diff options
Diffstat (limited to 'old/51604-h/51604-h.htm')
| -rw-r--r-- | old/51604-h/51604-h.htm | 6522 |
1 files changed, 0 insertions, 6522 deletions
diff --git a/old/51604-h/51604-h.htm b/old/51604-h/51604-h.htm deleted file mode 100644 index 83d9986..0000000 --- a/old/51604-h/51604-h.htm +++ /dev/null @@ -1,6522 +0,0 @@ -<!DOCTYPE html PUBLIC "-//W3C//DTD XHTML 1.0 Strict//EN" -"http://www.w3.org/TR/xhtml1/DTD/xhtml1-strict.dtd"> - -<html xmlns="http://www.w3.org/1999/xhtml" lang="es" xml:lang="es"> - <head> <link rel="coverpage" href="images/cover.jpg" /> -<meta http-equiv="Content-Type" content="text/html;charset=utf-8" /> -<title> - The Project Gutenberg eBook of Opiniones, por Rubén Darío. -</title> -<style type="text/css"> - p {margin-top:.2em;text-align:justify;margin-bottom:.2em;text-indent:4%;} - -.c {text-align:center;text-indent:0%;} - -.cb {text-align:center;text-indent:0%;font-weight:bold;} - -.ditto {margin-left:.5em;margin-right:.5em;} - -.letra {font-size:150%;float:left;margin-top:-1%;padding:0%;} - @media print, handheld - { .letra - {font-size:150%;} - } - -@media print, handheld -{ - img.drop-cap {float: left; margin: 0 0.5em 0 0;} - img alt {visibility: visible;} - } - -.nind {text-indent:0%;} - -.rt {text-align:right;} - -small {font-size: 70%;} - -big {font-size: 130%;} - - h1 {margin-top:5%;text-align:center;clear:both;} - - h2 {margin-top:4%;margin-bottom:2%;text-align:center;clear:both; - font-size:100%;} - - h3 {margin:4% auto 2% auto;text-align:center;clear:both; -font-size:90%;} - - hr {width:90%;margin:2em auto 2em auto;clear:both;color:black;} - - hr.full {width: 50%;margin:5% auto 5% auto;border:4px double gray;} - - table {margin-top:2%;margin-bottom:2%;margin-left:auto;margin-right:auto;border:none;} - - body{margin-left:4%;margin-right:6%;background:#ffffff;color:black;font-family:"Times New Roman", serif;font-size:medium;} - -a:link {background-color:#ffffff;color:blue;text-decoration:none;} - - link {background-color:#ffffff;color:blue;text-decoration:none;} - -a:visited {background-color:#ffffff;color:purple;text-decoration:none;} - -a:hover {background-color:#ffffff;color:#FF0000;text-decoration:underline;} - -.smcap {font-variant:small-caps;font-size:100%;} - - img {border:none;} - -.figcenter {margin-top:3%;margin-bottom:3%;clear:both; -margin-left:auto;margin-right:auto;text-align:center;text-indent:0%;} - @media print, handheld - {.figcenter - {page-break-before: avoid;} - } - -div.poetry {text-align:center;} -div.poem {font-size:90%;margin:auto auto;text-indent:0%; -display: inline-block; text-align: left;} -.poem .stanza {margin-top: 1em;margin-bottom:1em;} -.poem span.i0 {display: block; margin-left: 0em; padding-left: 3em; text-indent: -3em;} -.poem span.i2 {display: block; margin-left: 1em; padding-left: 3em; text-indent: -3em;} -.poem span.i5 {display: block; margin-left: 4em; padding-left: 3em; text-indent: -3em;} - -.pagenum {font-style:normal;position:absolute; -left:95%;font-size:55%;text-align:right;color:gray; -background-color:#ffffff;font-variant:normal;font-style:normal;font-weight:normal;text-decoration:none;text-indent:0em;} -@media print, handheld -{.pagenum - {display: none;} - } -</style> - </head> -<body> - - -<pre> - -The Project Gutenberg EBook of Opiniones, by Rubén Darío - -This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with -almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or -re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included -with this eBook or online at www.gutenberg.org/license - - -Title: Opiniones - Obras Completas Vol. X - -Author: Rubén Darío - -Release Date: March 30, 2016 [EBook #51604] - -Language: Spanish - -Character set encoding: UTF-8 - -*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK OPINIONES *** - - - - -Produced by Josep Cols Canals, Chuck Greif and the Online -Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This -file was produced from images generously made available -by The Internet Archive/Canadian Libraries) - - - - - - -</pre> - -<hr class="full" /> - -<p class="cb">OPINIONES</p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_001" id="page_001"></a>{1}</span></p> - -<table border="2" cellpadding="10" cellspacing="0" summary=""> -<tr><td class="c"><a href="#INDICE">Al Índice</a></td></tr> -</table> -<p><span class="pagenum"><a name="page_002" id="page_002"></a>{2}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_003" id="page_003"></a>{3}</span></p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/cover.jpg" width="334" height="500" alt="OPINIONES - -POR - -RUBEN DARIO - -Volumen X de las obras completas. Administración: Editorial MUNDO LATINO - -Madrid" title="" /> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_004" id="page_004"></a>{4}</span></p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-004.jpg" width="295" height="137" alt="ES PROPIEDAD" title="" /> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_005" id="page_005"></a>{5}</span></p> - -<p class="c"> -Al Dr. Fernando Sánchez<br /> -<br /> -<i>Dedica este libro,</i><br /> -<br /> -<span style="margin-left: 20%;"><i>su amigo</i></span><br /> -<br /> -<span style="margin-left: 30%;"><i>RUBÉN DARÍO</i></span><br /> -<span class="pagenum"><a name="page_006" id="page_006"></a>{6}</span><br /> -</p> - -<p><i>En este libro, como en todos los míos, no pretendo enseñar nada, pues -me complazco en reconocerme el ser menos pedagógico de la tierra. Van -aquí mis opiniones y mis sentires, sobre cosas vistas e ideas -acariciadas. Todo expresado de la manera más noble que he podido, pues -no me avengo con bajos pensamientos ni vulgares palabras. No busco el -que nadie piense como yo, ni se manifieste como yo. ¡Libertad!, -¡libertad!, mis amigos. Y no os dejéis poner librea de ninguna -clase.—R. D.</i></p> - -<p><i>París, 1906.</i><span class="pagenum"><a name="page_007" id="page_007"></a>{7}</span></p> - -<h2><a name="EL_EJEMPLO_DE_ZOLA" id="EL_EJEMPLO_DE_ZOLA"></a> -<img src="images/illus-007.jpg" width="415" height="163" alt="EL EJEMPLO DE ZOLA" title="" /> -<br /> -<span class="caption">EL EJEMPLO DE ZOLA</span> -</h2> - -<p class="nind"><span class="letra"><img src="images/drop-e.png" -width="70" -height="74" -alt="E" - class="drop-cap" /></span>NTONCES, Lucas, en una última mirada, abarcó la ciudad, el horizonte, -la tierra entera, donde la evolución comenzada por él se propagaba y se -acababa. La obra estaba hecha, la ciudad fundada. Y Lucas expiró, entró -en el torrente de universal amor, de la eterna vida.» Así concluye el -segundo evangelio, <i>Trabajo</i>. Ahora antes de terminar la tarea, pero ya -con un mundo hecho, Zola descansa para siempre, llevado, arrancado a su -labor por la más estúpida contingencia. Acabo de regresar de su -entierro. Un pueblo en silencio, pueblo de pensadores y de trabajadores, -le acompañaba. Fué ceremonia imponente de recogimiento y de severidad. -Iban los hombres de la idea y los hombres del taller. Se extendían, en -el vasto cuerpo de la negra procesión, los grupos de eglantinas rojas. -Un minero iba, pies desnudos entre gruesos<span class="pagenum"><a name="page_008" id="page_008"></a>{8}</span> zuecos, con su uniforme de -trabajo. Un herrero, los brazos al aire, llevaba con dignidad su pesado -martillo. Un cultivador gigantesco hacía brillar al sol opaco, sobre su -hombro, una hoz. ¡Esa es la gloria! Iban sabios y poetas. Iban obreros -de blusa, y niños y niñas con sus padres. Se llevaba al camposanto de -Monmartre al potente bondadoso, al creador de tanta obra robusta y -fecunda, al poeta homérico de la sociedad futura, al servidor de la -verdad, al profeta de los proletarios, al gran carácter de un tiempo sin -caracteres, a quien toda la tierra saludó un momento como una -encarnación de la virtud humana, de la eterna conciencia, de la -indestructible justicia y de la divina libertad de pechos de oro.</p> - -<p>Estas grandes conmociones tan solamente las causan los que salen de las -aisladas torres, marfil, cristal o bronce, del arte puro. Hay, para -lograr tamañas coronas, que ser fuente y pan para los demás, -conformándose con el propio dolor, hermano de la gloria. Hay que -convencerse de que no se ha venido con el mayor don de Dios a la tierra -para tocar el violín, o el arpa, o las castañuelas, o la trompeta. -Tocarlas, sí, para universal gozo y danza dionisíaca, en paz y fiesta -común con todos. No la superhombría, no el neronismo, no la crueldad -orgullosa: antes el bien que se hace con la luz y en la luz el abrazo -fraterno. Mientras más alta es la catarata, más perlas tiene su agua -pura, y su voz dice la armonía de la naturaleza y el iris la corona. -Saltimbanquis de palabras o juglares de ideas, sin la bondad<span class="pagenum"><a name="page_009" id="page_009"></a>{9}</span> que salva, -muy pintorescos y bonitos, son de la familia de los pájaros; cuando -mueren, por el plumaje se les diseca; si no, van al muladar con los -perros muertos. Desventurado el que, teniendo el vino de la bondad y de -la fraternidad humana, no exprimió jamás su corazón en su copa cuando -vió pasar el rebaño de hermanos con sed, bajo los látigos de arriba. -Zola fué eso: el viñador copioso y generoso. No como Hugo, desde la -olímpica sede en que, como papa literario, con su tiara llena de gemas -líricas, vestido de orgullo, repartía sus dones; no como Tolstoï, tan -vecino de la clínica como del santoral; no como Ibsen, ceñudo, obscuro y -doloroso. Zola, que fué tan atacado, porque, se decía, buscaba los -afectos más viles de la vida, complaciéndose en la pornografía y en la -obscenidad, ha sido un enorme y puro poeta del amor, un músico órfico y -augusto de las multitudes, un cantor de la hermosura natural y de la -fecunda obra engendradora, un visionario de la humanidad que viene, de -la dicha de las naciones futuras, de la dignificación de nuestra especie -en la vía progresiva de su perfeccionamiento, en el ritmo divino.</p> - -<p>Era un grande hombre de bien. No lo que se llama por la generalidad un -«hombre honrado». No conozco, decía De Maistre, la conciencia de los -criminales; conozco la de algunos hombres honrados, y es espantosa. Era -hombre de bien y buen gigante el último de los evangelistas. Fué -predicador de altas virtudes; dijo a la juventud palabras de -engrandecimiento y de deber, y a la muchedumbre señaló el<span class="pagenum"><a name="page_010" id="page_010"></a>{10}</span> rumbo de las -venideras victorias de paz y de felicidad. ¡Un gran idealista, el gran -naturalista! Un corazón de adolescente en el cuerpo del coloso; un -casto, el que señaló las terriblezas de la lujuria; un sobrio, el que -mostró la sombra roja del alcohol; un sonador, el práctico y concienzudo -arquitecto de tanta fábrica maciza; un modesto, el más magistral -director de ideas de estos últimos tiempos, y el tímido solitario, un -valiente que, al llegar la hora, se puso a arrostrar las ciegas turbas -furiosas que le insultaban y lapidaban, en una actitud sencilla como el -Deber y grandiosa como la Justicia. El ejemplo es soberbio y se entierra -en la historia para quedar como una estela moral inconmovible al paso de -los vientos de los siglos.</p> - -<p> </p> - -<p>Ejemplo de voluntad que pone a la vista el esfuerzo perpetuo desde los -años primeros de vacilaciones y de angustias, angustias y vacilaciones -que doran una juventud ardorosa y una esperanza radiante. Los problemas -de la vida, la práctica prosaica de la existencia de quien no ha nacido -en la riqueza, el pegaso del ensueño que la necesidad hiere con sus -espuelas; estudios mediocres, contra la vocación; familia a cuestas; los -dolorosos préstamos a los amigos; las deudas de otra clase y los -embargos; alimentarse, vestirse; un abrigo viejo y verdoso que quedará -en su memoria inolvidable; la bohemia que se sigue sin sentirle apego, -esa bohemia obligatoria por la escasez y la falta de ambiente y medios -distintos que se desearían; la miseria. Ese mudar de<span class="pagenum"><a name="page_011" id="page_011"></a>{11}</span> casas, tan -indicador de que no se ha encontrado aún el asentado y reposado vivir -que necesita el trabajador para la realización de su obra—antes de que -llegue la posesión de Medan y el hotel de la calle de Bruxelles. Y de -todo triunfa esa voluntad acerada y templada: de las amarguras de la -necesidad y de las tristezas de más de una desilusión; de las absurdas -solicitudes de dinero y de los mezquinos obstáculos que se presentan a -los mejores deseos; del vivir como en el número 11 de la calle Soufflot, -pared de por medio con las más desastradas mujerzuelas, y de la soledad, -mala consejera de los débiles, cuando busca en París sus modos de -ascender—y primero de comer. Cuenta uno de sus amigos íntimos que sus -menús de entonces se componían de pan y café, o pan y dos sueldos de -queso italiano, o pan y dos sueldos de patatas fritas. Y que a veces -eran de sólo pan, y a veces ni pan había. Dice bien Mauclair en un -reciente estudio sobre los artistas y el dinero: que los sufrimientos -del comienzo son precisos para hacer sentir lo que es la lucha humana -por la vida y pesar el dolor. De ahí que Zola haya dejado tantas páginas -admirables en que las pesadumbres de los intelectuales están tan -profundamente manifestadas y tan sinceramente sentidas. El inmenso -peligro de la bohemia en el principio de toda vida de artista es para -los que no ven ni la seriedad del existir ni la obligación que viene -para consigo mismo, para con los hombres y para con la eternidad. -Preciso es que la juventud se pase, dice un proloquio francés que excusa -las locuras de los años frescos, en que para<span class="pagenum"><a name="page_012" id="page_012"></a>{12}</span> uno todo es aroma de -rosas, oro de sol, gracia y vibración de amor. Mas una vez pasada la -primavera, la estación exige el fruto, fruto de noble desinterés, de -conciencia, de servicio a la comunidad. Los que no se dan cuenta de esa -ley de lo infinito, caen, ruedan, se hunden, desaparecen. Cuando el -sentido moral se pierde, todo está perdido, pese a la habilidad, a la -intriga; saldrá de la bohemia, si sale, un arrivista tortuoso, un ágil -funámbulo en la sociedad, pero el artista ha muerto. Zola murgerizó -poco, y esto porque preciso era, ¡qué diablo!, en esos años amables -trabar conocimiento con Mimí Pinson. Así, recuerda uno de sus biógrafos -que «una vez, habiendo recorrido en vano todo el barrio sin encontrar a -quien pedir prestados los pocos centavos de la comida, y teniendo en ese -momento del brazo a una mujer, la querida de algunas semanas, ¿qué hace -el futuro propietario de Medan? Se quita el sobretodo y se lo da a la -mujer.—¡Lleva eso al Montepío!—Y entró a su habitación en mangas de -camisa, con un frío de muchos grados bajo cero.» Triunfó la voluntad, -porque así debía ser, comiéndose pan de amor y bebiéndose vino de -esperanza. A buena hambre no hay pan duro; a buena juventud no hay -ásperas horas, por ásperas que sean. La salvación está en la sangre -noble que hierve, en el impulso consciente que hace saltar, volar, sobre -la dificultad y sobre el abismo. Es la estación perfumada en que florece -en toda alma artística un ramo de cuentos a Ninon, que es un ramo de -rosas risueñas de rocío.<span class="pagenum"><a name="page_013" id="page_013"></a>{13}</span></p> - -<p>Todo aquel que empieza a amar y a soñar, habla en versos aunque no los -haga. Antes que cuentos, por tales melodiosas razones, hizo Zola versos. -Los versos fueron después abandonados, pero el dón rítmico y orquestal -no dejó nunca al magnificente sinfonista de sus nutridas construcciones. -Y por ser sincero y consciente de su misión escribió estas palabras de -raro valor y de especial dignidad mental: «No puedo volver a leer mis -versos sin sonreir. Son muy débiles y de segunda mano; no más malos, sin -embargo, que los versos de los hombres de mi edad que se obstinan en -rimar. Mi única vanidad es haber tenido conciencia de mi mediocridad de -poeta y de haberme puesto valerosamente a la tarea del siglo con el rudo -útil de la prosa. A los veinte años es hermoso tomar semejante decisión, -sobre todo antes de haber podido desembarazarse de las imitaciones -fatales. Si, pues, mis versos deben servir de alguna cosa, deseo que -hagan volver en sí a los poetas inútiles, que no tienen el genio -necesario para librarse de la fórmula romántica, y que se decidan a ser -bravos prosadores, <i>tout bètement</i>.» Conociéndose extranjero entre los -para él improbables dioses, se decidió a entrar en la vocación que le -conducía a ser un guía, un pastor, un maestro entre los hombres, con un -idioma claro, abundoso, tupido, fatigante a veces, pero siempre poemal -en su arquitectura, a punto de que sus dos afinidades más cercanas están -en Homero y Wagner. Era un cuerdo. Así amontonó bloque sobre bloque -hasta formar una catedral ciclópea, que alzará sus torres<span class="pagenum"><a name="page_014" id="page_014"></a>{14}</span> de ideas y de -símbolos como uno de los más colosales monumentos de la ciudad futura.</p> - -<p> </p> - -<p>Ejemplo de dignificación personal en un hombre dotado con los mejores -brazos para asir al paso a la fortuna desde el principio, y expuesto a -claudicaciones y rupturas con sus propias ansias nobles y generosas. -Desde el <i>commis</i> de la librería Hachette hasta el autor millonario, en -toda su vida se refleja una luz de honestidad viril que en pocos de los -contemporáneos de su talla puede encontrarse. El que tuvo el valor y la -entereza de retorcer el pescuezo a los cisnes de sus primaverales -jardines poéticos por no engañarse a sí mismo, no engañó nunca a los -demás y llevó el respeto a sus convicciones y la pasión de la verdad -hasta el sacrificio en el más tempestuoso y terrible de los momentos de -su vida. Es preciso conocer lo mefítico, lo venenoso del ambiente de la -vida literaria, para admirar por completo tanta energía, tanta -resistencia en ese cuello taurino y tanta pepsina en el estómago de -avestruz del heroico comedor de sapos. ¡Ah, los sapos! Recordaréis con -qué tragicómica glotonería ha contado él cómo el horrible batraciano fué -su alimento de todos los días: el sapo del anónimo, el sapo del insulto, -el sapo feísimo de la calumnia, los mil sapos de la envidia y de la -enemistad desleal, los multiplicados sapos de los periódicos, de las -malignas y feroces caricaturas. Todavía en el entierro del grande hombre -yo los he visto a esos sapos ponzoñosos en formas inmundas. «¡El -testamento de Zola!», gritaba un camelot<span class="pagenum"><a name="page_015" id="page_015"></a>{15}</span> casi al lado de la procesión. -Pagué los diez céntimos y leí el papel innoble. Es el más vergonzoso -pasquín contra un muerto, contra un muerto ilustre. No puedo citar nada -de él. Baste decir que conservo entre mis curiosidades otro «testamento -de Zola», publicado en 1898, cuando el proceso, y que el de ahora es más -infame, más estercolario. Y en el antiguo se lee: «Je lègue donc: La -totalité de mes œuvres aux chalets de nécessité qui en feront l’usage -qui naturellement s’indique. A madame de Boulancy un exemplaire de -<i>Nana</i>, relié en veau; a Joseph Reinach mon volume sur I’Argent. A Nana, -les petits millions que j’ai gagnés en exploitant la lubricité de mes -contemporains. A mes enfants, la défense absolue de lire mes œuvres.» -Del actual no se puede escribir una línea. Extraña que la policía no -haya impedido la venta de esas deyecciones de sucios cuervos. Y eso no -es todo; hay algo peor, indigno de París, indigno de la Francia culta y -valiente. Diarios, diarios ricos y mundanos como el <i>Gaulois</i>, -publicaban ese mismo día crueles epigramas, hirientes suposiciones, -amargas invenciones contra el que no había aún sido depositado en la paz -de la tierra. Zola no había muerto asfixiado; eso era una mentira, una -novela. Zola se había suicidado, entre otras cosas, porque ya no se -leían sus libros y estaba escaso de dinero... ¡Y ha dejado dos millones! -No se leían, no se vendían sus libros después del <i>affaire</i>, entre -ciertos grupos políticos franceses; pero en Francia mismo había muchos -lectores de Zola en todas las clases sociales, y en el extranjero, tan -sólo<span class="pagenum"><a name="page_016" id="page_016"></a>{16}</span> con lo que <i>La Nación</i>, en Buenos Aires, y otros periódicos de -Rusia, Inglaterra, Alemania, Italia, España y Estados Unidos pagaban por -el derecho de publicación de sus obras, se suma una cantidad que no -supone la mayor parte de sus detractores. El diario de Drumont apareció -vergonzoso de odio; el de Rochefort ya se calculará cómo, y hojas -menores andaban por ahí impresas con hiel. «Ha muerto asfixiado, decía -una. ¡Así «los» matan en la <i>fourrière</i>!...» Estas cosas no se borrarán -hasta el día en que Zola sea conducido del cementerio de Montmartre al -Pantheon por el inmenso pueblo reconocido. Blindado, con esas saetas de -caribe, tuvo que luchar en vida; mitridatizado a esos tósigos tuvo que -resistir su constitución de hércules del pensamiento, de artesano del -deber. Y así no claudicó ni rompió nunca con sus propias ansias nobles y -generosas. Menestral de razón y de conciencia, se mantuvo sin descansar -en la buena tarea que ayudará al progreso de la Francia, su madre, y, -por lo tanto, de la humana estirpe. Otros se habían regodeado en mesa de -príncipes de la fortuna, habrían aprovechado su vigor para subir al -poder civil, habrían dado a sus vanidades toda suerte de pastos. El no -fué ni mundano siquiera. ¡No sabía estar en un salón! No sabía conversar -con las «gentes». Siendo tan grande, era tímido el Adamastor, era poco -<i>chic</i> el Polifemo. Allá en Medan se vestía con traje tosco de campesino -y pesados zuecos; hablaba con los campesinos, amaba a sus perros, -observaba el campo, que dice su misterio en secreto; hacía en una islita -«su Robinsón<span class="pagenum"><a name="page_017" id="page_017"></a>{17}</span>». Por las noches, leyendo hasta muy tarde, oía pasar los -trenes bajo sus ventanas. Espiaba las horas al vuelo. Trabajaba siempre. -Como su mujer no fué fecunda, tuvo de un amor discreto dos hijos, a -quienes iba a ver, allí cerca, con el consentimiento de la admirable -esposa. Ella sabía que él era bueno, que tenía un gran corazón su grande -hombre sencillo. Y eso lo gritan los sapos como un baldón. Dicen que por -eso, por sólo eso, el ilustre laborioso era un profesor de perversidad, -un corrompido, un hombre cuya vida privada da asco. Madame Emile Zola -estuvo con esos hijos naturales al lado del cadáver.</p> - -<p> </p> - -<p>Ejemplo de valor moral, ¿cuál mejor que el del desinteresado defensor de -Dreyfus? El caso es reciente y estremeció al mundo. No es aún, -ciertamente, convincentemente sabido que el capitán haya sido un -traidor. El ha asistido al entierro del héroe. Me informan—y hay que -averiguar esto bien—que ha dado para el monumento que se levantará a -Zola trescientos francos... «¡Trescientos francos!» Si esto es verdad, -ese rico israelita, me atrevería a jurarlo, ha sido culpable del crimen -que le llevó a la Isla del Diablo. Mas no se trata de una personalidad -mínima, que fué el pretexto de una gran batalla de justicia. Se trata -del poderoso y magnífico talento doblado de carácter que puso su nombre -ante la iniquidad supuesta como una bandera. «Zola’s name—a barbarous, -explosive name, like an anarchist’s bomb»—escribió un día el agudo -Havelock Ellis.<span class="pagenum"><a name="page_018" id="page_018"></a>{18}</span> Más que un estallido de bomba, me evoca ese nombre un -flamear de bandera, sobre todo si se pronuncia a la italiana: Zola. Ante -las pasiones rabiosas, ante los intereses del militarismo, esa bandera -flameó por la razón, por el derecho, por la conciencia humana. Estamos -en Roma:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">Quis numerare queat felics prœmia, Galle,<br /></span> -<span class="i0">Militiæ?...................................<br /></span> -<span class="i0">................................ quorum<br /></span> -<span class="i0">Haud minimum illud erit ne te pulsare togatus<br /></span> -<span class="i0">Audeat; immo, et, si pulsetur, dissimulet, nec<br /></span> -<span class="i0">Audeat excussos prætori ostendere dentes,<br /></span> -<span class="i0">Et nigram in facie tumidis livoribus offam,<br /></span> -<span class="i0">Atque oculos, medico nil promittente, relictos.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Vagelio fué poco cuerdo para Juvenal al exponerse ante los zapatos -ferrados de la milicia. Zola sabe con quién han de combatir y no es -Vagelio. El se presenta, ha abandonado su retiro de productor pensante -para entrar a la acción. Ir a la acción es el deber del verdadero -pensador de nuestro tiempo; ir a la acción por las sanas causas y servir -a su fe y a su convicción a riesgo de todo. Otros irían a los capones y -perdices, al gozo del capital adquirido, a cuidar lo que se ha acaparado -y a velar por el chorro de luises que viene de casa del editor -Charpentier. Zola lo arrostró todo; expuso, en efecto, su fortuna, su -nombre, antes infamado tan solamente por los peones de la literatura—y -por algunos maestros excomulgados—, lo fué por los sicarios de la<span class="pagenum"><a name="page_019" id="page_019"></a>{19}</span> -política. Mas él no tuvo vacilaciones en frente de ningún peligro. Hasta -con la muerte se le amenazó. Su bella sangre italiana, griega y -francesa, hirvió con vivo hervir latino. La marea popular subió en -contra suya. No se comprendió su misión. No se tuvo en cuenta su -magnífica valentía, su heroísmo, su respetabilidad intelectual, su -soberano quijotismo. Los yangüeses quisieron apalearle, apedrearle. Así -le ha pintado Henry de Groux en una tela dantesca. Mas ese quijotismo -estaba armado de potente lógica, de decisión, de fortaleza. Entre los -soldados y el populacho resistió, sosteniendo la verdad, la que él creía -la verdad. Todas las naciones de la tierra, desde el Japón hasta la -América del Sur; todos los pueblos de la tierra, de San Petersburgo a -Buenos Aires, de Nueva York a Benares, de Santiago a Roma, desde las más -populosas ciudades hasta los más humildes villorrios, fueron conmovidos -por la actitud brava del capitán civil frente a los capitanes de la -espada. Su nombre se vió entonces como una bandera, representación y -signo de lo justo, de lo verdadero y de lo bueno. No fué su acción de un -instante, pues ella desencadenó una tormenta en la patria francesa, que -todavía se presenta con más negros augurios. El porvenir de este gran -país será en mucha parte obra de la influencia del evangelista. Sus -palabras han sido alimento del pueblo. El también ha dejado su gran saco -de harina, el «saco de harina» de que habla en una de sus arengas -nuestro general. Los mismos que hoy le insultan mañana le celebrarán -mañana, cuando se haya destruído la<span class="pagenum"><a name="page_020" id="page_020"></a>{20}</span> miseria pasional de ahora, la -locura de las opiniones transitorias, la ceguedad de las masas vendadas. -Ese ejemplo de valor será saludable a las generaciones. Todo ello -entrará en la leyenda que es historia y será vestido de belleza por los -glorificadores que vienen. La gloria verdadera aguarda a quien poco se -preocupó de la gloriola. La gloria de los serenos combatientes de los -sublimes combates. La gloriola acaba con la persona; la gloria es del -alma y va a la inmortalidad. Esto será cuando el estupendo novelador -esté al lado del estupendo poeta, en el Pantheon.</p> - -<p>No os extrañéis que junte a esas dos figuras gigantescas. Si Hugo fué -Genio, Zola fué Hombre. No, no fué genio el creador de los Rougon -Maquart, porque el genio está sobre la razón, sobre la lógica, sobre la -realidad. El genio es intuición, y Zola, con ser tan soberbio poeta, fué -un metódico, un inductivo, un matemático. El obró con la razón, con la -verdad cognoscible. El fué el esplendoroso idealista de sus últimas -novelas-poemas, por haber llegado ya hasta el territorio de Utopía, -después de compulsar el millón de documentos que afirmaron la exactitud -de su creación anterior. Creía en la perfectibilidad de la máquina -social. Iba hacia el oriente de su sueño con la fe invencible en la -Canaán venidera. Los pueblos tienen necesidad de los genios, pero quizá -más de los verdaderos hombres.</p> - -<p>Grabada en mi mente quedará la ceremonia fúnebre en que vi pasar el -carro negro en que iba aquel que resucitó en nuestra época, llenos de -nueva vida,<span class="pagenum"><a name="page_021" id="page_021"></a>{21}</span> al león, al águila, al buey... A Lucas, a Marcos, a Mateo. -Sobre su tumba, en el cementerio, hablaron los letrados y el gobierno. -Los hombres que llevaban eglantinas rojas desfilaron. Las arrojaron -sobre el gran compañero muerto... Y parecía que había brotado de -repente, «vivo como la sangre», ¡un plantío de amapolas!</p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-021.jpg" width="167" height="251" alt="" title="" /> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_022" id="page_022"></a>{22}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_023" id="page_023"></a>{23}</span></p> - -<h2><a name="GORKI" id="GORKI"></a> -<img src="images/illus-023.jpg" width="397" height="131" alt="GORKI" title="" /> -<br /> -<span class="caption">GORKI</span> -</h2> - -<p class="nind"><span class="letra"><img src="images/drop-h.png" -width="70" -height="68" -alt="H" - class="drop-cap" /></span>E aquí un autor cuya boga es ciertamente justa; este ruso que viene -después de Gogol, después de Turgueneff, después de Tolstoï, después de -Dostoieuski. Su nombre, recién descubierto, resuena y va hoy por toda la -tierra civilizada, de otro modo que las recientes importaciones polacas, -ya en baja en la moda y en las librerías. Este autor es un exótico y un -sincero. Los críticos franceses se quejan del imperio del exotismo, del -triunfo de tantos nombres extranjeros en el público francés. La razón de -la preferencia por tantas obras de otras naciones, es clara. El público -de Francia está sujeto desde hace mucho tiempo a una alimentación -intelectual especial, que equivale a la cocina nacional; platos -exquisitos, demasiado bien hechos, muy pimentados y perfumados de la -trufa gala; pastelería de gastados o de gentes de demasiado alegre -vivir, en que se llega hasta el <i>gateaux</i> a base<span class="pagenum"><a name="page_024" id="page_024"></a>{24}</span> de kola. Es el reino -de lo artificial. Cuando se importa un buen plato fortificante y -natural—las gentes del Norte los tienen muy buenos—, los consumidores -se regocijan y agotan el artículo. Así los <i>beefsteacks</i> de reno de -Ibsen, o los <i>rostbeefs</i> de oso de Tolstoï. Otra cosa son las en extremo -comerciales ensaladas de Sienckiewicz y compañía.</p> - -<p>Siguiendo en comparaciones suculentas, diré que lo que trae Máximo Gorki -es alimento fuerte y nutritivo; solamente semejante a una olorosa -barbacoa, o a una carne con cuero, o asado al asador—tanto la estepa -está en correspondencia fraternal con la Pampa—. La estepa sería la -hermana pálida.</p> - -<p>Gorki es una voz que clama en la estepa; y el mundo le escucha porque ha -tenido la suerte de llegar en buena hora. Gorki es lengua de pueblo, y -se hace oir con el aliento de todo un vasto pueblo; y como es hondamente -humano, su palabra es comprendida por toda la pensativa humanidad. Es -vasto pensador brotado entre las muchedumbres como un alto pino en una -floresta. Observa en el mundo que ha rozado gestos y enigmas. Su -espíritu es el espejo baconiano: <i>speculumm quoddam incaotatum plenum -spectris et visionibus</i>. Su obra, que está repleta de vida, se siente, -por lo tanto, llena de misterio. Es uno de esos autores, muy raros por -cierto, que hacen comprender la divina afirmación de Shakespeare sobre -las muchas cosas que hay en la tierra y en el cielo incomprensibles para -nuestra filosofía. Es una alma inmensa que ha recogido y anotado los -gritos, las violencias y los sueños de sus<span class="pagenum"><a name="page_025" id="page_025"></a>{25}</span> hermanos que sufren y caen. -Es el San Juan de Dios de los malditos. Con todo esto, naturalmente, -comprenderéis que no se trata de un literato. No es «el distinguido -escritor», ni «el eminente novelista», ni «el célebre hombre de letras». -En efecto, se trata de un <i>atorrante</i>.</p> - -<p>Entendámonos. Un atorrante argentino, un <i>tramp</i> inglés o -norteamericano, un <i>gueux</i> francés; es el feliz filósofo del arroyo, el -príncipe de la miseria, el hermano de los perros, el abandonado que -abandona, el ser a quien nada preocupa y nada estorba. Gorki no ha sido, -pues, un atorrante; pero ha vivido la vida de un atorrante, de los -tristes, de los pobres, de los hambrientos que en la horrible miseria -rusa mascan tinieblas y beben aguardiente, el veneno nacional; luego, la -vida de los obreros, peor por otros motivos que la de los vagabundos; y -en esa enorme nación, cuasi oriental, en que ha nacido y sufrido, ha -sentido las palpitaciones y los suspiros de las masas pasivas, las -manifestaciones de esa enigmática alma rusa, tan propicia a la visión y -al misticismo, entre las labradas arquitecturas, sobre el país -extensísimo y frío, y bajo la opresión de un Gobierno semiteocrático, y -de una vida social abrumadora, extraña a la piedad, en un ambiente de -fatalismo. Gorki trata asuntos que otros escritores rusos han tratado, y -tiene algunas veces semejanza con ellos, con Korolenko, por ejemplo, o -con Tolstoï; pero tiene más verdad que todos, puesto que extrae de su -propia carne, de su propia experiencia; ha escrito «con sangre», como -diría el gran loco del<span class="pagenum"><a name="page_026" id="page_026"></a>{26}</span> Zarathustra. En cuanto a Tolstoï, un escritor de -la penetración de Rachilde, dice con razón: «El conde Tolstoï es un gran -señor incapaz de juzgar las cosas de otra manera que desde lo alto. -Gorki, que casualmente ha visto de cerca la existencia misma de ciertos -rusos, dice verdades, pero no echa su maldición a nadie... porque los -verdaderos filósofos saben que es inútil maldecir o bendecir. Tolstoï -puede muy bien ser un loco. Gorki es ciertamente un cuerdo, y, sobre -todo, un poeta ebrio de la naturaleza antes que de fanatismo.»</p> - -<p>Gorki es joven. Desde sus primeros años ha sabido lo que es la lucha por -la vida, por el simple pan, en la tierra de la miseria y de la nieve. Ha -podido observar todos los egoísmos y todas las infamias, y si no se -contaminó, fué por exceso de virtud natural; <i>virtud</i>, fuerza, valor. Si -no hubiese sido un intelectual genial, sería un gran bandido. La mano -del diablo de su suerte le puso todos los malos pasos a la vista, todas -las trampas para hacerle caer: necesidad, mal ejemplo, injusticia, medio -corrompido y alcohol... De todo triunfó el arcángel triste que lleva -adentro. Imaginaos un adolescente casi, lleno de sueños, con un enorme -corazón sensitivo y una admirable comprensión de las cosas y de los -hombres, obligado por la más dura pobreza a trabajar en los más ásperos -oficios y a comunicarse tan solamente con obreros esclavizados, con -pobres viciosos; a padecer la crueldad y la malignidad de los capataces -y de los patronos, panadero, herrero, vendedor ambulante, buhonero, y a -encontrarse<span class="pagenum"><a name="page_027" id="page_027"></a>{27}</span> a cada paso con el crimen, con el asesinato, con el robo; y -al mismo tiempo a comprender cómo la mayor parte de los criminales eran -principalmente obra del medio, víctimas ellos mismos del daño ambiente. -Así creció, así aprendió a leer y a escribir; así surgió de pronto un -colosal revelador de lados desconocidos y profundos del alma eslava, con -un verbo claro y neto, como los hechos, sin afeites de estilo; pero -fotógrafo maravilloso, que deja ver lo interior de las cosas, algo como -los rayos X de la escritura; y desprendiéndose de sus imágenes -sorprendentes un vapor de luz piadosa, un noble amor humano y un respeto -por lo desconocido, por el grave misterio en que vamos a tientas. Dios -aparece, se hace presente, en lo vago, aunque no se nombre a menudo, -como en otras obras rusas en que los ímpetus místicos de esa gigantesca -raza pueril se muestran frecuentemente entre el sufrimiento y el miedo. -Mas surgen a cada paso las que él llama «las grandes y perturbadoras -cuestiones que se abren como abismos ante la razón humana y lo llevan -irresistiblemente hacia las tinieblas». El no asegura «esto es» ni «esto -no es». No tiene necesidad de las enseñanzas del pope, ni hace su -oración ante la panagia; pero sabe, como todo verdadero meditativo, que -en las manifestaciones de la naturaleza, y, sobre todo, en el hombre -mismo, hay oculto un secreto que pugna por demostrarse, y que en la -complicación de la existencia no hay un gesto inútil ni un movimiento -que no tenga su razón. Por esto sus ideas de religión no<span class="pagenum"><a name="page_028" id="page_028"></a>{28}</span> se hacen -decisivas hacia una afirmación teológica, ni caen en el escepticismo; y -sus ideas de justicia están basadas en una moral superior, que sorprende -en lo inexplicado y fatal la causa de los hechos, de manera que, en -parte, la delincuencia es un mal cuya responsabilidad no recae toda en -quien viene a ser como un grano de trigo bajo la piedra triturante de su -destino. Una parte de la culpa no está entre los hombres.</p> - -<p>Uno de sus principios es que algo de malo hay en todo hombre bueno, como -algo de bueno hay en todo hombre malo; es la antigua dualidad, que lucha -en el ser humano, elemento. La cordura de Gorki sabe que no debe nunca -ser osado a sobrepasar la lógica categoría. Su temperamento singular -obra adecuado en ese medio de su país, en que una especie de -sonambulismo colectivo parece que se uniese, en las pasivas -muchedumbres, a la oriental resignación de padecimientos seculares.</p> - -<p>La organización social rusa ha herido con sus durezas y angulosidades la -delicadeza del espíritu superior, nacido para otra existencia que la de -la inacción y la esclavitud. Sus heridas sangran muy vivamente. «Precisa -haber nacido—dice—en una sociedad civilizada para tener la paciencia -de vivir en ella toda la vida y no sentir nunca el deseo de alejarse de -esa esfera de convenciones penosas, de venenosas mentiras consagradas -por el uso, de ambiciones enfermizas, de estrecho sectarismo, de -diversas formas de falta de sinceridad; en una palabra, de toda la -vanidad de vanidades que hiela el<span class="pagenum"><a name="page_029" id="page_029"></a>{29}</span> corazón, corrompe la inteligencia y -con tan poca razón se llama la vida civilizada. He nacido y me he criado -fuera de esta sociedad, y, por tal motivo, no puedo aceptar su cultura a -fuertes dosis sin experimentar en seguida la necesidad de salir de su -cuadro y olvidar las complicaciones múltiples, los refinamientos -enfermizos de tal existencia.» Estamos lejos del sentimentalismo de -Rousseau. Siguiendo los pasos de Gorki, a la orilla de los mares -natales, o entre las isbas de la campaña, por las calles de las pequeñas -ciudades, como a la entrada de las populosas, vemos, por fin, que entra -en el país Anarquía. Va llevado por amor y por odio, las dos fuerzas que -ritman los latidos de su inmenso corazón.</p> - -<p>Su procedimiento es absolutamente sencillo. Ha visto, ha padecido, y -cuenta con una lengua desnuda, pero señalada de gestos, de ademanes -indicadores, iniciadores de hechos venideros o que traen reminiscencias -de hechos pasados. Y aunque la humanidad rusa es verdaderamente -especial, los signos son comprensibles y despiertan las correspondencias -en cualquier otra raza o en cualquier otro rincón del mundo, en donde se -sufra, se llore o se sueñe. Gorki no celebra ni levanta a sus labriegos, -obreros pacientes o malignos, o sus vagabundos; pero les cubre con un -velo de lástima, y si no los absuelve, como la naturaleza, indiferente, -tampoco los condena. De pronto suele señalar en el corolario de una -sucesión de acciones o en un hecho aislado los motivos cerebrales, las -perversidades congénitas,<span class="pagenum"><a name="page_030" id="page_030"></a>{30}</span> y de acuerdo con esto, con la conciencia -moderna, excusa la misma criminalidad. Todo aparece embebido en ese -vapor de vodka que flota sobre el pueblo ruso, ese alcoholismo -alucinante que ayuda a la eclosión de las malas fuerzas secretas en el -silencio de las noches espectrales y llenas de misteriosa complicidad.</p> - -<p>La naturaleza atrae a este genial intelecto con su encanto y su libertad -salvaje, y sabe leer en ella, comprende más de un jeroglífico, pone el -oído a más de una voz del más allá. Es una especie de Novalis ingenuo -que ha caminado mucho tiempo teniendo hasta el pecho el lodo del camino -de la vida, pero que ha sido sostenido por la gracia demiúrgica y por la -mirada de las estrellas. Siente que las ideas entre las olas y el aire -pierden su acritud y hasta la vida su valor. Ha tomado más de una vez -consejos del ruido del mar, y se ha apaciguado su alma al soplo -infinito. Y ha soportado las lecciones del vivir ayudado por la bondad -del alma universal. Cuando alude a sucesos de su vida, cuando narra -cosas dolorosas de su existencia, las tempestades que han golpeado su -juventud, es de una simple elocuencia dominadora. Hay, entre otras, una -anécdota en uno de sus cuentos que abre una puerta de claridad sobre su -experiencia de bregas, de desconfianzas y de desconsuelos, en que sólo -ha podido triunfar a fuerza de perseverancia, de labor y de valor. Narra -su odisea con un príncipe georgiano, a quien por lástima tuvo que -acompañar y alimentar, él, pobre obrero, en un viaje largo y miserable -hasta<span class="pagenum"><a name="page_031" id="page_031"></a>{31}</span> Tifflis... «Le daba de comer, le explicaba los bellos sitios que -viera, y recuerdo que una vez, habiéndole de Baktchisarai, le cité -algunos versos de Puchkine. No le produjeron efecto alguno. «—¡Ah, -versos...! Mejores son las canciones. Conocía yo a un georgiano, Mato -Legeava, que sabía cantar... ¡Qué canciones! Gritaba mucho, mucho, -parecía que le clavaran un puñal en la garganta. Mató a un posadero y le -enviaron a Siberia...—» Cada vez que volvíamos a juntarnos perdía un -poco más de su estima, y ni se tomaba la pena de disimularlo. Nuestros -asuntos iban mal. Apenas podía ganar yo un rublo o un rublo y medio por -semana, y esto era poco para dos. Las limosnas que recibía Charko no nos -procuraban grandes ventajas. (El príncipe prefería mendigar a -trabajar...) Su estómago era un abismo que todo lo sorbía: uvas, -melones, pescado salado, pan, fruta seca. El abismo parecía crecer y -exigir mayores ofrendas. Charko (el príncipe) me pedía que nos -marcháramos de Crimea, diciendo que estábamos ya en otoño y que aún nos -quedaba gran trecho que recorrer. Convine en ello. Salimos de Crimea y -nos dirigimos a Teodocia, con objeto de ver si se ganaba algún dinero. -Volvimos a mantenernos de fruta seca y de esperanzas. Veinte verstas más -allá de Aluchta nos detuvimos para pasar la noche. Decidí a Charko a -andar por la playa. El camino era más largo, pero yo quería respirar la -brisa marina. Encendimos una hoguera y nos tendimos junto a ella. La -noche era espléndida. El mar, de un verde obscuro, chocaba contra las -rocas<span class="pagenum"><a name="page_032" id="page_032"></a>{32}</span> a nuestros pies, y el cielo, estrellado, callaba sobre nuestras -cabezas. A nuestro alrededor suspiraban la maleza y las hojas de los -árboles olorosos. Aparecía la luna. Un pájaro cantaba, y sus trinos -resonaban en el aire, lleno del ruido dulce y acariciador de las ondas, -y cuando este ruido hubo cesado oyóse el agudo chirrido de un insecto. -Brillaba el fuego alegremente, parecido a un gran ramillete de flores -rojas y amarillas. El vasto horizonte del agua estaba desierto, sin -nubes el cielo, y yo, en el borde de la tierra, soñaba con lo -infinito... Embriagado por la majestuosa belleza de la noche, me -desvanecí en una maravillosa armonía de colores, sonidos y perfumes; el -tímido sentimiento de una presencia augusta embargaba mi corazón, que -con fuerza de un júbilo extraño cesó de latir... De repente Charko se -echó a reir. «—¡Já, já! Vaya una cara que pones. ¡Pareces un carnero! -¡Já, Já!—» Me asusté como si un rayo hubiese caído junto a mí. Era -peor. Sí, mucho peor.»</p> - -<p>He citado ese pasaje porque encierra en sí mucha enseñanza, porque pone -de manifiesto la imposibilidad de conciliación entre el intelectual y -los elementos que desgraciadamente componen, tanto en Rusia como en el -resto de la tierra, la joven aristocracia. Esto es lo que provoca lo que -llama el Creador de valores nuevos, «la creciente del nihilismo».</p> - -<p>El porvenir habla ya por mil signos; ese destino se anuncia por todas -partes; para escuchar esa música del porvenir todos los oídos están -atentos. «Nuestra civilización europea toda se agita desde<span class="pagenum"><a name="page_033" id="page_033"></a>{33}</span> hace largo -tiempo bajo una presión que va hasta la tortura, una tensión que crece -de diez en diez años, como si quisiera provocar una catástrofe: -inquieta, violenta, precipitada; semejante a un río que quiere terminar -su curso, que no refleja ya, que teme reflejar.» La filosofía de Gorki -es un substrátum de experiencia. Su escuela ha sido la desgracia en la -edad de la ilusión y del amor. Por eso él mismo cree y afirma: todos los -hombres que luchan por la vida, que están presos en su lodo, son más -filósofos que Schopenhauer, porque jamás una idea abstracta tomará una -forma tan precisa como la que el dolor arranca de un cerebro. Este -potente candoroso es un extranjero delante de los retóricos, delante de -los arregladores de fórmulas y de palabras. «Estos se -extasían—dice—para sostener su reputación de hombres que comprenden la -belleza, y no porque sientan el encanto sin par de la gran madre, fuente -de toda vida, manantial de fuerza.» En el descanso de los azares de su -vida algunas grandes almas han comunicado con él a través de los libros.</p> - -<p>No es un letrado, no es un leído, mucho menos un universitario; pero de -cuando en cuando uno conoce, por una cita o por una comparación o -reminiscencia, sus autores favoritos o los que han dejado alguna huella -en su mente. Fuera de la literatura rusa se ve que ha leído a -Shakespeare y a Cervantes, y a este último se nota que le ama, gracias -al maravilloso Caballero, como Heine. Ha leído también a Swift, y debe -haberle sabido áspero y fuerte como un trago de vodka. Mas su libro -principal es<span class="pagenum"><a name="page_034" id="page_034"></a>{34}</span> mucho más vasto y más repleto de verdades. Hablando de un -ingrato, dice:</p> - -<p>«Me enseñó muchas cosas que no se hallan en los más abultados libros -escritos por los sabios; porque la sabiduría de la vida es siempre más -profunda y más amplia que la sabiduría de los hombres.»</p> - -<p>Los libros de Gorki pueden parecer demasiado secos a los lectores de -cosas bonitas, de libritos coquetos y sabrosos, hechos por desahogados -<i>diletantti</i> o por industriales de la literatura; pueden aparecer -inmorales a los hipócritas que se regodean con las peores obscenidades -con tal que vayan disimuladas entre encajes de Francia o decoradas de -estetismo italiano; pueden parecer absurdas a quienes van por el mundo -como dormidos o privados por ingénita estupidez del don de comprensión y -de meditación. <i>El matrimonio Orloff</i> es una obra maestra en todas -partes; los cuentos de Gorki son diamantes en su género. <i>Los tres</i> es -una novela de una fuerza y de un interés tales, que no puede abandonarse -una vez empezada. Es un estudio de fatalidad, una reproducción verídica -de una existencia atormentada y conducida al crimen por la violencia y -la inflexibilidad de la suerte, en un medio cruel y temeroso. La obra -interesa tanto a los sabios que buscan resolver el problema de la -justicia, basados en el estado de la máquina humana y de los medios -sociales, como a los que, espiritualistas esperanzados o convencidos, -juzgan que no se mueve la hoja del árbol sin el influjo de una potencia -suprema y secreta. ¿Le seguiremos llamando Dios, si gustáis?<span class="pagenum"><a name="page_035" id="page_035"></a>{35}</span></p> - -<h2><a name="EL_POETA_LEON_XIII" id="EL_POETA_LEON_XIII"></a> -<img src="images/illus-035.jpg" width="404" height="121" alt="EL POETA LEÓN XIII" title="" /> -<br /> -<span class="caption">EL POETA LEÓN XIII</span> -</h2> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">«Ma gia morte s’appressa: ¡deh! in quell’ora<br /></span> -<span class="i0">Madre, m’aiuta lene, lene allora<br /></span> -<span class="i0">Quando l’ultimo di ne disfaville<br /></span> -<span class="i0">Con la man chiudi le stanche pupille;<br /></span> -<span class="i0">E conquisto il demon che intorno rugge,<br /></span> -<span class="i0">Cupidamente, all’anima che fugge<br /></span> -<span class="i0">Tu, pietosa, o Maria, l’ala distendi:<br /></span> -<span class="i0">Ratto la leva al cielo, a Dio la rendi.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p class="nind"><span class="letra"><img src="images/drop-c.png" -width="70" -height="71" -alt="C" - class="drop-cap" /></span>UANDO <i>La Nación</i>, de Buenos Aires, me envió a Italia y comuniqué la -impresión que hiciera en mi ánimo el augusto Papa blanco que hoy -descansa en la muerte, citaba esos versos suyos, religiosos y pálidos -como cirios. Como cirios son los versos de León XIII, por la palidez y -por la llama, y porque, aun cuando en veces iluminasen cosas profanas, -se consumen por Dios. Admirad y alabad al teólogo tomístico, al político -progresista, al evangélico sociólogo, al sesudo autor de sus encíclicas. -Yo celebro al poeta; yo celebro al pastor de pueblos que se detiene en -sus paseos matinales a ver cómo crecen las flores del jardín de<span class="pagenum"><a name="page_036" id="page_036"></a>{36}</span> -Horacio; al tiarado frecuentador del Dante; al viejecito transparente y -delicado que se está muriendo y dice: «Escribid lo que voy a dictar»; y -lo que dicta son versos. Versos puros y clásicos, versos que brotan con -son castalio de una límpida fuente latina. Celebremos, los que guardamos -aún como un raro tesoro, el entusiasmo, la pasión de un ideal de -Belleza, la memoria del que, bajo el inmenso peso de su triple corona, -conservó ligero y alado el pensamiento, y armoniosa y dulce la palabra, -en relación apacible con las inmarcesibles musas. Pues el lírico que -acaba de dejar su jaula dorada del Vaticano sabía amar la vida y -celebrar sus dones, y en sus exámetros católicos oiréis un rumor de -abejas paganas.... Son abejas que se han posado en las rosas de Virgilio -y sobre los mirtos de Flacco... ¿Qué importa? Él llevaba a la pradera en -que las ninfas de rosadas carnes han sentido el frescor del rocío de la -aurora, sus pasos piadosos; junto a Filomela hacía revolar la blanca -paloma del Espíritu Santo, y el gran Pan veía pasar entre las verdes -hierbas, paciendo, maravilloso de candidez y de luz sublime, un -corderito cuyos mansos ojos reflejan el universo, y cuyo contacto -purifica la negra tierra: el Cordero de Dios que quita los pecados del -mundo.</p> - -<p>No <i>otium</i>, sino <i>ars cum dignitatem</i>... Se veía que se había refrescado -en el agua de Juvencia; la vida lo amaba.</p> - -<p>El admirable Pontífice podía decir: «Entendámonos, una vez por todas. -Hay sentencias que aceptamos porque sí, sin razón alguna, porque han -sido<span class="pagenum"><a name="page_037" id="page_037"></a>{37}</span> dichas por personajes remotos, en una lengua muerta más o menos... -Así, creemos como una verdad, porque está en griego, lo de que los -amados de los dioses mueren jóvenes. No hay tal cosa. Los amados de los -dioses mueren viejos... Y si, además de eso, son amados de Dios, mueren -más viejos aún, como moriré yo, Arcade de Roma y Obispo del mundo, León -XIII. Los que mueren jóvenes son los amados de los diablos...» Y a fe -que hubiera hablado con mucha razón.</p> - -<p>Desde sus primeros versos hasta esa serena y sentida <i>Nocturna -ingemiscentis meditatio</i> que, en los instantes mismos de su Extrema -Unción, pulía y repulía clásicamente, el favor apolíneo se revela, al -propio tiempo que el apego a las formas ilustres y a la lengua sabia, -que hacen del sagrado <i>scholar</i> uno de los últimos cisnes que habría el -de Mantua acogido con placer en su lago sonoro.</p> - -<p>No es de gran importancia saber si aquel canto nocturno fué el último, o -si lo fué su composición en honor de San Anselmo:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Puber Beccensi cupide se condere claustro<br /></span> -<span class="i0">Patricia Anselmus nobilitate parat,<br /></span> -<span class="i0">Sub duce Lanfrancus, studiosus et acer alumnus<br /></span> -<span class="i0">Sub patre Herluino crescit et usque pius;<br /></span> -<span class="i0">Florentem ingenio juvenem ad cœlestia natum<br /></span> -<span class="i0">Quem non perficiat tale magisterium?<br /></span> -<span class="i0">Hinc pastor fidel divinæ, hinc munere doctor<br /></span> -<span class="i0">Sublimi in superis vertice conspicuus.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Es el caso que supo morir líricamente, y en belleza,<span class="pagenum"><a name="page_038" id="page_038"></a>{38}</span> como un cisne. -Después lo descuartizó la Ciencia y lo expuso la Tradición...</p> - -<p> </p> - -<p>Se le ha comparado con un águila, con un águila blanca, con una blanca -águila vieja. Chartran, que lo pintó orando; Laszlo, que revela sus -manos; Benjamín Constant, que quiere mostrar su pensamiento; los -pintores todos, que han dejado en el lienzo la venerable figura, parece -que tuviesen la obsesión del ave jupiterina, que es también pátmica. -Cuéntase que, en un instante de buen humor, se quejó el Papa a uno de -esos artistas de que hubiese insistido tanto en su nariz... En la obra -de Laszlo, las manos semejan garras marfileñas... Ya os he dicho cómo -para mí la diestra de León XIII, al tenerla entre mis dedos, al -depositar en ella, sobre la gran esmeralda de la esposa, mi beso -sincero, me pareció una madeja de seda, una flor, un lirio de cinco -pétalos, un viviente lirio pálido, o, acaso, una pequeña ave de fina -pluma... Ha habido diabólicos escritores de calumnias que han dicho que -con esas pálidas manos estrangulaba pajaritos que hacía cazar con redes -de seda en sus jardines. En cuanto a las grandes narices, ciertamente -son ellas la que patentizan la raza aquilina, y por otra parte, el Padre -Santo debía haber sabido que, entre los poetas, de Ovidio a Cyrano, las -grandes narices han sido acariciadas por la gloria; y entre los -filósofos, Aristóteles, en el tratado de los Animales, hace su elogio. -No recordaré, por excesivamente profano, el de Lampridio; pero sí la -afirmación de un antiguo autor italiano:<span class="pagenum"><a name="page_039" id="page_039"></a>{39}</span> «Il naso grande da argomento -d’uomo da bene.»</p> - -<p>La nariz, la faz toda, era de águila, como la de Dante, y como la de -Poliziano era de rinoceronte. Voltaire también la tenía de águila, y -cuando he vuelto a ver el busto de Houdon y he renovado en mi memoria la -máscara pontificia, he visto, en verdad, que César Zumeta y Hughes Le -Roux tienen razón: en los labios de Pecci existía la sonrisa de -Arouet... Nada quita esto a su alta potestad, a su fe celeste—<i>lumen in -cœlo</i>—, a su misión sagrada de representar sobre la faz de la tierra -al Divino Doctor de la Dulzura. Quiero fijarme, sobre todo, en su -carácter de intelectual; y a propósito de la sonrisa, certificar que el -poeta León XIII era cien veces superior, lira en mano, al admirable y -detestable autor de <i>La Pucelle</i>... Pero ambos no cazaban moscas.</p> - -<p>Poeta y rey, se ha visto mucho, desde el santo rey David, hasta Oscar de -Suecia y Carmen Silva. Eso es fácil y aun decoroso de ser, cuando no se -caza el jabalí o el hombre. Poeta y Pontífice se ha visto menos, se ha -visto rara vez, y tan solamente vienen a mi recuerdo los nombres de -Gregorio el Magno, que inmortalizó el canto católico y que merece el -nombre de poeta; Eneas Silvio Picolomini, y León XIII, que no temían la -compañía de las Piérides y ajustaban sus ideas ortodoxas a la vieja y -mágica música que celebró al pío Eneas o los encendidos labios de Cloe. -Los asustadizos tienen el sedativo antecedente de la homilía de San -Buenaventura, que no juzga pecaminosa la frecuentación de las liras -antiguas desechadas por el severo Jerónimo. Mas,<span class="pagenum"><a name="page_040" id="page_040"></a>{40}</span> ¿qué han sido sino -almas artísticas los ministros de Cristo, que en lo antiguo como en lo -moderno han creído con justicia que honrar a Dios por la Belleza no es -más que honrarlo con creces? Como Gregorio, Agustín amó la música; -Ambrosio el milanés, la hermosura litúrgica; Gregorio el de Nasianzo, la -poesía, con toda la falange de los poetas místicos latinos de la Edad -Media; Marbodio el de las gemas, Paulino de Nola, Rústico, Juvenco, -Lactancio, Sedulio y todos los demás que tan bellamente ha exhumado en -nuestros días la noble erudición de M. de Gourmont. Así, dice el -venerable Beda hablando de los viejos poetas cristianos, sus versos -inspiraban el desprecio al siglo y avivaban en las almas el ansia de la -vida eterna.</p> - -<p>Hicieron suyas también las ideas de la Escritura y dieron tanto encanto -a su poesía, que los más sabios doctores se complacían en escucharlos. -La creación del mundo, la caída del primer hombre, el cautiverio de -Israel, su salida de Egipto y su entrada en la tierra prometida, la -encarnación del Verbo, todas las peripecias de su redención, su -resurrección del sepulcro, su subida al cielo, la venida del Espíritu -Santo, la iluminación de los apóstoles y la maravillosa conquista del -mundo por la doctrina de Jesús, eran alternativamente el objeto de sus -cantos. Describían también a grandes rasgos el terror del juicio futuro, -los horrores de la cárcel eterna y el dulce reposo del reino celestial; -pero la pintura de la bondad de Dios y de su justicia les servía mucho -más a menudo para hacer volver a los pecadores<span class="pagenum"><a name="page_041" id="page_041"></a>{41}</span> al amor del bien y a la -práctica de la virtud. En parte, pueden aplicarse esas palabras a las -poesías de Su Santidad difunta. Mas hay en él relampagueos que turban, -de repente, la tranquilidad de la poesía ungida en el seminario. No en -vano se roza uno con el enorme Alighieri. Tiene León XIII versos -domésticos, consejos a la juventud, plegarias y simples recreos -académicos, como su elogio a la fotografía; mas, entre sus poemas -italianos y latinos, hallaréis de pronto la huella de la garra y la -señal del aletazo. En verdad se dice: ¡Ha muerto una vieja águila -blanca!</p> - -<p> </p> - -<p>«Va, Benvenuto mio, che tu sei un valente uomo...» Un Papa es quien dice -esas palabras al Cellini, y juzgo que, si León XIII hubiese estado en -lugar de Clemente, habría dicho lo mismo. Pues era varón de altas -vistas, de intelecto fuerte, y que por culpa de la política prosaica y -baja de su siglo no pudo hacer brillar en San Pedro la luz de un nuevo -Renacimiento. Mas, ¿quién mostro un espíritu más liberal que él frente a -la ciencia moderna, con todos sus tanteos e ineficacias, junto a -relativas victorias; o haciendo abrir por vez primera, a la curiosidad -de la historia libre, los secretos de los archivos vaticanos, a punto de -decir cuando se le observó que cierto célebre francés protestante -revolvía y anotaba todos los registros: «¡Qué importa! ¡Decidle que no -oculte nada, que lo publique todo!»; o entrando en la peligrosa cuestión -social, de manera que traía a su verdadero origen y justicia el deber -del rico y del proletario? Artista de armiño y púrpuras papales,<span class="pagenum"><a name="page_042" id="page_042"></a>{42}</span> como -Gregorio, se complacía en la audición de los cánticos eclesiásticos; -como Julio, gustaba de la arquitectura y de la pintura; como Clemente, -de la escultura y de la orfebrería; como Alejandro, de la suntuosidad y -de las magnificencias decorativas, y más artista que todos, en sí mismo, -tenía el secreto del ritmo, la gracia de la expresión, el cetro del -verso. Bien sentiría el ambiente de paganismo que en la basílica de las -basílicas dejaron tantos antecesores suyos que alegraron la tristeza -católica con la resurrección de griegos esplendores, y colocaron la -concha sobre que se posaron los pies de la Anadiomena como pila de agua -bendita.</p> - -<p>De todos modos, los dioses ministraban a Jesucristo: Baco, el vino de la -consagración; Ceres, la harina de la hostia; Hebe, la copa del misterio -y del sacrificio. Y Pan, su siringa, convertida en los tubos del órgano -basilical. Y bajo la mirada de Dios han vivido y vivirán los dioses, -porque es mentira que ha muerto ninguno de ellos... Los dioses no se han -ido, los dioses no se van: cambian de forma y continúan animando el -universo y aplicando su influencia sobre el hombre.</p> - -<p>El espíritu de León se despertó a la vida artística desde que, en su -Carpineto natal, contempló el espectáculo de una naturaleza vivaz y -palpitante: las viejas casas de piedra, el valle feliz, las parlantes -aguas del Fossa, las metálicas hojas de los olivos, los bosques, en -donde el pintoresco pino italiano dice como en ninguna parte su poema -vegetal, y las alturas rocallosas que se incrustan en el cristal azul<span class="pagenum"><a name="page_043" id="page_043"></a>{43}</span> -de un cielo incomparable, el cielo donde arde el sol del Lacio.</p> - -<p>Y luego, cuando pasados los años de fatigas estudiosas y de sucesivos -triunfos llega, ya anciano, al más elevado de los tronos, no hay duda -que el poeta se sintió en él más alado y satisfecho que nunca. Tiene en -la gloria de su vejez la omnipotencia moral, el esplendor de los césares -y de los visires, los flabeles de Salomón, tres coronas superpuestas que -irradian como constelaciones; seda, púrpura, oro, mármoles labrados por -todos los semidioses del cincel, desde Fidias y Praxíteles hasta Miguel -Angel; tiene eunucos como los príncipes musulmanes, mas eunucos -melodiosos que cantan como los ángeles del teológico paraíso; tiene el -anillo del Pescador y la portantina que conducen los rojos servidores; -es una de las dos mitades de Dios que dijo Hugo; tiene el grato vino de -Velletri y la torre Leonina; palomas, papagayos y pavos reales que -decoran su jardín, cuando en sus paseos va a repetir un exámetro al son -del chorro de la fuente, o a ver representar un antiguo misterio, o a -meditar en la suerte del mundo, o a evocar la llama del Santo Espíritu, -o del <i>deus</i>, o del daimon que le inspiraba. Ardiente pompa -cardenalicia, uniformes que traen al presente la grandeza y el decoro de -edades más estéticas, frescos en que los más maravillosos pintores de la -tierra perpetuaron los sueños de los profetas, las visiones de antiguos -iluminados o sus propios sueños o visiones; he ahí lo que rodea al -cantor que bendice. Y viviendo en un tiempo sin<span class="pagenum"><a name="page_044" id="page_044"></a>{44}</span> armonía, en una época -sin fe y sin belleza, él cultiva con mayor empeño su idioma armónico, su -poético verbo, y es como el Orfeo de las catacumbas, que se confunde con -el divino pastor de Galilea.</p> - -<p>¡Duerme en paz, vieja águila cándida que te has perdido en el -desconocido sueño! Asciende, alma rítmica, que saliste como de un copo -de espuma o de un císnico plumón. El mundo sigue en su lucha incesante; -la humanidad continúa en su inacabable guerra; los sabios de buena -voluntad van en la obscuridad en busca de un secreto que no encontrarán -nunca; las pasiones siguen ardiendo entre los incensarios del demonio; -las naciones se miran con el recelo de los individuos; los reformadores -claman sus sueños al viento; tan solamente el Arte sigue en la misma -altura solar, todo de luz y de intuición sagrada, mirando las obras -humanas con ojos de infinito. Un día os dije: «Sois filósofo, y volando -sobre lo moderno habéis ascendido a la fuente de la <i>Summa</i>; sois -teólogo, y en vuestras pastorales dais la esencia de vuestro -pensamiento, caldeado por las lenguas de fuego del Santo Espíritu; sois -justo, y de vuestro altísimo trono dais a cada cual lo que es suyo, aun -cuando con el César no andéis en las mejores relaciones; sois poeta, y -discurriendo y cantando en exámetros latinos y en endecasílabos -italianos habéis alabado a Dios y su potencia y gracia sobre la tierra.</p> - -<p>«Allí, en vuestro palacio, en la Stanza della Segnatura, Rafael, a quien -llaman el divino, ha pintado cuatro figuras que encierran los puntos -cardinales<span class="pagenum"><a name="page_045" id="page_045"></a>{45}</span> de vuestro espíritu. La Filosofía, grave sobre las cosas de -la tierra, muestra su mirada penetradora y su actitud noble; la -Justicia, en la severidad de su significación, es la maestra de la -armonía; la Teología, sobre su nube, está vestida de caridad, de fe y de -esperanza; mas la Poesía parece como que en sí encerrase lo que une lo -visible y lo invisible, la virtud del cielo y la belleza de la tierra; y -así, cuando vayáis a tocar a las puertas de la eternidad, no dejará ella -de acompañaros y de conduciros, en la ciudad paradisíaca, al jardín en -donde suelen recrearse Cecilia y Beatriz, y en donde, de seguro, no -entran los que tan solamente fueron justos.» Tal habrá acontecido, ¡oh, -santísimo Padre y querido poeta! Y no debéis de haber encontrado muchas -dificultades en la Jerusalem celeste. ¿Qué mejor guía para el Paraíso -que aquel que fué guiado por Virgilio y cuya obra estupenda tuvisteis -siempre en compañía de vuestro breviario?</p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-045.jpg" width="146" height="143" alt="" title="" /> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_046" id="page_046"></a>{46}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_047" id="page_047"></a>{47}</span></p> - -<h2><a name="LIBROS_VIEJOS_A_ORILLAS_DEL_SENA" id="LIBROS_VIEJOS_A_ORILLAS_DEL_SENA"></a> -<img src="images/illus-047.jpg" width="403" height="140" alt="LIBROS VIEJOS A ORILLAS DEL SENA" title="" /> -<br /> -<span class="caption">LIBROS VIEJOS A ORILLAS DEL SENA</span> -</h2> - -<p class="nind"><span class="letra"><img src="images/drop-m.png" -width="70" -height="70" -alt="M" - class="drop-cap" /></span>E he acordado, en una mañana de comienzos de otoño, de ir a ver a mis -viejos amigos los viejos libros de las orillas del Sena. Es un paseo -higiénico, melancólico y filosófico. Desde el Quai d’Orsay hasta más -allá de Nôtre-Dame, se goza de espectáculos imprevistos, fuera de lo -pintoresco exterior. Por allí he visto una vez, con un chambergo -semejante al del general Mitre, al sabio Mommsen. Por allí he encontrado -al poeta Paul Fort y a M. Remy de Gourmont. Por allí saludé una vez al -Dr. Bermejo. El «morne» Sena verleniano corre abajo. El Louvre alza su -masa gris. Los vaporcitos se deslizan. Omnibus y automóviles pasan -veloces entre los «quais», las casas viejas y el venerable Instituto. -Arregladas o amontonadas las cantidades de papel impreso, son el -atractivo de especiales visitantes y compradores, curiosos, bibliófilos, -bibliómanos, filósofos, poetas, estudiantes. No<span class="pagenum"><a name="page_048" id="page_048"></a>{48}</span> es raro ver también -junto a una grave peluca, junto a un extraordinario y antiguo gabán, la -cara sonrosada, los cabellos rubios de una muchacha. Cuando es en buen -tiempo primaveral, hay pájaros en los árboles vecinos.</p> - -<p>Ancianas biblias, caducos misales, forman pilas sobre el parapeto. -Colecciones de ilustraciones viejas hacen largas trincheras. Y entre las -cajas de los «bouquinistes» está la profusa tentación de los -aficionados. Allí hay de todo. Hay sus pequeños «inferii», de cosas -prohibidas, vulgares novelas cantaridadas, tratados secretos para -colegiales y gentes de cierto jaez. Especialistas ofrecen clásicos de -Aldo Manucio, o de las memorables imprentas de Flandes. Ya ha pasado el -tiempo en que se podía encontrar una ganga por casualidad, la joya -bibliofílica que valía dos o tres mil francos y costaba treinta o -cuarenta céntimos. Hoy todos esos vendedores estacionados a lo largo de -los «quais» saben perfectamente lo que venden, y las buenas fortunas de -los buscadores de antaño se hacen casi imposibles. No obstante, la -baratura de lo que por lo general allí se encuentra, es notable. La obra -rara, con todo, allí como en todas partes, habrá que pagarla caro.</p> - -<p>Octave Uzanne ha escrito un interesante folleto sobre los vendedores de -libros de las orillas del Sena. Otros escritores han pintado la curiosa -vida de esos sedentarios del aire libre que, invierno y verano, bajo la -nieve o bajo el sol, tienen por oficio sacudir el polvo a su mercancía y -aguardar al cliente<span class="pagenum"><a name="page_049" id="page_049"></a>{49}</span> o al transeunte que se siente atraído por la fila -de cajas y los montones de papel impreso. Los tipos de vendedores son -variados, como los de los fieles bibliómanos. No escasea entre los -primeros el erudito, que os da una lección de historia de la tipografía, -de ediciones princeps, de incunables, mientras os vende un apolillado -Horacio o Cicerón. Entre los segundos se ven apacibles profesores, -sabios condecorados, simples sabios. He creído en más de una ocasión -encontrarme con la amable figura de M. Bergeret... Lo que es a M. -Anatole France no he visto jamás, demasiado metido en políticas y -socialismos como está, él, el más aristocrático de los escritores -franceses, que desaparece de repente de París y aparece en los palacios -de príncipes italianos, sus amigos, o se va a Egipto, o a Atenas... No -tiene ya tiempo de ir a las deleitosas correrías del bibliófilo, que en -un tiempo fueron su placer. Junto a los respetables profesores, al lado -de los tranquilos amantes de la sabiduría, detiene el vuelo una bandada -de poetas y artistas jóvenes, cabelludos aún, o mondos, de modestas -indumentarias, aires pensativos, ojos llenos de ensueños, miradas llenas -de ideas. Pobres como los ruiseñores, compran poco, hojean mucho. -Abundan los libros de estudio. Es que los estudiantes tienen un gran -recurso cuando se sienten atacados de la tradicional inopia. Saben que -el vendedor les compra con seguridad, a un precio relativo, sus -volúmenes. Así, un código comentado contiene muchos almuerzos, muchas -comidas en las cremerías del<span class="pagenum"><a name="page_050" id="page_050"></a>{50}</span> Quartier. Esos volúmenes siempre tienen -salida, y duermen en su caja como en un Monte de Piedad. Son muchos los -«magazines» ingleses y las publicaciones científicas de todas las partes -del mundo. El Instituto provee largamente a los «bouquinistes». Hay -pilas incontables de tesis, antiguas y recientes, y obras enviadas a -eminentes académicos, con sendas y elogiosas dedicatorias.</p> - -<p>Lo que más se encuentra, naturalmente, son novelas, novelas de todas -clases y de infinitos autores, desde los del siglo <small>XVIII</small> hasta los de -nuestros días, ejemplares de libros que «acaban de aparecer», a 3,50 -francos, y que se venden por 80 céntimos. Hay rimeros de gloria fallida, -arrobas de ingenio desperdiciado y averiado, copiosas cosechas de musas -trashumantes que trabajaron para el olvido, esfuerzos inútiles... Allí -yace la vanidad de la cantidad. Allí reposan los que han «hecho obra»: -¡tantos volúmenes, tantos tomos de crítica, tantas novelas...! ¡Nada, -nada, nada! A diez, a quince, a veinte céntimos. La letanía de nombres -desconocidos es abrumadora. Abrid un libro, y alguna chispa de talento -encontráis siempre. Es el muladar de los <i>ratés</i> y el cementerio de los -mediocres.</p> - -<p>Impresos en elegantísimo papel, en formatos artísticos, con magníficas -ilustraciones, suelen hallarse autores mundanos que han pagado bien caro -una tentativa de consagración literaria. Poetas francorrumanos y franco -brasileños, antiguos diplomáticos que conocieron a la princesa de -Belgiojoso, rastacueros cosmopolitas de las letras, están representados<span class="pagenum"><a name="page_051" id="page_051"></a>{51}</span> -por tomos de versos, momias de poemas, marchitos homenajes, exhumadas -galanterías, adornadas generalmente con el retrato de los autores... -Vanidad de vanidades y la más inofensiva de las vanidades. Allí duermen -arrivistas de ayer, y llegan los de hoy a comenzar su sueño de mañana. -En cambio, no he encontrado jamás, en la ensalada barata de esos cajones -de literatura usada, ni un tomo de los sonetos de Heredia, ni una -«plaquette» del pobre Lelian. Generalmente, lo barato es lo que merece -la baratura. Impreso por Vanier, el editor de los decadentes, de -terrible memoria, ha consagrado un volumen de versos que se titula -<i>Humbles Mousses</i>. Allí leo los siguientes versos que traduzco, pues -veréis que el caso merece la pena:</p> - -<p class="c">LOS VERDADEROS RICOS</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Vosotros, que sabéis ganar el pan de cada día<br /></span> -<span class="i2">Y, cubiertos de arpillera o de lienzo,<br /></span> -<span class="i0">Dormís bajo los grandes techos, casi al aire libre,<br /></span> -<span class="i2">O bajo la cabaña, humilde morada;<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">Hacia los ricos hoteles de piedra, donde el oro abunda<br /></span> -<span class="i2">En donde pensáis que estaríais mejor,<br /></span> -<span class="i0">Guardáos de lanzar una mirada envidiosa:<br /></span> -<span class="i2">¡Sois vosotros los felices de este mundo!<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">Los pórticos de mármol y los artesonados<br /></span> -<span class="i2">Ocultan el cielo, las corrientes aguas;<br /></span> -<span class="i0">Cuando se tiene la idea de acumular rentas,<br /></span> -<span class="i2">¿Se sabe acaso el encanto de los estíos?<span class="pagenum"><a name="page_052" id="page_052"></a>{52}</span><br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">Ni una sola de las felicidades que hacen amar la vida<br /></span> -<span class="i2">Se da por el dinero;<br /></span> -<span class="i0">La luz serena y el aire, el azul cambiante,<br /></span> -<span class="i2">El sol, de alma encantada,<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">El hechizo de los grandes bosques y la gracia de las flores,<br /></span> -<span class="i2">El césped, el perfume de las rosas,<br /></span> -<span class="i0">La embriagante dulzura de las innumerables cosas<br /></span> -<span class="i2">Bellas de formas o de colores,<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">Vienen a ofrecerse, sin pedir nada<br /></span> -<span class="i2">Al más modesto de los transeuntes,<br /></span> -<span class="i0">Mientras que en pleno aburrimiento, hastiado, privado de sentir,<br /></span> -<span class="i2">Bosteza el dueño del dominio.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">Pronto, cansado de los objetos que apenas ha querido,<br /></span> -<span class="i2">Está sin necesidades y sin goce:<br /></span> -<span class="i0">Saturado de todos los placeres que da el oro,<br /></span> -<span class="i2">No desea nunca nada más.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">¿Sabe acaso si hay en la tierra un sólo ser que le ame?<br /></span> -<span class="i2">El hombre afligido de tesoros,<br /></span> -<span class="i0">Se halaga esperando un amor compartido:<br /></span> -<span class="i2">Una dote lo atrajo a él mismo.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">Su corazón está lleno de sospechas adormidas,<br /></span> -<span class="i2">Y mientras que el pobre diablo<br /></span> -<span class="i0">Tiene la dicha de creer en la amistad sincera,<br /></span> -<span class="i2">El duda de todos sus amigos.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">¡Ah! compadecedle a ese rico; cuando el alma alegre,<br /></span> -<span class="i2">Y sin cuidado del mañana<br /></span> -<span class="i0">Le véis, caminando, la mano en la mano,<br /></span> -<span class="i2">Su palacio hecho a la soberbia,<span class="pagenum"><a name="page_053" id="page_053"></a>{53}</span><br /></span> -<span class="i0">Vosotros tenéis la amistad, el amor, aun la alegría<br /></span> -<span class="i2">De admirar la simple Naturaleza,<br /></span> -<span class="i0">Y ese poderoso no puede, ¡oh, triste criatura!<br /></span> -<span class="i2">Comprarlos con su oro.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>El autor de eso se llama François Haussy, pero ese es el pseudónimo que -oculta el nombre de Federico Humbert, el marido de Madame Humbert; que -hoy, en la prisión de Fresnes, paga, con ella, las famosas estafas que -conocéis. Es decir, no las paga; las purga... Federico Humbert es un -poeta a treinta y cinco céntimos en el quai des Augustins...</p> - -<p>Mi reconocido orgullo ha recibido en esos mismos lugares importantes -lecciones, ¡oh, mis colegas de América! Por allí he comprado unas -<i>Prosas profanas</i>, con la dedicatoria borrada, a treinta céntimos. Los -que enviáis libros a estos literatos y poetas, a estos «queridos -maestros», no sabéis que irremisiblemente vais a parar al montón de -libros usados de los muelles parisienses. He comprado, entre otras obras -de amigos míos, un tomo dirigido a Jean Richepin por un joven -hispanoamericano, tomo de estudios sobre autores de Francia, en los -cuales estudios hay uno del susodicho maestro, ditirámbico, -ultrapindárico. La dedicatoria, lo más respetuosamente escrita, y dentro -del libro, y en la parte dedicada a Richepin, una carta sentida y -humilde. Pues bien, Richepin ni se dió cuenta del libro, ni le importó -un ardite la dedicatoria, ni tocó la carta; y por treinta céntimos hice -el rescate...<span class="pagenum"><a name="page_054" id="page_054"></a>{54}</span> Qué mucho, si un eminente crítico ha mandado vender en -<i>tas</i> gran número de autores editados por el <i>Mercure</i>, sin cuidarse de -borrar bien dedicatorias como las que he hallado en las <i>Ballades</i>, de -Paul Fort... ¿No os decía que entre los libros viejos de las orillas del -Sena se recogen lecciones de... filosofía, y valiosísimos granos de -experiencia? Si no, os lo certifico ahora.</p> - -<p>Más allá del Instituto hay un intermedio entre libros y libros, el que -llenan las cajas de vendedores de medallas, de curiosidades, monedas -antiguas, condecoraciones, alfarería desenterrada, y una especie de -museo de Historia natural en miniatura. Hipocampos secos, como los que -venden los muchachos napolitanos de la costa, corales, piedras -preciosas, verdaderas e imitadas, hierros viejos de los que regocijan a -Santiago Rusiñol, asignados, autógrafos, esculturas. Allí hay cosas de -todos los siglos, desde fragmentos de objetos de la época cuaternaria -hasta escarapelas del tiempo de la Revolución. Y más allá, continúa la -serie de cajas de libros, custodiados por sus taciturnos vendedores.</p> - -<p>Hoy vuelvo contento, porque he visto a una niña rubia comprar por un -franco cincuenta, y una sonrisa muy rosada, una <i>Nuestra Señora de -París</i>, no lejos de la armoniosa y serena Catedral; porque lejos de los -malos hombres que murmuran y que odian, he saludado al otoño que acaba -de llegar; y porque he adquirido un Quevedo impreso en Bruselas en -tiempo del IV Felipe, hermoso, claro, con tapas de pergamino, por -sesenta céntimos.<span class="pagenum"><a name="page_055" id="page_055"></a>{55}</span></p> - -<h2><a name="UN_CISMA_EN_FRANCIA" id="UN_CISMA_EN_FRANCIA"></a> -<img src="images/illus-055.jpg" width="401" height="109" alt="UN CISMA EN FRANCIA" title="" /> -<br /> -<span class="caption">UN CISMA EN FRANCIA</span> -</h2> - -<p class="nind"><span class="letra"><img src="images/drop-m.png" -width="70" -height="70" -alt="M" - class="drop-cap" /></span>ALOS vientos soplan sobre la barca de Pedro, que <i>Mumen in cœlo</i> -dejó en tempestad y que <i>Ignis ardens</i> comienza a dirigir. El -catolicismo pasa por una gran crisis; mejor dicho, el cristianismo; mas -contra el catolicismo, contra la iglesia romana, se amontonan las más -negras nubes. No es la primera vez, y por algo dijo la boca sagrada el -<i>non prevalevunt</i>... No hay hoy profetas. Apenas M. León Bloy acaba de -resurgir rugiendo contra «las últimas columnas de la iglesia», flacas -columnas: Coppée, Didon, Brunetière, Huysmans, Bourget y otras menores, -¡cuán menores! Los rugidos de Bloy no los escucha el siglo, demasiado -ocupado con otros asuntos. Entre tanto, en la España católica, la -enemiga contra Cristo cunde; en la Francia cristianísima se expulsan las -Congregaciones y el anticristianismo triunfa. Un Papa campechano y -demócrata, en la Sede suprema, hace perder su brillo y su misterio a la -Tradición. Cosa singular. Es<span class="pagenum"><a name="page_056" id="page_056"></a>{56}</span> en los países no católicos donde el -catolicismo se expende y avanza tranquilo. Y un César protestante y -fantasioso hace pensar, por su actitud, si no estarán próximos los -tiempos en que, como en la Edad Media, se vea la formidable liga entre -las dos mitades de Dios, de que habla Víctor Hugo: el Papa y el -Emperador.</p> - -<p>Hace poco se inauguró la estatua de un gran hombre bajo el auspicio de -los socialistas ateos. Ahora bien, leed estas líneas: «No quisiera Dios -que yo parezca jamás desconocer la grandeza del catolicismo y la parte -que le toca en la lucha que sostiene nuestra pobre especie contra las -tinieblas del mal. ¡Cuánto bien brota aún en el seno de las aguas -revueltas de esa fuente inextinguible, en donde la humanidad ha bebido, -por tan largo tiempo, la vida y la muerte! ¡Aun en esta edad de -decadencia, y a pesar de las faltas llevadas al extremo con una -obstinación sin igual, el catolicismo da pruebas de un asombroso vigor! -¡Qué fecundidad en su apostolado de caridad! ¡Cuántas almas excelentes -entre esos fieles que no sacan de sus pechos más que leche y miel, -dejando a otros el ajenjo y la hiel! ¡Cómo a la vista de esas tiendas, -ordenadas en la llanura, y entre las cuales se pasea aún Jehová, se -desea, con el profeta infiel, bendecir a aquel que se quisiera maldecir -y decir: «¡Cuán bellos son tus pabellones! ¡Cuán encantadoras tus -moradas!» A pesar de los límites obligados que el catolicismo pone a -ciertos lados del desenvolvimiento intelectual, ¡cuántos espíritus que, -sin las fundaciones religiosas hubieran<span class="pagenum"><a name="page_057" id="page_057"></a>{57}</span> permanecido sepultados en la -vulgaridad o en la ignorancia, le deben su despertamiento! ¿En dónde -encontrar algo más venerable que San Sulpicio, esa imagen viviente de -las antiguas costumbres, esa escuela de conciencia y de virtud, en donde -se da la mano a Francisco de Sales, a Vicente de Paúl, a Fenelón?</p> - -<p>Aun en esa asociación, a veces un poco inocente, entre el catolicismo y -los restos de la vieja sociedad francesa; en ese neocatolicismo, a -menudo desabrido, ¡cuánta distinción todavía! ¡Qué atmósfera pura y -honrada! ¡Qué esfuerzo ingenuo hacia el bien! ¡Ah! Guardémonos de creer -que Dios ha dejado para siempre esa vieja iglesia. Ella se rejuvenecerá -como el águila, reverdecerá como la palmera; pero es preciso que el -fuego la depure, que sus apoyos terrenales se rompan, que se arrepienta -de haber esperado demasiado en la tierra, que borre de su orgullosa -basílica: <i>Christus regnat, Christus imperat</i>, que no se crea humillada -cuando ocupe en el mundo una posición que no será grande sino a los ojos -del espíritu.» ¿Quién ha escrito tales palabras, si no completamente -ortodoxas, muy de acuerdo con la doctrina de quien dijo: «Mi reino, ¿no -es de este mundo?» Ernest Renan. El orador que hoy pronunciase ese -discurso en las Cámaras francesas sería calificado de clerical. Lo que -hay es que, a pesar del antiguo espíritu religioso del pueblo, la fe ha -sufrido aquí duros embates y todos los buenos anuncios, entre los cuales -las grullas de Vogüe y tales o cuales conversiones notorias han sido -simplemente<span class="pagenum"><a name="page_058" id="page_058"></a>{58}</span> ruidos de ideas aisladas o acontecimientos literarios. -Cuando el snobismo tendió al catolicismo, la religión padeció una -verdadera desgracia. La religiosidad de moda y la oración elegante -hicieron más daño que el inofensivo satanismo intelectual y el mediocre -cientificismo ateísta. El último, verdadero y peligroso enemigo de toda -creencia en el pensamiento contemporáneo, ha sido el antecristo alemán, -que fué empujado por la amenaza de una espada de fuego hasta el -manicomio.</p> - -<p>Mas la Iglesia sufre hoy ataques más formidables que los que la simple -política puede dirigirle en cuestiones terrenales, o los que lanzarle -pueden filosóficos arietes modernísimos, más poderosos que las pasadas -flechas volterianas. Se trata de las revoluciones en el propio seno, de -la renovación de antiguas oposiciones contra el dogma, de la -resurrección de un cisma, en fin, más dañoso que todas las connivencias -de afuera, y que enciende, después de largos siglos, fuegos que pueden -producir un verdadero incendio en la romana basílica de las basílicas.</p> - -<p>Hace poco tiempo un sesudo y sapiente escritor español—he nombrado a D. -Edmundo González Blanco—demostraba, en un artículo admirable de vigor, -la posibilidad de una iglesia nacional en España. «Ya que no tenemos en -nuestra alma colectiva una fe robusta y personal que oponer al -formalismo dominador del Vaticano, aprovechemos la que haya para -constituir nuestra comunión nacional, nuestra iglesia independiente, -nuestro catolicismo patriótico.<span class="pagenum"><a name="page_059" id="page_059"></a>{59}</span> Filipinas acaba de darnos el ejemplo; y -esa necesidad social, hoy más que nunca sentida, se impone en lo -sucesivo como una condición de prosperidad pública.» El golpe -conmovería, ciertamente, a la curia romana, y parece que hay en el clero -español partidarios de la autonomía religiosa, de la iglesia -independiente nacional, hasta con el detalle de su misa propia, de la -vuelta al uso del antiguo rito muzárabe.</p> - -<p>Pues bien, todo eso es poca cosa con lo que encierra el siguiente suelto -publicado ayer por <i>Le Figaro</i>: «El cardenal Richard, arzobispo de -París, acaba de prohibir, por carta, a los alumnos de todos sus -seminarios la asistencia a los cursos que el señor abate Loisy enseña en -la Sorbona, en la Escuela de Altos Estudios. En la misma carta exhorta a -todos los seminaristas que posean las dos últimas obras del señor abate -Loisy a que las entreguen a sus superiores. Creemos saber que la -comisión de Estudios Bíblicos instituída por León XIII no tardará en -pronunciar su juicio sobre los libros acusados.» ¿Cuál es la doctrina -que se condena del abate Loisy? Yo no he leído los libros de este -sacerdote; pero sí sé que no es un <i>défroqué</i> más o menos sonoro, a la -manera del padre Jacinto, del abate Charbonnel. M. Jean de Bonnefon, que -es ducho en la materia, nos dice que la condenación o la absolución del -abate Loisy es en realidad el fin o la transformación de la iglesia -romana. «Es la conclusión de diez y nueve siglos de fe o el prefacio de -un culto futuro.» Por mucho menos se quemó a Savoranola. La reforma<span class="pagenum"><a name="page_060" id="page_060"></a>{60}</span> que -se desea en España es sencillamente de forma, y tiene razonables -antecedentes; la tentativa del cismático francés va al fondo de la -creencia, mina la base dogmática. El abate, que es persona de mucha -ciencia humana, comienza por afirmar viejas herejías: Que Jesucristo no -afirmó que fuese Dios, ni se juzgó nunca como tal; que el Pentateuco no -es obra de Moisés; que el libro del Génesis, el de Tobías, el de Job, el -de Judith, son simple literatura; que «todo el Antiguo Testamento está -escrito sin ningún cuidado de la verdad objetiva, y no es más que un -objetivo arqueológico de edificación religiosa». Eso, dicho por Renan, -por Strauss, por Max Nordau, está perfectamente; pero la afirmación es -de un sacerdote, sacerdote que no abandona ni la tonsura ni el hábito, y -que cree servir así a la verdad y a Dios, y trabaja porque la Iglesia -entera sea de su opinión. Lo principal está en lo referente al Nuevo -Testamento: «La divinidad de Jesucristo no está escrita en el Evangelio. -La Resurrección, la institución de los Sacramentos, la jerarquía de la -Iglesia, todo eso puede ser artículo de fe, si se tiene fe. El cuarto -Evangelio no tiene ningún valor histórico; la resurrección de Lázaro es -un símbolo.» ¡Cómo debe estremecerse, en lo invisible, la sombra de -Torquemada! Con la Nueva Jerusalem swedenborguiana, con las mil y una -sectas del cristianismo yanqui, con el flamante profeta Elías y su -productiva Sión, con tolstoístas y ultraevangelistas, la Iglesia no -tiene nada que temer. Pero el abate Loisy es un dulce y piadoso enemigo -íntimo que, si no se<span class="pagenum"><a name="page_061" id="page_061"></a>{61}</span> anula pronto, causará trascendentales perjuicios, -y éstos los quiere evitar su eminencia el cardenal Richard, el fuerte -viejecito que quiso confesar a Hugo. Es una nueva aparición de la -incompatibilidad entre el progreso y la fe, entre la religión y la -ciencia, entre la razón terrestre y la razón celeste. León XIII y su -Santo Tomás no dejarán de tener culpa en la valentía del osado abate. -<i>Lumen in Cœlo</i> no quiso iluminar en la ocasión; veremos si <i>Ignis -ardens</i>, que aparece tan benigno, quemará, así sea metafóricamente.</p> - -<p>En verdad, la obra del abate Loisy, con su aspecto moderno y -superescolar, no es nueva. A través del océano del tiempo es un mugrón -del arrianismo, llegado tras el biprincipismo gnóstico. Cristo ha sido -el blanco de famosas herejías: Si Arrio y los suyos niegan su divinidad, -Eutiquio le suprime toda humanidad, aboliendo así la redención, y -Nestorio, estableciendo la división entre la parte divina y humana, -destruía la unidad que constituye teológicamente el Hijo, ¿cuántos -heresiarcas más se han atrevido con el más sagrado de los misterios -cristianos? Sin embargo, entonces se discurría en el terreno de la -filosofía religiosa, de la ciencia divina, de las doctrinas que dieron -nacimiento y desarrollo a la patrología.</p> - -<p>El abate Loisy es de última hora. Viene con la ciencia de hoy, es -profesor «en Sorbona» y sabe lenguas orientales, arqueología, todo lo -que sabía Renan. «—¡Bah, bah, bah, bah!; no sé hablar—dice el -formidable profeta, y alguien que muy poco tenía<span class="pagenum"><a name="page_062" id="page_062"></a>{62}</span> de cura, Büchner, -escribe en su libro, no religioso por cierto: «La fe tiene raíces en -indisposiciones del alma inaccesibles a la ciencia.»</p> - -<p>El cardenal Richard se preocupa grandemente del caso. Lo que debe hallar -más grave su eminencia, y con él todos los católicos, es que el abate no -renuncia a su sacerdocio ni a su título de católico, y cree servir al -«más grande de los hombres», en su calidad sacerdotal y profesoral. -Demás decir, que ha caído multiplicadas veces bajo el anatema de la -Iglesia. El abate Loisy, simplemente, en el concepto católico, es un -excomulgado. En él están contenidos todos los antiguos heresiarcas, -desde Arrio hasta Berenger. Su exegesis renaniana, por el caso de su -ministerio, no puede menos de causar el mayor escándalo entre los -sinceros y firmes creyentes. Y su condenación o absolución por Pío X -será la continuación de la normal doctrina católica, apostólica, romana, -o el krack del Espírito Santo.</p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-062.jpg" width="189" height="88" alt="" title="" /> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_063" id="page_063"></a>{63}</span></p> - -<h2><a name="LAS_TINIEBLAS_ENEMIGAS" id="LAS_TINIEBLAS_ENEMIGAS"></a> -<img src="images/illus-063.jpg" width="399" height="118" alt="LAS TINIEBLAS ENEMIGAS" title="" /> -<br /> -<span class="caption">LAS TINIEBLAS ENEMIGAS</span> -</h2> - -<p class="nind"><span class="letra"><img src="images/drop-l.png" -width="70" -height="68" -alt="L" - class="drop-cap" /></span>OS profesores, los sabios oficiales, los doctores de la ciencia humana -que creen haber asido la verdad con cuatro pinzas y cuatro estadísticas; -los que ven hasta dónde alcanza lo que saben, los explicadores novísimos -del alma, los que han escamoteado a Dios, os podrán hablar largamente y -en términos semigriegos, que complacían ya a Molière, de las causas más -o menos probables que han llevado a una horrible muerte a un poeta -maldito que estaba casi olvidado: Maurice Rollinat. Yo procuraré deciros -sucintamente la pesadilla de su vida y el espanto de su fin. Porque aquí -una vez más se cumple <i>Talis vita, finis ita</i>. Todo es uno en el hombre: -existencia, obras, impulsos; la fatalidad, que tiene muchos nombres, -rige la vida, desde el espermatozoario hasta la podredumbre. Y así hay -la fatalidad del bien, como hay fatalidad del mal, fatalidad<span class="pagenum"><a name="page_064" id="page_064"></a>{64}</span> angélica y -fatalidad demoníaca. Y tal hombre desde la cuna va para el altar, y tal -otro para la batalla, y tal otro para mirar pensativo las entrañas del -mundo. Allí están los instintos y las vocaciones. Vocaciones, es decir, -llamamientos, llamamientos de voces inaudibles que están en lo profundo -del misterio y de la eternidad. Y la eternidad y el misterio estarán -ante las cosas humanas cuando no exista ni el polvo de recuerdo de la -sabiduría de hoy, y como estaban en los tiempos en que se levantó la -Esfinge egipciaca y en que había pensadores y sacerdotes en la Atlántida -y en Palenke.</p> - -<p> </p> - -<p>Maurice Rollinat fué un poeta de talento, ni mayor, ni menor; en todo -caso, en las antologías entrará como un poeta menor, a causa de ser su -obra casi toda reflejo y eco; reflejo lejano de Poe, eco de Baudelaire. -Su poética no alcanzó al simbolismo ni se quedó completamente en el -Parnaso. Su alma fué la de un romántico puro, exacerbado, pues hasta en -su licantropía tuvo un antecesor en el antiguo batallón huguiano.</p> - -<p>Apareció su nombre repentinamente y se apagó de pronto, como un fuego -fatuo o de artificio. Era en los tiempos de la impasibilidad parnasiana -por un lado y de la sequedad naturalista por otro. Apenas Richepin había -puesto por un momento agitación con sus <i>Chansons des Gueux</i>. El -ambiente era propicio para otra cosa. Rollinat apareció como cultivador -de «flores del mal», rimador y músico macabro. Cantaba en <i>cabarets</i> y -salones versos baudelerianos<span class="pagenum"><a name="page_065" id="page_065"></a>{65}</span> con música suya, y canciones propias, -aullantes, gimientes, con una voz lúgubre y un aire más lúgubre aún. Era -en los tiempos en que Sarah Bernhardt, entre cuatro cirios, se complacía -en dormir en un ataud... Sarah Bernhardt se encantó con el nuevo lírico, -que tan bien sentaba a sus nervios. Era en los tiempos en que aquel mal -sujeto, que se llamaba Albert Wolf, hacía y deshacía reputaciones en las -primeras columnas de <i>Le Figaro</i>, y Albert Wolf dedicó un elogioso -artículo al lírico que agradaba a Sarah Bernhardt, y París reconoció en -seguida que Maurice Rollinat tenía genio. La moda estaba por las -neurosis, verdaderas o falsas. ¿Rollinat era sincero, o era un <i>poseur</i>?</p> - -<p>La tragedia lamentable de sus últimos días, después de tantos años de no -variar de actitud, aun lejos de París y sus literaturas, fuerzan a creer -que el pobre poeta era sincero. Cuando más, podría suceder que el hábito -de estar agitado y la obligación estética de la desesperación le hayan -al fin perturbado el cerebro y acabado por lanzarle en el abismo a que -tantas veces se asomó. Luego los venenos del carácter, los modificadores -del pensamiento, los paraísos artificiales que no son sino infiernos -verdaderos, llámense alcohol, morfina, cloral, le acabaron de empujar en -el reino temeroso de las tinieblas enemigas. Una vez más se hace -palpable la verdad que encierra un decir que se encuentra entre los -principios de la antigua Cábala: «No hay que jugar al fantasma, porque -se llega a serlo.» Ese más allá tan desconocido hoy como en los más -recónditos<span class="pagenum"><a name="page_066" id="page_066"></a>{66}</span> siglos, contiene todo lo que hay de profundamente misterioso -en el universo, la esencia del pensamiento, el secreto de la locura, la -verdad del ensueño, la razón de la muerte. Claro es que los que tenemos -una creencia religiosa cualquiera, no contamos con la última hipótesis -del último estudioso y con la última suposición del más flamante -descubridor de absoluto. Rollinat en otras épocas habría sido tratado -por el exorcismo y, posiblemente, quemado; por menos se quemó a otros. -Hoy ha muerto en una clínica, gracias a que los antiguos teólogos están -sustituídos por los modernos psiquiatras, lo cual está reconocido como -una ley del progreso.</p> - -<p> </p> - -<p>Uno solo de los libros del desventurado os dará una idea de la caja de -Pandora y urna de los demonios que era su pobre cráneo: <i>Las neurosis</i>, -dividido en cinco partes: «Las almas», «Las lujurias», «Los espectros» y -«Las tinieblas». Un médico os dirá: «Delirio de la persecución, -lipemanía, parálisis general»; un doctor de la Iglesia os declararía -francamente: «Posesión». Dice ese volumen las torturas de la persecución -del fantasma del crimen, el superaguzado instinto del daño: los vagos -estremecimientos, las alucinaciones, el silencio, las extrañezas de la -música, el alma de Chopin y de Poe, los horrores de la pasión carnal, -las crueldades de la carne, la felicidad femenina, las pesadillas, las -torturas, los gatos, las serpientes, los tísicos, el suicidio, el gusano -de tierra, la «leche de serpiente», los lagartos verdes, el idiota, el -miedo, el amante macabro,<span class="pagenum"><a name="page_067" id="page_067"></a>{67}</span> la señorita esqueleto, la muerta embalsamada, -el sonámbulo, la bebedora de ajenjo, el ladrón, el bohemio, el enterrado -vivo, el soliloquio de Troppmann, el verdugo monómano, el monstruo, el -loco, la cefalalgia, la mala suerte, la enfermedad, la hipocondríaca, la -quimera, la locura, el mal de ojo, la navaja de barba, la vilanela del -diablo, la rabiosa, los ojos muertos, el abismo, la ruina, las agonías -lentas, el ataud, la Morgue, la putrefacción, el silencio de los -muertos, el infierno, el epitafio, <i>De profundis</i>... Todos esos son -títulos o temas de sus poesías, y las poesías corresponden al tema... -Todo eso se recitaba y se sabía de memoria en los salones parisienses... -Platos especiales, versos <i>faisandès</i>, complemento del estremecimiento -nuevo traído por el otro maestro infeliz, Baudelaire. Mas en la -suposición de que en Rollinat fuese natural esa manera de mirar la -existencia por su parte obscura, fúnebre y diabólica, en el público no -podía durar lo que era impuesto por la moda, y la moda pasó y no se -volvió a hablar más del féretro de Sarah Bernhardt ni de las canciones -tenebrosas del sombrío melenudo «que se parecía a un lobo».</p> - -<p>Se dijo que se había ido al campo a llevar una vida de campesino. Otros -libros de versos suyos, en que hasta el sentimiento de la naturaleza -está expresado con su preocupación, con su obsesión eterna, llegaron, -pero ya no tuvieron el éxito que los primeros poemas de sombra, de -noche, de miedo y de sangre. El pintor sueco Allan Osterlind, que fué de -sus íntimos, ha narrado algo de su vida en la<span class="pagenum"><a name="page_068" id="page_068"></a>{68}</span> campaña. Osterlind -recordaba las largas noches de invierno, en Fresselines, en que el poeta -pasaba al piano, cantando con su voz potente y singular, que iba de bajo -a tenor, las melodías originales inspiradas en sus versos campestres: -«La canción de la perdiz gris», «El cementerio de las violetas», «Los -cuervos». Contaba su vida entre sus perros y gatos, y el gozo del poeta -en recibir a sus amigos, en retenerlos hasta por la mañana a la hora en -que la poción de cloral le procuraba un sueño pesado, surcado de sueños -fantásticos... Casado, en la paz del campo, adonde cuentan que solía -salir con gruesos zuecos, de pesca, de excursión, no pudo, sin embargo, -encontrar la tranquilidad. Frecuentó demasiado las regiones del miedo: -harto provocó el terror en sus libros y en su vida. Solía errar entre -ruinas y lugares sombríos. La enfermedad, llamémosle la enfermedad, le -había agarrado con sus uñas potentes. La vida se vengaba de él -entregándole por completo a lo que está más allá de ella, a los -delirios, a los terrores, al imperio de las tinieblas enemigas.</p> - -<p> </p> - -<p>Veinte años después de su separación de París, ciudad de su éxito y de -su perdición, volvió. Hace como tres meses... ¿A qué viene Rollinat? ¿A -traer un nuevo libro en que renuncia a las sombras y saluda el bien que -hay bajo el cielo azul? ¿A cantar un alba de paz, de felicidad humana, -de amor entre los pueblos, de bienhechor comercio, de deseada armonía? -No; viene a dejar en el Instituto Pasteur a su mujer, que ha sido -mordida por un perro rabioso.<span class="pagenum"><a name="page_069" id="page_069"></a>{69}</span> Y días después el amargo hombre, todo -nervios y terror, sabe que no se ha podido salvar a su mujer, que ha -muerto de la más horrible muerte: de rabia.</p> - -<p>En seguida, en su desesperación, vuelve al campo, en donde no puede -estar un sólo momento tranquilo; recurre a los narcóticos, a los -brevajes de olvido; pero la fatalidad lo tiene ya bien atado: la locura -llega, violenta, y hay que traerlo a una casa de salud, a las cercanías -de París, a Ivry, a la clínica del doctor Moreau, de Tours. Allí muere, -y mañana lo entierran.</p> - -<p>Esta noche, después de escritas las líneas anteriores, he abierto el -volumen de <i>Las neurosis</i> y me he quedado ciertamente estupefacto al -encontrarme con un poema, que es extraño que a ninguno de los necrólogos -de Rollinat haya llamado la atención... Es algo que espanta... Para -coincidencia es demasiado... Luego, la casualidad, es algo tan -misterioso... La poesía, «escrita hace veinte años», es la siguiente, -que traduzco literalmente:</p> - -<p class="c">LA RABIOSA</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">¡Quiero morder! ¡Retiraos!<br /></span> -<span class="i0">¡La noche cae sobre mi memoria<br /></span> -<span class="i0">Y la sangre sube a mis ojos locos!<br /></span> -<span class="i0">¡Ved! Mi boca, torcida y negra,<br /></span> -<span class="i0">Babea a través de mis cabellos rojos.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">Ya he hecho horribles hoyos<br /></span> -<span class="i0">En mis dos pobres manos de marfil,<br /></span> -<span class="i0">Y he golpeado mi cabeza a fuertes golpes.<br /></span> -<span class="i5">¡Quiero morder!<span class="pagenum"><a name="page_070" id="page_070"></a>{70}</span><br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">Calmaría mi sed en vuestros cuellos<br /></span> -<span class="i0">Si pudiese todavía beber.<br /></span> -<span class="i0">¡Oh! Siento en mi mandíbula<br /></span> -<span class="i0">Una rabia abominable:<br /></span> -<span class="i0">¡Por favor! ¡Atrás! ¡Retiraos!<br /></span> -<span class="i5">¡Quiero morder!<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Se comprende que, después del horroroso desenlace del accidente de que -fué víctima su esposa, y más templada que nunca la sed ardiente de sus -nervios, haya sentido el postrer estallido, y antes que en el suicidio, -que tanto temía, como lo revela en varios de sus viejos versos, antes -que en la muerte, se haya hundido en la locura, haya caído en el -manicomio.</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Oh! comme je comprends l’amour de Baudelaire<br /></span> -<span class="i0">Pour ce grand Ténébreux qu’on lit en frissonnant!<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p class="nind">dice alguna vez, hablando de Edgar Poe. «Los malos maestros», diría con -razón Jean Carrère. En otra parte escribe:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">A force de songer, je suis au bout du songe;<br /></span> -<span class="i0">Mon pas n’avance plus pour le voyage humain,<br /></span> -<span class="i0">Aujurd’hui comme hier, hier comme demain.<br /></span> -<span class="i0">Rengaine de tourment, d’horreur et de mensonge!<br /></span> -<span class="i0">Il me faut voir sans cesse, où que mon regard plonge,<br /></span> -<span class="i0">En tous lieux, se dresser la Peur sur mon chemin,<br /></span> -<span class="i0">Satan fausse mes yeux, l’ennui rouille ma main,<br /></span> -<span class="i0">Et l’ombre de la Mort devant moi se prolonge.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>El Miedo y la Muerte, por siempre. Y sus dedicatorias... a Barbey, a -Bloy, a Rops, a Charles Buet,<span class="pagenum"><a name="page_071" id="page_071"></a>{71}</span> al doctor Julien... Seguramente Rops -pintó su «Bebedora de ajenjo» por los versos que Rollinat dedicara a -aquel médico. Quisiera traduciros el rondel de «La locura», -profético..., como el «Mal de ojo»... o el «Horóscopo», en que</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">... soudain, de dressant dans la brume<br /></span> -<span class="i5">Devant mes pas,<br /></span> -<span class="i0">Un long Monsieur coiffé d’un chapeau haut de forme<br /></span> -<span class="i5">Me dit tout bas<br /></span> -<span class="i0">Ces mots qui s’accordaient avec la perfidie<br /></span> -<span class="i5">De son abord:<br /></span> -<span class="i0">—Prenez garde; car vous avez la maladie<br /></span> -<span class="i5">Dont je suis mort.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Pero no dejaré de transcribir íntegro el «Epitafio», que es de una -horrible actualidad y que hará meditar a los reflexivos:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Quand on aura fermé ma bière<br /></span> -<span class="i0">Comme ma bouche et ma paupière,<br /></span> -<span class="i0">Que l’on inscrive sur ma piérre:<br /></span> -<span class="i0">—«Ci-git le roi du mauvais sort.<br /></span> -<span class="i0">»Ce fou dont le cadavre dort<br /></span> -<span class="i0">»L’afreux sommeil de la matière,<br /></span> -<span class="i0">»Fremit pendat sa vie entière<br /></span> -<span class="i0">»Et ne songea qu’au cimetière.<br /></span> -<span class="i0">»Jour et nuit, par toute la terre,<br /></span> -<span class="i0">»Il traina son cœur solitaire<br /></span> -<span class="i0">»Dans l’epouvante et le mystêre,<br /></span> -<span class="i0">»Dans l’angoisse et dans le remord.<br /></span> -<span class="i0">»Vive la mort! Vive la mort!<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_072" id="page_072"></a>{72}</span></p> - -<p>Sin embargo, en la última página de su tremendo libro se le escapa, a -pesar de su obsesión malsana, un clamor que pide piedad: <i>Mon Dieu</i>... -Dios haya, por fin, en la eternidad, libertado del dolor el alma del que -fué condenado en vida, y salve a los poetas de buena voluntad del -imperio de Las tinieblas enemigas.</p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-072.jpg" width="193" height="177" alt="" title="" /> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_073" id="page_073"></a>{73}</span></p> - -<h2><a name="ALGUNAS_NOTAS_SOBRE_JEAN_MOREAS" id="ALGUNAS_NOTAS_SOBRE_JEAN_MOREAS"></a> -<img src="images/illus-073.jpg" width="404" height="137" alt="ALGUNAS NOTAS SOBRE JEAN MOREAS" title="" /> -<br /> -<span class="caption">ALGUNAS NOTAS SOBRE JEAN MOREAS</span> -</h2> - -<p class="nind"><span class="letra"><img src="images/drop-e.png" -width="70" -height="74" -alt="E" - class="drop-cap" /></span>N el antiguo teatro de Orange, junto a los viejos muros que el Rey Sol -llamaba los más bellos de su reino, al amparo de las divinidades -antiguas que protegieron la civilización helénicorromana, Jean Moreas, -poeta francés, de sangre griega, hace en estos momentos renacer la -gloria de los ilustres coturnos, renovando en sonoros y soberbios versos -a su antepasado Eurípides, y cumpliendo una vez más, en la fuerza de su -otoño, la promesa armoniosa de antes, por la cual las abejas de Grecia -libarían una miel francesa.</p> - -<p> </p> - -<p>Hace diez años tuve el honor de hablar por primera vez en nuestra -América del talento y de la obra de Jean Moreas. Llegaba yo a Buenos -Aires, como cónsul general de Colombia, <i>vía</i> París... En este soñado -París había recogido las impresiones espirituales que más tarde fueron -<i>Los Raros</i>. Iba con cosecha<span class="pagenum"><a name="page_074" id="page_074"></a>{74}</span> de ilusiones y amables locuras... Mi -sueño, ver París, sentir París, se había cumplido, y mi iniciación -estética en el seno del simbolismo me enorgullecía y me entusiasmaba... -Juraba por los dioses del nuevo parnaso; había visto al viejo fauno -Verlaine; sabía del misterio de Mallarmé, y era amigo de Moreas. ¡Amigo -de Moreas! Esto me llenaba ampliamente. Porque sabía que el poeta había -nacido en Grecia y solía encontrar en los senderos de los bosques, -adonde iba a soñar, sátiros velludos que remedaban a Hércules, armados -de ramas nudosas. ¡Cómo ignoran todo esto los profesores!</p> - -<p>¿Cómo conocí a Moreas? Gómez Carrillo trabajaba entonces en casa del -temible editor Garnier, y yo lo veía con la frecuencia que deseaba. El -era ya gran conocedor del barrio Latino y muy mezclado a la entonces -hirviente bohemia intelectual de <i>La Plume</i>. Conocía a casi todos los -miembros de los cenáculos de la época; sabía yo su intimidad con -Verlaine, Tailhade y otros. Así, cuando un día se me apareció y me dijo: -«Esta noche lo espera Moreas; vendré a buscarlo», se lo agradecí muy -vivamente.</p> - -<p>Esa noche me esperaba Moreas y Carrillo fué a buscarme. Encontramos al -poeta del <i>Pelerin Passionné</i> en un café del barrio, creo que en el -Vachette. Estaba a su lado su entonces compañero menor y ayudante en sus -líricas campañas, Maurice Duplessis. Y encontré a un Moreas sereno, -sonoro, admirable parlante, amable, noblemente fraternal, sin buscar ni -admitir la familiaridad cara a los irreflexivos y a los insensatos. Y -como le dijese que el<span class="pagenum"><a name="page_075" id="page_075"></a>{75}</span> holandés Bijvanck acababa de publicar un libro en -que se trataba de la leyenda moreana—vanidad cómica, frases -asustadoras, autolatría—, me dijo simplemente con su voz de bronce, del -profesor de Hilversum: «Ce monsieur est un imbécile!» Hablamos toda esa -noche de arte, de ideal, de belleza—es decir, él habló... Como cerraron -el Vachette, nos fuimos a otra parte, y luego a otra. A las seis de la -mañana estábamos comiendo almendras verdes en los Halles... Todo eso es -el pasado—¡ah!, como mi fresca juventud.</p> - -<p>Las páginas que publiqué en <i>La Nación</i> sobre Moreas fueron hechas en el -mar, en la travesía. Llevaba mis apuntaciones y mis recuerdos recientes -y la grata sensación de aquella generosa intelectualidad. Confieso que -jamás he encontrado un alma ni más augustamente firme, ni más poseída de -la fuerza de su propio conocimiento, ni más elevada en su concebir la -vida, ni más pura en su humanidad, que el alma límpida, ínclita y -piadosa de Jean Moreas. Es asombroso cómo ha podido conservar su -diafanidad y su excelsitud ese espíritu de excepción en esta ciudad de -las duras intrigas, de las crespas batallas; los roces ásperos no han -hecho más que abrillantar sus facetas, como a las piedras finas. Primero -sonrieron de él la rutina y la inepcia; luego le atacaron la rivalidad y -la envidia. El siguió adelante. Procuró expresarse, manifestarse mejor -siempre. No solicitó el éxito, no cortejó a la <i>réclame</i>. Desdeñó cetros -de pasajeros instantes literarios. Dejó pasar los cortejos, las máscaras -que desaparecen...<span class="pagenum"><a name="page_076" id="page_076"></a>{76}</span> Y modificándose, mejorándose, siempre siendo el -mismo, cultivó su maravilloso jardín, que por un lado confina con la -selva y por el otro con el mar, la selva sagrada, en donde están sus -abejas del Himeto, y la vital Thalassa, por donde pasó la nave Argos. Y -así, con su modestia más orgullosa que el continente de todos los reyes, -fué simplemente, tranquilamente, haciendo de su vida el poema principal -de sus poemas, de la meditación su más sincera inspiradora y de su -íntimo consejo su más bella coraza de oro homérico. Retirado en una casa -que está cerca del campo, ha hecho sus magistrales <i>Stances</i> y ha -concluído su <i>Iphigénie</i>, la desde hace tanto tiempo anunciada e -incubada tragedia. El no buscó nunca a nadie, no pidió jamás nada. A su -retiro le fué a buscar, hace más de un año, la Legión de Honor. Y hoy, -con el triunfo de Orange, lejos ya las luchas de escuelas, desaparecidos -en la historia de las letras francesas los buenos combates de los -simbolistas y decadentes, aclarado el campo intelectual, surge -definitiva la figura del lírico resucitador de las hermosuras clásicas, -del admirador de los antiguos coros, de quien nos viene a decir en pleno -siglo de decadencia moral y de derrotas estéticas la palabra de la -Belleza eterna, la lección de virtud y de sacrificio, el canto de -heroísmo y de gracia robusta que la tierra del Arte indestructible ha de -recordar por los siglos de los siglos al agitado espíritu del mundo.</p> - -<p>Sus victorias actuales no le deben hacer olvidar ni menospreciar sus -primeras victorias. No hay que<span class="pagenum"><a name="page_077" id="page_077"></a>{77}</span> renegar de la juventud. Las <i>Syrtes</i>, el -<i>Pelerin</i>, las obras primigenias, inician la obra por venir, la obra -presente. Nuestros primeros actos afirman nuestras decisiones futuras. -Mejorarse no es contradecirse. Simplificarse no es desdecirse. Cada -momento tiene su fórmula, tiene su expresión. Cada estación la -naturaleza es distinta en sus manifestaciones. Y no hay mejor -certificación y aprobación de la espiga dorada que el pan—o la hostia.</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">Paris, je te ressemble; un instant le soleil<br /></span> -<span class="i0">Brille dans ton ciel bleu, puis sudain c’est la brume,<br /></span> -<span class="i0">Au vent septentrion si tu te fais pareil,<br /></span> -<span class="i0">Tu passes les pays que le zéphyr parfume.<br /></span> -<span class="i2">Triste jusqu’à la mort, en même temps joyeux,<br /></span> -<span class="i0">Tout m’est concours heureux et sinistre présage;<br /></span> -<span class="i0">Sans cause l’allegresse a pleuré dans mes yeux,<br /></span> -<span class="i0">Et le sombre destin sourit sur mon visage.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Moreas llama a la fatalidad necesidad. Digamos, pues, que es necesario -que haya hombres como Moreas, poetas como Moreas, que vivan en París, -que se parezcan a París y que de repente digan palabras universales, -sentimientos totales, logos substancial, verbo de humanidad: «Hélas! que -le soleil est doux!», clama una de sus heroínas. Y eso que es tan -sencillo, que lo puede decir el primer ciego que pase por la calle, es -en la trágica estrofa acuñado para la relativa eternidad de las letras.</p> - -<p>Cuando he vuelto a París a establecerme—por siempre—no he procurado -buscar con frecuencia a mi amigo de antaño. Sé lo que tienen de -impertinente<span class="pagenum"><a name="page_078" id="page_078"></a>{78}</span> la admiración intempestiva y la solicitud irrazonada. Por -otra parte, no busco ni visito a nadie, y esta es una mala condición de -mi carácter en mis tareas. No he sido hecho para la visita ni fabricado -para la <i>interview</i>. Tanto peor para mí, que no he gozado de la -familiaridad de los <i>chers maîtres</i>. No obstante, a Moreas le he vuelto -a ver. Triste, con su melancolía altiva y con sus canas. Allí, en el -café Napolitaine, junto a Mendes, viejo, junto a Courteline y otros -señores de la literatura y periodistas grandes y pequeños. Y Moreas, -notaba yo, no estaba en su centro. Después, juntos, y con Carrillo—¡un -Carrillo cuán otro!—con Duplessis—¡un Duplessis cuán cambiado!—hemos -solido recordar las horas de hace diez años, cuando pasé para Buenos -Aires, cargado de ilusiones y de sueños, y fuimos a comer almendras -verdes a los mercados, una mañana de Mayo, en que nacía dulce el sol.</p> - -<p>La <i>Iphigénie</i> actual estaba ya empezada en aquellos días. En tal -ocasión dije que el poeta preparaba una pieza para la Comedia Francesa, -y que, dados sus antecedentes, era dudosa la aceptación. Aquella pieza -es la tragedia actual, que, de seguro, de la antigua memorable escena -del teatro romano de Orange, pasará al primer escenario de Francia.</p> - -<p>Gloria sea dada al severo ordenador de admirables escenas y al siempre -magnífico rimador de perfectos versos. No creáis que es exageración -deciros que los versos de Moreas—los mejores de Moreas—son superiores -a los de los más inconmovibles clásicos de la literatura francesa. Este -descendiente de<span class="pagenum"><a name="page_079" id="page_079"></a>{79}</span> los Píndaros y de los Sófocles se expresa con singular -majestad en el verbo de los Racine y de los Chenier, y he aquí también -uno que mamó leche amaltea y dijo en la mejor lengua de Francia el -decoro y la potestad del dios cuyo arco es argentino.</p> - -<p>Leed estos fragmentos, llenos de majestad verbal y de sabia armonía. -Esto es del coro del quinto acto:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">Iphigénie, hélas! c’est pour une autre fête<br /></span> -<span class="i5">Où couléront des pleurs<br /></span> -<span class="i0">Que les Grecs vont mêler les boucles de ta tête<br /></span> -<span class="i5">D’un chapelet de fleurs<br /></span> -<span class="i0">Telle, en riche apparat, victime couronnée,<br /></span> -<span class="i5">Pour désarmer le ciel,<br /></span> -<span class="i0">Une pure génisse à la peau tachetée<br /></span> -<span class="i5">S’approche de l’autel,<br /></span> -<span class="i0">Noble vierge d’Argos, dans la verte prairie<br /></span> -<span class="i5">Près des courantes eaux,<br /></span> -<span class="i0">Au milieu des bouviers tu ne fus pas nourrie<br /></span> -<span class="i5">Au son des chalumeaux.<br /></span> -<span class="i0">Tu croissais sage et belle; une reine, ta mère,<br /></span> -<span class="i5">Avec un soin jaloux,<br /></span> -<span class="i0">T’élevait pour te voir dans le palais prospère<br /></span> -<span class="i5">D’un prince ton époux.<br /></span> -<span class="i0">Et pourtant, ô malice où le monde s’obstine!<br /></span> -<span class="i5">Une brutale main<br /></span> -<span class="i0">Avec le fer aigu fera de la poitrine<br /></span> -<span class="i5">Jaillir ton sang humain.<br /></span> -<span class="i0">Ah! comment l’incarnat qui pare ton visage<br /></span> -<span class="i5">D’un charme virginal.<br /></span> -<span class="i0">Et la fierté décente et la fleur de ton âge<br /></span> -<span class="i5">Sauraient vaincre le mal,<span class="pagenum"><a name="page_080" id="page_080"></a>{80}</span><br /></span> -<span class="i0">Puisque l’ambition, la fraude et l’impudence,<br /></span> -<span class="i5">Le vice injurieux<br /></span> -<span class="i0">Ont fait que les mortels sont livrés sans défense<br /></span> -<span class="i5">A la haine des dieux!<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Y esto de Ifigenia al coro:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Et vous, femmes, quittant le deuil et le regrets<br /></span> -<span class="i0">Vous ferez retentir des chants qui seront dignes<br /></span> -<span class="i0">D’Artemis au grand cœur qui lance au loin ses traits<br /></span> -<span class="i0">Et parcourt sur un char Claros féconde en vignes.<br /></span> -<span class="i0">Où sont les vases d’or et les libations?<br /></span> -<span class="i0">Que la flamme à l’autel consume lés offrendes.<br /></span> -<span class="i0">O rapide Artemis qui règnes sur les monts,<br /></span> -<span class="i0">Je donne sans trembler le sang que tu demandes.<br /></span> -<span class="i0">Voici ma chevelure et mon front virginal;<br /></span> -<span class="i0">Venez, couronnez-moi de fleurs et de feuillage.<br /></span> -<span class="i0">Jeunes femmes, frappez le sol d’un pas égal<br /></span> -<span class="i0">En célébrant ma mort comme un heureux présage.<br /></span> -<span class="i0">Je triomphe de Troie et fais tomber à bas<br /></span> -<span class="i0">Sa forte citadelle et sa muraille antique,<br /></span> -<span class="i0">Et pour fixer enfin la chance des combats,<br /></span> -<span class="i0">J’efface de mon sang l’oracle prophétique.<br /></span> -<span class="i0">O retraites d’Aulis, ô bords, golfe profond,<br /></span> -<span class="i0">Je vous devrai la gloire! Argos, ô ma patrie,<br /></span> -<span class="i0">Pour un illustre exemple et ce destin, qui sont<br /></span> -<span class="i0">Présens des immortels, Argos, tu m’as nourrie?<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>La prensa celebra la victoria de Moreas, los críticos oficiales lo -saludan, su nombre adquiere de pronto popularidad. A la representación -de la obra, a la par de los letrados parisienses que fueron a aplaudir a -Silvain-Agamemnon, a Lambert fils Aquiles,<span class="pagenum"><a name="page_081" id="page_081"></a>{81}</span> y a la brava Luisa Silvain, -y a la joven y brillante Roch, y a la clamorosa Tessandier, asistieron -campesinas de los contornos, que lloraron de veras, bajo sus cofias -blancas, por las desventuras de la dolorosa Ifigenia.</p> - -<p>¡Y Moreas, como siempre, solitario soñador de armoniosos sueños, sigue -su camino en la austera melancolía de su vida, sin profanar el don -divino que recibió con la luz en su tierra maternal y gloriosa, poeta, -poeta siempre, señor de los cisnes, dueño del laurel verde!</p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-081.jpg" width="180" height="154" alt="" title="" /> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_082" id="page_082"></a>{82}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_083" id="page_083"></a>{83}</span></p> - -<h2><a name="A_PROPOSITO_DE_Mm_DE_NOAILLES" id="A_PROPOSITO_DE_Mm_DE_NOAILLES"></a> -<img src="images/illus-083.jpg" width="401" height="151" alt="A PROPÓSITO DE Mm. DE NOAILLES" title="" /> -<br /> -<span class="caption">A PROPÓSITO DE Mm. DE NOAILLES</span> -</h2> - -<p class="nind"><span class="letra"><img src="images/drop-a.png" -width="70" -height="71" -alt="A" - class="drop-cap" /></span>CABO de cerrar el libro de versos que ha publicado una alta dama -francesa, la condesa Mathieu de Noailles. Se titula <i>L’Ombre des jour</i>, -y viene después de otro: <i>Cœur innombrable</i>. Este flordelisado -volumen de cosas bonitas, tiernas, melancólicas, femeninas, es un libro -de mujer moderna con alma antigua. La condesa de Noailles reconcilia con -la literatura de cabellos largos, del sexo vilipendiado intelectualmente -por Schopenhauer. No recuerdo si M. Han Ryner, en su «masacre» de -Amazonas, ha escalpado también esta preciosa cabeza; si lo ha hecho, no -le será perdonado, pues el mismo Barbey, condestable feroz ante una -media azul, encontraría que las que ahora me ocupan son de color de -rosa—a menos que no fuese la fina piel de una ninfa, libre de toda -malla, húmeda aun de su preferida fuente.</p> - -<p>La condesa de Noailles no es una <i>basbleu</i>. Es una bella flor humana -llena de mental esencia,<span class="pagenum"><a name="page_084" id="page_084"></a>{84}</span> que se exterioriza en formas de armonía. Es -una rara perla perfumada, como las del mar de Ormuz. Es una aparición de -figura poética y legendaria en pleno París del siglo <small>XX</small>. Es una joven -exquisita, de veinte años, divina de frescura y gracia, que demuestra -simplemente que se puede tener un nombre ilustre, un marido, un -automóvil, vestirse en la calle de la Paix y poner su alma cantante y -soñadora en las alas de los versos. Nada tiene que ver esta sacerdotisa -apolínea, o pánica, con los pantalones del feminismo. Ella vaga en los -bosques, comunicando, ronsardizando, como antaño, en la libertad de su -naturaleza:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">Car dans ce temps, haute et paisible<br /></span> -<span class="i0">La Nature, ses bois, ses eaux,<br /></span> -<span class="i0">N’avalent pas cette ame sensible<br /></span> -<span class="i0">Qui plus tard fit pleurer Rousseau.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Lelianiza también; pues no teme acercarse desde su morada heráldica a -coger las flores sinceras y modernísimas del pobre Lelián. ¡Una dama -aristocrática, honorable, adorable, que frecuenta a Verlaine! ¿Qué -dirían entre nosotros, y en otras partes, los que solamente ven del -desdichado fauno la máscara socrática y la repugnante ebriedad? La -condesa de Noailles es verlainiana en su sencilla delicadeza. El encanto -natural, la comunicación secreta e íntima con el Universo, de manera que -el espíritu propio se confunda con el espíritu del mundo, la conciencia -de que nuestra voz es una<span class="pagenum"><a name="page_085" id="page_085"></a>{85}</span> unidad individual en voz total infinita, y -que nuestro minúsculo espejo interior es en realidad tan vasto que en él -se mira todo lo que existe, hacen que del jardín lírico de esta singular -poetisa vuelen al azul muy maravillosas alondras. Ella canta a Príapo, -dios de los jardines; y la ignorancia tiembla creyendo renovada la oda -de Pirrón. Canta la eternamente nueva canción de las florestas -primaverales, de los frescos verjeles, de las flores recién nacidas, de -los nidos, de la hermosura melodiosa de un momento matutino; y la gloria -y la alegría de amar, razón y triunfo inmenso de la vida. Y se -singulariza en la campaña francesa, en las ciudades y aldeas de su -patria, en donde encuentra una revelación de ensueño o un motivo de -atracción. Y siempre es el alma amante en el cuerpo amoroso, que vibra -al soplo del armonioso viento. Dice todo lo que ve y todo lo que siente. -Se siente amada y lamenta el paso del tiempo, porque con él se irán su -juventud y su sed de amor:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Pourtant tu t’en iras un jour de moi, jeunesse,<br /></span> -<span class="i0">Tu t’en iras, tenant l’Amour entre tres bras.<br /></span> -<span class="i0">Je souffrirai, je pleurerai, tu t’en iras,<br /></span> -<span class="i0">Jusqu’à ce que plus rien de toi ne m’apparaisse.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Ronsard se consolaba con ser leído <i>a la chandelle</i> por la amada -envejecida; y Ponsard—¡hay distancia!—dijo la misma cosa en un soneto -a la famosa Ratazzi. La musa, cuyos versos celebro, desea «ser amada -después de la muerte», y dice:<span class="pagenum"><a name="page_086" id="page_086"></a>{86}</span></p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Et qu’un jeune homme alors, lisant ce que j’écris,<br /></span> -<span class="i0">Sentant par moi son cœur emu, troublé, surpris,<br /></span> -<span class="i0">Ayant tout oublié des compagnes réelles,<br /></span> -<span class="i0">M’accueille dans son âme el me préfère à elles.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Hay un admirable estudio del conde Robert de Montesquiou-Fezensac sobre -los inconvenientes de los nobles y grandes señores que se dedican a -asuntos artísticos o literarios. Tienen, desde luego, la oposición de -las gentes de su casta, que no son por lo general muy dadas a cosas del -espíritu, desde los tiempos en que la nobleza ostentaba como un lujo la -ignorancia. Los artistas, por su lado, no los acogen sino con cierta -hostilidad, quizá consecuencia de la antigua humillación del mecenismo. -La clase poderosa, que ve la superioridad intelectual como una fuerza -que no posee, opone su indiferencia o su desdén. Son dos elementos -contrarios, difíciles de unir, sin llegar a las utopías de Rebell. El -público, a su vez, acoge casi siempre la producción del autor -blasonado—en nuestros países el rico autor—como labor de <i>dilettante</i>, -como ocio de aficionado. En muchos casos hay gran razón, pero suele -haber injusticia. En cuanto a la dama, a la mujer de alcurnia, que se -atreve a tales empresas, las dificultades suelen ser mayores. La -sostenida inferioridad ancestral, la ligereza, las preocupaciones -mundanas, la maledicencia, la social inveterada hipocresía, el <i>flirt</i> -moderno, las atenciones de la moda, las influencias religiosas y la -agresividad intelectual masculina se presentan ante las tentativas de -una<span class="pagenum"><a name="page_087" id="page_087"></a>{87}</span> vocación. Se necesita ser una voluntad, un carácter, para oponerse -a todo eso, para luchar, para vencer. En todas partes del mundo ha -habido y hay las brillantes excepciones que confirman la regla. No me -refiero, de ningún modo, a las agitadas y sonoras <i>viragos</i> del -feminismo militante.</p> - -<p>Sin pretender de ninguna manera sostener la vieja cuestión teológica, yo -no creo en la igualdad espiritual del hombre y de la mujer. Obsérvese -que no hablo de inferioridad, sino de igualdad. La Naturaleza es la -sabia ordenadora y tiene sus leyes absolutas; en este caso la ley se -llama fisiología. No insistiré en el tema, que nos llevaría a puntos -delicados que conocen mis lectores y que han sido y son muy tratados -científica y cómicamente. Creo, sin embargo, en que, así como hay -hombres de alma femenina, hay mujeres de alma e inteligencia masculinas.</p> - -<p>A decir verdad, no es simpático el tipo de la literata, de la -marisabidilla, de la cultilatiniparla de nuestro tiempo. Ni la de tiempo -alguno. En todo caso, quedémonos con las cortesanas artistas de la -antigüedad, con las sutiles inspiradas de todos los tiempos, pero en -ningún caso con lo que significa la palabra española marimacho. Cuando -se toca de cerca a la cuestión doméstica, seamos más explícitos, y -digamos con el excelente Chrisale:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">J’aime bien mieux pour moi qu’en épluchant des herbes,<br /></span> -<span class="i0">Elle accommode mal les noms avec les verbes,<br /></span> -<span class="i0">Et redise cent fois un bas et méchant mot,<br /></span> -<span class="i0">Que de brûler ma viande ou saler trop mon pot,<br /></span> -<span class="i0">Je vis de bonne soupe et non de beau langage.<br /></span> -<span class="i0"><span class="pagenum"><a name="page_088" id="page_088"></a>{88}</span><br /></span> -</div></div></div> - -<p>Sería, es indudable, mucho mejor tener ambas cosas, buen lenguaje y -buena sopa. No sólo de pan vive el hombre. Podría argüirse que las -bellas y honestas damas que se dedican a la literatura están rodeadas de -los esplendores de la fortuna; y, por lo tanto, no tienen nada que ver -con los puntos de media y con las cacerolas. Al contrario, toda -verdadera alta dama de antaño, como de ahora, se conoce en esto; en que -no por el cuidado de su belleza y por la distinción de su jerarquía ha -dejado en abandono el capítulo importante y clásico de los asuntos -caseros, desde la reina Penélope hasta la reina Victoria. Y luego, se -puede escribir el <i>Heptameron</i> y hacer los ricos platos de dulce que -sabía confeccionar la Margarita de las Margaritas. Hay una larga serie -de madamas que han dejado muy buenas obras y que han sido muy -hacendosas. Se habla de la sopa de coles de Mme. Dacier, una sopa -famosa, aunque no tanto como la traducción de Homero de esa misma -señora. La Scudery, la de Deshouillers, la de Genlio, la de Maintenon, -la de Sevigné, la de Staël, muy plausibles mujeres de su casa. Les -faltaría ortografía a algunas; pero orden doméstico, economía y ojo -listo, eso no.</p> - -<p>Lo que no es aceptable son las ridículas impertinentes, las excesivas -Filamintas, las que se deleitan con Trissotin y quieren abrazar a Vadius -por amor del griego. Hoy no hay muchas de éstas, dado que el griego hay -muy pocos Vadius que lo sepan. Pero hay la <i>snob</i>, la decadente, la -wagnerista, la partidaria{89} del amor libre, la Eva nueva, la doctora -escandinava ibseniana y la estudiante rusa que tira balazos. Confieso -que prefiero las preciosas, que me quedo con Filaminta, con Belisa y con -Armanda.</p> - -<p>No hay en Francia la cantidad de <i>authoresses</i> que en Inglaterra y los -Estados Unidos; pero hay una gran cantidad de mujeres que escriben, -autoras de libros científicos, sabias como Clémence Royer, que ha muerto -hace poco, periodistas valientes y ágiles, novelistas, poetisas, fuera -de las grandes damas que hacen política, y conservan los pocos, los -raros salones semejantes a los que antes tuviera una madame de Girardin, -o, más recientemente, Mme. Adam.</p> - -<p>Unas cuantas personalidades se destacan en el copioso grupo. Cierta -revista muy mundana—<i>Femina</i>—ha propuesto como tema de un concurso, a -sus suscriptoras, la elección de una Academia de mujeres francesas, -paralela a la de los cuarenta. Hace algunos años esa misma cuestión fué -actualidad, y se hizo una lista de las que resultaron elegidas en -plebiscito: Mmes. Edmond Adam, Marie-Anne de Bovet, condesa Colonna, -Jeanne Chauvin, Judith Cladel, Alfonso Daudet, Dieulafoy, Judith -Gautier, M. L. Gagneur, Eugène Garcin, Henry Greville, Gyp, Manœel de -Grandfor, Robert Halt, Paulina Kergomard, Leconte de Nouy, Jean -Laurenty, Nelly Lieutier, Daniel Lesueur, Max Lyan, Jeanne Mayrel, -Hector Malot, Michelet, Marni, Luisa Michel, María Mangeret, Mesureur, -Mendès, María L. Néron, de Peyrebrune, Rachilde, Rostand, Clémence{90} -Royer, Ratazzi, G. Rénard, Mary Summer, Séverine, Simonne Arnaux, Marcel -Tinayre, Vincens. Algunas de ellas han muerto, pero los huecos podrían -llenarse. Solamente, si tal Academia llegara a realizarse, sería uno de -los mayores triunfos del ridículo en la historia de las ocurrencias -humanas. Ya hay bastante con el que ha caído durante tanto tiempo sobre -la de «inmortales» varones. Entre todos esos nombres los hay dignos de -la mayor estimación y aun admiración, y los hay medianos y casi -desconocidos. No puede haber parangón alguno entre, por ejemplo, Judith -Gautier y la señora Malot, entre Rachilde y la señora Tinayre. ¡Así -sucede bajo la Cúpula!</p> - -<p>Las cabezas femeninas que más brillan, son, ante todo, las de esas dos -admirables luchadoras que van a la acción, que ponen voluntad y talento -al servicio del bien, la ardorosa Luise Michel, o la pacificadora -<i>Severine</i>. Luego vienen las de puro intelecto, las imaginativas y -ultrapensantes; en un exceso de vitalidad y de fuerza, esa rara Mme. -Vallete, o sea <i>Rachilde</i>, aparece como el cerebro femenino más -complicado y vigoroso, no sólo de su siglo, sino de todos los siglos. -Hace unos diez años escribía yo de ella un retrato, en que mis -entusiasmos de entonces iban hacia la parte extrañamente diabólica y -misteriosamente pecadora de su obra. Hoy, con mayor reflexión, no veo ya -a la escritora sadista—<i>Sade toujours</i>—, a la juglaresa incendiaria, -sino a la sesuda y terrible filósofa, a la formidable destructora, a la -Sybila de la anarquía, cuyas ideas,{91} hoy manifestadas en nuevas novelas, -o en críticas singulares, se puede no seguir, pero no se puede dejar de -admirar.</p> - -<p>Después están las estudiosas, como Lucía Félix Faure; las «maestras», -como Judith Gautier. Y luego las musas, para coronar el pensamiento -femenino francés. La deliciosa señora del doctor Mardrus, nacida entre -la obra hermética y mágica de Mallarmé y los cuentos árabes que su -marido ha vertido, esas <i>Mil noches y una noche</i>, de los que parece -emergida. La señora de Rostand, que dicen que tiene más talento que el -autor de <i>Cyrano</i>; la señora de Mendès, bella, que hace versos -hechiceros, y que antes se llamaba Claire Sidoine, y algunas otras que -no nombro. Pero ¿cómo olvidar el talento especial de esa temible <i>Gyp</i>? -Hay, por último, una novelista de actualidad, alabada por los -periódicos, y que es bella, muy bella: me refiero a Jeanne de la -Vaudère. Aseguran que sus libros se venden mucho, y que está de moda en -los salones. No hay nada más intencionalmente obsceno, ni más -desprovisto de arte, que las lucubraciones de esta distinguida joven de -letras.</p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-091.jpg" width="180" height="96" alt="" title="" /> -</div> - -<p> -<span class="i0"><span class="pagenum"><a name="page_092" id="page_092"></a>{92}</span><br /> </span> - -<span class="i0"><span class="pagenum"><a name="page_093" id="page_093"></a>{93}</span><br /></span> -</p> - -<h2> <a name="NINAS-PRODIGIOS" id="NINAS-PRODIGIOS"></a> -<img src="images/illus-093.jpg" width="399" height="140" alt="" title="" /> -<br /> -<span class="caption">NIÑAS-PRODIGIOS...</span></h2> - -<p class="nind"><span class="letra"><img src="images/drop-s.png" -width="70" -height="69" -alt="S" - class="drop-cap" /></span>E han descubierto recientemente en Francia algunas niñas-prodigios; dos -de ellas poetisas. Una, Carmen d’Assilva, aun siendo de nombre -«portugais» y aun estando en Francia, da tristeza: tiene diez años, una -carita pálida, de grandes ojeras, y ha escrito cinco volúmenes de -cuentos, un volumen de monólogos y de versos y siete piezas de teatros, -que ha representado ella misma... Es miembro de la «Societé des gens de -lettres» y de la «Societé des auteurs dramatiques» desde los nueve años. -Sardou le escribió: «Sois el autor más joven que se conoce, hija mía; os -felicito y os estimulo a que sigáis produciendo mucho, respetando -también los estatutos de nuestra Sociedad, que os remito.» Es de tenerle -lástima... La otra es Mlle. Antoni Coullet, de diez años también, y de -un talento indudablemente superior al de la anterior, aunque no haya -producido tanto. Coppée está encantado{94} de ella y ha hecho que Lemerre -le publique un tomito de versos, entre los cuales los hay lindos. Citaré -los siguientes, sin traducirlos, para que se pueda apreciar mejor la -facultad poética de esta niña:</p> - -<p class="c">SUR MON PORTRAIT</p> - -<div class="poetry"><div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">O vous! ne cherchez pas en ces trais la beauté.<br /></span> -<span class="i0">Il est des fleurs qui sont moins belles que la rose,<br /></span> -<span class="i0">Mais comme un papillon un court instant se pose,<br /></span> -<span class="i0">L’espoir des joies d’autruil sur elle est arrêté.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>He aquí algo muy verlainiano; e indudablemente a la autora no le han de -haber permitido conocer a Verlain:</p> - -<p class="c">VIEUX CARROSSES</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Aux temps lointains, où vos banquettes de velours,<br /></span> -<span class="i0">Frolaient le frais volant des blanches mousselines,<br /></span> -<span class="i0">Tandis qu’un chant sereint et doux de mandolines,<br /></span> -<span class="i0">Descendait lentament du faîte blanc des tours;<br /></span> -<span class="i0">Vous en avez tant vus, de satins et d’atours...!<br /></span> -<span class="i0">Le marchepied, usè par la haute bottine,<br /></span> -<span class="i0">Caresse, en souvenir, la mante incarnadine<br /></span> -<span class="i0">Et fait gémir le sable roux des vieilles cours...!<br /></span> -<span class="i0">Quand, au retour du bal, sous la mantille blanche,<br /></span> -<span class="i0">Et sous le grand col blanc, la large et plate manche,<br /></span> -<span class="i0">Une veine poudrée ouvrait vos rideaux clairs;<br /></span> -<span class="i0">Elle jetait au loin son evantail, et lasse,<br /></span> -<span class="i0">Fâle, elle s’étendait, noble et pleine de grace,<br /></span> -<span class="i0">Posant sur le velours sa main de rose chair.<br /></span> -<span class="i0"><span class="pagenum"><a name="page_095" id="page_095"></a>{95}</span>p/<br /></span> - -</div></div></div> - -<p>Y este otro soneto:</p> - -<p class="c">A LA JEANNE D’ARC, DE CHAPU</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Vers quel ange du ciel qui se montre à demi,<br /></span> -<span class="i0">Tournes-tu ton regard, dans la plaine boisée...?<br /></span> -<span class="i0">Calme et belle, à genoux, dans la fraiche rosée,<br /></span> -<span class="i0">Tu vois la France en deuil, vierge de Domrémy!<br /></span> -<span class="i0">Mais quelque séraphin ou quelque rêve ami<br /></span> -<span class="i0">Te montre, en vision, cette tombe embrasée<br /></span> -<span class="i0">Où tu laissas s’enfuir ta colère apaisée,<br /></span> -<span class="i0">Où tu mourus sereine, aux yeux de l’ennemi.<br /></span> -<span class="i0">Tous tes pas, vers le ciel, étaient marqués de mousse,<br /></span> -<span class="i0">Et sur ton front brillait une lueur si douce,<br /></span> -<span class="i0">Rayon qui s’échappa du sourire de Dieu!<br /></span> -<span class="i0">Ta gloire, en lac de sang, s’étendit sur la terre,<br /></span> -<span class="i0">Et dans un marbre pur, les hommes de ce lieu<br /></span> -<span class="i0">Voulurent te revoir, à l’ombre du mystere.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Ved la opinión del poeta de <i>Les Humbles</i>: «Cuando el padre y la madre -de Antonine Coullet me mostraron los versos de su niña y me dijeron que -la <i>authoress</i> tenía diez años, quedé estupefacto, como quedarán todos -los lectores. Pero a mi encantada sorpresa sucedió en seguida un -sentimiento de inquietud. Pensaba con tristeza, con piedad casi, en el -pequeño prodigio, en la niña fenómeno, y me imaginaba ya un rostro -melancólico y ajado, una inteligencia recalentada, un cerebro viejo -antes de tiempo. ¡Y bien, no! No se trata de ningún modo de una primicia -obtenida artificialmente, de una planta de estufa. Antonine Coullet no -ha aprendido nunca la prosodia, y no está aún muy segura de su -ortografía.<span class="pagenum"><a name="page_096" id="page_096"></a>{96}</span> Tiene buen aspecto, le gusta jugar, ha guardado intacta la -ingenuidad de su edad. Esta musa infantil es una verdadera niñita. -Solamente ella ha leído ya muchos versos, y por un don extraordinario -los ha hecho, naturalmente, sin darse cuenta, por decir así, como un -rosal da sus flores. Hace versos, y encontraréis en ellos, sin duda, -reminiscencias, palabras cuyo sentido no puede conocer, ideas que, -ciertamente, no comprende. Pero probadlos esos versos por la lectura en -alta voz, como se prueba la calidad de las monedas, haciéndoles sonar, y -reconoceréis que esos son buenos y bellos versos, armoniosos, llenos de -imágenes, en donde se estremece también muy a menudo una sensación -verdadera. Por mi parte quedo confundido ante tal precocidad. La palabra -«vocación», tan grave de pronunciar, sin embargo, me viene -espontáneamente a los labios. Hay que decir, como Chateaubriand después -de haber leído las primeras odas del jovencito Víctor Hugo: «¿Niño -sublime?» No; sería demasiado. Pero, viejo poeta, conmovido por el don -poético de esta niña, recuerdo que, a su edad, Mozart ha compuesto sus -primeras sonatas. Ese hombre de genio principió también como -niño-prodigio. Ante esta <i>mignonne</i> Antonine pienso en el pequeño -Wolfang, sentado al piano.»</p> - -<p>Yo creo que Coppée tiene razón en ponerse triste. Ante un caso semejante -al de la niña Antonine o la niña Carmen, hay que recordar que los -niños-prodigios, con muy raras excepciones, mantienen las promesas de su -infancia. Los demasiado amados de<span class="pagenum"><a name="page_097" id="page_097"></a>{97}</span> los dioses mueren brutos... todos -hemos visto a esos maravillosos compañeros de colegio que dejan -asombrados a los profesores; generalmente acaban de modestos -industriales o alcaldes de villa. En la mujer la precocidad es más -peligrosa aún. El fin de una superdespierta de diez años es terrible de -pensar... El <i>record</i> de la precocidad femenina creo que lo ha ganado -cierta niñita que, con motivo de una <i>enquête</i>, envió a una gran revista -mundana la carta siguiente: «Señora: Creo que estoy ya en edad de -casarme, y que soy muy capaz de ser una buena madre de familia. Os -confío a vos esto porque estudiais seriamente la cuestión, pero no me -atrevería a decirlo en mi casa. Sé bien que se me respondería: «¡Pero si -no tienes más que doce años!» ¡Como si esto fuese una razón! ¿Acaso no -se puede ser razonable a los doce años y adorar u ocuparse de un hogar y -de sus hijos? La edad no tiene nada que ver con el asunto; y tengo en mi -familia una tía de setenta y siete años a quien papá y mamá llaman «la -vieja loca» porque ha perdido toda su fortuna al juego de los -caballitos. Yo no tengo nada de loca. No creo en el <i>petit Noël</i>, ni en -las historias que hacen dormir y que se cuentan a los niños. Y si se me -dejara ponerme <i>en menage</i>, y... comprar niños, se haría mucho mejor que -obligarme a jugar todo el día con una muñeca que no puedo amar -verdaderamente «puesto que no sufre». Esa joya los padres podrán -apreciarla. Es un caso que hace pensar en la posibilidad de la -transmigración de las almas... Es un caso de teratología psíquica.<span class="pagenum"><a name="page_098" id="page_098"></a>{98}</span></p> - -<p>He hablado alguna vez de Jacqueline Pascal, la hermana del gran Blas. -Ella también fué un caso de temprana frondosidad mental, y deleitó con -sus lucubraciones primigenarias a las gentes de su tiempo. Tuvo también -algo que no tienen, por lo común, las niñas-prodigios: la belleza. -«Parfaitement belle, et la plus agréable du monde par la gentilesse de -son esprit et de son humeur à six ans elle est deja souhaitée partout», -dice en su biografía Mme. Perrier. La <i>petite</i> Pascal publicó, como la -<i>petite</i> Coullet de ahora, un volumen de versos. Pero no pensaba lo -mismo que esa mademoiselle de doce años que se quiere casar y comprar -hijos, y que no estima en nada la relación con sus muñecas. Jacqueline, -por el contrario, a pesar de que sabía que los hijos no se compran, -puesto que compuso un epigrama: «Sur le mouvement que la reyne a senti -de son enfant», no desdeñaba los juegos pueriles: «elle était sans cesse -après ses poupées». Se buscan en los primeros intentos las primeras -revelaciones del alma. Le dió la viruela y quedó horrible. Digna hermana -de su profundo hermano, sufrió con paciencia. Doce años tenía cuando -desempeñaba, a pesar de su cara picada, un papel en el <i>Amour -tyrannique</i>, de Scudery, y encanta al cardenal Le Richelieu, que decía -de la familia de Blas: «J’en veux faire quelque chose de grand». Luego -se gana en Rouen el premio anual discernido a la mejor composición sobre -la Concepción de la Virgen, y cambia versos nada menos que con -Corneille.</p> - -<p>Entre los grandes nombres femeninos de la historia<span class="pagenum"><a name="page_099" id="page_099"></a>{99}</span> no es la precocidad -un común distintivo; sin embargo, para saber en su tiempo lo que una -Oliva Sabuco de Nantes, hay que haber sido un prodigio de estudio y de -comprensión desde muy tierna edad. En Santa Teresa todo es más -intuitivo. En la tradicional cultura italiana hay ejemplos admirables. -Pongo por caso una famosa donna María Gaetana Agnesi, de quien el -canónigo Frisi escribió un entusiástico elogio. Júzguese por estos -datos: A los cinco años hablaba muy bien francés y estudiaba latín. A -los once, conocía perfectamente latín y griego. Escribió en esta lengua -un tratado de mitología y un léxico grecolatino de más de trece mil -voces escogidas. Además sabía el español, el hebreo, el alemán. Como -Cornelia Piscopia era un «oráculo <i>settilingue</i>». De Brosses, que la -conoció, escribía a su amigo el presidente Bonhier en una carta estos -párrafos deliciosos que merecen ser citados: «Debo darle noticia, mi -querido presidente, de una especie de fenómeno literario de que acabo de -ser testigo, y que me ha parecido «una cosa piú estupenda», que el Duomo -de Milán... Vengo de casa de la signora Agnesi. Se me ha hecho entrar en -un grande y bello salón, en donde he encontrado treinta personas de -todas las naciones de Europa sentadas en círculo, y la señorita Agnesi -sola con su hermanita en un canapé. Es una niña de diez y ocho a veinte -años, ni fea ni bonita, que tiene el aire muy sencillo y muy dulce. Nos -han traído mucha agua helada, lo que me pareció un preludio de buen -augurio. No esperaba, al ir allí, sino conversar ordinariamente con<span class="pagenum"><a name="page_100" id="page_100"></a>{100}</span> esa -señorita; en lugar de eso, el conde Belloni, que me llevaba, ha querido -hacer una especie de «acto» público: ha comenzado por dirigir a esa -jovencita una bella arenga en latín, para ser comprendido por todo el -mundo. Ella le ha contestado muy bien; después de lo cual se han puesto -a disputar en la misma lengua sobre el origen de las fuentes y sobre las -causas del flujo y reflujo que, como el mar, tienen algunas. Ella ha -hablado como un ángel sobre estas materias; yo nada he oído sobre eso -que me haya satisfecho tanto. Después, el conde Belloni me rogó que -disertara lo mismo con ella sobre el asunto que quisiese, con tal que -fuese un asunto filosófico o matemático. He quedado estupefacto al ver -que me era preciso arengar de improviso y hablar durante una hora en una -lengua que uso tan poco. Sin embargo, sea lo que sea, le he hecho un -hermoso cumplimiento; después hemos disputado, primero, sobre el modo -con que el alma puede ser impresionada por los objetos corporales, y -cómo éstos se comunican con los órganos del cerebro; y en seguida sobre -la emanación de la luz y sobre los calores primitivos. Loppin ha -disertado con ella sobre la transparencia de los cuerpos y sobre las -propiedades de ciertas curvas geométricas, de lo cual no he comprendido -nada. El le habló en francés y ella le pidió permiso para contestarle en -latín, temiendo que los términos de arte no fuesen fáciles de recordar -en lengua francesa. Habló a maravilla sobre todos esos temas, sobre los -cuales no estaba más prevenida que nosotros. Es muy apegada a la -filosofía<span class="pagenum"><a name="page_101" id="page_101"></a>{101}</span> de Newton, y es cosa prodigiosa ver a una persona de su edad -comprender tan bien puntos tan abstractos. Pero, por mucho que me haya -asombrado su doctrina, más me asombra oirla hablar latín, lengua que -seguramente no debe usar mucho, con tanta pureza, facilidad y -corrección. Después que le hubo contestado a Loppin, nos levantamos, y -la conversación se hizo general. Cada persona hablaba con ella en su -lengua propia.»</p> - -<p>Ya se ve que ésta supera a todas nuestras cultilatiniparlas de la -actualidad, estudiantas ibsenianas y feministas marisabidillas, y aun a -nuestras más famosas doctoras y musas contemporáneas. Y el caso de -Gaetana no es único. En 1726 se publicó en Venecia una obra en dos -volúmenes, de la cual he visto un ejemplar en la Biblioteca Nacional, -obra cuyo título es: <i>Componimenti poetici delle piú illustri rimatrici -d’ogni secolo</i>, por Luisa Bergalli. En dicha obra se publican trabajos -de 250 poetisas y sus biografías. Luisa Bergalli fué un prodigio, -prosista, autora de versos, traductora de Terencio. «Doctissiman -fœminam Terentianis versionibus celebrem; et comico opere Italicorum -excellentissime»—; dice de ella el entusiasta Barbieri. Eran, sin duda, -tiempos muy diferentes de los nuestros, de cake-walk, flirt y otras -disciplinas semejantes. En nuestra época apenas sin ridículo se le -permite saber chino a Judit Gautier y persa a Madame Dulafoy.</p> - -<p> </p> - -<p>A creer en lo que afirma un autor inglés, indiscutible humorista, se -pudo leer en Londres, en el siglo<span class="pagenum"><a name="page_102" id="page_102"></a>{102}</span> antepasado, el anuncio teatral -siguiente: «La semana próxima los personajes de Coroliano y de Enrique -VIII serán representados por Miss Biddy, niñita de cuatro años, que ha -desempeñado los mismos papeles hace diez y ocho meses con tanto éxito en -Dublin, y que no está enteramente curada de su coqueluche.» Aquí la -precocidad toca los límites de lo extraordinario y bufón. Robert de -Montesquiou, al contrario, cuenta de una su amiguita y pariente, -niña-prodigio y deleitable alma primaveral, cosas singulares. Si el caso -particular es verdaderamente raro—dice—, el hecho no lo es en sí. «La -infancia es poeta»—ha dicho Mme. Valmore—. Y Víctor Hugo ha escrito -estos versos, que son una noble explicación del precoz milagro:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Il est, ou ne sait quel nuages de figures<br /></span> -<span class="i0">Que les enfants, jadis vénérés des augures,<br /></span> -<span class="i0">Aperçoirent d’en bas et quis les fait parler,<br /></span> -<span class="i0">Ce petit voit peut-être un œil étinceler...<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>La «inspiración» se ejerce entonces en el sentido exacto de su -etimología <i>in spirat</i>, y sopla en el virginal y delicado instrumento -como el viento en un arpa eolia. Los «inefables» acentos de la dulce -Marcelina tienen algo de esa infantil inspiración prorrogada, y es a -menudo por eso por lo que nos cautivan. Muchas palabras de niños -contienen ese <i>infandum</i> que nos hace estremecer como algo de no -humanamente expresado que viene de muy alto y cuyo misterioso timbre no -se encuentra sino en algunas<span class="pagenum"><a name="page_103" id="page_103"></a>{103}</span> revelaciones-espíritus. Mi pequeña poetisa -no sabía escribir. Estaba muy contenta jugando, y lejos en apariencia—y -en realidad—de toda preocupación literaria. De repente se verificaba el -prodigio.</p> - -<p>Citaré también algunos poemitas de esta asombrosa chiquilla de la -nobleza francesa—hoy ya crecidita y bella como un astro—. Estos, en -prosa, que parecen sacados de antología china:</p> - -<p class="c">LAS TRES PERLAS DEL MAR</p> - -<p>Tres barcos muy extraordinarios eran, de lejos, como tres perlas.</p> - -<p>Flotaban muy lindamente. La mar los hacía más bellos, como si los amase.</p> - -<p>Las montañas parecían flores a los barcos; y los barcos parecían a las -montañas chorros de agua.</p> - -<p>Los barcos fueron lejos, muy lejos... hasta que ya no se vió nada...</p> - -<p class="c">SOBRE EL AGUA</p> - -<p>Eleonora deja su anular rozar las aguas cuyo color veía obscurecerse a -través de su esmeralda. El rosa de la carne surgía como un fruto en ese -verde gris; una pequeña cúpula de cristal, levantada por la uña, rodeaba -el dedo, formando un globo a través del cual aparecía como un objeto -precioso.</p> - -<p class="c">EL INSECTO</p> - -<p>El niño abrió lentamente su pequeña mano. El escarabajito estaba vuelto -de espaldas, como una<span class="pagenum"><a name="page_104" id="page_104"></a>{104}</span> minúscula tortuga. Después se levantó, se puso a -correr con toda ligereza de sus patas de hilo. Eleonora hizo un puente -con su mano; la coccinela recorrió los dedos, dió vuelta al más chiquito -y subió sobre la perla de un anillo, en donde se quedó un momento. -Luego, extendiendo sus alas que se reflejaron en la perla, -enrojeciéndola, voló».</p> - -<p>Esta es una verdadera perla, digna de una verdadera niña y de un -verdadero prodigio.</p> - -<p>Mas, ¡oh, tristeza! ¿No habéis visto con profunda pena esas compañías -infantiles que suelen recorrer los países representando piezas hechas -para los actores grandes? Macabras y horribles son las barbas postizas -de los galanes jóvenes impúberes; las declaraciones de amor a jovencitas -en formación, y las coqueterías ácidas de ellas. ¿Cómo puede agradar esa -especie de prostitución de la niñez? Aquí en París había un teatrito de -esos en un «pasaje», en el cual tan solamente hallarían complacencia -lectores de la <i>Justina</i>, del «divino» marqués o de la <i>Antijustina</i>, -del Retif.</p> - -<p>Los frutos que se anticipan a su tiempo, o que, por manejos y artes de -horticultor, precipitan su madurez, no son buenos al paladar. En las -almas pasa lo propio. La excesiva precocidad, en talento como en crimen, -no puede sino ser signo de degeneración. Debe afligirse un padre ante el -espectáculo de un retoño que se hace árbol antes de tiempo. En los -paseos públicos, en los jardines, suelen verse aquí niñitas que en sus -maneras y aspectos son Linianitas de Pougy, bebés de las Camelias. Si -no<span class="pagenum"><a name="page_105" id="page_105"></a>{105}</span> con el espíritu pervertido, con una idea muy especial de la -existencia, crecen y se desarrollan chicuelas como la autora de la carta -que he citado, la que quiere hogar y comprar hijos. Si a los doce años -se piensa así, ¿qué será a los veinte?</p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-105.jpg" width="181" height="138" alt="" title="" /> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_106" id="page_106"></a>{106}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_107" id="page_107"></a>{107}</span></p> - -<h2><a name="ROSTAND_O_LA_FELICIDAD" id="ROSTAND_O_LA_FELICIDAD"></a> -<img src="images/illus-107.jpg" width="404" height="181" alt="ROSTAND, O LA FELICIDAD" title="" /> -<br /> -<span class="caption">ROSTAND, O LA FELICIDAD</span> -</h2> - -<p class="nind"><span class="letra"><img src="images/drop-m.png" -width="70" -height="70" -alt="M" - class="drop-cap" /></span>ONSIEUR Edmond Rostand, el célebre autor de <i>Cyrano</i>, el benjamín de la -Academia Francesa, es, indudablemente, un hombre feliz. Sus muchas -docenas de admirables camisas son las camisas del hombre feliz. Tiene -millones, tiene una linda mujer que le comprende dos veces y que se -llama Rosamunda. Va a hacerse una casita de soñar y gozar en Cambo, -lugar meridional y florido. Cada paso que ha dado ha sido un triunfo. -París y las parisienses se han enamorado del rey Rostand. Su entrada al -palacio Mazarín ha sido un acontecimiento nacional. Si viene una -emperatriz, él es quien la saluda en verso. Los <i>reporters</i> publican sus -menores gestos y comentan sus menores deseos. En el Museo Grevin tiene -su estatua de cera. La fotografía le ha popularizado en todas las -posturas. En las ilustraciones<span class="pagenum"><a name="page_108" id="page_108"></a>{108}</span> se le ve kodakeado en el campo, -ilustremente, al lado de su esposa, como antes a Daudet con la suya. El -día de su recepción de inmortal, Sarah llevaba el compás de las frases y -Coquelín le besó. Es un poeta. Y tiene lo que es para un poeta más que -para nadie indispensable: tiene millones. Gusta, naturalmente, de la -elegancia y del lujo, y en ellos vive. Era enfermizo; hoy tiene hasta -salud. Cada vez que escribe un verso se gana un luis, si no más:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Ce sont les cadets de Gascogne<br /></span> -<span class="i0">De Carbon de Castel-Jaloux,<br /></span> -<span class="i0">Bretteurs et menteurs sans vergogne<br /></span> -<span class="i0">Ce sont les cadets de Gascogne...<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Diez luises por lo menos. <i>L’Aiglon</i>, <i>La Samaritaine</i>, la mar de -luises. Escribe cuando quiere, como quiere, en donde quiere. Su pegaso -tiene una excelente caballeriza, y como cierto caballo de cierta novela -de Henry de Regnier, «hace» monedas de oro. Siendo su fama parisiense, -es mundial. Ha tenido el honor de que un poeta chicaguense quiera -disputarle sus hallazgos. Don Quijote le ha tendido la mano a través de -los Pirineos. M. de Vogüe le dice sin ironía: «En pocos días llegáis a -ser rey de la escena, emperador, mesías, poeta nacional y luego poeta -universal.» Ninguna exageración le sienta mal. Su gloria es gascona. -Tiene la suerte de hablar en una lengua que todo el mundo entiende. Sus -piezas son representadas y aplaudidas en todos los teatros de la tierra. -El poeta Mendès escribe de la<span class="pagenum"><a name="page_109" id="page_109"></a>{109}</span> Francia: «La patria de Corneille, Hugo y -Rostand». Su mujer, que puede hacer tan bellos versos como él, se dedica -a admirarle y a quererle, y a hacerle una musa, una esposa y una amante -incomparable. A los treinta y cuatro años es el Napoleón de la rima, el -César de las tablas. La muchedumbre no le discute. La nobleza le sonríe, -la sabiduría le aplaude. El, sencillamente, habla. «He encontrado la -felicidad en Cambo. Allí paseo, respiro, sueño. Voy a hacerme construir -una casa en un sitio incomparable. Tengo flores, tengo montañas, tengo -el agua del gentil Nive, tengo la compañía de magníficos vascos. He ahí -mi vida. ¿Para qué recargarla de cuidados superfluos? ¿Y por qué he de -trabajar a la fuerza? ¿Qué es esa obligación de trabajo que se quiere -imponer a todo el mundo? Si no tengo ganas de trabajar, ¿por qué he de -trabajar?» Hombre feliz, Rostand, el rey Rostand, el que hace nacer a su -<i>Cyrano</i> en una cuna de oro y a su <i>Aguilucho</i> en un nido de marfil. Y -luego él mismo se da a entender pescador de luna, en Lunel, cazador de -sueños en Cambo, acaparador de dicha en todas partes. <i>¡Veinard!</i>: -Rostand, o la Felicidad.</p> - -<p> </p> - -<p>Todo no está, en la lógica de la existencia, muy puesto en razón. Es un -caso excepcional... Y, en realidad de verdad, ¿para quién debía vaciar -su cornucopia la riqueza, sino para el artista que tan bello uso sabe -hacer de ella? Hay en el inmenso vulgo la creencia de que, al contrario, -al artista le es necesaria la penuria, la miseria. Hay absurdos bimanos<span class="pagenum"><a name="page_110" id="page_110"></a>{110}</span> -que saben y repiten que Cervantes no cenó cuando concluyó el <i>Quijote</i>; -que Homero fué un mendigo; que muchos grandes poetas vivieron y murieron -en el sufrimiento y en la escasez. A título de poeta me decía una vez un -amable hotentote: «Dios quiera que nunca le sonría a usted la fortuna», -y pensaba hacerme un cumplimiento. Cumplimiento que se haría al pato y -al ganso, cuyas patas se clavan para engordarles el hígado que ha de ser -paté-de-foie-gras, o al pájaro armonioso cuyos ojos se sacan para que su -canto sea mejor, según se asegura. No. El ruiseñor canta mejor bien -mantenido y en jaula de oro. El pensamiento nace mejor sin cuidados, sin -los miserables cuidados de la vida cotidiana. Horacio cantaba -hermosamente en su quinta, colmado de los oros del César; Lamartine -nunca tuvo más melodía que cuando fué príncipe de riqueza; la lírica -ancianidad de Hugo fué fecunda y frondosa al calor de los millones. ¿Qué -no hubieran hecho Laforgue con fortuna, Verlaine poderoso, Mallarmé con -rentas copiosas? La gloria de D’Annunzio es pactolizada. Y el talento -innegable de Rostand no se alzaría tanto si, como se sabe muy bien, no -hubiese sido sostenido por la omnipotencia de los cheques. Sus dramas -han sido lanzados como cocotas. ¿Cuántos talentos como el de Rostand -habrán desaparecido ignorados en Francia por no tener la llave que abre -todas las puertas en nuestro tiempo de negocios? Claro es que lo que -Dios no da, ni Salamanca ni el Banco de Francia lo prestan.</p> - -<p>La mediocridad, la ineptitud, no serán nunca más<span class="pagenum"><a name="page_111" id="page_111"></a>{111}</span> que ineptitud y -mediocridad, a pesar de cuantas maneras de brillar ofrezca el dinero. Lo -primero es ser pescador de luna; si se pesca desde un puente de plata, -la dicha es mayor. Nadie como el artista sabe valorar y amar los bellos -espectáculos, los exquisitos interiores, el mármol, la seda, el oro, el -lujo, en cuyo medio las almas comunes no saben qué hacer, entre el gozo -irrazonado y el fastidio...</p> - -<p>¿Es injusta la suerte con M. Rostand? De ninguna manera. El mérito del -portalira es evidente. Solamente que, lo que es un grato jardín, como el -«Verger de Coquelín», se confunde bajo el imperio de la <i>réclame</i> con un -monte olímpico. Se ha llegado a pronunciar la palabra genio. ¡No, por -Dios! Talento. Se ha dicho: «El verbo de la Francia». ¡No, por Dios! El -verbo de la Francia se llama Rabelais, Pascal, Voltaire, Hugo. M. -Rostand, que sucede a M. de Bornier en su sillón de la Academia -Francesa, es un poeta superior a M. de Bornier. Es un poeta elegante, -delicado, bravo, sonoro, ágil, excelente rimador; y como teatral, como -poeta de la escena, de primer orden. Nada más. ¡Y es mucho eso! No se -burle de él la imbecilidad. No hay muchos como él. Pero hay otros que -son más que él, y que no logran sus victorias porque no los lanzan los -arregladores de fama y porque no hablan a la muchedumbre en el idioma de -la muchedumbre. Axel no logra lo que Cyrano. Y entre Rostand y Villier -de l’Isle Adam hay su distancia...</p> - -<p> </p> - -<p>En todo esto hay algo de consolador. Y es el hecho<span class="pagenum"><a name="page_112" id="page_112"></a>{112}</span> de que, por más que -se diga, un poeta ha sido el ídolo de París en momentos en que tan -solamente logran laureles y premios los automovilistas y los reyes de la -bicicleta. Looping-the-loop; sí, pero también el ideal, la poesía. El -clown de Banville hizo también una especie de looping-the-loop, y -entonces fué cuando dió aquel salto que le hizo romper el plafón azul -del cielo y desaparecer en lo infinito. Rostand, o la Felicidad... Sin -embargo, he ahí que el unánime triunfo se ve turbado por agrias -protestas. Ya es un crítico que, entrando en comparaciones, encuentra en -cualidades diferentes al autor del <i>Aiglón</i>, inferior a Banville, a -Mendés, a Ponchon. Ya es un fogoso meridional, del puro riñón del -Mediodía—no hay peor cuña que la del mismo palo—, Jean Carrère, que -es, con el victorioso, terrible y flagelante. Y señala esa victoria -resonante como exteriorización de un mal francés que trae decadencia y -mengua nacionales: el histrionismo. Diríase que ha leído a M. Groussac -en ciertas páginas de antaño. «¡Ah! ¡Mirad nuestra historia desde hace -un cuarto de siglo! ¡Mirad nuestra vida en estos últimos años! ¿Qué -amamos? ¿Qué celebramos? ¿Qué contemplamos? El teatro, los actores, los -autores dramáticos. ¿Qué acontecimientos nos conmueven en nuestra vida -interior? ¡Acontecimientos de teatro! Cuando se quemó la Comedia -Francesa los diarios, al unísono, hablaban de un desastre nacional; -parecía que la Francia había concluído su misión. Una pobre actricilla -se quemó allí: duelo universal. Se la enterró con una pompa solemne que -no conocerá<span class="pagenum"><a name="page_113" id="page_113"></a>{113}</span> nunca un libertador de la patria o un descubridor de nuevas -rutas. ¿Cuál ha sido el gran asunto de las polémicas en estos años -recientes? ¡La querella de M. Claretie y sus cómicos! ¡Una mediocre -cabotina no se puede enojar con su director sin que el ministro se -mezcle y toda la prensa se revuelva! ¿Y de qué nos enorgullecemos en -nuestras relaciones con el vasto mundo? De nuestras piezas dramáticas, -del éxito de nuestros actores, de las <i>tournées triomphales</i>, de -nuestras grandes <i>vedettes</i>. Mme. Réjane no puede volver de Inglaterra -sin que se la vaya a esperar al desembarcadero, como si acabase de -conquistar pueblos nuevos. Mme. Sarah Bernardt nos representa en -América, y M. Coquelin es nuestro supremo intérprete con reyes y -emperadores.» Y luego señala las palabras de Claretie, que hablaba de la -«misión civilizadora de M. Truffier», y la locura de los diarios con -cualquier acontecimiento de bambalinas. El teatro es todo, dirige todo, -absorbe todo, aumenta todo, aniquila todo y nos oculta nuestra propia -situación. Lo más doloroso, en efecto, es que, semejantes a los actores -que se embriagan con su papel, nos embriagamos con esa gloria ficticia -del teatro, y creemos en una grandeza que no es sino la ilusión de la -escena. Creemos que los pueblos aclaman a Francia cuando aplauden a los -actores franceses, y no suponemos todo lo que hay para nosotros de -desprecio real en esa exaltación ruidosa de nuestra superioridad -teatral. ¡Oh, cuánta ironía sangrienta y sarcasmo hasta hacer llorar a -los que saben comprender había en la actitud de ese emperador<span class="pagenum"><a name="page_114" id="page_114"></a>{114}</span> feudal y -guerrero, soñador de imperio y de expansión mundial, que recibía como -representante de la Francia, a su ilustre <i>valet de comédie</i>!» Monsieur -Jean Carrère, que también es poeta, exagera un poco como meridional; -pero no deja de tener razón, sin que la teatralidad sea un desdoro para -este país brillante y amable. Juvenal alaba ya la elocuencia de los -galos, que enseñaron sus gestos y palabras a los britanos. Juana de Arco -representó un papel que el buen Dios de los ejércitos escribió -expresamente para ella. Y un Papa calificó al gran Emperador que fué a -las Pirámides y a Santa Elena, tragediante, comediante... Rostand -defiende las tablas, la teatralidad, la vida de las máscaras. No hay -sino leer su discurso de entrada a la Academia. Que aproveche de su -vida, bella comedia; mientras, como para todo el mundo, llega la mano -invisible que baja el telón.</p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-114.jpg" width="118" height="153" alt="" title="" /> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_115" id="page_115"></a>{115}</span></p> - -<h2><a name="LA_PRENSA_FRANCESA" id="LA_PRENSA_FRANCESA"></a> -<img src="images/illus-115.jpg" width="395" height="150" alt="LA PRENSA FRANCESA" title="" /> -<br /> -<span class="caption">LA PRENSA FRANCESA</span> -</h2> - -<h3>I<br /><br /> -Los diarios.</h3> - -<p class="nind"><span class="letra"><img src="images/drop-u.png" -width="70" -height="68" -alt="U" - class="drop-cap" /></span>NO que otro día suelo comprar la <i>Gazette de France</i>, el venerable -diario que casi nadie lee, salvo los abonados monarquistas. Lo compro -por honrar la memoria de Théophraste Renaudot, que no era ningún Gordon -Bennet, y por leer algunas sabrosas prosas de M. Charles Maurras. Esa -vieja hoja, la primera que salió de las prensas francesas, está hoy -decaída, como las ideas que representa. Su figura no luce, sus hábitos -no van con la nueva vida periodística de este París que se ayanquiza, -que ha cambiado, que se ha transfigurado, en cuerpo y alma, desde los -tiempos en que Théophraste tenía su oficina en la calle Calandre, en la -enseña del <i>Grand Coq</i>. Hay algunas publicaciones que permanecen fieles, -hasta donde les es posible, al pasado; pero la evolución del periodismo<span class="pagenum"><a name="page_116" id="page_116"></a>{116}</span> -francés tiene etapas demasiado marcadas en su historia. Los tiempos han -cambiado; y, desde la aparición del primer periódico, la prensa ha -correspondido a su tiempo.</p> - -<p> </p> - -<p>Acabo de releer las deliciosas memorias de Goldoni. En ellas hay un -capítulo dedicado a los periódicos. El comediógrafo se asombra ya de -«l’inmensa quantitá di fogli che si spacciano ogni giorno in Parigi». El -hombre más curioso y más desocupado del mundo no podría leerlas todas, -dice, aunque emplease en ello todo su tiempo. Cita los más importantes. -El <i>Journal de Paris</i>, célebre a la sazón por un <i>canard</i> ruidoso. Este -periódico anunció que un lionés había descubierto la manera de caminar -sobre el agua, y que había realizado la prueba con todo éxito. La -afirmación no era cierta. Pero quiso la buena suerte de la publicación -que tres años después un extranjero caminó, en efecto, sobre el Sena con -unos zapatos de su invención. El <i>Journal de París</i> no quedó ya como -mentiroso... Goldoni habla también de la <i>Gazette de France</i>. Aparecía -entonces dos veces por semana, «y si no da las noticias más frescas, las -da en cambio más seguras».</p> - -<p>El <i>Journal Europeen</i> era «una gaceta inglesa traducida al francés». Muy -dedicada a cosas parlamentarias, y muy buscada por el público. El -<i>Mercure de France</i> había dejado de publicarse mensualmente y aparecía, -más pequeño, cada sábado. Cita con elogio el <i>Año Literario</i>, de Freron. -El <i>Journal des Savants</i> «non e fatto per tutti». La <i>Gazette des -Tribuneaux<span class="pagenum"><a name="page_117" id="page_117"></a>{117}</span></i>, útil para empleados y curiales, y el <i>Journal de -l’Agriculture</i>, para los cultivadores. El más afortunado era la -<i>Bibliothéque des Romans</i>. Merecía ser leído el <i>Journal de -Litterature</i>, «benissimo scritto e molto giudizioso nelle sue critiche». -Solamente hay en ese tiempo dos diarios: el <i>Journal de París</i> y el -<i>Journal de France</i>. «Objeto principal de este último es el anunciar los -bienes muebles e inmuebles que se venden o alquilan, de las cosas de que -querían deshacerse los posesores», etc., etc. En cuanto al <i>Journal de -Paris</i>, «algunas veces el público lamenta que no sea bastante rico de -noticias». Y el buen Goldoni se pregunta: ¿pero puede un diario ser rico -de noticias todos los días? Y luego, ¿se puede decir todo, escribir -todo, imprimir todo? No sospechaba por cierto en lo porvenir la -información actual, el diario en que cuotidianamente se dice todo, se -escribe todo, se imprime todo.</p> - -<p>En verdad, el diario propiamente dicho, no empezó sino con la -Revolución. Rivarol apareció con su finura y brillantez; Desmoulins, con -su elocuencia; otros más si no buenos escritores, plumas activas. Las -luchas de ideas, los choques políticos, hacían necesaria la hoja con su -noticia, su proclama o su comentario. Marat, terrible colega, lanza su -<i>Ami du Peuple</i>; y el periodismo furioso y sanguinario tiene iniciadores -como d’Hebert y Fréron, a quien Goldoni calificaba de «uomo molto -istruito e sensatissimo». En el Directorio Babeuf funda su <i>Journal de -la Liberté de la Presse</i>. Se escribe mucho y hay no sólo libertad, sino -libertinaje.<span class="pagenum"><a name="page_118" id="page_118"></a>{118}</span></p> - -<p>Bajo el poder del emperador no hay expansión para la prensa. Después -nacerán los Carrel, los Constant, los Paul Louis Courrier, precursores -de los luchadores de hoy, Clémenceau, Rochefort, Drumont y compañía.</p> - -<p>A la vuelta de los Borbones hay un despertamiento. El periódico cuenta -con plumas como las de Bonald, Lamennais, Chateaubriand, que sustentan -los principios conservadores, mientras el liberalismo tiene a Cousin, -Guizot, Royer-Callard, Foy, Miguet, Thiers, etc. Más tarde, típicos -representantes aparecerán, maestros como Janin y el gran Louis Veuillot. -Girardin, como dice en una buena frase M. Edmond Pilon, crea <i>la Presse -d’un coup de plume et tue Armand Carrel d’un coup d’épée</i>. A través de -los cambios políticos, brillan los Louis Blanc, los Raspail, Hugo mismo, -que fué colosal periodista. El segundo imperio llenó los diarios de -literatos y poetas. Nacieron los Scholl, los Saint-Víctor, los Gautier, -los Vacquerie. La guerra y la Comuna pasaron. Hubo una transformación en -todo. Los diarios cambiaron de ideas, de rumbo, o suavizaron sus -tendencias. El número ha aumentado largamente. Y un soplo venido de los -Estados Unidos, ha propagado últimamente el espíritu yanqui en el -diarismo, como ha creado el <i>magazin</i>, fotográfico, de actualidad y de -curiosidad.</p> - -<p>¿Quién no sabe que el <i>Temps</i> es el más serio y autorizado de los -diarios parisienses? Sus cortos artículos editoriales resumen en -juicios, casi siempre acertados, los movimientos de la política -mundial.<span class="pagenum"><a name="page_119" id="page_119"></a>{119}</span> En cada número un redactor representa el pensamiento -espiritual, la crítica fina, Pierre Mille o Nozieres, por ahora. Allí se -publican las «interviews» famosas, «los paseos y visitas» de un eminente -reporter: M. Adolphe Brisson. La crítica literaria y dramática cuenta -siempre con dos «normaliens» de fuste. Los que han firmado, firman, o -firmarán esas secciones, han sido, son o serán de la Academia Francesa. -Los asuntos militares los tratan en largos artículos dos militaristas -fuertes, como los hermanos Margueritte. Un reposado gentleman-farmer -envía de cuando en cuando agradables cartas sobre agricultura. En el -folletín hay casi siempre una novela extranjera.</p> - -<p>En cuanto a información, el <i>Temps</i> es de los más adelantados, y sus -noticias son siempre de buen origen. Antes de pasar adelante, he de -advertir que es inútil buscar aquí una información semejante a la de los -grandes diarios yanquis, ingleses y argentinos.</p> - -<p>El <i>Figaro</i>, que ha pasado recientemente por una crisis resonante, -guarda su carácter tradicional, moderado y mundano. Se conserva la -usanza de los «sonetos políticos», de Magnard. Siempre, el redactor en -jefe, da su opinión sobre la situación, si no en catorce versos, en más -o menos espacio que el que ellos ocuparían. El primer artículo es -literario, o de actualidad, firmado por un nombre célebre, o en vísperas -de serlo. Un redactor hay, cuotidianamente, para un asunto de interés -actual en la vida parisiense, y, entre la legión de sus reporteres,<span class="pagenum"><a name="page_120" id="page_120"></a>{120}</span> -cuenta con el reporter parisiense por excelencia M. Chincholle, y con un -hábil interviewista, M. Huret. Mantiene en la mayor parte de las -capitales europeas corresponsales que están, o aparentan estar, en todos -los secretos de cancillería y de salón. Como crítico teatral firmaba -Henry Fouquier; hoy llena la tarea Emanuel Arene. Recientemente el -<i>Figaro</i> ha llamado a Catulle Mendés a su colaboración literaria fija, y -el buen poeta dice, en prosa y verso, cada quince días, impresiones, -sensaciones e ideas.</p> - -<p>El <i>Gaulois</i> es el rival mundano del <i>Figaro</i>. Su clientela es -monárquica y de alto rango. En su redacción se guardan todas las -conveniencias. Tiene una sección muy interesante, sus <i>blocnotes</i> -parisienses. Como el <i>Temps</i> y el <i>Figaro</i>, se vende a quince céntimos. -Manifiesta también preferencia por la literatura y el arte. Conservador -y todo, tiende a mejorar como empresa. El <i>Journal des Debats</i> es el -viejo periódico sabio y correcto de antaño. Tiene una clientela especial -y distinguida. Guarda la tradición del folletín de crítica dramática. -Sus colaboradores son casi todos miembros del Instituto. Es el periódico -senador, antiguo par de Francia. El <i>Journal</i> ha comenzado con gran -éxito y ha seguido una vida de éxitos. Diario cuyo director literario es -M. José María de Heredia, tiene un estado mayor de excelentes literatos -como redactores. Cuenta también con buenos periodistas, en el sentido -exacto de la palabra. Se distinguen en esto su redactor policial y su -vulgarizador científico. En cuanto a sus plumas principales, las hay -fuertes, admirables para<span class="pagenum"><a name="page_121" id="page_121"></a>{121}</span> la revista y para el libro, como la de M. Paul -Adam, cuyos artículos muy sesudos, atrevidos y macizos, no son muy -propios del diario; Michel Prince publica sus diálogos picantes; André -Theuriet, sus impresiones y cuentos campestres; «Severine» hace su -propaganda humanitaria; Mezervy dice sus historietas voluptuosas; Hugues -la Roux, sus viajes e impresiones, y así otros cuantos colaboradores -fijos. La crítica teatral la hace el poeta Mendés. Tiene buenos -reporteres, como Naudeau, y tres escritores risueños: Pouchon, famoso -sacerdote de Baco; Alphonse Allais, que es en París lo que Luis Taboada -en Madrid y Eustaquio Pellicer en Buenos Aires, y Franc Nohain, un -humorista en versos amorfos, que recibe las confidencias de las -cafeteras, de los billares, de las muñecas y de otras cosas así, y que -agarra una rima y no la suelta hasta no acabar con la paciencia de sus -lectores.</p> - -<p>El <i>Matin</i>, que en su nueva época ha iniciado un movimiento de -información y de actividad diarística que le ha sido muy provechoso, y -el <i>Français</i>, que aparece por la tarde, en dos o tres ediciones, son de -una misma empresa. Publican siempre un artículo de actualidad, un cuento -y muchas noticias locales y extranjeras. Sus redactores principales son -Ch. Laurent y H. Harduin. Tienen un crecido número de colaboradores y -reporteres que han tenido ingeniosas ideas e iniciativas, como el que se -tiró al Sena para ver si lo salvaban los perros de la policía, y se -quedó una noche escondido en un sarcófago del Louvre, y George Daniel -que se ha disfrazado de mil<span class="pagenum"><a name="page_122" id="page_122"></a>{122}</span> maneras y ha ejercido cien oficios para -contar sus aventuras a los parisienses. El <i>Echo de Paris</i>, órgano del -nacionalismo, es un diario bien hecho, bien informado, con una buena -sección de telegramas del extranjero, y que se distingue como <i>L’Eclair</i> -por sus interviews. Hay otros cuantos diarios, pero se harían estas -líneas interminables si hablara de todos.</p> - -<p>El establecimiento del <i>New York Herald</i>, en París, la invasión yanqui, -las relaciones más estrechas con los Estados Unidos, han traído al -periodismo nueva vida. Ya son señalados los redactores políticos que -hacen su largo editorial, los extensos capítulos, de antes, o las -dilatadas vociferaciones. Se busca decir en pocas líneas mucho. No se -declaman las antiguas tiradas. En cambio, en todo, en literatura, en -arte, en sport, se aumenta la parte informativa, el elemento curioso, la -anécdota inédita. Con esto ha llegado también la <i>réclame</i>. Hay diarios -que dan primas a sus suscriptores; otros, como el <i>Journal</i>, han -inundado de carteles vistosos los muros de París, recomendando tal o -cual folletín espeluznante, y ofreciendo un premio de valor a la persona -que averiguase el final de la novela y la suerte de cada uno de los -personajes, después de publicados los primeros capítulos. El <i>Matin</i> y -el <i>Français</i> han iniciado las <i>sorpresas</i>. Los redactores del -periódico, desde el redactor en jefe hasta el último reporter, han -salido por las calles a ofrecer un sobre cerrado a las personas que -andan con el diario ostensiblemente. Los sobres contienen billetes de -mil francos,<span class="pagenum"><a name="page_123" id="page_123"></a>{123}</span> automóviles, una <i>villa</i> amueblada y otros regalos de -mayor o menor precio. El <i>Journal</i> siguió el ejemplo, y lanzó una -especie de combinaciones que eran simplemente una lotería, por lo cual -la ley cayó sobre la tentativa. Hoy hace lo mismo que el <i>Matin</i>. -Naturalmente, esa <i>auto-réclame</i> no la hacen diarios graves y estirados. -Entre esos, el <i>Figaro</i> ofrece a sus suscriptores el aliciente de las -invitaciones a sus fiestas y recepciones. Hay otros medios. El <i>Matin</i> -envió a un redactor a dar la vuelta al mundo en el menor tiempo posible; -el <i>Journal</i> hizo lo mismo. Luchan a quien más acapara la atención -pública. El <i>Journal</i> acaba de lograr una gran victoria: ¡ha sacado del -presidio a un condenado a perpetuidad, inocente, según se ha probado; le -ha traído a París, le ha banqueteado, le ha hecho aclamar por el pueblo -en la estación del ferrocarril! El <i>Matin</i> se ha puesto pálido... Sería -necesario algo más sensacional: un condenado a muerte, inocente también, -arrancado a la guillotina... Pero eso no es fácil.</p> - -<p> </p> - -<p>¿El papel político de cada diario? Conforme a los intereses del partido -que lo sostiene. ¿El tono habitual de ellos? En un curioso estudio de M. -de Noussanne, sobre la prensa francesa, hay una serie de frases y -palabras usuales en el repertorio de cada uno. <i>La Croix</i>: «Este -gobierno nefasto... El ejército encarna la patria... No queremos por -prueba... En cambio... Los francmasones... La francmasonería... -Revuelta... Los revoltosos... Dios... Castigo... Misericordia... -Cólera... Cristiandad...<span class="pagenum"><a name="page_124" id="page_124"></a>{124}</span> Anticristiana... Obolo... Pequeño óbolo... -Documentos... Escándalo... Perfidia...» <i>L’Aurore</i>: «Los gobernantes, -explotadores y ladrones... Los bandidos, los asesinos galoneados... -matadores... carniceros y violadores... Yo quiero... Yo... Yo haré... Yo -he dicho... Yo he citado... Yo repito... Las órdenes de la conciencia... -Las luces de la razón... Los pretorianos... Brutos... Policía... -Malhechores civiles y militares... Cadáveres... Barbarie... Fuego y -sangre... Cobardías... Atrocidades... Infamias...» <i>La Libre Parole</i>, -órgano, como se sabe, de los antisemitas: «Este Ministerio de muerte y -de ruina... El ejército desorganizado... Yo... Yo soy... Yo sé... Ya -veis... Ya veréis... Imaginad... Notad... Escuchad... Desde el punto de -vista de... Hay... Hay más... El ejército... Los judíos... La judería... -El oro... Los cosmopolitas... Israel... El país... Canalladas... -Traidores... Abominable... Inmundo...» El <i>Figaro</i>: «Cuando se tiene el -honor de ser un hombre de gobierno... Es preciso... Respetamos demasiado -el ejército... El respeto de las instituciones... El respeto de las -leyes... El respeto del orden... La libertad... Las libertades... La -masonería... Los jacobinos... Las pasiones... Sospechas... -Sospechosos...» <i>La Patrie</i>: «El Ministerio de vergüenza y de -traición... El ejército francés sobre todo... Así pues... Ved aquí... -Ved... Desde la guerra... La lección del pasado... Parlamentarismo... -Incoherencia... Fe... Ley... Odiosos sectarios... Sin patria... Nuestros -adversarios... Los peores bandidos...<span class="pagenum"><a name="page_125" id="page_125"></a>{125}</span> La libertad... Las libertades -violadas... Este pueblo... Un gran pueblo... Las conciencias -francesas... Deber patriótico... Derechos imprescriptibles... Esperanzas -invencibles...»</p> - -<p>Por sus palabras los conoceréis.</p> - -<p>Las naciones, decía Littré, tienen, en bien o en mal, el periodismo que -merecen.</p> - -<h3>II<br /><br /> -Las revistas.</h3> - -<p>Hay en el mundo intelectual ciertas mentiras convencionales, una de -ellas ésta: la <i>Rue de Deux Mondes</i> es un cuadernote ilegible; no se -puede tener en la mano sin que el sueño no llegue a rendir al lector; es -una revista vieja para viejos; cuartel de inválidos, refugio de -veteranos. Nada de esto es cierto sino en parte muy relativa. La noble -revista ha contado siempre entre sus colaboradores autores jóvenes y -brillantes: es una publicación no extraña a la amenidad y -suficientemente valiente para dar acogida a obras a veces arriesgadas, -desde las de la Sand hasta las de D’Annunzio; es abierta a las -corrientes de ideas extranjeras, y en sus páginas han tenido lugar en -toda época trabajos de escritores de todas partes del mundo. Siempre ha -habido en su redacción una pluma hábil cosmopolita: antes era M. de -Mazade, hoy es M. de Wizewa. En ella fueron juzgados, a su tiempo, los -libros de Sarmiento, entre otros americanos.<span class="pagenum"><a name="page_126" id="page_126"></a>{126}</span></p> - -<p>Lo que sí es cierto es que la <i>Revue de Deux Mondes</i> es la academia de -la prensa. Los autores franceses que escriben en ella son candidatos -para un asiento bajo la Cúpula, cuando no figuran en el número de los -Cuarenta. Su opinión oficial, representada siempre por un crítico de -seso, no es ciertamente revolucionaria ni independiente. Para eso están -las revistas de otra índole. De Buloz a Brunetière, la dirección es la -misma. La revista que lleva como norma la seriedad y el buen sentido no -pretende, por otra parte, más que ser leída por el grupo que constituye -su especial clientela. Y en cuanto al color de sus ideas es invariable, -como el salmón de su cubierta.</p> - -<p> </p> - -<p>En realidad, la revista más respetable, si el respeto se mide por la -edad, sería el <i>Mercure de France</i>, cabalmente la revista más -independiente, más atrevidamente intelectual, más sólidamente moderna. -Su fundación data de 1672. Goldoni, en sus citadas Memorias, dice: El -<i>Mercurio de Francia</i>, llamado antes el <i>Mercurio Galante</i>, ha variado -ahora el orden de su distribución. En vez de un volumen al mes, da una -parte cada sábado. Este trabajo es hecho por una sociedad de literatos: -comprende cuanto se refiere a las artes, las ciencias, la literatura, -los teatros, las noticias políticas, y ha siempre conservado el antiguo -uso de los enigmas y logogrifos, de los cuales da la explicación en el -volumen sucesivo. El vocablo <i>enigma</i> debe entenderlo cualquiera, pero -el de <i>logogrifo</i> puede muy bien ser desconocido<span class="pagenum"><a name="page_127" id="page_127"></a>{127}</span> de muchas personas: -yo, por ejemplo, no tenía de él noticia alguna en Italia. He aquí la -explicación que se encuentra en el diccionario de Trevoux: «Logogrifo: -especie de símbolo en palabras enigmáticas; consiste en cualquier -alusión equívoca, o mutilación de palabras, por el cual se varía el -sentido literal de la cosa significada: de manera que está entre el -equívoco, o el verdadero enigma o emblema.» Las palabras de Goldoni -toman hoy un picante valor, cuando se sabe que ha sido en su reciente -época el <i>Mercure de France</i> el campo de aparición y el lugar de batalla -de los simbolistas de la literatura, de los enigmistas del arte. Los -ingenuos emblemas de antaño se cambiaron en prosas extraordinarias y -raras, en poesía misteriosa y cabalística, con el curso del tiempo. La -verdad: esa revista, en su período contemporáneo, ha sido la <i>Revue de -Deux Mondes</i> de los intelectuales en el mundo entero, de Rusia a los -Estados Unidos, de París a Tokio, de Roma a Buenos Aires. Es ella la -causante principal del movimiento de ideas que en arte y filosofía -adquirió en estos últimos tiempos una expansión internacional y una -potencia cosmopolita. El decadentismo desapareció con señaladas -individualidades: el simbolismo dejó de ser una escuela para dejar en la -obra personal de sus principales sostenedores la verificación del -triunfo de una tendencia, de la victoria de una lucha mental que ha -influído en todas partes en las creaciones del espíritu y en el arte de -exteriorizar las ideas. Ya pasó el tiempo en que se hablaba de esta -publicación como una de las<span class="pagenum"><a name="page_128" id="page_128"></a>{128}</span> tantas tentativas de los «nuevos», de los -«jóvenes»; los nuevos de ayer son hoy casi viejos; los jóvenes, -reconocidos maestros. Desapareció Verlaine, desaparecieron Mallarmé y -Villiers de l’Isle Adam, dejando en la historia de las letras francesas -el resplandor de su luz indiscutible. Quedan los fuertes en su madurez: -Henry de Regnier, altísimo poeta; Remy de Gourmont, cuya obra compleja, -profunda, sabia, vigorosamente encantadora, dentro de poco tiempo, como -la de Nietzsche, quizá conmueva al mundo. Madame Rachilde, la -inteligencia más rara, a mi entender, que ha tenido una mujer sobre la -tierra; Jules de Gaultier, hábil manejador de ideas, filósofo -inesperado, cuyos recientes libros <i>De Kant a Nietzsche</i> y <i>El -Bovarismo</i> recomiendo a nuestros espíritus de meditación, a nuestras -inteligencias que no temen el vértigo de las altas especulaciones; -Barthélemy, que ha escrito una obra sobre Carlyle que es una obra -maestra, y una pléyade de estudiosos, de trabajadores, exploradores en -plena selva de ideas, o mineros de futuro. El <i>Mercure</i> tiene la -particularidad de tener una redacción cosmopolita, y en cada número hay -una reseña del movimiento intelectual universal en secciones especiales. -Los «epílogos» de Gourmont y los juicios de Mme. Rachilde son verdaderos -atractivos para los sibaritas de las letras.</p> - -<p> </p> - -<p>El <i>Correspondant</i> es una revista admirablemente dirigida, de gran -mérito por la calidad de su colaboración y que sostiene las ideas del -elemento conservador<span class="pagenum"><a name="page_129" id="page_129"></a>{129}</span> y religioso. Es poco leída en el gran público, -pero muy leída en las clases altas, en que no soplan vientos de <i>fronde</i> -ni se agitan otros problemas que los del sostenimiento de los antiguos -ideales y regímenes.</p> - -<p>La <i>Grande Revue</i> fué fundada a raíz de la famosa cuestión Dreyfus, y su -director es el célebre abogado Labori. Según su programa, se señala esta -publicación por dos caracteres esenciales: «desde el punto de vista -intelectual, la independencia absoluta de toda escuela, pues conviene -acoger lo que hay de excelente o de verdaderamente original en todos los -géneros: desde el punto de vista material, la periodicidad mensual, pues -en presencia de las múltiples ocupaciones de la vida moderna y del -número creciente de obras de toda suerte que hay que recibir a veces, -solamente para recorrerlas, una publicación consistente en un grueso -volumen mensual, compuesto con cuidado para que todo interese, y por lo -tanto completo y menos costoso que las obras similares, no tiene sino -ventajas». A lo cual se puede observar que hay una buena cantidad de -revistas mensuales tan nutridas o más que esa revista y que su lectura -se resiente de pesadez y de sequedad.</p> - -<p>La <i>Revue Bleu</i> es hebdomadaria, como su <i>adlátere</i> la <i>Revue -Scientifique</i>. Se distingue por la variedad y la actualidad de sus -temas, y asimismo por lo escogido de su cuerpo de colaboradores. Por lo -que toca a sus ideas, se adorna de un sabio eclecticismo que no le aleja -ninguna simpatía.<span class="pagenum"><a name="page_130" id="page_130"></a>{130}</span></p> - -<p>No se puede decir lo mismo de la <i>Revue Blanche</i>. Esta es una de las más -intelectuales y, sin disputa, la más combatiente, emprendedora y activa. -Es anárquica, demoledora y nutrida de ideas. Su colaboración es -cosmopolita, como la de <i>Mercure</i>, y puede asegurarse que jamás se ha -escrito en ella una sola página en que no haya audacia y talento. Lo -subido de su color—¡a pesar de su candidez apelativa!—le ha atraído -los odios de los reaccionarios, pero le ha dado también una inmensa boga -en el mundo pensante, tanto en Francia como en el extranjero. Ha hecho -campañas sonoras y memorables, como la de Montjuich, dirigida por -Tarrida del Mármol, y la del descubrimiento de las crueldades cometidas -en las prisiones militares francesas. Es uno de los órganos que más han -dado a conocer el actual pensamiento ruso; y toda idea nueva y osada -tiene en él un defensor y un propagandista, así en literatura, como en -ciencia, como en política. En ella nació a la vida de la celebridad el -combatiente Gohier.</p> - -<p>La <i>Revue Universelle</i> es una continuación perpetua del diccionario -Larousse. Es un término medio entre la ilustración y la revista. Mezcla -la colaboración de ideas con las actualidades y curiosidades, aumentando -su prestigio de divulgación con sus numerosos fotograbados.</p> - -<p>La <i>Revue de Paris</i> es aristocrática, de un mundano intelectualismo y -ofrece a sus lectores de cuando en cuando lo más celebrado de autores -extranjeros en boga. No se distingue por ninguna particularidad.<span class="pagenum"><a name="page_131" id="page_131"></a>{131}</span> Parece -que, sin embargo, tiene una, y no la menos interesante para los -escritores: es la que más caro paga la colaboración entre todas las -revistas publicadas en París.</p> - -<p><i>La Plume</i> es de hermosa historia. Fué un tiempo, con el <i>Mercure</i>, el -palenque de los poetas y escritores nuevos. Ha pasado por mil -vicisitudes: en ella nacieron a la vida de la gloria muchos autores hoy -ilustres. Actualmente ha adquirido fuerzas y se presenta flamantemente -como una de las mejor escritas y más artísticamente presentadas. <i>La -Plume</i> daba en sus primeros tiempos banquetes, en realidad modestos -ágapes, pero que tenían la especialidad de ser presididos por una -celebridad del arte, de la ciencia, de la literatura. Hoy ha acentuado -su carácter artístico: inicia exposiciones, publica muy interesantes -monografías sobre los mejores pintores o escritores, y aunque ha vuelto -a las antiguas comidas, éstas no tienen ni la resonancia ni la alegría -de las otras, según parece. La juventud, <i>hélas!</i>, ha pasado.</p> - -<p>Como su nombre lo indica, la <i>Revue Hebdomadaire</i> aparece cada semana. -Es de un formato reducido, un cuadernito siempre lleno de curiosos -artículos, poesías y novelas. Antes daba la preferencia a las novelas y -reproducía obras conocidas. Hoy todo lo que publica es inédito, y la -dirección procura mejorar cada día. Lástima es que se insista en el -tamaño reducido, que, indudablemente, no hace bien a la revista.</p> - -<p>La <i>Revue Brittannique</i> desapareció. Es una lástima, pues desde que -Pichot la fundara, no dejó de ser<span class="pagenum"><a name="page_132" id="page_132"></a>{132}</span> una publicación seria, informada -intelectualmente y bien organizada como empresa. Era también una de las -revistas que más se ocupaban de la actividad mental extranjera, siempre -tan poco conocida entre los escritores de este país.</p> - -<p>Hay una enorme cantidad de revistas especiales, desde las sabias -filosóficas y profesionales hasta las que son órganos de grupos y -escuelas, como <i>L’Effor</i> o la <i>Revue Naturiste</i>, sin contar con las -innumerables de letras y artes que se fundan, viven un poco de tiempo y -se acaban. Fundación y <i>fundición</i>.</p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-132.jpg" width="236" height="147" alt="" title="" /> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_133" id="page_133"></a>{133}</span></p> - -<h2><a name="LA_EVOLUCION_DEL_RASTACUERISMO" id="LA_EVOLUCION_DEL_RASTACUERISMO"></a> -<img src="images/illus-133.jpg" width="393" height="125" alt="LA EVOLUCIÓN DEL RASTACUERISMO" title="" /> -<br /> -<span class="caption">LA EVOLUCIÓN DEL RASTACUERISMO</span> -</h2> - -<p class="nind"><span class="letra"><img src="images/drop-m.png" -width="70" -height="70" -alt="M" - class="drop-cap" /></span>ONSIEUR Charles Wiener, el muy estimable diplomático francés, tan -conocido en la América del Sur, dió en una ocasión una conferencia sobre -el Uruguay; en la cual conferencia, publicada después, se leen estas -palabras: «El número enorme de los animales matados permite juzgar la -importancia del comercio de las pieles secas o saladas, en gran parte -acaparado por un <i>trust</i> norteamericano. Permitidme aquí una explicación -etimológica: los hombres que manipulan las pieles de los animales -desollados, y que, además, no son destazadores artistas, constituyen una -categoría de obreros llamados «arrastracueros», de donde viene, por -corrupción, la palabra extraña de <i>rastaquouère</i>. Aprovecho ese -paréntesis filológico para hablaros algo sobre la palabra y sobre la -cosa».</p> - -<p>La etimología de M. Wiener es, como otras semejantes, muy poco segura; -pero en todo caso, mejor<span class="pagenum"><a name="page_134" id="page_134"></a>{134}</span> que la que hace venir la palabra de la jerga -del Greluche de Meilhac, brasileño de pega. Su hablar—«¿Quo resta buena -avatas salem pampas?»—es de la misma especie que el turco de cierta -farsa clásica. Parecida a la opinión de M. Wiener es la que trae el -Larousse: «Otros pretenden que los primeros americanos del Sur, cuya -prodigalidad y lujo chillón llamaron la atención, eran antiguos -hacendados enriquecidos con la venta de pieles y cueros. Se les había -llamados «rascacueros», y de allí «rastacueros». ¿Aurelien Scholl -inventó su personaje de D. Iñigo Rastacuero, marqués de los Saladeros, o -en efecto, como él lo afirmaba siempre, el tipo fué amigo suyo y persona -en carne y hueso? Es de creer que el finado expresidente del «Cercle de -l’Escrime» tuvo muchas oportunidades de conocer a muchos americanos del -Sur, cuyos hábitos y figura pudieron dar vida a su retratado. «Desde el -día en que D. Iñigo Rastacuero, marqués de los Saladeros, bajó en el -hotel del Louvre, desde donde irradió sobre la sociedad parisiense, -pocos extranjeros han osado presentarse en el café de la Paix sin -haberse encasquetado un título cualquiera.» Rastacuero, «que debía dar -su nombre a la gran tribu de los exóticos», está aún presente en todas -las memorias: una cara de <i>pain d’épice</i>; dos ojos negros, con el -movimiento de rotación de los ventiladores; una gran nariz de loro, bajo -la cual un espeso bigote de alambre se retorcía orgullosamente -poniéndole un punto de admiración en cada mejilla. Tenía en su bolsillo -pepitas de oro y naipes, cartas de Hernán<span class="pagenum"><a name="page_135" id="page_135"></a>{135}</span> Cortés y direcciones de -damas. Cuando estaba sin blanca, Rastacuero hacía un viajecito a la -América del Sur y volvía algunos meses después con dos millones en -cartera. Se decía que había ido a matar a alguien en la Cordillera de -los Andes, y que traía sus despojos. Al partir, tenía cuidado de dejar -su dirección: «poste restante, en Buenos Aires», o «poste restante, en -Valparaíso». Rastacuero tenía los dedos cargados de sortijas; una cadena -de reloj que hubiera podido servir para atar el ancla de una fragata; -tres perlas, gruesas como huevos de garza, le servían de botones de -camisa, y usaba un alfiler de corbata que era una garra de tigre rodeada -de brillantes. El personaje que corresponde a las señas del de Scholl se -puede aún encontrar, con más o menos variantes en todos lugares. Y algún -personal motivo de malignidad tuvo el famoso cronista para hacerlo -aparecer como argentino o como chileno. No solamente de Valparaíso y de -Buenos Aires venían y vienen a París los dueños de las pepitas de las -garras de tigre y de los bigotes de alambre. Y justo fué el redactor del -<i>Figaro</i>, Gaston Jollivet, al decir en un artículo: «Muchos parisienses -enriquecidos son rastacueros»; cosa que ha repetido hace poco, y de -manera dura, Luis Bonafoux: «Rastacuería o Rastilandía están en todas -partes...»</p> - -<p>Pero ¿en qué consiste esencialmente el ser rastacuero? ¿En ser exótico? -Jamás se le ocurriría a nadie aplicar el calificativo a Krüger o a -Li-Hung-Chang. ¿En el amor y uso de las piedras preciosas?<span class="pagenum"><a name="page_136" id="page_136"></a>{136}</span> Nadie se -atreverá a tachar de rastacuero a Robert de Montesquiou... ¿En los -muchos anillos en las manos? Mi buen amigo Ernesto Lajeunesse anda con -las suyas semejantes a las de un rey bárbaro. ¿En el tipo? El mismo -Scholl tuvo bigotes de alambre y muchos parisienses tienen los ojos de -D. Iñigo. ¿En el color? <i>El pain d’épice</i> no se le puede aplicar a todos -los exóticos. ¿El derroche inopinado y ridículo? Los <i>petits-sucriers</i> -abundan en este maravilloso país.</p> - -<p>A mi entender, el rastacuerismo tiene como condición indispensable la -incultura; o, mejor dicho, la carencia de buen gusto. Desde lejanos -tiempos, desde los embajadores que envió Harun-al-Raschid a Carlomagno, -los diplomáticos y los viajeros extranjeros de fausto y de riqueza han -venido a París a dejar una huella de oro y de lujo. Se necesitó que -viniesen de tales o cuales países americanos opulentos caciques o -arregladores de empréstitos para que la célebre figura representativa -surgiese. Puesto que de esos países vinieron, no los más cultos, sino -los más hábiles, con todos los defectos nativos sin barnizar. <i>Parvenus</i> -o señorones de aldea, creyeron que Lutecia era conquistable con exceso -de colorines y mala ostentación de grandezas. Luego fueron los ingenuos -ricachos, como el personaje de una de las novelas del escritor chileno -señor A. del Solar. Y el rastacuero agrega entonces a su mujer y a sus -hijas, esas hijas que formarán lo que llamaba Juan Montalvo matrimonios -deslayados; jóvenes ricas que se casan con nobles arruinados.<span class="pagenum"><a name="page_137" id="page_137"></a>{137}</span> Por eso -el mismo Scholl se atrevió a decir en otra ocasión: «Casi todas las -extranjeras sin marido son rastacueras.» En cuanto a los que no osan -presentarse en el café de la Paix sin encasquetarse un título -cualquiera, los hay de la manera más sonoramente grotesca. Millones -incásicos o aztecas compran títulos del Papa—y no en el café de la -Paix, sino en el mismo mundo de la nobleza—, surgen los Iñigos -marqueses y príncipes. La injusticia aparente que se ve en el parisiense -contra el hispanoamericano, habiendo tantos valacos, griegos y -levantinos que merecen el epíteto célebre, se explica por tales razones -y ejemplos.</p> - -<p> </p> - -<p>Raspacueros, rascacueros, arrastracueros, siempre hay cueros en la -palabra, y como en donde de manera principal abundan los ganados y de -donde vienen los cueros es de la América del Sur, y en especial del Río -de la Plata, el epíteto, con etimologías comprensibles, como la de M. -Wiener, se singulariza. Solamente es de asombrar que a los yanquis, -comerciantes en pieles, en tocinos, en jamones; archimillonarios y -derrochadores, y tipos de grandes rastacueros delante del Eterno, por -derroches y extravagancia, no se les aplique el dictado de rastacuero. -¿Por qué? ¿Por la falta del color de <i>pain d’épice</i> o de <i>forro de -bota</i>, como dijo el jesuíta Coppée? Pues entonces que no se llame -rastacuero al más estupendo de los hispano-americanos, al célebre Guzmán -Blanco, que era culto, hermoso, de puro tipo caucásico y que casó a una -de sus hijas<span class="pagenum"><a name="page_138" id="page_138"></a>{138}</span> con el hijo del <i>arbiter elegantiarum</i> del segundo -Imperio, M. de Morny. ¡Ah! muchos rasca, raspa o arrastracueros -entroncan hoy en árboles genealógicos de la nobleza europea por virtud -de los mismos cueros. Y eso no es nuevo... Tan no es nuevo, que en su -latín lo decía ya en lo antiguo el maravilloso y rudo Juvenal:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Neu credas ponendum aliquid discriminis inter<br /></span> -<span class="i0">Unguenta <i>et corium</i>. Lucri bonus est odor ex re<br /></span> -<span class="i0">Qualibet. Ylla tuo sententia semper in ore<br /></span> -<span class="i0">Versetur, Dis atque ipso Jove, digna, poetæ:<br /></span> -<span class="i0"><i>Unde habeas quaerit nemo; sed oportet habere</i>.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>No, el rastacuero no tiene nacionalidad, tiempo ni profesión, ni -necesita de fortuna para serlo—el rastacuero tal como se entiende en -París, una vez adoptada la palabra—. Buckinghan no era un rastacuero, -ni el duque de Osuna, ni Aguado el banquero. Pero sí tales tipos -singulares, cuyos nombres se olvidan, italianos, españoles, argentinos, -peruanos, chilenos, mejicanos, bolivianos; cuatro caballos, título -inesperado o desenterrado, pompa de encargo, propinas del chá, cuando no -juego sospechoso; <i>sport</i> a la mala, matrimonio de agencia o -intermediario, castillo súbito, relaciones compromitentes.</p> - -<p>La evolución del rastacuerismo se nota en su civilización. La -extravagancia exterior en la decoración personal, en las maneras de -derroche violento y copioso, han dado paso a una especie de -compenetración<span class="pagenum"><a name="page_139" id="page_139"></a>{139}</span> con la alta sociedad parisiense—nunca en el riñón del -Fauboug—, sobre todo después de que los millonarios yanquis han abierto -la mayor parte de las puertas antes cerradas herméticamente. El -«brasilero» de Meilhac y Halévy no existe hoy, sino corregido y -aumentado por la facilidad de relaciones.</p> - -<p>Y en cuanto a la manera de juzgar, ha cambiado también. Se dice entre el -<i>demimonde</i>: «¡Qué «rasta» estás esta noche!», para alabar un lujo o una -elegancia. Y en ese mismo medio mundo no hace muchos años, cuando los -Prados y Pranzinis, la palabra «rastacuero» era un insulto... y una -alabanza. En el mundo literario he oído llamar «rasta» a M. de Heredia, -y en el alto mundo a notables individualidades se les da la calificación -en diarios mundanos...</p> - -<p> </p> - -<p>Los verdaderos están en todas partes...</p> - -<p>...Ellos van, ellos y ellas, en los automóviles, vestidos de cueros...; -ellos van, ellos y ellas, bajo la noche fría, en los magníficos -carruajes, vestidos de pieles...; ellos van, ellos y ellas, indignos de -sus riquezas, por todas partes, con los huevos de garza y las garras de -tigre de que hablaba el mosquetero Scholl.</p> - -<p>Cueros y perfumes, los internacionales Guarangos: <i>Unguenta et -corium</i>...</p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_140" id="page_140"></a>{140}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_141" id="page_141"></a>{141}</span></p> - -<h2><a name="EL_ESCULTOR_ARGENTINO_IRURTIA" id="EL_ESCULTOR_ARGENTINO_IRURTIA"></a> -<img src="images/illus-141.jpg" width="405" height="197" alt="EL ESCULTOR ARGENTINO IRURTIA" title="" /> -<br /> -<span class="caption">EL ESCULTOR ARGENTINO IRURTIA</span> -</h2> - -<p class="nind"><span class="letra"><img src="images/drop-m.png" -width="70" -height="70" -alt="M" - class="drop-cap" /></span>ONSIEUR Irurtia: La <i>concierge</i> me conduce, en un patio en que se ve -mucho cielo y medran tupidas enredaderas, que el mes ha deshojado, a la -puerta del taller que busco.</p> - -<p>—<i>Entrez!</i></p> - -<p>El artista argentino, con sus manos llenas de la tierra del trabajo, sus -cabellos revueltos, su barba crecida, su cuerpo robusto que envuelve la -larga blusa, el gesto amable, la sonrisa hospitalaria, me acoge.</p> - -<p> </p> - -<p>La modelo no ha dejado la tarima. Su bella plástica, acostumbrada a la -visión de tantos ojos, queda tranquila ante la contemplación de un -artista más. Yo ruego al escultor amigo que no interrumpa su tarea, y -por largo rato gozo del espectáculo que no me cansaría nunca. Ver crear, -ver surgir la forma<span class="pagenum"><a name="page_142" id="page_142"></a>{142}</span> expresiva, alma inmóvil de la materia, entre las -manos de un obrero intelectual, es hermoso.</p> - -<p>De cuando en cuando examino el recinto, que ya conozco. Es el mismo -estudio modesto en donde he visto nacer y morir, por la voluntad -descontentadiza de su autor, muchas obras que no alcanzaron el grado de -su deseo; el mismo modesto, modestísimo estudio, en donde he oído al -gran Rodin dar alabanza y estímulo al joven estatuario que sueña con el -día feliz en que a su patria llegue el triunfo del arte verdadero y -desinteresado, del arte sincero y noble de que los pueblos tienen -necesidad como del pan. En un rincón veo, envuelta en sus paños, la -nueva obra que he venido a visitar, la que ha satisfecho a su creador lo -suficiente para librarse del martillo iconoclasta.</p> - -<p>En las paredes están las reproducciones de piezas anatómicas y -fragmentos de yeso, copias de trozos célebres. No lejos encuentro varias -<i>maquettes</i> del ideado monumento de un héroe argentino. A un lado el -estante de los libros, que suple a los amigos en la vida cuasi ascética -de este solitario estudioso y serio, serio hasta la melancolía.</p> - -<p>Puesta a un lado, después de largo rato de labor, la figura que está en -estudio actualmente, la modelo descansa. Luego se viste cerca de la -salamandra que da su sabroso calor, y se despide de nosotros sonriente, -con un apretón de manos y un sonoro <i> arrivederci</i> de su linda boca de -Italia.</p> - -<p>Entonces veo la obra nueva «Las pecadoras».<span class="pagenum"><a name="page_143" id="page_143"></a>{143}</span></p> - -<p>Rogelio Irurtia es joven, pero su talento es de una fuerza sólida y -madura. Comenzó sus estudios en Buenos Aires, ha hecho el viaje a -Italia, indispensable para todo artista, y luego ha venido a París -pensionado por el Gobierno. De un carácter concentrado, retraído, tímido -como todos los vigorosos, ha vivido siempre dedicado a su arte, en esta -maravillosa metrópoli de las metrópolis, y ninguno de los halagos y -tentaciones de este ambiente de placeres lo ha arrancado a su meditación -y a su ensueño, defendido por una labor continua y una soledad discreta. -En las almas de los artistas existen las vírgenes cuerdas y las vírgenes -locas. La de Irurtia es de las cuerdas. Su cultura no es extensa, pero -es firme. No quiere hacer literatura de mármol o de bronce. Ha encarnado -simplemente y humanamente el problema de la vida. Ha puesto los ojos de -su espíritu y de su cuerpo en el espectáculo del sufrimiento humano. -Como Constantin Mennier, se ha sentido conmovido por el Trabajo, y como -Rodin, a quien admira, por la dominación del amor omnipotente que arde -en la tierra. Y ha visto directamente, sin lentes de preocupación ni -anteojos académicos. Con esto está ya significado que no existe en él la -tendencia a lo retórico y menos a lo bonito, ni la sujección a los fríos -cánones de los dirigentes diplomados. Es un talento leal consigo mismo. -Aunque tiene sus admiraciones, no juzga que tenga que sujetarse nadie al -yugo de los maestros, por grandes que sean, a la imitación de estilos o -maneras que cuando valen y vencen, es que son manifestaciones<span class="pagenum"><a name="page_144" id="page_144"></a>{144}</span> de -temperamentos, exteriorizaciones de potencias individuales. Así, siempre -ha sido hasta cruel con su propia producción. Ha intentado y vuelto a -intentar dar realidad a su pensamiento, y, como lo he dicho antes, ha -destruído lo que no ha satisfecho a su propósito. Entre otras, he -sentido la desaparición, el año pasado, de una «Maternidad» expresiva y -de singular ejecución. En verdad, el grupo actual, la creación reciente, -merece vivir, y vive por su propia razón. «Las pecadoras» afirman un -maestro de mañana y una innegable fuerza de ahora. Quien así sabe -representar uno de los más duros aspectos del dolor humano, merece el -aplauso de todos y el orgullo de los suyos. «Las pecadoras»—me -dice—son mujeres que, agobiadas por el peso de sus remordimientos, -vagan sin patria, sin otra esperanza que la Cruz, ¡su única -consolación!». En efecto, son las fatales máquinas de amor, el pobre y -terrible rebaño de prostitución, el animal de belleza y miseria, la -castigadora víctima, la hembra apocalíptica en cuya frente se lee la -palabra <i>Misterium</i>. Este concepto de la eterna Magdalena, y su fin de -esperanza, es raro en un artista que piensa en este formidable París -moderno en una época en que se proclama el endiosamiento de la -cortesana, y en que toda idea de cristianismo lucha contra gruesas -oleadas de positivismo, de sensualismo, de indiferencia y de crueldad.</p> - -<p>La cortesana, la pecadora de hoy, sale significando la danza, con su -cuerpo deformado por el uso del corsé, pero admirable, del taller de -Falguiere, o<span class="pagenum"><a name="page_145" id="page_145"></a>{145}</span> deja, cuando muere, millones en joyas que se venden en la -casa de remates. Es el ídolo, es la tirana, es la dueña. Cierto es que -esos son tipos de cortesanas y no la cortesana. La pecadora de Irurtia -ha caído, y vaga luego como una sombra de duelo y de pena. Mientras -Popea tiene siempre litera, otras de sus infelices compañeras acechan -por las Suburras. En la obra de que me ocupo, la idea es cristiana, la -«obscura total idea», para emplear una frase de Schiller en su -correspondencia con Goethe. Si el autor, con un amor pagano, ha modelado -las formas, y con un cuidado antiguo ha tratado la <i>drapérie</i>, es -modernísimo en la expresión y en la comprensión del sujeto. ¿Hay alguna -reminiscencia en ese estilo que brega por ser personal? Es posible. El -autor no asiste al taller de Fidias en esta presente Atenas; pero, de -hacerlo, entre Agorácrito y Alcámenes, sería Alcámenes, por sus ímpetus -de independencia, por su anhelo incesante de libertad. Esa independencia -la ha demostrado no dejándose arrastrar por la moda o por el snobismo, -que hacen de la violencia rodiniana la única manera aceptable en -escultura. Pero al lado de un Rodín, ¿no existe, por ejemplo, un -Bartholomé?</p> - -<p>Volviendo al tema del grupo, Afrodita tiene hoy un culto praxiteliano. -Las hetairas son representadas como sacerdotisas de amor carnal; es el -tiempo en que en los Salones los maestros exponen, en esculturas -policromas, como en la antigüedad, el poema del cuerpo femenino, tan -solamente visto a la luz de la filosofía del placer. Es el tiempo en -que<span class="pagenum"><a name="page_146" id="page_146"></a>{146}</span> a esos escultores corresponden eminentes escritores paganizantes, -como M. Paul Adam y M. Pierre Louys. Cratina es modelo y se frecuenta la -casa de Friné. Irurtia, cristiano, mira el más allá, sin limitarse -exclusivamente a oir las doctrinas de los seguidores de Epicuro. Su -visión es áspera y tenebrosa, pero tras esa tiniebla hay una luz para él -indiscutible. El comprende a las Marías de Magdala y a las Marías de -Egipto. Yo no sé que otro, antes que él, haya extraído del negro tema de -la Trata de blancas una obra semejante. En este sentido, este trabajo -une a su mérito estético un valor moral. Digo moral, no moralizador... -Irurtia no es miembro de Liga, ni periodista, ni soldado de la Salvation -Army, ni amigo del senador Berenger. Es un artista.</p> - -<p>¡Un artista!</p> - -<p>Es tiempo ya de que ese gran país sepa lo que las patrias deben a las -artes. Ya el lujo dejó para el cuerpo la ostentación, la riqueza. Ahora, -lo que al espíritu le toca. Hay que seguir el ejemplo de los Estados -Unidos, que siendo nación de trabajo enorme, protege hoy largamente a -sus artistas. «Somos, un país esencialmente agrícola y pecuario.» -Entendido. Hace miles de años una rama de la raza indogermánica, los -griegos, llegó al más admirable cultivo y gozo del arte; pero antes, en -Grecia, habitaban los pelasgos, que eran esencialmente agricultores. El -cultivo de la tierra, el pastoreo, fueron primero que la Lira, que el -carro de Terpis, que el mármol labrado por Policleto, que el triunfo -completo<span class="pagenum"><a name="page_147" id="page_147"></a>{147}</span> del arte en la tierra armoniosa y divina. Luego, el arte -ateniense, ¿dónde encuentra sus mejores seguidores? En el Peloponeso; -pero, sobre todo, entre los trabajadores, entre los activos e -industriosos argivos. El pueblo etrusco fué también primero un pueblo de -trabajo y de empresas prácticas: <i>filotecnon etnos</i>. Las grandes -ciudades artísticas italianas fueron ciudades industriosas y -comerciantes. ¿Por qué la República Argentina, que hoy asombra al mundo -por sus progresos materiales y prácticos, no ha de llegar a brillar en -la civilización humana por sus artistas, sobre todo contando con -abundancia de «espíritu primo», de talento nativo? Dígase lo que se -diga, en la juventud argentina hay un tesoro colosal de porvenir. Para -lograrlo, hay que pensar en el toro nacional... ¿Cómo?</p> - -<p>Hay un mito antiguo—recientemente tratado por M. Paul Adam, a propósito -de la obra de Franz Cumont, sobre los Misterios de Mithra—que parecería -inventado de propósito para el pueblo argentino. «Es un símbolo -maravilloso, dice, el venerado por el culto de Mithra, el joven dios -pérsico, cuyo culto secreto han propagado los legionarios romanos a -través de la Europa occidental desde los tiempos de César.»</p> - -<p>La leyenda dice que el héroe nacido de la roca volcánica, con la -antorcha y la espada en las manos—tal la humanidad ya provista de -inteligencia industriosa—, persiguió al toro brutal que reinaba -entonces sobre la tierra, lo asió por los cuernos, lo montó, lo fatigó -durante una carrera furibunda, y<span class="pagenum"><a name="page_148" id="page_148"></a>{148}</span> luego, habiéndolo echado en tierra, se -lo llevó, arrastrándolo, a su caverna. Pero el búfalo no se resignó a -estar domado. Se escapó, atropelló, persiguió a débiles y pacíficos. -Entonces, «por orden del Sol», Mithra, mediador entre lo incognoscible y -el mundo sensible, corrió, ayudado por su perro, hacia el monstruo -destructor. Lo esperó a la hora en que volvía cerca de la caverna a -llevar la devastación. Lo agarró por el hocico, le torció el pescuezo, -lo venció, y el dios hundió su espada en el flanco de la víctima -jadeante. Entonces hubo este prodigio: «Del cuerpo del bruto moribundo -nacieron todas las hierbas y plantas saludables que cubrieron el suelo -de verdor. De su medula espinal germinó el trigo que dió el pan, y de su -sangre la viña que produjo el brevaje sagrado de los misterios. El -espíritu maligno quiso lanzar contra el animal agonizante las criaturas -inmundas, para emponzoñar en él la fuente de la vida; el escorpión, la -hormiga, la serpiente, intentaron inútilmente devorar las partes -genitales y beber la sangre del cuadrúpedo prolífico; pero no pudieron -impedir la prosecución del milagro. La simiente del toro, recogida y -purificada por la Luna, produjo toda especie de animales útiles, y su -alma, protegida por el perro, fiel compañero de Mithra, se elevó hasta -las esferas celestes, en donde, divinizada, llegó a ser, bajo el nombre -de Silvano, guardián de los rebaños.» La estela que decoraba los templos -del dios militar eternizaba la memoria de esta fecundidad bienhechora. -El tauroctono se mostraba allí bajo la apariencia de un joven robusto y -bello,<span class="pagenum"><a name="page_149" id="page_149"></a>{149}</span> en el instante en que, los ojos al cielo, inmola la salvajez de -la bestia. A la derecha y a la izquierda de la presa palpitante dos -pequeñas imágenes le representaban aún llevando antorchas, signos de la -luz espiritual en cuyo nombre se cumplía el sacrificio. Este perfecto -símbolo instruía a los soldados en su deber y los justificaba. Era para -abolir la barbarie destructora, era para permitir la obra del espíritu -sabio, legislador y pacificador, que los ejércitos de Roma podían, sin -crimen, atacar a las hordas y multitudes bestiales que pululaban en los -países sin cultura antes de invadir un día los países que las artes -fertilizan, antes de arruinar allí las fuerzas bienhechoras. Pero una -vez conquistadas, sometidas, educadas esas multitudes, a su vez cultivan -la tierra, edifican las ciudades en que se congregan los traficantes, -los ricos, los artistas, los pensadores. Y de esas nuevas fuentes de -inteligencia brota más luz para alumbrar las vías de la felicidad -humana. Matar el toro era así fecundar el mundo. M. Paul Adam -encontraría que en el país de las pampas, bajo el Sol de la patria -argentina, casi todo el mito se ha cumplido. Se combatió la barbarie, la -tiranía, la destrucción; se cultivó la tierra, Silvano protegió los -ganados; se fundaron las ciudades, llenas de industriosos y de ricos. -¿Qué falta? La llegada del Arte, la victoria de la inteligencia y del -espíritu. ¡Que llegue pronto! El Sol brilla. Mithra lo quiera.</p> - -<p>Entonces no tendrán por qué desconsolarse o abatirse los talentos -jóvenes como Irurtia. La ciudad<span class="pagenum"><a name="page_150" id="page_150"></a>{150}</span> será lo que debe ser en la nobleza y -decoro municipales. Las ferias rurales tendrán su contrapeso en las -exposiciones intelectuales.</p> - -<p>Me despedí del autor de «Las pecadoras» deseándole vida resistente, -voluntad perseverante, esperanza y valor. Tengo la conciencia de que en -este «nuevo» hay un gran artesano del ideal, que es lo que todo artista -plástico debe ser. Cuide la Argentina sus talentos, como hacen los -prácticos yanquis. No se proteja lo mediocre importado, pudiendo tener -lo sublime nacional.</p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-150.jpg" width="144" height="213" alt="" title="" /> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_151" id="page_151"></a>{151}</span></p> - -<h2><a name="CLESINGER_Y_SU_OBRA" id="CLESINGER_Y_SU_OBRA"></a> -<img src="images/illus-151.jpg" width="396" height="166" alt="CLÉSINGER Y SU OBRA" title="" /> -<br /> -<span class="caption">CLÉSINGER Y SU OBRA</span> -</h2> - -<p class="nind"><span class="letra"><img src="images/drop-r.png" -width="70" -height="75" -alt="R" - class="drop-cap" /></span>ECIENTEMENTE he tenido la grata oportunidad—en la amable compañía de -dos poetas argentinos, Angel de Estrada y Leopoldo Díaz—de visitar, -plaza Pereire, rue Guillaume Tell, el recinto en que se encuentra la -obra, puede decirse completa, del gran escultor Clésinger. Debí la buena -impresión de Arte a Mme. Berthe de Courrière, sobrina y heredera del -artista, a la cual tuve la honra de ser presentado por M. Remy de -Gourmont, el querido maestro y buen amigo. Es difícil encontrar reunida -toda la producción de un estatuario, de un pintor. De pintores sólo -recuerdo a Wiertz y a Gustave Moreau; de estatuarios a Thorwaldsen. En -este caso, la piadosa voluntad de Mme. de Courrière ha librado de ser -regadas aquí y allá las numerosas producciones de quien, con Rude y con -Carpeaux, forma, como muy bien dice M. de Gourmont, la trinidad de los -grandes últimos escultores franceses desaparecidos. Por otra parte, la -decisión de la heredera<span class="pagenum"><a name="page_152" id="page_152"></a>{152}</span> está apoyada por el voto escrito de los más -grandes nombres del arte francés contemporáneos, entre los cuales Puvis -de Chavannes, Carrière, Rodin, para no citar otros, los cuales han -dejado manifiesto su deseo de que no se venda separadamente la obra -clésingeriana, que constituye por sí sola un museo especial y que en su -unidad representa una vasta elección de belleza y es la manifestación de -un momento en la historia de la escultura francesa. ¿De un momento? «En -la historia de la escultura francesa en el siglo <small>XIX</small>, dice el insigne -escritor que he citado, Clésinger es un hombre; y más: una fecha; y más -aún: una época. El personifica, como tallador de mármol, el Arte -románico. ¿Es el Víctor Hugo? Ningún estatuario del siglo fué un Hugo. -¿El Alexandre Dumas? Eso y algo más, pues con la perpetua fecundidad, -Clésinger, tuvo el perpetuo estilo. Fué malo, a menudo, pero con fuga, -con locura». Es que Clésinger tenía lo que significaba antes con una -palabra hoy fuera de moda, tenía «inspiración.» Inspiración, esto es, la -sinceridad irreflexiva, el pensamiento voluntario e impetuoso que -explica y exhibe la libre alma. Romántico, tenía que serlo, por su -tiempo y por su ambiente. El también, cuando el siglo tenía catorce -años, nació en Besançon, «vieja villa española». No, no fué un Hugo; -pero él también esculpió fragmentariamente una su leyenda de los siglos; -él también se saturó de antigüedad; él también encarnó la Paz, la -Libertad y la Fraternidad; él también hizo su labor en la historia y en -la mitología; él también modeló una que otra «Oriental<span class="pagenum"><a name="page_153" id="page_153"></a>{153}</span>», él también -formó su Esmeralda, su Zíngara, que es la <i>Danseuse au tambourin</i>; él -también pagó tributo al Sátiro; y celebró en bronce y mármol a -Carlomagno, a Francisco I, a Napoleón el Grande... y a la República.</p> - -<p>Su primera labor se ajusta a las tradiciones, sigue las ideas y -enseñanzas de maestros imbuídos en el clasicismo. Se hace al oficio -oficial, y no hay duda de que en ello aprende la gramática de la -estatuaria, la indispensable regla, las normas académicas que sirven -hasta a los más atrevidos, cuando son atrevidos que tienen genio. -Clésinger, si no era un genio, tenía genio. Su obra fecunda lo demuestra -hasta en sus trabajos más defectuosos. Estaba lejos de la chatura de -muchos de sus contemporáneos patentados, y en ciertas creaciones suyas -fué, puede decirse, un revolucionario, un «nuevo», y no sin razón tuvo -la simpatía y el aplauso de Gautier, y principalmente, en este caso, de -Baudelaire.</p> - -<p> </p> - -<p>Clésinger tuvo una <i>travagliata vita</i>, como dice el admirable Benvenuto -de la suya. Mas, como el mismo, bravo y estupendo artista, gozó, en días -dichosos, de esplendores y de honores. Para mí es un espíritu igual al -de aquellos soberbios hombres del Renacimiento, de aquellos -cinceladores, pintores, arquitectos, escritores, poetas, que sabían -comprender el gozo de la vida y aprovechar para la propia exaltación de -la existencia sus dones de superioridad mental, su potencia comprensiva -y su vibrante hiperestesia.<span class="pagenum"><a name="page_154" id="page_154"></a>{154}</span></p> - -<p>Clésinger tuvo una <i>travagliata vita</i>, comió un tiempo el pan de miseria -preciso a todo victorioso futuro, y cuyo seco y áspero gusto hace -saborear mejor los champañas del triunfo. No sé si, como el autor del -Perseo, tuvo la suerte de contemplar una salamandra entre las llamas y -de tener la inmunidad contra los escorpiones; mas, sí, cuentan sus -biógrafos y narran sus amigos que la enemistad y la envidia no lo -perdieron nunca de vista, ni aun cuando desapareció de la competencia -por la puerta negra del sepulcro. El otro día, un joven escultor -hispanoamericano, de fuerte talento, me contaba sus duras penas; y no -hice sino leerle un fragmento de carta de Clésinger para que se fuese -consolado. «Si me hubieseis visto, escribía a un amigo, estos días -últimos, trabajando, sin fuego, en un desván, hubierais tenido compasión -de mí; mi padre hubiera llorado al ver mi miseria y mi hambre, porque -tenía hambre, y siempre esa palabra: nada, nada, me hacía trabajar más -que dormir; en fin, después de haber concluído mi dibujo, lo he -expuesto: un inglés lo ha encontrado de su gusto y me lo ha comprado por -cincuenta francos (cincuenta francos, ¡qué fortuna!); haré otros». En -las notas de Mme de Courrière, como en detallado y lujoso volumen de -Estinard, se hace resaltar esa época de sufrimiento y de capricho que -forma la parte más interesante de la vida de Clésinger. Sufrimiento y -capricho, ¿no aparecen siempre en toda existencia de intelectual? Es el -<i>whim</i> del pensador anglosajón y la dolorosa y misteriosa venganza de -las potencias ocultas que se sienten<span class="pagenum"><a name="page_155" id="page_155"></a>{155}</span> divisadas o rozadas. Este escultor -buscó la libertad desde la adolescencia, combatió de cien maneras, y -tuvo la pasión de Italia, y fué correspondido. Ella le enseñó el secreto -de sus <i>pierres de jadis</i>, y si no le dió un León X, por culpa del -tiempo, le ofreció un excelente Pío IX la amistad de grandes señores -descendientes de los protectores de Leonardo y de Miguel Angel y la -hospitalidad vaticana, al favor de la púrpura cardenalicia. Allí refinó -su paganismo; allí pudo soñar y evocar épocas de belleza libre y de -mística resurrección. Allí aprende y comprende el arte cesáreo que debe -crearle simpatías en la corte francesa del segundo Imperio, el que ha de -hacerle rememorar en su estatua de Napoleón I al dorado caballero que -está ante el Capitolio. Allí ama a Cleopatra.</p> - -<p> </p> - -<p>La milagrosa reina que, a la par de la de Saba, todavía hacer sentir al -mundo el perfume de su voluptuosidad, tuvo en Clésinger un magnífico -adorador. La <i>Femme piquée pour un serpent</i>, quizá la más bella -representación escultórica de la soberbia y sensual fascinadora. Me -explico, cuando su aparición, el éxito, los ataques, la defensa del -crítico Thoré y la tragedia de Delphine Gay, y después, ¡hasta la -bacante de Moreau-Vautier, del Luxembourg! Carne admirable, forma -vencedora, en la última palpitación, plasmada en mármol para la -inmovilidad de las cosas eternas. Lo que apenas recordaba en una piedra -grabada del museo Florentino un artista de la antigüedad, lo renovó -espléndidamente el gran romántico de Besançon. Luego surgirá,<span class="pagenum"><a name="page_156" id="page_156"></a>{156}</span> -hierática, su Cleopatra del loto, la reina ante César, trabajo que se -cuenta entre las obras maestras de todos los museos de la tierra. Luego, -¡la Cleopatra moribunda! Clésinger dejó una armoniosa teoría de figuras -llenas de gracia, musas, estaciones, danzarinas; pero no hay que olvidar -que era un vigoroso, que era dueño de la fuerza, que era el maestro de -los leones y de los búfalos. Domaba la soberbia leonina, poéticamente, -colocando sobre los lomos de la bestia fiera amores o mujeres. El había -comprendido la belleza de los países pastoriles, donde en los vastos -llanos, en las inmensas pampas, se alza la orgullosa figura de la vaca, -sagrada en la India; del toro, que se quedó con la soberbia de Júpiter. -El sabía adornar los palacios, o las entradas de esas grandes fiestas -pecuarias, de esas exposiciones que son el lujo de la ganadería inglesa, -yanqui o argentina, y que saben contar los Whitman y los José Marti. Su -«Toro romano», como el farnesio, dice la imperiosa salvajez de la bestia -noble; sus búfalos tienen en su testuz la familiaridad del huracán; son -hermosos y monstruosos... <i>Deformis scapulis torus eminet...</i> dice en -alguna parte Plinio. Mugen. Viven. Se les aplicaría el epigrama clásico -a la vaca de Mirón.</p> - -<p>Otro lado en que se revela la impetuosidad del estatuario, es en su amor -por la escultura militar, lo que él llamaba sus «hombres de hierro». «No -tengo más confianza que en ellos, decía. Espero que esas estatuas -militares, Hoce, Kléber, Carnot, Marceau, me traerán buena suerte, a mí -que no he dejado de<span class="pagenum"><a name="page_157" id="page_157"></a>{157}</span> ser nunca soldado y patriota». «En efecto, había -intentado, dice uno de sus biógrafos, hacer revivir a los generales de -la Revolución y había logrado encontrar un acento muy personal para sus -evocaciones militares. Su tarea quedó inacabada.»</p> - -<p>Como muchos intelectuales irreflexivos no supo tener en cuenta la parte -práctica de la vida. Fué siempre un joven, y esto fué una virtud y un -defecto. El sol y la luna del país de Bohemia no se apagaron jamás para -él. Pero era también, como él se complacía en decirlo, un soldado. -Gustaba de las bellezas terribles de la guerra que hacen la gloria de -los grandes «hombres de hierro».</p> - -<p>En el manejo de la línea, en la lucha con la expresión, en la creación -de la forma soñada, encontró un campo de acción y de descanso la -tempestad de sus nervios, la tempestad que lleva en su interior todo -intuitivo, todo creador, todo poeta, todo artista. Sus retratos no -revelan el padecimiento, aunque la boca y los ojos digan más de una -melancolía; la que tradujo en «Perseo y Andrómeda».</p> - -<p>Un día pasó la muerte, estúpidamente como a menudo, y se lo llevó. Dejó -una larga herencia de mármoles, de bronces, de yesos, bustos, estatuas, -obras monumentales. La política le fué fatal, pues se enterró al mismo -tiempo que Gambetta, y, como a otros grandes artistas, la muchedumbre lo -pospuso en su atención al tribuno. Luego, llegó el olvido; y hoy hay un -despertamiento, el despertamiento que antecede, en los vedados ilustres, -a la cierta resurrección en la gloria, en la posteridad.</p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_158" id="page_158"></a>{158}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_159" id="page_159"></a>{159}</span></p> - -<h2><a name="MISS_ISADORA_DUNCAN" id="MISS_ISADORA_DUNCAN"></a> -<img src="images/illus-159.jpg" width="395" height="127" alt="MISS ISADORA DUNCAN" title="" /> -<br /> -<span class="caption">MISS ISADORA DUNCAN</span> -</h2> - -<p class="nind"><span class="letra"><img src="images/drop-c.png" -width="70" -height="71" -alt="¡C" - class="drop-cap" /></span> -ANTA, oh musa, a Isadora, la de los pies desnudos, y sus danzas -ultra-modernas de puro arcaicas, y sus piernas de Diana, y las músicas -antiguas que acompañan las danzas, y los veinticinco francos que hacían -pagar en el teatro Sarah Bernhardt por una butaca! Pues es en realidad -digna de mucho entusiasmo esa rítmica yanqui que hace poesía y arte con -la gracia de su cuerpo, ninfa, sacerdotisa y musa ella misma, en un -impudor primitivo y sencillo, digna de las selvas sagradas y de las -paganas fiestas. París no ha correspondido a la novedad, porque la -prensa estuvo seca por culpa, dicen, del empresario. Mas no faltaron los -novedosos de siempre, los snobs, tales princesas y tales artistas, amén -de la colonia, que siempre está dispuesta a apoyar todo lo que viene del -país poderoso en donde, si hay gigantes Morganes y Rockefellers, surgen -hadas Loïs e Isadoras.</p> - -<p>Antes de aparecer en el teatro, Miss Duncan había<span class="pagenum"><a name="page_160" id="page_160"></a>{160}</span> danzado en la -intimidad, para regalo de señalados amigos, como en los salones de la -princesa Polignac, y en una fiesta dada en honor de Rodin, en pleno -aire, en la amable campaña, hizo la gracia de un espectáculo único, -digno de poetas y de artistas. Faltaba allí tan solamente D’Annunzio, -para decir en un <i>laude</i> el retorno de los dioses, <i>vía</i> Nueva York.</p> - -<p> </p> - -<p>Es nuevo y es bello, de encantadora belleza, ese resucitar de viejas -visiones. Y natural es que sea una norteamericana la que realice el -prodigio, porque si hay un país en donde el cultivo del cuerpo y de la -euritmia humana hace modernos los días pindáricos, ese país es el gran -país de los Estados Unidos. Debo advertir que en nuestros centros -latinos y católicos las danzas de Miss Isadora tienen que aparecer -perfectamente inmorales: «Jóvenes que estáis bailando, al infierno vais -marchando»; y siendo Miss Isadora una filósofa danzante que proclama -como sus principales maestros—¡de baile!—a Darwin y a Haeckel, predica -la libertad de la naturaleza, la desnudez, como Pierre Louys, y predica -con el ejemplo: su cuerpo está apenas cubierto con una especie de kiton; -otras veces usa las túnicas botticellescas, y siempre la fina tela -parece como si estuviese húmeda. No hay malla ninguna, y se necesita una -despreocupación completamente artística, o un esfuerzo de -intelectualidad de que no son capaces todos los espectadores de un -teatro, para no ver en la armoniosa anglosajona otra cosa que la -Primavera de Sandro o Ariadna perseguida por Baco.<span class="pagenum"><a name="page_161" id="page_161"></a>{161}</span></p> - -<p>Pero, repito, el espectáculo es bello, da un positivo deleite estético, -y un estatuario como Rodin es justo que se haya sentido feliz al ver -encarnadas y con movimiento las figuras de los bajorrelieves, de las -pinturas de las ánforas. ¿Habrá podido esa mujer joven, vigorosa, -robusta, llena de vida, impregnada de literaturas, filosofías y artes -libres; habrá podido esa pagana mantener su ideal artístico libre de -contaminación en la región de las ideas, en la castidad cerebral de una -vestal del ritmo, de una sacerdotisa de Terpsícore? La bailarina de los -pies desnudos, que es elegantemente pedante y muy de su tierra, ha -escrito páginas curiosas que desenvuelven su teoría de la danza del -porvenir, y a propósito de sus brazos blancos, de sus clásicas zapatetas -y de sus lindos hallazgos, ya habéis visto cómo se proclama discípula -del autor del <i>Origen de las Especies</i>. Podía agregar al inevitable -Nietzsche, catedrático de gozo dionisiaco, que mira en el baile la mayor -manifestación de la libertad de la vida, como una acción enérgica y -sublime. La danza para Miss Isadora no debe tener ningún artificio y -debe ser nada más que una transposición o concentración del ritmo -universal en el ritmo humano. Más que danza, la suya, es mímica; es la -animación de la escultura femenina, y sus ademanes y pasos son renovados -de los kernóforos, ándema, kaladismos, etc., que se pueden hallar en -Laborde. Ella ha pasado largas horas en los museos, y ha visto animarse -los mármoles; y a la actitud fija de las figuras escultóricas ha -agregado el gesto anterior y<span class="pagenum"><a name="page_162" id="page_162"></a>{162}</span> el gesto posterior, completando así el -poema de la forma, por el movimiento armonioso que cambia bellamente las -líneas.</p> - -<p>La iniciadora de esta danza, que ella dice del porvenir, es, pues, una -descubridora del pasado. En todo caso es una creadora de belleza que -amaría Fidias y que halagaría Barnum... Miss Isadora no es hermosa, pero -quizá de tanto contemplar las figuras de los museos se parece a ciertas -estatuas y a ciertas mujeres de los pintores primitivos. El cuerpo es -soberbio, y cuando se presenta triunfa de algo verdaderamente delicado: -la dificultad, la rareza de encontrar un pie perfecto. La impresión -helénica se siente. Para apreciar en su valer las danzas de esta mujer -original hay que tener indispensables nociones de cultura clásica.</p> - -<p>Imaginaos en un sencillo decorado una figura casi alada, en una -turbadora semidesnudez femenina, pero que os evoca en seguida las -creaciones de la clara y encantadora mitología de Grecia. Ya es -Euridice, ya Eco, ya Ariadna. Con el gesto, con el rostro, con el -movimiento cambiante, dulcemente lento o ágilmente vivo, se explica el -dolor de Orfeo o la expectativa al son de la flauta pánica que produce -luego el gozo de la ninfa o la fuga ante la persecución de Baco -enamorado, el temor y el temblor, todo lírico, espléndido y sensual. Hay -saltitos y cambios de lugar que parecerían por un instante ridículos en -ese rico y frondoso cuerpo sonrosado; pero la magia de la evocación -vence del momento peligroso y el <i>deus</i> que posee a la danzarina mima<span class="pagenum"><a name="page_163" id="page_163"></a>{163}</span> -se manifiesta de manera incontrastable y estupenda. Ahora, un buen señor -de negocios, que va al teatro a hacer su digestión, quizá encontrará -todo eso absurdo o se fijará en cosas que no son propiamente el sutil -hechizo de esta obra y de ese acto de arte. Yo de mí diré que ante la -sugerente <i>performance</i> sentí venir a mis labios la lírica invocación. -«Oh, vosotras, que reinais sobre las ondas del Cefiso, cuyas riberas -nutren generosos corceles, ¡oh, Gracias!, a quienes no se canta lo -bastante, diosas de la brillante Orcómenes, protectoras de la antigua -raza de Minias, escuchad los votos que os dirijo. Si hay en la vida de -los mortales algún encanto y adorno, lo deben a vosotras; vosotras -dispensáis la cordura, la belleza, el valor. Los dioses mismos no -presiden jamás ni danzas ni festines sin llamar a las augustas Gracias; -son ellas las que regulan todo en el cielo, y sentadas al lado del dios -que lleva un arco de oro, del vencedor de Python, adoran eternamente la -gloria del dios del Olimpo. Amable Aglae, Eufrosina que te complaces con -los cantos de la lira, hijas del más potente de los dioses, escuchadme; -y tú, Talía, que sonríes a nuestros himnos, lanza una mirada sobre esas -danzas ligeras que celebran una feliz victoria; pues vengo en mis versos -a cantar a Asópico, con el modo lidio; a Asópico, por quien la ciudad de -Minias triunfa en Olimpia. Y tú, Eco, desciende a las sombrías moradas -de Proserpina, y lleva a Cleódano tan gloriosa noticia; dile que tú has -visto combatir a su hijo, y que la victoria de alas de oro ha puesto -sobre su<span class="pagenum"><a name="page_164" id="page_164"></a>{164}</span> joven frente la corona de las luchas gloriosas.» E Isadora ha -sido para mí Aglae, Eufrosina, Talía y Eco, siendo la misma Terpsícore; -y por ella he creído ver la victoria de Asópico de Orcómenes, niño -vencedor en la carrera del estadio, y las danzas que lo celebran, y la -divina Hélade, con su sol de miel y su aire de amor. Y he pensado en lo -que gozaría mi ilustre amigo Guido Spano ante esta Gracia danzante, -antigua griega de carne viva.</p> - -<p> </p> - -<p>Lo pagano de Miss Isadora viene también de los pintores del -Renacimiento. Ella ha ido a Grecia, pasando por Italia. Botticelli la -habría retratado, y el poeta Lorenzo el Magnífico le habría dedicado una -de sus <i>canzone a ballo</i>, por ser su danza una <i>consolatio grossisima</i>, -como diría el viejo Antoine Arène.</p> - -<p>Mas, entendámonos: la palabra danza no es propiamente aplicable a la -representación de la Duncan. Danzas son las de las bayaderas, y -<i>ouled-nail</i>, las jotas y tarantelas, el minué, la gavota, el vals y la -polka, hasta el funambulesco cake-walk. Las de Miss Duncan son más bien -actos mimados, poemas de actitudes y de gestos, sin sujeción nada más -que al ritmo personal, sin reglas propias fuera de lo que indica la -naturaleza. Así debió haber bailado más o menos el ilustre rey -coreográfico David; así Salomé, la de azules cabellos; así los elfos que -canta Leconte de L’Isle, y así, en una noche de luna, coronada la -cabellera de jazmines, no sé si en Lima o en Bolivia, doña Juana Manuela -Gorriti, según testimonio<span class="pagenum"><a name="page_165" id="page_165"></a>{165}</span> del poeta Ricardo Jaimes Freire. Para Miss -Duncan no es precisa la música, o la música, en el sentido helénico, -está en ella misma, la música silenciosa de sus gestos. La danza, según -su teoría, se ritma por la música pitagórica, y el ritmo de las esferas, -el ritmo de todo lo existente, se resume en su propio rítmico -movimiento, al impulso musical de su espíritu. Esto, como véis, es un -poco más complicado que los <i>entrechats</i> de la Cleo de Merode o de -Zambelli. Para las bailarinas comunes es verdadera la definición del -barón de Massias: el canto es la palabra de la música, y la danza es el -gesto del canto. Para Isadora, no. Ella entra en filosofías y es -demasiado antigua. Por otra parte, ambas cosas, filosofía y baile, se -compadecen. Sócrates enseñaba a bailar a la misma Aspasia. La mima de -los desnudos pies no tiene nada que ver con las Camargo, Guimard, -Bernay, Mauri; su alma y sus piernas son de Tracia. Nada le enseñan -Blasis y Lemaître y Noverre. Su inspiración no se encuentra en el -diccionario de Compan; mas Luciano la reconocería discípula de Thea, -frigia o cretense. Hello, furiosamente bíblico, le perdonaría quizá su -desnudez, y el divino Stéphane la haría perseguir en el bosque por un -fauno de su siesta. Mima griega, pues, tiene en nuestra civilización un -velo que sus antecesores helénicos no tenían; lo que se llama la -decencia. He aquí lo que dice Compan, autoridad en la materia: «A fin de -que los intermedios de las piezas de teatro fuesen agradables, los -griegos buscaron cómo hacerlos interesantes. Después<span class="pagenum"><a name="page_166" id="page_166"></a>{166}</span> que se -representaba un acto, los bailarines lo repetían con saltos y gestos, y -eso, siguiendo una cierta música imitativa de lo que se había -representado. Esos bailarines fueron llamados «mimos». Se hace notar que -esos bailarines fueron siempre muy ignorantes en el arte de imaginar una -intriga, conducirla, sostener los caracteres y llegar a un buen -desenlace. Con gestos indecentes hacían una mezcla monstruosa de -tonterías burlescas y preceptos morales. Tenían la cabeza afeitada y los -pies desnudos. Se cubrían con pieles de animales...» Ya véis que hay -diferencia. Isadora supera en el tiempo la representación antigua, y -hace admirar un florecimiento de este culto. Siente y piensa. A su arte -se aplica la definición de Hippeau: la pantomima es la figuración de -ideas y sentimientos. Isadora está más cerca de Sada Yacco y de Severin -que de Mariquita.</p> - -<p>Ahora bien, la adorable yanqui ha agregado una nota que los antiguos -griegos no conocieron: el ensueño. Imagináos que realiza este prodigio: -baila nocturnos de Chopin. Y no es ridículo. Os da el <i>clair-de-lune</i> -con su cuerpo melodioso. Y ois cantar al ruiseñor, y hasta perdonáis los -veinticinco francos de la butaca.</p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-166.jpg" width="205" height="106" alt="" title="" /> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_167" id="page_167"></a>{167}</span></p> - -<h2><a name="REMY_DE_GOURMONT" id="REMY_DE_GOURMONT"></a> -<img src="images/illus-167.jpg" width="398" height="140" alt="REMY DE GOURMONT" title="" /> -<br /> -<span class="caption">REMY DE GOURMONT</span> -</h2> - -<p class="nind"><span class="letra"><img src="images/drop-m.png" -width="70" -height="70" -alt="M" - class="drop-cap" /></span>E apresuro a escribir estas líneas porque una grave preocupación me -inquieta: M. Rémy de Gourmont, autor para pocos, escritor de una -<i>élite</i>, de una aristocracia mental internacional, está amenazado de la -atención de todas las gentes... La prensa le solicita, el reporterismo -le busca... Dentro de poco me temo que el nombre suyo sea, si no -popular, vulgar, como el de Nietzsche... Vulgar en las citas, en las -afirmaciones de la mediocracia escribiente: «M. de Gourmont por aquí; M. -de Gourmont por allá...»; y eso es terrible... Fuera de que, como según -parece, mi especialidad es la de lo «raro», mi admiración y mi afección -por el autor de tanta obra excelente se basan en la intangibilidad de su -vida, en su aislamiento severo, en su monasticismo intelectual. Hace -como unos diez años que, con Lugones, saboreábamos sus obras extrañas y -admirables, las de su campaña del idealismo, sus prosas del <i>Mercure</i>, -sus <i>plaquettes</i> exquisitas, su<span class="pagenum"><a name="page_168" id="page_168"></a>{168}</span> sabio <i>Latin mistique</i>; y nos -complacíamos el poeta y yo en lo enigmático y arcaico de cada edición, -en lo hondo del pensar, en lo maravilloso del decir, en encontrar un -erudito que fuese un poeta. Escalígero entre los lirios. Baluce entre -las esfinges. Lipsio bajo los laureles. Después nos comunicamos por -asuntos literarios, y cuando llegué a París era su amigo. Pasé aquí -cinco años y no le fuí a visitar. Respetaba mucho su silenciosa y -retirada labor, su misterio. Sabía que era, en esta capital -americanizada por la <i>réclame</i> y por el industrialismo de la publicidad, -lo que son los especiales diamantes y los especiales espíritus: un -solitario.</p> - -<p>Un día llegó en que hube de verle por fin. Calle de Saint-Péres, en su -casa de libros. Una casa de libros, viejos tapices, obras de arte. Se -pasa antes por un patio, en donde hay un pozo y unos árboles. Pierre de -Querlon, un alma singular, describió eso en páginas sutiles y amables. -Esas páginas eran hoy más bellas, porque él era joven y acaba de morir.</p> - -<p>He visto primero a una prima y a un hermano de M. de Gourmont. Ella es -la sobrina y heredera del escultor Clésinger, de quien os he hablado en -otra vez. El es un joven delicado, fino, casi esquivo, que encierra un -gran talento. M. Jean de Gourmont, cuyos pensares y decires sobre -literatura son en el <i>Mercure</i> un buen regalo. La morada es silenciosa y -triste, como conviene. Hay un ambiente de quietud y de ensueños, apenas -turbado, según parece, por uno que otro demonio, entre otros el demonio -Elzevir, diría Hugo.<span class="pagenum"><a name="page_169" id="page_169"></a>{169}</span></p> - -<p>Yo entré con cierto temor y timidez. No he podido—y ya estoy al medio -del camino de la vida—llegar a ser familiar, confianzudo con el talento -superior, y, sobre todo, con un hombre como M. Rémy de Gourmont. París -no me ha inficionado de su bulevardismo igualitario, y en un maestro que -es verdaderamente un maestro no veo yo a mi «querido colega».</p> - -<p>M. de Gourmont es uno de los pocos maestros que aún hoy merezcan ese -nombre. Yo, al estar sentado frente a él en su gabinete de estudio, al -verle con su ropa monacal de labor entre libros y libros, junto a un -soberbio Clésinger dorado de penumbra, apoyado en su mesa cargada de -manuscritos y de volúmenes, y al hundir mi mirada en la suya, y al oirle -hablar poco y difícil, hondo y seguro, pasé a otra época y a otro -momento. Me creí estar en casa de un Erasmo, que fuese un Pascal, que -fuese un Lulio. Sé bien que estos nombres no quedan bien para nuestro -siglo y para nuestras costumbres; pero recordad siempre que os hablo en -la sinceridad de mi conciencia, y que Pascales y Erasmos no existen -muchos actualmente para la comparación. Así, pues, llegué tímido; salí -encantado. Agradecido lo estaba antes, puesto que he merecido a M. de -Gourmont juicios demasiado benévolos y defensas demasiado justas. Cuando -por ahí se asombraban de que mis <i>Prosas profanas</i> fueran versos, el -autor del <i>Latin mistique</i> me escribía del título: «<i>C’est une -trouvaille</i>», para asombro de ciertas ignorancias. Encontré en él, bajo -su indumentaria<span class="pagenum"><a name="page_170" id="page_170"></a>{170}</span> de fraile, una nerviosidad inquietante revelada por -cierta quietud leonina; y por fin, mi hombre, mi autor admirado: un odio -profundo a lo vulgar, a lo mezclado, a lo híbrido, al socialismo, al -nacionalismo, al cientificismo oficial, al vulgarismo, a la moral de -regla y a lo inmoral de regla, a todo dogma, a todo profesor, a todo -doctor diplomado, a toda disciplina, a toda obligación. Y, sobre todo, -el odio a lo estúpido; y más que a lo estúpido, a lo tonto. ¡Cuando yo -decía que no es para todas las gentes! Y cuando yo os decía mi inquietud -por la irrupción del Kodak y de la <i>interview</i> a su celda, a su -refugio...</p> - -<p> </p> - -<p>¿Qué importan las genealogías? <i>Stemmata quid faciunt?</i> Importan mucho, -sobre todo, en este caso. Pierre de Querlon dice: «Desciende de la -familia de los pintores, grabadores, tipógrafos, de los siglos <small>XV</small> y <small>XVI</small>, -a que perteneció aquel Gilles de Gourmont a quien se deben las primeras -impresiones hechas en París en caracteres griegos y hebreos.» Además, -por parte de madre, Malherbe es uno de sus antecesores. Pero yo sé de -uno más, que ninguno de sus biógrafos ha nombrado, y que explicaría -ciertas conquistas mentales y actitudes audaces de este perfecto -pensador y libre filósofo: Hernán Cortés. La combatividad ancestral se -ejerce en otros planos y elementos; pero, como el antepasado, como el -<i>ancêtre</i>, ante el problema de la vida, una vez llegado a una convicción -en el océano de las sofías, ha quemado sus naves.<span class="pagenum"><a name="page_171" id="page_171"></a>{171}</span></p> - -<p>El que hubiera sido en otras épocas benedictino sapiente y creyente, el -que ha creado tanta figura y castillo de ideal y de ensueño, tiende cada -vez más a la explicación de la existencia fuera de toda teología. Yo -admiro, pero no aplaudo; dado que, después de todo, no estoy por lo de -quedarse en una costa desconocida con la ceniza de los únicos bajeles. -Para mi uso particular tengo a bien conservar una pequeña nave, una -<i>navicella</i>, una <i>parva navis</i>, si no completamente católica, muy -cristiana. Eso sí; los remos son de marfil y las velas son de púrpura. Y -ella conduce a alguna parte.</p> - -<p>En los orígenes filosóficos, este cerebro, que se creería primero -influído de un soplo platónico, se junta más, en su madurez, a la -observación y al criterio aristotélico, por su investigación sobre el -secreto humano, por su manera de encarar el enigma de nuestro ser. -Solamente que se basa en lo que Aristóteles no comprendía: la libre -acción del hombre en el universo.</p> - -<p>He ahí lo que es este buscador de infinito y analizador de lo que cae -bajo la lente de su criterio: un sabio del siglo <small>XX</small>, que corresponde a -lo que era un amante de la sabiduría en la Grecia antigua, a un profesor -en Sorbona en la Edad Media: para resumir en una comparación las faces -de ese espíritu habría que buscar nombres que no son tampoco de nuestro -tiempo. He nombrado a Pascal: no estaría de más nombrar a Descartes. Un -Descartes que no se interesa demasiado en el pasaporte de la verdad y un -Pascal sin el abismo.<span class="pagenum"><a name="page_172" id="page_172"></a>{172}</span></p> - -<p>Su erudición está aparte de la de los simples eruditos de biblioteca y -academia. En la inmensa selva de la producción humana ha herborizado con -una atención pasmosa y un gusto supremo. Estudio de religiones y estudio -de lenguas; estudio de poéticas y estudio de dramáticas; estudio de -razas y de costumbres, fisiología, etnología, <i>folk-lor</i>. Estudia -después de lo que hay en los libros, en las palabras, en las doctrinas, -lo que hay en la naturaleza. Se baja a ver una hormiga después que ha -examinado una teoría. Escribe un capítulo de experimentación científica, -un escolio, una apostilla, una nota, luego un verso. Yo no sé de qué -rincón de su estancia, de qué cajón de su biblioteca, saca un caballo de -ébano y marfil, como el de Kamaralakmar del cuento árabe. Se monta y se -va al azul. Aparece el «conquistador» de la armonía lírica, mágica. -Porque habréis comprendido que ese caballo extraordinario es, -complicadamente, Pegaso. ¿No es verdad, Simona? Al menos si tú no lo -sabes, la nieve lo sabe, el molino lo sabe, los árboles y la tierra lo -saben. Su poesía es ardientemente concentrada, amorosamente serena. Su -bucólica es misteriosa, su paganismo es religioso; mas después de todo,</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0"><i>Nunc in Aristippi furtim precepta relabor.</i><br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Más que el Gourmont de hoy—¿por qué no decirlo?—me place aquel -Gourmont de antaño—¡de ese antaño no tan lejano!—que convenía a mis -mirajes de juventud. Leyendo una página de la <i>Física de<span class="pagenum"><a name="page_173" id="page_173"></a>{173}</span> amor</i>, por -ejemplo, tengo nostalgia del ambiente de las <i>Letanías de la Rosa</i>, de -las <i>Prosas morosas</i>... Sin embargo, cada estación de la vida tiene sus -frutos, y de ese robusto árbol mental la savia siempre es la misma.</p> - -<p>En alguna ocasión he de realizar un verdadero ensayo sobre la obra de M. -de Gourmont: <i>Sixtine</i>, novela de la vida cerebral; el <i>Latin mistique</i>, -que tanto alabara Huysmans, y que es labor de concienzudo sabio al par -que poeta; <i>Lilith</i>, poema dialogado de una extraordinaria concepción y -de una purísima forma; <i>Le Fantôme</i>, en que está entrevisto el enigma de -la mujer a través de un extraño ceremonial de ideas y de sensaciones, en -un rito a la vez carnal y cuasi religioso; <i>Théodat</i>, la pieza dramática -que dió tanto que decir cuando se representó, en el Théatre D’Art, en -los floridos días del simbolismo; el admirable ensayo sobre <i>Idéalisme</i>; -las joyas verbales de <i>Fleurs de jadis</i>; la secreta hermosura del -<i>Château singulier</i>, y de las <i>Proses moroses</i>; la <i>Historie tragique de -la princesse Phenisa</i>, los <i>Hieroglyfes</i> y las <i>Histoires magiques</i>, que -en realidad lo son; <i>Phocas</i>, prodigiosa resurrección; y luego su obra -de crítica, las decisivas y famosas <i>Masques</i>, que ilustró tan -originalmente Valloton; su profunda y sólida <i>Esthetique de la langue -française</i>, la <i>Culture des idées</i>, <i>Le probleme du style</i>, que destruye -los sueños de inmortalidad de los que juzgan que todo se hace por -recetas, y ese <i>Chemin de Velours</i>, de una filosofía tan nueva y de un -tan agudo interés. Y luego las novelas, como <i>Les Chevaux de Diomeds</i>,<span class="pagenum"><a name="page_174" id="page_174"></a>{174}</span> -en que el psicólogo seguro se une al celebrante de las glorias -sensuales, o <i>Le songe d’une femme</i>, castillos en el aire y placer -animal, ensueño y abrazo. Y después sus cuentos y tal o cual creación -perfecta, como ese shakespeareano <i>Vieux Roy</i>, que la América latina -conoce en castellano gracias a la versión de nuestro armonioso y soñador -Díaz Romero.</p> - -<p> </p> - -<p>Y, por último, la obra poética, corta, pero de especial riqueza de -calidad, la cual, sí, no puede ser gustada sino por entendimientos -escogidos. Así, <i>Les saintes du Paradise</i>, las <i>Oraisons mauvaises</i> y -tales cuales poemas perdidos en las revistas. Sin contar con la vasta -labor de las ediciones de ciertos autores antiguos que este bibliófilo -entre los bibliófilos ha sabido dirigir, con un arte y un gusto que -harán regocijarse en su eternidad el alma del abuelo Gillis. Y con los -incomparables <i>Epilogues</i>, reflexiones, consideraciones, concreciones -filosóficas, que, reunidos a la manera de algunos libros de Nietzsche, -forman un trabajo de alto valer, macizo y firme bajo su ligera -apariencia.</p> - -<p>Su último libro, la <i>Fisique de l’Amour</i>, es un admirable estudio sobre -la función sexual en la naturaleza; hay un deleitable maridaje de -ciencia y de arte. El pensador y el artista son en este caso—como en el -de Maeterlink—uno mismo. Y los que logran absorber el sutil vapor de -ideas que se desprende de la obra de ese solitario, de ese aislado, de -ese maestro meditabundo, son recompensados con la íntima voluptuosidad -de comprender y admirar.<span class="pagenum"><a name="page_175" id="page_175"></a>{175}</span></p> - -<h2><a name="HENRI_DE_GROUX" id="HENRI_DE_GROUX"></a> -<img src="images/illus-175.jpg" width="400" height="170" alt="HENRI DE GROUX" title="" /> -<br /> -<span class="caption">HENRI DE GROUX</span> -</h2> - -<p class="nind"><span class="letra"><img src="images/drop-l.png" -width="70" -height="68" -alt="L" - class="drop-cap" /></span>OS diarios de París dieron la noticia. «El pintor de Groux ha -desaparecido.» Me llamó la atención que los diarios se ocupasen del -pintor de Groux, desaparecido o no... A poco se aumentó la noticia: «El -pintor de Groux, que había desaparecido, ha estado encerrado en una casa -de locos en Italia; de allí se ha fugado y no se sabe en dónde está.» -Luego: «El pintor de Groux ha parecido y está en Marsella. Es cierto que -se ha fugado de una casa de locos.» ¡Mi pobre amigo de Groux!</p> - -<p>A éste es al único intelectual de por aquí que he podido llamar -verdaderamente «amigo» durante un tiempo, en este ambiente en donde cada -día me siento más extranjero... Me lo presentaron la admiración, el -arte, la pobreza. Le he tratado íntimamente,<span class="pagenum"><a name="page_176" id="page_176"></a>{176}</span> en compañía del poeta -Amado Nervo. Era allá en la época de la Exposición. Los tres nos -juntábamos en casa de un músico iluminado, teósofo y swedemborguiano, -que nos quería convertir... No duró mucho su tentativa, sino sospecho -que todos hubiéramos ido a parar a la casa de Italia que ha hospedado a -de Groux, a menos que no nos metiesen aquí cerca, en Charenton.</p> - -<p>Mas ¿ha habido verdaderamente motivo para aprisionar como orate al -desventurado artista? No hay duda de que su aspecto, su indumentaria, -sus maneras, acusan cierta excentricidad...; ¡pero entonces habría que -encerrar al ochenta por ciento de las gentes!... Además, para los que -siguen al pie de la letra las teorías y los decires de los señores -Lombroso, Nordau y compañía, el autor del «Cristo de los ultrajes» no -es, ni puede ser, una persona normal y sana... Si se le trata, el -diagnóstico se confirma, y si se le oye juzgar a los hombres, y -especialmente a los artistas de su tiempo, se le declarará digno de la -ducha y de la camisa de fuerza. Su figura es igual, según León Bloy, a -la de Ernest Hello. Bloy también ha escrito en alguna parte que de Groux -lleva consigo el daño y la desgracia, que es <i>jetattore</i>..., y esto -después de ponerlo a la altura del sol y de la luna como artista... -«¡Buen servicio le debo!», me decía <i>en ricanant</i> el pobre pintor. -Alguien me ha afirmado que éste tuvo una parte de su vida en auge y -ganancia; que entonces ayudó a todo el que lo solicitaba. Mas la perra -suerte, la mala sombra, como dicen en España, la <i>guigne</i>, como dicen -aquí, le ha<span class="pagenum"><a name="page_177" id="page_177"></a>{177}</span> perseguido toda su vida. A tal grado, que me explico -aseguren que se halla atacado del delirio de la persecución.</p> - -<p>No se pueden recibir tantos palos de lo desconocido; no se puede ser la -cabeza de turco de lo invisible sin sentirse una natural inquietud, que -acaba por desencuadernar los sesos. Y luego, en la dolorosa esclavitud -de un artista selecto que, tiene que padecer horribles promiscuidades y -la tiranía del industrialismo, las injusticias de la crítica, que no -señala el éxito sino al que la paga; y en las durezas de la vida de -necesidad de quien no quiere prostituir su talento, en el aislamiento de -su orgullo, con los nervios vibrantes a cada paso, con la sangre -revuelta de rabia ante las imprudencias de la <i>réclame</i>, no encontrando -sino sonrisas de desdén en unos, conmiseración ineficaz en otros, -dificultades para trabajar, penas íntimas y la rebusca cotidiana de lo -preciso..., no sé quién, estoicamente, pudiera resistir. Pues aquí la -lucha es enormemente mayor que en ninguna parte, y las dificultades y -los inconvenientes para un artista, para un hombre de pensamiento se -multiplican más que para nadie. Así son de numerosos los naufragios. Así -es infinito el número de los desaparecidos en la tormenta de París. De -miles no queda ni el nombre ni el recuerdo. El arrivismo ha traído -después el más funesto de los males, el crack de la gloria y el imperio -de la gloriola. Es el momento para los prestidigitadores de la fama. Es -el momento para los amantes del instante, del éxito, del <i>succés</i>. Los -espíritus aislados, los que no entran<span class="pagenum"><a name="page_178" id="page_178"></a>{178}</span> en la corriente, son señalados. Y -aun de esos, hay quienes aflojan.</p> - -<p> </p> - -<p>En verdad, si algún pecado atrae el misterioso castigo de la «fuerza -enemiga» en Henri de Groux, o es el de la carne, o es el del orgullo. Su -obra no es, ni con mucho, casta; pues en sus desnudeces más olímpicas y -paganas aparece una concepción del encanto femenino completamente -católica; es decir, lujuriosa. La antigua Venus imponente y sencilla, -impulsora de las fuerzas naturales, tiene poco que ver con esas figuras -ambiguas nacidas al influjo de preocupaciones teológicas y soplos -demoníacos. Hay mucho de dantesco en el conjunto de sus pinturas, y -mucha semilla medioeval, que ha hecho brotar a través del tiempo, en -medio de las intranquilidades y exacerbaciones de los fines del siglo -pasado, una extraña vegetación de cactus y orquídeas infernales. A pesar -de las conquistas de la eternamente perfeccionable y corregible -corporación de los sabios, el Diablo, como el Dios del famoso director -de periódico, será «siempre de actualidad.»</p> - -<p>En cuanto al orgullo del artista, es enorme, ciertamente, aumentado por -los injustos triunfos de la mediocridad y por el inconcebible -rebajamiento del gusto general en nuestra época, tan llena de -indiferencia por las altas cosas mentales. El sustenta su categoría, -abomina a los predicadores de la igualdad, cara a los pequeños, y mira -sus semejantes tan solamente en otros tiempos pasados. Eso no se lo -perdonan los acomodaticios fabricantes y los que<span class="pagenum"><a name="page_179" id="page_179"></a>{179}</span> aceptan la imposición -de la chatura común. El no figura en la cáfila de pagadores de -biografías y autorretratos de tal diario de mostrador y pulpería; él no -se echa por la calle del medio a hacer retratos mundanos; dice, donde -quiera que le pongan atención, lo mal que piensa de los Carolus Durán y -otros del Instituto; ríe con risa maligna; tiene la ocurrencia -corrosiva, la broma ácida; agregad a esto el no ser propiamente un -Adonis, antes bien un «tipo» singular, el soñar continuamente, el -fracasar en cuanta tentativa de mejorar de fortuna ha hecho, y el -monologar a veces por la calle... decidme si no es muy explicable que -buenos burgueses florentinos y mal intencionados compatriotas, de -consuno, le hayan hecho ir a parar al manicomio... De donde, felizmente, -logró escaparse, y en donde encontró tema para otro de sus poemas -pictóricos extraordinarios... El también, como el Gibelino, a quien -admira y ha interpretado, puede decir que vuelve del infierno.</p> - -<p>Es de todas maneras una existencia trágica la suya, y su obra es como su -existencia. El conflicto estalla por la hostilidad del medio y su -ninguna voluntad de adaptación. Es un desarraigado de un lejano siglo, -un extranjero en la humanidad que presencia la lucha rusojaponesa... Un -día he visto en su taller algunos de los «retratos» que ha hecho: Dante, -Wagner, Luis II de Baviera, León Bloy, Baudelaire, entendidos a su modo -extraño, misterioso... Un libro había por allí: las <i>Fleurs du mal</i>... -¡Eso ha sacado de las malas compañías! Y si al primer<span class="pagenum"><a name="page_180" id="page_180"></a>{180}</span> llegado se le -preguntase qué piensa de la carrera fatigosa y de la vida de de Groux, -de seguro que os saldría con el eterno recurso de la bohemia. De Groux, -sin embargo, es cabalmente algo muy distinto del tipo tradicional del -bohemio. Desde luego, y a pesar de su faz a veces rubicunda y sus -frecuentaciones del café, es sobrio. Es casado, tiene familia. Es triste -y serio, como no toque en la conversación un asunto que haga estallar su -bilis en carcajadas hirientes. Como todo hombre de su intelecto, tiene -una leyenda, que se yuxtapone a la realidad de su trabajado pasar. Ha -sufrido días muy duros, temporadas harto amargas, que su ex amigo Bloy -ha dejado ver de manera bien transparente en su <i>Mendiant ingrant</i> y en -su reciente <i>Mon Journal</i>. Ha intentado cien veces el seguir un trabajo -ordenado que le diese la realización de tanto cuadro en proyecto como -tiene ideado; mas hay algo, sin duda alguna, algo que le acosa y le hace -siempre desmayar en medio de la tarea: es un perseguido de la miseria. -No le han faltado mecenas temporarios, cuyos apoyos no le han servido -sino para reposar un tanto en su carrera de fatigas y penurias. El -primero fué el rey Leopoldo, su compatriota; el último fué, según él -mismo me lo contara hace como un año, la princesa de -Wolkenstein-Trotzburg, esposa del embajador austriaco en París, dama que -se distingue por su entusiasmo por Wagner y que ha sabido apreciar el -mérito de de Groux.</p> - -<p>En cuanto a los vendedores de cuadros y dueños de salas de exposición -han sido para el asendereado<span class="pagenum"><a name="page_181" id="page_181"></a>{181}</span> artista, según su impresión y experiencia, -feroces. Los usos y gestos de ese temible grupo han sido denunciados más -de una vez por escritores valientes, desgraciadamente no en la prensa -diaria, que por más de una razón no aceptaría tales claridades, sino en -revistas de circulación reducida. Allí han hablado los Mauclair y los -Peladan. Allí se han expuesto las criminales maniobras de los lanzadores -de renombre en provecho propio; de los que preparan sus stocks de telas -para pregonar el mérito de tal o cual impresionista vivo o muerto; de -los mantenedores de la crítica simoníaca; de los explotadores del -talento; de los martirizadores del desconocido genial; de los usureros -de la fama y asesinos de la necesidad.</p> - -<p>Se han expresado sus intrigas y sus añagazas, y cómo desuellan a los -pobres artistas que llegan a sus puestos, y cómo se hacen pagar -enormemente el derecho de una exposición, y cómo ellos, a su vez, -lanzan, es la palabra, y ponen de actualidad tal talento averiado, tal -<i>amateur</i> con fortuna o tal olvidada mediocridad, a la que se hace el -<i>boniment</i> para engañar a las gentes.</p> - -<p> </p> - -<p>Si los turiferarios de la falsa gloria le han evitado, de Groux ha -tenido en cambio la aprobación de ciertos excelentes. Remy de Gourmont, -Heredia, han sido sus amigos; Mirbeau, Verhaeren, Camile Lemonnier, -Eockoud, Fontainas y el tremendo Bloy, han escrito sobre él páginas -brillantes de entusiasmo. El último, en su apocalíptica fuga, ha -clamoreado<span class="pagenum"><a name="page_182" id="page_182"></a>{182}</span> la grandeza del genio de de Groux a los cuatro puntos -cardinales. De pocos pintores de estos tiempos, y de todos los tiempos, -se han dicho palabras semejantes. Hace ya años escribía el fuerte -Lemonnier: «Ese joven Henri de Groux, ese espíritu impermeable y virgen -sobre el cual se ha deslizado sin penetrarle la corrosiva educación de -un tiempo propicio a los malignos y funestos, a los instintivos, de -repente se denuncia épico, afiebrado de cataclismos, torturado de -imágenes sangrientas, sin parentesco con ninguna escuela, sin analogía -con sus antecesores, sino es tal vez con Delacroix, hambriento de -destrozos y carnicerías, todo empurpurado de sus flujos bermejos». Y -Jules Destree: «Al lado de ese temperamento de colorista que le acerca a -Delacroix al punto que se le pudiera aplicar muy adecuadamente los -versos de Baudelaire:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Delacroix, lac de sang hanté des mauvais anges,<br /></span> -<span class="i0">Ombragé par un bois de sapins toujours, verts,<br /></span> -<span class="i0">Ou, sous un ciel chagrin, des fanfares ét ranges<br /></span> -<span class="i0">Passent, comme un soupir étouffé de Weber.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Al lado de esos dones prestigiosos y sutiles, su parentesco con los -primitivos es muy cierto. Como ellos, tiende sobre todo a ser sugestivo. -Su realismo es cuidadoso de la naturaleza y de la verdad, pero es -evocador del ensueño, se lanza más lejos que la realidad, con -proyecciones de más allá, en el infinito del pensamiento, de misterio y -de sueño por<span class="pagenum"><a name="page_183" id="page_183"></a>{183}</span> todas partes esparcido y flotante alrededor de nosotros, -realismo con brotes de alma, sobrenaturalismo que es la expresión más -alta del arte verídico y grande.» «Es únicamente un artista, un -filósofo», afirmaba André Fontainas. El diálogo entre el rey Leopoldo y -el pintor, contado por Charles Buet, es curioso: «—Monsieur de -Groux—dijo el rey visitando el Salón—; conocía ya la obra de vuestro -padre. Es la primera obra vuestra que veo. Habéis hecho una cosa muy -<i>extraña</i>, pero es una página notable. Quisiera haceros algunas -preguntas.—Tengo la certeza, sire,—respondió Henri de Groux—, de -haber hecho, en efecto, una cosa muy extraña y seguramente intolerable -para el <i>philistin</i>. Así me siento feliz de que haya tenido la fortuna -de gustaros.—Sí; pero ¿por qué <i>los</i> habéis hecho a todos tan -obstinadamente feos?—Sire, pensé que los sentimientos que <i>ellos</i> -expresaban no debían embellecerlos.—Pero el Cristo mismo, ¿por qué es -tan feo? ¿Por qué expresa el pavor, el espanto?—La tradición le -representa bello y lleno de esperanza.—He pensado que el Cristo, siendo -Dios que se ha hecho hombre para asumir todos los dolores y todas las -miserias humanas, no podía ser bello, al menos de la belleza vulgar, y -que en esa circunstancia había debido asumir el miedo, el miedo físico, -y aun la apariencia, el aspecto de la culpabilidad».—Lo que decís es -interesante, pero muy audaz.» «Tal vez, agrega Buet, pues Henri de Groux -no es heterodoxo pintando a Jesús feo, que los primitivos han siempre -representado así, según un texto de Tertuliano, del tratado<span class="pagenum"><a name="page_184" id="page_184"></a>{184}</span> <i>De carne -Christi</i>, y según también la palabra del salmista: <i>Ego sum verneis et -non home, opprobrium hominum et abjetio plebis</i>.» Y sobre ese mismo -cuadro del «Cristo de los ultrajes» declaraba William Ritter: «¡Y bien! -El «Cristo de los ultrajes», que sólo la música había osado por el genio -fulgurante de Juan Sebastián Bach, Henri de Groux, en fin, nos lo ha -dado, y nos lo ha dado tal, que el suplicio de Matho, entregado a la -plebe de Cartago en Salambó, no es nada al lado de esta espantable -pena.» Y Octave Mirbeau: «Bajo su aparente ingenuidad de primitivo, M. -Henri de Groux es un pintor consumado; es maravillosamente hábil en el -juego de los colores. Sus telas tienen el aspecto de objetos preciosos, -de materia lujosa que deben, ante todo, mostrar las obras de arte. Hay -en él una mezcla de tapicero persa y de imaginero gótico, con todo un -golpe de acentuaciones a la Rembrandt. Sus telas son meticulosamente -compuestas; desde el punto de vista del color, es el color el que guía y -dirige. En su aparente desorden es minuciosamente lógico, y su -imaginación, que es viva, que es desbordante de verbo, no va sino hasta -donde el color le indica ir. Su «Moisés salvado de las aguas», así como -sus bohemios, son puras obras maestras de colorista. La alegría de esas -telas estalla en sonoridades soberbias», Y Charles Morice: «¡La vida, la -verdad de la vida! Es ella la que de Groux, en los ojos de los músicos y -de los poetas y de otros héroes, y en las obras por su pincel -comentadas, ve y nos muestra con el gesto imperioso de una voluntad -orgullosa<span class="pagenum"><a name="page_185" id="page_185"></a>{185}</span> de no ceder bajo el peso del pensamiento.» «Artista violento, -tumultuoso, conmovedor, siempre original, que llega a una intensidad de -realización y de evocación que se impone a la imaginación y fuerza a la -memoria, tal se afirma», dice Charles Salunier. «Es, ante todo, un -poeta», señala Ivanoe Rambosson. Su nombre es célebre en el arte -contemporáneo «de excepción», como diría Vittorio Pica. Este mismo -crítico italiano ha estudiado en una de sus más bellas obras el talento -y la producción de Henri de Groux. He aquí cómo describe un cuadro -terrible: «Les trainards, rêve aprés la bataille»; «Rappresentava un -campo dopo la bataglia: in alto della tela scorgevansi le case del -vicino villagio; in primo e secondo piano v’ra una confusione -raccapricciante di cadaveri e di carrogne sbudellate e sanguinolenti, di -ferilli in agonia, di sconquassati ordegni guerreschi e, in mezzo a tale -cuenta rovina, avanzavansi, a passi cauti, cinque o sei losche figure di -depredatori di cadaveri, seguiti da carretini, tirate da grossi cani di -Terranovae sovraccarricho di spoglie.</p> - -<p>Lo spettaculo era allucinante, macabro, espettrale e, ad acrescere -l’orrore, contribuiva tanto la voluta mancanza anche del più piccolo -lembo di firmamento quanto le deficienze di prospettiva e l’uniforme -tinta verdastra, evocante il colore della putrefazione. Como esprimere -con parole la terribilitá di quei cadaveri aggroviagliati, affastellati -l’uno sull’altro, chiarrati disgustosamente di sangre, con le budella -serpeggianti fuori dal ventre? ¿Come esprimere<span class="pagenum"><a name="page_186" id="page_186"></a>{186}</span> il supremo orrore di -quegli occhi vitrei e spalancati, che nessuna mano pietosa aveva -chiusi?»</p> - -<p>Pues, en realidad, Henri de Groux es un artista de horror y de misterio.</p> - -<p>Su obra, complicada y ya vasta, abarca varios ciclos: el ciclo dantesco, -el wagneriano, el napoleónico, fuera de variados y alucinantes -espectáculos de imaginación y enigma que se ha complacido en trasladar a -la tela.</p> - -<p>Es uno de los pocos artistas gráficos que hayan logrado evocar los -extraños ambientes y percepciones de los sueños, y esas cosas raras e -inexplicables que supiéranse de otras existencias y que se encuentran en -tales páginas de extraordinarios escritores, como Poe, Mallarmé, -Quincey.</p> - -<p>Sus páginas de sombra y espanto llegan a la angustia de ciertas -pesadillas. Su visión tenebrosa hace pensar en los bajos fondos de la -demonología, en tormentosos terrores milenarios, signos y conjunciones -astrales, lluvias de sangre, presagios y apariciones funestas. Es un -prodigioso expresador de pavores y un fatal evocador y comentador del -fantasma que nos habita. En su «Morituri» surge la Muerte cabalgante -sobre la desolación de la campaña llena de cadáveres; en sus «Vendanges» -traduce la irrupción de las cóleras siniestras populares en el corazón -de la noche; su Napoleón no es el dios dueño del Aguila como Júpiter, -sino un Napoleón de desolación, de meditación, de triste humanidad. Es -el espectro de los espectros, ya en la vida retirada de Rusia, ya en la -caída de Waterloo o en Santa<span class="pagenum"><a name="page_187" id="page_187"></a>{187}</span> Elena; Napoleón, ojeroso, meditabundo, -miserable, bajo la tempestad de Dios. De su «Cristo de los ultrajes» -nadie ha hablado como el tonante Bloy: «Es el sufrimiento del Cristo, -tal como lo han contado los santos visionarios en libros de diamantes -que sobrevivirán al juicio final de las literaturas; tal como lo han -certificado los testigos que se hacían «degollar» para obedecer a la -orden de ser «configurados en su muerte»; tal, en fin, como la Iglesia, -no de la Edad Media, sino de todos los siglos, lo enseña en su pavorosa -Liturgia. Es el huracán de las torturas imaginables, sin el contrapeso -de ninguna eficaz piedad para el agonizante voluntario, cuyo último -suspiro extingue el sol y turba las constelaciones.»</p> - -<p>Sus cuadros dantescos, más que ilustraciones de la <i>Divina Comedia</i>, son -telas poemales que trasponen la idea del poeta a la concepción del -artista. Lo propio sus encarnaciones wagnerianas. Mas en lo que he de -insistir es en su don milagroso de revelador, o, mejor dicho, recordador -de otros planos psíquicos, de otras rememoraciones de confusas -existencias, misterioso siempre; misterioso en su orientalismo -insinuante de detalles y perspectivas, misterioso en sus figuras de -mujeres ultraturbadoras y de un más que humano secreto; ni la Eva -dormida, o la Palas sentada, o la carnal Jezabel, o la acre y almizclada -adolescente del frontispicio diabólico del «Pehor», de Gourmont; -misterioso en sus aglomeradas muchedumbres, en la manifestación del alma -baja y feroz de los populachos, de la erupción<span class="pagenum"><a name="page_188" id="page_188"></a>{188}</span> de instintos crueles y -bestiales de las heces humanas; misterioso en las actitudes y miradas de -sus héroes y hasta de sus animales y larvas, sus leones, sus águilas, -sus caballos, sus buhos, sobre todo sus buhos; o ya en sus mitologías, o -en las reminiscencias de malos sueños; en su cultura macabra de las -facies cadavéricas, en las alusiones satánicas y relentes de ultratumba, -en la traslación de la atmósfera sensible de «cuento», de leyenda, de -delirio o de locura.</p> - -<p>Buen artista, de Groux es compasivo con los humildes de abajo, con el -pueblo que sufre la tiranía de la estupidez triunfante. Mas no se mezcla -con los brutales elementos. Quiere «sólo un déspota, el Genio», como -dice brava y aristocráticamente ese cantor de las rojas esperanzas que -tiene por nombre Alberto Ghiraldo. Tiene el horror de la burguesía -ostentosa e ignara de la nobleza decadente y rebajada, del -igualitarismo, tan odioso como imposible. Baudelaire ha sido uno de sus -peligrosos guías en su senda de tinieblas y de espantos. De tanto -frecuentar el reino de lo desconocido, en donde no se camina sino -tanteando el lado de los abismos y negros despeñaderos, y en donde no -puede prestarle sus ojos nictálopes su amigo el buho, es probable que su -cerebro no se encuentre completamente fácil para el diario comercio de -los hombres. Es posible también que en el imperio de las tinieblas -enemigas cuente con más de una animosidad. Y si, como asegura Bloy, se -ha olvidado por completo de Dios, todo él está vulnerable para los -puñales invisibles.<span class="pagenum"><a name="page_189" id="page_189"></a>{189}</span></p> - -<p>El ha ofrecido seguir en su tarea de creador de cosas misteriosas, y de -su contacto con la locura en el manicomio italiano ha de sacar nuevas -apariencias de horrores visionarios. Si de la nocturna confabulación de -contrarias fuerzas sale su fatal sentencia, será una pérdida para el -alto arte, un duelo para el pensamiento. Será el golpe final para quien, -desde la cuna, fué señalado a la desgracia y al dolor como víctima de un -influjo saturnino, de una influencia maligna, diría el pobre Lelian.</p> - -<p>Mas ojalá, robusteciéndose, si es posible, en las ásperas luchas, -cobrando aliento después de las sacudidas de la hostil suerte, halle en -la labor metódica un consuelo y una salvación.</p> - -<p>Aunque, ¡la pobreza es tan infame!</p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-189.jpg" width="211" height="152" alt="" title="" /> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_190" id="page_190"></a>{190}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_191" id="page_191"></a>{191}</span></p> - -<h2><a name="LO_QUE_QUEDA_DE_HEREDIA" id="LO_QUE_QUEDA_DE_HEREDIA"></a> -<img src="images/illus-191.jpg" width="406" height="146" alt="LO QUE QUEDA DE HEREDIA" title="" /> -<br /> -<span class="caption">LO QUE QUEDA DE HEREDIA</span> -</h2> - -<p class="nind"><span class="letra"><img src="images/drop-j.png" -width="70" -height="72" -alt="J" - class="drop-cap" /></span>OSÉ María de Heredia está ya enterrado en el cementerio de Rouen, -adonde fué a hacer compañía a su mujer. Tras sus despojos iban tres -poetas, sus tres yernos: Henry de Regnier, Maurice Maindron y Pierre -Louys.</p> - -<p>Se presentan ya muchos candidatos al puesto de bibliotecario del -Arsenal. Se habló un poco de la desaparición del célebre artista del -soneto. Se escribieron unos cuantos artículos. Después, ha venido el -silencio sobre el que partió en lo gris del otoño. No obstante, queda de -él mucho, en poco. Un libro. Ese libro vivirá. Mil hay que dejan cien -volúmenes para el olvido y para los ratones.</p> - -<p> </p> - -<p>Fué, como es sabido, cubano de nacimiento, pero esto es un accidente que -apenas advertís en tal reminiscencia de uno o dos sonetos. El fué poeta -francés, completamente francés, a pesar de sus pergaminos<span class="pagenum"><a name="page_192" id="page_192"></a>{192}</span> de -«conquistador», a pesar del «ancêtre», del fundador de ciudades. Nació -en Cuba, como su maestro Leconte de Lisle nació en la isla Borbón, o -como Julio Laforgue nació en Montevideo. Mas su gloria es absolutamente -francesa, porque su alma se nutrió en Francia, sin conservar casi nada -del perfume de las islas natales. Vagamente ese perfume le llega una -vez, a la orilla del mar... No es el mismo caso el de otro José María -que hoy comienza a engarzar en hermosos collares perlas de Francia: José -María Cantilo. Si llega el triunfo futuro, será gloria argentina, a -pesar de la lengua de adopción en que exprime sus líricos pensares.</p> - -<p>Hay la idea común de que los parnasianos fueron simples artesanos del -verso, fabricantes de piezas de orfebrería. «Nosotros, que cincelamos -los versos como copas», decía uno de los más grandes entre ellos. El -verbo humano y el ritmo divino tienen tal virtud, que no le es posible -al artífice más impasible labrar una copa que no esté siempre llena de -algo. La copa vacía es imposible. Siempre habrá en el vino de poesía -diluído un sentimiento, un pensamiento. Y en las urnas de José María de -Heredia se conserva un licor precioso que ganará calidades envejeciendo. -Ciertamente fué un orfebre como todos los del Parnaso. Tenía el cuidado -de la rima, la preocupación de la palabra y, naturalmente, el orgullo -del pensamiento. No hay uno solo de los «impasibles» que no tenga en su -estrofa, en la apariencia, fría, un estremecimiento emocional, pues -emoción hay hasta en las más profundas especulaciones mentales.<span class="pagenum"><a name="page_193" id="page_193"></a>{193}</span></p> - -<p>Lo que distingue a Heredia es la frecuencia del mármol y del metal, -materiales de su labor. La dedicatoria a su madre en «Les Trophées» es -una lápida romana. La mayor parte de sus sonetos son casi epigráficos, -dignos de una estela. Heredia no escribió una sola línea que no fuese -monumental. De allí esa augusta disposición de los conceptos, esa noble -euritmia rítmica, esa belleza grandiosa de sus pequeños templos de -catorce columnas.</p> - -<p>Se le reprocha su parto elefantino, tardío y único. ¿Se habría preferido -que amontonase en las librerías volúmenes sobre volúmenes, a la manera -de tanto fecundo multíparo de la literatura cuya prole, sin dolor -creada, servirá tan sólo por su inanidad y número para hacer más pesada -y más invisible la losa del más justificado de los olvidos?</p> - -<p> </p> - -<p>A pesar de amables muestras de simpatía, a pesar de la cita que en una -ocasión me dio el maestro por medio del poeta Angel de Estrada, nunca -fuí a verle, ni a su casa, ni a la Biblioteca del Arsenal, de que era -administrador, después de Nodier, de Alexandre Duval, del bibliófilo -Jacob, de Loredan Larchey, de Edouard Thierry y de Henri de Bornier. Mas -sé que todos los que a él se acercaron quedaron encantados de sus -afabilidades señoriles, de su fondo hidalgo, de su generosidad -espiritual. No creo que le agradase mucho hablar el español, el cual, -según tengo entendido, pronunciaba con acento francés. Estaba, por otra -parte, un poco sordo; así es que la entrevista que tuvo con Núñez de -Arce, hace<span class="pagenum"><a name="page_194" id="page_194"></a>{194}</span> años, debe haber sido curiosa, dado que el poeta español -hablaba muy poco y muy mal el francés.</p> - -<p>Heredia era amado de la juventud, de esa juventud acusada tantas veces -de iconoclasticismo y de irrespeto para con los maestros. A esta -acusación contesta con mucha justicia un claro y valiente espíritu, -André Fontainas: «Decid, muertos ilustres, y demasiado pronto numerosos, -Verlaine, Mallarmé, ¿quién, pues, venía piadosamente a la soledad en que -se os abandonaba?, y vos, magnánimo superviviente de una época valiente, -León Dierx, ¿quién os rodea de fervor y de afección mas que nosotros? -¿Quiénes, pues, José María de Heredia, desde los primeros años -literarios venían con un orgullo tímido a consultaros, a entregaros sus -esperanzas y a confiaros sus dudas?» Y es que el carácter acogedor y la -noble confianza que inspiraba el perfecto lírico daban a los -principiantes un amable calor de entusiasmo, un seguro estímulo, un -deseo de proseguir en la prueba de Pegaso. Y era el alma misma de ellos -la que sentía la espuela de oro. El mismo Fontainas expresa en conceptos -amorosos tales impresiones: «Nadie como él, José María de Heredia, -ningún <i>aîné</i> supo acoger, lleno de una bondad igual, a los -principiantes, a quienes prodigaba con simpatía sus consejos -fraternales. ¿Quién, entre esos, tan numerosos, a quienes su casa fué -abierta, ha podido perder el recuerdo de los primeros minutos de su -primera visita? Cuando desfalleciendo casi de temor y de respetuosa -incertidumbre el recién llegado era introducido a un vasto<span class="pagenum"><a name="page_195" id="page_195"></a>{195}</span> y claro -gabinete cuadrado, sonoro de voces vibrantes y alegres, se habría -sentido presa de un vértigo extraño y temeroso, si el Poeta, -suspendiendo con un ademán alguna disertación tumultuosa, no acorriese -casi de un salto a él, a darle la bienvenida, con abundancia y precisión -que daban al espíritu ansioso y encantado a la vez el tiempo de -reponerse, de admirar, y de comprender a un tiempo, y amar a ese hombre, -que se revelaba completamente en su movimiento de cordialidad franca y -de calurosa acogida.» Tal dicen los que se le aproximaron. Mi proverbial -condición ursina no me permitió poder apreciar personalmente la -gentileza hospitalaria del hidalgo.</p> - -<p>La casa estaba llena de gloria y de letras. Ya sabéis que sus tres hijas -se casaron con escritores. Hasta la hora actual, parece que son felices, -y ningún rumor de divorcio se ha oído. Una de las jóvenes, la casada con -Henry de Regnier, es mujer de gran talento, y se ha hecho notable por -sus poesías, publicadas casi todas en la <i>Revue de Deux Mondes</i>, y, -sobre todo, por las novelas que ha firmado con el pseudónimo de Gerard -d’Houville, nombre de un abuelo maternal de brava y pintoresca vida. Su -salón era uno de los pocos que quedan exclusivamente literarios, y allí -se reunía mucha parte de la <i>élite</i> de la mentalidad francesa -contemporánea.</p> - -<p> </p> - -<p>En Cuba (¡naturalmente!) se ha escrito el único artículo que conozco en -que se decrete y anuncie la desaparición en el olvido de la obra -herediana. «Les<span class="pagenum"><a name="page_196" id="page_196"></a>{196}</span> Trophées» de Heredia! Cuando hoy hay quien exhume y -comente los seccionales del lejano y encriptado Du Bartas. Se ignorará -en lo porvenir a Heredia si se borra por completo la historia de la -poesía francesa en el siglo <small>XIX</small>, en la cual él es ciertamente un -«antillano»; tiene su isla.</p> - -<p>Sí, vivirá por su unidad sólida y su contextura, y por el material <i>aere -perennius</i>, esa «Leyenda de los siglos» en miniatura, ese museo <i>di -camera</i>, esa labor cuyo defecto sólo es la casi completa perfección. Tal -la de su maestro Leconte de Lisle, y la de su antecesor Chenier. Poesía -pura y lengua pura. Y tanta confianza había en el alma del poeta en lo -futuro, que el primer soneto de la colección está dedicado al Olvido:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">Le temple est en ruine au haut du promontoire...<br /></span> -<span style="margin-left: 6em;">. . . . . . . . . .</span><br /> -<span class="i0">Mais l’Homme, indifferent au rêve des aieux<br /></span> -<span class="i0">Ecoute sans frémir, du fond des nuits sereines,<br /></span> -<span class="i0">La Mer qui se lamente en pleurant les Sirènes.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Todo el vasto espectáculo humano, la leyenda y la historia, supo -concretarlo en magníficas cristalizaciones que siempre causarán -admiración a los comprendedores de la virtud artística. Como Hugo, en su -cíclico poema, abarca todas las épocas del mundo: los mitos, los héroes, -los dioses, la vida y el ensueño. En Grecia y Sicilia, he ahí primero la -gran figura de Herakles, ya vencedor del león de Nemea, o cerca del lago -de Estinfalia, «todo sangriento, sonreir al gran cielo azul». He ahí a -Neso,<span class="pagenum"><a name="page_197" id="page_197"></a>{197}</span> cuyo sueño turba «el caliente olor de las yeguas de Epiro»; la -centauresa que de noche tiembla «à l’appel lontain des ètalons»; la -admirable metopa partenoniana de los centauros y lapitas; la fuga de -centauros que sienten la muerte cerca, «et flairent dans la nuit une -odeur de lion.» O bien Afrodita surge de la sangre de Urano; y Jasón y -Medea aparecen como en un cuadro de Gustave Moreau, en el soneto -dedicado a ese pintor. En el «Termodonte» véis pasar a los potros -blancos, rojos de la sangre de las Vírgenes. En «Artemis», la diosa se -presenta como llena de un primitivo y olímpico sadismo, y luego pasará, -cazadora, saltando entre sus molosos; y la flauta pánica resonará en una -ninfea. Pan surge, «el Caprípede, divino cazador de ninfas desnudas». Su -risa asusta a las ninfas en el baño. He ahí un vaso cincelado, en cuyos -flancos han de encontrar más tarde nuevas visiones poetas como Regnier y -Samain. He ahí, como en la estatua de Clésinger, el león que «en -rugissant d’amour mord les fleurs de son frein». Baco, conquistador, -triunfa a las orillas del Ganges. Las mujeres de Biblos celebran los -funerales de Adonis; Circe siente los perros sagrados que la siguen -aullando. En un soneto dialogado, la «Sphinx», muestra Heredia lo que -habría podido hacer si hubiera escrito tragedias. En otro, «Marsyas», -hace recordar el Marsyas de mármol del Louvre.</p> - -<p>Un amor especial tiene para Pegaso, ya «alargue sobre la mar su grande -sombra azul», ya, montado por Perseo, cuando «bat le ciel ebloui de ses -ailes<span class="pagenum"><a name="page_198" id="page_198"></a>{198}</span> de flamme», o cuando sus alas «aux amants enlacés font un tiède -berceau».</p> - -<p>En los epigramas y bucólicas es un admirable evocador de la vida -antigua. Cabreros, pastores, términos; inscripciones votivas; clamores -de orgullo, libaciones funerarias, naves que parten; esclavos, -sembradores, viejos chivos propiciatorios; niños muertos en flor; un -corredor como el que en el Luxemburgo tiene fijado su ímpetu de bronce; -un cochero como los que cantan las odas pindáricas; Pegaso de nuevo; o -bien estas palabras que hoy son para dichas por sus propios labios -fríos:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Aux yeux se sont fermés à la lumière heureuse,<br /></span> -<span class="i0">Et maintenant habite, hélas! A pour jamais,<br /></span> -<span class="i0">L’inexorable Erebe et la Nuit Ténébreuse.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>En «Roma y los bárbaros» saludaréis el bajel de Virgilio. Conoceréis al -discreto Galo, y reencontraréis la flauta griega en labios de un pastor. -El poeta se dirige a Sextius, y hace constar que la vida es breve, como -cantó el otro, y que «no hay primavera en el país frío de las sombras». -He ahí luego cuadros, viñetas, medallas de la vida romana. He ahí una -sonrisa latina, o la soberbia figura de Aníbal, y en los versos a un -triunfador, una frase que se diría dicha a sí propia por el artífice:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Grave-les dans la frise et dans les bas-relief<br /></span> -<span class="i0">Profondement, de peur que l’avenir te frustre...<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Aparece Cleopatra, en una tarde, «semejante a<span class="pagenum"><a name="page_199" id="page_199"></a>{199}</span> un gran pájaro de oro que -espía a lo lejos su presa.» Luego el Imperator sangriento; y el célebre -soneto en que Antonio ve en los ojos puntuados de oro de Cleopatra:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Toute une mer immense ou fuyaient des galères.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Y el «pequeño museo» se engrandece; a los sonetos epigráficos suceden la -Edad Media y el Renacimiento. Y Heredia siempre está en su terreno de -labrador de mármoles, de marfiles y de oros. Y es el vidriero que decora -las catedrales con asuntos de primitivo; y renueva a Benvenuto. En -«l’Estoc» hace recordar el soneto que sobre César Borgia escribió -Verlaine, y en otra medalla, dejaría complacidos los gustos del marqués -de Bradomín.</p> - -<p>Pasan los recuerdos de dos poetas de su linaje, Petrarca y Ronsard; y es -un lujo de orfebrería, luego, y de esmaltes que contribuyen a la gloria -fraternal de Claudis Popelin.</p> - -<p>En los conquistadores, puede decirse que se recrea en la gloria del -Antepasado, el fundador de Cartagena de Indias, D. Pedro de Heredia, por -el cual sus últimos descendientes pueden timbrar su escudo con «une -Ville d’argent qu’ombrage un palmier d’or.» En el Oriente y los -Trópicos, se precisa la influencia de Leconte, y, claro que la de Hugo. -Es allí donde, de paso, en un terceto, hay una reminiscencia del origen -cubano del poeta.</p> - -<p> </p> - -<p>Fuera de su «pequeño museo», quedan de Heredia<span class="pagenum"><a name="page_200" id="page_200"></a>{200}</span> una traducción de Bernal -Díaz del Castillo, un «Romancero», inferior a lo que en este sentido se -encuentra en la «Leyenda de los Siglos», y «Les Conquérants de l’Or», -fragmento épico que poca cosa puede agregar a su gloria.</p> - -<p>Vivirán, pues, las medallas, los bajos relieves, las estatuetas, los -templetes, las logias que construyó con amor y pasión de artista. Y -vivirán, sobre todo, porque puso en ellos su vida y su alma, su -constante esfuerzo y su adoración a la Belleza pura.</p> - -<p>Por otra parte, él no quiso nunca regenerar la sociedad ni cambiar el -mundo. No se dedicó a la pistonuda carrera de apóstol. Era un cuerdo.</p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-200.jpg" width="207" height="165" alt="" title="" /> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_201" id="page_201"></a>{201}</span></p> - -<h2><a name="NUEVOS_POETAS_DE_ESPANA" id="NUEVOS_POETAS_DE_ESPANA"></a> -<img src="images/illus-201.jpg" width="401" height="136" alt="NUEVOS POETAS DE ESPAÑA" title="" /> -<br /> -<span class="caption">NUEVOS POETAS DE ESPAÑA</span> -</h2> - -<p class="nind"><span class="letra"><img src="images/drop-m.png" -width="70" -height="70" -alt="M" - class="drop-cap" /></span>I distinguido compañero Enrique Gómez Carrillo ha venido a verme, en su -calidad de redactor de la sección de letras españolas en el <i>Mercure de -France</i>, y me ha dicho: «Necesitamos que me conteste esta pregunta: ¿Qué -piensa usted sobre el estado actual de la poesía en España?» La pregunta -es compleja, porque no hay una poesía actual española, sino muchos -poetas españoles. Pocos excelentes, algunos buenos, y los demás...</p> - -<p>Lo que sí se advierte en el primer momento es que la manera de pensar y -de escribir ha cambiado. La liberación de la intelectualidad es un -hecho, y más que la europeización, la universalización del alma -española. En mi «España contemporánea» he hablado del movimiento mental -que por la influencia del simbolismo francés transformó las letras -hispano-americanas. Ese movimiento, aunque tardío, llegó a<span class="pagenum"><a name="page_202" id="page_202"></a>{202}</span> España, y -dió nueva vida a las letras españolas. Se acabaron el encantamiento, la -sujeción a la ley de lo antiguo académico, la vitola, el patrón que -antaño uniformaba la expresión literaria. Concluyó el hacer versos de -determinada manera, a lo Fray Luis de León, a lo Zorrilla, o a lo -Campoamor, o a lo Núñez de Arce, o a lo Becquer. El individualismo, la -libre manifestación de las ideas, el vuelo poético sin trabas, se -impusieron. Y eso trajo una floración nueva y desconocida. Y el nivel de -los espíritus subió. Hasta hace pocos años, apartando al gran Zorrilla, -los poetas castellanos estaban en segundo o tercer término entre los de -Europa. Ahora, entre los poetas jóvenes de España, los hay que pueden -parangonarse con los de cualquier Parnaso del mundo. La calidad es ya -otra, gracias a la cultura importada, a la puerta abierta en la vieja -muralla feudal. Nombraré algunos de esos nuevos poetas.</p> - -<p> </p> - -<p>Antonio Machado es quizá el más intenso de todos. La música de su verso -va en su pensamiento. Ha escrito poco y meditado mucho. Su vida es la de -un filósofo estóico. Sabe decir sus ensueños en frases hondas. Se -interna en la existencia de las cosas, en la naturaleza. Tal verso suyo -sobre la tierra habría encantado a Lucrecio. Tiene un orgullo inmenso, -neroniano y diogenesco. Tiene la admiración de la aristocracia -intelectual. Algunos críticos han visto en él un continuador de la -tradición castiza, de la tradición lírica nacional. A mí me parece, al -contrario, uno de los más cosmopolitas, uno de<span class="pagenum"><a name="page_203" id="page_203"></a>{203}</span> los más generales, por -lo mismo que lo considero uno de los más humanos.</p> - -<p>Su hermano Manuel, que ha permanecido en París durante varios años, es -muy diferente. Este es fino, ágil y exquisito. Nutrido de la más -flamante savia francesa sus versos parecen escritos en francés, y desde -luego puedo asegurar que son pensados en francés. Es en muchas de sus -poesías—por ejemplo, en «Caprichos», de título goyesco—un verleniano -de la más legítima procedencia. Con los elementos fonéticos del -castellano ha llegado a hacer lo que en francés no han logrado muchos -seguidores del prodigioso Fauno. Sus «arietas» son perfectas. En cuanto -a sus resurrecciones de viejos metros y sus tentativas de versolibrismo, -indican un gran virtuoso y un artista de la palabra.</p> - -<p>Otro es D. Ramón Pérez de Ayala: Es un poeta asturiano, pero que es -castellano, pero que es cosmopolita; joven, luego rico en primavera, -luego sonriente, luego ágil de pensamiento, luego amador de la libertad, -luego soñador. D. Ramón Pérez de Ayala tiene un nombre que trasciende a -líricas vejeces, a pergaminos venerandos, a flores secas halladas en un -breviario de arcipreste enamorado de las musas. D. Ramón Pérez de Ayala -es un poeta absolutamente del siglo <span class="smcap">XX</span>, con igual educación estética que -nuestros mejores poetas hispano-americanos actuales, y con una hermosa -independencia de espíritu que le hace decir lo que quiere, cantar de la -manera más sencillamente posible. Mas hay que advertir que la sencillez -es en este caso lo más dificultoso.<span class="pagenum"><a name="page_204" id="page_204"></a>{204}</span> Ahora todos queremos ser -sencillos... Todos nos comemos nuestro cordero al asador después que lo -hemos tenido encintado en el <i>hameau</i> de Versalles. El Sr. Pérez de -Ayala se expresa a veces con reminiscencias clásicas, arando en el -antiguo y fecundo campo con los apacibles bueyes de Berceo y de Juan -Ruiz; y su arado, de modernísima fábrica, hiere la tierra con igual -virtud que los venerables y rudos hierros viejos. He leído «La paz del -sendero», manifestación primigenia de esta fragante alma. Tiene el autor -demasiado talento para que sonríamos ante la premura de un dolor fatal -apenas entrevisto. Desde esos primaverales años clama una voz de hondo y -meditabundo poeta, animado por el infuso saber, amargo don del destino.</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Con sayal de amarguras, de la vida romero,<br /></span> -<span class="i0">Topé tras luenga andanza con la paz del sendero.<br /></span> -<span class="i0">Fenecía del día el resplandor postrero.<br /></span> -<span class="i0">En la cima de un álamo sollozaba un jilguero.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">No hubo en lugar de tierra la paz que allí reinaba.<br /></span> -<span class="i0">Parecía que Dios en el campo moraba.<br /></span> -<span class="i0">Y los sones del pájaro que en lo verde cantaba,<br /></span> -<span class="i0">Morían con la esquila que a lo lejos temblaba.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">La flor de madreselva, nacida entre bardales,<br /></span> -<span class="i0">Vertía en el crepúsculo olores celestiales.<br /></span> -<span class="i0">Veíanse blancos brotes de silvestres rosales,<br /></span> -<span class="i0">Y en el cielo las copas de los álamos reales.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">Y como de la esquila iba besando el son<span class="pagenum"><a name="page_205" id="page_205"></a>{205}</span><br /></span> -<span class="i0">Al canto del jilguero, mi pobre corazón<br /></span> -<span class="i0">Sintió como una lluvia buena de la emoción;<br /></span> -<span class="i0">Entonces a mi vera vi un hermoso garzón.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">Este garzón venía conduciendo el ganado,<br /></span> -<span class="i0">Y este ganado era por seis vacas formado;<br /></span> -<span class="i0">Lucidas todas ellas, de pelo colorado,<br /></span> -<span class="i0">Y la repleta ubre de pezón sonrosado.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">Dijo el garzón:—Dios guarde al señor forastero.<br /></span> -<span class="i0">—Yo nací en esta tierra. Morir en ella quiero<br /></span> -<span class="i0">Rapaz.—Que Dios le guarde. Perdióse en el sendero.<br /></span> -<span class="i0">En la cima del álamo sollozaba el jilguero.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">Sentí en la misma entraña algo que fenecía.<br /></span> -<span class="i0">Y quedó dulcemente otro algo que nacía.<br /></span> -<span class="i0">En la paz del sendero se anegó el alma mía.<br /></span> -<span class="i0">Y de emoción no osé llorar. Atardecía.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Tal es la manera de exteriorizarse que tiene esta fragante alma en su -más amable estación. Es una primavera sentimental color de otoño. Hay -después sensaciones rurales y familiares que tan solamente pueden -compararse a las de Francis Jammes. Son de una modernidad intensa, y en -su manera clara y en su ingenuidad desnuda hay mucho de lo que complica -en nuestro espíritu el acendrado cultivo mental. ¡Cuán extraordinario es -encontrar en las almas nuevas de todos los puntos del mundo la alegría! -Pérez de Ayala no es una excepción. De la tristeza principesca e -hiperestésica de Juan R. Jiménez, a la<span class="pagenum"><a name="page_206" id="page_206"></a>{206}</span> casi rústica de «La paz del -sendero», no hay gran diferencia. Es una diferencia de decoración, de -ambiente, de música. El sutil veneno es el mismo. Hay amor, -naturalmente; amor de verdad, a la antigua, amor de <i>clair-de-lune</i> y de -adoración romántica. Lo sexual no tiene gran importancia cuando la -primera ilusión llega con sus manos llenas de jazmines. Cuando el poeta -de los «Jardines lejanos» ve que sus princesas de ilusión tienen blancos -y rosados senos, es que un fauno-diablo, Verlaine quizá, le ha hablado -al oído.</p> - -<p>He de señalar, sobre todo, una cosa. Pérez de Ayala, de abolengo -literario que obliga, es en la generación a que pertenece de los poetas -que piensan. Las nuevas influencias que han transformado la poesía -castellana han traído con la renovación de la forma un grande amor a las -ideas. Un escritor de gran valer y de extrañas violencias, el Sr. -Unamuno, se enreda en eso de las ideas, desdeña las ideas, sin ver que -ellas son nuestra única manifestación, el único fruto que da constancia -de la existencia del árbol humano. Nuestro ibseísmo no es una fantasía, -y el sabio no halló sino una gran verdad con lo de «pienso, luego soy». -Pensemos, pues, y que el sentir no se excluya, pues el sentimiento mismo -se produce en nuestra máquina cerebral. El palacio de Psique está entre -las paredes del cráneo, allí donde Cajal y compañeros van encontrando -desconocido en la mina misma de los pensamientos.</p> - -<p> </p> - -<p>Otro es Antonio de Zayas, poeta diplomático. Es<span class="pagenum"><a name="page_207" id="page_207"></a>{207}</span> un señor. Continúa la -tradición propia; es de la familia de los viejos poetas hidalgos, -prendados de nobleza, de prestigios, de heroísmo, de ceremonia. Con -todo, su vocabulario, su elegancia decorativa, los saltos libres de su -pegaso, le ponen entre los innovadores. A veces «con pensamientos nuevos -hace versos antiguos», y con pensamientos antiguos hace versos nuevos. -El verso libre en España no ha llegado a la licencia de ciertos -versolibristas franceses, con todo y haber escrito Manuel Machado versos -libérrimos. Los de Antonio de Zayas son voluntariamente sujetos a un -ritmo general que no desentona ni se rompe nunca. En «Paisajes» los hay -magistrales. Hay una oración por el alma de Felipe II que en cualquier -literatura honraría a un poeta; pero que en este caso concentra el alma -española, la cristaliza en un diamante verbal sorprendente. Sus -«sonetos» se resienten de heredianos algunos: los escritos en -alejandrinos. Los otros siguen la influencia gallarda que nos viene de -los grandes sonetistas del siglo de oro: Quevedo y el admirable Góngora.</p> - -<p> </p> - -<p>Del poeta más sutil y sentimental, Juan R. Jiménez, he dicho en otra -ocasión lo que pensaba. Hablaba yo de su don musical. Decía de él...: -«lejos del desdoro de la imitación y ajeno a la indigencia del calco, ha -aprendido a ser él mismo—<i>être soi même</i>—, y dice su alma en versos -sencillos como lirios y musicales como aguas de fuente. Este poeta está -enfermo, vive en un Sanatorio, en Madrid. Así,<span class="pagenum"><a name="page_208" id="page_208"></a>{208}</span> en su poesía no busquéis -salud gozosa ni rosas de risa. Cuando más, a veces, una sonrisa, una -sonrisa de convaleciente,</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Convalescente di squisitti mali...<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p class="nind">pero en la cual se insinúa uno de los más grandes misterios de la vida».</p> - -<p> </p> - -<p>Otro es Francisco Villaespesa. Enamorado de todas las formas, seguidor -de todas las maneras, hasta que se encontró él mismo, si es que se ha -encontrado. Dice ya sus propios ensueños y canta su mundo interior de -modo que, ciertamente, seduce y encanta. También es cierto que ha -sufrido mucho, y que no hay mejores indicaciones que las de Nuestro -Maestro el Dolor.</p> - -<p> </p> - -<p>En resumen: un movimiento nuevo se ha iniciado desde hace algún tiempo y -ha producido ya los mejores frutos. No puede negarse que hoy impera una -influencia extranjera, cosmopolita, pero principalmente francesa e -italiana. Mejor dicho, d’annunziana. (Villaespesa, Pujol—un joven poeta -que comienza con los mejores bríos, muy sentimental, muy musical, muy -elegante, muy poeta; Nilo Fabra, que ha expresado sus quereres y soñares -con modos refinados, dando a veces un tono menor que traduce sus -prematuras melancolías contagiosamente.)</p> - -<p>No dejan de encontrarse—sobre todo, en los sujetos a las ordenanzas -académicas—gestos pasados,<span class="pagenum"><a name="page_209" id="page_209"></a>{209}</span> libreas mentales, poesías «a la manera -de...», o a <i>l’instar</i>, como se diría en París. Mas los que imperan son -los otros.</p> - -<p>Hay, por ejemplo, uno de los más nuevos, Andrés González Blanco, que se -ha impuesto desde los comienzos. Sus versos revelan una gran cultura, -una gran mentalidad, y, como antes se decía, una gran «inspiración». En -estas líneas olvido, seguramente, a otros buenos poetas, gentiles -adoradores de las musas. Mas hay que ver que aquí indico únicamente mis -preferencias.</p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-209.jpg" width="162" height="178" alt="" title="" /> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_210" id="page_210"></a>{210}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_211" id="page_211"></a>{211}</span></p> - -<h2><a name="EN_ASTURIAS" id="EN_ASTURIAS"></a> -<img src="images/illus-211.jpg" width="406" height="142" alt="EN ASTURIAS" title="" /> -<br /> -<span class="caption">EN ASTURIAS</span> -</h2> - -<h3>I<br /><br /> -Desilusión del milagro.</h3> - -<p class="nind"><span class="letra"><img src="images/drop-p.png" -width="70" -height="71" -alt="P" - class="drop-cap" /></span>OR Palacio Valdés y el difunto <i>Clarín</i> sospeché la vida ovetense, en -tierra de Asturias. La existencia ciudadana, como en nuestras antiguas -villas hispano-americanas, aún tibias de la empolladura colonial, con -sus curas, bachilleres, señoronas y chismes. Las iglesias siempre -triunfantes, la alta sociedad untada de <i>sports</i> por el contagio de los -viajes. En el ambiente universitario, aún rancio, invasión de cosas -nuevas que llegan del extranjero. Para ver bien todo eso, ahí tenéis <i>El -Maestrante</i> y <i>La Regenta</i>. Y en las revistas podéis saber que es aquí, -en Oviedo, donde tiene su asiento principal esa ciencia internacional y -periódica que posee sus mejores representantes españoles en<span class="pagenum"><a name="page_212" id="page_212"></a>{212}</span> los -profesores Posada, Buylla, Dorado y Altamira.</p> - -<p>Yo voy a lo que más puede interesar vuestra curiosidad y halagar vuestra -fantasía. Os ofreceré un poco de maravilloso.</p> - -<p>Sabía yo que la catedral de Oviedo poseía un tesoro de reliquias más -rico que el de cualquier basílica italiana o que el de Nuestra Señora de -París; y que entre las cosas que aquí se encuentran las hay -extraordinarias. Yo me había imaginado muchas de ellas a través de -cristales de poesía. Saludé, pues, la torre esbelta y labrada, la -plazoleta antigua y estrecha, y me encontré en el ambiente oloroso a -incienso de las vastas naves ojivales. Era la hora del coro y los -canónigos celebran el oficio. Resonaba el canto llano. Un órgano se -hacía oir de tanto en tanto. Y como vibrantes chirimías, las voces de -los monagos se unían a los agudos del instrumento. Uno de esos levitas -en miniatura andaba por ahí con su balandrán y su blanca sobrepelliz. A -una seña se me acercó. Le pregunté por el lugar de las reliquias, y el -duende, no exento de gravedad, me dijo que tuviese paciencia por unos -instantes. Y fué a unir su voz con la de sus compañeros, allá, junto al -facistol. Algunos minutos después salió acompañado de dos canónigos. A -una indicación les seguí.</p> - -<p>Entramos por una puerta cercana a la sacristía. Subimos una escalera; -bajamos otra corta. Henos ante otra puerta junto a la cual hay una -campana que el monaguillo hace sonar dos veces. Entre tanto, los -canónigos rezan. Uno de ellos, algo encorvado, misterioso, de ojos -agudos, llama mi atención.<span class="pagenum"><a name="page_213" id="page_213"></a>{213}</span> Mientras le miro me instruye en voz baja un -poeta del país que me acompaña: «—Ese es un bravo y terrible -sacerdote... Ha sido periodista de combate, hombre de empuje... Le -llaman El Angelón...»</p> - -<p>La puerta se había abierto, y tanto El Angelón, semejante a un Claudio -Frollo, como el otro canónigo, nos precedieron al entrar al Relicario, -sin dejar de mascullar sus rezos. Entraba claridad por la puerta y no -recuerdo si por algún ventanillo; mas el monago encendió un cirio, y con -el tono y manera de un cicerone que se respeta, comenzó a pronunciar su -sabida lección y a mostrar a mi intranquila curiosidad un cúmulo de -sacras maravillas. Poco me faltó del «Breve sumario de las santas -reliquias que en la cámara santa de Oviedo se veneran manifiestas, fuera -del arca santa, después que por la misericordia divina, por el año de -mil setenta y cinco, a instancia del señor Rey Don Alfonso el VI, fué -abierta con asistencia de varios de los prelados de España, que por la -general devastación del reino se hallaban refugiados en dicha ciudad; y -asimismo de las indulgencias concedidas a este santuario, que ganan los -que visitan y asientan cofrades en virtud de esta bula». Poco me faltó, -digo; pero con lo que percibí tuve para copiosa provisión de ensueños en -una exploración de invisible por espacio y tiempo.</p> - -<p>Mas antes os he de decir la historia milagrosa de estas riquezas -benditas, tal como consta en episcopales documentos. Reinaba Cosroes de -Persia sobre Jerusalem, dominada por sus ejércitos, cuando<span class="pagenum"><a name="page_214" id="page_214"></a>{214}</span> por -disposición divina fué llevada de la ciudad superilustre a tierras -africanas una caja, hecha en «madera incorruptible», por cristianos que -habían recibido la doctrina de los apóstoles mismos. Siempre -prodigiosamente, la caja erró de Africa a Cartagena de España, de -Cartagena a Sevilla, de Sevilla a Toledo, de Toledo al Monte Sacro de -Asturias y del Monte Sacro a la iglesia de San Salvador, de Oviedo, -«donde dicha arca fué abierta, y hallaron en ella los fieles muchos -cofrecitos de oro, de plata, de marfil y de coral, los cuales, abiertos -con suma veneración, ciertas cédulas atadas a cada reliquia de las que -dentro estaban, manifiestamente declaraban lo que cada una era». El arca -estaba central ante mí, mas cubierta de antiguas chapas y bien labrada -orfebrería. Y dentro del arca, algunos de los objetos venerados que no -se muestran sino en señalados días del año, con ocasión de fiestas -especiales y con gran aparato ritual y manifestaciones de fe.</p> - -<p> </p> - -<p>La vocecita dijo:—«Esta es una pequeña parte de la sábana santa en la -cual envolvió José de Arimatea el cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo.» -Yo sentía una vaga emoción, con un vago perfume de infancia..., a pesar -de que un mal diablillo me andaba por lo interior diciéndome: «¡Muy -bien, muy bien! ¿Qué van a decir, si usted cuenta esto, ciertos amigos -suyos que saben tanto del protoplasma?» Dejé murmurar al diablillo, y vi -en frente de mí, bajo un fanal en un marco de oro, un trozo de tela -blanca,<span class="pagenum"><a name="page_215" id="page_215"></a>{215}</span> que me pareció demasiado blanca para tantos siglos, y muy -semejante a ciertos tejidos manchesterianos. Mas luego abandoné las -influencias razonadoras, y con el admirable poder imaginativo pude -agrandar el pedazo de tela y ver el inmortal cuadro del descendimiento, -y el del lavado del santo cuerpo, y la piedad del vecino hierosolimitano -que primero que todos los celebrantes de la misa colocó sobre el -Corporal la misteriosa y carnal Hostia antes de la transubstanciación.</p> - -<p>Continuaba el rezar de los canónigos, y la fina vocecita casi no se daba -tiempo:—«Estas son ocho espinas de la Corona Sagrada, de la Corona -cruel que los judíos pusieron en la cabeza de Nuestro Redentor.» Y vi, -en una a modo de custodia, las negras espinas, que más bien se me -representaron clavos. Recordé una que antes viera en ya no sé cuál -templo romano, y la corona despojada de sus espinas que se muestra el -Jueves Santo a los fieles en la basílica parisiense, corona que parece -un círculo de secos mimbres... Mas surgió en la lejanía de lo pasado, en -la tarde lívida y eléctrica del Calvario, la dolorosa y portentosa -Figura, con la frente ceñida por la diadema de martirio, sangre y -palidez, amargura humana y desconsuelo divino.</p> - -<p>—«He aquí—prosiguió la lengua infantil—un pedazo de la caña que los -judíos pusieron a Cristo por burla.» Recordé a las iluminadas, a las -videntes Emerich y Agreda. Lo que pude ver fueron unas a manera de dos -hojas de palma resecas, de amarillento color. Mas se apareció la -indestructible canalla<span class="pagenum"><a name="page_216" id="page_216"></a>{216}</span> burladora e insultadora de las majestades -espirituales, y el triste Cristo, vestido de melancolía, soportando la -tortura de las risas miserables.</p> - -<p>—«Un pedazo de la túnica inconsútil...» no logro verla en el relicario; -«de su sepulcro», tampoco; «de los pañales en que estuvo envuelto en el -pesebre», tampoco, «del pan de la última cena», esto sí. Me hace pensar -en los panes encontrados en las ruinas de Pompeya. Y después me entra un -pueril deseo... Si pudiera probarse esa supernatural pasta, en la cual, -antes que por las palabras de la consagración, estuvo la carne simbólica -de la divinidad, simbólica y efectiva para el creyente... ¡Y si probando -esos relieves del ágape de los 13 no conseguiría uno la visión de lo -inmortal, la potencia de lo infinito, los dones que traen las lenguas de -fuego del Santo Espíritu...!</p> - -<p>Mas el monago no da paz a la palabra:—«He aquí uno de los treinta -dineros porque Jesucristo, nuestro bien, fué vendido por Judas.»—¿En -dónde está? «Dentro de esa caja.»—Lo creo.—¡Judas, desastrado Judas, -precioso chivo emisario del cristiano triunfo, pobre cabeza de turco de -la Redención! El libro de Petruccelli della Gatina es un curioso -libro... Mas, sobre todo, hay que meditar, ¡oh creyentes mis hermanos!, -en que Judas cumplió las disposiciones del Padre; y en que sin la obra -inconsciente suya <i>no se hubieran cumplido las profecías</i>.</p> - -<p>En cuanto a este dinero, uno de los treinta famosos, creo que debería -sacarse de aquí, de esta quieta y venerable catedral ovetense, y -llevarse a París,<span class="pagenum"><a name="page_217" id="page_217"></a>{217}</span> a ser guardado en la caja de Rosthschild, o a otra -parte cualquiera del mundo, a la casa de otro congénere, donde pudiera -devengar los racionales intereses.</p> - -<p>Ocultos también están los que canta la boca del eclesiástico gnomo -«preciosos cabellos y vestidura de la Santísima Virgen; lienzos -humedecidos con la leche de la misma Madre de Dios.» Aquí mi duda no fué -sino teológica. Pregunta: ¿Fué por disposición divina llevada a la -inmortalidad de los cielos María con todo lo que constituyó su cuerpo -mortal sobre la tierra? ¿El día de la Ascensión, no subió la Virgen, -completa e intacta, al empíreo? Si esto es de fe, no corto sacrilegio -están cometiendo los canónigos que conservan y se glorian de poseer algo -de la figura corporal de María, madre de Jesucristo, en San Salvador de -Oviedo. Yo opino que habría que sacar a la luz esos cabellos. Y si son, -en efecto, ya veríais, como en el poema de Hugo los de Cristo en la mano -del sayón, tornarse éstos hebras de luz sobrenatural; notar los sabios -una descomposición en la máquina del día, y la humanidad sentir -entrársele por los ojos una miel de aurora que haría desleírse las almas -en un deseo de amor universal y de fe profunda.</p> - -<p>Después, aquí están un lignum-crucis, que no me interesa tanto después -del buen trozo, que parece petrificado, del tesoro de Notre-Dame; un -pedazo del pez asado y del panal de miel que Jesús comió con los -apóstoles después de la Resurrección—cosas que no me mostraron—; -tierra sobre que puso<span class="pagenum"><a name="page_218" id="page_218"></a>{218}</span> los pies Jesucristo cuando subió a los cielos, y -tierra del sepulcro de Lázaro; algo de la piedra que cerró el sepulcro -del Señor, y del ramo de oliva que llevó en sus manos cuando la entrada -en Jerusalem. Nada de esto veo con mis ojos carnales. Me presentan una -redoma «con sangre derramada por el costado de una imagen que los -cristianos habían hecho a semejanza de Jesucristo, a la cual los judíos, -obstinados por su antigua incredulidad, fijaron por señal o blanco, y -con una lanza hirieron el costado derecho, del cual salió sangre y -agua.» No veo nada, absolutamente nada, en la opaca redoma. Pero -<i>credo</i>.</p> - -<p> </p> - -<p>Mas he aquí que vienen en seguida, chillados por el monaguillo: algo de -la frente y cabellos de San Juan Bautista; un hueso del mismo San Juan -Bautista: reliquias de los doce apóstoles ¡y de los profetas!; la suela -de la sandalia del pie derecho del apóstol San Pedro, que me parece de -un cuero demasiado fresco, como diría Mark Twain; un buen pedazo del -pellejo de San Bartolomé, que se asemeja a viejo pellejo de cerdo; la -cartera, ¡sí, la cartera! de San Andrés, semejante a esas bolsas en que -los gauchos guardan el tabaco; cabellos, ¡oh, profanación!, con que la -Magdalena enjugó los pies de Jesús, y huesos y reliquias de todos los -que vais a oir: San Juan, San Esteban, San Lorenzo, San Vicente, Santos -Cosme, Damián, Esteban papa, Cipriano, Facundo, Primitivo, Justo, -Pastor, Fructuoso, Emeterio, Celedonio, Adriano, Mamés, Verísimo, -Máximo, Vedulo,<span class="pagenum"><a name="page_219" id="page_219"></a>{219}</span> Pantaleón, Cucufate, Sulpicio, Eugenio, Eulogio, -Víctor, Sergio, Bachio, Juliano, Félix, Pedro el Exorcista, Eugenio, -otro Félix, Fausto, Colegio, Esportalio, Hieremías, Martino, obispo -Cristóbal, Grato Luciano, Tirso, Librada, Ana, Natalia, Agueda, Justa, -Rufina, Servanda, Germana, Beatriz, Petronila, Eulalia de Barcelona, -Emilia, Pomposa y una navaja de la rueca con que fué martirizada Santa -Catalina.</p> - -<p>¡Ah, no!</p> - -<p>Y El Angelón y su compañero siguen rezando.</p> - -<p> </p> - -<p>Y luego me muestran «una parte de la vara con que Moisés dividió las -aguas del mar Rojo, ¡y veo un fragmento de palito como un lápiz, yo, que -soñaba con tal luminoso garrote que al agitarse en el aire pondría -espanto en el tropel de los truenos y en la madriguera de los rayos!</p> - -<p>Y después se me muestra «una cruz de oro purísimo, labrada por mano de -los ángeles», y que clama ser labor de plateros bizantinos; y se me dice -que existen aquí mismo: una piedra del monte Sinaí, sobre la cual ayunó -Moisés; maná que llovió Dios a los israelitas en el desierto; ¡el manto -del profeta Elías!; huesos de los tres niños del horno de Babilonia, -Ananías, Azarías y Misael; una de las «hidras» en que Cristo convirtió -el agua en vino; los cuerpos de los mártires Eulogio y Lucrecia; el de -Santa Eulalia de Mérida, el de San Vicente Abad, y los de San Julián y -de San Serrano, y la espaldilla de San Pedro Regalado y otros huesos -más...<span class="pagenum"><a name="page_220" id="page_220"></a>{220}</span></p> - -<p>¡Ah, no! ¡Ah, no! Sospecho que el angelito, El Angelón y su colega me -están jugando una mala pasada... Guardo, orantes y piadosos barnums, mis -cristales de poesía y mi fe para mejor ocasión.</p> - -<p>Tomad dos pesetas... ¡Creo en Dios! Creo en Dios... Pero, ¡idos al -diablo!</p> - -<h3>II<br /><br /> -A la orilla del mar.</h3> - -<p>Me he venido a un rincón asturiano, pequeño, solitario, sin más casino -que ásperas rocas, ni más automóviles que los cangrejos—ante el -caprichoso Cantábrico.</p> - -<p>Está el pueblo de San Esteban de Pravia a un paso de Oviedo, junto a la -desembocadura del Nalón. La ría semeja más bien un lago. En frente se -divisa un viejo castillo en ruinas que da nombre a un cercano caserío; y -más allá del lado del mar, está la población de Arenas. Más allá no -debía decir, sino más acá, puesto que escribo en ella, en una casita -nueva y fresca, que tiene un mirador frente a las olas. San Esteban está -al pie de una pequeña altura; hay pocos habitantes, una fábrica de -conservas marinas y un restaurant que se ve bullicioso y se siente -sonoro los domingos. La Arena es lugar de pescadores, y por el lado de -la costa tiene una<span class="pagenum"><a name="page_221" id="page_221"></a>{221}</span> que otra casita pintoresca que alquilan las pocas -familias que vienen durante el verano.</p> - -<p>Desde la que yo ocupo veo, en frente, el muelle en construcción que -avanza en el mar, las colinas cultivadas, a un lado y a otro, la costa -abrupta que termina su diseminación de rocas obscuras.</p> - -<p>Las mañanas doradas de sol, o empañadas de bruma, son tranquilas y -serenas. Por la calle no pasa más que una que otra vendedora de pescado, -y, una vez por semana, el hortelano, que viene con su asnillo cargado de -frutas y verduras. Ayer oí una inusitada algazara, y un son de -panderetas. Me asomé a la ventana y me encontré con un oso, que la no -muy bien aprendida danza ensayaba en dos pies. Dos cobrizos gitanos -cantaban su melopea, un mono saltarín volteaba al extremo de una cuerda -y unos cuantos muchachos admiraban el espectáculo.</p> - -<p>Por la tarde salen, con el sol aún picante, las lanchas de los -pescadores. Las filas de remos brillan a la luz áurea, y las -embarcaciones del trabajo rudo y arduo toman el aspecto de galeras -antiguas en desfile. Allá lejos se van, a buscar el bonito o atún, y la -suella, la rebosilla y la sardina. Cuando se enciende el poniente es el -retorno, a la vela. La mar brava, o el agitado nordeste, impiden a veces -la pesca. Y la mala faena se ve en los rostros de los pescadores, cuando -se acercan a la costa, en donde hay redes tendidas y mujeres que -aguardan.</p> - -<p>Viven estos excelentes hombres en pobres habitaciones. Tienen algunos un -huertecito que aprovechan para sembrar maíz, patatas y coles. Esto no<span class="pagenum"><a name="page_222" id="page_222"></a>{222}</span> -les deja morir cuando falta el producto del trabajo. Tienen una iglesia -chica y triste, en donde los más devotos forasteros retroceden ante el -formidable ejército de pulgas, que sin duda el rey de las moscas, o sea -Satán mismo, mantiene allí para perjuicio de los católicos veraneantes. -Se divierten cada ocho días los buenos pescadores jugando a los bolos y -emborrachándose convivialmente con vino de dos «perrones» botella. -Sabréis que dos perrones son veinte céntimos de peseta.</p> - -<p> </p> - -<p>El carácter de estas gentes curtidas por vientos y mares es pacífico y -amable. Jamás he visto ni oído escándalos o riñas. Además, son generosos -y altruístas. Unos a otros se ayudan y confortan. Cuando uno está en -días de enfermedad o de escasez, los que pueden le prestan el apoyo que -les es posible. Hablan su jerga asturiana casi siempre en voz alta, y -esto se explica por la cotidiana labor que tienen sobre el mar, en donde -están hechos a dominar el fragor de las aguas y el ruido de las rachas.</p> - -<p>Estos mares son duros. El Cantábrico tiene celebridad terrible. Y aun en -esta parte que ahora me parece tan poco hostil, pasan, en ciertas -épocas, dramas tremendos. «Por allí—me dice un pescador, señalándome el -extremo del rompeolas—, por allí murieron el invierno pasado catorce -hombres. No se pudo salvar ni uno solo.» Estas aguas cambian de humor -con rarísima rapidez; tan pronto hay calma azul, tan pronto carnerea la -espuma. Recuerdo ya viejos versos:<span class="pagenum"><a name="page_223" id="page_223"></a>{223}</span></p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">Claudicante, viejo, solo.<br /></span> -<span class="i0">Viene del Polo el Invierno.<br /></span> -<span class="i0">Eolo sopla en su cuerno<br /></span> -<span class="i0">Saludando al rey del Polo.<br /></span> -<span class="i0">Al son del cuerno de Eolo<br /></span> -<span class="i0">Lanza el gran mar su clamor.<br /></span> -<span class="i0">Sobre el oceánico hervor<br /></span> -<span class="i0">Da el tritón su canto extraño,<br /></span> -<span class="i0">Y con su crespo rebaño<br /></span> -<span class="i0">Pasa el terrible pastor...<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Como todas las gentes de mar, como las de Normandía, como las de -Bretaña, éstas tienen sus devociones religiosas, su patrón celeste, su -representante y delegado delante del Eterno Padre, Comodoro de los -huracanes y Soberano Almirante de los ciclones de la muerte. Aquí es el -bueno y tradicional San Telmo el que enciende sus iluminaciones en los -árboles de los barcos en noches de tempestad, y aquí, en la procesión -anual, va vestido de marinero, con la mano en el timón, entre los cantos -y músicas, sobre la ría en calma. Esta fiesta, según se me informa, se -verificará pronto, y ya tendré entonces ocasión para describírosla.</p> - -<p>No han progresado mucho que digamos estos lugares desde el año de 1794, -en que se publicaron las <i>Memorias históricas del principado de Asturias -y obispado de Oviedo</i>, por el Dr. D. Carlos González de Posada, canónigo -de Tarragona; libro editado en esa ciudad por el impresor Pedro Cavals. -Allí, en unas cuantas notas geográficas, se dice de La Arena: «Puerto de -mar a la boca del río Nalón,<span class="pagenum"><a name="page_224" id="page_224"></a>{224}</span> dos leguas y media distante de Avilés, y -de corta población.» Y de San Esteban: «Puerto de 50 vecinos en la misma -boca del Nalón y frente a La Arena, sin más distancia que el río en -medio; pueden fondear en él fragatas de 30 cañones; en sus inmediaciones -se ha fabricado un dique o ribera, donde se depositan las maderas que -bajan para la real armada por el río desde los montes del Tineo, Cangas, -Salas, Miranda, Quirós, Lena, Aller, Langreo y otras partes. Estos dos -puertos son del concejo de Pravia, cuya capital es la villa del mismo -nombre, corte otro tiempo de algunos reyes de Asturias, etc.»</p> - -<p>Esta quietud, esta pasividad, este tranquilo reposo en la naturaleza, ha -de cambiar con las invasiones de vida moderna que están transformando a -España. A un paso está Gijón, que es hoy uno de los emporios comerciales -y manufactureros de la península, ciudad «europea» actualmente y cuya -riqueza progresiva asombra. De ahí vendrá el soplo, el impulso, que ha -de cambiar todo esto. Y perderá La Arena su poesía, ¡hélas!, y ya habrá -aquí veraneantes que pasearán sus modas, y correrán por la playa otros -automóviles que los cangrejos, y habrá casino con sus correspondientes -<i>petits-chevaux</i>, y los que como yo buscan la actual paz y sosiego que -dan estas cosas primitivas, se irán con la música y los sueños a otra -parte. Aunque pronto no habrá rincón del mundo en donde refugiarse. La -unificación del planeta será absoluta. Los manes de Ruskin y compañeros -mártires se estremecerán en<span class="pagenum"><a name="page_225" id="page_225"></a>{225}</span> la eternidad, y sobre el globo uniforme -prodigará sus bostezos la humanidad uniformada.</p> - -<p>Hay en la playa unas ocho o diez casetas de baño. La clientela no es -numerosa, mas se aumenta el día festivo y el domingo con los visitantes -que llegan de Oviedo. Las casetas son arrastradas por bueyes; y se ve -pintoresco el buen animal del campo cuando camina llevando su edificio -minúsculo hacia las olas.</p> - -<p>A Hugo le daba horror, y lo dijo en versos poco graves, el imaginarse a -Venus con pantalones. El Maestro habría experimentado algo más tremendo -al contemplar la figura de algunas bañistas en estas castas costas. He -advertido que no solamente la robusta y venerable matrona, sino la guapa -y gallarda señorita, se enfundan en unos camisones prosaicos que las -envuelven desde el cuello a los pies. Al verlas, ciertamente, el tritón -más salaz <i>recule épouvanté</i>. Mas no percatan las pudorosas damas que -las tales túnicas resguardadoras de misterios, una vez que se mojan, se -pegan al cuerpo como los paños de los escultores a las estatuas de barro -en los talleres, y que la indiscreción de la tela es entonces de una -realidad irónica y flagrante.</p> - -<p>He notado que las puestas de sol no son aquí, al menos por estos días, -prestigiosas, ricas de colores y fuegos. Pocas veces he visto libre de -nieblas la raya de lápiz horizontal. El sol, al irse, no se muestra sino -a través de opacidades que apenas se tiñen de una difusa claridad de -viejos oros. Tan solamente una vez formaron las nubes del fondo una<span class="pagenum"><a name="page_226" id="page_226"></a>{226}</span> -como cordillera de montañas obscuras, cuyos filetes bruñía de un fuego -vivo y rojo al poniente en fusión. Mas el astro no se veía. Fué más -tarde cuando, de repente, en medio de la cordillera negra, se abrió una -tronera de metal incandescente, a través de la cual pasó un chorro -solar. Duró esto unos instantes. Luego el disco vívido se fué opacando y -se tornó color de sangre, cubierto de nuevo por los nubarrones -amontonados. La cordillera se deshizo. Se fué como derrumbando -blandamente aquella aglomeración de masas enormes y obscuras. El mar, -que fué primero gris, luego plateado, luego violeta, luego verdoso, -luego gris otra vez, se azuló profunda y nocturnamente en el último -momento crepuscular. Grupos de gaviotas iban de un punto a otro de las -aguas, que hacían su ruido de cascadas agitando sus sempiternos -algodones sonantes, sus madejas de encajes sedosos; y coincidió la -llegada de una vela latina, de una rezagada barca pescadora, con la -aparición, siempre enigmáticamente luminosa, del milagro de las -estrellas.</p> - -<h3>III<br /><br /> -San Telmo.</h3> - -<p>Ha pasado la fiesta de los marineros pescadores. El patrón ya sabéis que -es San Telmo, el de los<span class="pagenum"><a name="page_227" id="page_227"></a>{227}</span> fuegos. Si la religiosidad ha mermado entre -estas buenas gentes, la superstición queda. En Dios se puede tener poca -fe; pero lo que es en San Telmo... Desde por la mañana, temprano, -sonaron los petardos y cohetes y se oyeron músicas por las calles del -pueblecito de La Arena. San Esteban también estaba en movimiento. Ambos -vecindarios se unieron para la fiesta. En la iglesia de La Arena hubo -misa con sermón. La gente endomingada tuvo fervor. Estalló la gaita en -una intempestiva Marcha Real cuando el sacerdote alzó.</p> - -<p>Yo partí a San Esteban, al restaurant El Brillante, que es de D. Edmundo -Díaz, un «cher confrère», pues es director de una revista y escritor -ameno. Allí almorcé en una terraza con vista a la ría, por donde debía -pasar la procesión. Y vi muy hermosas mozas, muy elegantes señoritas que -llegaron de Oviedo. Hasta hubo por allí un automóvil y uno que otro -kodak en finas manos.</p> - -<p>La procesión fué después del almuerzo. Desde donde yo estaba pude -dominar todo el espectáculo. El panorama era delicioso, al amor de una -fresca temperatura. Era una decoración de nacimiento; en frente de mí, -casitas blancas con techos rojos; allá, en la otra banda, casitas de -«preseppio», y la colina pintoresca y cultivada en el fondo, al lado del -Castillo y de La Arena. En La Arena divisaba ir y venir de gentes, mover -de barcas, humo de cohetes. Y a este lado la población risueña, el -«Brillante» en fiesta. El agua del Nalón, que corre al mar, azulada, -argentada. El cielo de cobalto, rejado de vellones,<span class="pagenum"><a name="page_228" id="page_228"></a>{228}</span> manchado de -pincelazos de nieve. No lejos del lugar en donde escribía mis -apuntaciones, está la casa del profesor Altamira, del hombre grave y -estudioso que sabe tantas cosas. Es un «cottage» rojo, con barandas -blancas, con un jardincillo en que hay verdores apacibles, flores e -higueras.</p> - -<p>Suenan a lo lejos tres bombas. Va a comenzar la procesión. El cielo se -ha azulado aún más, como un cielo napolitano; y el agua está como el -cielo, y es como un milagro azul que todo lo envolviera. «Je suis hanté: -Azur! azur! azur!...» Veo venir algo que suscita en mi mente -reminiscencias de Venecia, de una Venecia antigua y legendaria. Hasta el -acento con que hablan los marineros que pasan bajo el balcón a que me -asomo me parece veneciano. Y la ría, que es un lago suizo a veces, se me -antoja ahora una especie de Canalazzo. Se acerca más y más la procesión -en barcas. Entre las pequeñas de los pescadores viene, como un -Bucentauro, gallardamente, el vaporcito en que está el santo. Y en el -vapor del santo, y en otros que atrás vienen, y en las barcas de los -pescadores, y en otras llenas de vecinos y curiosos forasteros, todo es -una fiesta de banderas y banderolas, amarillo y rojo. ¡España! ¡España! -¡España!</p> - -<p>Y ya no, no es una fiesta veneciana la que presencio, no es el triunfo -marino del Bucentauro; es una fiesta española y asturiana. Son los -buenos pescadores de un rincón del Cantábrico, que celebran el día de su -patrón celeste, San Telmo. La impresión no es de soberbia, ni de función -imponente por sus<span class="pagenum"><a name="page_229" id="page_229"></a>{229}</span> lujos y pompas. No caen de las lanchas, como de las -góndolas señoriales, paños de seda flecados y bordados de oro. La -obsesión del cielo azul, agua azul, banderas y sombrillas sobre el -cristal especular.</p> - -<p>Aquí, a mi lado, charlan las damas, con ese son dulce de la provincia, -de que ha hablado el perspícuo Azorín. Y hay son de músicas sobre las -aguas de la ría. Las pesadas dragas, a un lado, descansan, pues es el -día de gozo ritual para estos pueblos de pescadores y labradores. En la -procesión viene adelante un barco negro, florecido y risueño de -banderas; y trae el estandarte, un gonfalón rojo y oro. Y en la -embarcación en que pasa el santo, van vecinos notables, autoridades, -curas con sus roquetes y sus sobrepellices. Y veo luego la muchedumbre -que acompaña, y una bandera roja, y una cruz de plata. Y hay por todas -partes alegría, la alegría de un día de regatas.</p> - -<p>¡Buen San Telmo, que sabes de los furores del mar, de las terribles -rabias oceánicas, de galernas y aquilones, sé amigable y cordial con tus -gentes de La Arena y San Esteban que, curtidos de sol y vientos ásperos, -van a exponer la vida todos los días en la pesca de la sardina, del -calamar, del atún! Aleja las malas artes de los «espumeiros», y a la -racha de mala intención apártala de la vela que empuja la barca en que -va el trabajador de las olas. ¡Sé propicio, buen San Telmo de los fuegos -eléctricos, a estos pobres hombres! Tienen madres vestidas de negras -telas viejas, esposas flacas, hijos anémicos.<span class="pagenum"><a name="page_230" id="page_230"></a>{230}</span> Dales buen tiempo, mucha -pesca, y así saborearán la borona del terruño, se alimentarán mejor, -beberán más sanamente. ¡Pórtate bien, San Telmo, porque viene por ahí un -diablo rojo que anda conquistando a los pobres del mundo, negando dioses -y descabezando santos!</p> - -<h3>IV<br /><br /> -San Telmo se porta bien.</h3> - -<p>... Estaba yo ayer departiendo con Evaristo, mi barquero. El cual es un -marinero rubio, seco, de ojos chispeantes. Tiene sus lecturas, y se las -da de «espíritu fuerte» entre sus compañeros. No obstante, me dijo en -medio de la conversación:</p> - -<p>—Yo creo haber visto al diablo, señor.</p> - -<p>—¿Cómo, Evaristo?</p> - -<p>Y me contó una su nocturna aventura, complicada con un caso telepático -que complacería al duque de Argyll.</p> - -<p>—Melo de la Morena—me dijo—era un pescador como yo. Nos conocíamos -desde muchachos y fuimos muchas veces juntos a la faena de la sardina.</p> - -<p>Una noche—de esto hace poco tiempo—volvía yo por la ría, del lado en -que se pescan los salmones, más allá del puente de Muros... Era como la -media noche, y había obscuridad grande. Cuando al acercarme<span class="pagenum"><a name="page_231" id="page_231"></a>{231}</span> en la -lancha un tanto hacia la ribera, oigo:—«¡Evaristo! ¡Evaristooo!—Y la -voz era tan espantosa y desusada, que se me erizaron los cabellos. No -obstante, como yo venía acompañado de mi viejo padre, reconocimos juntos -la voz de Melo de la Morena.—Es Melo de la Morena, dije yo.—Es la voz -de Melo de la Morena, afirmó mi padre—. Pero, ¿qué andará haciendo a -estas horas por aquí? ¿Y por qué su voz nos da miedo? Los gritos seguían -pavorosos. Yo no creo en esas cosas, señor. Yo he leído que todo eso es -superstición. Pero, de acuerdo con mi padre, nos alejamos ligeros del -lugar, y de unos cuantos golpes de remo llegamos pronto a la casa. Por -la mañana vi a Melo de la Morena:—Melo, ¿qué andabas haciendo anoche -tan lejos, por el puente de Muros, como a las doce?—Yo estaba en mi -cama, dijo Melo.—Pues mi padre y yo hemos oído tu voz que nos -llamaba—. Yo me acosté muy temprano, repuso Melo—. Y lo terrible del -caso es, señor, que un mes después Melo de la Morena, que fué a la -sardina, se ahogó, y a mí me tocó sacar el cadáver del agua.</p> - -<p>—A todo esto, Evaristo—le dije—, no ha aparecido el diablo.</p> - -<p>—Es verdad—contestó—. Eso fué otra noche. Y digo sería el «diaño»; -aunque no sé francamente si sería él... Usted verá. Y me narró sus -aventuras de otra noche. Volvía a su casa, ya tarde, y cerca de las -ruinas del Castillo de San Martín oyó que su padre le llamaba desde una -barca para que le llevase a su casa. Acercóse, y vió una figura blanca, -de<span class="pagenum"><a name="page_232" id="page_232"></a>{232}</span> pie.—Vamos, padre; dijo Evaristo.—Ya voy—respondió la figura -blanca—. Pero no se movía. Y Evaristo se cansó de llamar, y la figura -seguía diciendo «ya voy». Hasta que Evaristo vió que aquello era cosa -diabólica y se acercó más y descargó un remazo sobre la figura. La cual -se deshizo como un humo.</p> - -<p>—Evaristo—le dije—, indudablemente era el «diaño».</p> - -<p>En esto estábamos cuando vimos pasar una mujer llorando, que corría -hacia la costa. Y un hombre que llegó después, nos gritó:</p> - -<p>—Una lancha se ha volcado, y traía trece hombres. Allá por la punta del -muelle.</p> - -<p>Fuimos a ver lo que pasaba.</p> - -<p>El mar no estaba tan revuelto, mas soplaba un fuerte viento nordeste que -había causado el desastre. A la vista de los que estábamos, en la costa, -una barca de las que tornaban de la pesca se encontraba volcada. Se -notaba el movimiento de los salvadores en las otras barcas. ¿Cuántos -pobres pescadores se ahogarían? Yo oí cerca de mí gritos y sollozos. -Viejas desoladas se llevaban las manos a la cabeza, tendían los brazos -hacia las grandes olas. Mujeres más jóvenes, seguramente esposas, -lloraban también. Lloraban niños; todo el mundo lloraba. Y la -concurrencia de vecinos aumentó. Se rezaba. Se escuchaban lamentaciones: -«¡Pobreciños!, pobreciños!» Una mujer andrajosa, alta, aullaba como una -Hécuba. «Aquélla—me dijeron—tiene un hijo en la pesca; aquella otra -tiene dos hijos; aquella otra su<span class="pagenum"><a name="page_233" id="page_233"></a>{233}</span> marido y un hijo.» Así era la -desolación. Jamás mis nervios han estado más vibrantes, ni mi corazón -más apretado. En mí se refleja todo ajeno dolor; y aquella escena era -para conmover a un hombre de bronce.</p> - -<p>Y una anciana, toda trémula, no cesaba de repetir: «¡San Telmo, señor -San Telmo, líbralos!» Al cabo de un largo rato vióse que de nuevo las -lanchas se ponían en marcha, rumbo al acostumbrado desembarcadero. Todos -nos dirigimos allá. ¿Habían quedado en el agua algunos pescadores?</p> - -<p>¿Cuántos? ¿Qué rugido, qué clamor maternal íbamos a escuchar entre el -grupo de mujeres cuando se acercasen a la playa los marineros y diesen -cuenta del desastre? Se advertía que la lancha volcada venía a remolque, -y que en algunas de las otras había tripulantes de ella. Por fin -doblaron las embarcaciones el extremo del muelle, y entraron en la boca -de la ría. Pronto estuvieron al habla, y las gentes empezaron a -reconocer a los que venían. «Aquel es Pedrín.» «Aquel es Basilio.» -«Aquel es Juan.» «Allá viene Anselmo.» Y venían voces de ellos: «¡No hay -cuidado ninguno!» «¡Todos salvados!»</p> - -<p>Todo fué entonces alegría. Desembarcaron mojados los náufragos. Uno de -ellos venía muy enfermo, pero pronto se repuso. El «espumeiro» y la -muerte quedaban vencidos. Yo creí del caso decir al buen San Telmo:</p> - -<p>—¡San Telmo, te has portado bien!<span class="pagenum"><a name="page_234" id="page_234"></a>{234}</span></p> - -<h3>V<br /><br /> -Un eclipse.</h3> - -<p>Siendo España un país favorecido por los «eclipses»—desde que se pone -el sol en sus dominios...—he aquí que la reciente manifestación solar -ha atraído a estas tierras, por unos momentos, la atención del mundo. De -todas partes llegaron los sabios que pasan su vida ocupándose en los -asuntos del cielo, y todos ellos, o casi todos ellos, como los antiguos -astrólogos, son viejos, lo cual parece demostrar que, cuanto más se -aleja el pensamiento de la tierra, más se alarga la vida. Vino Gaussen -el patriarcal, con su cara de Hugo melenudo; vino Jansen venerable, con -sus ojos meditativos y profundos entre la nieve de su senectud; vino -Rayet sonriente con su corona de invierno, y otros cuantos más, con los -más jóvenes, con los coroneles de la artillería óptica, y con las -ayudantas, la inevitable compañía femenina, las cantineras de las -batallas astronómicas. Llegaron de Inglaterra, Callendar que, de panamá -y traje de playa, parece que anduviese en busca de casino, cuando anda -por las nubes como un poeta nefelibata o no nefelibata, y en cálculos e -inventos como el de su máquina para investigar la intensidad calorífica -de la corona solar; Fouler, fino y estudioso, y Rayner que compite con -Cahen, que compite<span class="pagenum"><a name="page_235" id="page_235"></a>{235}</span> con Moulloy, que compite con Bonfield: entre todos -brillan, a través de sus espejuelos, los ojos de sir Norman Lockyer, -dulces de mirar hacia la altura. Y hay más ingleses. De Francia llegaron -Deslandres, Fabry, Azambuja y el lírico Flammarion, cabelludo como un -cometa, y más franceses grandes y medianos, todos llenos de ciencia. De -Holanda, Ryland y Wilterdink, y más holandeses, graves y sabidores. De -Austria, Boltzmann, y más austríacos; de Alemania, Olmsted, Hartmann, -Dugan, y más alemanes; de Suecia, un buen grupo en que resplandece -astralmente el gran Arrhenius, con Gustave Kobb; de Italia, los más -notorios y más eficaces cazadores de secretos celestes, y de Estados -Unidos un batallón, a cuya cabeza está el sesudo Campbell, director del -californiano observatorio de Lick. La América latina estaba felizmente -representada por Méjico, con un excelente cuerpo de astrónomos -mejicanos, y Chile tenía a Ernest Greve, del observatorio de Santiago. -Confieso que me sorprendió no encontrar un representante argentino, uno -de esos bravos centinelas de la ciencia que montan guardia en Córdoba y -en La Plata.</p> - -<p>Las instalaciones fueron excelentes, y el Gobierno español y las -autoridades recibieron a los enviados de las distintas naciones con -cordialidad y la tradicional hidalguía. Flammarion, sobre todo, el más -literato de los astrónomos, y por eso el más popular en todos los -lugares adonde han llegado sus obras, es decir, en toda la tierra -civilizada, fué saludado como un verdadero príncipe de la ciencia,<span class="pagenum"><a name="page_236" id="page_236"></a>{236}</span> y -paseó en carruajes reales y los monarcas le agasajaron, a él y a su -excelente señora, que hace a maravilla, con dignidad serena, su papel de -sabia consorte. Las diversas ciudades y pueblos en donde se instalaron -los campamentos astronómicos ganaron crecidamente, pues por el motivo -científico, el turismo europeo invadió por esos días la Península; y, -como sucede en ocasiones semejantes, todo se puso por las barbas del sol -y los cuernos de la luna: hoteles, habitaciones en casas particulares, -alimentación y cuanto se hubo menester. Lord inglés hubo que pagó dos -mil pesetas diarias el departamento para su familia. Y era como en el -cuento del rey y los huevos. «¿Son muy raros aquí los comestibles y las -habitaciones? No, señor; lo que son raros son los lores y los eclipses.» -Así en Burgos, en Alcalá de Chisvert, en Castellón, en Sigüenza, en -Cistierna, en Almazán, en todos los puntos elegidos por los sabios para -sus observaciones, el negocio fué pingüe.</p> - -<p>En España fueron grandes el movimiento y la curiosidad. Los trenes, la -víspera y la mañana del fenómeno, iban cargados de gente a los lugares -estratégicos. Y había de todas clases de trenes, como de todas clases de -curiosos: trenes de lujo y trenes modestos, y hasta esos que aquí llaman -«botijos», en que todo el mundo se embotella por más que módico precio.</p> - -<p>Ya sabréis, naturalmente, que el Rey Alfonso, Rey de su tiempo y de su -edad, no ha querido faltar a la cita de Burgos. Allá fué, con su -agilidad y bizarría<span class="pagenum"><a name="page_237" id="page_237"></a>{237}</span> de siempre, en su automóvil, y la Reina y las -Infantas también fueron, desde el palacio de Miramar de San Sebastián, -en donde se hallaban cumpliendo con las exigencias del veraneo. Y tras -el Rey, la Reina y las Infantas, ya os imaginaréis la muchedumbre -elegante que se desprendió de sus nidos de <i>villegiatura</i> para ir a la -ciudad del Cid Campeador, en el taf-taf de moda o por el ferrocarril. -Burgos fué la capital del eclipse, y el Rey aprovechó su permanencia -para poner la primera piedra del monumento que se levantará al Mío Cid, -y para inaugurar una nueva estación ferroviaria. Asimismo visitó -conventos, hizo jiras cercanas y se preparó para ir en seguida a cazar -rebecos a los picos de Europa. Visitó las instalaciones astronómicas -nacionales y extranjeras, departiendo, como se sabe, en lenguas -diversas, gracias a su educación políglota. Adolescente que pasa a -hombre, fué vivaz, móvil, fué de un lado a otro, miró todo, se informó -de todo; y sabiendo que, a pesar de ser Rey, el sol no podía retardar -por él la función, estuvo, como todo el mundo, a la hora señalada, en el -mejor punto para contemplar la maravilla misteriosa que se mostró en el -firmamento.</p> - -<p>El eclipse pasó. Y de todas partes dicen que, cuando reapareció la luz -del sol, la gente ha gritado, aplaudiendo «¡Bravo!» No lo entiendo.</p> - -<p>Esto no es nuevo. Pedro Antonio de Alarcón, el célebre autor del -<i>Escándalo</i> y del <i>Diario de un testigo de la guerra de Africa</i>, -presenció el eclipse de sol del 18 de Julio de 1860, y en las -impresiones que de<span class="pagenum"><a name="page_238" id="page_238"></a>{238}</span> él escribió, dice lo siguiente: «El día estaba -sereno y caluroso. El sol inundaba de luz las soledades del espacio, -animando y engrandeciendo el vastísimo paisaje. Largos y monótonos -zumbidos de cigarras y de otros insectos voladores poblaban el aire de -un sordo y soñoliento murmullo, que convidaba a la siesta. Callaban las -aves, adormecidas por el calor, y callaban también los hombres, atentos -al deicidio que se preparaba en los cielos... Eran ya las dos... la hora -anunciada y esperada hace tiempo por los astrónomos...</p> - -<p>... El eclipse había principiado, pero aún no se percibía alteración -ninguna en la luz del sol.</p> - -<p>A eso de las dos y treinta empezaron a palidecer las nubes, mientras el -mar se ponía cada vez más sombrío.</p> - -<p>La luz del sol era blanca como la de la luna, y la sombra de los cuerpos -intensamente negra, pero de vagos contornos.</p> - -<p>El cielo estaba despejado; la atmósfera, diáfana. ¡El sol se hallaba en -el mediodía, y, sin embargo, se aproximaba la noche! Nuestros semblantes -se iban poniendo lívidos... Una claridad fúnebre, que ya no era -semejante a la luna, sino a la de la luz eléctrica, alumbraba -fantásticamente la ciudad y las ruinas del Anfiteatro. Las nubes tomaban -un color gris, como el de la ceniza. El mar continuaba -obscureciéndose... ¡En esto (todo lo que yo digo sucedió en menos de un -segundo), en esto expira instantáneamente el último fulgor, cambian de -aspecto todas las cosas, vense lucir las estrellas cerca del astro -agonizante,<span class="pagenum"><a name="page_239" id="page_239"></a>{239}</span> levántase un espantoso viento, hace frío, corren las nubes, -ennegrece el mar, camina la sombra a nuestros pies, parece ser que se -desquicia el cielo, como cuando se muda una decoración en el teatro; -muere el sol... y sustitúyelo un astro nunca visto, un meteoro fúnebre y -grandioso; más bello que todo lo imaginado por el hombre! Un grito de -terror sale de mil pechos. Las gentes sencillas que nos cercan creen -indudablemente que se ha acabado el mundo. Pero al ver que el sol ha -sido reemplazado por aquel fenómeno tan hermoso y sorprendente, nuevo -alarde del poder y de la sabiduría del Eterno, prorrumpe en un aplauso, -en un viva, en un «bravo», en una aclamación frenética y entusiasta.»</p> - -<p>Don Pedro Antonio de Alarcón explica, pues, el motivo del aplauso; lo -explica como poeta y como creyente. Yo supongo más bien semejante -explosión de entusiasmo teatral una manifestación vulgar, no del pueblo, -sino del público, de la concurrencia semileída, que celebra el hecho -como el final de una función pirotécnica, o del ensayo de una nueva -lámpara de luz eléctrica...</p> - -<p> </p> - -<p>Ahora, he aquí mis impresiones personales.</p> - -<p>... Yo estaba a la orilla del mar, en una pequeña terraza, o más bien -jardinillo de la casa en que habitaba a las orillas del Cantábrico. La -mañana había estado a trechos brillante, a trechos nublada. Más o menos, -desde las once el sol comenzó a mostrarse con intermitencias. Había -caído una cernida llovizna en las primeras horas y el aire estaba -fresco. Las<span class="pagenum"><a name="page_240" id="page_240"></a>{240}</span> olas formaban gran movimiento. No había, en lo que la vista -alcanzaba, ni una sola barca pescadora. Comenzaron a salir de las casas -vecinas algunos curiosos. No lejos, entre cardos y hierbas, picoteaban -en el suelo varias gallinas. Muy cerca de mí, unos cuantos pájaros -diminutos y grises, que llaman andarines, están alertas, vivarachos, -afanosos; saltan de las tapias al suelo, y hacen por la vida. Todo el -mundo miraba el cielo con un vidrio ahumado. Yo hice lo que todo el -mundo, y apunté hacia Helios, consagrándole un recuerdo a mi compañero -Martín Gil. Y vi que ya había pasado lo que llaman el primer contacto. -En la bola incandescente del sol noté la intrusión de la luna. Varias -veces observé, a medida que lo negro iba aumentando sobre la superficie -solar. Y el sol fué cambiando de aspecto; ya fué una bolsa de oro, ya -una raja de melón, ya una hoz.</p> - -<p>La luz se había ido poniendo rojiza, y flotaba sobre el mar y sobre la -tierra como una extrañeza fantasmagórica. Y fué de pronto el eclipse -total. Al crepúsculo enfermizo que iba en progresión, sucedió una noche -súbita, no de completa obscuridad, sino iluminada vagamente por uno como -temeroso efluvio de luz. Vi los rostros de las gentes lívidos. Las -gallinas habían buscado su refugio nocturno; los vivaces «andarines» -dejaron de merodear, se juntaron como para el peligro. Dejaban acercarse -a las gentes sin miedo, iban de un lugar a otro indecisos, y por último -se acurrucaron junto a un muro. Habían salido unas pocas barcas. La -obscuridad no<span class="pagenum"><a name="page_241" id="page_241"></a>{241}</span> me dejaba percibirlas. Mas en la consternación de la -Naturaleza toda, oía yo el son del mar como el comentario de un -misterioso coro.</p> - -<p>En larga banda pasó un ejército de gaviotas, quizá en busca de los -nidos. Un repentino frío invadió la atmósfera. Sentí un verdadero -malestar físico y una innegable inquietud moral. Mis ojos contemplaban -allá arriba un astro milenario, un meteoro de funestos augurios. Yo no -había visto nunca un eclipse; pero ese astro no me era desconocido: yo -había, seguramente, tenido esa visión en muchos sueños; en verdad, era -el mismo sol enfermo de mis pesadillas, de mis padecimientos -hipnagógicos. Y pensé luego en las ancestrales angustias, en los -terrores medioevales. ¿Se equivocaría la ciencia? ¿No habría gran verdad -en el espanto de la humanidad antigua, que veía yo reflejado en el -inmenso espanto de la Naturaleza? Sobre el fondo celeste se destacaba un -sol negro. Y ese sol negro tenía un nimbo, un nimbo de luz blanca, un -nimbo roto en rayos desiguales, de plata, de una plata que en momentos -tuviese un tenue resplandor color de rosa. Era como una enorme hostia de -sombra rodeada de una corona coruscante. Era el astro que antaño hacía -temblar a los hombres, el astro de las guerras, el nuncio de las pestes, -el precursor de las catástrofes.</p> - -<p>Y no lejos del mensajero de las cosas infaustas y fatales, brilló por un -momento, maravilloso, el diamante de Venus.</p> - -<p>A un viejo criado que está cerca de mí, y que se consterna, le preguntó: -«¿Qué tiene usted?» «Tengo<span class="pagenum"><a name="page_242" id="page_242"></a>{242}</span> miedo», me dice. Y esa era la palabra; había -miedo sobre el agua lívida del mar; miedo sobre el monte cercano; miedo -en el aire; un soplo de miedo flotaba sobre la tierra conmovida.</p> - -<p>Hasta que volvió a salir el sol. Y cantó el gallo. Y los andarines -anduvieron y piaron por el jardín. Los pescadores que volvieron -manifestaron que una gran cantidad de sardina había desaparecido, como -llena de súbita locura, en el momento del eclipse. Surgió como una nueva -mañana, y el día de oro continuó su rumbo. La Naturaleza recobró su -tranquilidad. Volvió a pasar sobre las olas la banda de gaviotas. Leí -este párrafo de la «Crónica de los Reyes Católicos», de Bernáldez, en -que habla «del espantoso eclipse que el sol fizo: «...El dicho año de -mil e cuatrocientos y setenta y ocho, a veintinueve días del mes de -julio, día de Santa Marta, a medio día, fizo el sol un eclipse, el más -espantoso que nunca los que hasta allí eran nacidos vieron, que se -cubrió el sol del todo e se paró negro, e parecían las estrellas en el -cielo como de noche; el cual duró así cubierto gran rato, fasta que a -poco a poco fué descubriendo, e fué gran temor en las gentes y fuían a -las iglesias, y nunca de aquel hora tornó el sol en su color, ni el día -esclareció como en los días de antes solía estar, y así se puso el sol -muy caliginoso». Buen Bernáldez, que no sospechaba el <i>coronium</i>, pero -que vivía en una época en que todavía se temía el poder de Aquel a quien -no es hoy de buen gusto nombrar.<span class="pagenum"><a name="page_243" id="page_243"></a>{243}</span></p> - -<h2><a name="INDICE" id="INDICE"></a>ÍNDICE</h2> - -<table border="0" cellpadding="0" cellspacing="0" summary=""> -<tr><td> </td><td class="rt"><small><i>Páginas</i></small></td></tr> - -<tr><td>El ejemplo de Zola</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_007">7</a></td></tr> - -<tr><td>Gorki</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_023">23</a></td></tr> - -<tr><td>El poeta León XIII</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_035">35</a></td></tr> - -<tr><td>Libros viejos a orillas del Sena</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_047">47</a></td></tr> - -<tr><td>Un cisma en Francia</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_055">55</a></td></tr> - -<tr><td>Las tinieblas enemigas</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_063">63</a></td></tr> - -<tr><td>Algunas notas sobre Jean Moreas</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_073">73</a></td></tr> - -<tr><td>A propósito de Mme. de Noailles</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_083">83</a></td></tr> - -<tr><td>Niñas-prodigios</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_093">93</a></td></tr> - -<tr><td>Rostand, o la felicidad</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_107">107</a></td></tr> - -<tr><td>La prensa francesa:</td></tr> - -<tr><td><span style="margin-left: 2em;">I.</span> Los diarios</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_115">115</a></td></tr> - -<tr><td><span style="margin-left: 1.75em;">II.</span> Las revistas</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_125">125</a></td></tr> - -<tr><td>La evolución del rastacuerismo</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_133">133</a></td></tr> - -<tr><td>El escultor argentino Irurtia</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_141">141</a></td></tr> - -<tr><td>Clésinger y su obra</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_151">151</a></td></tr> - -<tr><td>Miss Isadora Duncan</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_159">159</a></td></tr> - -<tr><td>Rémy de Gourmont</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_167">167</a></td></tr> - -<tr><td>Henri de Groux</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_175">175</a></td></tr> - -<tr><td>Lo que queda de Heredia</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_191">191</a></td></tr> - -<tr><td>Nuevos poetas de España</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_201">201</a></td></tr> - -<tr><td>En Asturias:</td></tr> - -<tr><td><span style="margin-left: 2em;">I.</span> Desilusión del milagro</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_211">211</a></td></tr> - -<tr><td><span style="margin-left: 1.75em;">II.</span> A la orilla del mar</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_220">220</a></td></tr> - -<tr><td><span style="margin-left: 1.5em;">III.</span> San Telmo</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_226">226</a></td></tr> - -<tr><td><span style="margin-left: 1.55em;">IV.</span> San Telmo se porta bien</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_230">230</a></td></tr> - -<tr><td><span style="margin-left: 2em;">V.</span> Un eclipse</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_234">234</a></td></tr> - -</table> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_244" id="page_244"></a>{244}</span></p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-244.jpg" width="320" height="488" alt="Acabóse de imprimir este libro en Madrid, en la TIPOGRAFÍA YAGÜES el día -x de Mayo del año mcmxviii" title="" /> -<br /> -<span class="caption">Acabóse de imprimir este libro en Madrid, en la TIPOGRAFÍA YAGÜES el día -x de Mayo del año mcmxviii</span> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_245" id="page_245"></a>{245}</span><br /></p> - -<p class="c"><big> -Editorial “MUNDO LATINO”<br /> -<br /> -APARTADO 502.—MADRID<br /> -<br /> - -===Extracto del Catálogo general===</big><br /> -</p> - -<table border="0" cellpadding="0" cellspacing="0" summary=""> - -<tr><td> </td><td class="rt"><i>Pesetas</i></td></tr> - -<tr><td class="c" colspan="2">OBRAS COMPLETAS<br /> - -DE RICARDO DE LEÓN<br /> - -(de la Real Academia Española)</td></tr> - -<tr><td>Edición del Banco de España. Ocho volúmenes en 4.º, -encuadernados en tela, con alegorías de Coullaut -Valera y retrato del autor, por Vacqué</td> <td class="rt"> 50,00</td></tr> - -<tr><td>A plazos</td> <td class="rt">60,00</td></tr> - -<tr><td class="c" colspan="2">DE FRANCISCO VILLAESPESA</td></tr> - -<tr><td>I.—Intimidades.—Flores de Almendro. </td><td class="rt">3,00</td></tr> -<tr><td>II.—Luchas.—Confidencias. </td><td class="rt">3,00</td></tr> - -<tr><td>III.—La copa del Rey de Thule.—La musa enferma. </td><td class="rt">3,00</td></tr> - -<tr><td>IV.—El alto de los Bohemios.—Rapsodias. </td><td class="rt">3,00</td></tr> - -<tr><td>V.—Las horas que pasan. (Veladas de amor) </td><td class="rt">3,00</td></tr> - -<tr><td>VI.—Las joyas de Margarita: Breviario de amor.—La -tela de Penélope.—El milagro del vaso de agua. </td><td class="rt">3,00</td></tr> - -<tr><td>VII—Doña María de Padilla.—La cena de los cardenales. </td><td class="rt">3,00</td></tr> - -<tr><td><span class="pagenum"><a name="page_246" id="page_246"></a>{246}</span> -VIII.—El milagro de las rosas.—Resurrección.—Amigas -viejas. </td><td class="rt">3,00</td></tr> - -<tr><td>IX.—Las granadas de rubíes.—Las pupilas de Almotadid.—Las -garras de la pantera.—El último Abderramán. </td><td class="rt">3,00</td></tr> - -<tr><td>X.—Tristitiæ rerum. </td><td class="rt">3,00</td></tr> - -<tr><td>XI.—La leona de Castilla.—En el desierto. </td><td class="rt">3,00</td></tr> - -<tr><td>XII.—El rey Galaor.—El triunfo del amor. </td><td class="rt">3,00</td></tr> - -<tr><td> </td></tr> - -<tr><td class="c" colspan="2">DE RUBÉN DARÍO<br /> - -(Ilustraciones de Ochoa)</td></tr> - -<tr><td> Tomos publicados:</td></tr> - -<tr><td>I.—La caravana pasa </td><td class="rt">3,50</td></tr> - -<tr><td>II.—Prosas profanas </td><td class="rt">3,50</td></tr> - -<tr><td>III.—Tierras solares </td><td class="rt">3,50</td></tr> - -<tr><td>IV.—Azul </td><td class="rt">3,50</td></tr> - -<tr><td>V.—Parisiana </td><td class="rt">3,50</td></tr> - -<tr><td>VI.—Los raros </td><td class="rt">3,50</td></tr> - -<tr><td>VII—Cantos de vida y esperanza </td><td class="rt">3,50</td></tr> - -<tr><td>VIII.—Letras </td><td class="rt">3,50</td></tr> - -<tr><td>IX.—Canto a la Argentina </td><td class="rt">3,50</td></tr> - -<tr><td>X.—Opiniones </td><td class="rt">3,50</td></tr> - -<tr><td>XI.—Poema del otoño y otros poemas </td><td class="rt">3,50</td></tr> - -<tr><td> Ediciones especiales de lujo. </td><td> </td></tr> - -<tr><td class="c" colspan="2">COLECCIÓN DE AUTORES ESPAÑOLES</td></tr> - -<tr><td><i>Edmundo González Blanco.</i>—Jesús de Nazareht </td><td class="rt">3,00</td></tr> - -<tr><td><i>Emiliano Ramírez Angel.</i>—Bombilla-Sol-Ventas </td><td class="rt">3,00</td></tr> - -<tr><td><i>Francisco Delicado.</i>—La lozana andaluza </td><td class="rt">3,00</td></tr> - -<tr><td><i>J. M. Carretero.</i>—Lo que sé por mí (dos series) </td><td class="rt">3,00</td></tr> - -<tr><td><i>J. Costa.</i>—Alemania contra España </td><td class="rt">3,00</td></tr> - -<tr><td><i>Fola Igurbide.</i>—El Actor </td><td class="rt">3,00</td></tr> - -<tr><td><i>José Montero.</i>—Yelmo florido </td><td class="rt">4,00</td></tr> - -<tr><td><i>José Francés.</i>—La estatua de carne (novela) </td><td class="rt">3,00</td></tr> - -<tr><td>— El alma viajera (novela) </td><td class="rt">3,50</td></tr> - -<tr><td><i>J. de Lucas Acevedo.</i>—La Caja de Pandora </td><td class="rt">3,00</td></tr> - -<tr><td><i>López de Sáa.</i>—Los indianos vuelven </td><td class="rt">3,50</td></tr> - -<tr><td>— Bruja de amor </td><td class="rt">3,50</td></tr> - -<tr><td><i>W. Fernández Flórez.</i>—La procesión de los días </td><td class="rt">3,00</td></tr> - -<tr><td><i>Zurita.</i>—Pícaros y donosos </td><td class="rt">3,00</td></tr> - -<tr><td><i>Elías Cerdá.</i>—Don Quijote en la guerra </td><td class="rt">2,00</td></tr> - -<tr><td><i>V. García Martí.</i>—Don Severo Carvallo </td><td class="rt">2,50</td></tr> - -<tr><td><i>María Luisa Latil.</i>—Según labremos </td><td class="rt">2,50</td></tr> - -<tr><td>— Genoveva </td><td class="rt">3,00</td></tr> - -<tr><td><i>Rafael Cansinos-Assens.</i>—Las cuatro gracias </td><td class="rt">3,50</td></tr> - -<tr><td><i>Eugenio Noel.</i>—El allegretto de la Sinfonía VII </td><td class="rt">3,00</td></tr> - -<tr><td><i>Pedro Pellicena.</i>—Los Cosacos </td><td class="rt">3,50</td></tr> - -<tr><td><i>Mauricio Bacarise.</i>—El esfuerzo </td><td class="rt">3,00</td></tr> - -<tr><td><i>Eliodoro Puche.</i>—Libro de los elogios galantes y de -los crepúsculos de otoño </td><td class="rt">2,50</td></tr> - -<tr><td>— Corazón de la noche </td><td class="rt">2,50</td></tr> - -<tr><td></td></tr> -<tr><td class="c" colspan="2">LAS GRANDES FIGURAS DE LA GUERRA EUROPEA</td></tr> - -<tr><td>Biografías de los generales: Alberto I de Bélgica.—Joffre.—Sir -John French.—Lord Kitchener. Con preciosas -fototipias, a </td><td class="rt">3,00</td></tr> - -<tr><td></td></tr> -<tr><td class="c" colspan="2">COLECCIÓN DE AUTORES EXTRANJEROS<br /> -Traducidas por <i>Felipe Trigo</i>.</td></tr> - -<tr><td><i>Victoriano de Saussay.</i>—La ciencia del beso </td><td class="rt">3,50</td></tr> - -<tr><td><i>René Emery.</i>—Santa María Magdalena </td><td class="rt">3,50</td></tr> - -<tr><td><i>Maquiavelo.</i>—Obras festivas: La Mandrágora.—El -P. Alberico.—La Celestina.—El archidiablo -Belfegor </td><td class="rt">3,050</td></tr> - -<tr><td></td></tr> -<tr><td class="c" colspan="2">CELEBRIDADES ESPAÑOLAS Y SUD-AMERICANAS</td></tr> - -<tr><td>I.—Bécquer (encuadernado) </td><td class="rt">3,50</td></tr> - -<tr><td>II.—Zorrilla (ídem) </td><td class="rt">3,50</td></tr> - -<tr><td>III.—Espronceda (ídem) </td><td class="rt">3,50</td></tr> - -<tr><td></td></tr> -<tr><td class="c" colspan="2">COLECCION SELECTA</td></tr> - -<tr><td><i>Tomás de Quincey.</i>—Los últimos días de Kant </td><td class="rt">1,00</td></tr> - -<tr><td><i>Kalidasa.</i>—El reconocimiento de Sakuntala 1</td><td class="rt">1,00</td></tr> - -<tr><td><i>Rousseau.</i>—Discurso sobre las artes y las ciencias </td><td class="rt">1,00</td></tr> - -<tr><td>— Origen de la desigualdad entre los hombres </td><td class="rt">1,00</td></tr> - -<tr><td><i>Luciano de Samosata.</i>—La diosa de Siria 1</td><td class="rt">1,00</td></tr> - -<tr><td><i>L. Sterne.</i>—Viaje sentimental de un inglés a Francia </td><td class="rt">1,00</td></tr> - -<tr><td><i>F. Alvarado.</i>—El filósofo rancio. (Cartas) </td><td class="rt">1,50</td></tr> - -<tr><td></td></tr> -<tr><td class="c" colspan="2">EL AÑO ARTÍSTICO</td></tr> - -<tr><td>El año artístico 1915 </td><td class="rt">6,00</td></tr> - -<tr><td><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span> tela </td><td class="rt">8,00</td></tr> - -<tr><td>El año artístico 1916 (con 250 grabados) </td><td class="rt">10,00</td></tr> - -<tr><td><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span> tela </td><td class="rt">12,00</td></tr> - -<tr><td>El año artístico 1917 (con 250 grabados) </td><td class="rt">11,50</td></tr> - -<tr><td><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span>tela </td><td class="rt">13,00</td></tr> - -<tr><td></td></tr> -<tr><td class="c" colspan="2">BRAS VARIAS</td></tr> - -<tr><td><i>Stendhal.</i>—Del amor </td><td class="rt">6,00</td></tr> - -<tr><td><i>E. M. Segovia</i> (Oficial del Banco de España).—Los documentos -de crédito </td><td class="rt">5,00</td></tr> - -<tr><td>— Manual epistolar </td><td class="rt">2,00</td></tr> - -<tr><td><i>Rivero.</i>—Legislación de clases pasivas. Volumen de<br /> -500 páginas, encuadernado en tela </td><td class="rt">10,00</td></tr> - -<tr><td><i>R. Yesares.</i>—Ayuda memoria del mecánico electricista.<br /> -Un volumen, encuadernado en tela </td><td class="rt">1,50</td></tr> - -</table> - -<hr class="full" /> - - - - - - - -<pre> - - - - - -End of the Project Gutenberg EBook of Opiniones, by Rubén Darío - -*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK OPINIONES *** - -***** This file should be named 51604-h.htm or 51604-h.zip ***** -This and all associated files of various formats will be found in: - http://www.gutenberg.org/5/1/6/0/51604/ - -Produced by Josep Cols Canals, Chuck Greif and the Online -Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This -file was produced from images generously made available -by The Internet Archive/Canadian Libraries) - - -Updated editions will replace the previous one--the old editions -will be renamed. - -Creating the works from public domain print editions means that no -one owns a United States copyright in these works, so the Foundation -(and you!) can copy and distribute it in the United States without -permission and without paying copyright royalties. Special rules, -set forth in the General Terms of Use part of this license, apply to -copying and distributing Project Gutenberg-tm electronic works to -protect the PROJECT GUTENBERG-tm concept and trademark. Project -Gutenberg is a registered trademark, and may not be used if you -charge for the eBooks, unless you receive specific permission. If you -do not charge anything for copies of this eBook, complying with the -rules is very easy. You may use this eBook for nearly any purpose -such as creation of derivative works, reports, performances and -research. They may be modified and printed and given away--you may do -practically ANYTHING with public domain eBooks. Redistribution is -subject to the trademark license, especially commercial -redistribution. - - - -*** START: FULL LICENSE *** - -THE FULL PROJECT GUTENBERG LICENSE -PLEASE READ THIS BEFORE YOU DISTRIBUTE OR USE THIS WORK - -To protect the Project Gutenberg-tm mission of promoting the free -distribution of electronic works, by using or distributing this work -(or any other work associated in any way with the phrase "Project -Gutenberg"), you agree to comply with all the terms of the Full Project -Gutenberg-tm License (available with this file or online at -http://gutenberg.org/license). - - -Section 1. General Terms of Use and Redistributing Project Gutenberg-tm -electronic works - -1.A. By reading or using any part of this Project Gutenberg-tm -electronic work, you indicate that you have read, understand, agree to -and accept all the terms of this license and intellectual property -(trademark/copyright) agreement. If you do not agree to abide by all -the terms of this agreement, you must cease using and return or destroy -all copies of Project Gutenberg-tm electronic works in your possession. -If you paid a fee for obtaining a copy of or access to a Project -Gutenberg-tm electronic work and you do not agree to be bound by the -terms of this agreement, you may obtain a refund from the person or -entity to whom you paid the fee as set forth in paragraph 1.E.8. - -1.B. "Project Gutenberg" is a registered trademark. It may only be -used on or associated in any way with an electronic work by people who -agree to be bound by the terms of this agreement. There are a few -things that you can do with most Project Gutenberg-tm electronic works -even without complying with the full terms of this agreement. See -paragraph 1.C below. There are a lot of things you can do with Project -Gutenberg-tm electronic works if you follow the terms of this agreement -and help preserve free future access to Project Gutenberg-tm electronic -works. See paragraph 1.E below. - -1.C. The Project Gutenberg Literary Archive Foundation ("the Foundation" -or PGLAF), owns a compilation copyright in the collection of Project -Gutenberg-tm electronic works. Nearly all the individual works in the -collection are in the public domain in the United States. If an -individual work is in the public domain in the United States and you are -located in the United States, we do not claim a right to prevent you from -copying, distributing, performing, displaying or creating derivative -works based on the work as long as all references to Project Gutenberg -are removed. Of course, we hope that you will support the Project -Gutenberg-tm mission of promoting free access to electronic works by -freely sharing Project Gutenberg-tm works in compliance with the terms of -this agreement for keeping the Project Gutenberg-tm name associated with -the work. You can easily comply with the terms of this agreement by -keeping this work in the same format with its attached full Project -Gutenberg-tm License when you share it without charge with others. - -1.D. The copyright laws of the place where you are located also govern -what you can do with this work. Copyright laws in most countries are in -a constant state of change. If you are outside the United States, check -the laws of your country in addition to the terms of this agreement -before downloading, copying, displaying, performing, distributing or -creating derivative works based on this work or any other Project -Gutenberg-tm work. The Foundation makes no representations concerning -the copyright status of any work in any country outside the United -States. - -1.E. Unless you have removed all references to Project Gutenberg: - -1.E.1. The following sentence, with active links to, or other immediate -access to, the full Project Gutenberg-tm License must appear prominently -whenever any copy of a Project Gutenberg-tm work (any work on which the -phrase "Project Gutenberg" appears, or with which the phrase "Project -Gutenberg" is associated) is accessed, displayed, performed, viewed, -copied or distributed: - -This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with -almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or -re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included -with this eBook or online at www.gutenberg.org/license - -1.E.2. If an individual Project Gutenberg-tm electronic work is derived -from the public domain (does not contain a notice indicating that it is -posted with permission of the copyright holder), the work can be copied -and distributed to anyone in the United States without paying any fees -or charges. If you are redistributing or providing access to a work -with the phrase "Project Gutenberg" associated with or appearing on the -work, you must comply either with the requirements of paragraphs 1.E.1 -through 1.E.7 or obtain permission for the use of the work and the -Project Gutenberg-tm trademark as set forth in paragraphs 1.E.8 or -1.E.9. - -1.E.3. If an individual Project Gutenberg-tm electronic work is posted -with the permission of the copyright holder, your use and distribution -must comply with both paragraphs 1.E.1 through 1.E.7 and any additional -terms imposed by the copyright holder. Additional terms will be linked -to the Project Gutenberg-tm License for all works posted with the -permission of the copyright holder found at the beginning of this work. - -1.E.4. Do not unlink or detach or remove the full Project Gutenberg-tm -License terms from this work, or any files containing a part of this -work or any other work associated with Project Gutenberg-tm. - -1.E.5. Do not copy, display, perform, distribute or redistribute this -electronic work, or any part of this electronic work, without -prominently displaying the sentence set forth in paragraph 1.E.1 with -active links or immediate access to the full terms of the Project -Gutenberg-tm License. - -1.E.6. You may convert to and distribute this work in any binary, -compressed, marked up, nonproprietary or proprietary form, including any -word processing or hypertext form. However, if you provide access to or -distribute copies of a Project Gutenberg-tm work in a format other than -"Plain Vanilla ASCII" or other format used in the official version -posted on the official Project Gutenberg-tm web site (www.gutenberg.org), -you must, at no additional cost, fee or expense to the user, provide a -copy, a means of exporting a copy, or a means of obtaining a copy upon -request, of the work in its original "Plain Vanilla ASCII" or other -form. Any alternate format must include the full Project Gutenberg-tm -License as specified in paragraph 1.E.1. - -1.E.7. Do not charge a fee for access to, viewing, displaying, -performing, copying or distributing any Project Gutenberg-tm works -unless you comply with paragraph 1.E.8 or 1.E.9. - -1.E.8. You may charge a reasonable fee for copies of or providing -access to or distributing Project Gutenberg-tm electronic works provided -that - -- You pay a royalty fee of 20% of the gross profits you derive from - the use of Project Gutenberg-tm works calculated using the method - you already use to calculate your applicable taxes. The fee is - owed to the owner of the Project Gutenberg-tm trademark, but he - has agreed to donate royalties under this paragraph to the - Project Gutenberg Literary Archive Foundation. Royalty payments - must be paid within 60 days following each date on which you - prepare (or are legally required to prepare) your periodic tax - returns. Royalty payments should be clearly marked as such and - sent to the Project Gutenberg Literary Archive Foundation at the - address specified in Section 4, "Information about donations to - the Project Gutenberg Literary Archive Foundation." - -- You provide a full refund of any money paid by a user who notifies - you in writing (or by e-mail) within 30 days of receipt that s/he - does not agree to the terms of the full Project Gutenberg-tm - License. You must require such a user to return or - destroy all copies of the works possessed in a physical medium - and discontinue all use of and all access to other copies of - Project Gutenberg-tm works. - -- You provide, in accordance with paragraph 1.F.3, a full refund of any - money paid for a work or a replacement copy, if a defect in the - electronic work is discovered and reported to you within 90 days - of receipt of the work. - -- You comply with all other terms of this agreement for free - distribution of Project Gutenberg-tm works. - -1.E.9. If you wish to charge a fee or distribute a Project Gutenberg-tm -electronic work or group of works on different terms than are set -forth in this agreement, you must obtain permission in writing from -both the Project Gutenberg Literary Archive Foundation and Michael -Hart, the owner of the Project Gutenberg-tm trademark. Contact the -Foundation as set forth in Section 3 below. - -1.F. - -1.F.1. Project Gutenberg volunteers and employees expend considerable -effort to identify, do copyright research on, transcribe and proofread -public domain works in creating the Project Gutenberg-tm -collection. Despite these efforts, Project Gutenberg-tm electronic -works, and the medium on which they may be stored, may contain -"Defects," such as, but not limited to, incomplete, inaccurate or -corrupt data, transcription errors, a copyright or other intellectual -property infringement, a defective or damaged disk or other medium, a -computer virus, or computer codes that damage or cannot be read by -your equipment. - -1.F.2. LIMITED WARRANTY, DISCLAIMER OF DAMAGES - Except for the "Right -of Replacement or Refund" described in paragraph 1.F.3, the Project -Gutenberg Literary Archive Foundation, the owner of the Project -Gutenberg-tm trademark, and any other party distributing a Project -Gutenberg-tm electronic work under this agreement, disclaim all -liability to you for damages, costs and expenses, including legal -fees. YOU AGREE THAT YOU HAVE NO REMEDIES FOR NEGLIGENCE, STRICT -LIABILITY, BREACH OF WARRANTY OR BREACH OF CONTRACT EXCEPT THOSE -PROVIDED IN PARAGRAPH 1.F.3. YOU AGREE THAT THE FOUNDATION, THE -TRADEMARK OWNER, AND ANY DISTRIBUTOR UNDER THIS AGREEMENT WILL NOT BE -LIABLE TO YOU FOR ACTUAL, DIRECT, INDIRECT, CONSEQUENTIAL, PUNITIVE OR -INCIDENTAL DAMAGES EVEN IF YOU GIVE NOTICE OF THE POSSIBILITY OF SUCH -DAMAGE. - -1.F.3. LIMITED RIGHT OF REPLACEMENT OR REFUND - If you discover a -defect in this electronic work within 90 days of receiving it, you can -receive a refund of the money (if any) you paid for it by sending a -written explanation to the person you received the work from. If you -received the work on a physical medium, you must return the medium with -your written explanation. The person or entity that provided you with -the defective work may elect to provide a replacement copy in lieu of a -refund. If you received the work electronically, the person or entity -providing it to you may choose to give you a second opportunity to -receive the work electronically in lieu of a refund. If the second copy -is also defective, you may demand a refund in writing without further -opportunities to fix the problem. - -1.F.4. Except for the limited right of replacement or refund set forth -in paragraph 1.F.3, this work is provided to you 'AS-IS' WITH NO OTHER -WARRANTIES OF ANY KIND, EXPRESS OR IMPLIED, INCLUDING BUT NOT LIMITED TO -WARRANTIES OF MERCHANTABILITY OR FITNESS FOR ANY PURPOSE. - -1.F.5. Some states do not allow disclaimers of certain implied -warranties or the exclusion or limitation of certain types of damages. -If any disclaimer or limitation set forth in this agreement violates the -law of the state applicable to this agreement, the agreement shall be -interpreted to make the maximum disclaimer or limitation permitted by -the applicable state law. The invalidity or unenforceability of any -provision of this agreement shall not void the remaining provisions. - -1.F.6. INDEMNITY - You agree to indemnify and hold the Foundation, the -trademark owner, any agent or employee of the Foundation, anyone -providing copies of Project Gutenberg-tm electronic works in accordance -with this agreement, and any volunteers associated with the production, -promotion and distribution of Project Gutenberg-tm electronic works, -harmless from all liability, costs and expenses, including legal fees, -that arise directly or indirectly from any of the following which you do -or cause to occur: (a) distribution of this or any Project Gutenberg-tm -work, (b) alteration, modification, or additions or deletions to any -Project Gutenberg-tm work, and (c) any Defect you cause. - - -Section 2. Information about the Mission of Project Gutenberg-tm - -Project Gutenberg-tm is synonymous with the free distribution of -electronic works in formats readable by the widest variety of computers -including obsolete, old, middle-aged and new computers. It exists -because of the efforts of hundreds of volunteers and donations from -people in all walks of life. - -Volunteers and financial support to provide volunteers with the -assistance they need, are critical to reaching Project Gutenberg-tm's -goals and ensuring that the Project Gutenberg-tm collection will -remain freely available for generations to come. In 2001, the Project -Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure -and permanent future for Project Gutenberg-tm and future generations. -To learn more about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation -and how your efforts and donations can help, see Sections 3 and 4 -and the Foundation web page at http://www.pglaf.org. - - -Section 3. Information about the Project Gutenberg Literary Archive -Foundation - -The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non profit -501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the -state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal -Revenue Service. The Foundation's EIN or federal tax identification -number is 64-6221541. Its 501(c)(3) letter is posted at -http://pglaf.org/fundraising. Contributions to the Project Gutenberg -Literary Archive Foundation are tax deductible to the full extent -permitted by U.S. federal laws and your state's laws. - -The Foundation's principal office is located at 4557 Melan Dr. S. -Fairbanks, AK, 99712., but its volunteers and employees are scattered -throughout numerous locations. Its business office is located at -809 North 1500 West, Salt Lake City, UT 84116, (801) 596-1887, email -business@pglaf.org. Email contact links and up to date contact -information can be found at the Foundation's web site and official -page at http://pglaf.org - -For additional contact information: - Dr. Gregory B. Newby - Chief Executive and Director - gbnewby@pglaf.org - - -Section 4. Information about Donations to the Project Gutenberg -Literary Archive Foundation - -Project Gutenberg-tm depends upon and cannot survive without wide -spread public support and donations to carry out its mission of -increasing the number of public domain and licensed works that can be -freely distributed in machine readable form accessible by the widest -array of equipment including outdated equipment. Many small donations -($1 to $5,000) are particularly important to maintaining tax exempt -status with the IRS. - -The Foundation is committed to complying with the laws regulating -charities and charitable donations in all 50 states of the United -States. Compliance requirements are not uniform and it takes a -considerable effort, much paperwork and many fees to meet and keep up -with these requirements. We do not solicit donations in locations -where we have not received written confirmation of compliance. To -SEND DONATIONS or determine the status of compliance for any -particular state visit http://pglaf.org - -While we cannot and do not solicit contributions from states where we -have not met the solicitation requirements, we know of no prohibition -against accepting unsolicited donations from donors in such states who -approach us with offers to donate. - -International donations are gratefully accepted, but we cannot make -any statements concerning tax treatment of donations received from -outside the United States. U.S. laws alone swamp our small staff. - -Please check the Project Gutenberg Web pages for current donation -methods and addresses. Donations are accepted in a number of other -ways including checks, online payments and credit card donations. -To donate, please visit: http://pglaf.org/donate - - -Section 5. General Information About Project Gutenberg-tm electronic -works. - -Professor Michael S. Hart is the originator of the Project Gutenberg-tm -concept of a library of electronic works that could be freely shared -with anyone. For thirty years, he produced and distributed Project -Gutenberg-tm eBooks with only a loose network of volunteer support. - - -Project Gutenberg-tm eBooks are often created from several printed -editions, all of which are confirmed as Public Domain in the U.S. -unless a copyright notice is included. Thus, we do not necessarily -keep eBooks in compliance with any particular paper edition. - - -Most people start at our Web site which has the main PG search facility: - - http://www.gutenberg.org - -This Web site includes information about Project Gutenberg-tm, -including how to make donations to the Project Gutenberg Literary -Archive Foundation, how to help produce our new eBooks, and how to -subscribe to our email newsletter to hear about new eBooks. - - -</pre> - -</body> -</html> |
