas que formarán lo que llamaba Juan Montalvo matrimonios
-deslayados; jóvenes ricas que se casan con nobles arruinados.<span class="pagenum"><a name="page_137" id="page_137"></a>{137}</span> Por eso
-el mismo Scholl se atrevió a decir en otra ocasión: «Casi todas las
-extranjeras sin marido son rastacueras.» En cuanto a los que no osan
-presentarse en el café de la Paix sin encasquetarse un título
-cualquiera, los hay de la manera más sonoramente grotesca. Millones
-incásicos o aztecas compran títulos del Papa&mdash;y no en el café de la
-Paix, sino en el mismo mundo de la nobleza&mdash;, surgen los Iñigos
-marqueses y príncipes. La injusticia aparente que se ve en el parisiense
-contra el hispanoamericano, habiendo tantos valacos, griegos y
-levantinos que merecen el epíteto célebre, se explica por tales razones
-y ejemplos.</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>Raspacueros, rascacueros, arrastracueros, siempre hay cueros en la
-palabra, y como en donde de manera principal abundan los ganados y de
-donde vienen los cueros es de la América del Sur, y en especial del Río
-de la Plata, el epíteto, con etimologías comprensibles, como la de M.
-Wiener, se singulariza. Solamente es de asombrar que a los yanquis,
-comerciantes en pieles, en tocinos, en jamones; archimillonarios y
-derrochadores, y tipos de grandes rastacueros delante del Eterno, por
-derroches y extravagancia, no se les aplique el dictado de rastacuero.
-¿Por qué? ¿Por la falta del color de <i>pain d’épice</i> o de <i>forro de
-bota</i>, como dijo el jesuíta Coppée? Pues entonces que no se llame
-rastacuero al más estupendo de los hispano-americanos, al célebre Guzmán
-Blanco, que era culto, hermoso, de puro tipo caucásico y que casó a una
-de sus hijas<span class="pagenum"><a name="page_138" id="page_138"></a>{138}</span> con el hijo del <i>arbiter elegantiarum</i> del segundo
-Imperio, M. de Morny. ¡Ah! muchos rasca, raspa o arrastracueros
-entroncan hoy en árboles genealógicos de la nobleza europea por virtud
-de los mismos cueros. Y eso no es nuevo... Tan no es nuevo, que en su
-latín lo decía ya en lo antiguo el maravilloso y rudo Juvenal:</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">Neu credas ponendum aliquid discriminis inter<br /></span>
-<span class="i0">Unguenta <i>et corium</i>. Lucri bonus est odor ex re<br /></span>
-<span class="i0">Qualibet. Ylla tuo sententia semper in ore<br /></span>
-<span class="i0">Versetur, Dis atque ipso Jove, digna, poetæ:<br /></span>
-<span class="i0"><i>Unde habeas quaerit nemo; sed oportet habere</i>.<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>No, el rastacuero no tiene nacionalidad, tiempo ni profesión, ni
-necesita de fortuna para serlo&mdash;el rastacuero tal como se entiende en
-París, una vez adoptada la palabra&mdash;. Buckinghan no era un rastacuero,
-ni el duque de Osuna, ni Aguado el banquero. Pero sí tales tipos
-singulares, cuyos nombres se olvidan, italianos, españoles, argentinos,
-peruanos, chilenos, mejicanos, bolivianos; cuatro caballos, título
-inesperado o desenterrado, pompa de encargo, propinas del chá, cuando no
-juego sospechoso; <i>sport</i> a la mala, matrimonio de agencia o
-intermediario, castillo súbito, relaciones compromitentes.</p>
-
-<p>La evolución del rastacuerismo se nota en su civilización. La
-extravagancia exterior en la decoración personal, en las maneras de
-derroche violento y copioso, han dado paso a una especie de
-compenetración<span class="pagenum"><a name="page_139" id="page_139"></a>{139}</span> con la alta sociedad parisiense&mdash;nunca en el riñón del
-Fauboug&mdash;, sobre todo después de que los millonarios yanquis han abierto
-la mayor parte de las puertas antes cerradas herméticamente. El
-«brasilero» de Meilhac y Halévy no existe hoy, sino corregido y
-aumentado por la facilidad de relaciones.</p>
-
-<p>Y en cuanto a la manera de juzgar, ha cambiado también. Se dice entre el
-<i>demimonde</i>: «¡Qué «rasta» estás esta noche!», para alabar un lujo o una
-elegancia. Y en ese mismo medio mundo no hace muchos años, cuando los
-Prados y Pranzinis, la palabra «rastacuero» era un insulto... y una
-alabanza. En el mundo literario he oído llamar «rasta» a M. de Heredia,
-y en el alto mundo a notables individualidades se les da la calificación
-en diarios mundanos...</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>Los verdaderos están en todas partes...</p>
-
-<p>...Ellos van, ellos y ellas, en los automóviles, vestidos de cueros...;
-ellos van, ellos y ellas, bajo la noche fría, en los magníficos
-carruajes, vestidos de pieles...; ellos van, ellos y ellas, indignos de
-sus riquezas, por todas partes, con los huevos de garza y las garras de
-tigre de que hablaba el mosquetero Scholl.</p>
-
-<p>Cueros y perfumes, los internacionales Guarangos: <i>Unguenta et
-corium</i>...</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_140" id="page_140"></a>{140}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_141" id="page_141"></a>{141}</span></p>
-
-<h2><a name="EL_ESCULTOR_ARGENTINO_IRURTIA" id="EL_ESCULTOR_ARGENTINO_IRURTIA"></a>
-<img src="images/illus-141.jpg" width="405" height="197" alt="EL ESCULTOR ARGENTINO IRURTIA" title="" />
-<br />
-<span class="caption">EL ESCULTOR ARGENTINO IRURTIA</span>
-</h2>
-
-<p class="nind"><span class="letra"><img src="images/drop-m.png"
-width="70"
-height="70"
-alt="M"
- class="drop-cap" /></span>ONSIEUR Irurtia: La <i>concierge</i> me conduce, en un patio en que se ve
-mucho cielo y medran tupidas enredaderas, que el mes ha deshojado, a la
-puerta del taller que busco.</p>
-
-<p>&mdash;<i>Entrez!</i></p>
-
-<p>El artista argentino, con sus manos llenas de la tierra del trabajo, sus
-cabellos revueltos, su barba crecida, su cuerpo robusto que envuelve la
-larga blusa, el gesto amable, la sonrisa hospitalaria, me acoge.</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>La modelo no ha dejado la tarima. Su bella plástica, acostumbrada a la
-visión de tantos ojos, queda tranquila ante la contemplación de un
-artista más. Yo ruego al escultor amigo que no interrumpa su tarea, y
-por largo rato gozo del espectáculo que no me cansaría nunca. Ver crear,
-ver surgir la forma<span class="pagenum"><a name="page_142" id="page_142"></a>{142}</span> expresiva, alma inmóvil de la materia, entre las
-manos de un obrero intelectual, es hermoso.</p>
-
-<p>De cuando en cuando examino el recinto, que ya conozco. Es el mismo
-estudio modesto en donde he visto nacer y morir, por la voluntad
-descontentadiza de su autor, muchas obras que no alcanzaron el grado de
-su deseo; el mismo modesto, modestísimo estudio, en donde he oído al
-gran Rodin dar alabanza y estímulo al joven estatuario que sueña con el
-día feliz en que a su patria llegue el triunfo del arte verdadero y
-desinteresado, del arte sincero y noble de que los pueblos tienen
-necesidad como del pan. En un rincón veo, envuelta en sus paños, la
-nueva obra que he venido a visitar, la que ha satisfecho a su creador lo
-suficiente para librarse del martillo iconoclasta.</p>
-
-<p>En las paredes están las reproducciones de piezas anatómicas y
-fragmentos de yeso, copias de trozos célebres. No lejos encuentro varias
-<i>maquettes</i> del ideado monumento de un héroe argentino. A un lado el
-estante de los libros, que suple a los amigos en la vida cuasi ascética
-de este solitario estudioso y serio, serio hasta la melancolía.</p>
-
-<p>Puesta a un lado, después de largo rato de labor, la figura que está en
-estudio actualmente, la modelo descansa. Luego se viste cerca de la
-salamandra que da su sabroso calor, y se despide de nosotros sonriente,
-con un apretón de manos y un sonoro <i> arrivederci</i> de su linda boca de
-Italia.</p>
-
-<p>Entonces veo la obra nueva «Las pecadoras».<span class="pagenum"><a name="page_143" id="page_143"></a>{143}</span></p>
-
-<p>Rogelio Irurtia es joven, pero su talento es de una fuerza sólida y
-madura. Comenzó sus estudios en Buenos Aires, ha hecho el viaje a
-Italia, indispensable para todo artista, y luego ha venido a París
-pensionado por el Gobierno. De un carácter concentrado, retraído, tímido
-como todos los vigorosos, ha vivido siempre dedicado a su arte, en esta
-maravillosa metrópoli de las metrópolis, y ninguno de los halagos y
-tentaciones de este ambiente de placeres lo ha arrancado a su meditación
-y a su ensueño, defendido por una labor continua y una soledad discreta.
-En las almas de los artistas existen las vírgenes cuerdas y las vírgenes
-locas. La de Irurtia es de las cuerdas. Su cultura no es extensa, pero
-es firme. No quiere hacer literatura de mármol o de bronce. Ha encarnado
-simplemente y humanamente el problema de la vida. Ha puesto los ojos de
-su espíritu y de su cuerpo en el espectáculo del sufrimiento humano.
-Como Constantin Mennier, se ha sentido conmovido por el Trabajo, y como
-Rodin, a quien admira, por la dominación del amor omnipotente que arde
-en la tierra. Y ha visto directamente, sin lentes de preocupación ni
-anteojos académicos. Con esto está ya significado que no existe en él la
-tendencia a lo retórico y menos a lo bonito, ni la sujección a los fríos
-cánones de los dirigentes diplomados. Es un talento leal consigo mismo.
-Aunque tiene sus admiraciones, no juzga que tenga que sujetarse nadie al
-yugo de los maestros, por grandes que sean, a la imitación de estilos o
-maneras que cuando valen y vencen, es que son manifestaciones<span class="pagenum"><a name="page_144" id="page_144"></a>{144}</span> de
-temperamentos, exteriorizaciones de potencias individuales. Así, siempre
-ha sido hasta cruel con su propia producción. Ha intentado y vuelto a
-intentar dar realidad a su pensamiento, y, como lo he dicho antes, ha
-destruído lo que no ha satisfecho a su propósito. Entre otras, he
-sentido la desaparición, el año pasado, de una «Maternidad» expresiva y
-de singular ejecución. En verdad, el grupo actual, la creación reciente,
-merece vivir, y vive por su propia razón. «Las pecadoras» afirman un
-maestro de mañana y una innegable fuerza de ahora. Quien así sabe
-representar uno de los más duros aspectos del dolor humano, merece el
-aplauso de todos y el orgullo de los suyos. «Las pecadoras»&mdash;me
-dice&mdash;son mujeres que, agobiadas por el peso de sus remordimientos,
-vagan sin patria, sin otra esperanza que la Cruz, ¡su única
-consolación!». En efecto, son las fatales máquinas de amor, el pobre y
-terrible rebaño de prostitución, el animal de belleza y miseria, la
-castigadora víctima, la hembra apocalíptica en cuya frente se lee la
-palabra <i>Misterium</i>. Este concepto de la eterna Magdalena, y su fin de
-esperanza, es raro en un artista que piensa en este formidable París
-moderno en una época en que se proclama el endiosamiento de la
-cortesana, y en que toda idea de cristianismo lucha contra gruesas
-oleadas de positivismo, de sensualismo, de indiferencia y de crueldad.</p>
-
-<p>La cortesana, la pecadora de hoy, sale significando la danza, con su
-cuerpo deformado por el uso del corsé, pero admirable, del taller de
-Falguiere, o<span class="pagenum"><a name="page_145" id="page_145"></a>{145}</span> deja, cuando muere, millones en joyas que se venden en la
-casa de remates. Es el ídolo, es la tirana, es la dueña. Cierto es que
-esos son tipos de cortesanas y no la cortesana. La pecadora de Irurtia
-ha caído, y vaga luego como una sombra de duelo y de pena. Mientras
-Popea tiene siempre litera, otras de sus infelices compañeras acechan
-por las Suburras. En la obra de que me ocupo, la idea es cristiana, la
-«obscura total idea», para emplear una frase de Schiller en su
-correspondencia con Goethe. Si el autor, con un amor pagano, ha modelado
-las formas, y con un cuidado antiguo ha tratado la <i>drapérie</i>, es
-modernísimo en la expresión y en la comprensión del sujeto. ¿Hay alguna
-reminiscencia en ese estilo que brega por ser personal? Es posible. El
-autor no asiste al taller de Fidias en esta presente Atenas; pero, de
-hacerlo, entre Agorácrito y Alcámenes, sería Alcámenes, por sus ímpetus
-de independencia, por su anhelo incesante de libertad. Esa independencia
-la ha demostrado no dejándose arrastrar por la moda o por el snobismo,
-que hacen de la violencia rodiniana la única manera aceptable en
-escultura. Pero al lado de un Rodín, ¿no existe, por ejemplo, un
-Bartholomé?</p>
-
-<p>Volviendo al tema del grupo, Afrodita tiene hoy un culto praxiteliano.
-Las hetairas son representadas como sacerdotisas de amor carnal; es el
-tiempo en que en los Salones los maestros exponen, en esculturas
-policromas, como en la antigüedad, el poema del cuerpo femenino, tan
-solamente visto a la luz de la filosofía del placer. Es el tiempo en
-que<span class="pagenum"><a name="page_146" id="page_146"></a>{146}</span> a esos escultores corresponden eminentes escritores paganizantes,
-como M. Paul Adam y M. Pierre Louys. Cratina es modelo y se frecuenta la
-casa de Friné. Irurtia, cristiano, mira el más allá, sin limitarse
-exclusivamente a oir las doctrinas de los seguidores de Epicuro. Su
-visión es áspera y tenebrosa, pero tras esa tiniebla hay una luz para él
-indiscutible. El comprende a las Marías de Magdala y a las Marías de
-Egipto. Yo no sé que otro, antes que él, haya extraído del negro tema de
-la Trata de blancas una obra semejante. En este sentido, este trabajo
-une a su mérito estético un valor moral. Digo moral, no moralizador...
-Irurtia no es miembro de Liga, ni periodista, ni soldado de la Salvation
-Army, ni amigo del senador Berenger. Es un artista.</p>
-
-<p>¡Un artista!</p>
-
-<p>Es tiempo ya de que ese gran país sepa lo que las patrias deben a las
-artes. Ya el lujo dejó para el cuerpo la ostentación, la riqueza. Ahora,
-lo que al espíritu le toca. Hay que seguir el ejemplo de los Estados
-Unidos, que siendo nación de trabajo enorme, protege hoy largamente a
-sus artistas. «Somos, un país esencialmente agrícola y pecuario.»
-Entendido. Hace miles de años una rama de la raza indogermánica, los
-griegos, llegó al más admirable cultivo y gozo del arte; pero antes, en
-Grecia, habitaban los pelasgos, que eran esencialmente agricultores. El
-cultivo de la tierra, el pastoreo, fueron primero que la Lira, que el
-carro de Terpis, que el mármol labrado por Policleto, que el triunfo
-completo<span class="pagenum"><a name="page_147" id="page_147"></a>{147}</span> del arte en la tierra armoniosa y divina. Luego, el arte
-ateniense, ¿dónde encuentra sus mejores seguidores? En el Peloponeso;
-pero, sobre todo, entre los trabajadores, entre los activos e
-industriosos argivos. El pueblo etrusco fué también primero un pueblo de
-trabajo y de empresas prácticas: <i>filotecnon etnos</i>. Las grandes
-ciudades artísticas italianas fueron ciudades industriosas y
-comerciantes. ¿Por qué la República Argentina, que hoy asombra al mundo
-por sus progresos materiales y prácticos, no ha de llegar a brillar en
-la civilización humana por sus artistas, sobre todo contando con
-abundancia de «espíritu primo», de talento nativo? Dígase lo que se
-diga, en la juventud argentina hay un tesoro colosal de porvenir. Para
-lograrlo, hay que pensar en el toro nacional... ¿Cómo?</p>
-
-<p>Hay un mito antiguo&mdash;recientemente tratado por M. Paul Adam, a propósito
-de la obra de Franz Cumont, sobre los Misterios de Mithra&mdash;que parecería
-inventado de propósito para el pueblo argentino. «Es un símbolo
-maravilloso, dice, el venerado por el culto de Mithra, el joven dios
-pérsico, cuyo culto secreto han propagado los legionarios romanos a
-través de la Europa occidental desde los tiempos de César.»</p>
-
-<p>La leyenda dice que el héroe nacido de la roca volcánica, con la
-antorcha y la espada en las manos&mdash;tal la humanidad ya provista de
-inteligencia industriosa&mdash;, persiguió al toro brutal que reinaba
-entonces sobre la tierra, lo asió por los cuernos, lo montó, lo fatigó
-durante una carrera furibunda, y<span class="pagenum"><a name="page_148" id="page_148"></a>{148}</span> luego, habiéndolo echado en tierra, se
-lo llevó, arrastrándolo, a su caverna. Pero el búfalo no se resignó a
-estar domado. Se escapó, atropelló, persiguió a débiles y pacíficos.
-Entonces, «por orden del Sol», Mithra, mediador entre lo incognoscible y
-el mundo sensible, corrió, ayudado por su perro, hacia el monstruo
-destructor. Lo esperó a la hora en que volvía cerca de la caverna a
-llevar la devastación. Lo agarró por el hocico, le torció el pescuezo,
-lo venció, y el dios hundió su espada en el flanco de la víctima
-jadeante. Entonces hubo este prodigio: «Del cuerpo del bruto moribundo
-nacieron todas las hierbas y plantas saludables que cubrieron el suelo
-de verdor. De su medula espinal germinó el trigo que dió el pan, y de su
-sangre la viña que produjo el brevaje sagrado de los misterios. El
-espíritu maligno quiso lanzar contra el animal agonizante las criaturas
-inmundas, para emponzoñar en él la fuente de la vida; el escorpión, la
-hormiga, la serpiente, intentaron inútilmente devorar las partes
-genitales y beber la sangre del cuadrúpedo prolífico; pero no pudieron
-impedir la prosecución del milagro. La simiente del toro, recogida y
-purificada por la Luna, produjo toda especie de animales útiles, y su
-alma, protegida por el perro, fiel compañero de Mithra, se elevó hasta
-las esferas celestes, en donde, divinizada, llegó a ser, bajo el nombre
-de Silvano, guardián de los rebaños.» La estela que decoraba los templos
-del dios militar eternizaba la memoria de esta fecundidad bienhechora.
-El tauroctono se mostraba allí bajo la apariencia de un joven robusto y
-bello,<span class="pagenum"><a name="page_149" id="page_149"></a>{149}</span> en el instante en que, los ojos al cielo, inmola la salvajez de
-la bestia. A la derecha y a la izquierda de la presa palpitante dos
-pequeñas imágenes le representaban aún llevando antorchas, signos de la
-luz espiritual en cuyo nombre se cumplía el sacrificio. Este perfecto
-símbolo instruía a los soldados en su deber y los justificaba. Era para
-abolir la barbarie destructora, era para permitir la obra del espíritu
-sabio, legislador y pacificador, que los ejércitos de Roma podían, sin
-crimen, atacar a las hordas y multitudes bestiales que pululaban en los
-países sin cultura antes de invadir un día los países que las artes
-fertilizan, antes de arruinar allí las fuerzas bienhechoras. Pero una
-vez conquistadas, sometidas, educadas esas multitudes, a su vez cultivan
-la tierra, edifican las ciudades en que se congregan los traficantes,
-los ricos, los artistas, los pensadores. Y de esas nuevas fuentes de
-inteligencia brota más luz para alumbrar las vías de la felicidad
-humana. Matar el toro era así fecundar el mundo. M. Paul Adam
-encontraría que en el país de las pampas, bajo el Sol de la patria
-argentina, casi todo el mito se ha cumplido. Se combatió la barbarie, la
-tiranía, la destrucción; se cultivó la tierra, Silvano protegió los
-ganados; se fundaron las ciudades, llenas de industriosos y de ricos.
-¿Qué falta? La llegada del Arte, la victoria de la inteligencia y del
-espíritu. ¡Que llegue pronto! El Sol brilla. Mithra lo quiera.</p>
-
-<p>Entonces no tendrán por qué desconsolarse o abatirse los talentos
-jóvenes como Irurtia. La ciudad<span class="pagenum"><a name="page_150" id="page_150"></a>{150}</span> será lo que debe ser en la nobleza y
-decoro municipales. Las ferias rurales tendrán su contrapeso en las
-exposiciones intelectuales.</p>
-
-<p>Me despedí del autor de «Las pecadoras» deseándole vida resistente,
-voluntad perseverante, esperanza y valor. Tengo la conciencia de que en
-este «nuevo» hay un gran artesano del ideal, que es lo que todo artista
-plástico debe ser. Cuide la Argentina sus talentos, como hacen los
-prácticos yanquis. No se proteja lo mediocre importado, pudiendo tener
-lo sublime nacional.</p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-150.jpg" width="144" height="213" alt="" title="" />
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_151" id="page_151"></a>{151}</span></p>
-
-<h2><a name="CLESINGER_Y_SU_OBRA" id="CLESINGER_Y_SU_OBRA"></a>
-<img src="images/illus-151.jpg" width="396" height="166" alt="CLÉSINGER Y SU OBRA" title="" />
-<br />
-<span class="caption">CLÉSINGER Y SU OBRA</span>
-</h2>
-
-<p class="nind"><span class="letra"><img src="images/drop-r.png"
-width="70"
-height="75"
-alt="R"
- class="drop-cap" /></span>ECIENTEMENTE he tenido la grata oportunidad&mdash;en la amable compañía de
-dos poetas argentinos, Angel de Estrada y Leopoldo Díaz&mdash;de visitar,
-plaza Pereire, rue Guillaume Tell, el recinto en que se encuentra la
-obra, puede decirse completa, del gran escultor Clésinger. Debí la buena
-impresión de Arte a Mme. Berthe de Courrière, sobrina y heredera del
-artista, a la cual tuve la honra de ser presentado por M. Remy de
-Gourmont, el querido maestro y buen amigo. Es difícil encontrar reunida
-toda la producción de un estatuario, de un pintor. De pintores sólo
-recuerdo a Wiertz y a Gustave Moreau; de estatuarios a Thorwaldsen. En
-este caso, la piadosa voluntad de Mme. de Courrière ha librado de ser
-regadas aquí y allá las numerosas producciones de quien, con Rude y con
-Carpeaux, forma, como muy bien dice M. de Gourmont, la trinidad de los
-grandes últimos escultores franceses desaparecidos. Por otra parte, la
-decisión de la heredera<span class="pagenum"><a name="page_152" id="page_152"></a>{152}</span> está apoyada por el voto escrito de los más
-grandes nombres del arte francés contemporáneos, entre los cuales Puvis
-de Chavannes, Carrière, Rodin, para no citar otros, los cuales han
-dejado manifiesto su deseo de que no se venda separadamente la obra
-clésingeriana, que constituye por sí sola un museo especial y que en su
-unidad representa una vasta elección de belleza y es la manifestación de
-un momento en la historia de la escultura francesa. ¿De un momento? «En
-la historia de la escultura francesa en el siglo <small>XIX</small>, dice el insigne
-escritor que he citado, Clésinger es un hombre; y más: una fecha; y más
-aún: una época. El personifica, como tallador de mármol, el Arte
-románico. ¿Es el Víctor Hugo? Ningún estatuario del siglo fué un Hugo.
-¿El Alexandre Dumas? Eso y algo más, pues con la perpetua fecundidad,
-Clésinger, tuvo el perpetuo estilo. Fué malo, a menudo, pero con fuga,
-con locura». Es que Clésinger tenía lo que significaba antes con una
-palabra hoy fuera de moda, tenía «inspiración.» Inspiración, esto es, la
-sinceridad irreflexiva, el pensamiento voluntario e impetuoso que
-explica y exhibe la libre alma. Romántico, tenía que serlo, por su
-tiempo y por su ambiente. El también, cuando el siglo tenía catorce
-años, nació en Besançon, «vieja villa española». No, no fué un Hugo;
-pero él también esculpió fragmentariamente una su leyenda de los siglos;
-él también se saturó de antigüedad; él también encarnó la Paz, la
-Libertad y la Fraternidad; él también hizo su labor en la historia y en
-la mitología; él también modeló una que otra «Oriental<span class="pagenum"><a name="page_153" id="page_153"></a>{153}</span>», él también
-formó su Esmeralda, su Zíngara, que es la <i>Danseuse au tambourin</i>; él
-también pagó tributo al Sátiro; y celebró en bronce y mármol a
-Carlomagno, a Francisco I, a Napoleón el Grande... y a la República.</p>
-
-<p>Su primera labor se ajusta a las tradiciones, sigue las ideas y
-enseñanzas de maestros imbuídos en el clasicismo. Se hace al oficio
-oficial, y no hay duda de que en ello aprende la gramática de la
-estatuaria, la indispensable regla, las normas académicas que sirven
-hasta a los más atrevidos, cuando son atrevidos que tienen genio.
-Clésinger, si no era un genio, tenía genio. Su obra fecunda lo demuestra
-hasta en sus trabajos más defectuosos. Estaba lejos de la chatura de
-muchos de sus contemporáneos patentados, y en ciertas creaciones suyas
-fué, puede decirse, un revolucionario, un «nuevo», y no sin razón tuvo
-la simpatía y el aplauso de Gautier, y principalmente, en este caso, de
-Baudelaire.</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>Clésinger tuvo una <i>travagliata vita</i>, como dice el admirable Benvenuto
-de la suya. Mas, como el mismo, bravo y estupendo artista, gozó, en días
-dichosos, de esplendores y de honores. Para mí es un espíritu igual al
-de aquellos soberbios hombres del Renacimiento, de aquellos
-cinceladores, pintores, arquitectos, escritores, poetas, que sabían
-comprender el gozo de la vida y aprovechar para la propia exaltación de
-la existencia sus dones de superioridad mental, su potencia comprensiva
-y su vibrante hiperestesia.<span class="pagenum"><a name="page_154" id="page_154"></a>{154}</span></p>
-
-<p>Clésinger tuvo una <i>travagliata vita</i>, comió un tiempo el pan de miseria
-preciso a todo victorioso futuro, y cuyo seco y áspero gusto hace
-saborear mejor los champañas del triunfo. No sé si, como el autor del
-Perseo, tuvo la suerte de contemplar una salamandra entre las llamas y
-de tener la inmunidad contra los escorpiones; mas, sí, cuentan sus
-biógrafos y narran sus amigos que la enemistad y la envidia no lo
-perdieron nunca de vista, ni aun cuando desapareció de la competencia
-por la puerta negra del sepulcro. El otro día, un joven escultor
-hispanoamericano, de fuerte talento, me contaba sus duras penas; y no
-hice sino leerle un fragmento de carta de Clésinger para que se fuese
-consolado. «Si me hubieseis visto, escribía a un amigo, estos días
-últimos, trabajando, sin fuego, en un desván, hubierais tenido compasión
-de mí; mi padre hubiera llorado al ver mi miseria y mi hambre, porque
-tenía hambre, y siempre esa palabra: nada, nada, me hacía trabajar más
-que dormir; en fin, después de haber concluído mi dibujo, lo he
-expuesto: un inglés lo ha encontrado de su gusto y me lo ha comprado por
-cincuenta francos (cincuenta francos, ¡qué fortuna!); haré otros». En
-las notas de Mme de Courrière, como en detallado y lujoso volumen de
-Estinard, se hace resaltar esa época de sufrimiento y de capricho que
-forma la parte más interesante de la vida de Clésinger. Sufrimiento y
-capricho, ¿no aparecen siempre en toda existencia de intelectual? Es el
-<i>whim</i> del pensador anglosajón y la dolorosa y misteriosa venganza de
-las potencias ocultas que se sienten<span class="pagenum"><a name="page_155" id="page_155"></a>{155}</span> divisadas o rozadas. Este escultor
-buscó la libertad desde la adolescencia, combatió de cien maneras, y
-tuvo la pasión de Italia, y fué correspondido. Ella le enseñó el secreto
-de sus <i>pierres de jadis</i>, y si no le dió un León X, por culpa del
-tiempo, le ofreció un excelente Pío IX la amistad de grandes señores
-descendientes de los protectores de Leonardo y de Miguel Angel y la
-hospitalidad vaticana, al favor de la púrpura cardenalicia. Allí refinó
-su paganismo; allí pudo soñar y evocar épocas de belleza libre y de
-mística resurrección. Allí aprende y comprende el arte cesáreo que debe
-crearle simpatías en la corte francesa del segundo Imperio, el que ha de
-hacerle rememorar en su estatua de Napoleón I al dorado caballero que
-está ante el Capitolio. Allí ama a Cleopatra.</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>La milagrosa reina que, a la par de la de Saba, todavía hacer sentir al
-mundo el perfume de su voluptuosidad, tuvo en Clésinger un magnífico
-adorador. La <i>Femme piquée pour un serpent</i>, quizá la más bella
-representación escultórica de la soberbia y sensual fascinadora. Me
-explico, cuando su aparición, el éxito, los ataques, la defensa del
-crítico Thoré y la tragedia de Delphine Gay, y después, ¡hasta la
-bacante de Moreau-Vautier, del Luxembourg! Carne admirable, forma
-vencedora, en la última palpitación, plasmada en mármol para la
-inmovilidad de las cosas eternas. Lo que apenas recordaba en una piedra
-grabada del museo Florentino un artista de la antigüedad, lo renovó
-espléndidamente el gran romántico de Besançon. Luego surgirá,<span class="pagenum"><a name="page_156" id="page_156"></a>{156}</span>
-hierática, su Cleopatra del loto, la reina ante César, trabajo que se
-cuenta entre las obras maestras de todos los museos de la tierra. Luego,
-¡la Cleopatra moribunda! Clésinger dejó una armoniosa teoría de figuras
-llenas de gracia, musas, estaciones, danzarinas; pero no hay que olvidar
-que era un vigoroso, que era dueño de la fuerza, que era el maestro de
-los leones y de los búfalos. Domaba la soberbia leonina, poéticamente,
-colocando sobre los lomos de la bestia fiera amores o mujeres. El había
-comprendido la belleza de los países pastoriles, donde en los vastos
-llanos, en las inmensas pampas, se alza la orgullosa figura de la vaca,
-sagrada en la India; del toro, que se quedó con la soberbia de Júpiter.
-El sabía adornar los palacios, o las entradas de esas grandes fiestas
-pecuarias, de esas exposiciones que son el lujo de la ganadería inglesa,
-yanqui o argentina, y que saben contar los Whitman y los José Marti. Su
-«Toro romano», como el farnesio, dice la imperiosa salvajez de la bestia
-noble; sus búfalos tienen en su testuz la familiaridad del huracán; son
-hermosos y monstruosos... <i>Deformis scapulis torus eminet...</i> dice en
-alguna parte Plinio. Mugen. Viven. Se les aplicaría el epigrama clásico
-a la vaca de Mirón.</p>
-
-<p>Otro lado en que se revela la impetuosidad del estatuario, es en su amor
-por la escultura militar, lo que él llamaba sus «hombres de hierro». «No
-tengo más confianza que en ellos, decía. Espero que esas estatuas
-militares, Hoce, Kléber, Carnot, Marceau, me traerán buena suerte, a mí
-que no he dejado de<span class="pagenum"><a name="page_157" id="page_157"></a>{157}</span> ser nunca soldado y patriota». «En efecto, había
-intentado, dice uno de sus biógrafos, hacer revivir a los generales de
-la Revolución y había logrado encontrar un acento muy personal para sus
-evocaciones militares. Su tarea quedó inacabada.»</p>
-
-<p>Como muchos intelectuales irreflexivos no supo tener en cuenta la parte
-práctica de la vida. Fué siempre un joven, y esto fué una virtud y un
-defecto. El sol y la luna del país de Bohemia no se apagaron jamás para
-él. Pero era también, como él se complacía en decirlo, un soldado.
-Gustaba de las bellezas terribles de la guerra que hacen la gloria de
-los grandes «hombres de hierro».</p>
-
-<p>En el manejo de la línea, en la lucha con la expresión, en la creación
-de la forma soñada, encontró un campo de acción y de descanso la
-tempestad de sus nervios, la tempestad que lleva en su interior todo
-intuitivo, todo creador, todo poeta, todo artista. Sus retratos no
-revelan el padecimiento, aunque la boca y los ojos digan más de una
-melancolía; la que tradujo en «Perseo y Andrómeda».</p>
-
-<p>Un día pasó la muerte, estúpidamente como a menudo, y se lo llevó. Dejó
-una larga herencia de mármoles, de bronces, de yesos, bustos, estatuas,
-obras monumentales. La política le fué fatal, pues se enterró al mismo
-tiempo que Gambetta, y, como a otros grandes artistas, la muchedumbre lo
-pospuso en su atención al tribuno. Luego, llegó el olvido; y hoy hay un
-despertamiento, el despertamiento que antecede, en los vedados ilustres,
-a la cierta resurrección en la gloria, en la posteridad.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_158" id="page_158"></a>{158}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_159" id="page_159"></a>{159}</span></p>
-
-<h2><a name="MISS_ISADORA_DUNCAN" id="MISS_ISADORA_DUNCAN"></a>
-<img src="images/illus-159.jpg" width="395" height="127" alt="MISS ISADORA DUNCAN" title="" />
-<br />
-<span class="caption">MISS ISADORA DUNCAN</span>
-</h2>
-
-<p class="nind"><span class="letra"><img src="images/drop-c.png"
-width="70"
-height="71"
-alt="¡C"
- class="drop-cap" /></span>
-ANTA, oh musa, a Isadora, la de los pies desnudos, y sus danzas
-ultra-modernas de puro arcaicas, y sus piernas de Diana, y las músicas
-antiguas que acompañan las danzas, y los veinticinco francos que hacían
-pagar en el teatro Sarah Bernhardt por una butaca! Pues es en realidad
-digna de mucho entusiasmo esa rítmica yanqui que hace poesía y arte con
-la gracia de su cuerpo, ninfa, sacerdotisa y musa ella misma, en un
-impudor primitivo y sencillo, digna de las selvas sagradas y de las
-paganas fiestas. París no ha correspondido a la novedad, porque la
-prensa estuvo seca por culpa, dicen, del empresario. Mas no faltaron los
-novedosos de siempre, los snobs, tales princesas y tales artistas, amén
-de la colonia, que siempre está dispuesta a apoyar todo lo que viene del
-país poderoso en donde, si hay gigantes Morganes y Rockefellers, surgen
-hadas Loïs e Isadoras.</p>
-
-<p>Antes de aparecer en el teatro, Miss Duncan había<span class="pagenum"><a name="page_160" id="page_160"></a>{160}</span> danzado en la
-intimidad, para regalo de señalados amigos, como en los salones de la
-princesa Polignac, y en una fiesta dada en honor de Rodin, en pleno
-aire, en la amable campaña, hizo la gracia de un espectáculo único,
-digno de poetas y de artistas. Faltaba allí tan solamente D’Annunzio,
-para decir en un <i>laude</i> el retorno de los dioses, <i>vía</i> Nueva York.</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>Es nuevo y es bello, de encantadora belleza, ese resucitar de viejas
-visiones. Y natural es que sea una norteamericana la que realice el
-prodigio, porque si hay un país en donde el cultivo del cuerpo y de la
-euritmia humana hace modernos los días pindáricos, ese país es el gran
-país de los Estados Unidos. Debo advertir que en nuestros centros
-latinos y católicos las danzas de Miss Isadora tienen que aparecer
-perfectamente inmorales: «Jóvenes que estáis bailando, al infierno vais
-marchando»; y siendo Miss Isadora una filósofa danzante que proclama
-como sus principales maestros&mdash;¡de baile!&mdash;a Darwin y a Haeckel, predica
-la libertad de la naturaleza, la desnudez, como Pierre Louys, y predica
-con el ejemplo: su cuerpo está apenas cubierto con una especie de kiton;
-otras veces usa las túnicas botticellescas, y siempre la fina tela
-parece como si estuviese húmeda. No hay malla ninguna, y se necesita una
-despreocupación completamente artística, o un esfuerzo de
-intelectualidad de que no son capaces todos los espectadores de un
-teatro, para no ver en la armoniosa anglosajona otra cosa que la
-Primavera de Sandro o Ariadna perseguida por Baco.<span class="pagenum"><a name="page_161" id="page_161"></a>{161}</span></p>
-
-<p>Pero, repito, el espectáculo es bello, da un positivo deleite estético,
-y un estatuario como Rodin es justo que se haya sentido feliz al ver
-encarnadas y con movimiento las figuras de los bajorrelieves, de las
-pinturas de las ánforas. ¿Habrá podido esa mujer joven, vigorosa,
-robusta, llena de vida, impregnada de literaturas, filosofías y artes
-libres; habrá podido esa pagana mantener su ideal artístico libre de
-contaminación en la región de las ideas, en la castidad cerebral de una
-vestal del ritmo, de una sacerdotisa de Terpsícore? La bailarina de los
-pies desnudos, que es elegantemente pedante y muy de su tierra, ha
-escrito páginas curiosas que desenvuelven su teoría de la danza del
-porvenir, y a propósito de sus brazos blancos, de sus clásicas zapatetas
-y de sus lindos hallazgos, ya habéis visto cómo se proclama discípula
-del autor del <i>Origen de las Especies</i>. Podía agregar al inevitable
-Nietzsche, catedrático de gozo dionisiaco, que mira en el baile la mayor
-manifestación de la libertad de la vida, como una acción enérgica y
-sublime. La danza para Miss Isadora no debe tener ningún artificio y
-debe ser nada más que una transposición o concentración del ritmo
-universal en el ritmo humano. Más que danza, la suya, es mímica; es la
-animación de la escultura femenina, y sus ademanes y pasos son renovados
-de los kernóforos, ándema, kaladismos, etc., que se pueden hallar en
-Laborde. Ella ha pasado largas horas en los museos, y ha visto animarse
-los mármoles; y a la actitud fija de las figuras escultóricas ha
-agregado el gesto anterior y<span class="pagenum"><a name="page_162" id="page_162"></a>{162}</span> el gesto posterior, completando así el
-poema de la forma, por el movimiento armonioso que cambia bellamente las
-líneas.</p>
-
-<p>La iniciadora de esta danza, que ella dice del porvenir, es, pues, una
-descubridora del pasado. En todo caso es una creadora de belleza que
-amaría Fidias y que halagaría Barnum... Miss Isadora no es hermosa, pero
-quizá de tanto contemplar las figuras de los museos se parece a ciertas
-estatuas y a ciertas mujeres de los pintores primitivos. El cuerpo es
-soberbio, y cuando se presenta triunfa de algo verdaderamente delicado:
-la dificultad, la rareza de encontrar un pie perfecto. La impresión
-helénica se siente. Para apreciar en su valer las danzas de esta mujer
-original hay que tener indispensables nociones de cultura clásica.</p>
-
-<p>Imaginaos en un sencillo decorado una figura casi alada, en una
-turbadora semidesnudez femenina, pero que os evoca en seguida las
-creaciones de la clara y encantadora mitología de Grecia. Ya es
-Euridice, ya Eco, ya Ariadna. Con el gesto, con el rostro, con el
-movimiento cambiante, dulcemente lento o ágilmente vivo, se explica el
-dolor de Orfeo o la expectativa al son de la flauta pánica que produce
-luego el gozo de la ninfa o la fuga ante la persecución de Baco
-enamorado, el temor y el temblor, todo lírico, espléndido y sensual. Hay
-saltitos y cambios de lugar que parecerían por un instante ridículos en
-ese rico y frondoso cuerpo sonrosado; pero la magia de la evocación
-vence del momento peligroso y el <i>deus</i> que posee a la danzarina mima<span class="pagenum"><a name="page_163" id="page_163"></a>{163}</span>
-se manifiesta de manera incontrastable y estupenda. Ahora, un buen señor
-de negocios, que va al teatro a hacer su digestión, quizá encontrará
-todo eso absurdo o se fijará en cosas que no son propiamente el sutil
-hechizo de esta obra y de ese acto de arte. Yo de mí diré que ante la
-sugerente <i>performance</i> sentí venir a mis labios la lírica invocación.
-«Oh, vosotras, que reinais sobre las ondas del Cefiso, cuyas riberas
-nutren generosos corceles, ¡oh, Gracias!, a quienes no se canta lo
-bastante, diosas de la brillante Orcómenes, protectoras de la antigua
-raza de Minias, escuchad los votos que os dirijo. Si hay en la vida de
-los mortales algún encanto y adorno, lo deben a vosotras; vosotras
-dispensáis la cordura, la belleza, el valor. Los dioses mismos no
-presiden jamás ni danzas ni festines sin llamar a las augustas Gracias;
-son ellas las que regulan todo en el cielo, y sentadas al lado del dios
-que lleva un arco de oro, del vencedor de Python, adoran eternamente la
-gloria del dios del Olimpo. Amable Aglae, Eufrosina que te complaces con
-los cantos de la lira, hijas del más potente de los dioses, escuchadme;
-y tú, Talía, que sonríes a nuestros himnos, lanza una mirada sobre esas
-danzas ligeras que celebran una feliz victoria; pues vengo en mis versos
-a cantar a Asópico, con el modo lidio; a Asópico, por quien la ciudad de
-Minias triunfa en Olimpia. Y tú, Eco, desciende a las sombrías moradas
-de Proserpina, y lleva a Cleódano tan gloriosa noticia; dile que tú has
-visto combatir a su hijo, y que la victoria de alas de oro ha puesto
-sobre su<span class="pagenum"><a name="page_164" id="page_164"></a>{164}</span> joven frente la corona de las luchas gloriosas.» E Isadora ha
-sido para mí Aglae, Eufrosina, Talía y Eco, siendo la misma Terpsícore;
-y por ella he creído ver la victoria de Asópico de Orcómenes, niño
-vencedor en la carrera del estadio, y las danzas que lo celebran, y la
-divina Hélade, con su sol de miel y su aire de amor. Y he pensado en lo
-que gozaría mi ilustre amigo Guido Spano ante esta Gracia danzante,
-antigua griega de carne viva.</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>Lo pagano de Miss Isadora viene también de los pintores del
-Renacimiento. Ella ha ido a Grecia, pasando por Italia. Botticelli la
-habría retratado, y el poeta Lorenzo el Magnífico le habría dedicado una
-de sus <i>canzone a ballo</i>, por ser su danza una <i>consolatio grossisima</i>,
-como diría el viejo Antoine Arène.</p>
-
-<p>Mas, entendámonos: la palabra danza no es propiamente aplicable a la
-representación de la Duncan. Danzas son las de las bayaderas, y
-<i>ouled-nail</i>, las jotas y tarantelas, el minué, la gavota, el vals y la
-polka, hasta el funambulesco cake-walk. Las de Miss Duncan son más bien
-actos mimados, poemas de actitudes y de gestos, sin sujeción nada más
-que al ritmo personal, sin reglas propias fuera de lo que indica la
-naturaleza. Así debió haber bailado más o menos el ilustre rey
-coreográfico David; así Salomé, la de azules cabellos; así los elfos que
-canta Leconte de L’Isle, y así, en una noche de luna, coronada la
-cabellera de jazmines, no sé si en Lima o en Bolivia, doña Juana Manuela
-Gorriti, según testimonio<span class="pagenum"><a name="page_165" id="page_165"></a>{165}</span> del poeta Ricardo Jaimes Freire. Para Miss
-Duncan no es precisa la música, o la música, en el sentido helénico,
-está en ella misma, la música silenciosa de sus gestos. La danza, según
-su teoría, se ritma por la música pitagórica, y el ritmo de las esferas,
-el ritmo de todo lo existente, se resume en su propio rítmico
-movimiento, al impulso musical de su espíritu. Esto, como véis, es un
-poco más complicado que los <i>entrechats</i> de la Cleo de Merode o de
-Zambelli. Para las bailarinas comunes es verdadera la definición del
-barón de Massias: el canto es la palabra de la música, y la danza es el
-gesto del canto. Para Isadora, no. Ella entra en filosofías y es
-demasiado antigua. Por otra parte, ambas cosas, filosofía y baile, se
-compadecen. Sócrates enseñaba a bailar a la misma Aspasia. La mima de
-los desnudos pies no tiene nada que ver con las Camargo, Guimard,
-Bernay, Mauri; su alma y sus piernas son de Tracia. Nada le enseñan
-Blasis y Lemaître y Noverre. Su inspiración no se encuentra en el
-diccionario de Compan; mas Luciano la reconocería discípula de Thea,
-frigia o cretense. Hello, furiosamente bíblico, le perdonaría quizá su
-desnudez, y el divino Stéphane la haría perseguir en el bosque por un
-fauno de su siesta. Mima griega, pues, tiene en nuestra civilización un
-velo que sus antecesores helénicos no tenían; lo que se llama la
-decencia. He aquí lo que dice Compan, autoridad en la materia: «A fin de
-que los intermedios de las piezas de teatro fuesen agradables, los
-griegos buscaron cómo hacerlos interesantes. Después<span class="pagenum"><a name="page_166" id="page_166"></a>{166}</span> que se
-representaba un acto, los bailarines lo repetían con saltos y gestos, y
-eso, siguiendo una cierta música imitativa de lo que se había
-representado. Esos bailarines fueron llamados «mimos». Se hace notar que
-esos bailarines fueron siempre muy ignorantes en el arte de imaginar una
-intriga, conducirla, sostener los caracteres y llegar a un buen
-desenlace. Con gestos indecentes hacían una mezcla monstruosa de
-tonterías burlescas y preceptos morales. Tenían la cabeza afeitada y los
-pies desnudos. Se cubrían con pieles de animales...» Ya véis que hay
-diferencia. Isadora supera en el tiempo la representación antigua, y
-hace admirar un florecimiento de este culto. Siente y piensa. A su arte
-se aplica la definición de Hippeau: la pantomima es la figuración de
-ideas y sentimientos. Isadora está más cerca de Sada Yacco y de Severin
-que de Mariquita.</p>
-
-<p>Ahora bien, la adorable yanqui ha agregado una nota que los antiguos
-griegos no conocieron: el ensueño. Imagináos que realiza este prodigio:
-baila nocturnos de Chopin. Y no es ridículo. Os da el <i>clair-de-lune</i>
-con su cuerpo melodioso. Y ois cantar al ruiseñor, y hasta perdonáis los
-veinticinco francos de la butaca.</p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-166.jpg" width="205" height="106" alt="" title="" />
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_167" id="page_167"></a>{167}</span></p>
-
-<h2><a name="REMY_DE_GOURMONT" id="REMY_DE_GOURMONT"></a>
-<img src="images/illus-167.jpg" width="398" height="140" alt="REMY DE GOURMONT" title="" />
-<br />
-<span class="caption">REMY DE GOURMONT</span>
-</h2>
-
-<p class="nind"><span class="letra"><img src="images/drop-m.png"
-width="70"
-height="70"
-alt="M"
- class="drop-cap" /></span>E apresuro a escribir estas líneas porque una grave preocupación me
-inquieta: M. Rémy de Gourmont, autor para pocos, escritor de una
-<i>élite</i>, de una aristocracia mental internacional, está amenazado de la
-atención de todas las gentes... La prensa le solicita, el reporterismo
-le busca... Dentro de poco me temo que el nombre suyo sea, si no
-popular, vulgar, como el de Nietzsche... Vulgar en las citas, en las
-afirmaciones de la mediocracia escribiente: «M. de Gourmont por aquí; M.
-de Gourmont por allá...»; y eso es terrible... Fuera de que, como según
-parece, mi especialidad es la de lo «raro», mi admiración y mi afección
-por el autor de tanta obra excelente se basan en la intangibilidad de su
-vida, en su aislamiento severo, en su monasticismo intelectual. Hace
-como unos diez años que, con Lugones, saboreábamos sus obras extrañas y
-admirables, las de su campaña del idealismo, sus prosas del <i>Mercure</i>,
-sus <i>plaquettes</i> exquisitas, su<span class="pagenum"><a name="page_168" id="page_168"></a>{168}</span> sabio <i>Latin mistique</i>; y nos
-complacíamos el poeta y yo en lo enigmático y arcaico de cada edición,
-en lo hondo del pensar, en lo maravilloso del decir, en encontrar un
-erudito que fuese un poeta. Escalígero entre los lirios. Baluce entre
-las esfinges. Lipsio bajo los laureles. Después nos comunicamos por
-asuntos literarios, y cuando llegué a París era su amigo. Pasé aquí
-cinco años y no le fuí a visitar. Respetaba mucho su silenciosa y
-retirada labor, su misterio. Sabía que era, en esta capital
-americanizada por la <i>réclame</i> y por el industrialismo de la publicidad,
-lo que son los especiales diamantes y los especiales espíritus: un
-solitario.</p>
-
-<p>Un día llegó en que hube de verle por fin. Calle de Saint-Péres, en su
-casa de libros. Una casa de libros, viejos tapices, obras de arte. Se
-pasa antes por un patio, en donde hay un pozo y unos árboles. Pierre de
-Querlon, un alma singular, describió eso en páginas sutiles y amables.
-Esas páginas eran hoy más bellas, porque él era joven y acaba de morir.</p>
-
-<p>He visto primero a una prima y a un hermano de M. de Gourmont. Ella es
-la sobrina y heredera del escultor Clésinger, de quien os he hablado en
-otra vez. El es un joven delicado, fino, casi esquivo, que encierra un
-gran talento. M. Jean de Gourmont, cuyos pensares y decires sobre
-literatura son en el <i>Mercure</i> un buen regalo. La morada es silenciosa y
-triste, como conviene. Hay un ambiente de quietud y de ensueños, apenas
-turbado, según parece, por uno que otro demonio, entre otros el demonio
-Elzevir, diría Hugo.<span class="pagenum"><a name="page_169" id="page_169"></a>{169}</span></p>
-
-<p>Yo entré con cierto temor y timidez. No he podido&mdash;y ya estoy al medio
-del camino de la vida&mdash;llegar a ser familiar, confianzudo con el talento
-superior, y, sobre todo, con un hombre como M. Rémy de Gourmont. París
-no me ha inficionado de su bulevardismo igualitario, y en un maestro que
-es verdaderamente un maestro no veo yo a mi «querido colega».</p>
-
-<p>M. de Gourmont es uno de los pocos maestros que aún hoy merezcan ese
-nombre. Yo, al estar sentado frente a él en su gabinete de estudio, al
-verle con su ropa monacal de labor entre libros y libros, junto a un
-soberbio Clésinger dorado de penumbra, apoyado en su mesa cargada de
-manuscritos y de volúmenes, y al hundir mi mirada en la suya, y al oirle
-hablar poco y difícil, hondo y seguro, pasé a otra época y a otro
-momento. Me creí estar en casa de un Erasmo, que fuese un Pascal, que
-fuese un Lulio. Sé bien que estos nombres no quedan bien para nuestro
-siglo y para nuestras costumbres; pero recordad siempre que os hablo en
-la sinceridad de mi conciencia, y que Pascales y Erasmos no existen
-muchos actualmente para la comparación. Así, pues, llegué tímido; salí
-encantado. Agradecido lo estaba antes, puesto que he merecido a M. de
-Gourmont juicios demasiado benévolos y defensas demasiado justas. Cuando
-por ahí se asombraban de que mis <i>Prosas profanas</i> fueran versos, el
-autor del <i>Latin mistique</i> me escribía del título: «<i>C’est une
-trouvaille</i>», para asombro de ciertas ignorancias. Encontré en él, bajo
-su indumentaria<span class="pagenum"><a name="page_170" id="page_170"></a>{170}</span> de fraile, una nerviosidad inquietante revelada por
-cierta quietud leonina; y por fin, mi hombre, mi autor admirado: un odio
-profundo a lo vulgar, a lo mezclado, a lo híbrido, al socialismo, al
-nacionalismo, al cientificismo oficial, al vulgarismo, a la moral de
-regla y a lo inmoral de regla, a todo dogma, a todo profesor, a todo
-doctor diplomado, a toda disciplina, a toda obligación. Y, sobre todo,
-el odio a lo estúpido; y más que a lo estúpido, a lo tonto. ¡Cuando yo
-decía que no es para todas las gentes! Y cuando yo os decía mi inquietud
-por la irrupción del Kodak y de la <i>interview</i> a su celda, a su
-refugio...</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>¿Qué importan las genealogías? <i>Stemmata quid faciunt?</i> Importan mucho,
-sobre todo, en este caso. Pierre de Querlon dice: «Desciende de la
-familia de los pintores, grabadores, tipógrafos, de los siglos <small>XV</small> y <small>XVI</small>,
-a que perteneció aquel Gilles de Gourmont a quien se deben las primeras
-impresiones hechas en París en caracteres griegos y hebreos.» Además,
-por parte de madre, Malherbe es uno de sus antecesores. Pero yo sé de
-uno más, que ninguno de sus biógrafos ha nombrado, y que explicaría
-ciertas conquistas mentales y actitudes audaces de este perfecto
-pensador y libre filósofo: Hernán Cortés. La combatividad ancestral se
-ejerce en otros planos y elementos; pero, como el antepasado, como el
-<i>ancêtre</i>, ante el problema de la vida, una vez llegado a una convicción
-en el océano de las sofías, ha quemado sus naves.<span class="pagenum"><a name="page_171" id="page_171"></a>{171}</span></p>
-
-<p>El que hubiera sido en otras épocas benedictino sapiente y creyente, el
-que ha creado tanta figura y castillo de ideal y de ensueño, tiende cada
-vez más a la explicación de la existencia fuera de toda teología. Yo
-admiro, pero no aplaudo; dado que, después de todo, no estoy por lo de
-quedarse en una costa desconocida con la ceniza de los únicos bajeles.
-Para mi uso particular tengo a bien conservar una pequeña nave, una
-<i>navicella</i>, una <i>parva navis</i>, si no completamente católica, muy
-cristiana. Eso sí; los remos son de marfil y las velas son de púrpura. Y
-ella conduce a alguna parte.</p>
-
-<p>En los orígenes filosóficos, este cerebro, que se creería primero
-influído de un soplo platónico, se junta más, en su madurez, a la
-observación y al criterio aristotélico, por su investigación sobre el
-secreto humano, por su manera de encarar el enigma de nuestro ser.
-Solamente que se basa en lo que Aristóteles no comprendía: la libre
-acción del hombre en el universo.</p>
-
-<p>He ahí lo que es este buscador de infinito y analizador de lo que cae
-bajo la lente de su criterio: un sabio del siglo <small>XX</small>, que corresponde a
-lo que era un amante de la sabiduría en la Grecia antigua, a un profesor
-en Sorbona en la Edad Media: para resumir en una comparación las faces
-de ese espíritu habría que buscar nombres que no son tampoco de nuestro
-tiempo. He nombrado a Pascal: no estaría de más nombrar a Descartes. Un
-Descartes que no se interesa demasiado en el pasaporte de la verdad y un
-Pascal sin el abismo.<span class="pagenum"><a name="page_172" id="page_172"></a>{172}</span></p>
-
-<p>Su erudición está aparte de la de los simples eruditos de biblioteca y
-academia. En la inmensa selva de la producción humana ha herborizado con
-una atención pasmosa y un gusto supremo. Estudio de religiones y estudio
-de lenguas; estudio de poéticas y estudio de dramáticas; estudio de
-razas y de costumbres, fisiología, etnología, <i>folk-lor</i>. Estudia
-después de lo que hay en los libros, en las palabras, en las doctrinas,
-lo que hay en la naturaleza. Se baja a ver una hormiga después que ha
-examinado una teoría. Escribe un capítulo de experimentación científica,
-un escolio, una apostilla, una nota, luego un verso. Yo no sé de qué
-rincón de su estancia, de qué cajón de su biblioteca, saca un caballo de
-ébano y marfil, como el de Kamaralakmar del cuento árabe. Se monta y se
-va al azul. Aparece el «conquistador» de la armonía lírica, mágica.
-Porque habréis comprendido que ese caballo extraordinario es,
-complicadamente, Pegaso. ¿No es verdad, Simona? Al menos si tú no lo
-sabes, la nieve lo sabe, el molino lo sabe, los árboles y la tierra lo
-saben. Su poesía es ardientemente concentrada, amorosamente serena. Su
-bucólica es misteriosa, su paganismo es religioso; mas después de todo,</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0"><i>Nunc in Aristippi furtim precepta relabor.</i><br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>Más que el Gourmont de hoy&mdash;¿por qué no decirlo?&mdash;me place aquel
-Gourmont de antaño&mdash;¡de ese antaño no tan lejano!&mdash;que convenía a mis
-mirajes de juventud. Leyendo una página de la <i>Física de<span class="pagenum"><a name="page_173" id="page_173"></a>{173}</span> amor</i>, por
-ejemplo, tengo nostalgia del ambiente de las <i>Letanías de la Rosa</i>, de
-las <i>Prosas morosas</i>... Sin embargo, cada estación de la vida tiene sus
-frutos, y de ese robusto árbol mental la savia siempre es la misma.</p>
-
-<p>En alguna ocasión he de realizar un verdadero ensayo sobre la obra de M.
-de Gourmont: <i>Sixtine</i>, novela de la vida cerebral; el <i>Latin mistique</i>,
-que tanto alabara Huysmans, y que es labor de concienzudo sabio al par
-que poeta; <i>Lilith</i>, poema dialogado de una extraordinaria concepción y
-de una purísima forma; <i>Le Fantôme</i>, en que está entrevisto el enigma de
-la mujer a través de un extraño ceremonial de ideas y de sensaciones, en
-un rito a la vez carnal y cuasi religioso; <i>Théodat</i>, la pieza dramática
-que dió tanto que decir cuando se representó, en el Théatre D’Art, en
-los floridos días del simbolismo; el admirable ensayo sobre <i>Idéalisme</i>;
-las joyas verbales de <i>Fleurs de jadis</i>; la secreta hermosura del
-<i>Château singulier</i>, y de las <i>Proses moroses</i>; la <i>Historie tragique de
-la princesse Phenisa</i>, los <i>Hieroglyfes</i> y las <i>Histoires magiques</i>, que
-en realidad lo son; <i>Phocas</i>, prodigiosa resurrección; y luego su obra
-de crítica, las decisivas y famosas <i>Masques</i>, que ilustró tan
-originalmente Valloton; su profunda y sólida <i>Esthetique de la langue
-française</i>, la <i>Culture des idées</i>, <i>Le probleme du style</i>, que destruye
-los sueños de inmortalidad de los que juzgan que todo se hace por
-recetas, y ese <i>Chemin de Velours</i>, de una filosofía tan nueva y de un
-tan agudo interés. Y luego las novelas, como <i>Les Chevaux de Diomeds</i>,<span class="pagenum"><a name="page_174" id="page_174"></a>{174}</span>
-en que el psicólogo seguro se une al celebrante de las glorias
-sensuales, o <i>Le songe d’une femme</i>, castillos en el aire y placer
-animal, ensueño y abrazo. Y después sus cuentos y tal o cual creación
-perfecta, como ese shakespeareano <i>Vieux Roy</i>, que la América latina
-conoce en castellano gracias a la versión de nuestro armonioso y soñador
-Díaz Romero.</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>Y, por último, la obra poética, corta, pero de especial riqueza de
-calidad, la cual, sí, no puede ser gustada sino por entendimientos
-escogidos. Así, <i>Les saintes du Paradise</i>, las <i>Oraisons mauvaises</i> y
-tales cuales poemas perdidos en las revistas. Sin contar con la vasta
-labor de las ediciones de ciertos autores antiguos que este bibliófilo
-entre los bibliófilos ha sabido dirigir, con un arte y un gusto que
-harán regocijarse en su eternidad el alma del abuelo Gillis. Y con los
-incomparables <i>Epilogues</i>, reflexiones, consideraciones, concreciones
-filosóficas, que, reunidos a la manera de algunos libros de Nietzsche,
-forman un trabajo de alto valer, macizo y firme bajo su ligera
-apariencia.</p>
-
-<p>Su último libro, la <i>Fisique de l’Amour</i>, es un admirable estudio sobre
-la función sexual en la naturaleza; hay un deleitable maridaje de
-ciencia y de arte. El pensador y el artista son en este caso&mdash;como en el
-de Maeterlink&mdash;uno mismo. Y los que logran absorber el sutil vapor de
-ideas que se desprende de la obra de ese solitario, de ese aislado, de
-ese maestro meditabundo, son recompensados con la íntima voluptuosidad
-de comprender y admirar.<span class="pagenum"><a name="page_175" id="page_175"></a>{175}</span></p>
-
-<h2><a name="HENRI_DE_GROUX" id="HENRI_DE_GROUX"></a>
-<img src="images/illus-175.jpg" width="400" height="170" alt="HENRI DE GROUX" title="" />
-<br />
-<span class="caption">HENRI DE GROUX</span>
-</h2>
-
-<p class="nind"><span class="letra"><img src="images/drop-l.png"
-width="70"
-height="68"
-alt="L"
- class="drop-cap" /></span>OS diarios de París dieron la noticia. «El pintor de Groux ha
-desaparecido.» Me llamó la atención que los diarios se ocupasen del
-pintor de Groux, desaparecido o no... A poco se aumentó la noticia: «El
-pintor de Groux, que había desaparecido, ha estado encerrado en una casa
-de locos en Italia; de allí se ha fugado y no se sabe en dónde está.»
-Luego: «El pintor de Groux ha parecido y está en Marsella. Es cierto que
-se ha fugado de una casa de locos.» ¡Mi pobre amigo de Groux!</p>
-
-<p>A éste es al único intelectual de por aquí que he podido llamar
-verdaderamente «amigo» durante un tiempo, en este ambiente en donde cada
-día me siento más extranjero... Me lo presentaron la admiración, el
-arte, la pobreza. Le he tratado íntimamente,<span class="pagenum"><a name="page_176" id="page_176"></a>{176}</span> en compañía del poeta
-Amado Nervo. Era allá en la época de la Exposición. Los tres nos
-juntábamos en casa de un músico iluminado, teósofo y swedemborguiano,
-que nos quería convertir... No duró mucho su tentativa, sino sospecho
-que todos hubiéramos ido a parar a la casa de Italia que ha hospedado a
-de Groux, a menos que no nos metiesen aquí cerca, en Charenton.</p>
-
-<p>Mas ¿ha habido verdaderamente motivo para aprisionar como orate al
-desventurado artista? No hay duda de que su aspecto, su indumentaria,
-sus maneras, acusan cierta excentricidad...; ¡pero entonces habría que
-encerrar al ochenta por ciento de las gentes!... Además, para los que
-siguen al pie de la letra las teorías y los decires de los señores
-Lombroso, Nordau y compañía, el autor del «Cristo de los ultrajes» no
-es, ni puede ser, una persona normal y sana... Si se le trata, el
-diagnóstico se confirma, y si se le oye juzgar a los hombres, y
-especialmente a los artistas de su tiempo, se le declarará digno de la
-ducha y de la camisa de fuerza. Su figura es igual, según León Bloy, a
-la de Ernest Hello. Bloy también ha escrito en alguna parte que de Groux
-lleva consigo el daño y la desgracia, que es <i>jetattore</i>..., y esto
-después de ponerlo a la altura del sol y de la luna como artista...
-«¡Buen servicio le debo!», me decía <i>en ricanant</i> el pobre pintor.
-Alguien me ha afirmado que éste tuvo una parte de su vida en auge y
-ganancia; que entonces ayudó a todo el que lo solicitaba. Mas la perra
-suerte, la mala sombra, como dicen en España, la <i>guigne</i>, como dicen
-aquí, le ha<span class="pagenum"><a name="page_177" id="page_177"></a>{177}</span> perseguido toda su vida. A tal grado, que me explico
-aseguren que se halla atacado del delirio de la persecución.</p>
-
-<p>No se pueden recibir tantos palos de lo desconocido; no se puede ser la
-cabeza de turco de lo invisible sin sentirse una natural inquietud, que
-acaba por desencuadernar los sesos. Y luego, en la dolorosa esclavitud
-de un artista selecto que, tiene que padecer horribles promiscuidades y
-la tiranía del industrialismo, las injusticias de la crítica, que no
-señala el éxito sino al que la paga; y en las durezas de la vida de
-necesidad de quien no quiere prostituir su talento, en el aislamiento de
-su orgullo, con los nervios vibrantes a cada paso, con la sangre
-revuelta de rabia ante las imprudencias de la <i>réclame</i>, no encontrando
-sino sonrisas de desdén en unos, conmiseración ineficaz en otros,
-dificultades para trabajar, penas íntimas y la rebusca cotidiana de lo
-preciso..., no sé quién, estoicamente, pudiera resistir. Pues aquí la
-lucha es enormemente mayor que en ninguna parte, y las dificultades y
-los inconvenientes para un artista, para un hombre de pensamiento se
-multiplican más que para nadie. Así son de numerosos los naufragios. Así
-es infinito el número de los desaparecidos en la tormenta de París. De
-miles no queda ni el nombre ni el recuerdo. El arrivismo ha traído
-después el más funesto de los males, el crack de la gloria y el imperio
-de la gloriola. Es el momento para los prestidigitadores de la fama. Es
-el momento para los amantes del instante, del éxito, del <i>succés</i>. Los
-espíritus aislados, los que no entran<span class="pagenum"><a name="page_178" id="page_178"></a>{178}</span> en la corriente, son señalados. Y
-aun de esos, hay quienes aflojan.</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>En verdad, si algún pecado atrae el misterioso castigo de la «fuerza
-enemiga» en Henri de Groux, o es el de la carne, o es el del orgullo. Su
-obra no es, ni con mucho, casta; pues en sus desnudeces más olímpicas y
-paganas aparece una concepción del encanto femenino completamente
-católica; es decir, lujuriosa. La antigua Venus imponente y sencilla,
-impulsora de las fuerzas naturales, tiene poco que ver con esas figuras
-ambiguas nacidas al influjo de preocupaciones teológicas y soplos
-demoníacos. Hay mucho de dantesco en el conjunto de sus pinturas, y
-mucha semilla medioeval, que ha hecho brotar a través del tiempo, en
-medio de las intranquilidades y exacerbaciones de los fines del siglo
-pasado, una extraña vegetación de cactus y orquídeas infernales. A pesar
-de las conquistas de la eternamente perfeccionable y corregible
-corporación de los sabios, el Diablo, como el Dios del famoso director
-de periódico, será «siempre de actualidad.»</p>
-
-<p>En cuanto al orgullo del artista, es enorme, ciertamente, aumentado por
-los injustos triunfos de la mediocridad y por el inconcebible
-rebajamiento del gusto general en nuestra época, tan llena de
-indiferencia por las altas cosas mentales. El sustenta su categoría,
-abomina a los predicadores de la igualdad, cara a los pequeños, y mira
-sus semejantes tan solamente en otros tiempos pasados. Eso no se lo
-perdonan los acomodaticios fabricantes y los que<span class="pagenum"><a name="page_179" id="page_179"></a>{179}</span> aceptan la imposición
-de la chatura común. El no figura en la cáfila de pagadores de
-biografías y autorretratos de tal diario de mostrador y pulpería; él no
-se echa por la calle del medio a hacer retratos mundanos; dice, donde
-quiera que le pongan atención, lo mal que piensa de los Carolus Durán y
-otros del Instituto; ríe con risa maligna; tiene la ocurrencia
-corrosiva, la broma ácida; agregad a esto el no ser propiamente un
-Adonis, antes bien un «tipo» singular, el soñar continuamente, el
-fracasar en cuanta tentativa de mejorar de fortuna ha hecho, y el
-monologar a veces por la calle... decidme si no es muy explicable que
-buenos burgueses florentinos y mal intencionados compatriotas, de
-consuno, le hayan hecho ir a parar al manicomio... De donde, felizmente,
-logró escaparse, y en donde encontró tema para otro de sus poemas
-pictóricos extraordinarios... El también, como el Gibelino, a quien
-admira y ha interpretado, puede decir que vuelve del infierno.</p>
-
-<p>Es de todas maneras una existencia trágica la suya, y su obra es como su
-existencia. El conflicto estalla por la hostilidad del medio y su
-ninguna voluntad de adaptación. Es un desarraigado de un lejano siglo,
-un extranjero en la humanidad que presencia la lucha rusojaponesa... Un
-día he visto en su taller algunos de los «retratos» que ha hecho: Dante,
-Wagner, Luis II de Baviera, León Bloy, Baudelaire, entendidos a su modo
-extraño, misterioso... Un libro había por allí: las <i>Fleurs du mal</i>...
-¡Eso ha sacado de las malas compañías! Y si al primer<span class="pagenum"><a name="page_180" id="page_180"></a>{180}</span> llegado se le
-preguntase qué piensa de la carrera fatigosa y de la vida de de Groux,
-de seguro que os saldría con el eterno recurso de la bohemia. De Groux,
-sin embargo, es cabalmente algo muy distinto del tipo tradicional del
-bohemio. Desde luego, y a pesar de su faz a veces rubicunda y sus
-frecuentaciones del café, es sobrio. Es casado, tiene familia. Es triste
-y serio, como no toque en la conversación un asunto que haga estallar su
-bilis en carcajadas hirientes. Como todo hombre de su intelecto, tiene
-una leyenda, que se yuxtapone a la realidad de su trabajado pasar. Ha
-sufrido días muy duros, temporadas harto amargas, que su ex amigo Bloy
-ha dejado ver de manera bien transparente en su <i>Mendiant ingrant</i> y en
-su reciente <i>Mon Journal</i>. Ha intentado cien veces el seguir un trabajo
-ordenado que le diese la realización de tanto cuadro en proyecto como
-tiene ideado; mas hay algo, sin duda alguna, algo que le acosa y le hace
-siempre desmayar en medio de la tarea: es un perseguido de la miseria.
-No le han faltado mecenas temporarios, cuyos apoyos no le han servido
-sino para reposar un tanto en su carrera de fatigas y penurias. El
-primero fué el rey Leopoldo, su compatriota; el último fué, según él
-mismo me lo contara hace como un año, la princesa de
-Wolkenstein-Trotzburg, esposa del embajador austriaco en París, dama que
-se distingue por su entusiasmo por Wagner y que ha sabido apreciar el
-mérito de de Groux.</p>
-
-<p>En cuanto a los vendedores de cuadros y dueños de salas de exposición
-han sido para el asendereado<span class="pagenum"><a name="page_181" id="page_181"></a>{181}</span> artista, según su impresión y experiencia,
-feroces. Los usos y gestos de ese temible grupo han sido denunciados más
-de una vez por escritores valientes, desgraciadamente no en la prensa
-diaria, que por más de una razón no aceptaría tales claridades, sino en
-revistas de circulación reducida. Allí han hablado los Mauclair y los
-Peladan. Allí se han expuesto las criminales maniobras de los lanzadores
-de renombre en provecho propio; de los que preparan sus stocks de telas
-para pregonar el mérito de tal o cual impresionista vivo o muerto; de
-los mantenedores de la crítica simoníaca; de los explotadores del
-talento; de los martirizadores del desconocido genial; de los usureros
-de la fama y asesinos de la necesidad.</p>
-
-<p>Se han expresado sus intrigas y sus añagazas, y cómo desuellan a los
-pobres artistas que llegan a sus puestos, y cómo se hacen pagar
-enormemente el derecho de una exposición, y cómo ellos, a su vez,
-lanzan, es la palabra, y ponen de actualidad tal talento averiado, tal
-<i>amateur</i> con fortuna o tal olvidada mediocridad, a la que se hace el
-<i>boniment</i> para engañar a las gentes.</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>Si los turiferarios de la falsa gloria le han evitado, de Groux ha
-tenido en cambio la aprobación de ciertos excelentes. Remy de Gourmont,
-Heredia, han sido sus amigos; Mirbeau, Verhaeren, Camile Lemonnier,
-Eockoud, Fontainas y el tremendo Bloy, han escrito sobre él páginas
-brillantes de entusiasmo. El último, en su apocalíptica fuga, ha
-clamoreado<span class="pagenum"><a name="page_182" id="page_182"></a>{182}</span> la grandeza del genio de de Groux a los cuatro puntos
-cardinales. De pocos pintores de estos tiempos, y de todos los tiempos,
-se han dicho palabras semejantes. Hace ya años escribía el fuerte
-Lemonnier: «Ese joven Henri de Groux, ese espíritu impermeable y virgen
-sobre el cual se ha deslizado sin penetrarle la corrosiva educación de
-un tiempo propicio a los malignos y funestos, a los instintivos, de
-repente se denuncia épico, afiebrado de cataclismos, torturado de
-imágenes sangrientas, sin parentesco con ninguna escuela, sin analogía
-con sus antecesores, sino es tal vez con Delacroix, hambriento de
-destrozos y carnicerías, todo empurpurado de sus flujos bermejos». Y
-Jules Destree: «Al lado de ese temperamento de colorista que le acerca a
-Delacroix al punto que se le pudiera aplicar muy adecuadamente los
-versos de Baudelaire:</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">Delacroix, lac de sang hanté des mauvais anges,<br /></span>
-<span class="i0">Ombragé par un bois de sapins toujours, verts,<br /></span>
-<span class="i0">Ou, sous un ciel chagrin, des fanfares ét ranges<br /></span>
-<span class="i0">Passent, comme un soupir étouffé de Weber.<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>Al lado de esos dones prestigiosos y sutiles, su parentesco con los
-primitivos es muy cierto. Como ellos, tiende sobre todo a ser sugestivo.
-Su realismo es cuidadoso de la naturaleza y de la verdad, pero es
-evocador del ensueño, se lanza más lejos que la realidad, con
-proyecciones de más allá, en el infinito del pensamiento, de misterio y
-de sueño por<span class="pagenum"><a name="page_183" id="page_183"></a>{183}</span> todas partes esparcido y flotante alrededor de nosotros,
-realismo con brotes de alma, sobrenaturalismo que es la expresión más
-alta del arte verídico y grande.» «Es únicamente un artista, un
-filósofo», afirmaba André Fontainas. El diálogo entre el rey Leopoldo y
-el pintor, contado por Charles Buet, es curioso: «&mdash;Monsieur de
-Groux&mdash;dijo el rey visitando el Salón&mdash;; conocía ya la obra de vuestro
-padre. Es la primera obra vuestra que veo. Habéis hecho una cosa muy
-<i>extraña</i>, pero es una página notable. Quisiera haceros algunas
-preguntas.&mdash;Tengo la certeza, sire,&mdash;respondió Henri de Groux&mdash;, de
-haber hecho, en efecto, una cosa muy extraña y seguramente intolerable
-para el <i>philistin</i>. Así me siento feliz de que haya tenido la fortuna
-de gustaros.&mdash;Sí; pero ¿por qué <i>los</i> habéis hecho a todos tan
-obstinadamente feos?&mdash;Sire, pensé que los sentimientos que <i>ellos</i>
-expresaban no debían embellecerlos.&mdash;Pero el Cristo mismo, ¿por qué es
-tan feo? ¿Por qué expresa el pavor, el espanto?&mdash;La tradición le
-representa bello y lleno de esperanza.&mdash;He pensado que el Cristo, siendo
-Dios que se ha hecho hombre para asumir todos los dolores y todas las
-miserias humanas, no podía ser bello, al menos de la belleza vulgar, y
-que en esa circunstancia había debido asumir el miedo, el miedo físico,
-y aun la apariencia, el aspecto de la culpabilidad».&mdash;Lo que decís es
-interesante, pero muy audaz.» «Tal vez, agrega Buet, pues Henri de Groux
-no es heterodoxo pintando a Jesús feo, que los primitivos han siempre
-representado así, según un texto de Tertuliano, del tratado<span class="pagenum"><a name="page_184" id="page_184"></a>{184}</span> <i>De carne
-Christi</i>, y según también la palabra del salmista: <i>Ego sum verneis et
-non home, opprobrium hominum et abjetio plebis</i>.» Y sobre ese mismo
-cuadro del «Cristo de los ultrajes» declaraba William Ritter: «¡Y bien!
-El «Cristo de los ultrajes», que sólo la música había osado por el genio
-fulgurante de Juan Sebastián Bach, Henri de Groux, en fin, nos lo ha
-dado, y nos lo ha dado tal, que el suplicio de Matho, entregado a la
-plebe de Cartago en Salambó, no es nada al lado de esta espantable
-pena.» Y Octave Mirbeau: «Bajo su aparente ingenuidad de primitivo, M.
-Henri de Groux es un pintor consumado; es maravillosamente hábil en el
-juego de los colores. Sus telas tienen el aspecto de objetos preciosos,
-de materia lujosa que deben, ante todo, mostrar las obras de arte. Hay
-en él una mezcla de tapicero persa y de imaginero gótico, con todo un
-golpe de acentuaciones a la Rembrandt. Sus telas son meticulosamente
-compuestas; desde el punto de vista del color, es el color el que guía y
-dirige. En su aparente desorden es minuciosamente lógico, y su
-imaginación, que es viva, que es desbordante de verbo, no va sino hasta
-donde el color le indica ir. Su «Moisés salvado de las aguas», así como
-sus bohemios, son puras obras maestras de colorista. La alegría de esas
-telas estalla en sonoridades soberbias», Y Charles Morice: «¡La vida, la
-verdad de la vida! Es ella la que de Groux, en los ojos de los músicos y
-de los poetas y de otros héroes, y en las obras por su pincel
-comentadas, ve y nos muestra con el gesto imperioso de una voluntad
-orgullosa<span class="pagenum"><a name="page_185" id="page_185"></a>{185}</span> de no ceder bajo el peso del pensamiento.» «Artista violento,
-tumultuoso, conmovedor, siempre original, que llega a una intensidad de
-realización y de evocación que se impone a la imaginación y fuerza a la
-memoria, tal se afirma», dice Charles Salunier. «Es, ante todo, un
-poeta», señala Ivanoe Rambosson. Su nombre es célebre en el arte
-contemporáneo «de excepción», como diría Vittorio Pica. Este mismo
-crítico italiano ha estudiado en una de sus más bellas obras el talento
-y la producción de Henri de Groux. He aquí cómo describe un cuadro
-terrible: «Les trainards, rêve aprés la bataille»; «Rappresentava un
-campo dopo la bataglia: in alto della tela scorgevansi le case del
-vicino villagio; in primo e secondo piano v’ra una confusione
-raccapricciante di cadaveri e di carrogne sbudellate e sanguinolenti, di
-ferilli in agonia, di sconquassati ordegni guerreschi e, in mezzo a tale
-cuenta rovina, avanzavansi, a passi cauti, cinque o sei losche figure di
-depredatori di cadaveri, seguiti da carretini, tirate da grossi cani di
-Terranovae sovraccarricho di spoglie.</p>
-
-<p>Lo spettaculo era allucinante, macabro, espettrale e, ad acrescere
-l’orrore, contribuiva tanto la voluta mancanza anche del più piccolo
-lembo di firmamento quanto le deficienze di prospettiva e l’uniforme
-tinta verdastra, evocante il colore della putrefazione. Como esprimere
-con parole la terribilitá di quei cadaveri aggroviagliati, affastellati
-l’uno sull’altro, chiarrati disgustosamente di sangre, con le budella
-serpeggianti fuori dal ventre? ¿Come esprimere<span class="pagenum"><a name="page_186" id="page_186"></a>{186}</span> il supremo orrore di
-quegli occhi vitrei e spalancati, che nessuna mano pietosa aveva
-chiusi?»</p>
-
-<p>Pues, en realidad, Henri de Groux es un artista de horror y de misterio.</p>
-
-<p>Su obra, complicada y ya vasta, abarca varios ciclos: el ciclo dantesco,
-el wagneriano, el napoleónico, fuera de variados y alucinantes
-espectáculos de imaginación y enigma que se ha complacido en trasladar a
-la tela.</p>
-
-<p>Es uno de los pocos artistas gráficos que hayan logrado evocar los
-extraños ambientes y percepciones de los sueños, y esas cosas raras e
-inexplicables que supiéranse de otras existencias y que se encuentran en
-tales páginas de extraordinarios escritores, como Poe, Mallarmé,
-Quincey.</p>
-
-<p>Sus páginas de sombra y espanto llegan a la angustia de ciertas
-pesadillas. Su visión tenebrosa hace pensar en los bajos fondos de la
-demonología, en tormentosos terrores milenarios, signos y conjunciones
-astrales, lluvias de sangre, presagios y apariciones funestas. Es un
-prodigioso expresador de pavores y un fatal evocador y comentador del
-fantasma que nos habita. En su «Morituri» surge la Muerte cabalgante
-sobre la desolación de la campaña llena de cadáveres; en sus «Vendanges»
-traduce la irrupción de las cóleras siniestras populares en el corazón
-de la noche; su Napoleón no es el dios dueño del Aguila como Júpiter,
-sino un Napoleón de desolación, de meditación, de triste humanidad. Es
-el espectro de los espectros, ya en la vida retirada de Rusia, ya en la
-caída de Waterloo o en Santa<span class="pagenum"><a name="page_187" id="page_187"></a>{187}</span> Elena; Napoleón, ojeroso, meditabundo,
-miserable, bajo la tempestad de Dios. De su «Cristo de los ultrajes»
-nadie ha hablado como el tonante Bloy: «Es el sufrimiento del Cristo,
-tal como lo han contado los santos visionarios en libros de diamantes
-que sobrevivirán al juicio final de las literaturas; tal como lo han
-certificado los testigos que se hacían «degollar» para obedecer a la
-orden de ser «configurados en su muerte»; tal, en fin, como la Iglesia,
-no de la Edad Media, sino de todos los siglos, lo enseña en su pavorosa
-Liturgia. Es el huracán de las torturas imaginables, sin el contrapeso
-de ninguna eficaz piedad para el agonizante voluntario, cuyo último
-suspiro extingue el sol y turba las constelaciones.»</p>
-
-<p>Sus cuadros dantescos, más que ilustraciones de la <i>Divina Comedia</i>, son
-telas poemales que trasponen la idea del poeta a la concepción del
-artista. Lo propio sus encarnaciones wagnerianas. Mas en lo que he de
-insistir es en su don milagroso de revelador, o, mejor dicho, recordador
-de otros planos psíquicos, de otras rememoraciones de confusas
-existencias, misterioso siempre; misterioso en su orientalismo
-insinuante de detalles y perspectivas, misterioso en sus figuras de
-mujeres ultraturbadoras y de un más que humano secreto; ni la Eva
-dormida, o la Palas sentada, o la carnal Jezabel, o la acre y almizclada
-adolescente del frontispicio diabólico del «Pehor», de Gourmont;
-misterioso en sus aglomeradas muchedumbres, en la manifestación del alma
-baja y feroz de los populachos, de la erupción<span class="pagenum"><a name="page_188" id="page_188"></a>{188}</span> de instintos crueles y
-bestiales de las heces humanas; misterioso en las actitudes y miradas de
-sus héroes y hasta de sus animales y larvas, sus leones, sus águilas,
-sus caballos, sus buhos, sobre todo sus buhos; o ya en sus mitologías, o
-en las reminiscencias de malos sueños; en su cultura macabra de las
-facies cadavéricas, en las alusiones satánicas y relentes de ultratumba,
-en la traslación de la atmósfera sensible de «cuento», de leyenda, de
-delirio o de locura.</p>
-
-<p>Buen artista, de Groux es compasivo con los humildes de abajo, con el
-pueblo que sufre la tiranía de la estupidez triunfante. Mas no se mezcla
-con los brutales elementos. Quiere «sólo un déspota, el Genio», como
-dice brava y aristocráticamente ese cantor de las rojas esperanzas que
-tiene por nombre Alberto Ghiraldo. Tiene el horror de la burguesía
-ostentosa e ignara de la nobleza decadente y rebajada, del
-igualitarismo, tan odioso como imposible. Baudelaire ha sido uno de sus
-peligrosos guías en su senda de tinieblas y de espantos. De tanto
-frecuentar el reino de lo desconocido, en donde no se camina sino
-tanteando el lado de los abismos y negros despeñaderos, y en donde no
-puede prestarle sus ojos nictálopes su amigo el buho, es probable que su
-cerebro no se encuentre completamente fácil para el diario comercio de
-los hombres. Es posible también que en el imperio de las tinieblas
-enemigas cuente con más de una animosidad. Y si, como asegura Bloy, se
-ha olvidado por completo de Dios, todo él está vulnerable para los
-puñales invisibles.<span class="pagenum"><a name="page_189" id="page_189"></a>{189}</span></p>
-
-<p>El ha ofrecido seguir en su tarea de creador de cosas misteriosas, y de
-su contacto con la locura en el manicomio italiano ha de sacar nuevas
-apariencias de horrores visionarios. Si de la nocturna confabulación de
-contrarias fuerzas sale su fatal sentencia, será una pérdida para el
-alto arte, un duelo para el pensamiento. Será el golpe final para quien,
-desde la cuna, fué señalado a la desgracia y al dolor como víctima de un
-influjo saturnino, de una influencia maligna, diría el pobre Lelian.</p>
-
-<p>Mas ojalá, robusteciéndose, si es posible, en las ásperas luchas,
-cobrando aliento después de las sacudidas de la hostil suerte, halle en
-la labor metódica un consuelo y una salvación.</p>
-
-<p>Aunque, ¡la pobreza es tan infame!</p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-189.jpg" width="211" height="152" alt="" title="" />
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_190" id="page_190"></a>{190}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_191" id="page_191"></a>{191}</span></p>
-
-<h2><a name="LO_QUE_QUEDA_DE_HEREDIA" id="LO_QUE_QUEDA_DE_HEREDIA"></a>
-<img src="images/illus-191.jpg" width="406" height="146" alt="LO QUE QUEDA DE HEREDIA" title="" />
-<br />
-<span class="caption">LO QUE QUEDA DE HEREDIA</span>
-</h2>
-
-<p class="nind"><span class="letra"><img src="images/drop-j.png"
-width="70"
-height="72"
-alt="J"
- class="drop-cap" /></span>OSÉ María de Heredia está ya enterrado en el cementerio de Rouen,
-adonde fué a hacer compañía a su mujer. Tras sus despojos iban tres
-poetas, sus tres yernos: Henry de Regnier, Maurice Maindron y Pierre
-Louys.</p>
-
-<p>Se presentan ya muchos candidatos al puesto de bibliotecario del
-Arsenal. Se habló un poco de la desaparición del célebre artista del
-soneto. Se escribieron unos cuantos artículos. Después, ha venido el
-silencio sobre el que partió en lo gris del otoño. No obstante, queda de
-él mucho, en poco. Un libro. Ese libro vivirá. Mil hay que dejan cien
-volúmenes para el olvido y para los ratones.</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>Fué, como es sabido, cubano de nacimiento, pero esto es un accidente que
-apenas advertís en tal reminiscencia de uno o dos sonetos. El fué poeta
-francés, completamente francés, a pesar de sus pergaminos<span class="pagenum"><a name="page_192" id="page_192"></a>{192}</span> de
-«conquistador», a pesar del «ancêtre», del fundador de ciudades. Nació
-en Cuba, como su maestro Leconte de Lisle nació en la isla Borbón, o
-como Julio Laforgue nació en Montevideo. Mas su gloria es absolutamente
-francesa, porque su alma se nutrió en Francia, sin conservar casi nada
-del perfume de las islas natales. Vagamente ese perfume le llega una
-vez, a la orilla del mar... No es el mismo caso el de otro José María
-que hoy comienza a engarzar en hermosos collares perlas de Francia: José
-María Cantilo. Si llega el triunfo futuro, será gloria argentina, a
-pesar de la lengua de adopción en que exprime sus líricos pensares.</p>
-
-<p>Hay la idea común de que los parnasianos fueron simples artesanos del
-verso, fabricantes de piezas de orfebrería. «Nosotros, que cincelamos
-los versos como copas», decía uno de los más grandes entre ellos. El
-verbo humano y el ritmo divino tienen tal virtud, que no le es posible
-al artífice más impasible labrar una copa que no esté siempre llena de
-algo. La copa vacía es imposible. Siempre habrá en el vino de poesía
-diluído un sentimiento, un pensamiento. Y en las urnas de José María de
-Heredia se conserva un licor precioso que ganará calidades envejeciendo.
-Ciertamente fué un orfebre como todos los del Parnaso. Tenía el cuidado
-de la rima, la preocupación de la palabra y, naturalmente, el orgullo
-del pensamiento. No hay uno solo de los «impasibles» que no tenga en su
-estrofa, en la apariencia, fría, un estremecimiento emocional, pues
-emoción hay hasta en las más profundas especulaciones mentales.<span class="pagenum"><a name="page_193" id="page_193"></a>{193}</span></p>
-
-<p>Lo que distingue a Heredia es la frecuencia del mármol y del metal,
-materiales de su labor. La dedicatoria a su madre en «Les Trophées» es
-una lápida romana. La mayor parte de sus sonetos son casi epigráficos,
-dignos de una estela. Heredia no escribió una sola línea que no fuese
-monumental. De allí esa augusta disposición de los conceptos, esa noble
-euritmia rítmica, esa belleza grandiosa de sus pequeños templos de
-catorce columnas.</p>
-
-<p>Se le reprocha su parto elefantino, tardío y único. ¿Se habría preferido
-que amontonase en las librerías volúmenes sobre volúmenes, a la manera
-de tanto fecundo multíparo de la literatura cuya prole, sin dolor
-creada, servirá tan sólo por su inanidad y número para hacer más pesada
-y más invisible la losa del más justificado de los olvidos?</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>A pesar de amables muestras de simpatía, a pesar de la cita que en una
-ocasión me dio el maestro por medio del poeta Angel de Estrada, nunca
-fuí a verle, ni a su casa, ni a la Biblioteca del Arsenal, de que era
-administrador, después de Nodier, de Alexandre Duval, del bibliófilo
-Jacob, de Loredan Larchey, de Edouard Thierry y de Henri de Bornier. Mas
-sé que todos los que a él se acercaron quedaron encantados de sus
-afabilidades señoriles, de su fondo hidalgo, de su generosidad
-espiritual. No creo que le agradase mucho hablar el español, el cual,
-según tengo entendido, pronunciaba con acento francés. Estaba, por otra
-parte, un poco sordo; así es que la entrevista que tuvo con Núñez de
-Arce, hace<span class="pagenum"><a name="page_194" id="page_194"></a>{194}</span> años, debe haber sido curiosa, dado que el poeta español
-hablaba muy poco y muy mal el francés.</p>
-
-<p>Heredia era amado de la juventud, de esa juventud acusada tantas veces
-de iconoclasticismo y de irrespeto para con los maestros. A esta
-acusación contesta con mucha justicia un claro y valiente espíritu,
-André Fontainas: «Decid, muertos ilustres, y demasiado pronto numerosos,
-Verlaine, Mallarmé, ¿quién, pues, venía piadosamente a la soledad en que
-se os abandonaba?, y vos, magnánimo superviviente de una época valiente,
-León Dierx, ¿quién os rodea de fervor y de afección mas que nosotros?
-¿Quiénes, pues, José María de Heredia, desde los primeros años
-literarios venían con un orgullo tímido a consultaros, a entregaros sus
-esperanzas y a confiaros sus dudas?» Y es que el carácter acogedor y la
-noble confianza que inspiraba el perfecto lírico daban a los
-principiantes un amable calor de entusiasmo, un seguro estímulo, un
-deseo de proseguir en la prueba de Pegaso. Y era el alma misma de ellos
-la que sentía la espuela de oro. El mismo Fontainas expresa en conceptos
-amorosos tales impresiones: «Nadie como él, José María de Heredia,
-ningún <i>aîné</i> supo acoger, lleno de una bondad igual, a los
-principiantes, a quienes prodigaba con simpatía sus consejos
-fraternales. ¿Quién, entre esos, tan numerosos, a quienes su casa fué
-abierta, ha podido perder el recuerdo de los primeros minutos de su
-primera visita? Cuando desfalleciendo casi de temor y de respetuosa
-incertidumbre el recién llegado era introducido a un vasto<span class="pagenum"><a name="page_195" id="page_195"></a>{195}</span> y claro
-gabinete cuadrado, sonoro de voces vibrantes y alegres, se habría
-sentido presa de un vértigo extraño y temeroso, si el Poeta,
-suspendiendo con un ademán alguna disertación tumultuosa, no acorriese
-casi de un salto a él, a darle la bienvenida, con abundancia y precisión
-que daban al espíritu ansioso y encantado a la vez el tiempo de
-reponerse, de admirar, y de comprender a un tiempo, y amar a ese hombre,
-que se revelaba completamente en su movimiento de cordialidad franca y
-de calurosa acogida.» Tal dicen los que se le aproximaron. Mi proverbial
-condición ursina no me permitió poder apreciar personalmente la
-gentileza hospitalaria del hidalgo.</p>
-
-<p>La casa estaba llena de gloria y de letras. Ya sabéis que sus tres hijas
-se casaron con escritores. Hasta la hora actual, parece que son felices,
-y ningún rumor de divorcio se ha oído. Una de las jóvenes, la casada con
-Henry de Regnier, es mujer de gran talento, y se ha hecho notable por
-sus poesías, publicadas casi todas en la <i>Revue de Deux Mondes</i>, y,
-sobre todo, por las novelas que ha firmado con el pseudónimo de Gerard
-d’Houville, nombre de un abuelo maternal de brava y pintoresca vida. Su
-salón era uno de los pocos que quedan exclusivamente literarios, y allí
-se reunía mucha parte de la <i>élite</i> de la mentalidad francesa
-contemporánea.</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>En Cuba (¡naturalmente!) se ha escrito el único artículo que conozco en
-que se decrete y anuncie la desaparición en el olvido de la obra
-herediana. «Les<span class="pagenum"><a name="page_196" id="page_196"></a>{196}</span> Trophées» de Heredia! Cuando hoy hay quien exhume y
-comente los seccionales del lejano y encriptado Du Bartas. Se ignorará
-en lo porvenir a Heredia si se borra por completo la historia de la
-poesía francesa en el siglo <small>XIX</small>, en la cual él es ciertamente un
-«antillano»; tiene su isla.</p>
-
-<p>Sí, vivirá por su unidad sólida y su contextura, y por el material <i>aere
-perennius</i>, esa «Leyenda de los siglos» en miniatura, ese museo <i>di
-camera</i>, esa labor cuyo defecto sólo es la casi completa perfección. Tal
-la de su maestro Leconte de Lisle, y la de su antecesor Chenier. Poesía
-pura y lengua pura. Y tanta confianza había en el alma del poeta en lo
-futuro, que el primer soneto de la colección está dedicado al Olvido:</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i2">Le temple est en ruine au haut du promontoire...<br /></span>
-<span style="margin-left: 6em;">. . . . . . . . . .</span><br />
-<span class="i0">Mais l’Homme, indifferent au rêve des aieux<br /></span>
-<span class="i0">Ecoute sans frémir, du fond des nuits sereines,<br /></span>
-<span class="i0">La Mer qui se lamente en pleurant les Sirènes.<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>Todo el vasto espectáculo humano, la leyenda y la historia, supo
-concretarlo en magníficas cristalizaciones que siempre causarán
-admiración a los comprendedores de la virtud artística. Como Hugo, en su
-cíclico poema, abarca todas las épocas del mundo: los mitos, los héroes,
-los dioses, la vida y el ensueño. En Grecia y Sicilia, he ahí primero la
-gran figura de Herakles, ya vencedor del león de Nemea, o cerca del lago
-de Estinfalia, «todo sangriento, sonreir al gran cielo azul». He ahí a
-Neso,<span class="pagenum"><a name="page_197" id="page_197"></a>{197}</span> cuyo sueño turba «el caliente olor de las yeguas de Epiro»; la
-centauresa que de noche tiembla «à l’appel lontain des ètalons»; la
-admirable metopa partenoniana de los centauros y lapitas; la fuga de
-centauros que sienten la muerte cerca, «et flairent dans la nuit une
-odeur de lion.» O bien Afrodita surge de la sangre de Urano; y Jasón y
-Medea aparecen como en un cuadro de Gustave Moreau, en el soneto
-dedicado a ese pintor. En el «Termodonte» véis pasar a los potros
-blancos, rojos de la sangre de las Vírgenes. En «Artemis», la diosa se
-presenta como llena de un primitivo y olímpico sadismo, y luego pasará,
-cazadora, saltando entre sus molosos; y la flauta pánica resonará en una
-ninfea. Pan surge, «el Caprípede, divino cazador de ninfas desnudas». Su
-risa asusta a las ninfas en el baño. He ahí un vaso cincelado, en cuyos
-flancos han de encontrar más tarde nuevas visiones poetas como Regnier y
-Samain. He ahí, como en la estatua de Clésinger, el león que «en
-rugissant d’amour mord les fleurs de son frein». Baco, conquistador,
-triunfa a las orillas del Ganges. Las mujeres de Biblos celebran los
-funerales de Adonis; Circe siente los perros sagrados que la siguen
-aullando. En un soneto dialogado, la «Sphinx», muestra Heredia lo que
-habría podido hacer si hubiera escrito tragedias. En otro, «Marsyas»,
-hace recordar el Marsyas de mármol del Louvre.</p>
-
-<p>Un amor especial tiene para Pegaso, ya «alargue sobre la mar su grande
-sombra azul», ya, montado por Perseo, cuando «bat le ciel ebloui de ses
-ailes<span class="pagenum"><a name="page_198" id="page_198"></a>{198}</span> de flamme», o cuando sus alas «aux amants enlacés font un tiède
-berceau».</p>
-
-<p>En los epigramas y bucólicas es un admirable evocador de la vida
-antigua. Cabreros, pastores, términos; inscripciones votivas; clamores
-de orgullo, libaciones funerarias, naves que parten; esclavos,
-sembradores, viejos chivos propiciatorios; niños muertos en flor; un
-corredor como el que en el Luxemburgo tiene fijado su ímpetu de bronce;
-un cochero como los que cantan las odas pindáricas; Pegaso de nuevo; o
-bien estas palabras que hoy son para dichas por sus propios labios
-fríos:</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">Aux yeux se sont fermés à la lumière heureuse,<br /></span>
-<span class="i0">Et maintenant habite, hélas! A pour jamais,<br /></span>
-<span class="i0">L’inexorable Erebe et la Nuit Ténébreuse.<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>En «Roma y los bárbaros» saludaréis el bajel de Virgilio. Conoceréis al
-discreto Galo, y reencontraréis la flauta griega en labios de un pastor.
-El poeta se dirige a Sextius, y hace constar que la vida es breve, como
-cantó el otro, y que «no hay primavera en el país frío de las sombras».
-He ahí luego cuadros, viñetas, medallas de la vida romana. He ahí una
-sonrisa latina, o la soberbia figura de Aníbal, y en los versos a un
-triunfador, una frase que se diría dicha a sí propia por el artífice:</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">Grave-les dans la frise et dans les bas-relief<br /></span>
-<span class="i0">Profondement, de peur que l’avenir te frustre...<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>Aparece Cleopatra, en una tarde, «semejante a<span class="pagenum"><a name="page_199" id="page_199"></a>{199}</span> un gran pájaro de oro que
-espía a lo lejos su presa.» Luego el Imperator sangriento; y el célebre
-soneto en que Antonio ve en los ojos puntuados de oro de Cleopatra:</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">Toute une mer immense ou fuyaient des galères.<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>Y el «pequeño museo» se engrandece; a los sonetos epigráficos suceden la
-Edad Media y el Renacimiento. Y Heredia siempre está en su terreno de
-labrador de mármoles, de marfiles y de oros. Y es el vidriero que decora
-las catedrales con asuntos de primitivo; y renueva a Benvenuto. En
-«l’Estoc» hace recordar el soneto que sobre César Borgia escribió
-Verlaine, y en otra medalla, dejaría complacidos los gustos del marqués
-de Bradomín.</p>
-
-<p>Pasan los recuerdos de dos poetas de su linaje, Petrarca y Ronsard; y es
-un lujo de orfebrería, luego, y de esmaltes que contribuyen a la gloria
-fraternal de Claudis Popelin.</p>
-
-<p>En los conquistadores, puede decirse que se recrea en la gloria del
-Antepasado, el fundador de Cartagena de Indias, D. Pedro de Heredia, por
-el cual sus últimos descendientes pueden timbrar su escudo con «une
-Ville d’argent qu’ombrage un palmier d’or.» En el Oriente y los
-Trópicos, se precisa la influencia de Leconte, y, claro que la de Hugo.
-Es allí donde, de paso, en un terceto, hay una reminiscencia del origen
-cubano del poeta.</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>Fuera de su «pequeño museo», quedan de Heredia<span class="pagenum"><a name="page_200" id="page_200"></a>{200}</span> una traducción de Bernal
-Díaz del Castillo, un «Romancero», inferior a lo que en este sentido se
-encuentra en la «Leyenda de los Siglos», y «Les Conquérants de l’Or»,
-fragmento épico que poca cosa puede agregar a su gloria.</p>
-
-<p>Vivirán, pues, las medallas, los bajos relieves, las estatuetas, los
-templetes, las logias que construyó con amor y pasión de artista. Y
-vivirán, sobre todo, porque puso en ellos su vida y su alma, su
-constante esfuerzo y su adoración a la Belleza pura.</p>
-
-<p>Por otra parte, él no quiso nunca regenerar la sociedad ni cambiar el
-mundo. No se dedicó a la pistonuda carrera de apóstol. Era un cuerdo.</p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-200.jpg" width="207" height="165" alt="" title="" />
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_201" id="page_201"></a>{201}</span></p>
-
-<h2><a name="NUEVOS_POETAS_DE_ESPANA" id="NUEVOS_POETAS_DE_ESPANA"></a>
-<img src="images/illus-201.jpg" width="401" height="136" alt="NUEVOS POETAS DE ESPAÑA" title="" />
-<br />
-<span class="caption">NUEVOS POETAS DE ESPAÑA</span>
-</h2>
-
-<p class="nind"><span class="letra"><img src="images/drop-m.png"
-width="70"
-height="70"
-alt="M"
- class="drop-cap" /></span>I distinguido compañero Enrique Gómez Carrillo ha venido a verme, en su
-calidad de redactor de la sección de letras españolas en el <i>Mercure de
-France</i>, y me ha dicho: «Necesitamos que me conteste esta pregunta: ¿Qué
-piensa usted sobre el estado actual de la poesía en España?» La pregunta
-es compleja, porque no hay una poesía actual española, sino muchos
-poetas españoles. Pocos excelentes, algunos buenos, y los demás...</p>
-
-<p>Lo que sí se advierte en el primer momento es que la manera de pensar y
-de escribir ha cambiado. La liberación de la intelectualidad es un
-hecho, y más que la europeización, la universalización del alma
-española. En mi «España contemporánea» he hablado del movimiento mental
-que por la influencia del simbolismo francés transformó las letras
-hispano-americanas. Ese movimiento, aunque tardío, llegó a<span class="pagenum"><a name="page_202" id="page_202"></a>{202}</span> España, y
-dió nueva vida a las letras españolas. Se acabaron el encantamiento, la
-sujeción a la ley de lo antiguo académico, la vitola, el patrón que
-antaño uniformaba la expresión literaria. Concluyó el hacer versos de
-determinada manera, a lo Fray Luis de León, a lo Zorrilla, o a lo
-Campoamor, o a lo Núñez de Arce, o a lo Becquer. El individualismo, la
-libre manifestación de las ideas, el vuelo poético sin trabas, se
-impusieron. Y eso trajo una floración nueva y desconocida. Y el nivel de
-los espíritus subió. Hasta hace pocos años, apartando al gran Zorrilla,
-los poetas castellanos estaban en segundo o tercer término entre los de
-Europa. Ahora, entre los poetas jóvenes de España, los hay que pueden
-parangonarse con los de cualquier Parnaso del mundo. La calidad es ya
-otra, gracias a la cultura importada, a la puerta abierta en la vieja
-muralla feudal. Nombraré algunos de esos nuevos poetas.</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>Antonio Machado es quizá el más intenso de todos. La música de su verso
-va en su pensamiento. Ha escrito poco y meditado mucho. Su vida es la de
-un filósofo estóico. Sabe decir sus ensueños en frases hondas. Se
-interna en la existencia de las cosas, en la naturaleza. Tal verso suyo
-sobre la tierra habría encantado a Lucrecio. Tiene un orgullo inmenso,
-neroniano y diogenesco. Tiene la admiración de la aristocracia
-intelectual. Algunos críticos han visto en él un continuador de la
-tradición castiza, de la tradición lírica nacional. A mí me parece, al
-contrario, uno de los más cosmopolitas, uno de<span class="pagenum"><a name="page_203" id="page_203"></a>{203}</span> los más generales, por
-lo mismo que lo considero uno de los más humanos.</p>
-
-<p>Su hermano Manuel, que ha permanecido en París durante varios años, es
-muy diferente. Este es fino, ágil y exquisito. Nutrido de la más
-flamante savia francesa sus versos parecen escritos en francés, y desde
-luego puedo asegurar que son pensados en francés. Es en muchas de sus
-poesías&mdash;por ejemplo, en «Caprichos», de título goyesco&mdash;un verleniano
-de la más legítima procedencia. Con los elementos fonéticos del
-castellano ha llegado a hacer lo que en francés no han logrado muchos
-seguidores del prodigioso Fauno. Sus «arietas» son perfectas. En cuanto
-a sus resurrecciones de viejos metros y sus tentativas de versolibrismo,
-indican un gran virtuoso y un artista de la palabra.</p>
-
-<p>Otro es D. Ramón Pérez de Ayala: Es un poeta asturiano, pero que es
-castellano, pero que es cosmopolita; joven, luego rico en primavera,
-luego sonriente, luego ágil de pensamiento, luego amador de la libertad,
-luego soñador. D. Ramón Pérez de Ayala tiene un nombre que trasciende a
-líricas vejeces, a pergaminos venerandos, a flores secas halladas en un
-breviario de arcipreste enamorado de las musas. D. Ramón Pérez de Ayala
-es un poeta absolutamente del siglo <span class="smcap">XX</span>, con igual educación estética que
-nuestros mejores poetas hispano-americanos actuales, y con una hermosa
-independencia de espíritu que le hace decir lo que quiere, cantar de la
-manera más sencillamente posible. Mas hay que advertir que la sencillez
-es en este caso lo más dificultoso.<span class="pagenum"><a name="page_204" id="page_204"></a>{204}</span> Ahora todos queremos ser
-sencillos... Todos nos comemos nuestro cordero al asador después que lo
-hemos tenido encintado en el <i>hameau</i> de Versalles. El Sr. Pérez de
-Ayala se expresa a veces con reminiscencias clásicas, arando en el
-antiguo y fecundo campo con los apacibles bueyes de Berceo y de Juan
-Ruiz; y su arado, de modernísima fábrica, hiere la tierra con igual
-virtud que los venerables y rudos hierros viejos. He leído «La paz del
-sendero», manifestación primigenia de esta fragante alma. Tiene el autor
-demasiado talento para que sonríamos ante la premura de un dolor fatal
-apenas entrevisto. Desde esos primaverales años clama una voz de hondo y
-meditabundo poeta, animado por el infuso saber, amargo don del destino.</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">Con sayal de amarguras, de la vida romero,<br /></span>
-<span class="i0">Topé tras luenga andanza con la paz del sendero.<br /></span>
-<span class="i0">Fenecía del día el resplandor postrero.<br /></span>
-<span class="i0">En la cima de un álamo sollozaba un jilguero.<br /></span>
-</div><div class="stanza">
-<span class="i0">No hubo en lugar de tierra la paz que allí reinaba.<br /></span>
-<span class="i0">Parecía que Dios en el campo moraba.<br /></span>
-<span class="i0">Y los sones del pájaro que en lo verde cantaba,<br /></span>
-<span class="i0">Morían con la esquila que a lo lejos temblaba.<br /></span>
-</div><div class="stanza">
-<span class="i0">La flor de madreselva, nacida entre bardales,<br /></span>
-<span class="i0">Vertía en el crepúsculo olores celestiales.<br /></span>
-<span class="i0">Veíanse blancos brotes de silvestres rosales,<br /></span>
-<span class="i0">Y en el cielo las copas de los álamos reales.<br /></span>
-</div><div class="stanza">
-<span class="i0">Y como de la esquila iba besando el son<span class="pagenum"><a name="page_205" id="page_205"></a>{205}</span><br /></span>
-<span class="i0">Al canto del jilguero, mi pobre corazón<br /></span>
-<span class="i0">Sintió como una lluvia buena de la emoción;<br /></span>
-<span class="i0">Entonces a mi vera vi un hermoso garzón.<br /></span>
-</div><div class="stanza">
-<span class="i0">Este garzón venía conduciendo el ganado,<br /></span>
-<span class="i0">Y este ganado era por seis vacas formado;<br /></span>
-<span class="i0">Lucidas todas ellas, de pelo colorado,<br /></span>
-<span class="i0">Y la repleta ubre de pezón sonrosado.<br /></span>
-</div><div class="stanza">
-<span class="i0">Dijo el garzón:&mdash;Dios guarde al señor forastero.<br /></span>
-<span class="i0">&mdash;Yo nací en esta tierra. Morir en ella quiero<br /></span>
-<span class="i0">Rapaz.&mdash;Que Dios le guarde. Perdióse en el sendero.<br /></span>
-<span class="i0">En la cima del álamo sollozaba el jilguero.<br /></span>
-</div><div class="stanza">
-<span class="i0">Sentí en la misma entraña algo que fenecía.<br /></span>
-<span class="i0">Y quedó dulcemente otro algo que nacía.<br /></span>
-<span class="i0">En la paz del sendero se anegó el alma mía.<br /></span>
-<span class="i0">Y de emoción no osé llorar. Atardecía.<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>Tal es la manera de exteriorizarse que tiene esta fragante alma en su
-más amable estación. Es una primavera sentimental color de otoño. Hay
-después sensaciones rurales y familiares que tan solamente pueden
-compararse a las de Francis Jammes. Son de una modernidad intensa, y en
-su manera clara y en su ingenuidad desnuda hay mucho de lo que complica
-en nuestro espíritu el acendrado cultivo mental. ¡Cuán extraordinario es
-encontrar en las almas nuevas de todos los puntos del mundo la alegría!
-Pérez de Ayala no es una excepción. De la tristeza principesca e
-hiperestésica de Juan R. Jiménez, a la<span class="pagenum"><a name="page_206" id="page_206"></a>{206}</span> casi rústica de «La paz del
-sendero», no hay gran diferencia. Es una diferencia de decoración, de
-ambiente, de música. El sutil veneno es el mismo. Hay amor,
-naturalmente; amor de verdad, a la antigua, amor de <i>clair-de-lune</i> y de
-adoración romántica. Lo sexual no tiene gran importancia cuando la
-primera ilusión llega con sus manos llenas de jazmines. Cuando el poeta
-de los «Jardines lejanos» ve que sus princesas de ilusión tienen blancos
-y rosados senos, es que un fauno-diablo, Verlaine quizá, le ha hablado
-al oído.</p>
-
-<p>He de señalar, sobre todo, una cosa. Pérez de Ayala, de abolengo
-literario que obliga, es en la generación a que pertenece de los poetas
-que piensan. Las nuevas influencias que han transformado la poesía
-castellana han traído con la renovación de la forma un grande amor a las
-ideas. Un escritor de gran valer y de extrañas violencias, el Sr.
-Unamuno, se enreda en eso de las ideas, desdeña las ideas, sin ver que
-ellas son nuestra única manifestación, el único fruto que da constancia
-de la existencia del árbol humano. Nuestro ibseísmo no es una fantasía,
-y el sabio no halló sino una gran verdad con lo de «pienso, luego soy».
-Pensemos, pues, y que el sentir no se excluya, pues el sentimiento mismo
-se produce en nuestra máquina cerebral. El palacio de Psique está entre
-las paredes del cráneo, allí donde Cajal y compañeros van encontrando
-desconocido en la mina misma de los pensamientos.</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>Otro es Antonio de Zayas, poeta diplomático. Es<span class="pagenum"><a name="page_207" id="page_207"></a>{207}</span> un señor. Continúa la
-tradición propia; es de la familia de los viejos poetas hidalgos,
-prendados de nobleza, de prestigios, de heroísmo, de ceremonia. Con
-todo, su vocabulario, su elegancia decorativa, los saltos libres de su
-pegaso, le ponen entre los innovadores. A veces «con pensamientos nuevos
-hace versos antiguos», y con pensamientos antiguos hace versos nuevos.
-El verso libre en España no ha llegado a la licencia de ciertos
-versolibristas franceses, con todo y haber escrito Manuel Machado versos
-libérrimos. Los de Antonio de Zayas son voluntariamente sujetos a un
-ritmo general que no desentona ni se rompe nunca. En «Paisajes» los hay
-magistrales. Hay una oración por el alma de Felipe II que en cualquier
-literatura honraría a un poeta; pero que en este caso concentra el alma
-española, la cristaliza en un diamante verbal sorprendente. Sus
-«sonetos» se resienten de heredianos algunos: los escritos en
-alejandrinos. Los otros siguen la influencia gallarda que nos viene de
-los grandes sonetistas del siglo de oro: Quevedo y el admirable Góngora.</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>Del poeta más sutil y sentimental, Juan R. Jiménez, he dicho en otra
-ocasión lo que pensaba. Hablaba yo de su don musical. Decía de él...:
-«lejos del desdoro de la imitación y ajeno a la indigencia del calco, ha
-aprendido a ser él mismo&mdash;<i>être soi même</i>&mdash;, y dice su alma en versos
-sencillos como lirios y musicales como aguas de fuente. Este poeta está
-enfermo, vive en un Sanatorio, en Madrid. Así,<span class="pagenum"><a name="page_208" id="page_208"></a>{208}</span> en su poesía no busquéis
-salud gozosa ni rosas de risa. Cuando más, a veces, una sonrisa, una
-sonrisa de convaleciente,</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">Convalescente di squisitti mali...<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p class="nind">pero en la cual se insinúa uno de los más grandes misterios de la vida».</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>Otro es Francisco Villaespesa. Enamorado de todas las formas, seguidor
-de todas las maneras, hasta que se encontró él mismo, si es que se ha
-encontrado. Dice ya sus propios ensueños y canta su mundo interior de
-modo que, ciertamente, seduce y encanta. También es cierto que ha
-sufrido mucho, y que no hay mejores indicaciones que las de Nuestro
-Maestro el Dolor.</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>En resumen: un movimiento nuevo se ha iniciado desde hace algún tiempo y
-ha producido ya los mejores frutos. No puede negarse que hoy impera una
-influencia extranjera, cosmopolita, pero principalmente francesa e
-italiana. Mejor dicho, d’annunziana. (Villaespesa, Pujol&mdash;un joven poeta
-que comienza con los mejores bríos, muy sentimental, muy musical, muy
-elegante, muy poeta; Nilo Fabra, que ha expresado sus quereres y soñares
-con modos refinados, dando a veces un tono menor que traduce sus
-prematuras melancolías contagiosamente.)</p>
-
-<p>No dejan de encontrarse&mdash;sobre todo, en los sujetos a las ordenanzas
-académicas&mdash;gestos pasados,<span class="pagenum"><a name="page_209" id="page_209"></a>{209}</span> libreas mentales, poesías «a la manera
-de...», o a <i>l’instar</i>, como se diría en París. Mas los que imperan son
-los otros.</p>
-
-<p>Hay, por ejemplo, uno de los más nuevos, Andrés González Blanco, que se
-ha impuesto desde los comienzos. Sus versos revelan una gran cultura,
-una gran mentalidad, y, como antes se decía, una gran «inspiración». En
-estas líneas olvido, seguramente, a otros buenos poetas, gentiles
-adoradores de las musas. Mas hay que ver que aquí indico únicamente mis
-preferencias.</p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-209.jpg" width="162" height="178" alt="" title="" />
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_210" id="page_210"></a>{210}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_211" id="page_211"></a>{211}</span></p>
-
-<h2><a name="EN_ASTURIAS" id="EN_ASTURIAS"></a>
-<img src="images/illus-211.jpg" width="406" height="142" alt="EN ASTURIAS" title="" />
-<br />
-<span class="caption">EN ASTURIAS</span>
-</h2>
-
-<h3>I<br /><br />
-Desilusión del milagro.</h3>
-
-<p class="nind"><span class="letra"><img src="images/drop-p.png"
-width="70"
-height="71"
-alt="P"
- class="drop-cap" /></span>OR Palacio Valdés y el difunto <i>Clarín</i> sospeché la vida ovetense, en
-tierra de Asturias. La existencia ciudadana, como en nuestras antiguas
-villas hispano-americanas, aún tibias de la empolladura colonial, con
-sus curas, bachilleres, señoronas y chismes. Las iglesias siempre
-triunfantes, la alta sociedad untada de <i>sports</i> por el contagio de los
-viajes. En el ambiente universitario, aún rancio, invasión de cosas
-nuevas que llegan del extranjero. Para ver bien todo eso, ahí tenéis <i>El
-Maestrante</i> y <i>La Regenta</i>. Y en las revistas podéis saber que es aquí,
-en Oviedo, donde tiene su asiento principal esa ciencia internacional y
-periódica que posee sus mejores representantes españoles en<span class="pagenum"><a name="page_212" id="page_212"></a>{212}</span> los
-profesores Posada, Buylla, Dorado y Altamira.</p>
-
-<p>Yo voy a lo que más puede interesar vuestra curiosidad y halagar vuestra
-fantasía. Os ofreceré un poco de maravilloso.</p>
-
-<p>Sabía yo que la catedral de Oviedo poseía un tesoro de reliquias más
-rico que el de cualquier basílica italiana o que el de Nuestra Señora de
-París; y que entre las cosas que aquí se encuentran las hay
-extraordinarias. Yo me había imaginado muchas de ellas a través de
-cristales de poesía. Saludé, pues, la torre esbelta y labrada, la
-plazoleta antigua y estrecha, y me encontré en el ambiente oloroso a
-incienso de las vastas naves ojivales. Era la hora del coro y los
-canónigos celebran el oficio. Resonaba el canto llano. Un órgano se
-hacía oir de tanto en tanto. Y como vibrantes chirimías, las voces de
-los monagos se unían a los agudos del instrumento. Uno de esos levitas
-en miniatura andaba por ahí con su balandrán y su blanca sobrepelliz. A
-una seña se me acercó. Le pregunté por el lugar de las reliquias, y el
-duende, no exento de gravedad, me dijo que tuviese paciencia por unos
-instantes. Y fué a unir su voz con la de sus compañeros, allá, junto al
-facistol. Algunos minutos después salió acompañado de dos canónigos. A
-una indicación les seguí.</p>
-
-<p>Entramos por una puerta cercana a la sacristía. Subimos una escalera;
-bajamos otra corta. Henos ante otra puerta junto a la cual hay una
-campana que el monaguillo hace sonar dos veces. Entre tanto, los
-canónigos rezan. Uno de ellos, algo encorvado, misterioso, de ojos
-agudos, llama mi atención.<span class="pagenum"><a name="page_213" id="page_213"></a>{213}</span> Mientras le miro me instruye en voz baja un
-poeta del país que me acompaña: «&mdash;Ese es un bravo y terrible
-sacerdote... Ha sido periodista de combate, hombre de empuje... Le
-llaman El Angelón...»</p>
-
-<p>La puerta se había abierto, y tanto El Angelón, semejante a un Claudio
-Frollo, como el otro canónigo, nos precedieron al entrar al Relicario,
-sin dejar de mascullar sus rezos. Entraba claridad por la puerta y no
-recuerdo si por algún ventanillo; mas el monago encendió un cirio, y con
-el tono y manera de un cicerone que se respeta, comenzó a pronunciar su
-sabida lección y a mostrar a mi intranquila curiosidad un cúmulo de
-sacras maravillas. Poco me faltó del «Breve sumario de las santas
-reliquias que en la cámara santa de Oviedo se veneran manifiestas, fuera
-del arca santa, después que por la misericordia divina, por el año de
-mil setenta y cinco, a instancia del señor Rey Don Alfonso el VI, fué
-abierta con asistencia de varios de los prelados de España, que por la
-general devastación del reino se hallaban refugiados en dicha ciudad; y
-asimismo de las indulgencias concedidas a este santuario, que ganan los
-que visitan y asientan cofrades en virtud de esta bula». Poco me faltó,
-digo; pero con lo que percibí tuve para copiosa provisión de ensueños en
-una exploración de invisible por espacio y tiempo.</p>
-
-<p>Mas antes os he de decir la historia milagrosa de estas riquezas
-benditas, tal como consta en episcopales documentos. Reinaba Cosroes de
-Persia sobre Jerusalem, dominada por sus ejércitos, cuando<span class="pagenum"><a name="page_214" id="page_214"></a>{214}</span> por
-disposición divina fué llevada de la ciudad superilustre a tierras
-africanas una caja, hecha en «madera incorruptible», por cristianos que
-habían recibido la doctrina de los apóstoles mismos. Siempre
-prodigiosamente, la caja erró de Africa a Cartagena de España, de
-Cartagena a Sevilla, de Sevilla a Toledo, de Toledo al Monte Sacro de
-Asturias y del Monte Sacro a la iglesia de San Salvador, de Oviedo,
-«donde dicha arca fué abierta, y hallaron en ella los fieles muchos
-cofrecitos de oro, de plata, de marfil y de coral, los cuales, abiertos
-con suma veneración, ciertas cédulas atadas a cada reliquia de las que
-dentro estaban, manifiestamente declaraban lo que cada una era». El arca
-estaba central ante mí, mas cubierta de antiguas chapas y bien labrada
-orfebrería. Y dentro del arca, algunos de los objetos venerados que no
-se muestran sino en señalados días del año, con ocasión de fiestas
-especiales y con gran aparato ritual y manifestaciones de fe.</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>La vocecita dijo:&mdash;«Esta es una pequeña parte de la sábana santa en la
-cual envolvió José de Arimatea el cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo.»
-Yo sentía una vaga emoción, con un vago perfume de infancia..., a pesar
-de que un mal diablillo me andaba por lo interior diciéndome: «¡Muy
-bien, muy bien! ¿Qué van a decir, si usted cuenta esto, ciertos amigos
-suyos que saben tanto del protoplasma?» Dejé murmurar al diablillo, y vi
-en frente de mí, bajo un fanal en un marco de oro, un trozo de tela
-blanca,<span class="pagenum"><a name="page_215" id="page_215"></a>{215}</span> que me pareció demasiado blanca para tantos siglos, y muy
-semejante a ciertos tejidos manchesterianos. Mas luego abandoné las
-influencias razonadoras, y con el admirable poder imaginativo pude
-agrandar el pedazo de tela y ver el inmortal cuadro del descendimiento,
-y el del lavado del santo cuerpo, y la piedad del vecino hierosolimitano
-que primero que todos los celebrantes de la misa colocó sobre el
-Corporal la misteriosa y carnal Hostia antes de la transubstanciación.</p>
-
-<p>Continuaba el rezar de los canónigos, y la fina vocecita casi no se daba
-tiempo:&mdash;«Estas son ocho espinas de la Corona Sagrada, de la Corona
-cruel que los judíos pusieron en la cabeza de Nuestro Redentor.» Y vi,
-en una a modo de custodia, las negras espinas, que más bien se me
-representaron clavos. Recordé una que antes viera en ya no sé cuál
-templo romano, y la corona despojada de sus espinas que se muestra el
-Jueves Santo a los fieles en la basílica parisiense, corona que parece
-un círculo de secos mimbres... Mas surgió en la lejanía de lo pasado, en
-la tarde lívida y eléctrica del Calvario, la dolorosa y portentosa
-Figura, con la frente ceñida por la diadema de martirio, sangre y
-palidez, amargura humana y desconsuelo divino.</p>
-
-<p>&mdash;«He aquí&mdash;prosiguió la lengua infantil&mdash;un pedazo de la caña que los
-judíos pusieron a Cristo por burla.» Recordé a las iluminadas, a las
-videntes Emerich y Agreda. Lo que pude ver fueron unas a manera de dos
-hojas de palma resecas, de amarillento color. Mas se apareció la
-indestructible canalla<span class="pagenum"><a name="page_216" id="page_216"></a>{216}</span> burladora e insultadora de las majestades
-espirituales, y el triste Cristo, vestido de melancolía, soportando la
-tortura de las risas miserables.</p>
-
-<p>&mdash;«Un pedazo de la túnica inconsútil...» no logro verla en el relicario;
-«de su sepulcro», tampoco; «de los pañales en que estuvo envuelto en el
-pesebre», tampoco, «del pan de la última cena», esto sí. Me hace pensar
-en los panes encontrados en las ruinas de Pompeya. Y después me entra un
-pueril deseo... Si pudiera probarse esa supernatural pasta, en la cual,
-antes que por las palabras de la consagración, estuvo la carne simbólica
-de la divinidad, simbólica y efectiva para el creyente... ¡Y si probando
-esos relieves del ágape de los 13 no conseguiría uno la visión de lo
-inmortal, la potencia de lo infinito, los dones que traen las lenguas de
-fuego del Santo Espíritu...!</p>
-
-<p>Mas el monago no da paz a la palabra:&mdash;«He aquí uno de los treinta
-dineros porque Jesucristo, nuestro bien, fué vendido por Judas.»&mdash;¿En
-dónde está? «Dentro de esa caja.»&mdash;Lo creo.&mdash;¡Judas, desastrado Judas,
-precioso chivo emisario del cristiano triunfo, pobre cabeza de turco de
-la Redención! El libro de Petruccelli della Gatina es un curioso
-libro... Mas, sobre todo, hay que meditar, ¡oh creyentes mis hermanos!,
-en que Judas cumplió las disposiciones del Padre; y en que sin la obra
-inconsciente suya <i>no se hubieran cumplido las profecías</i>.</p>
-
-<p>En cuanto a este dinero, uno de los treinta famosos, creo que debería
-sacarse de aquí, de esta quieta y venerable catedral ovetense, y
-llevarse a París,<span class="pagenum"><a name="page_217" id="page_217"></a>{217}</span> a ser guardado en la caja de Rosthschild, o a otra
-parte cualquiera del mundo, a la casa de otro congénere, donde pudiera
-devengar los racionales intereses.</p>
-
-<p>Ocultos también están los que canta la boca del eclesiástico gnomo
-«preciosos cabellos y vestidura de la Santísima Virgen; lienzos
-humedecidos con la leche de la misma Madre de Dios.» Aquí mi duda no fué
-sino teológica. Pregunta: ¿Fué por disposición divina llevada a la
-inmortalidad de los cielos María con todo lo que constituyó su cuerpo
-mortal sobre la tierra? ¿El día de la Ascensión, no subió la Virgen,
-completa e intacta, al empíreo? Si esto es de fe, no corto sacrilegio
-están cometiendo los canónigos que conservan y se glorian de poseer algo
-de la figura corporal de María, madre de Jesucristo, en San Salvador de
-Oviedo. Yo opino que habría que sacar a la luz esos cabellos. Y si son,
-en efecto, ya veríais, como en el poema de Hugo los de Cristo en la mano
-del sayón, tornarse éstos hebras de luz sobrenatural; notar los sabios
-una descomposición en la máquina del día, y la humanidad sentir
-entrársele por los ojos una miel de aurora que haría desleírse las almas
-en un deseo de amor universal y de fe profunda.</p>
-
-<p>Después, aquí están un lignum-crucis, que no me interesa tanto después
-del buen trozo, que parece petrificado, del tesoro de Notre-Dame; un
-pedazo del pez asado y del panal de miel que Jesús comió con los
-apóstoles después de la Resurrección&mdash;cosas que no me mostraron&mdash;;
-tierra sobre que puso<span class="pagenum"><a name="page_218" id="page_218"></a>{218}</span> los pies Jesucristo cuando subió a los cielos, y
-tierra del sepulcro de Lázaro; algo de la piedra que cerró el sepulcro
-del Señor, y del ramo de oliva que llevó en sus manos cuando la entrada
-en Jerusalem. Nada de esto veo con mis ojos carnales. Me presentan una
-redoma «con sangre derramada por el costado de una imagen que los
-cristianos habían hecho a semejanza de Jesucristo, a la cual los judíos,
-obstinados por su antigua incredulidad, fijaron por señal o blanco, y
-con una lanza hirieron el costado derecho, del cual salió sangre y
-agua.» No veo nada, absolutamente nada, en la opaca redoma. Pero
-<i>credo</i>.</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>Mas he aquí que vienen en seguida, chillados por el monaguillo: algo de
-la frente y cabellos de San Juan Bautista; un hueso del mismo San Juan
-Bautista: reliquias de los doce apóstoles ¡y de los profetas!; la suela
-de la sandalia del pie derecho del apóstol San Pedro, que me parece de
-un cuero demasiado fresco, como diría Mark Twain; un buen pedazo del
-pellejo de San Bartolomé, que se asemeja a viejo pellejo de cerdo; la
-cartera, ¡sí, la cartera! de San Andrés, semejante a esas bolsas en que
-los gauchos guardan el tabaco; cabellos, ¡oh, profanación!, con que la
-Magdalena enjugó los pies de Jesús, y huesos y reliquias de todos los
-que vais a oir: San Juan, San Esteban, San Lorenzo, San Vicente, Santos
-Cosme, Damián, Esteban papa, Cipriano, Facundo, Primitivo, Justo,
-Pastor, Fructuoso, Emeterio, Celedonio, Adriano, Mamés, Verísimo,
-Máximo, Vedulo,<span class="pagenum"><a name="page_219" id="page_219"></a>{219}</span> Pantaleón, Cucufate, Sulpicio, Eugenio, Eulogio,
-Víctor, Sergio, Bachio, Juliano, Félix, Pedro el Exorcista, Eugenio,
-otro Félix, Fausto, Colegio, Esportalio, Hieremías, Martino, obispo
-Cristóbal, Grato Luciano, Tirso, Librada, Ana, Natalia, Agueda, Justa,
-Rufina, Servanda, Germana, Beatriz, Petronila, Eulalia de Barcelona,
-Emilia, Pomposa y una navaja de la rueca con que fué martirizada Santa
-Catalina.</p>
-
-<p>¡Ah, no!</p>
-
-<p>Y El Angelón y su compañero siguen rezando.</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>Y luego me muestran «una parte de la vara con que Moisés dividió las
-aguas del mar Rojo, ¡y veo un fragmento de palito como un lápiz, yo, que
-soñaba con tal luminoso garrote que al agitarse en el aire pondría
-espanto en el tropel de los truenos y en la madriguera de los rayos!</p>
-
-<p>Y después se me muestra «una cruz de oro purísimo, labrada por mano de
-los ángeles», y que clama ser labor de plateros bizantinos; y se me dice
-que existen aquí mismo: una piedra del monte Sinaí, sobre la cual ayunó
-Moisés; maná que llovió Dios a los israelitas en el desierto; ¡el manto
-del profeta Elías!; huesos de los tres niños del horno de Babilonia,
-Ananías, Azarías y Misael; una de las «hidras» en que Cristo convirtió
-el agua en vino; los cuerpos de los mártires Eulogio y Lucrecia; el de
-Santa Eulalia de Mérida, el de San Vicente Abad, y los de San Julián y
-de San Serrano, y la espaldilla de San Pedro Regalado y otros huesos
-más...<span class="pagenum"><a name="page_220" id="page_220"></a>{220}</span></p>
-
-<p>¡Ah, no! ¡Ah, no! Sospecho que el angelito, El Angelón y su colega me
-están jugando una mala pasada... Guardo, orantes y piadosos barnums, mis
-cristales de poesía y mi fe para mejor ocasión.</p>
-
-<p>Tomad dos pesetas... ¡Creo en Dios! Creo en Dios... Pero, ¡idos al
-diablo!</p>
-
-<h3>II<br /><br />
-A la orilla del mar.</h3>
-
-<p>Me he venido a un rincón asturiano, pequeño, solitario, sin más casino
-que ásperas rocas, ni más automóviles que los cangrejos&mdash;ante el
-caprichoso Cantábrico.</p>
-
-<p>Está el pueblo de San Esteban de Pravia a un paso de Oviedo, junto a la
-desembocadura del Nalón. La ría semeja más bien un lago. En frente se
-divisa un viejo castillo en ruinas que da nombre a un cercano caserío; y
-más allá del lado del mar, está la población de Arenas. Más allá no
-debía decir, sino más acá, puesto que escribo en ella, en una casita
-nueva y fresca, que tiene un mirador frente a las olas. San Esteban está
-al pie de una pequeña altura; hay pocos habitantes, una fábrica de
-conservas marinas y un restaurant que se ve bullicioso y se siente
-sonoro los domingos. La Arena es lugar de pescadores, y por el lado de
-la costa tiene una<span class="pagenum"><a name="page_221" id="page_221"></a>{221}</span> que otra casita pintoresca que alquilan las pocas
-familias que vienen durante el verano.</p>
-
-<p>Desde la que yo ocupo veo, en frente, el muelle en construcción que
-avanza en el mar, las colinas cultivadas, a un lado y a otro, la costa
-abrupta que termina su diseminación de rocas obscuras.</p>
-
-<p>Las mañanas doradas de sol, o empañadas de bruma, son tranquilas y
-serenas. Por la calle no pasa más que una que otra vendedora de pescado,
-y, una vez por semana, el hortelano, que viene con su asnillo cargado de
-frutas y verduras. Ayer oí una inusitada algazara, y un son de
-panderetas. Me asomé a la ventana y me encontré con un oso, que la no
-muy bien aprendida danza ensayaba en dos pies. Dos cobrizos gitanos
-cantaban su melopea, un mono saltarín volteaba al extremo de una cuerda
-y unos cuantos muchachos admiraban el espectáculo.</p>
-
-<p>Por la tarde salen, con el sol aún picante, las lanchas de los
-pescadores. Las filas de remos brillan a la luz áurea, y las
-embarcaciones del trabajo rudo y arduo toman el aspecto de galeras
-antiguas en desfile. Allá lejos se van, a buscar el bonito o atún, y la
-suella, la rebosilla y la sardina. Cuando se enciende el poniente es el
-retorno, a la vela. La mar brava, o el agitado nordeste, impiden a veces
-la pesca. Y la mala faena se ve en los rostros de los pescadores, cuando
-se acercan a la costa, en donde hay redes tendidas y mujeres que
-aguardan.</p>
-
-<p>Viven estos excelentes hombres en pobres habitaciones. Tienen algunos un
-huertecito que aprovechan para sembrar maíz, patatas y coles. Esto no<span class="pagenum"><a name="page_222" id="page_222"></a>{222}</span>
-les deja morir cuando falta el producto del trabajo. Tienen una iglesia
-chica y triste, en donde los más devotos forasteros retroceden ante el
-formidable ejército de pulgas, que sin duda el rey de las moscas, o sea
-Satán mismo, mantiene allí para perjuicio de los católicos veraneantes.
-Se divierten cada ocho días los buenos pescadores jugando a los bolos y
-emborrachándose convivialmente con vino de dos «perrones» botella.
-Sabréis que dos perrones son veinte céntimos de peseta.</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>El carácter de estas gentes curtidas por vientos y mares es pacífico y
-amable. Jamás he visto ni oído escándalos o riñas. Además, son generosos
-y altruístas. Unos a otros se ayudan y confortan. Cuando uno está en
-días de enfermedad o de escasez, los que pueden le prestan el apoyo que
-les es posible. Hablan su jerga asturiana casi siempre en voz alta, y
-esto se explica por la cotidiana labor que tienen sobre el mar, en donde
-están hechos a dominar el fragor de las aguas y el ruido de las rachas.</p>
-
-<p>Estos mares son duros. El Cantábrico tiene celebridad terrible. Y aun en
-esta parte que ahora me parece tan poco hostil, pasan, en ciertas
-épocas, dramas tremendos. «Por allí&mdash;me dice un pescador, señalándome el
-extremo del rompeolas&mdash;, por allí murieron el invierno pasado catorce
-hombres. No se pudo salvar ni uno solo.» Estas aguas cambian de humor
-con rarísima rapidez; tan pronto hay calma azul, tan pronto carnerea la
-espuma. Recuerdo ya viejos versos:<span class="pagenum"><a name="page_223" id="page_223"></a>{223}</span></p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i2">Claudicante, viejo, solo.<br /></span>
-<span class="i0">Viene del Polo el Invierno.<br /></span>
-<span class="i0">Eolo sopla en su cuerno<br /></span>
-<span class="i0">Saludando al rey del Polo.<br /></span>
-<span class="i0">Al son del cuerno de Eolo<br /></span>
-<span class="i0">Lanza el gran mar su clamor.<br /></span>
-<span class="i0">Sobre el oceánico hervor<br /></span>
-<span class="i0">Da el tritón su canto extraño,<br /></span>
-<span class="i0">Y con su crespo rebaño<br /></span>
-<span class="i0">Pasa el terrible pastor...<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>Como todas las gentes de mar, como las de Normandía, como las de
-Bretaña, éstas tienen sus devociones religiosas, su patrón celeste, su
-representante y delegado delante del Eterno Padre, Comodoro de los
-huracanes y Soberano Almirante de los ciclones de la muerte. Aquí es el
-bueno y tradicional San Telmo el que enciende sus iluminaciones en los
-árboles de los barcos en noches de tempestad, y aquí, en la procesión
-anual, va vestido de marinero, con la mano en el timón, entre los cantos
-y músicas, sobre la ría en calma. Esta fiesta, según se me informa, se
-verificará pronto, y ya tendré entonces ocasión para describírosla.</p>
-
-<p>No han progresado mucho que digamos estos lugares desde el año de 1794,
-en que se publicaron las <i>Memorias históricas del principado de Asturias
-y obispado de Oviedo</i>, por el Dr. D. Carlos González de Posada, canónigo
-de Tarragona; libro editado en esa ciudad por el impresor Pedro Cavals.
-Allí, en unas cuantas notas geográficas, se dice de La Arena: «Puerto de
-mar a la boca del río Nalón,<span class="pagenum"><a name="page_224" id="page_224"></a>{224}</span> dos leguas y media distante de Avilés, y
-de corta población.» Y de San Esteban: «Puerto de 50 vecinos en la misma
-boca del Nalón y frente a La Arena, sin más distancia que el río en
-medio; pueden fondear en él fragatas de 30 cañones; en sus inmediaciones
-se ha fabricado un dique o ribera, donde se depositan las maderas que
-bajan para la real armada por el río desde los montes del Tineo, Cangas,
-Salas, Miranda, Quirós, Lena, Aller, Langreo y otras partes. Estos dos
-puertos son del concejo de Pravia, cuya capital es la villa del mismo
-nombre, corte otro tiempo de algunos reyes de Asturias, etc.»</p>
-
-<p>Esta quietud, esta pasividad, este tranquilo reposo en la naturaleza, ha
-de cambiar con las invasiones de vida moderna que están transformando a
-España. A un paso está Gijón, que es hoy uno de los emporios comerciales
-y manufactureros de la península, ciudad «europea» actualmente y cuya
-riqueza progresiva asombra. De ahí vendrá el soplo, el impulso, que ha
-de cambiar todo esto. Y perderá La Arena su poesía, ¡hélas!, y ya habrá
-aquí veraneantes que pasearán sus modas, y correrán por la playa otros
-automóviles que los cangrejos, y habrá casino con sus correspondientes
-<i>petits-chevaux</i>, y los que como yo buscan la actual paz y sosiego que
-dan estas cosas primitivas, se irán con la música y los sueños a otra
-parte. Aunque pronto no habrá rincón del mundo en donde refugiarse. La
-unificación del planeta será absoluta. Los manes de Ruskin y compañeros
-mártires se estremecerán en<span class="pagenum"><a name="page_225" id="page_225"></a>{225}</span> la eternidad, y sobre el globo uniforme
-prodigará sus bostezos la humanidad uniformada.</p>
-
-<p>Hay en la playa unas ocho o diez casetas de baño. La clientela no es
-numerosa, mas se aumenta el día festivo y el domingo con los visitantes
-que llegan de Oviedo. Las casetas son arrastradas por bueyes; y se ve
-pintoresco el buen animal del campo cuando camina llevando su edificio
-minúsculo hacia las olas.</p>
-
-<p>A Hugo le daba horror, y lo dijo en versos poco graves, el imaginarse a
-Venus con pantalones. El Maestro habría experimentado algo más tremendo
-al contemplar la figura de algunas bañistas en estas castas costas. He
-advertido que no solamente la robusta y venerable matrona, sino la guapa
-y gallarda señorita, se enfundan en unos camisones prosaicos que las
-envuelven desde el cuello a los pies. Al verlas, ciertamente, el tritón
-más salaz <i>recule épouvanté</i>. Mas no percatan las pudorosas damas que
-las tales túnicas resguardadoras de misterios, una vez que se mojan, se
-pegan al cuerpo como los paños de los escultores a las estatuas de barro
-en los talleres, y que la indiscreción de la tela es entonces de una
-realidad irónica y flagrante.</p>
-
-<p>He notado que las puestas de sol no son aquí, al menos por estos días,
-prestigiosas, ricas de colores y fuegos. Pocas veces he visto libre de
-nieblas la raya de lápiz horizontal. El sol, al irse, no se muestra sino
-a través de opacidades que apenas se tiñen de una difusa claridad de
-viejos oros. Tan solamente una vez formaron las nubes del fondo una<span class="pagenum"><a name="page_226" id="page_226"></a>{226}</span>
-como cordillera de montañas obscuras, cuyos filetes bruñía de un fuego
-vivo y rojo al poniente en fusión. Mas el astro no se veía. Fué más
-tarde cuando, de repente, en medio de la cordillera negra, se abrió una
-tronera de metal incandescente, a través de la cual pasó un chorro
-solar. Duró esto unos instantes. Luego el disco vívido se fué opacando y
-se tornó color de sangre, cubierto de nuevo por los nubarrones
-amontonados. La cordillera se deshizo. Se fué como derrumbando
-blandamente aquella aglomeración de masas enormes y obscuras. El mar,
-que fué primero gris, luego plateado, luego violeta, luego verdoso,
-luego gris otra vez, se azuló profunda y nocturnamente en el último
-momento crepuscular. Grupos de gaviotas iban de un punto a otro de las
-aguas, que hacían su ruido de cascadas agitando sus sempiternos
-algodones sonantes, sus madejas de encajes sedosos; y coincidió la
-llegada de una vela latina, de una rezagada barca pescadora, con la
-aparición, siempre enigmáticamente luminosa, del milagro de las
-estrellas.</p>
-
-<h3>III<br /><br />
-San Telmo.</h3>
-
-<p>Ha pasado la fiesta de los marineros pescadores. El patrón ya sabéis que
-es San Telmo, el de los<span class="pagenum"><a name="page_227" id="page_227"></a>{227}</span> fuegos. Si la religiosidad ha mermado entre
-estas buenas gentes, la superstición queda. En Dios se puede tener poca
-fe; pero lo que es en San Telmo... Desde por la mañana, temprano,
-sonaron los petardos y cohetes y se oyeron músicas por las calles del
-pueblecito de La Arena. San Esteban también estaba en movimiento. Ambos
-vecindarios se unieron para la fiesta. En la iglesia de La Arena hubo
-misa con sermón. La gente endomingada tuvo fervor. Estalló la gaita en
-una intempestiva Marcha Real cuando el sacerdote alzó.</p>
-
-<p>Yo partí a San Esteban, al restaurant El Brillante, que es de D. Edmundo
-Díaz, un «cher confrère», pues es director de una revista y escritor
-ameno. Allí almorcé en una terraza con vista a la ría, por donde debía
-pasar la procesión. Y vi muy hermosas mozas, muy elegantes señoritas que
-llegaron de Oviedo. Hasta hubo por allí un automóvil y uno que otro
-kodak en finas manos.</p>
-
-<p>La procesión fué después del almuerzo. Desde donde yo estaba pude
-dominar todo el espectáculo. El panorama era delicioso, al amor de una
-fresca temperatura. Era una decoración de nacimiento; en frente de mí,
-casitas blancas con techos rojos; allá, en la otra banda, casitas de
-«preseppio», y la colina pintoresca y cultivada en el fondo, al lado del
-Castillo y de La Arena. En La Arena divisaba ir y venir de gentes, mover
-de barcas, humo de cohetes. Y a este lado la población risueña, el
-«Brillante» en fiesta. El agua del Nalón, que corre al mar, azulada,
-argentada. El cielo de cobalto, rejado de vellones,<span class="pagenum"><a name="page_228" id="page_228"></a>{228}</span> manchado de
-pincelazos de nieve. No lejos del lugar en donde escribía mis
-apuntaciones, está la casa del profesor Altamira, del hombre grave y
-estudioso que sabe tantas cosas. Es un «cottage» rojo, con barandas
-blancas, con un jardincillo en que hay verdores apacibles, flores e
-higueras.</p>
-
-<p>Suenan a lo lejos tres bombas. Va a comenzar la procesión. El cielo se
-ha azulado aún más, como un cielo napolitano; y el agua está como el
-cielo, y es como un milagro azul que todo lo envolviera. «Je suis hanté:
-Azur! azur! azur!...» Veo venir algo que suscita en mi mente
-reminiscencias de Venecia, de una Venecia antigua y legendaria. Hasta el
-acento con que hablan los marineros que pasan bajo el balcón a que me
-asomo me parece veneciano. Y la ría, que es un lago suizo a veces, se me
-antoja ahora una especie de Canalazzo. Se acerca más y más la procesión
-en barcas. Entre las pequeñas de los pescadores viene, como un
-Bucentauro, gallardamente, el vaporcito en que está el santo. Y en el
-vapor del santo, y en otros que atrás vienen, y en las barcas de los
-pescadores, y en otras llenas de vecinos y curiosos forasteros, todo es
-una fiesta de banderas y banderolas, amarillo y rojo. ¡España! ¡España!
-¡España!</p>
-
-<p>Y ya no, no es una fiesta veneciana la que presencio, no es el triunfo
-marino del Bucentauro; es una fiesta española y asturiana. Son los
-buenos pescadores de un rincón del Cantábrico, que celebran el día de su
-patrón celeste, San Telmo. La impresión no es de soberbia, ni de función
-imponente por sus<span class="pagenum"><a name="page_229" id="page_229"></a>{229}</span> lujos y pompas. No caen de las lanchas, como de las
-góndolas señoriales, paños de seda flecados y bordados de oro. La
-obsesión del cielo azul, agua azul, banderas y sombrillas sobre el
-cristal especular.</p>
-
-<p>Aquí, a mi lado, charlan las damas, con ese son dulce de la provincia,
-de que ha hablado el perspícuo Azorín. Y hay son de músicas sobre las
-aguas de la ría. Las pesadas dragas, a un lado, descansan, pues es el
-día de gozo ritual para estos pueblos de pescadores y labradores. En la
-procesión viene adelante un barco negro, florecido y risueño de
-banderas; y trae el estandarte, un gonfalón rojo y oro. Y en la
-embarcación en que pasa el santo, van vecinos notables, autoridades,
-curas con sus roquetes y sus sobrepellices. Y veo luego la muchedumbre
-que acompaña, y una bandera roja, y una cruz de plata. Y hay por todas
-partes alegría, la alegría de un día de regatas.</p>
-
-<p>¡Buen San Telmo, que sabes de los furores del mar, de las terribles
-rabias oceánicas, de galernas y aquilones, sé amigable y cordial con tus
-gentes de La Arena y San Esteban que, curtidos de sol y vientos ásperos,
-van a exponer la vida todos los días en la pesca de la sardina, del
-calamar, del atún! Aleja las malas artes de los «espumeiros», y a la
-racha de mala intención apártala de la vela que empuja la barca en que
-va el trabajador de las olas. ¡Sé propicio, buen San Telmo de los fuegos
-eléctricos, a estos pobres hombres! Tienen madres vestidas de negras
-telas viejas, esposas flacas, hijos anémicos.<span class="pagenum"><a name="page_230" id="page_230"></a>{230}</span> Dales buen tiempo, mucha
-pesca, y así saborearán la borona del terruño, se alimentarán mejor,
-beberán más sanamente. ¡Pórtate bien, San Telmo, porque viene por ahí un
-diablo rojo que anda conquistando a los pobres del mundo, negando dioses
-y descabezando santos!</p>
-
-<h3>IV<br /><br />
-San Telmo se porta bien.</h3>
-
-<p>... Estaba yo ayer departiendo con Evaristo, mi barquero. El cual es un
-marinero rubio, seco, de ojos chispeantes. Tiene sus lecturas, y se las
-da de «espíritu fuerte» entre sus compañeros. No obstante, me dijo en
-medio de la conversación:</p>
-
-<p>&mdash;Yo creo haber visto al diablo, señor.</p>
-
-<p>&mdash;¿Cómo, Evaristo?</p>
-
-<p>Y me contó una su nocturna aventura, complicada con un caso telepático
-que complacería al duque de Argyll.</p>
-
-<p>&mdash;Melo de la Morena&mdash;me dijo&mdash;era un pescador como yo. Nos conocíamos
-desde muchachos y fuimos muchas veces juntos a la faena de la sardina.</p>
-
-<p>Una noche&mdash;de esto hace poco tiempo&mdash;volvía yo por la ría, del lado en
-que se pescan los salmones, más allá del puente de Muros... Era como la
-media noche, y había obscuridad grande. Cuando al acercarme<span class="pagenum"><a name="page_231" id="page_231"></a>{231}</span> en la
-lancha un tanto hacia la ribera, oigo:&mdash;«¡Evaristo! ¡Evaristooo!&mdash;Y la
-voz era tan espantosa y desusada, que se me erizaron los cabellos. No
-obstante, como yo venía acompañado de mi viejo padre, reconocimos juntos
-la voz de Melo de la Morena.&mdash;Es Melo de la Morena, dije yo.&mdash;Es la voz
-de Melo de la Morena, afirmó mi padre&mdash;. Pero, ¿qué andará haciendo a
-estas horas por aquí? ¿Y por qué su voz nos da miedo? Los gritos seguían
-pavorosos. Yo no creo en esas cosas, señor. Yo he leído que todo eso es
-superstición. Pero, de acuerdo con mi padre, nos alejamos ligeros del
-lugar, y de unos cuantos golpes de remo llegamos pronto a la casa. Por
-la mañana vi a Melo de la Morena:&mdash;Melo, ¿qué andabas haciendo anoche
-tan lejos, por el puente de Muros, como a las doce?&mdash;Yo estaba en mi
-cama, dijo Melo.&mdash;Pues mi padre y yo hemos oído tu voz que nos
-llamaba&mdash;. Yo me acosté muy temprano, repuso Melo&mdash;. Y lo terrible del
-caso es, señor, que un mes después Melo de la Morena, que fué a la
-sardina, se ahogó, y a mí me tocó sacar el cadáver del agua.</p>
-
-<p>&mdash;A todo esto, Evaristo&mdash;le dije&mdash;, no ha aparecido el diablo.</p>
-
-<p>&mdash;Es verdad&mdash;contestó&mdash;. Eso fué otra noche. Y digo sería el «diaño»;
-aunque no sé francamente si sería él... Usted verá. Y me narró sus
-aventuras de otra noche. Volvía a su casa, ya tarde, y cerca de las
-ruinas del Castillo de San Martín oyó que su padre le llamaba desde una
-barca para que le llevase a su casa. Acercóse, y vió una figura blanca,
-de<span class="pagenum"><a name="page_232" id="page_232"></a>{232}</span> pie.&mdash;Vamos, padre; dijo Evaristo.&mdash;Ya voy&mdash;respondió la figura
-blanca&mdash;. Pero no se movía. Y Evaristo se cansó de llamar, y la figura
-seguía diciendo «ya voy». Hasta que Evaristo vió que aquello era cosa
-diabólica y se acercó más y descargó un remazo sobre la figura. La cual
-se deshizo como un humo.</p>
-
-<p>&mdash;Evaristo&mdash;le dije&mdash;, indudablemente era el «diaño».</p>
-
-<p>En esto estábamos cuando vimos pasar una mujer llorando, que corría
-hacia la costa. Y un hombre que llegó después, nos gritó:</p>
-
-<p>&mdash;Una lancha se ha volcado, y traía trece hombres. Allá por la punta del
-muelle.</p>
-
-<p>Fuimos a ver lo que pasaba.</p>
-
-<p>El mar no estaba tan revuelto, mas soplaba un fuerte viento nordeste que
-había causado el desastre. A la vista de los que estábamos, en la costa,
-una barca de las que tornaban de la pesca se encontraba volcada. Se
-notaba el movimiento de los salvadores en las otras barcas. ¿Cuántos
-pobres pescadores se ahogarían? Yo oí cerca de mí gritos y sollozos.
-Viejas desoladas se llevaban las manos a la cabeza, tendían los brazos
-hacia las grandes olas. Mujeres más jóvenes, seguramente esposas,
-lloraban también. Lloraban niños; todo el mundo lloraba. Y la
-concurrencia de vecinos aumentó. Se rezaba. Se escuchaban lamentaciones:
-«¡Pobreciños!, pobreciños!» Una mujer andrajosa, alta, aullaba como una
-Hécuba. «Aquélla&mdash;me dijeron&mdash;tiene un hijo en la pesca; aquella otra
-tiene dos hijos; aquella otra su<span class="pagenum"><a name="page_233" id="page_233"></a>{233}</span> marido y un hijo.» Así era la
-desolación. Jamás mis nervios han estado más vibrantes, ni mi corazón
-más apretado. En mí se refleja todo ajeno dolor; y aquella escena era
-para conmover a un hombre de bronce.</p>
-
-<p>Y una anciana, toda trémula, no cesaba de repetir: «¡San Telmo, señor
-San Telmo, líbralos!» Al cabo de un largo rato vióse que de nuevo las
-lanchas se ponían en marcha, rumbo al acostumbrado desembarcadero. Todos
-nos dirigimos allá. ¿Habían quedado en el agua algunos pescadores?</p>
-
-<p>¿Cuántos? ¿Qué rugido, qué clamor maternal íbamos a escuchar entre el
-grupo de mujeres cuando se acercasen a la playa los marineros y diesen
-cuenta del desastre? Se advertía que la lancha volcada venía a remolque,
-y que en algunas de las otras había tripulantes de ella. Por fin
-doblaron las embarcaciones el extremo del muelle, y entraron en la boca
-de la ría. Pronto estuvieron al habla, y las gentes empezaron a
-reconocer a los que venían. «Aquel es Pedrín.» «Aquel es Basilio.»
-«Aquel es Juan.» «Allá viene Anselmo.» Y venían voces de ellos: «¡No hay
-cuidado ninguno!» «¡Todos salvados!»</p>
-
-<p>Todo fué entonces alegría. Desembarcaron mojados los náufragos. Uno de
-ellos venía muy enfermo, pero pronto se repuso. El «espumeiro» y la
-muerte quedaban vencidos. Yo creí del caso decir al buen San Telmo:</p>
-
-<p>&mdash;¡San Telmo, te has portado bien!<span class="pagenum"><a name="page_234" id="page_234"></a>{234}</span></p>
-
-<h3>V<br /><br />
-Un eclipse.</h3>
-
-<p>Siendo España un país favorecido por los «eclipses»&mdash;desde que se pone
-el sol en sus dominios...&mdash;he aquí que la reciente manifestación solar
-ha atraído a estas tierras, por unos momentos, la atención del mundo. De
-todas partes llegaron los sabios que pasan su vida ocupándose en los
-asuntos del cielo, y todos ellos, o casi todos ellos, como los antiguos
-astrólogos, son viejos, lo cual parece demostrar que, cuanto más se
-aleja el pensamiento de la tierra, más se alarga la vida. Vino Gaussen
-el patriarcal, con su cara de Hugo melenudo; vino Jansen venerable, con
-sus ojos meditativos y profundos entre la nieve de su senectud; vino
-Rayet sonriente con su corona de invierno, y otros cuantos más, con los
-más jóvenes, con los coroneles de la artillería óptica, y con las
-ayudantas, la inevitable compañía femenina, las cantineras de las
-batallas astronómicas. Llegaron de Inglaterra, Callendar que, de panamá
-y traje de playa, parece que anduviese en busca de casino, cuando anda
-por las nubes como un poeta nefelibata o no nefelibata, y en cálculos e
-inventos como el de su máquina para investigar la intensidad calorífica
-de la corona solar; Fouler, fino y estudioso, y Rayner que compite con
-Cahen, que compite<span class="pagenum"><a name="page_235" id="page_235"></a>{235}</span> con Moulloy, que compite con Bonfield: entre todos
-brillan, a través de sus espejuelos, los ojos de sir Norman Lockyer,
-dulces de mirar hacia la altura. Y hay más ingleses. De Francia llegaron
-Deslandres, Fabry, Azambuja y el lírico Flammarion, cabelludo como un
-cometa, y más franceses grandes y medianos, todos llenos de ciencia. De
-Holanda, Ryland y Wilterdink, y más holandeses, graves y sabidores. De
-Austria, Boltzmann, y más austríacos; de Alemania, Olmsted, Hartmann,
-Dugan, y más alemanes; de Suecia, un buen grupo en que resplandece
-astralmente el gran Arrhenius, con Gustave Kobb; de Italia, los más
-notorios y más eficaces cazadores de secretos celestes, y de Estados
-Unidos un batallón, a cuya cabeza está el sesudo Campbell, director del
-californiano observatorio de Lick. La América latina estaba felizmente
-representada por Méjico, con un excelente cuerpo de astrónomos
-mejicanos, y Chile tenía a Ernest Greve, del observatorio de Santiago.
-Confieso que me sorprendió no encontrar un representante argentino, uno
-de esos bravos centinelas de la ciencia que montan guardia en Córdoba y
-en La Plata.</p>
-
-<p>Las instalaciones fueron excelentes, y el Gobierno español y las
-autoridades recibieron a los enviados de las distintas naciones con
-cordialidad y la tradicional hidalguía. Flammarion, sobre todo, el más
-literato de los astrónomos, y por eso el más popular en todos los
-lugares adonde han llegado sus obras, es decir, en toda la tierra
-civilizada, fué saludado como un verdadero príncipe de la ciencia,<span class="pagenum"><a name="page_236" id="page_236"></a>{236}</span> y
-paseó en carruajes reales y los monarcas le agasajaron, a él y a su
-excelente señora, que hace a maravilla, con dignidad serena, su papel de
-sabia consorte. Las diversas ciudades y pueblos en donde se instalaron
-los campamentos astronómicos ganaron crecidamente, pues por el motivo
-científico, el turismo europeo invadió por esos días la Península; y,
-como sucede en ocasiones semejantes, todo se puso por las barbas del sol
-y los cuernos de la luna: hoteles, habitaciones en casas particulares,
-alimentación y cuanto se hubo menester. Lord inglés hubo que pagó dos
-mil pesetas diarias el departamento para su familia. Y era como en el
-cuento del rey y los huevos. «¿Son muy raros aquí los comestibles y las
-habitaciones? No, señor; lo que son raros son los lores y los eclipses.»
-Así en Burgos, en Alcalá de Chisvert, en Castellón, en Sigüenza, en
-Cistierna, en Almazán, en todos los puntos elegidos por los sabios para
-sus observaciones, el negocio fué pingüe.</p>
-
-<p>En España fueron grandes el movimiento y la curiosidad. Los trenes, la
-víspera y la mañana del fenómeno, iban cargados de gente a los lugares
-estratégicos. Y había de todas clases de trenes, como de todas clases de
-curiosos: trenes de lujo y trenes modestos, y hasta esos que aquí llaman
-«botijos», en que todo el mundo se embotella por más que módico precio.</p>
-
-<p>Ya sabréis, naturalmente, que el Rey Alfonso, Rey de su tiempo y de su
-edad, no ha querido faltar a la cita de Burgos. Allá fué, con su
-agilidad y bizarría<span class="pagenum"><a name="page_237" id="page_237"></a>{237}</span> de siempre, en su automóvil, y la Reina y las
-Infantas también fueron, desde el palacio de Miramar de San Sebastián,
-en donde se hallaban cumpliendo con las exigencias del veraneo. Y tras
-el Rey, la Reina y las Infantas, ya os imaginaréis la muchedumbre
-elegante que se desprendió de sus nidos de <i>villegiatura</i> para ir a la
-ciudad del Cid Campeador, en el taf-taf de moda o por el ferrocarril.
-Burgos fué la capital del eclipse, y el Rey aprovechó su permanencia
-para poner la primera piedra del monumento que se levantará al Mío Cid,
-y para inaugurar una nueva estación ferroviaria. Asimismo visitó
-conventos, hizo jiras cercanas y se preparó para ir en seguida a cazar
-rebecos a los picos de Europa. Visitó las instalaciones astronómicas
-nacionales y extranjeras, departiendo, como se sabe, en lenguas
-diversas, gracias a su educación políglota. Adolescente que pasa a
-hombre, fué vivaz, móvil, fué de un lado a otro, miró todo, se informó
-de todo; y sabiendo que, a pesar de ser Rey, el sol no podía retardar
-por él la función, estuvo, como todo el mundo, a la hora señalada, en el
-mejor punto para contemplar la maravilla misteriosa que se mostró en el
-firmamento.</p>
-
-<p>El eclipse pasó. Y de todas partes dicen que, cuando reapareció la luz
-del sol, la gente ha gritado, aplaudiendo «¡Bravo!» No lo entiendo.</p>
-
-<p>Esto no es nuevo. Pedro Antonio de Alarcón, el célebre autor del
-<i>Escándalo</i> y del <i>Diario de un testigo de la guerra de Africa</i>,
-presenció el eclipse de sol del 18 de Julio de 1860, y en las
-impresiones que de<span class="pagenum"><a name="page_238" id="page_238"></a>{238}</span> él escribió, dice lo siguiente: «El día estaba
-sereno y caluroso. El sol inundaba de luz las soledades del espacio,
-animando y engrandeciendo el vastísimo paisaje. Largos y monótonos
-zumbidos de cigarras y de otros insectos voladores poblaban el aire de
-un sordo y soñoliento murmullo, que convidaba a la siesta. Callaban las
-aves, adormecidas por el calor, y callaban también los hombres, atentos
-al deicidio que se preparaba en los cielos... Eran ya las dos... la hora
-anunciada y esperada hace tiempo por los astrónomos...</p>
-
-<p>... El eclipse había principiado, pero aún no se percibía alteración
-ninguna en la luz del sol.</p>
-
-<p>A eso de las dos y treinta empezaron a palidecer las nubes, mientras el
-mar se ponía cada vez más sombrío.</p>
-
-<p>La luz del sol era blanca como la de la luna, y la sombra de los cuerpos
-intensamente negra, pero de vagos contornos.</p>
-
-<p>El cielo estaba despejado; la atmósfera, diáfana. ¡El sol se hallaba en
-el mediodía, y, sin embargo, se aproximaba la noche! Nuestros semblantes
-se iban poniendo lívidos... Una claridad fúnebre, que ya no era
-semejante a la luna, sino a la de la luz eléctrica, alumbraba
-fantásticamente la ciudad y las ruinas del Anfiteatro. Las nubes tomaban
-un color gris, como el de la ceniza. El mar continuaba
-obscureciéndose... ¡En esto (todo lo que yo digo sucedió en menos de un
-segundo), en esto expira instantáneamente el último fulgor, cambian de
-aspecto todas las cosas, vense lucir las estrellas cerca del astro
-agonizante,<span class="pagenum"><a name="page_239" id="page_239"></a>{239}</span> levántase un espantoso viento, hace frío, corren las nubes,
-ennegrece el mar, camina la sombra a nuestros pies, parece ser que se
-desquicia el cielo, como cuando se muda una decoración en el teatro;
-muere el sol... y sustitúyelo un astro nunca visto, un meteoro fúnebre y
-grandioso; más bello que todo lo imaginado por el hombre! Un grito de
-terror sale de mil pechos. Las gentes sencillas que nos cercan creen
-indudablemente que se ha acabado el mundo. Pero al ver que el sol ha
-sido reemplazado por aquel fenómeno tan hermoso y sorprendente, nuevo
-alarde del poder y de la sabiduría del Eterno, prorrumpe en un aplauso,
-en un viva, en un «bravo», en una aclamación frenética y entusiasta.»</p>
-
-<p>Don Pedro Antonio de Alarcón explica, pues, el motivo del aplauso; lo
-explica como poeta y como creyente. Yo supongo más bien semejante
-explosión de entusiasmo teatral una manifestación vulgar, no del pueblo,
-sino del público, de la concurrencia semileída, que celebra el hecho
-como el final de una función pirotécnica, o del ensayo de una nueva
-lámpara de luz eléctrica...</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>Ahora, he aquí mis impresiones personales.</p>
-
-<p>... Yo estaba a la orilla del mar, en una pequeña terraza, o más bien
-jardinillo de la casa en que habitaba a las orillas del Cantábrico. La
-mañana había estado a trechos brillante, a trechos nublada. Más o menos,
-desde las once el sol comenzó a mostrarse con intermitencias. Había
-caído una cernida llovizna en las primeras horas y el aire estaba
-fresco. Las<span class="pagenum"><a name="page_240" id="page_240"></a>{240}</span> olas formaban gran movimiento. No había, en lo que la vista
-alcanzaba, ni una sola barca pescadora. Comenzaron a salir de las casas
-vecinas algunos curiosos. No lejos, entre cardos y hierbas, picoteaban
-en el suelo varias gallinas. Muy cerca de mí, unos cuantos pájaros
-diminutos y grises, que llaman andarines, están alertas, vivarachos,
-afanosos; saltan de las tapias al suelo, y hacen por la vida. Todo el
-mundo miraba el cielo con un vidrio ahumado. Yo hice lo que todo el
-mundo, y apunté hacia Helios, consagrándole un recuerdo a mi compañero
-Martín Gil. Y vi que ya había pasado lo que llaman el primer contacto.
-En la bola incandescente del sol noté la intrusión de la luna. Varias
-veces observé, a medida que lo negro iba aumentando sobre la superficie
-solar. Y el sol fué cambiando de aspecto; ya fué una bolsa de oro, ya
-una raja de melón, ya una hoz.</p>
-
-<p>La luz se había ido poniendo rojiza, y flotaba sobre el mar y sobre la
-tierra como una extrañeza fantasmagórica. Y fué de pronto el eclipse
-total. Al crepúsculo enfermizo que iba en progresión, sucedió una noche
-súbita, no de completa obscuridad, sino iluminada vagamente por uno como
-temeroso efluvio de luz. Vi los rostros de las gentes lívidos. Las
-gallinas habían buscado su refugio nocturno; los vivaces «andarines»
-dejaron de merodear, se juntaron como para el peligro. Dejaban acercarse
-a las gentes sin miedo, iban de un lugar a otro indecisos, y por último
-se acurrucaron junto a un muro. Habían salido unas pocas barcas. La
-obscuridad no<span class="pagenum"><a name="page_241" id="page_241"></a>{241}</span> me dejaba percibirlas. Mas en la consternación de la
-Naturaleza toda, oía yo el son del mar como el comentario de un
-misterioso coro.</p>
-
-<p>En larga banda pasó un ejército de gaviotas, quizá en busca de los
-nidos. Un repentino frío invadió la atmósfera. Sentí un verdadero
-malestar físico y una innegable inquietud moral. Mis ojos contemplaban
-allá arriba un astro milenario, un meteoro de funestos augurios. Yo no
-había visto nunca un eclipse; pero ese astro no me era desconocido: yo
-había, seguramente, tenido esa visión en muchos sueños; en verdad, era
-el mismo sol enfermo de mis pesadillas, de mis padecimientos
-hipnagógicos. Y pensé luego en las ancestrales angustias, en los
-terrores medioevales. ¿Se equivocaría la ciencia? ¿No habría gran verdad
-en el espanto de la humanidad antigua, que veía yo reflejado en el
-inmenso espanto de la Naturaleza? Sobre el fondo celeste se destacaba un
-sol negro. Y ese sol negro tenía un nimbo, un nimbo de luz blanca, un
-nimbo roto en rayos desiguales, de plata, de una plata que en momentos
-tuviese un tenue resplandor color de rosa. Era como una enorme hostia de
-sombra rodeada de una corona coruscante. Era el astro que antaño hacía
-temblar a los hombres, el astro de las guerras, el nuncio de las pestes,
-el precursor de las catástrofes.</p>
-
-<p>Y no lejos del mensajero de las cosas infaustas y fatales, brilló por un
-momento, maravilloso, el diamante de Venus.</p>
-
-<p>A un viejo criado que está cerca de mí, y que se consterna, le preguntó:
-«¿Qué tiene usted?» «Tengo<span class="pagenum"><a name="page_242" id="page_242"></a>{242}</span> miedo», me dice. Y esa era la palabra; había
-miedo sobre el agua lívida del mar; miedo sobre el monte cercano; miedo
-en el aire; un soplo de miedo flotaba sobre la tierra conmovida.</p>
-
-<p>Hasta que volvió a salir el sol. Y cantó el gallo. Y los andarines
-anduvieron y piaron por el jardín. Los pescadores que volvieron
-manifestaron que una gran cantidad de sardina había desaparecido, como
-llena de súbita locura, en el momento del eclipse. Surgió como una nueva
-mañana, y el día de oro continuó su rumbo. La Naturaleza recobró su
-tranquilidad. Volvió a pasar sobre las olas la banda de gaviotas. Leí
-este párrafo de la «Crónica de los Reyes Católicos», de Bernáldez, en
-que habla «del espantoso eclipse que el sol fizo: «...El dicho año de
-mil e cuatrocientos y setenta y ocho, a veintinueve días del mes de
-julio, día de Santa Marta, a medio día, fizo el sol un eclipse, el más
-espantoso que nunca los que hasta allí eran nacidos vieron, que se
-cubrió el sol del todo e se paró negro, e parecían las estrellas en el
-cielo como de noche; el cual duró así cubierto gran rato, fasta que a
-poco a poco fué descubriendo, e fué gran temor en las gentes y fuían a
-las iglesias, y nunca de aquel hora tornó el sol en su color, ni el día
-esclareció como en los días de antes solía estar, y así se puso el sol
-muy caliginoso». Buen Bernáldez, que no sospechaba el <i>coronium</i>, pero
-que vivía en una época en que todavía se temía el poder de Aquel a quien
-no es hoy de buen gusto nombrar.<span class="pagenum"><a name="page_243" id="page_243"></a>{243}</span></p>
-
-<h2><a name="INDICE" id="INDICE"></a>ÍNDICE</h2>
-
-<table border="0" cellpadding="0" cellspacing="0" summary="">
-<tr><td>&nbsp;</td><td class="rt"><small><i>Páginas</i></small></td></tr>
-
-<tr><td>El ejemplo de Zola</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_007">7</a></td></tr>
-
-<tr><td>Gorki</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_023">23</a></td></tr>
-
-<tr><td>El poeta León XIII</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_035">35</a></td></tr>
-
-<tr><td>Libros viejos a orillas del Sena</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_047">47</a></td></tr>
-
-<tr><td>Un cisma en Francia</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_055">55</a></td></tr>
-
-<tr><td>Las tinieblas enemigas</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_063">63</a></td></tr>
-
-<tr><td>Algunas notas sobre Jean Moreas</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_073">73</a></td></tr>
-
-<tr><td>A propósito de Mme. de Noailles</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_083">83</a></td></tr>
-
-<tr><td>Niñas-prodigios</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_093">93</a></td></tr>
-
-<tr><td>Rostand, o la felicidad</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_107">107</a></td></tr>
-
-<tr><td>La prensa francesa:</td></tr>
-
-<tr><td><span style="margin-left: 2em;">I.</span> Los diarios</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_115">115</a></td></tr>
-
-<tr><td><span style="margin-left: 1.75em;">II.</span> Las revistas</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_125">125</a></td></tr>
-
-<tr><td>La evolución del rastacuerismo</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_133">133</a></td></tr>
-
-<tr><td>El escultor argentino Irurtia</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_141">141</a></td></tr>
-
-<tr><td>Clésinger y su obra</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_151">151</a></td></tr>
-
-<tr><td>Miss Isadora Duncan</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_159">159</a></td></tr>
-
-<tr><td>Rémy de Gourmont</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_167">167</a></td></tr>
-
-<tr><td>Henri de Groux</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_175">175</a></td></tr>
-
-<tr><td>Lo que queda de Heredia</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_191">191</a></td></tr>
-
-<tr><td>Nuevos poetas de España</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_201">201</a></td></tr>
-
-<tr><td>En Asturias:</td></tr>
-
-<tr><td><span style="margin-left: 2em;">I.</span> Desilusión del milagro</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_211">211</a></td></tr>
-
-<tr><td><span style="margin-left: 1.75em;">II.</span> A la orilla del mar</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_220">220</a></td></tr>
-
-<tr><td><span style="margin-left: 1.5em;">III.</span> San Telmo</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_226">226</a></td></tr>
-
-<tr><td><span style="margin-left: 1.55em;">IV.</span> San Telmo se porta bien</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_230">230</a></td></tr>
-
-<tr><td><span style="margin-left: 2em;">V.</span> Un eclipse</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_234">234</a></td></tr>
-
-</table>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_244" id="page_244"></a>{244}</span></p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-244.jpg" width="320" height="488" alt="Acabóse de imprimir este libro en Madrid, en la TIPOGRAFÍA YAGÜES el día
-x de Mayo del año mcmxviii" title="" />
-<br />
-<span class="caption">Acabóse de imprimir este libro en Madrid, en la TIPOGRAFÍA YAGÜES el día
-x de Mayo del año mcmxviii</span>
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_245" id="page_245"></a>{245}</span><br /></p>
-
-<p class="c"><big>
-Editorial “MUNDO LATINO”<br />
-<br />
-APARTADO 502.&mdash;MADRID<br />
-<br />
-
-===Extracto del Catálogo general===</big><br />
-</p>
-
-<table border="0" cellpadding="0" cellspacing="0" summary="">
-
-<tr><td>&nbsp; </td><td class="rt"><i>Pesetas</i></td></tr>
-
-<tr><td class="c" colspan="2">OBRAS COMPLETAS<br />
-
-DE RICARDO DE LEÓN<br />
-
-(de la Real Academia Española)</td></tr>
-
-<tr><td>Edición del Banco de España. Ocho volúmenes en 4.º,
-encuadernados en tela, con alegorías de Coullaut
-Valera y retrato del autor, por Vacqué</td> <td class="rt"> 50,00</td></tr>
-
-<tr><td>A plazos</td> <td class="rt">60,00</td></tr>
-
-<tr><td class="c" colspan="2">DE FRANCISCO VILLAESPESA</td></tr>
-
-<tr><td>I.&mdash;Intimidades.&mdash;Flores de Almendro. </td><td class="rt">3,00</td></tr>
-<tr><td>II.&mdash;Luchas.&mdash;Confidencias. </td><td class="rt">3,00</td></tr>
-
-<tr><td>III.&mdash;La copa del Rey de Thule.&mdash;La musa enferma. </td><td class="rt">3,00</td></tr>
-
-<tr><td>IV.&mdash;El alto de los Bohemios.&mdash;Rapsodias. </td><td class="rt">3,00</td></tr>
-
-<tr><td>V.&mdash;Las horas que pasan. (Veladas de amor) </td><td class="rt">3,00</td></tr>
-
-<tr><td>VI.&mdash;Las joyas de Margarita: Breviario de amor.&mdash;La
-tela de Penélope.&mdash;El milagro del vaso de agua. </td><td class="rt">3,00</td></tr>
-
-<tr><td>VII&mdash;Doña María de Padilla.&mdash;La cena de los cardenales. </td><td class="rt">3,00</td></tr>
-
-<tr><td><span class="pagenum"><a name="page_246" id="page_246"></a>{246}</span>
-VIII.&mdash;El milagro de las rosas.&mdash;Resurrección.&mdash;Amigas
-viejas. </td><td class="rt">3,00</td></tr>
-
-<tr><td>IX.&mdash;Las granadas de rubíes.&mdash;Las pupilas de Almotadid.&mdash;Las
-garras de la pantera.&mdash;El último Abderramán. </td><td class="rt">3,00</td></tr>
-
-<tr><td>X.&mdash;Tristitiæ rerum. </td><td class="rt">3,00</td></tr>
-
-<tr><td>XI.&mdash;La leona de Castilla.&mdash;En el desierto. </td><td class="rt">3,00</td></tr>
-
-<tr><td>XII.&mdash;El rey Galaor.&mdash;El triunfo del amor. </td><td class="rt">3,00</td></tr>
-
-<tr><td>&nbsp;</td></tr>
-
-<tr><td class="c" colspan="2">DE RUBÉN DARÍO<br />
-
-(Ilustraciones de Ochoa)</td></tr>
-
-<tr><td>&nbsp; &nbsp; &nbsp; Tomos publicados:</td></tr>
-
-<tr><td>I.&mdash;La caravana pasa </td><td class="rt">3,50</td></tr>
-
-<tr><td>II.&mdash;Prosas profanas </td><td class="rt">3,50</td></tr>
-
-<tr><td>III.&mdash;Tierras solares </td><td class="rt">3,50</td></tr>
-
-<tr><td>IV.&mdash;Azul </td><td class="rt">3,50</td></tr>
-
-<tr><td>V.&mdash;Parisiana </td><td class="rt">3,50</td></tr>
-
-<tr><td>VI.&mdash;Los raros </td><td class="rt">3,50</td></tr>
-
-<tr><td>VII&mdash;Cantos de vida y esperanza </td><td class="rt">3,50</td></tr>
-
-<tr><td>VIII.&mdash;Letras </td><td class="rt">3,50</td></tr>
-
-<tr><td>IX.&mdash;Canto a la Argentina </td><td class="rt">3,50</td></tr>
-
-<tr><td>X.&mdash;Opiniones </td><td class="rt">3,50</td></tr>
-
-<tr><td>XI.&mdash;Poema del otoño y otros poemas </td><td class="rt">3,50</td></tr>
-
-<tr><td>&nbsp; &nbsp; &nbsp; Ediciones especiales de lujo. </td><td> </td></tr>
-
-<tr><td class="c" colspan="2">COLECCIÓN DE AUTORES ESPAÑOLES</td></tr>
-
-<tr><td><i>Edmundo González Blanco.</i>&mdash;Jesús de Nazareht </td><td class="rt">3,00</td></tr>
-
-<tr><td><i>Emiliano Ramírez Angel.</i>&mdash;Bombilla-Sol-Ventas </td><td class="rt">3,00</td></tr>
-
-<tr><td><i>Francisco Delicado.</i>&mdash;La lozana andaluza </td><td class="rt">3,00</td></tr>
-
-<tr><td><i>J. M. Carretero.</i>&mdash;Lo que sé por mí (dos series) </td><td class="rt">3,00</td></tr>
-
-<tr><td><i>J. Costa.</i>&mdash;Alemania contra España </td><td class="rt">3,00</td></tr>
-
-<tr><td><i>Fola Igurbide.</i>&mdash;El Actor </td><td class="rt">3,00</td></tr>
-
-<tr><td><i>José Montero.</i>&mdash;Yelmo florido </td><td class="rt">4,00</td></tr>
-
-<tr><td><i>José Francés.</i>&mdash;La estatua de carne (novela) </td><td class="rt">3,00</td></tr>
-
-<tr><td>&mdash; El alma viajera (novela) </td><td class="rt">3,50</td></tr>
-
-<tr><td><i>J. de Lucas Acevedo.</i>&mdash;La Caja de Pandora </td><td class="rt">3,00</td></tr>
-
-<tr><td><i>López de Sáa.</i>&mdash;Los indianos vuelven </td><td class="rt">3,50</td></tr>
-
-<tr><td>&mdash; Bruja de amor </td><td class="rt">3,50</td></tr>
-
-<tr><td><i>W. Fernández Flórez.</i>&mdash;La procesión de los días </td><td class="rt">3,00</td></tr>
-
-<tr><td><i>Zurita.</i>&mdash;Pícaros y donosos </td><td class="rt">3,00</td></tr>
-
-<tr><td><i>Elías Cerdá.</i>&mdash;Don Quijote en la guerra </td><td class="rt">2,00</td></tr>
-
-<tr><td><i>V. García Martí.</i>&mdash;Don Severo Carvallo </td><td class="rt">2,50</td></tr>
-
-<tr><td><i>María Luisa Latil.</i>&mdash;Según labremos </td><td class="rt">2,50</td></tr>
-
-<tr><td>&mdash; Genoveva </td><td class="rt">3,00</td></tr>
-
-<tr><td><i>Rafael Cansinos-Assens.</i>&mdash;Las cuatro gracias </td><td class="rt">3,50</td></tr>
-
-<tr><td><i>Eugenio Noel.</i>&mdash;El allegretto de la Sinfonía VII </td><td class="rt">3,00</td></tr>
-
-<tr><td><i>Pedro Pellicena.</i>&mdash;Los Cosacos </td><td class="rt">3,50</td></tr>
-
-<tr><td><i>Mauricio Bacarise.</i>&mdash;El esfuerzo </td><td class="rt">3,00</td></tr>
-
-<tr><td><i>Eliodoro Puche.</i>&mdash;Libro de los elogios galantes y de
-los crepúsculos de otoño </td><td class="rt">2,50</td></tr>
-
-<tr><td>&mdash; Corazón de la noche </td><td class="rt">2,50</td></tr>
-
-<tr><td></td></tr>
-<tr><td class="c" colspan="2">LAS GRANDES FIGURAS DE LA GUERRA EUROPEA</td></tr>
-
-<tr><td>Biografías de los generales: Alberto I de Bélgica.&mdash;Joffre.&mdash;Sir
-John French.&mdash;Lord Kitchener. Con preciosas
-fototipias, a </td><td class="rt">3,00</td></tr>
-
-<tr><td></td></tr>
-<tr><td class="c" colspan="2">COLECCIÓN DE AUTORES EXTRANJEROS<br />
-Traducidas por <i>Felipe Trigo</i>.</td></tr>
-
-<tr><td><i>Victoriano de Saussay.</i>&mdash;La ciencia del beso </td><td class="rt">3,50</td></tr>
-
-<tr><td><i>René Emery.</i>&mdash;Santa María Magdalena </td><td class="rt">3,50</td></tr>
-
-<tr><td><i>Maquiavelo.</i>&mdash;Obras festivas: La Mandrágora.&mdash;El
-P. Alberico.&mdash;La Celestina.&mdash;El archidiablo
-Belfegor </td><td class="rt">3,050</td></tr>
-
-<tr><td></td></tr>
-<tr><td class="c" colspan="2">CELEBRIDADES ESPAÑOLAS Y SUD-AMERICANAS</td></tr>
-
-<tr><td>I.&mdash;Bécquer (encuadernado) </td><td class="rt">3,50</td></tr>
-
-<tr><td>II.&mdash;Zorrilla (ídem) </td><td class="rt">3,50</td></tr>
-
-<tr><td>III.&mdash;Espronceda (ídem) </td><td class="rt">3,50</td></tr>
-
-<tr><td></td></tr>
-<tr><td class="c" colspan="2">COLECCION SELECTA</td></tr>
-
-<tr><td><i>Tomás de Quincey.</i>&mdash;Los últimos días de Kant </td><td class="rt">1,00</td></tr>
-
-<tr><td><i>Kalidasa.</i>&mdash;El reconocimiento de Sakuntala 1</td><td class="rt">1,00</td></tr>
-
-<tr><td><i>Rousseau.</i>&mdash;Discurso sobre las artes y las ciencias </td><td class="rt">1,00</td></tr>
-
-<tr><td>&mdash; Origen de la desigualdad entre los hombres </td><td class="rt">1,00</td></tr>
-
-<tr><td><i>Luciano de Samosata.</i>&mdash;La diosa de Siria 1</td><td class="rt">1,00</td></tr>
-
-<tr><td><i>L. Sterne.</i>&mdash;Viaje sentimental de un inglés a Francia </td><td class="rt">1,00</td></tr>
-
-<tr><td><i>F. Alvarado.</i>&mdash;El filósofo rancio. (Cartas) </td><td class="rt">1,50</td></tr>
-
-<tr><td></td></tr>
-<tr><td class="c" colspan="2">EL AÑO ARTÍSTICO</td></tr>
-
-<tr><td>El año artístico 1915 </td><td class="rt">6,00</td></tr>
-
-<tr><td><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span> tela </td><td class="rt">8,00</td></tr>
-
-<tr><td>El año artístico 1916 (con 250 grabados) </td><td class="rt">10,00</td></tr>
-
-<tr><td><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span> tela </td><td class="rt">12,00</td></tr>
-
-<tr><td>El año artístico 1917 (con 250 grabados) </td><td class="rt">11,50</td></tr>
-
-<tr><td><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span>tela </td><td class="rt">13,00</td></tr>
-
-<tr><td></td></tr>
-<tr><td class="c" colspan="2">BRAS VARIAS</td></tr>
-
-<tr><td><i>Stendhal.</i>&mdash;Del amor </td><td class="rt">6,00</td></tr>
-
-<tr><td><i>E. M. Segovia</i> (Oficial del Banco de España).&mdash;Los documentos
-de crédito </td><td class="rt">5,00</td></tr>
-
-<tr><td>&mdash; Manual epistolar </td><td class="rt">2,00</td></tr>
-
-<tr><td><i>Rivero.</i>&mdash;Legislación de clases pasivas. Volumen de<br />
-500 páginas, encuadernado en tela </td><td class="rt">10,00</td></tr>
-
-<tr><td><i>R. Yesares.</i>&mdash;Ayuda memoria del mecánico electricista.<br />
-Un volumen, encuadernado en tela </td><td class="rt">1,50</td></tr>
-
-</table>
-
-<hr class="full" />
-
-
-
-
-
-
-
-<pre>
-
-
-
-
-
-End of the Project Gutenberg EBook of Opiniones, by Rubén Darío
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-*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK OPINIONES ***
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-Project Gutenberg-tm is synonymous with the free distribution of
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-including obsolete, old, middle-aged and new computers. It exists
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-Volunteers and financial support to provide volunteers with the
-assistance they need, are critical to reaching Project Gutenberg-tm's
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-Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure
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-To learn more about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation
-and how your efforts and donations can help, see Sections 3 and 4
-and the Foundation web page at http://www.pglaf.org.
-
-
-Section 3. Information about the Project Gutenberg Literary Archive
-Foundation
-
-The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non profit
-501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the
-state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal
-Revenue Service. The Foundation's EIN or federal tax identification
-number is 64-6221541. Its 501(c)(3) letter is posted at
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-Literary Archive Foundation are tax deductible to the full extent
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-The Foundation's principal office is located at 4557 Melan Dr. S.
-Fairbanks, AK, 99712., but its volunteers and employees are scattered
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-809 North 1500 West, Salt Lake City, UT 84116, (801) 596-1887, email
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diff --git a/old/51604-h/images/drop-j.png b/old/51604-h/images/drop-j.png
deleted file mode 100644
index 99b71a5..0000000
--- a/old/51604-h/images/drop-j.png
+++ /dev/null
Binary files differ
diff --git a/old/51604-h/images/drop-l.png b/old/51604-h/images/drop-l.png
deleted file mode 100644
index 0342470..0000000
--- a/old/51604-h/images/drop-l.png
+++ /dev/null
Binary files differ
diff --git a/old/51604-h/images/drop-m.png b/old/51604-h/images/drop-m.png
deleted file mode 100644
index 6b81659..0000000
--- a/old/51604-h/images/drop-m.png
+++ /dev/null
Binary files differ
diff --git a/old/51604-h/images/drop-p.png b/old/51604-h/images/drop-p.png
deleted file mode 100644
index 32af89d..0000000
--- a/old/51604-h/images/drop-p.png
+++ /dev/null
Binary files differ
diff --git a/old/51604-h/images/drop-r.png b/old/51604-h/images/drop-r.png
deleted file mode 100644
index 2f8b206..0000000
--- a/old/51604-h/images/drop-r.png
+++ /dev/null
Binary files differ
diff --git a/old/51604-h/images/drop-s.png b/old/51604-h/images/drop-s.png
deleted file mode 100644
index 30e8a83..0000000
--- a/old/51604-h/images/drop-s.png
+++ /dev/null
Binary files differ
diff --git a/old/51604-h/images/drop-u.png b/old/51604-h/images/drop-u.png
deleted file mode 100644
index 6edd30a..0000000
--- a/old/51604-h/images/drop-u.png
+++ /dev/null
Binary files differ
diff --git a/old/51604-h/images/illus-004.jpg b/old/51604-h/images/illus-004.jpg
deleted file mode 100644
index 54ac294..0000000
--- a/old/51604-h/images/illus-004.jpg
+++ /dev/null
Binary files differ
diff --git a/old/51604-h/images/illus-007.jpg b/old/51604-h/images/illus-007.jpg
deleted file mode 100644
index a18e1af..0000000
--- a/old/51604-h/images/illus-007.jpg
+++ /dev/null
Binary files differ
diff --git a/old/51604-h/images/illus-021.jpg b/old/51604-h/images/illus-021.jpg
deleted file mode 100644
index 7b98694..0000000
--- a/old/51604-h/images/illus-021.jpg
+++ /dev/null
Binary files differ
diff --git a/old/51604-h/images/illus-023.jpg b/old/51604-h/images/illus-023.jpg
deleted file mode 100644
index 8069fd4..0000000
--- a/old/51604-h/images/illus-023.jpg
+++ /dev/null
Binary files differ
diff --git a/old/51604-h/images/illus-035.jpg b/old/51604-h/images/illus-035.jpg
deleted file mode 100644
index de419d6..0000000
--- a/old/51604-h/images/illus-035.jpg
+++ /dev/null
Binary files differ
diff --git a/old/51604-h/images/illus-045.jpg b/old/51604-h/images/illus-045.jpg
deleted file mode 100644
index 5891b19..0000000
--- a/old/51604-h/images/illus-045.jpg
+++ /dev/null
Binary files differ
diff --git a/old/51604-h/images/illus-047.jpg b/old/51604-h/images/illus-047.jpg
deleted file mode 100644
index ecaadb2..0000000
--- a/old/51604-h/images/illus-047.jpg
+++ /dev/null
Binary files differ
diff --git a/old/51604-h/images/illus-055.jpg b/old/51604-h/images/illus-055.jpg
deleted file mode 100644
index 90daeb1..0000000
--- a/old/51604-h/images/illus-055.jpg
+++ /dev/null
Binary files differ
diff --git a/old/51604-h/images/illus-062.jpg b/old/51604-h/images/illus-062.jpg
deleted file mode 100644
index 9f49209..0000000
--- a/old/51604-h/images/illus-062.jpg
+++ /dev/null
Binary files differ
diff --git a/old/51604-h/images/illus-063.jpg b/old/51604-h/images/illus-063.jpg
deleted file mode 100644
index 82a4c26..0000000
--- a/old/51604-h/images/illus-063.jpg
+++ /dev/null
Binary files differ
diff --git a/old/51604-h/images/illus-072.jpg b/old/51604-h/images/illus-072.jpg
deleted file mode 100644
index d96a16a..0000000
--- a/old/51604-h/images/illus-072.jpg
+++ /dev/null
Binary files differ
diff --git a/old/51604-h/images/illus-073.jpg b/old/51604-h/images/illus-073.jpg
deleted file mode 100644
index 08b823d..0000000
--- a/old/51604-h/images/illus-073.jpg
+++ /dev/null
Binary files differ
diff --git a/old/51604-h/images/illus-081.jpg b/old/51604-h/images/illus-081.jpg
deleted file mode 100644
index c4c2cb5..0000000
--- a/old/51604-h/images/illus-081.jpg
+++ /dev/null
Binary files differ
diff --git a/old/51604-h/images/illus-083.jpg b/old/51604-h/images/illus-083.jpg
deleted file mode 100644
index b0e0c5d..0000000
--- a/old/51604-h/images/illus-083.jpg
+++ /dev/null
Binary files differ
diff --git a/old/51604-h/images/illus-091.jpg b/old/51604-h/images/illus-091.jpg
deleted file mode 100644
index 727626f..0000000
--- a/old/51604-h/images/illus-091.jpg
+++ /dev/null
Binary files differ
diff --git a/old/51604-h/images/illus-093.jpg b/old/51604-h/images/illus-093.jpg
deleted file mode 100644
index 838f722..0000000
--- a/old/51604-h/images/illus-093.jpg
+++ /dev/null
Binary files differ
diff --git a/old/51604-h/images/illus-105.jpg b/old/51604-h/images/illus-105.jpg
deleted file mode 100644
index 099f54e..0000000
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+++ /dev/null
Binary files differ
diff --git a/old/51604-h/images/illus-107.jpg b/old/51604-h/images/illus-107.jpg
deleted file mode 100644
index ba63589..0000000
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+++ /dev/null
Binary files differ
diff --git a/old/51604-h/images/illus-114.jpg b/old/51604-h/images/illus-114.jpg
deleted file mode 100644
index 99fc7bd..0000000
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+++ /dev/null
Binary files differ
diff --git a/old/51604-h/images/illus-115.jpg b/old/51604-h/images/illus-115.jpg
deleted file mode 100644
index 5ee8a96..0000000
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+++ /dev/null
Binary files differ
diff --git a/old/51604-h/images/illus-132.jpg b/old/51604-h/images/illus-132.jpg
deleted file mode 100644
index 897e79e..0000000
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+++ /dev/null
Binary files differ
diff --git a/old/51604-h/images/illus-133.jpg b/old/51604-h/images/illus-133.jpg
deleted file mode 100644
index 34a543e..0000000
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+++ /dev/null
Binary files differ
diff --git a/old/51604-h/images/illus-141.jpg b/old/51604-h/images/illus-141.jpg
deleted file mode 100644
index 21a4b16..0000000
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+++ /dev/null
Binary files differ
diff --git a/old/51604-h/images/illus-150.jpg b/old/51604-h/images/illus-150.jpg
deleted file mode 100644
index c046d75..0000000
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+++ /dev/null
Binary files differ
diff --git a/old/51604-h/images/illus-151.jpg b/old/51604-h/images/illus-151.jpg
deleted file mode 100644
index f8aafd6..0000000
--- a/old/51604-h/images/illus-151.jpg
+++ /dev/null
Binary files differ
diff --git a/old/51604-h/images/illus-159.jpg b/old/51604-h/images/illus-159.jpg
deleted file mode 100644
index ef134cf..0000000
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+++ /dev/null
Binary files differ
diff --git a/old/51604-h/images/illus-166.jpg b/old/51604-h/images/illus-166.jpg
deleted file mode 100644
index 707ce24..0000000
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+++ /dev/null
Binary files differ
diff --git a/old/51604-h/images/illus-167.jpg b/old/51604-h/images/illus-167.jpg
deleted file mode 100644
index 98a0554..0000000
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+++ /dev/null
Binary files differ
diff --git a/old/51604-h/images/illus-175.jpg b/old/51604-h/images/illus-175.jpg
deleted file mode 100644
index 43175f6..0000000
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Binary files differ
diff --git a/old/51604-h/images/illus-189.jpg b/old/51604-h/images/illus-189.jpg
deleted file mode 100644
index 5ad781d..0000000
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Binary files differ
diff --git a/old/51604-h/images/illus-191.jpg b/old/51604-h/images/illus-191.jpg
deleted file mode 100644
index 96403f4..0000000
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Binary files differ
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deleted file mode 100644
index b5e4cfc..0000000
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+++ /dev/null
Binary files differ
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index 1aad11b..0000000
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Binary files differ
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+++ /dev/null
Binary files differ
diff --git a/old/51604-h/images/illus-211.jpg b/old/51604-h/images/illus-211.jpg
deleted file mode 100644
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+++ /dev/null
Binary files differ
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deleted file mode 100644
index 6eec039..0000000
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+++ /dev/null
Binary files differ